Está en la página 1de 32

pág. 1 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E.

Santa Rosa de Lima 2


La leyenda de la mandioca
La bella hija de un jefe indio, adorada por sus padres, inocente como una paloma y un
símbolo verdadero de la castidad pura, apareció un día con las señas inequívocas que
preceden a la maternidad.
El jefe de la tribu, presa de una gran indignación, en vano pregunta quién era el
causante de su desgracia. La joven nada pudo explicar. El padre entonces la amenazó
con la pena de muerte, pero ni aun así obtuvo respuesta. Entonces la joven fue hecha
prisionera y condenada.
Y ocurrió que la noche precedente a la ejecución, el jefe tuvo un sueño extraño, se le
apareció un ser misterioso, blanco como la nieve, de las cordilleras, quien le dijo que
debería considerar virgen a su hija, a pesar de su estado. "Ella no tiene la culpa, ¡no es
culpable tu hija!", dijo la aparición.
El padre asombrado hizo caso a las palabras de la aparición, y revocó la pena capital. La
muchacha dio a luz a una niña y murió. La criatura, llamada "Maní", fue la alegría de
todo el pueblo indio. Era hermosa como una flor del campo, alegre como un pájaro del
bosque, y siempre estaba cantando, bailando y riendo, pero ¡ay!, no sobrevivió muchos
años a su madre, y pronto se fue para siempre.
Su muerte fue motivo de un duelo inmenso para toda la tribu. La sepultaron al pie de un
gran árbol a orillas de la selva virgen. Al poco tiempo aparecieron sobre su tumba las
hermosas hojas de una planta extraña, completamente desconocida hasta
entonces. Cuando la planta hubo crecido, los indios descubrieron raíces que tenían una
carne blanca de sabor exquisito, y entonces comprendieron que el pueblo indio había
sido visitado por un mensajero de los dioses, y que ese ser misterioso estaba ofreciendo
ahora su carne a la tribu.
La planta recibió el nombre de "Maní ro'o" (carne de Maní), y tal fue el origen de
"Mani'o", o Mandi'o.

PU BL I C ADAS POR  UN KN OW N  A L A/S  11:39   

E T I QU E T AS:  L EY EN DA GU ARAN Í

pág. 2 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
Sopa de piedras
En cierta ocasión, un viajero que iba cargado con un ligero petate y una olla vacía,
llegó a un pueblo que no conocía. Llevaba días caminando y estaba sucio, cansado y
sobre todo hambriento.
Se dirigió a la plaza y vio que estaba muy animada. Entre el bullicio distinguió a
algunas personas sentadas degustando buenos trozos de queso con pan de hogaza y
refrescándose a base de beber vino de la última cosecha. Se acercó a ellas y les pidió
por favor si podían invitarle a comer algo pues hacía más de dos días que no se
llevaba nada a la boca. Por desgracia, nadie quiso compartir con él ni unas migajas.
Entristecido, pero sin perder el ánimo, avistó una fogata en medio de la plazoleta.
Cogió su olla, la llenó de agua en la fuente pública y metió dentro una piedra limpia y
lisa del tamaño de una naranja. La gente, extrañada, se acercó a él.
 ¿Qué hace usted? ¿Acaso va a cocinar un pedrusco? – le preguntó un lugareño
descarado, cuya voz sobresalió entre los murmullos de la gente que se miraba con
cara de asombro
– Tengo una piedra que podría decirse que es mágica y hace la mejor sopa del
mundo. Ahora mismo ustedes van a comprobarlo con sus propios ojos.
Decenas de personas se arremolinaron en torno al viajero ¿Una sopa mágica? ¡Eso
había que verlo! La expectación era máxima.
Cuando el agua empezó a hervir, el extraño vagabundo sacó una cuchara de su bolsa
y la probó.
– ¡Uhmmm!… ¡Qué rica está quedando mi sopa! Claro que si tuviera algo de carne
estaría más sabrosa…
Uno de los lugareños le dio un pedazo de jamón que acababa de comprar.
– Pruebe a echarle esto, a ver si ayuda a mejorar su sabor.
Al rato, el viajero la probó de nuevo.
– Realmente está más rica, pero con un poco de verdura quedaría aún más exquisita
– exclamó en alto para que todos le escucharan.
Una mujer que salía del mercado y se había unido al curioso grupo, también quiso
contribuir a esa curiosa receta.
– Tenga… unas zanahorias y unas berzas para añadir al caldo.
El hombre las aceptó encantado, las echó al a olla y se llevó un poco de líquido
caliente a los labios.
– ¡Qué maravilla! Pocas veces he comido algo tan delicioso… ¿Alguien tiene media
docena de patatas y un poco de sal para realzarla un poco más? ¡Esto ya está casi
está!
– ¡Yo tengo! – dijo un muchacho deseoso de probar la sopa – Espere un momento que
me acerco a casa y ahora mismo le traigo lo que le falta.
pág. 3 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
Tal como había prometido, el chico apareció minutos después con las patatas y la sal,
que fueron a parar a la cazuela junto con los demás ingredientes.
Cuando la sopa estaba en su punto, el viajero dijo a todos los allí presentes que
fueran a buscar un plato ¡Tenían que probar aquella maravilla!
Hombres, mujeres y niños degustaron la sopa de piedra y la encontraron
espectacular. El perspicaz e inteligente viajero había conseguido que la gente del
pueblo creyera que estaba tan rica por los efectos mágicos de la piedra, cuando en
realidad, estaba buenísima porque entre todos habían llenado la olla de buena comida
y sabrosos condimentos.
Una vez que el hombre sació su apetito y se sintió con fuerzas, lavó la piedra y se la
metió en el bolsillo ¡Probablemente volvería a necesitarla para poder comer!
Como demuestra esta historia, a menudo el ingenio es más importante que los bienes
materiales ¿No te parece?
 

Ç
pág. 4 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
Lágrimas de Potira
Mucho antes de que los blancos llegaran a las tierras menos pobladas del interior de
Brasil, ya vivían allí muchas tribus indígenas, en paz o en guerra, cada una siguiendo
sus costumbres. De una de estas tribus, en paz con sus vecinos desde hacía tiempo,
formaban parte Potira, una hermosa india agraciada por Tupá con la hermosura de las
flores, e Itagibá, joven fuerte y valiente.

Era costumbre de la tribu que las mujeres se casasen pronto y que los hombres lo
hicieran al convertirse en guerreros. Cuando Potira llegó a la edad de casamiento,
Itagibá adquirió la condición de guerrero. Ambos se amaban, habían decidido compartir
sus vidas, compartir sonrisas y momentos difíciles, ser compañeros. Y aunque otros
jóvenes también suspiraban por Potira, ella no tuvo dudas, y se unió con Itagibá en una
gran fiesta.

Eran tiempos tranquilos y la felicidad les acompañaba. Los periodos de separación que
coincidían con viajes para contactar con otras tribus o con cacerías, hacían que volvieran
a verse después con más ganas, que se unieran más de lo que ya estaban. La alegría de
cada reencuentro compensaba las noches a solas.

Llegó un día, sin embargo, en el que el territorio de la tribu fue amenazado por vecinos
que codiciaban la abundante caza que había en él, e Itagibá partió con sus hombres
para la guerra. Potira vio alejarse las canoas río abajo, preparadas para el
enfrentamiento, sin saber qué sentía exactamente, aparte de la tristeza de separarse de
su amado sin una fecha concreta a la que aferrarse esperando su vuelta, sin poder
contar los días... Pero no lloró como las ancianas de la tribu, quizá porque nunca había
visto ninguna otra guerra.

Todas las tardes iba a sentarse a la orilla del río, esperando pacientemente, tranquila.
Ajena a los risas de los niños, solo esperaba, escuchaba el rumor de las aguas del río
queriendo oír en ellas el sonido de un remo batiendo en el agua, imaginando el dibujo de
una canoa recortándose en la lejanía. Cuando el sol se ponía, retornaba al poblado con
la imagen de Itagibá aún en mente, sonriendo pues en cierto modo había pasado con él
la tarde...

