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Robert Boyle 

(Waterford, 25 de enero de 1627-Londres, 31 de diciembre de 1691)


Filósofo naturalista, químico, físico e inventor. También fue un prominente teólogo cristiano.
Como científico es conocido principalmente por la formulación de la ley de Boyle,2 ( A temperatura constante,
el volumen de una masa fija de gas es inversamente proporcional a la presión que este ejerce. ) además de
ser generalmente considerado como el primer químico moderno y, por lo tanto, uno de los fundadores de
la química moderna. Su obra The Sceptical Chymist (El químico escéptico) es considerada una obra
fundamental en la historia de la química.
El gran mérito de Boyle como investigador científico es que materializó los principios que Francis
Bacon predicó en su obra Novum Organum, aunque no se considerara a sí mismo como seguidor de Bacon o
de cualquier otro maestro. Dado que estaba "provisto de experimentos" para hacerse sus propios juicios,
manifestó en numerosas ocasiones que, con el propósito de mantenerse tan libre de prejuicios como le fuera
posible, eludía el estudio de los sistemas atómico y cartesiano, así como del mismo Novum Organum, aunque
admitía «consultarlos ocasionalmente». Nada era más ajeno a su temperamento que el desenredo
de hipótesis. Apreciaba la adquisición de conocimiento como un fin en sí mismo y, en consecuencia, se
benefició de una perspectiva más amplia acerca de los fines de la investigación científica que la que tuvieron
sus predecesores durante siglos. Esto, por otro lado, no significa que no prestara atención a las aplicaciones
prácticas de la ciencia, ni que despreciara el conocimiento que servía al uso.
Boyle fue un alquimista convencido de la posibilidad de la transmutación de los metales, llegando a realizar
experimentos con la esperanza de lograrlo; asimismo fue clave en la obtención de la abolición, en 1689, de la
ley de Enrique IV contra la creación de oro y plata por medio de la alquimia (Act Against Multipliers, 1404).
Realizó importantes contribuciones en el campo de la física: la ley de Boyle, el descubrimiento del papel
del aire en la propagación del sonido, las investigaciones acerca de la fuerza expansiva en la congelación
del agua, acerca de la densidad relativa, la refracción en cristales, electricidad, color, hidrostática, etc. A pesar
de ello, la química fue siempre su área predilecta. En 1661 publicó The Sceptical Chemist (El químico
escéptico) en el que criticaba los «experimentos por los cuales vulgares espagíricos se esfuerzan en probar
que su sal, azufre y mercurio son los verdaderos principios de las cosas».

Apoteosis de Santo Tomás

Zurbarán recibió el encargo de pintar esta Apoteosis, al tiempo que se le daban precisas instrucciones acerca
de su ejecución: tamaño de la obra, colocación, tema, personajes, etc. El lienzo, enorme, habría de colocarse
en el Colegio de Santo Tomás de Sevilla. Este colegio formaba doctores, por lo que el tema no es sino una
exaltación de la propia labor del Colegio y sus monjes. Santo Tomás de Aquino es una de las figuras más
relevantes de la teología cristiana. Se le nombró Doctor de la Iglesia en 1567. Por su importancia aparece
rodeado de los cuatro Padres de la Iglesia, otros tantos personajes fundamentales para la elaboración de la
doctrina. A su derecha se encuentran conversando San Ambrosio y San Gregorio; a su izquierda, San
Jerónimo, de rojo cardenalicio, y San Agustín. Los cinco intelectuales se encuentran en el plano superior del
cuadro, que simboliza en mundo divino. Sobre sus cabezas, el cielo en pleno asiente a sus conclusiones:
destacan Dios Padre y Dios Hijo con la cruz. A estas dos figuras trinitarias se añade en el centro la paloma del
Espíritu Santo, que ilumina con sus rayos a Santo Tomás. En el plano inferior se encuentra representada la
tierra: los personajes principales de la Orden y nada menos que el emperador Carlos V. Su presencia se
explica porque fue él quien facilitó los terrenos y la dote necesaria para la construcción y puesta en marcha
del Colegio. A lo largo de su vida, el emperador ofreció su patronazgo continuo a los monjes y sus alumnos.

