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LA RESTAURACIÓN EN EUROPA

En la Historia Contemporánea europea recibe el nombre de Restauración el aparente


intento del restablecimiento institucional del Antiguo Régimen realizado entre 1814 y
1815.
En sentido amplio se entiende la fase de la historia política que se funda directamente
en tal restablecimiento y que abarca desde las fechas indicadas hasta un término
menos preciso y distinto para cada país situado entre las revoluciones de 18301 y
18482, en que el Antiguo Régimen quiebra definitivamente, al menos en el plano
político. La Restauración sólo puede aplicarse a Europa continental, pues en Gran
Bretaña, América o Asia, no se restaura nada.
En 1815, tras la derrota definitiva de Napoleón y la firma del tratado de paz en Viena
parecía que la Revolución Francesa había terminado y se había contenido su obra
disgregadora. Los Estados europeos vencedores intentarán reorganizar la vida política
de acuerdo con principios tradicionales y legitimistas. Aparentemente el
conservadurismo europeo había triunfado. Sin embargo, las consecuencias del
fenómeno revolucionario francés, en muchos aspectos, eran irreversibles:

 las transformaciones sociales,


 los cambios de mentalidad,
 las reformas en la estructura de la propiedad,
 en los derechos de los ciudadanos y en las leyes, habían transformado
profundamente la conciencia europea de tal modo que la voluntad de los
gobernantes no podía ignorar, ni mucho menos eliminar.

1 Significa un triunfo del liberalismo en gran parte de Europa occidental. Desde la ruptura con el Antiguo
Régimen con motivo de la Revolución francesa, la burguesía formada por ricos industriales y
comerciantes, y donde también tenían un importante papel los intelectuales, se agitaba continuamente,
buscando de una u otra forma su definitivo acceso al poder. A esta circunstancia se unía el afán
nacionalista de independencia de los pueblos que estaban sometidos a otra potencia más poderosa. Este
movimiento liberal se refiere, pues, tanto a lo político como a lo intelectual, económico e internacional. En
lo político buscaba un régimen parlamentario y constitucional en el que se reconociesen los derechos
individuales, si bien con un efectivo predominio de las clases medias acomodadas. En lo intelectual
surge el fenómeno del romanticismo, que anteponía el sentimiento y la emoción a la razón, en gran parte
como reacción al clasicismo y al racionalismo ilustrado de los s. XVII y XVIII. En su aspecto económico
se oponía al proteccionismo aduanero y a que el Gobierno regulase el comercio y la industria. Por último,
en el campo internacional aspiraba a liberar a los pueblos oprimidos y a que lograsen su independencia
nacional.
2 Fue el más vasto proceso revolucionario en cadena de todo el s. XIX. Su ámbito alcanza a Europa
occidental y central, exceptuada Gran Bretaña, y entre sus repercusiones figuran la Segunda República y
el Segundo Imperio en Francia, y los movimientos que desembocarían en la integración nacional de dos
grandes potencias: Alemania e Italia. Sus factores son extraordinariamente complejos, pudiendo reducirse
fundamentalmente a tres: políticos, sociales y económicos; a los que habría que añadir, para Europa
central, un cuarto, el nacionalismo romántico. Se considera que sólo la interacción de estos factores, cada
uno de por sí insuficiente, pudo generar un tan vasto movimiento revolucionario, capaz de transformar las
líneas directrices de la historia de Europa. La tesis fundamental es que «la crisis política da a la crisis
social un objetivo político, y la crisis económica da a la crisis política una enorme fuerza social».

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Por eso, el impulso revolucionario, aunque discurriendo ahora por cauces
subterráneos, persistirá en mantener los logros que había aportado la revolución, pese
a la reticencia de las Potencias continentales. Ello dará lugar a los estallidos
revolucionarios de 1820, 1830 y 1848, inspirados por el liberalismo y el nacionalismo3,
que recogían en parte los planteamientos revolucionarios.
La derrota de Napoleón daba fin a un largo periodo de guerras y de convulsiones
políticas y sociales que habían afectado a Europa. No se comprendería esta época sin
el fenómeno del cansancio revolucionario y el anhelo de paz de orden y de normalidad
que se adueñó del ánimo de los europeos. Éste fue el clima psicológico general que
rodeó el intento restaurador producido en los distintos Estados europeos tras el
hundimiento del sistema napoleónico.
Las potencias vencedoras expresan desde el primer momento la pretensión de destruir
el imperialismo francés e impedir la expansión de las ideas revolucionarias de 1789.
Para lograrlo se fijarán dos objetivos fundamentales:

 Por un lado, conseguir un relativo equilibrio de fuerzas entre las naciones


europeas, sobre la base de una reordenación del trazado de las fronteras de la
Europa napoleónica, pero sin tener en cuenta diferencias lingüísticas,
culturales y religiosas, es decir omitiendo todo sentido nacional.
 Por otro, terminar con los cambios políticos y sociales que el dominio francés
había originado o favorecido, sobre la base de la restauración de las dinastías
legítimas en aquellos estados en que habían sido eliminadas por el
imperialismo napoleónico.

