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David F. Burt - Comentario Antiguo Testamento Andamio - Rut
David F. Burt - Comentario Antiguo Testamento Andamio - Rut
com/
RUT
David F. Burt
PUBLICACIONES ANDAMIO
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Publicaciones Andamio es la sección editorial de los Grupos Bíblicos
Unidos de España (G.B.U.).
LIBROS DESAFÍO
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Rut
© 2012 David F. Burt
© PUBLICACIONES ANDAMIO ®
1ª Edición castellano 1993
2ª Edición castellano 2012
Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización de
los editores.
Contenido
Prólogo
Nota de los editores
Introducción
Prólogo del libro: Desastre en Moab (1:1–5)
Escena primera: Encrucijada en el camino (1:6–22)
Escena segunda: Trabajo en los campos del redentor (2:1–23)
Escena tercera: Encuentro en la era (3:1–18)
Escena cuarta: Redención en la puerta (4:1–17)
Epílogo: La genealogía hasta el rey David (4:18–22)
Bibliografía
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Prólogo
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decía Agustín, pero es “revelado” en el Nuevo. Ver la relación entre Antiguo y Nuevo
Testamento es clave para comprender la Biblia.
El Antiguo Testamento nos revela a Jesús. El Dios de Israel es el Dios encarnado en
Jesús: “El mismo, ayer, y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). La Biblia de Jesús es el
Antiguo Testamento. Los apóstoles se refieren continuamente a él. Porque el Antiguo
Testamento no es sólo para Israel. ¡Es para nosotros! Nos enseña acerca de Dios y su
propósito en la Historia, pero también sobre nuestra propia vida.
desanimar a cualquiera que vaya a estos comentarios para aclarar sus dudas…
Porque lo peor de muchos comentarios modernos, es su lenguaje. La jerga de la
crítica bíblica, no sólo es difícil de traducir, sino que parece que ya no la entienden ni
siquiera los especialistas —a juzgar por las interpretaciones que hacen unos de otros,
cuando se quejan de que les malentienden—. Todo parece que se ha convertido en un
inmenso galimatías, donde la complejidad se confunde con la erudición…
Basta leer los antiguos comentarios, para ver cómo es posible exponer un texto con
claridad, a pesar de su evidente dificultad… Los que leemos una gran variedad de
comentarios, para preparar un estudio o una exposición bíblica, nos encontramos con
que no solamente los críticos son difíciles de leer, sino que la lectura de algunos autores
evangélicos actuales, que buscan el reconocimiento académico, se ha convertido
también en un verdadero suplicio…
Hay series de comentarios evangélicos, incluso norteamericanos —cuya literatura
ha sido siempre conocida por su sentido práctico—, cuyo contenido carece de
aplicación alguna. Su teología es dudosa, y claramente difícil de distinguir de otros
autores protestantes, que son a veces peores que algunos eruditos católicos, alguna
que tratan con más respeto el texto bíblico, y tienen más carácter devocional que
algunos comentarios evangélicos. ¡Vivimos tiempos extraños!
La Palabra eterna
Estos libros parten de los presupuestos clásicos de la teología evangélica, como es la
unidad del texto y su mensaje cristocéntrico. Se atreven a veces incluso a prescindir de
toda referencia crítica, para concentrarse en el sentido del texto, que explican con
claridad y pasión evangélica. Estas obras están destinadas por eso a ser libros de
referencia durante años, siendo apreciadas por muchas generaciones, que descubrirán
en su trabajo una obra perdurable, que trasciende las absurdas polémicas entre uno y
otro autor de esta generación, para desvelarnos el verdadero mensaje del libro.
La publicación de estas obras nos da, en este sentido, un modelo de lo que debe ser
un comentario evangélico. Cuando muchos de los libros que abundan en este tiempo,
sean finalmente olvidados, las obras que seguirán atrayendo al lector del futuro, son las
que transmitan el mensaje de la Palabra eterna, más allá de modos y modas, sobre los
que prevalece el espíritu de la época.
Estos autores muestran una capacidad excepcional para sintetizar lo que otros
hacen en multitud de páginas de oscuro contenido. Su extraordinaria claridad se ve
resaltada a veces por una increíble genialidad para dividir el texto en unos
encabezamientos tan atractivos, que uno no puede resistirse a la tentación de
repetirlos en su propia exposición. Son comentarios ideales, porque animan a predicar
estos libros de la Escritura.
Alguien ha dicho que nunca se debería escribir un comentario sobre un texto
bíblico, que no se haya predicado. Es más, los comentarios que resultan más útiles a los
predicadores, son aquellos que están escritos por predicadores. Y eso es lo que son los
autores de estos libros, maestros que piensan que es más importante comunicar la
Palabra de Dios, que obtener un prestigio académico. Son servidores de la Iglesia, pero
anunciadores también al mundo de la Buena Noticia que hay en este Libro.
Estas obras son una excelente ayuda para estudiar la Biblia y exponerla, en nuestra
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lengua y generación. Esperamos con impaciencia todos los títulos de esta colección,
deseando que sean usados por muchos predicadores y lectores de la Escritura, para
anunciar el Evangelio a un mundo y una Iglesia necesitada de la Palabra viva, puesto
que Dios sigue hablando hoy por su Palabra y su Espíritu.
José de Segovia
Introducción
El libro de Rut
penas y las alegrías de los protagonistas, especialmente las de las dos viudas, Noemí y
Rut.
Rut es una obra maestra de la literatura. El autor, con su estilo acabado, gran
delicadeza, con un deleite obvio y gran economía de palabras, ha descrito a personas
que, aunque magnánimas, son creíbles… Sus personajes viven, aman y se relacionan
de tal modo que son la encarnación del concepto hebreo de justicia e integridad,
ilustrando en términos concretos la vida bajo el pacto de Dios… Contra este
trasfondo pueden verse en su verdadera perspectiva la bondad inusual y la lealtad de
Booz, la fidelidad y el compromiso de Rut y la sagacidad y perseverancia de Noemí.
Son casi la personificación completa de “jesed”, fidelidad amorosa. El relato es
contado con tal destreza que no evoca más que admiración.
Es una historia sorprendentemente “moderna”, una historia que, aunque escrita
muchos siglos antes de Cristo, no obstante reúne muchas de las cualidades que
nosotros buscamos en una buena novela (aunque, naturalmente, contiene episodios y
costumbres que nos resultan extraños y que necesitan ser explicados y aclarados): un
comienzo trágico que nos hace sufrir; un desarrollo lleno de sombras y luces que,
alternativamente, nos dan esperanza y nos mantienen en vilo; y un desenlace
gloriosamente feliz. Es una historia que participa de las cualidades de una buena novela
rosa, una gran historia de amor, la clase de historia que despierta en las almas sensibles
suspiros y lágrimas, tanto de tristeza como de gozo.
Tan entrañable resultaba esta historia a los judíos que llegó a ser uno de los cinco
libros del Antiguo Testamento que se leían públicamente en sus grandes fiestas
nacionales. Y, por si acaso aún no nos convence la popularidad de este libro, allí
tenemos el testimonio del gran poeta romántico Goethe, quien lo calificó como la más
bella narración corta de toda la literatura universal.
Desde luego, el autor domina soberbiamente el arte de la narración corta. De
hecho, el libro de Rut podría ser perfectamente un modelo a imitar en esta especialidad
para autores del siglo XXI, porque el paso de los siglos no ha mermado en absoluto su
frescura y su encanto. Iremos comentando sobre la marcha ejemplos de su maestría. De
momento nos limitamos a señalar que:
• El estilo del libro es sencillo y directo. Como en el teatro, gran parte de la obra
consiste en diálogos entre los protagonistas. El autor reduce al mínimo las
explicaciones narrativas necesarias para adelantar el desarrollo de las
circunstancias. Todo lo demás es conversación directa, que nos permite penetrar en
la psicología de los protagonistas.
• El autor sabe dosificar también con gran destreza la información dada en las
explicaciones narrativas a fin de proporcionarnos aquellas “sorpresas” que nos
mantienen en vilo o nos hacen suspirar con alivio.
• La estructura del libro tiene forma de quiasmo. Esto indica que el libro no es el fruto
de una redacción impetuosa, sino que ha sido cuidadosamente elaborada por el
autor. Podemos expresar la simetría de esta estructura colocando las seis partes
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Datación y autoría
Los comentaristas contestan de diferentes maneras a estas preguntas, pero sus
respuestas suelen depender de una cuestión anterior: la fecha y las circunstancias en
las que fue redactado el libro. Antes de intentar contestar a estas preguntas, pues,
necesitamos abordar la cuestión de la autoría y la datación del libro.
En realidad, no sabemos quién escribió este libro ni en qué fecha o en qué
circunstancias. Existe una tradición rabínica de que fue Samuel el autor;10 pero la
tradición parece ser de fecha tardía, y no se puede demostrar ni la verdad ni la falsedad
de ella. Por otra parte, el mismo libro ofrece datos conflictivos en cuanto a su datación:
algunas características sugieren una fecha temprana, y otras una fecha tardía. Por
ejemplo, en el 4:7, el autor se ve obligado a explicar la costumbre de la entrega de una
sandalia para sellar un pacto entre dos personas, explicación que hace suponer que ya
habían pasado varias generaciones entre los tiempos de Booz y el momento de la
redacción de la historia, suficientes generaciones como para que la costumbre cayera
en desuso y su significado se perdiera. Asimismo, la genealogía del final del libro indica
el paso de varias generaciones y establece que la datación del libro (al menos, en su
forma actual) no puede ser anterior al reinado de David. Pero hay quienes postulan que
estos textos son interpolaciones posteriores, añadidas precisamente para dar sentido al
texto para generaciones subsiguientes, y que la redacción inicial del libro es anterior al
reinado de David.
Por otra parte, hay indicaciones de una redacción en fecha muy cercana a los
eventos narrados. Por ejemplo, aunque el grueso del libro está redactado en hebreo
clásico, algunos de los personajes (notablemente Booz) parecen hablar en un dialecto
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rural. Ahora bien, es difícil imaginar que un autor que escribe generaciones después de
los acontecimientos pusiera en boca de los protagonistas esa clase de dialecto. Es más
comprensible si lo hubiera escrito alguien que los conocía personalmente. Se trata, de
hecho, de un rasgo de realismo y de fiabilidad histórica. Por otro lado, si el libro hubiera
sido escrito en tiempos de Salomón o de alguno de los reyes de Judá, sería
sorprendente que la genealogía (4:18–22) no se hubiera extendido hasta ellos. El hecho
de que termine con David hace que no sea probable que se escribiera después de su
reinado.
Por supuesto, estos datos y otros similares dan mucho que debatir a los eruditos,
pero no ofrecen soluciones firmes a las cuestiones de datación y autoría. Lo más
probable, según el consenso actual, es que el libro, en la forma en que nos ha llegado,
fuera redactado en los primeros años del reinado de David, quizás basándose en un
texto aún más antiguo.15
Propósito
Volvamos, pues, a las cuestiones que planteamos anteriormente: ¿cuáles son el
propósito y el mensaje del libro? Los comentaristas actuales suelen abogar a favor de
una (o más) de cinco explicaciones. Veamos cuáles son:
1. Algunos autores parecen creer que la única razón por la que Rut se encuentra en el
canon bíblico es porque nos proporciona información acerca de los antepasados del
rey David. Es de observar que, a pesar de ser David el más grande de los reyes de
Israel, no hay ninguna genealogía suya en los libros de Samuel y estos no
proporcionan prácticamente ninguna información acerca de sus antepasados. El
Libro de Rut, dicen, fue escrito para suplir esta deficiencia.
Esta respuesta, hasta donde llega, es cierta. Sin embargo, no hay nada en la parte
principal del libro que nos prepare para la genealogía del final. Al contrario, se nos
cuenta la historia como si los protagonistas fueran personas casi desconocidas. Si la
intención principal del autor hubiera sido darnos los antecedentes del rey, lo lógico
habría sido establecer desde el principio la vinculación entre él y la casa de Booz.
Más bien, la genealogía aparece como una especie de apéndice, y algunos
comentaristas aducen precisamente esto: que la genealogía fue añadida
posteriormente para enlazar la historia de Rut con la persona de David. Pero, en ese
caso, no podemos decir que el libro se escribiera con esta finalidad. En todo caso,
esta explicación no deja de ser reduccionista y pobre. No nos explica por qué Rut ha
sido y sigue siendo un texto amado por todos los creyentes.
2. Otros comentaristas proponen que el Libro de Rut fue escrito como panfleto
teológico-ético para defender la llamada “ley del levirato” en un momento cuando
estaba cayendo en desuso en Israel. Esta ley, expuesta en Deuteronomio 25,
establecía que, cuando un hombre moría sin dejar hijos, su hermano tenía la
obligación de casarse con la viuda. Entonces, el hijo primogénito de esta nueva
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unión sería considerado el hijo y heredero del hombre difunto. Esta ley existía con la
finalidad de impedir que el nombre del difunto desapareciera de las genealogías de
Israel y para dar amparo a la viuda. Hay que recordar que, en la sociedad de aquel
entonces, no existía ningún sistema de seguridad social, y que la época de los jueces
y gran parte de la época de los reyes fueron períodos de mucha anarquía social y
descuido de las leyes de Dios. Y una de las leyes descuidadas podría muy bien haber
sido la del levirato. Así pues, el Libro de Rut podría haber sido escrito para
defenderla. En ese caso, Booz sería el héroe de la historia: un hombre que cumplió
con esta ley aún más allá de su deber, porque él, siendo pariente lejano de Rut y
existiendo un pariente más cercano, no tenía ninguna obligación de casarse con ella.
De igual manera, el pariente más cercano (“Fulano”, 4:1) sería el malvado de la
historia, porque no quiso cumplir con sus obligaciones leviráticas. Sin embargo, el
libro no contiene ninguna condenación explícita de “Fulano”, lo cual resultaría
sorprendente si tal condenación constituyera el propósito principal del autor.
Además, ninguna de las tres viudas de la historia es amparada por una estricta
interpretación de la ley de Deuteronomio 25, lo cual hace improbable que la
defensa de esta ley sea la finalidad de la historia. Booz es sin duda un hombre
honrado, temeroso de Dios, que actúa sistemáticamente con generosidad en su
trato con su prójimo. En todo, su vida es ejemplar; pero no solo ni principalmente
en su obediencia a la ley del levirato.
3. Otra interpretación que puede contener un grano de verdad, pero que algunos
llevan al extremo de convertirla en la razón de ser del libro, es la de suponer que fue
escrito para demostrar el carácter universal de los propósitos salvíficos de Dios.
Desde luego, podemos y debemos reconocer que trata el tema de la incorporación
en la comunión de Israel de una mujer gentil. Los designios de Dios incluyen a las
demás naciones, no solo a Israel.
Los que abogan a favor de esta interpretación suelen suponer que el Libro de Rut es
de fecha tardía y que fue escrito como panfleto polémico después del retorno de los
judíos del exilio babilónico. En aquel momento, muchos varones de Israel se habían
casado con mujeres extranjeras, y hombres como Esdras y Nehemías se levantaron
en protesta e hicieron que esos “matrimonios mixtos” fueran anulados. El Libro de
Rut, según esta interpretación, habría sido escrito para contrarrestar la enseñanza
“xenófoba” de Esdras y Nehemías. Rut era moabita, de un pueblo maldito por Dios,
explícitamente excluido de la congregación de los santos (Deuteronomio 23:3) y, sin
embargo, llegó a ser antepasada del más importante rey de Israel (y, por cierto,
también del Mesías). Las supuestas “reformas” de Esdras y Nehemías atentaban
contra el espíritu universalista y misericordioso del Dios verdadero.
Sin embargo, dejando aparte la cuestión lingüística que parece apoyar una datación
más bien temprana, nos resulta difícil ver en esta historia encantadora una obra
polémica escrita contra dos de los grandes hombres de Dios del post-exilio. Esta
interpretación nos parece forzada, un tanto perversa. Rut sencillamente no tiene el
tono de una polémica panfletaria. Si hubiera tenido esta intención, habríamos
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esperado que el pariente anónimo adujera como motivo por el cual no quería
redimir a las viudas: “Yo no me casaré con una moabita, porque esto contraviene la
voluntad expresa de Dios”. Entonces, a continuación, el autor habría puesto en boca
de Booz unos argumentos acerca de la misericordia universal de Dios para subrayar
la moraleja de la historia. Si seguimos esta interpretación y entendemos que Rut es
un libro “anti-Esdras”, tendremos que suponer que su mensaje se presenta de una
manera tan sutil que, seguramente, muchos de los contemporáneos de Esdras y
Nehemías ni siquiera se dieron cuenta de la intención del autor. Si no es así, ¿cómo
explicar la suma torpeza del judaísmo del post-exilio?: aquellos mismos judíos que
tenían a Esdras como solo inferior a Moisés en su estimación incluyeron en el
canon, aparentemente sin darse cuenta de ello, un libro que atenta directamente
contra sus enseñanzas.
El “grano de verdad” que encontramos en esta interpretación consiste en que a
todas luces es sorprendente que una mujer moabita sea incorporada en Israel como
antepasada de la casa real. El evangelista Mateo parece haber tenido la misma
reacción de sorpresa, porque, al presentarnos la genealogía de Jesucristo, introduce
en ella contra las convenciones de su día los nombres de cuatro mujeres: Tamar,
Rahab, Rut y Betsabé. Todas ellas fueron extranjeras o mujeres cuyo matrimonio
tenía algo de turbio. Estrictamente, según el rigor de la Ley de Dios, ninguna de ellas
tendría que haber estado entre los antepasados del Mesías. Pero aquí están, y está
claro que Mateo quiere que las veamos como evidencias de la clase de mesiazgo
que ejercerá Jesús: estas mujeres son evidencia de que Jesús, desde su
engendramiento, iba a identificarse con un pueblo pecador, porque iba a ser hecho
pecado por nosotros, aun sin haber conocido pecado (2 Corintios 5:21); y también
son evidencia de que, en Cristo, los designios salvíficos de Dios van a extenderse
más allá de Israel para incluir a elegidos de todas las naciones. La misericordia de
Dios no conoce fronteras ni límites.
El Libro de Rut va a enfatizar esta dimensión universal de la gracia de Dios. Vez tras
vez, en lugar de llamar a la protagonista sencillamente “Rut”, el texto nos habla de
“Rut la moabita”, “la joven moabita”, “la extranjera”, como si el autor quisiera
subrayar este gran hecho: Aquí tenemos la historia de una persona que en principio
no tenía parte ni derecho alguno en la herencia espiritual de Israel y que, sin
embargo, “halla gracia” delante de Dios. La gracia de Dios es aún más grande que la
ley de Dios. Rut es la historia de una familia judía que, contra el espíritu de la ley de
Dios, se establece en Moab, un pueblo proscrito, y cuyos hijos se casan, contra la ley
de Dios, con mujeres moabitas. Sin embargo, cuando una de estas mujeres
responde con fe ante el Dios verdadero, este interviene para bien de ella y ella
queda integrada en el pueblo de Dios con pleno derecho.
En este sentido, la historia de Rut es la historia de todos los que somos creyentes
gentiles. Se pueden aplicar perfectamente a ella las palabras dirigidas por el apóstol
Pablo a los creyentes gentiles de Éfeso: Los gentiles… estabais sin el Mesías,
apartados de la ciudadanía de Israel, y extraños a los pactos de la promesa, no
teniendo esperanza, y sin Dios en el mundo (Efesios 2:11–12). Dios salvó a Rut
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cuando “estaba lejos” (Efesios 2:13, 17), excluida de la herencia del pueblo de Dios.
Ha hecho exactamente lo mismo por nosotros.
4. Hasta aquí, las interpretaciones de Rut que hemos visto tienen una dimensión
polémica o apologética que parece chocar con el tono amable y la sencillez de la
historia. Por eso, no podemos admitirlas como el propósito fundamental del libro,
aunque todas contienen cierta verdad y añaden riqueza a nuestro entendimiento de
su mensaje. Necesitamos una explicación que haga justicia al carácter “no
polémico” de la redacción.
Algunos comentaristas suponen que el libro, lejos de tener una finalidad polémica,
no es más que el relato de una historia familiar, la historia de una familia normal y
corriente como las nuestras, una familia que, después de pasar por circunstancias
trágicas, es restaurada gracias a la bondad y fidelidad de los protagonistas. El libro
ilustra la hermosura de la amistad, del amor y del fiel cumplimiento de las
obligaciones sociales. Los tres protagonistas (Rut, Noemí y Booz) se caracterizan por
un concepto elevado de devoción y responsabilidad familiar. Vemos cómo Rut se
preocupa sacrificadamente por su suegra Noemí (2:11) y cómo Noemí se preocupa
por su nuera (3:1). Y no solo se preocupan los protagonistas por los vivientes, sino
también por los difuntos. Con nuestra mentalidad del siglo XXI, quizás este énfasis
nos parezca de poca importancia, pero las cuestiones de descendencia y herencia, y
de la memoria respetuosa hacia los antepasados, son de mucha importancia para
los protagonistas y para el autor. Es de observar también que los protagonistas nos
dejan un buen ejemplo de cómo es la piedad practicada en el seno familiar: en su
conversación, Dios nunca está lejos de sus labios; él es quien ocupa el centro de su
cosmovisión. En todos estos sentidos, el Libro de Rut es incuestionablemente una
“novela ejemplar” que provee estímulo y consuelo a familias creyentes en medio de
circunstancias adversas y nos reta a que nuestras familias reflejen también estos
valores de lealtad, fidelidad y amor.
5. Sin embargo, esta última visión del libro es muy “humana”. Por eso, aun otros
comentaristas dirían que el desenlace feliz se debe no tanto a la responsabilidad
humana como a la providencia divina, y que el Libro de Rut se encuentra en el
canon para enseñarnos la soberanía y la misericordia de Dios en las circunstancias
de la vida cotidiana. Por ejemplo, Noemí comprende que es Dios quien da pan a su
pueblo (1:6) y que muestra misericordia a los hombres (1:8): si recibimos bienes en
esta vida, es porque Dios nos los concede. Pero también comprende que Dios puede
“levantar su mano” contra alguien para mal, y su trato puede llenarnos de amargura
(1:13, 20–21). La confianza en Dios por parte de los protagonistas es constante.
