CAPÍTULO I ellas.
El trabajo de Freud es una parte extremadamente pequeña
LA PSICOLOGÍA ESTÁ VIVA Y BIEN
(Y YENDO BIEN ENTRE LAS CIENCIAS)
El problema Freud
Detén a cien personas en la calle y pídeles que nombren a
algún psicólogo, ya sea vivo o muerto. Registra las respuestas. Por
supuesto, Dr. Phill, Wayne Dyer y otros “psicólogos de los
medios” serán sin duda nombrados. Sin embargo, si dejamos de
lado a estos psicólogos populares y que aparecen en los medios de
comunicación, y consideramos sólo a aquellos que han hecho
contribuciones reconocidas al conocimiento psicológico, entonces
podría no haber dudas sobre los resultados de esta encuesta
informal. Sigmund Freud sería el ganador manos abajo. B.F.
Skinner probablemente terminaría en un distante segundo lugar.
Ningún otro psicólogo podría alcanzar suficiente reconocimiento
incluso como para preocuparse. Así, Freud, junto con la psicología
popular presentada en los medios, define en gran medida a la
psicología en la mente pública.
La notoriedad de Freud ha afectado enormemente las
concepciones que tiene el público general sobre el campo de la
psicología, y ha contribuido a muchos malentendidos. Por
ejemplo, muchos estudiantes introductorios de psicología están
sorprendidos de aprender que, los miembros de la Asociación
Americana de Psicología (APA) que estaban preocupados porque
el psicoanálisis Freudiano fuese reunido, constituirían menos del
10% de los miembros. En otra asociación mayor, la Sociedad
Americana de Psicología, el número de miembros constituía
considerablemente menos del 5%.
La psicología moderna no está obsesionada con las ideas
de Sigmund Freud (como lo están los medios de comunicación y
algunas disciplinas humanistas), ni es en gran medida definida por
del variado conjunto de publicaciones, datos y teorías que son la
verdadera preocupación de los psicólogos modernos. Este cuerpo
más grande de investigación y teoría, abarca el trabajo de cinco
recientes ganadores del Premio Nobel (David Hubel, Daniel
Kahneman, Herbert Simon, Roger Sperry, y Torsten Wiesel) y un
ex director de la Fundación Nacional de Ciencia, todos ellos,
virtualmente desconocidos al público.
Ya está bastante mal que la importancia de Freud para la
psicología moderna esté demasiado exagerada. Lo que hace la
situación aún peor, es que los métodos de investigación de Freud
son totalmente poco representativos de cómo los psicólogos
modernos conducen sus investigaciones (recuerda que Freud
comenzó su conocido trabajo hace más de cien años atrás). De
hecho, el estudio de los métodos de Freud da una impresión
completamente engañosa de la investigación psicológica. Por
ejemplo, Freud nunca utilizó la experimentación controlada, que
es una de las armas más potentes del arsenal de métodos de los
psicólogos modernos, tal como lo veremos en el Capítulo 6.
Freud pensó que los estudios de caso podrían establecer la
verdad o falsedad de las teorías. Veremos en el Capítulo 4 porqué
esta idea está equivocada. Finalmente, un problema crítico con el
trabajo de Freud concierne a la conexión entre teoría y datos del
comportamiento.
Como lo veremos en el Capítulo 2, para que una teoría sea
considerada científica, el vínculo entre la teoría y los datos sobre
la conducta debe reunir algunos requerimientos mínimos. Las
teorías de Freud, por lo general no reúnen estos criterios (Crews,
1996, 1998; Macmillan, 1997; McCullough, 2001; Watters &
Ofshe, 1999).
Para acortar esta larga historia, Freud construyó una
elaborada teoría sobre una base de datos (estudio de caso e
introspección) que no era lo suficientemente substancial como
para apoyarla. Freud, concentrado en edificar complicadas
estructuras teóricas, no se aseguró, como lo hacen los psicólogos
modernos, de que estas estructuras se basaran en una base de datos
de relaciones conductuales fiables y replicables. En resumen, la
familiaridad con el estilo de trabajo de Freud puede ser un
impedimento significativo para el entendimiento y comprensión de
la psicología moderna.
En este capítulo, trataremos el problema de Freud de dos
maneras. Primero, cuando ilustremos la diversidad de la psicología
moderna, la posición más bien menor de Freud se hará clara (ver
Haggbloom et al., 2002; Robins, Gosling, & Craik, 1999, 2000).
Segundo, discutiremos qué características son comunes a las
investigaciones psicológicas a través de una amplia variedad de
dominios. Un conocimiento pasajero del trabajo de Freud ha
oscurecido desde el público general la única característica
unificadora de la psicología moderna: la búsqueda para entender la
conducta usando los métodos de la ciencia.

La Diversidad de la Psicología Moderna

Existe, de hecho, una gran diversidad de contenidos y
perspectivas en la psicología moderna. Esta diversidad reduce
drásticamente la coherencia de la psicología como disciplina.
Henry Gleitman (1981), ganador del Premio de Enseñanza
Distinguida de la Fundación Americana de Psicología, caracteriza
a la psicología como “un imperio intelectual libremente federado Simplemente presentando algunas de las indicaciones
que se extiende desde los dominios de las ciencias biológicas por concretas de esta diversidad, ilustraremos este punto. La
una frontera hasta aquellos de las ciencias sociales por la otra” Asociación Americana de Psicología tiene 53 divisiones
(p.774). diferentes, cada una representa un área particular de investigación
Entender que la psicología está compuesta por un conjunto y estudio o un área particular de práctica (ver Tabla 1.1). Desde la
increíblemente amplio y diverso de investigaciones, es crítico para tabla, puedes ver el rango de materias y temas estudiados por los
hacer una apreciación de la naturaleza de esta disciplina.
psicólogos, el rango de ajustes involucrados, y los diferentes
aspectos sobre el comportamiento que son estudiados.
La otra gran organización de psicólogos –La Sociedad
Americana de Psicología- es tan diversa como la anterior.
Actualmente, la Tabla 1.1 subestima la diversidad dentro del
campo de la psicología, pues da la impresión de que cada división
es un área específica de especialidad. De hecho, ¡cada una de las
53 divisiones de la lista es una amplia área de estudio que contiene
una inmensa variedad de subdivisiones! En resumen, es difícil
exagerar la diversidad de tópicos que caen dentro del campo de la
psicología.
Consecuencias de la Diversidad
Los estudiantes a menudo acuden al estudio de la psicología
esperando aprender una gran teoría psicológica que unifique y
explique todos los aspectos de la conducta humana y la
conciencia. Tales estudiantes con frecuencia se decepcionan, ya
que no encuentran una gran teoría, sino muchas teorías distintas,
cada una de las cuales cubre un aspecto limitado del
comportamiento (Griggs, Proctor, & Bujak-Johnson, 2002;
Zechmeister & Zechmeister, 2002).
La diversidad de la psicología garantiza que la tarea de
unificación teórica sea inmensamente difícil. Es más, muchos
psicólogos dirán y rebatirán que dicha unificación es imposible.
Otros, sin embargo, están buscando una mayor unión dentro del
campo (Gibson, 1994; Kenrick, 2001; Kimble, 1999; Solso &
Massaro, 1996). Por ejemplo, la coherencia de la psicología como
disciplina, ha aumentado desde la última década debido a los
esfuerzos teóricos de psicólogos evolutivos. Estos investigadores,
han intentado traer unificación a nuestra conceptualización de los
procesos psicológicos humanos, visualizándolos como
mecanismos al servicio de críticas funciones evolutivas, tales
como reconocimiento del parentesco, selección de pareja,
cooperación, intercambio social, y crianza de los hijos (Barett,
Dunbar, & Lycett, 2002; Bjorklund & Pellegrini, 2000, 2002;
Buss, 1999, 2000, 2001; Cosmides & Tobby, 1992, 2000; Pinker,
1997, 2002)
No obstante, sin importar su posición sobre la cuestión de la
coherencia en temas de psicología, todos los psicólogos
concuerdan en que la unificación teórica sería extremadamente
difícil, si es que dicho suceso ocurriera. La falta de integración
teórica en psicología no sólo decepciona a algunos estudiantes,
sino que además, lleva a muchos otros a denigrar el progreso
científico que la psicología ha llevado a cabo.
Tales críticas a menudo surgen de la noción equivocada, de
que todas las ciencias verdaderas deben tener una sola gran teoría
unificadora. Es una noción equivocada, pues muchas otras
ciencias también carecen de una conceptualización unificada. El
psicólogo de Harvard, William Estes (1979) ha enfatizado este
punto:
La situación en la cual los psicólogos experimentales se
encuentran a sí mismos no es nueva, para estar seguro, ni
peculiar a la psicología. La física, durante principios del siglo
XX, estaba subdividida incluso hasta el nivel de separar la
enseñanza de pregrado dentro de disciplinas distintas. Así, fui
introducido a dicha ciencia a través de cursos universitarios
separados de mecánica, calor, óptica, acústica, y electricidad. De
manera semejante, la química se ha ramificado, evidentemente
de manera irreversible, en inorgánica, orgánica, física y
especialidades bioquímicas, entre las cuales puede que no haya
más comunicación que la que existe entre algunas de las actuales
subdisciplinas de la psicología. En ambos casos, la unidad ha
resurgido sólo al nivel de teorías matemáticas abstractas. La
medicina se ha fragmentado de manera similar en
 especialidades, pero es como la psicología, ya que no hay
aparición de una nueva unidad (pp.661-662)
También es importante entender que lo que una disciplina
considera dentro de su provincia es en parte un accidente histórico.
Un factor contribuyente es el habitual modo arbitrario con que las
universidades dividen el conocimiento humano en departamentos,
los cuales pueden tener conveniencias administrativas, pero no
deben ser vistos como categorías inalterables. Es más, William
Bevan, un ex presidente de la APA, ha dicho que la fragmentación
dentro de la disciplina de la psicología es tan grande, que los
departamentos de psicología existen sólo como una conveniencia
administrativa, ¡así los miembros pueden recibir sus correos
(mails) desde el mismo banco de buzones de correo!
En efecto, no es difícil imaginar una universidad
disolviendo su departamento de psicología e integrando sus
miembros dentro de otros departamentos. Los psicólogos del
departamento de Psicología podrían ir a departamentos biológicos;
muchos psicólogos sociales podrían ir a departamentos
sociológicos; los psicólogos cognitivistas y perceptuales podrían
dirigirse a departamentos interdisciplinarios de ciencias
cognitivas; los psicólogos organizacionales e industriales podrían
ir a escuelas de negocios; los clínicos y de consejería podrían
entrar en departamentos de trabajo social, recursos humanos, y
educación; los psicólogos del desarrollo podrían ir a
departamentos de educación, ciencias cognitivas, o recursos
humanos; y así sucesivamente. Pocos psicólogos notarían una
diferencia en el intercambio intelectual con sus nuevos colegas.
Actualmente, muchos experimentarían mayor camaradería con sus
nuevos colegas que con los antiguos en “psicología”. La
psicología moderna, en términos de contenido, simplemente no
permanece unida como un conjunto coherente de temas. Uno debe
mirar a un nivel más general para encontrar algo que unifique a
esta disciplina
Una vez que conocemos las implicancias de los factores
sociales e históricos que determinan la estructura de las
disciplinas, podemos reconocer que es ilógico reclamar o exigir
que todos los campos se unifiquen. De hecho, se ha sugerido que
el término estudios psicológicos, más que psicología, reflejaría
con mayor precisión la diversidad de la disciplina. El uso de este
nuevo término, haría además menos sorprendente para los
estudiantes, que las diferentes áreas dentro de la disciplina han
sido caracterizadas por tasas muy diferentes de progreso científico.
Algunas han alcanzado un impresionante progreso en la
explicación y predicción de la conducta, mientras otras han
progresado muy poco. El término psicología no logra transmitir
este estado de cosas. En vez de eso, implica una coherencia en
cuanto a sus contenidos lo cual simplemente no es característico
de esta disciplina.
Si queremos encontrar cualquier unidad en materia de
psicología, no debemos buscar conexiones entre los tópicos que la
psicología estudia. Debemos en su lugar, dirigir los métodos que
utilizan los psicólogos para avanzar el conocimiento. Aquí se
encuentra el único lugar en el que podemos tener cualquier
esperanza de encontrar una causa común entre los psicólogos.
Pero aquí, en el dominio de los métodos psicológicos usados para
progresar en conocimiento, es donde también encontramos uno de
los mayores malentendidos de esta disciplina.
Unidad en la Ciencia
Cualquier coherencia que la disciplina de la psicología
exponga, es consecuencia de su búsqueda por entender la conducta
usando los métodos de la ciencia. Es más, toda esa pretensión de
singularidad y unicidad de la psicología, reside en el uso que ésta
hace de la completa gama de métodos científicos para comprender
la conducta. Simplemente decir que la psicología está preocupada
por el comportamiento humano no la distingue de otras
disciplinas. Muchos otros grupos profesionales y disciplinas –
incluyendo economistas, novelistas, leyes, sociología, historia,
ciencia política, antropología y estudios literarios- están, en parte,
relacionados con la conducta humana. La psicología no es única a
este respecto.
Las aplicaciones prácticas tampoco establecen unicidad o
particularidad alguna para la disciplina psicológica. Por ejemplo,
muchos estudiantes universitarios deciden especializarse en
psicología pues tienen el loable objetivo de querer ayudar a las
personas. Sin embargo, ayudar a la gente es parte aplicada de un
gran número de campos, incluyendo trabajo social, educación,
enfermería, terapia ocupacional, terapia física, ciencia policial,
recursos humanos, y terapia conversacional (incluso la filosofía –
ver Marinoff, 1999).
De manera similar, ayudar a la gente aconsejándola es una
parte establecida en los campos de la educación, el trabajo social,
trabajo policial, enfermería, trabajo pastoral, terapia ocupacional y
muchas otras. El objetivo de entrenar a especialistas aplicados
para ayudar a las personas a través de la consejería, no implica que
por ello tengamos una disciplina llamada psicología.
Las dos únicas cosas que justifican a la psicología como
una disciplina independiente, son que ésta estudia el rango
completo del comportamiento tanto humano como no humano
empleando las técnicas de la ciencia, y que las aplicaciones que se
derivan de este conocimiento están basadas científicamente. Si
esto no fuese cierto, entonces no habría razón para que la
psicología existiese.
La psicología es diferente de otros campos de la conducta,
por el hecho de que intenta dar al público dos garantías. Una, es
que las conclusiones que produce sobre la conducta, son derivadas
de evidencia científica. La segunda, es que las aplicaciones
prácticas de la psicología han sido derivadas y además probadas
por métodos científicos. ¿Alguna vez la psicología no alcanza
estos objetivos? Sí, muy a menudo (Dawes, 1994; Fox, 1996;
Garry, Frame, & Loftus, 1999; Lilienfeld, 1998, 1999; Loftus &
Guyer, 2002; Mook, 2001; Watters & Ofshe, 1999) Este libro es
sobre cómo deberíamos alcanzarlos mejor. Volveré en el Capítulo
12 a la cuestión de los mismos psicólogos socavando su
legitimidad por no cumplir con estándares científicos apropiados.
Pero, en principio, éstos son los estándares que justifican a
la psicología como un campo independiente. Si la psicología
alguna vez decide que estos objetivos no valen la pena –lo que
hace no desear adherirse a los estándares científicos- entonces
debería doblar su tienda y dejar sus variadas preocupaciones a
otras disciplinas, como ha sido previamente esbozado, pues si no
sería un campo totalmente redundante de investigación intelectual.
Claramente, entonces, el primer y más importante paso que
cualquiera debe dar al entender de la psicología, es el de darse
cuenta que su característica definitoria es la de ser el estudio
científico basado en datos de la conducta. Comprender todas las
implicancias de este hecho nos ocupará por el resto de este libro,
pues es el camino primario en el que desarrollamos la habilidad
para pensar con claridad sobre psicología. A la inversa, el camino
primario a través del cual la gente se confunde en su pensamiento
sobre psicología, es en el que fallan al darse cuenta de que es una
disciplina científica. Por ejemplo, es muy común escuchar a
personas provenientes de fuera de la disciplina dar la opinión de
que la psicología no es una ciencia. ¿Por qué esto es un suceso
ocurrente?
Intentos de convencer al público de que la psicología no
puede ser una ciencia debido a una variedad de fuentes. Como lo
discutiremos en capítulos posteriores, mucha de la confusión sobre
la actual disciplina de la psicología ha sido deliberadamente
fomentada por proveedores de falsa psicología. Ha crecido en
nuestra sociedad una industria considerable de sistemas de
creencias pseudocientíficas, que han creado interés en convencer y
persuadir al público de que todo vale en psicología, y que no
existen criterios racionales para evaluar las demandas
psicológicas. Esta es la atmósfera perfecta en la cual ofrecer un
mercado tal como: “pierde peso a través de la hipnosis”,
“desarrolla tus poderes psíquicos ocultos”, y “aprende francés
mientras duermes”, junto con muchas otras partes de la industria
multimillonaria de autoayuda que tampoco está basada en
evidencia científica o, en muchos casos, es actualmente
contrariada por mucha evidencia fiable.
Otra fuente de resistencia a la psicología científica,
proviene de la tendencia a oponerse a la expansión de la ciencia
dentro de áreas donde la autoridad incuestionable y el “sentido
común” llevan un largo reinado. La historia provee muchos
ejemplos de resistencia pública al uso de la ciencia, más que a las
especulaciones filosóficas, edictos teológicos, o a la sabiduría
popular para explicar el mundo natural. Cada ciencia ha pasado
por una fase de resistencia hasta su desarrollo. Eruditos
contemporáneos de Galileo, rechazaron mirar dentro de su nuevo
telescopio pues la existencia de las lunas de Júpiter habría violado
sus creencias filosóficas y teológicas.
Por siglos, la comprensión de la anatomía humana
progresó sólo de manera vacilante, debido a las normas y
prohibiciones eclesiales en la disección de cadáveres humanos (la
visión Cristiana era que el interior del cuerpo era “la provincia de
Dios”, ver Grice, 2001). Charles Darwin fue denunciado en
repetidas ocasiones; la Sociedad de Antropología de Paul Broca
fue oprimida en Francia, pues se pensaba que el conocimiento
sobre los seres humanos era subversivo para el Estado.
