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3.1) Introducción.
Durante mucho tiempo se creyó que el periodismo es una materia aséptica, libre
de toda influencia humana. De hecho, los informativos en los medios de
comunicación se han ocupado de difundir y sostener esa imagen, creando
noticieros en los que la presencia de personas era una mera necesidad
instrumental, los periodistas eran portavoces, cables de transmisión de una
realidad que sucedía fuera de ellos mismos. Así, en la prensa gráfica los artículos
aparecían sin firma, en la TV los apuestos presentadores se las ingeniaban para
que sus rostros no expresaran la más mínima mueca de humanidad, y en los
boletines y panoramas informativos de las radios las voces de los locutores
sonaban impávidas, insensibles y frías ante las distintas caras de la realidad.
Estas nociones que describimos como pretéritas son aún hoy, con sus matices y
con menos rigidez, el paradigma que sigue reinando cuando se habla de
periodismo “en estado puro”, o de información “seria” y “veraz”, de “confiabilidad”
de las fuentes.
Sin embargo, como podemos verificar, todos estos ejemplos que mencionamos no
aluden necesariamente a lo serio, veraz, puro o confiable, sino más bien a un
modo de representación que, socialmente aceptado, provoca ideas y sensaciones
de veracidad, seriedad, confiabilidad, pureza.
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Cabe aquí hacer una pausa para reflexionar. Si releemos atentamente las
definiciones de género y formato periodístico, ¿cuánta diferencia encontramos con
la ficción? ¿Acaso la ficción no alude a la realidad directa o indirectamente a
través de las historias? ¿Acaso las historias de ficción no pretenden contar algo
sobre el mundo donde las personas vivimos? ¿Acaso la ficción no es justamente
un modo de representar la realidad?
Y relato, justamente, significa relación entre una cosa y otra. Cuando escribimos o
hablamos sobre determinados hechos, por ejemplo, estamos permanentemente
relacionando los elementos de esos hechos de alguna manera, los organizamos
para poder narrarlos con el objetivo que seamos escuchados, entendidos y sobre
todo, atendidos. Podemos organizar los distintos elementos de nuestro relato
cronológicamente, por temas, o por cualquier otro orden que se nos ocurra y
estaremos, según nuestro modo de relacionar, creando relatos singulares, únicos,
irrepetibles, como la vida, la experiencia y la mirada de cada uno de nosotros:
únicos, irrepetibles, singulares. Y una cosa más: tan veraces como que somos
protagonistas de los hechos, tan relativos como nuestras verdades sesgadas.
Desde un cuento.
Hace mucho tiempo, las pocas personas que habitaban el mundo inventaron las
palabras para que todos tuvieran un código común para comunicarse. Las
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historias y los datos pasaban de boca en boca. Las historias eran importantes
para conocerse y los datos para convivir. Pero la población crecía y la gente
necesitó un portavoz: alguien que hablase en voz alta para todos. Si había un
nacimiento, un entierro, o un problema en la comunidad, el portavoz era el medio
que lo comunicaba. Luego, esas comunidades crecieron hasta convertirse en
ciudades. Había tanta gente desconocida hablando al mismo tiempo que los
medios (que hablaban en voz alta) eran más escuchados que la gente. Entonces
algunos se dieron cuenta que siendo dueños de los medios tendrían mucho poder
y manejarían a la gente a su antojo. Así, los medios se empezaron a comprar y a
vender por mucho dinero. Y dejaron de ser portavoces de la gente para ser
portavoces del dinero. Ahora, las ciudades siguen creciendo y los medios
incomunicando a la gente. La gente se siente sola, confundida y quiere volver a
conectarse con sus semejantes. Y contarse historias como esta, en la que vuelvan
a ser protagonistas de su tiempo.
