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UNICATOLICA

DIPLOMADO ERE

MANUEL ANDRES CAICEDO


Aquí pretendemos sugerir un punto de contacto entre ciencia y religión desde la
perspectiva de La teoría evolutiva del conocimiento en relación con la categoría
religiosa de Misterio. La teoría evolutiva del conocimiento es una propuesta
epistemológica que integra los campos de la teoría evolutiva, las neurociencias y
la filosofía. Con su ayuda es posible situar la reflexión sobre la naturaleza del
conocimiento humano bajo la luz de la conciencia histórico-evolutiva. Esto podría
generar un puente entre ciencia y fe porque nos permite vislumbrar cómo es
posible la apertura humana a la dimensión mistérica una vez hayamos adquirido
una conciencia evolutiva y contingente de nuestra propia existencia.
La visión evolutiva expande nuestro sentido de Dios y nos hace tomar conciencia
de que el cuidado divino abraza el destino del universo en su conjunto. De aquí
surge que el ser humano no puede separar sus aspiraciones privadas de la suerte
que corra la creación entera. En tanto las religiones han creído en un universo
estático, han podido mantener una idea de destino individualista para el otro
mundo aparte de éste. La evolución, sin embargo, nos dice que estamos
relacionados con un universo más vasto y con una enorme historia de la vida en
un prolongado proceso por llegar-a-ser. El nuevo y fresco sentido de estar-juntos
con el cosmos provee a nuestra esperanza con unos nuevos y más amplios
horizontes. La evolución también brinda a nuestras vidas el sentido de ser
partícipes en el progresivo proceso de la historia de una creación cósmica.
El cristianismo se remite a lo que denomina “revelación” para comprender aquello
que cree. La revelación da a conocer la identidad de Dios y su plan de salvación
Eso constituye el núcleo de la visión cristiana de la realidad: el resto es relativo a
dicho núcleo. Por consiguiente, cualquier interpretación filosófica o teoría científica
es incorporable a una teología cristiana, en la medida en que no afecte ese núcleo
central de percepción que es su originalidad. 

La teoría evolutiva es una teoría –varias, en realidad– que intenta explicar un


conjunto de hechos de la realidad natural. En cuanto tal, tiene una metodología
precisa, dentro de la cual adquieren sentido sus afirmaciones. Tiene un núcleo
epistémico que es preciso determinar y distinguir de otras disciplinas que operan
con otros métodos y que formulan afirmaciones sobre objetos –muchas veces
comunes. En el caso de la/s teoría/s evolucionistas, es necesario no confundir su
núcleo epistémico con el de otros campos del saber (ciencias humanas, filosofía,
teología, arte) que incluso incorporan la visión evolutiva en sus propias
explicaciones. 

La distinción del núcleo epistemológico de la teoría evolutiva de sus repercusiones


meta-científicas es indispensable para evitar conflictos estériles. Lo que Stephen
Jay Gould señala para los ámbitos de la ciencia y la religión (“magisterios no
superpuestos”) ha de sostenerse para los diversos campos del saber cómo primer
principio metodológico: son magisterios paralelos, es decir, explican con autoridad
en el interior de sus campos metodológicos. Sólo en un segundo momento puede
intentar hacerse una integración. 
Aplicando esto al ámbito religioso y, en particular, a la fe bíblica, se puede afirmar
que el evolucionismo, una teoría explicativa del modo de desenvolverse la vida y
de la aparición de especies, en principio, no es contradictorio con la fe bíblica. Sin
embargo, la historia de este siglo y medio ha mostrado numerosos y persistentes
conflictos entre ambos. El mismo Charles Darwin los conoció y los vivió como un
conflicto de conciencia. 

¿Qué queda de la teología natural después de Darwin? 

La visión que las ciencias biológicas ofrecen de la vida no es para nada pacífica.
La pluralidad inmensa de individuos vegetales y animales procuran mantenerse en
su ser en medio de una lucha despiadada. La teoría de Darwin logró explicitar este
hecho a partir de la idea de la “lucha por las especies” o la “supervivencia del más
apto”. A pesar de su impactante belleza, ni los bosques son un remanso de paz, ni
los mares azules sólo un sorprendente reducto de biodiversidad, ni las montañas
un reflejo de lo absoluto: hay en cada uno de sus ecosistemas una furiosa
coexistencia determinada por la necesidad de alimento, de territorio y de
reproducción. 

