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EDUCACIÓN PARA LA VIDA

Montserrat Santamaria Arellano

La escuela se ha ido convirtiendo en un espacio hostil tanto para maestros como


estudiantes, los planes y programas se han convertido en una receta estandarizada del
proceso de enseñanza y aprendizaje, resulta absurdo imponer un mismo estándar a todas las
instituciones educativas ya que cada una constituye un contexto único del cual participan
individuos con habilidades, preferencias y necesidades distintas, esta homogeneidad
propicia espacios de exclusión, marginación y desventaja.

Esta problemática abre un nuevo panorama para el personal docente quien tiene que
diagnosticar el contexto en el cual se encuentra para replantear sus prácticas pedagógicas
con el objetivo de crear ambientes de aprendizaje garantizando la inclusión y el acceso de
todos los estudiantes a la educación, creo que muchas veces olvidamos el afecto, el
cuidado, la solidaridad y la aceptación, desvinculamos estas propiedades del proceso
educativo, y nos limitamos a repetir contenidos ya que si algún alumno falla es porque
simplemente es tonto, y se le tacha de fracasado.

Se ha descuidado y subestimado al alumno con discapacidad, olvidamos que cualquier


individuo estaría en situación de desventaja si el mundo estuviera diseñado de manera que
nos dificultara el poder hacer las actividades básicas, es urgentemente necesario cambiar
nuestra forma de percibir y comprender la discapacidad, iniciando por dejar de culpar al
alumno y comenzar a quitas las barreras que les impiden participar de manera óptima,
comenzando por nuestra actitud, debemos priorizar la conexión con el alumno, dejar de
invisibilizarlo, pensando en estrategias que involucren actividades que le resulten atractivas
y accesibles a todos y que conviertan el aula en un ambiente de confianza y respeto hacia
todos y todas sin importar sus diferencias y particularidades, dejando de lado la
discriminación.

Nuestra tarea es guiar, al ignorar a los niños que no queremos atender solamente creamos
niños tristes que calificamos como incapaces, no podemos juzgar a un pez por no saber
volar.

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