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Lic.

Carlos Smachetti Psicología del Desarrollo 2

CLASE 3

LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD

Los temas desarrollados pertenecen a mi propiedad intelectual –

Lo que nos toca ahora es trabajar y ver cómo se construye lo que


denominamos el sujeto psíquico, abordando esta cuestión desde el punto
de vista de Erik Erikson con su concepción de crisis evolutivas (ya visto en la
guía anterior), es decir, cómo es el camino que debe transitarse hasta llegar
a la identidad que llamaremos adulta. Trabajaremos las ocho edades del
hombre, es decir, el ciclo vital completado.

Debemos dejar aclarado que al hablar de identidad estamos haciendo


referencia a la particular forma de ser de cada individuo, más precisamente
deberíamos hablar de persona o ser social ya que la identidad que
obviamente va asociada a la personalidad, es un producto de lo heredado
en relación con lo aprendido o cultural.

Cada uno de nosotros es absolutamente exclusivo, único, indivisible e


irrepetible, conceptos estos manejados y comprendidos por la mayoría de
las personas instruidas, pero lo que tenemos que entender es que la
identidad también hace referencia a que debemos ser idénticos a nosotros
mismos, o sea, pese a que a lo largo de la vida nos vamos pareciendo a otros
y por momentos podemos llegar a perdernos en la masa, lo cierto es que
todos vamos a adquirir, descubrir y construir nuestra propia identidad,
nuestra particular forma de ser y actuar en este mundo y en relación con los
otros.

Es este un largo y complejo proceso que dura toda la vida (siguiendo a


Erikson).

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Erik Erikson –

Algunas consideraciones sobre su biografía y desarrollo profesional.

(Erik Homburger Erikson; Frankfurt del Main, 1902 -


Massachusetts, 1994) Psicoanalista estadounidense
alemán. Tras estudiar arte en su juventud, conoció a
a Anna Freud por influencia de la cual se estableció
en Viena y se vinculó al movimiento psicoanalítico.
En 1933 emigró a los EEUU donde estudió la
influencia de lo cultural en el desarrollo psicológico
trabajando con niños de diversas reservas indias.

Erik Erikson Considerado como uno de los


representantes de la tendencia culturalista
del psicoanálisis, sus trabajos se refieren sobre todo a la infancia y a la
adolescencia: Infancia y sociedad (1950), El joven Lutero (1958), Identidad, juventud y
crisis (1968), Gandhi y los orígenes de la no violencia (1969), Historia personal y
circunstancia histórica (1975).
Erikson integró el psicoanálisis clínico y la antropología cultural matizando nuevos
aspectos del desarrollo. Por un lado, enfatizó la influencia de factores psicosociales y
socioculturales en el desarrollo del "Yo", y, por otro, propuso el desarrollo de la
identidad como sucesión de etapas diferenciadas entre las que existen períodos de
transición (crisis evolutivas), conceptualizando ocho crisis psicosociales o etapas del
desarrollo de la identidad hacia la síntesis del "Yo".
Sus ideas (en las que se percibe la influencia del enfoque de Freud, principalmente en las
primeras cuatro etapas) han tenido gran influencia en otros trabajos sobre las etapas en
la edad adulta. Para Erik Erikson, el desarrollo infantil de la "confianza básica'' en los
adultos, desarrollada durante los primeros años de vida, es el fundamento de todo el
desarrollo social posterior. Insistió en la importancia de lo que Piaget denominó estadio
sensomotor del desarrollo, y corroboró la aseveración de que dicho estadio es el
fundamento imprescindible de un desarrollo social e intelectual normal.
En la adolescencia, etapa a la que prestó también particular atención, la formación de la
identidad es un foco de atención primordial. Las personas a lo largo de su vida se
preguntan "¿quién soy yo?", pero esta pregunta en la adolescencia adquiere
características de crisis.
Erikson caracteriza la adolescencia como un período de confusión y angustia en que se
experimenta con alternativas antes de optar por una serie de valores y metas. Los
adolescentes experimentan diversas identidades en la familia, en la escuela, entre los
compañeros, en los clubes o en movimientos políticos.
Durante este período, lo que los adolescentes consideraron una vez como dado es ahora
cuestionado; a través de un proceso de búsqueda interior, cambian las características que
definieron el yo en la niñez y las combinan con nuevos compromisos. La búsqueda de la
identidad es el rasgo más destacado de la personalidad adolescente, y de su hallazgo
depende el paso a una edad adulta feliz y productiva.

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Dice este autor que la persona a lo largo de su desarrollo va pasando o


atravesando por diferentes crisis ubicadas, estas crisis denominadas
evolutivas, entre cada una de las edades que él describe y que se instala en
una particular modalidad vincular desde donde va a construir sus modelos
de aprendizaje, desde donde despliega sus potencialidades y es a partir de
esto que recorta una imagen de sí mismo. Este recorte, la resolución de la
crisis, la salida de la crisis, puede ser hacia la salud, la normalidad o hacia la
patología.

Existen crisis vitales a lo largo de todo el desarrollo dice el autor, desde la


infancia, pasando por la latencia, la adolescencia, la adultez, la vejez.

En cada una de estas crisis aparecerá una problemática, una polaridad un


versus, una oposición, una lucha (que debe ser resuelto). Serán cada uno de
éstos, momentos de confusión, de incomprensión, de falta de respuesta, de
sin salida, de inestabilidad emocional, con temores en donde se debe
imponer una resolución, un avance y a la vez implica un duelo por lo que se
debe dejar (como ya vimos en las características propias de toda crisis).

Es así en que en cada fase o edad del desarrollo, la persona debe afrontar y
dominar problemáticas cuyos modos de resolución se definen
culturalmente. El tránsito de una fase a la otra se podrá dar tan pronto
como la persona esté preparada desde lo biológico, desde lo psicológico y
desde lo social. La transición será posible realizarla adecuadamente
cuando se logra cierto grado de madurez y desarrollo apropiado.