De allí que cualquier referencia a la armonía de la naturaleza para remontarse


hacia su fuente divina primera debe contar con esta estructura “trágica” de la vida
sobre el planeta. Ni los argumentos platónicos acerca de la idea de la Belleza
suprema, ni los de Tomás de Aquino sobre el Bien primero, ni incluso los más
cercanos en la historia del deísmo acerca de un Dios relojero resultan
significativos hoy sin una confrontación con la forma cruenta en la que se presenta
la historia de los seres vivientes. El mismo Darwin, que se adhirió a la teología
natural de William Paley siendo joven, renunció a ella debido a su observación
empírica de la conducta de los animales. Algunos autores contemporáneos
describen esto con notable agudeza. Tal es el caso de Richard Dawkins, quien
rechaza la idea de un dios sádico, que se complace con este mecanismo perverso
de aniquilación recíproca de individuos y especies en pos de la supervivencia.
El hecho religioso y la violencia.
En todas las regiones de la tierra, y a lo largo de la historia, el hecho religioso ha
jugado un papel relevante e influyente en la vida social, cultural y política de los
pueblos. En todos los casos, contribuyendo a la configuración de sus formas de
vida en tanto que fuente de referentes éticos que contribuyeron, de forma decisiva
(sobre todo en el caso de las grandes tradiciones), a la formación de las comuni-
dades morales y a la cohesión vertebradora de las comunidades políticassustenta-
das en ellas.
En el conjunto de las que comparten credo, el mismo también ha contribuido al es-
tablecimiento de profundos rasgos de afinidad, entre ellas y entre sus particulares
culturas; como también fue, con demasiada frecuencia, signo de contradicción en-
tre las pertenecientes a tradiciones religiosas diferentes. Pero, en cualquiera de
los casos, las religiones han constituido, siempre, primordiales bases de parti-
da para el estudio y la discusión de las cuestiones fundamentales que emergen de
la entraña y giran en derredor del ser humano.
No se puede ignorar que, en el momento actual de la historia de Occidente, aun-
que la influencia de la cultura secularista sea la dominante, la concepción cristiana
de la vida continúa presente y actuante más allá de la mera herencia de un calen-
dario que acepta la práctica totalidad de la humanidad. Merece la pena recordar al
respecto que, tras las décadas posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial, en
las que la religión ya no parecía influir demasiado en el orden social si no, todo lo
más, de modo indirecto, e incluso cuando importantes sectores del catolicismo pa-
recían tentados por el atractivo de lo nuevo iluminado por las luces deslumbrantes
del míticoprogreso continuo del bienestar, gracias a la ciencia y a la tecnología,
cuando no caídos en la tentación del progresismo liberacionista de exportación
marxista, una vez superada la azarosa etapa del postconcilio, cualquier observa-
dor atento pudo constatar hasta qué punto la puesta al día de la Iglesia, el  aggior-
namento –objetivo último, se afirmaba, del Concilio Vaticano II- lejos de una adap-
tación doctrinal a los valores secularistas o de la complacencia en la crítica feroz a
la modernidad ejercida desde el pensamiento postmoderno latiente en Berkeley y
en la revuelta del Mayo francés, se tradujo en un renovado discurso que, frente al
racionalismo cientificista, al laicismo radical o al pensamiento débil, apostaba por
reivindicar y restablecer la convergencia en equilibrio cooperante de la fe y de la
razón –binomio motor de la civilización occidental- como base desde la que llevar
a cabo su auténtico propósito: la nueva evangelización de Europa y del resto del
Occidente de tradición cristiana.
Como recuerda Kepel (1995:13) –observador atento, ciertamente–, estos hechos
tuvieron, por aquellos años, significativos paralelismos en espacios culturales y re-
ligiosos, muy distantes, en los que se producían fenómenos reactivos similares
aunque, en ocasiones, de muy distinto signo: en el mundo protestante, donde el
poder del relativismo naturalista encontraba campo abonado para innovaciones
más que arriesgadas; en Israel, el renacimiento reactivo del judaísmo ortodoxo
frente al sionismo laico –fundador del Estado y con el control de sus resortes- que,
desde los años cincuenta, mantenía campañas de descrédito de los grupos y aso-
ciaciones jaredim; o, en el espacio cultural islámico, la escalada islamista que, tras
la ejecución, en 1966, del egipcio Sayid Qutb, y con el hito señero del derroca -
miento del Sha y la instauración de la República Islámica de Irán, ofrecía un abani-
co de tendencias en las que, junto a algunas luces de moderación y de tolerancia
como el desarrollo del islamismo turco, abundan las sombras de radicalidad, de in-
tolerancia y de violencia política y religiosa entre las que descuella la proyectada
por la violencia extrema del terrorismo de Al Qaeda y del Estado Islámico.