Incluso los segadores (2:4) y el pueblo en general (4:11) reconocen que Dios es la
fuente de toda bendición. La mano de Dios está presente a lo largo del libro,
escondida pero eficaz, tanto para corregir como para bendecir, conduciendo a los
supervivientes de esta familia desde la tragedia hacia un desenlace feliz. En este
sentido, las palabras de Booz en el 2:12 llegan a ser un texto clave del libro: Que el
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Señor recompense tu obra y que tu remuneración sea completa de parte del Señor,
Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte. Son el equivalente
veterotestamentario de Romanos 8:28: Y sabemos que para los que aman a Dios,
todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su
propósito. La moraleja del libro podría entenderse como esta: si el ser humano pone
a Dios como su protector y se refugia bajo sus alas, él obrará todas las cosas para su
vindicación y bendición. Quizás tenga que pasar por circunstancias duras en el
camino, pero la gracia de Dios lo conducirá finalmente al bienestar.
Estas dos últimas interpretaciones, que señalan respectivamente hacia la fidelidad
humana y la providencia divina, son aún más potentes si tomamos en consideración
el preámbulo y el epílogo del libro. En el 1:1 se nos recuerda que nuestra historia
tiene lugar en tiempos de los jueces. Si hay una época en la historia de Israel que se
caracterizara por la degeneración moral, la apostasía espiritual y el caos social, fue
aquella. Ciertamente tenía sus momentos mejores y peores, pero el solo hecho de
situar la historia “en tiempos cuando gobernaban los jueces” nos invita a considerar
el fuerte contraste entre el Libro de Jueces y el Libro de Rut. Aquel se caracteriza en
general por guerras contra otros pueblos, guerras civiles, asesinatos, matanzas,
atrocidades, barbaridades morales y corrupción. Es como si, después de inspirar un
libro que describe los peores excesos de la depravación de la nación en el ámbito de
las relaciones internacionales, el Espíritu Santo concentrara nuestra atención en las
peripecias de una sola familia que, en medio de este caos, supo mantenerse fiel a
Dios. Es como si nos dijera: “Es cierto que la mano de Dios sobre la vida humana se
puede ver en los grandes acontecimientos históricos y políticos; pero no debemos
pensar que Dios solo se limita a obrar en estos niveles trascendentes; también obra
a nivel personal y familiar. Dios es un Dios que reconoce la soledad que
experimentamos después del fallecimiento de un ser querido, la preocupación que
conocemos en momentos de desamparo económico, o la angustia de una mujer que
desea tener hijos y no los tiene”. ¡Qué importante, pues, que los que vivimos en
tiempos similares a los de los jueces, después de leer el Libro de los Jueces leamos
el de Rut!
Por otra parte, si bien el Libro de Rut está anclado en la época de los jueces, nos
conduce hacia la época del gran rey David. Ya hemos observado que la genealogía
de los últimos versículos del libro es como un apéndice pegado al final. ¡Pero vaya
apéndice! Dios, efectivamente, estaba obrando en la vida cotidiana de una familia
normal; pero, sin que ellos mismos se percataran de ello, iba a utilizar a los
miembros de esta familia para cumplir sus propósitos en la historia de Israel y, de
hecho, en la historia de la salvación del mundo. La genealogía une esta historia a la
monarquía de Israel, pero también a la historia que, pasando por David, llega otra
vez a Belén (Mateo 2:1) y acaba en el Gólgota.
Por supuesto, los protagonistas no podían tener ni la más remota idea acerca de la
trascendencia de su pequeña historia personal. Lo mismo ocurre con nosotros.
Nosotros solo vemos las circunstancias inmediatas de nuestra vida, ¿pero quién
sabe qué propósitos gloriosos Dios va a cumplir a través de ellas en generaciones
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• Que la presión psicológica sobre Elimelec de encontrar pan para su familia y evitar la
amenaza de la muerte por hambre habrá sido enorme. El caso de Elimelec no es el
de Lot, quien se integró en Sodoma por comodidad y codicia. El de Elimelec es un
caso de vida o muerte.
• Que si admitimos la posibilidad de la tradición según la cual esta historia se asigna al
período del dominio moabita de Israel en tiempos del rey Eglón (cf. Jueces 3), la
bajada a Moab es aún más comprensible: representa un cambio de domicilio dentro
del mismo régimen político, más que un cambio de país.
Más aún, la idea de ver en la familia de Elimelec a los representantes de la
incredulidad o, al menos, de una fe mediocre choca con las evidencias posteriores. El
hecho de que una moabita creyera en el Dios de Israel es de por sí una evidencia
elocuente de que el testimonio de esta familia no era ni mediocre ni meramente
nominal.
Es cierto, pues, que si salieron mal de Belén, Noemí volvió allí peor, y que si al
principio no querían integrarse en la sociedad de Moab, al final se vincularon con ella
por matrimonio. Sin embargo, el énfasis principal del libro no recae sobre una
condenación de su bajada a Moab, sino sobre la manera en que Dios iba a bendecir
tanto a Noemí la hebrea como a Rut la moabita a través de su estancia allí. Noemí
seguramente volvió a Belén más sabia (hay ciertas lecciones morales que solo
aprenderemos en el exilio espiritual junto a los ríos de Babilonia), pero tildarla de
“carnal” es diluir la complejidad y profundidad de su experiencia, la cual, como ella
misma reconocerá, no es otra sino la de la mano de Dios sobre ella.
Admitamos, pues, que, a pesar de las circunstancias atenuantes, la bajada a Moab
era un acto de desconfianza en el Dios de toda provisión y un acto de descuido de su
Ley. En un sentido, esta familia se mantuvo fiel a su fe, pero en otro no la ejerció
debidamente. Sin embargo, reconozcamos también la facilidad con la que nosotros
mismos dejamos de confiar en la provisión de Dios en circunstancias mucho menos
apremiantes que las de Elimelec. En vez de condenarlo, recibamos el aviso de su
ejemplo.
… con su mujer y sus dos hijos (1:1)
El autor primero nos ha hablado del hombre de Belén, es decir, de aquel que como
cabeza de familia toma la decisión de ir a Moab. Y ahora nos habla de los miembros de
su familia, que van a verse involucrados, lo quieran o no, en su decisión.
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¡Aquí, una nueva ironía! Este hombre que toma la decisión moralmente dudosa de
ir a Moab se llama Elimelec, “Mi Dios es Rey”, o “El que reina es mi Dios”.35 Es un
nombre que nos habla de la soberanía de Dios, soberanía ejercida en los grandes
acontecimientos de la historia y de la naturaleza, soberanía ejercida para bien de los
que le temen, soberanía que es garantía de salvación y salud, pero que también exige la
lealtad y obediencia total de su pueblo.
Es un nombre que también destaca por su valor testimonial. Otros confían en sus
dioses, pero “Yahvé es mi Dios”. ¿Qué pasa con este testimonio cuando Elimelec lleva a
su familia a Moab? ¿Qué clase de Rey es este que no sabe proveer para los que confían
en él?
Con todo, el testimonio llegó a Moab con la familia de Elimelec y, a juzgar por sus
efectos en Rut, fue eficaz. Sin embargo, la ironía de la situación da nuevo sentido al
afán de Noemí de “restaurar el nombre del difunto”. En aquel momento, el acierto del
nombre de Elimelec podía parecer cuestionable; pero, de hecho, el Libro de Rut narra la
historia de cómo Dios demostró ser el Rey fiel y soberano que supo proveer para los
suyos en una situación límite en la que el nombre de su siervo parecía deshonrado.
Junto a Elimelec va su esposa, Noemí, “La Placentera”, o posiblemente “Deleite de
Dios”. Ella será uno de los principales personajes de esta historia, porque, aunque
nuestro libro se suele llamar “Rut”, de hecho es tanto la historia de Noemí como la de la
moabita.
Los nombres de sus dos hijos eran Mahlón y Quelión… (1:2)
¡Nombres que, según algunas autoridades, podríamos traducir como “Debilucho” (o
Enfermizo) y “Desfallecido” (o Lánguido)! Desde luego, si este es su significado, no son
nombres muy atractivos y, sin embargo, son auténticos nombres de aquella época,
atestiguados por diversos hallazgos arqueológicos.39 Por tanto, no hay base para
afirmar que eran meros nombres simbólicos, inventados por el autor. Quizás los dos
hijos fueran por naturaleza débiles, lo que haría más comprensible, por un lado, la
ansiedad de Elimelec y su decisión de buscar comida aunque fuera en Moab y, por otro,
la muerte de ambos cuando aún eran jóvenes.
… efrateos de Belén de Judá (1:2)
Aparentemente, aquí hay otra redundancia. Después del versículo 1 (un hombre de
Belén de Judá), ¿a qué viene insistir en que Elimelec y sus hijos eran efrateos de Belén
de Judá? Efrata es el nombre alternativo, quizás más antiguo, de Belén, tal y como se
aprecia en el paralelismo del 4:11. Pero tal vez esta insistencia nos indique que la frase
no solo habla de su lugar de origen, sino también de su status dentro de Belén.41 Es algo
así como si nos habláramos de un “vallisoletano, castellano de Valladolid”, o de un
“barcelonés, catalán de Barcelona”. La pedantería de estas frases indica que queremos
insistir en que esas personas son respectivamente un “castellano viejo” y un “catalán de
pura cepa”. Así pues, algunos comentaristas opinan que la palabra “efrateo” es un título
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empleado para designar una determinada posición social, lo cual nos hace pensar que
Elimelec pertenecía a una de las familias de más solera y mejor acomodadas. Esto
enlazaría con las palabras de Noemí: Llena me fui (1:21), y con el hecho de que Booz,
pariente de Elimelec, fuera un hombre rico.
Todo parece indicar, pues, que Elimelec era un hombre de cierta importancia en
Belén, posiblemente cabeza de un clan; y que podía llamarse efrateo de Belén con el
mismo orgullo con que Pablo se denominaba hebreo de hebreos.
Por otro lado debemos recordar que, en aquel momento, Belén no era ni grande ni
prestigiosa. Para nosotros, destaca como uno de los pueblos más conocidos de
Palestina debido a que nacieron allí tanto David como Jesucristo (¡y porque allí se
desarrolló la historia de Rut!). Pero, incluso después de haber alcanzado fama por ser el
lugar de nacimiento del gran rey de Israel, volvió a ser tan insignificante como siempre,
pequeña entre las familias de Judá (Miqueas 5:2).
Y llegaron a los campos de Moab y allí se quedaron (1:2)
Aquí tenemos el siguiente paso de integración en Moab después de la decisión
inicial de emprender el viaje. Aunque su intención era hacer una visita corta, de hecho
se quedaron allí.
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que Elimelec. Él seguramente había tenido suficiente criterio espiritual como para
mantenerse al margen de la sociedad moabita. Pero no así sus hijos. Ellos entraron en
una relación íntima y permanente con Moab. Lo del padre había sido un contacto breve
por motivos excepcionales; los hijos en cambio se enamoraron de Moab y se casaron
con moabitas, o literalmente, las “tomaron para sí” (lo cual sugiere que Noemí no
puede ser culpada de estos matrimonios).
Es cierto que, en la Ley de Dios, tampoco había ningún mandamiento que prohibiera
explícitamente el matrimonio con una moabita. Sin embargo, lo que ya hemos visto
(Deuteronomio 23:3–6) en cuanto a la exclusión de Moab de la congregación de Israel
es suficiente en sí para indicar la desaprobación divina de este tipo de unión.
… el nombre de una era Orfa y el nombre de la otra, Rut (1:4)
Después nos enteraremos de que Orfa estaba casada con Quelión, el más joven de
los hijos, y Rut con el primogénito, Mahlón. Aquí, el autor deja para el final el nombre
de aquella que será la heroína de la historia.
Algunos autores opinan que Orfa significa “cuello” (o quizás “obstinada”) y Rut
“amistad” (o “plenitud”), lo que daría la impresión de nombres inventados por el autor
para reforzar el significado de su historia. Pero la etimología de estas palabras es
oscura, ya que muy poco se sabe de la lengua moabita.
Y habitaron allí unos diez años (1:4)
¿Deben los diez años ser contados desde la llegada a Moab o desde el casamiento
de los hijos? El texto no es explícito, aunque la repetición, al final de los versículos 2 y 3,
de frases indicativas del paso del tiempo podría inclinarnos hacia lo segundo.
Muchos comentaristas dicen que es más probable que los hijos se casaran al final de
estos diez años, puesto que ni Rut ni Orfa tuvieron hijos. Pero el autor podría haber
tenido la intención precisa de comunicar lo contrario: diez años de la vida matrimonial
de dos hijos en Moab no producen ningún nieto para Noemí; en cambio el resultado
inmediato del matrimonio de Rut y Booz será un nieto para ella.
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Noemí se encuentra ahora. Si bien el autor acalla cualquier comentario explícito que
condene la decisión de ir a Moab, en cambio subraya la angustia y el desamparo que
acarrea como consecuencia.
Notemos que la referencia explícita es a Noemí, y no a sus nueras. Aunque ellas
comparten su dolor, Noemí es la gran desamparada. Ellas han perdido a sus respectivos
maridos; en cambio Noemí, lejos de su tierra, ha perdido a su marido y dos hijos, sin
posibilidad de reestablecer su hogar. El libro de Rut se escribe desde la perspectiva de
Noemí: suya es la angustia al principio de la historia; suyo es el gozo al final. Ella es el
personaje principal en el escenario, tanto en el primer capítulo como en el último.
Es de observar que la palabra traducida como “hijos” no es la misma que el autor ha
empleado hasta aquí, sino otra (“niños”) que normalmente se limita a niños o
adolescentes. Seguramente aquí se emplea con una connotación entrañable de ternura.
Estructuralmente, sin embargo, su importancia se halla en la utilización de esta misma
palabra con referencia a Obed en el 4:16. El prólogo de la historia concluye con la
pérdida de los dos “niños” de Noemí; el epílogo concluye con su adquisición de uno
nuevo. Nuestro autor es extraordinariamente exacto en su selección de palabras y
creativo en el uso artístico que les concede.
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Pero más allá de estos juegos de palabras está la inmensa ironía de la acción:
1. Una familia intenta huir del fantasma de la muerte que hay detrás de la hambruna,
y cae precisamente en su poder.
2. Van a Moab solo a “morar provisionalmente” y se quedan unos diez años, quizás
más. Algunos miembros de la familia dejan allí sus cuerpos para siempre. Piensan
quedarse al margen de la sociedad moabita, en los campos, pero los hijos terminan
casándose con mujeres del país. Como hemos visto, la situación en la que Noemí se
encuentra al final del versículo 5 es mucho peor que la situación de la que la familia
intenta huir al principio.
Estas ironías saltan a la vista, pero hay otra más sutil y mucho más hermosa. Si bien
es cierto que la bajada a Moab representa una solución abortiva, sin embargo, bajo la
providencia de Dios, Moab será el terreno poco prometedor del cual brotará y florecerá
la solución divina. Desde Moab, Dios traerá la salvación para Noemí. Ella piensa que
acaba su estancia en Moab con las manos vacías (1:21). No se da cuenta que Rut será
de más valor para ella que siete hijos (4:15).
Además del uso de la ironía, cabe destacar la asombrosa economía de palabras con
la que el autor nos ha comunicado esta información. No se entretiene en descripciones
emotivas o en comentarios moralizantes. Deja que los hechos hablen por sí mismos. No
hay nada que sobre, como tampoco hay nada que falte. Incluso cuando una frase
parece superflua o redundante, hemos visto que detrás de ella hay una intención
velada.
Además, su arte literario es tal que el lenguaje nos deja pistas para ver contrastes y
paralelismos que arrojan nueva luz sobre la acción. El prólogo centra nuestra atención
en Noemí. Esto se ve en las frases “innecesarias” del versículo 3: no hacía falta llamar a
Elimelec “marido de Noemí”, porque ya lo sabíamos, ni decirnos que después de su
muerte ella quedó como viuda, porque cae por su propio peso que fue así; pero estas
frases redundantes sirven para fijar nuestra mirada en Noemí; y también se ve en el
hecho de que ella ocupa el escenario al final: “la mujer quedó privada de sus dos hijos y
de su marido”. Este énfasis nos prepara para el desenlace de la historia, puesto que, en
el epílogo, Noemí ocupará el centro del escenario, no ya como una viuda desamparada,
sino como una “madre” (4:17) sustentada (4:15). Este contraste es reforzado por el
deliberado paralelismo en el vocabulario: el “niño” Obed toma el lugar de los “niños”
Mahlón y Quelión.
La comprensión de que los paralelismos y contrastes en el prólogo y epílogo son
intencionados nos abre los ojos ante otros. Vemos que el prólogo vincula la historia al
ámbito de los jueces, mientras que el epílogo nos anticipa el advenimiento de un rey.
En principio, ninguna de estas dos vinculaciones añade nada a la historia. Pero la
disyuntiva jueces-rey nos invita a contemplar la historia íntima de una familia de Belén
en un contexto más amplio y trascendente. De la misma manera que las aspiraciones
familiares de Noemí, que no pudieron ser satisfechas en Moab, quedaron cumplidas en
el nacimiento de Obed, las necesidades nacionales, sociales y morales del período de
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los jueces cuando “no había rey en Israel” (Jueces 21:25), solo podían ser resueltas por
el nacimiento de David. Y así se establece un patrón cuyo círculo más amplio de
extensión se ve en la satisfacción de todas las aspiraciones de toda la humanidad por
medio del nacimiento del gran Hijo de David. Ya se trate de Obed como cumplimiento
de las aspiraciones de Noemí, de David como cumplimiento de las esperanzas de Israel
o de Jesucristo como cumplimiento de las necesidades de la humanidad entera, la
solución de Dios es la misma: “un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado” (Isaías
9:6).
ESCENA PRIMERA
Encrucijada en el camino
Rut 1:6–22
Entonces se levantó con sus nueras para regresar de la tierra de Moab… (1:6)
Con estas frases, el autor resume para nosotros lo que luego describirá en más
detalle en el resto del capítulo. Los versículos 6a y 22, con su similitud de lenguaje,
sirven como “paréntesis” para enmarcar la narración de esta escena.
Ahora, la acción de los versículos 1–2 se repite, pero en sentido inverso. Si la
decisión de ir a Moab había sido una decisión difícil tomada en circunstancias
angustiosas, no lo habrá sido menos la de volver a Belén. El regreso es a la vez la
contrapartida del viaje emprendido por Elimelec (1:1) y la demostración de su fracaso.
La decisión de Noemí es totalmente lógica. Ha perdido a sus tres hombres. No hay
raíces ni razones para quedarse en Moab. Se encuentra desamparada en un país
extranjero. Lo natural es que quiera estar entre los suyos. Pero además le han llegado
noticias alentadoras de su tierra natal.
… porque ella había oído en la tierra de Moab que el Señor había visitado a su
pueblo dándole alimento (1:6)
En Judá se ha acabado el hambre. Ha sido una experiencia larga y dura, al menos
diez años de cosechas pobres; pero finalmente Dios ha visitado a su pueblo.
Esta es otra de las frases del libro de Rut que nos señalan la presencia, velada pero
suprema, del Dios omnipotente y soberano que rige los destinos tanto de naciones
como de personas. Uno de los temas más patentes del libro es precisamente la
providencia divina en todos los órdenes de la vida. Dios trae hambre (aconteció que;
1:1); también trae pan. Dios muestra su misericordia a los misericordiosos (1:8). Dios es
quien provee la seguridad y tranquilidad de un hogar estable (1:9). Dios es igualmente
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Salió, pues, del lugar donde estaba, y sus dos nueras con ella… (1:7)
No había razón, pues, para demorar la salida. A Noemí no le ataban ni relaciones
familiares ni vínculos materiales. Si no fuera por su pobreza, seguramente habría
tardado más en emprender el viaje, pero de hecho volvía a su tierra con las manos
vacías (1:21). Siendo así las cosas, sencillamente se levantó con sus dos nueras (1:6) y se
marchó; y parece que solo fue cuando estaban en el camino cuando empezó a
considerar las posibles implicaciones del viaje para Orfa y Rut.
Nuevamente (cf. 1:6), el autor subraya el hecho de que las nueras acompañaban a
Noemí. Emprendieron el viaje con ella porque, según las costumbres de la época, a
partir del día del matrimonio ya no pertenecían a sus familias paternas, sino a la de sus
maridos, de la cual Noemí era ahora responsable. Si Noemí había decidido volver a
Belén, la responsabilidad de las nueras era acompañarla. Por esta misma razón habían
seguido viviendo con ella después de la muerte de sus maridos en vez de volver a la
casa de sus padres. Y por la misma razón no hay ninguna evidencia de un debate
familiar sobre la decisión de marcharse. Noemí tiene plena autoridad en la familia y el
hecho de que los verbos estén en singular (se levantó, había oído, salió) quizás indique
que tomó la iniciativa sin consultar con las nueras… hasta que se encuentra en pleno
camino.
La mención persistente de las nueras nos hace preguntar: ¿Cuáles habrán sido sus
sentimientos al marcharse con Noemí? ¿Con qué espíritu afrontarían la perspectiva de
ir a un país cuyo Dios aparentemente había sido incapaz de impedir el hambre? Lo
maravilloso de esta historia es que Dios cultiva plantas hermosas en el terreno más
sorprendente. Sería de esperar que Orfa y Rut quedaran perplejas ante la
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Y Noemí dijo a sus dos nueras: Id, volveos cada una a la casa de vuestra madre
(1:8)
Por eso, Noemí toma la palabra y se dirige a sus nueras, intentando disuadirlas de
seguir en el camino con ella. Aquí empieza el primero de tres discursos que salen de sus
labios en este momento de encrucijada.