Se aprecia en esto que Erikson hace referencia a una madurez psicosocial


además de la madurez biológica y debe a la vez, tenerse presente que esta
transición implica riesgos, cambios y transformaciones, es decir, que debe
lograrse la madurez que corresponde para cada edad.

Erikson define la identidad como la capacidad del YO de mantener la


continuidad y mismidad en presencia de un destino cambiante; ya que en los
distintos momentos críticos del desarrollo, la identidad es lo que queda
expuesto, es ella la que corre riesgos, pero es también quien va a servir de
sustento para mantener cierta coherencia interior dentro de la cual se darán
dinamismos, cambios y transformaciones. Esa coherencia interior es lo que
permite reconocernos a nosotros mismos a pesar de los riesgos, de los

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cambios, pasan a ser puntos estratégicos que se encadenan a lo largo del


desarrollo.

Seguidamente desarrollaremos cada una de las edades que describe Erikson


asociadas al desarrollo, las presentaré en un cuadro tal como lo hace el
autor.

Nos vemos obligados a describirlas a todas pese a que este trabajo


corresponde al desarrollo y evolución desde la pubertad, por una cuestión
de didáctica y mejor comprensión de lo que se pretende explicar y trabajar.

Para tal fin es necesario que presentemos un cuadro que desarrolla el autor
con la finalidad de tener una visión clara y completa de la totalidad del ciclo
vital con sus correspondientes antítesis críticas (o crisis psicosociales), los
estadios y modos psicosexuales, los radios de relaciones significativas, las
fuerzas básicas y la posible patología básica.

Así tenemos:

Estadios y Crisis Radio de Fuerza básica Patología


Estadio modos psicosociales relaciones básica
psicosexuales significativas o antipatía.
1- Oral - modos Esperanza-
Infancia incor- Confianza Persona visión positiva Retraimiento
0 a 1,5 porativos básica VS. maternante del futuro
años desc. Básica

2– Anal, uretral,
Niñez muscular Autonomía Personas voluntad compulsión
temprana (retentivo VS. parentales
1,5 a 3 eliminatorio) Vergüenza –
años duda

3– Genital infantil - Finalidad


Edad del locomotor Iniciativa VS. Familia básica (obtener lo Inhibición
juego (intrusivo, Culpa que se
3 a 6 años inclusivo) pretendía)

4–
Edad Industria Vecindad, Competencia Inercia
escolar Latencia VS. escuela (inacción)
6 a 12 Inferioridad
años

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5- Grupos de Repudio
Adolescen Pubertad Identidad VS. pares. Fidelidad (adolesc.
cia Confusión de Exogrupos. crítico,
12 a 21 identidad Modelos de oposicionista,
años liderazgo rebelde)

6– Partícipes en Amor
Juventud Genitalidad Intimidad VS. amistad, sexo, (fusión de Exclusividad
21 a 27/28 Aislamiento competencia y identidades (insatisfacción
años cooperación sin temores) )

7– Generatividad Trabajo
Adultez Procreatividad VS. dividido Cuidado Actitud
28 a 65 Estancamient y casa rechazante
años o compartida

8– Sabiduría
Generalización Integridad Especie (sensación de Desdén
Vejez de los modos VS. humana- plenitud, de (desprecio)
65 años en sensuales Desesperanza Mi especie asunción de
adelante lo hecho y de
lo no hecho)

1 - Infancia (desde el nacimiento hasta 1 año y medio).

En esta edad la problemática, la conflictiva gira alrededor de la confianza


básica versus la desconfianza básica, esta es la primera disyuntiva a la que se
enfrenta el niño y según sea el tipo de madre y el tipo de relación que
establezca con ella, podrá predominar la confianza o la desconfianza, de ahí
la importancia que el autor le da a la “figura maternante” al hablar del radio
de relaciones significativas.

Este es un punto fundamental en la estructuración de la personalidad, en la


construcción de la identidad y del desarrollo del humano, esto quiere decir
que de acuerdo a cómo se resuelva esta primera antítesis crítica, serán las
siguientes. Esta primera antítesis crítica es fundante, es el soporte de las
demás y casi con seguridad, las demás dependerán de esta primera, es decir,
que el niño podrá tener una “buena base” para iniciar su desarrollo o una no
tan buena base o una mala base.

Podríamos decir que si esta primera problemática no se resuelve bien o si la


crisis es muy extensa, o si los agentes externos (personas significativas para
el niño pequeño) no aportan las mínimas seguridades, afecto, contención, es

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muy probable (siempre hablamos en términos de probabilidades recordando


el tipo de ciencia particular que es la psicología, ciencia fáctico-social) que
este niño comience a transitar su vida con algún déficit importante en estos
elementos, es decir, construirá más su identidad en torno a la desconfianza
que a la confianza que sería lo deseable.

La antítesis crítica se va a dar entre:

CONFIANZA BÁSICA VS. DESCONFIANZA BÁSICA

Podemos citar a modo de ejemplo los casos estudiados por el Dr. Spitz en
relación a lo que él denominó “depresión anaclítica y marasmo” en donde
podemos apreciar algunas relaciones con lo descripto por Erikson en relación
a esta polaridad.

La confianza básica corresponde a un estado emocional particular que no


sólo toma en cuenta lo físico sino también lo psicológico. Abarca aspectos
vinculados a lo que Maslow denominó necesidades básicas, es decir,
vinculados a las necesidades fisiológicas, de seguridad, pero también se
vincula con aspectos relacionados a necesidades de orden psicológico o
también denominadas de grupo, sociales o secundarias.

Esta confianza básica en tanto fuerza, ayuda a iniciar nuestras vidas con
“algunas seguridades” y obrará como soporte y como estructura
fundamental sobre la cual se irá construyendo la identidad, en especial la
identidad “sana”.

La confianza se traducirá al niño como una “certeza interior”, como una


“seguridad psicológica”. Esto servirá para la futura seguridad personal. Así
por ejemplo personas adultas que evidencian confianza en sí mismos, o
seguros de sí mismos, es probable que hayan resuelto esta primera antítesis
crítica de manera satisfactoria con predominio de la confianza básica, es
decir que el agente maternante habrá posibilitado la creación de una
relación (siguiendo a Spitz) simbiótica sana. Pero en esta edad evolutiva la
confianza básica es sólo una sensación interna que se instala a través del
vínculo con su primer objeto de amor.

