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CAPITULO XXX IDEOLOGIAS POLITICAS Y FUTURO RAFAEL DEL AGUILA y FERNANDO VALLESPIN Sumario: I. Introduccin—Il. Dos breves diagndsticos antagdnicos sobre la realidad politica ‘actual Il. ;Hacia un cambio de paradigma en la politica?—V.Poltticas identitarias: el de- safto del multiculturalismo—V. Mundializacién econdmica y complejidad: los limites de ta accién del Estado: Bibliografia. I. INTRODUCCION Los politélogos nunca hemos sido buenos a la hora de hacer profectas. Sdlo.lo consuls. muy corto,plazo y respecto de fenémenos perfectamente acotados” y siSceptibles de dejarse atrapar liante instrumentos empiricos y estadisticos —unas elecciones, por ejemplo—. De ahi que alguien nos haya equiparado a los meteordlogos: buenos en las predicciones a corto plazo, poco fiables en el plazo medio y nada fiables a largo plazo (K. von Beyme, 1994). De hecho, no hace mucho, un articulista de la revista Time se preguntaba, tras el fin del comunismo y la desintegracién de la Unién Soviética, si no deberian eliminarse las cétedras de Ciencia Politica dado que los polit6logos habjan mostrado su incapacidad predicti- va respecto de los fenémenos mds importantes de los tiltimos cincuenta afios. Lo que nos salvé de la quema fue que, al parecer, tampoco la CIA o la KGB se entera- ron de lo que se avecinaba. El caso es que nuestras dificultades predictivas son atin mayores cuando nos enfrentamos a temas como el¢ ideologias politicas que, por definicién, aluden-a@ Tas dimensiones menos susceptibles de ser objetivadas. La esencial incertidumbre-que sentimos cuando tratamos de conocer un objeto eSquivo como son los fenémenos politicos se ve acentuada aqui por la misma naturaleza de las ideologias, que no nos enfrentan a una realidad bien determinada, sino a visiones sobre la realidad. Por razones-obvias, dejamos-de lado-engorrosas digresiones terminotégicas, como la diferencia entre el concepto de ideologia marxista y el més vulgar que domina el discurso politico cotidiano. Como es sabido, el prime- ro acentiia el cardcter encubridor de intereses de (casi) todas las formas de pen- samiento, mientras que el segundo alude a todo el conjunto de conocimientos organizados imagen evaluati a realidad politico-social y a partir de ella p srama dé accion dirigido a sui transformaci6n, a su eS f Lie ae EL mantenimiento 0 a ambos. Dentro de esta ultima concepcién, 1a definicién de [637] 638 IDEOLOGIAS Y MOVIMIENTOS POLITICOS CONTEMPORANEOS: K. Deutsch es sumamente elocuente: las ideologias son «mapas que permiten orientarnos en la politica»; imagenes simplificadas de la realidad que nos facul- tan para poder navegar por las procelosas aguas de la politica (1980: 9). El que estas imagenes sean mas 0 menos «ortodoxas» 0 ) sino a menudo también a sus propios contenidos. Paralelamente se produce, ademés, una poderosa interferencia, que es su dependencia de las estrategias electorales de los Partidos politicos que dicen defenderlas, La necesidad de integrar él esquema adver- Sarial de la lucha politica democratica, con la consiguiente polarizacién entre gobier- no-oposicién, hace que al final todas ellas caigan en uno de los dos polos del espectro (izquierda/derecha; conservador/progresista), aunque no siempre quede claro lo que en cada momento signifique asumir una posicién de izquierda o derecha. La raz6n de todo ello hay que verla en la misma dindmica de la politica democratica desde la Revolucién Francesa, que establece ya la polarizaci6n originaria: a favor o en contra de Ia misma'. I DOS BREVES DIAGNOSTICOS ANTAGONICOS SOBRE LA REALIDAD POLITICA ACTUAL. Otro de los grandes problemas con el que nos topamos cuando tratamos de afrontar nuestro tema es el de la radical discrepancia que existe entre los diferentes observadores de la realidad social“ Hoy combaten en el dmbito de la teorfa_dos_ “posiciones Tadicalmente enfrentadas: de un lado, quienes —como F. Fukuyama— nos hablan del «fin de Tas idéologfas» e, incluso, del «fin de la historia»; y, de > otro, los que prédican precisamente lo-contrario: el resurgimiento del conflicto auténii- " Aeeste respecto, véase N. LUHMANN, 1997, pp. 1077 ss, IDEOLOGIAS POLITICAS Y FUTURO 639 camente politico tras su congelacién por la guerra y el enfrentamiento entre bloques (vid. U. Beck, 1994, 1997). Veamos estas posiciones brevemente. ParaFukuyamia (1989 y 1992) el fin de la guerra fria y del enfrentamiento entre bloques ‘supone’el completo triunfo de la democracia liberal sobre sus adversarios ideol6gicos, En €st@ sentido, cabe decir que la democracia liberal es el «punto final de la evolucién ideoldgica de la humanidad> y la «forma final dé gobierno trunia- ‘ios To cual, en su opinion, constituye «el fin de la historia». Esto no significa que no eXtstarrserios problemas @ injusticias én las democracias, sino simplemente que problemas ¢ injusticias surgen de una implementaci6n