Noemí decide renunciar a sus derechos de cabeza de familia y liberar a sus nueras
de sus obligaciones sociales y familiares. Comprende que, aunque, en un sentido
estricto, estas son legítimas, tienen un límite impuesto por el sentido común y por
consideraciones culturales y afectivas. No quiere abusar de la buena fe de sus nueras y
les da la opción de rehacer sus vidas.
Cuando estas jóvenes se casaron con Mahlón y Quelión, contrajeron un compromiso
con Noemí. Pero Noemí también asumió un compromiso con ellas, y ahora debe velar
por su bien. Bajo circunstancias normales, los hombres de la familia de Noemí habrían
intervenido para hacerse cargo de ellas, ¿pero dónde están los hombres? O bien
sepultados, o bien en Belén. Y en cuanto a estos últimos ¡está por ver si querrán
hacerse cargo de unas extranjeras, pertenecientes a un pueblo con el que los judíos no
debían tener relación!
Noemí comprende que no debe exigir que sus nueras la acompañen a una tierra
extranjera, sin ninguna garantía de hogar, protección, recursos materiales ni aceptación
por parte de la población. Por tanto, sacrifica sus propios intereses. En vez de aferrarse
a sus nueras como única esperanza para su propio bienestar futuro, demuestra un gran
desinterés al decirles: “Quedaos aquí en vuestra tierra con vuestro pueblo”. El primer
discurso de Noemí (1:8–9) rebosa un espíritu de nobleza y sacrificio. Pero en este
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dilema moral de Noemí, con todo lo que comporta de angustia y desamparo, vemos los
últimos enredos de la decisión inicial de Elimelec.
Cuando Noemí dice a las nueras que vuelvan a la casa de sus madres, no debemos
pensar ni que fueran hijas de viudas (en el 2:11, Booz hablará del padre de Rut, que aún
vivía), ni que la suya fuera una sociedad matriarcal. Aunque en circunstancias parecidas
las Escrituras suelen decir a la casa de su padre (Génesis 38:11; Levítico 22:13; Números
30:16; Deuteronomio 22:21), hay varias razones que podrían explicarnos este énfasis:
1. Noemí es mujer y busca en estos momentos quien la pueda sustituir: es decir, otra
mujer. Además, ella sabe que una suegra nunca puede reemplazar a una madre.
2. En una sociedad que admitía que un hombre tuviera más de una esposa, el lugar de
seguridad para todos los hijos estaba en la casa materna. Más aún en el caso de una
hija, porque, en muchos casos, las hijas solo interesaban a sus padres por cuestiones
de dote. De ahí el comentario tan significativo de las amigas de Noemí acerca del
valor de Rut: Más valor tiene para ti que siete hijos (4:15).
3. Textos como Génesis 24:28, Cantares 3:4 y 8:2 parecen indicar que, cuando era
cuestión de arreglar la posición matrimonial de una joven, se solía hablar de la casa
materna.
Los imperativos (id, volveos) son los mismos que en el versículo 12. Pero allí (¿para
efectos poéticos?) el autor cambia el orden.
Que el Señor tenga misericordia de vosotras como vosotras la habéis tenido con
los muertos y conmigo (1:8)
Estas palabras son hermosísimas. A la vez son una bendición y una expresión de
gratitud. Incluyen, por primera vez en este libro, la importantísima palabra hebrea
jesed, misericordia, palabra que indica cálida lealtad, bondad, amor y fidelidad, además
de misericordia.
Implícitamente y con mucho tacto, Noemí dice a sus nueras: Al haber sido vosotras
fieles a vuestro compromiso social, al no haberme abandonado, al haber mostrado
vuestra disposición a acompañarme a un país lejano, sin seguridad ni garantías, habéis
manifestado una lealtad más allá de lo que yo podía haber esperado, disposición que
demuestra que sois leales a la memoria de vuestros maridos. ¡Gracias!
La obligación de los vivos para con los muertos es otro de los temas de Rut (4:5, 10).
Esta preocupación es una dimensión de la solidaridad familiar que en nuestro
individualismo occidental hemos ido perdiendo. En esencia es la comprensión de que
“ningún hombre es una isla” y no podemos aislarnos de nuestras relaciones sociales y
familiares sin menguar nuestra propia existencia.
Quizás lo que más debamos destacar de la bendición de Noemí es el uso de la
palabra Yahvé (“el Señor”), el nombre personal de Dios. Esto mismo nos demuestra que
la familia de Elimelec nunca perdió su fe durante la estancia en Moab. Siguieron siendo
creyentes en Yahvé a lo largo de los diez años. Ahora Noemí no duda en invocar el
nombre de su Dios. Podría haber contemporizado. Podría haber empleado el nombre
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del dios moabita Quemós para que la bendición fuera más “significativa” para sus
nueras, o podría haber buscado una fórmula neutral: “¡Que Dios os bendiga!” para no
molestarlas, como si el nombre no importara. ¡Pero no! Ella invoca al único Dios
verdadero y lo hace con naturalidad, dándonos a entender que esta era la costumbre
en su casa. Así pues, Noemí va en contra de la idea universalmente aceptada en aquel
entonces (excepto entre los judíos fieles) de que cada país tenía su dios; según esta
idea, la bendición invocada sobre Rut y Orfa dependería de Quemós, el dios de los
moabitas. ¡Pero Noemí pide que Yahvé las bendiga en Moab!
¡Elimelec! ¡Mi Dios es Rey! Para Noemí, Dios reina en todas partes. La fe de la
familia quizás no haya sido muy robusta, pero ella sabe en quién ha creído.
Que el Señor os conceda que halléis descanso, cada una en la casa de su marido
(1:9)
Las envía a casa de sus madres, pero su intención es que cada una encuentre
descanso en casa de un nuevo marido. Este es el contenido específico de la bendición.
Nuevamente utiliza el nombre personal de Yahvé: ella sabe que él no es un dios local,
sino el Señor del universo entero y que, por tanto, es tan activo en Moab que en Israel.
La palabra “descanso” (manuja) es muy hermosa y, como veremos, significativa en
el libro de Rut. Más que del descanso entendido como ocio, se trata de un estado de
seguridad, estabilidad y bienestar bajo la bendición de Dios. Se corresponde con una de
las aspiraciones fundamentales de la vida humana: un hogar estable en el cual uno
pueda conocer protección, amor y paz, libre de toda ansiedad e inseguridad de cara al
futuro. Según la mentalidad de la época, el único lugar en que la mujer podría
encontrar este “descanso” estaba en el matrimonio, porque ofrecía la protección
inmediata de un marido y posteriormente de unos hijos que podrían proporcionarle
seguridad en la vejez (4:15). De ahí que el matrimonio y el linaje sean dos de los
grandes temas de necesidad en el libro de Rut. Noemí piensa que sus nueras no
encontrarán amparo hasta contraer nuevo matrimonio.
Por supuesto, el anhelo humano de “descanso” no puede ser plenamente satisfecho
en el matrimonio. De hecho, en muchos hogares, el descanso brilla por su ausencia. No
es que la Biblia sea sentimental y utópica en cuanto al matrimonio. Es plenamente
realista, pero a la vez comprende que el matrimonio es el símbolo que mejor se
aproxima a la verdadera culminación de estas aspiraciones: aquel descanso final que el
Esposo celestial dará a su novia cuando, después de preparar lugar para ella, venga a
tomarla a sí mismo para que siempre esté con él.
Mientras tanto, la promesa de Dios a sus siervos es: Mi presencia irá contigo, y yo te
daré descanso (Éxodo 33:14). Y la invitación del Señor Jesucristo a todo aquel que
anhela reposo sigue siendo: Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo
os haré descansar (Mateo 11:28). Por otra parte, el aviso del autor de Hebreos es: Por
tanto, temamos, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo,
alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado (Hebreos 4:1).
Nuevamente, el libro de Rut nos despierta ecos de realidades sublimes que
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una serie de objeciones con el fin de hacerles reconsiderar su decisión (1:10). Les habla
con firmeza y con cariño. Las llama hijas mías, porque dentro de las buenas relaciones
familiares, la nuera es una hija; e insiste en que vuelvan a Moab. Es lo lógico, lo sensato.
Más adelante, cuando Orfa decide volver a Moab, no debemos juzgarla con
demasiada dureza. El sentido común dictaba que se volviera. Ni haremos justicia a Orfa,
ni tampoco veremos la grandeza de la determinación de Rut, si no comprendemos esto.
Para hacerles entrar en razón, pues, Noemí les da una serie de argumentos por los
que deben quedarse.
¿Por qué queréis ir conmigo? (1:11)
En primer lugar les plantea una pregunta retórica que les indica implícitamente que
no les espera ninguna ventaja social, ninguna garantía económica ni esperanza
matrimonial en Belén. ¿Qué esperáis encontrar? No encontraréis nada. Al menos, yo no
os puedo garantizar nada. Si hay cualquier interés social o material en vuestra
disposición a acompañarme, debéis desengañaros. En cambio, en Moab podéis
empezar de nuevo, encontrar marido y tener esperanzas de reorganizar vuestras vidas.
¿Acaso tengo aún hijos en mis entrañas para que sean vuestros maridos? (1:11)
Luego, Noemí les habla (implícitamente) de lo que va a ser uno de los temas
cruciales del libro de Rut: el matrimonio levirático, la posibilidad de que algún pariente
de los maridos difuntos se case con ellas. Sus palabras presuponen un conocimiento de
la llamada “ley del levirato”. Esta ley, expuesta en Deuteronomio 25:5–10, encuentra su
origen en costumbres anteriores a la ley mosaica, porque la encontramos como práctica
ya normal en la historia de Tamar y de los hijos de Judá (Génesis 38), historia a la que
tendremos que hacer referencia al llegar al capítulo 4. Esta ley tenía la finalidad doble
de proteger a la viuda y garantizar la continuidad del linaje familiar.
La esencia de esta ley era la siguiente: Si una mujer hebrea quedaba viuda y sin
hijos, era deber del mayor de sus cuñados recibirla en su casa y hacer vida matrimonial
con ella. Esta normativa servía la doble función de proveer amparo para la viuda (era
inconcebible en aquellos tiempos que una viuda siguiera viviendo sola y sin familia) y de
“levantar hijos para el difunto”. Es decir, el primogénito del segundo “matrimonio” sería
considerado legalmente el hijo y heredero del hombre difunto. Así, la propiedad
quedaría dentro de la familia, y el nombre y linaje del difunto serían conservados para
la posteridad.
El texto de la ley del levirato, según Deuteronomio, es el siguiente:
Cuando dos hermanos habitan juntos y uno de ellos muere y no tiene hijo, la
mujer del fallecido no se casará fuera de la familia con un extraño. El cuñado se
allegará a ella y la tomará para sí como mujer, y cumplirá con ella su deber de
cuñado. Y será que el primogénito que ella dé a luz llevará el nombre de su
hermano difunto, para que su nombre no sea borrado de Israel. Pero si el hombre
no quiere tomar a su cuñada, entonces su cuñada irá a la puerta, a los ancianos,
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Si dijera que tengo esperanza, y si aun tuviera un marido esta noche y también
diera a luz hijos, ¿esperaríais por eso hasta que fueran mayores? (1:12–13)
La tercera razón que aduce es que sería impensable, aun en el caso de que se
pudiera casar y tener más hijos, que las nueras esperaran a que los hijos alcanzaran la
edad suficiente como para casarse con ellas.
Naturalmente, los argumentos de Noemí son deliberadamente absurdos, porque
con ellos demuestra que no hay ninguna posibilidad de que las esperanzas legítimas de
las jóvenes viudas puedan cumplirse si se quedan con ella.
Si deciden acompañarla, pues, no deben esperar un nuevo matrimonio. Esto no
quita la posibilidad de que otro hebreo quiera casarse con ellas, sino solo que Noemí
misma no puede proveerles marido.
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perder al suyo, ha perdido a sus dos hijos. Ellas, si van a Belén, tienen pocas
probabilidades de casarse; pero Noemí no tiene ninguna. Ellas, si vuelven a Moab,
quizás podrán reorganizar sus vidas, volverse a casar y empezar de nuevo; a Noemí solo
le espera una vejez solitaria, desamparada y pobre.
Sin embargo, estas no son las razones que ella aduce. Su amargura es mayor que la
de las nueras, no porque su perdida es más grande, sino porque pesa sobre ella la mano
de Yahvé.
… pues la mano del Señor se ha levantado contra mí (1:13)
Las nueras no han fallado a Dios. Al contrario, su casamiento con jóvenes hebreos
probablemente implicó un compromiso con la fe de Israel. Noemí ve detrás de su
propio sufrimiento, en contraste con el de las nueras, la mano iracunda de Dios, y por
algo será.
Aquí nos encontramos ante un interrogante. ¿Significan estas palabras que Noemí
cree que Dios la ha escogido arbitrariamente para la aflicción? ¿O indican que asume
que ella y su marido son merecedores de la ira divina? El texto se presta a diversas
interpretaciones.
¿Qué concepto tenía Noemí de Dios? ¿Cómo era su fe? Reconozcamos enseguida
que, a pesar de su amargura, estas palabras son las de una creyente. Para Noemí, su
desgracia no es el resultado del azar, sino el de la acción soberana de Dios. Nunca ha
abandonado su fe en Yahvé y, hasta donde llega, su conocimiento de Dios es acertado:
Él es el Dios reflejado en el nombre de su marido, el Dios que es Rey, el Dios soberano
que controla los designios de su pueblo. Pero, debido a su experiencia, Noemí ve en
Yahvé a un Dios que, si no arbitrario en su soberanía, al menos es duro y exigente con
su pueblo. Por supuesto, aún no sabe que la acción aparentemente justiciera de Dios
que la ha traído a Belén conducirá a su mayor bendición. Como consecuencia, se hunde
bajo la amargura: Dios me está tratando mal.59
Notemos de paso que el dístico de este versículo nos prepara para el del versículo
21, tanto en su forma como en su tono amargo:
Eso es más difícil para mí que para vosotras,
Pues la mano del Señor se ha levantado contra mí (1:13).
El Señor ha dado testimonio contra mí,
Y el Todopoderoso me ha afligido (1:21).
Noemí ha dicho a sus nueras (1:8): Que el Señor tenga misericordia de vosotras; pero
no vemos en ella ninguna esperanza de la misericordia de Dios en su propia vida. Sin
embargo, el hecho es que en estos momentos, mientras habla amargamente de la
mano de Dios, esta misma mano está obrando en el corazón de una moabita para que
sea la restauradora de la suerte de Noemí.
El libro de Rut será la historia del aprendizaje de Noemí en cuanto a estas
características de Dios. Aprendamos, pues, la lección con ella. Dios, ciertamente, es Rey,
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“el Todopoderoso”. Pero Dios es también el Dios de toda gracia y misericordioso. Dios
desea que su puebla vuelva a él, desea bendecir. Quizás los años de la amargura, de la
mano de Dios contra nosotros, sean diez. No perdamos nuestra fe y esperanza.
Examinemos nuestros corazones delante de él y, si encontramos motivo, reconozcamos
nuestra culpa. Pero no nos desesperemos, sino echémonos sobre su misericordia.
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Sin embargo, hay un matiz curioso en las palabras de Noemí. Le recuerda a Rut que
volver a Moab implica volver a sus dioses. Era inconcebible en aquel entonces entender
la incorporación dentro de una sociedad en otros términos que con la plena integración
en su vida religiosa. Es decir, Noemí traspasa la cuestión a un nivel mucho más
trascendente. No es cuestión solo de un compromiso familiar que hay que mantener o
anular. Es una cuestión de compromiso espiritual. Noemí coloca a Rut,
inconscientemente o no, en la encrucijada de elegir entre el retorno al paganismo y un
compromiso claro y consciente con Yahvé. Lo que ahora presenciaremos no es solo la
decisión de Rut de quedarse con Noemí. Es una conversión.
La palabra traducida “cuñada” en nuestra versión es una palabra poco habitual y
procede del lenguaje del levirato. La misma palabra (u otras con la misma raíz) solo
vuelve a aparecer en las Escrituras en Deuteronomio 25 (la ley del levirato) y en Génesis
38 (la historia levirática de Judá y Tamar). Es una palabra difícil de traducir (“tu hermana
y co-viuda levirática”), pero que habrá tenido resonancias importantes para los
primeros lectores.
… vuelve tras tu cuñada (1:15)
Por cuarta vez viene la misma exhortación: vuelve, vete (cf. 1:8, 11, 12). ¿Por qué
insiste tanto Noemí en su retorno?
Seguramente, como ya hemos dscho, es principalmente porque quiere librar a las
nueras de una obligación pesada que solo ella tiene el derecho de anular. Ella misma ha
conocido la angustia de tener que abandonar a su pueblo para ir a vivir como extranjera
en otro. Sabe perfectamente que Rut, como moabita, no puede esperar una buena
aceptación en Belén, y que no hay garantías allí para la joven.
Pero, en este caso, ¿por qué no se lo dijo antes de emprender el viaje, sino solo
ahora, cuando ya están de camino? Sospechamos que la razón es que Noemí deseaba
profundamente que sus nueras la acompañaran. Pero, conociendo las implicaciones y
siendo una mujer honrada, no quería que ellas lo hicieran solo por obligación, sino con
pleno conocimiento de causa. No quería que tomaran una decisión ligera ni que en el
futuro le pudieran echar en cara el hecho de que no las avisó de las dificultades. Por
tanto, pone a prueba la determinación de sus nueras. Sin embargo, lo hace en medio
del camino porque, de haberlo hecho antes, quizás las dos se hubieran quedado en
Moab. Lo que está claro es que la misma generosidad de Noemí al conceder plena
libertad a sus nueras representa un desafío para Rut. Si decide seguir acompañando a
Noemí, ya no irá a Belén por obligación, sino por convicción. Tomará su decisión con los
ojos bien abiertos. Será una elección consciente y deliberada.
Pero Rut dijo: No insistas que te deje o que deje de seguirte… (1:16)
En el texto hebreo, el lenguaje de estas frases se hace eco del versículo anterior,
vinculación que se pierde en nuestra traducción. Noemí dice: “Vuélvete y sigue tras tu
cuñada”. Rut contesta: “No me ruegues que me vuelva y que deje de seguirte a ti”. El
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autor apunta la alternativa con toda claridad: seguir a Orfa o seguir a Noemí.
Con esta declaración tan hermosa de Rut (1:16–17), llegamos al punto culminante
del capítulo 1. La decisión de Rut de quedarse con Noemí y de hacer suyo al Dios de
Israel es el momento clave de esta primera escena. Sus palabras, exquisitas en su
delicadeza y fuerza, constituyen una de las expresiones más sublimes de lealtad y de
entrega de toda la Biblia, y seguramente de toda la literatura universal. Denotan un
genuino y profundo sentido de amistad y fidelidad. Son a la vez palabras de amor, de
sacrificio, de consuelo y de fe.
Toda la exposición anterior del capítulo nos ha conducido a este momento. La
narración de las desgracias de la familia nos ha comunicado, con una elocuencia sencilla
que una carga emocional más explícita habría estropeado, la auténtica angustia de
estas dos mujeres. Los tres discursos disuasorios nos han puesto en vilo en cuanto a la
decisión de las nueras y el futuro de Noemí.
Aquí pues, tenemos a dos mujeres solitarias, viudas sin esperanza y sin recursos en
un momento decisivo de su destino. Están paradas en una encrucijada de la vida, en
medio de un camino que conduce a dos opciones claramente definidas, en una especie
de tierra de nadie. El destino de ambas depende de la elección de una de ellas. Es
cuestión de una decisión solitaria, de una afirmación de fe y de una entrega sacrificial.
Y lo que jamás podían saber es que era un momento culminante, no solo para ellas,
sino para el futuro del mundo entero. De la determinación de Rut dependía el linaje del
mismo Mesías y la historia de la salvación.
La decisión tomada por Rut representa una ruptura tajante con todo lo que ha
conocido hasta aquí. Deja atrás a padre y madre, a hermanos y hermanas, pueblo y
casa, cultura y religión, para ir sin garantías a un país extranjero donde seguramente
tendrá que tropezar con prejuicios y reproches. Y todo eso, por amor a una mujer que
no era de su propia sangre, por lealtad a un marido ya difunto, y quizás por fe en un
Dios que hasta ahora había sido solo la divinidad de un pueblo extraño.
En contraste con la de Orfa, la decisión de Rut resplandece aún más. Las mismas
razones que persuadieron a Orfa a quedarse en Moab son las que disuadieron a Rut.
Cuando Noemí dice: “Conmigo solo encontraréis pobreza, mientras que en Moab
podéis empezar de nuevo; es mucho mejor que os volváis”, Orfa piensa: “Noemí tiene
razón; me quedo”. ¿Pero qué había detrás de su decisión? La idea de que todos
tenemos nuestros derechos; que todos debemos mirar por nuestro propio bien; que
todo compromiso tiene sus límites.
No vamos a juzgar a Orfa. ¿Cuántas nueras hay que solo por amor a su suegra
estarían dispuestas a echar su suerte en una tierra desconocida donde no hablan el
idioma, ni conocen las costumbres, ni tienen familia propia? Lo que sí haremos es
admirar a Rut, porque al escuchar los argumentos de Noemí, su reacción es
precisamente la contraria: “Sí, efectivamente, a Noemí solo le espera la pobreza; por
esto debo ir con ella para ayudarla”. Es una gran lección de lealtad.
Por eso no es de extrañar que estos versículos sean leídos con frecuencia en las
bodas (¡aun cuando tratan de un compromiso entre nuera y suegra!), porque son una
extensión del compromiso que Rut asumió en su matrimonio: al casarse, se
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Solo podemos especular acerca de las creencias religiosas de Rut antes de este
momento. No podemos saber si fue por haber sentido el atractivo del Dios de Noemí
por lo que Rut tomó este paso en su compromiso con Noemí, o si fue al revés: que por
total lealtad a su compromiso con Noemí, Rut decidió convertirse al Dios de ella.
