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CURSO ABIERTA UGR -

MODULO - CURSO
VIOLENCIA Y MASCULINIDAD
Derecho
Universidad de Granada (UGR)
61 pag.

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Módulo 2
2.1. QUÉ ES SER HOMBRE

Por Octavio Salazar Benítez


Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba

“No se nace mujer se llega a serlo”. La sentencia de Simone de Beauvoir, que desarrolla en su obra
fundamental El segundo sexo (1949), se ha convertido en una de esas referencias imprescindibles
cuando tratamos de explicar un concepto que, en la segunda mitad del siglo XX, se consolidó en el
ámbito de las Ciencias Sociales y las Humanidades, e incluso traspasó esas fronteras para llegar a
también a las leyes y a las políticas públicas. Me refiero al concepto de “género” que, de alguna
manera, Beauvoir ya alumbraba en su célebre enunciado, aunque no sería hasta unos años después
cuando se consolidaría primero en el ámbito de la Psicología y posteriormente en las investigaciones
de tipo social y humanista. De ahí que, por ejemplo, se haya extendido el uso de expresiones como
“igualdad de género”, “violencia de género” o el mainstreaming de género, concepto éste último
con el que nos referimos a como la igualdad de mujeres y hombres debe estar presente como un
criterio transversal y principal en todas las políticas públicas. Cuando hablamos del género, y a
diferencia de lo que el sexo supone en cuanto dimensión puramente biológica del individuo, nos
estamos refiriendo a cómo social y culturalmente se nos ha construido como hombres y como
mujeres, a como desde que somos niños y niñas se nos lanzan una serie de mensajes socializadores
que nos diferencian en cuanto a roles, actitudes y comportamientos. Cuando hablamos del género,
estamos hablando pues de algo “construido”, que no es natural, ni que está conectado a nuestra
biología o a nuestro ADN, sino que tiene que ver con cómo desde las distintas instancias
socializadoras – la familia, la escuela, los medios de comunicación, la cultura en general – se nos
educa y forma para que asumamos una serie de directrices que nos van diciendo lo que debemos
hacer y, en paralelo, lo que no, para convertirnos en mujeres y en hombres “de verdad”. Es decir,
en lo que de manera generalizada, y en cada momento histórico, la sociedad entiende por tal
identidad. De ahí que podamos hablar de “expectativas de género”, que serían todas esas
referencias que nos marcan desde pequeños y pequeñas y a las que hemos de ir respondiendo lo
más fielmente posible ya que quien no lo hace o se desvía de ellas corre el riesgo de ser excluido,
estigmatizado y, por supuesto, en muchos casos incluso, objeto de discriminación. Esa construcción
que supone el género se traduce por ejemplo en una serie de roles que vamos aprendiendo desde
que apenas tenemos conciencia, así como en un conjunto de estereotipos que son esas ideas fijas

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y preconcebidas, absolutamente simplistas, que sirven para caracterizarnos como un todo. Los
estereotipos, que sin darnos cuentas reproducimos cada día, y que se proyectan en todos los
ámbitos de la vida, contribuyen a mantener esa construcción cerrada que es el género y nos
mantienen a mujeres y hombres en esferas separadas, como si habitáramos en distintos planetas,
cada uno con sus reglas del juego. A todo ello habría que añadir una idea esencial que la teoría
feminista se ha encargado de poner al descubierto: esa construcción diferenciada que supone el
género implica también una jerarquía, es decir, nos coloca a los hombres, y a todo lo masculino, en
una posición de poder y de supremacía, mientras que las mujeres y todo lo que entiende como
femenino propio de ellas queda en un nivel inferior. El género implica pues también una relación
de poder, una relación asimétrica, en la que históricamente los hombres hemos tenido una posición
dominante y las mujeres han ocupado un lugar subordinado.

Al estar en una posición subordinada, y por lo tanto no disfrutar de los mismos derechos y
oportunidades que los hombres, las mujeres se han visto obligadas a cuestionar su lugar en el
mundo, han sido ellas las que llevan siglos analizando y debatiendo la identidad que les otorgaba el
género, justamente para liberarse de ella. Han sido pues las mujeres, y en este proceso ha sido clave
la lucha y la reflexión feministas, las que fueron asumiendo lo que podríamos llamar “conciencia de
género” y, a partir de ahí, han elaborado toda una rica teoría política y han nutrido un movimiento
social imparable mediante los cuales: a) critican un mundo hecho a imagen y semejanza de los
hombres; b) plantean alternativas de cómo construirnos como seres humanos igualitarios y de
cómo articular un modelo de sociedad que no esté basada en la oposición masculino/femenino.

Los hombres no hemos sentido nunca la necesidad de cuestionar esa construcción genérica ni el
orden político y social en la que se sustentaba. La razón es evidente: hemos sido siempre los sujetos
privilegiados, quienes nunca en función de nuestro sexo hemos tenido limitado el acceso a los
derechos o el disfrute de nuestros planes de vida, los que hemos tenido abiertas todas las
posibilidades de desarrollo personal y los que, no lo olvidemos, siempre hemos detentado el poder.
Tanto en lo público como en lo privado. En consecuencia, nunca hemos sentido la necesidad de
ponernos delante del espejo y preguntarnos qué significa ser hombre, salvo en aquellos casos de
sujetos varones que no han respondido al estereotipo o a la “norma” y en consecuencia han tenido
que plantearse su identidad. Sería el caso evidente de los hombres homosexuales o de los que en
determinados contextos históricos o culturales han formado parte de una minoría. Pero, insisto,
como regla general, y a diferencia de las mujeres, al no sufrir un estatus subordinado nos hemos
sentido cómodos cumpliendo con lo que se esperaba de nosotros. Porque, entre otras cosas, ser
un hombre de verdad era la puerta que nos habría todas las oportunidades y que nos legitimaba
como los sujetos poderosos. Y es que cuando hablamos de las desigualdades de género lo estamos

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haciendo de una estructura social y política, a la que conocemos como patriarcado, en la que el
poder siempre ha estado en nuestras manos y se ha ejercido de forma masculina, y en la que todo
lo relacionado con nosotros ha gozado de un valor, de un prestigio y de una autoridad, que no lo
han tenido ni las mujeres ni lo vinculado con ellas. Esa estructura de poder se sustenta a su vez en
una cultura, el machismo, que hoy por hoy sigue siendo en gran medida la que condiciona no solo
nuestras subjetividades sino también, y muy especialmente, la manera en que nos relacionamos los
hombres, entre nosotros y con las mujeres.

Me temo pues que solo algunos hombres, a estas alturas del siglo XXI, han llegado a la conclusión
de que nosotros también tenemos género (Salazar, 2013). Es decir, que al igual que ocurre con las
mujeres, nosotros no nacemos, sino que nos vamos haciendo como hombres en función de lo que
la sociedad nos va marcando desde recién nacidos. Desde el momento en que a nosotros nos visten
de un color y a las niñas de otro, o desde que a ellas les hacen un agujero en las orejas y a nosotros
no, o desde que cuando nos inscriben en el Registro Civil todavía hoy mayoritariamente es el
apellido del padre el que figura como primero. A partir de ahí, vamos recibiendo toda una serie de
estímulos, enseñanzas y adoctrinamientos que nos van diciendo cómo tenemos que actuar si
queremos ser hombre hechos y derechos. Unos machotes. Y así nos pasamos toda la vida, con
etapas especialmente conflictivas e intensas en este sentido como es la adolescencia, tratando de
ajustarnos a este patrón, porque además sabemos que si nos separamos de él recibiremos algún
tipo de castigo o de sanción, en muchos casos de nuestros iguales, es decir, de los otros hombres,
que acaban convertidos así en una especie de “policía de género”.

Si tuviéramos que esquematizar cómo se produce esa construcción de la masculinidad podríamos


concretarla en tres aspectos esenciales que, como veremos, tienen una estrecha relación con esa
estructura de poder y/o forma de organizarnos como sociedad que es el patriarcado y con esa
cultura a la que hemos identificado como machismo. Esos tres aspectos que a continuación vamos
a explicar están a su vez interconectados, forman parte de un mismo “sistema” con el que
podríamos identificar lo que algunos teóricos han denominado “masculinidad hegemónica”
(Connell,2003), pero que de manera más descriptiva podríamos identificar como “masculinidad
patriarcal”.

1. Una de las características esenciales del orden patriarcal es la articulación de una serie de
binomios jerárquicos a través de los cuales se ordena la sociedad, el pensamiento y nuestras
propias subjetividades, y que parten de la distinción entre los hombres/lo masculino y las
mujeres/lo femenino. A partir de este doble eje podríamos deducir todos los demás:
público/privado, trabajos productivos/trabajos reproductivos, razón/emoción, … En todos
estos pares hay que tener presente que la parte más valorada, social y hasta
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económicamente, es la identificada con los hombres, mientras que la femenina siempre ha
gozado de un menor reconocimiento y de incluso en ciertos aspectos hasta de falta de
visibilidad (Lorente, 2018). Desde el punto de vista de la construcción de la masculinidad, a
los hombres se nos socializa, se nos educa, se nos prepara, para ocupar el espacio público,
para hacer los trabajos con mayor reconocimiento y valor social y económico, para ocupar
todas las instancias de poder (político, económico, cultural, científico…) Por lo tanto, y de
entrada, tenemos una primera características que nos define: la proyección en lo público.
Nos hacemos hombre en función del papel que desempeñamos en esa esfera, al tiempo que
huimos de la privada, que entendemos que es la propia de las mujeres (y de ellas son
también, por supuesto, todos los trabajos y responsabilidades que se dan en el ámbito
doméstico y familiar). La justificación de este reparto asimétrico siempre tuvo una base
biologicista y podríamos decir que esencialista: dado que las mujeres son biológicamente
las reproductoras, parecía una lógica consecuencia que ellas se ocuparan de todos trabajos
vinculados con esa función. Que los hombres nos convirtiéramos en los proveedores y ellas
en las cuidadoras. Este esquema será avalado durante siglos incluso a nivel filosófico y
apoyado por los esquemas organizativos de nuestra sociedad. No hace falta más que
recordar a un clásico como Rousseau que dibujó dos prototipos, el Emilio y la Sofía, dejando
muy claro que el primero debía ser educado para la ciudadanía, para el ejercicio de los
derechos, para desarrollarse profesionalmente, mientras que ella no debería tener otro
papel que agradar al marido, cuidarlo y hasta soportarlo. Los hombres somos educados para
la acción, para el movimiento, para la aventura, mientras que ellas lo hacían para ser el
reposo del guerrero. La cultura clásica está llena de estas referencias: desde el Ulises y la
Penélope de La Odisea al Dios omnipotente que se hace hombre y la Virgen María del
cristianismo.

2. En íntima conexión con esa dimensión pública, los hombres hemos sido siempre educados
y socializados para ocupar y ejercer el poder. Basta con repasar cualquier manual de historia
para comprobar quiénes han sido mayoritariamente los que han liderado gobiernos,
revoluciones y aventuras, los que han hecho las leyes y han administrado justicia, los que
han dirigido bancos y empresas, o los que todavía hoy siguen siendo los máximos dirigentes
de ámbitos tan diversos como las Universidades, los medios de comunicación o las redes
sociales. Hay un término, que tiene connotaciones teológicas, que define a la perfección
esta caracterización de la masculinidad. Me refiero a la idea de omnipotencia, muy ligada a
los dioses, pero también a los superhéroes, que nos marca como seres que podemos hacerlo
todo, que no le tememos a nada, que nos enfrentamos a cualquier peligro o adversidad y
que siempre tenemos respuesta para todo.

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Y no solo se nos ha forjado como hombres (Subirats, 2013) para ejercer el poder en lo
público, sino que también lo hemos hecho en el ámbito privado. Durante siglos, el
matrimonio fue un contrato en el que nosotros teníamos las riendas y ellas la sumisión. El
hombre debe protección a la mujer y está obediencia al marido, decían los Códigos Civiles
del siglo XIX, los cuales era la máxima expresión de un estatus jurídico de las mujeres que
hasta hace bien poco tiempo las mantenían en una especie de minoría de edad. Ello no
quiere decir que todos los hombres hayan accedido a las mismas cuotas de poder, pero sí
que se nos ha educado con esa expectativa y, por el hecho de ser hombres, en ningún caso
hemos tenido limitaciones para acceder a cualquier instancia. Algo que las mujeres han
tenido que pelear, dado que, durante siglos, ni siquiera pudieron votar, o incluso acceder a
los mismos niveles educativos que sus compañeros varones.

Esta conexión masculinidad/poder ha tenido y tiene dos proyecciones singularmente


dramáticas desde el punto de vista de la igualdad y de la autonomía de las mujeres. La
primera ha sido y es el reconocimiento de la voz masculina como la que representa los
intereses universales, la que se identifica con la racionalidad, la que tiene todo el derecho
del mundo a hacerse presente y a establecer las normas. En paralelo, las mujeres han estado
siempre condenadas al silencio, a no tener voz, a no tener el uso de la palabra. De nuevo la
cultura clásica nos ofrece referencias básicas en este sentido. El “He aquí la esclava del
Señor, hágase en mí según tu palabra” mediante el que María acepta el mandato de Dios,
un Dios hombre que es el que tiene la palabra y por tanto el poder. Con anterioridad, y como
bien lo relata la historiadora Mary Beard (2018), el mandato de silencio que Telémaco le
lanza a su madre Penélope en La Odisea.

