En particular me interesa iniciar mi comentario a partir de la discusión
que propone Giovanni Bello, en respuesta a la crítica de Mauricio
Souza. Dicho sea de paso, No creo que haya sido producida con el objetivo de generar un documento histórico, sino como un ejercicio digamos de Catarsis individual. Aun así, tiene la virtud de presentar perspectivas contrapuestas sobre un personaje, su contexto, desde una mirada intima: la familiar. Eso ya es mucho más de lo que logran otros intentos de contar la historia a través del documental, con aparente precisión y objetividad. Ahora bien, la historia como ejercicio intelectual y social de revisión del pasado, no es nunca el solo acto de contar lo ocurrido, sino que es un ejercicio que viene acompañado del hecho político de seleccionar, documentos, imágenes, voces, etc. Por lo tanto, esta peli, como otras producciones audiovisuales sobre la historia boliviana, ya sea sobre personajes o hechos, tiene una agenda política clara. Una agenda que, además me parece más interesante, aunque no deja de ser insuficiente. Pero bueno, no se puede pedir todo en esta vida. Es decir, si bien no coincido plenamente con aquellos reclamos sobre que la película podría haber intentado ser un documento histórico más preciso, y menos cargado de conjeturas; sí me pregunto de qué manera puede trascender más allá de ser un ejercicio familiar de sanación individual-familiar, con el que bien podemos empatizar los del circulo cercano. Al inicio de mi intervención me referí a la peli como un ejercicio de catarsis. Sin embargo, me gustaría aclarar que no me refería a la noción gramsciana de “catarsis” como momento ético político de alcance social, cuyo potencial es la transformación de las estructuras sociales. Pero el concepto de catarsis es mucho más complejo que, por ejemplo, la sola ruptura o movimiento social. También comprende un proceso intelectual: la dialéctica entre “sentir” y “comprender”. No se puede comprender, en términos políticos, con claridad si no se siente, a saber, compromiso; Pero el hecho de “sentir” siempre será insuficiente si no transita al ámbito de la comprensión. O lo que Gramsci señalaba como el paso del “sentido común” a la “filosofía”. Por otra parte, la noción de Catarsis también se refiere a la dialéctica hegeliana entre lo subjetivo y lo objetivo. Sobre esto volveré más adelante. Esto quizás acerca mi reflexión un poco a aquellas críticas de la película con las que he señalado mi desacuerdo, es decir, sobre la falta de precisión histórica. Pero no por una exigencia academicista de rigor, sino por un tema más político. Para que quede más claro mi comentario sobre el alcance de la película en términos políticos, voy a reflexionar brevemente sobre dos temas que me parece que se complementan. El primero es el papel del “Deseo” en el hecho de producir una película; el segundo, la relación que existe en Bolivia particularmente, entre el cine digamos mainstream, y la estructura social tradicional. - En lo que respecta al deseo, siempre me pareció sugerente la idea de Zizek de que el cine es un arte pervertido, porque te dicta el deseo y cómo desear. En este caso, es claro que el autor de la peli expresa un deseo, que me animaría a decir es sobre todo individual, aunque también tiene un alcance familiar generacional. - Comunicar un distanciamiento, como ejercicio de sanación, pero también, digámoslo nomas, de validación social. Lo cual, de ninguna manera considero que sea algo malo. De hecho, me parece bastante valioso. - Esta intención es bastante clara, y en este caso traigo a colación las criticas a la peli por su falta de precisión histórica, porque no es que el autor hizo la peli en calidad de autodidacta en cine documental. ¡Vaya! Los que lo conocemos, sabemos que ha sido bien entrenado y formado. Por lo tanto, la presencia de la conjetura histórica es, en este caso, un hecho claramente intencionado. - El deseo es, claramente, lidiar con el sentimiento de “ardor” o “quemazón” que produce el vinculo de consanguinidad con el dictador Ovando. En este caso, el autor se cuenta una historia a sí mismo, y la comparte con nosotros. Nos comparte cómo su película le dice a él mismo cómo desear. Ahora bien, con respecto al segundo tema, es decir la relación entre la producción cinematográfica y la estructura social tradicional boliviana. Algo que es innegable es que la posibilidad de producir cine en Bolivia, que además trascienda las fronteras e ingrese en el circuito mainstream de distribución, en este caso del cine independiente: festivales, muestras, etc., está casada con la experiencia y la posición de clase social. Esto era cierto en el periodo histórico que muestra la película, donde la posición de clase privilegiada no sólo se observa en los paseos en yate, el multilingüismo del dictador y sus prácticas de equitación, sino también en el hecho de tener acceso a las cámaras de video. Desde luego, bien podría decirse que hoy se ha democratizado el cine. Pero “ehh” realmente?? Y, desde luego, nada de esto lo digo con malas intenciones, sino y siempre con miras a reflexionar críticamente sobre nuestra realidad social. Esa es mi ocupación. Y, bueno pues, son mis cuates algunos de los cineastas de hoy. Por eso también puedo decir que hablo con cierta precisión sociológica. Pero bueno, entonces esto también implica un potencial. Nuevamente, el cine es un arte que tiene un alcance ideológico tremendo. Sobre esto no voy a elaborar ahora, pero es importante notar que los cineastas cumplen o tienen la capacidad de cumplir una función intelectual de organización cultural Por lo mismo, todo lo que he señalado aquí no es para descalificar la obra de mi amigo Mauri Ovando. Ahora sí retomo la idea gramsciana de Catarsis, como dialéctica entre lo subjetivo y lo objetivo. El ejercicio de sanación individual, como deseo que se expresa en la peli, se halla en el nivel de lo subjetivo, en el nivel del “sentir”. Por lo tanto, queda pendiente transitar a lo objetivo: la comprensión y la reflexión crítica cuyo alcance social sea mayor que tan solo nuestro círculo de cuates y un par de ciudadanos notables que siempre están prestos a verter comentarios refinados. Dicho sea de paso, y esto sí es medio crítica, una buena parte del cine de autor boliviano contemporáneo, que ya he señalado que corresponde todavía con una clase social específica, es todavía bastante autobiográfico y testimonial; Esto cuando no está reproduciendo el culturalismo solemne de, por ejemplo, el heroísmo nativo, etc. No digo que esto esté mal, pero digo nomas que, si yo tuviera la formación y los recursos por ejemplo, le metería una peli del Yasmani Torrico y/o el Juan Pari. Algo así, buen cine documental hecho ficción.