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Una introducción
Dirección de currícula
Helena Alderoqui
Diseño gráfico
Lucía Fattorini
Diseño de Tapa
Nahuel Padrevecchi
Las escuelas de enseñanza media de la Ciudad de Buenos Aires tienen un objetivo claro y un
marco privilegiado. Su objetivo es constituirse como un puente tendido entre los jóvenes y la cultura,
poniendo a su disposición saberes y experiencias relevantes para su formación como personas y
ciudadanos. El marco privilegiado es su inserción en una de las capitales más importantes en cuanto a
producción cultural de Latinoamérica. Tamaña riqueza es a la vez una ventaja y una obligación para
con la escuela y las demás instituciones. Los artistas, las instituciones que los agrupan, aquellas que
los subsidian y sus políticas de difusión no deberían estar ni están al margen de la necesidad de que
la escuela sea un puente entre ellos y las nuevas generaciones, puente que no debe quedar librado a
las bondades del mercado.
Ya no es tema de discusión que la cultura no es un conjunto de bienes de consumo ni un
adorno de determinadas clases sociales, sino una oportunidad de crecimiento, disfrute,
confrontación con otras formas de ver el mundo y una interpelación a cada uno como sujeto. Por eso,
este material pedagógico es una caja de herramientas para posibilitarle al docente esa vinculación
entre el teatro, la danza y el cine, y los jóvenes y adolescentes de la Ciudad, teniendo en cuenta no
sólo los códigos estéticos de análisis y de producción sino también cómo se están desarrollando en
Buenos Aires en el momento presente en que este material llega a imprenta.
Creemos, y ese es el espíritu de nuestro Programa, que si un solo adolescente o joven de
nuestras escuelas llega a adulto sin haber tenido acceso a una sala de teatro o danza independiente o
a ver cine del mundo (no sólo de la industria), no es sólo una enorme pérdida para ese joven sino
también para los artistas, y para la escuela, en su posibilidad de abrirle las puertas al mundo.
Por esto, más allá de los objetivos curriculares y de aquellos específicos para cada disciplina o
espectáculo, queremos que nuestros alumnos y alumnas:
• Desarrollen su sensibilidad en relación con las expresiones culturales de la actualidad
• Dispongan de herramientas técnicas para el análisis y el disfrute del teatro, el cine o la danza
• Valoren los espectáculos de teatro, danza y cine como vía de conocimiento del campo
cultural presente
• Amplíen el horizonte de experiencias estéticas para apreciar los bienes culturales que ofrece
la ciudad de Buenos Aires
• Aprecien diferentes puestas en escena y reconozcan la diversidad de espacios en los que
tienen lugar las representaciones artísticas
• Se acerquen al trabajo profesional del teatro, la danza y el cine a partir del encuentro e
intercambio con los actores y directores que realizan los espectáculos a los cuales asisten o los
especialistas y críticos cinematográficos.
Este manual de consulta interdisciplinario, junto a los cuadernillos didácticos específicos de
cada película o espectáculo, constituyen un material elaborado para facilitarle al docente su tarea en
el día a día, con la expectativa de que sume sus objetivos a los de este programa y entusiasme a sus
alumnos para incluir al teatro, la danza y el cine en el menú de sus opciones, además de las ya
conocidas.
La elección de abordar el teatro, el cine y la danza a partir de conceptos como narración, lugar
y espacio, cuerpo, sonido y palabra o modos de producción tiene que ver, por un lado, con la
propuesta de que los destinatarios finales (docentes y alumnos) no se acerquen sólo a una de las
opciones del programa, sino a todas ellas, de tal manera que puedan aceitar mecanismos de análisis
de estos tres medios con soltura. Y por el otro, con características específicas de las formas en que
sus expresiones se presentan en nuestra ciudad.
Aprovechamos para agradecer especialmente los aportes de los docentes que participan del
Programa y nos ayudan en la tarea cotidiana de pensar nuestro trabajo, actualizarlo y ajustarlo para
estar a la altura de los desafíos de todos los días.
El espectador en su sal(s)a.
1. La narración
1.1 La narración en el teatro
1.2 La narración en la danza
1.3 La narración en el cine
2. Lugar y espacio
2.1 Lugar y lugares del teatro
2.2 El espacio teatral
2.3 Lugar y lugares de la danza
2.4 El espacio en la danza
2.5 Lugar y lugares del cine
2.6 El espacio en el cine
3. El cuerpo
3.1 El cuerpo en el teatro
3.2 El cuerpo en la danza
3.3 El cuerpo en el cine
4. Sonido y palabra
4.1 Sonido y palabra en el teatro
4.2 Sonido y palabra en la danza
4.3 Sonido y palabra en el cine
5. Modos de producción
5.1 Modos de producción del teatro
5.2 Modos de producción de la danza
5.3 Modos de producción del cine
El trabajo del espectador.
El espectador en su sal(s)a
OBJETO
ESPECTÁCULO ESPECTADOR
ESTÉTICO
estímulos sensoriales
(imágenes, sonidos)
SALA
SOCIEDAD: espacio común de sentido
Desde ya, esto no implica que cada espectador vea «una película totalmente distinta». En
tanto las conciencias humanas individuales son el producto de una sociedad determinada, en un
momento específico de su historia, debemos asumir que en términos generales gran parte de la
interpretación que se dará al espectáculo estará socialmente construida (de hecho, los artistas-
productores se apoyan en esos sentidos «comunes» para organizar sus espectáculos). Esto no quita,
sin embargo, que cada espectador pueda tener reacciones no sólo racionales sino ante todo
emotivas distintas. La sala como espacio oscuro, en silencio, donde los presentes no conversan entre
sí, es un componente fundamental del dispositivo, que favorece la conexión sensorial y emotiva con
el espectáculo.
