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PARANAMPACC

(Para que llueva)


Seudónimo: El pequeño escritor.

En el mediado del mes de febrero de hace cuatro décadas atrás, cuando la


naturaleza se mostraba apacible, pero a la vez amenazante de no cumplir su
ciclo de estación, como recordándoles a los pobladores, la celebración de la
tradicional fiesta de la lluvia que se realizaba todos los años en esta localidad
llamada Q’umir Raphi, pequeña comunidad del apoteósico ciudadela de
Yauyos, ubicado en la serranía del Perú; cuyos habitantes tenían como
principal fuente económico las actividades agrícolas y ganaderas, por lo que se
preparaban para realizar una festividad en honor a ILLAPA, el especial,
respetado y admirado, Dios de la lluvia, puesto que la prosperidad de su
agricultura y ganadería dependía de su acción divina. En vísperas de la
celebración de esta fiesta, el pueblo pasaba por una escasez de agua para sus
cultivos, por este motivo la fiesta era en ese momento una prioridad.

En vísperas de la celebración de esta fiesta, el pueblo pasaba por una escasez


de agua para sus cultivos, por este motivo la fiesta era en ese momento una
prioridad.

Este lugar era liderado por Ismael, hombre de unos 50 años, inteligente,
tenaz y de carácter, de baja estatura, de ojos pequeños, una cabellera
prolongada como cuerdas deterioradas, dirigente del pueblo Q’umir Raphi, era
un agricultor muy querido y respetado por todos, era el Alcalde del lugar y el
que motivaba a que la fiesta se realice y participen todos los habitantes,
asimismo gestionaba para que participen la gente foránea. Él era quien
cultivaba en la población diversos valores como el respeto a las prácticas
ancestrales y concientizaba sobre la relación armoniosa que debe existir entre
el hombre y la naturaleza.

Cada año, durante la festividad, se solía elegir a un representante, quien


llevaría a cabo la organización de este evento. En esta ocasión, estaba a cargo
de Pedro, un joven amante de la agricultura y la ganadería, de estatura

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promedio, sus miradas calculadoras parecían percibir la visión del futuro. Él
coordinaba las acciones a realzar con el Alcalde Ismael. Sin embargo, la
festividad se veía frustrada por un grupo de pobladores, quienes la
consideraban innecesaria y ridícula. Este grupo era liderado por Francisco, un
hombre blanco como la nieve y alto, de mirada dominante y una protuberante
frente, cual un inmenso camino.

- ¿Por qué motivo realizar esta fiesta?, ¿Será cierto que lloverá con una
ridícula fiesta? ¿No será que de nuestros recursos y aportes se estará
aprovechando la comisión organizadora? En lo absoluto, no estoy de acuerdo –
indicó Francisco a sus seguidores.

Al tomar cuenta de esta idea negativa y contraria el señor Alcalde, de


manera muy reflexiva y con parsimonia, le dijo:

-No lo comprenderás, es parte de nuestra cultura y a su vez nos permite


conectarnos con la naturaleza para poder cultivar nuestro suelo. El medio
ambiente nos brinda lo suficiente para satisfacer nuestras necesidades, pero no
la apatía de algunos.

La preparación se desarrollaba y simultáneamente la molestia de los hombres


opositores se acentuaba.

- ¡No entiendo el motivo de su enojo y repulsión! – expresaban algunos.


- ¡Ellos aún son incapaces de asimilarlo!, ¡ellos aún no son capaces de
entender la capacidad de la tierra y el cielo!

En un pequeño lago del pueblo, se encontraban Ismael y Pedro,


angustiados por el contexto que no permitía el desarrollo pertinente de la
fiesta del PARANAMPACC.

- ¡Señor Ismael! Estoy preocupado, considero que voy a arruinar la


festividad, no puedo gestionarla con gente oponiéndose a ella.

- No es necesario que te preocupes por ello, pese a todas la peripecias y


contratiempos, la fiesta se va a desarrollar.

Escucharon que en pueblos vecinos se realizaban fiestas con pirotécnicos


como bombardas y cohetones, y decidieron realizarla de esa forma.

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- ¡Pedro!, sería novedoso realzar la fiesta con cohetones y bombardas.
- Sí, señor Alcalde, podríamos programar una actividad para reunir el
dinero y adquirirlos.

- ¡Excelente idea Pedro! Santiago, el laceador de vaquillas, será el


encargado de comprarlos y traerlos un día antes de la celebración.

- Será estupendo hacer la fiesta de esa forma. Expresó Pedro

Mientras que ellos coordinaban, una reunión se realizaba paralelamente.


Era dirigida por Francisco.

- No podemos permitir que esa absurda fiesta ocurra.