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De ahí que surge de acuerdo al modelo de Erikson, que cuando no logra


prosperar la fuerza básica que para esta edad es la esperanza, puede cobrar
cierta importancia lo que él denomina “patología básica”, que para este caso
se denomina “retraimiento”. Cuando el niño no logra fortalecer la confianza
básica, cuando no llega a “sentirse seguro” lo más probable es que se
retraiga, se vuelque sobre sí mismo, que empiece a ser tímido, más quedado,
más introvertido, etc.

2 - Niñez temprana (Desde 1,5 hasta los 3 años).

Posteriormente a la edad de la infancia, el autor propone la segunda edad en


la evolución de la construcción de la identidad. Es la edad en la que el niño es
capaz de lograr cierta autonomía en tanto individuo-persona. Por supuesto
que se encuentra directamente relacionada con la evolución de la libido de
Freud en lo referente a sensibilidad y “control” de la musculatura anal y
uretral, o sea que se relaciona con las fases anal y fálica de Freud.

Como ya sabemos ahora es otra la zona erógena que se encuentra erotizada


y estimulada, ahora la “cuestión” pasa por controlar o no la expulsión de las
heces y la orina con el consiguiente reconocimiento familiar y social e
implica un enorme esfuerzo físico y psicológico por parte del niño que
necesariamente deben ser reconocidos y reforzados para lograr un nivel
mejor de ajuste a la realidad.

A esto señalado recién, debe sumársele que a esta edad todos los niños
normales caminan y por ende “andan buscando donde tocar”, es decir que
necesitan empezar a conocer el mundo que antes sólo lo veía a la distancia o
se lo contaban o se lo acercaban. Ahora debe aprender a dominar la marcha
y a utilizar el espacio, explorarlo y conquistarlo sin temores.

Entonces nos encontramos con niños que controlan esfínteres y que además
caminan, es decir que ha cambiado significativamente su relación con el
agente maternante a tal punto que el radio de relaciones significativas se
encuentra extendido a las personas parentales.

La polaridad conflictiva de esta edad es:

AUTONOMÍA Vs. VERGÜENZA - DUDA

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Esta es una polaridad sumamente importante y se ve claramente cómo se


enfrentan estos opuestos. Si los aspectos señalados precedentemente
respecto del andar y el control de esfínteres es un hecho, en general los
niños tienden a moverse, desplazarse, explorar, etc. como ya se señaló, en
consecuencia quienes estén en su entorno, madre, padre, personas
parentales en general, puede que lo ayuden a que lleve a delante este
proceso de búsqueda o puede que sin ninguna maldad y hasta sin saberlo, lo
coarten, lo frenen, le prohíban pudiendo llegar a anularlo en su iniciativa, en
sus intenciones.

Por eso la maduración neurológica juntamente a una adaptación a la


realidad le permiten al niño lograr una mayor autonomía, pues puede
desplazarse en el espacio y llegar a donde él quiera y como no tiene que
estar pendiente (los otros tampoco lo están con respecto a él) del control de
esfínteres, es que puede estar más tiempo sin necesitar de los adultos. Pero
puede ocurrir que los que lo rodean no faciliten el desarrollo de estas
habilidades adquiridas con lo cual podríamos preguntarnos ¿para qué las
obtuvo si no es para usarlas?

Es cierto que los adultos pretendemos cuidar de nuestros menores y niños


pero a veces podemos (pretendiendo cuidarlos) anularlos en su desarrollo
generando un “daño” en lugar de una adquisición o logro.

La autonomía no sólo tiene que ver con el desplazamiento sino que también
se relaciona con el NO, con las normas sociales, con el bien común, con el
YO social, con el deber ser.

Es tal vez por esta razón que a esta edad ocurran los denominados
“berrinches” en donde el niño estaría diciéndonos que no quiere aceptar la
norma social de “no comer chocolate en este momento”, por ejemplo. Este
mismo NO es el que a esta edad comenzamos a utilizar los padres con
nuestros hijos que empiezan a andar, desplazarse y “tocar lo que no deben”,
tanto es así que cuando vemos que se va desplazando hacia algún objetivo
que consideramos “peligroso” le decimos o gritamos NO, que es una
herramienta que nos permite reprimir a distancia. Recuerden a Spitz cuando
propone el tercer organizador de la vida psíquica, el NO gestual y simbólico.

Es importante en esta etapa que exista una guía sensible y comprensiva


precisa y clara desde los educadores y personas parentales pues de lo

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contrario podría el niño sentirse desorientado y aparecer la vergüenza y la


duda que son la polaridad negativa de la conflictiva de esta edad. ¿Cómo
funciona esto? Veamos.

Si todo evoluciona favorablemente y se le permite “crecer”, lo más probable


es que el niño transite por la autonomía, pero si las cosas no se dan del todo
bien y abundan los NO, hay una excesiva represión innecesaria e
inapropiada, no se acompaña la educación y enseñanza con ejemplos, con
afecto y sensibilidad puede verse limitada su autonomía y así el niño puede
empezar a posicionarse más del lado de la vergüenza y de la duda.

Por ejemplo, supongamos que nuestro Carlitos está haciendo sus primeros
pasos en el control de esfínteres, se encuentra en esta edad y justo hoy su
mamá se encuentra en un mal día y “explota” por encontrar el colchón de la
camita mojado, entonces a modo de castigo-aprendizaje coloca el colchón
en el balcón no sólo para que se seque sino que además le dice a Carlitos
“ahora se van a enterar tus amiguitos que te hiciste pis en la cama”.

