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PLATON

Resumen preparado para la cátedra de Historia del Pensamiento Político. Texto en su


versión original: Porati, A. R. (1999). Teoría política y práctica política en Platón. Atilio
A. Boron La Filosofía Política Clásica. De la Antigüedad al Renacimiento.

Platón es el pensador de una crisis terminal


Las Guerras Médicas (griegos contra los persas) echaron las bases para la crisis. Esparta
y Atenas surgen de la guerra como las potencias preponderantes, la primera se consolida como
potencia militar terrestre y la segunda como dueña de los mares.
El esplendor de la Democracia Ateniense y el siglo de oro de Pericles, duró poco. Los
enfrentamientos entre Esparta y Atenas derivaron en la guerra del Peloponeso. Atenas, que fue
derrotada, recupera la democracia (sin su base imperialista). Esta democracia será el gobierno
que condena a Sócrates. En este contexto hay que situar a la teoría política platónica. La crisis se
entiende no tanto como un estado caótico, sino más bien como una quiebra de los fundamentos
tradicionales.
En el plano ontológico, se podría decir que Platón plantea la tensión entre el mundo
sensible (físico) y el mundo inteligible (mundo de las ideas). Sin embargo, la lectura
estrictamente dualista de Platón es discutible, pues no se trata de irse de este mundo a otro.
Desde su perspectiva, la realidad aparece injusta, aunque algunas acciones de los hombres
permitan vislumbrar todavía ecos de la justicia. Por tanto, como en el aquí (mundo físico) no la
justicia no está plena, hay que retrotraerla a otro plano ontológico, para que desde ‘allá’ (mundo
de las ideas) se pueda salvarla. En Platón, las Ideas pueden ser pensadas como una tensión hacia
la perfección: todo aspira dramáticamente a su propia plenitud, aunque no la logre. En efecto,
esto lo impulsa ampliar la presencia de la verdad en el mundo con acciones muy concretas.
Aunque Platón fracasa en este intento.
Convencido de que todos los gobiernos existentes son malos, renuncia a la intervención
activa inmediata, aunque no a la reflexión política ni a la ambiciosísima pretensión de procurar
la gran reforma necesaria. Y ésta sólo podrá plantearse desde la “recta filosofía”, de la que
depende el conocimiento verdadero de lo justo: los males del género humano se remediarán
sólo con el gobierno de los filósofos.
Platón se convertirá en consejero y formador de dirigentes. Con este propósito creo la
Academia, la cual ofrecía una enseñanza con base metafísico-científica. En conexión con ella
hay que pensar la publicación de República, que funciona como su manifiesto y como
presentación del programa de estudios. La Academia fue centro de investigación donde la
discusión era muy viva. El presupuesto platónico común sería: la convicción filosófica de que
la realidad tiene una estructura inteligible y su conocimiento es condición necesaria de la acción
La finalidad manifiesta de la Academia es la formación de asesores políticos. El mismo
Aristóteles es convocado para educar a Alejandro como especialista, egresado de la Academia.
Platón muere a los 81 años, estaba trabajando en Las Leyes, su último gran intento de
reformular el problema de la Ciudad.

La figura de Sócrates

En Atenas, las instituciones democráticas que hacia el exterior podían ser la fuerza
declarada, en el juego político interno es el lógos (el lenguaje y la argumentación persuasiva) el
factor para dirimir los conflictos. Los sofistas confluyen en la capacitación política de
ciudadanos. Esta tarea está unida a un problema de fondo: la areté: (virtud). ¿la virtud es innata
-como sostienen los aristócratas - o puede adquirirse y enseñarse -como sostienen los sofistas y
Sócrates, ligándola al sabe? En las obras de Platón, Sócrates aparece como el más sabio porque,
a diferencia de los demás, sabe que no sabe. La verdad se hace presente como ausencia, y hay
que buscarla. Sócrates tiene que buscar la verdad a partir de y en el seno de este lenguaje. El

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sabio no enseña ni enuncia, sino que sólo anda a través del logos: dia-loga (a través de -
palabra).