1. EL CONGRESO DE VIENA
El 30 de mayo de 1814, las cuatro potencias que habían derrotado a Napoleón: Rusia,
Austria, Gran Bretaña y Prusia; firman con Francia la Primera Paz de París, por la
que, entre otros acuerdos, se establece lo siguiente:

3 El nacionalismo, en su significado más amplio, expresa la vinculación ideológica y afectiva al grupo


humano de una colectividad unida por lazos de homogeneidad cultural, la conciencia defensiva de la
unidad de costumbres, instituciones, lengua, religión y de afinidades electivas o congénitas y los
proyectos de vida en común, es decir, de lo que, en términos generales, se entiende como nacionalidad
distintiva. En su significado más estricto, el nacionalismo encuentra en la nacionalidad la razón política,
moral y militar del comportamiento interior y exterior. El nacionalismo es una noción sociológica y
permanece siempre fiel a las exigencias derivadas del grupo étnico que fundamenta la idea y el
desenvolvimiento de la nación. No es esencial la unidad política para que aparezca el nacionalismo,
incluso exacerbado, como sucede, p. Ej., en el nacionalismo judío; sin embargo, es precisamente la
unidad geopolítica y su reforzamiento lo que constituye su rasgo dominante.

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 restaurar a los Borbones en el trono de Francia,
 se estipula el retiro de Francia a las fronteras de 1792, y
 Napoleón es obligado a retirarse a la isla de Elba;
 no se le exige a Francia ninguna indemnización de guerra.

Estas benévolas condiciones de paz parecían necesarias para asegurar en el trono a


Luis XVIII4. En este tratado se anunciaba la reunión de un congreso internacional
para resolver la distribución de otros territorios que directa o indirectamente controlaba
el imperio napoleónico, y otras cuestiones europeas más generales. En unos casos se
tratará de reorganizar las fronteras y en otros solamente de una restauración dinástica.
Sin embargo, antes de la inauguración del congreso, a propuesta de Gran Bretaña, se
creó en el norte de Francia un fuerte Estado tapón, formado por Bélgica y las
Provincias Unidas.
Con la intención de forjar un convenio de paz general, en los últimos días de
septiembre de 1814 se reúnen en Viena el emperador Francisco I de Austria, el zar
Alejandro I, Federico Guillermo de Prusia y más de doscientos personajes de primer
orden, entre los que destacan Metternich, Canciller de Austria, Nesselrode ministro de
asuntos exteriores de Rusia, Castlereagh ministro de asuntos exteriores del Reino
Unido, el príncipe de Hardenberg como canciller prusiano y Talleyrand por Francia.
Se trataba de recomponer una vez más la fisonomía de Europa, y tratar de darle
estabilidad. Para esto era necesario establecer un difícil equilibrio entre
restauración e innovación. El nuevo ordenamiento territorial salido del Congreso no
fue una reproducción exacta del mapa político europeo existente hasta 1789.
Para hacer más operativas las discusiones y evitar las sesiones plenarias, se crearon
diez comisiones que iban tratando temas específicos, de tal modo que sólo tuvo lugar
una asamblea plenaria para firmar el acta final del Congreso. El desarrollo de las
negociaciones permite distinguir dos fases:

 la etapa de negociaciones propiamente dicha, desde septiembre de 1814 hasta


febrero de 1815, y
 la etapa de establecimiento de acuerdos concretos, entre febrero y junio de ese
mismo año.

4 Rey de la casa Borbón con el que se inicia el periodo de la Restauración en Francia y cuyo reinado
abarca desde 1814 hasta 1824.

