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TERCER CAPITULO
Como señala Slavoj Zizek, lo que surge en muchos otros casos (quizá
evidenciados más por la hegemonía de lo mediático, pero de ninguna
manera ceñidos a ello) es el reverso de la interactividad: la inter-
pasividad. En ésta, lo que se destaca es el hecho de que alguien como
una persona, o algo, como una máquina, o un dispositivo, un juguete o
un video, algo del medio, se “haga cargo” de la parte “pasiva” de la
experiencia. Eso permite que el niño o el adulto queden, por decir así,
“liberados” de esa parte pasiva y puedan lanzarse a lo supuestamente
activo de la experiencia. Lo que inevitablemente surge es que esa
experiencia (activa) es otra experiencia que la pasiva, y otra aún que la
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Quizá un problema que se roza con este “dejar abierto el hueco” es que ese espacio ha venido siendo
congruente con la preservació n de la tradició n y con el lanzarse tanto a preservarla como a “superarla”. ¿Qué
puede suceder con el fin de nuestra historia como humanos para ser animales un tanto aturdidos?
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que involucraría a ambas. Otro modo de ver esto es destacar que los
dispositivos (particularmente los mediáticos) se están apropiando de
preparar, del aspecto activo, de cada vez más experiencias y dejan al
usuario (en general sin que él mismo lo sepa ni se dé cuenta de ello o
incluso se acostumbre y use esa circunstancia) por fuera de de esa
parte de la experiencia, que muchas veces puede ser crucial y otras
considerada una molestia. Zizek ilustra esto con un ejemplo que
precede a los tiempos de la eclosión mediática: las lloronas. En un
velorio ellas se hacían cargo del acto pasivo de llorar dejando espacio y
tiempo para que los deudos puedan emprender lo que se considera
“activo”, como ―por ejemplo― la administración de los bienes del
occiso o interactuar socialmente con los asistentes al velorio.
Tengo un ejemplo, tal vez, un tanto bizarro pero muy gráfico de algo
parecido que recientemente me sucedió. En el estado de ensoñación que
a veces surge tras ver la proyección de un film con fuerte poder
evocativo, fui al baño del cine y, cuando termino de hacer pis, me
encontré buscando la manija que acciona el desagote del mingitorio (así
como hace algunos años hubiese buscado la cadena de la que tirar).
Pero no había manija ni cadena. Al principio me desconcerté un poco y
luego me di cuenta que “de eso”, de esa acción de desagotar se había
apropiado la máquina mingitoria a través de un mecanismo ingenioso:
un detector infrarrojo que detectaba el instante en el que yo me
apartara del mismo, acto en el que yo tampoco colaboraría ya que al
terminar de hacer pis simple y necesariamente, sin premeditarlo,
retiraría el volumen de mi cuerpo de la “visión” del detector.
4- Hace algún tiempo fui consultado acerca de Leo, de 4 años por sus
padres quienes me conectaron por recomendación de su escuela. Leo,
me comentaron sus padres que le dijeron sus maestras, por momentos
se distrae y queda “como colgado”, abstraído no se sabe dónde. Los
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sea la de “dibujarse rosa” como su madre (con lo cual es único entre los
varones y quizás logre desafiar al padre). Otra reacción quizás sea la de
desvanecerse como hizo varias veces en la entrevista familiar frente a
los embates de Nico (lo que quizá se reproduzca en lo que llaman en el
colegio distraerse o quedarse colgado). La última forma de defenderse
tal vez fue la de dividir los juguetes, los lápices, las sillas divididas entre
las que son de grandes y las que son de chicos con el fin de encontrar
un argumento para frenar la avasallante apropiación que Nico practica
de todo lo que fue o es de el, casi dejándolo sin lugar y a la cual, aún
con tímidos amagues de resistencia, él se somete.”