Cada paso científico hacia un mayor conocimiento sobre
los seres humanos ha evocado oposición. Esta oposición ha sido
eventualmente disipada, cuando la gente viene a darse cuenta de
que la ciencia no vulnera la humanidad en sus investigaciones,
sino que contribuye a la satisfacción y realización humana
ampliando la esfera del conocimiento. ¿Quién cree ahora que la
cartografía astronómica de las galaxias y sus intrincadas teorías
sobre la composición de las estrellas distantes puedan destruir
nuestro asombro ante el universo? ¿Quién podría sustituir la
confiable asistencia médica y sanitaria de su comunidad, por
aquella disponible antes de que los cadáveres humanos fuesen
rutinariamente diseccionados? Una actitud empírica hacia las
estrellas o el cuerpo humano no ha degradado a la humanidad.
Más recientemente, la síntesis evolutiva de Darwin ha establecido
la fundación para sorprendentes avances en genética y biología.
No obstante, mientras más nos acercamos a la naturaleza
de los seres humanos y sus orígenes, vestigios de oposición
permanecen. En Estados Unidos, defensores religiosos continúan
presionando para que se siga enseñando el creacionismo en las
escuelas públicas, y encuestas muestran que el hecho científico de
que los humanos hayan evolucionado a través de selección natural,
no es aceptado por gran parte del público (en algunas encuestas, la
mayoría no lo acepta). Entonces, si la biología evolutiva, con su
gran e impresionante registro de hallazgos científicos, sigue
engendrando oposición pública, ¿no es de extrañar que la
psicología, la disciplina más reciente para traer creencias
duraderas sobre los seres humanos bajo escrutinios científicos,
actualmente provoque a las personas negar su validez?
Finalmente, muchos de los que niegan el status científico
de la psicología están confundidos ellos mismos sobre la
naturaleza de la ciencia. Todo instructor de psicología ha
encontrado algún estudiante de primer o segundo año que ha
escogido especializarse en psicología “porque no le agrada la
ciencia”. El instructor está, por supuesto, preparado para el
asombro del alumno cuando le informe que la psicología es de
hecho, un miembro de las ciencias (“¡No puedo creer que deba
tomar estadísticas”!). Cuando el instructor pregunta, “¿Has
tomado mucha biología o química desde que entraste a la
universidad? La respuesta es muy predecible: “Oh, no, siempre he
evitado las ciencias” Noten la ironía aquí: El estudiante no sabe
absolutamente nada sobre ciencias ¡pero está completamente
seguro de que la psicología no es una de ellas!
¿Qué es, entonces, Ciencia?
Con el fin de entender qué es la psicología, debemos
comprender qué es ciencia. Podemos comenzar tratando qué no es
ciencia. En este sentido, podemos librarnos de la vasta mayoría de
conceptos erróneos comunes. Primero, la ciencia no está definida
por materia. Cualquier aspecto del universo es presa fácil debido
al desarrollo de una disciplina científica, incluyendo todos los
aspectos de la conducta humana. No podemos dividir el universo
en temas “científicos” y “no científicos”. Aunque poderosas
fuerzas a lo largo de la historia han intentado situar a los seres
humanos fuera de la esfera de investigación científica, estas
fuerzas han fracasado, tal como lo veremos. Las reacciones en
contra de la psicología como una disciplina científica,
probablemente representan los restos modernos de esta antigua
lucha.
La ciencia tampoco es definida por el uso de aparatos
experimentales particulares. No es el tubo de ensayo, el
computador, el equipo electrónico, o la bata blanca del
investigador lo que define a la ciencia. (Si este fuera el caso,
entonces no habría dudas sobre el status de la psicología, pues los
departamentos de psicología en las principales universidades,
están llenos de computadores, equipos químicos y electrónicos de
todos los tipos.) Estos son los adornos de la ciencia, pero no sus
características definitorias. Ciencia es, más bien, una forma de
pensar y observar el universo, que conduce a un profundo
entendimiento sobre la lógica de su funcionamiento.
En lo que sigue de este capítulo, discutiremos tres
características muy importantes e interrelacionadas que definen a
la ciencia: (1) el uso de empirismo sistemático; (2) la producción
de conocimiento público; y (3) el examen de problemas
solucionables. Aunque examinaremos cada característica por
separado, recuerda que las tres se conectan para formar una
estructura general coherente. (Para una discusión más detallada
sobre las características generales de una ciencia, ve los trabajos
de Bronowski, Cournaud, Dawkins, Medawar, Popper, Raymo, y
Sagan listados en la sección de referencias de este libro.)
1. Empirismo Sistemático
Si buscas la palabra empirismo en cualquier diccionario,
encontrarás que ésta significa “la práctica de confiar en la
observación”. Los científicos averiguan sobre el mundo
examinándolo. El hecho de que este punto pueda parecerte obvio
es un indicio de la propagación de la actitud científica en los siglos
pasados. Sin embargo, en el pasado esto no siempre parecía ser tan
obvio. Recuerda la negativa de mirar dentro del telescopio de
Galileo. Durante mucho tiempo se pensó que el conocimiento era
mejor obtenerlo a través de puro pensamiento, o apelando a la
autoridad. Galileo reclamó haber visto lunas alrededor del planeta
Júpiter. Otro erudito, Francesco Sizi, intentó refutar a Galileo, no
con observaciones, sino con el siguiente argumento:
 Existen siete ventanas en la cabeza, dos narices, dos oídos, dos
ojos y una boca; así, en los cielos hay dos estrellas favorables, dos
desfavorables, dos luminarias, y Mercurio, solo, indeciso e
indiferente. De aquél y muchos otros fenómenos similares de la
naturaleza, tales como los siete metales, etc., que sería tedioso
enumerar, reunimos que el número de planetas es necesariamente
siete… Además, los Judíos y muchas otras naciones antiguas, así
como los modernos Europeos, han adoptado la división de la
semana en siete días, y los han nombrado como los siete planetas;
ahora, si aumentamos el número de planetas, el sistema completo
se viene abajo…Además, los satélites son invisibles a simple vista
y, por lo tanto, no existen. (Holton & Roller, 1985, p.160)
El punto no es que el argumento sea ridículamente idiota, ¡sino
que era visto como una refutación adecuada a una observación
actual! Reímos ahora porque tenemos el beneficio de la
retrospectiva. Tres siglos del poder demostrado del enfoque
empírico, nos da una ventaja sobre el pobre Sizi. Quita esos años
de empirismo, y muchos de nosotros podríamos haber estado allí,
asintiendo con la cabeza e instándolo a seguir. Pero no, la
aproximación empírica no es necesariamente obvia, por ello es
que a menudo debemos enseñarla, incluso en una sociedad que es
dominada por la ciencia.
Sin embargo, el empirismo puro y simple no es suficiente.
Nota que el título de esta sección es “Empirismo Sistemático”. La
observación está bien y es necesaria, pero observación pura, no
estructurada del mundo natural, no dará lugar al conocimiento
científico. Anota toda observación que hagas desde el momento en
que te levantas en la mañana, hasta la hora en que te vas a dormir
al final del día. Cuando termines, tendrás un gran número de
hechos, pero no tendrás un mayor entendimiento del mundo. La
observación científica, es denominada sistemática porque es
estructurada, y así, los resultados de la observación revelan algo
sobre la naturaleza subyacente del mundo. Las observaciones
científicas usualmente están guiadas por una teoría; ellas prueban
diferentes explicaciones de la naturaleza del mundo. Están
estructuradas de manera que, dependiendo de los resultados de la
observación, algunas teorías son sostenidas y otras rechazadas.
2. Conocimiento Públicamente Verificable: Replicación y
Revisión de Pares
El conocimiento científico es público en un sentido muy especial.
Por público, por supuesto no queremos decir que las
observaciones científicas se publiquen en el tablón de anuncios del
centro de la comunidad. En su lugar, nos referimos al hecho de
que el conocimiento científico no existe únicamente en la mente
de un individuo particular. En un sentido importante, el
conocimiento científico no existe hasta que se ha presentado ante
la comunidad científica, para la crítica y prueba empírica de otros.
El conocimiento que es considerado “especial” –la provincia de
los procesos de pensamiento de un individuo particular, inmune
del escrutinio y las críticas de otros- puede que nunca alcance el
status de conocimiento científico.
La ciencia concreta esta idea de verificabilidad pública a
través del procedimiento de replicación. Con el fin de ser
considerado en el reino de la ciencia, un descubrimiento debe ser
presentado a la comunidad científica, de manera que permita a
otros científicos tratar de realizar el mismo experimento y obtener
los mismos resultados. Cuando esto ocurre, decimos que el
descubrimiento o hallazgo ha sido replicado. Los científicos
utilizan la replicación para definir la idea de conocimiento
público. Esto asegura que un descubrimiento particular, no se debe
simplemente a los errores o prejuicios de un investigador
específico. En suma, para que un hallazgo sea aceptado por la
comunidad científica, debe ser posible que otro individuo aparte
del investigador original, pueda duplicarlo. Cuando un
descubrimiento es presentado de esta manera, se hace público. Ya
no es única la posesión del investigador original; está, en cambio,
disponible para que otros investigadores puedan extender, criticar,
o aplicar el hallazgo a su modo.
El poeta John Donne nos dijo que “ningún hombre es una
isla”. En ciencia, ningún investigador es una isla. Cada
investigador está conectado a la comunidad científica y a su base
de conocimientos. Es esta interconexión la que permite a la ciencia
crecer acumulativamente. Los investigadores constantemente
construyen sobre conocimientos previos, con el propósito de ir
más allá de lo que actualmente saben. Este proceso es posible sólo
si el conocimiento previo se afirma de manera que cualquier
investigador lo pueda usar para construir sobre él.
Por conocimiento públicamente verificable, entonces, nos
referimos a hallazgos presentados ante la comunidad científica, de
tal manera que éstos puedan ser replicados, criticados o ampliados
por cualquier miembro de la comunidad. Este es un criterio muy
importante no sólo para científicos, sino también para el resto de
la gente, quienes, como consumidores, deben evaluar la
información científica presentada en los medios. Como lo veremos
en el capítulo 12, una forma importante de distinguir charlatanes y
practicantes de pseudociencia de científicos legítimos, es que
aquellos a menudo pasan por alto los canales normales de
publicación científica, y en su lugar, van directamente a los
medios de comunicación con sus “descubrimientos”.
Un criterio acorazado que siempre funcionará para el
público cuando se presente con reclamos científicos de validez
incierta, es la pregunta: ¿Los hallazgos han sido publicados en
alguna revista científica reconocida que utilice algún tipo de
procedimiento de revisión de pares? La respuesta a esta pregunta
casi siempre separará reclamos pseudocientíficos de lo real.
La Revisión de pares, es un procedimiento en el cual cada
artículo presentado a una revista, es criticado por varios
científicos, que luego presentan sus críticas a un editor
(usualmente un científico con una extensa historia de trabajo en el
área de especialidad cubierta por la revista), quien decide si el
peso de las opiniones garantiza la publicación del artículo, si la
publicación debe realizarse después de mayor experimentación y
análisis estadístico, o si debe ser rechazado pues la investigación
es defectuosa o trivial. La mayoría de las revistas llevan una
declaración de política editorial en cada asunto, así, es fácil
comprobar si una revista es revisada por pares.
No toda la información en revistas científicas revisadas por
pares es necesariamente correcta, pero al menos posee un criterio
de crítica y escrutinio de los pares. Es un criterio mínimo, no uno
estricto, pues la mayoría de las disciplinas científicas publican
docenas de revistas diferentes de variada calidad. Por lo general,
las ideas científicas pueden ser publicadas en algún lugar de la
literatura legítima, si éstas cumplen con algunos estándares
rudimentarios. La idea de que sólo un estrecho rango de datos y
teoría puede ser publicado en ciencia es falsa. Esta es una idea a
menudo sugerida por proveedores de remedios falsos y terapias
que intentan convencer a los medios y al público, de que han sido
excluidos de las salidas científicas por una conspiración de “la
ciencia ortodoxa”. Pero considera por un minuto la cantidad de
salidas o puntos de venta (outlets) legítimos que existen en un
campo como la psicología. Los artículos son resumidos por más
de mil revistas diferentes en la publicación Resúmenes
Psicológicos. La mayoría de estas revistas son revisadas por pares.
Virtualmente, todas las teorías y experimentos legítimos a mitad
de camino pueden encontrar su camino dentro de esta vasta serie
de publicaciones.
 Nuevamente, no estoy sugiriendo que todas las ideas
publicadas en las revistas resumidas de Resúmenes Psicológicos
son necesariamente correctas o están bien. Por el contrario, he
enfatizado antes, que este es sólo un criterio mínimo. No obstante,
el punto es, que el error de una idea, una teoría, un reclamo, o una
terapia, que debe tener adecuada documentación en la literatura de
revisión de pares de una disciplina científica, es muy informativa.
Particularmente, cuando la falta de evidencia va acompañada de
una campaña por parte de los medios de comunicación, para dar a
conocer el reclamo, es una señal segura de que la idea, teoría o
terapia es falsa.
Los mecanismos de revisión de pares, varían un tanto de
una disciplina a otra, pero el razonamiento subyacente es el
mismo. La revisión de pares es una vía (la replicación es otra) por
la cual la ciencia institucionaliza la actitud de objetividad y crítica
pública. Ideas y experimentación se someten a un proceso de
afiliación, en el cual son presentadas a otras mentes críticas para
ser evaluadas. Las ideas que sobreviven a este proceso crítico
deben comenzar a entrar al criterio de verificabilidad pública. El
proceso de revisión de pares está lejos de ser perfecto, pero
realmente es la única protección que podemos tener como
consumidores. Para ignorarla (o no estar conscientes de ella)
debemos dejarnos a nosotros mismos a la misericordia de la
multimillonaria industria de pseudociencia, que es tan talentosa
manipulando los medios de comunicación para sus propios fines
(ver Capítulo 12). En capítulos posteriores, discutiremos en mucho
más detalle el alto precio que debemos pagar para ignorar los
cheques y balances, inherentes a la verdadera práctica científica de
la psicología.
3. Problemas Empíricamente Solucionables: Científicos
Buscan Teorías Comprobables
Los científicos tratan con problemas solucionables o
especificables. Esto quiere decir, que el tipo de preguntas que los
científicos plantean, potencialmente, se pueden responder a través
de actuales técnicas empíricas disponibles. Si un problema no es
solucionable o, una teoría no es comprobable mediante técnicas
empíricas que los científicos tengan a mano, entonces los
científicos no las atacarán. Por ejemplo, la pregunta “¿Podrá un
niño de tres años de edad, que ha recibido estimulación de
lenguaje estructurada en la guardería, estar preparado para
instrucciones de lectura a una edad más temprana que aquellos
niños que no han recibido dicha estimulación?” representa un
problema científico. Y es posible responderla mediante métodos
empíricos actuales. La pregunta “¿Son los seres humanos
inherentemente buenos o inherentemente malos?” no es una
pregunta empírica, y simplemente no está en el reino de la ciencia.
Asimismo, la pregunta “¿Cuál es el significado de la vida?” no es
una pregunta empírica, y por tanto, está fuera del reino de la
ciencia.
La ciencia avanza postulando teorías para explicar ciertos
fenómenos del mundo, derivando predicciones de tales teorías,
probando las predicciones empíricamente y modificando las
teorías basadas en las pruebas (la secuencia es típicamente teoría >
predicción > prueba > modificación). Entonces, lo que un
científico a menudo quiere decir con el término problema
solucionable es “teoría comprobable”. ¿Qué hace a una teoría
comprobable? La teoría debe tener implicancias específicas sobre
eventos observables en el mundo natural; esto es lo que se
denomina empíricamente comprobable. Este criterio de
comprobación es, con frecuencia llamado criterio de falsabilidad,
y es el tema que comprende el Capítulo 2.
 Deberías estar consciente de dos malentendidos
importantes sobre la idea de que la ciencia sólo trata una cierta
clase de problema: el tipo de problemas que son empíricamente
solucionables. En primer lugar, los científicos son a menudo
caricaturizados, por creer que las preguntas y cuestionamientos del
reino de la ciencia son los únicos importantes. Esto no es
necesariamente cierto. Sólo porque los científicos no postulan
preguntas no científicas en sus trabajos profesionales, no indica
que por ello no estén preocupados de tales cuestionamientos.
Al decir que los científicos enfrentan problemas
empíricamente solucionables, eso no implica que las diferentes
clases de problemas sean inherentemente solucionables o sin
solución, o que esta división esté fijada para siempre. Todo lo
contrario: algunos problemas que actualmente no tienen solución,
pueden convertirse en solucionables al conformar una teoría, y así,
las técnicas empíricas se vuelven mucho más sofisticadas. Por
ejemplo, hace décadas atrás, los historiadores no habrían creído
que la controvertida cuestión de si Thomas Jefferson engendró un
hijo con su esclava Sally Hemings, era un problema
empíricamente solucionable. Sin embargo, alrededor de 1998, este
problema se volvió solucionable a través de los avances en
tecnología genética, y un artículo fue publicado en la revista
Naturaleza (Foster et al., 1998) señalando que era altamente
probable que Jefferson fuese el padre de Eston Hemings Jefferson.
Así es como la ciencia se ha desarrollado en general, y
cómo nuevas ciencias han llegado a existir. Siempre hay un
amplio margen de desacuerdo sobre lo que es actualmente
solucionable. Los mismos científicos a menudo están
disconformes sobre este punto, como si se refirieran a problemas
actuales de status ambiguo. Así, aunque todos los científicos estén
de acuerdo en el criterio de solubilidad, pueden discrepar en
cuanto a sus aplicaciones específicas. El Premio Nobel Peter
Medawar tituló uno de sus libros El Arte de lo Soluble (1967),
para ilustrar aquella parte de la creatividad involucrada en las
ciencias, que es encontrar el problema en el borde más lejano de la
frontera del conocimiento humano, el cual producirá técnicas
empíricas.
La psicología en sí misma, provee muchos buenos
ejemplos del desarrollo desde lo insoluble hasta lo solucionable.
Existen muchas preguntas (tales como “¿Cómo puede un niño
aprender el lenguaje de sus padres?”, “¿Por qué olvidamos cosas
que alguna vez supimos?”, “¿Cómo el estar en un grupo puede
cambiar el comportamiento y los pensamientos de una persona?”
que han sido el centro de especulación por siglos, antes de que
cualquiera reconociese que podían ser postuladas por medios
empíricos. Mientras este reconocimiento se desarrollaba
lentamente, la psicología se unía como una colección de
problemas relacionados con la conducta, en una variedad de
dominios. Las cuestiones de psicología gradualmente comenzaron
a separarse de la filosofía, y una disciplina empírica independiente
se estaba desarrollando.
