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INTRODUCCIÓN
En esta medida, el siguiente ensayo busca desarrollar desde sustentos teóricos y con
ejemplos concretos, cómo la constitución de identidades sexuales puede escapar de los aparatajes
del sistema dominante, generando agencia desde acciones de poder dentro de un continente
Latinoamericano donde prima la diversidad cultural y la experiencia del género desde otras
formas de pensamiento subalterno. Específicamente, se pretende dar una mirada general a la
constitución de la identidad masculina en el mundo occidental y contraponerla con identidades
subalternas desde el pensamiento mapuche y la postura feminista de la masculinidad. Así este
ensayo estará dividido en tres etapas: 1) La constitución masculina. Se busca dar una mirada histórica
de la formación de la identidad masculina y evidenciar las relaciones de poder sobre otras formas
de identidad sexual; 2) El pensamiento sexualizado en el pueblo Mapuche. A modo reflexivo se busca
dar la mirada del pensamiento Mapuche en cuanto a la forma de entender la sexualidad y el
género, sirviendo como apoyo para la deconstrucción del pensamiento binario de los sistemas
de dominación patriarcal; 3) Reflexionando la masculinidad desde la feminidad. Desde una mirada
feminista se pretende abordar la subordinación femenina y profundizar sobre el concepto de
“masculinidad”.
LA CONSTITUCIÓN MASCULINA
A lo largo de la historia se han regido supuestos ideológicos que son adoptados como
verdades, la historia de los vencedores narra una victoria moral sobre aquellos impuros,
incivilizados o desadaptados sociales que desafían el orden y las actitudes morales que rigen la
naturalidad del mundo. La masculinidad es vista desde una perspectiva de poder, donde están
definidas unas normas que fabrican la virilidad y se expresan en las esferas públicas, a través de
unas características que son definidas por la religión, los sistemas sociales y en la actualidad por
los lineamentos de la modernidad; las ideas de progreso, desarrollo y mercado. Se aprueban y
reafirman las conductas viriles como estados generalizados del comportamiento masculino. En
otras palabras, existe una forma de masculinidad hegemónica que condiciona una estructura de
pensamiento hegemonizado donde los hombres son los sujetos que detentan el poder. Un
hombre en el poder, un hombre con poder y un hombre de poder (…) fuerte, exitoso, capaz,
confiable y ostentando control sobre otras formas de masculinidad y mujeres. (Kimmel, 1994 ,
pp. 51). Dichas características no solo se instauran en el pensamiento generalizado de los
hombres, sino que se constituye desde la oposición y la negación, lo masculino es todo aquello
que no es femenino. Cabe aclarar que la feminidad está ligada a esta relación de poder que
dictamina las actitudes corporales y morales de lo que puede y debe hacer una mujer.
Por lo anterior, se pretende justificar en los siguientes apartados cómo el género escapa
de los sistemas de dominación para construir y aceptar otras formas de identidad sexual. Si se
acepta la premisa de que las identidades sexuales son procesos de cambio que se constituyen
desde la relación entre géneros y en la práctica social, se puede hablar de otras masculinidades y
feminidades que actúan en la cotidianidad del mundo occidental, dando lugar a otras prácticas
subalternas.
Los machis weye tenían la posibilidad de transitar fluidamente entre actitudes femeninas
y masculinas, sus genitales se constituyeron en un signo de la identidad de género dual de los
Reche (…) el uso de los genitales era más importantes que los genitales en sí (…) la capacidad
de los machi weye para hacerse femeninos y masculinos les permitía el acceso tanto al poder
espiritual como político (Bacigalupo 2003 pp. 22). Este acercamiento a la identidad sexual como
un proceso dialógico del género, desde su cuerpo, lo legítima socialmente como alguien
completo. A diferencia de la masculinidad hegemónica que se construye desde la eliminación de
lo femenino. Los machis weye adoptan diversas formas subjetivas para ser parte de varias esferas
de la vida social. Adquieren niveles de agencia desde el travestismo o inversión del sexo.
De otro modo, la vestimenta y formas experienciales del cuerpo están determinadas por
unas categorías culturales. La asociación del cuerpo biológico con la forma de vestir esta limitada
por un orden “natural” que solo permite diferenciar entre lo masculino y femenino. El
travestismo o inversión del sexo en los Machi, es vista como una aberración a las conductas
“normales” del cuerpo. Se debe entender entonces que tanto el género como el sexo son
categorías fluidas y cambiantes, la performatividad corporal del género esta ligada a las categorías
y normas que se establecen dentro de una expresión cultural determinada. Sin embargo, el
pensamiento generalizado y homogenizante ve estas prácticas como categorías sexuales
desviadas que deben ser corregidas y sometidas a las formas “normales” para ser parte de la
sociedad. De esta forma, se legitiman acciones de poder sobre los indígenas y minorías con el
fin de convertirlos en “buenas personas”, de lo contrario serán juzgados como putos/as. En
otras palabras, serán vistas como una amenaza a las ideas patriarcales del bien moral, la familia y
el orden social.
Por otro lado, desde la identidad femenina que ha sido definida bajo premisas de
inferioridad moral, física y emocional, donde su único aporte a las sociedades es atribuido al
trabajo doméstico y la crianza de los hijos desde fundamentos biológicos. Fuller nos da otra
mirada en donde la mujer toma propiedad sobre el principio de opuestos binarios de dominación
y subordinación para su beneficio. Al estudiar el caso específico de las culturas mestizas de
América Latina, Evelyn Stevens (1977) acuña el término marianismo para designar el culto a la
superioridad espiritual femenina que predica que las mujeres son moralmente superiores y más
fuertes que los hombres (Fuller,1995, pp. 243). La sumisión femenina se funda en la convicción
de que los hombres son inferiores moralmente a las mujeres. Se considera que la esfera privada
es el espacio de reconocimiento más importante para la toma de decisiones y el accionamiento
hacia la vida pública. De lo privado a lo público. Así, la aceptación sirve como una forma de
reivindicación y legitimación de su posición subalterna. De esta manera, aunque se reproduce el
pensamiento de opuestos binarios, la aceptación y subordinación toman otra perspectiva al ser
las mujeres agentes en la relación de dominación. El poder se adquiere desde la practicidad y
comportamiento de la identidad femenina naturalmente aceptada que permite reivindicar su
posición de dominada.
CONCLUSIONES