Está en la página 1de 10

TEMA 10

EUROPA Y LA “GUERRA DE LOS 30 AÑOS”

LA PAX HISPÁNICA, 1598-1618

LA EUROPA DE LOS PACIFICADORES: LA BALANZA DE LAS POTENCIAS

Las guerras libradas


durante los últimos veinte años
del reinado de Felipe II habían
generado un importante desgaste
material, humano y financiero.
Esto va a propiciar una corriente
de opinión contraria cada vez
más influyente en España.
Primero debido a la crisis de
subsistencia y segundo a las
epidemias que afectaron a la
Península Ibérica a fines del siglo
XVI.

Con la llegada al trono de Felipe III se va a producir un periodo de conservación


y defensa de la monarquía en el que se va procurar retrasar el envejecimiento de ésta a
través de una política de pacificación y de quietud, ya iniciada con las paces con
Francia, 1598 y Inglaterra 1604, y la tregua con los Países Bajos 1609.
En estos momentos, España trata de diseñar una política exterior que actúe en
todos los problemas y conflictos que tenía pendientes. Aunque va a procurar emplear
los medios más convenientes de tal manera que se alcanzase una solución a través de
una política de efectos. Para evitar estos conflictos la Corona española va a concentrar
su iniciativa en empresas más concretas y sucesivas. Va a fomentar formas de
hostigamiento más rentables y menos costosas, entre ellas cabe destacar la importancia
que se va a dar al control del estrecho de Gibraltar y al fomento de escuadras para la
guerra en corso con holandeses e berberiscos, mientras la armada va a ser destinada a
acciones de prestigio alternativas debido a su elevado costo de mantenimiento.
En estos momentos se van a reforzar las relaciones en el seno de la dinastía de
los Habsburgo mediante los dobles matrimonios de Felipe III con Margarita de Austria
y de la infanta Isabel Clara Eugenia con el archiduque Alberto de Austria. Con estas
uniones se va intentar solucionar el problema de los Países Bajos, cuya soberanía será
cedida a estos últimos, aunque ya en la tregua de los doce años se tratara a las
Provincias Unidas como estados libres, quedaban pendientes la defensa del culto
católico en las provincias rebeldes y su expansión colonial. Se va a producir también un
cambio de estrategia hacia Inglaterra, abandonando la guerra naval y apoyando la
revuelta en Irlanda, lo que privó a las Provincias Unidas de su apoyo militar y
financiero.

1
DESAFÍOS A LA QUIETUD DE ITALIA Y CRISIS DE LA POLÍTICA DE PAZ
(1601-1617)

Debemos comenzar haciendo mención al tratado de Lyon, por el que se cedía la


Saboya francesa a cambio del marquesado de Saluzzo. Esto va a obligar a los
gobernantes españoles en Milán a prestar una mayor atención al delicado equilibrio de
poderes que existía en el norte de Italia para defender el llamado Camino Español, es
decir las comunicaciones terrestres con Flandes a través de los pasos alpinos suizos y
tiroleses.
Entre 1605 y 1607, la hegemonía española en Italia tuvo que hacer frente al
conflicto jurisdiccional declarado entre el papa Paulo V y la República de Venecia. La
Corona española quería garantizar con sus amplios recursos diplomáticos y militares la
observancia de la autoridad pontificia asegurando además la impermeabilidad de Italia
frente a la penetración de cualquier tipo de culto protestante. La desconfianza veneciana
hacia las intenciones de la monarquía hispánica y la interesada actitud conciliadora de
Enrique IV permitieron a Francia asumir un notable protagonismo de la última fase de
las negociaciones entre los distintos estados, suponiendo en la práctica una verdadera
“guerra fría “.
A partir de este momento se va a producir un periodo de recuperación del
esfuerzo invertido en la pacificación. La debilidad financiera contribuyó a impulsar
diversas medidas de desempeño de las rentas reales y de reforma de los gastos, pues
aunque se respetó el alto el fuego en Europa, continuaron las hostilidades con los
holandeses en América, Á frica y Asia. La diplomacia española logró evitar durante un
tiempo su implicación en la política y la religiosidad del agitado Sacro Imperio
Germánico, y firmó un tratado con Francia gracias a nuevos enlaces matrimoniales.
La Pax Hispánica permitía conciliar la defensa de la religión católica, la lucha
contra el infiel en el Mediterráneo, el mantenimiento del orden en Italia, la amistad con
Francia y la guarda del estrecho de Gibraltar. Pero los conflictos de sucesión en Italia
alteraron la quietud y la estrategia de paz se deterioró por la tibieza en intervenir
defendiendo a los aliados y por las deshonrosas condiciones que luego había que aceptar
para mantenerla.

LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS

LA GUERRA DE LAS GUERRAS: UNA INTERPRETACIÓN MÁ S GLOBAL

La historia política internacional ha concedido un protagonismo determinante a


la denominada Guerra de los Treinta Años, (término acuñado en 1667 por Samuel
Pufendorf en su obra De statu Imperii Germanicii), centrada en el conflicto que asoló el
Sacro Imperio entre 1618 y 1648.
El revisionismo histórico desarrollado principalmente a partir de la década de
1970 nos ofrece una interpretación más amplia de la compleja serie de conflictos
armados que sobrepasaron claramente los límites de ámbito constitucional y confesional
del Imperio. De hecho debe hablarse más bien de una gran guerra europea con
repercusiones y escenarios que se extienden a los demás continentes.
No obstante, la visión tradicional del conflicto ha interpretado este conflicto
como una de las últimas contiendas confesionales europeas libradas entre el
protestantismo internacional y la contrarreforma católica. Es cierto que la guerra tuvo

2
un factor confesional, pero éste solo era un instrumento al servicio de la política. A
pesar de este factor la guerra viene motivada por otras muchas razones:
1. problemas dinásticos y sucesorios
2. rivalidades hegemónicas
3. intereses económicos y estratégicos
4. la expansión territorial
5. inestabilidad de los estados tapón
6. control español de ciertas rutas comerciales
7. un acelerado rearme militar
8. existencia de hombres más ambiciosos y temerarios

En su origen fue una guerra alemana, surgió en Bohemia por los deseos del
Emperador de eliminar el protestantismo y transformar el Imperio en un estado
centralizado y católico. Los príncipes alemanes se sintieron amenazados y los
protestantes doblemente. Luego cuando expiró la Tregua de los Doce Años, entraron los
holandeses con sus intereses comerciales y estratégicos trayendo a España a la
contienda. Dinamarca y Suecia entran para apoyar a sus hermanos de fe y para limitar la
influencia de la Casa de Austria en sus fronteras, el mismo objetivo que tenía Francia,
eterna enemiga de dicha dinastía. El tema central del conflicto era, sin duda, la
preponderancia de la Casa de Austria en el mundo, aunque se superponen todos los
otros intereses y causas.
La acción militar y la diplomática interfieren entre sí, los diplomáticos
intervienen en el curso de la guerra porque muchas potencias, como Francia, tienen
intereses contrapuestos y les resulta tan peligroso perder como que sus aliados venzan
claramente. Además hay mediadores, como el Papa, Venecia y en un primer momento
Dinamarca, sin resultados claros.
La larga duración de la guerra explica la evolución sufrida por los ejércitos, que
primero son mercenarios con mediocre armamento reclutados por un empresario que se
contrata con dicho fin, por lo que se necesita una buena financiación para mantenerlos.
Estos soldados son muy variados en lenguas, credos y nacionalidades y su único vínculo
es su jefe, en ocasiones con intereses propios, cuando no son pagados recurren al pillaje
y su estrategia principal es demorar el enfrentamiento para evitar bajas. Luego, con la
intervención de Suecia, aparece un ejército nacional, tropas homogéneas animadas por
un mismo ideal, patria y religión, pagadas regularmente, bien armadas y disciplinadas
que arrasan. Este ejército si busca el enfrentamiento abierto para aprovechar su eficacia.
El conflicto acaba por el cansancio de los contendientes y lógicamente por las
dificultades financieras que había agravado al máximo la carga fiscal de sus respectivos
países. Su conclusión requirió de un nuevo sistema de conferencias de paz y creó un
nuevo orden en el mapa europeo.
Debemos decir que sin lugar a dudas la Guerra de los Treinta Años va a
constituir uno de los hitos más importantes de la crisis en que se verifica el triunfo de la
plena modernidad. Además, va a echar el cimiento de la política de la Europa moderna
hasta su reciente progreso de unificación.

