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MAICOL Y EL TIGRE

Seudónimo: “El ecologista”


Un ambiente ecológico, el bosque de Tirimay, poblado por diversos animales, un pequeño
zoológico sin comparación, donde los árboles bailaban alegremente con el viento y los
animalitos jugueteaban como los niños invadidos de la razón de vivir, estaba circulado por
un muro. Exactamente, frente a este Edén vivíamos mi familia y yo. Una humilde, pero
ordenada casa, construida con guayapules y palos de finos robles, junto a ella una
pequeña colina que me servía de mirador, desde donde se podía divisar todo el panorama
de Tirimay. ¡Mi lugar preferido!
-Comunicarme y relacionarme con estos personajes del zoológico, mi gran sueño.
Un día mi madre me llamó la atención con voz imperativa:
-Maicol, ¡escuchadme bien, por favor!: nunca te acerques a aquel bosque. Los animales
son sumamente peligrosos y salvajes, te pueden causar mucho daño.
Mi ilusión de juguetear e interrelacionarme con aquellos animalitos se veía derrumbarse,
no supe si era momentáneo o para siempre.
Sonaban las palmeras, cuando de pronto miré a un tigre herido, pálido y con rasgos de
sangre. Sin temor, olvidándome de las recomendaciones de mamá, pude trasponer la
pared y dialogué con aquel tigre mediante rugido, unos a otros nos temíamos, pero nos
hicimos amigos.
_ ¡¿Qué ha pasado?! - le pegunté desesperado.
_ ¡lo que pasa, es que los cazadores me quieren asesinar!
_ ¡Te voy ayudar, para que puedas escaparte de ellos! Saber será tu nombre – le dije al
ver sus colmillos afilados dientes de sable. Se sintió orgulloso y satisfecho.
“Huimos del lugar atemorizados, el felino parecía como un enorme elefante, tenía las
patas gruesas, sus orejas grandes y tenía la cola cortada “.
_ ¡Oigan! ¿a dónde van? ¡Este lugar es muy peligroso! - Dijo don Julián, el cuidador del
bosque.
_ ¡No don Julián, estamos huyendo de los cazadores que quieren asesinar al tigre!
_ ¡Porqué, al tigre, porqué!
“Empezaba cerrarse la noche, los cazadores seguían buscando a Saber, por todo el
bosque; y cuando descansaba en los pastizales de la floresta junto con mi nuevo amigo,
escuché los sonidos temerosos de las armas de los cazadores, poco a poco sentía que se
acercaban donde dormíamos; y de un descuido lograron atrapar al felino; en ese
momento me puse entristecido.
_ ¡Maicol, sé valiente, no llores, el tigre regresará, los cazadores sólo suelen sacar el
pelaje de su cola, que les trae mucha suerte para el negocio - dijo Bruno, un amigo
traicionero que formaba parte de los cazadores.
_ ¡No quiero dejarlo solo, lo van lastimar!
_ ¡Bruno, tú me traicionaste!
_ ¡Yo nunca te he fallado; querido Maicol!
_ ¡Sí Bruno, Sí! no te creo!
- ¡Bruno!, por favor dime, ¿A dónde lo llevan?, a los tigres los matan por el dinero y
porque su cuerpo posee muchas propiedades curativas, su piel es muy costosa. Es
importante que viva porque su supervivencia es tu vida.
- O sea que, ¡fui engañado y utilizado! – dijo Bruno, un tanto asombrado y convencido.
_ ¡Está bien Maicol, está bien! ¡te lo diré! ....
Estaba oscuro el bosque. Bruno me confesó todo.
Fui al lugar donde me dijo, me fijé bien en los bellos árboles, y miré al tigre, azotado y
atado al árbol, sus ojos vendados, muy herido. Estaba en la orilla del Rio Kotu; estaba por
ser matado y despellejado, allí estaban también los cazadores, con sus espadas y