No necesariamente debe convertirse en un hecho traumático pero si esta


relación entre el niño y la madre se estructura así, podría ocurrir que Carlitos
sienta vergüenza (obviamente) lo que por un lado nos confirma que está
madurando apropiadamente, pero por el otro lado se corre el riesgo de que
ante tanta vergüenza reiterada Carlitos prefiera empezar a dudar si le
conviene evolucionar, madurar, controlando sus esfínteres o retraerse y
quedarse como está empezando a construir una identidad retraída,
introvertida, vergonzosa, tímida, etc. pues esto se ha transformado de
instrucción, aprendizaje, castigo, etc., en humillación.

Tengamos presente que la vergüenza es una emoción visual, es decir, que se


percibe desde afuera, el otro se da cuenta que alguien la está sintiendo pues
las mejillas de Carlitos se pusieron de color rosado oscuro y esto despierta el
deseo de no ser visto, no queremos que el otro se de cuenta de lo que nos
está pasando, entonces la única manera de no mostrar que siento vergüenza
es ocultándome.

Veamos algo acerca de la fuerza básica de esta edad que es la voluntad, sin
ella no podría el niño haber soportado haber hecho tanto esfuerzo para
aceptar la sociedad con sus normas, para internalizar a la cultura,
entendiendo a la voluntad como una fuerza absolutamente positiva.

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En el caso de que prosperase la polaridad negativa, la vergüenza-duda, la


patología básica que pude aparecer es la compulsión entendiendo a esta
como la propensión a reiterar comportamientos innecesarios y la mayor
parte de ellos tendientes a ocultar un problema o conflicto no resuelto.

La actitud compulsiva inhibe el comportamiento espontáneo y limita las


posibilidades expresivas de cualquiera y por ende no ayuda a la construcción
de una identidad sana. Todos estos aspectos, los positivos y los negativos, no
nos olvidemos que se inscriben en lo más profundo de la personalidad de
cada uno de nosotros conformando la misma.

3 - Edad del juego - (de 3 a 6 años).

Entre estos años el niño entra en la trama conocida como edípica por tener
que resolver el triángulo de interrelaciones recíprocas entre él y sus padres o
mejor dicho, con el progenitor del mismo sexo. Es por estas razones que el
niño demanda amor en exclusividad y se ve obligado, en esta etapa, a
renunciar a las fantasías y deseos incestuosos con el progenitor del sexo
opuesto para poder así pasar a identificarse con el progenitor del mismo
sexo.

Esta situación lo posiciona al niño ante un orden externo, social, cultural,


debe aceptar una legalidad externa que le es impuesta (todas las cuestiones
vinculadas al concepto “Falo”) dando lugar a la aparición de la conciencia
moral incipiente, a la estructuración no sólo del psiquismo sino también a la
estructuración de la personalidad.

La conciencia se organiza a partir del rol, actitud, estilo de los progenitores


que a través del proceso de socialización, van contribuyendo de manera
conciente o inconciente, a la formación del psiquismo-conciencia de cada
uno de nosotros. A través también de lo que se conoce como proceso de
endoculturación.

Es decir, que son los padres quienes van a “transmitir” la cultura y las
normas a sus hijos y depende de cómo sean estos padres, será la forma o
manera en que se graben en nuestra conciencia los modelos fundamentales
a seguir durante el resto de nuestras vidas. Este proceso, en realidad, durará
toda la vida.

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Es interesante desde el enfoque psicosociológico que hace Erikson,


comprender por qué se denomina edad del juego. Es sabido que dentro de lo
que en sociología se denomina agentes de socialización, el juego desempeña
un papel fundamental pues permite al niño pequeño ir representando
ciertos roles, practicando dentro de un marco de referencia con reglas no
tan estrictas como lo son las del deporte, por ejemplo. El juego es un valioso
modo de ir incorporando normas y su aplicación inevitablemente nos pone
en contacto con otros con los que nos vemos obligados a interactuar.

Las fantasías y sentimientos eróticos, como ya sabemos, se encuentran


centrados en los genitales. Es importante aclarar que para Erikson, a
diferencia de lo expuesto por Freud, considera más importante hablar de
genitales en lugar de falo. La curiosidad está puesta allí constituyéndose en
región-zona erógena que a la vez resulta ser una zona de intercambio y
comunicación y porque no, también de conocimiento.

Erikson aquí afirma que el conflicto de esta edad está planteado en términos
de:

INICIATIVA Vs. CULPA.

Veamos entonces cómo es la dinámica de este conflicto.

La iniciativa puede ser entendida en primera instancia como la posibilidad


de anticipar, planificar, conquistar, enamorarse, comunicarse, es decir, todo
aquello que tiene que ver con hacer cosas, con dar lugar a las ideas, a la
creatividad y constituye de esta forma la modalidad positiva de esta etapa.

Sin duda que la posibilidad de que esto ocurra guarda estrecha relación con
un sustrato fisiológico que es la posibilidad del control de esfínteres y de la
marcha, o sea, que ahora el niño empieza a volcarse más hacia el mundo
exterior, hacia el conocimiento, el descubrimiento.

La culpa se encuentra relacionada con todo lo que tiene que ver con el
drama edípico, con las identificaciones, con la estructuración del aparato
psíquico, con la presencia y acción del Súper YO.

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Cuando aparece la culpa, se puede suponer que el YO ha aceptado con una


cierta pasividad los reproches del Súper YO pues la culpa es un juicio
interno heredero de la vergüenza.

Las posibilidades de despliegue de la iniciativa individual se encuentra


relacionado con la manera en que la familia permita o se permita vehiculizar
estos intentos de desprendimientos por parte del chico, que en realidad
habían comenzado en la etapa anterior cuando hablamos de la autonomía.

Por eso es de suma importancia que en esta etapa las madres comprendan
que sus hijos deben ir al jardín de infantes pues facilita el ejercicio de la
iniciativa y permite el desprendimiento dando lugar a la formación de la
propia identidad y del sentido de lo social.

Si el sentimiento de culpa se encuentra intensificado, porque el Súper YO


ejerce demasiada presión de manera que el YO no logra manejar la situación,
aparece una inhibición general de la iniciativa con las consecuencias que esto
podría traer para el desarrollo sano del niño.