incompleta 0 inadecuada de los principios democratico liberales, pero que estos principios, en tanto que ide les, no pueden mejorarse. Su-andlisis-lega por vias diferentes a conclusiones similares a las de otros autores fales como Richard Rorty y su conocido: «there is nothing wrong with liberal democracy» (por ejemplo, 1996, parte II], 0 1998). El asunto es subrayar, primero, la derrota de las viejas alternativas a la democracia liberal y sus principios ordenadores y, segundo, constatar Ia i i as alternatiy: hicieran dudar de sw hegemionfa ideolégica. oa En opinion de Fukuyama laevoluci6n hacia la democracia liberal debe ser expli- cada siguiendo la dialéctica hegeliana y tomando en consideracién dos factores. Primero, el econémico: el triunfo de la democracia liberal se asocia a los niveles de prosperidad sin precedentes producidos por el libre mercado capitalista y al hecho de que el desarrollo tecnolégico y cientifico, al conferir ventajas militares y econd- micas a los que hacen uso de él, produce una homogeneizacién de todas las socieda- des con independencia de sus orfgenes hist6ricos o culturales. Sin embargo, el triunfo del liberalismo econémico no crea autométicamente liberalismo politico. El eslabon perdido entre ambos es el segundo factor que Fukuyama analiza: el recono- cimiento. Si, segtin Hegel, el deseo de reconocimiento es el motor de la historia, ese deseo en condiciones de prosperidad econdmica capitalista desemboca en la exigen- cia de gobierno democratico que garantice el reconocimiento de la libertad y auto- nomia de los individuos. Economfa liberal capitalista y politica liberal democratica se atinan para dar lugar al triunfo definitivo de la democracia liberal sobre sus alter- nativas ideolégicas. Asif, it tosis ce! dim de ts inistonis padite oorsiclerarse emparentade con le vieja tesis del fin de las ideologfas (Waxman, 1968), aunque en nuestro caso se insistirfa en la sustitucién del debate ideol6gico, no por la técnica, la mera administracién 0 a «primacfa del conocimiento tedrico» (como en Daniel Bell, por ejemplo), sino por la discusién en torno a politicas reformistas liberal-democraticas. Lo que lega a su fin con el fin de la historia no es, por tanto, la discusién politica, sitio er Hori= zonte dentro del cual esa discusion tiene lugar (y qi Se suponeé completa- mente dominado por 168 idéales de Ta democracia liberal ya que «todas las cuestio- nes politicas cruciales han sido ya resueltas» —Fukuyama, 1992, xii—) _Naturalmente, en este andlisis de Fukuyama no parece tenerse en cuenta.gue el u -Ta dem liberal es cuando menos ambiguo. En efecto, la extension de la democracia se ha producido asociada el surgimiento de las llamadas «demo- i rales» (Zakaria, 1997), es decir, de sistemas politicos que retinen cier- \cteristicas formales de las democracias liberales (multipartidismo, eleccio- nes, etc.), pero que carecen de otras que son cruciales como garantias de principios y practicas esenciales de la democracia liberal. El grado de iliberalidad varia segin 640 IDEOLOGIAS Y MOVIMIENTOS POL{TICOS CONTEMPORANEOS los casos, pero parece bastante evidente que es correcto suponer que gran cantidad de pafses de los més diversos Ambitos geogréficos podrian caer dentro de esta categoria que intenta atrapar la tensién entre liberalismo constitucional (que se refiere al control del poder) y democracia (que trata del origen, uso y reparto del poder). Asf las cosas, merece la pena preguntarse cudl podria ser en este contexto el significado del fin de la historia si un buen porcentaje de los paises que Ilegan a la democracia liberal lo hacen por medio de ese iliberalismo que produce sociedades politicas tan distintas entre sf y tan diferentes de nuestros modelos de democracia como la rusa 0 la peruana. Curiosamente, los mismos fenémenos que para Fukuyama denotaban el fin de las ideologias se convierten, en la lectura déBeck,’en su contrario. El fin de la guerra frfa, lejos de significar el «triunfo» de uno de los dos modelos politicos €n conflicto, lo que hace en realidad es «resucitar» el problema del modelo. Desde el moniento en que se rompe el hechizo del conflicto entre Este y Oeste. y desaparece la vinculacién de este’tiltimo con el comunismo, no tiene ya senti- do hablar de «Occidente» —«un Oeste sin el Este ya no es un Oeste» (1994: 37)’—. Citando a Montesquieu nos recuerda que «ias instituciones se hunden tras su triunfo», y rotas las fronteras ideolégicas y derrotado el adversario comu- nista no hay ya ninguna raz6n para que continuemos con nuestra reificacién de las instituciones liberal-democréticas. El conflicto entre bloques lo que realmen- te significé fue 1a «abolicién de la politica, que ahora por fin puede ensayar nuevas formas més acordes a los auténticos desafios. Hoy es ya posible una invencidn de la politica» (1997) que nos permita escaparnos de una politica stitucionalizada que opera como mera «fachada», mientras que detrds de ella hay todo un mundo que se mueve en varias direcciones. La prictica de la politi- ca dentro del Estado-nacién, que es quien sostiene esa fachada, consiste en un «combate entre partidos, sujeto a reglas, sobre el abrevadero y las palancas del poder para realizar los objetivos del crecimiento econémico, el pleno empleo, la seguridad social y el cambio del gobierno entendido como el cambio en el per- sonal y los partidos» (1997: 135; énfasis en el original), Aun asi, Beck no pretende reivindicar las ideologfas politicas tradicionales que constituyeron la base del antagonismo politico desde la industrializacién —soci: lismo, liberalismo, nacionalismo, conservadurismo, etc.