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Kept by My Mate

Skye Alder

(Black River Pack 03)

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro


Traducción no oficial, puede presentar errores
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Sinopsis

¿Es ella la clave de su redención?


Un terrible accidente, que ni siquiera fue culpa suya, ha
dejado a Wren como el paria de la manada Black River.
Se ha ido quedando cada vez más solo a lo largo de los años,
pero cuando se dirige al pueblo en busca de provisiones, por fin
la encuentra.
Su compañera.
Una mirada al alce que corre hacia ella y Luna se desmaya
enseguida.
Cuando se despierta, es introducida en el mundo de los
cambiaformas y los compañeros predestinados.
Cuanto más aprende sobre Wren, más empieza a creer y
más se enamora del amable gigante.
Cuando llegue el momento de elegir, ¿escogerá su
antigua vida en Nueva York o encontrará su felicidad para
siempre con el cambiaformas marginado?

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Capítulo 1

Wren

Aquí, en medio del bosque, reina la tranquilidad y cualquier


otro cambiaformas, o humano, estaría encantado de pasar su
tiempo aquí. Es cierto lo que dicen; el aire es realmente diferente
en este lugar. Es limpio y terroso, con un toque de pino. Tanto
si la luz del sol atraviesa el espeso bosque como si la luna brilla
en el cielo nocturno, la naturaleza de Montana es
innegablemente majestuosa.
Sin embargo, este lugar es más bien una maldición para mí.
Desde que me desterraron de mi manada, la manada Black
River, he estado viviendo aquí, en tierra de nadie. Los hermosos
árboles se sienten como barrotes de una prisión y la luna es mi
única amiga.
Mi casa está construida en la tierra entre las tres manadas
de cambiaformas de Montana. Está lo suficientemente cerca
como para poder ir al pueblo a por provisiones, pero lo
suficientemente lejos como para no tener que ver a nadie.
De todos modos, soy un poco solitario. Siempre he sido
tímido e introvertido. El hecho de ser más grande a casi todos

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los miembros de la manada tampoco me ha ayudado a hacer
amigos. Así que estoy acostumbrado a estar solo. Sin embargo,
el aislamiento de este lugar me está afectando.
He estado aquí durante los últimos cinco años. Al principio,
apreciaba la tranquilidad y la soledad, sobre todo después de las
desgarradoras acusaciones que me lanzó mi manada. Pero
ahora, el silencio es ensordecedor y estoy más solo de lo que
jamás creí posible.
No hay mucho que pueda hacer al respecto. La manada en
la que crecí y a la que creí pertenecer me culpó de un horrible
accidente.
Hago una pausa, tomando una bocanada de aire mientras
pienso en ese día. El día en que todo cambió.
Entiendo por qué mi manada creía que el accidente era
culpa mía. Soy torpe y cuando vivía en la ciudad, siempre
causaba accidentes. Es sobre todo por mi tamaño. Mido 1, 95 y
sobresalgo por encima de la mayoría de la gente. Siempre fui
consciente de ello cuando era más joven y traté de ocultarlo.
Resulta que es bastante difícil para un gigante ser sutil.
Agachar la cabeza no funcionó y, de hecho, sólo me hizo
destacar más. Siempre chocaba con las cosas, lo que sólo atraía
más atención hacia mí.
Aun así, me dolió mucho cuando Killian, el nuevo alfa en ese
momento, me desterró. No sólo eso, sino que recuerdo haber
mirado las caras de mis compañeros de manada, gente con la

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que crecí, gente que me enseñó en la escuela, gente que me
conocía. O eso creía yo.
Seguía esperando que alguien, cualquiera, me defendiera.
No es que no pudiera luchar por mí mismo, al menos
físicamente. Pero no soy así. Nunca lo he sido. Además, ponerme
a la defensiva sólo habría empeorado las cosas.
Después de unos largos momentos, recuerdo que Killian me
gruñó, su lobo justo debajo de la superficie. Esperé un segundo
más para ver si alguien hablaba por mí, y luego me transformé
en mi alce y desaparecí en el bosque.
Agarro mi sombrero y vuelvo a respirar hondo y
profundamente mientras continúo mi caminata hacia la Manada
Black River. Voy a una de las manadas al menos una vez al mes
para abastecerme. Por lo general, trato de evitar la Manada
Black River, pero es el pueblo más grande y, por lo tanto, tiene
más tiendas y opciones que Ash Mountain o Red Ridge.
Es tarde en la noche, lo que generalmente prefiero para este
tipo de recorridos de abastecimiento. De esta manera, puedo
evitar las multitudes. Echo de menos a la mayoría de la manada,
a pesar de que no me hayan defendido, pero hay algunas
personas que siempre han sido crueles.
Jerry, el verdadero culpable del accidente que hizo que me
exiliaran, es uno de ellos. Siempre ha sido un malcriado y sé que
fue él quien me inculpó del horrible incidente que hirió a dos
niños pequeños.

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Tengo que frotarme la opresión en el pecho sólo de pensarlo.
Ese fue el peor día de mi vida, sobre todo esas pocas horas en
las que nadie sabía quiénes habían resultado heridos, o algo
peor. Todavía me desgarra por dentro pensar que alguien de
nuestra manada estuvo en peligro, y más aún que fueran niños.
No tengo ninguna prueba de que Jerry fuera el responsable,
pero sé que fue él. Pensó que yo iba a ser un aspirante a Alfa
después de que los padres de Killian fueran asesinados, y me
quería quitar de en medio.
Jerry se deshizo de otros dos aspirantes hiriéndolos. El
bastardo ni siquiera se molestó en preguntarme si iba a desafiar
a Killian antes de poner en marcha su plan. A decir verdad,
nunca quise ser Alfa y ciertamente no iba a pelear con nadie por
el puesto. No soy un gran líder y sabía que era un lugar que le
correspondía a Killian.
Al final, fue sólo Jerry quien desafió a Killian. La única
pequeña pizca de satisfacción que obtuve de todo el asunto es
que Jerry perdió. Y de forma bastante contundente.
Para entonces, sin embargo, yo ya estaba aquí solo. Acababa
de empezar a construir mi cabaña, que me llevó dos años en
total. Añadí un pequeño invernadero y un jardín en el patio
trasero para no tener que hacer tantos viajes a la ciudad.
Como he dicho antes, no me importa el aislamiento en su
mayor parte. Sin embargo, noches como ésta, cuando el aire es
fresco y la luna está fuera, me hacen anhelar a mi compañera
predestinada.

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Ya no espero encontrarla por aquí. Por mucho que me duela,
creo que nunca la encontraré. Mi única. Mi verdadero amor.
Irónico, ya que soy un autor romántico. Puedo tejer
hermosas historias con felices para siempre, pero nunca tendré
eso para mí.
Sin embargo, es inútil pensar en eso. Me encanta escribir y
puedo hacerlo solo, en la comodidad de mi cabaña. Lo más difícil
es enviar los manuscritos por correo electrónico y subirlos a la
red, porque mi conexión a Internet es muy inestable.
A medida que me acerco a los límites de la manada, me quito
la ropa y me transformo en mi alce. Será capaz de percibir y oler
a cualquier otra persona que esté cerca. Como siempre, no hay
nadie. Mi alce cuelga la cabeza y emite un sonido ronco y
derrotado.
Mi alce también se siente solo, y puedo sentir su decepción
por no habernos encontrado con nadie. Tener a mi animal
conmigo todo el tiempo es una bendición y una maldición. Al
menos no estoy completamente solo. Pero siento lo que él siente.
Su desesperación es mi desesperación. Su tristeza es mi tristeza.
A veces puede resultar un poco pesado y abrumador.
Probablemente por eso me gusta escribir libros románticos.
Todo el mundo necesita un dulce escape cuando la vida es
demasiado. Me gusta saber que puedo ofrecer un 'felices para
siempre' a las personas que necesitan un poco de esperanza y
luz en sus vidas.

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En la vida real soy bastante torpe, pero mis palabras
parecen hacer eco en la gente, lo cual es suficiente por ahora.
Mi alce es enorme, como yo. Desde la punta de los cuernos
hasta las pezuñas, debe medir más de dos metros y ser tan
redondo como un roble. Tal vez por eso siempre choca con las
cosas y nos mete en problemas.
El bruto resopla y pisa fuerte con su casco, haciéndome
saber que no le ha gustado mi acusación.
Llego a la calle principal del pueblo y respiro hondo,
escuchando cualquier señal de otros, pero todo está tranquilo.
Cambio y me pongo la ropa rápidamente antes de volver a
ponerme el sombrero y entrar en el mercado.

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Capítulo 2

Luna

Cuando salí de mi habitación del motel esta mañana, una


caminata había sonado como una buena idea, pero ahora que
son cerca de las seis de la tarde y comienza a oscurecer, estoy
teniendo dudas.
Me he desviado de mi camino en algún momento y ahora
estoy irremediablemente perdida. He conseguido avanzar a
trompicones por el bosque hasta llegar al río. Con suerte, podré
seguirlo hasta el pueblo y luego pedir indicaciones para volver a
mi motel.
No soy muy aficionada al senderismo y se me da fatal todo
lo relacionado con las actividades al aire libre, así que no debería
sorprenderme que esta excursión haya resultado un desastre.
Soy artista de profesión y me gustan mucho más las galerías, mi
estudio de arte y los lienzos. Sin embargo, no se puede negar la
cruda belleza de este lugar.
Llevo unos meses estancada en la rutina artística. Nada de
lo que he pintado últimamente está bien. Siempre hay algo que

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falla, y esto es si lo termino. Tengo una decena de obras a medio
terminar que ocupan espacio en mi estudio, burlándose de mí.
No ayuda que las galerías y mi agente llamen cada dos
semanas preguntando cuándo estaré lista para mi próxima
exposición. Siempre les doy la misma respuesta. Todavía no.
Para ser honesta, parte de la razón por la que decidí hacer este
viaje fue por la falta de servicio celular. Unos pocos días en los
que nadie pudiese localizarme sonaba a paraíso.
Se suponía que esta excursión, este viaje, iba a despejar mi
cabeza y hacer que mis energías creativas fluyeran de nuevo.
Hasta ahora no ha sido así. ¿En qué estaba pensando?
Está oscuro y apenas puedo distinguir la orilla del río. La
luna está parcialmente cubierta por las nubes y entrecierro los
ojos, tambaleándome cuando me acerco demasiado a la orilla y
mi bota se atasca en el barro.
—Uf —gimo mientras saco el pie y trato de limpiar el barro
en la hierba.
Miro desesperadamente a mi alrededor en busca de alguna
señal de vida, algún tenue resplandor de Black River, o diablos,
de cualquier pueblo, para el caso. Tras otear el horizonte, sigo
sin ver ninguna luz. Sin embargo, esto es Montana, que he oído
que es bastante remoto. Bueno, definitivamente puedo
confirmarlo.
¿Quizá me estoy equivocando de camino?
Giro y miro en la otra dirección, pero está igual de oscuro.
Igual de deprimente.

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Mi ático en Nueva York suena bastante bien ahora mismo.
Un baño de burbujas, una mascarilla y un audiolibro suenan a
gloria. Pero seamos sinceros, si volviera a Nueva York, no me
cuidaría ni me relajaría. Tendría que lidiar con mi padre y sus
interminables quejas.
Está furioso conmigo desde que lo despedí como gerente
hace dos semanas. Mi padre siempre ha sido exigente y, además,
perfeccionista. Sin embargo, después de la muerte de mi madre,
vi lo mal que se había puesto.
El ataque al corazón de mi madre surgió de la nada y me
dejó conmocionada hasta la médula. Pasé el primer día en la
cama, escondida bajo las mantas. Moverme me parecía
imposible, y mucho menos hablar con otros seres humanos.
Cualquier gestor normal, cualquier padre normal, lo entendería
y me daría tiempo para llorar y sanar, pero mi padre no.
Me ha estado presionando y regañando para que siga
adelante y vuelva a pintar desde el funeral. Al principio me dijo
que me ayudaría a superar el dolor. Le creí. Hasta que tomé el
pincel, es decir. No me salía nada, y cuanto más lo intentaba,
más odiaba cada intento.
Cuando no pinté durante toda una semana, las intenciones
de mi padre salieron a la luz. No le importaba que utilizara mi
pasión para curar mi corazón destrozado, sólo quería que
pintara para poder ganar más dinero. ¿Qué clase de padre hace
eso? ¿Qué clase de marido apenas llora la pérdida de su esposa?
Al final, me puse firme y lo despedí hace dos semanas.

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No se lo ha tomado bien.
Su reacción es otra de las razones por las que hice las
maletas y emprendí este viaje espontáneo a Montana. Pensé que
las llamadas y el acoso constante cesarían una vez que él supiera
que no recibiría una parte de los beneficios de mi arte.
Por desgracia, subestimé hasta dónde llegaría mi padre.
En lugar de retroceder, redobló la apuesta. Al principio
ignoré sus llamadas, pero cuando llenó mi buzón de voz, supe
que tenía que hablar con él. Quedamos para comer en un
restaurante de lujo y de moda. Pensé que estar en público
ayudaría a mi padre a mantener su temperamento bajo control.
Me equivoqué.
Consiguió que nos echaran del restaurante tras
reprenderme en voz alta y tirar su copa de vino al suelo. Me sentí
mortificada y también enojada porque arruinó uno de mis
lugares favoritos para almorzar.
Por alguna razón, cuando la mierda se desató, una
excursión en Montana me pareció una buena idea.
Estar de pie en medio de la naturaleza al anochecer,
completamente perdida, me hace cuestionar todas las decisiones
de mi vida hasta este momento. Me debato entre dar la vuelta e
intentar la otra dirección o continuar en ésta cuando oigo un
crujido en el bosque.
Me quedo inmóvil, con los oídos aguzados para intentar
identificar el sonido. El ruido se repite, esta vez más fuerte, y sé
que el animal que hace tanto ruido se dirige hacia mí.

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Me alejo por la orilla del río y miro por encima del hombro
cuando oigo el ruido de lo que parecen cascos detrás de mí.
Empiezo a correr y rezo para no torcerme el tobillo o para que no
me coma el oso o lo que sea que me esté persiguiendo.
No llego muy lejos antes de que un enorme alce salga del
bosque justo delante de mí.
—¡Santa mierda! —chillo, deteniéndome y empezando a
girar para correr en la otra dirección.
Quizá esté lo suficientemente cerca del pueblo como para
que alguien me haya oído gritar. Eso espero. ¿Cuál es el
protocolo de actuación en caso de encontrarse cara a cara con
un alce? Un alce enorme, por cierto. No sé nada de animales.
¿Los alces son de los que se asustan con los ruidos fuertes? ¿O
debería hacerme un ovillo? Seguro que no puedo correr más que
él, ¿verdad?
¿Por qué no he leído la guía de la naturaleza que compré?
Oigo los latidos de mi corazón en mis oídos y mi cuerpo, ya
cansado, empieza a decaer cuando el enorme animal se acerca
cada vez más a mí. Un sudor frío recorre mi piel mientras
empiezo a temblar.
¡Haz algo! me dice mi voz interior. No te quedes aquí, ¿dónde
están tus instintos de supervivencia?
Por lo visto, me los he dejado todos en Nueva York.
Cuando el animal se detiene ante mí, siento su aliento en mi
cara. Eso es todo lo que hace falta para llevarme al límite de mi
pánico.

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Unos puntos negros nublan mi visión un segundo antes de
cerrar los ojos. Mi cuerpo se siente pesado, pero mi cabeza se
siente ligera y borrosa. Me balanceo de un lado a otro y luego me
inclino hacia delante, preparándome para encontrar mi destino.
Lo extraño es que podría jurar que nunca toqué el suelo.
De hecho, estoy bastante segura de que oigo a un hombre
llamándome compañera y diciéndome que voy a estar bien.
Debo estar alucinando, pienso mientras la negrura me
envuelve.
Un suave balanceo me recibe en mi inconsciencia y podría
jurar que es casi como si me llevaran en brazos.