Esta relación tan particular, desde luego, no es natural, sino plenamente histórica, y guarda
estrecha relación con la noción de individuo surgida en la modernidad (al igual que la aparición de la
perspectiva en las artes plásticas y la consolidación de la novela en la literatura). Durante la
Antigüedad y la Edad Media, por ejemplo, el teatro conoce otros dispositivos, por lo general de
orden colectivo, más orientados hacia el aspecto ritual. Desde ya, durante el siglo XX algunos artistas
tratarán de recuperar esos modos de funcionamiento anteriores, pero en términos generales el
teatro moderno adopta un dispositivo espectacular, mientras que la danza y el cine surgen, cada uno
a su tiempo, ya en el marco del mismo.
En el futuro próximo, es posible que este dispositivo mute drásticamente: la televisión y los
nuevos medios de información, en particular Internet, proponen, a diferencia del espectador
comprometido emocionalmente, un usuario que, si bien gana libertad de acción frente a los
contenidos, por ello mismo guarda una distancia mayor respecto de aquello que se le presenta, a la
espera de ser satisfecho por un objeto que parece no necesitarlo para existir. De momento, cine,
teatro y danza comparten el dispositivo espectacular; conocer sus códigos es fundamental para
poder «entrar en el juego» y disfrutar de la experiencia que proponen.
Justamente porque el lugar que guardan para el espectador no es natural sino histórico y
socialmente constituido, es necesario apostar a la formación de espectadores, en un sentido no
ortopédico (que corrija un modo «defectuoso» de hacerlo) sino estimulante, que posibilite a los y las
jóvenes el acceso a bienes culturales que de otra manera no formarían parte de su horizonte de
expectativas. Como viene mostrando la experiencia, facilitar espectáculos gratuitos no basta, no
garantiza la extensión de los consumos culturales y la inclusión de los diversos sectores sociales. El
Programa Formación de Espectadores cree que es necesaria una acción que vuelva a socializar las
disposiciones y habilidades necesarias para que los y las jóvenes puedan constituirse como
espectadores (es decir, no sólo acceder a la producción cultural sino también entender un
espectáculo con mayor profundidad y riqueza, siendo capaces de relacionarse emocionalmente con
él), en un proceso indudablemente solidario a la construcción de ciudadanía.
1. LA NARRACIÓN
El espectáculo se presenta ante quien lo mira en un espacio de duración determinado. Es
trabajo del espectador, como parte de la construcción del objeto estético, establecer el sentido de
aquello que se despliega ante sus ojos (aún si ese sentido puede ser, como ocurre en buena parte de
las manifestaciones artísticas del siglo XX, «el sin-sentido», «la falta de sentido» o «la muerte del
sentido»). Por lo general, para facilitar esta tarea, los espectáculos ofrecen un «hilo», algo que
facilita en cierta medida la reconstrucción.
Otra vez en términos generales, más allá de las discusiones específicas (en particular en el
ámbito de la danza, como se verá más adelante) y de propuestas contemporáneas, los espectáculos
comparten un milenario sistema de organización de sus contenidos: la narración. Considerada por
muchos la forma más antigua de organizar el conocimiento, la narración se remonta al pasado oral.
Desde tiempos inmemoriales, los hombres y mujeres se «cuentan cosas»; vale decir, transmiten
experiencias (personales o de terceros) por medio de relatos, a los que podemos describir, más allá
de su complejidad, como series organizadas de hechos.
La temporalidad propia del espectáculo lleva al espectador a establecer relaciones temporales
(antes-después) y causales (causa-consecuencia) entre los hechos que el relato le presenta. Un
ejemplo nos permite hacer más comprensible este funcionamiento:
Una mujer vestida de viuda estaba llorando frente a una tumba.
«No sufra, señora», le dijo un hombre que pasaba. «Seguramente habrá otro hombre, además
de su marido, capaz de hacerla feliz».
«Había», sollozó, «pero esta es su tumba».
Como resulta fácil advertir, ante la escena (una viuda junto a una tumba), el forastero
compasivo (vale decir, el espectador) establece una relación automática (llora ante la tumba de su
marido) que hace posible el chiste. Del mismo modo, muchas veces el espectáculo busca «confundir»
al espectador, llevándolo a establecer inferencias que finalmente resultan erradas. Esto es posible, en
términos generales, porque el relato (sea un cuento, una película, una obra de teatro o una novela)
presenta una determinada organización de la historia (la sucesión desnuda de los hechos). De allí
que una película, una obra de teatro o un ballet pueda alterar el orden de los hechos, comenzando
por ejemplo por el fin de la historia y luego retroceder en el tiempo para contar lo ocurrido, o bien
dar mucha más duración a algunos hechos que a otros, e incluso saltearse algunos hechos que
considera irrelevantes.
Ahora bien, en términos estrictos, no hay historia si no hay narración. Para convertirse en una
historia, una unidad de sentido, la sucesión de hechos necesita de una organización (la trama) que
convierta la relación entre ellos en un encadenamiento de causas y consecuencias. Esta tarea de
vincular los hechos de manera causal, de otorgarles un sentido específico, no puede hacerse si no es
tomando una perspectiva respecto de lo que se cuenta, una distancia que permita evaluar e
interpretar los hechos. Todo relato supone, entonces, una perspectiva, un lugar desde el que se
cuenta, organiza y da sentido a la sucesión de hechos: el espacio del narrador.