Si Orfa “vuelve” a sus dioses (1:15), podemos imaginar que de alguna manera las
dos viudas se habían incorporado dentro de la fe de Israel al casarse con dos hebreos.
Pero esta afirmación de Rut indica que hasta ahora no había sido cuestión de una fe
personal. Aun en el supuesto de que Rut y Orfa hubieran participado en el culto familiar
a Yahvé, sus palabras indican que lo que hasta aquí ha sido una obligación social y
familiar, ahora es una decisión personal.
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Al ver Noemí que Rut estaba decidida a ir con ella, no le insistió más (1:18)
Nuevamente encontramos un verbo mucho más robusto en el hebreo que el que se
emplea en la traducción castellana. “Estar decidida” es literalmente “endurecerse”, es
decir, obstinarse. Noemí vio, tanto por la grandeza de sus palabras de compromiso
como por la intensidad de su tono de voz, como también por el juramento en el
nombre de Yahvé, que Rut estaba totalmente empeñada e inamovible en su
determinación. Se acaban, pues, sus discursos de disuasión.
En momentos trascendentes y decisivos, la verdadera fe siempre tiene algo de
“obstinación”. Es una afirmación interior de decisión, un compromiso que “se
endurece” en su determinación. Es la misma actitud íntima que el Señor exige a Josué:
Solamente sé fuerte y muy valiente (Josué 1:7). Y que el salmista nos exige a nosotros:
Esfuérzate y aliéntese tu corazón; sí, espera al Señor (Salmo 27:14).
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queda confirmado por la repetición de la misma frase: llegaron a Belén, que de otra
manera sería redundante. Así pues, esta parte del versículo debería estar precedido por
un punto y aparte.
La llegada de Rut y Noemí provoca una conmoción en el pueblo, lo cual nos
confirma que Noemí habrá sido una persona de cierto prestigio en aquella sociedad. El
verbo (se conmovió) es el mismo que en 1 Samuel 4:5 (cuando Israel aclamaba la
llegada del arca), y parece indicar más la alegría del reencuentro que la tristeza de la
compasión. De igual manera, la exclamación: ¿No es esta Noemí? expresa la sorpresa
del reconocimiento más que la lástima de ver los cambios que el sufrimiento ha obrado
en ella.
Con todo, esta pregunta anticipa otro de los grandes temas del libro de Rut, la
identidad de la persona; y la respuesta de Noemí lo refuerza. El autor, sin duda, quiere
que reflexionemos sobre la identidad y condición de Noemí.
El verbo “decían” en hebreo es femenino (es decir, indica que los sujetos son
femeninos); así, pues, son las mujeres del pueblo las que salen al encuentro de Noemí y
las que comentan su llegada. Los hombres estarán en el campo ocupados en la cosecha.
Es de observar que, en todo el diálogo que sigue, no hay ninguna referencia a Rut.
Es como si, para las mujeres de Belén, ella no existiera. Más adelante, todo el mundo la
llamará “la moabita”. Desde el primer momento sospechamos que Rut tuvo que
afrontar actitudes discriminatorias que le habrán dolido.
hemos sufrido una pérdida mayor, cuando la estrechez de antes parece una plenitud.
Lo cierto es que Noemí se fue con marido e hijos y ha vuelto sin ellos.
En segundo lugar, demuestra poca gratitud hacia Rut al decir que ha “vuelto con las
manos vacías”. Nadie duda de que su situación sea lamentable, pero su resentimiento
distorsiona un poco los verdaderos límites de su aflicción. Si bien es cierto que salió de
Belén con su familia natural, ahora vuelve con Rut, la esperanza de una nueva familia.
Su autocompasión la ciega ante los bienes de la providencia divina y los beneficios
espirituales del retorno al pueblo de Dios.
Por cierto, la frase “con las manos vacías” volverá a aparecer en el 3:17, otro
ejemplo más de cómo el autor utiliza repeticiones para marcar el progreso de la acción.
¿Por qué me llamáis Noemí, ya que el Señor ha dado testimonio contra mí?…
(1:21)
La tercera afirmación es igualmente sorprendente. Noemí reconoce que detrás de
las circunstancias adversas debe estar la desaprobación de Dios. Por alguna razón, Dios
no está contento con ella, aunque ella no especifica la causa de su descontento. El
lenguaje es jurídico: ella comprende que la acusación del Testigo divino está en su
contra. La implicación parece ser que la estancia en Moab no tenía la aprobación de
Dios y que la familia está cosechando las consecuencias.
… y el Todopoderoso me ha afligido (1:21)
Con su última afirmación, Noemí vuelve a explicar con toda sencillez a sus vecinas
que está en gran angustia. Por eso, casi sería una crueldad por su parte llamarla Noemí.
Sin embargo, algunos comentaristas prefieren ver en esta frase una continuación
del lenguaje jurídico de la frase anterior, y la traducen: “el Todopoderoso ha
pronunciado sobre mí un veredicto maligno” (cf. la misma frase en Éxodo 5:22 y
Números 11:11). El testigo de la acusación es también el Juez que dictamina la
sentencia.
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a Moab o “volver” a Belén con Noemí (ver 1:8, 11, 12 y, especialmente, 1:15–16), nos
abre una perspectiva amplia sobre las cuestiones trascendentales de la vida que el libro
de Rut nos plantea. ¿Dónde está nuestro verdadero hogar? ¿A qué pueblo
pertenecemos? ¿Dónde encontraremos seguridad, marido, pan y casa? La vida siempre
nos ofrece dos alternativas de “retorno”: volver atrás o volver con el pueblo de Dios;
regresar a Moab o regresar a Belén. El imperativo del mensaje bíblico en esencia no es
más que esto: Volveos.
… regresando así de los campos de Moab. Llegaron a Belén al comienzo de la siega
de la cebada (1:22)
La frase regresando así de los campos de Moab se hace eco de las mismas palabras
en el versículo 6. Juntas sirven como marco para delimitar la escena (1:6–22).
Nuevamente vemos la sensibilidad literaria del autor, quien da énfasis a ciertos
hechos y temas mediante la simetría de la estructura de su escrito. El factor que originó
toda la acción de este capítulo fue el hambre (1:1); el dato que lo concluye es una
cosecha. La primera escena principal del libro abre (1:6) con la esperanza de pan; ahora
se cierra con el cumplimiento de esta esperanza. El peregrinaje de Noemí le ha llevado
desde el hambre hasta el comienzo de la cosecha. Ella no ve esta trayectoria, pero el
autor no quiere que se nos escape. Ella habla del Todopoderoso en sus juicios, pero no
es consciente de una providencia benigna en el gobierno de Dios, que el autor en
cambio desea que nosotros veamos.
La cosecha de la cebada comenzaba en abril en las llanuras. Era la primera de las
cosechas de cereales, anticipando en una quincena la del trigo. El período de las
cosechas duraba de abril a junio.
En nuestras sociedades contemporáneas, posteriores a la revolución industrial,
hemos perdido la sensación del paso de las estaciones del año, marcado por las
siembras y cosechas, que es típico de cualquier sociedad rural. Y para los judíos, como
para los practicantes de muchas religiones, el calendario agrícola iba entrelazado con
las celebraciones y acontecimientos del año litúrgico, las fiestas. La cosecha de la
cebada coincidía con la fiesta de la Pascua; la del trigo con Pentecostés. La historia de
Rut en Belén, que estamos a punto de estudiar, va, pues, desde la Pascua hasta
Pentecostés (ver 2:23). ¿Es esto una coincidencia? Si lo es, seguramente es una de
aquellas “coincidencias” que llenan las páginas de las Escrituras.
Con la Pascua, los cristianos celebramos el sacrificio del Cordero de Dios, mediante
el cual Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, incorporándonos en
su familia, haciendo de judíos y gentiles un solo pueblo suyo (2 Corintios 5:19; Efesios
2:12–16). Es sumamente apropiado, pues, que Rut tome su decisión de echarse sobre el
Dios de Israel y llegue a incorporarse en el pueblo de Belén, precisamente en el
momento de la Pascua y la cosecha de la cebada.
Pero los propósitos de Dios para con su pueblo no acaban con la Pascua. Sigue un
Pentecostés, la culminación de la cosecha del trigo, fiesta en la que los cristianos
recordamos nuestra unión con Cristo mediante el bautismo en el Espíritu Santo, y
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anticipamos nuestra plena unión con él en las bodas del Cordero, unión de la cual el
Espíritu es garantía y arras (Efesios 1:13–14). ¡Qué oportuno, por tanto, que, en nuestra
historia, la novia se una con su esposo al final de la cosecha del trigo, en Pentecostés!
El telón desciende, pues, al final del primer acto. Las quejas de Noemí aún resuenan
en nuestros oídos. Pero, ¡deliciosa ironía!, la persona que será la solución a las quejas
de Noemí está silenciosamente a su lado; y el autor nos prepara para el segundo acto
indicando que la cosecha de la cebada acaba de comenzar.
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contra el cual la decisión de Rut brilla en toda su gloria. Orfa representa la mediocre
normalidad humana; Rut, el sublime resplandor de la fe.
Es un capítulo de decisiones significativas y responsables, cada una de las cuales
trae sus consecuencias para la familia (y no solo para ella: afectan claramente la historia
de Israel y, en última instancia, alcanzan la historia de la salvación) y cuya trascendencia
se ve en el desarrollo y desenlace de la historia. Y sin embargo, es un capítulo
igualmente lleno de la soberanía de Dios, y esto no solo en sus grandes “visitaciones”,
naturales y sociales, sino también en medio de las decisiones, acciones y consecuencias,
aparentemente de origen solamente humano, de esta familia. Es por eso por lo que
Noemí, constante y correctamente, atribuye su suerte a la mano de Dios.
O bien sus afirmaciones son la ilusión de una mujer incapaz de andar por la vida sin
una “muleta religiosa”, incapaz de asumir su propia responsabilidad sin hacer de Dios
“la cabeza de turco” de sus males. O bien son la clave del libro: una expresión de fe de
alguien para quien la vida es entendida no como absurda y sin lógica, sino con una
estructura circunstancial y moral construida por Dios, de una complejidad increíble que
trasciende cualquier esfuerzo humano por comprender su mecánica, pero mantenida
por un Dios capaz de tejer entre sí el destino de las naciones, de todas las familias de las
naciones y de todos los individuos de las familias, sin vulnerar la autenticidad de cada
cual. ¿No reside la sutileza del capítulo precisamente en que las afirmaciones de Noemí
son a la vez afirmaciones de desesperación y de fe? Por un lado, son la expresión de
una mujer incapaz de asumir su propia responsabilidad; por otro lado, son la afirmación
de fe en un Dios soberano. Ella tiene razón al ver la mano de Dios en sus circunstancias;
no la tiene cuando su actitud raya en un determinismo fatalista que excluye la
responsabilidad humana.
En el capítulo entero, todo depende de decisiones humanas, y todo depende de la
mano de Yahvé. El hombre cosecha lo que ha sembrado; Dios cumple sus propósitos. El
capítulo se centra en una decisión humana: la de Rut de identificarse con Noemí y su
Dios; sin embargo, más allá de la decisión humana, el Señor se revela como
Todopoderoso, Dios de todo poder y providencia.
La misma ambivalencia entre la responsabilidad humana y la soberanía divina se
especifica más aún en otra de las palabras clave de nuestra historia: en hebreo, jesed.
Jesed es una palabra rica en matices. Se refiere a la lealtad en una relación de pacto y a
la bondad que va más allá de las estrictas exigencias del pacto. En nuestro capítulo, es la
palabra traducida como “misericordia” en el versículo 8 y aplicada tanto a Dios mismo
como a Rut y Orfa. Las nueras no solo han sido fieles a sus votos matrimoniales, sino
que han ido más allá de ellos en la solidaridad y compasión que han mostrado a Noemí.
Por eso, Noemí invoca a Yahvé para que él a su vez les muestre jesed a ellas.
En lo sucesivo, la historia del libro de Rut será una serie de actos de bondad
realizados bajo la soberanía bondadosa de Dios. En el 2:20, Booz se revelará como un
hombre de “bondad”. En 3:10, Booz alaba a Rut por dos actos de “bondad”. Pero en
ambos casos Yahvé es invocado como el galardonador (y se sobreentiende, como el
supremo modelo) de todo jesed.
El entretejimiento de lo divino y de lo humano, por tanto, se verá no solo en
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acciones responsables que traen sus justas consecuencias, sino en actos de generosidad
que se corresponden con la bondad y misericordia de Dios.
ESCENA SEGUNDA
Trabajo en los campos del redentor
Rut 2:1–23
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El ver en Booz a una figura que trasciende los límites de la dimensión “cotidiana” del
libro de Rut no es algo que empezó con los comentaristas cristianos, sino con la
tradición rabínica. Para los rabinos, Booz fue un símbolo del varón justo aprobado por
Dios y revestido de autoridad divina. Como tal, el Targum pone en su boca palabras que
van desde lo profético hasta lo sacerdotal. En un momento se dirige a Rut diciendo: Se
me ha comunicado a mí, proféticamente, que de ti han de salir reyes y profetas
(comentario sobre 2:11). En otro, le promete a Rut bendición material en este mundo,
liberación del juicio y bendición en el mundo venidero (comentario sobre 2:12–13).
Booz el granjero de Belén se convierte en Ibsan el Juez, el justo, cuyas oraciones
llegaron a salvar al pueblo del hambre.
Seguramente, tres factores contribuyen a reforzar la idea de que Booz nos recuerde
a Jesucristo a los que somos cristianos:
1. En primer lugar es perfecto. Con esto quiero decir que el texto no dice nada
negativo de él. Naturalmente, sospechamos que el Booz histórico habrá tenido sus
fallos humanos; pero el Booz de nuestro libro no los tiene. Esto no quiere decir que
Booz nos resulte artificial o incompleto como personaje, ni tampoco que su
perfección se deba a que el autor sea incapaz de reconocer los defectos de sus
personajes. Noemí es muy “humana” en sus debilidades y humores. Aun en el caso
de Rut intuimos un crecimiento de su fe y compromiso a lo largo de la historia. En
cambio, desde el primer momento, Booz es una roca de integridad y virtud; es todo
bondad, generosidad, comprensión, compasión y delicadeza. Es perfecto (¡a no ser
que contemos contra él su disposición de comer y beber bien!, costumbre que, por
cierto, fue también causa de censura hacia Jesucristo). Por supuesto, cuando leemos
el libro en el nivel histórico, suponemos que Booz habrá tenido sus defectos;
reconocemos que solo lo vemos en las páginas del libro en tres ocasiones concretas,
y que otros momentos de su vida no habrán sido tan lúcidos. Pero, en el nivel
literario y bíblico del libro, es de suma importancia que Booz sea “perfecto”,
precisamente porque así se convierte en algo más que una persona histórica (sin
dejar de serlo): el prototipo de la justicia, el gigante de espiritualidad que los
rabinos veían en él; el anticipo del aquel que no conoció pecado, como han visto en
él los cristianos.
2. En segundo lugar, Booz es el go’el o redentor. Ahora bien, aunque es cierto que el
tema de la redención es fundamental en toda la literatura bíblica desde Génesis
hasta Apocalipsis, ningún otro personaje bíblico es presentado explícitamente como
redentor excepto Jesucristo. Por eso casi cae por su propio peso que, de la misma
manera que vemos en David una prefiguración de la realeza de Jesús o en
Melquisedec una prefiguración de su sacerdocio, veamos en Booz un anticipo de su
obra redentora.
3. En tercer lugar, Booz nos recuerda al Señor Jesucristo en su comportamiento, en la
amabilidad y la consideración que siempre muestra en su trato con los demás, en su
generosidad y nobleza de espíritu. ¿Quién puede leer el capítulo 2 sin recordar las
conversaciones narradas en los evangelios entre Jesús y distintas mujeres (María,
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Marta, la Samaritana, etc.)? Pero este paralelismo se hace aún más patente cuando
recordamos nuestra propia experiencia cristiana y el trato que hemos recibido de
nuestro Redentor. Al trabajar en su “campo”, descubrimos que, a pesar de la dureza
del trabajo, el Señor nos presta una ayuda discreta (el esfuerzo aparentemente es
nuestro, pero la abundancia de la cosecha se la debemos a él), da órdenes a
nuestros compañeros de trabajo para que nos ayuden y animen, nos invita a que
nos apartemos para descansar con él, nos consuela por su palabra…
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su redentor.
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Entonces Booz dijo a su siervo que estaba a cargo de los segadores… (2:5)
Booz, como prohombre de Belén, tendría sus obligaciones en la ciudad y, por tanto,
no podía estar siempre dirigiendo la cosecha. Por eso ha nombrado a un capataz o
encargado para que se ocupe de la disciplina del trabajo y de los criados. Lo cual no
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impide, como veremos, que Booz esté involucrado en el trabajo juntamente con los
segadores.
En hebreo, la frase traducida “su siervo” es más literalmente “su joven”, e inicia una
serie de palabras que todas tienen la misma raíz: “esta joven” (2:5), “el siervo” (joven) y
“la joven moabita” (2:6), “mis criadas” (jóvenes; 2:8), “los siervos” (jóvenes; 2:9).
Recibimos la impresión de que Rut se halla entre personas de su misma edad, lo cual da
mayor sentido a las palabras de Booz en el 3:10.
Por otra parte, esta insistencia en la juventud de los demás protagonistas hace que
Booz y Noemí se conviertan en los “viejos” de la historia. Esto quedará confirmado por
los consejos paternales que los dos darán a Rut (2:8–9, 22) y por su tendencia a llamarla
“hija mía” (2:2, 8, 22).
… ¿De quién es esta joven? (2:5)
La segunda característica personal de Booz es su preocupación por Rut. ¿Pero cómo
interpretar su pregunta? ¿La plantea por pura curiosidad, porque Rut era una persona
desconocida? Puede ser. ¿O porque Rut era una chica atractiva? También es posible. ¿O
porque él era un hombre que verdaderamente se preocupaba por los pobres?
Vivimos en un mundo que, a pesar de rendir culto a la autenticidad y la sinceridad,
suele ser escéptico en cuanto a la sinceridad de los demás y se apresura a atribuir a
otros las peores motivaciones. Nos resulta mucho más fácil creer que un hombre actúa
bien por motivos interesados (por una atracción erótica, por ejemplo) que no por
generosidad y compasión. Sin embargo, todo lo que hay en este texto nos indica que es
por generosidad y compasión (lo que Rut llama “gracia” en los versículos 2, 10 y 12) por
lo que Booz actúa para bien de ella. Si nos cuesta aceptar tal motivación, quizás
debiéramos mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos si no estamos limitando la
bondad de otros porque a nosotros nos falta. Pretender que Booz hizo lo que hizo solo
por intereses personales desentona con muchas cosas que dirá posteriormente (como,
por ejemplo, el tacto con el que Booz aborda la cuestión de los jóvenes que podrían
molestarla; 2:9), con la delicadeza con que la trata y con la naturaleza secreta de las
instrucciones que da a los criados con respecto a ella. Démosle, pues, un margen de
confianza y pensemos que era un hombre que verdaderamente se preocupaba de los
pobres.
Es de observar que, en el capítulo 2 (a excepción del 2:2), toda la iniciativa es de
Booz, no de Rut. Es él quien pregunta por ella, entabla conversación con ella, busca su
ayuda y alivia su trabajo. Rut será objeto de mucha más gracia de lo que ella misma
sospecha. Si, en el capítulo 1, la decisión de comprometerse con el pueblo de Dios es de
Rut, en el capítulo 2 es Booz quien se compromete con ella.
La pregunta que él plantea al capataz, ¿de quién es esta joven?, es comprensible en
aquel contexto social, en el cual era impensable que una mujer joven y atractiva
pudiera estar sola, sin pertenecer a alguna familia. En aquel entonces, todo el mundo
estaba involucrado en algún núcleo familiar y, como consecuencia, “era de alguien”, ya
fuera en calidad de hijo o de siervo. La pena es que en nuestra sociedad, con su
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Y ella dijo: “Te ruego que me dejes espigar y recoger tras los segadores entre las
gavillas” (2:7)
En primer lugar, el capataz da testimonio de la cortesía con la que Rut pidió permiso
para espigar. De hecho, como hemos visto, Rut no tenía obligación de pedírselo, porque
la ley de Dios se lo daba por derecho. Claro está que, por ser moabita, Rut quizás
desconociera esta ley o, por la misma razón, supusiera que los derechos de una hebrea
no serían los suyos como extranjera. Sea como fuere, el capataz, por su manera de citar
sus palabras, demuestra que ella se portó con delicadeza y buenos modales más allá de
lo que era habitual.
Y vino y ha permanecido desde la mañana hasta ahora; sólo se ha sentado en la
casa por un momento (2:7)
Esta frase se presta a cierta ambigüedad en su traducción. En su primera parte, todo
depende de si el capataz quiere decir que Rut permaneció espigando en el campo o
esperando a recibir permiso para espigar. Si entendemos lo primero, entonces el siervo
está dando testimonio de lo bien y duro que Rut ha trabajado. Recordemos que esta
era la tarea del capataz: vigilar la siega, ver quiénes eran dignos de su salario y quiénes
no. Era un hombre que conocía bien el comportamiento normal de los trabajadores. Su
testimonio, por tanto, era digno de crédito.
Pero es probable que debamos dar otro sentido al pasaje. Una traducción literal del
texto masorético sería: “Así pues, ella entró y estuvo de pie desde entonces la mañana
y hasta ahora; este es su descansar la casa unos pocos”. Las variantes en las antiguas
versiones griegas, latinas, sirias, etc., indican que, desde el principio, el sentido exacto
de las palabras se ha escapado a los traductores. Las principales dificultades (y solo las
principales, porque existen además otros muchos problemas de detalle) son las
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siguientes:
• El verbo “entrar” (y vino) es un verbo que indica “entrar en un edificio” más que en
un campo, ¿y qué tiene que ver un edificio con este contexto? La opinión de algunos
expertos es que el mayordomo se está refiriendo a la pequeña choza o al cobertizo
que había en el campo y que servía para que los segadores echaran una siesta o
descansaran de vez en cuando.