Fueron muchas tardes iguales, una tras otra, y el dolor de la nostalgia se iba
imponiendo. Pero cada tarde volvía con la misma ilusión al encuentro de su amado, y
esa esperanza hacía que cada mañana siguiera levantándose y cumpliendo sus tareas
con una sonrisa en los labios, porque a la tarde se reunirían. Y si no era esa tarde, sería
la siguiente...

Una de las tardes en las que Potira escudriñaba el horizonte en busca de esa sombra
recortándose en él, el canto de la araponga retumbó en los árboles. Y el rostro de Potira
se ensombreció, y su sonrisa se perdió en las aguas del río. Porque todos saben que el
canto melancólico de la araponga solo anuncia acontecimientos tristes, y nuestra india,
bella como una flor, codiciada por tantos hombres... supo que eso ya no importaba, que
pág. 5 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
nada importaba, porque el araponga había anunciado la muerte de Itagibá. Y por
primera vez lloró. Sin decir palabras, como no habría de decirlas nunca más. Lloró, lloró
y siguió llorando, y las lágrimas que descendían por el rostro fueron haciéndose sólidas y
brillantes a su paso por la cara y el aire, yendo a parar al lecho del río por el que Itagibá
había partido.

Y se dice que Tupá, conmovido, transformó esas lágrimas en diamantes, perpetuando


así el recuerdo de un amor intenso y puro. Y así fue como a la llegada del hombre
blanco, le recibió una tierra en la que las pasiones abundaban... y que seguía guardando
las valiosas lágrimas de Potira a las que tanto valor se daría después... pero olvidando
su origen.
Publicado por AMIGOS DEL SABER en 8:18 

pág. 6 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
EL CATO Y EL JUNCO
Después de un día de duro trabajo, Tintoba, un joven alto y fuerte, fue a bañarse a la
laguna. Estaba tan cansado que, tras el baño, se sentó bajo un sauce y se quedó
dormido.
Las risas de unas mujeres lo despertaron y una de ellas le ofreció agua de su cántaro. A
Tintoba le bastó mirarla para quedar enamorado. Al día siguiente, no puedo dejar de
pensar en ella; al otro día, no pudo comer ni dormir; al tercero salió a buscarla para
calmar su desasosiego. Recorrió un pueblo, y otro y otro, y, como en ninguno la
encontró, decidió quedarse en la aldea más cercana al lugar donde la había encontrado.
Allí Tintoba aprendió a tejer y a teñir lanas.
Meses después, una mañana Tintoba escuchó el griterío de unos niños. Se asomó a su
puerta y vio una rica comitiva cargada de pieles, plumas y joyas. Las llevaban como
presentes para la hija del cacique. Esa noche, paseando su dolor no muy lejos de la
laguna, Tintoba encontró a una bella muchacha llorando, acurrucada contra el tronco de
un árbol.
Ella alzó sus ojos brillantes y él la reconoció: ¡era la misma que le había ofrecido agua
de su cántaro! Se llamaba Súnuba y había sido prometida en matrimonio al cacique
guerrero; no quería casarse con él, pero su padre la obligaba. Tras este nuevo
encuentro, acordaron reunirse más adelante. Súnuba se fue a casa de su padre. Tiempo
después, Tintoba supo que el padre había partido a luchar contra otra tribu y buscó de
inmediato a Súnuba. Así, los enamorados pudieron visitarse y compartir su felicidad.
Súnuba se puso más hermosa que nunca y, un poco antes del regreso de su padre, huyó
con su amado al valle de donde él era originario. Juntos sembraron árboles frutales que
dieron jugosos frutos. La vida les sonreía. Pero una tarde, encontraron en su casa a un
mensajero del cacique. ¡Por fin los había encontrado! Los jóvenes comparecieron ante el
gran sacerdote Chibcha que decidía el destino de los hombres, y éste ordenó que ella
debía despedirse del joven y volver al hogar paterno.
Publicidad
Al llegar, el padre la miró con severidad y le dijo: --Yo te prometí, siendo niña, a un
cacique amigo mío. –yo no quiero casarme con él –respondió Súnuba. –Mi palabra debe
cumplirse. Súnuba, llorando, afirmó:  --Es mi amor lo que debe cumplirse. Y, dándole la
espalda al padre, corrió a reunirse con Tintoba. El muchacho, mientras tanto, también
había salido en busca de su amada, cuya ausencia no podía soportar. Casi en el límite
del valle, en las inmediaciones de una laguna, se divisaron a lo lejos. Uno y otro
corrieron a abrazarse.
Un ruido retumbó por todo el valle y la tierra se estremeció. En su carrera, Tintoba sintió
de pronto que sus piernas se hacían lentas y dejaban de obedecerle; su cuerpo, antes
joven y flexible, se iba transformando en un cacto lleno de espinas. Súnuba quedó presa
en el fango de la orilla de la laguna y se convirtió en un grácil junco mecido por el
viento. El valle quedó de nuevo tranquilo y silencioso. Los dos amantes permanecen allí:

pág. 7 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
un cacto no lejos de la laguna y, en la orilla, un junco que se mece. Se contemplan
todos los días, pero no pueden hablarse.

EL PUEBLO DE LAS PIEDRAS


Entre Charaña y Rosales, a los pies de una comunidad llamada Muru Amaya, se ubica
esta formación geológica que se conformó ya hace 10.000 años. Allá las formas
imposibles se funden con el trazo de sus historias. Y el que entra, si sale, nunca queda
indiferente.
El sol caía horizontal y la sed, grasienta, me devoraba los labios. Mis pies escrutaban el
vacío y mi cuerpo se deslizaba por el borde del cañón, una inmensa dentadura de
encantos verticales, temblando entre las dos paredes rojizas. Se cumplía la leyenda de
la ciudad de piedra: “Uno sabe cuándo entra, pero nunca cuándo va a salir”.
Minutos después, en un último y fugaz vistazo al atravesar el filo de la garganta por un
paso que se llama la escalera, me cercioré de que el aliento de la ciudad de piedra
realmente existía. Ella, eterna y semiburlona, nos despachó con aires de clemencia, ya
que esta historia comenzó con muy malos presagios.
Aquel martes los todoterrenos colorados de la prefectura avanzaban dando tumbos por
el camino sin asfaltar que conducía al complejo rocoso, una titánica formación geológica
de más de 2.000 kilómetros cuadrados que data de hace 10.000 años. Por aquel
entonces, el volcán Anallajchi (5.583 metros) —próximo al Sajama— explotó sin tregua
conformando ese lindo sueño de canto y arena Y todo resultó normal hasta que llegamos
al pueblo de Calacoto, acompañados por la vieja y denostada vía férrea. Allí, un extraño
arco iris de doble arco doblegó las primeras conciencias. Luego, tras cruzar el río, el
cielo se atragantó con el azul tridente de los rayos y una golpiza de granizo embistió
hasta estremecer el suelo.
Fue en esa atmósfera que aterrizamos en Muru Amaya —el corazón de la ciudad de
piedra— casi en la anochecida. Y la pequeña comunidad dispuso el tercer guiño de
casualidad. En quechua su nombre significa “la pared de la muerte”. Así, tan sólo el
delgado hilo de voces de la Panamericana resonando en una destartalada radio.
sepultaba los maltratados nervios.
Hacia ninguna parte
A la mañana siguiente, las luces malvas del alba enfocaron la escena de la partida. Y nos
dimos cuenta de que Muru Amaya estaba en medio de una fortaleza natural de cerros
escarpados, donde las rocas se sucedían esbeltas como teclas de piano. Nos
acompañaban tres comunarios —Gregorio, Jaime y Justo—, que se movían cual
vizcachas por entre el laberinto de piedras.
El ascenso y la proximidad a la mastodóntica estructura cambió las perspectivas. Los
peñascos crecían y crecían tomando formas de lo más caprichosas y, abajo, el pueblo se
convertía en una leve mancha de adobe y un reflejo agudo de calamina.
En la entrada al complejo de piedra, un pasillo estrecho y tenue se veía a palmos. Sin
embargo, al fondo de la corta senda, comenzaba la leyenda de la que dicen ciudad
pág. 8 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
encantada (Pumiri). Silencio y vacío. Una superficie plana de guijarro y tierra se
extendía al infinito besando los cuatro puntos cardinales.
Los primeros pasos no hospedaron ruido alguno. La vida parecía ahogada por los bordes
del barranco y el lugar era un desierto donde nada se escuchaba. Únicamente las
siluetas que se erguían en cada esquina —chimeneas, calaveras y lenguas de piedra—
querían contar algo. “Cientos de caravanas de gente han muerto durante años
intentando cruzar de un lado a otro lado recordaba Gregorio.
El conoce bien la zona, pero, a pesar de eso, no dejaban de martillear en mi cabeza
otras palabras como advertencia: “Uno sabe cuándo entra, pero nunca cuándo sale”. La
sensación de pérdida era una maldición que se llevaba encima. Incluso, el vuelo de los
pocos pájaros si acaso se volvía un murmullo sordo.
Y la pampa que se insinuaba en un principio no era tal. Casi sin darnos cuenta, en
segundos, nos rodeaba una cascada de piedras. La planicie era un pequeño desfiladero
sobre el cerro. Entonces, empezaba a ser consciente de que ese lugar alojaba mimbres
para lo imposible. La desorientación era tal que, por momentos, tenía la certeza de que
aquel sitio no existía.
Más tarde, las sombras se adueñaron de peñas y precipicios. Y una roca con forma de
muela atrajo nuestra atención. A su vera, los huesos recientes de un camélido
reposaban fríos entre unas yerbas. Era el rastro inconfundible del puma, pardo, que
recorre a zancadas la ciudad de piedra como miembro fiel de su leyenda. No es el único.
Venados, cóndores, víboras y vizcachas campan a sus anchas por entre el aspecto tullido
de las rocas.