La segunda es la íntima relación que existe entre masculinidad, poder y violencia. Es decir,
esa socialización para el poder y, de manera más específica aún, para el ejercicio del dominio
sobre las mujeres, ha legitimado que los hombres usemos la violencia como una
herramienta habitual de relación con los otros y con las otras, como un mecanismo
tradicional de resolución de conflictos e, incluso, como una manera de confirmar nuestra
hombría. Ello no debe llevarnos a la conclusión simplista de que todos los hombres seamos
violentos, sino a que cultural y políticamente tenemos una sociedad en la que está
normalizado y legitimado que los hombres usemos la violencia. En muchos casos para
acceder al poder o para mantenernos en él. El control, la dominación, la conquista (Segato,
2016) son términos que definen a la perfección cómo hemos actuado históricamente sobre
otros seres humanos, sobre la Naturaleza, sobre los territorios, sobre los pueblos. No hace

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falta más que comprobar las estadísticas de hombres que están en la cárcel por delitos
violentos (hacia otros hombres), y de manera más específica los datos dramáticos de la
violencia específica que se ejerce sobre las mujeres. Desde pequeños, a los hombres se nos
socializa en esa normalización de la violencia, de la agresividad, del uso de nuestra fuerza
física para hacernos valer y respetar (Sambade, 2020). Los imaginarios que nos rodean están
llenos de referentes masculinos violentos y agresivos: desde la cultura más clásica hasta el
cine más reciente, las series de televisión o los videojuegos en los que quien obtiene más
puntos es aquel que mata más soldados enemigos.

Esta construcción del eje poder/violencia ha sido y especialmente lesiva para las mujeres en
cuanto que se ha proyectado también en los ámbitos más personales e íntimos, en cómo los
hombres entendemos el amor (control) y la sexualidad (dominio). Y justamente esta
violencia, la ejercida en estos contextos, ha sido la que durante más tiempo ha sido invisible,
no ha interesado a los poderes públicos y se ha justificado a partir de la construcción
asimétrica de los géneros. De ahí que fuera tan importante que cuando en España se aprobó
la Ley Orgánica 1/2004, de medidas integrales de protección contra la violencia de género,
quedara muy clara su caracterización: “La presente Ley tiene por objeto actuar contra la
violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las
relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres… “(art.1).

3. El tercer factor que, entrelazado a los anteriores, nos sirve para identificar la masculinidad
patriarcal es la que podríamos llamar “construcción en negativo”, es decir, ser un hombre
ha significado básicamente no ser una mujer. Nos hemos construido como sujetos negando
todo lo que tiene que ver con ellas, con sus actitudes, sus comportamientos, sus gustos, sus
habilidades: los hombres no lloran, los chicos no son románticos y tiernos, los machotes no
tienen una actitud pasiva, a los tíos de verdad no les interesa lo relacionado con lo estético,
los varones no estamos preparados para cuidar… Esta construcción en negativo ha tenido
a su vez dos consecuencias negativas, tanto para las mujeres como para nosotros mismos.
La primera ha sido y es todavía hoy en gran medida la negación de valor y reconocimiento a
lo hecho por las mujeres, a sus capacidades y habilidades, a sus esferas tradicionales de
actuación. Todo lo “femenino” vale menos, de ahí que no hay peor insulto para un hombre
que ser tachado de maricón, de nenaza, de blandengue. Con eso estamos diciéndole que
no responde a las expectativas de género. Esta negación se traduce no solo en determinados
hábitos y prácticas en los entornos más personales, sino también por ejemplo en el contexto
laboral donde tradicionalmente los trabajos ocupados por mujeres han sido y son los menos
valorados, los peor pagados, los más precarios. En este sentido, es muy curioso detectar
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cómo cuando un hombre entra en un espacio tradicionalmente femenino, le da valor (por
ejemplo, un cocinero que se convierte en un “máster chef” o un diseñador de moda que
alcanza un estatus que nunca tuvieron las costureras), mientras que al contrario, en muchos
casos, eso supone un cuestionamiento de la capacidad e idoneidad de las mujeres (por
ejemplo, las mujeres que se dedican a la política).

La segunda consecuencia negativa, y en este caso muy singularmente negativa para


nosotros mismos, ha sido el rechazo de toda una serie de capacidades, habilidades y
herramientas que, por estimarlas propias de las mujeres, los hombres las hemos negado, no
las hemos incorporado a nuestra subjetividad y nos ha convertido, por tanto, en seres
incompletos (Salazar, 2018). Pensemos, por ejemplo, en todo lo relativo a la dimensión
emocional de la que huimos, desde pequeños, por estimarla “de mujeres”. Eso, entre otras
consecuencias, nos ha llevado a convertirnos en individuos con una mala gestión de nuestras
debilidades, de nuestras carencias y fragilidades, que como seres humanos tenemos. Todo
ello se traduce a su vez en relaciones interpersonales con frecuencia tóxicas y en las que no
sabemos cómo gestionar el fracaso, o la debilidad o simplemente el final del amor. Como
dice el cómico británico Grayson Perry (2018), somos “estreñidos emocionales” y eso da
lugar a consecuencias terribles hacia nosotros mismos, pero también hacia las personas con
las que convivimos o tenemos una determinada relación. Pensemos en con qué frecuencia
los hombres reaccionamos con ira o agresividad ante situaciones que nos desbordan, que
entendemos como un fracaso, que no controlamos o que ponen en peligro nuestro lugar de
dominio.

Los tres elementos que hemos analizado son a su vez amparados y consolidados por los
múltiples instrumentos que ordenan nuestra convivencia y que configuran la Cultura. Es
decir, el Derecho, por ejemplo, ha avalado durante siglos esa construcción generalizada de
las mujeres y los hombres. De ahí que buena parte de la lucha feminista tuvo que darse, y
todavía hoy lo sigue haciendo, contra unas normas y una Justicia hecha a nuestra imagen y
semejanza. Pero también cualquier ámbito en el que pensemos vinculado con la creación,
la ciencia, los saberes, la Cultura en sentido amplio, contribuye a mantener roles y
estereotipos. Pensemos sin ir más lejos en cómo ha funcionado y funciona la división
jerárquica entre “genios” y “musas”.

Todo este sistema se apoya en múltiples violencias que se ejercen por parte de quienes
ocupan el poder – hombres- sobre quienes están en una posición devaluada – mujeres.
Podemos afirmar, por tanto, que la discriminación que sufren las mujeres, y las violencias
que sufren, y que son de todo tipo (sexuales, laborales, físicas, psicológicas,), tiene carácter
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estructural, y que las estructuras patriarcales en que se apoyan no hacen sino legitimar el
dominio masculino. Y para mantener esta posición de hegemonía, es fundamental, como ya
advirtiera Pierre Bourdieu (2000), una permanente violencia simbólica, que es la más difícil
de detectar y combatir, y que encuentra en muchos casos entre las propias oprimidas
complicidades y justificaciones. Una violencia simbólica que los hombres amparamos y
mantenemos cuando, entre otras cosas, guardamos un silencio cómplice ante el machismo
que detectamos en nosotros mismos y en quienes nos rodean.

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BIBLIOGRAFÍA

• Beard, Mary (2018), Mujeres y poder: un manifiesto, Barcelona, Crítica.

• Bourdieu, Pierre (2000), La dominación masculina, Barcelona, Anagrama.

• Cobo Bedía, Rosa (1995), Fundamentos del patriarcado moderno. Jean Jacques Rousseau,
Madrid, Cátedra.

• Connell, R.W. (2003), Masculinidades, México, Universidad Nacional Autónoma de México.

• De Beauvoir, Simone (2017), El segundo sexo, Madrid, Cátedra.

• Lorente Acosta, Miguel (2018), Tú haz la comida que yo cuelgo los cuadros, Barcelona,
Crítica.

• Perry, Grayson (2018), La caída del hombre, Barcelona, Malpaso.

• Salazar Benítez, Octavio (2013), Masculinidades y ciudadanía. Los hombres también tenemos
género, Madrid, Dykinson; (2018), El hombre que no deberíamos ser, Madrid, Planeta.

• Sambade, Iván (2020), Masculinidades, violencia e igualdad. El (auto)control de los hombres


como estrategia de poder social, Valladolid, Universidad de Valladolid.

• Segato, Rita (2016), La guerra contra las mujeres, Madrid, Traficantes de Sueños.

• Subirats, Marina (2013), Forjar un hombre, moldear una mujer, Barcelona, Aresta.

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Módulo 2
2.2. ¿TODOS LOS HOMBRES “SON IGUALES” O “HACEN LO MISMO”?

Por Octavio Salazar Benítez


Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba

En las primeras décadas del siglo XXI estamos viviendo un momento ambivalente con respecto al
feminismo. De una parte, es innegable que estamos asistiendo a una eclosión del movimiento a
nivel global, a una presencia constante de sus vindicaciones y críticas en los medios de
comunicación y hasta en la agenda pública, a un imparable interés por las iniciativas académicas y
sociales vinculadas con la igualdad de género. Nunca antes y en esto las redes sociales e Internet
están jugando un papel esencial, el feminismo tuvo tanta presencia y generó tanto interés, como
tampoco con anterioridad su capacidad de movilización había sido tan masiva e intergeneracional,
llegando incluso a ciertos grupos de hombres, todavía minoritarios, que ya no tienen ningún reparo
en asistir a las manifestaciones del 8M o a cualquier otra movilización, como las desgraciadamente
tan habituales contra la violencia de género. De esta manera hay ya muchas teóricas y activistas
que hablan de una “cuarta ola feminista” (Valera, 2019), en la que sobre todo se está subrayando
como la conexión entre patriarcado y neoliberalismo genera múltiples explotaciones y
servidumbres de los cuerpos y capacidades de las mujeres. De esta manera, y junto a cuestiones
clásicas que siguen teniendo vigencia (la discriminación en el ámbito laboral, la dificultad para
consolidar liderazgos políticos o empresariales, los problemas relacionados con la
corresponsabilidad, la precariedad de buena parte de los trabajos ocupados mayoritariamente por
mujeres), se han situado en primera línea las reflexiones críticas sobre la sexualización permanente
de las mujeres y el uso de su cuerpo para satisfacer los deseos y necesidades de los hombres. De
ahí la centralidad en el debate de temas “clásicos” dentro del feminismo como la prostitución, la
pornografía o las agresiones sexuales, a los que se han unido nuevas cuestiones como los llamados
vientres de alquiler o todos los abusos que ahora se comenten a través de las redes sociales. En

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todas estas cuestiones comprobamos cómo es el cuerpo, la sexualidad y las capacidades de las
mujeres las que se someten a tratos degradantes, a violaciones de la dignidad esencial de cualquier

ser humano y, en definitiva, a formas varias de explotación. Todo ello en un mundo en el que no
dejan de crecer las desigualdades y en el que las sucesivas crisis vividas – la más reciente, la
derivada del Coronavirus – han afectado de manera singular a las mujeres.

En paralelo, y esta es una tendencia que en muchos países se viene observando desde finales del
siglo pasado, estamos asistiendo a una reacción machista frente a las conquistas del feminismo
(Ávila, 2019). De nuevo estamos ante un fenómeno global que expertos en masculinidades como
Michael Kimmel llevan años analizando. Este experto norteamericano ha analizado en su libro
Hombres blancos cabreados (2019) como en Estados Unidos un sector importante de la población
masculina se siente agraviado frente a los progresivos avances de las mujeres. Este análisis se
puede trasladar lamentablemente a otras muchas sociedades. La pérdida de su rol central de
proveedores, los reajustes en las estructuras familiares, la superación de un estatus que durante
siglos los colocó en una posición de dominio, está provocando que muchos hombres, en lugar de
iniciar un proceso de revisión de su propia identidad masculina, reaccionen a la defensiva,
articulando discursos conservadores con los que pretenden volver al pasado, es decir, a esos
momentos históricos en los que el patriarcado imponía su ley sin discusión. En los que ellos eran
el sujeto dominante y las mujeres las dominadas. El grave riesgo es que esos discursos están
alcanzando a las instituciones, están siendo acogidos por determinas fuerzas políticas de tendencia
conservadora y se extienden sin control por las redes sociales. No hay más que recodar qué tipo
de liderazgos políticos están apareciendo en muchos países y cómo en determinados partidos se
convierte en un eje central la crítica del feminismo y la censura de incluso los instrumentos
normativos que han permitido en el siglo XX avanzar en igualdad y luchar contra la violencia de
género.

Los discursos y mensajes que se lanzan desde estas posiciones se caracterizan por ser
tremendamente emocionales y simples. Es decir, en ellos no hay espacio para la reflexión, para los

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matices, para la lógica racional que debe imperar los procesos deliberativos propios de una
democracia, sino que todo se articula en función de extremos que se oponen y de presupuestos
sobre los que solo se puede estar a favor o en contra, en esa línea tan presente en períodos
históricos donde se asentaron regímenes dictatoriales consistente en entender la política como un
juego de amigo/enemigo. El enemigo es el feminismo y los hombres, en general, no somos sino
víctimas de lo que las mujeres feministas han ido alcanzando y en muchos casos plasmando incluso
en leyes. Varios ejemplos de discursos construidos en nuestro país por estos grupos de hombres
“agraviados” nos explican a la perfección esta dinámica. De entrada, y tal vez el más reiterado en
los últimos años, la consideración de la Ley contra la violencia de género como un instrumento que
discrimina a los hombres al establecer una pena mayor para ellos en el caso de que actúen de
manera violenta con sus parejas, o que es usado por las mujeres para vengarse de los hombres en
determinadas situaciones, como puede ser un divorcio (el mito de las denuncias falsas). Con
relación a las separaciones y divorcios, la defensa incluso de manera organizada por parte de
asociaciones de padres de que la custodia compartida de los hijos y las hijas sea la regla, y la
alegación del denominado SAP (síndrome de alienación parental) que, como todos los estudios
científicos demuestra carece de rigor para ser usado como criterio para dirimir la guarda y custodia
de los hijos. Si nos centramos en el ámbito de la política, el cuestionamiento de las llamadas
acciones positivas en el ámbito electoral por entender que de esa manera se rompe con la
igualdad, con el criterio del mérito y la capacidad y se sitúa a mujeres en listas electorales o en
puestos de responsabilidad solo por el hecho de ser mujeres.