Es de tal importancia esta cuestión que por efecto de la culpa se puede dejar
de hacer todo tipo de cosas y acciones con el objeto de dejar de sentir los
reproches internos provenientes del Súper YO, es algo así como: “mejor no
hago nada así no me molestan y me castigan”, o dicho de otra manera: “al
final quieren que crezca pero cuando tomo la iniciativa para ser yo mismo,
me reprochan”.

Es en la familia donde se aprenden las modalidades vinculares que van a


servir de soporte para el futuro de las relaciones en general, de toda nuestra
actividad con otras personas y son estas relaciones con la familia las que van
a facilitar o no, la conformación o integración de grupos. Pasa a ser la familia
un patrón para la construcción de modelos internos que conformarán guías
en nuestro interior.

Así planteadas las cosas, cada familia o cada tipo o modalidad familiar
pueden conformar diversos tipos de vínculos de la siguiente manera:

- El vínculo apoyado en la dependencia se funda en el modelo


intergeneracional entre padres e hijos.

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- El vínculo que se fundado en la cooperación se construye en función de la


relación de pareja y de hermanos.

- El vínculo basado en la competencia aparece ligado a la rivalidad sexual


fraterna.

Si logramos extendernos más allá en relación a la conformación de estas


formas de vínculos, podremos llegar a comprender más de un tipo particular
de relación entre las personas y así poder comprender y aprender ciertas
cuestiones de las relaciones. Esto nos permite entender por qué algunas
personas son como son y se relacionan con los otros de determinada
manera, de mala manera, deficientemente. Para tener en cuenta para la
psicoterapia con nuestros pacientes.

4 - Edad escolar - (de 6 a 12 años).

Entramos en la cuarta edad de las propuestas por el autor, la edad escolar,


que se relaciona directamente con el período de latencia descripto por Freud
en su teoría psicoanalítica, es decir, desde los seis a los doce años.

En el camino que el niño recorre del egocentrismo a la posibilidad de


descentración emocional, cognitiva y social, la escuela juega un papel
fundamental en especial para ayudar al intercambio de roles y normas. La
escuela se transformará en el nuevo soporte para la construcción de la
identidad, entendiéndola como uno de los principales agentes socializadores
y conformadores de la personalidad social.

Desde el punto de vista estrictamente psicoanalítico, a esta edad el niño


entra en la latencia en tanto etapa de evolución de la libido. Al aquietarse los
impulsos la canalización de las energías de las que dispone el chico
(fundamentalmente energías libidinales) se trasladan hacia otras
problemáticas y es así que esto permite instalar al niño en una nueva etapa y
desafío para el crecimiento.

Es decir, si el niño ya tiene resuelto el Edipo (bien o mal para el caso no


interesa) entonces qué es lo que va a tener que hacer en tanto humano, ya
que al poseer esta condición no puede dormirse cuando no tiene un
estímulo vinculado a necesidades primarias; es ahora que necesita canalizar,

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por ejemplo, la curiosidad, las relaciones sociales, mejorar el lenguaje,


plantearse otros tipos de preguntas, etc. Es ahora que el aprendizaje pasa a
tener un lugar casi exclusivo en la vida de los niños.

El conflicto queda planteado entre su capacidad y habilidad para el manejo


de las “herramientas” necesarias para la vida intelectual, física y creativa
(industria) y la sensación de impotencia o inadecuación (inferioridad), o sea
que según Erikson, el conflicto está planteado así:

INDUSTRIA Vs. INFERIORIDAD

Y la fuerza que moviliza a estas energías y las lleva al conflicto es “la


competencia”.

Es en este momento evolutivo que el niño incursiona en un mundo distinto


al de la primera infancia. La escuela pasa a ser su mundo, con sus propias
experiencias, amigos, tiempos, lugares, aprendizajes, etc. Comienza a
producir, a hacer cosas, a compartir juegos y sobre todo, juegos reglados,
con muchas normas, con muchas limitaciones lo que indica o marca el
acceso o el comienzo del manejo y aceptación de la legalidad externa.

El mundo de sus pares pasa a ser tan importante como el mundo de los
adultos y estos pasan a constituir los nuevos referentes y modelos para el
proceso de identificación y construcción de la identidad, estos pasan a ser
referentes extrafamiliares, comienza a haber “otros” a quien mirar, imitar,
copiar.

En la latencia, la tarea básica tiene que ver con la adquisición y dominio de


los instrumentos básicos de la vida del adulto, dicho así, cobra una
importancia superior pues “aprenderá” a ser adulto en esta etapa, no
definitivamente, pero es ahora cuando va a internalizar a estos modelos,
para lo cual los mismos deben ser de excelencia para permitir una
conformación mejor. Tengamos presentes que en la adolescencia estos
modelos se van a poner a prueba y a reformular, por eso deben tener una
fortaleza y características tales que posteriormente ante la crisis, puedan
resistir.

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Es ahora que el niño no sólo aprende a pensar sino también a plantear


problemas, a usar la experiencia y la memoria y a resolver nuevas
situaciones. En esta edad apoyado en el control social que ejerce la escuela,
pasa a constituir una etapa de importante desprendimiento familiar y de
aparición de elementos de la identidad personal propios del niño que tal vez
hasta desconocíamos.

La confianza, la autonomía y la iniciativa (las polaridades positivas del


conflicto) marcarán la capacidad y sentimiento productivo, facilitarán el
desarrollo y aparición de sentimientos de laboriosidad y cooperación.

Si el niño llega a esta edad con desconfianza, sus posibilidades de manejarse


con autonomía pueden verse afectadas, alimentando la conformación de
una identidad basada en la inferioridad, tal vez tenderá a refugiarse en
actitudes y modalidades vinculares de etapas pasadas.

Si esto se tornara más grave aún, entrando en el terreno de lo patológico,


podría aparecer autismo y psicosis; un poco menos patológico podría
apreciarse una importante introversión social con tendencia al aislamiento.

Todas estas cuestiones deben ser tenidas en cuenta sobre todo al evaluar el
ingreso del niño a la escuela primaria.