—. La incapacidad que demuestran a la hora de enfrentarse a problemas como la amenaza ecoldgica, Ia “Sociedad tecnoldgica, el feminismo u otros desafios, las presenta como «ciegos discutiendo sobre colores». «Con la pérdida de la orientacion Este-Oeste, la poli- tica se esta convirtiendo en una pelicula muda, 0, més exactamente, en una politi- ca sonora sin sonido. {La gente mueve los labios y aporrea el teclado, pero nada suena!» (1997: 149). La propuesta de este autor és més radical que todo esto y aspira a una reestructuracién completa de la forma de plantear y reflexionar sobre * No podemos dejar de recoger un chiste que a decir de Beck circulaba por Rusia después de la aida del comunismo. Dice: en uno de los archivos del Kremlin se encontré una carta de despedida de Stalin en la que figuraba lo siguiente: «Camaradas, tened confianza. Si, contrariamente a lo espe- rado, resultara no derrumbarse el capitalismo como efecto de sus contradicciones, sino el comunis- mo, disolved entonces la Uni6n Soviética, unificad Alemania y preparad la integracién de Rusia en la OTAN, Occidente no conseguiré recuperarse nunca de ese golpe.» IDEOLOGIAS POLETICAS Y FUTURO 641 temas politicos; sugiere «reinventar» discursos e instituciones, para lo cual serfa preciso acabar con todas las que siguen permaneciendo por inercia sin cumplir ya una funcién claramente establecida —Ias «instituciones zombis»'—, el objetivo es ahora «jasesinar instituciones!». Il. gHACIA UN CAMBIO DE PARADIGMA EN LA POLITICA? Ninguna de estas dos previsiones parecen ajustarse plenamente a la realidad, aunque sirven para acercarnos a dos posicionamientos radicales, uno complaciente con el statu quo y otro més critico e inquieto. Lo interesante de ellos es que nos permiten ver bien a las claras la estricta incompatibilidad entre uno u.otro. El punto decisivo no estaria, por tanto, en ver cual de ellos nos parece mas «razonable» y verosimil, cuanto en subrayar la necesidad de no hacer afirmaciones tajantes. Nada ‘ente evolucién de las sociedades actuales. permite pronunciarnos sobre lo : ocurre de una manera dogmatica, Precisamente por eso cobran un mayor sentido los diagnésticos que se esfuerzan por sacar a la luz la gran ambivalencia del mundo actual y su relativa impenetrabilidad a una observacién completamente segura de si misma, De ahi que nos detengamos en el andlisis del socidlogo A. Giddens, quien, a nuestro juicio, ofrece una de las observaciones mds agudas del presente. Y ello por una doble raz6n: primero, porque es capaz de dar cuenta de una forma sintética y comprehensiva de los drasticos cambios habidos en las sociedades desarrolladas a lo_ largo de la tiltima década; y, en segundo término, porque es capaz de trasladar estos cambios sociales de fondo a una innovadora reflexién sobre la politica, — ~~ El andlisis baésico de Anthony Giddens se recoge ya en su libro Consecuencias de la Modernidad (1990). La tesis alli defendida era relativamente simple: vivimos en.una fase de transici6n en la que comienzan a disolverse los presupuestos Conver Gionales dela s«modernidad» y de la sociedadrindustrial. Los vaticinios de sus varian- tes més ingenuas, que presentaron el desarrollo de Ia ciencia y tecnologia como generadores de verdades incontrovertibles, estén ya mas que obsoletos. Aun asi, no estamos tampoco en esa situaci6n de total fraccionamiento augurada porla posmo- ried 0 con su énfasis sobre la’imposibilidad de alcanzar algtin conocimiento s er itico Sobre Ta realidad. Lo que nuestro tiempo esté sacando a la luz son Jas pro- ntradicciones y ambivalencias que aquejan a este proceso de cambio. Y ello se plasma meridianamente en los dos signos més sobresalientes de eso que Giddens califica Como «modernizacién reflexiva»: la globalizacién y la «destradicionaliza- idm» o debilitamiento de la mayorfa de Tos contextos tradicionales dé Ta accién. Los efectos de estos dos procesos saltan a la vista: la «separacién creciente entre espacio y tiempo» provocada por la universalizaci6n, el «desanclaje» (disembbe- ding) de las instituciones sociales por la accién del conocimiento experto y los sistemas abstractos —el dinero, por ejemplo—, y, en general, la aplicacién de la reflexividad al conjunto de Jas acciones humanas. Nuestra modemidad es «refle: ya» porque lo que solfa ser «natural» o tradicional tiene que ser ahora objeto de decision o eleccién. La naturaleza'y la tradicion abandonan asf su cardcter de mera Entre éstas estarfan ejércitos sin enemigos, partidos de clase sin «clases» u otras que realizan funciones que en todo caso podrian ser resueltas sin ellas (véase 1997: 140 ss.). 