La idea fuerza que mejor puede resumir estos posicionamientos sería la concepción del feminismo
como una especie de guerra contra los hombres, como una lucha mediante la que las mujeres
pretenden hacerse con el poder y crear un mundo en el que los hombres ocupemos una posición
insignificante o, en el mejor de los casos, subordinada. De esta manera, para la mayoría de estos
hombres posmachistas (Lorente, 2009) es fácil concluir que el feminismo sería lo contrario al
machismo. Cuando más bien lo que tendríamos que concluir es que lo contrario al feminismo es la
ignorancia (Salazar, 2019), la supervivencia de prejuicios y, no lo olvidemos, la resistencia de

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muchos hombres a perder su estatus privilegiado y a cuestionar un modelo no solo de subjetividad
sino de sociedad en general que siempre les ha otorgado suculentos dividendos.

Uno de los principales problemas a los que se enfrenta el feminismo, y muy especialmente los
hombres que pueden considerarse profeministas, es la urgencia de construir discursos y prácticas
alternativas a las que se extienden peligrosamente entre los más jóvenes, ofrecer referentes
masculinos que se aparten del modelo del macho hegemónico y poner en marcha una acción
política que haga posible cambios políticos, económicos y culturales. Una parte esencial de esa
acción política debería ser el trabajo con los hombres, de manera muy singular con los más
jóvenes, a través de estrategias y herramientas que posibiliten una progresiva superación de los
roles tradicionales, un cuestionamiento crítico de su lugar de privilegio y un aprendizaje de todas
las capacidades humanas que nos hemos negado al no entenderlas como masculinas.

En este trabajo con los hombres tendríamos que partir de un doble presupuesto que puede
parecer obvio pero que con frecuencia genera malentendidos y, con frecuencia, reacciones
machistas. La primera idea que tendríamos que matizar sería la que podríamos resumir con la
frase “todos los hombres son iguales”. Esta afirmación es usada frecuentemente por los sectores
más reaccionarios para explicitar como según ellos el feminismo nos ve: todos somos machistas,
todos somos violentos, todos somos malos padres, todos somos violadores. En ningún momento
el feminismo ha planteado esa afirmación ni ese es uno de sus lemas principales. Lo que sí ha
explicado la teoría feminista es que todos los hombres, todos y cada uno de nosotros, formamos
parte de un orden social, el patriarcado, y de una cultura, el machismo, que nos socializa para el
cumplimiento de determinadas expectativas de género, que nos ofrece referentes de lo que
significa ser “un hombre de verdad” desde que somos niños y que nos va indicando por tanto qué
acciones, actitudes o comportamientos nos corresponden y, en paralelo, cuáles negamos por ser
femeninos. Es decir, desde que apenas somos niños, incorporamos a nuestro ser una serie de
prácticas que podemos identificar como machistas y que la sociedad patriarcal ha estimado como
“normales”. Hay machismo en nuestra manera de entendernos a nosotros mismos, de
relacionarnos con nuestros iguales, de desenvolvernos en nuestros entornos laborales y familiares,

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y por supuesto en cómo percibimos a las mujeres y en cómo nos relacionamos con ellas. Todo esto
lo tenemos tan interiorizado, heredado de generación en generación, y apuntalado por la mayoría
de los imaginarios colectivos que desde afuera nos marcan pautas y nos ofrecen ejemplos, que con
frecuencia ni siquiera lo percibimos, no somos conscientes de cómo cualquiera de nosotros
reproduce machismo cada día. Solo cuando empezamos a tener conciencia de género, cuando nos
ponemos, usando la expresión popularizada por el feminismo las “gafas violetas”, empezamos a
detectar a ese machista que tenemos dentro, que todos tenemos dentro, incluso quienes ya hace
un tiempo iniciamos un proceso de “deconstrucción”. Por eso el primer paso que debe dar
cualquier hombre que pretenda convertirse en profeminista es ponerse delante del espejo y
realizar ese proceso de autocrítica, un proceso que me temo puede durar toda la vida y será
complejo porque se trata de: a) desaprender lo que hemos aprendido desde pequeños como lo
normal y deseable; b) situarnos en una posición incómoda frente a un entorno, personal y social,
que todavía en su mayoría sigue reproduciendo roles y estereotipos de género (Salazar, 2018).

Lo anterior no impide constatar que, partiendo de esa cultura que nos define como grupo, existen
diferencias entre hombres que viene marcadas por las diferencias de estatus socioeconómico, de
cultura, de formación intelectual, de pertenencia a una determinada minoría discriminada o
simplemente por las condiciones singulares que pueden darse en un determinado lugar y en un
determinado momento histórico. Es decir, el concepto que hemos definido como masculinidad
patriarcal nos da la clave de un “todo”, dentro del cual, a su vez, es posible distinguir “diversas
masculinidades” e incluso distintas jerarquías. Por ejemplo, durante mucho tiempo, y todavía hoy
en muchos países y en determinados contextos, un hombre homosexual no ha tenido el mismo
reconocimiento que un heterosexual, como tampoco tiene las mismas oportunidades un hombre
migrante que uno nacional, o el perteneciente a una etnia o cultura minoritaria que el que forma
parte de la mayoría dominante. Ahora bien, en todos estos supuestos, es decir, todos estos
hombres, comparten, con distintos matices y singularidades, el formar parte un orden patriarcal.
De la misma manera que el único elemento en común de todos los que ejercen violencia sobre las
mujeres es el hecho de ser hombres.

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Por lo tanto, cuando desde el feminismo se plantean determinadas luchas, como por ejemplo las
dirigidas a acabar con las violencias que sufren las mujeres de todo el planeta simplemente por el
hecho de serlo, el objetivo no es erradicar a los hombres, ni culpabilizar a todos y cada uno de
manera individual, ni mucho menos volver a un superado Derecho penal de autor, según el cual
determinados delitos serían perseguidos no tanto por la acción en sí sino por las características
singulares de sus autores. Lo que dejan claro instrumentos normativos, tanto nacionales – como
la Ley Orgánica 1/2004 contra la violencia de género – como internacionales – como el Convenio
de Estambul de 2011 - , es que el origen de la violencia sufrida por las mujeres está en la lógica del
dominio masculino que sigue estando muy presente en nuestras sociedades, que la clave de
determinados comportamientos violentos de los varones está en el machismo en el que seguimos
siendo socializados y que, por tanto, hay que combatir un modelo de masculinidad que tiene
asumida como “normal” una relación de poder sobre las mujeres. Por supuesto que desde el punto
de vista estrictamente jurídico, el hombre que es directa y personalmente responsable de
cualquiera de los delitos que el ordenamiento tipifica como violencia de género deberá ser juzgado
y tendrá la correspondiente sanción. Pero el problema de las violencias machistas va mucho más
allá, y por supuesto no se resolverá solo y exclusivamente respondiendo penalmente frente a los
hombres responsables, como tampoco es una solución definitiva desarrollar los instrumentos más
eficaces de protección de las mujeres en cuanto posibles víctimas. Todo ello habrá que hacerlo,
lógicamente, pero sin perder de vista que el objetivo principal debería ser acabar con un modelo
de masculinidad que normaliza y legitima la violencia, y no solo hacia las mujeres, sino en general
como forma de expresión e incluso de confirmación de la identidad. Porque desde esta
perspectiva todos y cada uno de nosotros, aunque nunca le hayamos puesto la mano encima a una
mujer, aunque siempre hayamos tenido relaciones sexuales consentidas, aunque ni siquiera nos
hayamos ido de putas, perpetuamos el machismo, con frecuencia con gestos tan pequeños – los
llamados micromachismos (Bonino, 2004)- que ni los percibimos. En otras ocasiones, no es tanto
una cuestión vinculada con la dimensión o consecuencias de lo que hacemos, sino a cómo
contribuye a mantener nuestra posición dominante, y la paralela subordinada de nuestras
compañeras, o como se generan espacios en los que no es posible una comunicación entre iguales,
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o simplemente como negamos el reconocimiento y la autoridad de quienes deberían ser
ciudadanas con las mismas oportunidades, el mismo poder y la misma autonomía que nosotros.
En este sentido, pues, hay violencia en determinadas palabras que usamos cuando nos
relacionamos con las mujeres o cuando nos referimos a ellas, porque suponen restarles valor o
cosificarlas, como también la hay en gestos que hacemos invasivos de su intimidad o de sus
cuerpos, o en dinámicas que con frecuencia repetimos tanto en lo más personal – en cómo por
ejemplo tenemos sexo con ellas – o en lo más público – en cómo por ejemplo las tratamos cuando
son compañeras de trabajo. Desde el momento en que reproducimos roles y estereotipos estamos
actuando de manera machista y generando una cultura violenta si por tal entendemos la que niega
la igual humanidad de quienes tienen un sexo distinto al nuestro.

Este obvio punto de partida nos lleva a su vez a la necesidad de romper con una actitud muy
habitual entre los hombres cuando se plantean reflexiones en torno al machismo y sobre todo en
torno a la violencia de género. Nos referimos a entender que el machismo y por supuesto las
violencias que provoca son algo externo a nosotros, algo que pasa fuera, que les ocurre a otros y
que por tanto no nos incumbe. Ello tiene como fatal consecuencia la elusión de la responsabilidad
individual, al tiempo que se trasmite la idea de que estamos ante una cuestión vinculada con la
acción de hombres concretos y no con toda una cultura que todos respiramos y que todos
contribuimos a mantener.

Por lo tanto, es evidente que todos los hombres no somos iguales, pero también lo es que todos
hemos sido forjados de un modelo de masculinidad marcado por la normalización del eje
dominio/violencia (Segato, 2016) tanto en la dimensión privada como en la pública de nuestras
vidas. Hay una estructura de poder, muy evidente, que se proyecta en lo público y que en muchos
casos genera violencia institucional. Pero también hay relaciones de poder en espacios más
cercanos e íntimos. En este sentido, problematizar la masculinidad, es decir, analizar críticamente
el modelo de referencia y enfrentarnos a todo aquello de lo que deberíamos despojarnos, pasa
también por revisar cómo nos relacionamos, en lo afectivo y en lo sexual, con las mujeres. Y es
necesario reflexionar sobre el amor y el sexo porque son dos de las dimensiones en que es más

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habitual que se establezcan relaciones asimétricas y que están en el origen de violencias – no solo
físicas, también psicológicas y emocionales – sufridas por las mujeres.

Lo que las expertas han identificado como “mitos del amor romántico” (Herrera, 2017), y que hoy
perviven incluso amplificados a través de las nuevas tecnologías, suponen un marco relacional
donde lo habitual es el control y el dominio masculino, y en paralelo, la dependencia y la sumisión
femenina. Las consecuencias tóxicas de estas asimetrías son evidentes, como también lo es la
progresiva escalada de violencia que se genera en relaciones donde se niega la autonomía, se
alimenta la dependencia y, además, se abren escasas vías para los diálogos empáticos. De ahí al
“la maté porque era mía” o “mi marido me pega lo normal” (Lorente, 2003) la distancia es escasa.

De manera similar, la vivencia del sexo por parte de los hombres está estrechamente vinculada
con la experiencia del dominio y el control sobre el cuerpo de las mujeres. Ellas son apenas objetos
siempre disponibles para satisfacernos e incluso nos erotiza dominarlas, someterlas a tratos
degradantes, no tener en cuenta sus deseos o preferencias. Esta experiencia de la sexualidad se
convierte además en una seña de la identidad masculina, que compartimos con nuestros iguales
para dejar claro que somos hombres de verdad y que incluso incorporamos como ritual de paso
cuando por ejemplo acudimos con tantísima frecuencia al sexo de pago con mujeres prostituidas.
En este sentido, la prostitución alcanza el estatus de institución patriarcal en la que se confirma,
como en ninguna otra, el poder masculino y el sometimiento de las mujeres a nuestros deseos. Y
obviamente, aunque no todos los hombres vayamos de putas, sino que una mayoría mantenemos
un silencio cómplice y no cuestionamos una práctica que supone explotación. Es con una mujer
prostituida con quien un hombre puede realizar todas sus fantasías, incluidas las violentas, que
previamente ha visto en el porno o que ha recibido a través de otras muchas referencias, como
por ejemplo la publicidad, en la que las mujeres aparecen permanentemente cosificadas y
sexualizadas (Cobo, 2020). Como objetos dispuestos a ser consumidos por los hombres. En todos
estos escenarios, en los cuales se construye como un ritual la masculinidad, se generan múltiples
violencias, desde la física a la emocional que sufren en su propio ser las mujeres, hasta la que de
tipo simbólico contribuye a crear una cultura “pornificada” (Núñez, 2016).

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En los últimos años han ocupado buena parte del debate público, y por supuesto de la acción
crítico-vindicativa del feminismo, las agresiones sexuales cometidas en grupo. El caso de La
Manada en nuestro país es sin duda la referencia más evidente de cómo no solo desde el punto
de vista jurídico, sino también social, político y hasta cultural hemos empezado a cuestionar eso
que el feminismo ha definido como “cultura de la violación”, y que no es sino la normalización del
trato violento de los hombres hacia las mujeres en materia de sexualidad (Valdés, 2018). Un trato
en el que hemos sido educados generaciones y generaciones de hombres, y que hoy día los jóvenes
ven reproducido no solo en el porno que consumen sin control sino también en imaginarios, como
los de determinados estilos musicales, que siguen amparando esa referencia del machito
dominante y abusador. El que además luego, ante sus iguales, se jacta de haber actuado como un
hombre de verdad. En los últimos años no han hecho sino aumentar los casos de violaciones en
grupo, en muchos casos protagonizados por menores, lo cual no plantea la urgencia de revisar un
entendimiento masculino de la sexualidad que niega la humanidad de las mujeres. En este tipo de
prácticas, se detecta un doble eje que explica muy bien Rita Segato (2016) cuando analiza la
violencia machista. De una parte, el eje vertical, que es el que ubicamos en la relación entre
quienes están en una posición de dominio y las subordinadas; de otro, el horizontal, que es el que
remite a la relación entre iguales, entre los propios hombres, en cuanto que el ejercicio de
violencia sobre las mujeres, por ejemplo, sexual, es una manera de confirmar entre ellos lo
hombres que son.