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Capítulo 3

Wren

Por fin la he encontrado.


Mi compañera.
Mi alce agita su cornamenta dentro de mí, emocionado por
ya no estar solo.
Ella sigue durmiendo, su cabeza se balancea suavemente
sobre mi hombro mientras la llevo a través del oscuro bosque.
Mi alce y yo podemos ver bien en la oscuridad. Su pelo rubio
claro y su piel clara prácticamente brillan a la tenue luz de la
luna. Es pequeña y preciosa y toda mía. Por primera vez en mi
vida, estoy agradecido por mi tamaño. No sólo puedo llevarla
fácilmente a ella y a nuestras compras a la cabaña, sino que
puedo usar mi fuerza para protegerla, siempre.
Mientras llevo a mi compañera a su nuevo hogar, finalmente
me doy cuenta. Ya no voy a estar solo. Por fin he encontrado a
mi compañera, mi otra mitad. Ella está hecha para mí y yo para
ella. Ella me amará y me aceptará por lo que soy. Eso espero.
Cuando percibí su olor por primera vez, me di cuenta de que
era humana. No me importa lo que sea, mientras sea mía. Como

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humana, sin embargo, las cosas pueden ser... complicadas.
Especialmente porque estoy bastante seguro de que no sabe
nada sobre los cambiaformas. ¿Cómo puedo explicarle todo sin
que huya o piense que estoy loco?
Mi alce patea el suelo dentro de mí. Quiere que me mueva
más rápido, que corra a casa para poder ver a nuestra
compañera y asegurarse de que no está herida. También quiere
marcarla y reclamarla para que nos elija como compañeros, pero
lo detengo.
No quiero precipitarme y arriesgarme a despertarla o a
hacerle daño. No soy tan certero con los pies y si tropezara,
podría dejar caer a mi compañera o caer sobre ella y lastimarla.
Incluso la idea de dañar un pelo de su cabeza me hace sudar
frío.
Si lo pongo así, mi alce está de acuerdo con la velocidad más
lenta.
Además, seguimos estando cerca de ella, para que su olor
nos llegue y el nuestro a ella. Mi alce se relaja aún más,
disfrutando de la sensación de tener a nuestra compañera tan
cerca.
La cabaña por fin está a la vista y subo con cuidado los
escalones, empujando la puerta para abrirla. Llego al dormitorio
en tres largas zancadas, queriendo poner a mi compañera a
gusto lo antes posible. Todavía está desmayada, pero puedo
sentir los fuertes latidos de su corazón y su constante

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respiración. Está bien, sólo en estado de shock. No puedo
culparla.
Le quito la mochila con cuidado antes de recostarla en la
cama. Sus botas están llenas de barro, se las quito y las dejo
junto a la puerta.
En un segundo, vuelvo a la habitación con mi compañera,
arropando su pequeño cuerpo con las mantas y ajustando las
almohadas para que no se despierte con un calambre en el
cuello. Una vez acurrucada, salgo de la habitación para buscar
un vaso de agua por si tiene sed cuando se despierte.
Una vez que estoy satisfecho con su nivel de comodidad,
sonrío a mi hermosa compañera mientras tomo asiento en el
borde de la cama. Le quito suavemente el pelo rubio claro de la
cara y me maravilla lo suave que es.
Me pregunto si le gustará este lugar. Mi vida ha sido tan
solitaria que nunca me he parado a pensar cómo sería si
encontrara a mi compañera y la trajera aquí. Este lugar no es
muy femenino pero haré todo lo que ella quiera, haré los cambios
que quiera en este lugar, si eso significa que será feliz y que se
quedará conmigo.
Ese pensamiento me golpea de nuevo y me tenso, el corazón
me da vueltas en la caja torácica.
¿Y si no le gusto?
Soy un gigante con casi ninguna habilidad social que vive
solo en el bosque. No soy exactamente lo que cualquiera llamaría
un buen partido. Si a eso le añadimos la razón por la que fui

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exiliado en primer lugar, empiezo a sentir que las cartas están
en mi contra. Si mis compañeros de manada ni siquiera me
creyeron sobre lo que realmente pasó, ¿por qué lo haría una
extraña?
Ella no es una extraña. Es nuestra compañera, señala mi
alce.
Pero, ¿y si me rechaza?
Mi alce se resiste a ese pensamiento. Trata de convencerme
de que deberíamos morderla, marcarla ahora, para que cuando
se despierte esté atada a nosotros, pero lo detengo. Por primera
vez se enfrenta a mí. Normalmente, mi alce y yo nos llevamos
bien, pero ambos estamos sensibles y al límite con nuestra
compañera tan cerca.
Quiero que ella tenga una opción. Estamos hablando de su
vida. Me mataría atraparla aquí si fuera en contra de su
voluntad. No sé nada de su origen ni de su vida hasta este
momento, pero rezo para que al final me elija a mí.
Mi compañera se remueve en la cama y sus delicadas
pestañas se agitan. Cuando parpadea para despertarse, me
pierdo por un momento en la profundidad de sus ojos. No son
sólo azules, son oscuros como el océano en una tormenta, e igual
de profundos. Independientemente de lo que haya pasado esta
hermosa mujer, ahora es mía para cuidarla.
Su mirada se aclara y se centra en mí, justo a tiempo para
que mi atención vuelva al presente. Se levanta bruscamente en
la cama, se aleja de mí y se acurruca contra el cabecero.

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Admito que me duele saber que me tiene miedo. Una oleada
de inseguridad me golpea en el pecho, pero intento apartar los
recuerdos de la gente que cruza la calle cuando voy a la ciudad.
Aunque es mi compañera y ya la amo, no me conoce. Estaba
de excursión sola en un bosque oscuro y se despertó en la cama
de un gran desconocido.
—No voy a hacerte daño —le digo. Doy un respingo al oír lo
oxidada que está mi voz. Solo asiento o niego con la cabeza
siempre que estoy en la ciudad, así que es la primera persona
con la que hablo en más de un mes. Mi voz suena como grava
áspera y tengo que aclararme la garganta para que salga más
clara.
—¿Qué ha pasado? ¿Cómo he llegado hasta aquí? —
pregunta, sus ojos recorren mi habitación mientras se retuerce
las manos con nerviosismo.
—Te traje en brazos. Te desmayaste.
Omito la parte de que fue porque mi alce y yo corríamos
hacia ella y la asustamos casi hasta la muerte.
—El alce —murmura, su voz se pierde y yo vuelvo a hacer
una mueca de dolor.
Supongo que ahora voy a arrancar esta venda. Nunca
mentiré a mi compañera, y menos sobre algo tan importante.
—He sido yo —admito, intentando suavizar mi voz.
Me mira como si estuviera loco, lo cual duele, pero tiene
sentido. Tendría que haber pensado en cómo explicarle a alguien
lo que son los cambiaformas y los compañeros antes de soltar

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que soy uno de ellos. Como ya he dicho, no tengo ninguna
habilidad social. Siempre he sido torpe, pero vivir aquí, solo,
durante años, no ha hecho más que empeorar las cosas.
—De acuerdo... —responde, alargando la palabra como si no
estuviera segura de qué decir a continuación. —Bueno, yo... creo
que me voy a ir ahora.
—¡No puedes! —le suelto, empezando a ponerme ansioso. Mi
alce gime, dándome un codazo con su cornamenta. Márcala.
Reclámala.
—¿Por qué no?
Mierda. ¿Qué excusa puedo dar que no me haga sonar como
un lunático ermitaño obsesionado? Tengo la sensación de que
no respondería bien a que un fornido desconocido le diga que es
su compañera. —Está lloviendo —digo finalmente, notando las
rayas de la lluvia en el cristal de la ventana. Nunca he estado
más agradecido por este clima de Montana que puede cambiar
en un instante.
—¿No puedes llevarme a la ciudad? —pregunta,
estudiándome.
Intento parecer lo más inofensivo posible. Es más fácil
decirlo que hacerlo cuando soy por lo menos treinta centímetros
más alto que ella y unos sólidos 45 kilos de puro músculo más
pesado. Sin embargo, haré cualquier cosa para que mi
compañera se sienta más cómoda a mi alrededor. Incluso si eso
significa practicar mi sonrisa, que no he tenido una razón para
mostrar a nadie en años.

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Juro que puedo sentir cómo parte de la tensión abandona
su cuerpo. Espero haber tenido algo que ver con ello.
—No tengo coche —le digo finalmente. —Y aunque lo
tuviera, aquí no hay carreteras. Sólo senderos para caminar.
—¿Cuánto tiempo he estado fuera? —me pregunta mientras
mueve las piernas por el lado opuesto. Intento apartar la vista
de su magnífico cuerpo mientras se levanta. No tuve mucha
oportunidad de verla cuando la llevaba a través del bosque, y
tan pronto como llegué adentro, la arropé.
Pero aquí está, de pie en mi habitación, con la suave luz del
fuego entrando por la puerta abierta iluminando sus rasgos. Se
me queda el aliento en la garganta cuando la asimilo. Haciendo
uso de toda mi fuerza de voluntad, desvío la mirada de sus
curvas y miro esos cautivadores ojos azules.
—Una media hora —me ahogo. Con suavidad, me reprendo.
—Bien, no es demasiado tiempo. —Mi compañera se
mordisquea el labio inferior y retuerce los dedos en el dobladillo
de la camisa en un gesto nervioso. Quiero estrecharla entre mis
brazos y disipar con un beso sus dudas y miedos. Pronto. Con
suerte. —No parece que esté lloviendo demasiado, así que por
qué no me indicas la dirección de mi motel y me apartaré de tu
camino.
—Está lloviendo a cántaros —digo, olvidando que su oído no
es tan bueno como el mío.
¿Quiere irse? ¿No siente la atracción que hay entre nosotros?
¿No me desea?

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—Oh —dice acercándose a la ventana y asomándose.
Quiero contarle más cosas sobre los cambiaformas y los
compañeros predestinados, pero quiero que se sienta cómoda
conmigo. Antes se asustó y actuó como si estuviera loco. No creo
que esté preparada para que cambie de forma delante de ella
para demostrar lo que digo. Lo último que querría hacer es
asustar a mi compañera o alejarla.
—Puedes quedarte aquí esta noche. Yo dormiré en el sofá —
le digo en voz baja y ella me mira por encima del hombro. —Hay
ropa en el armario y en la cómoda. Puedes servirte tú misma.
Agarro un par de pantalones de pijama y cuando ella sigue
sin moverse ni decir nada. Asiento con la cabeza y le señalo la
sala de estar.
—Estaré aquí fuera si necesitas algo. Siéntete como en casa.
Me dedica una pequeña sonrisa mientras me giro para salir
y tengo que contener a mi alce. No entiende por qué no la
marcamos y la hacemos nuestra.
A mí también me duele, amigo, le digo. Y Dios, sí que me
duele. Me duele todo. Mi corazón, mis pulmones, mi polla
obscenamente dura. Por suerte, mi camisa cubre mi erección,
junto con el hecho de que estaba casi todo oscuro en la
habitación y ella no tiene tan buena vista.
Mi alce levanta la cabeza y agita su cornamenta, pero lo
meto dentro de mí mientras me pongo el pijama y agarro una
almohada y una manta extra del armario del pasillo.

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Mi gran cuerpo no entra en el sofá, pero me las apaño,
acurrucándome de lado mientras agudizo el oído en busca de
cualquier sonido procedente del dormitorio.
Cuando los muelles de la cama chirrían, sé que se ha ido a
la cama y cierro los ojos, decidido a hacer más progresos con ella
mañana.

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Capítulo 4

Luna

El trueno me despierta a la mañana siguiente y tardo un


segundo en recordar dónde estoy.
Me viene a la mente el gigante de anoche y me pregunto
dónde estará. Todavía no sé qué pensar de él. Me pareció
simpático, un poco loco, pero simpático.
Y sexy. Dios mío, el hombre está bien construido. Se me
viene a la cabeza una imagen de su pelo castaño desgreñado y
sus ojos color espresso. Anoche, el hombre incluso me dedicó
una o dos sonrisas, lo que suavizó su aspecto de montañés rudo.
Pero también provocó algo en mi interior. Algo perverso y
con un cosquilleo en lo más profundo de mi ser. No puedo
explicar la atracción que siento por este hombre... er, ¿Alce-
Hombre? ¿Hombre-alce? Quiero decir, obviamente no es un alce.
No sé por qué me dijo eso, pero de nuevo, estaba bastante fuera
de sí anoche. Tal vez sólo me imaginé esa parte.
Sorprendentemente, no fue su loca confesión lo que me hizo
desconfiar de él al principio. Creo que fue su tamaño lo que me

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desconcertó. Bueno, eso y despertarme en una extraña cabaña
en el bosque. El hombre es enorme.
Debe medir más de 30 cm. que yo, con hombros anchos y
brazos gruesos y musculosos. No voy a mentir, al principio
estaba preocupada por lo que me haría. Creo que ambos
sabemos que, si quisiera, podría dominarme fácilmente.
Sin embargo, mi salvador no utilizó su tamaño contra mí.
En realidad fue muy dulce, dejándome dormir en su cama y con
su ropa, mientras él se quedaba en el sofá. Era como si fuera un
oso de peluche gigante. Me vendría bien uno de esos en mi vida.
Mi estómago gruñe, obligándome a salir de la cómoda cama.
Intento buscar mis zapatos, pero la habitación está demasiado
oscura para que pueda ver casi nada. Debería buscar mis cosas
y volver a la habitación del motel.
El sonido de la lluvia que golpea las ventanas me hace saber
que la lluvia no ha cesado. De hecho, esta mañana suena peor
que anoche. No quiero ir de excursión con este tiempo, pero ¿qué
otra opción tengo? No me gustaría molestar al dulce y extraño
hombre.
Me dirijo a la puerta del dormitorio y asomo la cabeza.
Anoche no tuve la oportunidad de explorar la cabaña, así que no
estoy segura de lo que encontraré. En cuanto me llega el olor del
tocino, nada más importa. Puedo averiguar el resto más tarde.
Mi estómago vuelve a rugir y camino descalza por el pasillo,
siguiendo el olor de la comida y los suaves ruidos de mi gigante

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moviéndose. Una pequeña sonrisa se me dibuja en el labio al
pensar en ello. Mi gigante.
¿Por qué la idea de quedármelo para mí me hace sentir casi
mareada de emoción? Apenas conozco al hombre, aparte de que
cree que puede convertirse en un alce.
Llego a la entrada de la cocina y me quedo helada. Parece
que se mueve a cámara lenta y frunzo el ceño, preguntándome
qué está haciendo.
Abre un armario, saca dos platos y cierra la puerta
lentamente. Cuando las bisagras chirrían, da un respingo y mira
hacia la pared. Me doy cuenta de que está intentando no
despertarme.
Su amabilidad me oprime el corazón. ¿Cuándo fue la última
vez que alguien fue tan considerado? Me aclaro la garganta y
entro en la cocina, incapaz de alejarme del confuso y amable
gigante.
—¡Hola! —dice, con un rubor manchando sus mejillas.
Sonrío, cada vez más a gusto. Juro que me tiene más miedo a
mí que yo a él.
—Buenos días. Aquí huele bien.
—Estoy preparando el desayuno. ¿Te he despertado?
Intentaba no hacer ruido.
—No, el trueno lo hizo. Está lloviendo mucho ahí fuera, ¿eh?
—Sí, de hecho dicen que lloverá durante los próximos días.
—Me da la espalda, voltea el tocino en la sartén y toma algunos
huevos. Intento no mirar su enorme y escultural figura, pero es

27
inútil. Mis ojos recorren su musculosa espalda y luego bajan a
su trasero. —¿Están bien los huevos revueltos? —me pregunta,
sacándome de mis sucios pensamientos.
¿Qué me pasa hoy? Nunca he tenido estos pensamientos
sobre ningún hombre, y ahora parece que no puedo pensar en
nada más.
—Me parece perfecto —digo una vez que me aclaro la
garganta. —¿Puedo ayudar en algo?
—No, yo me encargo —me asegura y asiento con la cabeza,
dirigiéndome a la habitación delantera para poder mirar fuera.
Su cabaña es bastante bonita. Las paredes están hechas de
troncos macizos, junto con el porche delantero. De alguna
manera, sé que él mismo construyó este lugar. Me lo imagino
talando árboles, sin camiseta, con el sudor goteando por los
definidos músculos de su pecho...
¡Basta! me reprendo. No sé por qué sigo yendo allí.
Centrando mi atención en la enorme ventana delantera,
puedo distinguir los árboles a través de la lluvia. Parece que vive
en medio del bosque. No hay otra casa ni persona a la vista.
Es algo tranquilo, pero me parece un lugar que se volvería
solitario después de un tiempo.
Hay un sofá de cuero en el salón y veo un grueso edredón
rojo y una almohada allí. Pensar que se acurrucó en él anoche
me hace sentir culpable. Es imposible que alguien tan grande
como él pueda caber cómodamente en esa cosa. Mientras tanto,
yo tenía la cama grande para mí sola.