Es importante señalar que el narrador no se confunde con el escritor, el autor, el director de
cine, teatro o ballet. Éstos son personas que trabajan en la organización del relato, pero cuando
alguien lee el texto o mira el espectáculo, su presencia se borra, se desdibuja, y el lector o
espectador se encuentra entonces frente a una fuente de enunciación, el narrador, que está
construida dentro del relato. El caso es muy claro en la literatura, cuando nos encontramos por
ejemplo un cuento o novela en primera persona: ese que dice «yo» en el texto y nos cuenta la
historia desde el interior del relato no se confunde con el escritor. En el caso de los espectáculos, en
verdad, la situación del narrador es menos explícita, a tal punto que han existido debates sobre la
posibilidad de considerarlos sistemas narrativos o no. No obstante, resulta indudable que muchos de
ellos se configuran a partir de la narración, y que el espectador tiende a relacionar el relato con un
narrador, una conciencia que organiza el sentido (de allí que, muchas veces, a la hora de comentar lo
que ha visto, el espectador se vea obligado a recurrir a la figura del director como fuente de
enunciación del relato: «el director quiso que la historia nos hiciese pensar que…»).
La narración plantea con el espectador un pacto ficcional, en virtud del cual el espectador
acepta que lo que se le cuenta en el espectáculo son hechos imaginarios pero no son mentiras, vale
decir, da por sobreentendido que aquello que se le cuenta ha sucedido en algún espacio y por ende
está sujeto a un código de lo posible y lo no posible, al que se llama verosímil. Así, por ejemplo, el
espectador aceptará que en un espectáculo basado en cuentos de hadas los animales hablen y exista
la magia, pero no aceptará –por el contrario– la presencia de armas de fuego (que sí le resultaran
aceptables, verosímiles, en otros espectáculos) o de explicaciones racionales. Como puede
apreciarse, lo verosímil está sujeto, en gran medida, al género de espectáculo que se presente, pero
también a su lógica interna (cada pacto ficcional establece sus propias «reglas de juego») e incluso a
la relación de lo planteado con la opinión pública y los sistemas ideológicos hegemónicos. En tal
sentido, de hecho, algunos especialistas consideran que el verosímil constituye una forma de
censura, puesto que restringe el número de posibilidades imaginarias, así como hay teatristas,
coreógrafos y cineastas que deciden, por este mismo motivo, trabajar intencionalmente en contra
del verosímil.
SINTETIZANDO
Muchos espectáculos organizan sus contenidos a partir de la narración. Esta supone un conjunto de
hechos (la historia), organizado en una determinada sucesión (la trama) que resulta coherente y
significativa en el marco de la organización (el relato) que alguien exterior a nosotros (el narrador)
nos presenta, en el contexto de un pacto ficcional que establece sus propias condiciones de
verosimilitud. Como podrá verse, esto adquiere sus propios modos de funcionamiento en las distintas
disciplinas, al igual que ocurre en el caso de la literatura.
Así como los programas televisivos se organizan en bloques (cada uno conformado por varios
planos), dentro de una película es fácil advertir distintas secuencias, ya sea por unidad dramática (lo
que suele denominarse una escena, en el caso de las películas argumentales) o temática (en el caso
de los documentales). La totalidad de estas secuencias y su organización constituye el relato
cinematográfico.
2. Lugar y espacio
Tanto en la danza, como en el teatro y el cine, junto al tiempo, que permite la narración, el
espacio ocupa un lugar fundamental en un doble sentido: el espacio representado y construido
dentro del espectáculo y el espacio en el que se lo produce. Así, en el teatro, un mismo escenario
puede ser la corte de Dinamarca, una sala de estar o un no-lugar, mientras que una calle puede ser
filmada tanto para una película de terror como para un drama.
Para evitar confusiones, adoptaremos aquí una terminología que distingue lugar de espacio. El
lugar es básicamente una configuración de posiciones, es aquello que está «dado», lo que aparece
«ahí». El espacio es el producto de la acción, de los movimientos, de las palabras, de los sentidos
sobre un lugar determinado; por así decirlo, el espacio es el lugar animado. Así, de aquí en más,
hablaremos de lugar cada vez que nos refiramos al espacio físico «concreto», preexistente al
espectáculo, y reservaremos espacio para hacer referencia al que produce el desarrollo de la obra
misma.
Sala principal del Teatro Nacional Cervantes. El teatro callejero utiliza el espacio público como
lugar teatral
Anfiteatro griego, una de las propuestas más antiguas Los teatros isabelinos distribuían a los espectadores
de disposición espacial del teatro. en distintas ubicaciones según el precio de la entrada
Como se advierte, los lugares donde puede suceder un hecho teatral son casi infinitos. Esta
posibilidad, en los últimos años, se ha convertido en una característica fundamental del circuito
teatral de la Ciudad de Buenos Aires, considerado uno de las más singulares del mundo por la
diversidad de sus propuestas.
Espacio teatral: abarca tanto a los actores como a los espectadores, estableciendo entre ellos
una cierta relación. El espacio teatral no es lo ya dado, sino una propuesta en la que pueden
leerse una poética y una estética, pero también una crítica a la representación a partir de la
cual es posible para el espectador una nueva lectura de su espacio sociocultural. Butacas,
gradas, escenario circular, bi-frontal, distancias, posición, etc., determinan también el vínculo
que va a establecerse con la obra.