• El verbo traducido como “permanecer” quizás signifique “perseverar” (en el
trabajo). Pero significa literalmente “estar de pie”, lo cual da más bien la idea de
estar esperando.
• En cuanto a “la casa” y “unos pocos”, los especialistas o bien omiten del todo estas
palabras, o bien proponen cambios drásticos en su ortografía para dar algún
sentido, o bien siguen alguna versión antigua (como la Septuaginta o la Vulgata).
¿Qué hacer en cuanto a todo esto? En primer lugar, entender que nuestra
traducción es una aproximación al texto tan adecuada como cualquier otra, pero en
absoluto segura. Sugiere que, cuando Booz llegó al campo, Rut todavía no había
empezado a espigar. Había pedido permiso al capataz, pero debía esperar la llegada del
amo. Así pues, “entra” en la choza, donde “se queda de pie” esperando “desde la
mañana hasta ahora”. Esta interpretación hace justicia al vocabulario de la primera
mitad de la frase; pero la segunda mitad sigue siendo oscura. Posiblemente tiene que
ver con el hecho de que Rut solo ha “descansado” (sentada) en “la casa” (choza) muy
“pocas” veces.103
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otra parte, Rut, a partir de este momento, ya no necesita estar como las demás
espigadoras, pendientes siempre de qué campo está a punto de ser cosechado con el
fin de ir allí cuando los segadores acaben su labor. Ahora, Booz vela por ella…
… sino quédate con mis criadas. Fíjate en el campo donde ellas siegan y síguelas…
(2:8–9)
Y, de hecho, lo que Booz dice ahora a Rut va mucho más allá de lo que la ley exigía.
Normalmente, las espigadoras tenían permiso para entrar en un campo (o sección de
campo) una vez que los segadores hubieran terminado su tarea. Con mucha delicadeza,
pues, Booz le dice a Rut que no necesita esperar, sino que puede entrar y empezar su
trabajo antes de que los otros acaben.
Con la misma delicadeza la invita a “quedarse con las criadas”, sabiendo que ella,
como mujer extranjera, estará más cómoda entre las mujeres. En la cosecha de
entonces, todas las personas físicamente capacitadas para hacerlo iban al campo para
segar, tanto hombres como mujeres. Esto se ve también en la segunda frase: “Fíjate en
el campo que ellos (el hebreo indica que la referencia es a todos los criados, tanto
varones como mujeres) siegan, y síguelas (a ellas, a las mujeres)”.
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Y Booz le respondió, y dijo: Todo lo que has hecho por tu suegra después de la
muerte de tu marido me ha sido informado en detalle… (2:11)
Booz le contesta, explicando sus motivos. Es una nueva revelación para nosotros y
una nueva sorpresa del autor, porque, aunque ya sabemos que la llegada de Rut había
sido noticia en todo el pueblo (1:19), ahora resulta que Booz sabe mucho acerca de Rut,
cuando durante su conversación con el capataz parecía no saber nada. La frase
idiomática empleada por Booz, “me ha sido informado en detalle” (o “me han dicho por
todas partes”), indica que Rut ha sido el tema de muchas conversaciones favorables en
el pueblo.
La devoción y el deber reciben una alabanza bien merecida. Booz se admira de que
Rut se haya comportado con su suegra de una manera que transcendía las exigencias de
la ley de Yahvé, siendo ella moabita. La alabanza del amor desinteresado es uno de los
grandes temas y lecciones del libro.
… y cómo dejaste a tu padre, a tu madre y tu tierra natal, y viniste a un pueblo que
antes no conocías (2:11)
Este discurso de Booz destaca como pieza central de la segunda escena, de la misma
manera que el de Rut a Noemí lo era de la primera. La alabanza de Booz es la
contrapartida del compromiso de Rut. Se mencionan los mismos temas: el cambio de
pueblo y de lugar con el fin de estar con Noemí. Y, en cierto modo, Booz será el
portavoz de Dios al invocar sobre ella (2:12) la bendición divina por su fidelidad. Si ella
se ha comprometido con Yahvé al unirse a Noemí, Yahvé ahora compensará su lealtad a
Noemí.
El lenguaje de Booz evoca varios textos bíblicos. Mirando hacia atrás recordamos
que Rut sigue en las pisadas de Abraham, quien también dejó padres y patria para ir a
una tierra desconocida (Génesis 12:1). Ella es una verdadera hija de Abraham por la fe.
Mirando hacia adelante recordamos que el mismo principio debe ser abrazado por todo
discípulo de Jesucristo (Lucas 14:26); es decir, no hay verdadero discípulo de Jesús que
no haya participado del compromiso de Rut.
La frase “tierra natal” es literalmente “tierra de tu parentesco”. La pequeña palabra
“antes” (un pueblo que antes no conocías) traduce un modismo hebreo, “ayer y el
tercer día” (o “ayer y anteayer”), expresión gráfica que indica que Rut solo conoce a
este pueblo desde hace poquísimo tiempo.
Que el Señor recompense tu obra y que tu remuneración sea completa de parte del
Señor, Dios de Israel… (2:12)
Booz acaba su primer discurso con una oración. Sus palabras se hacen eco de las de
Noemí: Que el Señor tenga misericordia de vosotras como vosotras la habéis tenido con
los muertos y conmigo (1:8). En los dos casos se trata de una bendición invocada sobre
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Con sus plumas te cubre, y bajo sus alas hallas refugio (Salmo 91:4).
Parecía que las viudas no iban a encontrar mucha esperanza en Belén; pero, como
Booz señala, su verdadero destino al emprender el retorno de Moab no ha sido Belén,
sino las alas de Dios. Ahora vemos la pobreza de la alternativa: Moab puede quizás
proporcionar pan, pero allí no hay conocimiento del Dios de toda provisión. Esta
hermosa frase redondea un versículo glorioso que muy bien podría ser considerado el
lema de libro, el texto que de alguna manera sintetiza toda la historia. La bendición de
Booz es importante en muchos sentidos:
• Representa la verdadera solución a la amargura de Noemí, y es justo lo que ella
necesita comprender: que el Todopoderoso no es arbitrario en su soberanía, ni
siquiera es solo justo, sino que es un refugio y un abrigo en momentos de aflicción.
• Revela quién está detrás de la intervención de Booz, no solo en este capítulo, sino
en todo el desenlace de la historia; detrás del Redentor hay un Padre amante que lo
envía y que dirige soberanamente la redención de Rut.
• Describe perfectamente la situación de Rut: ella ha abandonado sus dioses paganos
para buscar la protección del Dios viviente que está deseoso de recompensar su
fidelidad y es poderoso para hacerlo.
Todos los hilos de la historia encuentran su punto de unión en este versículo. Pero
fundamentalmente, como la misma Rut reconocerá en el 2:13, estas son palabras de
consuelo y ánimo. Hay alguien, Booz, que ha comprendido el sufrimiento del pasado, la
angustia implícita en la decisión de acompañar a Noemí, y el hecho de que en este
momento las perspectivas de Rut no son nada halagüeñas. Ahora, él dirige la mirada de
Rut hacia aquel que puede traer soluciones a todas sus penas; le recuerda el verdadero
significado de su compromiso en el camino de Moab; y le enseña algo más acerca del
Dios en quien ha confiado.
Es como si le dijera: “Rut, confía en el Señor. Él es un Dios justo y bondadoso, que
protege al desamparado. Hasta aquí puede ser que después de tu conversión solo hayas
conocido problemas, dificultades y complicaciones, y podrías empezar a dudar de este
Dios en quien has confiado. No te desanimes. Él te dará recompensa (“salario” es la
palabra exacta). Tú estás aquí como espigadora, llevando a cabo un trabajo ingrato sin
más remuneración que lo que tú misma logras recoger; podrías tener envidia de mis
criados, que tendrán un salario al final del día; pero el salario que Dios tiene para ti es
mucho más espléndido. Y, mientras lo esperas, piensa que Dios es para ti lo que la
gallina es para sus polluelos; te abriga bajo las alas de su protección, aunque tú no lo
veas. Porque Dios es fiel, su protección es tu garantía y tu recompensa es segura”.
Ciertamente, estas son palabras de consuelo que habrán hablado al corazón de esta
joven un tanto desorientada y preocupada. ¡Y qué hermoso que Booz será el
cumplimiento de su propia profecía! Son palabras, también, reforzadas con actos
concretos. Booz se comporta según el mismo espíritu de su oración. La clave para
entender su vida es que él procura vivir a pequeña escala lo que ve a gran escala en
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Entonces ella dijo: Señor mío, he hallado gracia ante tus ojos… (2:13)
Lo que era un deseo en el versículo 2 y un interrogante en el versículo 10, se
convierte ahora en una exclamación de asombro. Sin embargo, esta frase se presta a
diferentes interpretaciones. Según algunos estudiosos, el sentido de la frase podría ser:
“Señor mío, halle yo siempre gracia delante de tus ojos”; porque la forma del verbo
indica continuidad (cf. 1 Samuel 1:18; 2 Samuel 16:4, donde la misma frase es empleada
después de la concesión de la bendición).
Las palabras de Rut son emocionantes. Que sepamos, la amabilidad de Booz es la
primera cosa alentadora que le ha pasado desde la muerte de su marido. Hasta aquí,
solo ha conocido luto y viudez, exilio y alejamiento de su propia tierra y gente, y en
Israel pobreza y, posiblemente, la suspicacia de la gente hacia una extranjera.
… porque me has consolado y en verdad has hablado con bondad a tu sierva…
(2:13)
La hermosa frase “hablar con bondad” (literalmente “hablar al corazón”) tiene
varias acepciones en hebreo, pero aquí significa “consolar”, como indica el paralelismo
con la primera parte de la frase. Encontramos la misma combinación de palabras en
Génesis 50:21b, que describe cómo José consoló a sus hermanos después de la muerte
de Jacob. El carácter de Booz tiene mucho en común con el de José.
El libro de Rut, al menos en la superficie, es la historia de vidas corrientes, de
relaciones humanas llevadas según la dirección de la Ley de Dios, mostrándonos cómo
Dios actúa en medio de lo cotidiano. Que sepamos, Booz no hizo grandes proezas
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heroicas ni intervino en los grandes hechos históricos del período de los jueces, sino
que destaca porque con sencillez atiende a las necesidades materiales y espirituales de
otras personas conforme a lo que le dicta su propio compromiso con Dios.
… aunque yo no soy como una de tus siervas (2:13)
Es decir: “Has hablado a tu sierva; pero, ¿qué digo?, yo no soy tu sierva, tu criada.
No soy más que una espigadora sin ninguno de los derechos que tienen tus criadas”. La
humildad es uno de los rasgos constantes de Rut, como conviene a una persona
consciente de ser objeto de la gracia. La humildad no reclama, ni siquiera espera nada,
ni mucho menos exige sus supuestos derechos, sino que se manifiesta en asombro y
gratitud.
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Así pues ella se sentó junto a los segadores; y él le sirvió grano tostado, y ella
comió hasta saciarse y aún le sobró (2:14)
Aunque la invitación de Booz es clara y generosa, la modestia de Rut la hace
sentarse “a un lado de” los segadores, no en medio de ellos. Esta es la idea comunicada
por el uso de la preposición traducida como “junto a”, una palabra poco usual en
hebreo.
El grano tostado (llamado “potaje” en traducciones antiguas) era un plato
preparado con grano verde, todavía blando y sin secar, tostado sobre fuego. Parece
haber sido una de las comidas básicas de la época, preparada en cantidad con
antelación (ver 1 Samuel 17:17; 25:18).
El verbo “sirvió” también es poco usual. Este es su único uso en el Antiguo
Testamento. Por razones etimológicas, parece significar “amontonar”. Confirma, pues,
lo que hemos dicho acerca de la porción generosa que Rut recibió.
Se sació y aun le sobró. El lenguaje se hace eco de ciertos textos bíblicos que
describen la abundante provisión de Dios. Cuando Dios da de comer, la comida suele
sobrar (cf. Salmo 23:5; Juan 7:37–38 y, especialmente, Lucas 9:17: Todos comieron y se
saciaron; y se recogieron de lo que les sobró).
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Además, Booz da órdenes de que, antes de atar y retirar las gavillas, los criados
dejen caer unas espigas, siempre de una manera discreta, para que el trabajo no resulte
tan arduo para Rut. Como ya hemos dicho, la espiga olvidada y aun el manojo olvidado
eran la porción de los pobres, y Rut creería que estas espigas se habían caído por
accidente y, por tanto, eran legítimamente para ella. Nuevamente, Booz quiere ayudar
a Rut sin que ella se dé cuenta de su ayuda. Desea aliviar su trabajo, pero de tal manera
que termine el día pensando que el resultado se debe solo a su propio esfuerzo, cuando
de hecho se deberá también a la gracia del dueño.
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Entonces su suegra le dijo: ¿Dónde espigaste y dónde trabajaste hoy? Bendito sea
aquel que se fijó en ti (2:19)
Noemí irrumpe en exclamaciones de sorpresa, lo que demuestra la grandeza de la
cantidad que Rut ha espigado. Ni siquiera deja contestar a Rut a sus preguntas antes de
invocar una bendición sobre quien ha sido su benefactor. Es decir, aun si Rut misma no
se ha dado cuenta de ello, Noemí percibe enseguida que la cantidad sería desorbitada si
no fuera por la ayuda de otro. Para Rut, el esfuerzo del día ha sido agotador; para
Noemí, es poco para tanto resultado.
Es de observar que, en su bendición, Noemí emplea la misma palabra, “fijarse” (o
“reconocer”), que Rut ha pronunciado en el 2:10 y que, como ya hemos comentado,
enlaza con el tema de “identidad” en estos capítulos.
Y ella informó a su suegra con quién había trabajado, y dijo: El hombre con el que
trabajé hoy es Booz (2:19)
Con toda inocencia, Rut nombra a su benefactor. Es obvio que ella todavía no sabe
quién es Booz ni qué parentesco tiene con Noemí. Pero el autor se ha asegurado de que
nosotros lo sepamos. Y, para mantener la tensión dramática, alarga la explicación de
Rut, haciendo que el nombre de Booz solo aparezca al final de la segunda frase paralela.
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Yahvé, quien (Yahvé) no ha rehusado a los vivos la bondad que tuvo para con los que
han muerto”. Desde luego, si esta interpretación es cierta, la transformación en Noemí
es espectacular: para ella el Todopoderoso justiciero se ha transformado en el Señor
benevolente (la palabra “bondad” aquí es la misma, jesed, traducida “misericordia” en
el 1:8, cuando Noemí bendice a Orfa) que, en lugar de mostrar su severidad a su marido
e hijos, les ha mostrado misericordia. La desventaja de esta lectura es que no queda del
todo claro en qué sentido ella entiende que Yahvé ha sido misericordioso con Elimelec.
Más adelante, su misericordia se verá en la restitución de los nombres de los difuntos
por el matrimonio de Rut con Booz. Por el momento, solo se ve su misericordia para
con las vivas.
Si, en cambio, entendemos que Booz es quien ha mostrado bondad, nos
preguntamos en qué sentido la ha mostrado a los muertos: ¿Solo en el sentido de estar
cuidando de sus viudas? ¿O se trata de una nueva sorpresa de parte del autor, una
nueva información acerca de una ayuda que Booz prestó a Elimelec y a su familia antes
de que se marcharan para Moab?
Sea como fuere, está claro que Noemí no solo bendice a Booz, sino que renueva su
fe en la bondad de Dios. Desde luego, nuestro estado de ánimo influye mucho en
nuestra vida espiritual, incluso en nuestras ideas acerca de Dios. Si antes se quejaba de
la mano de Dios sobre ella (1:20–21), ahora la celebra.
Le dijo también Noemí: El hombre es nuestro pariente; es uno de nuestros
parientes más cercanos (2:20)
El secreto que nosotros ya sospechábamos (desde el versículo 1) es revelado ahora
a Rut. Las ilusiones que ahora empiezan a formarse en la mente de Noemí también son
muy humanas: A lo mejor Booz podría sacarnos definitivamente de nuestros apuros;
quizás podría redimirte, casándose contigo.
“Pariente cercano” es la palabra hebrea “go’el”, cuya importancia estriba en que se
relaciona con el tema de la redención. La fuerza de esta palabra viene a ser: uno de los
que pueden redimirnos. Noemí no está diciendo solamente que Booz tiene cierto
parentesco con ellas, sino que él es un potencial redentor (o, quizás más exactamente,
uno de los potenciales redentores; Noemí deja entrever que existían otros, lo cual nos
prepara para el pequeño disgusto del 3:12). Así pues, el autor nos ha ido acercando a
Booz, indicando paulatinamente la proximidad de su parentesco con Noemí.
Booz ya no es “moda” [pariente] (2:1), ni uno de la “miskpachah” [familia] de
Elimelec (2:3), ni siquiera un “garobh” [pariente] (2:20), sino “go’el” [pariente-
redentor].
Quizás sea este el momento oportuno de hablar del tema de la redención en Rut y
Noemí. Hay dos áreas en las que Noemí necesita redención: en primer lugar, la de la
propiedad; en segundo lugar (como aquí), la de las mismas viudas. Por supuesto, estas
mismas áreas involucran otras cuestiones, como, por ejemplo, la restauración del
nombre y del linaje de Elimelec; pero, sin duda, son las dos áreas fundamentales. Y
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detrás de ambas había una serie de leyes y costumbres que determinaban la naturaleza
de la redención.
En cuanto a la redención de propiedades, las leyes que la controlaban se
encuentran en el capítulo 25 de Levítico, especialmente el versículo 23 (la tierra no se
venderá en forma permanente, pues la tierra es mía), el versículo 10 (consagraréis el
quincuagésimo año y proclamaréis libertad por toda la tierra para sus habitantes. Será
de jubileo para vosotros, y cada uno de vosotros volverá a su posesión, y cada uno de
vosotros volverá a su familia), los versículos 15 y 16 (conforme al número de años
después del jubileo, comprarás de tu prójimo, y él te venderá conforme al número de
años de cosecha…) y el versículo 25 (si uno de tus hermanos llega a ser tan pobre que
tiene que vender parte de su posesión, su pariente más cercano [go’el] vendrá y redimirá
lo que su hermano haya vendido).
Es imposible saber hasta qué punto, en medio de la anarquía moral de ciertos
momentos del tiempo de los jueces, se cumplían a rajatabla estas leyes. Pero lo que
más nos importa es que los personajes de nuestra historia, siendo verdaderamente
piadosos, sí las habrían tomado en cuenta.
En el caso de Noemí se nos dirá más adelante que tenía en venta una parte del
terreno de Elimelec. Su pobreza y desamparo no permitían que pudiera cultivar este
terreno ella misma y la mejor solución para ella era obtener el beneficio de la venta del
terreno. Automáticamente, pues, el pariente más cercano tenía derecho y obligación de
comprárselo, para que el terreno no saliera del ámbito familiar.
Los hebreos consideraban que la tierra pertenecía a Dios, y que ellos mismos, aun
siendo los herederos de Dios, no eran tanto los propietarios como unos mayordomos a
quienes Dios había encomendado su cuidado y explotación. Puesto que la tierra había
sido dividida y distribuida entre las diferentes familias de Israel bajo la supervisión
divina, los judíos comprendían que no había manera de “adquirir” definitivamente los
terrenos de otra familia, ni de perder definitivamente los suyos propios, a no ser que
desaparecieran todos los miembros de la familia. De ahí la importancia de asegurar la
continuidad del linaje familiar.
Con el fin de reforzar la vinculación de la tierra a sus familias de origen, se habían
elaborado las leyes del jubileo, mediante las cuales la tierra revertía a la familia original
cada cincuenta años. Naturalmente, puesto que la tierra era una herencia de Dios,
ninguna familia se deshacía de sus terrenos, aunque fuera provisionalmente, salvo en
circunstancias de absoluta necesidad.
Por supuesto, estas consideraciones influían muchísimo en la venta de terrenos.
Puesto que el comprador no adquiría permanentemente la propiedad, sino solo el
derecho de cultivarlo durante un máximo de cincuenta años, en realidad lo que se
vendía (según nuestro criterio occidental) no era tanto el campo como el alquiler de la
tierra y la cosecha que esta diera durante los años hasta el jubileo. En adición, como
hemos visto, existía una ley por la cual, si una familia se veía en la necesidad de vender
un terreno por pobreza, el pariente más cercano tenía la obligación de volver a
comprarlo (redimirlo), si estaba en su poder hacerlo.
En cuanto a la segunda área, la redención de viudas, la norma que la regía se llama
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“ley del levirato”, de la cual ya hemos hecho mención. De hecho, el Antiguo Testamento
solo emplea la palabra “redención” en el caso de las viudas en el libro de Rut, pero el
concepto de redención (la intervención del pariente más cercano para amparar a la
viuda y levantar descendencia al difunto) está firmemente establecido en Génesis 38 y
Deuteronomio 25. Lo que quizá convenga añadir aquí, aunque sus implicaciones no las
veremos hasta llegar a la conversación entre Booz y el pariente más cercano en el
capítulo 4, es la relación que aparentemente existía en tiempos de Rut entre la
redención de propiedades y la ley del levirato.
En el Pentateuco, las leyes en torno a la redención de tierras y la redención de
viudas aparentemente no tenían que ver entre sí. Incluso se encuentran en distintos
libros. Pero, con el paso del tiempo, es patente que la ley del levirato empezó a tener
implicaciones directas en la aplicación de la redención de propiedades, hasta el punto
de que, según nuestro capítulo 4, la redención del campo de Noemí dependía del
matrimonio con Rut. Mientras que, en Deuteronomio, la ley señala una obligación
moral sobre el hermano (o pariente) del difunto en cuanto a la viuda, pero no dice nada
acerca de la redención de su propiedad; y mientras que, en Levítico, la ley regula la
redención de la propiedad sin hacer referencia a las viudas; en cambio, en Rut, el
pariente más cercano no puede obtener las tierras sin asumir la obligación de casarse
con la viuda. Por eso, la obtención del terreno no representaría ningún beneficio para el
pariente mismo, sino una herencia a ser guardada para los posibles herederos del
difunto. Es esta vinculación de las dos partes de la redención lo que no interesa al
anónimo “pariente cercano” del capítulo 4. En cambio, Booz no solo comprende estas
implicaciones económicas, sino que desea redimir tanto la tierra como a las mujeres en
cuestión.