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1.1 LOS PRINCIPIOS DEL CONGRESO DE VIENA
El Congreso de Viena se va a fundamentar en tres principios: la legitimidad, el
equilibrio y el intervencionismo.
El principio de legitimidad establecía que los derechos de los soberanos están por
encima de todos los cambios operados durante la época revolucionaria y napoleónica.
No hay paz sin soberanos legítimos en los Estados. Legitimidad en el ejercicio de su
autoridad y en la titularidad patrimonial de los territorios que de derecho les
pertenecían.
La legitimidad se había considerado en el Antiguo Régimen un principio indiscutible sin
necesidad de justificación, pero en 1815, después de la experiencia revolucionaria, los
regímenes monárquicos y sus doctrinarios se ven en la necesidad de fundamentarlo
teóricamente. El legitimismo dinástico se sostiene en el valor reconocido de la
duración. Es legítimo el régimen que ha durado, que representa la tradición, que tiene
detrás de él una larga historia.
A lo largo del siglo XIX, el principio de legitimidad, con ese fundamento historicista,
será la base del pensamiento contrarrevolucionario y de la política de los regímenes
conservadores. Por esta razón el principio de la soberanía nacional se considera una
usurpación y un ataque directo al principio de legitimidad. Sin embargo, la obra
concreta de la Restauración en este aspecto, como ya se ha dicho, no supone una
simple vuelta atrás en el tiempo. El absolutismo monárquico no se restaura en ningún
sitio. En Francia el propio Luis XVIII otorga una Carta constitucional, eso sí, salvando
el principio de su soberanía, pues se trata de una concesión en virtud de su libre
voluntad y no el reconocimiento de un derecho de sus súbditos.
Lo mismo ocurre en el nuevo reino de los Países Bajos, en Noruega, e incluso el zar,
cabeza de un régimen claramente absolutista, concede una constitución al recién
creado Gran ducado de Varsovia.
El segundo principio del Congreso de Viena trataba de establecer un equilibrio
de poder entre los Estados europeos, para evitar nuevas guerras. Este principio será
defendido por Gran Bretaña desde el siglo XVIII y propuesto ahora por su Primer
Ministro, Castlereagh. Los genuinos intereses nacionales que habían aflorado durante
la época revolucionaria y napoleónica podían crear en Europa un equilibrio de fuerzas
que haría la guerra inviable.
Rusia y Gran Bretaña invocaban los intereses colectivos de Europa. En realidad,
trataban de evitar la hegemonía de un Estado. Por eso, el nuevo mapa europeo que
surge del congreso de Viena no es una simple vuelta a la situación de 1789. Al
fortalecimiento de Rusia en el Este correspondió el de Prusia en el Oeste. Para

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compensar la primacía prusiana en el Norte, Austria adquirió nuevos territorios en el
Sur, y así sucesivamente.
El tercer principio del Congreso de Viena era el de la Solidaridad entre los
Estados o Intervencionismo. Consistía en la posibilidad de las potencias europeas
de intervenir en un Estado para garantizar los derechos del príncipe y la estabilidad
interna en caso de verse amenazada por cualquier brote revolucionario. Se considera
que la estabilidad o inestabilidad de un Estado afectaba también a sus vecinos.
1.2 EL NUEVO MAPA EUROPEO
Desde el punto de vista territorial, y sobre la base del principio de equilibrio, los dos
problemas fundamentales, aparte de la vuelta de Francia a sus fronteras anteriores a
1789, lo constituían las cuestiones de Polonia y Sajonia, territorios ocupados por
Rusia y ambicionados también por Prusia.
Prusia quería anexionarse Sajonia a cambio de aceptar la reorganización de Polonia
con parte de los antiguos territorios polacos controlados por Prusia. En esta situación,
la habilidad diplomática de Talleyrand convierte a Francia, la potencia derrotada, en
elemento decisivo para establecer un equilibrio entre las potencias europeas
comenzando a apoyar públicamente en el Congreso a Gran Bretaña y Austria. El 3 de
enero de 1815, firma con Austria y Gran Bretaña un tratado secreto, en términos de
defensa militar, ante una posible guerra contra Rusia y Prusia.
Tras una serie de discusiones y tensiones que en algún momento pusieron en peligro
la paz y las relaciones entre las potencias vencedoras, el 11 de febrero de 1815 se
llegó a una solución, sobre la base de concesiones mutuas que hicieron posible la
firma del protocolo sobre Sajonia y Polonia. Este acuerdo permitió acabar con la fase
más tensa del Congreso y entrar en una fase resolutiva con los siguientes acuerdos:

 A Prusia se incorporarían Renania, parte de Sajonia y la Posnania polaca.