Espacio escénico: es el espacio propio de los actores, el espacio de los cuerpos en movimiento.
Puede ser referencial (cuando remite a un lugar posible: sala del trono, una cocina, un bosque,
el escenario de un viejo teatro ruso) o no-referencial (cuando no hace remisión a ninguna clase
específica de lugar).
Espacio dramático: es una abstracción. No comprende sólo los signos de la representación, sino
toda la espacialidad virtual del texto, incluso lo que está previsto como extra escénico. Por
ejemplo, en El mercader de Venecia de William Shakespeare, sería Venecia en el siglo XVI (una
ciudad portuaria floreciente, pionera del nuevo comercio, la idea de los Bancos, la usura, la
xenofobia, etc.).
Espacio escénico referencial y reducido La luz genera atmósferas y delimita espacios despojados
Rodaje en estudio.
Plano general: muestra todo el escenario o ambiente. Por ejemplo, un gran paisaje o todo el living de
la gran mansión, donde distintas personas se han reunido para una fiesta. Privilegia el espacio sobre
la escala humana.
Plano americano: las personas no caben de cuerpo entero; el plano corta sus piernas generalmente
sobre las rodillas. Se denomina «americano» porque fue el western el primero en utilizarlo. Se
considera que corresponde a un equilibrio perfecto entre ambiente y personaje.
Plano medio: desde la cintura hasta la cabeza. Privilegia los gestos y movimientos del personaje
sobre el ambiente.
Primer plano: desde el pecho o los hombros hasta la cabeza. Privilegia la expresión facial del
personaje. Cuando es muy extremo, y se toma sólo desde la barbilla hasta la frente, aislando
completamente el rostro del ambiente, se lo denomina primerísimo primer plano.
Plano detalle: se concentra sobre una parte del cuerpo (la boca, las manos, los pies) o sobre un
objeto (un picaporte, una carta, etcétera), aislándolo del espacio y llamando la atención sobre él.
Por si fuera poco, los planos en el cine no son necesariamente estáticos. Más allá del
movimiento que transcurre dentro del plano, el cuadro mismo puede permanecer fijo o tener
movimiento. De hecho, los planos fijos van volviéndose relativamente raros en el cine y los avances
tecnológicos permiten desplazamientos de cámara cada vez más espectaculares.
Desde luego, al igual que en el caso del teatro y la danza, las condiciones materiales del lugar
pueden ser afectadas por la iluminación y el trabajo del departamento de arte. Por departamento de
arte se entiende aquel que coordina el trabajo de los escenógrafos, vestuaristas y maquilladores. Si
bien en la actualidad el cine trabaja mucho más en lugares «reales» que en estudios, estos siempre
demandan un fuerte trabajo de acondicionamiento, que es llevado a cabo por este departamento. La
iluminación, por su parte, desempeña en el cine un papel más crucial que en otros medios, ya que la
cámara sólo es capaz de registrar variaciones de luz. A diferencia del teatro o la danza, donde la luz
modela un lugar que está ante el espectador (aun en la penumbra el ojo humano alcanza a divisar
ciertas formas), en el cine aquello que no está iluminado no se registra, vale decir no existe. Por otra
parte, las distintas posibilidades fotográficas de la luz le permiten en el cine ser una gran
constructora de atmósferas.
Imagen con gran profundidad de campo, adviértase la calidad de detalles desde el primer término (el personaje
en la silla de ruedas) hasta el último (el aparador sobre la pared del fondo).
Poca profundidad de campo, nótese el desenfocado en el velador, a muy corta distancia. Esto hace resaltar al
sujeto de su entorno.
Estas características, como puede verse, afectan el espacio visible y la relación del espectador
con aquello que ve. Sin embargo, el espacio cinematográfico es más vasto y complejo en su
composición que el espacio escénico del teatro o la danza, ya que no se limita a lo que se ve en
pantalla. Todo lo que queda dentro del encuadre, ante la vista del espectador, se denomina campo
cinematográfico. Esto no quiere decir, necesariamente, que lo que queda fuera carezca de
importancia. En muchas películas de terror, por poner sólo un ejemplo, cuando la protagonista mira
aterrorizada algo que el espectador no puede ver, el espacio fuera de campo cobra una importancia
fundamental. De hecho, una diferencia fundamental entre el teatro y la danza, por un lado, y el cine,
por otro, es que mientras el espacio de los primeros es fundamentalmente el espacio que se ve, el
espacio del cine constantemente queda en parte oculto o fuera de la mirada del espectador, sin que
deje de formar parte de la situación. Si bien, en ocasiones el teatro juega con un lugar fuera del
espacio escénico, su empleo no es tan constante y sistemático como en el cine. En una escena de
diálogo, por ejemplo, cuando en el campo aparece un primer plano de uno de los personajes, el
espectador sobreentiende que el otro personaje que está hablando con él no ha desaparecido de la
escena, sino que sigue en ella, en el fuera de campo.
Se entiende, entonces, que el espacio cinematográfico, que casi nunca está entero ante la
mirada del espectador, es el resultado de las relaciones que establecen entre sí distintos planos en el
transcurso de una escena y de la película. El modo más sencillo de vincular dos planos es ponerlos
uno detrás de otro. Ese punto de cambio se denomina corte. Esto, que parece una obviedad, es junto
con el encuadre el otro principio fundamental del cine. Decidir en qué momento pasar de un plano a
otro y cómo hacerlo determina en gran medida el ritmo de la película, y recibe el nombre de
montaje.