642 IDEOLOGIAS Y MOVIMIENTOS POL{TICOS CONTEMPORANEOS externalidad, dejan de ser algo dado, y se abren a la capacidad de manipulacién humana. Son reapropiadas reflexivamente, sin que ello tenga por qué significar la renuncia a seguir pautas marcadas por la tradicién o que la naturaleza sea un mero «objeto» susceptible de manejo tecnolégico. Lo que Giddens quiere decirnos con esto es que en una sociedad global, las diversas tradiciones estan siempre en con- tacto y se ven obligadas a «manifestarse» 0 «justificarse». El fundamentalismo, por ejemplo, serfa la simple «defensa de la tradicién al modo tradicional», con su incapacidad para adaptarse a estas nuevas dindmicas globalizadoras, pero dotado de un poder de subversién innegable. Por otra parte, el «fin de la naturaleza», nuestro control y apropiacién de ella, ha servido también para concienciarnos de la amenaza ecoldgica y del inmenso ctimulo de riesgos a los que estamos some- tidos, as{ como a tener que vivir con la «incertidumbre fabricada», aquella que es provocada por la accién del hombre. De lo que se trata, en suma, es de demostrar cémo ni la tradicién ni la ciencia y la tecnologia son capaces de producirnos_ ya ningun seguridad ontolégica. Y cémo ello afecta a cualquier ambito de la vida, desde las instituciones sociales Hiasta aquellas dreas en las que se produce procesos de autoidentidad reflexiva, como la construccién de la propia biografia, el cuidado del cuerpo —que «ya no se acepta como destino, como el equipaje fisico que acompaiia a la identidad»—, la conformacién de la intimidad, etc. (véase Giddens, 1991). Lo importante para Giddens es subrayar todas las ambivalencias que genera este proceso. Asi, la acen- tuacién de la vida local y de las cuestiones que afectan a la identidad personal son una de las manifestaciones —a modo de reaccién 0 resistencia— del predominio de los sistemas abstractos en la vida social y de las dinamicas globalizadoras. Vivir en una sociedad postradicional como la nuestra puede ser una inmensa fuenie de n la Vida Cotidiana Como “Whivelnacional e internacional: El mundo : rtido en un gran experimen- to, un inmenso laboratorio del desarrollo s . Es un «mundo en fuga» que no puede saciar tampoco su ansiedad recurriendo a mecanismos instituciona- les como es el propio Estado de Bienestar organizado hoy desde un Estado-nacién en crisis, ni, desde luego, y como antes vefamos, apelando al control sobre la naturaleza que proporcionaba la aplicacién de la tecnologia. Ante esta situacién —y éste es el problema basico al que Giddens se enfrenta en su libro Mas alld de la izquierda y la derecha (1996)—, ,.cémo pode tamos en la politica? Porque se da la paradoja de que son los .. Elam a cuestiones existenciales y la aparicién de una politica de la identidad siiscita nuevos desacuerdos y conflictos que haiconitibuido a epolitizar o, en otras palabras, a cambiar los términos de la préctica politica. Los problemas de la distribucién, sin duda el eje central sobre el que se articulaban los conflictos politicos de la modernidad, van dando paso a una mayor preocupacién por las formas de vida. De ahi surge una cierta tendencia a amalgamar politica, cultura y estilo de 1, que_es uno de los rasgos caracterfsticos de los nuevos imovimientos Sociales® y, en general, de los nuevos movimientos de § signo cultura- lista Si en la modemnidad el factor preponderante era de signo econémico, en la posmodernidad ha pasado a Serlo el cultural. aa *"La conclusién mas relevante de este andlisis es, a nuestro entender, que contri- buye a explicar las interdependencias mutuas que se crean entre factores tales como la mundializacién econémica y la globalizacién de las comunicaciones, las «polit cas de la identidad» (multiculturalismo, nacionalismos), las inercias de la organizé ci6n institucional de la democracia moderna, los procesos de integracién regional, la volatilidad de las adscripciones politicas tradicionales y un largo etcétera de dimensiones que no siempre se dejan integrar facilmente en una elegante relacién © relaciones de causa-efecto. A los efectos de este trabajo, nos ocuparemos funda- mentalmente de dos de los grandes desaffos de nuestros dfas, que quiz4 sean tam- bién aquellos que tienen una mayor incidencia sobre la actual reorganizacién de la politica y, por ende, de las ideologias. IV. POL{TICAS IDENTITARIAS: EL DESAF{O DEL MULTICULTURALISMO Las politicas de identidad tienen uno de sus orfgenes filos6ficos las ériticas de Ta posmodernidad a los