La perspectiva de ese eje horizontal de las violencias machistas nos pone sobre la pista de otro
aspecto que es la relevancia que esa para la masculinidad patriarcal tiene el grupo de pares, la
llamada fratría, ante la cual confirmamos que respondemos a lo que se espera de nosotros, con la
que compartimos actividades de riesgo, a veces violentas y que nos permite reafirmarnos como
machotes. En muchos casos, por tanto, actuamos siguiendo determinados patrones para que se
nos reconozca como hombres, como fieles cumplidores de las expectativas de género, como los
machitos que son aplaudidos y jaleados por los colegas. La fratría es pues el ámbito perfecto para
desarrollar la masculinidad como una especie de performance, de puesta en escena, en la que no
nos importa tanto nuestra individualidad como lo que perciben los espectadores (Azpiazu, 2017).
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De esta manera, generamos un bucle peligrosísimo de reafirmación de todo aquello que
deberíamos erradicar.

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BIBLIOGRAFÍA

• Ávila Bravo-Vilasante, María (2019), La máquina reaccionaria. La lucha declarada a los


feminismos, Valencia, Tirant lo Blanch.

• Azpiazu, Jokin (2017), Masculinidades y feminismo, Barcelona, Virus.

• Bonino, Luis (2004), Los micromachismos (recuperado en:


https://www.mpdl.org/sites/default/files/micromachismos.pdf).

• Cobo Bedía, Rosa (2020), Pornografía. El placer es poder, Madrid, Ediciones B.

• Herrera Gómez, Coral (2017), La construcción sociocultural del amor romántico, Madrid,
Fundamentos.

• Lorente Acosta, Miguel (2003), Mi marido me pega lo normal, Barcelona, Crítica; (2009), Los
nuevos hombres nuevos, Barcelona, Destino.

• Núñez, Gabriel (2016), “El porno feroz. La misoginia como espectáculo”, El Estado mental,
https://elestadomental.com/diario/el-porno-feroz.

• Kimmel, Michael (2019), Hombres blancos cabreados, Valencia, Barin.

• Salazar Benítez, Octavio (2018), El hombre que no deberíamos ser, Madrid, Planeta; (2019),
#Wetoo. Brújula para jóvenes feministas, Madrid, Planeta.

• Segato, Rita (2016), La guerra contra las mujeres, Madrid, Traficantes de Sueños.

• Valdés, Isabel (2018), Violadas o muertas. Un alegato contra todas las “manadas” (y sus
cómplices), Barcelona, Península.

• Varela, Nuria (2019), Feminismo 4.0. La cuarta ola, Madrid, Ediciones B.

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Módulo 2
2.3. LOS ROLES MASCULINOS A TRAVÉS DEL CINE

Por Octavio Salazar Benítez


Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba

El cine es desde el siglo pasado el medio cultural de mayor impacto popular y, en consecuencia, de
mayor incidencia en la socialización de los individuos. A él se irían sumando más adelante la
televisión y más recientemente Internet. De esta manera, el lenguaje audiovisual se ha convertido
en el más potente en cuanto a su incidencia en la creación de hábitos, referentes y narraciones
compartidas. Mucho más en un momento de globalización en el que en cualquier lugar del planeta
se comparten los mismos contenidos audiovisuales, y en el que mediante diferentes soportes
consumimos más imágenes que en ninguna otra etapa anterior.

Todos y todas, y muy especialmente las nuevas generaciones, nos hemos educado a través de las
imágenes que actúan como espejo y como ventana. Son un espejo en el que nos vemos reflejados
y también una ventana mediante la cual nos asomamos a otros mundos, a otras personas, a otras
realidades. A través del cine, como a través de la literatura, o de la publicidad, o de la televisión, se
generan y se consolidan imaginarios colectivos, narrativas mediante las que, entre otras muchas
cosas, las sociedades comparten una determinada concepción de lo que significa ser hombre y ser
mujer, así como de las relaciones entre ambos. En muchos casos, sobre todo en el cine más
comercial, los relatos no hacen sino confirmar lo que mayoritariamente la sociedad entiende como
lo “normal”, mientras que un cine más minoritario, sin una pretensión comercial tan evidente, sí
que es posible encontrar miradas críticas sobre la realidad que implica el género. Porque el cine, los
relatos audiovisuales en general – desde el videoclip de una canción a un anuncio, pasando por una
serie de televisión o una imagen que nos llega a través de las redes sociales -, también forman parte
de todas esas construcciones que desde la cultura amparan y legitiman estereotipos de género, las

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pautas que el machismo ha marcado durante siglos para definir lo masculino y lo femenino, o el
entendimiento de cómo mujeres y hombres nos relacionamos en lo más persona e íntimo. El cine
ha contribuido pues a mantener esas trampas creadas por la cultura para mantener lo desigual, a
partir de dos presupuestos básicos (Lorente, 2014):

1. La asignación de funciones, espacios, tiempos y diferente valor a lo que realizan y deben


realizar los hombres, y a lo que realizan y deben realizar las mujeres;
2. El mantenimiento de lo masculino y de los hombres como las referencias y el modelo
valorado, de tal manera que “el modelo de éxito y reconocimiento es el masculino, y quien
quiere triunfar y ser reconocido tiende a reproducir el modelo que conduce al éxito”.

Sería muy fácil en este sentido hacer un recorrido por la historia del cine y extraer de ella precisas
referencias sobre lo que durante siglos ha significado ser un hombre de verdad, y también, en los
últimos tiempos, sobre cómo empiezan a abrirse determinadas grietas sobre el modelo de
masculinidad patriarcal. A través de las películas podemos fácilmente encontrar ejemplos de las tres
“máscaras viriles”, usando la terminología del sociológico Enrique Gil-Calvo (2006), con las que el
hombre ha aparecido en escena: a) el patriarca: el hombre con responsabilidades decisorias sobre
los demás; b) los héroes, comprometidos a trabajar por los demás con esfuerzo arriesgado; y c) los
monstruos que serían los personajes terribles y peligrosos, los bichos raros, los transgresores, tanto
para lo bueno – el genio creador – como para lo malo – el monstruo terrible.

De esta manera, encontramos en la gran pantalla miles de ejemplos que nos muestran el dominio
masculino, y ligado a él el uso de la violencia, en la mayoría de los casos sin una perspectiva crítica,
y en algunos otros, los menos y en todo caso más recientes, con una mirada que cuestiona esa
hegemonía y que incluso llega a proponer modelos alternativos. En este recorrido no hay que
olvidar que todavía hoy, las mujeres con poder para contar sus propias historias en imágenes son
una minoría, por lo que la mirada dominante, como en general suele pasar en cualquier ámbito de
la cultura, sigue siendo la masculina (Hudsvedt, 2019). De ahí la importancia de fomentar y alentar,

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en este caso, los relatos audiovisuales hechos por mujeres, porque no es solo que el cine haya
estado en manos masculinas y haya obedecido a nuestros intereses y por tanto haya contribuido a
mantener y reproducir nuestros privilegios, sino que también nos ha ofrecido una mirada parcial
del mundo, ya que nos han faltado las experiencias femeninas, la vivencia de la realidad por las
mujeres, el relato de lo que ellas, como mitad subordinada del planeta, han vivido y han sufrido
(Arranz, 2010).

A continuación, y como referencias iniciales que nos pueden servir para realizar un trabajo de
análisis crítico cinematográfico, que dé pie a debates que a los hombres no sirvan para nuestro
proceso de “deconstrucción”, propondremos algunas películas de diferentes momentos históricos
en las que encontramos los rasgos más definitorios de lo que todavía hoy en gran medida se
entiende por ser “un hombre de verdad”. A través de escenas concretas podemos encontrar las
claves para entender hasta qué punto el machismo, y la violencia que va a asociada a él, forma parte
de nuestra subjetividad.

1) El hombre como animal “público”: el individuo competitivo, el sujeto proveedor, el siempre


activo, el luchador, el detentador del poder (en lo público y en lo privado), el aventurero, el
que administra justicia.
• El héroe “moral” masculino: Atticus Finch en MATAR A UN RUISEÑOR (Robert
Mulligan, 1962)
https://www.youtube.com/watch?v=9ZiCUU--36M
• Los hombres y el poder económico: WALL STREET (Oliver Stone, 1987):
https://www.youtube.com/watch?v=-TLCaDbBv_s
• Don Draper como prototipo del líder masculino en la serie MAD MEN:
https://www.youtube.com/watch?v=Q3W_895uq24
• Los hombres y la justicia: DOCE HOMBRES SIN PIEDAD (Sidney Lumet, 1957):
https://www.youtube.com/watch?v=vFXBcxMGWCQ

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• Los hombres y la política: NIXON CONTRA FROST (Ron Howard, 2008):
https://www.youtube.com/watch?v=SRlpE2aOWb8
• El patriarca: EL PADRINO (Francis Ford Coppola, 1972):
https://www.youtube.com/watch?v=dk3yWsxddLI
• La conexión entre masculinidad y poder: EL VICIO DEL PODER (Adam McKay,
2018):
https://www.youtube.com/watch?v=JQn6P3N--TQ
• El patriarcado como pacto entre varones: EL REINO (Rodrigo Sorogoyen,2018):
https://www.youtube.com/watch?v=Ph9ZX4MiBP0

2) El hombre como un ser omnipotente, un superhéroe, preparado siempre para la acción,


dispuesto a resolver cualquier entuerto, el que salva a las mujeres y a los niños, el que las
protege, el que se arriesga, el que vive su cuerpo como una máquina preparada para el
combate y el riesgo. El Ulises que viaja y tiene aventuras mientras que Penélope le espera,
en silencio.
• El heroísmo de Indiana Jones, EN BUSCA DEL ARCA PERDIDA (Steven Spielberg,
1981):
https://www.youtube.com/watch?v=2BSsaKKNki4
• El salvavidas: SUPERMÁN (Richard Donner, 1978):
https://www.youtube.com/watch?v=3oIQCt6GVcY
• El discurso mesiánico de William Wallace, BRAVEHEART (Mel Gibson, 1995):
https://www.youtube.com/watch?v=KdDMET_O-tw
• El hombre frente a los peligros: El Gary Cooper de SOLO ANTE EL PELIGRO (Fred
Zinneman, 1951):
https://www.youtube.com/watch?v=km1zUNSPqOE
• El prototipo de héroe masculino: HÉRCULES (Ron Clements, John Musker, 1997):
https://www.youtube.com/watch?v=Dckei5gNeMY

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• La parodia del heroísmo masculino: TORRENTE 3 (Santiago Segura, 2005):
https://www.youtube.com/watch?v=XZU3tO_wmLI
• La masculinidad como fuerza física: ROCKY IV (Sylvester Stallone, 1985):
https://www.youtube.com/watch?v=78NZkf06FXc
• Los hombres y el riesgo: Steve McQueen, BULLIT (Peter Yates, 1968):
https://www.youtube.com/watch?v=tRx8N7mJU9g
• Las jóvenes masculinidades de siempre: TRES METROS SOBRE EL CIELO
(Fernando González Molina, 2012):
https://www.youtube.com/watch?v=DUar8vTh_go
• El heroísmo fraternal y patriótico: 1898, LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS (Salvador
Calvo, 2018): https://www.youtube.com/watch?v=tKIAaK5wrm8
• El héroe romántico: Escena final de OFICIAL Y CABALLERO (Taylor Hackford,
1982): https://www.youtube.com/watch?v=9oQs_Fs2Ic8

3) El hombre que no asume ninguna responsabilidad en lo privado, que es el espacio cultural


y políticamente asignado a las mujeres, a través del “contrato sexual” mediante el cual la
función de ellas es reproducirse y cuidar. Los hombres son los proveedores, los que trabajan
“fuera de casa”, los que producen, los que realizan trabajos reconocidos social y
económicamente, mientras que ellas se ocupan de los cuidados, de lo doméstico, de lo
emocional.
• El hombre productor: TIEMPOS MODERNOS (Chaplin, 1936):
https://www.youtube.com/watch?v=4N2tnP1sYpY
• El hombre proveedor: ¿QUÉ HE HECHO YO PARA MERECER ESTO? (Pedro Almodóvar,
1984) https://www.youtube.com/watch?v=T5I2Fk9Agkg
• El contrato sexual (el hombre productor, la mujer reproductora y cuidadora): LAS HORAS
(Stephen Daldry, 2002), https://www.youtube.com/watch?v=r2fHNkUy7Sk;
• EL LOBO DE WALL STREET (Martin Scorsese, 2013):
https://www.youtube.com/watch?v=1OBmcpuE_oU ;
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• Serie MAD MEN: https://www.youtube.com/watch?v=nv147A54ACU;
REVOLUTIONARY ROAD (Sam Mendes, 2008): https://www.youtube.com/watch?v=C-
_ZmBxMowA

4) La normalización de la violencia en la vida de los hombres, su reproducción constante y su


legitimación, a través de prácticas individuales y colectivas.
• LA NARANJA MECÁNICA (Stanley Kubrick, 1971)
https://www.youtube.com/watch?v=nLapYUW_Zn0
• TAXI DRIVER (Martin Scorsese, 1976):
https://www.youtube.com/watch?v=-QWL-FwX4t4
• UN DÍA DE FURIA (Joel Schumacher, 1993:
https://www.youtube.com/watch?v=J2z-LsU2GiU&t=130s
• UNA HISTORIA DE VIOLENCIA (David Cronenberg, 2005).
https://www.youtube.com/watch?v=TCJQpObSFv8
• AMERICAN HISTORY X (Tony Kaye, 1988).
https://www.youtube.com/watch?v=f65gafic6lA
• POZOS DE AMBICIÓN (Paul Thomas Anderson, 2007):
https://www.youtube.com/watch?v=4bMaGmntAEQ
• UNO DE LOS NUESTROS (Martin Scorsese, 1990):
https://www.youtube.com/watch?v=asnMB-kYFoc
• SIN PERDÓN (Clint Eastwood, 1992):
https://www.youtube.com/watch?v=ogtmnUgHV1g

5) La masculinidad como performance, como demostración permanente de la hombría, ante


nosotros mismos y sobre todo ante los demás hombres.
• Presentación del sargento Foley en OFICIAL Y CABALLERO (Taylor Hackford, 1982):
https://www.youtube.com/watch?v=weT8qdqZHsI

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• EL SARGENTO DE HIERRO, Clint Eastwood, 1986:
https://www.youtube.com/watch?v=v1kasbF0DpI
• El sargento Hartman de LA CHAQUETA METÁLICA (Stanley Kubrick, 1987):
https://www.youtube.com/watch?v=gLujuDEDBnA
• Escena del baile en las escaleras, JOKER (Tood Phillips, 2019):
https://www.youtube.com/watch?v=0UJ-LV1PuBI

6) La violencia de género, es decir, la violencia sobre la mujer con la que se tiene o ha tenido
una relación de afectividad, y a la que se considera objeto que se posee y sobre el que se
ejerce una relación de dominio.
• Escena violencia machista de TORO SALVAJE (Martin Scorsese, 1980:
https://www.youtube.com/watch?v=_i-dXqTE28o
• El ciclo de la violencia en TE DOY MIS OJOS:
https://www.youtube.com/watch?v=_TJTL6C98UY
• Escena de violencia de género en SOLO MÍA (Javier Balaguer, 2001):
https://www.youtube.com/watch?v=QassBWGH_yE
• Escena de LA PIEDRA DE LA PACIENCIA (Atiq Rahimi, 2012):
https://www.youtube.com/watch?v=bUAhq4RvkuA
• Escena de la serie BIG LITTLE LIES:
https://www.youtube.com/watch?v=Qy0dfQ17PG4

7) La sexualidad masculina como dominio sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres.