Un nombre para cada lugar


De repente, un chasquido de viento consciente rompió todas las inercias. Y recordé otra
de las historias de la ciudad de piedra. “Lo que allí ocurra depende tan sólo del estado
de ánimo con que uno haya entrado”. Pese al retorno de un sol de fierro y avinagrado,
sentí la tímida galerna como un escalofrío gélido melancólico. Fue como si la tremenda
formación rocosa estuviera perforándome los ojos para leer mi pensamiento, porque en
instantes me olvidé de todo y retornó la calma infinita.
La mole encantada, siempre sumisa a sus abismos, calzó así su personalidad cortante.
Pero, como si el azar estuviera bien atado, se quiso insinuar de boca de los comunarios
en cada sector, en cada nombre. Ningún lugar pudo escaparse de su topónimo obligado.
“Eso es el estanco. El agua llega a alcanzar allí hasta un metro de altura en las épocas
de lluvia”, relataba Jaime señalando a una sima cóncava toda de piedra.
“Y allá se encuentra la caída del relámpago”, indicaba Justo. En las duras noches de
tormenta, sus altas concentraciones de hierro llegan a ser sinónimo de muerte.
Y ya donde el horizonte dejaba sus contornos azulados, en los lindes del cañón, se
alzaba una fortaleza o pukara. La construyeron los aimara para defenderse de la
penetración incaica por Chile. El recinto, amurallado, tenía una vista única de la ciudad
encantada. Desde sus alturas, las piedras se alistaban uniformes como las
construcciones de un imperio.

pág. 9 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
Era la antesala de un adiós. Nadie nos lo dijo, pero el mágico complejo tenía ya prevista
nuestra salida. De nuevo, silencios y soledades hicieron de guía indispensable, amén del
conocimiento de la zona de los originarios.
Así, con el calor rancio del mediodía, nos vimos abocados al vacío, porque bajo nuestros
pies, por apenas unos segundos, se balanceaba el precipicio. Sudores y náuseas, un
paso en falso y sería adecuada aquella canción que dice que la vida no vale nada.
En el descenso todavía resonaba el pálpito de la ciudad de piedra que nos hizo
partícipes, por unas horas, de su misterio. Y asumí un chubasco renovado de dudas. ¿De
verdad existe o era sólo un sueño? Entonces, resbale y caí. Como un quiste, un torrente
de piedrecitas aguijoneó mi espalda. ¿Fue un aviso? No lo sé, pero la ciudad, por fin, se
hizo leyenda.

pág. 10 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
“PORQUESI” EL MALVADO EMPERADOR
Hijo de Glotón segundo y nieto de un gran Rey, Porquesí fue el gobernante más temible
que hubo en las tierras del país. Apenas asumió el mando, al morir su padre, redactó la
primera ordenanza que, en un largo bando, fue leída al pueblo en plaza pública.

“Todo árbol de frutas que crezca en tierras del País —decía la orden— deberá ser
entregado de raíz a este gobierno. Firmado: Porquesí.”

Sin protestar —porque nunca lo habían hecho—, los paisanos entregaron sus árboles a
las autoridades, dejando sus propios jardines completamente vacíos.

Así fue como al llegar el tiempo de la recolección, el palacio se llenó de incalculables


canastos de fruta, con las que el emperador hizo preparar dulces y más dulces. Tantos,
que ni al cabo de largos años logró terminar de comer. Y fue durante esos años que,
descuidados y hartos de frutos que nadie podía recolectar, los árboles se enfermaron y
murieron, uno a uno, en las tierras del emperador.

Porquesí, entonces, redactó la segunda ordenanza que, en un largo bando fue leída en
plaza pública.

“Tras la inesperada muerte de los árboles —decía la orden— y ante la falta de sus


frutos, deberán entregar a este gobierno las risas de todos los chicos que
habiten el País.”

Desde entonces, en enormes bolsas que eran llevadas al palacio, los chicos depositaban
sus sonrisas por obligación.

Con ellas el malvado emperador hacía preparar el dulce más rico del mundo: mermelada
de risas. Jalea de carcajadas infantiles, que se convirtieron en el manjar más precioso de
su majestad. Era el dulce más dulce que se había conocido. Fue metido en frascos y
vendido a otros monarcas a precios sin igual.

Sin embargo, tanto esplendor no duró mucho: como era de suponer, pasado un tiempo,
los chicos del País empezaron a entristecerse, perdiendo poco a poco las ganas de reír.

Hasta que definitivamente dejaron de hacerlo, y la fabricación del sabroso producto llegó
a su fin.
Entonces vino la tercera ordenanza que, en un largo bando, fue leída al pueblo en plaza
pública.

“Todo chico que no quiera reírse —decía la orden— será severamente castigado


por este gobierno.”

Y los fieles seguidores de Porquesí se lanzaron a la persecución. Los chicos trataban de


reírse, pero no podían. Aterrorizados por el castigo, imitaban un sonido parecido al de
pág. 11 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
las carcajadas, que los glotones de Porquesí, sin distinguir, cargaban en sus bolsas al
palacio.

Con ellas, que eran una mezcla de miedo y de imitación, los dulces que prepararon para
el emperador resultaron más amargos que la hiel. Más salados que una lágrima.

—¡Pueblo de traidores! —gritó entonces Porquesí. Y armó un poderoso ejército para


saquear nuevos países.

Viendo cómo su gobernante pretendía entristecer a los chicos de todo el mundo, los
paisanos se enfurecieron y, por primera vez, decidieron enfrentarlo.

La sola idea de vencer a Porquesí los puso contentísimos. Y sin darse cuenta organizaron
un festejo que de pronto coloreó las calles del País.

Como se imaginarán, tanta felicidad despedía un olor exquisito. Atraído por él, Porquesí
quiso probar de qué se trataba. Creyó que se daría el mejor de los banquetes. Pero
apenas lo intentó un fuerte dolor de estómago lo hizo caer al suelo. Cayó y cayó y cayó.
Con tanta fuerza que jamás pudo volver a levantarse.

Y así termina este cuento. Un capítulo que en la historia universal se conoce como la
gloriosa Caída de Porquesí, el malvado emperador de un País.