No se conocen documentos que constaten que existiera hace más de 150 años
relatos periodísticos tal cual los conocemos hoy. Por supuesto no existía la radio ni
la televisión. Pero más allá de eso, la concepción moderna del periodismo se forjó
inmediatamente cerca en el tiempo, impulsada por el desarrollo y la expansión de
la revolución industrial y los adelantos tecnológicos que fueron y van moldeando la
comunicación de masas a través de los respectivos cambios en el uso cotidiano
de la tecnología.
La concepción moderna del periodismo, sobre todo, se forja por el modo en que se
detenta el poder en los estamentos de los grandes medios de comunicación que
influyen de modo decisivo sobre cómo se obtiene y se distribuye la información.
Ya sea desde una noción comercial directa: se produce lo que más vende, es
decir lo que leen, ven o escuchan más personas. Situación que se traduce en
mayor ganancia publicitaria.
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La comunicación de masas suele apostar por lo “seguro” en términos comerciales.
Por repetir “fórmulas” exitosas anteriormente o en otros países porque se supone
que de ese modo está asegurado el rédito económico.
Es por esa razón que en los grandes medios de comunicación (o mejor dicho en
las empresas mediáticas) tiene más peso en las decisiones un experto en
economía que un director de arte, un periodista o un licenciado en ciencias de la
comunicación. Incluso en muchas emisoras de radio en la Argentina, los directores
o gerentes no son expertos en comunicación sino en ciencias económicas o en
administración de empresas.
Recién durante la primera guerra mundial (hecho que coincidió con la invención y
puesta en práctica del telégrafo), se difundió por primera vez lo que conocemos
como noticia. Es decir, la divulgación de información sobre hechos recientes en un
formato (la noticia) estructurado a través de la “pirámide invertida”.
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lo esencial de cada hecho. Al cual, a veces, se le agregaba el for what (para qué)
si la información lo requería.
Ejemplo:
Esta mañana (cuándo), el ejército del norte (quién), derribó un avión del enemigo
(qué) en las inmediaciones del océano Atlántico, cerca de la costa este (dónde).
En este caso, se sortea el por qué y el para qué, por razones obvias. En la
información previa del supuesto receptor está tácita la situación de guerra (por
qué) y que un bando pretende vencer a otro (para qué).
Dicho esto cabe hacer un paréntesis para analizar cómo se maneja la información
en radio. Los informativos son más informativos por la música y el tono del locutor
que por la información que vierten. De tal manera que, como hizo Orson Welles en
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1938, creando la sensación de veracidad, se puede “informar”, o mejor dicho,
hacer de cuenta que se hace. Ç
Vale analizar también que los informativos convencionales no sólo generan la idea
de veracidad sino también la de vértigo, ya que en ese formato los
acontecimientos se transmiten sin solución de continuidad, unos tras otros sin
posibilidad de digerirlos. La nota de política al lado de la policial, al lado de la
deportiva al lado de la de espectáculos. Todo sucede con una misma densidad
específica. La ilusión de estar informado se parece mucho a la sensación de
adormecimiento de los sentidos.
En las escuelas de periodismo la pirámide invertida con sus “cinco doble V” sigue
siendo materia sagrada. Como un mandamiento. Si se quiere ser un buen
periodista, hay que conocer y saber aplicar las “cinco doble V” ante todo hecho.
Los informativos de radio son un claro ejemplo de obediencia ciega a esa ley. Y
con esto no queremos decir que no sirva o sea obsoleta sino que más bien se
aplica a cualquier información sin distinción. La noticia con su estructura
proveniente de la redacción de teletipos de finales del siglo XVIII se aplica sin
distinción en los informativos radiales tanto si la información está relacionada con
una amenaza de bomba como con un estreno de una obra cinematográfica. Tanto
si la información transmite un alerta de tsunami como una provocación de un
político a otro en campaña electoral.
Esa práctica que hace del periodista un redactor fatigado que estructura la
información como una máquina imprime remaches, se perpetuó al día de hoy
cuando lo urgente que muchas veces no lo es, desplaza a lo importante. Y si
hablamos de radio, mucho más aún. Podemos estar escuchando una noticia
absorbiendo por nuestros oídos la sensación de urgencia que se asemeja a los
trucos que usó Welles hace más de 70 años, perdiéndonos lo importante.
