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Introducción

Puede decirse que el teatro es el género literario por excelencia que corresponde de

modo directo al funcionamiento de una polis democrática y que, a partir de la guerra del

Peloponeso, se mostró sensible a los cambios producidos, de manera interna y externa,

en las relaciones sociales. Se trata del acto cívico por excelencia y que, sin embargo, ha

sido limitado por el propio gobierno ateniense más al campo de la educación por la

libertad de juicio que a un acto de propaganda o exaltación de determinados valores.

Tanto la tragedia como la comedia, dos aspectos de la vida humana que en otros teatros

se presentan combinados, aquí se escinden y se presentan como instituciones del Estado

que no solo introducen un héroe, sino también un carácter educador que redefine los

valores a través de una puesta en escena. De este modo, se revela abiertamente la

relación entre el público y los problemas de fondo, permitiendo asumir al espectador, de

manera colectiva, una realidad en que se impone la visión del mundo tradicional,

aristocrática, ante el inminente advenimiento de la democracia.

A partir del análisis de obras trágicas como “Las Euménides”1, “Edipo Rey”2,

“Hipólito”3 y la comedia “Las Ranas”4, buscaremos vislumbrar el motivo del presente

trabajo: cómo el teatro ha tenido repercusiones, como elemento de aprendizaje para toda

la sociedad ateniense, en lo que respecta a la función de la justicia. Para percibir mejor

su modo de entender precisamos realizar un repaso de otros conceptos que le preceden,

partiendo desde el concepto de dike y el mundo homérico.

Dike y Justicia

1
Esquilo, 458 a.C
2
Sófocles, 429 a.C
3
Eurípides, 428 a.C
4
Aristófanes, 405 a.C

1
Dike y justicia no siempre han sido términos que se han encontrado estrechamente

relacionados entre sí. Partiendo de la concepción del Cosmos y su significado de una

realidad como un todo armónicamente organizado, donde cada parte que lo compone

ocupa el lugar que le corresponde, encontramos a Dike, hija de Zeus y Themis, quien

tenía la misión de observar las ciudades para restablecer el orden roto por la hybris, la

pasión descontrolada de los mortales. Así es como su significado se ha vinculado, en un

primer momento, a la idea del orden, hasta sufrir una variante con el paso del tiempo y

referirse más a lo que se espera de una persona en sentido conductual, como podemos

atisbar a partir de la tradición homérica.

Ya en Homero encontramos una concepción del mundo unida a las fuerzas naturales

orientadas por los dioses, siendo los valores principales, como la areté, el honor y la

valentía expresados mediante mitos y relatos. Dike aparece personificada, sentada junto

a Zeus, representando el espíritu de la rectitud y marcando un orden jurídico, una noción

de justicia, derivado de los dioses que premian o castigan las acciones de los hombres.

Sin embargo, en Esquilo encontramos una marcada diferencia en comparación a la

perspectiva homérica.

Representación de la Justicia en Esquilo

Esquilo reconoce la importancia del estilo de vida de la polis ateniense, sus valores, sus

preocupaciones, sus conflictos. Esto es fundamental, sobre todo porque en sus obras ya

vemos esbozado un Estado de derecho, algo bien diferente a etapas anteriores en donde

las normas derivaban de una cultura primitiva. Por lo tanto Esquilo ve, en su

formulación poética, a la democracia de su época como modelo. Manuel

Fernández-Galiano5 destaca varios aspectos generales sobre Esquilo que nos parece

5
M. Fernández-Galiano, «Introducción general», en Tragedias de Esquilo, Madrid, Gredos, 2002, pág.
11.

2
oportuno mencionar: la firmeza del sentimiento democrático, el odio a la tiranía, el

patriotismo entendido como exaltación de un régimen (democrático) superior frente al

tiránico de los persas, el repudio del exceso de confianza (hybris) y el elogio a la

moderación y de la justicia recta de los ciudadanos, familias y hombres. Precisamente,

es este último el punto fundamental para comprender la obra de Esquilo. Si Zeus es

compendio de las ideas que rigen el mundo, la justicia es para Esquilo el elemento

estabilizador de los desequilibrios que amenazan al mundo de los hombres: la injusticia

y sus correlatos, la culpa y el castigo.