Uno de los principios más sencillos del montaje, y más utilizados aún hoy día, es el denominado
montaje alterno. En este caso, el montaje permite poner en contacto dos acciones que ocurren en
espacios distintos y vincularlas dramáticamente. El ejemplo más simple es el de las escenas de
persecución. En un plano, vemos a un hombre agitado, que mira a un lado y otro, luego corre. En el
plano siguiente, vemos una mujer que corre decidida con un arma en la mano. Luego volvemos al
hombre, que corre más rápido; esta vez, el plano es más breve. Corte a un plano de la mujer, que
pasa por el mismo lugar, y así hasta que se encuentran. Este principio puede ir más allá y vincular, por
ejemplo, las personas que están encerradas en una casa que se incendia y el cuartel de bomberos
hasta el momento del rescate, o incluso escenas que nunca llegan a encontrarse pero tienen una
vinculación temática (por ejemplo, un mafioso en un espectáculo y una matanza ordenada por él o
un hombre que muere y un recuerdo de una escena del pasado).
UN CURIOSO EXPERIMENTO
Un paso importante en la historia del montaje fue, en la ex-Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas, el llamado «experimento Kulechov». El cineasta Lev Kulechov montó un primer plano
bastante inexpresivo de un actor con un plano de un plato de sopa, luego con un plano de un
cadáver y, finalmente, con un plano donde podía verse a una mujer desnuda. El público admiró el
modo en que el actor mostraba el hambre, la angustia y el deseo, demostrando así que el montaje,
además de «conectar» planos podía sugerir relaciones entre ellos.
3. El cuerpo
El vestuario es un elemento que también puede aumentar las posibilidades físicas: zapatillas de
puntas, zancos y arneses para volar son algunos de los elementos que se usan para bailar, y que
además agregan un atractivo visual a un espectáculo.
Es interesante pensar, además, que cada una de las diferentes técnicas fue gestada en un
momento determinado, pensada y desarrollada en relación a la necesidad de un sujeto y una imagen
de cuerpo de la época. Esta imagen se construye e impone parámetros de belleza tanto para
hombres como para mujeres: figura esbelta y etérea, pequeña fibrosa y rápida, robusta y fuerte, etc.
El cuerpo del ballet sostiene ciertos ideales de perfección, belleza y juventud, basados en la armonía y la
proporción.
Kasuo Ohno (1906-2010), bailarín pionero de una danza japonesa de la posguerra llamada Butoh, comenzó a
bailar a los 46 años y participó de performances hasta su muerte a los 103 años.
Si bien el espectáculo se formula y presenta fundamentalmente como una expresión visual (es
algo «para ver», que se presenta «ante los ojos» del espectador), los sonidos y el lenguaje
desempeñan en él un rol fundamental. El alto poder de evocación del sonido es aprovechado por el
espectáculo para favorecer y fomentar en el espectador determinadas asociaciones y emociones en
vez de otras, como así también para crear un paisaje sonoro para ese espacio que construye.
La palabra, por su parte, desempeña en el teatro y en el cine un papel fundamental como
medio de construcción del sentido, mayormente a través de los diálogos de los personajes (situación
directamente conectada al carácter dramático del sistema del espectáculo). De allí que, por lo
general, la palabra que aparece en el espectáculo es siempre y ante todo palabra en acción, una
palabra que no significa por sí misma sino en el contexto de la escena en que se presenta.
En el flamenco, género español de música y danza, se conjugan el canto, el toque de la guitarra y el baile que
implica también zapateo sobre las tablas y el sonar de las castañuelas.
En otros casos, la música tiene un rol protagónico pero como fuente independiente del
movimiento. Esto quiere decir que los movimientos no necesariamente coinciden con el ritmo que
escuchamos y pueden crear el efecto opuesto o de entidades aparentemente inconexas.
Los avances técnicos también han modificado la relación de la danza con la música. En muchas
obras de danza se pueden ver y escuchar músicos en vivo sin los instrumentos acústicos tradicionales
sino mediante aparatos electrónicos. Estos avances también permiten editar, modificar e intervenir
de diferentes maneras músicas ya existentes.
Además de la música en una obra de danza también se utilizan otro tipo de sonidos: sonidos
con instrumentos musicales, con objetos diversos, sonidos del ambiente y los del cuerpo como parte
de la interpretación en la escena (voz, suspiros, susurros, bostezos, estornudos, gritos, chistidos, etc.).
Hoy en día, una obra de danza también puede carecer de música y desarrollarse simplemente con el
movimiento y los sonidos del propio cuerpo. En algunas oportunidades, cuando los bailarines están
muy cerca del público, podemos escuchar los sonidos que emiten producto del esfuerzo y el
cansancio del trabajo.
En términos generales, la danza se ha caracterizado históricamente por la ausencia de palabra.
Por ello mismo, cuando se la utiliza llama poderosamente la atención. En tales casos, la palabra
puede ingresar en un sentido referencial (para referirse a un objeto, un lugar o una persona) como
parte de un texto o en un registro poético, que rompe con la literalidad del habla cotidiana. En todo
caso, lo que escuchamos y lo que no escuchamos, como así también el modo en que lo hacemos,
forma parte del conjunto de decisiones estéticas que toma el coreógrafo-director.