La radio está hecha de sonidos, esos sonidos nos plantean mundos (reales e
imaginarios), que dan lugar a la reflexión, a los conceptos, a las ideas. Eso es lo
que queda. Cuando escuchamos noticias en radio, nos quedamos menos con los
datos que con el mundo, el concepto planteado a través de estos informativos.
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Mundos confusos, inabarcables por el oyente común, donde nada se puede hacer,
sólo absorber como esponjas la tragedia inabarcable de la “realidad” que está más
allá de nuestro alcance.
Sin embargo, hay otras formas de percibir la realidad. Cuando ésta es narrada
desde las distintas subjetividades que la componen, poniendo en el centro de la
realidad a la dignidad cotidiana de las personas, la realidad cambia. Se hace más
cercana, más palpable.
3.6) La convención.
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en vivo para cubrir de forma directa la inminente invasión extraterrestre que
sacudía a la población.
Sólo basta con citar este caso de 1938 cuando Orson Welles adaptó a un libreto
radiofónico (género dramático) la famosa novela “La guerra de los mundos” como
una transmisión periodística en vivo (con formatos periodísticos).
Para conformar un relato, por tanto, se necesitan tres eslabones. El emisor (léase
él o los productores, locutores y demás profesionales), el medio (léase el lenguaje
y sus modos de expresión) y por último el oyente quien, finalmente, termina de
darle el toque final al relato.
Tanto emisor como receptor son dos entes absolutamente subjetivos. Sus lecturas
e interpretaciones de la realidad son personales. Son resultado de sus vivencias e
idiosincracias personales, sociales y culturales (y otros factores más sofisticados
que no vienen al caso profundizar). Por lo tanto, la realidad que conforman al
emitir o recibir un mensaje radial siempre estará atravesada por sus
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subjetividades. De aquí se desprende entonces que la construcción de un relato
radial (como de cualquier otro medio) es una representación de la realidad y nunca
la realidad misma. Periodismo y ficción, por lo tanto, son categorías que difieren
en su origen (género, generación, modo de producción) pero no en su
construcción formal (formato, forma) que es representación, artificio, lenguaje.
¿Cómo engañó a tanta gente Orson Welles? ¿Cuáles fueron los mecanismos para
hacer creer una invasión extraterrestre cuyo argumento pertenecía a una novela
de ficción, estaba sucediendo en ese momento y que los extraños seres de otro
planeta estaban acechando la ciudad? Aún cuando al comienzo de la transmisión
una voz suspiró aquella conocida leyenda que reza que “los hechos descritos a
continuación forman parte de una ficción” y que “cualquier se semejanza con la
realidad es pura coincidencia”.
Utilizó las convenciones del lenguaje. ¿A qué nos referimos con convenciones? A
los estereotipos. A aquellas formas de nombrar ciertas cosas que de tanto
repetirse se vuelven la cosa misma, a los oídos del oyente.
Decíamos que el lenguaje es artificio, es un modo de decir las cosas, no son las
cosas.
Por ejemplo:
Pero en estas instancias, nadie nos asegura que la música y el locutor son
sinónimos de verdad (ejemplo 1) ni que los efectos de sonido de las risas sean
sinónimos de comicidad (ejemplo 2) ni mucho menos que la música elegida para
comenzar un programa de radio sea, por si sola, el programa mismo (ejemplo 3).
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El lenguaje ha encontrado modos de expresarse y la repetición de estos modos
hace que nos olvidemos que sólo son eso, un modo, como otros tantos.
Para tener códigos comunes entre emisores y receptores. Los lugares conocidos,
reconocibles, generan tranquilidad y previsibilidad. A través de lo conocido y
fácilmente identificable no es necesario explicar para que se entienda, todos
sabemos de qué se trata y en ese idioma común nos sentimos cómodos y
acompañados.
