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Que lo quemen todo

Rosa Montero
El País, 19-3-2023
Pureza y perfección son conceptos incompatibles con el ser humano. Somos criaturas
contradictorias y falibles, y la historia nos demuestra que aspirar a un bien absoluto ha sido el
origen de infinitas masacres. Y lo peor, lo incomprensible para mí, es que esa absurda tentación de
lo perfecto se enciende una y otra vez en el corazón de los humanos, convirtiendo a gente
bienintencionada y normal primero en necios y después en monstruos.

Ahora tenemos un ejemplo claro de todo esto con la censura extrema de lo políticamente correcto.
Es obvio que la lengua no es neutra. Un idioma es como la piel de una sociedad: refleja sus valores
y se adapta a sus cambios. Nuestras palabras están cargadas de juicios y prejuicios, y en una
sociedad en pleno cambio es lógico que los ciudadanos con valores distintos queramos limpiar el
relato de las barbaridades más reaccionarias. Detesto los chistes de violaciones y de mariquitas (…).
La voluntad de adecuar el lenguaje a la realidad me parece de perlas y estoy muy de acuerdo. Lo
malo es que corremos el riesgo de convertir esa reclamación plenamente legítima en un disparate
dogmático. Es increíble lo bien que nos las arreglamos los humanos para retorcer las ideas hasta
convertirlas en ideologías venenosas.

Los dos recientes escándalos de la reescritura de los libros del gran Roald Dahl (para quitar
términos como “gordo” o “feo”) y de las novelas de James Bond (para limpiarlas de racismo) han
puesto el asunto en el candelero. Es un intento de manipulación del pasado tan alucinante que no
entiendo cómo no se dan cuenta estos puritanos del agravio que todo eso supone para las víctimas.
Cojamos, por ejemplo, la autobiografía de Pablo Neruda Confieso que he vivido, en la que cuenta
con terrible ligereza e ínfulas poéticas cómo violó a una sirviente tamil. ¿Qué harían nuestros
nuevos censores con este material radiactivo? ¿Prohibir su publicación? ¿Quitar esa escena?
Cualquiera de las dos medidas supondría una nueva violación de la mujer tamil, al condenar su
sufrimiento a un terso e higienizado olvido. No; yo creo que hay que seguir publicando todo tal
cual, añadiendo en todo caso un prólogo informativo (y, en contenidos extremos como el de Neruda,
resaltando y reprobando el acto, para que no nos dejemos aturdir por la naturalidad con que lo
narra). La censura convierte el pasado en una mentira. (…)
Frenar el acoso escolar
Editorial de El País, 5-3-2023

El acoso escolar aparece involucrado en los tres intentos de suicidio que han conmovido a la
opinión pública en los últimos días. A la tragedia de Sallent (Barcelona) se añadió el intento de
suicidio de un chico de 15 años de La Ràpita (Tarragona) que sufría burlas y acoso a causa de su
leve autismo. Tanto el instituto de Sallent como las autoridades educativas catalanas negaron en un
primer momento que se hubiera producido el acoso escolar que después reconocieron. Y no era la
primera vez que ocurría. A mediados de febrero se supo también que el equipo directivo del IES La
Morería de Mislata (Valencia) había presentado la dimisión por la falta de recursos para afrontar los
15 procedimientos abiertos por conductas suicidas, autolesivas o violentas entre el alumnado.

Del debate que estos casos han suscitado emerge una evidencia clara: los centros educativos
están desbordados por los efectos de un malestar emocional que se traduce en un aumento de los
casos de bullying, autolesiones e intentos de suicidio. Cuando el porcentaje de alumnos con
problemas supera una cierta proporción, se altera por completo la dinámica escolar y resulta mucho
más difícil alcanzar los objetivos académicos. Pero ni los centros disponen de los recursos
psicopedagógicos para hacer frente a esta situación ni los servicios de salud mental intervienen con
la celeridad necesaria. La unidad creada en Cataluña para abordar el problema del bullying ha
gestionado desde que se creó a mediados de 2021 un total de 1.590 casos. En el curso 2021- 2022
intervino en 864 de los detectados y en lo que llevamos de curso son ya 430 más. Parecidos
incrementos observan otras fuentes y encuestas.

Siempre ha habido casos de acoso escolar, pero la situación se ha agravado después de la


pandemia. La diferencia con el pasado es que sus efectos son ahora más intensos y dañinos porque
se prolongan más allá del aula y el patio escolar. Las redes sociales lo convierten en una forma de
opresión envolvente y sin horario que persigue a la víctima día y noche. Es cierto que hoy existe
una mayor sensibilidad social frente al problema, pero también se da una mayor vulnerabilidad de
los adolescentes frente a este tipo de violencia. Muchos de los agresores son a su vez víctimas de un
malestar emocional que canalizan volcando su agresividad en quienes perciben con flancos débiles
o diferencias de cualquier tipo, desde las gafas hasta el color del pelo, la estatura o el peso.

Luchar contra el bullying requiere intervenir sobre los agresores con algo más que medidas
disciplinarias para identificar las causas de un malestar que distorsiona la convivencia y engendra
un dolor a menudo invisible hasta que estalla de forma irreversible. Pero también hay que actuar
sobre el tercer elemento del acoso, los testigos, entre los que con frecuencia opera una especie de
ley del silencio por miedo a convertirse también ellos en una nueva víctima del matón de patio o de
las redes. Uno de cada cuatro escolares reconoce haber asistido a casos de acoso en su aula. El
objetivo de lograr un clima de rechazo frontal a estas prácticas en los mismos institutos y escuelas
requiere la implicación no solo del profesorado, sino de todo el alumnado.

El fenómeno está alcanzando unas proporciones que requieren algo más que protocolos de
detección y directrices de actuación. Requiere formación específica del profesorado ante la
complejidad de situaciones que nunca son claras y pueden llevar a la estigmatización del acosado,
reforzar los servicios de salud mental para que den una respuesta rápida a las demandas de
intervención y, sobre todo, dotar de más recursos psicopedagógicos a todos los centros educativos.

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