LA DIVISIÓN CONFESIONAL DEL SACRO IMPERIO: UNA FRÁ GIL PAZ


ARMADA (1606-1617)

Con la paz de Augsburgo de 1555, Carlos IV puso al luteranismo al mismo nivel


que el catolicismo, reconocía la libertad religiosa a los príncipes, quienes podían elegir e
3
imponer la religión que profesaran a sus súbditos, debiendo éstos aceptarla o emigrar.
Pero el protestantismo, sobre todo el calvinismo siguió extendiéndose por el Imperio,
por ciudades-Estado como Bremen, el Palatinado, Bohemia y Hungría. En el statu quo
de Augsburgo entre católicos y luteranos no figuraba el calvinismo, por lo que éste
quiere romper el equilibrio de fuerzas. En el campo católico, a raíz del Concilio de
Trento emerge una combativa corriente antiprotestante encabezada por la Compañía de
Jesús, que reconquistarán para la Iglesia de Roma grandes extensiones del sur de
Alemania y de Centroeuropa.
Los príncipes luteranos se alinearon con Federico V del Palatinado en la Unión
Evangélica de 1608 con la finalidad de darse ayuda mutua en caso de agresión exterior
y recabaron apoyos de Inglaterra (Federico se casa con la hija de Jacobo I), las
Provincias Unidas y Dinamarca. Los católicos se unieron bajo el duque de Baviera por
el tratado de Munich de 1609, la polarización se extiende a todo el Imperio, incluyendo
las ciudades libres.
Además los Austrias tenían problemas internos por la sucesión del Imperio y el
reparto de los territorios patrimoniales, además de una guerra en Hungría y otra con los
turcos. Estos problemas se solucionan en 1606 reconociendo libertad de culto a los
húngaros y repartiendo entre Matías y Rodolfo las coronas.
En Bohemia, el emperador Rodolfo II concedió por la Carta de Majestad (1609)
una amplia libertad religiosa a los diversos cultos protestantes, con la condición de que
se unieran, lo que causó indignación en el campo católico. Le sucedió en el Imperio su
hermano Matías, y la elección como rey de romanos (sucesor al Imperio) de Fernando
de Estiria, su primo, discípulo de los jesuitas e intransigente con el protestantismo,
como había demostrado en sus Estados patrimoniales, causó gran inquietud entre los
reformados.
La confrontación religiosa que padecía el Sacro Imperio había obstaculizado, en
gran parte, el funcionamiento ordinario de sus instituciones comunes. La Dieta Imperial
(Reichstag), (que estaba compuesta por la Cámara de los príncipes electores, la Cámara
de los príncipes del Imperio y la Cámara de las ciudades imperiales) se convocaba por
iniciativa del emperador con el consentimiento de los seis electores restantes (Consejo
Electoral), pero sus procedimientos eran muy lentos y prácticamente llegaron a
paralizarse a partir de 1603 debido al bloque casi sistemático de sus votaciones. No
volvió a funcionar al completo hasta después de acabada la Guerra de los Treinta Años.
Para comprender el difícil equilibrio político y confesional que vivía el Sacro Imperio
en estas décadas, debemos recordar que la Cámara de los Príncipes Electores, integrada
por tres príncipes eclesiásticos católicos, tres príncipes protestantes y el rey de Bohemia,
quien detentaba también el título imperial, era la encargada de designar al emperador y
contaba con amplia iniciativa legislativa.

LA OFENSIVA CATÓLICA: HACIA UNA “PAX AUSTRIACA” (1618-1628)