FIN

Publicado en “Cuentos y chinventos”, Libros del malabarista, Ediciones Colihue

pág. 12 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
LOS TRES DESEOS
Cuando Federico llegó a su casa una noche, malhumorado y refunfuñando como de
costumbre, encontró a su mujer sentada en la silla de la cocina con una expresión muy
rara. En el regazo tenía una carta arrugada.

Los tres deseos

-¿Qué te pasa? -preguntó él de malos modos.

-Entra y cierra la puerta, Federico. No vas a creértelo, pero he recibido una carta de las
hadas. ¡Nos han concedido que expresemos tres deseos!

El cogió la carta bruscamente y la leyó despacio.

-Hemos de sacarle a esto el máximo provecho, Magda. No debemos precipitarnos. Tres


deseos que pueden hacernos ricos, importantes, famosos. Pero debemos pedir lo que
más nos convenga.

Magda se levantó de un salto y dijo:

-Ya tengo hecha una lista.

Los tres deseos

Mira: un palacio para mí y una corona de rey para ti. Para mí he pedido belleza, para ti
larga vida. Pediremos una reina que nos haga de criada y oro y joyas… ¡He estado tan
ocupada haciendo la lista que no me ha dado tiempo de preparar la cena!

Federico exclamó irritado: -¿Cómo? ¿Que no está la cena? ¿Cómo voy a tomar
decisiones importantes con el estómago vacío? No creo que sea pedir mucho. ¡Qué
gandula eres, Magda! ¡Ojalá hubiera algo preparado…, aunque fueran unas pocas
salchichas!

Se oyó un curioso zumbido, como el batir de alas de hadas y, ¡plop!, sobre el plato de la
mesa de la cocina apareció una sarta de salchichas. Federico las observó humeando en
el plato y relamió sus labios.

Magda le dio con una hogaza de pan en la cabeza, gritando:

-¡Has desperdiciado un deseo! ¡Qué estúpido eres! Si hay que hacer algo, lo haré yo,
qué torpe eres, Federico, me pones mala…

¡Ojalá que esas salchichas te colgaran de la punta de la nariz!

Se oyó un ruidito mágico, como de hadas cantando, y, ¡clac!, las salchichas saltaron del
plato y fueron a engancharse a la punta de la nariz de Federico.

Los tres deseos

pág. 13 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
El se quedó mirando y rompió a llorar. Ambos tiraron, tiraron y tiraron de las salchichas,
pero fue inútil.

-¡Hay, qué calientes están! -exclamó -¡No te muevas! Las cortaré con un -¡Deja ese
cuchillo, mujer! ¡Cómo has podido hacerme esto!

Pero las salchichas estaban firmemente sujetas.

En esto, llamaron a la puerta. Federico y Magda se miraron.

-¡No vayas! ¿Quieres que todos los vecinos sepan que llevas unas salchichas pegadas en
la nariz?

-¡Cómo! ¡No voy a pasarme el resto de la vida escondiéndome! ¡Ay!, ahora me doy
cuenta de lo afortunado que era antes cuando tenía una nariz normal y corriente. ¡Ojalá
no estuviéramos siempre peleando!

-Sí, es verdad, no sabes cuánto lo siento -dijo Magda. -No, no, la culpa no es tuya,
querida. Ojalá que las hadas se hubieran guardado sus deseos y todo siguiera como
antes.

Los tres deseos

-Tienes razón -sollozó Magda. Entonces se oyó un ruidito, como de hadas riéndose, y,
¡blip!, las salchichas se desprendieron de la nariz de Federico.

Federico y Magda se abrazaron, rieron y se pusieron a bailar por la cocina. Y las hadas
que estaban en la puerta salieron apresuradamente a echar otra carta al correo.
CLASICOS

pág. 14 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
El labrador y el diablo
Un cuento de los hermanos Grimm

Érase una vez un labradorzuelo tan listo como astuto, de cuyas tretas podrían contarse
no pocas historias, aunque la más graciosa de todas es la burla y mala pasada que le
hizo al diablo.
Un día en que el campesino había terminado su labor y se disponía a regresar a su casa
a la hora del crepúsculo, vio, en medio del campo, un montón de carbones
encendidos. Acercóse muy extrañado y vio a un negro diablillo que estaba sentado
encima - ¿Estás sentado sobre un tesoro? - preguntóle el labrador.
- Sí - respondió el diablo -. Sobre un tesoro en el que hay más oro y plata que jamás
viste en tu vida.
- El tesoro está en mi campo, y, por tanto, me pertenece - dijo el labrador.
- Tuyo será - replicó el diablo - si durante dos años te comprometes a darme la mitad de
lo que produzca tu campo. Dinero me sobra, pero me gustan los frutos de la tierra.
El campesino aceptó el trato, con una objeción:
- Para que no haya peleas a la hora de repartir, tú te quedarás con lo que haya sobre el
suelo, y yo, con lo que haya debajo.
Parecióle bien al diablo, sin saber que el astuto labrador había
sembrado nabos. Cuando llegó el tiempo de la cosecha presentase el diablo para llevarse
su parte; pero sólo encontró marchitas hojas amarillas, mientras el labrador, alegre y
satisfecho, se quedaba con los nabos.
- Esta vez has llevado ventaja - protestó el diablo -, pero a la próxima no te valdrá. Será
tuyo lo que crezca encima del suelo, y mío lo que haya debajo.
- Conforme - dijo el campesino. Pero a la hora de la siembra no plantó nabos, como la
vez anterior, sino trigo. Ya maduro el cereal, el hombre se fue al campo y segó los tallos
a ras del suelo, y cuando se presentó el diablo, al no encontrar más que rastrojos,
enfurecido se precipitó por un despeñadero.
- Así se caza a los zorros - dijo el campesino mientras se llevaba el tesoro.

pág. 15 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
PORQUE VAN DIEZ AÑOS
Octavio Campero Echazú (1900-1970)
Porque van diez años
que dejé mi tierra,
ya nadie me quiere
conocer siquiera.
Es cierto, he cambiado,
mi madre está muerta,
la casa vendida, y el molle coplero
de notas de pájaros —convertido en leña.
Porque van diez años
que dejé mi tierra,
las gentes me miran
con ojos de ausencia.
Ayer una moza del campo
—ánfora de greda
colmada de soles y lluvias,
olor de la tierra,
amancaya rosa, que invertida es una
lírica pollera—
no quiso conmigo
bailar a la rueda,
porque van diez años
que dejé mi tierra.
¡Pensar que yo pude colgarle zarcillos
de dulces tonadas de Sella;
enflorar con rosas y risas
la flor de su oreja;
trenzarme a sus largos cabellos
color de tormenta
y aventar el trigo de sus sensaciones
en rosadas eras!...
Pero aquella moza,
fragante y huidiza como agua de acequia,
se me fue con otro…
—¡malhaya mi sed de querencia!
porque van diez años
que dejé mi tierra.
OCTAVIO CAMPERO ECHAZU

pág. 16 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
AMANCAYA
Amancaya, amancayita
—lámpara de la alborada—,
en tu cáliz una estrella
se ha quedado rezagada.
Ya en los ojos de los bueyes
—pozos de paz de la casa—,
amancaya, amancayita,
despierta la madrugada,
y la vida en los corrales
ordeña leche de vaca.
Amancaya, amancayita
—primera copla del alba—,
no hay mocita que no lleve
tu perfume en la garganta,
cuando te cuelga en su oreja
por confidente del alma.
Amancaya, amancayita
—frescura de la mañana—,
cántaro al hombro, las mozas
se van al río por agua,
y en el aire flota un limpio
olor de ropa lavada.
Amancaya, amancayita
—urna de esencias chapacas—,
¡bendita sea la tierra
que te nutre con su savia![5]
OCTAVIO CAMPERO ECHAZU

pág. 17 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
¿POR QUÉ LLORAN LOS SAUCES?
INMA nos deja este hermoso cuento para narrarles a los niños

Antiguamente, los sauces no eran como ahora, que tienen largas ramas colgando hacia
los esteros en actitud melancólica. Era al revés. Se erguían orgullosos con sus ramas
verticales hacia el cielo, y aún las hojas, pequeñas y lanceoladas, tenían un aire
vanidoso y se empinaban también mirando hacia lo alto. Los demás árboles comentaban
entre sí y se sentían un poco ofendidos porque el sauce, muy altivo, nunca se mezclaba
entre ellos. Allí estaba siempre, ignorando el bosque, en actitud desafiante, con sus
ramas muy ufanas hacia el firmamento. Cuando llegaba el otoño, todos los árboles se
tornaban amarillos y perdían sus hojas, en tanto que el sauce seguía verde y nunca se
volvía lánguido. Era un verdadero motivo de murmuración. . .