 Austria ampliaba su dominio polaco con la región de Galitzia (Polonia), y
recibía el reino Lombardo-Véneto, Tirol y la Iliria.
 Bélgica quedaba anexionada a Holanda formando el reino de los Países Bajos.
 Los Estados alemanes fueron reorganizados mediante la creación de la
Confederación Germánica. Los 350 pequeños Estados germánicos quedaron
reducidos a 34 principados y 4 ciudades libres, dirigidos por una dieta con
representación de todos los Estados bajo la presidencia de Austria.
 Rusia se anexionó Finlandia y la mayor parte de Polonia.
 Suecia se anexionó Noruega.
 Dinamarca incorporó el ducado de Holstein.

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Los Estados italianos también sufrieron notables cambios. Ya hemos hecho
referencia al reino Lombardo-Véneto que se incorpora a Austria. El Gran Ducado de
Toscana y los Ducados de Módena y Parma son ocupados por príncipes austríacos. El
reino de Cerdeña recupera la isla de su nombre e incorpora el Piamonte, Saboya, Niza
y la Liguria. En Nápoles son restaurados los Borbones. Por último, se restauran las
fronteras de los estados Pontificios a los límites anteriores a la revolución.
Suiza volvió a su configuración cantonal y se reconoció su neutralidad. España vio
reconocidos los derechos de Fernando VII al trono, pese a que aun vivía Carlos IV,
antiguo aliado de Napoleón. Sin embargo, no fueron atendidas sus reclamaciones
territoriales y la solicitud de ayuda para poner paz en sus territorios de América, lo que
permitiría a Gran Bretaña convertirse en la potencia hegemónica colonial.
Gran Bretaña no recibe ninguna compensación territorial en el continente, que por
otra parte no buscaba, pero se le reconoce su hegemonía marítima obteniendo
algunos puntos estratégicos en el Mediterráneo, el Atlántico y en el Índico.

Por último, Francia tras la aventura de los cien días protagonizada por Napoleón5, y
en virtud del segundo tratado de París de 20 de noviembre de 1815, pierde Saboya y
varias plazas estratégicas en sus fronteras norte y noroeste, además queda bloqueada

5Bonaparte consigue recobrar el poder a comienzos de 1815 (el denominado Imperio de los 100 días)
pero finalmente es desterrado a la isla de Santa Elena. Comprende desde el 20 de marzo de 1815, fecha
del regreso de Napoleón a París desde su exilio en Elba, hasta el 28 de junio de 1815, fecha de la
segunda restauración de Luis XVIII como rey de Francia.

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por la creación de Estados tapón. Se establecen guarniciones militares de las
potencias coaligadas, y se le obliga a pagar 700 millones de francos como
indemnización de guerra.
Las intenciones que llevaban a las grandes potencias a establecer este nuevo mapa
de Europa perseguían dos fines:

 contener cualquier veleidad expansionista de Francia,


 y compensar territorialmente a los Estados que habían sufrido más
directamente las guerras y la expansión napoleónica.
Todos estos acuerdos se recogen en el Acta final del Congreso firmada el 9 de junio
de 1815. Sin embargo, no se tuvieron en cuenta las aspiraciones nacionalistas de
algunos pueblos europeos, despertadas por el principio de las nacionalidades,
proclamado por el ideario revolucionario francés y por el rechazo al invasor francés
durante la expansión del imperio napoleónico. Los estallidos nacionalistas cambiarían
de nuevo en los años siguientes el mapa de Europa, produciendo levantamientos,
revoluciones y enfrentamientos frecuentes y sangrientos.