En Las Euménides, la tragedia que aquí nos proponemos analizar y que pertenece a la

última parte de la trilogía de La Orestíada, las Erinias, antiguos espíritus de la

venganza, persiguen a Orestes; no por haber vengado a su padre, sino por ser el asesino

de su madre. Orestes es defendido por los dioses Atenea y Apolo. Finalmente, para

decidir su suerte, se llama a un jurado de ciudadanos notables, presidido por Atenea

cumpliendo el rol de jueza.

Lo más interesante, jurídicamente, de esta obra no es tanto si Orestes es o no perdonado,

sino el procedimiento para llegar a esta condición. En la Grecia Arcaica esto no sería un

dilema, pues se aplicaría la sanción de forma automática a partir de la existencia o no de

un juramento, pero Atenea considera que un juramento no es suficiente para dar el

triunfo a una causa injusta.

Orestes se presenta en la Acrópolis de Atenas como suplicante ante el altar de la diosa,

las Erinias le persiguen, lo juzgan por su crimen y desean concretar la venganza.

En el Episodio III aparece Atenea que se plantea como jueza a pedido de las Erinias.

Atenea acepta, pero a la hora de dictar la sentencia, plantea que es un caso excepcional

y que será ella la encargada de elegir a los jueces que constituirán el tribunal.

3
En el Episodio IV entra en escena un grupo de ciudadanos que serán aquellos que

asistan al juicio en el Areópago. El juicio se realizará en un espacio público, se destaca

el empleo de la retórica para discutir los temas y se dan relaciones dialécticas.

Podríamos decir que, en este momento de la obra, el tribunal de justicia, formado por

ciudadanos sorteados, sin deliberar entre sí (no como sucede en la Asamblea) emiten su

voto, irrefutable, ya que se habían expuesto los argumentos de ambas partes.

Orestes justifica su acto apelando al mandato de Apolo, quién lo convence de hacerlo.

Así, interviene el dios como testigo afirmando que Orestes mató a su madre justamente.

Luego presentados los argumentos, Atenea determina que los jueces deben votar y

decidir la sentencia. Después de realizado el escrutinio, la diosa anuncia que la cantidad

de votos ha sido igual por ambas partes, por lo que Orestes queda libre.

Concluimos diciendo que en esta tragedia convergen dos modelos de justicia: una

justicia de retaliación, que supone la venganza personal y aparece representada por las

Erinias, vengadoras de sangre; y un nuevo modelo de justicia que surge con la creación

del Areópago y propone nuevas leyes, para lo que necesita nuevos actores que se

transformen e incorporen a este nuevo sistema.

Edipo Rey: Destino, Justicia y Poder

Si en Esquilo observamos un concepto de justicia que nacía junto al advenimiento de la

democracia, en Edipo Rey de Sófocles, obra considerada como uno de los ejemplos

paradigmáticos de la tragedia griega clásica, es posible identificar ideas sobre el derecho

y la justicia que, incluso, llegan a ser consideradas como antecedentes de conceptos

fundamentales de la tradición jurídica moderna. No solo visualizamos la relación del

hombre con los designios del destino, las vicisitudes acerca de la verdad o incluso la

usurpación de poder y las cuestiones relacionadas al incesto, sino que, dirá Marcos

4
García Tornel Calderón6, nos encontramos ante tres conceptos fundamentales que nos

permitirán desentrañar el carácter jurídico que rodea a la obra: la noción de Estado de

Derecho, el Imperio de la Ley y, aparece también, aunque más superficialmente, la idea

de Justicia como apego a la norma.

Edipo está dispuesto a hacer justicia a toda costa, incluso si eso lo lleva a obrar con

desmesura. A partir de la orden de destierro que dirige hacia el asesino de Layo, se

genera el dilema de qué hacer frente a tal maldición. La respuesta es clara: siendo el rey

debe apegarse a lo dicho y cumplir la ley que él mismo ha pronunciado. Esta es la idea

básica detrás del Estado de Derecho, “en el sentido en que el gobernante está sometido a

las mismas normas que dicta. El Tirano está sometido a la ley, de una forma muy

particular en tanto es la misma voluntad del soberano aquella que decide ser juzgada por

su propia ley.7” Aquí no encontramos el castigo de los dioses, sino al individuo en

relación directa y particular con fuerzas que desconoce y a las que trata de adecuarse o

enfrentarse por medio de la justicia como subsunción; es decir, aquello que se ajusta a

las leyes o a lo reglamentario. Por lo tanto, Sófocles nos presenta a través de su obra una

realidad que se ajusta a la norma y no viceversa.