Así, podremos, por ejemplo, hacer un informativo con distintas músicas, diferentes
para cada noticia. O empezar un informe con un testimonio sin presentación
previa, generando la expectativa de quién es. O usar los efectos de sonido para
trasladarnos a distintos espacios por más que los conductores permanezcan en un
estudio de radio. O lo que fuera. Con la consabida conciencia del riesgo.
3.9) El verosímil.
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Tomemos como ejemplo el teatro. El verosímil teatral responde a ciertos códigos.
Todos los espectadores saben que están adhiriendo a una mentira, a un artificio,
que el escenario de un teatro se convierte en una casa, en un parque, en una
fábrica, y que lo que sucede allí está sucediendo por primera vez aunque sepamos
que los actores recitan el texto función tras función. Hay un código en común, un
pacto entre emisor y receptor, un pacto de verosimilitud.
Cuando los hermanos Lumiere hicieron su primera función de cine que consistía
en una imagen de un tren en perspectiva, avanzando hacia la cámara, el público
huyó despavorido de la sala creyendo que el tren se les venía encima. No existía
un pacto de verosimilitud que contemplara que los espectadores entraran en la
ficción, en el juego.
Queremos decir que existe un verosímil aceptado por ambas partes, que es
resultado de una repetición. Tantas veces nos proponen una forma de
comunicación, un lenguaje, que al final terminamos por aceptar.
Nadie se pregunta con qué está hecha la sangre, cuántas veces tal actor repitió un
parlamento, dónde está puesta la cámara o con qué está hecho tal efecto de
sonido, a menos que nos resistamos a entrar en el juego o que sea evidente el
artificio.
El verosímil “periodístico”.
Ahora bien, en periodismo estos pactos entre emisor y receptor son más
complejos, espurios o, si se prefiere, no son establecidos de igual a igual.
Ejemplo:
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En el caso del periodismo: “esto está sucediendo”.
En este último caso, no existe conciencia aquí de que ante la realidad y el oyente
existe un intermediario (o muchos) que con o sin intención recortan la realidad
para que ésta sea convertida en una cantidad de minutos de sonidos para ser
transmitidos por radio.
“Todos los textos, aunque no lo digan, son en primera persona, así estén escritos
en tercera. Cualquier cosa que se escriba es necesariamente una versión
subjetiva. Escribir en primera persona es solo una cuestión de decencia, de poner
en evidencia aquello que son pero no muestran. Nadie puede dar cuenta de una
realidad completa sin pasar por el tamiz personal. El truco ha sido equiparar
objetividad con honestidad y subjetividad con manejo, con trampa. Pero la
subjetividad es ineludible. Simular que no hay alguien detrás de lo escrito es
amoral. Contra la apariencia de la objetividad, creo que hay que poner en
evidencia la subjetividad. La forma más clara de hacerlo es la primera persona”.
(…)
“Llevamos siglos creyendo que hay relatos automáticos producidos por esa
“máquina fantástica” que se llama prensa; convencidos de que los que nos
cuentan las historias son las máquinas-periódicos, porque esa máquina hace todo
lo posible para que sea así, porque necesita ese pacto para seguir pretendiendo
que lo que cuenta es la verdad y no una de las infinitas miradas posibles. Si hay
una justificación teórica, y hasta moral, para el hecho de usar todos los recursos
que la narrativa ofrece, sería esa: pensar que con esos recursos se está poniendo
en evidencia que hay una subjetividad, una persona que mira y cuenta”.