Por tanto, la esperanza que empieza a despertarse en Noemí, según nuestro
versículo, es precisamente que Booz lleve a cabo una redención que incluya tanto el
matrimonio con Rut (con el fin de levantar descendencia a Elimelec) como la compra de
los terrenos (como herencia para esta descendencia). Su esperanza incluye, por
supuesto, el deseo de que Rut y ella encuentren una solución para su pobreza; pero
también va más allá de las necesidades materiales inmediatas a la restauración del
nombre, el linaje y la herencia de su marido.
Antes de dejar este versículo, notemos la frase: el hombre (o aquel varón). Es la
manera más frecuente en que el texto se refiere a Booz (2:19–20; 3:3; 4:8, 16, 18). ¡El
varón! Hay otro pariente más cercano a ellas, pero según las exigencias literarias del
texto, Booz es el único que puede redimirlas. Él es el varón. ¡Ecce Homo!
Entonces Rut la moabita dijo: Además, él me dijo: “Debes estar cerca de mis
siervos hasta que hayan terminado toda mi cosecha” (2:21)
De nuevo, el autor llama a Rut “la moabita”. Quizás su intención sea la de recalcar el
carácter especial de la misericordia de Booz, ya que se muestra hacia una extranjera.
Nos anticipa otras escenas en las que unos extranjeros aceptaron con asombro la
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misericordia mostrada hacia ellos por aquel que era mayor que Booz (por ejemplo,
Mateo 8:8; 15:27–28).
En confirmación de las posibles esperanzas que Noemí vislumbra, vienen estas
palabras de Rut que garantizan una mayor continuidad a la bondad de Booz y su interés
por Rut. Su generosidad no ha sido solo cosa de un día, sino que se extiende hacia el
futuro inmediato. De hecho, en estas condiciones, Rut tiene prácticamente garantizada
la provisión de comida para ella y Noemí hasta las cosechas del año siguiente.
Algunas traducciones tienen a bien poner en boca de Booz las palabras: “Debes
estar cerca de mis criadas”. Pero, como indica nuestra versión, el sustantivo en hebreo
es claramente masculino (“criados”) y nos remite a las palabras de Booz en el versículo
9 (ver comentario), donde vemos que Rut habrá tenido trato con los segadores de
ambos sexos. De hecho, las palabras de Booz en hebreo son más enfáticas que las de
nuestra traducción: “Júntate con los criados que son míos hasta que hayan acabado
toda la siega que es mía”.
Y Noemí dijo a Rut su nuera: Es bueno, hija mía, que salgas con sus criadas… (2:22)
No es de sorprender, pues, que Noemí anime a Rut a seguir el consejo de Booz: No
te vayas de sus campos, porque es obvio que se ha interesado por ti, y si vas a otro sitio
él lo podría tomar a mal y considerarlo una descortesía. Pero, a la vez, ella matiza que,
si bien Booz ha dicho que vaya con sus criados, Rut hará bien en quedarse al lado de sus
criadas.
Al repetir la frase “hija mía” (Booz se ha dirigido a Rut en los mismos términos en el
2:8), el autor sugiere que existe una misma mentalidad y manera de actuar en Booz y
en Noemí. Son muy similares en sus virtudes, en sus relaciones sociales y en su
espiritualidad.
… no sea que en otro campo te maltraten (2:22)
Hay divergencias en la interpretación de esta frase que reza literalmente: no sea que
caigan sobre ti. Algunas versiones sobrentienden que Booz y otros podrían sentirse
dolidos si, después de su invitación, Rut se marcha a otro campo. Pero parece preferible
traducirlo como nuestra versión: No sea que te molesten en otro campo. Esto indicaría
que Noemí comparte el mismo temor que Booz (cf. 2:9) y la avisa de que la protección
que Booz le ha brindado no puede hacerse extensiva a otros campos ni será ofrecido
por otros amos.
Y ella se quedó cerca de las criadas de Booz espigando hasta que se acabó la
cosecha de cebada y de trigo (2:23)
Rut sigue el consejo de Noemí, tanto porque Noemí es la que conoce las costumbres
del país, como porque ella es la cabeza de la familia y debe ser obedecida. Trabaja en
los campos de Booz durante todo el período de las cosechas, desde abril hasta junio.
Al final del capítulo 1, vimos que el autor emplea una frase (“al comienzo de la siega
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de la cebada”) que nos coloca en el umbral de la acción del capítulo 2. Aquí hace lo
mismo. Al cerrar la escena con una referencia al final de la siega del trigo, nos anticipa
la época de la trilla, que será el trasfondo del capítulo 3.
Y vivía con su suegra (2:23)
La fuerza de la frase parece ser: “Luego (al acabar la cosecha) se quedó (en casa) con
su suegra”; y no: “Luego se volvió con su suegra”, como si hubiese vivido fuera de casa
durante la cosecha. Nuevamente las viudas se encuentran solas en casa. No hay más
trabajo (porque la trilla era labor de hombres). Pero están en casa con esta notable
diferencia: la generosidad de Booz ha alejado el peligro del hambre.
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ESCENA TERCERA
Encuentro en la era
Rut 3:1–18
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responsabilidad de buscárselo.
¡Asumir responsabilidades! Este es uno de los temas fundamentales del libro. Dios
nos ha colocado a todos en familias, lo que significa grandes privilegios y grandes
responsabilidades. Nuestro Dios es el Dios de las familias (Efesios 3:15) y espera de
nosotros que cumplamos fielmente con nuestra responsabilidad familiar. El verdadero
amor asume responsabilidades concretas y permanentes. Así lo entiende Noemí. Ella
podría haberse preguntado: ¿Qué tengo yo que ver con esta moabita, que se casó
indebidamente con mi hijo? Pero, al contrario, ella sabe que Dios la tiene por
responsable, como cabeza de la familia, para buscar para Rut un hogar estable.
Comprende que es probable que, de aquí a un tiempo, ella misma muera, y entonces,
¿qué será de la pobre extranjera?
Algunos comentaristas piensan que el verdadero significado de las palabras de
Noemí es que ella ya ha empezado a buscar marido para Rut, no que ella está ahora a
punto de asumir esta responsabilidad. Según ellos, el tiempo imperfecto del verbo
hebreo tiene el sentido: ¿No he estado buscando descanso para ti? Esto aclararía
algunas cosas. Es probable (por lo que veremos en el 4:3) que en algún momento
Noemí se hubiera entrevistado con Booz. Esta frase vendría a significar que ella había
estado sondeando su disposición de redimirlas.
La última frase del versículo, “para que te vaya bien”, no es una redundancia, sino
una frase con amplias asociaciones bíblicas, especialmente en torno a la entrada en la
Tierra Prometida (ver, por ejemplo, Deuteronomio 4:40 y 6:3), la cual por cierto es todo
un símbolo de seguridad y descanso. El “descanso” provisto por Dios incluye toda clase
de bienestar. El autor de la Epístola a los Hebreos nos recuerda que el pleno
“cumplimiento” de este tema es nuestra entrada en el reposo de Dios (Hebreos
3:7–4:11).
Ahora pues, ¿no es Booz nuestro pariente, con cuyas criadas estabas? (3:2)
Rut necesita un hogar, pero no un hogar cualquiera. La responsabilidad de Noemí es
buscar para Rut un hogar en el que esté segura y bien cuidada. Enseguida piensa en
Booz. El hecho de que Rut ya haya podido pasar la temporada de cosecha bajo la
protección de Booz, en compañía de sus criadas, es buena señal. Además, él es nuestro
pariente: en el 2:1 fue llamado pariente de Noemí por ser de la familia de Elimelec;
pero, puesto que Rut es la viuda de Mahlón, Booz tiene tanta conexión familiar con ella
como con Noemí. Es hora de que prueben suerte con él.
Las instrucciones que Noemí procede ahora a dar a Rut nos despiertan muchos
interrogantes. No tenemos todas las respuestas. Poco sabemos de las costumbres
sociales de aquel entonces y lo poco que sabemos no arroja mucha luz sobre lo que
sigue. Por tanto, no podemos decir ni en qué lugares ni en qué épocas ni hasta qué
punto era normal lo que Noemí recomienda a su nuera. Desde luego, la situación de las
dos viudas, independientes pero desamparadas, no era nada normal. Suponemos que
lo que aconseja no era costumbre en Moab, porque si lo fuera no habría tenido que
explicárselo a Rut ni detallarle las instrucciones. Los moabitas no tenían ley parecidas, ni
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osadía excesiva; a la luz del día, poco se puede hacer; pero esta noche (la frase “esta
noche” por su posición es enfática en hebreo: “esta misma noche”) estará en la era y
hay que aprovechar la ocasión, porque, naturalmente, no suele estar allí excepto los
pocos días del año que avienta el grano.
“Aquel varón” viene a su era para limpiarla y recoger el trigo; “su aventador está en
su mano”. Es el momento en que la novia debe estar preparada…
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deber y amor.
En sus preparativos, Rut se alza como prototipo de la Iglesia como novia de Cristo:
• En cuanto al lavamiento, la iglesia es purificada por el lavamiento del agua con la
palabra. Así lo describe Pablo en Efesios 5:26. Y según su epístola a Tito 3:4–5, el
mismo lavamiento nos habla de nuestra limpieza moral mediante una nueva vida en
el Espíritu Santo: Dios… nos salvó… por medio del lavamiento de la regeneración y la
renovación por el Espíritu Santo. El lavamiento nos habla de nuestra necesidad de
limpieza moral. Simbólicamente se celebra en el bautismo (Hechos 22:16).
Esencialmente se debe a que hemos sido rociados en la sangre de Cristo,
justificados por su sacrificio (Apocalipsis 1:5; 7:14; Juan 1:7) y santificados por su
Espíritu (1 Corintios 6:11) mediante la Palabra (Efesios 5:26; Juan 15:3).
• La unción siempre se asocia al Espíritu Santo. La iglesia recibió su unción en
Pentecostés (1 Juan 3:20, 24; 2 Corintios 1:21–22), pero necesita que el mismo
Espíritu siga derramando sobre ella su aceite si va a crecer en poder, santidad y
hermosura (Tito 3:6–7).
• Nuestro vestido es la túnica blanca (Apocalipsis 3:4, 5, 18; 7:9) de la justicia de
Cristo, la única que puede ser llevada a la boda (Mateo 22:11–12), porque toda otra
vestimenta son trapos de inmundicia. Es de Cristo que la Iglesia se viste (Romanos
13:14) y así manifiesta la hermosura de Cristo (Colosenses 3:12).
Así pues, Rut debía quitarse los vestidos de luto de Moab y ponerse nuevos vestidos
que proclamaran su doble condición de israelita y novia. Debía cambiar su ceniza en
gloria, su luto en óleo de gozo, y su espíritu angustiado en manto de alegría (Isaías
61:3). Así también la Iglesia.
… pero no te des a conocer al hombre hasta que haya acabado de comer y beber
(3:3)
El tipo de manto que solían llevar las mujeres hebreas servía (ya que se podía poner
encima de la cabeza) para que Rut se tapara y no se la pudiera reconocer. Una
intervención prematura, quizás hubiese estropeado todo el plan. Además, si Rut
hubiera actuado antes o en medio de la cena, su acción habría sido observada por
todos. Debía esperar.
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peligro estribaba en que un pariente, aun dispuesto a dar abrigo a la viuda, sin embargo
no quisiera levantar descendencia a su hermano. El que este fuera un peligro real, se ve
en las reacciones de “Fulano” en Rut 4 y de Onán en Génesis 38:9. En ambos casos, lo
que rehúyen es precisamente el “levantar descendencia”, el acto sexual. Aquí, pues, el
énfasis de la ley debe cambiar, y lo que establece es que no puede haber matrimonio
levirático sin el acto matrimonial. Por tanto, pensar que Rut estaba “poniendo el carro
delante del caballo” al proponer el acto sexual antes de realizarse la boda, es no haber
entendido la naturaleza del levirato.
Por las mismas razones debemos quitar de en medio cualquier sugerencia de que el
capítulo 3 pretende ser un modelo de comportamiento en el noviazgo. Ni debemos
escandalizarnos pensando que Noemí está incitando a Rut a un procedimiento impropio
de una persona no casada, ni mucho menos debemos utilizar su ejemplo para justificar
las relaciones prematrimoniales. El capítulo 3 no pretende ser otra cosa que lo que es:
la historia de una relación levirática que se frustra por la existencia de otro pariente
más cercano, pero que de otra manera podría haberse consumado sin ninguna
impropiedad. No se trata de unas posibles relaciones sexuales entre personas no
casadas, porque el compromiso matrimonial entre el go’el y la viuda ya era inherente
en las primeras nupcias con Mahlón. No hacía falta una boda previa, porque el levirato
no era algo que la ley permitía solo si era regulado por determinados compromisos
públicos, sino algo que la ley exigía de todas maneras. La ejemplaridad de los
protagonistas debemos buscarla en sus actitudes generosas y fieles, pero no en las
formas de su compromiso matrimonial, que solo se corresponden con el levirato.
Volvamos, pues, a nuestro texto. No está del todo claro qué parte del cuerpo de
Booz Rut había de “descubrir”. Pero, en todo caso, su acción era elocuente, entrañable,
delicada y hermosa, plenamente respaldada por la sagrada ley de Dios. Como
consecuencia, tampoco sabemos si Rut había de acostarse a los pies de Booz o a su
lado. Nos inclinamos a favor de lo segundo. Hay claras reminiscencias aquí de la historia
de Adán y Eva. También esta parece una postura más digna de una mujer que, si bien
sigue reconociéndose una sierva (3:9), desea anunciar sus derechos de esposa.
… entonces él te dirá lo que debes hacer (3:4)
Estas palabras demuestran de por sí que Noemí sabe que Booz no encontrará fuera
de lugar el procedimiento de Rut, sino que lo considerará aceptable y reaccionará según
mejor le parezca. Presumiblemente habrá dos opciones: si Booz acepta ser go’el,
consumará la relación levirática; si no lo acepta, enviará a Rut a casa. Noemí no ha
previsto la existencia de otro pariente más cercano.
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su suegra encaja perfectamente en las costumbres del país y que de ningún modo
denota una falta de modestia. Respeta el conocimiento, la sensibilidad y la discreción
de su suegra. Con todo, sus palabras son una afirmación de fe. El plan de Noemí no está
exento de riesgos y malentendidos.
Estas palabras, “Todo lo que me dices, haré”, encuentran su contrapartida en las de
Booz en el versículo 11: “Haré por ti todo lo que pidas”. Así el autor, siguiendo su
costumbre, subraya por medio de un paralelismo de lenguaje el hecho de que la
obediencia de Rut produce la redención de Booz.
Descendió, pues, a la era, e hizo todo lo que su suegra le había mandado (3:6)
¿Con qué espíritu, con qué temores, con qué dudas habrá seguido estas
instrucciones? A fin de cuentas, irse sola a un descampado y acostarse al lado de un
hombre por la noche y en un país extranjero es motivo de aprensión. Según sabemos
por documentos de la época, la cosecha era la época de embriaguez e inmoralidad. No
todos los trabajadores serían caballeros como Booz.
Rut va por fe. Deposita su confianza en la sabiduría del consejo de Noemí y en la
integridad y nobleza de Booz; pero también, sin duda, en la providencia de Dios, que ha
ordenado sus pasos hasta este momento.
Cuando Booz hubo comido y bebido, y su corazón estaba contento, fue a acostarse
al pie del montón de grano… (3:7)
Podemos suponer que el sopor inducido por el vino produce en Booz un especial
buen humor y también un profundo sueño, de manera que, cuando Rut le quita
posteriormente el manto, no se despierta enseguida, sino que sigue dormido durante
un tiempo.
El lugar elegido por Booz para su descanso es, literalmente, “la esquina del
montón”. Seguramente es al pie de un extremo del montón de grano trillado donde
Booz se acuesta, apartado de los criados que duermen delante del montón. Por eso,
cuando más adelante Booz conversa con Rut, lo hace a sabiendas de que nadie los
escucha.
… Y ella vino calladamente, descubrió sus pies y se acostó (3:7)
En ningún momento nos revela el autor los sentimientos, temores o dudas de Rut.
Pero la sola palabra descriptiva (calladamente) nos hace imaginar la tensión y los
nervios de aquel momento. Curiosamente, es la misma palabra empleada, ¡en
circunstancias bien diferentes!, cuando Jael se acerca a Sísara para clavarle la estaca
(Jueces 4:21) y cuando David corta la orilla del manto de Saúl (1 Samuel 24:4). Es de
notar que en cada caso se trata de un hombre dormido.
Rut sigue al pie de la letra las instrucciones de Noemí: descubrió los “pies” de Booz y
se acostó a su lado. Ya ha cumplido su parte: ahora debe esperar a que Booz cumpla la
suya.
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Extiende, pues, tu manto sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano (3:9)
En otras palabras: “Protégeme. De la misma manera que tú necesitas el abrigo del
manto contra el frío de la noche, yo necesito el abrigo de un hogar. Pido, pues, tu
protección. Tú me puedes redimir. Redímeme, pues, conforme a la ley de Dios.” O,
como sencillamente traduce (¡o mejor, interpreta!) una versión moderna de la Biblia:
“¡Por favor, cásate conmigo!”148 Desde luego, aunque nos cueste entender todos los
matices del lenguaje y simbolismo de estos versículos, queda claro que Rut está
pidiendo a Booz que él tome la iniciativa de redimirla.
Para ello, Rut vuelve a dos de las ideas fundamentales del capítulo 2. En primer
lugar retorna a las mismas palabras de bendición de Booz: Tu remuneración sea
completa de parte del Señor, Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte
(2:12); porque, en hebreo, el borde del manto es literalmente un “ala”. Extiende, pues,
tus alas sobre mí, dice Rut. O sea: “Si me dijiste hace un par de meses que Dios sería mi
protector, ahora te pido que tú seas el cumplimiento de tu propia promesa. Antes,
empleaste una hermosa metáfora para describir la protección de Dios al hablar del
refugio de sus alas; ahora, emplea un hermoso gesto simbólico: Cúbreme con las alas de
tu manto para demostrar que tú eres mi protector”.150
Por otra parte, la frase “cubrir con el ala” tiene claras connotaciones maritales en el
hebreo bíblico. Esto se ve en varios textos, como por ejemplo: “Maldito el que se
acueste con la mujer de su padre, porque ha descubierto la vestidura [literalmente, el
ala] de su padre” (Deuteronomio 27:20); “Entonces pasé junto a ti y te vi, y he aquí, tu
tiempo era tiempo de amores; extendí mi manto [literalmente, mi ala] sobre ti, y cubrí
tu desnudez” (Ezequiel 16:8). Con una sola frase, pues, Rut está pidiendo protección,
redención y matrimonio.
En segundo lugar, ella recuerda a Booz que él es un go’el, un pariente redentor. Esta
es la causa de su atrevimiento. No se ha acostado a sus pies por querer abusar de la
generosidad previa de Booz, sino porque hay una obligación moral sobre Booz.
Pero notemos que ella no dice: “Tú eres el redentor”, ni “mi redentor”, como si
Booz tuviera la obligación legal de redimirla por ser el pariente más cercano, sino: “Tú
eres un redentor”, o sea, uno de los varios familiares que podrían efectuar la redención
(cf. 2:20). Probablemente, entonces, Noemí no sabía cual era el orden de precedencia
en los derechos leviráticos de los distintos parientes, pero ha decidido dejar el asunto
en manos de Booz. Él lo sabrá y se ocupará del matrimonio de Rut, ya sea con él mismo
o con otro.
Rut pide a Booz, pues, que cumpla con dos cosas: con sus propias palabras acerca
de la providencia divina; y con su obligación moral como redentor.
De la misma manera que las palabras de compromiso de Rut, Tu pueblo será mi
pueblo, y tu Dios mi Dios, fueron el clímax del capítulo 1, y la bendición de Booz que
acabamos de citar era el centro del capítulo 2, estas de Rut son el meollo del 3. Además,
los tres discursos marcan la trayectoria de la estructura literaria y del desarrollo
espiritual del libro. En el capítulo 1, Rut se compromete con Dios; en el 2, Booz le
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En cuanto a “la última bondad”, algunos suponen que es el hecho de que Rut
cumpla fielmente su parte en el levirato, estando dispuesta a concebir hijos para
Mahlón y así restaurar el nombre de Elimelec. Pero, según las palabras de Booz mismo,
parece ser más bien la disposición de Rut de preferirlo a él antes que a los jóvenes.
Tiene que haber habido en el comportamiento de Rut, además del gesto simbólico, algo
que demostrara a Booz, sin lugar a dudas, su amor y deseo de matrimonio. Él se siente
abrumado por esta expresión de su amor.
… al no ir en pos de los jóvenes, ya sean pobres o ricos (3:10)
En su respuesta, Booz nos sugiere uno de los motivos por los que no ha asumido sus
responsabilidades de redentor. En el capítulo 2, se nos ha presentado como persona
muy consciente de sus responsabilidades y muy generosa y alerta en el cumplimiento
de ellas. ¿Por qué, pues, ha tardado tanto en actuar en este caso? La razón más clara
(3:12) es que hay otro pariente que tiene derecho como redentor. Pero, por sus
palabras aquí, deducimos que había habido otro motivo más íntimo. Es como si dijera:
“Ni siquiera me atrevería a pensar en ti como mi esposa, porque yo ya soy viejo y tú
eres una mujer joven y hermosa”. Incluso, esta frase indica que Rut era físicamente tan
atractiva que podría haber esperado ganar el corazón de alguno de los jóvenes ricos del
pueblo, siendo ella pobre.