Circuito de teatro oficial: se trata de aquellas salas o complejos integrados por salas que se
encuentran en la órbita del Estado, ya sea este nacional, provincial o del gobierno de la Ciudad.
En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, el Complejo Teatral (integrado por los teatros
Sarmiento, de la Ribera, Regio, Presidente Alvear y San Martín) y el Teatro Colón, por dar sólo
dos ejemplos, son responsabilidad del Gobierno de la Ciudad, mientras que el Teatro Nacional
Cervantes depende de la Secretaría de Cultura de la Nación. En estos organismos, se suele
elegir repertorio clásico de autor nacional o extranjero, se programan los espectáculos con un
año de anticipación y las obras se ensayan durante dos meses de manera remunerada, además
de las funciones.
Circuito de teatro comercial: aunque se discute actualmente que todo espectáculo espera ser
remunerado, el circuito comercial se organiza particularmente en torno de una producción
rentada que espera obtener ganancias que superen a los costos, además de contar con un
programa de difusión, figuras reconocidas y convocantes (de la televisión, por ejemplo) y una
sala cercana a los centros comerciales de espectáculos como la avenida Corrientes. Suele tener
en cuenta dos meses de ensayos rentados y su tiempo de duración en la cartelera depende de
la convocatoria de público. En Buenos Aires, algunas salas de teatro comercial son el
Multiteatro, el Maipo, el Coliseo, el Blanca Podestá, el Paseo La plaza, etcétera.
Circuito de teatro independiente: si bien su fin último no es la recaudación, ciertamente la
mayor parte de las producciones depende de becas y subsidios que otorgan diferentes
instituciones del teatro como el Instituto Nacional del Teatro (delegación C.A.B.A.), Proteatro
o el Fondo Nacional de las Artes. De no contar con estos incentivos económicos, los artistas se
agrupan en cooperativas que aportan fondos mínimos para la realización de la puesta a la
espera de, aunque sea, recuperar lo invertido. Los ensayos no son rentados y pueden durar dos
meses o dos años, según la voluntad de investigación de la compañía o grupo de artistas. Las
salas suelen ser pequeñas (de entre 50 y 200 butacas) y los espectáculos permanecen en cartel
teniendo en cuenta una serie de variables: público que asista, cansancio o ruptura de la
compañía, compromisos de sus integrantes en otros espectáculos, discusiones con las salas que
los albergan, etcétera. En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, los circuitos de teatros
independientes se suelen nuclear en diferentes barrios como San Telmo, Palermo, Abasto,
Boedo y el Centro.
Como hemos visto, las producciones pueden contar con inversión privada o algún tipo de
subsidio del estado. Sea cual fuere el modo, nunca determina criterios de calidad: una obra con
despliegue de técnica y lujosos escenarios puede ser mediocre artísticamente, así como una obra
realizada con una mínima inversión puede ser excelente y a la inversa.
Una producción puede partir de un texto dramático (o un texto cualquiera, adaptado a ese
código) o de una idea generadora, consolidándose como espectáculo antes del estreno. El grupo que
la realiza puede ser una compañía que tenga varias producciones en su haber o ser un grupo reunido
para una producción particular. Muchas obras comienzan sus ensayos sin saber siquiera en qué
lugar/lugares realizarán las representaciones.
Más allá de estas variables, los grupos suelen conformarse con los siguientes integrantes:
Todos estos roles interactúan durante el proceso de ensayo de una obra, construyendo en
conjunto y cada uno desde su lugar, como los integrantes de una orquesta. Desde luego, estas
categorías responden a la organización actual de un grupo teatral, que se ha ido modificando a lo
largo de los diferentes períodos históricos.
Circuito oficial: como ya se mencionó, corresponde al Teatro Colón (elenco estable de ballet
de órbita nacional) y al Teatro San Martín (cuyo elenco estable de danza contemporánea pertenece
a la órbita del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires).
Circuito comercial: Es poco frecuente su presencia en la cartelera porteña, a excepción de
algunos espectáculos de tango o subgéneros del teatro como la comedia musical.
Circuito independiente: representa a la mayor parte de la danza de la ciudad, cualquiera sea su
género (contemporánea, folclore, jazz, tango, flamenco, etcétera). Al igual que el teatro
independiente, las obras de danza de este circuito pueden producirse mediante subsidios otorgados
por entidades privadas o estatales, aunque en muchas oportunidades, son autosustentadas por los
mismos integrantes del grupo
Por su carácter industrial y tecnológico, el cine se realiza con presupuestos mucho más
elevados que los del teatro y la danza (así como también tiene la posibilidad, en principio, de
alcanzar un número mucho mayor de espectadores). Para tener una idea, el Instituto Nacional de
Cine y Artes Audiovisuales ha fijado el costo de una película argentina de presupuesto medio en la
suma de $ 2.300.000. Este número elevado, no obstante, resulta irrisorio en comparación a los que
maneja la industria estadounidense, donde una película que no supera el costo de U$S 25.000.000 es
considerada «de bajo presupuesto». Desde ya, a lo largo de la historia se han hecho grandes
películas con presupuestos mucho menores, incluso ínfimos, y en los últimos años el avance de las
tecnologías digitales ha abaratado enormemente los costos de producción de las filmaciones
amateurs o independientes. Aun así, debido a los costos de lanzamiento y promoción, las películas
continúan resultando un bien cultural extremadamente costoso.