El psicólogo cognitivo Steven Pinker (1997) discute cómo
la ignorancia puede ser dividida en problemas y misterios. En el
caso de los problemas, sabemos que una respuesta es posible y que
esa respuesta podría aparecer, aún cuando no tengamos la
respuesta todavía. En el caso de los misterios, no podemos
siquiera concebir cómo podría lucir una respuesta. Usando esta
terminología, podemos ver que la ciencia es un proceso que
convierte misterios en problemas. De hecho, Pinker (1997) señaló
que había escrito su libro Cómo funciona la Mente, “debido a
docenas de misterios de la mente, desde imágenes mentales a
amores románticos, han sido recientemente actualizados a
problemas” (p. ix).
Psicología y Sabiduría Popular: El problema del “Sentido
Común”
Todos tenemos teorías implícitas de comportamiento, que
gobiernan nuestras interacciones y pensamientos sobre nosotros
mismos y los demás. Es más, algunos psicólogos sociales,
cognitivos y de personalidad, estudian la naturaleza de estas
teorías psicológicas implícitas. Rara vez, exponemos nuestras
teorías de manera clara y lógica. En vez de ello, usualmente nos
hacemos conscientes de estas teorías sólo cuando nos llaman la
atención, o cuando las encontramos cuestionadas y desafiadas en
algún sentido. De hecho, la mayoría de nosotros no nos adherimos
a teorías completamente coherentes. Por el contrario, tenemos una
mescolanza de principios generales, homilías, y clichés sobre la
conducta humana, en las que nos basamos cuando sentimos la
necesidad de una explicación. El problema con este conocimiento
de sentido común sobre el comportamiento, es que mucho de él se
contradice a sí mismo y, por tanto, no se puede falsear (el
principio de falsabilidad es el tema del próximo capítulo).
Con frecuencia, una persona utiliza algunos proverbios
populares para explicar un evento conductual, incluso pensando en
una ocasión anterior, la misma persona ha usado un proverbio
popular directamente contrario, para explicar el mismo tipo de
evento. Por ejemplo, muchos de nosotros hemos escuchado o
dicho, “mira antes de saltar”. Ése es un consejo de
comportamiento útil y sencillo –excepto que recuerde vagamente
amonestar en ocasiones, “el que duda está perdido”. Y “la
ausencia hace crecer el cariño” es una predicción clara de una
reacción emocional hacia eventos ambientales. Pero entonces,
¿qué hay sobre “fuera de la vista, fuera de la mente”? ¿Y si “la
prisa hace el desperdicio”, entonces por qué, “el tiempo no espera
a ningún hombre”? ¿Cómo puede el dicho “dos cabezas son
mejores que una” no ser cierto? Excepto que “muchos cocineros
estropean el caldo”. Si pienso “es mejor prevenir que curar”, ¿por
qué entonces también creo que “el que nada arriesga, nada gana”?
Y si “los opuestos se atraen” ¿por qué “las aves de un mismo
plumaje vuelan juntas”? He aconsejado a muchos estudiantes
diciéndoles “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Pero
espero que mi último aconsejado no me haya escuchado jamás
decir eso, pues acabo de decirle “cruza ese puente cuando llegues
a él”.
La enorme cantidad de clichés como estos es tal, que al
unirlos como “explicaciones” implícitas de la conducta, no pueden
ser refutados. No importa lo que suceda, alguna de estas
explicaciones será citada para cubrirlo. No hay asombro si
pensamos que somos excelentes jueces de la personalidad y del
comportamiento humano. Tenemos una explicación para cualquier
cosa que pase. El psicólogo Karl Teigen (1986) ha evaluado
clichés tales como los que listamos anteriormente, y confirmó
empíricamente que las personas tienden a estar de acuerdo con
proverbios completamente contradictorios. Teigen concluyó que
era interesante el juicio “la verdad de un dicho es absolutamente
ajena a la verdad de su opuesto” (p.47).
Así, algunas veces nuestras teorías psicológicas implícitas
no pueden ser rebatidas. En el próximo capítulo, veremos porqué
esta incapacidad de ser objetadas, hace a dichas teorías no muy
útiles. Sin embargo, otro problema ocurre incluso en situaciones
donde nuestras creencias populares tienen cierta especificad, es
decir, inclusive cuando son comprobables empíricamente. El
problema es que la investigación psicológica ha mostrado que,
cuando muchas creencias culturales comunes son sometidas a
pruebas empíricas, llegan a ser falsas. Toma, por ejemplo,
creencias comunes sobre el valor del trabajo para adolescentes de
secundaria. La mayoría de los adultos americanos pensará, que la
tendencia actual hacia el empleo de un mayor número de
adolescentes, mientras ellos asisten la escuela, es un hecho
positivo pues (1) ellos ganarán dinero para ayudarlos a pagar su
educación superior, y para ayudar con los gastos familiares; (2)
ellos desarrollarán una “ética de trabajo” que los hará ser
empleados más responsables en la vida; (3) desarrollarán un
mayor respeto por nuestra economía; y (4) serán estudiantes más
motivados, pues estarán integrados a la economía.
Los psicólogos del desarrollo, han guiado extensos
estudios sobre el efecto del trabajo en la conducta, en las actitudes,
y en los logros educacionales de los estudiantes de escuela
secundaria (Bachman & Schulenberg, 1993; Steinberg, Brown, &
Dornbusch, 1996; Steinberg, Fegley, & Dornbusch, 1993). Estos
psicólogos han encontrado que, prácticamente todas nuestras
creencias culturales sobre el empleo adolescente son falsas. Sólo
una cantidad muy pequeña del dinero que ganan los adolescentes,
es para ayudar con los gastos familiares o para costear su
educación. La mayoría de los sueldos son gastados en artículos de
lujo que aportan estatus social, o en aquello que la publicidad
televisiva ha convertido en una “necesidad”. Trabajar mientras se
asiste a la secundaria, tiene efectos perjudiciales sobre la
educación de los estudiantes y sobre sus experiencias
educacionales. Y lo más interesante de todo, es que la experiencia
laboral hace a los estudiantes más cínicos y menos respetuosos
hacia el trabajo y su valor en nuestra economía. En un estudio,
adolescentes que trabajaban apoyaban con más probabilidad que
adolecesntes que no trabajaban declaraciones como “la gente que
trabaja más duro en sus puestos de trabajo, es un poco loca” y “No
existen compañías que se preocupen por sus empleados”
(Greenberger & Steinberg, 1986). Finalmente, al revisar la
investigación realizada en esta área, Greenberger y Steinberg
concluyeron que “El trabajo aparece para promover, más que
disuadir, ciertas formas de conducta delincuente” (p.6). Parece
entonces, que hemos desarrollado un mito cultural sobre el valor
del trabajo en los jóvenes. La retórica común sobre “la
construcción del carácter” y “el aprendizaje sobre el valor del
dinero” es falsa. Estos clichés, son el tipo de cuentos tradicionales
que los antropólogos están dispuestos a estudiar en culturas
subdesarrolladas –cuentos que nos hacen sentir bien y que
justifican las actuales prácticas culturales, pero que no poseen
bases en la realidad.
No es difícil generar otras instancias de creencias
populares (o “sentido común”) que están equivocadas. Toma, por
ejemplo, la idea de los niños que se destacan académicamente, o
que leen mucho, no son física o psicológicamente expertos. Esta
idea sigue circulando en nuestra sociedad, a pesar de que es
totalmente falsa. Existe voluminosa evidencia de que, contrario a
las creencias populares de “sentido común”, los individuos
inclinados por la lectura y académicamente destacados, son
físicamente más robustos y están más involucrados socialmente
que las personas que no leen (Gage & Berliner, 1984, pp. 18-19;
Market Facts, 1984; Zill & Winglee, 1990). Por ejemplo, los niños
que poseen mayores logros escolares tienen más posibilidades de
ser aceptados por sus pares, que los niños que poseen bajo
rendimiento escolar (Gage & Berliner, 1984). La gente que lee
mucho, es más probable que practique deportes, yoga,
excursiones, y repare autos, que la gente que no lee mucho (Zill &
Winglee, 1990)
Muchas creencias populares nacen y cobran vida propia.
Por ejemplo, durante los 80’ y los 90’ la creencia popular que se
desarrolló, fue que la baja autoestima era una causa de agresión.
Pero investigaciones empíricas, indicaron que no existía ninguna
conexión entre agresión y baja autoestima. De todas maneras, lo
contrario parece ser el caso, pues la agresión es con frecuencia
asociada a una alta autoestima (Baumeister, 1999; Baumeister,
Boden, & Smart, 1996; Baumeister, Bushman, & Campbell, 2000)
Asimismo, una hipótesis extremadamente popular en los 90’, era
que el bajo rendimiento escolar era producto de una baja
autoestima. Pero resulta, que la relación entre autoestima y
rendimiento escolar es más probable que vaya en dirección
opuesta, a aquella asumida por el personal de la escuela. Es el
logro superior en la escuela (y en otros aspectos de la vida) el que
conduce a una alta autoestima y no al revés (Kahne, 1996;
Ruggiero, 2000; Stout, 2000).
Radford (1999) ha discutido aquel mito popular
aparentemente imposible de erradicar, según el cual, usamos sólo
un 10% de nuestro capital intelectual. A pesar de no estar
sustentado por bases de neurociencia cognitiva (ver Beyerstein,
1999; Higbee & Clay, 1998), este mito ha circulado por décadas
alcanzando el estatus de lo que se ha denominado “psico-hecho”.
Radford cita la definición de psico-hecho, del columnista Robert
Samuelson como “una creencia que, a pesar de no estar apoyada
por pruebas concretas, es tomada como real, pues su constante
repetición cambia la manera en que experimentamos la vida”
(p.53).
Las creencias populares no siempre son inmunes a las
evidencias. A veces, cuando la evidencia contradictoria se vuelve
demasiado conocida, la psicología popular (“sentido común”)
cambia. Por ejemplo, hace años atrás, un extendido cliché sobre
los niños era “Temprano madura, temprano se pudre” (Fancher,
1985, p.141). El cliché reflejaba la creencia de que la precocidad
de la infancia estaba asociada a la anormalidad adulta, era una
creencia sostenida por varias anécdotas sobre niños prodigio que
llegaron a la ruina en su vida posterior. En este caso, la evidencia
psicológica que ha documentado la inexactitud de este cliché,
habría sido absorbida por la cultura general, y casi nunca se ha
vuelto a escuchar esta clase de sabiduría popular otra vez.
Este último ejemplo, además contiene a una advertencia al
recordarnos tener cuidado con el “sentido común” de nuestros días
–ya que no es difícil mostrar que el sentido común del pasado se
ha transformado en el sin sentido de hoy. Después de todo, el
sentido común es lo que “todo el mundo sabe” ¿verdad? Verdad.
Bueno, todos saben que las mujeres no deberían ser capaces de
votar ¿verdad? Todos saben que a los afroamericanos no se les
debería enseñar a leer ¿verdad? Todo el mundo sabe que los
individuos discapacitados deberían ser institucionalizados fuera de
la vista de la sociedad ¿verdad? De hecho, hace 150 años, todas
estas creencias eran lo que “todo el mundo sabía”. Por supuesto,
ahora reconocemos este sentido común del pasado, como un
sinsentido o una tontería, como creencias basadas en suposiciones
sin verificar. Pero en estos ejemplos, podemos ver el rol crítico
que juega la psicología, cara a cara con el sentido común. La
psicología prueba las bases empíricas de las suposiciones sobre las
cuales descansa el sentido común. A veces, las suposiciones no
logran sostenerse cuando son probadas, así como lo vimos en
muchos de los ejemplos anteriores. A través de los ejemplos
discutidos –y muchos otros podrían ser citados- podemos ver que
el rol que desempeña la psicología de “probador empírico” de
muchas sabidurías populares, a menudo la conduce a conflictos
con muchas creencias populares generalizadas. La psicología, a
menudo es portadora de “malas noticias” que confrontan a las
creencias populares, las que no logran hacer frente a la fría luz del
día. Tal vez, no es sorprendente que mucha gente quiera ignorar el
mensaje, sino que además, acabar con el mensajero.
La Psicología como una Ciencia Joven
Siempre ha habido oposición a una psicología basada
empíricamente. Hace sólo 100 años, la Universidad de Cambridge
rechazó la iniciativa de establecer un laboratorio psicofísico, pues
el estudio de un tema como ese habría “insultado la religión al
poner el alma humana sobre un par de escalas” (Hearst, 1979, p.7).
Como el psicólogo Paul Meehl (1999) señaló, “La dependencia
sobre “lo que todos saben” (simplemente por la virtud de ser un
ser humano) fue apenas críticamente examinada, antes del
desarrollo de los métodos experimentales y estadísticos de la
ciencia social contemporánea” (p.440). Así, la batalla de la
psicología para establecer sus problemas como empíricamente
solucionables, ha sido ganada sólo recientemente. Pero tal como
los progresos científicos, los psicólogos comenzarán a postular
más y más cuestiones que serán el centro de arraigadas creencias
sobre los seres humanos, pues muchos de estos problemas son
empíricamente comprobables. Los psicólogos ahora estudian
temas tales como, el desarrollo del razonamiento moral, la
psicología del amor romántico, la naturaleza del prejuicio racial, y
las determinantes psicológicas y sociales de las creencias
religiosas. Recientemente, estudios sobre la actividad sexual en la
niñez, han incitado mucha controversia (Hagen, 2001; Rind,
Tromovitch, & Bauserman, 2001). Algunas personas se oponen a
la investigación empírica en estas áreas (Hunt, 1999); sin
embargo, en cada una de ellas ha habido progreso científico.
Levin y O’Donnell (2000) discuten cómo la oposición a
algunas investigaciones psicológicas, está basada en lo que ellos
reclaman como “no necesitamos saber”. Ellos describen una junta
escolar, donde los padres tienen la opción de tener a sus hijos
educándose en salones con niños de variadas edades. La junta
escolar menosprecia la sugerencia de los profesores de realizar un
estudio investigativo sobre el tema, pues creen que si el estudio de
investigación muestra a uno u otro método como el más efectivo,
los padres los forzaran a cambiar su tipo de instrucción
completamente. Como Levin y O’Donnell (2000) indicaron, “¡la
junta escolar simplemente no quiso saber!” (p.66). Así,
deberíamos estar conscientes de que la investigación psicológica
es a menudo denigrada, no porque la gente piense que es mala,
sino porque desean evitar las consecuencias de la información que
ésta podría producir.
Quizás, ya te habrás dado cuenta de una inconsecuencia
particular en muchas de las críticas dirigidas a la psicología. Por
un lado, algunas personas se oponen a llamar a la psicología una
ciencia, y niegan que los psicólogos puedan establecer hechos
empíricos sobre la conducta. Por el otro lado, están aquellos que se
oponen a la investigación de ciertas áreas del comportamiento y
las creencias humanas, debido a lo que los psicólogos pueden
descubrir de ellos. Los psicólogos Skinnereanos normalmente
tratan con estas críticas contradictorias. Por ejemplo, algunos
críticos han discutido que las leyes de reforzamiento formuladas
por conductistas, no se aplican a la conducta humana. Al mismo
tiempo, otros críticos están preocupados de que las leyes sean
usadas para el control rígido e inhumano de las personas. Así, los
conductistas se enfrentan a algunos críticos que niegan que sus
leyes puedan ser aplicadas, ¡y a otros que acusan que sus leyes
pueden ser aplicadas con demasiada facilidad!
Ejemplos como estos, surgen porque la relativamente
nueva ciencia de la psicología, ha comenzado a descubrir hechos
sobre aspectos de la conducta, que previamente se habían
escapado de estudio alguno. La relativa juventud de la psicología
como ciencia, explica parcialmente porqué su estatus como una
disciplina empírica es apreciado inadecuadamente. De hecho, en el
Capítulo 12, discutiremos cómo algunos de los malentendidos de
la psicología, han sido fomentados por las acciones de partes de la
psicología (Dawda & Martin, 2001) que se han confundido sobre
qué es lo que distingue a la investigación psicológica de otros
campos –que depende de los métodos de ciencia empírica para
estudiar la conducta. Debido a la emergencia relativamente
reciente de la psicología, muchas de sus áreas de estudio están en
plena infancia y apenas han comenzado a producir hechos
significativos y teorías poderosas. No obstante, durante las cuatro
décadas pasadas, la psicología ha comenzado a establecerse
firmemente en la estructura interconectada de conocimiento, que
nosotros llamamos ciencia.
RESUMEN
La psicología es una disciplina inmensamente diversa, que
cubre un rango de temas que no siempre están unidos por un
contenido común. En su lugar, lo que unifica a esta disciplina, es
que utiliza métodos científicos para entender la conducta. El
método científico no es un conjunto estricto de reglas; sino más
bien, es definido por principios muy generales. Los tres más
importantes son (1) la ciencia emplea métodos de empirismo
sistemático; (2) sus objetivos son que el conocimiento sea
públicamente verificable; y (3) busca problemas que sean
empíricamente solucionables y teorías comprobables (el tema del
próximo capítulo). Las observaciones estructuradas y controladas
que definen al empirismo sistemático, son el contenido de una
serie de capítulos de este libro. La ciencia hace al conocimiento
público mediante procedimientos como la revisión de pares, y
mecanismos como la replicación.
La psicología es una ciencia joven, y por ello es que a
menudo está en conflicto con la denominada sabiduría popular.
Este conflicto es típico de toda nueva ciencia, pero entenderlo,
ayuda a explicar parte de la hostilidad dirigida hacia la psicología
como disciplina. Esta característica de cuestionar la sabiduría
popular, también convierte a la psicología en un campo
emocionante. Mucha gente es atraída por esta disciplina, pues
ofrece la posibilidad de probar el “sentido común” que ha sido
aceptado sin preguntas, durante siglos.
CAPÍTULO II
FALSABILIDAD
CÓMO FRUSTRAR A PEQUEÑOS HOMBRES VERDES EN LA CABEZA
En 1793, una severa epidemia de fiebre amarilla golpeó a
Filadelfia. Uno de los doctores destacados de la ciudad en ese
entonces era Benjamin Rush, un cantante de la Declaración de
Independencia. Durante el brote epidémico, Rush era uno de los
pocos físicos capaces de tratar, literalmente, cientos de casos de
fiebre amarilla. Rush se adhirió a una teoría de la medicina, según
la cual las enfermedades acompañadas por fiebre debían ser
tratadas con fuertes sangrías (la eliminación de sangre del cuerpo,
ya sea mediante el uso de instrumentos como una lanceta, o por la
aplicación de sanguijuelas). Él administraba este tratamiento a
varios pacientes, incluyendo a él mismo cuando lo atacó la
enfermedad. Los críticos imputaban que sus tratamientos eran más
peligrosos que la enfermedad. Sin embargo, al culminar la
epidemia, Rush se hizo aún más seguro sobre la efectividad de su
tratamiento, incluso a pesar de que muchos de sus pacientes
murieron. ¿Por qué?