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2. EL SISTEMA DE EQUILIBRIO EUROPEO: LA SANTA ALIANZA Y LA
CUÁDRUPLE ALIANZA.
La persistencia del peligro revolucionario había de ponerse de manifiesto antes de la
firma del Acta final de Viena. En febrero de 1815, Napoleón abandona con su
guarnición la isla de Elba, donde había sido confinado, con la intención de llegar a
París y hacerse de nuevo con el poder. Las potencias reunidas en Viena movilizan de
inmediato sus ejércitos que terminarán por derrotar definitivamente a Napoleón en la
batalla de Waterloo.
Este último intento de Napoleón y los tres principios del Congreso de Viena ya citados
-de modo particular el de intervencionismo- plantearon a las potencias europeas la
urgencia de crear un sistema de seguridad frente a futuros intentos revolucionarios.
El sistema de seguridad se concretó en dos puntos:
 El primero fue la creación de un sistema de Directorio, es decir, la
concertación de las Potencias para garantizar el orden que surgió del Congreso
de Viena. En un principio participaron los Estados vencedores de Napoleón:
Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia. Poco después, en virtud del principio de
equilibrio, se incorporó también Francia.
 El segundo punto lo constituyó la convocatoria periódica de congresos o
conferencias entre las grandes potencias, para analizar el desarrollo de la
situación política de Europa y la adopción mancomunada de las medidas
adecuadas cuando la situación pareciera poner en peligro la obra de Viena. En
ocho años se celebrarían seis grandes Congresos Internacionales. Sin
embargo, las cancillerías europeas estaban empeñadas en frenar lo
irrefrenable: nacionalismo, librecambismo y constitucionalismo.
2.1 LA SANTA ALIANZA
Fue propuesta por el zar de Rusia Alejandro I, durante el Congreso de Viena. Se
trataba de un proyecto, impregnado de un vago idealismo místico, de paz perpetua
entre los Estados, sobre la base de los principios cristianos de la justicia, la caridad y
la paz, de tal modo que los gobiernos y pueblos habrían de sentirse y actuar en sus
relaciones mutuas como miembros de una misma nación cristiana. Pretendía que
fuera la Carta ideológica del Nuevo Régimen, el fundamento político y moral de la
Restauración.
La propuesta del zar era una mera declaración de principios que no contenía cláusula
alguna de obligado cumplimiento. Era lo suficientemente vaga como para que no
tuvieran inconveniente en firmarla los representantes de las potencias el 26 de
septiembre de 1815. Nadie la tomó en serio.

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Sólo se abstuvieron el Imperio turco, que no podía adherirse a un orden cristiano, y el
Papa, que no podía aceptar una iniciativa de paz religiosa elaborada por los políticos y
menos a propuesta de un cismático ortodoxo. Gran Bretaña también la rechazó, por el
hecho de que su régimen parlamentario impedía compromisos personales del
monarca en las relaciones internacionales.
2.2 LA CUÁDRUPLE ALIANZA
Estaba claro que el proyecto del zar no era más que una vaga declaración de
intenciones, sin una operatividad real para resolver los problemas a que se enfrentaba
el Congreso de Viena. De hecho, no hubo ninguna actuación internacional de las
potencias en virtud del tratado de la Santa Alianza.
Por eso era preciso seguir buscando algún instrumento diplomático que permitiera a
las potencias europeas actuar de común acuerdo. Ese instrumento, propuesto por
Gran Bretaña y ratificado por Prusia, Rusia y Austria, sería la creación de un sistema
de vigilancia e intervención, con la finalidad de impedir cualquier tentativa de desquite
francés, controlando también, de ese modo, a Rusia cuyas ambiciones expansionistas
temía de un modo particular Gran Bretaña. Así quedaba constituida la Cuádruple
Alianza.
A propuesta del zar, en lugar de una alianza dirigida exclusivamente contra Francia, se
consideró ampliar el acuerdo en los siguientes términos: las cuatro potencias se
garantizaban mutuamente la integridad de sus territorios; y se reconocía el derecho a
ejercer una vigilancia en los asuntos internos de los Estados, y a intervenir
colectivamente para reprimir cualquier tentativa revolucionaria. Para coordinar su
acción, los gobiernos de la Cuádruple celebrarían conferencias periódicas.
Sin embargo, la posición de Gran Bretaña, que contará con el apoyo de Austria, hará
fracasar las propuestas de Rusia. Sólo se garantizarán las fronteras fijadas por el
segundo tratado de París, rechazando el proyecto de intervención colectiva para
garantizar la estabilidad interior de los Estados; sólo cabría intervenir cuando la paz
general fuera amenazada por revueltas revolucionarias.
En el fondo, Gran Bretaña, dotada de un régimen constitucional, no estaba
dispuesta a convertirse en garante de los regímenes absolutistas del continente y
únicamente estaba dispuesta a actuar cuando viese peligrar sus intereses. Sí se
recoge en el tratado la celebración de conferencias, no sólo para evitar brotes
revolucionarios que pusieran en peligro la paz internacional, sino también para
examinar los grandes intereses comunes, con especial referencia a los que favorecían
la prosperidad de los pueblos.