M1, M2 y M3

Doctrina filosófica que considera que la omnitudo rerum (la totalidad de las cosas) es la materia. A
pesar de esta definición tan simple, el materialismo no puede considerarse como una doctrina
unívoca, pues puede hablarse de un materialismo corporeísta, que reduzca al primero de los géneros
de materialidad todos los entes (o al segundo o tercer género de materialidad, según otros tipos de
formalismos). Asimismo, puede hablarse de un materialismo filosófico, de un materialismo
dialéctico, que supone que existe una transición desde la Naturaleza al Espíritu, expresado ahora
en términos positivos por medio del materialismo histórico; la doctrina que supone que los fenómenos
de la Economía Política son la base y la causa de las realidades históricas y sociales, etcétera.  La
opción por alguna de las doctrinas materialistas ha de ser dialéctica , en el sentido de mostrarse
más potente que sus alternativas.

Materialismo, en el sentido ontológico especial, o «materialismo cósmico», es la doctrina de


los Tres Géneros de Materialidad (M1, M2, M3). La materia ontológico-especial< puede
representarse del modo siguiente: Mi = M1,M2,M3. «Mundo» designa el conjunto de entidades físico-
empíricas, corpóreas, que constituyen el Primer Género (M1). «Alma» designa el conjunto
de fenómenos de la «vida interior» psicológica e histórica, es decir, el contenido del Segundo
Género (M2). «Dios» se corresponde con el Tercer Género de Materialidad (M3). Dios es el depósito
de las esencias eternas con respecto a las cuales el mundo y las almas están gobernadas según un
orden invisible.

Materialismo, en Ontología general, es el resultado de una metodología crítica: la crítica a la tesis


de la unicidad del ser. La Idea ontológico-general de Materia (M) la entiende Gustavo Bueno como
la Idea de la pluralidad indeterminada, infinita, en la que «no todo está vinculado con
todo» (negación de un orden o armonía universal). La característica esencial del concepto de  Ser, o
de Materia ontológico-general, estriba en su aspecto regresivo: la Materia ontológico-general no sólo
designa las realidades mundanas, sino también las transmundanas, incluso las anteriores al tiempo,
anteriores al sistema solar, anteriores a la constitución de los átomos. Bueno llama  mundanistas a
todas aquellas concepciones que afirmen que los géneros mundanos  M1, M2, M3 están incluidos en la
Idea de Materia, pero que, a su vez, la Idea de Materia no rebasa ese ámbito mundano, ontológico-
especial, sino que se pliega a él. Llama materialismo, en sentido ontológico-general, a todo tipo de
concepciones que partiendo de la inmersión de los materiales mundanos en la Materia ontológico-
general, defienden la regresión real de la Idea de materia y, por tanto, la tesis de que la Materia
ontológico-general no puede considerarse reducida a las materialidades cósmicas.

Cuando desde M se adscribe M1, M2, M3 al mundo, se abre la posibilidad de coordinar estos géneros a
un «centro del mundo» (Ego trascendental, designado por E) desde el cual intentaremos
«reconstruirlo científicamente». La constitución del sujeto en cuanto Ego trascendental puede ser
considerada como el proceso recurrente de un paso al límite de las relaciones de identidad
(terciogenéricas) al que tienden los sujetos operatorios (segundogenéricos, alineados en el eje
pragmático: autologismos, dialogismos, normas) en tanto interactúan, a través de sus individuos o
términos corpóreos (primogenéricos) en el proceso de constitución del Mundo. Los tres géneros de
materialidad se coordinarán con los sectores del eje sintáctico y a través de los sectores del eje
semántico del espacio gnoseológico: los términos (de los diversos campos de las ciencias), a través del
sector fisicalista, se coordinarán con los contenidos primogenéricos; las operaciones (a través de los
fenómenos) con los contenidos segundogenéricos; y las relaciones (a través de las esencias) con los
contenidos terciogenéricos.

Cuando consideramos los tres géneros desde la perspectiva de los sujetos operatorios (que convergen
en un punto E, que no es trascendental en virtud de ciertas funciones a priori de su entendimiento, sino
en virtud del propio ejercicio, in medias res, de los sujetos operatorios) los contenidos terciogenéricos
tenderán a ser puestos bajo el control de M2, por cuanto éste aparece en su génesis. Pero cuando los
consideramos desde la perspectiva de M, estos «canales genéticos» pueden desvirtuarse, de suerte
que M3 pasa a verse como una «refracción» de «algo de M» en cuanto a su estructura,
independientemente de su génesis.

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