El telón de fondo del escenario sobre el que se desarrollan tales fenómenos es el
mismo: el daguerrotipo de la crisis de moral de civilización que, como afirma We-
igel (2006:51): “aún está presente hoy en día”. Y, en todos ellos, se evidencian
procesos de disgregación que sufren las sociedades carentes de un proyecto co-
mún que ilusione y aúne voluntades; la anomia que impide a los individuos y so-
ciedades orientar su conducta, y que sería producto de una razón que, tras la-
muerte de Dios, habría sido incapaz de generar valores de solidaridad ni referen-
tes éticos alternativos. Y es que, ante los ojos de todos ellos, el estado de crisis
reinante “revela la vacuidad de las seculares utopías liberal o marxista, cuya tra -
ducción concreta es, en Occidente, el egoísmo consumista; y en los países socia-
listas y el Tercer Mundo la gestión represiva de la penuria, en un marco de olvido
de la sociedad de los hombres” (Kepel, 1995:18).
Pero, a partir de este consenso básico, las diferencias entre los fines, las actitudes
y los medios a emplear en la labor de transformación de las sociedades, en algu -
nos casos, llegan a ser muy considerables en la curva de la tolerancia: desde la
reforma a la revolución, desde la moderación al radicalismo sectario, desde la ra-
zón al fanatismo homicida. Ahora bien, en cualquiera de los casos, la inmensa ma-
yoría de las iglesias, de los movimientos y de las organizaciones religiosas se en -
cuentran lejos de cualquier veleidad que, en clave política, pudiera impulsarlas a
disputar el poder al Estado o a intentar socavar su legitimidad de fondo. Y mucho
menos aún, en el ámbito de lo que entendemos por Occidente, de la práctica de la
violencia política y del terrorismo, salvo en el caso de minúsculas y marginales ex-
cepciones residuales del fanatismo religioso.
En el mundo islámico, aunque con manifestaciones mucho más numerosas y ex-
tensas, también es minoritario el asentimiento que logran las organizaciones que
se encuentran empeñadas en tal dirección, aunque haya sido en el seno del Islam
donde, al amparo de su visión totalizadora del mundo y de la vida, hayan surgido
orientaciones rigoristas que mantienen, hasta el fanatismo, “que el Islam es una
organización completa que engloba todos los aspectos de la vida”, tal como man -
tenía Al Banna (citado en Ramadán, 2000: 270), “una teoría universal e integrada
que abarca tanto el universo, como la vida y la humanidad (y que) atiende a sus
desarrollos, sus leyes, sus Estados, así como los modos de culto y de trabajo”
(Qutb, 2007:57).
Entre estas últimas se encuentran quienes, a la estela del pensamiento de Sayid
Qutb, consideran legítimo recurrir a la práctica de la violencia política e incluso del
terrorismo, persuadidos de que el Islam “no es una mera teoría o un cúmulo de
preceptos, si no que (también) es un método que aborda la realidad, y que pone
de relieve la necesidad, primera, de poner en pie la sociedad musulmana cuya
doctrina establece que no hay más dioses que Allah y que solo a Él pertenece la
soberanía (hakimiyya)”; y que sostienen, coherentemente, que “el yihad no ha sido
nunca un movimiento defensivo, según el pobre significado con el que se entiende
ahora” si no “una lucha para imponer la soberanía de Dios a todo el mundo, al indi-
viduo y a la sociedad en el plano de la vida cotidiana” 
Evolución y creación:
El propósito de este tema es darnos una pequeña introducción sobre la dicotomía
Creación/Evolución, la llamamos dicotomía porque a lo largo de este articulo trata-
remos de establecer que es necesario fijar posición de por cuál de las dos Teo-
rías nos inclinamos, pero no podemos escoger las dos, viendo la evolución en tér-
minos de Macro-evolución, es decir, Evolución de una planta o animal en otra
planta o animal con más o menos información Genética. Es necesario que mucha
gente se dé cuenta de esto, ya que, muchas personas que dicen ser creacionistas
apoyan la teoría de la evolución y viceversa, y esto lleva a una profunda contradic-
ción. La Creación y la Evolución son mutuamente excluyentes.
La Biblia hablando acerca de la creación de todas las cosas dice: "1En el princi-
pio creó Dios los cielos y la tierra. (Génesis 1:1).
Los Evolucionistas hablando acerca de la Evolución Dicen: "En el principio era
la materia, la cual engendró la amiba, la cual engendró la lombriz, la cual en-
gendró el anfibio, el cual engendró el mamífero primitivo, el cual engendró el
lémur, el cual engendró el mono, el cual engendró al hombre, el cual se ima-
ginó el concepto de Dios. Esta es la genealogía del hombre." Así dijo Charles
Smith, el difunto expresidente de la Asociación Americana Para El Avance Del
Ateísmo, en un folletito que él escribió titulado, "Godless Evolution" .
En la comparación hecha anteriormente observamos la diferencia entre ambas
afirmaciones, la Biblia parte del concepto de que Dios Creo los Cielos y la  Tierra,