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—La comida está lista —dice detrás de mí y lo sigo a la
cocina.
Ha puesto la mesa y le sonrío mientras me acerca una silla.
—Gracias.
No dice nada, sólo asiente con la cabeza. Es casi como si
temiera decir algo equivocado y asustarme. Es entrañable, una
palabra que nunca se me ocurriría para describir al gigante que
está a mi lado.
Toma asiento y empieza a poner una montaña de huevos en
mi plato y luego en el suyo. Luego, añade un poco de bacon y
tostadas en nuestros platos. Mis ojos se abren de par en par al
verlo. Es imposible que pueda comer todo esto.
Con la esperanza de tranquilizar al hombre, decido iniciar la
conversación. No parece que tenga mucha compañía, así que
puede que le falte práctica. Una vez más, mi corazón se estruja
dolorosamente al pensar que alguien tan dulce y genuino como
él está solo.
—Por cierto, soy Luna. Creo que no escuché tu nombre
anoche.
—Luna —repite. Mi nombre sale de sus labios como una
canción.
Un escalofrío me recorre la espina dorsal y ambos nos
congelamos.
Esta vez es él quien rompe el silencio y se aclara la garganta
mientras un rubor le sube por el cuello.
—Soy Wren.

29
—Encantada de conocerte, Wren.
Comemos en silencio durante unos minutos antes de que
me gane la curiosidad.
—Parece que vives aquí a solas. No he visto ninguna otra
casa. ¿No te sientes solo?
Pone una mirada triste y me arrepiento de mi pregunta. No
me gusta ver a mi gigante así.
—Me echaron de mi manada... er, del pueblo.
Ahí está de nuevo. ¿Manada? Tal vez realmente me dijo que
era un alce anoche.
En lugar de presionar el tema, pregunto, —¿Por qué?
—Me culparon de un accidente.
—¿Qué pasó?
La habitación se queda en silencio y vuelvo a lamentar mi
pregunta. Al igual que mis pensamientos sucios, parece que no
puedo detener la necesidad imperiosa de saber todo sobre Wren.
Quiero saber su pasado y por qué vino aquí. Quiero saber qué le
hace feliz para asegurarme de que no vuelva a parecer tan
angustiado.
Tal vez los dos estemos locos.
—No soy la persona más coordinada —comienza Wren, su
voz es lo suficientemente suave como para que tenga que
esforzarme para escuchar. —Era muy mala cuando era más
joven. Se burlaban mucho de mí por mi altura y por lo callado
que era. Mantenía la cabeza baja, literalmente, para no tener que

30
hacer contacto visual con los demás. Así que no miraba siempre
por dónde iba y rompí algunas cosas.
—¿Cómo qué? —consigo susurrar, manteniendo a duras
penas mis lágrimas a raya. La idea de que alguien se burle de
este hombre de buen corazón me destroza tanto como me
enfurece.
—Esta estatua que debía ir en la plaza del pueblo. Me
tropecé con ella, la derribé y se rompió en mil pedazos. Me
disculpé pero ese fue el primer golpe.
—¿Cuál fue el segundo?
—El escaparate de una tienda cuando estaba en el instituto.
Jerry, que es un auténtico imbécil, chocó conmigo y yo caí en el
escaparate y lo rompí.
—¿Y te echaron por eso? —pregunto, indignada en su
nombre.
—No, me disculpé y trabajé allí después del instituto hasta
que pude pagarle al dueño la ventana.
Por supuesto que lo hizo. Porque Wren es un hombre bueno
y decente. Un hombre dulce, sexy y que hace agua la boca,
además.
—¿Cuál fue el tercer golpe?
—Un árbol. —Casi no lo escucho. Hay tal dolor en su voz
que me dan ganas de acurrucarme en su regazo y abrazarlo
hasta que se le pase el dolor. —¡Juro que sólo le di un codazo!
—dice Wren un poco más alto, con la convicción aferrada a sus
palabras. —Pero se cayó y aterrizó en el nuevo centro

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comunitario para niños. Nadie resultó herido —se apresura a
añadir cuando mis ojos se ensanchan. —Pero los niños se
quedaron atrapados dentro durante un rato.
—¿Dices que te han echado la culpa? —digo, tratando de
que se explaye.
—Sí. Entré corriendo en el edificio para ayudar a los demás
a mover el árbol y me di cuenta de que lo habían cortado.
—Lo que significa que no pudiste derribarlo con sólo rozarlo
—termino por él.
—Sí —dice asintiendo.
—¿Sabes quién lo cortó?
—Sí. Jerry. Él pensó que yo iba a desafiar a Killian y a él por
el papel de Alfa y quiso eliminar a la competencia antes de
tiempo.
Parece que cada respuesta que me da sólo desata mil
preguntas más. ¿Desafiando al Alfa? ¿Convertirse en un alce?
Además, está el hecho de que se le escapó y se refirió al pueblo
como su manada.
Sin embargo, por encima de todos los pensamientos
acelerados y las preguntas urgentes, siento una tristeza
abrumadora. Mi corazón se rompe por él. No sé cómo alguien
puede creer que un tipo tan dulce haría algo para herir a alguien,
y mucho menos tratar de poner en peligro a un par de niños a
propósito.
—¿Y nadie te creyó?

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—No. Supongo que mis accidentes pasados eran demasiado
grandes para pasarlos por alto.
—¿Y tu familia? ¿Tu madre y tu padre? Seguro que te
creyeron. —La idea de que su familia lo abandone es casi
demasiado para soportar.
—Murieron hace años.
No sé si eso es mejor o peor que si aún estuvieran vivos y no
creyeran su versión de la historia. El dolor me desgarra por
dentro. Sólo pensar en que ha estado solo durante mucho más
tiempo que los pocos años que lleva aquí es absolutamente
desgarrador.
—Siento tu pérdida. Siento mucho que te haya pasado todo
eso —susurro. Es una respuesta poco convincente, pero espero
que sepa que lo digo en serio.
Mi gentil gigante asiente, llevándose otro bocado de comida
a la boca.
Tengo que buscar un tema más seguro.
—¿A qué te dedicas?
—Soy escritor —dice, sirviéndome más zumo de naranja
antes de que pueda preguntar.
—¿De verdad? ¿Qué escribes?
—Libros románticos, sobre todo.
Y entonces se me ocurre algo.
—¡Mierda! ¡Eres Wren Hart! Me encantan tus libros! —digo
emocionada. Wren me dedica una sonrisa de satisfacción que

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me provoca todo tipo de cosas en el corazón. También me hace
apretar los muslos para aliviar algo de la presión allí.
—Gracias.
Hablamos de sus libros durante el desayuno y estoy
pendiente de cada una de sus palabras cuando me habla del
libro en el que está trabajando.
Wren me pregunta más cosas sobre mí y me encuentro
contándole más de lo que pensaba. Es tan fácil hablar con él,
con sus ojos amables y sus preguntas reflexivas. Acabo casi
purgando mi alma para cuando se termina su plato.
—¿Por eso has venido a Black River? —me pregunta algún
tiempo después, cuando estamos lavando los platos juntos.
—Sí, he estado bloqueada durante un tiempo. Esperaba que
un cambio de aires me despejara la cabeza y me trajera algo de
inspiración.
—¿Ha servido de algo? —pregunta. Lo estudio por el rabillo
del ojo mientras guarda los platos.
—Creo que sí. —Le sonrío, y me encanta que me la devuelva
inmediatamente. Este hombre. No quiero dejarlo a él ni a la
naturaleza de Montana para volver a la mierda de mi vida en
Nueva York. Lástima que no pueda quedarme con él para
siempre.

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Capítulo 5

Wren

Terminamos de fregar los platos y sigo a Luna mientras se


aleja hacia el salón. Mi alce quiere que la haga nuestra. Sabe
que la luna de apareamiento se celebrará esta noche y ambos
podemos sentir la atracción cada vez más fuerte entre nosotros.
—Puedo dormir en el sofá esta noche —dice Luna mientras
se sienta en el sofá y se envuelve con la manta.
—¿Tienes frío? Voy a encender un fuego.
Me sonríe mientras me arrodillo frente a la chimenea y
empiezo a apilar los troncos en el hogar.
Mi alce golpea su cornamenta dentro de mí, como si tratara
de decirme que sea un mejor compañero. Debería haberme dado
cuenta antes de que tenía frío. Hace tiempo que no me relaciono
con la gente y olvido que los humanos son más delicados que los
cambiaformas.
—¿Puedo ver tu oficina? —me pregunta una vez que se
enciende el fuego. Me sorprende su petición, y me siento más
que humilde. Sé que mis libros son populares, si las ventas son
una indicación, pero nada de eso importa. No escribo para otras

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personas, ni me importan mucho sus opiniones. ¿Luna, en
cambio? Me importa mucho su opinión.
Luna me dedica una suave sonrisa y ladea la cabeza. Me doy
cuenta de que me he quedado aquí, mirándola. Me aclaro la
garganta y asiento con la cabeza.
—Un momento.
Me apresuro a bajar al pasillo y entrar en mi habitación,
donde le encuentro un par de calcetines y uno de mis jerséis. Me
sonríe cuando ve lo que he traído y parece sorprendida cuando
le paso el jersey por la cabeza y me arrodillo para ponerle los
calcetines.
—Podría haberlo hecho yo —se ríe mientras mete las manos
por las mangas.
—Es un placer cuidar de ti.
Creo que se me ha dado bastante bien no sacar el tema de
las manadas o de los cambiaformas, excepto ese desliz en la
cocina cuando le dije que me habían echado de mi manada.
Decirle que estoy obligado a cuidar de todos sus deseos y
necesidades parece que podría llevar sus límites demasiado
lejos. Necesito que confíe en mí antes de volver a mostrarle mi
alce.
—Mi oficina está en la parte de atrás —le digo, agarrándola
de la mano y ayudándola a bajar del sofá.
La conduzco por el corto pasillo y le señalo el cuarto de baño
que hay frente al dormitorio antes de llevarla a mi oficina.

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—Así que aquí es donde ocurre la magia —dice mientras
mira a su alrededor.
Mi oficina es la habitación más grande y más decorada de
toda la casa y ella se toma su tiempo para explorar los libros de
mi estantería, así como algunas de las fotografías y objetos que
he colgado en las paredes.
Mientras ella se toma su tiempo para estudiar cada rincón
de mi oficina, yo me tomo mi tiempo para estudiarla a ella. Su
larga melena rubia cae por su espalda en forma de ondas,
todavía un poco despeinada por el sueño. Me encanta. Sus
amplios ojos azules lo captan todo y sé que mi compañera está
guardando cada detalle. No solo es amable y hermosa, sino
también brillante. Por supuesto que lo es. Luna es perfecta.
La observo mientras toma asiento detrás del escritorio.
Maldita sea, se ve bien en mi espacio. Nuestro espacio. Mi alce
asiente antes de instarme a marcarla ahora. Pronto, le digo, lo
que parece calmar a la bestia por el momento. Realmente espero
poder marcarla pronto. Esta luna de apareamiento me está
matando.
—¿Qué es eso? —pregunta Luna, mirando por la ventana.
El sol intenta asomarse y ella puede ver el jardín y el
invernadero desde aquí.
Me acerco a ella para poder señalar las cosas, pero sobre
todo para apaciguar a mi alce, que hace pucheros y me ruega
que la reclame. No quiere volver a vivir solo y yo tampoco.

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—Estoy bastante lejos del pueblo, así que he construido mi
propio invernadero y jardín —le explico. Ella sonríe pero parece
un poco triste.
—¿Extrañas a tu manada? —pregunta Luna en voz baja. Me
sorprende que haya utilizado esa palabra. Sé que metí la pata y
lo dije antes, pero no creí que se diera cuenta. Sin embargo,
nunca le mentiría. No le he ocultado que soy un cambiante de
alce y, después de nuestra conversación en el desayuno, ahora
sabe por qué me exiliaron. No voy a empezar a mentir ahora.
—A veces —admito, en voz baja.
—¿Son todos ustedes... alces?
Su tono suena divertido y sé que no puede creer que
realmente está empezando a creer en todo esto. Yo tampoco
puedo, teniendo en cuenta que se desmayó cuando vio mi alce.
—No, en realidad soy el único alce. Pero hay lobos y osos y
todo lo demás.
—¿Entonces puedes ser cualquier animal?
—No puedes cambiar entre animales, si a eso te refieres,
pero puedes nacer como un animal cambiante. Depende de tus
padres y del animal que sean.
—¿Y si uno de tus padres fuera un humano?
Se gira y me mira entonces y me acerco. Las palabras salen
a borbotones de mi boca antes de que pueda pensarlo mejor. —
Entonces tendríamos a niños cambiantes de alce.
Mi respuesta queda suspendida en el aire entre nosotros
hasta que Luna se estremece.