Diego, uno de los secuaces de Francisco, dejaba relucir su indignación y su


furia maquiavélico:

- ¡Vamos a destruir un día antes de la celebración, todos los adornos con


los que han decorado el pueblo!

- Cuando llegue el día, estarán decepcionados y cancelarán la fiesta -


agregaba Francisco.

Todos se reían de los planes que harían. Para ellos, la fiesta era un signo de
retraso para el pueblo.

- ¿Cómo podían dirigir peticiones a fenómenos naturales? murmuraban.

Se alejaron todos, y cada uno regresó a sus hogares caminando por el


desolado y triste pasaje que los había cobijado desde su infancia y que había
sido testigo de muchas travesuras y aventuras que guardaban bellas
añoranzas. Con la ingenuidad de niños, escuchaban los ecos a través de los
enormes cerros y cuando éstos eran más fuertes, corrían asustados a sus
casas donde la voz paternal los protegía.

En su juventud, algunos de estos malos comuneros se habían quedado en


el lugar, pero Francisco se fue a la ciudad y allí estudió en uno de los colegios
más grande de la zona. Cambió sus ideales, sus vivencias, sus costumbres, su
visión, e interés por la forma de vida, en la ciudad fue apasionante, a tal punto

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que olvidó de sus raíces hasta rechazarlas. Sólo regresaba por ocasiones y no
entendía las creencias de su pueblo.

Un día antes de la festividad, aprovechando la oscuridad de la fría noche,


Francisco y sus secuaces, se dirigieron con subrepticio a la plaza central,
donde se hallaban las decoraciones, la ambientación y otros preparativos al
gusto del Dios ILLAPA, y comenzaron a estropear sin ningún remordimiento.

En el amanecer del día de la festividad, cuando la alegría, el gozo, la


satisfacción reinaba en el ser de la gente buena; de pronto un resonante grito
de aflicción y frustración despertó a Ismael y a Pedro, quienes se precipitaron y
fueron a la plaza central, solo para enterarse de todo lo que les sucedió contra
los preparativos.

- ¡No!, ¡no puedo considerar que Francisco haya sido tan capaz! ¡malos y
incrédulos! ¡No podemos permitirlo, debemos rectificar su actitud! - exclamó
Pedro.

– ¡Tranquilízate! - Sereno y apacible se mostró Ismael.

Los pobladores observaron anonadados a Ismael, debido a su reacción


ante lo sucedido.

– Recordemos que lo más relevante de esta fiesta no es la cantidad de adornos


con los que ornamentamos el pueblo; sino la persistencia, la fe y la gratitud con
la que desarrollamos nuestra actividad festiva.

Todos honraron a Ismael por su sensatez y por su decisión de continuar con


la fiesta pese a lo sucedido.

La fiesta se realizó y ante la sorpresa de todos, en el mismo momento en


que todos danzaban entre los adornos dañados, también estaban Francisco y
sus acompañantes, como evadiendo las sospechas de una mala acción. Fue
en ese instante cuando el cielo comenzó a cubrirse de nubes oscuras y negras.
Después de unos minutos la llovizna comenzó a precipitarse ante la alegría de
todos. Todos empezaron a escuchar el sonido del agua precipitada: ¡Plic!,
¡Plic!, ¡Plic!; saltaron de alegría, ya que ellos llevaban más de un mes sin
que sus cultivos recibieran el agua para florecer. La papa, las hojas del maíz,
todos sus cultivos mostraban su sensación de sonrisa y celebraban el regadío.

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Los cultivos de Francisco y su gente, eran las que más gozaban, cuya
emoción era transmitida, como por obra divina, a su ser interna de estos
“malos” agricultores.

Todos observaron a Francisco y a sus seguidores, quienes permanecieron


amilanados, avergonzados y cabizbajos por su actitud.

Era la respuesta de la naturaleza, que sobre toda la cosa comprendía la


necesidad de su pueblo. La lluvia en ese momento fue una necesidad para sus
campos, para su economía, para brindar a sus hijos la tranquilidad, y
atenderlos en su alimentación.

Francisco, en ese instante, no sabía qué hacer. Pero entendieron que era
momento de reconocer su error y ante la mirada de los demás se dirigió a ellos:

-Estamos avergonzados, ustedes tenían mucha razón, nuestras costumbres


ancestrales están ligadas a la naturaleza. Ante ustedes nos comprometemos
que seremos nosotros quienes organizaremos la fiesta del PARANAMPACC el
siguiente año – dijo Francisco, humillado.

Todos aplaudieron su cambio, y en ese momento la música que


emanaba del antiguo arpa indujo a todos a una danza tradicional. Esa noche se
dibujaba una gran sonrisa en lo alto y, la algarabía de todos denotaba unidad
en el pueblo.

FIN

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