Un escritor resumió la actitud de Rush de la siguiente
manera: “Convencido de la precisión de su teoría médica, y
careciendo de un medio para estudiar los resultados del
tratamiento, él atribuía cada nueva mejoría a la eficacia de su
tratamiento, y por cada nueva muerte que acontecía, culpaba a la
severidad de la enfermedad” (Eisenberg, 1977, p.1106). En otras
palabras, si el paciente comenzaba a sentirse bien, esta mejoría era
tomada como una prueba de que las sangrías estaban funcionando.
Si el paciente moría, simplemente significaba que el paciente
estaba demasiado enfermo para que cualquier tratamiento surtiese
efecto. Ahora sabemos que las críticas de Rush eran correctas: Sus
tratamientos eran tan peligrosos como la misma enfermedad. En
este capítulo, discutiremos de qué manera Rush se equivocó. Su
error ilustra uno de los principios más importantes del
pensamiento científico, el cual es particularmente útil para evaluar
las afirmaciones psicológicas.
En este capítulo, nos centraremos en más detalle sobre la
tercera característica general que discutimos en el Capítulo 1: Los
científicos tratan con problemas solucionables. Lo que los
científicos a menudo quieren decir con problema solucionable es
“teoría comprobable”. La manera en que los científicos se
aseguran de que están tratando con teorías comprobables, es
garantizando que sus teorías son falseables, es decir, que tienen
consecuencias sobre eventos reales en el mundo natural. Veremos
porqué el denominado criterio de falsabilidad es tan importante en
psicología.
Teorías y el Criterio de Falsabilidad
Benjamin Rush calló en una trampa fatal cuando evaluó los
resultados de sus tratamientos. El método que utilizó para evaluar
la evidencia, hizo imposible concluir que su tratamiento no
funcionaba. Si la recuperación de un paciente significaba la
confirmación de su tratamiento (y, por ende, de su teoría médica),
entonces, parece justo que la muerte de un paciente hubiese
significado desconfirmación. Sin embargo, en su lugar, Rush
sustituyó estas desconfirmaciones. Al interpretar la evidencia
como lo hizo, Rush violó una de las reglas más importantes
respecto a la construcción y comprobación de teorías en ciencia:
Hizo que fuera imposible falsear su teoría.
Las teorías científicas siempre deben ser elaboradas de tal
manera que se pueda demostrar, que las predicciones que se
derivan de ellas, puedan ser potencialmente falsas. Así, los
métodos para evaluar evidencia relevante en una teoría particular,
deben incluir siempre la posibilidad de que los datos puedan
falsificar la teoría. Este principio es denominado con frecuencia, el
criterio de falsabilidad, y su importancia en el progreso científico
ha sido fuertemente articulada por Karl Popper, un filósofo de
ciencia cuyos escritos son muy leídos por trabajadores científicos
(Magee, 1985).
El criterio de falsabilidad establece, que para que una
teoría sea útil, las predicciones derivadas de ella deben ser
específicas. La teoría debe ir una extremidad, por decirlo así, pues
al decirnos lo que debería suceder, también debe dar a entender
que ciertas cosas no sucederán. Si estas últimas cosas llegaran a
suceder, entonces, tenemos una clara señal de que algo anda mal
con la teoría: Puede que la teoría necesite ser modificada, o puede
que necesitemos una teoría totalmente nueva. De cualquier
manera, debemos terminar con una teoría que esté más cerca de la
verdad. Por el contrario, si una teoría excluye cualquier
observación posible, entonces la teoría nunca podrá ser cambiada,
y estaremos congelados en nuestra propia corriente de
pensamiento, sin posibilidad alguna de progreso. Así, una teoría
exitosa no es aquella que da cuenta de todo suceso posible, pues
tal teoría se quita a sí misma todo poder predictivo.
Ya que a menudo nos referiremos a la evaluación de
teorías en lo que queda de este libro, debemos aclarar un error
común que circunda al término teoría. Este error se ve reflejado en
la frase comúnmente usada “Oh, sólo es una teoría”. Esto implica
que una teoría es tan buena como otra. La frase captura lo que la
gente común con frecuencia quiere decir cuando emplea el término
teoría: una hipótesis sin verificar, una mera suposición, un
presentimiento. Este, definitivamente no es el uso que se le da al
término teoría en ciencia. Cuando los científicos se refieren a las
teorías, no están haciendo alusión a suposiciones sin verificar.
Una teoría en ciencia, es un conjunto interrelacionado de
conceptos, que es empleado para explicar un cuerpo de datos y
hacer predicciones sobre los resultados de experimentos futuros.
Las hipótesis son predicciones específicas, derivadas de las teorías
(que son más generales y exhaustivas). Las teorías actualmente
viables, son aquellas que han confirmado la mayoría de sus
hipótesis. Las estructuras teóricas de tales teorías son, por tanto,
consecuentes con un gran número de observaciones. No obstante,
cuando la base de datos comienza a contradecir las hipótesis
derivadas de la teoría, los científicos intentan construir una nueva
teoría, que pueda proporcionar una interpretación mejor de los
datos. Así, las teorías que están bajo discusión científica son
aquellas que han sido verificadas en cierta medida, y que no
arrojan muchas predicciones en contradicción con los datos
disponibles. Por tanto, no son simples suposiciones o
presentimientos.
La diferencia en el uso del término teoría entre la gente
común y los científicos, a menudo ha sido explotada por algunos
fundamentalistas religiosos que quieren que el creacionismo sea
enseñado en las escuelas públicas (Pennock, 1999). Su argumento
frecuentemente es “Después de todo, la evolución es sólo una
teoría”. Esta declaración, tiene la intención de sugerir a la gente
que usen el concepto teoría para referirse “sólo a una suposición”.
Sin embargo, la teoría de la evolución por selección natural, no es
una teoría en el sentido cotidiano (por el contrario, en el sentido
cotidiano sería considerada un hecho). En su lugar, es una teoría
en el sentido científico. Es una estructura conceptual, apoyada por
un conjunto amplio y variado de datos (Berra, 1990; Maynard
Smith, 1998; Ridley, 1996, 1999). No es una mera suposición
igual a cualquier otra conjetura. El distinguido biólogo Theodosius
Dobzhansky (1973) se refirió a este punto, titulando un conocido
artículo “Nada en Biología Tiene Sentido Excepto Bajo la Luz de
la Evolución”.
La Teoría de Tocar Ritmos
Un ejemplo hipotético mostrará cómo funciona el criterio
de falsabilidad. Un estudiante golpea mi puerta. Un colega que
está en mi oficina, tiene una teoría que comprende predicciones
sobre los ritmos que diferentes personas usan para tocar una
puerta. Antes de abrir la puerta, mi colega predice que la persona
que está detrás de ella, es una dama. Abro la puerta, y de hecho, la
estudiante es una mujer. Luego le digo a mi colega que estoy
impresionado, pero sólo ligeramente, pues únicamente tiene un
50% de probabilidades de estar en lo cierto, incluso con su “teoría
de tocar ritmos”. Él dice que puede hacerlo mejor. Otro individuo
comienza a tocar la puerta. Mi colega dice que es un hombre de
menos de 22 años de edad. Abro la puerta para encontrar a un
estudiante masculino, que yo sabía acababa de graduarse de
secundaria. Le comenté que estaba un poco impresionado, pues
nuestra universidad tenía un número considerable de estudiantes
menores de 22 años. Sin embargo, seguía manteniendo que, por
supuesto, hombres jóvenes eran comunes en el campus. Pensando
en que era difícil de complacer, mi colega propone una última
prueba. Después del siguiente llamado a la puerta, mi colega
predice “Mujer, 30 años, 5 pies y 2 pulgadas de alto, lleva un libro
y una cartera en su mano izquierda, y está golpeando con la
derecha”. Después de abrir la puerta y confirmar la predicción
completamente, tuve una respuesta bastante diferente. Dije que,
suponiendo que mi colega no podía estar jugando una broma y
arreglar que esas personas aparecieran en mi puerta, estaba de
hecho, extremadamente impresionado.
¿Por qué la diferencia en mis reacciones? ¿Por qué las tres
predicciones de mi amigo suscitaron tres respuestas diferentes,
pasando desde “¿y qué?” a “¡Wow!”? La respuesta tiene que ver
con la especificidad y precisión de las predicciones. Las
predicciones más específicas crearon mayor impacto cuando eran
confirmadas. Sin embargo, nota que la especificidad varía
directamente con la falsabilidad. Mientras más específica y precisa
era la predicción, más posibilidades había de que las
observaciones la hubiesen falseado. Por ejemplo, hay muchas
personas que no son mujeres de 30 años con 5 pies y 2 pulgadas
de alto. Observa, que implícitamente, por mis variadas reacciones,
señalé que habría estado más impresionado por una teoría que
derivase predicciones que maximizaran el número de eventos que
no debían ocurrir.
Las buenas teorías entonces, crean predicciones que las
exponen a sí mismas a la falsificación. Las malas teorías no se
ponen en peligro de esta manera. Crean predicciones tan
generales, que están casi obligadas a ser verdad (por ejemplo, la
próxima persona que toque mi puerta, será menor de 100 años) o
están enunciadas de tal manera, que están absolutamente
protegidas de la falsificación (como en el ejemplo de Benjamin
Rush). De hecho, una teoría puede estar tan protegida de la
falsabilidad, que simplemente ya no es considerada científica. Es
más, fue el intento de Popper de definir el criterio que separa a la
ciencia de la no-ciencia, lo que lo condujo a enfatizar la
importancia del principio de falsabilidad. Aquí hay un vínculo
directo con la psicología y con nuestra discusión sobre Freud en el
Capítulo 1.
Freud y la Falsabilidad
En las primeras décadas de este siglo, Popper estaba
buscando las razones subyacentes de algunas teorías científicas
que conducían a avances en conocimiento, y de otras que llevaban
a un estancamiento intelectual (Hacohen, 2000). La teoría de la
relatividad de Einstein, por ejemplo, condujo a observaciones
sorprendentes (por ejemplo, que la luz de una estrella distante, se
curva cuando pasa cerca del sol) precisamente porque sus
predicciones estaban estructuradas de manera que múltiples
eventos posibles las pudiesen contradecir, y por ende, falsificar la
teoría.
Popper, pensó que esta norma no se cumpliría en las
teorías estancadas y señaló el psicoanálisis de Freud como ejemplo
de ello. La teoría Freudiana utiliza una estructura conceptual muy
complicada, que explica la conducta humana después del hecho,
pero no predice las cosas de antemano. Puede explicar todo, pero
Popper rebate, que es precisamente esta propiedad la que hace a
esta teoría científicamente inútil, pues no logra crear predicciones
específicas. Los adeptos a la teoría psicoanalítica, gastan mucho
tiempo y esfuerzo en conseguir que la teoría explique todo evento
humano conocido, desde rarezas individuales de conducta, hasta
fenómenos sociales de gran escala, pero su éxito en hacer de esta
teoría una rica fuente de explicaciones “después del hecho”, le
quita cualquier utilidad científica. La teoría psicoanalítica
Freudiana, actualmente desempeña un papel mucho mayor como
espuela de la imaginación literaria, que como una teoría en la
psicología contemporánea (Robins & Craik, 1994; Robins,
Gosling, & Craik, 1999, 2000). Su desaparición dentro de la
psicología puede estar trazada en parte, debido a su fracaso en
satisfacer el criterio de falsabilidad.
Como un eminente crítico ha expresado, “Ideas
incorrectas, pero extensamente difundidas sobre la mente,
inevitablemente terminan produciendo un daño social. Gracias al
prestigio una vez establecido del psicoanálisis, la gente que sufre
enfermedades o condiciones genéticas ha aplazado el tratamiento
efectivo, considerando su pasado infantil como la fuente de su
problema” (Crews, 1993, p.65) Toma, por ejemplo, la historia del
síndrome de Gilles de la Tourette. Éste es un desorden
caracterizado por tics físicos y contracciones que pueden abarcar
cualquier parte del cuerpo, así como una variedad de síntomas
vocales, tales como gruñidos y ladridos, ecolalia (repetición
involuntaria de las palabras de otros), y coprolalia (repetición
compulsiva de palabras obscenas). El síndrome de Tourette es un
desorden basado orgánicamente en el sistema nervioso central, y
actualmente, es exitosamente tratado con una droga llamada
haloperidol (Bower, 1990, 1996a). A lo largo de la historia, los
individuos que padecían este síndrome de Tourette han sido
perseguidos –primero como brujos, por autoridades religiosas, y
en los tiempos más modernos, por ser sujetos de exorcismo
(Hines, 1998). La comprensión de la causa y el tratamiento de este
desorden, fue considerablemente obstaculizada desde 1921 hasta
1955, cuando las explicaciones y tratamientos del síndrome de
Tourette fueron dominadas por conceptualizaciones
psicoanalíticas (ver Kushner, 1999). Autor tras autor presentaron
explicaciones infalseables sobre el síndrome. La selección
resultante de vagas explicaciones, creó un lodo conceptual que
oscureció la verdadera naturaleza del síndrome, y probablemente
impidió el progreso científico hacia una comprensión certera de él.
Por ejemplo, de acuerdo a un autor:
[El síndrome de Tourette es] un ejemplo clásico del efecto
regresivo del psicoanálisis en la investigación de las enfermedades
cerebrales. La Tourette ha atribuido esta enfermedad a un proceso
degenerativo del cerebro. Después de que las teorías de Freud
estuvieran de moda en las primeras décadas del presente siglo, la
atención en tales condiciones fue desviada fuera del cerebro…La
consecuencia de este movimiento regresivo, fue la tendencia de
derivar a los pacientes a psiquiatras (usualmente de persuasión
psicoanalítica) en vez de neurólogos, por ello, la investigación y el
examen físico no fue realizado. (Thornton, 1986, p.210)
Shapiro et al. (1978) describió a un psicoanalista que decía que
su paciente era “renuente a dejar el tic que tenía, pues se había
convertido en una fuente de placer erótico para ella y en una
expresión de impulsos sexuales inconscientes”. Otro considera a
los tics “equivalentes estereotipados de onanismo…La libido
conectada con la sensación genital, era desplazada hacia otras
partes del cuerpo”. Un tercero considera al tic un “síntoma de
conversión al nivel sádico-anal”. Un cuarto pensaba, que una
persona con el síndrome Tourette tenía un “carácter compulsivo,
tal como una orientación narcisista” y que los tics del paciente
“representaban un síndrome afectivo, una defensa en contra de
afecto destinado”. La síntesis de Shapiro et al. (1978) sobre la
situación teórica resultante, demuestra muy bien los nocivos
efectos de ignorar el criterio de falsabilidad:
La teorización psicoanalítica de este tipo, en efecto, no deja base
intacta. Los tics son un síntoma de conversión pero no histérica,
anal pero también erótica, voluntaria pero también compulsiva,
orgánica pero también dinámica en origen…Estas etiquetas,
diagnósticos, y tratamientos psicológicos fueron lamentablemente
impuestos a los pacientes y sus familias, usualmente con poca
humildad, considerable dogmatismo y con mucho daño…Estos
documentos, debido a su influencia generalizada, tienen un efecto
calamitoso en la comprensión y tratamiento de este síndrome. (pp.
39-42, 50, 63)
El progreso en el tratamiento y entendimiento del síndrome de
Tourette, comenzó a ocurrir sólo cuando los investigadores
reconocieron que las explicaciones psicoanalíticas eran inútiles.
Estas explicaciones eran atractivas pues parecían explicar las
cosas. De hecho, ellas explicaban todo –después del hecho. No
obstante, las explicaciones que proporcionaban, sólo crearon la
ilusión de comprender. Al intentar explicar todo después del
hecho, cerraron la puerta a cualquier avance. El progreso ocurre
sólo cuando una teoría no predice todo, sino cuando crea
predicciones especificas que nos digan –de antemano- algo
especifico sobre el mundo. Las predicciones derivadas de tales
teorías pueden estar equivocadas, por supuesto, pero eso es una
fortaleza, no una debilidad.
Los pequeños hombres verdes
No es difícil reconocer conceptualizaciones infalseables
cuando uno es independiente de la materia y, particularmente
cuando se tiene el beneficio de la retrospectiva histórica (como en
el ejemplo de Benjamin Rush). También es fácil detectar
conceptualizaciones infalseables cuando el ejemplo es obviamente
inventado. Por ejemplo, es un hecho conocido que yo he
descubierto el mecanismo cerebral subyacente que controla la
conducta. Pronto leerás sobre este descubrimiento (en el National
Enquirer, disponible en los supermercados). En el hemisferio
izquierdo del cerebro, cerca de las áreas del lenguaje, habitan dos
pequeños hombres verdes. Ellos tienen el poder de controlar el
proceso electroquímico que tiene lugar en varias áreas del cerebro.
Y, para acortar la historia, ellos básicamente controlan todo. Sin
embargo, existe una dificultad. Los pequeños hombres verdes
tienen la capacidad de detectar cualquier intrusión dentro del
cerebro (cirugía, rayos X, etc.), y cuando sienten una intromisión,
tienden a desaparecer. (Olvidé mencionar que tienen el poder de
volverse invisibles).
No tengo duda de que he insultado tu inteligencia con este
ejemplo más adecuado para estudiantes de escuela primaria. Sin
embargo, considera esto. Como instructor de psicología, a menudo
me enfrento a estudiantes que me preguntan por qué no he hecho
conferencias sobre todos los asombrosos descubrimientos en
percepción extrasensorial (ESP) y parapsicología, que han se han
hecho en años recientes. He tenido que informar a estos
estudiantes, que la mayoría de las cosas que han escuchado sobre
este tema han salido indudablemente de los medios de
comunicación general, más que de fuentes científicamente
respetables. De hecho, algunos científicos han revisado estos
reclamos y no han sido capaces de replicar los hallazgos. Les
recuerdo a estos estudiantes, que a menudo ya han completado un
curso de metodología, que la replicación de un descubrimiento es
crítica para su aceptación como un hecho científico establecido, y
que esto es particularmente cierto en el caso de resultados que
contradicen incluso datos previos o teorías establecidas.