Ocurrió que al llegar la primavera los viejos robles del bosque decidieron hacer un


concurso de belleza entre los árboles. Podían competir árboles de todo el mundo, fueran
grandes o pequeños, de hojas perennes o de ramas desnudas, con flores o sin ellas; lo
importante era ser simplemente un árbol, procediese de un jardín, huerto, parque, valle
o patio abandonado.

Los pájaros se encargaron de transmitir las bases del concurso y volaron de rama en
rama, invitando al arrayán, a la haya y al inmenso ombú. Los colibríes fueron a
avisar al hybiscus de flores rojas, al laurel en flor y por supuesto a veloces se
adelantaron y fueron a invitar al árbol de la Corona del Inca y al almendro en
flor que tenía muchas posibilidades. Las viejas golondrinas se encargaron de notificar a
los árboles que vivían en los lugares más remotos. Algunas viajaron a Egipto en busca
de sol y aprovecharon para invitar a las palmeras de los oasis. Éstas fueron las
primeras en acicalarse para asistir al concurso. Se miraron entre sí y por decisión
unánime escogieron como delegada a la más antigua, que no por ser vieja era menos
coqueta.

Llegada la fecha, la palmera se desenterró de la arena y partió al lugar indicado


caminando de puntillas por el ardiente desierto, pisando con sus raíces con sumo
cuidado para no quemarse. Fue fatigoso el camino, porque como era un poquito grande
se iba enterrando en la arena, pero finalmente llegó, disimulando lo exhausta que se
encontraba.

En el antejardín fue recibida por las buganvillas, que se inclinaron respetuosas


saludando a la palmera. Las rosas y las clavelinas se deshacían en reverencias porque
nunca habían visto un árbol de semejante rareza y de tronco tan arrugado.

-Viene un poco despeinada –comentó por lo bajo un pensamiento morado.

-Vengo de los países tórridos –dijo la palmera- y representó al Egipto. Soy uno de los
pocos árboles que figuran en la Biblia. Cuando Jesucristo entró en la ciudad de Jerusalén
pág. 18 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
sus habitantes cortaron ramas de mis antepasadas, adornaron con ellas los pórticos y
las ventanas y las mujeres confeccionaron complicados ramos para batirlos en señal de
regocijo. Y aún hoy en día, el Domingo de Ramos se recuerda esta fecha y en los atrios
de las iglesias del mundo venden las mujeres pobres carteritas y ramos trenzados con
mis hojas.

-¡Qué importante! –dijeron los lirios admirándola.

Las begonias le abrieron paso y la elegante palmera avanzó contoneándose como una


señora por un caminillo de ágatas y caracolillas de río.

-¿Dónde puedo arreglarme un poco? –dijo la palmera. Y las begonias, que eran las
anfitrionas, la llevaron donde estaban los otros árboles postulantes. Se hallaban todos
juntos al lado de un arroyo, refrescándose, y los más vanidosos se miraban en una
cascada tan maravillosamente plateada que uno se podía reflejar en ella mejor que en
un espejo.

-Háganme sitio –dijo la palmera. Y el viento le escarmenó las ramas y le hizo tintinear
los ramilletes de cocos, que eran los aros que llevaban puestos.

El sol se puso más radiante y los clarines de enredadera se pusieron a tocar una
marcha anunciando el inicio del concurso.

La primera en presentarse fue la mimosa con sus racimos en flores amarillas. Las


begonias la anunciaron y ella avanzó por un largo puentecillo de bambú, que era la
pasarela sobre el río.

-¡Qué belleza! –comentaron los robles en la ladera del cerro.

-Yo soy la mimosa –dijo la mimosa-. Y me llaman así porque soy muy mimosa. .

Los robles, perplejos, se miraron entre sí.

-Y en otros países me llaman aromo. . .porque aromo. . .

-Mmm, se parece un poco al espino –comentó displicente un roble joven.

-¡Qué ofensa! –Dijo la mimosa-. El espino también tiene flores amarillas pero tiene
espinas y además carece de perfume, en tanto que yo. . .

Vino una brisa y la mimosa aprovechó para soltar una inmensa bocanada que hizo
suspirar a los robles del jurado, un poco viejos pero muy enamoradizos. . .

-¡Qué mimosa más vanidosa! –dijeron los otros árboles que se preparaban para
competir.

Seguidamente le tocó el turno al olmo, quien se presentó con todo su espléndido ropaje
de flores blancas.
pág. 19 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
-Con mis flores los hombres preparan una miel que, quien la pruebe, cae en un
inmediato estado de nostalgia.

Luego vino un inmenso árbol cuajado de camelias, tirando a su paso pesadas flores
rojas con frutos maduros.

-Yo he adornado las habitaciones de coquetas damas de otro siglo. Inspirado en mi


belleza, un escritor antiguo escribió La dama de las camelias.

El níspero habló de sus nísperos, el nogal de sus nueces y el olivo de sus aceitunas.


El manzano dijo que era el primero árbol de la Creación, que de sus manzanas Eva
había tomado el fruto del pecado. El pino avanzó engalanado con adornos de Navidad,
cubierto con guirnaldas, globos de vidrio y una estrella con escarcha plateada en su
punta. El ciprés se paseó solemne, aduciendo que él crecía en los cementerios y por eso
tenía ese aire grave y misterioso.

La lenga dijo que sus hojas semejaban algas marinas; el arrayán dijo que era de la
época de las cavernas; la araucaria dijo que sólo crecía en el Sur de Chile, en la tierra
de los indios mapuches, allí donde crece silvestre la enredadera rosada de los
copihues.

No hubo problemas durante el desarrollo del concurso. Sólo un postulante fue


descalificado: el diamelo de flores blancas y moradas, que se presentó como árbol y
en realidad era un arbusto.

-¿Y cómo aceptan a esos árboles enanos? –dijo indignado el diamelo mirando por sobre
sus ramas una fila de siete árboles enanos enviados de la China, y que no alcanzaban el
tamaño de una violeta.

La otra fuera de concurso resultó la encina, que llevaba de sombrero un enorme nido de


cigüeñas paradas con sus alas extendidas.

-Demasiado estrafalaria –dijeron los jueces, descalificándola.

Siguieron los abedules, los naranjos, los perales, los eucaliptos y los álamos. La


pobre parra también fue descalificada porque no era árbol “propiamente tal” y se tuvo
que ir desesperada de rabia.

Y así sucesivamente desfilaron todos lo árboles de la Creación, cada uno hablando de su


belleza y luciendo sus atributos hasta que le tocó el turno al altivo sauce, que a esas
horas ya estaba impaciente y se alisaba las ramas que estaban muy tiesas, almidonadas
como sables.

-A continuación, el sauce –anunciaron las begonias-. Lleva las ramas puntiagudas


mirando hacia el cielo, y su nombre de sociedad es saxis Babilónica.

pág. 20 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
El sauce, muy ufano, subió a la pasarela sin mirar a nadie y comenzó a balancearse,
contoneándose con tal mala suerte que una de sus raíces se hundió entre los bambúes
del puentecillo, haciéndole perder el equilibrio y caer pesadamente a un costado primero
y al mismo río después.

Allí se hundió por breves segundos ante el estupor de todos, y tornó a aparecer en la
superficie, tan desfigurado, pero tan desfigurado, que casi no lo podían reconocer.

-¡Oh! –exclamaron todos los árboles.