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—Volvamos junto al fuego —le digo mientras la levanto de la
silla.
Me deja que la tome de la mano mientras la conduzco de
vuelta a la sala de estar. No quiero soltarla cuando llegamos al
sofá, pero no quiero agobiarla.
—¿Podrías... contarme más sobre, eh, los cambiaformas? —
La voz de Luna se eleva hacia el final de su pregunta, como si
una vez más no pudiera creer que esté considerando esa
posibilidad. Sin embargo, se acurruca en el sofá y mete los pies
debajo de ella, esperando mi respuesta.
Me siento en el sofá junto a ella, mi voluminoso cuerpo casi
ocupa todo el sofá. Sin embargo, Luna no se echa atrás. Incluso
se acerca un poco más una vez que me he acomodado.
—¿Qué quieres saber?
—Todo.
Su respuesta me hace sonreír. —Te diré todo lo que quieras
saber, pero yo también quiero saber de ti.
—Ya te he contado casi todo esta mañana —suspira.
—Entonces cuéntame más.
Luna estrecha los ojos y, por un momento, creo que está
molesta conmigo. Pero entonces sus labios se curvan en una
bonita sonrisa y sus ojos azules brillan. Dios, es preciosa.
—Ya sabes que soy artista y que vivo en Nueva York.
Asiento con la cabeza, animándola a continuar. Por mucho
que me duela pensar en que atraviese el país y me deje por su

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vida en Nueva York, necesito conocer todos los detalles de su
vida. Quizá así pueda convencerla de que se quede.
—¿Y la familia?
Sus hombros se desploman y tiene una mirada de angustia
en sus ojos. Parte de dolor, parte de ira y parte de agotamiento.
Lo que sea que haya pasado mi compañera, le ha dejado algunas
cicatrices. Las curaré todas si ella me lo permite.
—Mi madre falleció hace un par de meses —murmura, con
una voz llena de vulnerabilidad.
—Luna —susurro, rodeando sus hombros con el brazo y
atrayéndola hacia mí para poder abrazarla. El dolor de perder a
un padre nunca desaparece, aunque con el tiempo se hace cada
vez más pequeño. Ahora mismo, sin embargo, el dolor de Luna
es casi palpable.
—Y no estoy tan unida a mi padre —insiste. —Al menos no
desde que lo despedí de ser mi representante.
—¿Por qué lo despediste?
—Es demasiado... todo lo malo. Demasiado codicioso,
demasiado perfeccionista, demasiado exigente. Es difícil vivir
con alguien así.
Pienso en sus palabras, prometiéndome a mí misma que
nunca seré ninguna de esas cosas. Nunca haría nada que hiciera
infeliz a mi compañera.
—Siento lo de tu madre.

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—Gracias —dice Luna con una pequeña pero genuina
sonrisa. —Ella era increíble. También era una gran fan tuya. —
No puedo evitar sonreír ante eso.
—¿Eres feliz en Nueva York? ¿Regresarás?
—No lo sé. Una parte de mí lo echa de menos, pero la mayor
parte de mí le gusta estar lejos de las multitudes y el ruido. Se
está bien aquí. Es tranquilo. No siento que tenga que ser nadie
ni nada más que yo misma. No hay presión.
Mi alce y yo nos alegramos de que parezca gustarle este
lugar, aunque todavía tenemos que convencerla antes de que
acepte quedarse aquí con nosotros para siempre.
—Puedes ser quien quieras ser aquí. Me siento solo de vez
en cuando, pero vivir en las montañas tiene sus ventajas. No hay
presión para actuar o encajar. Puedes simplemente... ser.
—Me gusta cómo suena eso —responde Luna con nostalgia.
A mí también, aunque no estoy hablando de actuar o
encajar. Me gusta cómo suena el hecho de que considere sus
opciones. Que me considere a mí.
—Ahora cuéntame literalmente todo sobre los cambiaformas
—ordena y yo me apresuro a obedecer.
Me río y me recuesto en el sofá. Para mi deleite, Luna suelta
una risita y se acurruca más cerca, apoyando su cabeza en mi
hombro mientras yo intento encontrar las palabras para
explicarle mi mundo.

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Capítulo 6

Luna

Wren y yo estamos limpiando los últimos platos de la cena.


Él cocinó otra comida increíble: estofado de carne con pan de
maíz casero. Todas las verduras para el estofado fueron
cosechadas en su invernadero, lo que hizo que todo fuera mucho
más especial.
Después del desayuno y de nuestra conversación sobre los
cambiaformas, Wren me enseñó su propiedad. No pude evitar
imaginarme viviendo aquí con él, cultivando nuestra propia
comida, criando a nuestros hijos y, en general, siendo feliz y
amada.
He estado pensando en todo lo que Wren me dijo esta
mañana cuando nos acurrucamos junto al fuego. Aunque
parezca imposible... creo que le creo. Quiero decir, vi un maldito
alce gigante en el bosque y luego me desperté en la cabaña de
Wren.
Sorprendentemente, mi mente se fijó en algo más que una
raza entera de cambiaformas que la mayoría de los humanos no
conocen.

42
La luna de apareamiento.
Después de que Wren me hablara de los compañeros
predestinados y me sorprendiera diciendo que éramos
compañeros, pasó a hablar de la luna de apareamiento y de
cómo afecta a los compañeros, incluso a los que no se han
marcado mutuamente.
Y eso es otra cosa.
Wren dijo que tendría que morderme para completar el
proceso de apareamiento. Eso debería haberme disgustado,
¿verdad? ¿Hacerme correr por las colinas, tal vez? De cualquier
manera, ciertamente no debería haberme excitado. Por otra
parte, también me habló de la llamada de apareamiento, con la
que ambos estamos luchando en este momento.
Wren también me dijo que la luna de apareamiento es esta
noche, lo que probablemente explica por qué todo lo que él hace
provoca que mi clítoris palpite.
Es más que una química insana y una atracción innegable.
Es muy fácil hablar con Wren y no me siento consciente de mí
misma ni juzgada constantemente. Ser yo misma es suficiente
aquí.
Nunca he congeniado con nadie antes. Estoy tan
acostumbrada a mantener una aburrida charla en las
exposiciones de arte y con los clientes, que no me había dado
cuenta de lo mucho que deseaba tener una conversación
significativa con alguien.

43
Eso lo conseguí con Wren. Es tan dulce y generoso. Mi padre
y todas las personas del mundo del arte siempre me piden cosas,
pero con Wren es todo lo contrario. Prácticamente se tropieza
con todo con tal de darme lo que necesito.
Lavo el último tenedor y se lo paso.
¿De verdad estoy considerando quedarme y ser su
compañera? ¿Puedo soportar vivir aquí, en medio de la nada, con
un tipo que puede transformarse en alce?
—¿Qué pasa? —me pregunta. Mi corazón se derrite al
instante por él. Me encanta que pueda sentir mi estado de
ánimo.
—Quiero verlo. Tu alce.
Wren estudia mi cara durante un minuto y debe ver que
estoy a punto de tomar una decisión porque asiente con la
mirada, decidido, antes de tomarme de la mano y arrastrarme
tras él hacia la puerta principal.
Abre la puerta de golpe y la lluvia nos recibe. Gotea del
tejado en constantes gotas y, mientras lo observo, se quita la
camisa, sale del porche y se aleja unos metros.
—Soy un alce —me recuerda cuando empiezo a seguirlo. —
Necesito algo de espacio.
Cruzo los brazos sobre el pecho, mis dedos se clavan en la
tela del jersey suyo que llevo puesto mientras intento ocultar lo
nerviosa que estoy. Arrastro los pies, esperando en el porche a
que suceda.
—¿Lista? —me pregunta y yo asiento con la cabeza.

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Respira profundamente y, ante mis ojos, empieza a cambiar
y a transformarse hasta que el alce gigante de la noche en que
nos conocimos está de pie frente a mí.
Mi respiración se precipita mientras me acerco a la
barandilla del porche.
El alce es enorme, como él, con un espeso pelaje marrón y
una cornamenta que parece más grande que yo.
Mi corazón se acelera y tengo un poco de miedo. Hasta que
lo miro a los ojos.
Son los mismos ojos de mi oso de peluche y me relajo.
—No me harás daño —susurro y el alce niega con la cabeza.
Me acerco, bajando lentamente los escalones y
adentrándome en la lluvia para verlo más de cerca. Me empapo
en segundos, pero no me importa.
Parece aún más grande de cerca y se queda quieto mientras
me acerco. Está oscuro, sólo la luna llena me ayuda a ver
mientras extiendo la mano por su costado.
—Qué suave —murmuro y él suelta un suspiro.
Sonrío. Parece tan nervioso como yo, y eso me hace sentir
aún más atraída por él.
Su alce también está empapado por la lluvia, pero no me
importa. Sigo pasando las manos por encima de él y, al hacerlo,
esa llamada de apareamiento de la que hablaba se hace más
fuerte en mí.
Siento que la conexión entre nosotros crece y tengo el fuerte
deseo de pedirle que me muerda.

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Me acerco a su cara y, al mirarlo a los ojos, me doy cuenta
de mi decisión.
No puedo dejarlo.
No puedo abandonarlo como lo hizo su manada.
—Quiero quedarme. Quiero ser tuya —susurro mientras mi
mano recorre su cara de alce.
Comienza a moverse hacia atrás y yo doy un paso atrás,
observando cómo la piel sustituye al pelaje hasta que sólo queda
Wren ante mí.
—Compañera —gruñe, aún sonando como un animal.
Se acerca a mí, el agua gotea por su cuerpo desnudo y se
me hace agua la boca al verlo.
—Te deseo —le digo mientras nos acercamos el uno al otro
al mismo tiempo.
Sus brazos me rodean la cintura y me aprietan contra él,
mientras yo enredo mis dedos en su pelo. Sus labios se posan
en los míos y me abro a él con avidez.
—Compañera —gruñe mientras sus labios se encuentran
con los míos una y otra vez. —Te necesito, Luna. Joder, te
necesito tanto.
—Lo mismo —exhalo antes de inclinar la cabeza y volver a
besarlo.
Wren me levanta en brazos y me lleva a la casa, sin romper
nuestro beso. Me deja frente a la cama y finalmente separa su
boca de la mía para que ambos podamos aspirar aire.

46
Su mano se acerca a mi cara y me acaricia la mejilla con
tanta suavidad, casi con reverencia. Este hombre. Es tan
incomprendido. Mi corazón se rompe por él, sabiendo que ha
estado solo todo este tiempo. Es tan jodidamente dulce,
especialmente conmigo. Me hace sentir tan apreciada.
—Te deseo tanto —murmuro, tranquilizándolo. De alguna
manera, sé que necesita eso de mí. —Sólo dime qué hacer. —No
me avergüenzo de mi inexperiencia, sobre todo porque sé que él
está a mi lado. Quiero que aprendamos todo juntos.
—Tócame —gime. —Tócame por todas partes. Por todas
partes. Sólo por favor... necesito que me toques ahora mismo,
joder.
Mis manos encuentran automáticamente su torso, sintiendo
por primera vez sus firmes abdominales. Un escalofrío lo recorre
mientras se tensa y flexiona bajo las yemas de mis dedos.
Gimo cuando juega con el dobladillo de mi vestido,
animándolo a quitármelo. Wren se toma su tiempo para
levantarlo más y más, la tela me hace cosquillas en mi sensible
piel y me hace estremecer.
Me quita el sujetador medio segundo después, y entonces
sus manos cubren mis pechos, amasando mi suave carne y
acariciando mis pezones.
—Oh, Dios —gimo, inclinando la espalda y empujando mi
pecho aún más hacia sus manos.
Recorre con sus manos mi torso, lentamente, palpando cada
centímetro de mi piel en el camino.

47
Inclino la cabeza hacia atrás y me rindo a sus caricias,
jadeando cuando sus labios tocan la piel caliente de mi cuello.
Me roza con los dientes el punto del pulso y gruñe, pellizcando
y chupando el lugar una y otra vez.
—Pronto —gruñe. —Voy a marcar este punto. Marcarte
como mía, Luna. Jodidamente mía.
Gimoteo y asiento con la cabeza, y jadeo cuando Wren me
besa por la clavícula y por el pecho, chupando un pezón y luego
el otro.
Mi coño se aprieta y más de mi excitación se escapa,
empapando mis bragas. No sé cómo lo sabe, pero Wren gruñe,
casi como si pudiera oler lo excitada que estoy. Supongo que
puede hacerlo con sus sentidos de cambiaformas. Eso no
debería excitarme, pero Dios, lo hace.
Vuelve a subir sus manos por mi cuerpo, las apoya en mis
hombros y me empuja ligeramente. Suelto una risita cuando mi
espalda golpea el colchón, pero luego jadeo cuando Wren se
arrodilla ante mí.
Me agarra de las rodillas y me separa las piernas, mirando
fijamente mi núcleo cubierto de bragas. Me sonrojo de pies a
cabeza mientras sus ojos me examinan. Wren gime como si le
doliera, luego se inclina hacia delante y recorre con su nariz mi
coño cubierto de bragas. Un torrente de humedad sale de mi
interior, y sé que él lo siente cuando gruñe y chupa la tela.
—Voy a comerme este precioso coñito —gruñe, agarrando la
cintura entre sus dientes y tirando de ella hacia abajo. —

48
Necesito hacer que te corras en mi lengua. Necesito probarte
antes de follarte.
—Oh —gimo y jadeo ante su boca sucia. No creí que pudiera
excitarme más, pero escuchar sus sucias y explícitas palabras
me hace temblar de necesidad.
—Mierda, ¿te gusta eso, compañera? ¿Te gusta cuando te
digo lo que voy a hacer con este coño mojado?
—Dios, sí —gimoteo. Siento que voy a morir si él no hace
algo con la dolorosa palpitación de mi coño.
Wren gruñe y me arranca la ropa interior, guiando mis
piernas sobre sus hombros. Lentamente, arrastra su lengua por
mis pliegues. Cuando llega a mi clítoris, Wren deja de lamer,
limitándose a flexionar la lengua allí, haciéndola rodar como una
ola mientras el placer se extiende por mi cuerpo.
Me retuerzo bajo él mientras lame y mordisquea mi coño,
devorándome como dijo que haría. Wren llega a mi entrada,
rodeando con su lengua mi palpitante agujero antes de
sumergirla en el interior. Los dos gemimos mientras me aprieto
a su alrededor.
Sorbe de mi centro, bebiendo mis jugos y masajeando las
paredes de mi estrecho canal. Agito las caderas, pero Wren
extiende una gran mano sobre mi vientre, deteniendo mis
movimientos y creando una deliciosa presión en mi centro.
Su otra mano se desliza por debajo de mí y me sujeta el culo
como si fuera un castigo. Me tiene inmovilizada, obligándome a

49
sentir cada lengüetazo burlón, cada caricia lenta, cada ligero
roce de sus dientes sobre mi sensible manojo de nervios.
Mi espalda se levanta de la cama cuando el placer me
invade. Desliza sus manos hasta mis caderas, inmovilizándome
en la cama y gruñendo en mi coño. Me tambaleo en el borde,
enroscando los dedos de los pies, apretando su pelo y gimiendo.
Grito su nombre y me agito mientras un brutal orgasmo me
atraviesa. Me siento desquiciada, follando su cara como un
animal salvaje, pero él me mantiene en el lugar, lamiéndome.
—Wren —susurro mientras jadeo.
Él gime entre mis muslos, como si no quisiera separarse
todavía. No puedo creer que sea yo quien le haga esto. Amo eso.
Lo amo a él.
—¿Lista para más, mi deliciosa compañera? Necesito estar
dentro de este coño.
—Sí, por favor —exhalo. —Yo también te necesito,
compañero.
Wren inclina la cabeza hacia atrás y sus ojos se vuelven
salvajes. Cada uno de sus músculos se tensa mientras el sudor
le cubre la frente.
—Me encanta oírte llamarme así —dice. Wren está
perdiendo el control y no puedo esperar a ver la bestia que lleva
dentro saliendo a jugar.

50
Capítulo 7

Wren

Luna se extiende debajo de mí, con su pelo dorado


enmarañado, sus labios hinchados ligeramente separados, su
pecho agitado con respiraciones superficiales. Maldita sea, es
preciosa. Y mía. Mi compañera.
Me arrastro por su cuerpo, besando sus muslos, su torso,
sus pechos, su cuello y, finalmente, sus dulces labios. Froto mi
cuerpo contra el suyo, necesitando esa fricción, necesitando
sentir su piel contra la mía, necesitando probar que realmente
está aquí y que mi solitaria existencia ha terminado.
—Estoy aquí —susurra, tocando mi mejilla. Miro fijamente
sus profundos ojos azules, sin preguntarme cómo ha podido leer
mi mente. Ella me conoce, me ve, me entiende de una manera
en la que nadie más lo ha hecho. Es mi compañera.
Asiento con la cabeza y respiro, centrándome de nuevo.
Luna presiona sus labios contra los míos, su lengua busca la
entrada. Le doy a mi chica todo lo que quiere y abro la boca para
recibir su beso.