¿Cuánta gente trabaja en un proyecto cinematográfico? Esta pregunta no tiene una sola
respuesta. Al igual que en cualquier otra actividad humana, desde el teatro hasta la producción
dentro de una fábrica, pasando por la grabación de programas televisivos, la cantidad de personas
necesarias y la función que cada una desempeña en la realización de una película depende de varios
factores, entre ellos:
El presupuesto: desde ya, como podrá intuirse, no es lo mismo producir una película para un
estudio de Hollywood que para el cine independiente.
Las condiciones históricas de producción: la conformación de los equipos ha cambiado mucho
a lo largo de la historia, en función de los cambios y los avances tecnológicos del medio.
Las condiciones específicas de la película: los dibujos animados, por ejemplo, requieren de un
equipo enteramente distinto que las otras películas, como así también los documentales. En el
caso de las películas argumentales con actores, el equipo de una película de ciencia ficción
tendrá muchas más personas encargadas de efectos especiales que en otra película dramática.
De hecho, la organización definitiva del personal necesario para realizar una película es una de
las tareas principales de las que se realizan durante el proceso de preproducción. De allí que las
películas hollywoodenses de hoy tengan equipos conformados por entre cien y doscientas personas
(y en varios casos, muchas más), una película «estándar» de cine independiente estadounidense o
francés entre 50 y 100, una película argentina de bajo presupuesto entre 20 y 50 y, por último, que
determinados proyectos experimentales hagan posible trabajar con equipos muy reducidos de 10, 8,
5 y hasta una única persona (sobre todo desde la llegada del video, que simplifica enormemente el
trabajo de rodaje).
Más allá de estas diversas particularidades, el cine ha heredado de la producción industrial un
modo de distribuir el trabajo altamente organizado y jerárquico, que en términos generales se
organiza en los siguientes departamentos:
Las distintas personas que pueden integrar este equipo, en orden de jerarquía, son:
o Productor
o Co-productor
o Productor asociado
o Productor ejecutivo
o Director de producción
o Jefe de producción
o Supervisor de post-producción
o Asistentes de producción
o Meritorios de producción
Las distintas personas que pueden integrar este equipo, en orden de jerarquía, son:
o director: es el responsable último de la película. Es quien analiza el guión, decide cómo
contarlo por medio de imágenes, coordina todos los equipos técnicos, dirige a los actores
y controla la postproducción de la película.
o asistente de dirección: es la mano derecha del director. Además de trabajar con él
durante la preproducción, en rodaje es el encargado de comunicar sus indicaciones a los
demás equipos, asegurarse de que todo esté listo, etcétera.
o segundo asistente de dirección o continuista: es el encargado de cuidar la continuidad
entre un plano y el siguiente. Por ejemplo, que si en el plano anterior el protagonista
estaba fumando un cigarrillo, lo tenga todavía en el plano siguiente.
o director de casting: es la persona encargada de seleccionar actores, por lo general para
los roles secundarios y menores.
o segunda unidad: la segunda unidad es otro equipo técnico, con su propia estructura, que
sigue las órdenes artísticas del director. Se lo utiliza, por ejemplo, cuando se filman
escenas con mucho despliegue de acción, para tener más variantes de toma, o cuando
son necesarias tomas de paisaje general donde no es necesaria la presencia del director.
Guión. Este equipo es el responsable de la construcción del documento que guía el rodaje (también
llamado, guión literario), pudiendo incluso realizar ajustes menores hasta el proceso de
postproducción. Si bien muchas veces el guión es resultado del trabajo de un único escritor (que
puede ser, también, el director), en oportunidades puede también ser un trabajo conjunto entre
varios guionistas. Por otra parte, en el sistema industrial existen especialistas en plantear
simplemente la línea de la historia (argumentistas), como así también en escribir los parlamentos de
los actores (dialoguistas).
Imagen. Dentro del equipo de imagen se distinguen claramente tres grandes sub-equipos, que
trabajan siempre coordinadamente:
o fotografía y cámara: es el equipo encargado de la filmación de la película.
o arte: es el equipo encargado de todo lo que aparece delante de la cámara (decorados,
vestuario, utilería, maquillaje, peinados, etcétera).
o efectos especiales: no siempre utilizado, es el encargado de resolver cuestiones que
exceden las responsabilidades del equipo de arte (choques de automóviles, fuego, etc.)
Debido a las demandas peculiares de su trabajo, los equipos de efectos especiales suelen
adoptar formas distintas según cada proyecto, reconociendo de todos modos el mismo sistema de
estructuras jerárquicas que puede apreciarse en los demás departamentos.
Sonido. Este equipo es el más variable, ya que las tecnologías del sonido cambian mucho según las
características económicas del proyecto. Por lo general, encontramos a un sonidista, responsable de
todos los sonidos no-musicales que se oyen en el transcurso de la película, y a un músico, que tiene a
su cargo la composición de música original para la película o la adaptación de otra ya existente. El
sonidista es responsable tanto de registrar sonidos (el diálogo de los actores, por ejemplo, ya sea
durante la escena o en doblaje) como de «crearlos» en aquellos casos en que fuera necesario (viento,
tormenta, fuego, etcétera), pudiendo emplear para ello distintos asistentes técnicos.