metarrelatos o ideologias. Estas cosmovi- © Cfr. Klaus von BeyME (1994: 275 ss.). IDEOLOGIAS POLITICAS Y FUTURO 645, siones globales que pretendfan ordenar el mundo totalmente_y que aparecfan. “como alternativas excluyentes, produjeron monstruos: las politicas fascistas de exterminio; el goulag comunista, él imperialismo liberal. La posmodernidad denuncié a los metarrelatos como formas de exclusion de lo héterogéneo, como fmecanismos de aplastamiento de lo distinto, de lo local, de lo peculiar, de lo dife- rente (por ejemplo, Lyotard, 1984). Pero este final de los metarrelatos y la critica de las ideologias globales no ha generado un retraimiento de Ia politica, como quiza pudo suponerse en un principio, sino la sustitucién de las politicas ideol6- gicas por politicas de identidad. Y tal sustitucién ha producido, entre otros, un importante cambio en los perfiles de la politica: ésta hia pasado de fundamentarse iscursos_generales,, universalizantes, omniabarcativos, etc., a_ o en rei . particulares, especfficas, peculiares, etc. En este desplazamiento hemos ganado espacio politico para la reivindicacién de nuevas libertades y una nueva y ids exfensa pluralidad. Hemos inaugurado, igualmenté, variadas formas de reivindicar quiénes somos, hemos aumentado nuestra autoexpresividad, que se ha convertido précticamente en un derecho més, ‘tc. De esta forma, se ha transitado desde una politica de alternativas ideol6gicas globales a otra de reivindicaciones sectoriales concretas y diferenciadas. {A qué fueron debidos estos desplazamientos? Acaso fue la busqueda de «sen- tido» en la vida politica de los individuos lo que les condujo hacia la identificacién con nuevas identidades que pudieran sustituir a las viejas ideologias en su capaci- dad de dar significado a sus luchas y aspiraciones. De este modo, surgen durante los afios ochenta (sobre todo en los Estados Unidos, pero de ningtin modo exclu= ‘Sivamente allf) las ideas de pertenencia e identidad asociadas a proyectos politicos de la més variada indole’ Pertenécer a una nacién, un grupo étnico, una cultura, un _género, uuna raza, poseer ciertas inclinaciones se i conyierte ahora ent un factor politicamente crucial. Quizé és él fin de las ideologias 6 el fin de la historia o la critica a los metarrelatos o el triunfo de la democracia liberal o la globalizacién del capitalismo (0 una combinacién de todos ellos) lo que nos conduce a una nueva situacién que se define por estas apelaciones a la perte- nencia 0, si se prefiere, a la autenticidad y al reconocimiento (por ejemplo, Taylor, 1992). Pero el caso es que esas apelaciones identitarias, sobre todo en sus versio- nes culturalistas, nacionalistas, etc., han dominado el horizonte politico de los iltimos veinte afios casi con exclusividad. ‘Ahora bien, ;qué es, después de todo, una identidad o una politica de identida- des? Una identidad no puede definirse exclusivamente en términos de aquello que uno es 0 aquel grupo 0 caracteristica que le define 0 aquello con lo que uno se identifica, Y esto por varias razones. En primer lugar, porque uno es muchas cosas a la vez. Pese a que las politicas de identidad parecen a veces suponer que lo que uno es constituye un rasgo evi- dente y tinico, que las identidades estén dadas, y son, por asf decirlo, nuestro destino, es de temer que éste no sea el caso. Uno elige ser una cosa (por ejemplo, homosexual, cataliin 0 gitana) y no otras (por ejemplo, profesor, madre o pensio- nista) y con ello se autodefine en unos términos y no en otros igualmente a su disposicién. Ciertamente uno no elige nacer donde nacié, hablar la lengua que habla, tener las inclinaciones sexuales que tiene o pertenecer al género al que per- tenece. Pero si puede elegir, y de hecho elige, convertir a esos aspectos de la iden- hacerlo en reivindicaciones dispers 646 IDEOLOGIAS Y MOVIMIENTOS POLITICOS CONTEMPORANEOS en_un problema politico o no, centrar en ellos la actividad politica 0 no, Suponer en ellos un marcado caracter autodefinidor 0 no. Las identidades, por lo tanto no son dadas, sino construidas. = En segundo Tugar, las identidades no s6lo son el producto de esa construccién, sino que, para algunos dé sus partidarios «fuertes», se definen de manera exclu yente: uno es homosexual porque no es heterosexual, cataldn porque no es espaiiol YrBitafio porque no es payo. Naturalmente, las politicas «fuertes» de identidad sefialan que uno no puede evitar ser como es y, al serlo, no ser de otra manera, pero esto no es del todo exacto. En efecto, la construccién de identidad en términos excluyentes deja de lado todas las diversas categorfas intermedias, todas las ambi- gitedades, todas las indeterminaciones, toda la multiplicidad que define el mundo de los repertorios de identidad que los seres humanos tienen, dentro de ciertos limites, a su disposicién, Nada impide, en efecto, que un homosexual tenga ten- dencias bisexuales, un catalan