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Empieza lentamente, con lametones tentativos. Gimo ante
su dulzura, pero consigo no hacerme con el control. Todavía.
Luna explora mi boca y luego me tira del labio inferior con los
dientes, haciéndome gruñir. Me sonríe con picardía y, joder, me
duele físicamente contener el orgasmo. Mierda, esto no puede
terminar antes de empezar.
—¿Te gusta saber que tienes el control sobre mí,
compañera?
—Mmhm —asiente, con el labio curvado en una sonrisa
coqueta.
Luna jadea y luego suelta una risita cuando cambio
nuestras posiciones para que ella esté encima. —Entonces
tómalo, nena. Toma el control.
Se apoya en mi pecho, se levanta y se adapta a nuestra
nueva posición. Por un segundo, Luna parece insegura de sí
misma, pero todo eso se desvanece cuando ve mi furiosa polla
atrapada entre nuestros cuerpos.
Luna agarra a la condenada y aprieta, con fuerza. —Dios mío
—gruño mientras cierro los puños.
Ella vuelve a sonreír, sabiendo exactamente el poder que
tiene sobre mí. Deslizo mis manos por sus muslos y aprieto,
ayudándola a mecerse contra mí. Luna se lame los malditos
labios mientras mueve las caderas, frotando su coño por mi
pene. La cabeza de mi polla toca su clítoris y ella se estremece,
repitiendo el movimiento.

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Alargo la mano y acaricio sus tetas, sopesándolas en mis
manos y rozando con mis pulgares sus pezones.
—Sí —sisea, sus movimientos se entrecortan mientras se
inclina hacia mis caricias.
Juego con sus picos endurecidos, retorciéndolos y tirando
de ellos mientras Luna me araña el pecho y se frota contra mí,
excitándose sin que yo haya entrado en ella. Joder, es muy
excitante verla excitarse, sabiendo que tengo aún mucho que
ofrecerle.
Los movimientos de Luna se vuelven frenéticos mientras se
retuerce sobre mí. Siento su crema goteando de su coño, tan
cerca ya de correrse. Un escalofrío la recorre y contiene la
respiración, preparándose para su orgasmo. Noto que se
aproxima, exigiendo que lo sienta, haciéndola gemir con cada
respiración.
Justo antes de que la sumerja, la agarro por las caderas y
la mantengo quieta. Luna me mira con confusión y frustración,
pero luego comprende cuando me alineo con su entrada. Grito
cuando siento su estrecho canal alrededor de la cabeza de mi
polla. Maldita sea, su pequeño y codicioso coño está intentando
succionarme.
—¿Lista para mí, Luna? ¿Lista para ser mía? —Ella asiente,
sus brillantes ojos azules brillan de lujuria mientras gira sus
caderas, tratando de llevarme a donde quiere. La mantengo
sobre mí, sin ceder todavía. —Necesito tus palabras, cariño.
Dime cuánto deseas esto.

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—Te deseo tanto —dice antes de estrellar su apretado coño
contra mi polla.
—¡Joder! —rujo, manteniéndola quieta cuando está
completamente sentada. Luna gime, y yo me inclino para besar
su dolor. —Lo has hecho muy bien, amor —le digo, intentando
que mi voz sea tranquilizadora a pesar de que una presión
intensísima se está acumulando en mi interior, lista para tomar
el control y follar a mi mujer como es debido. —Tómatelo con
calma, tenemos una eternidad.
Ella asiente y me besa de nuevo, su cuerpo tenso se relaja
cada vez más mientras yo recorro mis manos por sus muslos y
su espalda. Agarro su culo y la ayudo a mecerse contra mí y a
hacer círculos con sus caderas, encontrando lo que se siente
bien.
—¡Sí! —grita Luna, moviendo sus caderas y golpeando su
punto G contra mi gruesa polla. Se estremece y gime, haciendo
rodar su puto cuerpo sexy sobre el mío, tomando totalmente el
control de su placer.
Mi sexy compañera se echa hacia atrás, apoyando las manos
en mis muslos y mostrando su hermoso cuerpo mientras
cabalga sobre mi polla. Deslizo una mano por su torso,
pellizcando sus pezones, mientras la otra aprieta su culo y la
abre aún más para mí.
Un gruñido salvaje sale de mis labios cuando se derrama
más crema. Apenas consigo mantener la compostura cuando
miro hacia abajo y veo dónde estamos conectados. Ver cómo su

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apretado y húmedo coñito se abre obscenamente para recibir
mis muchos centímetros es algo que recordaré el resto de mi
vida.
—Eso es, Luna. Eso es, joder —gruño, moviendo mis dos
manos hacia sus caderas, sacudiéndola hacia arriba y hacia
abajo mientras me encuentro con su empuje. Su coño se
estremece a mi alrededor mientras sus músculos se cierran con
fuerza.
Luna se inclina hacia delante, apoyando sus manos a ambos
lados de mi cabeza. Sus labios encuentran los míos y nos
besamos y follamos como si el mundo estuviera ardiendo a
nuestro alrededor y ésta fuera nuestra última oportunidad de
encontrar el amor y la pasión.
Ella entierra su cara en mi cuello y solloza mientras su
cuerpo se estremece y se aprieta a mi alrededor. Mi hermosa
mujer me muerde el cuello y se corre sobre mi polla cuando
alcanza el clímax.
Al sentir su orgasmo a mi alrededor, sus dientes
hundiéndose en mi piel, su deseo de marcarme como suyo... algo
se rompe en lo más profundo de mi ser.
Ruedo, cambiando nuestra posición y follando dentro de ese
pequeño coño, incapaz de controlarme. Su espalda se arquea
sobre la cama y sus piernas me rodean, abrazándome. Me clava
los talones en el culo y me araña la espalda, dejando más de su
marca en mí mientras otro orgasmo la sacude.

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—Tan bueno, nena —gruño, antes de reclamar sus labios
como propios.
La devoro, mordiéndole los labios y metiendo mi lengua en
su boca ansiosa, lamiendo cada centímetro y chupando su
lengua. Es un beso salvaje y desordenado, que coincide con la
forma en que me la estoy follando como el animal que soy.
Deslizo una mano por su cuerpo y le agarro las nalgas,
cambiando el ángulo de sus caderas y ayudándola a encontrarse
conmigo empujón a empujón. Mi polla roza su punto más
sensible con cada golpe feroz.
Se está deshaciendo para mí; puedo sentirlo. Cada vez que
llego hasta el fondo de su cuerpo, ella se estremece un poco más,
la presión de su orgasmo crece y palpita y empuja sus límites.
Mis pelotas se tensan mientras mi propio orgasmo se
acumula en la base de mi columna vertebral. Mi ritmo vacila
ligeramente mientras intento aguantar, necesitando que ella se
corra conmigo. —Llega ahí, nena, joder, por favor, llega ahí.
Necesito uno más de ti.
—Es demasiado, demasiado, tengo miedo...
—Te tengo, Luna. Suéltate por mí, estoy aquí. Suéltate,
amor. Córrete para mí.
Ella aspira un enorme aliento y lo retiene, todo su cuerpo
tiembla y luego se congela. Cada maldito músculo se tensa
mientras se aferra a mí con todo lo que tiene. Con un último
empujón brutal, hundo mis dientes en la suave carne de su

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cuello. Los gritos de Luna atraviesan el aire mientras ambos nos
deshacemos por completo.
Mi compañera inunda mi polla con su liberación y yo a
cambio le doy todo, mi semen salpicando su coño palpitante
mientras ella chupa hasta la última gota. Los dos gruñimos, nos
estremecemos y sudamos mientras nos dejamos llevar por la
euforia.
Al final, se queda sin fuerzas en mis brazos. Entierro mi cara
en su cuello, lamiendo mi marca. Luna se estremece y jadea, y
yo no puedo evitar bombear dos veces más en su interior antes
de desplomarme. Me pongo de lado y envuelvo a mi recién
follada, preciosa y sexy compañera sobre mi pecho.
Ella suspira satisfecha y se acurruca más cerca. Luna
dibuja patrones sobre mi pecho mientras yo peino sus sedosos
cabellos. No necesitamos palabras, solo necesitamos esto. Solo
nos necesitamos el uno al otro.

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Capítulo 8

Luna

Me despierto sintiéndome cálida, cómoda y segura. Mi


compañero me envuelve en sus brazos y me abraza contra su
pecho. Me acurruco más cerca, enterrando mi cara en un lado
de su cuello y respirándolo.
Una sensación de paz y pertenencia me llena. Estoy más
contenta de lo que he estado en meses, quizá nunca. No tengo
que fingir que estoy bien o que la muerte de mi madre no me ha
afectado. No tengo que producir obras de arte al chasquido de
los dedos de mi padre ni sentirme culpable cuando no consigo
hacer algo a tiempo.
Wren me ha demostrado cada minuto de cada hora lo feliz
que es sólo por estar cerca de mí. ¿Es una locura? La mayoría
de la gente nunca experimenta el tipo de amor y aceptación que
he encontrado con mi gentil gigante.
Sin embargo, es algo más que dulce y mimoso.
Lo que compartimos anoche fue...

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Se me calientan las mejillas sólo de pensarlo. Wren fue una
auténtica bestia, destrozándome, dándome placer tras placer y
arrancándome más orgasmos de los que creía posibles.
Sin embargo, a pesar de todo, seguía siendo mi dulce y
atento Wren. Cómo se las arreglaba para ser ambas cosas es un
misterio, como mi compañero.
Compañero.
La marca que tengo en el cuello me cosquillea al oír la
palabra, lo que hace que un calor líquido se acumule en mi
vientre. ¿Qué pasa con eso? Es como si su marca de mordisco
estuviera conectada a mi clítoris palpitante por una cuerda. Por
otra parte, todo lo que hace este hombre me hace sentir débil de
deseo.
Wren se despierta y emite un gemido profundo y áspero
mientras me acaricia el cuello y besa su marca. Suspiro
satisfecha y le paso los dedos por el pelo.
—Buenos días —susurro.
Wren gruñe y me abraza más fuerte, metiéndonos bajo las
mantas. Me río y trato de liberarme, pero Wren vuelve a gruñir.
¿Quién iba a decir que mi gigantesco compañero cambiante era
tan gruñón a primera hora de la mañana? Es otra cosa
inesperadamente adorable de él.
—Otra vez —murmura, el sonido un poco áspero por el
sueño.
—¿Otra vez? —pregunto confundida.
—Tu risa... quiero volver a oírla.

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Dios. Me desmayo.
—Hmm... tal vez tengas que ganártelo —bromeo, frotando
mi nariz contra la suya.
Lo siguiente que sé es que Wren me pone de espaldas y me
sujeta los brazos por encima de la cabeza. Sus ojos son oscuros
y ardientes, pero en el fondo hay una alegría que me calienta el
corazón.
Se inclina y me pasa la nariz y los labios por la garganta
antes de darme ligeros besos en el pecho y la clavícula. Inclino
la cabeza hacia atrás y cierro los ojos, perdiéndome en la forma
en que Wren ama mi cuerpo.
Me acaricia el pecho, amasando la suave carne antes de
bajar, bajar, bajar...
Y entonces me hace cosquillas.
Estoy tan sorprendida que al principio no me muevo, pero
cuando su otra mano también me hace cosquillas, me retuerzo,
me río y trato de apartarme.
—Me estoy ganando tu risa —dice Wren. Su voz es seria,
pero sus ojos brillan con picardía.
Vuelvo a soltar una risita, y me encanta cómo hace sonreír
a Wren. Una vez que ha bajado sus defensas, hago mi jugada.
Alargo la mano y le pellizco el costado, justo debajo de las
costillas. Mi compañero se echa atrás y me mira sorprendido.
Sonrío y lo vuelvo a hacer.

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Wren se desploma sobre mí y nos hace girar para que yo
quede encima de él. Me besa por toda la cara hasta que me río
tanto que apenas puedo respirar.
Siento que sus grandes y fuertes brazos me envuelven de
nuevo, acunándome contra su pecho. Me siento tan querida y
apreciada. Espero hacer que mi compañero se sienta igual.
Después de unos momentos en los que nos empapamos de
la felicidad y la alegría que hemos creado, Wren rompe el
silencio.
—Hoy tengo que ir a la ciudad a comprar algunas
provisiones. He pensado que podríamos pasar por tu habitación
de motel y recoger también el resto de tus cosas.
Por la forma en que lo dice, sé que le da pavor estar rodeado
de gente.
—Déjame ir contigo. —Wren parece escéptico, así que
insisto. —Se supone que debo inspirarme para mi arte, ¿no?
Quizá ir de excursión a la ciudad me ayude, sobre todo si es con
mi gran y corpulento compañero cambiante de alce.
—Grande y corpulento, ¿eh? —murmura Wren, besando mi
sien.
—También eres dulce, atento, genuino, talentoso y...
supermega sexy. —Sé que me estoy sonrojando, pero no me
importa. No quiero que piense que sólo veo su tamaño.
—¿Ah sí? —dice Wren con una sonrisa.
—Mmhm —confirmo. —Y me gusta que seas grande y alto.
—¿De verdad?

61
—Sí. Me hace sentir segura, como si siempre me fueras a
proteger a mí y a todos los que te importan.
—Lo haré. Siempre te protegeré, compañera.
Wren me mira con tanto asombro y reverencia. Sé que yo lo
miro de la misma manera. Este hombre definitivamente está
hecho para mí, y no puedo esperar el resto de nuestras vidas.
Treinta minutos más tarde, Wren y yo seguimos una
pequeña ruta de senderismo hacia Black River. Cuanto más nos
acercamos al pueblo, más se retrae Wren. Odio verlo así.
Realmente odio al imbécil que hizo que mi dulce y gentil
compañero fuera exiliado.
Deslizo mi mano entre las suyas, juntando nuestros dedos.
Me aprieta la mano y me coloca a su lado justo cuando
atravesamos la línea de árboles.
Noto que los músculos de Wren se tensan mientras mira la
plaza del pueblo. Me doy cuenta de que está tratando de
planificar una ruta para evitar las multitudes y ciertas tiendas.
Una vez más, el corazón se me oprime en el pecho. Wren lleva
tanto tiempo solo, con su reputación manchada y su alma
bondadosa casi aplastada.
Eso me mata.
Quiero hacer lo correcto. Quiero gritar a esta gente y hacer
que se disculpen por haber enviado a mi compañero lejos. Una
persona en particular se merece la peor parte de mi nueva rabia,
y creo que la veo. Me doy cuenta por la forma en que Wren
reacciona.

