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Autora: María Gabriela Nebro

gabrielanebro@yahoo.com.ar

Título de la ponencia: Antígona en clave de propaganda ateniense: de la dicotomía ley


divina/ley del tirano hacia un estado de derecho

Resumen

Antígona es un personaje femenino icónico que encarna la rebeldía de defender lo que


considera justo al extremo de morir por ello. Sin quitarle peso a ese mensaje, desde este
trabajo proponemos una lectura de Antígona en clave de propaganda ateniense.

Comprendemos con Ubersfeld (2004:59) que: “Toda escritura de teatro se hace en el marco
de una suerte de lucha entre el querer-decir artístico del creador y el pensamiento de lo que
puede querer o poder oír el receptor”. Surge entonces la inquietud de tener en cuenta lo “no
dicho”, es decir los presupuestos del momento de la enunciación y además considerar la
construcción del auditorio a quien se dirige la obra.

Bajo el ropaje de este personaje mítico que se propone cumplir con las honras fúnebres
según lo establece la ley divina, Sófocles modaliza la crítica a un régimen despótico
(personificado en Creonte) y en el plano del decir implícito, formula una propuesta que los
ciudadanos atenienses están en condiciones de comprender: si las consecuencias de la ley
del tirano son nefastas, entonces hay que establecer un régimen que escuche a los
ciudadanos y respete sus derechos.

No es un dato menor que Sófocles haya desempeñado el cargo de “estratego” junto a


Pericles en la guerra contra Samos (441/40), rango que probablemente se relaciona con la
presentación de Antígona el año anterior. Teniendo en cuenta estos elementos del momento
de la enunciación, la obra alcanzaría una dimensión de propaganda del régimen
democrático que propicia un régimen jurídico coherente y cohesivo en el cual, con el
trascurso de los siglos, las costumbres y tradiciones se elevarían a un estatus de fuentes del
derecho.

Palabras claves: Tragedia, Sófocles, Antígona, discurso teatral, instituciones jurídicas


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Argumento

El plano diegético de esta tragedia retoma el mito de la estirpe de los Labdácidas en su


tramo final: los hijos varones de Edipo, Eteocles y Polinices se han dado muerte
recíprocamente en un enfrentamiento por el trono y el rey Creonte decreta que el cadáver
de Eteocles recibirá las honras fúnebres mientras que el de Polinices permanecerá
insepulto.

Antígona intenta honrar y dar sepultura al cuerpo de su hermano y su desobediencia,


castigada con la máxima pena, desata también otras muertes. Hemón, hijo de Creonte y
enamorado de Antígona, se suicida al no poder soportar la pérdida de su amada, al tiempo
que la madre de Hemón, Eurídice, se quita la vida al enterarse de lo ocurrido.

Un ropaje mítico para un discurso democrático

Compartimos con Rodriguez Adrados (1997:15) una afirmación de fundamental


importancia para este análisis: “La tragedia era un tercer foro, junto con la Asamblea y al
auditorio de sofistas y filósofos, para airear y debatir, aunque fuera con vestidura mítica los
mismos problemas.”

Los problemas de la ciudad son modalizados por Sóflocles a través de esta tragedia: de una
manera general, se trata de las relaciones entre hombres y mujeres, nobles y pueblo, espíritu
racional y religioso, etc. De una manera particular, el diálogo teatral se dirige al debate
sobre la teoría jurídica que subyace en la época. Los personajes en sus diálogos reflexionan
sobre la legitimidad del órgano del cual emana la ley (el tirano), el orden de prelación de las
leyes (escritas y no escritas), lo referido a las honras fúnebres: tanto el derecho del familiar
sobreviviente de ejercer el culto (las honras de las pompas fúnebres) como así también la
igualdad ante la ley referida a la sepultura de los muertos. La profanación de cadáveres
consiste en la violencia ejercida sobre el cuerpo, en este caso sometido por decreto al
deterioro provocado por la acción de animales predadores y agentes climáticos, que no se
condice con la dignidad que corresponde a los ciudadanos y mucho menos a una persona de
linaje real.
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En este contexto cobra relevancia el concepto del decir implícito en el teatro, ya que
comprendemos con Ubersfeld (2004:71) que “El diálogo teatral no consiste solamente en
una sucesión de enunciados alternados pronunciados por los diversos enunciadores en el
interior de un enunciado total que es el del autor. Cada uno de esos enunciados sólo tiene
sentido dentro de un contexto, es el contexto el que da sentido a cada uno de los enunciados
producidos por los personajes.”