Todo lo que ocurre previo a la adolescencia es de suma importancia pues


prepara el terreno para que se inicie bien o no tan bien la próxima edad, es
por esto que el modo en que los adultos significativos se brinden en calidad
de acompañantes y sostén, ayudará o no a la forma en que se arribe a la
adolescencia, siguiendo el esquema del autor, no debemos olvidar que esta
etapa es el soporte de la que sigue.

5 - Adolescencia - (de 12 a 21 años).

Entramos así en la etapa de consolidación de la identidad en donde el


desprendimiento respecto de los padres infantiles (desde el hijo hacia los
padres) y el encuentro con el hijo adolescente (desde los padres hacia los
hijos) inauguran un nuevo momento en el desarrollo en donde los polos del
conflicto giran en torno a la consolidación de la identidad genital.

El conflicto está planteado en términos de:

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IDENTIDAD vs. CONFUSIÓN DE IDENTIDAD o


DIFUSIÓN DEL ROL.

La fuerza que va a entrar en juego en esta edad es la Fidelidad.

De acuerdo a la teoría psicoanalítica clásica, en este momento evolutivo


aparece un reflotamiento de la conflictiva edípica pero ahora con nuevos
contenidos generadores de sentimientos de ambivalencia y de crítica hacia
las figuras parentales, es decir, hacia todas aquellas figuras que tienen que
ver con los modelos, con los ideales, con el deber ser, con la cultura.
Pareciera que hay en esta etapa una reconsideración de lo aprendido, hay
como una revisión de los aspectos incorporados a nuestro Súper Yo.

La adolescencia comprende un lento proceso de duelo - como ya se verá un


poco más adelante y de manera particular - en especial surgen duelos por el
cuerpo infantil, por el rol que se tenía y por los padres de la infancia. Del lado
de los padres surge un desprendimiento, o debería dar lugar a esto dentro
de lo esperable, evolutivo y normal, decía un desprendimiento respecto del
hijo-niño que va a caracterizar este momento evolutivo.

En la adolescencia hay una doble transformación y doble duelo:

HIJOS PADRES

ambivalencia y desprendimiento
crítica hacia las hijo-niño
figuras parentales

Es importante tener presente que en esta edad el sentimiento de


continuidad y mismidad entra en crisis (como la mayor parte de los aspectos

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vinculados a la identidad y personalidad del adolescente) y es así que surge


el riesgo de quedar fijado en una difusión de roles.

Veamos. Como por las características propias de la adolescencia y del


adolescente, apoyado en una maduración neurobiológica, es que la
estructuración de la personalidad que hasta ese momento traía el chico, se
ve amenazada y en principio aparece una “disgregación, separación, pseudo
desestructuración de la personalidad” que a priori es normal, pero si las
crisis anteriores no fueron lo suficientemente bien resueltas, es probable
que esta incipiente desestructuración evolutiva se torne en una difusión, es
decir, que la identidad se dispersa, se proyecta en muchas y variadas
direcciones, o sea, que se corre el riesgo de seguir siendo quien se era, tal
vez pueda “perderse” y hasta llegar a “enloquecer” en esta difusión del rol.

La crisis de esta etapa se plantea en los términos de:

IDENTIDAD Vs. CONFUSIÓN DE IDENTIDAD

Esta es la gran cuestión que se plantea en este momento, cuestión que en


realidad seguirá presente por el resto de nuestras vidas ya que la pregunta
¿quién soy yo? no tiene una fácil y rápida respuesta.

Cuando aparece la difusión de identidad, los adolescentes tienden a utilizar


la intolerancia como forma de defenderse de esta cuestión (que a veces
suele ser un rasgo común en los adolescentes sin constituir una forma de
expresión patológica).

Es así que el adolescente necesita de un referente adulto (no tiene porque


ser precisamente el padre) esto es una característica que puede ser
altamente positiva o que al ser utilizada por “otros” sólo interesados, puede
pasar a ser una característica que implique un cierto riego para el joven.

Este referente le servirá para confrontarse, pues el adolescente se


encuentra cargado de ambivalencias (como ya veremos al tratar la
adolescencia en particular).

De este modo, la tarea en esta etapa consistirá en ir adquiriendo las


actitudes necesarias para poder desempeñarse en el mundo de los adultos,

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especialmente manifestado en la manera de asumir un rol sexual, laboral,


creativo, económico, social acorde con lo que hacen los adultos.

Desde lo social, la crisis de esta edad se agudiza porque no hay un lugar ni un


rol definido claramente para los adolescentes, lo que en ocasiones puede
incrementar su confusión (se le exigen ciertas conductas pero no se le da el
lugar para que las implemente o requiere más libertad pero no se hace cargo
con la suficiente responsabilidad) esta situación podría facilitar la difusión de
roles.

Ya es sabido que los adolescentes oscilan entre avanzar hacia una imagen
cultural de la adultez y una regresión hacia actitudes y modalidades de
etapas anteriores. Por esto la representación de roles y la facilitación de esta
tarea juntamente con las incursiones en la fantasía, pasan a constituir el
modo más apropiado y “saludable” de manejar la difusión de la identidad.

Como ya veremos un poco más adelante, esto ocurrirá fundamentalmente a


través del grupo de pares, los amigos, la banda que pasan a ser algunos de
los sostenes que facilitarán el tránsito, resolución y salida de esta edad.

6 - Juventud - Adulto joven (desde los 21 a los 27/28 años).

Llegamos a la sexta de las edades que propone Erikson en las ocho edades.
Haciendo una sutil y práctica diferencia en esta edad adulta la divide, para
un mejor entendimiento, en juventud, que se equipara con el adulto joven a
la que seguirá la adultez propiamente. No es casual que hagan esta
diferenciación, muchos autores hacen referencia a una adolescencia cada
vez más prolongada desde lo social, en tanto que Erikson lo pasa a llamar
“juventud o adulto joven”, dando a entender que todavía le falta un poco
para ser un adulto completo.

Particularmente considero muy apropiada la distinción ya que muchos


jóvenes de más de veintiún años, suele no agradarles que no se los considere
como adultos cuando desde el punto de vista legal ya son mayores de edad
con todo lo que esto connota y les permite.