62
Mi compañero se detiene en seco y me empuja detrás de él,
aunque me sujeta fuertemente por la cadera. Miro por encima
de su hombro y veo bien al hombre que está en el centro de la
plaza.
Jerry.
Es alto, pero nada comparado con mi compañero. Nadie lo
es, en realidad. Jerry tiene el pelo oscuro y unos pequeños ojos
negros que odio al instante. El hombre también ve a Wren, su
cuerpo se tensa y aprieta los puños.
Estos dos no están a punto de atacarse el uno al otro en
medio de la plaza del pueblo, ¿verdad?
No, claro que no. Mi compañero no es violento, y sé que no
me pondría en peligro de esa manera. No puedo decir lo mismo
de Jerry.
Los dos se miran fijamente a varios metros de distancia,
ambos evaluando al otro. Estoy segura de que lo único que
impide que Jerry se mueva y ataque a Wren es el hecho de que
mi compañero lo hace sentir más pequeño.
Finalmente, alguien se acerca a Jerry y le susurra algo al
oído, alejándolo.
—¿Estás bien? —susurro mientras le doy un beso en la
espalda del hombro.
Wren asiente con la cabeza y respira profundamente,
dejando que desaparezca parte de la tensión de sus músculos.
Se da la vuelta y me abraza. Sonrío suavemente mientras
me acaricia el cuello con la nariz. Me encanta que me necesite y

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que no tenga miedo de demostrarlo, incluso cuando estamos en
una zona repleta de las mismas personas que lo desterraron.
—Hay una tienda de material artístico al final de la manzana
—murmura justo antes de besarme la frente. —Deberías
abastecerte. Me reuniré contigo allí después de comprar algunas
cosas.
Este hombre. Incluso cuando está ansioso y dolido, su
primer pensamiento es para mí.
Estoy a punto de protestar y decirle que iré a donde él vaya,
pero entonces se me ocurre una idea. Una que quizá no le guste
a mi compañero. Sin embargo, tengo que hacerlo. Tengo que
dejar las cosas claras.
—Me parece bien —digo, plantando un beso en su mejilla.
Wren se ríe y me besa en el mismo lugar.
—Me alegro mucho de que seas mi compañera —murmura.
—Eres absolutamente perfecta para mí en todos los sentidos.
No sé qué responder. Nunca nadie me había hecho sentir
tan deseada sólo por ser yo. Wren atrapa una lágrima con su
pulgar mientras cae por mi mejilla. No dice nada, pero sé que
sabe lo mucho que significan sus palabras para mí.
Con un último y breve beso, nos desenredamos y nos
dirigimos a nuestras tiendas por separado.
Sin embargo, en lugar de ir a la izquierda hacia la tienda de
arte, me quedo hasta que Wren entra en la tienda de comestibles
y luego vuelvo a la plaza para ver qué puedo hacer con el bueno
de Jerry.

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Cuando me acerco al lugar donde se encuentra junto a una
de las tiendas, lo oigo murmurar algo al hombre mayor de antes.
Tienen rasgos faciales similares, y apostaría a que es el padre de
Jerry.
—Tiene mucho valor, viniendo al pueblo como lo hace para
conseguir suministros.
—El hombre tiene que salir adelante de alguna manera, hijo
—dice el caballero mayor, confirmando mi sospecha.
—¡Fue desterrado! No debería volver y comprar yogur
orgánico o lo que sea que coman los raros como él.
Apenas me contengo de escupirle por ese comentario.
Me meto en el callejón junto al edificio que tiene delante,
saco mi teléfono y pulso el botón de grabar. Tengo la sensación
de que mi plan podría ser más fácil de lo que pensaba. Idiota.
—Cuidado, Jerry —advierte el hombre mayor. —No lleves
esto demasiado lejos. Ya le han expulsado, y hasta ahora sólo
viene a la ciudad cuando Ash Mountain y Red Ridge no tienen lo
que necesita. Dejémoslo así.
—¡Al diablo con eso! Es un peligro para todos en el pueblo
sólo por caminar por la calle. Quiero proteger a mi manada de
los grandes tontos como él.
—Esa no es tu decisión. No eres el Alfa.
—Lo sé —gruñe Jerry, el sonido es más animal que humano.
Si soy sincera, sonó como un lobo gruñendo. Me doy cuenta de
que podría ser un lobo. Tal vez sea el animal de Jerry el que se
está abriendo paso.

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Me siento nerviosa, pero no por ello menos decidida.
—No hace falta que me lo recuerdes —continúa Jerry,
aunque suena un poco más controlado.
—Entonces déjalo estar, hijo. Eliminaste a la competencia y
desafiaste a Killian, tal y como habíamos planeado. Pero
perdiste, y ahora tenemos que lidiar con las consecuencias.
Jerry gruñe y luego murmura: —Al menos me aseguré de
que ese degenerado no consiguiera el trabajo. Puede que no
respete a Killian, pero prefiero morir que estar bajo el dominio
de Wren.
Eso es todo.
No puedo quedarme de brazos cruzados mientras alguien
llama degenerado a mi oso de peluche, a mi Wren, a mi
compañero.
Me meto el teléfono en el bolsillo, aunque sigue grabando.
Salgo de mi escondite en el callejón, paso a rastras por delante
de Jerry y le doy un toque en el hombro. Con fuerza. Mi fuerza
no es nada comparada con la de los cambiaformas, como estoy
comprobando, pero consigo sobresaltarlo y hacerlo perder
ligeramente el equilibrio.
—Oye, ¿qué demonios?
—Deberías mirar por dónde vas —digo con una sonrisa.
—¡Perra torpe!
—Tú eres el que casi se cae. Creo que el torpe eres tú.
Jerry está a punto de discutir conmigo, pero su padre lo
detiene y le susurra algo. El viejo sabe lo que estoy tramando.

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No he sido precisamente sutil, pero estoy aprendiendo que Jerry
no es la herramienta más afilada del cobertizo.
—¿Quién er...
—¿Qué le hiciste a Wren hace tantos años? —pregunto,
cortando a Jerry.
—¿Qué? ¿Cuánto sabes? ¿Qué has oído?
—Hijo, no...
—¿Qué te dijo? ¿Que yo lo hice? Es un saco de mierda
mentiroso. —Su padre intenta apartarlo, pero él se encoge de
hombros y sigue adelante. Lo dejo con gusto. —Fue Wren quien
derribó el árbol. ¿Quién más podría ser?
Me encojo de hombros, pero sigo mirando esos ojitos
brillantes. Tiene pánico. Puedo verlo. Jerry no ha tenido que
defender su mentira en más de cinco años, y le preocupa que
vaya a meter la pata. Eso es exactamente lo que estoy esperando.
—Quiero decir, él es el único que va por ese sendero al lado
de la escuela, de todos modos. Wren y su alce, siempre
derribando cosas.
—¿Cómo sabes que es el único que va por el sendero?
Jerry balbucea y mira a su padre en busca de ayuda. El
mayor no dice nada ni sale en defensa de su hijo. Ya trató de
apartarlo, así que ahora deja que Jerry se las arregle solo.
—Bueno, quiero decir que es algo que se sabe. Siempre fue
un solitario y ese era su camino favorito.
—Hm —digo con un movimiento de cabeza.

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—Y el árbol se cortó... er... quiero decir, se partió a unos dos
metros del tronco, justo donde la cornamenta del gran torpe lo
golpeó.
Miro fijamente a Jerry por haber llamado torpe a mi
compañero. —¿Y cómo sabes dónde se partió el tronco del árbol?
—Yo-yo-yo, bueno, es... verás... ¿a dónde quieres llegar? ¿De
qué me acusas? ¿Crees que fui yo? Yo no estaba allí. —Jerry se
está poniendo un poco frenético, su voz sube cada vez más. —
No sé lo que Wren ha estado diciendo sobre mí, pero yo no corté
el árbol de antemano.
—Hijo, tal vez es el momento de irse —intenta su padre de
nuevo.
—No podrías probarlo si así fuera —continúa Jerry. —Nadie
te creería, igual que nadie le creyó a él. Además, ¿quién eres tú?
No eres nadie.
—Soy la compañera de Wren —le informo, cada palabra
proclamada con orgullo.
Jerry se burla. —Oh, entonces eres menos que nadie.
—Te equivocas de nuevo. Soy la persona más afortunada del
mundo entero por haber encontrado a alguien tan fuerte,
cariñoso y atento como Wren Hart. Es brillante, leal y el alma
más amable que he conocido. Mi compañero nunca haría daño
a nadie. Nunca lo he escuchado levantar la voz, y estoy dispuesta
a apostar que nadie en la manada lo ha escuchado gritar
tampoco. Tú, en cambio...
Doy un paso atrás y miro a la multitud que nos rodea.

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El padre de Jerry no acepta un no por respuesta esta vez.
Agarra a su hijo por el cuello de la camisa y lo arrastra lejos de
la marea de gente. Está bien, creo que tengo más que suficiente
para limpiar el nombre de Wren.
Respiro tranquilamente y me doy la vuelta. La multitud se
separa y veo a Wren de pie a varios metros, con las bolsas de la
compra desparramadas a sus pies.
Mierda. ¿Se ha enojado porque he intervenido?
Mi compañero no me da la oportunidad de girar sobre mi
cabeza durante mucho tiempo. Acorta la distancia entre
nosotros en tres largas zancadas, me rodea con sus brazos y me
aplasta contra su pecho.
—¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? ¿Querías decir todo eso?
Joder, Luna, ¿estás bien?
Me doy cuenta de que está temblando mientras se aferra a
mí. Doble mierda. No quería asustarlo.
—Estoy bien, Wren. Estoy bien. Estoy aquí. —Inclino la
cabeza hacia un lado, mostrándole mi marca. Él besa la carne
sensible y suelta un enorme suspiro, como si por fin se calmara.
—¿Qué ha pasado? ¿Te ha hecho daño?
—No, nada de eso. Pero creo que tengo una forma de hacerle
daño.
—No vale la pena —dice Wren, la derrota en su voz me parte
el corazón en dos.

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Me inclino un poco hacia atrás y le acaricio un lado de la
cara con la mano. Me mira como si estuviera pendiente de cada
una de mis palabras.
—Tú lo vales, Wren. Merece la pena luchar por ti.
Se le corta la respiración y, por un segundo, juro que veo
lágrimas en sus ojos. Antes de que pueda preguntarle qué le
pasa, mi compañero reclama mis labios en un beso abrasador.
Puedo saborear la intensidad de sus emociones, por muy loco
que parezca. Pero tal vez no sea una locura. Wren es mi
compañero. Fin de la historia.
Los dos respiramos con dificultad cuando nos separamos,
pero yo hablo primero.
—Vamos a buscar al Alfa.

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Capítulo 9

Wren

—¿Qué? —pregunto conmocionada, mirando fijamente


hacia abajo, a mi valiente y hermosa compañera.
—El Alfa. Killian, ¿verdad?
—Sí... pero qué...
—Su casa está por este camino —grita alguien. Creo que los
reconozco de hace años, pero quién sabe a estas alturas. —Iré
con ustedes.
—Yo también. Le diré lo que he oído —dice otra persona.
—¡Nosotros también vamos!
Uno por uno, veo a la multitud de personas dar un paso
adelante y apoyar a mi compañera en cualquiera que sea su
plan. Puede que mi manada no me hubiera apoyado hace cinco
años, pero saber que están de su lado me hace sentir más
cómodo.
Vuelvo a mirar a mi compañera, sorprendido de verla casi
llorando. Sin embargo, está sonriendo, lo que me confunde. —
¿Qué pasa? ¿De qué habla todo el mundo? Salí del

71
supermercado y te vi a ti y a Jerry... —Tengo que cerrar los ojos
y respirar profundamente.
—Él no me hizo daño, ¿recuerdas? No me tocó. Estoy aquí
—me asegura Luna. —Y todos los que escucharon nuestra
conversación quieren venir con nosotros a buscar a Killian para
que podamos darle la buena noticia.
—¿Las buenas noticias?
—Jerry prácticamente ha confesado haberte incriminado y
lo tengo todo grabado —dice mi compañera con una sonrisa de
satisfacción en el rostro.
—No olvides que tienes unos cuarenta y cinco testigos —dice
una mujer mayor, haciendo que Luna se ría.
—Así es. Una grabación y cuarenta y cinco testigos dicen
que Jerry te tendió una trampa para que no fueras aspirante a
Alfa —dice Luna con orgullo.
—Cómo... —Ni siquiera tengo palabras suficientes para
terminar mi pregunta. Me pierdo en sus ojos azules, esperando
transmitir lo mucho que la amo, lo agradecido que estoy de
haberla encontrado. Luna sonríe con firmeza, y sé que no
necesita mis palabras. Sólo me necesita a mí. Soy todo suyo.
Mi compañera me toma de la mano y me arrastra hacia la
casa de Killian con docenas de miembros de la manada
siguiéndola.
Todavía no estoy seguro de lo que Luna grabó o de cómo va
a ayudarme, pero tener el apoyo de todos es una sensación
nueva y extraña.

72
Cuando llegamos a la cabaña del Alfa, hay una mujer
diminuta sentada en el porche. No la reconozco.
—Bueno, hola a todos —dice la mujer con una sonrisa
curiosa. Puedo oler que es una cambiante de ciervo. Debe haber
llegado a la manada después de que yo me fuera. ¿Podría ser la
compañera de Killian?
—Sascha, ¿está Killian en casa? —pregunta una de las
mujeres de la multitud.
Antes de que Sascha pueda responder, la puerta principal
se abre y el alfa sale. Killian es tan dominante y dueño de sí
mismo como lo recordaba, pero hay algo más suave en él.
Apuesto a que es por la pequeña cambiante de ciervo que acaba
de enlazar su brazo con el de él.
—Tenemos que dejar de reunirnos así —refunfuña Killian.
Algunas personas de la multitud se ríen, y Sascha sonríe,
negando con la cabeza. Tendré que preguntar sobre eso más
tarde. Ahora mismo, sigo sin saber qué demonios está pasando.
—¿Sr. Alfa? —pregunta Luna, dando un paso adelante. Es
tan jodidamente valiente y adorable.
Killian entrecierra los ojos al ver a Luna, y luego los abre de
par en par al verme a mí.
—¿Wren? —escupe.
—Killian —digo con un movimiento de cabeza.
—¿Qué carajo estás haciendo aquí?
La cambiante de ciervo lo mira fijamente y él deja escapar
un suspiro. Parece que es su complemento perfecto.

73
—Mi compañera quería verte y yo quiero lo que mi
compañera quiera —le respondo con sinceridad.
Las cejas de Killian se disparan sobre su frente, pero
rápidamente controla su cara y asiente.
Subo los escalones del porche con Luna, tomando su mano
entre las mías. Intento ser fuerte por ella, pero no estoy seguro
de lo que está pasando.
—Soy Sascha. La compañera de Killian —dice la cambiante
de ciervo justo antes de que Killian vaya a hablar. Ella extiende
su mano a Luna, que sonríe y la estrecha.
—Yo soy Luna. La compañera de Wren. —Dios, todo este
viaje a la ciudad ha valido la pena por escucharla llamarse a sí
misma mi compañera. —Como probablemente sabes, Wren fue
expulsado de la manada hace cinco años.
—¿Qué? ¿Por qué? —jadea Sascha, mirando a Killian y luego
a Luna.
—Fue un terrible malentendido —responde Luna. Killian
gruñe, lo que le vale un codazo en el costado de su compañera.
—Es verdad, tengo pruebas.
Todos vemos cómo Luna saca su teléfono y golpea la
pantalla varias veces.
La voz de Jerry es borrosa al principio, pero luego clara como
el día. Está enojado por verme en la ciudad, quejándose con su
padre de que no debería poder comprar aquí. Luego oigo la voz
de Luna. La oigo defenderme y, al mismo tiempo, provocar a

74
Jerry. Y entonces Jerry estalla y empieza a despotricar, de forma
poco convincente, que él no me incriminó.
Killian se queda ahí, estoico como siempre, y lo escucha
todo.
Cuando termina la grabación, Luna vuelve a meter su
teléfono en el bolsillo y me mira con una tímida sonrisa. Si no
estuviéramos en el porche de Killian, la besaría hasta quedarme
sin aliento.
No puedo creer que haya hecho eso por mí. No puedo creer
que me haya defendido, y no sólo eso, sino que haya encontrado
la forma de demostrar mi inocencia. Y sólo ha sido oficialmente
mi compañera durante un día. ¿Cómo he tenido tanta suerte?
—Estuvimos allí, Alfa —dice uno de los hombres de la
multitud.
—Sí, lo oímos todo. Jerry era muy impreciso y esquivaba
preguntas a diestro y siniestro.
—Su padre también está metido en esto —añade otra
persona.
Los miembros de la manada comienzan a hablar sobre esa
noche y sobre Jerry en general, pero Killian me mira a mí,
preguntando en silencio mi versión de la historia.
—No estaba allí cuando mi brillante compañera se enfrentó
a Jerry, algo de lo que hablaremos más tarde —digo, rodeando
con mi brazo la cintura de Luna y arrimándola a mi lado. —Pero
es cierto. Me choqué con el árbol hace cinco años por accidente,
pero no tan fuerte como para partir la maldita cosa en dos.