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El acuerdo será firmado el 20 de noviembre de 1815, convirtiéndose en Quíntuple
Alianza (Pentarquía), cuando en 1818, sea admitida Francia. Será la Cuádruple
Alianza y no la Santa Alianza, quien regirá las relaciones internacionales de occidente
entre 1815 y 1830.
3. LA EUROPA DE LOS CONGRESOS
El articulo 6 del Acta final de Viena estipulaba que las potencias signatarias de la
Cuádruple Alianza se obligaban a reunirse periódicamente para deliberar sobre
asuntos de interés común en relación con la situación europea, o para prevenir
eventuales conflictos y adoptar las medidas que en cada caso se consideraran más
convenientes para el mantenimiento de la paz general. El canciller austríaco
Metternich será el principal impulsor de este sistema de Congresos para regular las
relaciones internacionales.
3.1 EL CONGRESO DE AQUISGRÁN
La serie de reuniones internacionales, tras la finalización del Congreso de Viena, se
inicia en septiembre de 1818, en Aquisgrán. El asunto principal fue la normalización
de las relaciones con Francia. Se estipularon los últimos detalles concernientes al
pago de la indemnización de guerra establecida en el segundo tratado de París, tras lo
cual se acordó la retirada de suelo francés de todas las tropas de ocupación
establecidas tras el episodio de los Cien Días.
Por último, Francia sería aceptada como miembro del concierto de las grandes
potencias, por lo que la Cuádruple se convirtió en Quíntupla Alianza, o Pentarquía. En
Aquisgrán se resolvió también el enconado enfrentamiento planteado entre Dinamarca
y Suecia (Dinamarca apoyó a Napoleón y tras la derrota de Bonaparte pasó a
soberanía sueca, lo cual provocó un enfrentamiento entre Noruega, Dinamarca contra
Suecia).
Sin embargo, lo más significativo de este Congreso de Aquisgrán fue la aparición de
divergencias ideológicas entre las grandes potencias, principalmente entre Austria
y Gran Bretaña, sobre cuál habrían de ser los fundamentos para el mantenimiento del
orden internacional. Austria, con Metternich como inspirador, insistía en que la paz
de Europa sólo sería una realidad sobre la base de una homogeneidad de los
sistemas políticos de los Estados según el modelo del Antiguo Régimen
restaurado. Gran Bretaña, por su parte, defendía que la paz y el equilibrio podían
mantenerse con independencia de los sistemas políticos de los Estados.
Ni siquiera Francia, recién incorporada, estaba dispuesta a conceder ese matiz
absolutista al espíritu de la Alianza. Por su parte, tanto Prusia como Rusia, veían con
agrado la postura austríaca, pues para ellos la alianza significaba, ante todo, una

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garantía del mantenimiento del orden vigente frente a cualquier veleidad liberal o
nacionalista.
3.2 EL CONGRESO DE TROPPAU
Entre marzo de 1819 y octubre de 1822, se celebraron varios Congresos en los que la
divergencia entre Gran Bretaña y las potencias continentales fue en aumento, sobre
todo, por la aplicación del principio de intervención ante la fase de agitación que afectó
sobre todo a los países mediterráneos.
En enero de 1820 se sublevaban en España los liberales, y obligaron a Fernando VII
jurar la Constitución de 1812. Poco después, por influencia de los acontecimientos
españoles, sucedía lo mismo en Portugal. A finales de año el rey de Nápoles,
Fernando IV, se veía obligado a aceptar un régimen constitucional inspirado en la
Constitución española de 1812. En marzo de 1821, se produce en el Piamonte una
nueva sublevación de corte liberal y nacionalista, exigiendo al rey Víctor Manuel I la
implantación de una Constitución y declarando la guerra a Austria. Poco después se
produciría un levantamiento liberal y nacionalista en Grecia con la pretensión de
sacudirse el dominio turco y constituirse en nación independiente.
En el Congreso de Troppau, reunido en octubre de 1820, las potencias autorizaron
una acción militar de las fuerzas austríacas en Italia, a pesar de la oposición de Gran
Bretaña a cualquier intervención. Esta última rechazaba que la Alianza se convirtiera
en gendarme para vigilar los asuntos internos de los Estados, al considerar que su
única función era proteger Europa de un poder militar revolucionario similar al
napoleónico y no la de frenar el desarrollo de las ideas liberales.
3.3 EL CONGRESO DE LAYBACH
En el Congreso de Laybach, continuación del anterior, celebrado en enero de 1821,
una vez más las potencias, con la reticencia de Gran Bretaña y Francia, afirmaron su
decisión de intervenir allí donde un régimen legítimo corriese peligro de ser derrocado.
Austria recibió plenos poderes para continuar su intervención en Italia, restaurando en
Nápoles y Piamonte la plena soberanía real.
En abril de 1821 tenía lugar el estallido revolucionario en Grecia, que, en un principio,
contó con el apoyo del zar, no tanto por simpatía al movimiento nacionalista y liberal
griego, como por ser una buena oportunidad de desestabilizar la hegemonía turca en
los Balcanes.
Por otra parte, la cuestión de España seguía vigente, agravada por la masiva
presencia de liberales italianos huidos de la represión austríaca, que pretendían
extender la revolución liberal por toda Europa a través de las sociedades secretas.
Estaba además el asunto de una posible intervención de las potencias en
Hispanoamérica, para restablecer la autoridad de Fernando VII.