Debe la persona enfrentarse con una nueva tarea de crecimiento, con una
definición más clara de la propia identidad. El adulto tiene la posibilidad de
vivir y compartir situaciones de intimidad o por el contrario, evitarlas

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fijándose en una posición de aislamiento con el consecuente


empobrecimiento personal.

El conflicto propio de esta edad, es:

INTIMIDAD vs. AISLAMIENTO

Veamos entonces cuáles son las características y connotaciones que cada


una de estas polaridades puede acarrearle al joven.

La intimidad lleva implícita la posibilidad y el deseo de fundir nuestra propia


identidad con el otro. Va asociada a una actitud de entrega sin temores, sin
vivencias amenazadoras dentro de las áreas sentimental, laboral y social.

Por otra parte, el aislamiento puede entenderse como un refugio de


actitudes de auto preservación por temor al otro o a lo otro vivido como
peligroso. Surge especialmente cuando la identidad se ha ido construyendo
desde la desconfianza y la inferioridad, es decir, desde las polaridades
negativas de las diferentes crisis que fue atravesando, como podría
observarse en parejas en donde lo común son las rivalidades y las
desconfianzas, esto es lo que nos permite inferir que alguno de los dos
habría conformado su identidad desde alguna de las polaridades negativas
de las crisis.

Recién en esta etapa es que puede llegar a desarrollarse de forma


verdadera, la genitalidad, en el sentido de lograr relaciones de pareja en la
intimidad, pudiendo llegar a una fusión con el otro sin temer perderse a sí
mismo. Por supuesto que aquellos que temen perderse están impregnados
de un sentimiento de inseguridad, egocentrismo y hasta cierto narcisismo
(desde otra perspectiva pero tratando de hacer más claros los conceptos de
Erikson).

El arribo a la identidad adulta, apoyado en la construcción de un vínculo


fuerte en la intimidad, permitirá desarrollar con plenitud la capacidad para
amar y trabajar que pueden ser entendidos como dos indicadores de “salud
mental”.

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Los vínculos apoyados en la intimidad con otros facilitan el abandono de la


omnipotencia adolescente para entrar en una dependencia madura y mutua.
La fuerza que apoya la resolución positiva de esta crisis, es el amor.

En esta primera fase de la adultez, la problemática se centra o exige hablar


de identidad compartida. El aislamiento, en cualquiera de las áreas de la vida
del hombre, conduce indefectiblemente a la insatisfacción lo que conllevará
a la posibilidad de aparición de patologías o disfunciones de tipo vinculares
con todos los otros (esposo, hijos, padres, compañeros de trabajo, etc.).

Dice Erikson que el hombre maduro “necesita sentirse necesitado”, por eso,
la posibilidad de transformarse en adultos generativos implica
necesariamente tener que asumir los roles de procreación tanto en lo
biológico, psicológico, social, económico, etc., para ser adultos completos,
esto nos conduce necesariamente a la siguiente de las edades que propone
este autor.

7 - Adultez - (de 27/28 años hasta los 60/65 años).

Tal como señalamos recién, en esta edad aparece como importante todo
aquello que tenga que ver con confirmarle al adulto que es un ser que
“sirve”, resultan muy importantes las relaciones vinculares
fundamentalmente aquellas que se apoyan en la generatividad, esto es,
relaciones que le permitan al adulto “generar”. La persona continúa así
instalada en una situación de productividad.

Al hablar de productividad estamos haciendo referencia a que el adulto


(varón o mujer, esto se da en ambos) necesita ser productivo en todos los
órdenes de la vida. Se refiere a productivo en lo biológico para lo cual quiere,
desea, necesita tener continuidad biológica y para ello procrea y tiene hijos.
Productivo en lo económico, aparece en el adulto una necesidad de adquirir
otros bienes, de tener un mejor trabajo o un mejor estatus.

Necesita poder ofrecerle a sus hijos y a su cónyuge, mejores posibilidades


económicas, dar a entender que quiere y que ha logrado un cierto progreso.

Productivo en el orden psicológico, se refiere a que a esta edad lo normal, lo


esperable en la generalidad de los adultos, es que se tiende a tratar de dejar
algún tipo de huella, de señal, de “historia”, se trata de que las ideas se

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esparzan, desean los adultos ser escuchados en su forma de pensar, desean


llevar a la práctica. Por ejemplo, si pensamos en el ejercicio profesional, los
adultos no sólo quieren tal vez, tener su propio negocio, sino también
diseñar y crear sus propios productos que provienen de sus ideas, es algo así
como lograr cierta independencia laboral, y de las ideas, ser un transmisor
de ideas más que un receptor.

Es importante destacar (que ya se señaló para otras edades) lo perjudicial


que se torna el aislamiento en tanto que empobrece los vínculos, las
relaciones personales y laborales, las relaciones familiares, pudiendo ahora
en la adultez llegar a obstruir las posibilidades de desarrollo del adulto y caer
en el estancamiento, y este estancamiento también puede llegar a afianzarse
como una pseudo necesidad de intimidad.

Sería algo así como encerrarse en sí mismo o en un núcleo muy reducido y


estrecho bajo la “excusa” de necesitar intimidad. Esto estaría marcando más
una disfunción de lo que se espera de un adulto que algo normal.

El conflicto en esta edad se da:

GENERATIVIDAD Vs. ESTANCAMIENTO

La fuerza básica que va a favorecer la resolución positiva del mismo o que lo


va a guiar al adulto hacia una salida saludable, es el cuidado y la patología
básica que proviene de la salida negativa del conflicto que se encuentra
directamente relacionada con el estancamiento, es la actitud rechazante por
parte del adulto hacia los otros en todos los órdenes de la vida y todas las
áreas de desarrollo o desenvolvimiento.

De esta forma la generatividad se refiere a una vida personal creadora e


ideacional que logra amalgamar el amor por los hijos, por las ideas, por el
trabajo. En tanto que el estancamiento se encuentra ligado a un repliegue
sobre sí mismo; se trata de personas exclusivamente auto preocupados,
concéntricos, egocéntricos.