El sauce se levantó del agua, todo empapado y simulando que no había pasado nada,
cuando en realidad había pasado todo. Sus ramas salieron mojadas completamente y ya
no se erguían hacia la altura, sino que se desplomaban lánguidas colgando hacia el río
completamente empapadas. Y he aquí que, en su ridiculez, el sauce se vio hermoso. Y al
salir se contempló en la cascada y se avergonzó de sí mismo. “Fui un orgullo”, se dijo y
rompió a llorar desconsolado, sintiéndose el más desamparado de los árboles.

Y siguió llorando el sauce, mientras los robles del jurado lo contemplaban atónitos al
otro lado de la pasarela, porque ahora el sauce presentaba otro aspecto y se había
favorecido absolutamente en la transformación. Y cuando al sauce llorón se le acabaron
las lágrimas quedó con sus ramas lacias y la brisa las meció suavemente como
peinándolas, como acariciándolas. . .

Y las ufanas ramas de antes ya no se empinaban sino que languidecían, languidecían. . .

Entonces fue cuando el sauce llorón fue premiado por su melancólica belleza y destinado
a los delicados parques japoneses, donde sirve de elegante motivo de ornamentación.

Y dicen que aún llora el sauce llorón y ciertas noches de eclipse hasta que es posible
escuchar su sollozo junto a un estero. Y para atenuar la tristeza las ramas de los sauces
han tenido desde entonces por misión cobijar bajo ellas a los “santos inocentes” del
mundo, que son los niños y los enamorados.

Es por eso que nunca un juego es más entretenido, un sueño más profundo, o un beso
más dulce como cuando jugamos, dormimos o amamos, bajo las nobles ramas de un
sauce.

 
Manuel Peña Muñoz - ¿POR QUE LLORAN LOS SAUCES? Colección Tobogán – Ediciones ORION (1984)

pág. 21 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
EL ACHIQUÉ Y EL ORIGEN DE LA
CORDILLERA DE LOS ANDES
En las afueras de un pueblo pequeño vivía una viuda enferma con sus dos hijitos. Pero el
trabajo y los sufrimientos llevaron pronto a la tumba a la desdichada madre y los
huerfanitos quedaron en el abandono, sin techo ni pan. Un día, mientras la niña y su
hermanito caminaban acosados por el hambre, vieron un gorrión que volaba con una flor
de la papa en el pico y pensaron que si lo seguían llegarían donde había papas, producto
muy preciado, y decidieron seguirlo.

En ese pueblo también vivía la Achiqué, una vieja harapienta muy mala, quien al saber
que los niños habían quedado solos decidió darles muerte. Entonces, los atrajo a su
choza con engaños, diciéndoles que les daría de comer. Así, mientras la niña partía leña
para cocinar, la vieja cogió a su hermanito para darle muerte. Pero como el niño
comenzó a llorar, la chica entró corriendo y, lanzando tierra a los ojos de la Achiqué,
cargó a su hermanito sobre su espalda con la lliclla que tenía puesta, y huyó del lugar lo
más pronto que pudo. La vieja no tardó en seguirlos y ya iba a alcanzarlos, cuando
llegaron junto a un cóndor, y la niña le pidió: “Tío cóndor, escóndenos bajo tus alas”, a
los que el ave accedió. Apenas se habían escondido cuando la vieja llegó y preguntó:
“Tío cóndor, ¿no has visto pasar una muchacha con un bulto en la espalda?”. El ave,
conociendo las intenciones de la bruja, por toda respuesta le dio un aletazo haciéndola
rodar.

La niña aprovechó para huir, no sin antes agradecer al tío cóndor y decirle: “Tendrás
buena vista y nunca te faltara comida”. Por eso el cóndor tiene una mirada tan
penetrante que descubre su presa desde gran altura. Nuevamente la Achiqué iba a
alcanzarlos cuando encontraron un puma, que los defendió dándole un zarpazo
tremendo a la Achiqué, haciéndola caer La niña, agradeciendo al felino, le dijo: “Tío
puma, serás el más valiente de los animales”; y siguió escapando con su hermanito a
cuestas. Luego, llegaron donde el zorrillo, y la niña le pidió ayuda, pero este se negó, y
ella, enojada, le dijo que por eso tendría un olor repugnante y sería descubierto
fácilmente por los cazadores. Justamente por el horrible olor la Achiqué se fue por otro
lado, y los niños lograron llegar a una pampa sin ningún lugar donde esconderse.

En medio de la pampa divisaron un corderito y le pidieron que los ayudara. El corderito


hizo caer del cielo una cuerda y cuando los niños subieron por ella encontraron el lugar
que buscaban: la chacra de papas, donde vivieron felices desde entonces. La Achiqué
logró ver a los niños mientras subían por la cuerda y también pidió al corderito que la
hiciera subir. El corderito le permitió subir. Mientras lo hacía, la vieja se dio cuenta de
que había un pericote que estaba royendo el cabo. Entonces, la Achiqué, al ver que iba a
caer sobre una roca, lanzó su maldición: “Que mi cuerpo se desparrame, que mis huesos
se incrusten en la tierra y que mi sangre seque las plantas y hierbas”. Ese fue el origen
pág. 22 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
de la cordillera de los Andes, por eso tiene rocas con caras horrendas, y cuando uno
grita el eco devuelve la voz de la bruja. Por eso, también, son áridos los valles y las
faldas de los cerros de la Costa, donde cayó la sangre de la Achiqué.

Una tarde, un sapo dijo:


-Esta noche voy a soñar que soy árbol-. Y dando saltos, llegó a la puerta de su cueva.
Era feliz; iba a ser árbol esa noche.
Todavía andaba el sol girando en la rueda del molino. Estuvo un largo rato mirando al
cielo. Después bajó a la cueva; cerró los ojos y se quedó dormido.

Esa noche el sapo soñó que era árbol.


A la mañana siguiente contó su sueño. Más de cien sapos lo escuchaban.
-Anoche fui árbol –dijo-; un álamo. Tenía nidos. Tenía raíces hondas y muchos brazos
como alas; pero no podía volar. Era un tronco delgado y alto que subía. Creí que
caminaba, pero era el otoño llevándome las hojas. Creí que lloraba, pero era la lluvia.
Siempre estaba en el mismo sitio, subiendo, con las raíces sedientas y profundas. No me
gustó ser árbol.

El sapo se fue; llegó a la puerta y se quedó descansando debajo de una hoja de acelga.
Esa tarde el sapo dijo:
-Esta noche voy a soñar que soy río.
Al día siguiente contó su sueño. Más de doscientos sapos formaron rueda para oírlo.
-Fui río anoche –dijo-. A ambos lados, lejos, tenía las riberas. No podía escucharme. Iba
llevando barcos. Los llevaba y los traía. Eran siempre los mismos pañuelos en el puerto.
La misma prisa por partir, la misma prisa por llegar. Fue una lástima. No vi una sola
sirena; siempre vi peces; nada más que peces. No me gustó ser río.
Y el sapo se fue. Volvió a la huerta y descansó entre cuatro palitos que señalaban los
límites del perejil.
Esa tarde el sapo dijo:
-Esta noche voy a soñar que soy caballo.
Y al día siguiente contó su sueño. Más de trescientos sapos lo escucharon. Algunos
vinieron desde muy lejos para oírlo.
-Fui caballo anoche –dijo-. Un hermoso caballo. Tenía riendas. Iba llevando un hombre
que huía. Iba por un camino largo. Crucé un puente, un pantano; toda la pampa bajo el
látigo. Oía latir el corazón del hombre que me castigaba. Bebí en un arroyo. Vi mis ojos
de caballo en el agua. Me ataron a un poste. Después vi una estrella grande en el cielo;
después el sol; después un pájaro que se posó sobre mi lomo. No me gustó ser caballo.
Otra noche soñó que era viento. Y al día siguiente, dijo:
-No me gustó ser viento.
Soñó que era luciérnaga, y dijo al día siguiente:
-No me gustó ser luciérnaga.
Después soñó que era nube y dijo:
-No me gustó ser nube.
Una mañana los sapos lo vieron muy feliz a la orilla del agua.
-¿Por qué estás tan contento? –le preguntaron.

pág. 23 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
Y el sapo respondió:
-Anoche tuve un sueño maravilloso. Soñé que era sapo.
Javier Villafañe. Los sueños del sapo.  Ed. Colihue .
RECURSOS
Propuestas para mediadoras y para mediadores.