(…)
“Los diarios tratan de imponer “la prosa periodística”, “la prosa objetiva”, que más
que objetiva es castrada. Han construido muy cuidadosamente ese modelo que
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consideramos una escritura transparente. Hemos llegado a la convicción tácita de
que cuando vemos cierto tipo de prosa, no hay prosa, no hay escritura, nadie está
contando eso. Es el discurso del medio, de la máquina. A lo largo de tantos años
de acostumbrarnos, lo creemos. Volver a poner una escritura entre lo relatado y el
lector es la manera de decir: aquí hay alguien que está contando. Para que esto
suceda, para volver a introducir ese filtro de la escritura, la manera ha sido ir
encontrando formas, estilos, estructuras y demás que se opongan y se diferencien
de esa escritura transparente de los diarios en las últimas décadas”.
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4. El periodismo, un ejercicio subjetivo.
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entonces en dos grupos a los inevitables recortes que la gran cantidad de
información que arrojan los hechos:
Por ejemplo:
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relato periodístico sea este noticia, informe, documental, móvil de exteriores,
etc.
Estos son:
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1) SELECCIÓN
2) JERARQUIZACIÓN
3) CONTEXTO
4) PUNTO DE VISTA
En los medios gráficos el nivel de jerarquía está dado por el espacio. A mayor
espacio más relevancia. Por otro lado está comprobado que las páginas pares
atraen mayor atención que las impares, por lo que este también es un criterio
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que se tiene en cuenta al momento de jerarquizar las notas periodísticas en
gráfica. En radio, en cambio, el tiempo es el factor determinante. Por lo tanto a
mayor tiempo más relevancia. Por otro lado, el criterio de jerarquía del tiempo
está determinado por el orden en que los contenidos salen al aire. Se
presupone entonces que lo primero es más importante que lo segundo. Esto
también está supeditado a los horarios de escucha. Si se supone que en un
determinado horario hay más oyentes que en otro, este también será un criterio
definitorio en relación al nivel de importancia en que necesariamente los
contenidos se transmiten.
Nada está aislado. Un relato quiere decir relación de una cosa con la otra. En
ese sentido todo en la radio (como en otros medios) se relaciona entre sí (aun
no siendo siempre la intención). No es lo mismo interrumpir la programación
para dar una información como “último momento” que en el marco de un
boletín informativo donde cada noticia sale pegada a la otra. La información
según su contexto adquiere otra significación. Del mismo modo, las
clasificaciones de la información en contextos como POLITICA,
ECONOMIA, DEPORTES, SOCIEDAD, CULTURA, etc. implica una
decisión que hace al relato e influye decisivamente sobre este. Por poner sólo
un ejemplo, la información sobre una protesta social cuya metodología
consiste en un corte de ruta puede ser ubicada en el contexto de INFORME
DEL TRANSITO como así también de SOCIEDAD o POLITICA. Estas
elecciones de contexto son decisivas en la forma de concebir la información
como relato.
Ejemplos:
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En el segundo caso, contextualizar con sonidos de violencia a una protesta
social que no se había desarrolla, le sobreimprimió a la información una serie
de sensaciones de violencia que no se corresponden con la información en sí.
En el tercer caso, el argumento del dueño del restaurante era cierto y real. Pero
el periodista, al tomar sólo su caso como grave en relación a la falta de trabajo
generó indiferencia y desprecio por el reclamo por trabajo de miles de
desocupados.
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Narrar desde el periodismo.
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Periodismo y Literatura.
No hay vez que no me pregunten: ¿cuál cree usted que es la diferencia entre
periodismo y literatura? Es inevitable la pregunta y para mí es siempre un
fracaso. Intento, busco, doy vueltas y no consigo contestarla a satisfacción. Mi
convicción es que no hay diferencia. ¿Por qué tiene que haberla? ¿Quién
postula que la hay? Aceptemos la separación en términos de pactos de lectura:
el pacto que el autor le propone al lector: voy a contarle una historia y esa
historia es cierta, ocurrió y yo me enteré de eso (el pacto de la no-ficción). Y el
pacto de la ficción: voy a contarle una historia, nunca sucedió, pero lo va a
entretener, lo va a hacer pensar, descubrir cosas, lo que sea. Estos pactos de
lectura marcan una diferencia.