Esto es lo que nos permite ver que en el estancamiento no sólo no hay


generatividad sino que se encuentra sumamente empobrecido el yo de la
persona en lo individual, laboral y en lo social.

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8 - Vejez - (desde los 65 años en adelante).

He puesto entre paréntesis 65 años, adelantándome un poco a lo que más


adelante desarrollaré en relación a la edad “Vejez” propiamente (tenemos
un capítulo especial dedicado a este tema), en virtud que se puede discutir,
debatir, analizar y reflexionar respecto de cuándo se es viejo y por qué, tema
que resulta sumamente interesante trabajar y detenerse ya que son muy
pocos los que dicen algo respecto de esta edad. La mayoría de los estudiosos
del desarrollo humano suelen poner énfasis en la adolescencia, comentar
algunas cuestiones de la adultez y casi nadie se dedica al menos a
caracterizar a la vejez.

Esto será desarrollado en el capítulo dedicado específicamente a esta edad.


Por ahora seguimos los lineamientos de la teoría de Erikson y nos toca
trabajar la edad Vejez como la última del ciclo vital, la última de las ocho
edades del hombre.

Planteamos ahora la antítesis crítica propia de esta edad la cual deberemos


tener presente para realizar los análisis correspondientes:

INTEGRIDAD Vs. DESESPERANZA

Es importante analizar la manera en que cada persona ha cuidado de las


cosas y de las personas a lo largo de toda la vida. El modo en que se ha
adaptado a los triunfos y fracasos, a las alegrías y desilusiones inherentes al
hecho de vivir y de ser generador de otros seres humanos, pues esto marca
o nos da idea de cómo se arriba a la última de las edades.

Este arribo puede llevarse adelante desde una actitud de integridad yoica o
desde la desesperación (aquí podemos ver la antítesis propia de esta edad).
Como vemos esta manera de arribar a la edad coincide exactamente con las
polaridades del conflicto, debemos aclarar que desesperación se asocia con
desesperanza. Si recordamos la primera de las edades señaladas por este
autor, aparecía una fuerza básica en ese momento que era la esperanza,
como la fuerza que le iba a permitir al bebé empezar su vida con “algunas
certezas” dentro del caos propio de la situación de neonato y que esta
esperanza surgía particularmente por la relación que establecía cada niño
con su madre.

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Ahora al completar el ciclo, dos fuerzas opuestas están muy cercanas, de la


misma manera que al niño lo ayudó la esperanza para iniciar su ciclo vital es
ahora la desesperanza la que puede obstaculizar el completamiento del
mismo o detenerlo o perjudicarlo, veamos el siguiente esquema:

Esperanza (infancia) desesperanza (vejez)

La integridad yoica implica la aceptación del propio y único ciclo vital. Esta es
una tarea de balance que deberá realizar el anciano y que le permitirá
reconocerse como sujeto productor de su propia vida e historia, como dueño
de lo que es, esto a su vez le muestra a dónde ha llegado, qué ha hecho y
que no, cómo es como ser humano y persona, cuánto ha aprendido y se ha
adaptado al proceso de socialización, cuan integrado está a la cultura a la
que pertenece y cuánto de ella ha podido transmitir a sus congéneres.

Es así que reconocerá sus propias experiencias vitales que sustentan a la vez
su propia identidad, que apoyada en la confianza (recordemos la antítesis
positiva de la primera edad donde aparecía la confianza básica), le permitirá
al anciano incorporar ahora la problemática de la muerte con todo lo que
esto significa para cada cultura y cada persona en particular.

Es sabido que cada adulto admite o rechaza el desafío de aceptar a la nueva


generación como responsabilidad propia y asegurarle de esta manera (o no)
su confianza y su espacio de crecimiento (nuevamente vemos el énfasis que
pone Erikson en los aspectos sociológicos y psicosociales en la conformación
de la identidad tanto individual o personal como en la identidad social y
cultural).

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La desesperanza del conflicto que se plantea (conflicto en términos tensión,


juego de fuerzas, tironeo entre opuestos) entre conciencia de finitud y la
apetencia de infinitud. Sólo el humano tiene la propiedad de darse cuenta de
su finitud y toma conciencia de esto muy tempranamente en el desarrollo,
afortunadamente para la sociedad, todos los humanos vivimos como si no
fuéramos a morirnos o en el mejor de los casos, como si la muerte pudiese
llegar a ser burlada o como si quedase muy lejos en el tiempo.

Esto nos ha permitido transformarnos en seres productores, creativos y en


tal sentido hemos construido nuestra cultura, no nos hemos quedado
cruzados de brazos esperando la muerte; ni siquiera nos hemos volcado al
mal, al delito con desprecio por la vida, todo lo contrario, hemos construido
y construiremos mucho más a pesar de nuestra finitud.

En la adultez se aprendió que en realidad sólo se trata de vivir, ahora en la


vejez debemos poner en práctica esta frase y vivir. Vivir implica ser un
humano íntegro, completo, conciente, responsable.

Esta tensión que acabamos de mencionar produce como es de esperar una


cierta angustia, claro no puede ser de otra manera. Angustia por el pasado
que ya no está, este pasado que no se puede rectificar y en ocasiones nos
puede llegar a producir “molestias” por entender que no deberíamos haber
hecho tal o cual cosa.

Es absolutamente posible llevar adelante esta etapa de la vida


comprendiendo el lugar que nos toca asumir, mirando hacia adelante y no
hacia atrás, asumiendo nuestra responsabilidad de humano y haciendo pleno
uso de nuestra libertad individual.

Es así que Erikson plantea la evolución de la persona humana desde el


nacimiento hasta la muerte, habla de las ocho edades del hombre, del ciclo
vital completado.

BIBLIOGRAFÍA PARA ESTA UNIDAD:

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Lic. Carlos Smachetti Psicología del Desarrollo 2

Erikson, E. “El ciclo vital completado” - Paidós - 1990.

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