en cambio la teoría de la evolución excluye de entrada la existencia de un ser su-
perior creador de todas las cosas y explica más bien la existencia de todas las co -
sas en base al desarrollo de seres más complejos a partir de otros menos comple-
jos.
En nuestras escuelas, y demás casas de estudio en los últimos años se quieren
dar por sentado que la Evolución no es una Teoría, sino un hecho científico com -
probado y rebajan a la categoría de ignorante o acientífico a todo aquel que discu-
ta sobre la veracidad de dicha Teoría. He aquí el peligro, si se enseña a las perso-
nas como cierto algo que no ha sido comprobado y que presenta muchas contra -
dicciones y que además se está constantemente reinventando, de manera de que
lo que antes se consideraba un hecho científico no discutible es modificado por
otra Teoría que hace de la anterior una mentira, las personas asumirán como ver-
dadero algo que hablando científicamente no lo es. Además la Teoría de la Evolu-
ción lleva los pensamientos y razonamiento en un camino contrario al del cristia-
nismo.
Permítanme dedicarle algunos párrafos a la explicación de la Teoría de la Evolu-
ción y a las contradicciones que presenta, incluyendo citas de autores Evolucionis-
tas, debido a que a los creacionistas se nos observa como acientíficos e incluso
anticientíficos me gustaría presentar algunos puntos interesantes a considerar so-
bre la Teoría General de la Evolución.
TEORIA DE LA EVOLUCIÓN.
La teoría moderna de la evolución fue elaborada por el científico británico Char-
les Darwin en su libro titulado: "Sobre el origen de las especies mediante la selec-
ción Natural" publicado en 1859 y dicho concepto ha sido mantenido con algunas
pequeñas modificaciones, por tanto la Teoría General de la Evolución se podría
definir así:
<<Toda la materia viviente como se conoce hoy día se originó por una fuente
original. De esta fuente espontáneamente producida, probablemente origi-
nándose en el agua oceánica primitiva de una combinación de ya existentes
moléculas y átomos, la vida comenzó--por eones de tiempo, los cambios en
esta forma de vida sucedieron en una manera progresiva. De la vida unicelu-
lar se originaron las más complicadas formas de vidas invertebradas, multi-
celulares, y de esas, la vida vertebrada. Finalmente, el hombre primitivo apa-
reció y evolucionó en la especie humana de la actualidad.>> Dr. G. A. Kerkut.
The Implications of Evolution ("Las Implicaciones de La Evolución,") (Pergamon
Press, 1960, London).
Ahora bien este concepto se parece en algo a la Teoría de la Creación, establece
que existió una Fuente Original, en el caso de la Creación esta fuente de materia y
energía fue creada por Dios, pero en la Evolución dicha fuente simplemente fue
producida espontáneamente, los científicos actuales consideran una ridiculez la
antigua Teoría de la Generación espontánea, sin embargo, esta teoría se encuen-
tra intrínsecamente incluida en la teoría General de la Evolución.
Hay tres ideas básicas que siempre se presentan: 1) La evolución de lo sencillo a
lo complejo y de lo inerte a lo vivo. 2) La evolución ha ocurrido en un periodo de
tiempo sumamente largo (~3.5 Giga-años). 3) La completa ausencia de inteligen-
cia en los eventos evolutivos (e.g., eventos puramente aleatorios, por chance, al
azar, sin ningún propósito, de probabilidades increíblemente bajas, o contradicto-
riamente conocidos como "procesosnaturales"- la palabra proceso es mal usada
en este caso ya que esta palabra en si misma encierra la idea de cierto grado de
orden en los eventos).
Como dijimos anteriormente la teoría de la Evolución se nos presenta hoy en día
como un hecho irrefutable, sin embargo la teoría de la evolución no se ha compro-
bado ni se puede comprobar. Un texto moderno universitario de biología lo pone
de la siguiente manera:
"Pruebas de que la teoría de la evolución es cierta, en el sentido riguroso de
una verificación o demostración experimental científica, es imposible por va-
rias razones. La razón más importante es que la evolución es un fenómeno
histórico."[1]
Ahora bien esta afirmación se debe a que la prueba científica se basa en la de-
mostración de que algo es un hecho mediante la repetición del mismo en presen -
cia de la persona que lo cuestiona, la Evolución en términos de Macro-Evolución
(que explicamos anteriormente) no puede ser reproducida en un laboratorio, la de-
fensa que argumentan los evolucionista es que esta ocurre tan lentamente que no
puede ser observada, pero esto no cambio el hecho de que simplemente no se
puede comprobar la Teoría de la Evolución. 
La mayoría de la gente piensa que la evolución ya ha sido probada científicamen-
te, sin embargo observamos que esto no es así, simplemente continúa siendo una
explicación inventada de cómo surgió la vida y sin embargo no ha encontrado la
forma de explicar cómo surgió la materia y la energía inicial, es decir, la fuente o la
causa primera.

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