Hombre o bárbaro: Juicio de los dioses.

En Hipólito de Eurípides el héroe trágico elige ubicarse fuera de las normas familiares y

de las responsabilidades políticas de la vida civilizada, entablando una relación marginal

con la polis.

En el prólogo de la tragedia la diosa Afrodita establece la causa del castigo que recibirá

Hipólito: su culto exclusivo de Artemisa. La deidad es la que decide qué es justo y qué
6
Marcos García Tornel Calderón, 2021. “Tragedia griega y justicia: Un análisis de las ideas de justicia y
derecho en la tragedia clásica” en
http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2413-28102020000200005
7
Marcos García Tornel Calderón, 2021.

5
no, y a quién y cómo se puede castigar. Dice ella que será muy fácil castigar al humano,

la idea es clara: como diosa tiene el poder. Puede castigar al hijo de Teseo por no

rendirle culto y él no tiene palabra u omisión a esto. Cuando Artemisa le revela que la

diosa que causó su ruina fue Afrodita, Hipólito no se arrepiente, sino que reacciona

como si aquello fuera algo obvio. Pues, como exclusivo devoto a Artemisa, era

esperable que incurriera en la envidia de la diosa rival. Dicho recelo no era para él una

prueba de crimen, sino la confirmación de la sinceridad de su veneración a su propia

diosa.

Lo justo para Afrodita es que si el ser inferior y mortal no cumple con lo que es correcto

hacia una diosa como ella, su estilo de vida debe volverse necesariamente en conflicto.

Y, por su parte, el protagonista nunca alcanza a corregir o comprender su falta, ni

siquiera frente a su inminente muerte. Para Hipólito es algo completamente justo,

porque Artemisa representa todo lo que para él es natural.

La tragedia refleja la ambigüedad en la yuxtaposición de los pares antitéticos: virginidad

y matrimonio, bestia y hombre, bosque y ciudad. En Hipólito, dichas contradicciones

conviven y lo colocan en una situación medial, allí donde se cruzan los opuestos. Así, el

joven resulta, dentro del mundo humano, el representante de sus más nobles virtudes;

pero, fuera de él, se transforma en una amenaza, una fuente de conflicto y desorden.

En el marco político que sustenta la tragedia, el “todo” debe ser integrado para

garantizar el equilibrio, el orden y la justicia. El movimiento final del héroe desde

Trecén a Atenas, forma parte de este proceso de restitución, de confirmación de la

identidad griega. En la obra intervienen las divisiones fundamentales de la primera

antropología (bestia, hombre, dios); pero al ser “politizadas” (tomadas por la ciudad),

dan, junto con el par griego-bárbaro, una visión política de la alteridad.

6
La utopía en Las Ranas

Sin lugar a dudas podemos pensar en que Aristófanes imaginaba una sociedad justa.

Presenta elementos en el texto que sugieren al espectador-lector el deseo de una polis

ideal y armónica en medio de un ambiente social y político atravesado por elementos

distópicos. Como lo fueron la reciente batalla de Arginusas que, aún siendo una victoria

para Atenas, significó por otra parte la condena injusta a muerte de los generales; el

declive cultural de las artes y, en el campo filosófico, la expansión de la sofística, junto

con el relativismo moral y el individualismo, todas consecuencias directas de la

primera.

Podemos ver estos elementos utópicos de los que se vale el autor ya desde el primer

momento, donde Dioniso, acompañado de su esclavo Jantias, quiere emprender el viaje

hacia el Hades para encontrar a su poeta preferido y así volver a dotar a la ciudad,

sumergida en decadencia cultural, con el mejor dramaturgo. “Necesito un poeta diestro

porque ya no hay y los que hay son malos8” es la explicación que da luego a Heracles.