Bohemia era una pieza clave en la seguridad y estabilidad de los Austrias,


garantizaba la supremacía del bando católico en la Dieta Imperial y la seguridad en la
frontera con los turcos. Además su rey disponía de voto en la Dieta e importantes
recursos financieros, por lo que su sucesión era un tema vital.
Ante la política antiprotestante del emperador Matías y de su heredero Fernando,
que contraviene la Carta de Majestad, los disidentes reformados y los católicos
nacionalistas bohemios convocaron una Dieta en Praga en la primavera de 1618 para
elevarle sus protestas. La negativa a cumplir con la ley provocó el incidente de la
4
defenestración de Martinitz y Slawata, emisarios imperiales, por una ventana del castillo
de Hradschin, entendiendo que son ellos los que se oponen y no el rey (defenestración
de Praga).
La rebelión tomó estado
público y se extendió a Moravia y el
Reino de Hungría. Los sublevados
llegaron a las puertas de Viena.
Mientras tanto, va a morir Matías y
es elegido como emperador el
archiduque Fernando II (en agosto
de 1619). Los rebeldes lo deponen y
eligen como rey de Bohemia al
calvinista Federico V, elector del
Palatinado y jefe de la Unión
Evangélica que acepta el puesto
aunque no es bien visto interna-
cionalmente.
El nuevo emperador contó con sus propias fuerzas pues tampoco tiene muchos
apoyos exteriores, pero recibe la ayuda del ejército de la Liga Católica, que
Maximiliano de Baviera puso a su servicio y la ayuda de asesores de España y luego del
gobernador de los Países Bajos. Federico V del Palatinado, en cambio, se ve privado del
apoyo de los protestantes no calvinistas y de la propia Unión Evangélica, que no quería
un enfrentamiento con la Casa de Austria, y de Inglaterra a quien la diplomacia
española mantuvo neutral. En consecuencia, el 8 de noviembre de 1620 en la batalla de
Montaña Blanca (en las afueras de Praga), la rebelión quedó aplastada y Federico huyó
de Bohemia.
Se inicia una dura represión contra Bohemia y Moravia implantando un
absolutismo patrimonialista y católico, con Tribunales para juzgar a los rebeldes, una
Nueva Constitución, pérdida de poder de los Estados Generales y en general una
germanización del país, un incremento de la presión fiscal y una campaña de
reconquista religiosa, aboliendo la Carta de Majestad y expulsando a los pastores
protestantes que son declarados proscritos. Fernando destierra al elector del Palatinado
del Imperio, sin consultar a la Dieta, le confisca los bienes que divide entre Baviera y
España, y cede su dignidad electoral a Maximiliano de Baviera. Federico se refugia en
las Provincias Unidas y pese a los intentos de su suegro de reconciliarlo con el
Emperador no se consigue.
Un hecho coetáneo con el período palatino es la finalización de la Tregua de los
Doce Años entre España y Holanda en 1621. Los holandeses, ante la preponderancia de
los Habsburgo en Alemania y las continuas pugnas en los ámbitos coloniales
hispanoportugueses, rompieron la tregua y dieron protección a los súbditos rebeldes del
Emperador.
El éxito católico es total, el Imperio está ahora en un equilibrio muy favorable
para la Casa de Austria y eso hará rearmarse y agruparse a sus enemigos.

EL PERIODO DANÉS (1625-1629)