Admito que muchos científicos han perdido la paciencia
con la investigación sobre percepción extrasensorial. Aunque una
razón es que indudablemente esa área está contaminada por
fraude, charlatanismo, y explotación de medios de comunicación,
tal vez la razón más importante para el desencanto de los
científicos sea la existencia de lo que Martin Gardner (1972) llamó
la captura-22 de la investigación ESP.
Funciona de la siguiente manera: Un “creyente” (alguien
que acepta la existencia de fenómenos ESP antes de empezar una
investigación) arguye haber demostrado la percepcion
extrasensorial en el laboratorio. Un “escéptico” (alguien que duda
de la existencia de ESP) es traído para confirmar el fenómeno. A
menudo, luego de observar la situación experimental, el escéptico
pide más controles (controles del tipo que discutiremos en el
Capítulo 6), y aunque a veces son creyentes resistentes y bien
intencionados, a menudo concuerdan con ellos. Cuando algunos
controles son instituidos, el fenómeno no puede ser demostrado
(ve Alcock, 1990; Druckman & Swets, 1998; Hooft, 2000;
Humphrey, 1996; Hyman, 1992, 1996; Marks, 2001; Milton &
Wiseman, 1999; Wiseman, Beloff, & Morris, 1996). El escéptico,
que interpreta correctamente este fracaso como un indicio de que
la demostración original se debió a un control experimental
inadecuado y, por tanto, no puede ser aceptado, con frecuencia se
sorprende al descubrir que el creyente no considera la
demostración original como inválida. En vez de ello, el creyente
invoca la captura-22 de la percepcion extrasensorial (ESP): Los
poderes psíquicos, mantiene el creyente, son sutiles, delicados, y
fácilmente alterables. Las “vibras negativas” del escéptico,
probablemente fueron responsables de la interrupción de los
“poderes psi”. Los poderes indudablemente volverán cuando el
aura negativa del escéptico sea apartada.
Ahora viene la sorpresa. Mi estudiante no se río con esto,
pero dijo “Sí, tiene sentido. Puedo ver cómo el escéptico podía
desprender interferencias negativas que habrían arruinado la
percepcion extrasensorial”. Ligeramente aturdido, pero
manteniendo mi compostura, gentilmente le recordé al estudiante
el gracioso ejemplo de los pequeños hombres verdes que usé en
clases unas semanas atrás. Señalé que, aunque toda la clase pensó
que mi argumento sobre los pequeños hombres verdes era ridículo,
el argumento del creyente era ilógicamente análogo. La
percepción extrasensorial opera de la misma manera que los
pequeños hombres verdes. Está ahí, siempre y cuando no te
entrometas a mirar con cuidado. Cuando lo haces, desaparece. Si
aceptamos esta explicación, será imposible demostrar el fenómeno
a cualquier observador escéptico. Aparece sólo ante los creyentes.
Por supuesto, esta posición es inaceptable en ciencia. No tenemos
el magnetismo físico y en no-magnetismo físico (aquellos para los
que el magnetismo funciona y no funciona respectivamente). A
esas alturas, el estudiante mira un tanto avergonzado. Entonces, él
o ella concuerda conmigo a regañadientes, y luego, usualmente
deja la habitación rápidamente. Yo, por supuesto, nunca sé si el
consentimiento es un indicio de verdadero entendimiento, o es
resultado del bochorno, la vergüenza y las ganas de salir de la
situación. Quizás es un poco de ambos, pues el estudiante ha
querido hacer una de las cosas más difíciles en el mundo:
confrontar una creencia fuertemente arraigada con evidencia
contradictoria. Puede ser un poco desconcertante aplicar
rigurosamente el criterio de explicación científica a creencias tan
arraigadas. Pero esto es precisamente lo que un psicólogo debe
hacer, nunca nadie dijo que sería fácil.
No Todas las Confirmaciones son Iguales
El principio de falsabilidad tiene consecuencias
importantes sobre la manera en que vemos la confirmación de una
teoría. Mucha gente piensa, que una buena teoría científica es
aquella que ha sido repetidamente confirmada. Asumen, que la
cantidad de evidencia confirmativa, es crítica en la evaluación de
una teoría. Sin embargo, la falsabilidad implica que el número de
veces que una teoría haya sido confirmada, no sea el elemento
crítico. La razón de esto es que, tal como lo ilustró el ejemplo de
la “teoría de tocar ritmos”, no todas las confirmaciones son
iguales. Las confirmaciones son más o menos impresionantes,
dependiendo de la medida en que la predicción se expone a una
desconfirmación potencial. Una confirmación de una predicción
altamente especifica y potencialmente falseable (por ejemplo, una
mujer, de 30 años, con 5 pies y 2 pulgadas de alto, portando un
libro y una cartera en su mano izquierda y tocando la puerta con la
derecha) tiene un impacto mucho mayor que la confirmación de
20 predicciones diferentes que son prácticamente infalseables (por
ejemplo, una persona menor de 100 años de edad).
Así, no sólo debemos mirar la cantidad de evidencia
confirmativa, sino también la calidad de los casos confirmativos.
Usar el criterio de falsabilidad como una herramienta para evaluar
la evidencia, ayudará a los consumidores de la investigación, a
resistir la atracción de teorías no científicas y que explican todo,
las que inevitablemente obstaculizan la búsqueda de una
comprensión más profunda. De hecho, tales callejones sin salida
teóricos, son precisamente tentadores pues nunca podrán ser
falseados. Son islas de estabilidad en el caótico mundo moderno.
Popper, a menudo señaló que “el secreto del enorme
atractivo psicológico de estas teorías [infalseables] reside en su
capacidad de explicar todo. Saber de antemano que pase lo que
pase, serás capaz de entender, no sólo te da un sentido de
orientación segura en el mundo” (Magee, 1985, p.43). No
obstante, el logro de tal seguridad no es el objetivo de la ciencia,
ya que dicha seguridad sería adquirida bajo el costo del
estancamiento intelectual. La ciencia, es un mecanismo que está
cambiando continuamente previas creencias arraigadas,
sometiéndolas a pruebas empíricas de tal manera que se pueda
mostrar su error. Esta característica, con frecuencia pone a la
ciencia –particularmente a la psicología- en conflicto con la
llamada sabiduría popular o sentido común.
Falsabilidad y Sabiduría Popular
La psicología, es una amenaza a la comodidad que provee
la sabiduría popular discutida en el Capítulo 1, pues, como ciencia,
no puede contentarse con explicaciones que no pueden ser
refutadas. El propósito de la psicología es la comprobación
empírica de teorías alternativas sobre la conducta, con el fin de
descartar algunas de ellas. Aquellos aspectos de la sabiduría
popular que están explícitamente declarados y logran resistir las
pruebas empíricas son, por supuesto, muy bienvenidos, y muchos
de ellos han sido incorporados dentro de teorías psicológicas. Sin
embargo, la psicología no busca la comodidad de sistemas
explicativos que explican todo después del hecho y no predicen
nada de antemano. No acepta sistemas de sabiduría popular que
están destinados a no cambiar, y que terminan pasando de
generación en generación. Es contraproducente tratar de esconder
esta realidad de los estudiantes o del público.
Desafortunadamente, algunos instructores y divulgadores de
psicología están conscientes de que la amenaza psicológica hacia
la sabiduría popular molesta a algunas personas, que a veces
intentan aliviar esos sentimientos enviando un mensaje subliminal
falso que insinúa, “Aprenderás algunas cosas interesantes, pero no
te preocupes –la psicología no desafiará las cosas en las que crees
fuertemente”. Esto es un error, y contribuye a confundir a ambos
sobre lo que es la ciencia y la psicología.
La ciencia busca un cambio conceptual. Los científicos
intentan describir el mundo tal y como es realmente, a diferencia
de lo que nuestras creencias previas dictaban. La tendencia
peligrosa en el pensamiento moderno, es la idea de que la gente
debe estar protegida de la naturaleza del mundo –que un velo de
ignorancia es necesario para proteger a un público equipado para
hacer frente a la verdad. La psicología, es como otras ciencias al
rechazar la idea de que la gente necesita estar protegida o
escudada de la verdad. El biólogo Michael Ghiselin (1989)
comenta que todos perdemos cuando el conocimiento no es
generalizado:
Estamos mejor si tenemos vecinos sanos, y sería una locura total
monopolizar el suministro de medicina, con el fin de estar más
sanos que ellos. Lo mismo ocurre con el conocimiento. La
 ignorancia de nuestros vecinos es tan dañina para nosotros como
su estado de salud, y de hecho, debe ser la causa de él. La
industria, y todos nosotros, nos beneficiamos del suministro de
trabajo especializado. Confiamos en otros por su habilidad y
experticia (p.192)
Los psicólogos sienten, como Ghilsein, que todos perdemos
cuando estamos rodeados de personas que sostienen visiones
incorrectas sobre la conducta humana. Nuestro mundo está
formado de actitudes públicas hacia la educación, el crimen, la
salud, la productividad industrial, el cuidado de los niños, y
muchas otras cuestiones críticas. Si estas actitudes son el producto
de teorías incorrectas sobre la conducta, entonces somos todos
perjudicados.
La Libertad para Admitir un Error
Los científicos han descubierto, que una de las
consecuencias más liberadoras y útiles del principio de
falsabilidad, es que en ciencia, cometer un error no es un pecado.
Las hipótesis falsificadas proporcionan información que los
científicos utilizan para ajustar sus teorías, de manera que éstas
concuerden mayormente con los datos. El filósofo Daniel Dennett
(1995) ha dicho que la esencia de la ciencia es “cometer errores en
público” (p.380). Mediante el proceso de ajustar continuamente
una teoría cuando los datos no concuerdan con ella, los científicos
eventualmente llegan a teorías que reflejan mejor la naturaleza del
mundo. La Falsificación es un mecanismo de cambio teórico, no
para ser evitado como lo es en la vida diaria.
De hecho, nuestra manera de operar en la vida cotidiana
podría ser ampliamente mejorada si utilizáramos el principio de
falsabilidad a nivel personal. Es por ello, que la palabra liberador
fue usada en la primera oración de esta sección. Tiene una
connotación personal que fue precisamente destinada, pues las
ideas desarrolladas aquí tienen implicancias que van más allá de la
ciencia. Tendríamos muchos menos problemas personales y
sociales si tan sólo pudiéramos entender que, cuando nuestras
creencias son contrastadas por evidencia en el mundo, es mejor
ajustarlas, que negar la evidencia y aferrarnos tenazmente a ideas
disfuncionales. El físico J. Robert Oppenheimer discute:
Hay un punto en la manera de razonar de cualquier persona,
cuando mira hacia atrás y dice “No vi este camino”. Las personas,
en otros caminos de la vida, necesitan la habilidad de decir sin
vergüenza “Estaba equivocado”. La ciencia es un método para que
esto suceda todo el tiempo. Notas un conflicto o una rareza en un
número de cosas sobre las que has estado pensando por largo
tiempo. Es la impresión que puede causarte pensar de otra manera.
Es lo contrario a aquella red interminable de racionalización de la
persona mundana, para vindicar un error inicial. (Dos Passos,
1964, pp.150-151)
¿Cuántas veces has tenido una pelea acalorada con alguien,
cuando justo en el medio –tal vez justo cuando estabas dando una
respuesta acalorada y defendiendo tu punto de vista- te das cuenta
de que estás equivocado sobre algún hecho crítico o algún pedazo
de evidencia? ¿Qué haces? ¿Das marcha atrás y admites que has
asumido algo que no era verdad y que la interpretación de la otra
persona ahora te parece más correcta? Probablemente no. Si eres
como el común de nosotros, te comprometes en una “red
interminable de racionalización para vindicar un error inicial”.
Intentas librarte de ese argumento sin admitir derrota. La última
cosa que harías sería admitir que estabas equivocado. Así, ambos,
tú y tu compañero de argumento, se confunden más sobre qué
creencias siguen más la verdad. Si las refutaciones nunca se hacen
públicas (como lo hacen en ciencia), si ambas creencias,
verdaderas y falsas son defendidas con igual vehemencia, y si no
existe una retroalimentación correcta sobre los efectos del
argumento (como en este ejemplo), no hay mecanismo que pueda
hacer a las creencias más fiables en sincronía con la realidad. Esta
es la razón por la cual muchos de nuestros discursos públicos y
privados son confusos, y por qué la ciencia de la psicología es una
guía más confiable sobre la conducta, de lo que es el llamado
sentido común.
Muchos científicos han avalado la importancia de entender,
que cometer errores en el curso de la ciencia es normal, y que el
verdadero peligro para el progreso científico es nuestra tendencia
natural a evitar exponer nuestras creencias en situaciones donde se
puede mostrar que están erradas. El Premio Nobel Peter Medawar
(1979) escribió:
Aunque las hipótesis defectuosas son excusables sobre los
terrenos en que serán sustituidas debido al curso de aquellas
aceptables, ellas pueden hacer grave daño a aquellos que las
sostienen, pues los científicos que se enamoran de sus hipótesis
están proporcionalmente poco dispuestos a tomar un no como
respuesta experimental. A veces, en lugar de exponer una
hipótesis a un test cruelmente crítico, saltan alrededor de ella,
probando sólo consecuencias secundarias, o siguen al margen la
influencia indirecta sobre la hipótesis, sin exponerla al riesgo de
la refutación… No puedo dar un consejo científico o de edad
mejor que este: la intensidad de la convicción de que una
hipótesis es verdadera, no influye en si es verdad o no.
(p. 39; italics in original)
Muchos de los científicos más renombrados en psicología, han
seguido el consejo de Medawar. En un artículo sobre la carrera del
connotado psicólogo experimental Robert Crowder, uno de sus
colegas, Mahzarin Banaji, indicaba que “él es el científico menos
defensivo que conozco. Si encontrabas una manera de mostrar que
su teoría era poco firme, o que sus hallazgos experimentales eran
limitados o defectuosos, Bob habría sonreído con placer y habría
planeado la desaparición de su teoría contigo” (Azar, 1999, p.18).
Azar (1999) describe cómo Crowder desarrolla una teoría sobre un
componente de la memoria llamado almacenamiento acústico
precategórico, y luego cuidadosamente diseñó los estudios que
falsificaron su propia teoría. Finalmente, en una elocuente
declaración sobre las actitudes que conducen a las contribuciones
monumentales de Darwin a la ciencia, el psicólogo evolutivo John
Tooby (2002) dice “Darwin fue más allá que sus contemporáneos
porque estuvo menos atado a la compulsión de hacer que el
universo concordara con sus predilecciones” (p.12)
Pero la actitud de falsabilidad no siempre tiene que
caracterizar a cada científico para que la ciencia funcione. Jacob
Bronowski (1973, 1977) a menudo discutía en varios de sus
escritos, que el único poder de la ciencia para develar
conocimiento sobre el mundo no surge porque los científicos sean
únicamente virtuosos (que son completamente objetivos; que
nunca son parciales en las interpretaciones de sus hallazgos, etc.)
sino que por el contrario, éste surge pues los científicos falibles
están inmersos en un proceso de controles y equilibrios –en un
proceso en el que otros científicos están siempre para criticar y
erradicar los errores de otros científicos. El filósofo Daniel Dennet
(2000) ha señalado el mismo punto al argumentar que no es
necesario que todo científico muestre la objetividad de Robert
Crowder. Como Bronowski, Dennet enfatiza que “los científicos
se consideran a sí mismos tan débiles y falibles como cualquier
otro, sin embargo, al reconocer estas fuentes de error en ellos
mismos y en los grupos a los que pertenecen, han ideado
elaborados sistemas para atar sus propias manos, previniendo
fuertemente a sus debilidades y prejuicios de infectar sus
resultados” (p. 42).
 En esencia, de lo que estamos hablando aquí, es de un tipo
de honestidad intelectual –y un tipo particular de actitud abierta
que los científicos valoran más. En lenguaje del público general,
actitud abierta significa comenzar a abrirse a explicaciones
posibles para un fenómeno. Pero en ciencia, significa eso y algo
más. El filósofo Jonathan Adler (1998) nos enseña que la ciencia
valora más otro aspecto de la actitud abierta: “Lo que realmente
marca a una persona con actitud abierta, es la buena voluntad para
seguir hacia dónde conduce la evidencia. Una persona de actitud
abierta, está dispuesta a defender investigaciones imparciales más
que a sus propias predilecciones…El método científico está en
sintonía con el mundo, no con nosotros” (p.44).
Los Pensamientos son Baratos
Nuestra discusión anterior sobre la idea de probar la
sabiduría popular, nos conduce a otro corolario interesante del
principio de falsabilidad: Los pensamientos son baratos. Lo que
queremos decir aquí, por supuesto, es que ciertos tipos de
pensamiento son baratos. El biólogo y escritor científico Stephen
J. Gould (1987) ha ilustrado este punto:
Quince años de columnas mensuales me han traído una enorme
correspondencia de no profesionales, sobre todos los aspectos de
la ciencia… He descubierto que un error común sorprende a
todos los demás. La gente escribir, diciéndome que han
desarrollado una teoría revolucionaria, una que expandirá las
fronteras de la ciencia. Estas teorías, usualmente descritas en
varias páginas de interlineado sencillo, son especulaciones sobre
las preguntas máximas, más profundas que podemos preguntar -
¿cuál es la naturaleza de la vida? ¿el origen del universo? ¿el
inicio del tiempo? Pero los pensamientos son baratos. Cualquier
persona inteligente podría concebir su media docena antes del
desayuno. Los científicos también pueden prolongar ideas sobre
las máximas. Pero no (o más bien, las reducimos a nuestros
pensamientos privados) pues no siempre podemos concebir el
probarlas, para decidir si están bien o mal. ¿Qué es bueno para la
ciencia, una idea encantadora que no pueda, como materia de
principio, nunca ser afirmada o negada?
(p.18)
La respuesta a esta última pregunta de Gould es “No es buena del
todo”. El tipo de pensamientos que Gould dice que son baratos,
son aquellos a los que nos referimos anteriormente en nuestra
discusión sobre la visión de Karl Popper: las grandes teorías son
tan globales, complicadas y “borrosas”, que pueden ser usadas
para explicarlo todo –son teorías construidas por un soporte
emocional pues no están dispuestas a ser cambiadas o descartadas.