Durante mucho tiempo los periodistas que escribían ficción eran sujetos
bastante definidos. En un momento hacían periodismo y en otro ficción, y eran
claramente diferentes las herramientas en cada área. Esto empezó a disolverse
visiblemente hace cuarenta o cincuenta años, pero también eso es una
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convención, porque la crónica con herramientas de la ficción se ha trabajado
hace 2500 años. Heródoto, por ejemplo, era un excelente periodista, sus
crónicas de viaje son de lo mejor que se ha escrito, pero se le tiene como
padre de la Historia y literato.
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hacemos en los textos periodísticos. Robarle a la ficción lo que se pueda para
hacer mejor periodismo.
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Lo que Caparrós llama literatura podemos extrapolarlo a la palabra ficción. Y lo
que llama periódicos también lo extrapolamos a programas de radio
periodísticos o programación periodística.
John Hollowell, uno de los teóricos del llamado “Nuevo periodismo”, destaca en
uno de sus escritos que esta disciplina es contraria y adversa a los intereses de
los grandes capitales al poner en el centro de la escena al sujeto como
protagonista de la realidad y de ese modo promover el pensamiento
independiente en las personas, cosa que, según Hollowell, es contraria al poder
económico que tiende a dominar más eficazmente a las personas en grandes
masas manipulables, con poca conciencia de sus derechos y escasa capacidad
de discernir por sí mismos.
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mundo en el cual lo significativo es lo que les sucede a unos pocos y los demás
lo que deben hacer es consumir aquello que les sucede a esos pocos.
Me parece que la crónica se rebela contra eso e intenta contar lo que le pasa a
la gente más parecida a aquellos que leerían esa noticia. La crónica es una
forma de pararse ante esa estructura de la información que habla de unos
pocos y decir que vale la pena contar lo que le pasa a todos los demás. A
veces es más importante, más noticioso, más informativo para mucha gente
enterarse de lo que pasa con unas personas en una plaza cualquiera que leer
las declaraciones de un ministro. Puede hablar más de sobre su vida, su país y
sus circunstancias. Es una lástima que los medios no tomen la idea de que
sería mejor contar vidas cotidianas. El periodismo tendría que dedicarse a la
vida de todos”.
“En muchos países –España es uno de ellos– cada vez hay más casos de
personas mayores que mueren solas en su casa por efecto de algún ataque
cardíaco o cerebral, y cuyos cuerpos quedan varios días abandonados hasta
que el olor de la descomposición alerta a los vecinos. Así, resulta común
encontrar en la prensa artículos titulados “Encuentran el cadáver de otro
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anciano”. Sin embargo, nunca se titula “El anciano que vive solo y espera” y se
cuenta su vida cotidiana.
Este estado de la profesión debiera merecer una reflexión por parte de los
periodistas acerca de qué entendemos por noticia. Permítanme un ejercicio de
juego de roles. Imaginémonos en una redacción; nos llama una persona para
informarnos que en su edificio encontraron a un anciano muerto. ¿Qué
haremos? Enviaremos a un cronista y a un fotógrafo.
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En el caso expuesto por Ulanovsky Sack, verificamos entonces una de las
características esenciales del periodismo narrativo, en contraposición al
periodismo convencional. El centro de la escena, el protagonista, es el sujeto,
la persona (o grupos de personas), no como “daños colaterales” de un
determinado hecho sino como sujetos-subjetivos, valga la redundancia, con
vivencias propias, sentimientos, padecimientos, etc.
SUJETO NARRADO.
SUJETO NARRADOR.
5.5) De subjetividad.
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emite es un punto de vista –el punto de vista del autor. De allí la denominación
de “periodismo de autor” con la que también se hace referencia a este
movimiento.
Ahora bien, cuando hablamos del uso de primera persona no hay que
confundirla con hablar de uno mismo. Cuando un periodista empieza a hablar
más sobre sí mismo que sobre lo que lo rodea, esto deja de ser periodismo
para convertirse en un monólogo interior que probablemente no interese
demasiado, excepto que este forme parte de una novela o cuento, para cuyo
caso estaríamos hablando de otra cosa.