El Hades es representado como un lugar justo, sin complicaciones, tranquilo, libre de

males en consonancia con la ciudad planteada previamente en la representación de Aves.

En Ranas, con la inserción del mito de Eleusis y mediante la inversión cómica del juicio

de Dioniso, el poeta instala también, desde una perspectiva religiosa y al mismo tiempo

“literaria”, el deseo de una polis justa, feliz, ideal y distinta a la real caracterizada por la

gran injusticia que es la guerra y el desastre socio-económico. La utopía de una Atenas

justa y perfecta se refleja en lo planteado en la representación del Hades como “otra

Atenas” o como el reflejo de los ideales del comediógrafo; en cierto sentido, una

“alotopía”, en un lugar distante, lejano e inaccesible, como el deseo mismo. La elección

8
Aristófanes, Las Ranas 71b-72.

7
de Esquilo como el mejor poeta que puede remediar los problemas de la ciudad implica

un retorno al pasado que se retiene como mejor, a una “edad de oro” que es reflejo de

una vida “mejor que la actual”, como todos los atenienses (y no atenienses también)

sabían por las promesas inefables de los misterios de Eleusis.

Conclusión

En conclusión, podemos dar cuenta de que el término justicia ha ido mutando en

simultáneo con la polis ateniense. En un principio, en las obras se aprecian conceptos

como el destino, poder superior a los dioses y hombres, inevitable; y los dioses como

autoridades sobre los hombres, capaces de modificar sus vidas y dictar castigos de

manera arbitraria.

Más adelante, es importante destacar el desplazamiento de lo religioso, que permite la

llegada de la democracia, con la creciente imagen del hombre como protagonista. Este

tiene la capacidad para organizarse, reflexionar y juzgar por sí mismo. Esto se vincula

principalmente a la construcción del juicio como mecanismo de averiguación de la

verdad, pero también al rol del pueblo respecto al soberano, pues pasa de estar

completamente sometido a este a dialogar con él y, finalmente, a juzgarlo. Por supuesto

que la tragedia es algo totalmente distinto a un debate jurídico. Su objeto es el hombre

que vive por sí mismo ese debate, obligado a tomar una decisión, a orientar su acción en

un universo de valores ambiguos, donde nada es jamás estable ni unívoco.

Podemos afirmar que la tragedia se distancia de los mitos heróicos tradicionales en los

que se inspira, los cuestiona y confronta sus antiguos valores, esas antiguas

representaciones religiosas con nuevas formas de pensamientos que señalan la creación

del derecho jurídico de la ciudad.

8
Bibliografía fuente:

- Aristófanes. “Las ranas” Edición bilingüe con introducción y notas de

Frenkel-Coscolla-Cavallero-Rivas et al. (2011). Buenos Aires.

- Esquilo. (1982). “Las Euménides” (pp. 278-342) en Tragedias. Madrid, España:

Editorial Gredos, S.A.

- Eurípides. (1991). “Hipólito” (pp. 313-322) en Tragedias I. Madrid, España:

Editorial Gredos, S.A.

- Sófocles. “Edipo Rey” desde www.librosenred.com.

Bibliografía crítica:

- Herreras, E. (2008). “La idea de la justicia en la obra de Esquilo” (pp. 55-70) en

Daimon Revista Internacional de Filosofía, n. 45. Disponible en:

https://revistas.um.es/daimon/article/view/93271

- Fernández-Galiano, M. “Introducción general” en Tragedias de Esquilo. Madrid,

España: Editorial Gredos, S. A.

- García Tornel Calderón, M. (2021). “Tragedia griega y justicia: Un análisis de

las ideas de justicia y derecho en la tragedia clásica”. Disponible en:

http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2413-2810202000

0200005

- Plácido, D. (1997) "El teatro y su público" en La sociedad ateniense. La

evolución social en Atenas durante la guerra del Peloponeso. Barcelona,

España: Editorial Crítica.

- Vernant, J-P., Vidal Naquet, P. (1987) “Mito y tragedia en la Grecia antigua”.

Tomo I. Madrid, España: Taurus.

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