• Primera escena de PEPI, LUCI, BOM Y OTRAS CHICAS DEL MONTÓN (Pedro Almodóvar,
1980): https://www.youtube.com/watch?v=1fI8V6NLlmY
• La normalización de una agresión sexual en KIKA (Pedro Almodóvar, 1993:
https://www.youtube.com/watch?v=zZQYNWwcIFs
• Escena de violación en THELMA Y LOUISE (Ridely Scott, 1991):
https://www.youtube.com/watch?v=lwzvuiOqnP4
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• El relato de una agresión sexual en TIERRA DE HOMBRES (Niki Caro, 2005):
https://www.youtube.com/watch?v=hZcCX8ZDgik
• El abuso sexual de un sacerdote en LOS GIRASOLES CIEGOS (José Luis Cuerda,
https://www.youtube.com/watch?v=Ak1mFhTCCU8
• Escena de una violación en IRREVERSIBLE (Gaspar Noé, 2002):
https://www.youtube.com/watch?v=wGFJ5ZrJVdc
• El comercio de los cuerpos femeninos en PANTALEÓN Y LAS VISITADORAS (Francisco
Lombardi, 2000): https://www.youtube.com/watch?v=BBXD6OizcYg
• El amor como dominio: ÁTAME (Pedro Almodóvar, 1990):
https://www.youtube.com/watch?v=lw_3SjQP_W8

8) La fratría como un espacio de definición y confirmación de la masculinidad.


• Escena de la carrera de coches en REBELDE SIN CAUSA (Nicholas Ray, 1955):
https://www.youtube.com/watch?v=6ojXsdte5Mg
• Marlon Brando en SALVAJE (László Benedek, 1953):
https://www.youtube.com/watch?v=wwB_Mrnwr_8
• John Wayne, EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY BALANCE (John Ford, 1962:
https://www.youtube.com/watch?v=s8koLWBJgxI&t=1s
• REBELDES (Francis Ford Coppola, 1983):
https://www.youtube.com/watch?v=kJhGqwtCuY8&t=119s
• UNO DE LOS NUESTROS (Martin Scorsese, 1990):
https://www.youtube.com/watch?v=66DdJa3Ldu4
• AMERICAN HISTORY X (Tony Kaye, 1988):
https://www.youtube.com/watch?v=LeQymlp3uEc

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9) La negación de lo femenino: el “estreñimiento emocional” de los hombres.
• SHAME (Steve Macqueen, 2011): https://www.youtube.com/watch?v=DSSU3jMfuf0
• Prueba de Masculinidad, IN AND OUT:
https://www.youtube.com/watch?v=bBY9Zf9NGWI&t=17s

10) Otras masculinidades. En el cine más reciente, y aunque todavía siguen siendo
excepcionales, empezamos a encontrarnos con otras referencias masculinas. Hombres que
cuidan, hombres que dudan, hombres que comparten vidas con mujeres más poderosas
que ellos, hombres que se emocionan o que desarrollan capacidades y habilidades que
durante siglos pensaron que eran femeninas, hombres que se muestran inseguros y
dubitativos, o que construyen relaciones masculinas basadas en el afecto y no en la
competitividad o en la demostración de virilidad. La masculinidad tradicional en crisis.
Hombres que ya se atreven a desafiar ese mandato que nos decía: los tipos duros no bailan.
• AZUL OSCURO CASI NEGRO (Daniel Sánchez Arévalo, 2005):
https://www.youtube.com/watch?v=Id8osm6_E2Y
• DIECISIETE (Daniel Sánchez Arévalo, 2019):
https://www.youtube.com/watch?v=Ok_kQmzG-xY
• BILLY ELLIOT (Stephen Daldry, 2000):
https://www.youtube.com/watch?v=CH8HV5gXQB4
• UNA PISTOLA EN CADA MANO (Cesc Gay, 2012)
https://www.youtube.com/watch?v=KJ0Sw-I2WNg
• 1000 KILÓMETROS (Carlos Marqués Marcet, 2014)
https://www.youtube.com/watch?v=xaxD_vQQ3fM
• SOLO NOS QUEDA BAILAR (Levan Akin, 2019):
https://www.youtube.com/watch?v=Q78siFgEE4I
• UNO PARA TODOS (David Ilundain, 2020):
https://www.youtube.com/watch?v=BtkHmBLefZw

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BIBLIOGRAFÍA

• Aguilar, Pilar (2019), La imagen te ciega. Manual básico de análisis audiovisual, Mérida,
La Moderna.

• Arranz, Fátima (ed.) (2010), Cine y género en España, Madrid, Cátedra.

• Gil-Calvo, Enrique (2006), Máscaras masculinas. Héroes, patriarcas y monstruos,


Barcelona, Anagrama.

• Hudsvedt, Siri (2019), La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres,
Barcelona, Seix Barral.

• Lorente Acosta, Miguel (2014), Tú haz la comida, que yo cuelgo los cuadros, Barcelona,
Crítica.

• Salazar Benítez, Octavio (2015), La igualdad en rodaje. Masculinidades, género y cine,


Valencia, Tirant lo Blanch.

10

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Módulo 2

RECURSOS AUDIOVISUALES 2.3

Por Octavio Salazar Benítez


Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba

CÁPSULA 2.1. QUÉ ES SER UN HOMBRE

- Anuncio de INVICTUS:
Tal y como se afirma en la publicidad del perfume, INVICTUS asume todo el
imaginario patriarcal sobre la construcción de la subjetividad masculina:
“INVICTUS de Paco Rabanne, el perfume con aroma a victoria. Un perfume
amaderado inspirado en la masculinidad, una fragancia en forma de trofeo
que contiene sensualidad y frescura a partes iguales. El perfume INVICTUS de
Paco Rabanne, es la representación del valor y la fuerza. Una eau de toilette
que Paco Rabanne ha creado para el hombre, envolviéndolo con el aroma de
los ganadores, y que, al igual que la experiencia de la victoria, te adentrará
en un mundo de sensaciones totalmente adictivas que no querrás dejar de
revivir”. Las imágenes que durante años han servido para promocionar el
perfume son un buen ejemplo del imaginario mediante el cual se prorroga la
masculinidad patriarcal: el hombre ganador, con un físico imponente y con
todo un “harén” de mujeres sometidas a sus deseos.
https://www.youtube.com/watch?v=VNOZTsK0gRs

- Escena de EL LOBO DE WALL STREET:


El lobo de Wall Street —cuyo título original en inglés es The Wolf of Wall
Street— es una película de 2013 dirigida por Martin Scorsese, basada en las
memorias del mismo nombre de Jordan Belfort. Escrita por Terence Winter

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y protagonizada por Leonardo DiCaprio como Belfort. En ella se nos muestra
el perfecto estereotipo del hombre volcado en lo público, depredador sexual
y que necesita de la permanente confirmación a través de las fratrías,
además, por supuesto, del uso y abuso de mujeres concebidas como cuerpos.
https://www.youtube.com/watch?v=MsaaQDvungA

- John Wayne: el prototipo del hombre hegemónico.


En este video, vemos reflejado uno de los estereotipos más obvios de la
masculinidad hegemónica: el vaquero, el protagonista del género conocido
como western. A través de cinco interpretaciones – correspondientes a las
películas STAGECOACH (1939) , HONDO (1953), THE SEARCHERS (1956),
CHISUM (1970) BIG JAKE (1971) -, tenemos un perfecto resumen de cómo
John Wayne fue uno de esos actores que encarnó a la perfección el prototipo
de hombre dominante y violento.

https://www.youtube.com/watch?v=yFfe7bGL508

- Superman:
Los superhéroes, inicialmente a través del cómic, pero sobre todo a través de
su traslación a la gran pantalla, representan uno de esos imaginarios
mediante los cuales se han consolidado y reiterado la construcción de la
masculinidad ligada al heroísmo, la potencia y la fuerza. Un buen ejemplo
sería el clásico Superman, en este caso a través de una escena extraída de la
película estrenada en 1978 y dirigida por Richard Donner, basada en el
personaje homónimo de DC Comics
https://www.youtube.com/watch?v=3oIQCt6GVcY

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- Callaíta, video de Bad Bunny:
Los videos musicales se han convertido en los últimos años en un perfecto
ejemplo de cómo a través del lenguaje audiovisual se perpetúan imaginarios
sobre los hombres y las mujeres que inciden en la construcción patriarcal, y
por tanto machista, de las subjetividades de unos y de otras. Cantantes de
reconocido éxito, y con un gran seguimiento entre el público más joven,
como puede ser Bad Bunny, triunfan no solo con letras de carácter sexista
sino también con imágenes que subrayan las asimetrías de género y, muy
especialmente, la sexualización de las mujeres. El video de la canción Callaíta,
del artista puertorriqueño Bad Bunny junto con el productor Tainy, que fue
estrenada como sencillo a través de Rimas el 31 de mayo de 2019, y cuya
letra no hace sino perpetuar el mandato de silencio de las mujeres, es una
buena muestra de cómo la música más comercial contribuye a mantener los
estereotipos de género.
https://www.youtube.com/watch?v=acEOASYioGY

- Donald Trump:
En este video, editado por la revista MARIE CLAIRE, encontramos una
recopilación de frases machistas pronunciadas por Donald Trump. Un claro
ejemplo de “masculinidad tóxica” y de cómo en el mundo del siglo XXI buena
parte de la vida pública, y del gobierno de los Estados, está ocupada
literalmente y liderada por hombres que reproducen y amplifican los
mandatos patriarcales.
https://www.youtube.com/watch?v=-aZZMg-JRPU

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- Escena final de ÉRASE UNA VEZ EN HOLLYWOOD:
Once Upon a Time in Hollywood (Érase una vez en Hollywood, en España) es
una película estadounidense de 2019, escrita y dirigida por Quentin
Tarantino. La cinta fue protagonizada por Leonardo DiCaprio, Brad Pitt,
Margot Robbie y demás actores los cuales interpretan a grandes artistas de
la época dorada de Hollywood. Tal y como suele ser habitual en el cine de
Tarantino, hay un especial regodeo en la filmación de la violencia y en cómo
los hombres tienen normalizado su uso como herramienta de solución de
conflictos o incluso como simple instrumento de comunicación entre ellos,
ligado a emociones como la ira y a mandatos masculinos como la agresividad.
https://www.youtube.com/watch?v=92C0OKfUiBc

- El príncipe azul, LA BELLA DURMIENTE:


Las películas de Disney nos ofrecen una casi permanente reiteración de los
estereotipos de género a través de la construcción de personajes que
personalizan el estatus más tradicional de hombres y mujeres, al tiempo que
subrayan mitos como los del amor romántico. En este sentido, películas
como La bella durmiente - Sleeping Beauty, en su título original inglés,
producido por Walt Disney Pictures, se estrenó el 29 de enero de 1959,
distribuido por Buena Vista. La película está basada en el cuento de hadas
homónimo, de Charles Perrault, Jacob y Wihelm Grimm y Giambattista
Basile-, nos pueden servir para analizar críticamente estereotipos que llegan
hasta nuestros días como el del príncipe azul o el de la mujer “princesa”.
https://www.youtube.com/watch?v=JeasDmHl3m8

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- LA BELLA Y LA BESTIA:
En un sentido similar, la película La bella y la bestia vuelve a ofrecernos un a
variado repertorio de estereotipos de género, una mitificación del poder del
amor y, de manera muy especial, una mirada muy patriarcal sobre el papel
de hombres – el hombre bestia, salvado por el amor - y mujeres – la mujer
generosa, entregada y enamorada - no solo en la sociedad sino en el contexto
de las relaciones afectivas. La bella y la bestia (título original en inglés: Beauty
and the Beast) se estrenó en noviembre de 1991 producida por Walt Disney
Feature Animation y dirigida por Gary Trousdale y Kirk Wise. Está basada enla
versión revisada y abreviada que Jeanne-Marie Leprince de Beaumont
escribió a partir de la historia original, mucho más larga, de Gabrielle-
Suzanne Barbot de Villeneuve. Es la primera película animada nominada al
Óscar a la mejor película, puesto que en esa época aún no existía la categoría
de Óscar a la mejor película de animación.
https://www.youtube.com/watch?v=uPdW56zJXZU

- Otras masculinidades: Brokeback Mountain:


En los últimos años han ido apareciendo en el cine otras referencias de
masculinidades que suponen una ruptura con los modelos tradicionales y
hegemónicas. En esta línea, una de las películas más destacadas fue
Brokeback Mountain, ya que nos situaba la relación de dos hombres en un
marco tradicionalmente heteronormativo y muy marcado por la
masculinidad tradicional, en gran medida homofóbica: el Oeste americano,
las películas de vaqueros, el western. El mundo de John Wayne. Todo un
imaginario en el que durante décadas vimos reproducir estereotipos de
hombres machos y depredadores. Brokeback Mountain (subtitulada En
terreno vedado en España y titulada Secreto en la montaña en
Hispanoamérica) fue dirigida por Ang Lee, basada en el cuento "Brokeback