NIÑOS EL VIENTO
Cuento: Los niños del viento
el noviembre 23, 2014

Leyenda africana

Les comparto esta genial historia que también tenía en el otro blog.

***

Durante todo el día el Viento atraviesa los mares y las islas, corre por entre las
montañas y los valles, sopla en los bosques y desiertos. Al llegar la tarde se calma y
descansa, se transforma en persona o animal y reposa en una ladera o en una llanura. Y
alguna vez descansa cerca de un poblado como sucedió aquel día en Maca.

La joven Aminata salió de Maca para buscar agua en el arroyo y encontró al Viento
durmiendo bajo un árbol. Estaba envuelto en sudor y su cuerpo cubierto de heridas y
cicatrices.

Aminata limpió y curó sus magulladuras y se sentí a su lado mirándolo cariñosamente.


Al amanecer, el Viento abrió los ojos y vio la cara de la niña.

-Durante mucho tiempo he esperado a alguien como tú- dijo Aminata.


-Yo también he soñado contigo pero soy viajero, nunca me detengo, soy de todas partes
porque tengo que cumplir un deber- respondió el Viento.

A medida que avanzaba la mañana, las gentes comenzaban sus labores: Las mujeres
molían el mijo y los hombres llevaban sus redes hasta las balsas para salir a pescar.

Pero no había viento, las velas no se hinchaban y las barcas no podían navegar.

Los pescadores llamaban:


-Fum, fum, ven aquí, mi Viento ¿Ya estás viejo y sordo?
-Me llaman, tengo que ayudar a los pescadores a ir corriente arriba. Volveré Aminata,
volveré- dijo el Viento antes de elevarse suavemente y perderse en la distancia.

Al llegar la nueva tarde Aminata acudió al mismo lugar pensando que todo había sido un
sueño y mientras estaba recordando lo que sucedió esa mañana llegó, suavemente, el
pág. 24 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
Viento. La muchacha no dudó en llevarlo hasta el poblado e invitarlo a su casa donde
cenaron y charlaron amistosamente.

El Viento contó sus viajes y aventuras mientras todos escuchaban interesados.

El Viento salió esa misma noche mientras todos dormían y regresó a la mañana
siguiente cargado de regalos de todas las partes del mundo. El Viento quería casarse con
Aminata. La boda se celebró y eran felices pese a que él debía salir todos los días a
ayudar a hombres y animales. Al anochecer regresaba de nuevo al poblado.

Tuvieron un niño, Mamadu Mata, y una niña, Binetu. Mamadu Marta ayudaba a los
pescadores de Maca haciendo que sus barcas navegaran río arriba; y a las mujeres les
soplaba las ropas tendidas al sol. Binetu cantaba como los pájaros y en el jardín de su
madre crecían las más bellas flores de todos los lugares del mundo.

Cuando Aminata tuvo su tercer hijo, Alama, el más bello de todos, el Viento no pudo
llegar porque estaba en tierras muy lejanas. Aminata esperaba y esperaba mientras se
sentía muy enferma. Miraba a su nuevo hijo y como este comprendiera le dijo:

-Él vendrá. ¿Sientes el dolor de mi corazón? Recuerda, cuando seas hombre, que tu
madre sintió el dolor de todos los que sufren y no tienen consuelo.

Cuando el viento llego a la mañana siguiente, Aminata había muerto. Y como es


costumbre en algunos pueblos africanos, el niño fue criado por la vecina más cercana.
Alama creció en la casa de un tejedor y se transformó en un hombre fuerte y vigoroso.
Era solitario, amable y bondadoso. Cuando entraba una persona enferma sus palabras le
calmaban el dolor.

Mamadu Marta, el hijo mayor, es el Viento de los mares, los pantanos y los canales.
Binetu, la mediana, se encarga de los bosques y el campo. Trae los tibios días de la
primavera y los frutos del otoño. Y Alama, el pequeño, tiene el reino más bonito de
todos, es el reino de la misericordia. Se encarga de consolar dulcemente la tristeza del
mundo, ayuda a los necesitados y canta a los que sufren. 

pág. 25 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
CUENTO COMO TUPA HIZO CRECER EL
MAIZ
 (por Leyendas de Argentina)
Todo el país de los guaraníes sufría de una gran sequía. Los dos ríos que pasaban por la
región ya casi no llevaban agua y los peces habían muerto. Ya no se extraía alimento. Ya
no valía la pena arrojar atarrayas.
Los cazadores regresaban de la selva sin haber encontrado qué cazar. Los pantanos se
habían secado y los pájaros se habían ido por falta de agua. Era la primera vez que los
guaraníes aguantaban hambre. Le habían rogado a Tupá que les mandara la lluvia, pero
el cielo continuaba azul, y el Sol ardía y quemaba lo poco verde que todavía se podía
encontrar en los rincones sombríos.

La tierra se había endurecido, y ahora se abría bajo las pisadas de los hombres, que
salían de la región en busca de comida. Pero en todas partes se veía la misma miseria.
Muchos murieron. «Tupá no ayudará», decían los que quedaban, desesperados. Entre
éstos había dos guerreros solteros que marchaban
adelante de los demás. A Avatí y Ñandé, que así se llamaban los guerreros, les daba
lástima el llanto de los niños, y estaban dispuestos a arriesgar su vida para salvarlos.
Un día estaban discutiendo las necesidades de los suyos, y nuevamente

aseguraron:
«Daríamos nuestra vida para aliviar el hambre de nuestros
hermanos».
Apenas pronunciaron estas palabras, apareció ante ellos un hombre desconocido, que
les dijo:
«Escuché sus palabras. Si hablaban en serio, Tupá les ayudará. El me mandó a la Tierra
a buscar a un hombre que esté dispuesto a dar su vida por los demás; de su cuerpo
nacerá la planta que les dará de comer a todos. Crecerá en todas partes, si los hombres
la cultivan cerca de sus pueblos, y sus frutos se podrán guardar para tiempos de sequía.
Con esta mata divina ya no habrá miseria entre los guaraníes».

Al oír esto, ambos jóvenes se levantaron y dijeron: «Moriremos, si Tupá lo ha dispuesto


así». «No es necesario que mueran ambos», contestó el desconocido. «Uno debe
quedar vivo y buscar un sitio al lado del río, cerca del pueblo. Allí aflojará la tierra y
enterrará a su amigo. De su cuerpo nacerá la planta de Tupá, que le dará vida eterna
por haberse sacrificado por los demás».