Gould nos estaba diciendo que tales teorías son inútiles para
propósitos científicos, a pesar de lo cómodas que puedan ser. La
ciencia es un esfuerzo creativo, pero la creatividad implica
alcanzar estructuras conceptuales para formar los confines de
información empírica. Esto es resistente. Este tipo de
pensamientos –aquellos que explican el mundo como realmente
es- no son baratos. Probablemente esta sea la razón, de por qué las
buenas teorías científicas son tan difíciles de encontrar, y por qué
los sistemas de creencias pseudocientíficos infalseables proliferan
por doquier –estas últimas son mucho más fáciles de construir.
Las teorías en ciencia tienen contacto con el mundo. Son
falseables. Crean predicciones específicas. Sí –hacer ciencia es
difícil. Actualmente, las teorías que proveen explicaciones
verdaderamente científicas son una tarea difícil. Sin embargo,
entender la lógica general por la cual funciona la ciencia, no es tan
complicado. De hecho, hay libros sobre la lógica del pensamiento
científico que han sido escritos para niños (Kramer, 1987).
Entonces, aunque la ciencia pueda ser difícil para los científicos,
existe al menos un sentido en el que debería no ser tan complicada
para el público general. El público, no obstante, debe estar
dispuesto a aprender un par de principios generales –no más que
los pocos principios de este libro. Pero la captura, es que estos
principios deben ser bien aprendidos. Así que manos a la obra.
Errores en Ciencia: Acercándonos a la Verdad
En el contexto de explicar el principio de falsabilidad,
hemos esbozado un modelo simple de progreso científico. Las
teorías son propuestas, y las hipótesis son derivadas de ellas. Las
hipótesis son probadas mediante una variedad de técnicas que
discutiremos en lo que resta del libro. Si las hipótesis son
confirmadas por los experimentos, entonces la teoría recibe cierto
grado de corroboración. Si las hipótesis son falseadas por los
experimentos, entonces la teoría debe ser alterada de algún modo,
o debe ser descartada por una teoría mejor.
Por supuesto, decir que el conocimiento en ciencia es
tentativo y que las hipótesis derivadas de las teorías son
potencialmente falsas, no significa que todo esté en juego. Existen
muchas relaciones en ciencia, que han sido confirmadas tantas
veces, que acaban siendo llamadas leyes, pues es extremadamente
dudoso que sean derrocadas por experimentación futura. Es muy
poco probable que un día descubramos que la sangre no circula, o
que la Tierra no gira alrededor del Sol. Estos hechos mundanos, no
son el tipo de hipótesis que hemos estado hablando. No son
interesantes para la ciencia, precisamente porque están demasiado
bien establecidas. Los científicos están interesados sólo en
aquellos aspectos de la naturaleza que se encuentran en la periferia
del conocimiento: es decir, aquellas cosas que no están tan bien
confirmadas, pero no hay duda sobre ellas.
Este aspecto de la práctica científica –que los científicos
gravitan hacia aquellos problemas en la periferia de lo que es
sabido, e ignoran las cosas que están bien confirmadas (las
llamadas leyes)- es muy confuso para el público general. Pareciera
que los científicos siempre están enfatizando lo que no saben, en
vez de lo que saben. Esto es cierto, y existe una muy buena razón
para ello. Para avanzar en conocimiento, los científicos deben
estar al límite de lo que es sabido. Por supuesto, es precisamente
donde las cosas son inciertas. Pero la ciencia avanza a través de un
proceso que trata de reducir la incertidumbre de los límites del
conocimiento. A menudo, esto puede hacer que los científicos
parezcan “inciertos” ante el público. Pero esta percepcion es
engañosa. Los científicos sólo son inciertos en la periferia del
conocimiento –donde nuestro entendimiento está siendo
actualmente avanzado. Los científicos no son inciertos sobre los
muchos hechos que han sido bien establecidos a través de la
investigación replicable.
También se debe enfatizar, que cuando los científicos
hablan de falsificar una teoría basada en observación, y de
reemplazar una teoría vieja y falsificada por una nueva, no están
queriendo decir que todos los hechos previos que establecieron a
la vieja teoría, sean expulsados o tirados al tacho (hablaremos
ampliamente sobre esto en el Capítulo 8). Por el contrario, la
nueva teoría debe explicar todos los hechos que la vieja teoría
podía explicar, más los nuevos hechos que la vieja teoría no podía
explicar. Entonces, falsificar una teoría no significa que los
científicos deban volver al punto de partida. El escritor científico
Isaac Asimov, ha ilustrado muy bien el proceso de revisión de
teorías en un ensayo titulado “La Relatividad del Error” (1989), en
el cual escribió, acerca de cómo hemos refinado nuestras nociones
sobre la forma de la Tierra. Primero, nos aconseja no pensar que la
antigua creencia en una Tierra plana era estúpida. Sobre una
planicie (donde se desarrollaron las primeras civilizaciones con
escritura), la tierra luce bastante plana, y Asimov nos anima a
considerar lo que una comparación cuantitativa de diferentes
teorías podría revelar. En primer lugar, podríamos expresar las
diferentes teorías en términos de cuánta curvatura por milla
suponen. La teoría de la tierra plana, diría que la curvatura es de 0
grados por milla. Esta teoría está equivocada, como sabemos. Pero
en cierto sentido, está cerca. Tal como escribió Asimov (1989):
Cerca de un siglo después de Aristóteles, el filósofo Griego
Eratóstenes notó que el sol emitía una sombra de diferentes
longitudes, a diferentes latitudes (todas las sombras habrían sido
tenido la misma longitud si la superficie de la tierra hubiese sido
plana). De la diferencia en la longitud de las sombras, calculó el
tamaño de la esfera terrestre y la aproximó a 25.000 millas de
circunferencia. La curvatura de dicha esfera es alrededor de
0.000126 grados por milla, una cantidad bastante cercana a 0
grados por milla, como puedes ver… La pequeña diferencia
entre 0 y 0.000126 explica el hecho de que haya tomado tanto
tiempo pasar de la tierra plana, a la tierra esférica. Fíjate, incluso
una diferencia mínima, como la que existe entre 0 y 0.000126
puede ser extremadamente importante. La diferencia crece. La
tierra no puede ser mapeada sobre grandes áreas con exactitud,
si la diferencia no es tomada en cuenta y si la tierra no es
considerada una esfera, en lugar de una superficie plana. (pp.
39-40)
Pero la ciencia, por supuesto, no se detuvo con la teoría de que la
Tierra era esférica. Como discutimos anteriormente, los científicos
siempre están tratando de refinar sus teorías lo mejor posible, y de
probar los límites del conocimiento actual. Por ejemplo, la teoría
de la gravedad de Newton, predijo que la Tierra no debía ser
perfectamente esférica, y de hecho esta predicción ha sido
confirmada. Resulta que la Tierra, sobresale un poco en el
Ecuador y es un tanto plana en los polos. Es algo llamado
esferoide achatado. El diámetro de la Tierra desde el Polo Norte al
Polo Sur es de 7.900 millas, y el diámetro Ecuatorial es de 7.927
millas. La curvatura de la Tierra no es constante (como lo es en
una esfera perfecta); En su lugar, varía ligeramente de 7.973
pulgadas a 8.027 pulgadas por milla. Tal como lo evidenció
Asimov (1989), “La corrección en curso desde esférica a
esferoidal achatada, es mucho más pequeña que la que va desde
plana a esférica. Por tanto, aunque la noción de la Tierra como
esfera es errónea, estrictamente hablando, no es tan errónea como
la noción de la Tierra plana” (p.41). El ejemplo de Asimov sobre
la forma de la Tierra, nos muestra el contexto en el cual los
científicos usan los términos de error, equivocación, o falsificado.
Tales términos no significan que la teoría en prueba esté errada en
todos los aspectos, sino sólo que está incompleta. Así, cuando los
científicos enfatizan que el conocimiento es tentativo, y puede ser
alterado por hallazgos futuros, se están refiriendo a una situación
tal como la de este ejemplo. Cuando los científicos creían que la
Tierra era una esfera, se dieron cuenta de que, en detalle, esta
teoría podría necesitar ser modificada algún día. Sin embargo, la
modificación de esférica a esferoidal achatada, conserva la noción
“más o menos correcta” de que la Tierra es una esfera. No
esperamos despertar un día y descubrir que es un cubo.
RESUMEN
Lo que los científicos con frecuencia quieren decir por
problema solucionable es, teoría comprobable. La definición de
teoría comprobable es muy específica en ciencia: Significa que la
teoría es potencialmente falsificable. Si una teoría no es falseable
o falsificable, entonces no tiene consecuencias sobre eventos
actuales en el mundo natural y, por ende, es inútil. La psicología
ha estado plagada de teorías infalseables, y esa es una de las
razones de por qué el progreso en esta disciplina ha sido lento.
Las buenas teorías son aquellas que crean predicciones
específicas, y dichas teorías son altamente falseables. La
confirmación de una predicción especifica, proporciona un mayor
soporte para la teoría de la que fue derivada, que la confirmación
de una predicción que no es precisa. En breve, una consecuencia
del criterio de falsabilidad, es que todas las confirmaciones de
teorías no son iguales. Las teorías que reciben confirmación de
predicciones específicas altamente falseables, son preferibles.
Incluso cuando las predicciones no son confirmadas (por ejemplo,
cuando son falsificadas), esta falsificación es útil para el desarrollo
de la teoría. Una predicción falseada, indica que una teoría debe
ser descartada o modificada, para explicar el patrón de datos
discrepante. Así, es a través del ajuste teórico causado por
predicciones falseadas, que ciencias como la psicología se acercan
más a la verdad.
CAPÍTULO III
OPERACIONALISMO Y ESENCIALISMO
“PERO, DOCTOR, ¿QUÉ SIGNIFICA REALMENTE?”
¿Saben los físicos qué es realmente la gravedad? Quiero
decir realmente. ¿Cuál es el significado real del término
gravedad? ¿Cuál es su esencia subyacente? ¿Qué significa, en
última instancia, hablar de gravedad? Cuando llegas al fondo, ¿qué
es todo esto?
Preguntas como éstas reflejan una visión de la ciencia que
el filósofo Karl Popper denominó esencialismo. Esta es la idea de
que las únicas buenas teorías, son aquellas que dan explicaciones
supremas y finales sobre un fenómeno, en términos de su esencia
subyacente o de sus propiedades esenciales. Las personas que
sostienen esta visión, usualmente creen que cualquier teoría que de
menos que una explicación final sobre un fenómeno, es inútil.
Esto no refleja la verdadera situación subyacente, la esencia de
cómo es el mundo. En este capítulo, discutiremos por qué la
ciencia no responde las preguntas esencialistas, y por qué, de
hecho, avanza al desarrollar definiciones operacionales de
conceptos.
Por qué los científicos no son esencialistas
Los científicos, de hecho, no pretenden adquirir el tipo de
conocimiento que buscan los esencialistas. La respuesta apropiada
para las siguientes preguntas, es que los físicos no saben qué es la
gravedad en este sentido. Los científicos no buscan producir
conocimiento perfecto; la única fuerza de la ciencia, no es ser un
proceso libre de errores, sino proporcionar un camino para
eliminar los errores que son parte de nuestra base de
conocimientos. Ni la ciencia intenta responder las “últimas”
preguntas sobre el universo. Peter Medawar (1984) escribió:
[Existen] preguntas que la ciencia no puede responder, y
que ningún avance concebible de la ciencia podría responder.
Estas son las preguntas que hacen los niños –las “preguntas
últimas”… Tengo en mente preguntas tales como: ¿Cómo
comenzó todo? ¿Para qué estamos aquí? ¿Cuál es el sentido de
la vida? (p.66)
[Sin embargo,] el fracaso de la ciencia en responder
preguntas sobre las primeras y últimas cosas, no implica la
aceptación de respuestas de otro tipo; y tampoco pueden darse
por sentadas, porque estas preguntas pueden ser respondidas. Sin
embargo, de la manera como va nuestro conocimiento, no
pueden. (p.60)
[Finalmente, no obstante,] no existe un límite sobre la
capacidad de la ciencia para responder el tipo de preguntas que
la ciencia puede responder… Nada puede impedir o detener el
avance del aprendizaje científico, excepto un alimento moral
como la falta de valor (p.86)
Así, una de las razones por las que los científicos desconfían de las
afirmaciones de ciertas personas, de ciertas teorías, o sistemas de
creencias que proporcionan conocimiento absoluto sobre las
preguntas finales, es que los científicos consideran a estas
preguntas últimas, sin respuesta. Además, las exigencias de
conocimiento perfecto o absoluto tienden a ahogar las
investigaciones. Ya que la búsqueda libre y abierta de
conocimiento es un prerrequisito para la actividad científica, los
científicos siempre serán escépticos a aquellas declaraciones que
dicen que las respuestas últimas han sido encontradas.
A los Esencialistas les gusta discutir sobre el Significado de las
Palabras
Un indicio común de actitud esencialista, es la
preocupación obsesiva por definir el significado de términos y
conceptos antes de investigar sobre sus orígenes. “Pero primero
debemos definir nuestros términos” es un lema esencialista
frecuente. “¿Qué significa realmente ese concepto teórico?” La
idea parece ser que, antes de que una palabra pueda ser usada
como concepto en una teoría, debemos tener un entendimiento
completo e inequívoco de todos los problemas lingüísticos
subyacentes a su uso. De hecho, esta es exactamente la manera
opuesta a cómo trabajan los científicos. Antes de comenzar a
investigar el mundo físico, los físicos no se enredan en debates
sobre cómo usar la palabra energía, o si la palabra partícula
realmente captura la esencia de lo que queremos decir, cuando
hablamos sobre los constituyentes fundamentales de la materia.
El significado de un concepto en ciencia, es determinado
después de una amplia investigación sobre el fenómeno al que se
refiere el término, no antes de tal investigación. El refinamiento de
términos conceptuales proviene de la interacción entre datos y
teoría, que es inherente al proceso científico, y no de debates sobre
el uso del lenguaje. El esencialismo nos conduce a enredados
argumentos sobre palabras, y muchos científicos creen que ese
juego lingüístico sólo nos distrae del verdadero problema. Por
ejemplo, al referirnos a la pregunta “¿Cuál es el verdadero
significado de la palabra vida?” dos biólogos responden “No
existe un significado verdadero. Existe un uso que sirve a los
propósitos bien conocidos del trabajo biológico, y no es sujeto de
altercado o disputa” (Medawar & Medawar, 1983, pp.66-67). En
resumen, la explicación del fenómeno, y no el análisis del
lenguaje, es el objetivo de los científicos. La clave para progresar
en toda ciencia ha sido abandonar el esencialismo y adoptar el
operacionalismo, nuestro tema de investigación en este capítulo.
En ningún lugar es más evidente que en psicología.
Los Operacionalistas Vinculan Conceptos a Eventos
Observables
¿Entonces, de dónde viene el significado de los conceptos
en ciencia, si no procede de discusiones sobre lenguaje? ¿Cuáles
son los criterios para el uso apropiado de un concepto científico?
Para responder estas preguntas, debemos hablar sobre
operacionalismo, una idea crucial para la construcción de una
teoría en ciencia, y es especialmente importante para evaluar los
reclamos teóricos en psicología.
Aunque existen distintas formas de operacionalismo, es
más útil para los consumidores de información científica, pensar
en él de la forma más general. Operacionalismo es simplemente la
idea de que los conceptos en las teorías científicas, deben estar de
alguna manera basados en, o vinculados a eventos observables que
puedan ser cuantificados. Vincular el concepto a un evento
observable, es la definición operacionalista del concepto, y hace al
concepto público. La definición operacionalista, aleja al concepto
de los sentimientos e intuiciones de un individuo particular, y
permite que sea probado por cualquier persona que pueda llevar a
cabo las operaciones cuantificables.
Por ejemplo, definir el concepto hambre como “esa
sensación persistente que tengo en mi estómago” no es una
definición operacional pues está relacionada con la experiencia
personal de una “sensación persistente” y, por tanto, no es
accesible a otros observadores. Por el contrario, aquellas
definiciones que implican algún periodo medible de privación
alimenticia, o algún índice fisiológico como el nivel de azúcar en
la sangre, son operacionales pues involucran cantidades
observables que cualquiera puede medir. De manera similar, los
psicólogos no pueden contentarse con una definición de ansiedad,
por ejemplo, como “ese sentimiento incómodo y tenso que tengo a
veces”, sino que deben definir el concepto a través de un número
de operaciones tales como cuestionarios, y mediciones
fisiológicas. La primera definición está ligada a una interpretación
personal de estados corporales, y no es repetible por otros. La
última, sitúa al concepto en el reino público de la ciencia.
Es importante darse cuenta de que en ciencia, un concepto
es definido por un conjunto de operaciones, no por un simple
evento conductual. De hecho, varias tareas y eventos conductuales
ligeramente diferentes, son empleados para convergir en un
concepto (hablaremos más sobre la idea de operaciones
convergentes en el Capítulo 8). Por ejemplo, los psicólogos
educacionales definen un concepto tal como capacidad de lectura,
en términos de la interpretación de un instrumento estandarizado
como los Woodcock Reading Mastery Tests (Pruebas de dominio
lector) (Woodcock, 1978). La puntuación total de capacidad
lectora en el instrumento Woodcock Reading Mastery, comprende
indicadores de rendimiento de diferentes subtests, que prueban
tareas sutilmente diferentes, pero todas ellas relacionadas con la
lectura, por ejemplo, leer un pasaje y pensar en una palabra
apropiada para llenar un espacio en blanco del pasaje, buscar el
significado de una palabra, pronunciar una palabra difícil
correctamente, y muchas otras. Colectivamente, la representación
de todas estas tareas, define el concepto de capacidad de lectura.
Las definiciones operacionales nos obligan a pensar
cuidadosa y empíricamente –en términos de observaciones en el
mundo real- sobre cómo queremos definir un concepto. Imagínate
tratando de definir operacionalmente algo tan aparentemente
sencillo conceptualmente como la capacidad de escribir. Imagina
que necesitas hacer esto para comparar dos métodos diferentes de
enseñar la escritura. Piensa en todas las decisiones que tendrías
que tomar. Por supuesto, te gustaría medir la velocidad de la
escritura. ¿Pero con un pasaje qué tan largo? Un pasaje de sólo
100 palabras parece ser muy corto, y un pasaje de 10.000 palabras
sería demasiado largo. Pero entonces, ¿qué tan largo exactamente?
¿Cuánto tiempo debe ser sostenida la velocidad, para que coincida
con la mejor manera en que concebimos el concepto teórico
capacidad de escritura? Y ¿qué tipo de material debe ser escrito?