lanzas, yo miraba, no podía hacer nada; pero no fue el obstáculo para verle sufrir.
- ¡No; no te preocupes Maicol!
- ¡No voy a dejarte, con esos cazadores te van hacer daño! - dijo Bruno
Los cazadores se dieron cuenta de que yo estaba en ese lugar; me empezaron a buscar.
- ¡Dónde puedo esconderme, dónde!
“Me subí en la copa de un árbol, mi corazón latiendo de miedo, mis ojos tristes, mis oídos
atentos, observaba a mi amigo Saber. Rogaba a Dios que no le pase nada. Mientras los
cazadores me buscaban desorientados; bajé del árbol, y me fui donde él. Él estaba
agotado, con dolor, y sufriendo.
- ¡Que te pasó!, ¿estás bien?
- ¡Nada !, ¡Nada, todo está bien Maicol!.
Al día siguiente, los cazadores seguían buscándonos; pero no me separaba de él y nunca
lo haría. Cuando estábamos retirándonos del bosque, uno de los cazadores llamado
Frank disparó contra el tigre; por el sonido venía más y más cazadores.
Saber no se rindió, y se enfrentó a sus enemigos. Escuché los balazos. Fui corriendo
hacia él, le miré tirado sobre el suelo, sin habilidad, y con un gran dolor. Mientras que los
cazadores seguían entretenidos persiguiendo a otros animales, me acerqué a su
lado, con lágrimas. Mi amigo pujaba del dolor; con su voz agotado y entrecortada y con
los ojos fijos y con pupilas dilatadas, me dijo:
- ¡Maicol, te quiero!, ¡nunca te olvidaré!, quiiiero de deeecirtee que cuides aa mis hiii… -
y cerró los ojos.
No logré entender su última frase, al parecer, quiso decir ¿hijo? Fue en vano nuestra
lucha, perdí a mi único amigo.
Triste, abatido, con llanto en los ojos y enojado corrí hacia mi casa. En mi carrera tan
precipitada caí fuertemente en una de las trampas de los cazadores, dañándome los
brazos y pernas. Luego de varias horas de cautiverio fui auxiliado por don Julián.
- ¡Hayayay!, hijo mío, te dije que te cuidaras, te llevaré a tu casa, estos tramperos
son prepotentes y amenazadores – Expresó su impotencia, el gran guardián del
bosque.
Mis padres, que me estuvieron buscando, indignado y molestos me llevaron al médico.
Las heridas de mis piernas eran incurables, puesto que la trampa era mortal para los
animales.
- ¿Muerte lenta?
- Así, puede ser - dijo el médico, fingiendo la verdad.
La fatalidad se apoderaba de mí, y por cosas del destino fui rengueando hacia una colina
apartada de esta pequeña selva, y como que el espíritu de Saber nos uniera, encontré
rugiendo a unos pequeños tigrillos bajo una cueva muy secreta.
-¡Oh! Sorpresa - Parafraseando las últimas palabras de mi amigo, rápidamente se iluminó
mi mente que eran sus hijitos. Rugiendo y rugiendo, en su lenguaje, les dije:
- Soy amigo de tu papá, él ya nunca más vendrá, seré tu amo, te cuidaré hasta cuando
pueda.
Ellos cariñosamente, se pusieron a ronronear como unos gatos. Estaban muy delgaditos,
de hambre. Al ver mis heridas, muy suavemente se puso a lamer, cuyo efecto se expresó
en mi interior como un poder de vitalidad y sanidad. Las llagas empezaron a cicatrizar. Al
día siguiente se formaron costras y al cabo de unos días sanó. Era el resultado de las
propiedades curativas que poseen los tigres.
Mis padres se alegraron mucho y se convirtieron en los protectores de los animales de
este pequeño paraíso. Nunca más cazadores.
Pasaron los años, los tigrillos se volvieron grandes, fuertes, y hermosos. Una gran familia
inseparables. Cumplí 17 años felices y juntos para siempre.

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