Respecto de lo que concierne al tratamiento de estos temas jurídicos en el diálogo de los


diferentes personajes, se reivindica el discurso de la protagonista femenina, Antígona,
cuyos reclamos dan cuenta tanto de una exquisita sensibilidad respecto de las obligaciones
religiosas como de un preciso conocimiento del grado de evolución de las instituciones
jurídicas de la época. La demanda del personaje femenino protagonista a nivel discursivo
alcanza su objetivo comunicativo: sus reclamos logran hacer reflexionar al auditorio sobre
la conveniencia de un régimen democrático que respete los derechos de los ciudadanos.

Antígona como un pájaro desconsolado ante el nido vacío

La protagonista de esta tragedia es sorprendida violando la prohibición de sepultar el


cadáver de Polinices. Un guardia da cuenta de la situación a Creonte:

“Lanzaba gritos penetrantes como un pájaro desconsolado cuando distingue el lecho vacío
del nido huérfano de sus crías. Así ésta, cuando divisó el cadáver descubierto, prorrumpió
en sollozos y tremendas maldiciones para los que habían sido autores de esta acción. En
seguida transporta en sus manos seco polvo y, de un vaso de bronce bien forjado, desde
arriba cubre el cadáver con triple libación.” (vv. 422 ss.)

En la Grecia clásica existen leyes que reglamentan los funerales privados, estas normas se
encargan de determinar la mesura y, por lo tanto, es posible deducir que reglamentan
también el rol de las mujeres. Loraux (1995: 35) considera que en la Grecia antigua las
mujeres estaban más apartadas de la política en el régimen democrático que bajo otro
régimen y esta situación se vincularía con la memoria cargada de venganza que se plantea
en los procedimientos griegos de amnistía. Por lo tanto, el duelo, percibido como
esencialmente femenino era puesto a distancia, de modo de asegurar a las mujeres y sobre
todo a las madres, un lugar limitado.
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El objetivo de estos procedimientos era velar por la estabilidad de la ciudad. Además de la


prescripción de silencio en el acompañamiento del cadáver, se impone también que las
mujeres que asistan a la ceremonia se retiren antes que los hombres, a fin de evitar que la
“afectividad desenfrenada” de las mujeres dejara sus lamentaciones como las últimas
palabras del funeral. De esta manera, sostiene Loraux, “vigilar el duelo es, en primer lugar,
ocuparse de las mujeres.”

En Antígona, esta prescripción de limitar el acceso de la mujer se vuelve prohibición que


repugna a la protagonista y por lo tanto decide violarla, no sin asumir las consecuencias de
semejante accionar:

“Yo le enterraré. Hermoso será morir haciéndolo. Yaceré con él al que amo y me ama,
tras cometer piadoso crimen (…)” (vv. 69 ss.)

La hermana de la protagonista, Ismene, también desea seguir la misma suerte:

“¡Hermana, no me prives del derecho a morir contigo y de honrar debidamente al


muerto!” (vv. 545 ss.)

Entre el duelo y las mujeres el encuentro nunca es azaroso debido a que el duelo gimiente
es femenino y por lo tanto constituye una amenaza. En la tragedia que analizamos, esta
amenaza femenina se concreta: la ley del tirano que impide el ejercicio de un derecho es
violada y por lo tanto se visibilizan las consecuencias nefastas.

El Hades desea leyes iguales

Tradicionalmente se ha considerado que el ordenamiento jurídico establecido reposaba en


alguna emanación de orden divino (Sanchez de la Torre, 1992: 39). Sin embargo, la
realidad demuestra que las leyes han sido establecidas por la voluntad de los hombres, ya
sea de manera despótica o emanada de las convenciones establecidas con anterioridad.

En este sentido, el siglo V es de fundamental importancia en cuanto a la evolución jurídica


ateniense, tanto respecto del valor de la ley en sí misma como así también de las relaciones
entre los ciudadanos y la ciudad: se plantea la libertad del ciudadano que convive con las
exigencias que la ciudad le impone.
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Hay que considerar que en ese momento de la evolución jurídica, la idea de justicia no es
diferente a la ley sino que las leyes constituyen la idea de justicia en una determinada
ciudad y época. Por lo tanto, la justicia está al nivel de las leyes.

Dentro de este planteo, el requerimiento de Antígona a Creonte (de enterrar a su hermano)


alcanza el nivel de reflexión jurídica en pos de la igualdad de derechos:

“Antígona. –No era un siervo, sino su hermano, el que murió.

Creonte. –Por querer asolar esta tierra. El otro, enfrente, la defendía.

Antígona. –Hades, sin embargo, desea leyes iguales.” (vv. 517 ss.)

Sófocles muestra un grado de percepción y de conocimiento de filosofía del Derecho en


toda su obra, al decir de Llambías (Sanchez de la Torre, 1992: 57), es “quien primero ha
sentado una afirmación clara, tajantemente contrapuesta con la ley positiva, de la vigencia
de la ley natural”. Las leyes divinas de las que habla Sófocles en esta tragedia no se refieren
solamente a las sanciones de orden supranatural sino que constituyen una normativa
orientadora de la conducta humana.