se sienta espafiol o una gitana sea gustosamente aculturada por la sociedad paya. Lo que ocurre a menudo es que los.partidarios « y a esta perfectament definida frente a las ambigiiedades. Asi, es «evidente» que el «verdadero homo sexual no tiene (cn6 debe tener?) tendencias heterosexuales; es «evidente» que el «verdadero catalan» no tiene (no debe tener?) otra adscripcién que la catalanidad; es «evidente» que la «verdadera gitana» no puede (no debe?) sentirse a gusto con otras creencias culturales que las que son tradicionales en su grupo étnico; etc, Desde luego, la idea de que una identidad es natural 0 dada o prepolitica 0 inevitable o cerrada y politicamente excluyente, es dificilmente-sostenible. Y esto es particularmente cierto en el caso de las identidades culturales o nacionales. El culturalismo o el nacionalismo, qué dentro de"las politicas identitarias han desem- pefiado un papel muy relevante en las movilizaciones politicas de los tiltimos afios, parten en demasiados casos de la(uposicién de que las culturas o las naciones constituyen cuerpos cerradosjy estables de representaciones, creencias y simbolos fuertemente trabados y afines. Pero ciertamente sus caracteristicas primordiales no son ésas, sino el proceso-selectivo.de_«invencién de tradiciones»’al servicio de objetivos politicos muy concretos. Asi pues, la suposicién de que a una identidad nacional/cultural Te debe Corresponder necesariamente una identidad politica auté- noma y autosuficiente, no es mas que una ilusién (Fayart, 1996). De hecho, suele ser més cierta la afirmacién contraria y simétrica: las identidades politicas crean y recrean identidades culturales/nacionales dentro de estrategias identitarias conduci- das por actores identificables con objetivos politicos precisos. Del mismo modo, la idea de homogeneidad identitario-cultural, al menos en nuestras sociedades occi- dentales, no es en absoluto plausible si por ella entendemos la existencia de un niicleo valorativo basico y crucial que es compartido y aceptado por todos (0 casi todos) los individuos (Thompson, 1990). Es posible, desde luego, que la tendencia de esas (u otras) identidades a cerrar- se y homogeneizarse, a considerarse a si mismas como dadas o naturales 0 prepo- 7 Esto no quiere decir que la «invencién» sea arbitraria, que es politica IDEOLOGIAS POLITICAS Y FUTURO 647 liticas 0 a exigir para ellas autogobierno politico o independencia de otros poderes, se deba a una multitud de factores que no podemos analizar aqui con detalle. Si nos gustaria, sin embargo, referirnos a uno particularmente importante: la inseguridad y el miedo, Porque hay que considerar seriamente hasta qué punto la formacién de identidades viene precedida de una sensacién subjetiva de inseguridad y riesgo (desde la aculturacién al exterminio) respecto de la existencia del grupo. Dicho de otro modo, si uno considera un riesgo su aspecto de homosexual o catalén o gitana 0 profesor o madre 0 pensionista (o si uno considera en riesgo su vida o su libertad debido a ese aspecto de su identidad), es muy probable que la tendencia politica sea a defender una definicin de la propia identidad que la agresin ha convertido en relevante. Si, ademis, el rasgo definidor permite la creacidn de una comunidad que aspire al autogobierno politico (cosa més facil en algunos casos —cataln o gita- na— que en otros —madre, pensionista—) y se dan ciertas condiciones que permi- tan organizar la «lucha por el reconocimiento», habremos llegado al nudo gordiano de la proliferacin contempordnea de politicas de identidad. Y bajo condiciones de alto riesgo se aplicarfa la afirmacién de Walzer (1996): «las buenas fronteras hacen buenos vecinos». Es decir, la independencia politica permite defender la seguridad fisica del grupo amenazado mejor que otras alternativas cuando las condiciones politicas son de agresién, lucha o guerra. La proliferaci6n del tribalismo en el mbi- to internacional puede explicarse en muchos casos siguiendo este argumento (pién- sese en tutsis y hutus; bosnios, croatas y serbios; etc.). ‘Ahora bien, se sigue del argumento de la seguridad fisica bajo condiciones de conflicto extremo la necesidad de pensar toda politica en términos culturalistas 0 nacionalistas bajo condiciones democraticas?, ;tienen las culturas y las naciones derechos colectivos que las democracias deban colocar por encima de los derechos individuales?, jexiste un derecho a la «seguridad cultural» ademés de a la seguri- dad fisica?, {hay que considerar a todas las culturas como «especies protegidas» a las que defender de «agresiones externas» de otras culturas? Creemos que la rapi- dez con la que los partidarios «fuertes» de la identidad responden con un sf a estas preguntas resulta sospechosa. Porque, de hecho, estas cuestiones apuntan a los mas importantes debates que estan teniendo lugar tanto en la teoria como en la préctica politica contempordneas. En