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Ejemplo de ensayo científico sobre el

calentamiento global:
Ensayo sobre el calentamiento global.

Se entiende como calentamiento global el aumento de la temperatura


media de la Tierra en el tiempo. Esta temperatura ha ido en aumento a
partir de la Revolución Industrial, debido principalmente a las emisiones
de Dióxido de Carbono que la actividad industrial libera a la atmósfera.

Las altas concentraciones de este gas en la atmósfera terrestre  traen


como consecuencia un fenómeno llamado efecto invernadero. El Dióxido
de Carbono permite la entrada del calor proveniente del Sol a la
superficie terrestre, pero no deja que ese calor se disipe completamente
hacia el espacio exterior, manteniendo parte de él en la Tierra, su
acumulación trae consecuencias climatológicas muy graves para la vida
actual en el planeta a causa de los cambios climatológico que el aumento
de temperatura ocasiona.

Los gobiernos y la industria están conscientes del problema y empiezan 


a tomar medidas para abatirlo, sin embargo las acciones que están
tomando no son suficientes para revertir el daño. Y aunque es más lo
que se puede hacer, las inversiones que es necesario realizar hacen que
las soluciones de fondo tarden mucho tiempo en llevarse a cabo lo que
agrava el problema cada vez, ya que los beneficios que se pueden
obtener de cada medida realizada no tiene efectos inmediatos, sino que
deben de pasar muchos años para ver sus beneficios.

En conclusión tanto el gobierno como la industria y la sociedad, tienen


que ver que de no hacer algo inmediatamente para disminuir
considerablemente las emisiones de gases que ocasionan el efecto
invernadero y eliminar los que ya están en la atmósfera ocasionando el
problema climático que la humanidad está padeciendo, los problemas a
los que tenemos que enfrentarnos en unos pocos años serán de tal
gravedad que pueden ocasionar un gran daño económico y social.
Fuente: https://www.ejemplode.com/66-ensayos/2430-
ejemplo_de_ensayo_cientifico.html#ixzz7tvB5vs2l

Ensayo sobre el bullying


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Sobre la importancia de erradicar el bullying o acoso escolar de


nuestras sociedades
La palabra “bullying” —tomada en préstamo del inglés— ya no le es ajena a nadie:
ni a quienes lo sufrieron antes, con otros nombres, o inclusive sin ellos, ni a
quienes hoy en día dedican sus esfuerzos a erradicarlo. Se trata de un fenómeno
vergonzosamente común en nuestras sociedades modernas, a pesar de que sus
efectos en la psique individual y colectiva sean terribles, como ocurre con casi
toda forma de violencia.

El bullying o acoso escolar, si hace falta definirlo, es una conducta sostenida e


implacable de agresión hacia un individuo o un pequeño conjunto de ellos, que
ocurre en el ámbito de la escuela. Sus manifestaciones pueden ser muy diversas:
palizas, insultos y humillaciones constantes, el fomento del desprecio grupal, el
robo o la destrucción de útiles escolares, la “ley del hielo” (exclusión social
selectiva), e incluso el abuso sexual.

Sean cuales sean los límites personales que cruzan estas conductas tóxicas
escolares, tienen siempre en común la crueldad y el sometimiento implacable de
los débiles y la erradicación de las nociones de solidaridad, de tolerancia y
de respeto que, en teoría, la escuela se esfuerza por promover.

Las víctimas de esta conducta matonil (que en ocasiones puede bordear la


delincuencia y lo psicopático) experimentan en distinto grado una situación de
vulnerabilidad, indefensión y chantaje emocional durante una etapa clave de la
formación de la psique y la personalidad: la mayoría de los casos de abuso
escolar se dan alrededor de la adolescencia, una etapa en que la socialización es
continua y necesaria. Sus consecuencias, por lo tanto, no deben ser
subestimadas.

Las cuotas de rabia y frustración que estas situaciones instalan en sus víctimas
buscan eventualmente algún tipo de salida, y sirven normalmente de combustible
a nuevos ciclos de agresión: contra terceros (pasando de víctima a victimario) o
contra uno mismo.

La destrucción de la autoestima, el fomento de conductas suicidas o incluso


el estrés post-traumático son consecuencias comunes de la exposición reiterada al
acoso escolar y, en los mejores casos, requieren de trabajo psicoterapéutico
durante la adolescencia o la adultez.

Pero no son solamente las víctimas directas las afectadas por el acoso escolar. La
impunidad con que estas conductas se llevan a cabo refuerzan en el grupo la idea
de que la violencia es un mecanismo válido para lidiar con los demás, así como la
inoperancia e inutilidad de la ley, de las instituciones y de la solidaridad.
Envenenan, en fin, contra los fundamentos mismos de la democracia y la paz
social.

¿Por qué ocurre el bullying?

El bullying es un fenómeno tóxico, nocivo, pero también un síntoma de males


previos, especialmente en el hogar y en la vida íntima de quienes lo perpetran, o
sea, de los bullys o abusivos. Estos últimos no necesariamente presentan algún
tipo de patología mental, pero comúnmente son víctimas de abuso en el hogar, de
familias carentes de afecto y, en muchos casos, padecen de falta de empatía y
distorsión cognitiva.