75
Después de ayudar a retirar el árbol, me di cuenta de que había
sido cortado casi por completo, así que no se necesitaba mucho
para derribarlo.
—¿Por qué no dijiste nada hace cinco años?
—Lo intenté, pero nadie me creyó. Todo el mundo sabe que
soy torpe, pero yo no... Nunca haría algo tan imprudente, y
menos cerca de un colegio. Cuando llegó el momento de mi juicio
final, la decisión ya estaba tomada. Ya era culpable antes de que
me miraras, y mucho menos de que escucharas mi versión.
Me estremezco internamente ante mis palabras, sabiendo
que podría estar enemistándome aún más al hablarle así al alfa.
Luna se acerca a mí y me besa el hombro.
Killian sigue mirándome fijamente, evaluándome antes de
mirar hacia su patio, donde docenas de miembros de su manada
siguen discutiendo los acontecimientos del día.
—Espera, ¿así que Wren ha estado viviendo solo en el
bosque durante cinco años? —exclama Sascha. —¿Por un
malentendido? —Se gira hacia Killian, que sorprendentemente
parece avergonzado. No creía que eso fuera posible.
Se pasa una mano por la cara y suspira con fuerza. —
Maldita sea —murmura. —Intentaba demostrar a todos lo fuerte
que era y lo ferozmente que podía proteger a nuestra manada.
Mirando hacia atrás ahora, veo que fallé miserablemente. No
sólo te envié lejos, sino que dejé que el verdadero monstruo
viviera entre nosotros durante años.
No puedo creer lo que estoy escuchando. ¿Está diciendo...?

76
Sascha vuelve a darle un codazo y Killian continúa.
—Lo siento, Wren. Sé que eso no compensa los cinco años
de exilio, pero puedo compensarte. Tú y tu compañera podéis
tener cualquiera de las propiedades vacías. Los queremos a
ambos como parte de nuestra manada.
No me doy cuenta de que tengo la boca abierta hasta que
Luna susurra: —Psst, creo que esta es la parte en la que le das
la mano o algo así.
Sascha y Killian se ríen de su intento de silencio. Como
cambiantes, nuestro oído es mucho mejor que el de la mayoría
de los humanos, así que Luna no estaba siendo silenciosa en
absoluto.
—Yo... gracias, Killian. Tu oferta es generosa, pero me gusta
mi vida y mi cabaña en el bosque con mi compañera. —Miro a
Luna, sonriendo cuando sus ojos se encuentran con los míos. —
A menos que quieras mudarte a la ciudad. Iré a donde tú vayas.
Me regala otra sonrisa brillante y luego mira a Killian.
—¿Podemos seguir siendo parte de la manada si vivimos en
el bosque?
—Por supuesto. Nos encantaría tenerlos a los dos.
Sascha chilla y abraza a Luna, que le devuelve el abrazo.
—¡Oh, qué emocionante! Me encanta cuando conseguimos
nuevos miembros para la manada.
Las dos charlan mientras Killian me mira una vez más. —
Ahora visitaré a Jerry —dice con toda naturalidad. —No se
saldrá con la suya.

77
Asiento con la cabeza, sin saber qué más decir.
—Wren —continúa Killian. —Siento de verdad cómo te han
afectado mis acciones. No te devuelve los últimos cinco años, lo
sé, pero...
—Si no hubiera estado en el bosque hace dos noches, nunca
habría conocido a mi Luna. Mi compañera. —Es verdad. Me
resulta difícil enojarme con la persona que, sin querer, me puso
en el camino de mi compañera.
Killian gruñe y se aclara la garganta. Yo hago lo mismo.
Todavía no se me da bien todo esto de socializar, y parece que
Killian no es mucho mejor. Su compañera, sin embargo, tiene a
todos comiendo de su mano.
La multitud se dispersa y Killian se lleva a algunos de los
jóvenes a un lado, sin duda para ir a ver a Jerry. Estoy seguro
de que Luna y yo tendremos que volver y dar algún tipo de
declaración, pero por ahora, necesito llevar a mi compañera a
casa. Necesito demostrarle lo mucho que la amo y lo agradecido
que estoy de tenerla en mi vida.
Tiro de Luna y la levanto en brazos cuando me doy cuenta
de que uno de mis pasos equivale a tres de los suyos. Con la
mayor rapidez posible y sin dejar de tener cuidado con mi
compañera, atravieso el bosque, subo las escaleras del porche y
entro en nuestro dormitorio.
—Te necesito, compañera —casi gruño.
—Yo también te necesito —gime ella.

78
La despojo de su ropa y luego hago jirones la mía, sin
importarme el desorden. Tengo cosas más importantes de las
que ocuparme, como mi necesitada compañera.
Se arrastra por la cama y se pone de espaldas, abriendo las
piernas para mí. Dios, sabe exactamente lo que necesito.
A ella.
Me arrodillo frente a Luna, me inclino ante ella en realidad,
adorándola en su altar. Mis manos se deslizan bajo su culo
perfecto y la acercan a mí. Inhalo el dulce aroma de su excitación
y deslizo mi lengua, lamiendo su coño y absorbiendo sus jugos.
Sus piernas se cierran, así que muevo las manos hacia el interior
de sus muslos, abriéndola para mí.
Miro fijamente su coño húmedo y suave, hinchado y
sensible, que palpita para mí. Veo su dulce y resbaladizo jugo
goteando por su culo y empapando las sábanas. Jodidamente
hermoso. Mi polla, dolorosamente dura, gotea con sólo mirarla,
extendida ante mí.
Incapaz de esperar un segundo más, sumerjo la cabeza y
lamo cada maldito centímetro de su perfecto coño.
—¡Sí, Wren, Dios mío!
Gruño en sus pliegues, haciéndola gemir y girar sus
caderas. Me encanta su sabor, la forma en que puedo hacerla
girar alrededor de mi lengua y hacerla gemir. Chupo y trabajo
su clítoris, moviéndome más rápido, con la lengua apretada
contra su piel. Necesito que se libere, lo necesito tanto que
apenas puedo soportarlo.

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Le paso las piernas por encima de los hombros y noto cómo
me aprieta los tobillos por detrás del cuello. Prácticamente me
estoy asfixiando contra su coño, y no hay lugar en el que
preferiría estar. Luna se arquea sobre el colchón y me empuja el
coño a la cara, obligando a mi lengua a profundizar mientras mi
nariz acaricia su apretado manojo de nervios.
Subo a tomar aire, brevemente, no queriendo separarme de
mi propio cielo personal durante demasiado tiempo.
—Eso es. Monta mi cara, hermosa compañera. Toma lo que
necesites.
Me meto su clítoris en la boca y lo hago rodar alrededor de
mi lengua antes de morderlo ligeramente. Eso lo consigue. Más
que verla, siento que se agita, que grita cuando su orgasmo la
golpea. Absorbo sus cálidos jugos mientras ella se corre sobre
mí. Mi boca y mi barbilla están empapadas de su liberación.
Cuando los últimos temblores han pasado, me pongo de pie
y me arrastro sobre ella, besándola profundamente para que
pueda saborearse. Cuando me retiro, ella me sigue, como si
estuviéramos conectados por una cuerda. Luna saca la lengua y
limpia sus jugos de mi barbilla.
—Maldita sea, Luna —gimo. —Mi chica sucia. Voy a
destrozar este coñito en dos. ¿Eso es lo que quieres?
—¡Sí! Fóllame fuerte y profundo, por favor...
No espero a que termine antes de rugir y penetrarla de una
sola vez.

80
Luna grita y se corre al instante, su coño convulsionándose
y absorbiéndome. Grito, sintiendo su sedoso y húmedo calor
masajeando mi polla mientras la follo durante su orgasmo.
—Te sientes tan bien —gime Luna. Me rodea con las piernas
y se balancea conmigo una vez que se ha recuperado. Agarro sus
manos entre las mías, enlazando nuestros dedos y poniéndolos
por encima de su cabeza.
—Tú también, amor. Este coño está hecho para mí. Sólo
para mí. Dilo —le exijo mientras establezco un ritmo intenso.
—Es tuyo —gime ella, arqueando la espalda.
—¿Qué es mío? —Inclino mis caderas y la penetro más
profundamente, empujando con más fuerza. Me aprieta tanto
que casi me duele. Sus uñas se clavan en el dorso de mis manos,
y el dolor no hace más que aumentar el placer que recorre mi
cuerpo, amenazando con salir disparado en cualquier momento.
—Mi coño —dice entrecortadamente. —Mi cuerpo. Mi
corazón. Todo de mí.
Sus palabras me ponen imposiblemente más duro mientras
mi polla se hincha dentro de ella. Le suelto las manos y coloco
mis antebrazos a ambos lados de su cabeza para poder besarla.
Siento que sus pequeñas manos se agarran a mis costillas
mientras se aferra a su vida.
Le lamo el cuello, chupando mi marca y haciéndola temblar.
Sigo besando su cuerpo, mordiendo su clavícula antes de
chupar una teta en mi boca y luego la otra. Hago girar mi lengua
sobre sus sensibles pezones, primero uno y luego el otro.

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—Ama estas tetas. Di que son mías. Sólo mías.
—Sólo tuyas. Soy tuya, tu compañera —grita.
Apoyo mi peso en un brazo mientras el otro se desliza entre
sus pechos y rodea su cuello, aplicando una ligera presión.
—Te tengo, Luna. Córrete para mí. Córrete sobre la polla de
tu compañero.
Intensifico mi agarre en su cuello justo cuando su coño se
agita a mi alrededor. Se corre tan jodidamente fuerte. Su coño
me aprieta tanto mientras sus dedos se clavan en mis costillas
y sus talones se hunden en mi espalda. Es el dolor más
exquisito.
Le suelto el cuello y su clímax vuelve a ser máximo, esta vez
llevándome con ella. Rujo mi liberación, disparando mi semen
tan profundamente dentro de ella. Mi polla palpita mientras
continúo vaciándome, más de lo que jamás creí posible. Rezo
para que hoy tengamos un bebé. La quiero atada a mí en todos
los sentidos.
Mi visión se pierde con la fuerza de mi orgasmo y me
derrumbo, rodando rápidamente hacia un lado, arrastrando a
Luna conmigo.
Cuando vuelvo en sí unos segundos más tarde, Luna me
besa dulcemente en el pecho mientras traza patrones en mis
abdominales.
—Joder —digo una vez que recupero el aliento.
—Sí —ríe ella. —Creo que he sido un poco dura contigo —
dice Luna, pareciendo un poco aprensiva. La idea de que haya

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sido demasiado dura es jodidamente adorable. —Te has
desmayado —susurra.
Tomo sus labios en un beso lento, saboreando todo de ella.
—No me has hecho daño —susurro en su boca. —Fue tan bueno
que no podía respirar.
—Oh. —Su voz es apenas audible, pero sus mejillas están
rojas.
—Sí, oh —me río, besando su frente y su nariz.
Arrimo a Luna a mi lado y nos tapamos con las mantas. Mi
compañera se acurruca en mis brazos y ronca suavemente en
cuestión de segundos. Ir a dormir con Luna envuelta en mis
brazos es la mejor sensación del mundo.

83
Capítulo 10

Luna

Wren y yo nos hemos levantado temprano hoy y nos hemos


ido de excursión. Me ha vuelto a sorprender con su dulzura
cuando hemos llegado a un bonito claro y nos ha preparado un
picnic. Le pregunté cómo lo había conseguido, pero se limitó a
sonreír y encogerse de hombros, diciendo que había algunas
personas más que dispuestas a ayudar cuando les contó su
romántica idea.
Casi se me saltan las lágrimas, no sólo por su consideración
y el picnic que preparó, sino por el hecho de que lo hayan
aceptado de nuevo en su manada. Tanto que la gente quiere
ayudarlo con algo tan pequeño como un picnic.
—¿En qué estás pensando, compañera? —murmura Wren,
sus labios rozando mi oreja. Me levanto de un salto de donde
estaba sentada en el sofá, haciendo que se ría. —No pretendía
asustarte.
—No me asustas —le digo, girándome para mirar a mi gentil
gigante por encima del hombro.

84
Mis ojos se fijan en los suyos cuando rodea el sofá y se coloca
frente a mí. Espero que sepa que me refiero a algo más que a
asustarme. No le tengo miedo a Wren, ni creo que tenga un
hueso malo y malicioso en su cuerpo. No soy como su manada,
aunque al final hayan tomado la decisión correcta. Quiero que
mi compañero sepa que siempre le creeré y daré la cara por él.
Mi compañero me rodea con sus brazos y se inclina para
acariciarme el cuello. Suspiro satisfecha, sintiéndome feliz y
completa ahora que está tan cerca.
—Te amo —susurra.
Suspiro en silencio, lo que hace que Wren se ponga tenso e
intente apartarse. Lo abrazo, atrayendo su enorme cuerpo hacia
el mío. Ya sabía que me ama, al igual que yo sé que lo amo a él.
Sin embargo, hay algo en decir esas tres pequeñas palabras que
hace que todo sea aún más real.
—Yo también te amo, compañero —digo, besando su pecho
justo sobre su corazón.
Wren cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás mientras
respira profundamente.
—Gracias, joder —suspira, haciéndome reír. Wren baja la
cabeza y frota su nariz contra la mía. —Ahora, ¿qué vamos a
hacer al respecto?
No me da la oportunidad de responder antes de echarme por
encima del hombro y marchar hacia el dormitorio. Chillo y
muevo las piernas, y vuelvo a chillar cuando me azota.

85
Wren me deja en el suelo frente a la cama y me besa fuerte
y rápido antes de separarse.
—Desnúdate para mí, compañera, y luego arrástrate a la
cama. Te quiero desnuda y de espaldas.
Un cosquilleo de placer me recorre la piel y profundiza en mi
interior ante su orden.
Wren gruñe y me mira quitarme la ropa un momento antes
de darse la vuelta para sacar algo del cajón de su cómoda. Me
subo a la cama como me ha dicho y me estiro de espaldas,
completamente desnuda. Un escalofrío me recorre mientras
espero a que Wren se una a mí.
Siento que la cama se hunde con su peso. Wren se sienta a
horcajadas sobre mí, aunque sigue completamente vestido. Se
inclina y me besa mientras me levanta las manos por encima de
la cabeza. Cuando rompe el beso, siento que algo suave y sedoso
me envuelve la muñeca. Jadeo y miro hacia arriba, con el
corazón latiéndome en el pecho mientras veo cómo me ata la
muñeca al cabecero.
Wren recorre con su dedo el interior de mi brazo y me
acaricia la mejilla. —Hoy he comprado esto en la ciudad —
murmura. —¿Confías en mí, pequeña Luna?
—Sí —exhalo.
—Bien —gruñe, con una voz profunda y oscura. Dios, me
excita tanto cuando se pone así.
Wren me ata la otra muñeca y luego procede a atarme
también los tobillos a la cama. Pruebo mis nuevas ataduras y

86
compruebo que no están demasiado apretadas. El corazón me
late con fuerza, un poco por los nervios, pero sobre todo por la
excitación. Estoy extendida y atada para que Wren, mi
compañero, me haga lo que quiera.
Wren vuelve a sentarse a horcajadas sobre mí y sonríe. No
es una sonrisa dulce y tierna. No, está llena de hambre y
profunda necesidad. Me pone una venda de seda en los ojos,
sumiendo mi mundo en una completa oscuridad.
Siento que se inclina y roza sus labios con los míos antes de
abandonar la cama por completo. Lo único que oigo es el sonido
de mi corazón retumbando en mi pecho y mi respiración
superficial. Mi cuerpo tiembla por su contacto, la anticipación
me mata.
Su dedo me roza la clavícula y me hace estremecerme. —
Tan hermosa, extendida para mí de esta manera. Voy a
devorarte, preciosa compañera. Cada centímetro de ti.
Wren recorre con su dedo el centro de mi pecho, dibujando
una línea desde el valle de mis pechos hasta mi ombligo. Luego
desaparece.
De repente, siento su cálido aliento en mi pecho mientras
me lame el pezón una vez y luego se aparta. Sus labios bajan
como un fantasma por la curva de mi cintura y se detienen en
mi cadera, para que pueda pellizcar la tierna piel de esa zona.
Nunca sé cuál va a ser su siguiente toque, pero me provoca
con sus dientes, su lengua y sus dedos, recorriendo mi cuello,
mi torso, mis muslos, mis pantorrillas y todos los demás lugares.

