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Finalmente llego a la señora, averiguo que se llama Ann, no me dice más que
eso, intento apaciguarla pero es en vano. La mujer se altera, empieza a gritarme que no
entiendo nada, que soy un insensible y con sus tacones puntiagudos me patea la
pantorrilla. Duele más de lo que parece, pero rápidamente me exijo a recuperarme pues
es mi obligación ir tras ella, tomo un chaleco por las dudas y empiezo la persecución.
Lo peor de todo es que realmente la entiendo, es difícil abandonar a un compañero tan
noble y si fuera un poco más pequeño lo dejaría subir con ella, pero admitirlo en la balsa
significa un civil menos que se puede salvar y no puedo permitirme eso.
Allí estaba el honorable coronel John Jacob Astor implorando por su salvación,
el muy valiente no sabía nadar. Esperaba que me tirara a rescatarlo, yo una joven
embarazada de su hijo. ¿Acaso no tiene vergüenza alguna? Teniendo en cuenta que
mismo la noche anterior me engaño con otras mujerzuelas, a mí una joven de
diecinueve años. No lo puedo creer, hasta prefiero tirarme a rescatar a esa pulga, Kitty,
chillona pero menos irritante que este viejo canalla. Es más lo voy a hacer, me agacho
estiro mi brazo y… John me agarra, me esta cinchando, me va a hundir, viejo
asqueroso, le doy un puñetazo con mi mano libre. Se esta hundiendo, perdió la
conciencia, ¿qué acabo de hacer? Tomo rápidamente a Kitty, me paro pero soy incapaz
de moverme, miro al pozo esperando que vuelva, recordando su última expresión de
pánico y agonía.
Una señora me toca, todo mi cuerpo tiembla, qué habrá visto. Me hace toda clase
de preguntas a las que soy completamente incapaz de contestar o siquiera escuchar, lo
único que me despierta fue algo sobre mi bebé, mi bebé, debo salvar a mi bebé, me
dirijo a las balsas, aún no consigo centrarme pero debo llegar de alguna forma.