La problemática de la justicia
En el Libro I de la Republica, nos encontramos con un Sócrates que baja al Pireo (un
puerto) para participar en un festival nuevo, dedicado a Bendis. Allí es invitado a casa de
Céfalo, un rico. Los personajes mezclan, pues, jóvenes aristócratas con ricos metecos. El
escenario es el puerto Pireo, ámbito de la democracia orientada al mar, opuesto al agro
aristocrático y conservador. El Pireo representa, en el drama político ateniense, la apertura y la
disolución.
En el capítulo 1 de la Republica, Sócrates inicia la conversación con el dueño de casa,
Céfalo, acerca de la vejez y la riquezas. Pero la conversación se orienta hacia la cuestión de la
justicia. Para Céfalo: Justicia es “decir la verdad y devolver a cada uno lo que de él hemos
recibido”. Pero, la definición no deja de ser una ejemplificación de acciones justas, que
fácilmente da lugar a los contraejemplos: devolver un arma al amigo que ha enloquecido es
injusto.
Luego interviene Polemarco (hijo de Cefalo), para quien la justicia es ‘hacer siempre el
bien a los amigos y a los enemigos devolverles el mal”. Esta segunda respuesta logra
generalizar la idea y supera la mera ejemplificación. En realidad, se está enunciando la
concepción más básica de la justicia (como venganza) de la moral tradicional. La venganza no
sólo era socialmente aceptada, sino que podía llegar a constituir una auténtica obligación
religiosa. Sin embargo, se plantea que lo bueno no puede hace mal, como lo caliente no puede
enfriar. Por lo tanto, dañar sería propio de lo injusto.
Según Trasímaco (un sofista), otros de los que participaban de la conversación, “la
justicia es lo que conviene al más fuerte”. Las leyes son justas de facto. Trasímaco, concluye
que: al justo siempre le va peor que al injusto. De este modo, la cuestión de la justicia se la pone
en el terreno de la ténkne: hay que decidir si es la justicia nos permite obtener lo útil para la
vida. Cabe aclarar que Tékhne no es ‘técnica’ en el sentido moderno, ligado al desarrollo
mecánico. Para los griegos, una tékhne es un conjunto de reglas para obtener ciertos resultados.
Poner la justicia en el ámbito de las tékhne supone pues que hay una ‘técnica’ de vivir.
La idea de justicia también se relaciona con el concepto de Areté, es decir, como un
atributo de quien es ‘muy bueno’ en alguna capacidad. La palabra areté, que estaba
originariamente relacionada con la aptitud para el mando, va a difundirse para indicar
‘excelencia’. La función propia de cada cosa. En la polis ideal cada estamento tiene una areté. Si
se la quitan, hace mal sus funciones. Como la justicia era una areté del alma, el justo vive bien y
el injusto mal. De allí se derivan la felicidad e infelicidad.
En suma, esta reflexión se relaciona con un viejo proverbio de que “la justicia es la
suma de todas las virtudes”. En el desarrollo del diálogo, la justicia aparecerá en cierto modo
como la condición de posibilidad de las otras virtudes.
Si bien al final del diálogo no se ha respondido a la pregunta inicial por la justicia, el
camino hecho ha servido para poner en cuestión las concepciones. Los hombres, no pudiendo
evitar la injusticia ni cometerla impunemente, convinieron en que era preferible no hacer ni
padecer injusticias. Éste es el origen de la ley.
En otros pasajes de La Republica, Platón discute la condición del individuo justo y la
condición de la ciudad justa. La homología estructural entre el alma y la ciudad consistió en
comparar la tripartición del alma, cuyas partes y funciones se corresponderán con los
estamentos funcionales de la ciudad: los trabajadores, guerreros y gobernantes.

Génesis y esencia de la ciudad


El análisis sobre el origen de la ciudad no es empírico ni histórico, sino teórico. Para
Platón la ciudad no surge por naturaleza, sino por necesidad. El desarrollo de la ciudad se
proyectará a partir de sus elementos mínimos necesarios: el individuo. La Ciudad se origina de