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Mountain" de Annie Proulx. Se estrenó el 9 de diciembre de 2005. La película
ganó tres premios Óscar de un total de ocho nominaciones. El guion fue
escrito por Diana Ossana y Larry McMurtry, quienes recibieron el Óscar al
mejor guion adaptado. Está protagonizada por Heath Ledger, Jake
Gyllenhaal, Anna Faris, Anne Hathaway y Michelle Williams.
https://www.youtube.com/watch?v=gIiOlwn4PSk

- Violencia en el fútbol:
Uno de los espacios tradicionales de socialización masculina es el fútbol, en
el que continuamente vemos cómo se reproducen los mandatos
tradicionales de género, muy especialmente en lo que tiene que ver con una
masculinidad agresiva y violencia, con frecuencia homófoba. En esta
selección de imágenes podemos comprobar la normalización de la violencia
en un mundo que sigue teniendo una gran influencia en la socialización de
los más jóvenes.
https://www.youtube.com/watch?v=eTEZ_lXVaUc

- Escena de THE NEW POPE:


En este clip de la serie El nuevo Papa (HBO), dirigida por Paolo Sorrentino y
protagonizada por Jude Law, encontramos una perfecta reproducción de un
imaginario patriarcal centrado en el cuerpo masculino y en la omnipotencia
del varón frente a las mujeres que aparecen como entregadas, fascinadas y
seducidas por quien se nos muestra como sujeto dominante.
https://www.youtube.com/watch?v=gPExKecjozM

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CÁPSULA DE VIDEO 2.2. ¿TODOS LOS HOMBRES HACEN SON IGUALES O HACEN LO
MISMO?
- 4 babys, Maluma:

En este videoclip del cantante MALUMA, lanzado en 2016, uno de los más
exitosos de los últimos años, comprobamos cómo se reproducen estereotipos de
género en cuanto a la construcción del varón como sujeto dominante, también
en las relaciones afectivas y sexuales, y de la mujeres como objetos
intercambiables – las idénticas, como las identifica la teoría feminista - , siempre
disponibles para satisfacer los deseos e intereses del patriarca.

https://www.youtube.com/watch?v=OXq-JP8w5H4

- Sin pijama, Becky G. y Natti Natasha.

El mundo de la música, y muy especialmente a través de las imágenes que


acompañan a las canciones y que ahora se consideran esenciales para tener
presencia mediática y llegar a los más jóvenes, constituye uno de los espacios en
los que con mas insistencia se reproducen estereotipos masculinos y femeninos.
En este caso, el video de la canción interpretada por mexicana Becky G y la
cantante dominicana Natti Natasha, y lanzada por Sony Music en 2018, nos
muestra un imaginario sobre el cuerpo de las mujeres que es el más repetido en
una “cultura pornificada” en el que ellas aparecen habitualmente sexualizadas y
cosificadas, como objetos intercambiables que solo parecen existir para atender
los deseos masculinos.

https://www.youtube.com/watch?v=zEf423kYfqk

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- Escena de UN DÍA DE FURIA:

Un error habitual es describir la masculinidad como una subjetividad


caracterizada, entre otras cosas, por la negación de las emociones. Siendo más
precisos, tendríamos que identificarla con la expresión de ciertas emociones,
tales como la ira, que en muchos casos desemboca en agresividad y violencia. De
ahí que ante determinadas frustraciones o fracasos, los hombres no sepamos
bien cómo reaccionar desde el punto de vista emocional y actuemos dejándonos
llevar por la furia. Como le ocurre al sujeto que interpretar Michael Douglas en
la película Un día de furia (1993), dirigida por Joel Schumacher, y que trata sobre
la tensión y la frustración que genera en muchas personas la vida moderna en las
grandes ciudades. El personaje protagonista del filme decide enfrentarse a las
adversidades de forma violenta. Es un hombre iracundo que no encuentra mejor
manera para resolver sus conflictos y frustraciones que proyectando violencia
hacia los demás.

https://www.youtube.com/watch?v=J2z-LsU2GiU

- Video sobre MICROMACHISMOS, No te ha pasado qué-


Desde que fuera acuñado por Luis Bonino, el término “micromachismos” se ha
consolidado como concepto que permite identificar determinadas prácticas
machistas que todos y todas tenemos tan instaladas en nuestra vida cotidiana
que con frecuencia no los detectamos. En este video, a través de testimonios de
diversos hombres, y que responde a una iniciativa que puso en marcha
eldiario.es, podemos detectar algunos de esos machismos que contribuyen a
mantener las asimetrías de género en nuestro día a día:
https://www.youtube.com/watch?v=WVRKdakH6fw&t=6s

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- Video MANDANGA STYLE, La que se avecina:

Si hay una serie de televisión que en los últimos años ha tenido un enorme éxito de
audiencia, y que ha sido muy seguida y aplaudida por los más jóvenes, esa ha sido
sin duda LA QUE SE AVECINA, emitida por Tele 5. Sus guiones constituyen la puesta
en escena de los más variados estereotipos, en muchos casos de manera burda y
soez, de tal manera que sus capítulos constituyen un perfecto manual para analizar
la construcción patriarcal de los hombres y de las mujeres. Uno de los estereotipos
insistentes en la serie es el del hombre como “depredador sexual”, del que es
expresión esta canción que interpretan dos de sus protagonistas y que ha llegado a
convertirse en una especie de himno entre muchos adolescentes:

https://www.youtube.com/watch?v=gxjbEoFg3SA

- Tráiler EL PROXENETA:

La prostitución puede ser definida como una institución patriarcal mediante la cual
los hombres siempre han tenido garantizado el acceso al cuerpo de las mujeres a
través del dinero. Es además uno de los negocios que genera más dividendos a nivel
mundial. En los debates sobre la prostitución, con frecuencia se olvida, o se coloca
en un segundo plano, la responsabilidad de los hombres en su continuidad,
empezando por quienes se lucran de las mujeres prostituidas. Este documental,
dirigido por Mabel Lozano, está protagonizado y contado en primera persona por
Miguel, “El Músico”, un exproxeneta y dueño de algunos de los más importantes
macroburdeles de España, condenado y sentenciado a 27 años de cárcel, que ha
confesado con pelos y señales cómo ha evolucionado la prostitución en España y en
el mundo, y cómo a principios de los años noventa surgió el espeluznante negocio
de la trata y se empezó a secuestrar mujeres de “deuda”, cuya única salida era la
prostitución.

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https://www.youtube.com/watch?v=Uv4AUGWwc20

- Hijo de putero, fragmento de SERÁS HOMBRE:

El documental dirigido por Isabel de Ocampo (2019) indaga en los mandatos de


género que todavía hoy sigue marcando las subjetividades masculinas, y de
manera especial se apoya en la vida y la obra del artista Abel Azcona. A través de
ella, nos interpela a los hombres en cuanto a nuestra responsabilidad en el
mantenimiento del sistema prostitucional.

https://www.youtube.com/watch?v=EKft9KigaGw

- Vox contra La Ley de Violencia:

En los últimos años estamos asistiendo a una reacción (neo)machista frente a las
conquistas igualitarias, la cual en muchos países se está traduciendo incluso en
opciones políticas que alcanzan representación parlamentaria. Es el caso de Vox
en España, partido que mantiene en su programa una firme oposición a la Ley
contra la violencia de género. En este fragmento de su entrevista en el programa
de Antena 3 El Hormiguero, su líder, Santiago Abascal, lo explica.

https://www.youtube.com/watch?v=i_t19HsTKZo

- Película SILENCIADOS, CUANDO LOS MALTRATADOS SON ELLOS:

En esa línea de reacción neomachista que antes comentaba, podemos ubicar el


documental SILENCIADOS que trata de poner de manifiesto cómo también los
hombres son maltratados y cómo suelen ser invisibles en un contexto social en

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el que el foco se pone en las mujeres maltratadas. La información completa sobre
este proyecto se encuentra en: www.silenciados.org

https://www.youtube.com/watch?v=t4pFx-EjEBs

- Trailers CLONAR A UN HOMBRE:

En este documental, dirigido por Iván Roiz (2020), se incluyen varios testimonios
de hombres que explican cómo se han enfrentado al machismo que llevan dentro
y cómo empezaron a tomar conciencia de la necesidad de transformar su
identidad masculina.

https://www.youtube.com/watch?v=4pwOcsEVMIQ&list=PLgWgTFBV0Ndy
Y6jb8SWX_vmgR-OOvAWix
https://www.youtube.com/watch?v=c7K899SbrhQ&list=PLgWgTFBV0NdyY
6jb8SWX_vmgR-OOvAWix&index=2

- Anuncio sexista DOLCE Y GABANNA:

En este fragmento de un telediario de Canal Sur, se explica cómo un anuncio de


la firma de moda Dolce y Gabanna fue denunciado por su carácter sexista. La
imagen, que nos remite a una “manada”, incide en el estereotipo del dominio de
la fratría masculina sobre el cuerpo de una mujer.

https://www.youtube.com/watch?v=D2WIVKQzHig

- Putin, el macho alfa:

En las imágenes de este noticiario de AFPenEspañol, se nos explica el imaginario


que representa un líder político como Vladimir Putin. Rusia tiene su propio
"Superman" y se llama "Súper Putin". El primer ministro ruso y candidato a la

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presidencia Vladimir Putin, preocupado por mostrarse como un hombre de
acción, ha pilotado un auto de Fórmula 1, dominado a un tigre en Siberia y
cabalgado con el torso desnudo para mostrar su buen estado físico.

https://www.youtube.com/watch?v=niwLmH2cIaI

- Fragmento de la película ACUSADOS:

La película Acusados (Jonathan Kaplan, 1988), protagonizada por Jodi Foster, nos
muestra la brutalidad de una agresión sexual sufrida por una mujer y, de manera
singular, cómo en ella participan un grupo de hombres. De esta manera, nos sirve
cómo ejemplo de cómo la violencia que los hombres ejercen sobre las mujeres
tiene también una dimensión horizontal, en cuanto ejercicio de afirmación de la
virilidad frente al grupo de pares.

https://www.youtube.com/watch?v=qrBeQnqZXu0
- El FARY y el hombre blandengue:

En este fragmento de un programa de TVE se recuerdan declaraciones del


cantante EL FARY, un buen ejemplo de hombre “orgulloso” de su virilidad
tradicional y en el que podemos detectar los rasgos principales de una
masculinidad hegemónica que, entre otras cosas, considera “menos hombre” al
que actúa como un “blandengue”.

https://www.youtube.com/watch?v=M8xfzsjB2jI

- Escena carrera de coches REBELDE SIN CAUSA:

James Dean representa sin duda uno de los arquetipos de la masculinidad


tradicional, desde el punto de vista del joven rebelde, airado, pero que en

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definitiva continúa reproduciendo roles machistas. En la célebre Rebelde sin
causa (Nicholas Ray, 1955) encontramos varias escenas que nos permiten
analizar esa construcción, como por ejemplo en todo lo que tiene que ver no solo
con la importancia del grupo de iguales sino también en la pasión de los hombres
por los coches, la velocidad, la competición y, en definitiva también, por poner
incluso en riesgo su propia vida y la de los demás.

https://www.youtube.com/watch?v=6ojXsdte5Mg

- Cosas de chicos:

En este cortometraje asistimos a una conversación entre tres chicos que


comentan situaciones cotidianas que vive la mujer. En este primer cortometraje
de Infomix, nos damos cuenta de cómo ponerte en el lugar de ellas, cambiar la
perspectiva, puede ser un primer paso para tomar conciencia de género.

https://www.youtube.com/watch?v=g7RXnV_DKBo&t=43s

- La consulta, Yolanda Domínguez

“La Consulta” es una campaña contra el machismo, creada y dirigida por la artista
Yolanda Domínguez y financiada por El Instituto Andaluz de la Mujer, que tiene
como objetivo implicar a los hombres en la erradicación de una gran epidemia
social: el machismo.

https://www.youtube.com/watch?v=Cu_GX8Xn8vY&t=70s

- Escena final de PRETTY WOMAN

Pocas películas reflejan como Pretty Woman (Garry Marshall, 1990) los
denominados mitos del amor romántico mediante la construcción de un

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imaginario en el que, además, la dimensión sexista y violenta que representa la
prostitución queda absolutamente invisibilizada por el relato de la “historia de
amor” que viven Richard Gere y Julia Roberts. Un sujeto prostituidor, o sea, un
putero, que aparece como un héroe romántico, y una mujer prostituida que
reproduce el cuento de Cenicienta.

https://www.youtube.com/watch?v=7JmIdPx4wnU

- Escena de la película TORO:

La película TORO (Kike Maíllo, 2016) es, desde su mismo título, una muestra
continua de los arquetipos que definen la masculinidad hegemónica como
violenta, agresiva y apoyada, a su vez, en un determinado entendimiento del
cuerpo masculino como máquina preparada para la lucha, la aventura o la
competición (en este caso, representada por el estereotipo que representa el
actor tan seguido por jóvenes, Mario Casas).

https://www.youtube.com/watch?v=mXVuTfz-iV8

- Escena de la película EL REINO:

En esta primera escena de la película de Rodrigo Sorogoyen (2019) nos


encontramos un retrato perfecto de cómo todavía hoy la vida pública, y sobre
todo la política, continúa siendo una suerte de “pacto juramentado entre
varones” (Celia Amorós). Un pacto en el que las mujeres no participan y, si lo
hacen, no superan una posición subalterna o secundaria.

https://www.youtube.com/watch?v=unSzp6FY7Rs

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- Escena de CELDA 211:

El personaje de Malamadre, interpretado por Luis Tosar, en la película CELDA 211


(Daniel Monzón, 2009), representa a la perfección el prototipo del hombre
violento, dominante y carente de capacidades que le permitan gestionar
emocionalmente sus conflictos. El mismo apelativo con el que se le conoce al
personaje, Malamadre, es toda una declaración del concepto machista, incluso
misógino, que define al sujeto. Por otra parte, el contexto de la prisión es
también uno de esos espacios que nos muestran como se ampara y reproduce la
masculinidad tóxica.

https://www.youtube.com/watch?v=4HXKQ_p_iX0

CÁPSULA DE VIDEO 2.3. QUÉ ES SER UN HOMBRE


1) El hombre como animal “público”: el individuo competitivo, el sujeto proveedor,
el siempre activo, el luchador, el detentador del poder (en lo público y en lo
privado), el aventurero, el que administra justicia.
• El héroe “moral” masculino: Atticus Finch en MATAR A UN
RUISEÑOR (Robert Mulligan, 1962) El mítico personaje interpretado
por Gregory Peck, basado en la novela de Harper Lee, nos sirve como
ejemplo de un prototipo de hombre que podemos identificar con el
sujeto que, por supuesto en lo público, en esta caso en un ámbito
tradicionalmente masculino como la Justicia, representa
determinados valores. Es un ejemplo a seguir. Al mismo tiempo,
podríamos incluso reconocer en él determinados caracteres de lo que
sería una masculinidad “diversa” a la que en aquel momento ofrecía
mayoritariamente el cine norteamericano.
https://www.youtube.com/watch?v=9ZiCUU--36M

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• Los hombres y el poder económico: WALL STREET (Oliver Stone,
1987): Uno de los espacios de realización masculina por antonomasia
es el de la economía, el de las finanzas, el de todas esas redes que hoy
mueven en el mundo, y en el que todavía es complicado para las
mujeres penetrar y adquirir posiciones de poder. En películas como
Wall Street encontramos un perfecto retrato de esos tipos masculinos
y de ese mundo masculino y masculinizado.
https://www.youtube.com/watch?v=-TLCaDbBv_s
• Don Draper como prototipo del líder masculino en la serie MAD
MEN:
La serie MAD MEN, creada por Matthew Weiner y empezada a emitir
en 2007, es un magnífico retrato de los hombres como sujetos
proveedores y de, en paralelo, las mujeres como seres reproductores
y cuidadores. Todo ello en un momento histórico, los años 60 del
pasado siglo, en el que las mujeres empezaban a romper con las
cadenas que las habían mantenido ligadas al hogar. Don Draper, el
protagonista, resume todos los rasgos del que durante siglos fue un
sujeto hegemónico, incluidas sus frustraciones y dolencias.
https://www.youtube.com/watch?v=Q3W_895uq24
• Los hombres y la justicia: DOCE HOMBRES SIN PIEDAD (Sidney Lumet,
1957): Uno de los ámbitos tradicionalmente ocupados por los
hombres, y en los que las mujeres han tardado siglos en acceder y en
los que todavía el poder sigue siendo masculino, es el Judicial. Este
clásico del “cine judicial” nos revela desde su propio título cómo la
Justicia, el Derecho general, ha sido siempre un territorio de hombres.
https://www.youtube.com/watch?v=vFXBcxMGWCQ

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• Los hombres y la política: NIXON CONTRA FROST (Ron Howard,
2008): Muchas películas nos podrían servir para ejemplificar cómo la
política ha sido y es un espacio masculino y masculinizado. En este
caso, a través de un político malogrado como Richard Nixon, y de un
periodista, podemos concluir cómo el espacio público ha sido siempre
manejado a través de pactos, explícitos e implícitos, de hombres.
https://www.youtube.com/watch?v=SRlpE2aOWb8
• El patriarca: EL PADRINO (Francis Ford Coppola, 1972): Si hay un
personaje que nos puede servir como prototipo del “patriarca” ese es
sin duda el Don Corleone que interpretó Marlon Brando, un actor que,
además, tiene en su carrera todo un repertorio de varones que
ejemplifican los caracteres del macho dominante. En este caso, y a
través del retrato de una estructura familiar y de poder como es la
mafia, tenemos un retrato modélico del patriarcado como estructura
dominante no solo en lo público sino también en lo privado.
https://www.youtube.com/watch?v=dk3yWsxddLI
• La conexión entre masculinidad y poder: EL VICIO DEL PODER (Adam
McKay, 2018): Uno de los caracteres esenciales que definen la
masculinidad es la posesión y el ejercicio del poder, en todos los
ámbitos y en todos los sentidos. En esta película, cuyo título en
español es más que significativo, contemplamos la vida de Dick
Cheney, uno de los más poderosos vicepresidentes norteamericanos,
y a través de ella, asistimos a cómo se ejerce el poder de forma
masculinizada.
https://www.youtube.com/watch?v=JQn6P3N--TQ

2) El hombre como un ser omnipotente, un superhéroe, preparado siempre para


la acción, dispuesto a resolver cualquier entuerto, el que salva a las mujeres y a

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los niños, el que las protege, el que se arriesga, el que vive su cuerpo como una
máquina preparada para el combate y el riesgo. El Ulises que viaja y tiene
aventuras mientras que Penélope le espera, en silencio.
• El heroísmo de Indiana Jones, EN BUSCA DEL ARCA PERDIDA (Steven
Spielberg, 1981): En los años 80, el personaje de Indiana Jones,
interpretado por Harrison Ford, se convirtió en un referente que
conectaba con la mejor tradición del cine de aventuras y, a su vez, con
el prototipo del superhéroe, aunque en este caso no llevara capa ni
tuviera ningún poder extraordinario, más allá de su fuerza física y su
inteligencia. Su capacidad para ponerse en riesgo, para resolver
entuertos o para “salvar” a las mujeres que no eran más que
personajes accesorios en sus películas, son una buena muestra de los
estereotipos que el cine ha reiterado y reinterpretado
continuamente.
https://www.youtube.com/watch?v=2BSsaKKNki4
• El salvavidas: SUPERMÁN (Richard Donner, 1978): Una de las
características de la masculinidad hegemónica, y que hemos visto
reflejada en imaginarios colectivos desde los mitología clásica hasta
los productos audiovisuales del siglo XX, es su predisposición a la
aventura y al riesgo, además de, por supuesto, el heroísmo que
implica salvar a otros, y muy especialmente a otras, de peligros. Todos
los superhéroes comparten estos rasgos en mayor o menor medida –
la idea del héroe masculino como titular de poderes -, y es sin duda
Superman el que mejor representa, desde el mismo nombre, esa
identificación entre hombría y potencia.
https://www.youtube.com/watch?v=3oIQCt6GVcY

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• El discurso mesiánico de William Wallace, BRAVEHEART (Mel Gibson,
1995): El carácter omnipotente de la masculinidad, que nos remite a
una de las características propias de los dioses, lo encontramos
reflejado en las actitudes y comportamientos de muchos hombres
que a lo largo de la historia han tenido posiciones de liderazgo y han
sido protagonistas de momentos decisivos para la historia de un
pueblo o una comunidad. El caso del escocés William Wallace podría
ser un buen ejemplo:
https://www.youtube.com/watch?v=KdDMET_O-tw
• El hombre frente a los peligros: El Gary Cooper de SOLO ANTE EL
PELIGRO (Fred Zinneman, 1951): En este famoso western
encontramos otra perfecta reproducción de la masculinidad patriarcal
en cuanto estatus que supone el heroísmo, la capacidad del varón
para enfrentarse a todos los peligros y justamente por eso ser
admirado por la comunidad a la que pertenece. Un actor como Gary
Cooper encarnó a la perfección esa actitud fría, distante y sin
expresión emocional, mediante la que los hombres nos solemos
enfrentar a las situaciones cotidianas y también, claro, a las
excepcionales.
https://www.youtube.com/watch?v=km1zUNSPqOE
• El prototipo de héroe masculino: HÉRCULES (Ron Clements, John
Musker, 1997): La mitología clásica nos ofrece un completo
reportorio de subjetividades masculinas hegemónicas, las cuales han
sido posteriormente reproducidas en relatos de todo tipo, por
supuesto también en el cine. Las películas de Disney nos ofrecen un
muestrario de todos los estereotipos de género, empezando por el de
los hombres como sujetos fuertes, heroicos y protagonistas. En
Hércules encontramos la base de lo que tantas veces hemos visto

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reproducido en el cómic o en el cine de superhéroes. Todo ello frente
a unos personajes femeninos siempre en actitud pasiva y en una
posición secundaria.
https://www.youtube.com/watch?v=Dckei5gNeMY
• La parodia del heroísmo masculino: TORRENTE 3 (Santiago Segura,
2005): La saga de Torrente es un buen ejemplo, en forma de parodia,
por más que nos pueda parecer zafia, de cómo muy especialmente en
la pantalla hemos creado y reproducido un estereotipo de macho
heroico. El Torrente de Santiago Segura es pues la traducción paródica
y exagerada, pero no por eso menos auténtica, de tanto machista que
ocupa las calles, “apatrullando la ciudad”. En todos nosotros habita
algo de ese Torrente, aunque nos duela reconocerlo.
https://www.youtube.com/watch?v=XZU3tO_wmLI
• La masculinidad como fuerza física: ROCKY IV (Sylvester Stallone,
1985): Uno de los atributos esenciales de la masculinidad ha sido
siempre la fuerza física, el vigor, el cuerpo entendido como una
máquina para la competición, la lucha, la demostración de la propia
hombría. Tal vez no haya mejor ejemplo en el cine de este prototipo
que el personaje de Rocky, al que también podríamos sumar el que
luego representó Rambo (en este caso, con otras connotaciones
políticas)
https://www.youtube.com/watch?v=78NZkf06FXc
• Los hombres y el riesgo: Steve McQueen, BULLIT (Peter Yates, 1968):
Una de las características de la masculinidad patriarcal es la necesidad
permanente de ponerse a prueba, lo cual supone para muchos
hombres la necesidad incluso de participar en actividades de riesgo,
mediante las cuales muestran y demuestran su hombría. Los coches y

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la velocidad son este sentido un espacio tradicional de construcción
de esa masculinidad hegemónica.
https://www.youtube.com/watch?v=tRx8N7mJU9g
• Las jóvenes masculinidades de siempre: TRES METROS SOBRE EL
CIELO (Fernando González Molina, 2012): Uno de los fenómenos mas
preocupantes en los últimos años es cómo entre los chicos más
jóvenes se reproducen comportamientos y actitudes que algunos
pensábamos que pertenecían a generaciones anteriores. A ello no ha
dejado de contribuir la creación de un imaginario colectivo a través
del cine, mediante películas como ésta, basada en una novela de F.
Moccia, un especialista en recrear los llamados “mitos del amor
romántico” y que tanto éxito tiene entre los y las adolescentes. En
estas películas vemos cómo el actor Mario Casas no hace sino
reproducir los estereotipos más tradicionales del hombre macho y
dominante, seductor y algo chulo, el que parece que más gusta a las
chicas jóvenes y al que envidian los chicos.
https://www.youtube.com/watch?v=DUar8vTh_go
• El heroísmo fraternal y patriótico: 1898, LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS
(Salvador Calvo, 2018): Un elemento esencial en la construcción de la
masculinidad patriarcal es la fratría, es decir, el grupo de iguales en el
que los hombres nos miramos y reconocemos. Fratrías que en muchos
casos se proyectan en actividades competitivas y hasta violentas, pero
que también en la peli que nos ocupa suponen en determinadas
situaciones un fracaso. Muy ligada a esa concepción de la fratría
masculina está el concepto, también masculino, de patria (padre,
patriarcado) y de una determinada concepción de la virilidad ligada a
su defensa.
https://www.youtube.com/watch?v=tKIAaK5wrm8

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• El héroe romántico: Escena final de OFICIAL Y CABALLERO (Taylor
Hackford, 1982): El final de esta película, en la que de nuevo Richard
Gere, como en Pretty woman, interpreta el prototipo del hombre
guapo, fuerte, triunfador, heterosexual y seductor, encontramos
perfectamente urdidos los mitos del amor romántico. La escena del
final, en esa especie de apoteosis del príncipe azul y la princesa
rescatada, servirían para explicarnos justamente qué tipo de relación
afectiva puede convertirse en tóxica en cuanto que no parte de la
equivalencia de las partes.
https://www.youtube.com/watch?v=9oQs_Fs2Ic8
3) El hombre que no asume ninguna responsabilidad en lo privado, que es el
espacio cultural y políticamente asignado a las mujeres, a través del “contrato
sexual” mediante el cual la función de ellas es reproducirse y cuidar. Los hombres
son los proveedores, los que trabajan “fuera de casa”, los que producen, los que
realizan trabajos reconocidos social y económicamente, mientras que ellas se
ocupan de los cuidados, de lo doméstico, de lo emocional.
• El hombre productor: TIEMPOS MODERNOS (Chaplin, 1936): En
este clásico de Chaplin, que es el retrato de todo un momento
histórico, nos puede servir como ejemplo del papel que
tradicionalmente se ha asignado al hombre – la producción -,
mientras que la mujer permanecía en lo privado, dedicada a la
satisfacción de las tareas reproductivas.
https://www.youtube.com/watch?v=4N2tnP1sYpY
• El hombre proveedor: ¿QUÉ HE HECHO YO PARA MERECER
ESTO? (Pedro Almodóvar, 1984) En esta película de Almodóvar
encontramos un retrato amargo y muy duro de lo que supone el
papel tradicional de la mujer en el marco del “contrato sexual”,
mientras que el hombre no solo se proyecta en lo público sino que

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también ejerce y detenta del poder en lo privado. Con frecuencia
de forma violenta.
https://www.youtube.com/watch?v=T5I2Fk9Agkg