A lo largo de las páginas precedentes, hemos intentado dar cuenta, siquiera de forma
introductoria, de la compleja variedad de materiales y procedimientos que se dan cita y entrecruzan
en los dispositivos espectaculares, atendiendo a las especificidades que presentan el ámbito del
teatro, la danza y el cine. Lo que resta por reconocer aquí es que si bien es posible aislarlos
analíticamente, el espectador los recibe, decodifica y experimenta de manera simultánea, situación
que favorece su compromiso emocional y sensible con el espectáculo.
En principio, aunque pueda parecer banal señalarlo, a diferencia de dispositivos como la
televisión o Internet, que trabajan con niveles de atención fluctuante, el dispositivo espectacular
demanda del espectador una atención concentrada y constante. Por regla general, los elementos no
se repiten (o, justamente, su repetición genera código), lo que fuerza al espectador a mantenerse
alerta a todos los estímulos, visuales y sonoros, que se despliegan ante él. Dado que sus sentidos son
los canales por los que recibe la información a decodificar, resulta imperioso que esos canales estén
abiertos y receptivos.
La mayoría de los discursos espectaculares favorecen este fenómeno de atención por medio de
la identificación del espectador, no necesariamente con uno u otro personaje de la trama (si bien
esto puede ocurrir, desde luego, del mismo modo que ocurre en la vida cotidiana) sino antes bien
con su propia mirada como punto ante el que se despliega el espectáculo en su totalidad. En efecto,
la posición del espectador es total y absolutamente privilegiada, ya que todo lo que ocurre, ocurre
para él o ella, reducido (en la oscuridad de la sala, en silencio) a la posición de un voyeur. De allí que
constituirse como espectador sea, en la actualidad, un modo privilegiado de acceder a la
subjetividad (es decir, asumirse como el yo que piensa, una conciencia, en el proceso de
conocimiento).
Este fenómeno permite que la relación del espectador con aquello que ve sea no solo
intelectual –no se trata apenas de entender o decodificar una obra de teatro, un espectáculo de
danza o una película– sino también emocional. El espectador establece lazos con aquello que ve y
esto es capaz de afectarlo anímicamente, haciendo del espectáculo no sólo un lugar de transmisión
de información (como ocurre, por ejemplo, al leer el diario) sino ante todo una experiencia. En gran
medida, el dispositivo espectacular debe su éxito durante los últimos siglos de la historia a su
capacidad de favorecer la experiencia en un mundo donde esta se vuelve, por distintos fenómenos,
cada vez más inusual, mediada y distante.
En el plano estrictamente intelectual, es posible considerar la relación que se establece entre
el espectador y la película en términos de un diálogo. A la hora de vérselas frente a un espectáculo,
el espectador no es un hombre nuevo, sin pasado ni historia, sino un sujeto que trae consigo una
experiencia personal y un cúmulo de saberes, valores e impresiones que en mayor o menor medida
comparte con el grupo social. Trae, además, la huella de oportunidades en que ha visto otros
espectáculos, por medio de los cuales ha ido incorporando diversos códigos, desde quedarse sentado
en la butaca a la apreciación de finos detalles de iluminación (previsiblemente, este repertorio de
saberes aumenta con los consumos culturales y en el transcurso de la vida de un individuo).
Por eso mismo, porque trae consigo todo este bagaje, tan pronto como aparece ante sus ojos
un espectáculo, el espectador inmediatamente proyecta un sentido del todo. Esto ocurre, en mayor o
menor medida, en toda situación que demande nuestra interpretación: así, si vemos a una persona
tirada en la calle, inmediatamente elaboraremos un primer sentido (se ha desmayado, por ejemplo).
Esto se debe a que desde el momento en que el individuo se pone en la situación de espectador trae
consigo determinadas expectativas de sentido.
El proceso de comprensión del espectáculo puede ser entendido, entonces, como un diálogo,
una negociación, entre ese sentido previo proyectado (o los varios sentidos previos proyectados, ya
que puede haber más de uno) y los indicios de sentido que el espectáculo va ofreciendo a través de
sus diversos materiales y procedimientos. Desde ya, a diferencia de lo que ocurre en muchos órdenes
de la vida, donde las situaciones buscan su comprensión inmediata, es usual que los espectáculos
busquen sorprender, es decir, frustrar ese sentido previamente proyectado y conducir al espectador
a la construcción de nuevos saberes, valores y códigos. Resulta evidente, de igual modo, que cuanto
mayor sea el horizonte de sentidos posibles del espectador, mayor será su posibilidad de disfrutar y
comprender el espectáculo.
La interpretación, así, supone tanto una tarea intelectual activa, la constante elaboración de
hipótesis y sentidos capaces de adecuarse al espectáculo en cuestión, como una apertura al
fenómeno de dejarse afectar por una situación exterior (en este caso, el espectáculo), del que salen
enriquecidos ambos participantes: un espectador activo y crítico y un espectáculo pleno de sentidos.
Por otra parte, el hecho de que cada espectador comience este proceso a partir de un cúmulo de
saberes previos debe llamar nuestra atención sobre la historicidad de la comprensión: en tanto ese
acervo cultural cambia y se transforma en el tiempo, los sentidos que hoy produce el diálogo entre
un espectador y un espectáculo no son los mismos que ese espectáculo podría despertar o haya
despertado en otro momento histórico, ni siquiera en otro medio social.
El juego del espectáculo, así, cobra su real dimensión, no sólo como un fenómeno estético
enriquecedor, sino como una experiencia privilegiada de constitución de la subjetividad que
favorece y fomenta una mayor apertura al otro, una mayor capacidad de comprensión y, desde
luego, una apreciación del mundo más rica y vasta en su complejidad.
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