El Targum interpreta esta frase en el sentido de que Rut podría haberse ganado la
vida mediante la prostitución: “No has andado detrás de los muchachos para fornicar
con ellos…” La idea no puede ser más desafortunada, porque desentona
completamente con todo lo que sabemos de la delicadeza y discreción de Booz. Aunque
la frase “ir en busca de los jóvenes” puede tener este matiz (cf. Proverbios 7:22), en este
contexto es mucho más probable que signifique que Booz sabe que Rut ha recibido la
atención de varios jóvenes y que ella no la ha “seguido”. En el capítulo 1, Rut abandonó
Moab con el fin de aferrarse a Noemí; ahora renuncia a los jóvenes para aferrarse a
Booz.
¡Qué hermosa es esta escena! Rut se ha acercado a Booz temiendo que él la
rechace. Ahora descubre que Booz no le ha dicho nada a ella por temor de que su vejez
fuera obstáculo para que ella lo aceptara a él.
Ahora, hija mía, no temas. Haré por ti todo lo que me pidas… (3:11)
Las palabras de Booz en esta última frase son idénticas (en hebreo) a las de Rut en
el versículo 5, con la sola adición de “por ti”. Nuevamente, Booz habla al corazón de su
sierva (2:13) para consolarla. Entiende las emociones que le han invadido. Otra de las
características que podemos destacar en Booz es que en todo momento era un hombre
de tacto, cortesía, compasión y comprensión. Estas son virtudes que hoy en día no son
populares (¡ser caballero es ser anticuado!), pero no debemos olvidarnos de que, en su
trato con las mujeres, nuestro Señor Jesucristo fue siempre un caballero, y espera que
sus seguidores también lo sean.
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¡No temas! Dos son los posibles motivos de temor en Rut. En primer lugar, el temor
al fracaso del proyecto de Noemí. Pero Booz la tranquiliza con respecto a este temor
prometiendo cumplir con su petición,… siempre que las circunstancias se lo permitan
(3:12). Al menos le demuestra que su disposición es positiva y que no ha tomado a mal
su visita nocturna.
Pero, en segundo lugar, Rut podría temer por su reputación. ¿Qué dirían los del
pueblo si supieran lo que ha hecho? ¿Y qué piensa de ella el mismo Booz?
… pues todo mi pueblo en la ciudad sabe que eres una mujer virtuosa (3:11)
Booz la tranquiliza. No habrá malentendido de ningún tipo. No solo tienes buena
reputación ante mí, sino también ante todo el pueblo. La modestia y bondad de Rut han
hecho impacto en el pueblo. Evidentemente, el mayordomo no ha sido el único que ha
hablado bien de Rut a Booz. La gente esperaba encontrar en ella a una moabita frívola y
peligrosa, pero han descubierto una creyente virtuosa.
La palabra traducida como “ciudad” es literalmente “puerta” (cf. 4:10). El lugar de
asamblea de los pueblos era el espacio delante de la puerta principal (o de la puerta
única si se trataba de un pueblo pequeño). Allí se celebraban los mercados y se reunían
los ancianos del pueblo en tribunal. Allí se paraba la gente para charlar y llevar a cabo
transacciones y negocios. Con lo que dice, Booz indica que Rut ha sido tema de
conversación en la puerta y que la opinión del pueblo es unánimemente favorable.
Quizás también Booz esté pensado en el procedimiento legal que al amanecer
tendrá que poner en marcha para redimir a Rut. Entonces tendrá que ir a la puerta del
pueblo para verse con el otro pariente (cf. 4:1, 11). Rut será el centro de la transacción;
todos estarán hablando de ella; y Booz quiere tranquilizarla indicando que no necesita
temer el chismorreo, porque todo el mundo conoce su fidelidad a Noemí.
Pero hay más aquí. Al llamarla “mujer virtuosa”, Booz emplea una frase parecida a la
que el autor ha utilizado para presentar a Booz: “un hombre de mucha riqueza” (cf. el
comentario de 2:1). Todo el mundo sabe que Rut es una mujer de valía, una mujer fuera
de lo común que destaca por sus cualidades. Es la misma frase empleada para la “mujer
virtuosa” de Proverbios 31:10–31, texto que nos ofrece, por cierto, un excelente
comentario sobre lo que Booz tenía en mente al emplearla.
Lo importante en la vida no es la posición que llegamos a ocupar en la sociedad; no
es el prestigio de cierto estamento social; sino las cualidades de carácter, las virtudes,
que logramos adquirir. Pedro exhorta a la mujer a que no se preocupe tanto por la
hermosura física como por la hermosura de carácter: el adorno incorruptible de un
espíritu tierno y sereno (1 Pedro 3:4). Eso es lo que Booz y todo el pueblo habían
descubierto en Rut.
Ahora bien, es verdad que soy pariente cercano, pero hay un pariente más cercano
que yo (3:12)
Nuestra historia podría haber acabado un par de versículos después del versículo
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11: Rut pide la protección matrimonial de Booz; Booz se la concede; se casan ¡y ya está!
Pero ahora el autor nos revela otra sorpresa, esta vez desagradable. La redención no es
así de sencilla. Es cierto que Booz es pariente cercano (go’el), pero también lo es que
hay otro pariente más cercano, con mayores derechos sobre Rut y Noemí. Para que la
redención pueda cumplirse, Booz tendrá primero que solucionar la cuestión del “otro
pariente”.
Es una cuestión especialmente delicada porque, como veremos en el capítulo 4, se
trata de una propiedad además del matrimonio con Rut. Seguramente, Booz entiende
que el otro pariente no tendrá un especial interés en casarse con Rut (hasta el
momento no ha tomado ninguna iniciativa en este sentido), pero cuando sepa que hay
una propiedad de por medio, quizá su actitud cambie.
Quédate esta noche, y cuando venga la mañana, si él quiere redimirte, bien, que te
redima. Pero si no quiere redimirte, entonces yo te redimiré, vive el Señor (3:13)
Además de ser un hombre generoso, Booz es un hombre respetuoso de la ley y de
los contratos sociales, que cree en el buen orden y cumplimiento de los deberes
familiares. Según las costumbres de entonces, era el pariente más cercano el que tenía
primera opción de redimir a la viuda.
La primera impresión que recibimos es de cierta frialdad en Booz: ¡nos habría
gustado que declarara con mayor energía su intención de ganar a Rut, a pesar del otro
pariente! Pero su actuación posterior, la sabiduría con que trata al pariente, y el
cuidado que tiene de Rut nos muestran la firmeza de sus intenciones. Además, el “vive
el Señor” con el que acaba su declaración no solo es un juramento solemne para
ratificar su sinceridad, sino la demostración de que él cree que todo está en manos del
Señor y que Yahvé actuará para cumplir sus deseos, si estos están bien fundados.
Booz pondrá al otro pariente en un aprieto con el fin de ganar a Rut. Pero, ya sea él
mismo o el otro quien redime a Rut, en cualquiera de los dos casos, Rut será redimida;
tendrá descanso. En cualquiera de los dos casos, pues, Booz velará por su bienestar.
Mientras tanto, él la invita a pasar el resto de la noche a su lado. Nuevamente
vemos su tacto. Enviarla inmediatamente a casa podría parecerle un rechazo. Recibirla
como esposa allí mismo atentaría contra el orden social, al existir el pariente más
cercano. Tenerla a su lado se corresponde con la justa medida de sus promesas e
intenciones.
Acuéstate hasta la mañana (3:13)
La doble insistencia de Booz (al principio y al final del versículo 13) de que Rut se
quede con él hasta la mañana demuestra que la petición de Rut está muy lejos de ser
descuidada. Al contrario, si por Booz fuera, si no hubiera otro impedimento, su deseo
sería que Rut se quedara con él para siempre.
Seguramente, la exhortación a que descanse dice mucho también acerca de las
emociones y tensiones que Rut experimenta. Acuéstate, le dice Booz, procura dormir;
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conozco tus aprensiones; sé que te encuentras en una situación delicada; pero yo estoy
aquí para velar por tu bien y cuidar tu reputación; no te preocupes, pues, por nada, sino
descansa.
Y ella se acostó a sus pies hasta la mañana, y se levantó antes que una persona
pudiera reconocer a otra; y él dijo: Que no se sepa que ha venido mujer a la era (3:14)
Booz es bueno y generoso, pero no es ingenuo. Sabe perfectamente que, si sus
obreros ven que una mujer se retira de su lado por la mañana, habrá malas
interpretaciones, y más aún si el asunto no sale como él quiere y Rut ha de casarse con
el otro pariente. Al decir: Que no se sepa que ha venido mujer a la era, él no pretende
esconder hipócritamente la verdad, sino cuidar el buen nombre de Rut.
Hoy en día solemos restar importancia a la buena reputación y al “qué dirán” de la
gente. Es bien cierto que la opinión pública no debe ser el factor principal que
determine nuestra actuación; pero también es cierto que vivimos en una sociedad
caída, la gente es frecuentemente mal pensada, y debemos procurar no solo vivir
honradamente, sino también tener reputación de personas honradas. La hipocresía y el
engaño, en este caso, habrían consistido en que Booz dejara creer a los criados que él y
Rut habían pasado los límites de la decencia. Si podemos evitar malentendidos,
debemos hacerlo. Nuestra actuación puede ser noble, pero traeremos deshonra a Dios
y a otros si no se ve como noble. Si no estamos dispuestos a cuidar nuestra propia
reputación, al menos protejamos la reputación de otras personas.
Por tanto, cuando todavía no se pueden distinguir los rostros, pero sí había
suficiente luz como para volver al pueblo, Rut se levanta a instancias de Booz para
volver a su casa. El verbo “reconocer” es el mismo que el autor ha empleado en 2:10,
19.
Dijo además: Dame el manto que tienes puesto y sujétalo. Y ella lo sujetó, y él
midió seis medidas de cebada y se las puso encima (3:15)
Como primicias de sus buenas intenciones para con Rut, Booz le da este hermoso
regalo, como si quisiera demostrarle que, a partir de este momento, en lo que a él se
refiere, desea proveer para sus necesidades.
Lo curioso es que el texto no nos dice de qué cantidad eran estas seis medidas.
Suponemos que los primeros lectores del texto sí lo sabrían, pero nosotros solo
sabemos que se trataba de una cantidad muy considerable. Tampoco la palabra
traducida como “manto” nos ayuda a determinar las medidas, porque su significado no
es seguro. Pero el hecho de que Booz tuviera que “ponerlas encima” de Rut,157 sugiere
que ella sola no las habría levantado.
Lo cierto es, sin embargo, que lo que más interesa no es la cantidad, sino el número.
Algunos han pensado que, a través de las seis medidas, Booz quería comunicar algo a
Noemí. Seis es el número de los días de trabajo antes del día de reposo; después de seis
años de servidumbre, llega el año de la liberación. La redención de Rut aún no ha
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llegado a su conclusión, pero con el número seis es como si Booz quisiera indicar que el
reposo está a la puerta y pronto acabará el período del trabajo. Quizás sea por esto por
lo que Noemí puede decir con tanta confianza: El hombre no descansará hasta que lo
haya arreglado hoy (3:18).
Si bien lo que Rut llevó a Noemí al final del capítulo 2 era, al menos en parte, su
legítima ganancia, lo que ahora le lleva es un regalo. El servicio en el campo del Señor
merece su recompensa; pero la redención siempre es de pura gracia, un don de Dios.
Entonces ella entró en la ciudad (3:15)
Aquí nuestra versión sigue una variante de los manuscritos hebreos. Otra, seguida
por la Septuaginta, hace de Booz el sujeto del verbo y emplea una forma femenina al
principio del versículo siguiente: “Entonces él entró en la ciudad. Cuando ella llegó a
donde estaba su suegra…” La evidencia a favor de cada versión es tan equilibrada que
resulta muy difícil saber cuál de las dos es preferible.
Cuando llegó a donde estaba su suegra, esta dijo: ¿Cómo te fue, hija mía? Y le
contó todo lo que el hombre había hecho por ella (3:16)
Podemos imaginar que la tensión de la larga noche de espera y los sentimientos de
ansiedad habrán sido tan fuertes en Noemí como en Rut. Nada más entrar Rut en la
casa, Noemí quiere saber lo que ha pasado.
De hecho, la pregunta de Noemí se puede traducir: “¿Quién eres, hija mía?” Pero
(en contraste con la misma pregunta en 3:9) no es una pregunta de identificación, sino
de posición social. Es decir, Noemí quiere saber cuál es el status de Rut: ¿Sigue siendo el
mismo que cuando salió de casa? ¿Es ella la desposada de Booz o continúa siendo la
viuda de Mahlón?
Y dijo: Me dio estas seis medidas de cebada, pues dijo: “No vayas a tu suegra con
las manos vacías” (3:17)
Booz no quiere que Noemí esté con las manos vacías. Enseguida recordamos la
misma frase al final del capítulo 1: El Señor me ha hecho volver con las manos vacías
(1:21). El autor nos invita a reflexionar sobre cómo van progresando las fortunas de las
mujeres: se encontraban sin nada al término del capítulo 1; estuvieron con lo que Rut
había espigado al final del capítulo 2; y ahora, con este hermoso regalo de Booz, tienen
en sus manos al acabar el 3 las primicias de la provisión de Booz en el futuro.
Entonces Noemí dijo: Espera, hija mía, hasta que sepas cómo se resolverá el
asunto… (3:18)
Espera (literalmente, siéntate), hija mía. Estate tranquila. Sin duda si la iniciativa de
la primera parte del capítulo provocó nervios y temores en Rut, la espera al final no
habrá sido menos tensa. El capítulo termina, como los anteriores, con un período de
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espera.
En su manera habitual, tendente a la espiritualización, el Targum añade al texto:
“Espera, hija mía, hasta que sepas cómo está decretado desde el cielo y cómo se
resolverá el asunto”. Pero quizás en este caso los rabinos tenían cierta razón. Para los
judíos, los asuntos no “se resolvían” a sí mismos de una manera impersonal, al azar y al
margen de la voluntad de Dios. El verbo empleado aquí, como el “sucedió que” que
hemos visto en varios ocasiones, puede ser una invitación discreta de parte del autor a
ver la providencia divina en lo que está a punto de ocurrir.
La agencia divina se hace explícita en esta primera parte del versículo, en contraste
con la agencia de Booz en la segunda parte, la cual sirve como su contrapartida.
… porque el hombre no descansará hasta que lo haya arreglado hoy (3:18)
Noemí ha vivido lo suficiente como para poder discernir el carácter de las personas.
Si Booz no ha actuado antes, es porque había buenas causas. Pero, ahora, ella está
convencida de que no descansará ni desmayará hasta que establezca la justicia de la
causa de Rut (cf. Isaías 42:4). Es un hombre que acabará lo que ha comenzado (cf.
Filipenses 1:6).
El capítulo termina, pues, con unas palabras que anticipan que el “asunto” concluirá
pronto. Estamos llegando a la resolución de la historia y sus dilemas.
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los demás a un lugar solitario y descansad un poco (Marcos 6:31); Queda un reposo
sagrado para el pueblo de Dios (Hebreos 4:9); Descansarán de sus trabajos, porque sus
obras van con ellos (Apocalipsis 14:13).
De hecho, este patrón de trabajo y descanso lo encontramos a lo largo de las
Escrituras, empezando por Dios mismo, quien trabajó seis días y luego descansó
(Génesis 2:2–3), dejando el mismo modelo para los hombres. Asimismo, la vida cristiana
consiste en trabajar hasta que el Señor nos llame al descanso que nos ha ganado y
preparado; y entretanto nos invita a descansar en él, mientras trabajamos.
De la misma manera, si el capítulo 2 representa la búsqueda de la gracia (aquel a
cuyos ojos halle gracia; 2:2, 10, 13), el 3 representa la búsqueda de redención: Extiende
tu manto sobre tu sierva, por cuanto eres pariente-redentor (3:9). Si bien es cierto que la
redención no será cumplida plenamente hasta el capítulo 4, también lo es que la gracia
no llega a su culminación en el 2, sino que se extiende a lo largo de todo el libro. Y la
forma más concreta que la gracia toma en el libro de Rut es la redención. La redención
siempre es fruto de la gracia.
La redención, claramente, ha de ser obra del redentor. Pero es de observar que
Booz no hace nada al respecto hasta que Rut se lo pide y se coloca bajo su protección y
abrigo.
En ambos aspectos, pues, (trabajo-descanso; gracia-redención) el capítulo 3 es el
complemento del 2. Pero la acción del capítulo 3, además de ser una continuación de la
relación y esperanza comenzadas en el 2, es también la contrapartida de la acción del
primer capítulo: allí Rut sacrificó sus esperanzas de tener marido con el fin de
comprometerse con Noemí; ahora, a instancias de la misma Noemí, se compromete con
Booz y pide que Booz se comprometa con ella.
Como consecuencia, la acción principal de este capítulo es la de una novia que se ha
preparado previamente y se ha vestido con sus mejores ropas, que sale al encuentro de
su novio en la oscuridad de la noche:
En mi lecho, por las noches, he buscado al que ama mi alma… Me levantaré
ahora, y… buscaré al que ama mi alma (Cantares 3:1–2).
A medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí está el novio! Salid a recibirlo (Mateo
25:6).
Regocijémonos y alegrémonos, y démosle a él la gloria; porque las bodas del
Cordero han llegado y su esposa se ha preparado. Y a ella le fue concedido
vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio (Apocalipsis 19:7–8).
El lugar del encuentro es la era, aquel lugar en el que “el hombre” separa el trigo y
la paja, con su bieldo en la mano (Mateo 3:12).
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ESCENA CUARTA
Redención en la puerta
Rut 4:1–17
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aplicaban la ley y resolvían litigios. Si una persona era hallada culpable, era en la puerta
donde escuchaba el veredicto y quizás era allí mismo también donde se cumplía la
sentencia. Era a la puerta donde debía acudir aquel que buscaba justicia. Y,
especialmente significativo, era en la puerta donde, según Deuteronomio 25:7, debía
exponer su causa la viuda si su cuñado se negaba a casarse con ella. En tal caso, ella
podía humillarlo públicamente, escupiendo sobre él y quitándole la sandalia. Como
veremos (en el 4:7), el calzado tenía importancia simbólica en las costumbres legales de
entonces.
Si Rut misma no acudió a la puerta en busca de estos derechos, seguramente fue
porque se sobrentendía que, en el caso de un hermano carnal, la obligación sobre el
“pariente-redentor” era total, pero que el deber de un pariente más lejano no era tan
vinculante, sobre todo en el caso de una viuda moabita.
… y he aquí que el pariente más cercano de quien Booz había hablado iba
pasando… (4:1)
Booz ya ha elaborado un plan de acción. Tiene que negociar con el pariente más
cercano (el go’el, o “pariente redentor”) y ha de hacerlo con gran tacto. Lo primero es
lograr un encuentro con él, sin demasiados preparativos formales para que el pariente
no descubra los intereses de Booz en el asunto, un encuentro más bien natural y
espontáneo, como si se tratara de una cuestión de poca monta; pero cuanto antes
mejor. Por eso, Booz se sienta en la puerta, sabiendo que tarde o temprano el pariente
habrá de pasar por allí camino a sus terrenos y que podrán despachar el asunto
enseguida.
Y, he aquí, sale el pariente: aunque el encuentro era buscado por Booz, la
providencia divina sigue ordenando las circunstancias (cf. 2:4; 3:8).
Llama la atención la sencillez y humanidad de la transacción y el diálogo que siguen.
Los que vivimos en sociedades en las que para el trámite más pequeño topamos con
una burocracia que exige largos minutos en colas delante de una ventanilla y la
búsqueda de interminables impresos, sellos y pólizas, ¡y todo por triplicado!, añoramos
los tiempos cuando estos asuntos se arreglaban de una manera civilizada y humana,
pública e íntima a la vez.
… y le dijo: Eh, tú, ven acá y siéntate. Y él vino y se sentó (4:1)
Literalmente, el texto dice: “Eh, fulano, ven acá”. Por supuesto, estas no son las
palabras exactas de Booz, sino que este habrá empleado el nombre propio del pariente.
Por alguna razón, el autor de nuestro libro no ha querido mencionar su nombre.
Algunos opinan que no lo conocería; pero, en ese caso ¿por qué decir “fulano” cuando
el contexto no lo requiere y cuando le habría bastado con omitir el nombre
sencillamente? Nos encontramos ante una pequeña (y deliciosa) ironía del libro. Ese
pariente no se comprometerá con Rut a causa de su preocupación por su herencia y su
nombre. Pensaba que, casándose con Rut, su propio linaje y prestigio quedarían
perjudicados. Ahora resulta que es el único anónimo de nuestra historia. El Espíritu
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Y Booz tomó diez hombres de los ancianos de la ciudad, y les dijo: Sentaos aquí. Y
ellos se sentaron (4:2)
Al llamar a diez hombres de entre los ancianos para que le sirvieran de testigos,
Booz daba a entender que la conversación tendría carácter legal, que iba a plantear una
transacción solemne. Al no existir secretarios que levantaran actas, los testigos tenían
una importancia fundamental. Servían de garantía y aval de cara al futuro. Escuchaban
las condiciones de la transacción y los votos de los contrayentes, y eran testigos
oculares de la pequeña ceremonia que sellaba el contrato.
No sabemos si diez era el número habitual requerido por la costumbre.
Posteriormente, la tradición hebrea exigiría diez testigos para poder celebrar una boda.
Igualmente, el “quórum” necesario para un culto en la sinagoga con el tiempo llegaría a
ser de diez varones. Nuestro texto es una pequeña evidencia de que el número ya
estaba fijado por la tradición en este período temprano de la historia de Israel.
Los diez son “ancianos” del pueblo, por cuanto estos ejercían las funciones judiciales
de aquel entonces. Aun en tiempos de la monarquía, no eran designados por el rey ni
por ninguna autoridad superior, sino reconocidos por el pueblo tanto por su vejez como
por la integridad de su buen nombre. En tiempos de los jueces, sus poderes y autoridad
en los asuntos de la ciudad habrán sido considerables.