La deposición de Federico y de sus derechos como príncipe elector tuvo gran


repercusión internacional, y su causa halló apoyo no sólo entre los holandeses, sino que
éstos, ante la ofensiva española, obtuvieron apoyo de Francia, Inglaterra y
5
especialmente Dinamarca, cuyo monarca, Cristian IV, se propuso reestablecer a
Federico en sus posesiones, a la vez que procuraba extender su influencia en Alemania
septentrional (ya era duque de Holstein) con la excusa de defender la causa protestante
y antes de que su rival Suecia se le adelantara. Así que penetró en territorio germánico
en junio de 1625 con el apoyo de Inglaterra, Holanda y las ciudades de la Hansa, la
llamada alianza de La Haya.
Sin embargo 1625 es un buen año para los católicos pues las tropas españolas
capitaneadas por Spínola emprendieron una brillante campaña en los Países Bajos,
obteniendo las victorias de Fleurs y Breda, donde fallece Mauricio de Orange. También
Inglaterra ha perdido a su rey Jacobo I.
En el campo católico,
los ejércitos eran los de Baviera
(mandado por Tilly), el espa-
ñol, y el ejército del Emperador
reclutado por Wallenstein,
gobernador militar de Praga
(noble checo convertido al
catolicismo en 1623 y enri-
quecido con las confiscaciones
en Bohemia), que con 25.000
hombres se dirigió al norte de
Alemania para luchar contra
Dinamarca y sus aliados
protestantes alemanes.
Los católicos ganan en
todos los frentes en 1626, en Dessau contra los protestantes alemanes y en Lutter contra
los daneses obligados a replegarse. La coordinación de los ejércitos imperiales y los de
Baviera permitió el acceso a Dinamarca, ocupando Jutlandia. Cristián IV no tuvo más
remedio que firmar el tratado de Lübeck (1629), por el que renunció a la adquisición de
obispados secularizados en la Alemania del Norte. Por este mismo tratado el duque de
Mechlemburgo fue exiliado y su ducado entregado a Wallenstein, el cual en 1628
cometió el error de sitiar el puerto de Stralsund en Pomerania, causando gran inquietud
en Suecia que interviene auxiliando al puerto.
La victoria sobre Dinamarca permite al emperador realizar una política de
sujeción del Imperio y de ofensiva contra el protestantismo. Se realizaron muchas
confiscaciones de tierras y surgió una nueva clase de terratenientes, como Wallenstein.
La otra gran medida antiprotestante fue el Edicto de Restitución que obligaba a devolver
las secularizaciones eclesiásticas hechas por el Imperio desde la paz de Augsburgo de
1555. Esta disposición perjudicaba en primer lugar a los protestantes, pero, al conceder
las tierras a miembros de la familia imperial, descontentó también a los príncipes
católicos.
Fernando II quiere extirpar el protestantismo del Imperio y transformar la
dignidad imperial en un poder monárquico absoluto y hereditario con el apoyo de los
Austrias españoles, lo que causa un gran malestar internacional. En la Dieta de
Regensburgo (1630), el duque de Baviera (animado por los agentes de Richelieu)
encabezó una protesta contra el Emperador, pidiendo el despido de Wallestein y la
reducción de su ejército, alegando abusos de sus tropas. Fernando cedió ante esas
demandas para asegurarse la elección de su hijo como Rey de Romanos; sin embargo,
una vez hecha la concesión, la Dieta no consistió en el nombramiento.
6
EL PERIODO SUECO Y LA CRISIS DEL BANDO IMPERIAL (1628-1634)

Una vez debilitada la posición del emperador, la diplomacia francesa explota el


descontento católico, firma una alianza defensiva con Baviera y como no puede
intervenir directamente en la guerra, busca un nuevo enemigo para los Austrias.
Richelieu, mediante una importante ayuda económica, acabó por convencer a Gustavo
Adolfo de Suecia para intervenir en el Imperio.
Las razones que motivaron esta intervención fueron de índole económica: pues
la expansión de Fernando II en la Europa del norte podía constituir un serio obstáculo a
la política sueca de predominio del Báltico. Además, motivos religiosos llevaron al
ferviente luterano Gustavo Adolfo a encabezar una cruzada evangélica a favor del
protestantismo alemán, sirviendo de cobertura propagandística para el intervencionismo
sueco. Disponía de un excelente ejército, bien armado y adiestrado y contaba con los
sustanciosos ingresos aduaneros del Sund.
Tras el tratado de
Barwalde (1631) por el que Luis
XIII de Francia otorgaba un
subsidio anual de un millón de
libras a Suecia, ésta se lanza
junto con Sajonia y Essen contra
las tropas de la Liga.
En 1631 vence a las
tropas imperiales en Breitenfeld,
el rey sueco Gustavo Adolfo pasa
a ser conocido como “el león del
Norte” y todos le temen, incluso
Francia que se ve obligada a
defender Lorena porque sus
ejércitos se aproximan.
Ante el peligro de la presencia de las tropas suecas en el sur de Alemania, el
emperador Fernando vuelve a llamar a Wallenstein, el cual atacó en Sajonia a Gustavo
Adolfo (batalla de Lützen 1632). La batalla aunque indecisa terminó con la muerte del
rey sueco y aunque su canciller Oxenstierra continuó la política del monarca con una
Liga germánica prosuela, su posición se ha debilitado y la coalición protestante se va
disolviendo.
En el campo católico Wallenstein no aprovecha la muerte de Gustavo Adolfo
para iniciar las negociaciones, por ello se le acusa de querer la corona de Bohemia, de
desobediencia al emperador y de traición, es destituido y finalmente asesinado por sus
oficiales (1634). Las tropas de Wallenstein, puestas ahora bajo la dirección imperial, se
unen a los ejércitos Bávaro y español bajo el mando del cardenal infante, don Fernando,
hermano de Felipe IV, y obtienen una aplastante victoria en Nordlingen sobre los
suecos (5 septiembre 1634).
En el Imperio parece llegar la paz, los aliados alemanes de los suecos anularon
sus alianzas y pactaron en Praga la paz con el emperador (1635), que busca la unión de
los alemanes ante cualquier intervención extranjera. Se abandona el edicto de
Restitución y se dejan las posiciones católicas y luteranas como estaban en la paz de
Augsburgo, se decreta una amnistía general y se prohíbe la existencia de Ligas y
ejércitos privados. Los príncipes alemanes quisieron elevar la paz de Praga a acuerdo
general ante los sufrimientos padecidos por Alemania, lograr la reconciliación nacional,
7
pero los intereses exteriores prolongarán el conflicto aún 13 años más, España y Francia
no están de acuerdo con el resultado.
Al final del conflicto Alemania había pasado de 16 a 10 millones de habitantes
(en 30 años), el despoblamiento y la destrucción son muy graves y se producirán
emigraciones masivas y grandes desigualdades entre los territorios. Además la
población sufrirá una conmoción moral, hay olas de inmoralidad, de brujería, se
produce lo que algunos autores llaman un “desmoronamiento espiritual”.