Los amigos buscaron el lugar y se dieron la mano. Ambos deseaban salvar a su pueblo,
pero Avatí fue el elegido por Tupá, y le tocó la muerte. Ñandé alistó la tierra, y llorando
pág. 26 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
lo enterró. Todos los días fue a visitarlo y a regar la tierra con agua del río, y las
palabras de Tupá se cumplieron. De la tierra salió un vástago que Ñandé jamás había
visto, y la planta creció, floreció y dio sus primeros frutos, frutos en abundancia.
Entonces Ñandé llamó a su gente, le mostró la planta y le contó lo que había sucedido.
Cuando terminó su cuento, apareció aquel desconocido y exclamó:
«Ñandé les dijo la verdad: Avatí vivirá para siempre mientras ustedes siembren los
granos secos de esta mata y cuiden los surcos. Tupá mandará la lluvia y nunca volverá a
haber hambre entre los guaraníes».
Los hombres se inclinaron ante el mensajero de Tupá y luego empezaron a festejar el
acontecimiento, bailando, cantando y alabando a su creador, y desde entonces crece el
maíz y los nutre a todos con sus frutos deliciosos.

pág. 27 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
LA LEYENDA DEL GUANUMBY
(PICAFLOR)
Cuenta la leyenda que existió una vez una hermosa india guaraní llamada Potí. En su
idioma, su nombre significa "flor". Así, bella y alegre como las flores silvestres, era Potí.
En aquel tiempo, los guaraníes peleaban contra otras tribus. A una de ellas pertenecía
Guanumby, un indio joven y valeroso.
Pese a que sus tribus eran enemigas, Potí y Guanumby se habían conocido y se habían
enamorado intensamente. Sabían que su amor estaba prohibido y que podía ser
castigado. Desafiando los peligros, sólo podían verse a escondidas.
Al atardecer, se encontraron en el bosque. Apenas unos minutos para mirarse a los ojos,
besarse con ternura y decirse cuánto se querían. Apenas unos minutos para no
despertar sospechas y proteger ese dulce amor del odio irracional de sus pueblos.
Pero sucedió que otra joven descubrió el secreto de Potí. Envidiosa y malvada, se
apresuró a contarlo al rubichá-jefe de la tribu guaraní.
En vano acudió Guanumby a la cita de todos los días. Potí no llegaba al bosque, antes
cálido refugio de los enamorados, parecía triste y sombrío.
La luna, viendo la enorme pena del indio enamorado, le dijo una noche:
- Ayer vi a Potí. Lloraba amargamente, pues la querían obligar a casarse con un indio de
su tribu. Desesperada, imploró a a Tupá, su dios, que le quitara la vida, que hiciera
cualquier cosa para impedir esa boda. Y me ha contado el viento que Tupá escuchó sus
súplicas: no la hizo morir, pero la transformó en una flor.
Guanumby bajó la cabeza tristemente y luego miró la luna:
- Dime, ¿en qué clase de flor ha sido convertida mi novia?
La luna respondió acongojada:
- ¡Ay, Guanumby!, eso no lo sé. Y tampoco lo ha sabido el viento.
Entonces Guanumby extendió sus brazos al cielo y pidió con todas sus fuerzas:
- ¡Tupá, Tupá! Yo sé que en los pétalos de Potí reconoceré el sabor de sus besos. Yo sé
que la he de encontrar. ¡Ayúdame a encontrarla, tú que todo lo puedes!
Ante la mirada asombrada de la luna, el cuerpo de Guanumby comenzó a disminuir
hasta quedar convertido en un pequeño y delicado pájaro multicolor, que salió volando
apresuradamente.
Se había convertido en un picaflor, esa maravillosa avecilla americana que algunos
indios llaman guanumby.
Desde aquella noche, el novio triste convertido en pájaro, ha pasado sus días besando
los labios de las flores, buscando una, solo una.
Y cuenta la leyenda que aún no la ha podido encontrar.

pág. 28 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
LA FLOR DE LILOLAY
Cuento de la Flor del Lirolay
Esta es la historia de un rey ciego que tenía tres hijos. Una extraña enfermedad le había
quitado la vista y a pesar de aplicarle numerosos remedios y consultar a los sabios más
ilustres, no hubo resultados de mejoría.

Un día llegó a palacio, desde un país lejano, un viejo mago. Después de observarlo, le
dijo que sólo la “flor de lirolay”, aplicada a sus ojos, le devolvería la visión. Esa flor se
abría en tierras muy lejanas y eran tantas las dificultades del viaje y de la búsqueda que
resultaba dificilísimo conseguirla.

Los hijos del rey se ofrecieron para realizar la búsqueda. El padre les prometió que el
que trajese la flor del lirolay, tendría como premio ser el próximo soberano del reino.
Los tres hermanos partieron juntos.

Llegaron a un lugar en el que se abrían tres caminos y se separaron, tomando cada cual
uno de ellos. Se marcharon con la promesa de reunirse allí mismo el día en que se
cumpliese un año, no importaba el resultado de la búsqueda.

Llegaron a las puertas de las tierras de la flor del lirolay, y se sometieron a las duras
pruebas exigidas. Ninguno de los dos hermanos mayores las resistió, y regresaron son
haber conseguido la flor. El menor, que era mucho más valiente que los otros dos, y
quería a su padre con devoción, consiguió la flor. Faltaba muy poco para que terminara
el año pactado.

Los tres hermanos llegaron al punto de encuentro. Cuando los hermanos mayores vieron
llegar al pequeño con la flor de lirolay, se sintieron humillados. La conquista le iba a dar
al joven fama de héroe, y además conseguiría la corona. La envidia hizo que se pusieran
de acuerdo para matarlo.

Poco antes de llegar a palacio, se alejaron un poco y cavaron un hoyo muy profundo. Allí
arrojaron al hermano menor, después de quitarle la flor de lirolay. Cubrieron de tierra el
agujero.

Llegaron a palacio presumiendo de su hazaña. El padre se pasó la flor por los ojos y
recobró la vista al instante. Su alegría se transformó en pena al conocer la noticia de la
muerte de su querido hijo.

pág. 29 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
Del cabello del príncipe enterrado brotó un frondoso cañaveral. Un pastor que pasaba
por allí con su rebaño, cortó una caña para hacerse una flauta. Cuando el pastor intentó
tocar la flauta, ésta dijo:
No me toques, pastorcito,
ni me dejes de tocar;
mis hermanos me mataron
por la flor de lirolay.
La fama de la flauta mágica llegó a oídos del rey que quiso probarla, sopló, y oyó estas
palabras:
No me toques, padre mío,
ni me dejes de tocar;
mis hermanos me mataron
por la flor de lirolay.
Mandó a sus hijos que tocaran la flauta, y se escuchó a la flauta decir:
No me toquen hermanitos,
ni me dejen de tocar;
porque ustedes me mataron
por la flor de lirolay.
El pastor los llevó al cañaveral donde había cortado la caña. Cavaron al pie y el príncipe,
vivo todavía, salió desprendiéndose de las raíces. El rey condenó a muerte a sus hijos. El
joven príncipe, no sólo los perdonó, sino que convenció y consiguió que el rey los
perdonara.
El joven consiguió ser rey, y su familia y su reino vivieron largos años de paz y
abundancia.

pág. 30 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
ROMANCE DE LA NOCHE
La noche tenía frío
y se fue al sol con la queja.
El Sol, que es buena persona,
le dijo: ”Pues ten paciencia,
y te haré yo una toquilla
toda de linda calceta;
las agujas, las del tiempo;
los dedos, mis rayos sean;
la lana un hilo de luz,
y la Luna la madeja.

Allí donde caiga un nudo


he de poner una estrella.”
El Sol cumplió su palabra.
Cuando terminó de hacerla,
la noche quedó asombrada
de toquilla tan espléndida.

Al echársela a los hombros,


la noche, que es friolera,
seguía teniendo frío;
pero al mirarse, por verla,
en el espejo del mar ,
se quedó tan satisfecha
luciendo sobre la espalda
una toquilla de estrellas,
que se aguantó todo el frío
con tal de ir tan peripuesta;
y, como es agradecida,
se fue a ver al Sol, dispuesta
a dar las gracias, muy fina,
por aquella gentileza.

Pero nunca se encontraban


sobre la celeste cresta,
porque cuando el Sol subía,
ella bajaba la cuesta,
hasta que gritando fuerte,
pág. 31 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2
a través de toda la esfera,
ella dijo:”¡gracias, rubio!”
y él dijo: “¡a tus pies, morena!”
Salvador de Madariaga

EL LAGARTO ESTA LLORANDO


Poema de Federico García Lorca
El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.
El lagarto y la lagarta con delantalitos blancos.
Han perdido sin querer su anillo de desposados.
¡Ay! su anillito de plomo,
¡ay! su anillito plomado
Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.
El sol, capitán redondo,

lleva un chaleco de raso.


¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!
¡AY COMO LLORAN Y LLORAN!
¡AY ¡AY ¡COMO ESTAN LLORANDO!

pág. 32 Profe Coralì Ballesteros L. Primaria Comunitaria Vocacional U. E. Santa Rosa de Lima 2

También podría gustarte