Entonces dijo al pariente más cercano: Noemí, que volvió de la tierra de Moab,
tiene que vender la parte de la tierra que pertenecía a nuestro hermano Elimelec (4:3)
Así pues, se sientan todos y Booz empieza a exponer el caso al pariente. Este
seguramente conocía perfectamente el retorno de Noemí del campo de Moab, pero
podemos suponer que una ocasión solemne como esta requería una exposición formal
de los hechos, aunque estos fueran conocidos por todos.
Y aquí nos enfrentamos con una nueva sorpresa. Hasta ahora el autor ha callado la
existencia de esta propiedad de Noemí. Creíamos que había vuelto con las manos
vacías, y ahora resulta que tiene campos. Hay varias cosas que aclarar al respecto:
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vecino, y Noemí solo podría volver a ocuparla después de acabada la cosecha. Esta
última explicación es la que encaja mejor con los hechos aquí narrados.
Nuestra ignorancia de muchas de las leyes y costumbres que regían el comercio y la
propiedad de aquella época no nos permite dar respuestas acertadas a todas estas
cuestiones. Lo que queda fuera de toda duda es que Noemí tenía derechos sobre la
tierra, aunque desconozcamos los aspectos legales al respecto; y que el hecho de ser
propietaria no impedía que a la vez estuviera reducida a una pobreza extrema.
Lo que también está claro es que Booz decide abordar la cuestión de la redención
de Rut a través de lo que en realidad es para él una cuestión secundaria: la redención
de la tierra. Su estrategia es deliberada.
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“Si la vas a redimir, redímela; y si no, dímelo para que yo lo sepa; porque no hay
otro aparte de ti que la redima, y yo después de ti” (4:4)
De inmediato, Booz no dice nada de su propio deseo de redimir. Se limita a narrar
los hechos legales y menciona su propia disponibilidad como un dato más. Quizás
porque piensa que cualquier entusiasmo por su parte podría estimular el interés del
otro pariente o despertar suspicacias en él. O quizás porque ha dejado su causa con
Dios y por lo demás solo quiere que ante la puerta se haga justicia; es un asunto legal
que debe ser tratado en términos legales. Lo que importa es que Rut y Noemí reciban
sus derechos y sean redimidas. Lo principal es que el pariente se decida.
No sabemos exactamente cuáles eran las implicaciones de la compra del campo
para el pariente. Es de suponer que, juntamente con esa adquisición, tendría que
ocuparse de Noemí, porque no es exactamente una compra (en el sentido moderno)
sino una redención. Responsabilizarse de un campo ofrece buenas perspectivas, porque
un campo rinde más que lo que hay que gastar en inversiones. Pero hacerse cargo de la
viuda es otra cosa y, seguramente, el pariente ya empieza a hacer sus cálculos.
Y él dijo: La redimiré (4:4)
El autor nos pone en vilo. Después de toda la tensión emocional de lo que ha
pasado, ahora parece que, a última hora, el matrimonio de Rut y Booz será frustrado.
No solo decide el pariente realizar la redención, sino que lo hace de una manera
enfática y contundente: “Yo, yo redimiré” (en traducción literal). Aquí tenemos otro
hermoso ejemplo del arte literario del autor.
Estas palabras, juntamente con el discurso del versículo 6, revelan mucho acerca del
egocentrismo del pariente cercano. Hasta este momento, él ha considerado que su
parentesco con Elimelec era demasiado lejano como para obligarlo a ayudar a las dos
viudas, pero ahora lo ve suficientemente cercano como para quedarse con la
propiedad.
Entonces Booz dijo: El día que compres el campo de manos de Noemí, debes
adquirir también a Rut la moabita, viuda del difunto… (4:5)
Booz ha reservado hasta aquí la información acerca de Rut. Hasta aquí, el pariente
cree que la redención implica la adquisición de unas tierras, quizás con ciertas
obligaciones en cuanto a Noemí, pero que ella es una mujer mayor, de demasiada edad
como para poder tener hijos herederos. Pero ahora veremos su reacción cuando sepa
que la redención no solo es una adquisición, sino también un compromiso y hasta un
sacrificio. Las dos viudas tienen derechos en las tierras y, por tanto, la adquisición de
estas representa un compromiso con ellas. En caso de redención, el pariente no podrá
“comprar la tierra de manos de Noemí” sin adquirir la obligación de cuidar de ella y
casarse con Rut.
… a fin de conservar el nombre del difunto en su heredad (4:5)
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El pariente no solo tendría que proveer para dos mujeres más dentro de su familia.
Hay otras consideraciones legales, y muy claramente son estas las que lo frenan en su
decisión de redimir el campo (cf. 4:6). Según la ley del levirato, como ya hemos dicho, el
primer hijo nacido del matrimonio de una viuda con su cuñado (o pariente cercano) se
consideraba hijo y heredero del difunto. En tal caso, al comprar el campo, el pariente no
podría hacerlo con la esperanza de que con el paso del tiempo llegara a formar parte
definitiva de la herencia de su propia familia, sino con la obligación de intentar proveer
un heredero para Mahlón. Si bien ese heredero sería hijo carnal del pariente, la ley y la
sociedad lo considerarían el hijo de Mahlón. Todo el esfuerzo, gasto y sacrificio del
pariente serían dirigidos, pues, a mantener el nombre y la descendencia de Mahlón, a
expensas de su propia familia.
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Para sellar un contrato de este tipo hubo una entrega de calzado, y se supone que la
sandalia luego servía en relación con el contrato pata lo mismo que, por ejemplo, el
anillo en una boda: como recordatorio y testimonio de su vigencia. En el trato social,
este tipo de gesto o símbolo tiene gran importancia, tanto hoy como entonces. Las
promesas verbales se difuminan con el tiempo, pero la sandalia queda como evidencia
incontrovertible. Posteriormente, el pariente no podrá negar la transferencia de sus
derechos a Booz.
El pariente más cercano dijo a Booz: Cómprala para ti. Y se quitó la sandalia (4:8)
El pariente se quita la sandalia y la da a Booz173 para sellar y ratificar el contrato, y
con él le entrega el derecho de casarse con Rut y redimir toda la herencia.
Por supuesto, esta ceremonia de la sandalia no es idéntica a la descrita en
Deuteronomio 25:7–10, si bien cabe la posibilidad de que sea una derivación de ella. En
el caso del incumplimiento inexcusable del deber del levirato, la sandalia le era quitada
al pariente en señal de vergüenza. Pero ahora, en el caso de renunciar al derecho de
levirato a favor de otro, el pariente mismo se quita la sandalia y la entrega al
interesado.
Es de observar que, a pesar de su renuncia, el pariente todavía es llamado go’el.
Entonces Booz dijo a los ancianos y a todo el pueblo: Vosotros sois testigos hoy…
(4:9)
Pero Booz todavía no está satisfecho. No quiere que haya malentendidos
posteriores. Por tanto remata el contrato mediante un discurso en el cual define con
toda claridad sus “cláusulas” e implicaciones.
Parece ser que ha ido en aumento el grupo de curiosos mientras han estado
hablando. Ahora, Booz no solo se dirige a los testigos (4:2) y a los que estaban allí (4:4),
sino a “todo el pueblo”. Todos ellos son testigos de lo ocurrido. Así lo entienden Booz
(aquí) y ellos mismos (4:11). Nada de lo que se ha dicho ha sido puesto por escrito; por
tanto, cualquier duda en el futuro dependerá de su testimonio.
… que he comprado de la mano de Noemí todo lo que pertenecía a Elimelec y todo
lo que pertenecía a Quelión y a Mahlón (4:9)
Las negociaciones habían empezado con la cuestión de la redención de
propiedades; así, pues, es lógico que Booz comience su resumen con lo mismo. No
solamente recibe la herencia de Mahlón, marido de Rut, sino también la de Quelión,
porque al haber muerto este sin hijos y al haber vuelto su viuda a Moab, no hay
herederos y todo revierte a los de Mahlón.
Nos sorprende el que Booz haya dicho antes (4:3) que la redención es de una parte
de las tierras de Elimelec, cuando ahora dice que ha adquirido toda la posesión de
Elimelec, Quelión y Mahlón. Pero, como ya hemos visto, la palabra “parte” no se refiere
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a la propiedad (“parte de las tierras de Elimelec”), sino a aquella parte del campo que
constituía la herencia de Elimelec (“la parte del campo común que era de Elimelec”).
… vosotros sois testigos hoy. Y todo el pueblo que estaban en el atrio, y los
ancianos, dijeron: Testigos somos (4:10–11)
Ya hemos visto la importancia de los testigos en aquel entonces (cf. 4:2). Al llegar
casi al final de la ceremonia, después de todas las aclaraciones del contrato y la
afirmación de compromisos, el interesado y los testigos pronuncian formulas que
ratifique la legalidad de la transacción: Vosotros sois testigos hoy (notemos que,
mediante este “hoy”, el autor nos recuerda que Booz ha cumplido las palabras de
Noemí en 3:18); Testigos somos (de hecho, en hebreo, esta segunda frase es una sola
palabra: ¡Testigos!). Es muy probable que fueran frases convencionales de la época.
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Haga el Señor a la mujer que entra en tu casa como a Raquel y a Lea, las cuales
edificaron la casa de Israel… (4:11)
La última parte de esta “ceremonia nupcial” consiste en una hermosa bendición
pronunciada sobre Booz por los ancianos. Estos no se conforman con sus funciones
legales, sino que asumen un papel espiritual al invocar esta bendición.
Naturalmente (a la luz de las preocupaciones anteriormente señaladas), lo que ellos
desean para Booz es que su esposa sea fértil y le dé muchos hijos. Tener muchos hijos
ofrecía seguridad de cara el futuro (pensemos en la tragedia que resultó para Noemí
perder a los suyos) y, por tanto, era considerado señal de bendición divina cuando la
familia era numerosa:
He aquí, don del Señor son los hijos… Bienaventurado el hombre que de ellos
tiene llena su aljaba (Salmo 127:3, 5; salmo compuesto para Salomón,
descendiente de Booz y Rut).
Es curioso, sin embargo, que los testigos mencionen precisamente a Raquel y Lea: si
volvemos a Génesis vemos que Jacob tuvo más hijos a través de sus criadas que a través
de ellas, y que Raquel precisamente tuvo gran dificultad para concebir (Génesis 29:31;
30:1–2, 22). Si bien es cierto que la experiencia de Raquel vino a confirmar para ella que
los hijos son un don de Dios, por otra parte es difícil imaginar que ella sea el buen
ejemplo de la fertilidad que los testigos deseaban.
Sin embargo, esta misma historia (Génesis 29–30) nos enseña que los hijos de las
criadas eran contados como hijos de las esposas. Raquel y Lea eran consideradas, pues,
las madres de hijos que nunca habían tenido. Ellas, con la ayuda de sus criadas,
edificaron la casa de Israel (el texto dice literalmente: las cuales entre ellas edificaron la
casa de Israel). ¡Lo seguro es que Jacob era padre de doce hijos y al menos de una hija,
y que sus esposas eran madres de toda la nación!
Aunque Lea era la hermana mayor, y a pesar de que los habitantes de Belén son
descendientes de Judá, hijo de Lea (Génesis 29:35), nombran a Raquel en primer lugar.
Seguramente esto refleja el hecho de que Raquel fue enterrada cerca de Belén (Génesis
35:19) y, por tanto, su memoria habrá sido especialmente notable en el pueblo.
… y que tú adquieras riquezas en Efrata y seas célebre en Belén (4:11)
Un nuevo paralelismo hebreo refuerza la elocuencia del discurso (cf. 2:12). Un
momento culminante como este merece un lenguaje poético. Los ancianos acaban de
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expresar su bendición para Rut; ahora hacen lo mismo para con Booz.
Es posible que detrás de sus palabras encontremos el mismo afán de linaje que
tanto ha movido a los protagonistas de nuestra historia, porque la “celebridad”, ya lo
hemos visto, queda garantizada por los hijos. Sin embargo, la bendición es mucho más
amplia que esto. “Adquirir riquezas”, como vimos en 2:1, es una frase que puede
denotar riqueza material, pero también la excelencia y prosperidad en cualquier esfera
de la vida. Los ancianos invocan, pues, sobre Booz el éxito en todo lo que emprende.
Algunos comentaristas matizan más y proponen que, debido al contexto, la invocación
de los ancianos tiene que ver con la fertilidad en el matrimonio.
Seas célebre en Belén ofrece ciertas dificultades. Rudolph propone que podría ser
traducido: “Seas llamado por nombre en Belén”; Campbell, en cambio, que sería mejor:
“Concedas un nombre (es decir, restaures el nombre de los difuntos al darles
descendencia) en Belén”. En el primer caso, el deseo de los ancianos es que, en
generaciones posteriores, los habitantes de Belén sigan hablando de Booz por sus
cualidades de carácter y por la manera en que el Señor le bendecía. En el segundo, que
el nombre de los difuntos se mantenga en la ciudad. En todo caso es una bendición que
recibió abundante cumplimiento.
Además, sea tu casa como la casa de Fares, el que Tamar dio a luz a Judá, por
medio de la descendencia que el Señor te dará de esta joven (4:12)
Y sucedió que al tiempo de dar [Tamar] a luz, he aquí, había mellizos en su
seno. Aconteció, además, que mientras daba a luz, uno de ellos sacó su mano, y
la partera la tomó y le ató un hilo escarlata a la mano, diciendo: Este salió
primero. Pero he aquí, sucedió que cuando él retiró su mano, su hermano salió.
Entonces ella dijo: ¡Qué brecha te has abierto! Por eso le pusieron por nombre
Fares. Después salió su hermano que tenía el hilo escarlata en la mano; y le
pusieron por nombre Zara (Génesis 38:27–30).
De entre todos los personajes de la historia de Israel que los ancianos podrían haber
mencionado, ¿por qué eligen a Fares? Seguramente por dos motivos. En primer lugar,
porque, en comparación con su hermano gemelo, Zara, Fares tuvo una descendencia
muy nutrida (cf. Números 26:20–22, que hace constatar el predominio de los faresitas);
en tiempos del éxodo, la tribu de Judá era la que tenía más varones con más de veinte
años de edad, con la sola excepción de la de José (cf. Números 1:27 en su contexto). En
segundo lugar, porque los hombres de Belén eran descendientes de Fares: si antes
(4:11) los ancianos han nombrado el caso de Jacob (Israel), ahora citan el caso de su
nieto.
Muchos siglos después, el apóstol Mateo incluyó los nombres de cuatro mujeres, y
solo cuatro, dentro de la genealogía de Jesús con la que abre su Evangelio. Lo que las
cuatro tienen en común es que, en cada caso, el niño al que dieron a luz fue concebido
en circunstancias anómalas. Rut es mencionada porque, siendo moabita, de una nación
maldecida por Dios, no podría haber sido incorporada en el pueblo de Israel si no fuera
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Notemos asimismo que los vecinos del pueblo emplean la frase “esta joven” para
referirse a Rut. Es la misma frase que vimos en el 2:5, en un pasaje que incluye varias
palabras parecidas que señalan la juventud de Rut, el mayordomo y los segadores, en
contraste con Booz. Aquí también quizás tenga el mismo efecto.
Con esta elaborada bendición, pues, los vecinos reúnen varios temas importantes
del libro. Al nombrar a Tamar y Judá, nos recuerdan otro caso bíblico de levirato. Al
nombrar a Raquel y pedir fecundidad, nos recuerdan que, en su primer matrimonio, Rut
no tuvo hijos, y que Booz ya no es joven.
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Pero ahora, ¿quién es el pariente-redentor? ¿Booz? Esperaríamos que fuera Booz; pero
no, la referencia es a Obed, al que Rut ha dado a luz (4:15). El niño recién nacido es el
redentor de Noemí. La idea es, por tanto, que Noemí va a encontrar su redención, con
toda su plenitud de bienestar, cuidado y provisión, en el hijo de Rut. Él es el nuevo
redentor de la familia. En el nivel humano, la figura que se alza como el redentor por
excelencia en el libro de Rut es Booz. Pero ahora se perfila una nueva manifestación: es
el hijo que va a nacer.
… que su nombre será célebre en Israel (4:14)
Este niño, Obed, no solo es importante por lo que ya es: un niño nacido casi por
milagro, fuera de toda esperanza; sino por lo que vendrá a ser. No sabemos si estas
palabras se cumplieron en vida de Obed mismo, porque nos falta información al
respecto; pero, desde luego, Obed llegó a ser de renombre para la historia universal por
ser antepasado de David (4:17).
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La palabra hebrea traducida como “de más valor” es otra de las palabras clave que
el autor ha empleado para sugerir asociaciones y dar cohesión a la narración. Es la
misma empleada por Noemí (2:22) cuando ha dicho que es bueno que Rut vaya con las
criadas de Booz. También ha indicado la finalidad de su búsqueda de un hogar para Rut,
para que le vaya bien (3:1). Es la palabra traducida como contento al referirse al corazón
de Booz después de comer y beber (3:7), y como mejor al hablar de la postrera bondad
de Rut (3:10). También es la exclamación bien empleada por Booz para indicar su
conformidad con la posible redención de Rut por parte del pariente cercano (3:13).
Pero lo más sorprendente de este capítulo es que, a partir del versículo 14, el
redentor de la historia cambia. Hasta aquí, la esperanza de Rut y Noemí ha estado fijada
en Booz. Pero ahora está en Obed. Para entender la redención en toda su plenitud, el
autor nos invita a considerar que el hijo levirático es el que restaurará verdaderamente
la casa de Elimelec. Obed es percibido como el hijo de Mahlón y nieto de Noemí.
El capítulo 1 nos ha contado cómo la descendencia de Elimelec fue cortada y cómo
Noemí se quedó sin parientes. Pero ahora Dios le ha provisto una nueva familia. La
anterior, adquirida en Moab, había fracasado; la nueva, la que Dios concede en su
misericordia, es la que vale.
En última instancia, la fuente de toda redención es el Padre eterno. El autor mismo
nos lo revela. Como en los capítulos anteriores, deja entrever constantemente la mano
fiel y salvadora de Dios en su narración, por medio de las aparentes casualidades de la
acción y de las bendiciones y comentarios de los protagonistas (4:1, 11, 12, 13, 14). Si
no fuera por Yahvé, no habría redención. Así, el texto responde para vindicar al Señor
ante las quejas de Noemí en 1:20–21. Hay momentos en la vida cuando parece que Dios
ha abandonado a sus siervos. Pero él es quien trae la solución a sus necesidades.
Ahora, el redentor que Dios ha provisto es Obed. Al llegar a este punto (4:14), las
mujeres de Belén se convierten en profetisas. El redentor aún no es más que un recién
nacido, pero ya ven la fortuna y el linaje de Noemí restaurados a través suyo: Bendito
sea el Señor que no te ha dejado hoy sin redentor; que su nombre sea célebre en Israel.
¿Acaso quiere el autor que veamos en sus palabras el anticipo de una mayor redención
que vendrá a todo Israel a través del hijo de este hijo, el rey David? ¿Y acaso podemos
los creyentes en Jesucristo dejar de entrever la esperanza de una redención aún mayor,
la cual vendrá a todas las naciones por medio del gran Hijo de David? La esperanza de
redención para Noemí se encuentra ahora en su regazo; la nuestra también se halla en
que un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado (Isaías 9:6).
EPÍLOGO
La genealogía hasta el rey David
Rut 4:18–22
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Si bien es cierto que la información de Crónicas es más amplia con respecto a las
primeras generaciones (de Judá a Ram) y a los hermanos de David, por lo demás hay
una coincidencia absoluta, de manera que no podemos saber si el autor de Rut utilizó la
información de Crónicas o viceversa, o si los dos libros utilizaron otra fuente.
Lo que sí parece seguro es que se han omitido varios nombres intermedios. Como
ocurre en muchas genealogías bíblicas, un “hijo” puede ser en realidad un bisnieto, y
este puede haber sido “engendrado” por quien era de hecho su tatarabuelo. Si
suponemos que los hijos de Jacob vivieron aproximadamente entre 1750 y 1650 a. C. y
que David comenzó a reinar en el 1010 a. C., vemos que esta genealogía pone solo diez
nombres para cubrir un período de más de seiscientos años. Por otra parte sabemos
por Mateo 1:5 que Salmón era el marido de Rahab y vivió, por tanto, en tiempos de la
entrada en la Tierra Prometida. La impresión que recibimos en Rut es que, ya en
tiempos de Booz, el “hijo” de Salmón, el pueblo de Israel estaba bien asentado en la
tierra, con derechos de herencia y posesión firmemente establecidos. Aunque nuestra
impresión podría ser equivocada, parece probable que ya han pasado varias
generaciones desde la conquista. De hecho, como hemos visto en el comentario a 1:1,
no hay nada en Rut que nos ayude a determinar en qué momento de los días en que
gobernaban los jueces ocurrieron los hechos aquí narrados.
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Así, los rabinos identifican a Booz con el Ibzán de Jueces 12:8–10. Este, según
Jueces, ciertamente vivió en Belén, como Booz, ¡pero nos sorprende saber que Booz
tuvo 30 hijos y 30 hijas!
… Booz engendró a Obed
¡Qué sencillas parecen ahora estas palabras, insertas en una genealogía! Si las
leyéramos en Crónicas (1 Crónicas 2:12) sin la información de Rut, no sospecharíamos
nada de la angustia y el drama humano que había detrás de ellas.
Aunque Obed nació, a efectos familiares y sociales, como hijo de Noemí y de
Mahlón, portador de su nombre y heredero de sus posesiones, sin embargo, a efectos
genealógicos, es sencillamente el hijo de Booz.
Bibliografía
Biblias
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Paso, Texas.
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• RV60: La Santa Biblia, versión de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, revisión de
1960. Sociedades Bíblicas Unidas.
• RV95: La Santa Biblia, versión de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, revisión de
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