El rol del periodista es contar el mundo y sus posibilidades, eso lo incluye por
supuesto, y, a través de los sentidos y las palabras sinceras de un buen
observador-narrador podemos, como oyentes, adentrarnos más en ese mundo
que está ahí, del otro lado del receptor de radio.
Por ejemplo:
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Finalmente narra sus sensaciones personales sobre el acto de presenciar el
show sin describir el entorno.
Por otro lado, y desde el otro extremo, tampoco hay que confundir el uso de la
primera persona, sólo desde la formalidad. Usar la primera persona para no
involucrarse, para no mirar desde uno, no es usar de verdad la primera
persona.
Por ejemplo:
En este último ejemplo verificamos que desde el punto de vista del periodismo
convencional u “objetivo” es correcto que el periodista no se involucre. Pues,
desde el periodismo narrativo sería un gran error y significaría el
desaprovechamiento de una oportunidad única no hacer transparente su
situación subjetiva en relación al acontecimiento que narra y vivencia.
5.6) De experiencia.
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el dios del tiempo según los griegos. A diferencia de la estructura de la noticia,
la crónica aborda los hechos como se dan en la vida, uno tras otros, como en
el paso del tiempo (a pesar de que, por supuesto, es imposible atrapar el
tiempo), como en la experiencia de alguien que los transita.
LA SINGULARIDAD.
La experiencia de cada cual es única. Para cada cual la suya. Ya sea que dos o
más personas estén atravesando un mismo hecho, cada experiencia los
diferencia. Hecho que hace que cada relato sea único, inigualable.
LA PLURALIDAD.
LA INCERTIDUMBRE.
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LA PASIÓN.
LA TRANSFORMACION.
5.7) De transformación.
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en que los hechos lo atraviesan y lo modifican o no, pero acude a estos desde
el mayor desprejuicio posible.
El hecho ver esta película podrá reemplazarse por cualquier otro, como cubrir
esta manifestación, acudir a esta conferencia de prensa, etc.
Decir o mostrar
Por Martín Caparrós.
Una diferencia fuerte entre los modelos periodísticos es la elección entre decir
o poner en escena. La elección de la crónica es poner en escena. Por eso
necesita más espacio para desarrollar situaciones, personajes, porque apunta
a producir en el lector la sensación y no a decirle “la sensación es esta”. Que el
lector vea con uno ciertas cosas y reaccione de cierta manera, no decirle por
qué debería pensar ciertas cosas. Uno puede decir “La escena era
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conmovedora” y ya; para construir una escena conmovedora se necesita un
desarrollo y cierta habilidad narrativa.
Hay que tener cuidado acerca del partido que uno toma: el de decir o el de
mostrar. Obviamente es relativo. Uno puede decir en unos momentos y
mostrar en otros. Reforzar una puesta en escena con un subrayado, pero
manejándolo, sabiendo que se está frente a estas dos opciones y que la
mezcla de ambas es otra opción posible. Teniendo en cuenta que es una
mezcla y que se tomó esa opción.
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es un narrador, un narrador de la realidad que intuye dónde hay que mirar y
por qué o para qué.
Si algo le llama a uno la atención especialmente, hay que confiar en que eso
va a llamarle la atención a los demás. Confiar en ese entusiasmo por las cosas
que a uno le sorprenden y tratar de enterarse por qué suceden esas cosas.
Caparrós agrega: “Me gustan las crónicas que narran algo que todo el mundo
ve todos los días. Me gusta la idea de enfrentarme con lo evidente y hacerlo
visible. Una crónica sobre Birmania es fácil, lo difícil es contar la manzana de
tu casa. Obviamente la muleta del exotismo facilita mucho las cosas. Uno sabe
que tiene que estar mirando y mira con esa virginidad que permite ver en cada
cosa lo digno de ser contado”.
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