¿Debería contener números, fórmulas y espacios impares? Y
¿cómo lo haremos para tratar con los errores? Parece que ambos,
tiempo y errores, deberían entrar en juego cuando se mide la
capacidad de escribir, ¿pero cuál debería ser la fórmula que los
comprende a ambos juntos? ¿Queremos que tiempo y errores sean
igualmente ponderados, o uno es más importante que el otro? La
necesidad de una definición operacional te obligará a pensar
cuidadosamente sobre todas estas cosas; te hará pensar muy a
conciencia sobre cómo conceptualizas la capacidad de escribir.
El vínculo entre conceptos y operaciones observables,
varía enormemente en su grado de directo o indirecto. Pocos
conceptos científicos son definidos casi completamente por
operaciones observables en el mundo real. Sin embargo, muchos
conceptos son definidos más indirectamente. Por ejemplo, el uso
de algunos conceptos es determinado por ambos, un conjunto de
operaciones y la relación particular del concepto con otros
constructos teóricos. Finalmente, existen conceptos que no son
definidos directamente por operaciones observables, pero están
vinculados a otros conceptos que sí lo están. Estos, a menudo son
llamados constructos latentes, y son bastante comunes en
psicología.
Por ejemplo, muchas investigaciones han sido realizadas
sobre el llamado patrón de conducta tipo A, pues éste ha sido
vinculado a la incidencia de enfermedades coronarias (Austin &
Deary, 2002; Curtis & O’Keefe, 2002; Dembroski & Costa, 1987).
Discutiremos en más detalle sobre el patrón de conducta tipo A, en
el Capítulo 8. No obstante, el punto relevante que queremos
ilustrar aquí, es que el patrón conductual tipo A es definido
actualmente por un conjunto de conceptos subordinados: un fuerte
deseo de competir, potencial para la hostilidad, comportamiento
acelerado, un intenso impulso de cumplir metas, y varios otros
(Dembroski & Costa, 1987). Sin embargo, cada una de estas
características definitorias del patrón de conducta tipo A (un fuerte
deseo de competir, etc.) son en sí un concepto necesario para la
definición operacional. Es más, se ha gastado un esfuerzo
considerable en definir operacionalmente a cada uno de ellos. Lo
importante para nuestra discusión, es que el concepto de patrón de
conducta tipo A, es un concepto complejo que no está definido
directamente por operaciones. De hecho, está vinculado a otros
conceptos, que, en cambio, poseen una definición operacional. El
patrón de conducta tipo A, ofrece un ejemplo de un concepto con
definición operacional indirecta. Aunque los conceptos teóricos
difieren en cuán cerca están vinculados a las observaciones, todos
los conceptos adquieren parcialmente su significado a través de su
unión a dichas observaciones.
Los Conceptos Científicos Evolucionan
Es importante darse cuenta que la definición de un
concepto científico no es fija, sino que cambia continuamente, en
la medida en que las observaciones que se aplican al concepto son
enriquecidas. Si la definición operacional original de un concepto
se vuelve teóricamente infructuosa, será abandonada a favor de un
conjunto alternativo de definiciones operacionales. Así, los
conceptos en ciencia están evolucionando continuamente, y
pueden aumentar en abstracción, así como aumenta el
conocimiento relacionado con ellos. Por ejemplo, durante un
tiempo se pensó que el electrón era una pequeña bola de carga
negativa, circulando alrededor del núcleo de un átomo. Ahora, es
visto como una función probablemente del destino el tener
propiedades ondulatorias en ciertas situaciones experimentales.
En psicología, el desarrollo del concepto inteligencia,
ofrece un ejemplo similar. Al principio, este concepto tenía sólo
una definición estrictamente operacional: La inteligencia es
aquello que es medido por tests de funcionamiento mental. Como
la evidencia empírica acumulada, que relaciona a la inteligencia
con logros escolares, aprendizaje, daño cerebral, y otras variables
biológicas y conductuales, el concepto fue a la vez enriquecido y
ampliado (Deary, 2000, 2001; Ferrari & Sternberg, 1998;
Sternberg, 2000; Sternberg 6 Kaufman, 1998; Sternberg &
Wagner, 1994). Ahora parece que la inteligencia es mejor
conceptualizada como un constructo de orden superior, definido a
través de varias operaciones específicas de procesamiento de
información. Estos procesos hipotéticos, a su vez, tienen más
definiciones operacionales directas, en términos de operaciones
medibles.
Los conceptos en las teorías de memoria humana, han
evolucionado de la misma manera. Los psicólogos actualmente,
rara vez usan conceptos globales como recordar u olvidar; en su
lugar, ellos prueban las propiedades de subprocesos de memoria
definidos más específicamente, tales como, memoria acústica de
corto plazo, almacenamiento icónico, memoria semántica, y
memoria episódica. Los antiguos conceptos de recordar y olvidar,
han sido elaborados con conceptos más específicamente
operacionales.
Así, el uso de términos teóricos evoluciona desde la
actividad científica, más que de debates sobre el significado de las
palabras. Esta es una de las diferencias más sobresalientes entre la
actitud operacional de la ciencia, y la búsqueda esencialista de
definiciones absolutas. El neurólogo Norman Geschwind (1985)
caracteriza esta diferencia de la siguiente manera: “Creo que una
de las cosas que aprendes en la historia de la medicina, es que
mucha gente piensa que la forma de estudiar un problema, es
definir el problema y luego estudiarlo. Lo que vuelve una y otra
vez a estar mal, pues la única manera apropiada de definir el
problema, es saber la respuesta” (p. 15).
El filósofo Paul Churchland (1988) enfatizó la idea de que
el significado de los conceptos en ciencia, no deriva de
definiciones lingüísticas, sino de observaciones y otros conceptos
a los que están relacionados:
Para comprender plenamente la expresión “campo eléctrico”, se
debe estar familiarizado con la red de principios teóricos en la
que aparece la expresión. Colectivamente, nos dicen qué es un
campo eléctrico y qué es lo que hace. Este caso es típico. En
general, los términos teóricos no obtienen sus significados de
definiciones simples y explícitas, que establecen las condiciones
suficientes y necesarias para su aplicación. Son implícitamente
definidos por la red de principios que los integran. (p. 56)
Así como los conceptos científicos evolucionan, a menudo se
enredan en varios sistemas teóricos diferentes, y adquieren
definiciones operacionales alternativas. No hay nada
necesariamente malo con el concepto cuando esto sucede. Por
ejemplo, muchos creen que la psicología es desacreditada por el
hecho de que varios de sus constructos teóricos importantes, tales
como inteligencia, son operacionalizados y conceptualizados en
más de una forma (Sternberg, 2000). Pero tal situación no es única
en psicología, y tampoco es un asunto para desesperarse o
retorcerse las manos. De hecho, es un suceso relativamente común
en ciencia. El concepto calor, por ejemplo, es conceptualizado en
términos de una teoría termodinámica y cinética. La física no se
escandaliza por este estado de cosas. Considera el concepto
electrón. Muchas de sus propiedades son explicadas pues es
conceptualizado como una onda. No obstante, otras propiedades
son mejor manejadas si el electrón es visto como una partícula. La
existencia de estas conceptualizaciones alternativas, no ha tentado
a nadie de sugerir que la física sea abandonada.
Definiciones Operacionales en Psicología
Mucha gente comprende la necesidad de operacionalismo,
cuando piensa sobre física o química. Entienden que si los
científicos van a hablar sobre un tipo particular de reacción
química, o sobre energía, o magnetismo, deben tener alguna forma
de medir estas cosas. Afortunadamente, cuando la gente piensa y
habla sobre psicología, a menudo no reconoce la necesidad de
operacionalismo. ¿Por qué no es igualmente obvio que los
términos psicológicos deben estar operacionalmente definidos, ya
sea directa o indirectamente, con el fin de ser constructos
explicativos útiles en las teorías científicas?
Una de las razones es el llamado problema del sesgo
preexistente en psicología. Hemos aludido a este problema en el
Capítulo 1. Las personas que estudian geología, no van con
creencias emocionales sobre la naturaleza de las rocas. La
situación en psicología es muy diferente. Todos tenemos teorías
intuitivas de personalidad y comportamiento humano, pues hemos
estado “explicando” la conducta a nosotros mismos toda nuestra
vida. Todas nuestras teorías psicológicas personales, contienen
conceptos teóricos (por ejemplo, inteligente, agresivo, ansiedad).
De esta manera, es natural preguntar por qué debemos aceptar
otras definiciones. Aunque esta actitud parezca razonable en la
superficie, es una completa barrera para cualquier progreso
científico en la comprensión de la conducta humana, y es la causa
de mucha confusión pública sobre psicología.
Una de las mayores fuentes de malentendido, y uno de los
impedimentos más grandes para la presentación certera de
descubrimientos psicológicos en los medios de comunicación, es
el hecho de que muchos conceptos técnicos en psicología, son
designados por palabras empleadas en el lenguaje cotidiano. Este
uso diario, abre la puerta a un amplio rango de errores. Las
personas muy pocas veces notan que, cuando los psicólogos
utilizan palabras como inteligencia, ansiedad, agresión, y cariño
como constructos teóricos, no necesariamente se están refiriendo
al mismo significado que emplea el público general.
La naturaleza de esta diferencia, debería ser evidente desde
la discusión previa sobre operacionalismo. Cuando términos tales
como inteligencia y ansiedad son usados en teorías psicológicas,
su definición operacional directa o indirecta, determina su correcto
uso. Estas definiciones a menudo son altamente técnicas,
usualmente bastante específicas, y con frecuencia diferentes del
uso popular en muchos aspectos. Por ejemplo, al escuchar la frase
“el primer componente principal del análisis de factores de una
gran muestra de tareas cognitivas”, mucha gente no la reconocerá
como parte de la definición operacional del término inteligencia.
Similarmente, en el uso cotidiano, el término depresión ha
pasado a significar algo así como “andar con la depre”. Por el
contrario, la definición técnica de desorden depresivo mayor,
ocupa más de una docena de páginas en el Manual Diagnóstico y
Estadístico de Desordenes Mentales (Asociación Americana de
Psiquiatría, 1994) y significa algo bastante diferente de “andar con
la depre”. Una depresión psicológica clínica, no es lo mismo que
la depresión tal como la definen la gente (Hollon, Thase, &
Markowitz, 2002). Otras ciencias también tienen este problema,
aunque tal vez a un nivel menos severo que la psicología.
Recuerda la discusión anterior sobre el concepto vida. Tal como
Medawar & Medawar (1983) lo señalaron, “El problema es que
‘vida’, como muchos otros términos técnicos en ciencia, ha sido
pirateado de la lengua vernácula, y es usado en contextos
científicos muy lejanos de los que pueden surgir en el lenguaje
común” (p.66).
Así, cuando psicólogos y no psicólogos usan la misma
palabra para referirse a cosas diferentes, a menudo se
malinterpretan. Tal confusión sería menos frecuente, si nuevas
palabras fueran acuñadas para representar los constructos
psicológicos. En ocasiones, dichas palabras han sido acuñadas.
Justo como los físicos tienen su erg y joule, la psicología tiene su
disonancia y codificación, palabras que actualmente no son
acuñadas, pero que son suficientemente poco comunes como para
prevenir la confusión.
“Pero”, puede objetar la gente, “¿por qué los psicólogos
nos imponen esto? Una nueva jerga, definiciones altamente
técnicas, usos lingüísticos fuera de lo común. ¿Por qué los
necesitamos? ¿Por qué mi idea de ‘inteligencia’ no es aceptable
como para hablar de ella?”
Aquí vemos ejemplificado un malentendido crítico de
investigación psicológica –un malentendido que a menudo es
reflejado en reportes mediáticos de investigación psicológica. Un
periódico nacional informó en 1996, sobre una reunión de la
Asociación Americana de Psicología (Immen, 1996) cuyo titular
era “¿Podrías Repetir Eso en Klingon?” y se refería a que “los
psicólogos hablan un lenguaje propio”. El artículo ridiculizaba el
siguiente título, de una publicación entregada en la conferencia:
“Interpretando al Análisis de Factores WJ-R y KAIT de la Teoría
Gf-Gc”. Aunque el informe establecía que “ni siquiera se atrevían
a especular sobre el verdadero significado” del título, al menos los
psicólogos adecuadamente formados, deberían reconocer el título
como referente al desarrollo de una teoría de prueba sobre la
inteligencia. Y así es como debiera ser. La teoría Gf-Gc, es un
desarrollo técnico en teorías de la inteligencia. No hay razón para
que el periodista haya escuchado este concepto –como uno no
esperaría que el periodista supiera los detalles del último neutrino
que ha sido nombrado por físicos de partículas elementales. Sin
embargo, de alguna manera la ignorancia del periodista (un poco
entendible) sobre la terminología técnica, es vista como un reflejo
negativo en la psicología moderna.
Llegamos aquí al meollo del asunto. El primer paso para
resolverlo, es enfatizando un punto de nuestra discusión anterior:
El operacionalismo no es único en psicología. Es característico de
todas las ciencias. La mayor parte del tiempo, lo aceptamos
fácilmente, reconociendo su naturaleza obvia. Si un científico está
investigando la radioactividad, damos por sentado que él o ella
tiene alguna forma observable de medir el fenómeno, un método
que otro investigador pueda usar para obtener los mismos
resultados. Este método es el que hace posible la naturaleza
pública de la ciencia, una de sus características definitorias. Dos
científicos diferentes concuerdan en la misma definición
operacional, de esta manera es posible que uno reproduzca los
resultados del otro. No obstante, lo que parece claro en otros
contextos, a veces no es tan claro cuando pensamos en la
psicología. La necesidad de definiciones operacionales, de
conceptos como inteligencia y ansiedad a menudo no es
reconocida pues usamos estos términos todo el tiempo, y después
de todo, ¿acaso no todos “sabemos” lo que estas cosas significan?
La respuesta es “No, no sabemos” –no en el sentido que un
científico tiene que saber, es decir, en un sentido público. Un
científico debe “saber” lo que significa inteligencia, y ser capaz de
definirla precisamente, si no ¿cómo otro laboratorio podría
medirla exactamente de la misma manera, y llegar a las mismas
conclusiones sobre el concepto? Esto es muy distinto –en términos
de explicitud y precisión- de las vagas connotaciones verbales que
son necesarias para lograr un entendimiento casual en una
conversación general.
El Operacionalismo como una Fuerza Humanizadora
El problema de confiar en lo que todos “sabemos”, es el
mismo problema que plaga a todos los sistemas intuitivos de
creencia (es decir, no empíricos). Lo que tú “sabes” sobre algo,
puede que no sea igual a lo que Jim “sabe”, o a lo que Jane “sabe”.
¿Cómo decidimos quién está en lo correcto? Tú puedes decir,
“Bueno, me siento seguro sobre esto, tan seguro que sé que estoy
en lo correcto”. ¿Pero qué sucede si Jim, que piensa algo
totalmente diferente, se siente aún más seguro qué tú? Y luego
está Jane, que piensa distinto que tú o Jim, reclamando que ella
debe estar en lo correcto pues se siente incluso más segura que
Jim.
Esta simple parodia, tiene como único fin ilustrar un
aspecto fundamental del conocimiento científico, que ha sido una
fuerza humanizadora superior en la historia humana: En ciencia, la
veracidad de un reclamo científico, no está determinada por la
fuerza o seguridad de la creencia de un individuo puesta en el
reclamo. El problema con todos los sistemas de creencias basados
intuitivamente, es que no tienen mecanismos para decidir entre
demandas conflictivas. Cuando todos saben intuitivamente, pero
las demandas intuitivas están en conflicto, ¿cómo decidimos cuál
es la correcta? Tristemente, la historia muestra que el resultado de
dichos conflictos, es usualmente una lucha de poder.
Algunas personas, reclaman erróneamente que una
aproximación operacional a la psicología deshumaniza a la gente
y, que en su lugar, deberíamos basar nuestros puntos de vista sobre
los seres humanos, en la intuición. El psicólogo Donald Broadbent
(1973) declara que la verdadera posición humana, es aquella que
basa las visiones teóricas sobre los seres humanos en conducta
observable, más que en la intuición del teórico:
No podemos decir nada sobre otras personas, excepto que
veamos lo que hacen o dicen en circunstancias particulares…El
método empírico es una forma de reconciliar diferencias. Si
alguien lo rechaza, la única manera de tratar un desacuerdo, es a
través de polémica emocional (p. 206).
Así, la fuerza humanizadora en ciencia, es aquella que hace a los
reclamos de conocimiento, públicos, para que las ideas en
conflicto puedan ser probadas de una manera que sea aceptable
para todos los litigantes. Recuerda el concepto de replicación del
Capítulo 1. Éste permite una selección entre teorías, que tendrá
lugar mediante mecanismos pacíficos que todos aceptaremos de
antemano. La naturaleza pública de la ciencia descansa
críticamente en la idea de operacionalismo. Al definir conceptos
operacionalmente, los situamos en el reino público, donde pueden
ser criticados, probados, mejorados, o incluso rechazados.
Los conceptos psicológicos no pueden descansar sobre la
definición personal de alguien, la cual puede ser poco común,
idiosincrática, o vaga. Por esta razón, la psicología debe rechazar
todas las definiciones personales (así como la física, por ejemplo,
rechaza las definiciones personales de energía, y la meteorología
rechaza las definiciones personales de qué es una nube) e insistir
en los conceptos públicamente accesibles, definidos por
operaciones que cualquiera que tenga una formación adecuada
pueda llevar a cabo. Al refutar las definiciones personales, la
psicología no está dejando fuera a la gente, sino que está abriendo
el campo –tal como lo hacen todas las ciencias- a la búsqueda de
un conocimiento común y públicamente accesible, que todos
puedan compartir.
Dicho conocimiento públicamente accesible, está
disponible para resolver problemas humanos, sólo cuando los
conceptos están basados en definiciones operacionales, y no son el
foco de argumentos esencialistas sobre el significado de las
palabras. Por ejemplo, Monk (1990) describe cómo durante la
Segunda Guerra Mundial, el concepto choque de herida se volvió
problemático en medicina. Algunos físicos identificaron la
condición, basándose en una concentración anormal muy alta de
glóbulos rojos en la sangre, y pensaron que se debía a alguna
filtración de plasma sanguíneo en el tejido. Otros, identificaron el
choque de herida, sobre la base de una presión sanguínea baja, piel
pálida, y pulso acelerado. En otras palabras, las definiciones
operacionales del concepto eran inconsecuentes (e incluso
idiosincráticas) y, de esta manera, un físico de nombre Grant que
trabajaba para el Consejo Británico de Investigacion Médica,
recomendó “que el concepto ‘choque de herida’ debería ser
abandonado, y que deberían realizarse observaciones detalladas de
víctimas, sin utilizar el concepto…La falta de una base común de
diagnóstico, hace imposible evaluar la eficacia de varios de los
métodos de tratamiento adoptados” (Monk, 1990, pp.445-446). En
otras palabras, el concepto estaba haciendo más mal que bien,
porque no tenía una definición que fuera lo suficientemente común
como para ser considerado conocimiento público (por ejemplo, ser
generalmente compartido y aceptado).