EL PERIODO FRANCÉS O DE LUCHA FRONTAL ENTRE ESPAÑA Y FRANCIA


(1635-1649)

La fase francesa de la guerra de los Treinta Años coincide con la plena


intervención española en este conflicto, aunque ésta fuera constante desde 1620. En
estos últimos trece años de la guerra, el conflicto se desplaza hacia el oeste. Francia se
enfrenta fundamentalmente con los Habsburgo de Madrid y las operaciones militares se
trasladan a las fronteras de los Pirineos y de los Países Bajos. En Alemania, los
franceses y suecos realizarán campañas sin mucha relevancia con la intención de ocupar
terreno, esperando una situación diplomática. Hay que decir que todo el apoyo español a
la causa católica está condicionado por su lucha contra los Países Bajos del norte y la
defensa de su imperio frente a la enemiga francesa, obsesionada por debilitar a los
Habsburgo.
En 1635, Francia declara la guerra a España contando como aliados con Saboya,
Mantua, Parma, algunos príncipes alemanes y principalmente Holanda. Consiguen
importante éxitos al abrir muchos frentes y potenciar también conflictos internos como
las rebeliones catalana y portuguesa. En esta misma década España realiza su último
gran esfuerzo por restablecer la ruta marítima a los Países Bajos, enfrentándose al poder
naval holandés. Este choque se saldará con la destrucción casi completa de la flota
española en los combates llamados de las Dunas (octubre 1639).
Los años 40
contemplan la derrota
prácticamente generaliza-
da de españoles e impe-
riales. En España la
sublevación de Cataluña y
su sometimiento a Luis
XIII permitió a Richelieu
apoderarse del Rosellón.
La campaña de Felipe IV
para recuperar Cataluña
en 1643 fracasa y la
batalla de Rocroi confir-
ma la superioridad militar
gala.

Portugal en diciembre de 1640 también se subleva y proclama rey al duque de


Braganza, con el título de Juan IV. El apoyo de Inglaterra, Francia, Dinamarca y Suecia
permitieron consolidar la independencia portuguesa, al vencer a los españoles en
Montijo (1644).

8
En 1641 el nuevo Emperador Fernando III se compromete a iniciar
negociaciones en Westfalia, el cansancio se generaliza en los contendientes, además
Richelieu muere en 1643 y aunque Mazarino continua su política se tendrá que
enfrentar a la Fronda. Los suecos en 1645 derrotan en Bohemia a las últimas fuerzas
imperiales y los protestantes consiguen invadir la Baviera católica, todos marchan sobre
Viena.