Mientras yo viva, no mandará una mujer

En esta tragedia, en palabras de Romilly (2004:27): “Sófocles actúa con la clarividente


lucidez de un griego: ha imaginado un conflicto de deberes, una situación en la que el
Estado tiene una exigencia y la conciencia moral o religiosa, otra. Pero debemos agregar
que se otorga el mejor papel. Pues la exigencia del Estado no está representada aquí por una
ley examinada, aceptada y observada, sino por un simple decreto dictado por un hombre
que acaba de acceder al poder y que será, de hecho, llevado a retractarse.”

En la práctica jurídica de las ciudades han existido leyes no escritas que se oponían a las
leyes escritas de manera fundamental y profunda: han representado reglas generales o
imperativos absolutos que no necesitan ser plasmados en leyes escritas. Coincidimos con
Romilly respecto de que Sófocles muestra la relatividad de las leyes humanas, que era ya
fácilmente admitida en la época. Si bien Creonte se indigna porque Antígona ha infringido
la prohibición promulgada, Antígona responde:
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“No pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder como para que un mortal pudiera
transgredir las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses. Éstas no son de hoy ni de
ayer, sino de siempre, y nadie sabe de dónde surgieron. No iba yo a obtener castigo por
ellas.” (vv. 451 ss.)

Esta respuesta de Antígona concreta el concepto de leyes no escritas de valor y


conocimiento universal. Al tiempo que el personaje de Creonte, su antagonista, patentiza el
vigor de su decreto (que sanciona con la muerte el desacato a la prohibición de enterrar a
Polinices) en su respuesta a la protagonista:

“Vete, pues, allá abajo para amarlos, si tienes que amar, que mientras yo viva, no
mandará una mujer.” (vv. 524 ss.)

El personaje de Antígona tiene el conocimiento de que su actuación sigue el orden de los


dioses, aunque su decisión no se mueve por temor al castigo divino sino por la búsqueda de
un bien inmediato: el sentimiento de amor a su hermano.

Coda

Jean-Pierre Vernant, coincidiendo con Louis Genet, expresa que “la verdadera materia de la
tragedia es el ideario social propio de la ciudad, especialmente el pensamiento jurídico en
pleno trabajo de elaboración. La presencia de un vocabulario técnico legal entre los
Trágicos subraya las afinidades entre los temas predilectos de la tragedia y ciertos casos
que afectaban la competencia de los tribunales”.

Coincidimos con la afirmación de Jean-Pierre Vernant, respecto de que el pueblo griego no


tuvo un concepto de derecho como sistema coherente y fundado en una serie de principios
cohesivos. Los griegos compartían una idea de polaridad lineal en uno de cuyos extremos
se ubicaba la autoridad de hecho y en el otro el poder sagrado. Así el hombre se veía
obligado a tomar decisiones y a orientar sus acciones en un universo de valores ambiguos,
donde nada podía ser estable o unívoco.

En este orden de ideas, cabe destacar el grado de madurez jurídica del momento de la
enunciación, que se ve plasmado en los diálogos de sus personajes, al manifestarse sobre
las distintas temáticas que atañen al funcionamiento legislativo y judicial de la época. Así,
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en cuanto a la envergadura de los planteos de la obra, Antígona alcanzaría una dimensión


de propaganda de la democracia ateniense debido a que propicia un régimen jurídico en el
cual, con el trascurso de los siglos, las costumbres y tradiciones se elevarían a un estatus de
fuentes del derecho.

Bibliografía

Edición utilizada:

Sófocles (2006) Tragedias. Áyax – Las Traquinas – Antígona – Edipo Rey – Electra –
Filoctetes – Edipo en Colono. Editorial Gredos, Madrid

Bibliografía crítica consultada:

Iriarte, Ana (1996) Democracia y tragedia. Editorial Akal, Madrid

Loraux, Nicole (1995) Madres en duelo. Editorial Equis, Buenos Aires

Rodriguez Adrados, Francisco (1997) Democracia y literatura en la Atenas clásica.


Alianza Editorial, Madrid

Romilly de, Jaqueline (2004) La ley en la Grecia Clásica. Editorial Biblos, Buenos Aires

Sanchez de la Torre (1962) Los griegos y el derecho natural. Editorial Tecnos, Madrid

Ubersfeld, Anne (2004) El diálogo teatral. Editorial Galerna, Buenos Aires

Vernant, Jean Pierre y Vidal-Naquet, Pierre (1987) Mito y tragedia en la Grecia Antigua.
Taurus Ediciones, Madrid

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