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3.4 EL CONGRESO DE VERONA
A la vista de la situación política europea se celebró un nuevo Congreso en Verona a
partir de octubre de 1822. Austria convenció a Rusia de que no siguiera apoyando a
los patriotas griegos, con lo que pareció sofocada la intentona nacionalista helena.
El caso de España parecía más complicado de resolver, aunque Metternich estaba
decidido a cortar por lo sano. Austria tenía sus ejércitos en Italia, y no podía intervenir
al mismo tiempo en España. Rusia estaba dispuesta a enviar un ejército de 200.000
hombres, pero esto provocó la alarma de las Potencias ante la posibilidad de un
ejército ruso cruzando toda Europa hasta llegar a España, por lo que esa solución se
descartó.
Gran Bretaña, en su línea habitual no era partidaria de ninguna intervención militar en
España, al considerar que no existía ningún peligro real para la paz en Europa. En
cuanto a una intervención en Hispanoamérica, Gran Bretaña se negó en rotundo,
amenazando, incluso, con intervenir militarmente en contra de tal posibilidad. Esta
actitud de los británicos respondía al temor de poner en peligro su floreciente tráfico
comercial en territorios iberoamericanos, iniciado desde el comienzo mismo del
proceso de independencia.
El Congreso decidió enviar una nota al gobierno liberal español advirtiendo que en
caso de no producirse una moderación en su política y un respeto a la soberanía de
Fernando VII producirían una intervención militar por parte de las potencias,
acordándose que sería un ejército francés el que intervendría. Así, en el verano
de 1823, tras la respuesta arrogante del gobierno español, y pese a la reiterada
oposición de Gran Bretaña, que llegó a levantar el embargo de armas impuesto a
España, un ejército francés, en una operación militar que contó con el apoyo de los
partidarios de Fernando VII y ninguna resistencia seria, restauró a éste en su plena
soberanía. Esta decisión supuso la definitiva ruptura del sistema europeo de
solidaridad que surgió del Congreso de Viena, quedando en evidencia que cada país
iba a actuar según sus propios intereses.
3.5 LA CRISIS DEL SISTEMA DE CONGRESOS
Después del Congreso de Verona, Gran Bretaña se retiró definitivamente de la
Alianza; Francia salió robustecida y seguiría una política cada vez más centrada en
sus propios asuntos; Rusia quedó descontenta por las pocas posibilidades que se le
ofrecían en el concierto europeo; Austria se había visto respaldada por las potencias
en la defensa de sus pretensiones italianas; y Prusia, por el momento, quedaba en una
situación de expectativa política entre los dos grandes imperios centrales: el Austríaco
y el Ruso.

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4. AMÉRICA DURANTE LA ÉPOCA DE LA RESTAURACIÓN
Al mismo tiempo que se desarrollan en Europa estos acontecimientos, la América
hispana continúa luchando por su emancipación, y los nuevos Estados introducen en
su organización política instituciones liberales.
Los procesos que llevan a la independencia de las colonias iberoamericanas podían
haberse entendido entre las monarquías europeas de esta época como procesos
revolucionarios a los que se hubiera podido aplicar el espíritu restaurador del
Congreso de Viena. Sin embargo, las circunstancias que habían puesto en marcha, a
partir de 1810, los movimientos de independencia en las colonias iberoamericanas
respondían a planteamientos completamente diferentes a los que se producían en
Europa.
Los habitantes de las colonias, en su mayor parte criollos, eran una minoría entre los
cuadros dirigentes de la sociedad y de la actividad económica. Ante esta situación,
pretendían liberarse de un régimen administrativo y militar, que concedía
preponderancia a los funcionarios venidos de la metrópolis, y de un régimen
económico que aseguraba a España un monopolio comercial.
Cierto es que esas reivindicaciones se sustentarían en principios liberales y estaban
influidas por la sacudida revolucionaria francesa. Pero el detonante de los movimientos
emancipadores fue precisamente el rechazo al dominio francés tras la farsa de Bayona
y la usurpación del trono español por José Bonaparte, que darían lugar a la gran crisis
de 1808-1810.
En cuanto a la actuación concreta de las potencias europeas en los territorios
americanos podemos señalar que en el Congreso de Viena se ratificó la adquisición de
la Louisiana por los Estados Unidos pese a las protestas de España, que alegó la
ilegalidad de la venta realizada por Napoleón en 1803, en razón de que España había
devuelto a Francia ese territorio en 1800 con la condición expresa de que no lo
enajenaría.
Por lo que se refiere a la independencia de las colonias iberoamericanas, las potencias
de la Restauración veían con recelo la sublevación contra las autoridades legítimas.
Desde 1817 los norteamericanos habían adoptado una postura claramente favorable a
los independentistas, por eso en el Congreso de Aquisgrán se planteó el temor a que
Estados Unidos reconociera la nueva república del Río de la Plata, y que una
federación de repúblicas se extendiera por todo el continente americano.
Gran Bretaña que también favorecía, aunque indirectamente, la emancipación,
propuso en 1817 una mediación conjunta de todas las potencias; mediación que fue
rechazada tanto por el gobierno de Fernando VII como por los Estados Unidos.