efecto, la reflexién teérica y los intentos practicos de acomodacién de iden- tidades bajo condiciones liberal democraticas tratan con esos dilemas y aspiran a ordenarlos de manera satisfactoria. Ya se refieran a identidades culturales/naciona- Jes con base territorial que exigen nuevas formulas de poder compartido, ya este- mos ante identidades de otro tipo que exigen autonomia personal (aunque no autogobierno politico), ya sean sus exigencias de respeto y tolerancia o de ayudas del estado social, las identidades en su multiplicidad dominan el horizonte del funcionamiento de la democracia y han producido, junto con efectos desestabili- zadores, igualmente, un mayor reconocimiento de la pluralidad y un mayor plura- lismo de poder en nuestros sistemas. En teoria politica estos procesos han tenido como consecuencia variados intentos de armonizar las exigencias liberal democra- ticas con las exigencias identitarias. Asi, mientras algunos han centrado su esfuer- zoen demostrar la compatibilidad entre las reivindicaciones identitarias culturales ‘© nacionales con los principios del liberalismo democrético (por ejemplo, Kymlicka, 1996), otros han sugerido una solucién a través de la idea de poder 648 IDEOLOGIAS Y MOVIMIENTOS POLITICOS CONTEMPORANEOS compartido en sociedades multiétnicas (por ejemplo, Lijphart, 1994). Hay quien, por su lado, supone que sélo es posible asegurar «la paz» entre las identidades si se incentiva el pluralismo transcultural entre ellas (por ejemplo, Sartori, 1996), pues cuando las «identidades se multiplican, las pasiones se dividen» (Walzer, 1996). No podemos discutir aqui estos asuntos en detalle, dado que aluden a temas cruciales y complejos para la democracia liberal y el acomodo de la pluralidad. Sin embargo, es evidente que el campo de juego que han abierto las politicas identita- rias en este punto puede ser muy fructffero si se consigue no extralimitar sus aspi- raciones. Lo que queremos decir al hablar de «extralimitarse» se comprenderé claramen- te al analizar alguno de los riesgos por los que atraviesan los partidarios de las politicas identitarias «fuertes» . Quiz lo mejor sea describir este argumento a través de un breve comentario del punto de vista de uno de los més destacados defensores de un status «fuerte» para las politicas identitarias: Samuel Huntington (1993 y 1997). La tesis bsica de este autor es que el mundo actual se ordena alrededor de civi- lizaciones y que éstas son reducibles a identidades culturales, Tales identidades no son politicas, en el sentido de que no son negociables y son necesariamente cerradas y adversariales, cuando no abiertamente hostiles, las unas respecto de las otras. Las civilizaciones son las tiltimas tribus humanas y el choque civilizatorio ser el tiltimo de los conflictos tribales (1997: 247). Desde este punto de vista la guerra civilizato- ria que «no es inevitable, pero puede suceder» (1997: 362) se convieite en el primer mensaje de su teorfa. Y para afrontar tal riesgo, recomienda a Occidente dos tipos de estrategias: A) aumentar y reforzar el entramado interno occidental (reforzamiento cultural-religioso, lucha contra el ideal de sociedades culturalmente plurales, etc.) y B) dejar de apoyar fuera de Occidente a sociedades multicivilizatorias, retrazar fron- teras en téminos religioso-culturales, no pretender extender ideales occidentales tales como los derechos humanos, etc. Podriamos preguntarnos si estas soluciones contribuirfan a solucionar los pro- blemas o a crear més bien una especie de guerra (fria 0 no) entre identidades excluyentes y definidas, ya a priori, como irreconciliables. Porque, en efecto, esta solucién parece Ilevarnos a ciertas consecuencias de dudosa deseabilidad: 1) aspi- raa la creaci6n de entes cerrados (civilizaciones, culturas, naciones, etc.) y socie- dades culturalmente no pluralistas, homogéneas y es de temer que escasamente liberales; 2) presupone una inconmensurabilidad esencial entre ellas que no con- ducirfa en sus relaciones mutuas ni a modus vivendi tolerante (Gray, 1995) , ni menos atin a un didlogo racional deducido de un consenso superpuesto intercultu- ral (Rawls, 1998) o a una paulatina extensién cosmopolita del «nosotros» cultural- mente definido (Rorty, 1998), sino al choque, al enfrentamiento y al conflicto; 3) dejarfa en manos de los gobernantes, es decir, del interés de las elites politicas que representan la identidad mayoritaria, la definicién identitaria, siguiendo el viejo principio de la paz de Westfalia: cuius regio eius religio, y sin estar sujetos para ello a imperativo liberal democratico alguno (elecciones 0 derechos), sino simple- mente a los «usos culturales» prevalecientes en Ia situacién del caso*. * Esta dtima consecuencia, por lo demés, nos da una clave interesante para comprender: a) la primacfa de la politica en la formacién de identidades —ya que en su definicién se trata con intere- IDEOLOGIAS POL{TICAS Y FUTURO. 