Es frecuente hallar entre ellos a víctimas de abuso sexual, hijos de hogares


violentos o, simplemente, a jóvenes ávidos de llamar la atención de los padres,
cosa que hacen a través de las autoridades escolares, mediante conductas
hostiles y en el colegio.

Esto significa que no es fácil atajar de raíz las causas del bullying, ya que el propio
abusivo requiere de atención psicológica y orientación social. Pero si algo está
claro, es que una institucionalidad escolar presente (o sea, autoridades
involucradas en el proceso educativo, y no simples “cuidadores” del edificio) y
unas correctas dinámicas de comunicación entre el alumnado y los adultos, son
clave para detectar estas conductas y enfrentarlas prontamente, sin darles chance
de convertirse en problemas más graves. Bajo ningún caso se las debe normalizar
o asumir a la ligera.
Otros mecanismos útiles son la visibilización del bullying y su abordaje en las
propias dinámicas de clase: suele existir una presión grupal en contra del abuso, y
no a favor de él. Se trata, en conclusión, de un fenómeno que requiere el
compromiso del grupo y que no debe desestimarse con facilidad ni atribuirse, en
un perverso mecanismo de culpabilización, de la víctima, a la falta de respuestas
agresivas de la víctima.

Fuente: https://www.ejemplos.co/ensayo-sobre-el-bullying/#ixzz7tvG04jRT

Ensayo literario Verdad y Vida, de Miguel de Unamuno

Primero la verdad en la vida.

Ha sido mi convicción de siempre, más arraigada y más corroborada en mí cuanto más


tiempo pasa, la de que la suprema virtud de un hombre debe ser la sinceridad. El vicio
más feo es la mentira, y sus derivaciones y disfraces, la hipocresía y la exageración.
Preferiría el cínico al hipócrita, si es que aquél no fuese algo de éste.

Abrigo la profunda creencia de que si todos dijésemos siempre y en cada caso la verdad,
la desnuda verdad, al principio amenazaría hacerse inhabitable la Tierra, pero
acabaríamos pronto por entendernos como hoy no nos entendemos. Si todos, pudiendo
asomarnos al brocal de las conciencias ajenas, nos viéramos desnudas las almas,
nuestras rencillas y reconcomios todos fundiríanse en una inmensa piedad mutua.
Veríamos las negruras del que tenemos por santo, pero también las blancuras de aquel a
quien estimamos un malvado.

Y no basta no mentir, como el octavo mandamiento de la ley de Dios nos ordena, sino
que es preciso, además, decir la verdad, lo cual no es del todo lo mismo. Pues el progreso
de la vida espiritual consiste en pasar de los preceptos negativos a los positivos. El que
no mata, ni fornica, ni hurta, ni miente, posee una honradez puramente negativa y no
por ello va camino de santo. No basta no matar, es preciso acrecentar y mejorar las
vidas ajenas; no basta no fornicar, sino que hay que irradiar pureza de sentimiento; ni
basta no hurtar, debiéndose acrecentar y mejorar el bienestar y la fortuna pública y las
de los demás; ni tampoco basta no mentir, sino decir la verdad.

Hay ahora otra cosa que observar—y con esto a la vez contesto a maliciosas
insinuaciones de algún otro espontáneo y para mí desconocido corresponsal de esos
pagos—, y es que como hay muchas, muchísimas más verdades por decir que tiempo y
ocasiones para decirlas, no podemos entregarnos a decir aquellas que tales o cuales
sujetos quisieran dijésemos, sino aquellas otras que nosotros juzgamos de más momento
o de mejor ocasión. Y es que siempre que alguien nos arguye diciéndonos por qué no
proclamamos tales o cuales verdades, podemos contestarle que si así como él quiere
hiciéramos, no podríamos proclamar tales otras que proclamamos. Y no pocas veces
ocurre también que lo que ellos tienen por verdad y suponen que nosotros por tal la
tenemos también, no es así.

Y he de decir aquí, por vía de paréntesis, a ese malicioso corresponsal, que si bien no
estimo poeta al escritor a quien él quiere que fustigue nombrándole, tampoco tengo por
tal al otro que él admira y supone, equivocándose, que yo debo admirar. Porque si el
uno no hace sino revestir con una forma abigarrada y un traje lleno de perendengues y
flecos y alamares un maniquí sin vida, el otro dice, sí, algunas veces cosas sustanciosas y
de brío —entre muchas patochadas— pero cosas poco o nada poéticas, y, sobre todo, las
dice de un modo deplorable, en parte por el empeño de sujetarlas a rima, que se le
resiste. Y de esto le hablaré más por extenso en una correspondencia que titularé: Ni lo
uno ni lo otro.

Y volviendo a mi tema presente, como creo haber dicho lo bastante sobre lo de buscar la
verdad en la vida, paso a lo otro, de buscar la vida en la verdad.

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