Algunas veces, los cambios en el significado de los
conceptos en ciencia, pondrán el entendimiento científico de un
concepto en conflicto con el entendimiento no especialista. Farber
y Churchland (1995) discuten una situación similar que rodea al
concepto de fuego. El concepto clásico era usado “no sólo para
clasificar cosas que encienden con carbón, sino además, para
clasificar la actividad en el sol y en varias estrellas (actualmente
fusión nuclear), los rayos (actualmente incandescencia
eléctricamente inducida), la aurora boreal (actualmente emisión
espectral); y el brillo de las luciérnagas (actualmente
fosforescencia). En nuestro esquema conceptual moderno, ya que
ninguna de estas cosas implica oxidación, ninguna pertenece a la
misma clase de fuegos de madera. Por otra parte, algunos procesos
que terminan perteneciendo a la clase de oxidación –oxidación,
empañado, y metabolismo- no fueron considerados originalmente
para compartir algo con la combustión, desde que la sensación de
calor fue tomada como una característica esencial de esta clase”
(p. 1296). En resumen, el principio de oxidación une el fenómeno
de una hoguera y el de oxidación –y alejando el fenómeno de los
rayos- puede ser una señal de progreso para un científico, pero
puede ser confuso y desorientador para el resto de la gente.
Las Preguntas Esencialistas y el Malentendido de la Psicología
Otra razón por la cual mucha gente parece abandonar la
idea de operacionalismo cuando se acercan a la psicología, es que
buscan respuestas esencialistas para ciertos problemas humanos.
Si la causa es la separación relativamente reciente de la psicología
y la filosofía, o la comprensión más limitada del público sobre
psicología más que de otras ciencias, aún es poco claro. Sin
embargo, en cierto sentido esto no importa. La red resultante
siempre es la misma. Se espera que la psicología proporcione
respuestas absolutas a cuestiones complejas, debido a que las otras
ciencias no pueden hacerlo.
Recuerda las preguntas al inicio de este capítulo: ¿Cuál es
el significado real del término gravedad? ¿Cuál es su esencia
subyacente? ¿Qué significa, en última instancia, hablar de
gravedad? Mucha gente reconocería que estas preguntas requieren
conocimiento de la naturaleza máxima y subyacente de un
fenómeno, y que las teorías actuales en física no pueden ofrecer
respuestas a preguntas de este tipo. Cualquier persona
familiarizada con la escritura popular sobre el progreso de la
ciencia física en los últimos siglos, reconocería que gravedad, es
un constructo teórico de gran complejidad, y que sus relaciones
conceptuales y operacionales han estado en constante flujo.
Sin embargo, al sustituir la palabra inteligencia por la
palabra gravedad en cada una de las preguntas anteriores,
tristemente, ocurre un milagro. Ahora las preguntas están
imbuidas de gran significado. Aparecen naturales y con sentido.
Literalmente ruegan por una respuesta definitiva. Cuando los
psicólogos dan la misma respuesta de los físicos –que la
inteligencia es un concepto complejo, cuyo significado deriva de
operaciones usadas para medirla, y de sus relaciones teóricas con
otros constructos- son menospreciados y acusados de evadir los
hechos reales.
Entonces, uno de los problemas que enfrenta la psicología,
es que la demanda pública de respuestas a las preguntas
esencialistas, no es parte de las demandas a las otras ciencias.
Estas demandas, con frecuencia subrayan muchos de los intentos
para desacreditar el progreso que se ha alcanzado en el campo.
Aunque estas demandas no obstaculizan al campo en sí –porque
los psicólogos, como otros científicos, ignoran las demandas de
respuestas esencialistas, y simplemente continúan con su trabajo-
son un obstáculo para el entendimiento público de la psicología. El
público se confunde cuando una crítica desinformada expresa que
no ha habido progreso en psicología. El hecho de que estas críticas
sean tan frecuentes, refleja la desafortunada verdad de la premisa
mayor de este libro: El conocimiento público, de lo que
significaría actualmente el logro científico dentro de la psicología,
es alarmantemente escaso. Cuando las examinamos de cerca, tales
críticas usualmente se reducen a la aseveración, de que la
psicología aún no proporciona la respuesta final a cualquiera de
estas preguntas. Frente a esta acusación, la psicología fácilmente
se declara culpable –tal como lo hacen todas las otras ciencias.
Algunos pueden encontrar molesto aprender que ninguna
ciencia, incluyendo a la psicología, puede dar respuesta a las
preguntas esencialistas. Holton & Roller (1958) han discutido
sobre la inquietud que la gente pueden sentir, cuando les dicen que
los físicos no pueden responder preguntas esencialistas. Ellos
discutieron sobre el fenómeno de la decadencia radioactiva, en la
cual el número de átomos de un elemento radioactivo que ha
decaído, puede estar relacionado con el tiempo, a través de una
función matemática exponencial. Sin embargo, la función no
explica por qué ocurre la decadencia radioactiva. La solución a
este problema, es probable que nuevamente implique una función
matemática, pero otra vez no responderá la pregunta de la persona
común, de qué es realmente la decadencia radioactiva. Holton y
Roller nos dicen que “debemos tratar de hacer las paces con las
limitaciones de la ciencia moderna; pues ésta no pretende
descubrir ‘lo que las cosas son realmente’” (pp. 219-220). Así
como lo explicó el escritor científico Robert Wright (1988):
Había algo molesto sobre la teoría de la gravedad de Isaac
Newton… Después de todo, ¿cómo pudo darse cuenta de “la
acción a distancia”?... Newton eludió tales preguntas…Desde
Newton, los físicos han seguido su ejemplo… Los físicos no
hacen ningún intento para explicar por qué las cosas obedecen
las leyes de electromagnetismo o de gravitación. (p.61)
Asimismo, aquellos que buscan respuestas esencialistas para
preguntas relacionadas con la naturaleza humana, están destinados
a decepcionarse si están buscando en la psicología. La psicología
no es una religión. Es un amplio campo que busca una
comprensión científica de todos los aspectos de la conducta. Por
tanto, las explicaciones psicológicas actuales son constructos
temporalmente teóricos, que explican mejor la conducta que las
explicaciones alternativas. Estos constructos serán ciertamente
reemplazados en el futuro, por conceptualizaciones teóricas
superiores que estén más cerca de la verdad.
Operacionalismo y la Expresión de Preguntas Psicológicas
La idea de una definición operacional, puede ser una
herramienta muy útil para evaluar la falsabilidad de una teoría
psicológica. La presencia de conceptos que no están basados en
operaciones observables, ya sea directa o indirectamente, es una
pista importante para reconocer a una teoría infalseable. Estos
conceptos, usualmente están destinados a rescatar tal teoría de la
desconfirmación, después de que los datos han sido reunidos. Así,
la presencia de conceptos sueltos, por los cuales los teóricos no
pueden ofrecer vínculos operacionales directos o indirectos,
deberían ser vistos con recelo.
Un principio que los científicos denominan parsimonia es
relevante aquí. El principio de parsimonia dicta que, cuando dos
teorías tienen el mismo poder explicativo, la teoría más simple (la
que involucra menos conceptos y relaciones conceptuales) es
preferida. La razón es que la teoría con menos relaciones
conceptuales, será probablemente la más falsificable de las dos en
pruebas futuras.
Una comprensión fuerte del principio de operacionalismo,
también ayudará al reconocimiento de problemas o preguntas que
científicamente no tienen sentido. Por ejemplo, tengo en mis
carpetas un artículo del servicio telegráfico de la Prensa Unida
Internacional, titulado “¿Los animales piensan?” El artículo
describe experimentación reciente sobre la conducta animal. No
hay nada malo con la investigación descrita en el artículo, pero
está claro que el título es simplemente una broma. La pregunta del
título científicamente no tiene sentido, a menos que algún criterio
operacional sea especificado en el término pensar, y por ahora,
ninguno es dado en el artículo. Un problema similar está
relacionado con muchos artículos de periódico que han
preguntado, “¿Pueden pensar los computadores?” sin tener ningún
criterio operacional, esta pregunta tampoco tiene sentido
científicamente hablando, incluso aunque sea infinitamente útil
como molienda en la conversación de un cóctel.
Actualmente, es instructivo observar a la gente debatiendo
sobre esta última pregunta, pues tal debate ofrece la oportunidad
de presenciar concretamente el problema del sesgo preexistente en
psicología, que discutimos anteriormente. Muchas personas están
fuertemente sesgadas de querer que un computador no sea capaz
de pensar. ¿Por qué? Por una variedad de razones, el concepto
cotidiano de pensar se ha entrelazado tanto con el concepto
humano, que muchas personas tienen una reacción emocional
frente a la idea de que cosas no-humanas piensen (por ejemplo,
computadores, o formas de vida extraterrestre que no lucen como
los humanos de nuestro planeta).
Sin embargo, a pesar de sus fuertes sentimientos en contra
de la idea de computadores pensantes, mucha gente no ha pensado
sobre el asunto muy cuidadosamente, y está en una pérdida de
tiempo al definir el concepto de pensar incluyendo a más humanos
(bebés, por ejemplo) y excluyendo a todos los computadores. A
veces es cómico escuchar el criterio que emplea la gente que no
está familiarizada con el actual trabajo en inteligencia artificial,
pues invariablemente elijen algo que los computadores pueden
hacer. Por ejemplo, mucha gente propone el criterio de “la
capacidad de aprender de la experiencia”, sólo para decir que
muchos sistemas de inteligencia artificial que funcionan en los
computadores han cumplido este criterio (Churchland, 1995;
Clark, 2001; Elman, Bates, Johnson, Karmiloff-Smith, Parisi &
Plunkett, 1996; Pfeifer & Scheier, 1999). La fuerza del sesgo
preexistente puede ser observado en esta situación. Es la respuesta
de la persona “Oh, no lo sabía. Entonces, dado que el criterio que
propuse para el pensamiento es cumplido por los computadores,
¿tendré que concluir que al menos esos computadores piensan?”
Usualmente, esta respuesta intelectualmente honesta no es la que
escuchamos a menudo. Más comúnmente, la persona comienza a
tantear otro criterio esperando que los computadores no puedan
satisfacerlo.
Con frecuencia, la segunda elección es algo así como
“creatividad” (“como aquello que la gente juzga tan útil que nadie
lo ha pensado antes”-ignoraremos la pregunta de si la mayoría de
los humanos cumpliría este criterio). Cuando se dice que la mayor
parte de los expertos concuerda en que los computadores han
cumplido este criterio (Boden, 1990; Pfeifer & Scheier, 1999), la
persona continúa sin admitir la posibilidad de que las máquinas
piensen. A menudo, la persona abandona el intento de establecer
una definición operacional en este punto, y en su lugar, intenta
rebatir que los computadores no podrían pensar porque “los
humanos los han construido y programado; ellos sólo siguen sus
programas”.
 Aunque este argumento es una de las objeciones más
antiguas al pensamiento de máquinas (McCorduck, 1979;
Robinson, 1992; Woolley, 2000), actualmente es falaz. El sesgo
preexistente, impide que mucha gente reconozca que es totalmente
irrelevante a la pregunta en cuestión. Casi todos concordaríamos
que el pensamiento es un proceso que tiene lugar en el mundo
natural. Ahora, date cuenta de que no invocamos el argumento de
“los orígenes” para otros procesos. Considera el proceso de comer
comida. Considera la pregunta: ¿los hornos comen? Acaso
nosotros decimos, “Los hornos no comen realmente, pues están
construidos por personas. Por tanto, sólo tiene sentido decir que
las personas comen. ¿Los hornos no comen realmente?” ¿Y qué
hay de los levantamientos? ¿Las grúas no se levantan? Es nuestra
respuesta “Las grúas no se levantan realmente porque son
construidas por gente. Por tanto, sólo tiene sentido decir que la
gente se levanta. ¿Entonces las grúas realmente no se levantan?”
Por supuesto que no. El origen de algo, es totalmente irrelevante
para su capacidad de llevar a cabo un proceso particular. El
proceso de pensar es igual. Si una entidad piensa o no, es
independiente de los orígenes de la entidad.
El fracaso de pensar racionalmente sobre la posibilidad de
máquinas pensantes, fue una de las razones por las que el
científico de computación Alan Turing desarrolló su famosa
prueba de si los computadores piensan. Lo importante para nuestra
discusión, es que la prueba de Turing es una prueba operacional.
Turing comenzó su famoso artículo “Maquinaria Computacional e
Inteligencia” (1950) escribiendo, “Propongo considerar la
pregunta ‘¿Pueden pensar las máquinas?’” “Sin querer que la
discusión del asunto descienda a la usual cháchara circular de la
fiesta de cóctel, o se enrede en argumentos esencialistas sobre lo
que queremos decir con pensar, Turing propuso una estricta
prueba operacional de si un computador podía pensar. Su
propuesta era, que sería razonable conceder poderes de
pensamiento a un computador, si éste pudiese efectuar una
conversación inteligente.
La creatividad en la propuesta de Turing, fue que ideó una
manera de operacionalizar la pregunta, mientras que al mismo
tiempo la protegía del sesgo preexistente. Turing especificó
estrictamente la lógica de la prueba, de si un computador podía
sostener una conversación inteligente. No fue realizada
simplemente empujando un terminal de computador en una
habitación, teniendo un probador que interactuara con el
computador a través del teclado y la pantalla, y luego extrayendo
el juicio del probador de si el computador podía, en efecto,
sostener una conversación inteligente. Turing no propuso este tipo
de pruebas, pues estaba preocupado por el problema del sesgo
preexistente. Turing estaba seguro de que, una vez que la persona
se sentase ante un teclado y una pantalla, obviamente una
máquina, la persona negaría sus capacidades de pensamiento sin
importar lo que ésta hiciera. Por lo tanto, propuso una prueba que
controlase las características externas irrelevantes del artefacto
pensante. Su conocida propuesta, era tener al probador
participando en una conversación a través de dos teclados –uno
conectado a un computador y el otro a un humano, ambos fuera de
la vista- y luego, que decidiera cuál era cuál. Si el probador no
podía identificar al humano con mayor exactitud, entonces una de
las inferencias razonables era que las habilidades conversacionales
–la definición operacional de pensamiento- del computador, eran
iguales a las de un humano.
La idea clave de Turing fue “la misma idea que inspira la
práctica entre una orquesta sinfónica de audiciones guiadas con
una pantalla opaca entre el jurado y el músico. Lo que importa de
un músico, obviamente, es su habilidad musical y sólo su
habilidad musical: características tales como sexo, largo del
cabello, color de piel, y peso son estrictamente irrelevantes…
Turing reconoció que la gente debía estar sesgada de manera
similar en sus juicios sobre inteligencia, si el concursante tenía
piel suave, sangre caliente, características faciales, manos y ojos -
los cuales, obviamente, no son componentes esenciales de la
inteligencia” (Dennett, 1998, p.5). La prueba de Turing nos enseña
la necesidad de definiciones operacionales si vamos a discutir
conceptos psicológicos racionalmente, es decir, a modo de
principios, más que de una mera reflexión de nuestros propios
sesgos sobre la pregunta en cuestión.
El estilo intelectual que se revela, cuando observamos a la
gente discutir sobre el asunto de la inteligencia artificial, ilustra
muy bien la diferencia entre los estilos de pensamiento científico y
no científico. La propuesta científica,¡ es desarrollar una
definición operacional que parezca razonable, y luego observar a
qué conclusiones conduce sobre el pensamiento, los
computadores, y los humanos. En contraste, el sesgo preexistente
domina el pensamiento de la mayoría de la gente. Ya han
alcanzado conclusiones certeras, y no están interesados en lo que
se sabe actualmente sobre el contraste relativo entre el
funcionamiento humano y computacional. En su lugar, con la
mente preparada, gastan sus energías intelectuales en malabares
desesperados de palabras, diseñados para proteger sus creencias
previas de un posible cambio. Lo que vemos, entonces, es una
combinación de sesgo preexistente y actitudes esencialistas no-
operacionalistas, que estimulan la suposición de que la gente “ya
sabe” lo que el pensamiento es “realmente”, sin ninguna necesidad
de criterios operacionales. Tales actitudes son las que hacen que la
mayoría de las teorías psicológicas intuitivas de las personas sean
infalseables y, por tanto, inútiles. ¡Estas actitudes ilustran
precisamente por qué necesitamos la ciencia de la psicología!
RESUMEN
Las definiciones operacionales son definiciones de conceptos,
establecidos en términos de operaciones observables que pueden
ser medidas. Una de las maneras más importantes para
asegurarnos de que las teorías son falseables, es cerciorándonos de
que los conceptos clave de las teorías tengan definiciones
operacionales, en términos de observaciones conductuales bien
replicadas. Las definiciones operacionales son el mayor
mecanismo, que hace al conocimiento científico públicamente
verificable. Dichas definiciones están en el dominio público, de
manera que los conceptos teóricos que éstas definen, sean
probados por todos –a diferencia de las definiciones “intuitivas”
no-empíricas que son la posesión especial de individuos
particulares, y que no están abiertas a prueba alguna.
Debido a que la psicología emplea términos del habla
común, tales como inteligencia y ansiedad, y ya que mucha gente
tiene nociones preexistentes sobre lo que estos términos significan,
la necesidad de definir operacionalmente estos términos, a menudo
no es reconocida. La psicología es como todas las otras ciencias al
requerir definiciones operacionales de sus términos. Sin embargo,
con frecuencia la gente exige respuestas a las preguntas
esencialistas (preguntas sobre la naturaleza absoluta y subyacente
de un concepto) de la psicología, que no son exigidas en otras
ciencias. Ninguna ciencia proporciona tales respuestas a estas
últimas preguntas. En vez de ello, la psicología, así como las
demás ciencias, busca refinar continuamente sus definiciones
operacionales, para que los conceptos en las teorías reflejen más
precisamente la forma en que el mundo es actualmente.