LA PAZ DE WESTFALIA (1648)

El período de la guerra de los Treinta Años y los otros conflictos con ella
interrelacionados, terminan a mediados del siglo XVII con una serie de tratados que se
firman en Westfalia (1648). En 1641 se abrió un congreso general para la paz en las dos
ciudades de Westfalia (Münster y Osnabrück) pero se sigue luchando, no convirtiéndose
en efectivas hasta 1644. El emperador Fernando III (1637-1657) más flexible que su
padre, cede a las exigencias franco-suecas de que asistan al congreso los diversos
estados del Imperio y que tengan capacidad negociadora no interferida por el
Emperador, con lo que se neutraliza todo el proceso de unificación imperial y
germánica.
Son dos sesiones
simultáneas pero separadas,
en las que nadie desea
pactar hablan e intentan
separar a los enemigos
mientras que siguen
buscando la victoria en el
campo de batalla. Cuando
los protestantes lo consigan
se aceptaran sus exigencias
y en 1648 se firman los
tratados de paz en Münster
entre el emperador y
Francia con los católicos y
en Osnabrück entre el
emperador y Suecia, con sus aliados protestantes.
Los tratados consagran importantes cambios territoriales:
- Francia obtuvo el arzobispado de Metz, Toul, Verdún y toda Alsacia excepto
Estrasburgo y Mulhouse y adquiere la preponderancia en la política europea.
- Suecia obtuvo la Pomerania occidental y los arzobispados de Bremen y Stettin.
También obtuvo el control sobre la desembocadura del Oder, Elba y Weser, más
una compensación económica y se convirtió en la principal potencia del Norte.
Ambas como vencedoras se convierten en las garantes de la “libertades
germánicas”.
- Baviera, adquirió voto en el Consejo Imperial de Electores.
- Brandemburgo (Prusia) obtuvo la soberania oriental y el arzobispado de
Magdeburgo.
- Suiza fue reconocida como nación completamente independiente.
- Provincias Unidas fueron reconocidas como estados libres, independientes y
soberanos en un tratado bilateral acordado en Münster. Además recibían ventajas
comerciales según el Tratado de Navegación y Comercio de 1650, la Monarquía
9
Hispánica renunciaba a su teórico exclusivismo en el continente americano al
reconocer a las Provincias Unidas el derecho a navegar y comerciar en aquellas
tierras que no estuvieran bajo control español. Y les ceden las colonias
portuguesas que ya había conquistado.
- En el interior del Imperio hay cambios y territoriales y políticos: Los dos
príncipes alemanes cuyos territorios fueron más devastados (el de Brandenburgo
y el de Mecklemburgo) son recompensados con obispados secularizados. El
Palatinado fue dividido en dos territorios: el Bajo Palatinado (Palatinado
renano): donde se restableció como Elector a Carlos Luis (hijo y heredero de
Federico V) (protestante); y el Alto Palatinado (católico) en manos del Elector-
Duque Maximiliano de Baviera. Se confirma el fracaso de las ambiciones
absolutistas y centralizadoras del Emperador, los príncipes ven aumentado su
poder. Se revoca el Edicto de Restitución y se confirman las cláusulas de
Augsburgo dando entrada a los calvinistas, permitiendo practicar cualquier culto
privadamente a los habitantes. Es una derrota de la Contrarreforma como
demuestra el hecho de que el Papa se negara a firmarlo. Se establecía el libre
comercio por el Rin, favoreciendo el control sueco de la costa.

Los tratados de Westfalia sancionan la secularización de la política internacional


y desarrollan un derecho público europeo basado en la soberanía de cada estado y en su
voluntad de convivir. Pero no lograron establecer una paz general pues proseguían las
guerras en el norte (donde no culminarían hasta los repartos de Polonia) y entre Francia
y España pues la Fronda ha debilitado las posiciones galas.
Además Inglaterra, tras su guerra civil, vuelve con Cromwell al panorama
internacional aliándose con Francia en 1655 y apoderándose de Jamaica, luego acabaran
entrando en Flandes a luchar con los españoles y tras estrepitosas derrotas en las Dunas,
Gravelinas…, España inicia las negociaciones de paz que darán lugar al Tratado de los
Pirineos de 1659.
En este tratado se delimitan con claridad las fronteras entre ambos territorios y
España le cede los condados catalanes transpirenáicos y posesiones en los Países Bajos,
a cambio Francia dejaría de apoyar a los portugueses y perdonaría a Condé (el líder de
la Fronda huido a los Países Bajos). Un acuerdo que se sella con un tratado matrimonial
decisivo en la historia de la Monarquía Hispánica, el de Luis XIV con la infanta María
Teresa.

10

También podría gustarte