• El contrato sexual (el hombre productor, la mujer reproductora


y cuidadora): En las escenas de las películas que aparecen a
continuación encontramos varios ejemplos que retratan a la
perfección la división de esferas propias del patriarcado –
público/masculino vs. Privado/femenino – y en función de esa
jerarquía, la construcción de una masculinidad volcada en las
tareas productivas. Un reparto asimétrico que en muchos casos,
como los que reflejan estas películas, acaba provocando en las
mujeres, las “señoras de”, un estado de depresión, una crisis
emocional o una angustia a la que con frecuencia no sabían
ponerle nombre.
o LAS HORAS (Stephen Daldry, 2002),
https://www.youtube.com/watch?v=r2fHNkUy7Sk;
o EL LOBO DE WALL STREET (Martin Scorsese, 2013):
https://www.youtube.com/watch?v=1OBmcpuE_oU ;
o serie MAD MEN:
https://www.youtube.com/watch?v=nv147A54ACU;
o REVOLUTIONARY ROAD (Sam Mendes, 2008):
https://www.youtube.com/watch?v=C-_ZmBxMowA
4) La normalización de la violencia en la vida de los hombres, su reproducción
constante y su legitimación, a través de prácticas individuales y colectivas.
• LA NARANJA MECÁNICA (Stanley Kubrick, 1971)
El clásico de Kubrick, más allá de otras lecturas, nos permite analizar hasta
qué punto la masculinidad patriarcal ha legitimado la violencia en sus

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prácticas cotidianas, e incluso hasta qué punto ha llegado a convertirla en un
instrumento creativo y hasta cargado de connotaciones artísticas.
https://www.youtube.com/watch?v=nLapYUW_Zn0

• TAXI DRIVER (Martin Scorsese, 1976):


El personaje que interpreta Robert de Niro en esta película clásica nos
muestra, desde su misma apariencia física, los rasgos más característicos del
hombre que se desenvuelve en el espacio público, acostumbrado a vivir en
un entorno con frecuencia violento y al que él mismo contribuye
normalizando el uso de la violencia como método de resolución de conflictos.
https://www.youtube.com/watch?v=-QWL-FwX4t4
• Una historia de violencia (David Cronenberg, 2005). Esta película, desde su
propio título, nos ofrece una profunda reflexión sobre hasta qué punto la
violencia genera más violencia y si, por lo tanto, la masculinidad tradicional
es un factor clave en su continuidad.
https://www.youtube.com/watch?v=TCJQpObSFv8
• AMERICAN HISTORY X (Tony Kaye, 1988). La historia de Daniel, el joven
quinceañero y neonazi que protagoniza la película, nos da muchas claves
para entender cómo determinadas ideologías y praxis políticas encuentran
un perfecto caldo de cultivo en hombres que, en muchos casos, proyectan
sus frustraciones, inseguridades y malestares en ideas y acciones mediante
las que procuran sentirse poderosos, aunque solo sea de manera superficial,
momentánea y a costa de su propia integridad.
https://www.youtube.com/watch?v=f65gafic6lA
• POZOS DE AMBICIÓN (Paul Thomas Anderson, 2007): La ambición, siempre
que se predica de los hombres, se percibe como una cualidad positiva,
incluso necesaria para ciertas dinámicas de poder o sociales, no digamos
económicas. Es la clave que hay detrás de tantos hombres triunfadores,

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hechos a sí mismos, que protagonizan un relato muy norteamericano, el del
“Self made man”, y que en muchos casos, como en el de la película que nos
ocupa, acaba generando monstruos. Hombres monstruosos para sí mismos
y para los demás.
https://www.youtube.com/watch?v=4bMaGmntAEQ
• UNO DE LOS NUESTROS (Martin Scorsese, 1990): En general, el cine de
Scorsese puede usarse como fiel reproductor de unos tipos masculinos que
obedecen, en la mayoría de los casos, a las características que hemos
explicado como propias de la masculinidad patriarcal. El mundo de la mafia
es un territorio ideal donde encontrar esas claves. En “Uno de los nuestros”,
desde el mismo título, está presente la importancia del pacto de hombres, el
cual supone a su vez la exclusión de “los otros” y muy especialmente de “las
otras”.
https://www.youtube.com/watch?v=asnMB-kYFoc

• SIN PERDÓN (Clint Eastwood, 1992): El cine de Clint Eastwood, más allá de
su alineamiento politico, nos ofrece todo un muestrario de heroes
masculinos pero también de sujetos decadentes que, con frecuencia, no han
sido capaces de enfrentarse a sus propias miserias, miedos y fracasos. Este
western crepuscular es un buen ejemplo de esas masculinidades fracasadas
e incapaces de remontar el vuelo. Unos hombres que solo se comunican
entre ellos mediante las pistolas.
https://www.youtube.com/watch?v=ogtmnUgHV1g

5) La masculinidad como performance, como demostración permanente de la


hombría, ante nosotros mismos y sobre todo ante los demás hombres.
• En las tres películas seleccionadas a continuación, nos encontramos con tres
hombres, tres sargentos, que nos sirven de ejemplo de cómo la masculinidad

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necesita mostrarse y demostrarse, imponerse, marcan territorio y dejar claro
que entre sus potestades está la de marcar las reglas del juego. De esta
manera, la masculinidad acaba convertida en una especie de performance.
o Presentación del sargento Foley en OFICIAL Y CABALLERO (Taylor
Hackford, 1982): https://www.youtube.com/watch?v=weT8qdqZHsI
o EL SARGENTO DE HIERRO, Clint Eastwood, 1986:
https://www.youtube.com/watch?v=v1kasbF0DpI
o El sargento Hartman de LA CHAQUETA METÁLICA (Stanley Kubrick,
1987): https://www.youtube.com/watch?v=gLujuDEDBnA
• Escena del baile en las escaleras, JOKER (Tood Phillips, 2019): Esta imagen
tan icónica de un personaje tan llevado al extremo como el Joker, que vendría
a ser la representación del “monstruo” en oposición al “héroe”, es un
ejemplo de cómo los hombres, al margen de la máscara que nos pongamos,
necesitamos ser reconocidos como tales. La masculinidad se traduce en
ocasiones en una suerte de exhibicionismo.
https://www.youtube.com/watch?v=0UJ-LV1PuBI

6) La violencia de género, es decir, la violencia sobre la mujer con la que se tiene o


ha tenido una relación de afectividad, y a la que se considera objeto que se posee
y sobre el que se ejerce una relación de dominio.
• Escena violencia machista de TORO SALVAJE (Martin Scorsese, 1980: Más
allá de que el protagonista sea boxeador, y del contexto de violencia en el
que por tanto se desenvuelve, en esta escena comprobamos cómo en su
entorno privado usa también la violencia para imponerse y marcar su
territorio. Como si continuara estando en el ring.
https://www.youtube.com/watch?v=_i-dXqTE28o

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• El ciclo de la violencia en TE DOY MIS OJOS (Iciar Bollaín, 2003): La magnífica
película de Iciar Bollaín muestra a la perfección cómo la violencia de género
no se suele producir en un solo estallido sino que va recorriendo todo un
ciclo, en el que el hombre maltratador va marcando su terreno, va
debilitando a la mujer y va, en definitiva, creciéndose frente a una víctima
que se queda sin recursos para defenderse.
https://www.youtube.com/watch?v=_TJTL6C98UY
• Escena de la serie BIG LITTLE LIES (David E. Kelley, HBO, 2017): Una de las
características de la violencia de género es que no entiende de clases
sociales, ni de estatus económico o cultural. En esta serie vemos cómo la
violencia machista también existe en un entorno acomodado, de clase media
alta, y en el marco de una familia aparentemente perfecta. La escena en la
que el marido agrede a su mujer, siendo testigo uno de sus hijos, nos advierte
además de los efectos que la violencia machista provoca en los menores de
edad que la sufren o simplemente la ven como algo cotidiano en sus vidas.
https://www.youtube.com/watch?v=Qy0dfQ17PG4

7) La sexualidad masculina como dominio sobre el cuerpo y la sexualidad de las


mujeres.
• Primera escena de PEPI, LUCI, BOM Y OTRAS CHICAS DEL MONTÓN (Pedro
Almodóvar, 1980): La denominada “cultura de la violación” supone la
normalización y hasta legitimación de las agresiones sexuales sobre las
mujeres, tal y como por ejemplo encontramos en muchas películas donde las
violaciones, como en el caso de Pedro Almodóvar, se cuentan de manera
acrítica, como un elemento narrativo más en el que las mujeres quedan sin
voz y además son ni siquiera capaces de asumir su papel de víctimas.
https://www.youtube.com/watch?v=1fI8V6NLlmY

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• La normalización de una agresión sexual en KIKA (Pedro Almodóvar, 1993):
La normalización de la cultura de la violación en el cine de Pedro Almodóvar
llega a su máxima expresión en esta escena, rodada como si fuera una escena
cómica, en la que asistimos a una agresión sexual con tal normalidad como
si formara parte la cotidiana vida sexual y como si no provocara ninguna
consecuencia negativa en la mujer que la sufre. Todo parece un pretexto para
lograr la sonrisa del espectador, y con ella su beneplácito.
https://www.youtube.com/watch?v=zZQYNWwcIFs

• Escena de violación en THELMA Y LOUISE (Ridely Scott, 1991): En esta


película que ha llegado a convertirse en un “clásico”, al menos en lo que tiene
que ver con un cine que ha ido poco a poco dándole voz y protagonismo a las
mujeres, asistimos a una agresión sexual que, para las protagonistas, acaba
siendo un detonante que las impulsa a romper con una vida en las que
estaban condenadas a no ser dueñas de sí mismas.
https://www.youtube.com/watch?v=lwzvuiOqnP4

• El relato de un agresión sexual en TIERRA DE HOMBRES (Niki Caro, 2005):


Una de las características del orden patriarcal es el silenciamiento de la voz
de las mujeres, el poco o nulo valor que se le ha dado y se le da a su
testimonio, lo cual tiene unas evidentes consecuencias incluso en la
persecución judicial de determinados delitos de los que ellas son víctimas.
Siempre es desgarrador, como sucede en esta película, escuchar el
testimonio de una víctima.
https://www.youtube.com/watch?v=hZcCX8ZDgik

• El abuso sexual de un sacerdote en LOS GIRASOLES CIEGOS (José Luis


Cuerda, 2008) El único rasgo en común que tiene los sujetos que realizan

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actos violentos contra las mujeres es su pertenencia al sexo masculino. Se
trata de hombres que comparten una misma construcción de la subjetividad
masculina y también, en la mayoría de los casos, una concepción de la
sexualidad que cosifica a las mujeres y que los convierte en depredadores.
Algo que vemos también en hombres consagrados a la Iglesia.
https://www.youtube.com/watch?v=Ak1mFhTCCU8

• El comercio de los cuerpos femeninos en PANTALEÓN Y LAS VISITADORAS


(Francisco Lombardi, 2000): El cine, la cultura en general, ha contribuido a
legitimar la prostitución como una práctica normalizada y ante la que no se
cuestiona que los deseos masculinos puedan convertirse en una suerte de
derechos. En esa escena de la película basada en la célebre novela de Vargas
Llosa vemos reflejada la instrumentalización que supone esta práctica y la
conversión por tanto de las mujeres en objetos que se ofrecen en un
mercado hecho para satisfacer a los hombres.
https://www.youtube.com/watch?v=BBXD6OizcYg

• El amor como dominio: ÁTAME (Pedro Almodóvar, 1990): Además de


reafirmar la cultura de la violación, el cine de Pedro Almodóvar insiste en
reproducir y consolidar todos y cada uno de los estereotipos ligados al amor
romántico, o sea, relaciones afectivas basadas en el dominio masculino y la
negación femenina. La historia de Atame, en la que el personaje de Antonio
Banderas secuestra a la mujer de la que está enamorado y la ata a una cama
hasta que se enamora de él, constituye la máxima expresión de esas
relaciones tóxicas y por tanto a evitar.
https://www.youtube.com/watch?v=lw_3SjQP_W8

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8) La fratría como un espacio de definición y confirmación de la masculinidad.
• Marlon Brando en SALVAJE (László Benedek, 1953): Marlon Brando
representó durante mucho tiempo la imagen más perfecta de la
masculinidad hegemónica. Su imagen en camiseta blanca o con una cazadora
de cuero han sido y son icónicas. En esta película encontramos, entre otras
muchas claves definitorias de su virilidad, la importancia del grupo de iguales.
https://www.youtube.com/watch?v=wwB_Mrnwr_8
• John Wayne, EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY BALANCE (John Ford, 1962):
En esta escena de todo un clásico del cine “del Oeste” asistimos a un peculiar
“duelo” de hombres, otra de esas escenificaciones tradicionales de la
virilidad, que tiene lugar en un espacio público, un bar/restaurante, y ante la
mirada atenta de unos hombres a los cuales los dos protagonistas están
enviando un determinado discurso con su acción.
https://www.youtube.com/watch?v=s8koLWBJgxI&t=1s
• REBELDES (Francis Ford Coppola, 1983): En los años 80 esta película llegó a
convertirse en todo un referente de una generación de jóvenes actores que,
sin embargo, no hacían sino reproducir, con ligeras variaciones, la misma
estética, y las mismas actitudes incluso, que referents tradicionales como
Brando o James Dean nos habían ofrecido décadas antes en la pantalla.
https://www.youtube.com/watch?v=kJhGqwtCuY8&t=119s

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9) La negación de lo femenino: el “estreñimiento emocional” de los hombres.
• Escena de SHAME (Steve Mcqueen, 2011): El protagonista de esta película
es, en teoría, un triunfador: atractivo, exitoso en lo profesional, con un lujoso
apartamento,… Sin embargo, descubrimos que no solo es prisionero de
adicciones que lo convierten en una marioneta – el porno, el sexo de pago –
sino también de una discapacidad emocional que le impide enfrentarse a sus
propios fantasmas.
https://www.youtube.com/watch?v=DSSU3jMfuf0
• Prueba de Masculinidad, IN AND OUT (Frank Oz, 1997): En esta divertidísima
escena encontramos perfectamente contado cómo la homofobia, entendida
como rechazo de las mujeres y de lo femenino, forma parte esencial de la
masculinidad y cómo para muchos hombres supone una auténtica lucha
contradecir unos mandatos de género que les obligan a actuar siempre como
“hombres de verdad”.
https://www.youtube.com/watch?v=bBY9Zf9NGWI&t=17s

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