649 Con todo ello se desconsideran algunos problemas cruciales, a saber: las politi- cas identitarias no hacen mas que poner de manifiesto el delicado equilibrio entre dos conjuntos de valores de la democracia liberal. Por un lado, los relativos a la autonomia, al autogobierno de individuos y grupos, a la pluralidad y la tolerancia; por otro los vinculados a la libertad, la igualdad y la equidad. Asi, por ejemplo, la amenaza de la globalizacién o las presiones occidentales en el mundo respecto de extensin de ciertos valores (capitalismo 0 democracia, etc.) han generado extensos procesos cultural-identitarios de reaccién frente a «amenazas externas» (Ia religién, por ejemplo, ha pasado de entenderse como «el opio del pueblo» a ser considerada como «las vitaminas de los pobres», segiin la expresién de Regis Debray). Esto ha desencadenado un especffico tipo de pluralidad internacional que no basta con reconocer 0 incentivar, sino que es necesario equilibrar con procedimientos equita- tivos de resolucién de conflictos, con una moralidad minima (0 unos derechos humanos mfnimos) que permita oponerse, por ejemplo, al genocidio en masa de poblaciones enteras (en vez de considerarlo un asunto «interno» o una peculiaridad cultural), etc. Naturalmente esto no es facil ni nosotros poseemos solucién alguna aestos dilemas. Pero reconocerlos y admitir su peso y su problematicidad es alejar- se de soluciones simplistas a las que pierde el furor con el que persiguen sus fines. En definitiva, las politicas de identidad tienen. que habérselas con espinosos problemas y con preguntas de muy dificil contestacién. Problemas derivados de su no compatibilidad en todos los casos con valores como democracia, libertad, plu- falismo, paz 0 juSticia. En-la medida en que las politicas icas ideolégicas han quebrado menté por su desconsideracién hacia e res, habrfa que concluir que 2 irfan bien en reflexionar sobre la necesidad de compati- bilizar sus aspiraciones con aquellas creencias basicas, pues en caso contrario bien podrfamos estar cometiendo errores similares a los que han hecho del siglo de las ideologias el mas sangriento, brutal e inhumano de la historia. V. MUNDIALIZACION ECONOMICA Y COMPLEJIDAD: LOS LIMITES DE LA ACCION DEL ESTADO Es un hecho incuestionado que las transformaciones fundamentales a que esta sometida Ja politica en este fin de s iglo son consecuencia directa de la mundiali: “Cidn y sus efectos. Algo hemos dicho ya-al respecio al referirnos al diagnéstico de “A. Giddens y al ocuparnos de las politicas de la identidad. Ahora nos centraremos ante todo sobre la dimensién econémica de este fenémeno y su influencia sobre la politica. De hecho, uno de los factores que mas ha contribuido a abundar en el i Sobre el «fin de las ideologias» es 1a aparenté impotencia de la potitica ses de las elites politicas y con la posibilidad de imponer una versién particular de la identidad so- bre otra, y no s6lo con un «nticleo identitario natural» que haya que hacer aparecer—; b) el hecho, bastante frecuente, de que cuando Ia «agresién a la identidad» no existe 0 su estatuto es dudoso, los Ifderes politicos de la identidad en cuesti6n se apresuran a inventarla —de ahi ciertas tendencias al victimismo, nacionalista o de otro tipo, que abundan en las politicas identitarias— dado que favorece sus intereses; c) la importancia de la educacién, la socializaci6n y la comunicacién en la formacién de identidades —lo que explica que los objetivos de las elites identitarias sean colegios, universidades, medios de comunicacién, ete — 650 IDEOLOGIAS Y MOVIMIENTOS POL{TICOS CONTEMPORANEOS frente a un sistema econdmico —y no slo econémico— crecientemente_mundia- lizado, que ha cuestionado la « (M. Castells, 1998). No puede olvidarse, sin embargo, que hay dos dimensiones claramente dife- renciadas en la actual «crisis del Estado»: una que obedece a la globalizacién de la economia, la tecnologia y la comunicacién, que es la que fundamentalmente esta detrs de los andlisis de los autores que acabamos de aludir; y otra, desde luego también conectada a la anterior, que afecta sobre todo a la propia autonomfa del sistema politico dentro de cada uno de los Estados. A efectos didacticos, y a pesar de la simplificaci6n, aludiremos a la primera bajo la palabra clave de «mundiali- zacion», y a la segunda bajo la de «crisis de direccién». Ambas son bien expresi- vas, en el dmbito de la politica, de eso que U. Beck (1998) califica como el «ago- tamiento de los presupuestos de la primera modernidad» y el transito hacia la atin insuficientemente definida segunda modernidad. Llevado a su expresién més sintética, cuando aqui hablamos de «crisis de direccién» queremos hacer referencia a las dificultades de la politica por controlar por sf misma los.distintos procesos sociales que Stipuestamenie estaba llamada a

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