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Pese a los reiterados esfuerzos diplomáticos de Fernando VII para que las Potencias
de la Pentarquía, aplicaran los principios de legitimidad e intervención en la cuestión
de los territorios americanos, no obtuvo resultado positivo. La actitud de Francia y
Gran Bretaña era contraria a cualquier intervención en ultramar, motivada en buena
parte por cuestiones de orden político y económico.
Austria y Prusia, aunque no sentían ninguna simpatía por el quebrantamiento de la
autoridad de Fernando VII en sus territorios ultramarinos, carecían de interés suficiente
para poner en marcha el esfuerzo bélico necesario para reducir por la fuerza los
levantamientos americanos.
Sólo el zar de Rusia se mostró dispuesto a intervenir a favor de España, aunque
desistió ante la cerrada oposición de Gran Bretaña, que estaba dispuesta a impedir a
toda costa, incluso con las armas, cualquier intervención militar de las potencias en los
territorios iberoamericanos.
5. ERRORES Y ACIERTOS DEL CONGRESO DE VIENA
a) Errores: el Congreso de Viena erró al ignorar la fuerza emergente de los
nacionalismos. El concepto de nación se había puesto de moda en Europa porque la
“nación francesa” (más que los súbditos de un rey determinado) parecía ser la
verdadera protagonista de la Revolución y de las Guerras Napoleónicas. Su ejemplo
despertó el nacionalismo en toda Europa.
El Congreso de Viena ignoró esto al entregar a un holandés (Guillermo de Orange) la
soberanía sobre la nación belga o a un ruso (Alejandro I) la soberanía sobre Finlandia.
El Congreso erró también al ignorar la economía. Así, por ejemplo, para contentar a
los Borbones se restauró el Reino de las Dos Sicilias con capital en Nápoles. Más
inteligente hubiese sido unir esa parte sur y subdesarrollada de Italia a la zona norte
(al reino de Piamonte-Cerdeña, por ejemplo) para facilitar el flujo de capitales y su
desarrollo económico.
b) Aciertos: aunque en términos generales el Congreso de Viena rechazaba la tesis
de la soberanía de la nación (el soberano debía ser el príncipe legítimo y no el pueblo),
acertó al aceptar las tesis nacionalistas en cuatro puntos concretos: redujo los estados
alemanes de 360 a 40; unió esos 40 estados en una Confederación Germánica (en
vez de resucitar el caduco Imperio Romano Germánico que existía hasta 1806);
estableció para cada uno de ellos una Dieta (asamblea de representación nacional); y
redujo los estados italianos (innumerables antes de Napoleón) a sólo siete..
Otro acierto fue hacer de Suiza un estado independiente y neutral. Hasta hoy sigue
siéndolo y ha sido muy beneficioso en tiempos de paz y de guerra. Finalmente, el gran
acierto del Tratado de Viena fue la paz que le dio a Europa, y que perduró 100 años,
hasta el estallido de la I Guerra Mundial en agosto de 1914. Es cierto que hubo

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revoluciones (1820, 1830 y 1848) y guerras (la de Crimea, y las de unificación italiana
y alemana) pero en general se trató de conflictos parciales, no de grandes
conflagraciones como las que se habían visto en la era revolucionaria y napoleónica o
como los holocaustos que se verían en el siglo XX.

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