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la incapacidad del individuo para bastarse a sí mismo. Cada necesidad lleva a un hombre a
unirse para satisfacerla.
La variedad de necesidades da lugar a una multiplicidad de funciones ara ayudarse entre
sí. La usual adjudicación a los griegos de una concepción donde la comunidad política es algo
natural no se comprueba en Platón. No hay instinto gregario que funde la concordia cívica. La
sociedad se origina sólo por necesidades económicas.
En su origen, la Ciudad, no se propone la satisfacción de otras necesidades más que las
básicas: la alimentación, habitación y vestido. Para satisfacerla hace falta: labrador, albañil,
tejedor y zapatero. Del supuesto de la no autosuficiencia del individuo se deriva la división del
trabajo. La cual se va complejizando.
En primer lugar tenemos la ciudad gástrica. La ciudad resultante está dirigida a
satisfacer solamente las necesidades elementales. Reducida a una sola de las funciones, el
elemento apetitivo-productivo, que resultará inferior al militar y al racional-dirigente. En la
ciudad gástrica, estos últimos están acá ausentes por innecesarios. La ciudad gástrica sólo
desarrolla una de las funciones humanas, la inferior: una felicidad animal.
El mal de esta ciudad gástrica satisfecha va a ser los refinamientos innecesarios. El afán
ilimitado de posesión de riquezas, sobrepasando el límite de las necesidades lleva a que los
bienes propios disponibles no sean suficientes y deberá extenderse sobre el vecino. En efecto se
produce la guerra, conquista y despojos de otros.
Estamos así ante la necesidad de un ejército, capaz de defender las riquezas y la
población. De este modo, se formará la ciudad de los perros. Sin embargo, Platón teme que la
clase militar se apropie del poder en beneficio propio. Entonces, la organización política que va
a proponerse tenderá a impedir que esto suceda. La solución pasará por la educación (paideia)
que estará encaminada a hacerles aceptar un modo de vida que ahogue la tendencia egoísta.
Otras de las garantías que ofrece Platón es la supresión de lo privado, tanto de la propiedad
como de la familia.
El estamento de los guardianes (militares) deberá armonizar los elementos fogosos y los
mansos- reflexivos. Los guerreros deberán ser como los perros, que son mansos con los de la
casa y agresivos con los desconocidos. Los guardianes o guerreros serán educados en
tradicional educación griega en poesía, música y gimnasia. La enseñanza consiste en el canto y
memorización de los poetas. Los poetas, en ausencia de un texto sagrado, sustentan el saber
colectivo como depositarios y transmisores de las concepciones religioso-políticas tradicionales.
Platón incluye también los mitos. Para Platón, el mito tiene una potencia organizadora, pero no
se trata de la imposición de creencias, sino de inducción de creencias en niveles sub-racionales.
En efecto, es fácil encontrar paralelos en los estados totalitarios.
El contraste entre simplicidad y refinamientos trae la consideración de la medicina. Los
buenos ejemplos en medicina son remedios rápidos para guerreros heridos y el artesano
obligado a trabajar. Se cura rápidamente o se muere. En la ciudad bien ordenada no hay lugar
para el enfermo crónico. A los incurables hay que dejarlos morir.
La Ciudad de los Perros es una Esparta algo exagerada. El régimen de vida de los
guardianes excluirá la propiedad privada. Tendrán casa y despensa en común. Harán vida en
común y comidas colectivas, como si estuvieran siempre en campaña. El que se destaque tendrá
favores eróticos y gastronómicos.
En tercer lugar tenemos, la Ciudad de los filósofos. Estos gobernantes son presentados
como los ‘perfectos guardianes’. En ellos, lo común suplanta a lo mío de las tendencias egoístas.
El gobernante deberá ser ahora aquél empeñado en el bien de la ciudad.
La cuestión de la felicidad no corresponde a una clase particular, sino a la ciudad como
un todo: el goce por la de felicidad como cumplimiento de la función propia. En suma, la teoría
del origen de la ciudad en Platón implicó el transito del individualismo a una perspectiva
orgánica.
Los fundamentos éticos de la República: la teoría de las virtudes
La ciudad será prudente, valerosa, temperante y justa. Las cuatro virtudes cardinales. En
primer lugar, la sabiduría o prudencia (sophía) se presenta en el acierto en las deliberaciones de
la ciudad, ciencia que se distingue de las múltiples técnicas porque no delibera sobre algo

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determinado sino sobre el todo político y sus relaciones internas y exteriores. Es propia de unos
pocos ciudadanos, los ‘perfectos guardianes’, por cuya ciencia la ciudad será ‘sabia’.
En segundo lugar, el valor se ubica fácilmente en relación con los guerreros, y
consistiría en mantener la opinión correcta, inculcada por la educación, sobre cuáles cosas son
temibles y cuáles no.
En tercer lugar, la templanza implica el dominio sobre los placeres y pasiones, ‘ser
dueño de sí’. El dominio razonable de los apetitos es la única ‘virtud’ a la que podría aspirar la
clase inferior.
Por último, la justicia será el principio de división del trabajo (que cada cual se ocupe de
aquello para lo que está naturalmente dotado). Para Platón justicia es “hacer lo que es propio de
uno, sin dispersarse en muchas tareas”.
En efecto, la tarea de los gobernantes será impedir que alguien se apropie de lo ajeno y
sea despojado de lo propio. Lo propio pertenece no por un principio convencional sino
ontológico-funcional: ‘lo mío’ es ‘lo que soy’ y ‘para lo que sirvo’. Cualquier intento de
cambiar de actividad o de lugar en un avance sobre ‘lo ajeno’.
De este modo, el concepto de justicia es el fundamento de la jerarquía cívica. La justicia
se convierte inmediatamente en la permanencia en la propia clase. Salirse de ellas es ‘la mayor
injuria”.
Para Platón, corresponde dar a las mujeres la misma educación en música y gimnasia, y
también en el arte de la guerra. Sin embargo, la habitual lectura ‘feminista’ que habla de la
igualdad de los sexos en República no tiene en cuenta que sin embargo las mujeres son
inferiores a los hombres en ellas, no solo corporal sino intelectualmente.
Asimismo, cabe aclarar que para Platón, la ciudad debe impedir tanto la pobreza como la
riqueza, fuentes de haraganería, resentimientos y desorden político. Los productores, pues, son
mantenidos dentro de ciertos límites modestos. La inferioridad natural de los trabajadores
manuales hace conveniente para ellos mismos obedecer como esclavos. De esta manera, se
observa la esclavitud efectiva de los productores.
La guerra interior es injusticia, desajuste del espacio político su remedio no puede ser
violento. Todas las pautas de manutención del orden implican aceptar la sabiduría del que sabe,
y se realizan mediante la educación o la persuasión.

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