87
Realmente me está devorando. Cada uno de sus toques me hace
arder.
Trato de apretar los muslos para aliviar la presión que siento
en el coño, pero tengo las piernas demasiado separadas. Wren
se da cuenta de mis esfuerzos y se ríe antes de aferrarse a mi
seno con su boca.
Jadeo y me arqueo sobre la cama. Su mano se acerca a mi
otro pecho y me pellizca el pezón.
—Oh, Dios —gimo. Todo se intensifica, cada toque va directo
a mi clítoris.
Siento que su otra mano sube por el interior de mi pierna,
más alto, más alto, más alto. Gruñe en mi pecho mientras sus
dedos recogen los jugos que bajan por mi muslo.
—¿Te gusta esto, chica sucia? Tu coño está goteando,
llorando por mí.
—Sí —gimo. —Te necesito.
Wren cambia de pecho, chupando el otro mientras sus
dedos siguen subiendo por mi muslo. Los siento rozar mi coño y
lloro. Con la misma rapidez, se apartan.
—¡Nooo! —gimoteo.
Wren suelta una risita oscura. —Pequeña Luna codiciosa.
¿Qué voy a hacer contigo?
—Fóllame —ruego, moviendo las caderas y tirando de mis
ataduras.
—Podría... —dice mientras hunde dos dedos en mi coño,
recogiendo mi miel. Jadeo y tiro de las ataduras de mis muñecas

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y tobillos. —Podría llenarte de mi gorda polla, meterla en este
dulce y apretado coño tuyo una y otra vez. —Introduce sus dedos
en mi entrada de una vez, con fuerza y rapidez, follándome con
su mano mientras su pulgar gira alrededor de mi clítoris.
Estoy tan excitada por todas sus burlas que creo que ya me
voy a correr.
Entonces, tan rápido como empezó, saca sus dedos de mí,
dejando mi coño vacío y succionando alrededor de la nada.
Gruño de frustración y luego grito cuando Wren me pellizca el
pezón. Con fuerza. Duele de la mejor manera, liberando un
torrente de sensaciones que me hace chorrear.
—Tomas lo que te doy, Luna. ¿Lo entiendes?
Gimoteo y asiento con la cabeza, mordiéndome el labio
inferior. Las exigencias de Wren, la forma en que me controla a
mí y a mi placer...
Me besa entonces, desterrando todos los demás
pensamientos mientras me consume. Wren succiona mi lengua
en su boca y me domina en cuerpo y alma.
Sus dedos vuelven a mi coño y juega conmigo,
provocándome, frotándome de arriba a abajo, rodeando mi
clítoris y haciéndome trabajar, sólo para apartar su mano justo
antes de que llegue mi clímax.
—¡Por favor! Necesito correrme —grito. Estoy sufriendo por
conseguir mi liberación.
Wren me da un golpecito en el clítoris y me corro al instante,
con un torrente de humedad saliendo de mi coño. Tiro contra

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mis ataduras, mis músculos se tensan y convulsionan,
estirándose casi dolorosamente y haciendo que todo sea más
intenso.
—Otra vez —gruñe antes de volver a golpear mi clítoris.
Grito y me convulsiono mientras un segundo orgasmo me
asola. Wren me frota el clítoris, haciéndome saltar y retorcerme
mientras intento apartarme de su mano.
—Demasiado —gimoteo.
—Querías correrte, así que córrete para mí, Luna.
Me pellizca el clítoris hinchado y siento una intensa presión
en el bajo vientre justo antes de que me corra para él. Mi
orgasmo es brutal y puedo sentir que estoy empapando las
sábanas, pero no puedo parar. Lo único que puedo hacer es
retorcerme en el colchón y jadear mientras más humedad sale
de mí.
—Joder, estás chorreando por todo mi cuerpo. Mi sucia y
sexy compañera. Iba a esperar pero no puedo...
Gruñe y entonces siento su boca en mi coño, chupando todo
lo que le doy, gruñendo y zumbando en mi coño mientras me
lame y limpia.
Mis muslos tiemblan, tratando de cerrarse y empujarlo, pero
él sigue. El sudor me cubre el cuerpo y siento que estoy
luchando por cada aliento. Wren pasa su lengua desde el fondo
de mi coño hasta la parte superior, recogiendo los últimos jugos.
Me da un último beso en el montículo y luego ya no lo siento.

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Sin embargo, oigo su cremallera y su cinturón, y sólo puedo
imaginarme cómo se desnuda. Su magnífico y esculpido cuerpo,
lleno de músculos, su enorme polla erguida con orgullo...
Maldita sea, acabo de correrme tres veces, pero imaginarme a
Wren desnudo me hace estar dispuesta a más de lo que él quiera
dar.
Mi compañero me besa el tobillo derecho y me desata antes
de pasar al otro. Lentamente, me besa por el interior de mi
pierna, deslizando sus labios por mi piel hipersensibilizada. Mi
cuerpo se sacude cuando llega a mi centro, mi coño se estremece
y se agita cuando su cálido aliento acaricia mis pliegues
hinchados. Wren lame mi coño y succiona mi clítoris en su boca,
haciéndome gemir.
Luego me suelta y continúa su tortuoso camino por mi
cuerpo. Siento cómo me muerde la parte inferior del pecho
derecho, y luego el izquierdo, antes de lamer entre ellos, subir,
subir, y morderme el cuello, justo sobre su marca.
—Sí —grito, aún sin acostumbrarme a lo jodidamente bien
que se siente cuando toca su marca en mi piel. Wren suelta una
risita oscura y me mete la lengua en la boca al mismo tiempo
que su enorme polla me penetra de un solo empujón.
—Jesús, Luna... —gruñe.
Wren impone un ritmo implacable y yo envuelvo mis piernas
alrededor de sus caderas, agitándome debajo de él, empujándolo
más profundamente. Una mano recorre el costado de mi cuerpo
y luego me agarra el culo, apretando con fuerza. Detiene mis

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movimientos, manteniéndome en el lugar y follándome con tanta
fuerza.
No creía poder volver a correrme, y menos tan pronto, pero
siento que la presión aumenta en el bajo vientre. Wren me besa
con avidez, mordiéndome el labio inferior y gruñendo en mi boca
cada vez que se introduce en mi interior. Me besa la mandíbula
y me muerde el lóbulo de la oreja.
—Me vuelves loco, Luna. Quiero follarte y destrozar tu coñito
hasta que te corras tan fuerte que lo único que recuerdes sea mi
nombre. ¿Sabes por qué? Porque eres mía, hasta el último
centímetro. Ahora córrete para mí, mi sucia compañera.
Gira sus caderas y empuja dentro de mí, golpeando mi
punto G al mismo tiempo que sus dientes se hunden en mi
cuello una vez más. Siento cómo sus músculos se flexionan
encima de mí mientras muele su polla sobre mi punto más
sensible.
Wren emite un sonido gutural mientras martillea dentro de
mí y luego se detiene. Su polla se hincha aún más antes de que
sienta que su semilla caliente se derrama en mi interior.
Me corro con él. Dios, me corro. Tan fuerte que me desgarra
y me deja la espalda arqueada, el cuerpo tenso, las caderas
doloridas por estar tan abiertas. El placer brota de mis entrañas
y sale a borbotones.
Sigo temblando cuando vuelvo a bajar de las nubes. Soy
vagamente consciente de que Wren me desata las muñecas y me

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quita la venda. Cuando abro los ojos, Wren me está acariciando
el cuello y rozando suavemente su marca con los labios.
—Hermosa, tan condenadamente hermosa —murmura en
mi piel.
Antes de que tenga la oportunidad de recuperarme del todo,
Wren me pone boca abajo y tira de mis caderas hacia arriba y
hacia atrás. Me levanto con los brazos temblorosos y lo miro por
encima del hombro. Los ojos de Wren están casi negros y su
polla está dura y con aspecto furioso, resbaladiza porque me he
corrido sobre ella.
—¿Preparada, nena?
—¿Estás...?— Me quedo con la boca abierta, con vergüenza
de terminar mi pregunta. Sin embargo, Wren no me deja salirme
con la mía.
—¿Todavía estoy duro? —gruñe. Asiento con la cabeza, con
la cara enrojecida por el calor.
Wren gime y empuña su polla, sacudiéndola bruscamente.
—Siempre, compañera. Siempre la tengo dura para ti. ¿Puedes
aguantar más de mí, Luna? ¿Puede este pequeño y sexy cuerpo
soportarlo?
Mi coño está agotado e hinchado, pero sigue goteando y
apretando, sintiéndose vacío sin él. Me muerdo el labio y asiento
con la cabeza.
—Gracias, joder —gruñe. Las caderas de Wren chocan
contra mi culo y siento su gruesa polla entrar en mí una vez
más.

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Me agarra las caderas, clavando sus dedos y haciéndome
rebotar sobre su polla. Gimoteo cada vez que me llena, me estira
y me reclama una y otra vez. Subo más alto mientras su polla se
hunde aún más. Justo cuando estoy a punto de explotar por
quinta vez, Wren se retira.
—¡Noooo! —medio gimoteo, medio grito de frustración.
Wren se inclina sobre mí, con su frente sudorosa cubriendo
mi espalda resbaladiza. Me besa la nuca y me roza la oreja con
los labios mientras una mano se desliza entre nosotros para
acariciar mi entrada trasera.
Jadeo cuando la punta de su dedo se desliza dentro, el
apretado anillo de músculos aprisionándolo.
—Cada centímetro, Luna. Cada puto centímetro de ti es mío
—susurra.
Wren se sienta y arrastra sus dedos por mi coño chorreante,
recogiendo mis jugos y arrastrándolos hasta mi apretado culo.
Siento la cabeza hinchada de su polla rozando mi agujero trasero
y contengo la respiración, temblando de tensión y anticipación.
Wren me agarra las nalgas y las separa, presionando su
polla más adentro, aunque todavía no ha entrado en mí.
—Relájate, nena. Respira para mí. Te prometo que te va a
gustar. Lo pedirás a gritos. Confía en mí, Luna. Confía en que
siempre cuidaré de ti.
Dejo salir la respiración que estaba conteniendo y me
concentro en relajar mis músculos. Hay una intensa presión, y

94
entonces la punta de su polla se introduce en mi culo,
estirándome mientras él avanza.
—Luna, joder, estás tan apretada... —gime, avanzando
lentamente.
Me arde y hormiguea, pero también me produce sacudidas
de electricidad cuando su polla se desliza por unos nervios que
no sabía que tenía. Gimo y me aferro a él cuando se retira, y
luego grito cuando me la mete hasta el fondo.
—¡Oh, Dios mío! Wren!
—Jesús, no puedo parar... maldita sea, te sientes tan bien.
Wren entra y sale de mi culo, una mano se desliza alrededor
de mis caderas y se desplaza sobre mi clítoris. Echo la cabeza
hacia atrás y grito, y entonces me mete tres dedos en el coño,
follándome con su mano y su polla. Es demasiado, demasiado
bueno, mi cuerpo tiene espasmos y se retuerce con fuerza.
Los dos gruñimos mientras nos balanceamos el uno contra
el otro. Me encuentro con él, empujando una y otra vez,
completamente perdida en el éxtasis más absoluto. Mi orgasmo
me atraviesa de forma inesperada, sacudiéndome hasta el fondo.
Los brazos y las piernas me dejan de funcionar y me
convulsiono. Estoy tendida en la cama, y Wren se acuesta
encima de mí, todavía enterrado profundamente en mi culo.
—Dios, Luna, joder, eres increíble —dice mientras sigue
follando mi culo.
Siento que su polla se agita, lo que me produce un temblor
en todo el cuerpo. Entierro la cara en la almohada y aprieto las

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sábanas con las manos, sintiendo que voy a perderme en el
éxtasis absoluto.
—Mi compañera, mi hermosa compañera. —Suena como
una oración mientras gruñe su liberación. Siento que su semen
se extiende dentro de mí como miel caliente. Me penetra por
última vez mientras yo jadeo y luego me deshago en súplicas sin
palabras de dolor y placer. Ya no tengo lenguaje, solo sonidos.
Wren se desploma sobre mí y nos hace rodar hacia un lado.
Inmediatamente me hago un ovillo, sintiéndome completamente
agotada. Todavía estoy temblando cuando Wren me rodea con
sus brazos y envuelve su cuerpo en el mío.
Me besa desde la nuca hasta el espacio entre los omóplatos.
Esas suaves caricias me traen de vuelta a la realidad, a sus
brazos, me hacen sentir segura y me recuerdan que estoy a su
lado.
—¿Estás bien, Luna? He sido muy duro contigo. Lo siento,
compañera. Nunca te haría daño.
Me gira para que esté frente a él y presiona sus labios en mi
frente.
—Estoy bien, Wren. Lo quería. Siempre te querré —le digo
con sinceridad. —Sé que estoy a salvo contigo.
Me acomoda el pelo detrás de la oreja y desliza su mano
hacia mi nuca, inclinando mi rostro para encontrar su mirada.
Wren busca en mis ojos la verdad y luego me besa tan
dulcemente antes de apoyar su frente en la mía.

96
—Eres increíble, Luna —susurra. —No puedo creer que seas
mi compañera.
Nos quedamos abrazados durante un rato, entrando y
saliendo del sueño. Finalmente, le doy un empujón a Wren para
que se despierte. Sonríe somnoliento con los ojos aún cerrados
y juro que mi corazón da un vuelco. Es mío, todo mío, y no puedo
esperar a que llegue el resto de nuestras vidas.

97
Capítulo 11

Wren

Un año después…

—Cariño, ¿has terminado la última página? —me llama


Luna desde el pasillo y yo sonrío mientras me pongo de pie y me
dirijo al dormitorio para no tener que gritarle.
—Acabo de hacerlo —le digo mientras me dirijo a nuestro
dormitorio y la veo de pie frente a nuestra cómoda.
Se mira en el espejo, con las manos apoyadas en su vientre
hinchado. Está embarazada de nueve meses y va a dar a luz
cualquier día. Este embarazo ha sido duro para ella y creo que
las dos estamos muy nerviosos por el parto.
De hecho, hoy nos vamos a una habitación de hotel más
cercana al hospital, para estar seguros.
—¿Ya has hecho la maleta? —le pregunto, abriendo la
maleta y comprobando antes de que pueda responder.
—Casi. Quería terminar las ilustraciones de la última hoja
antes de salir.

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Asiento con la cabeza, sabiendo que no podré hacer que se
vaya hasta que haya terminado eso.
Vendimos nuestro primer libro infantil a una editorial un
mes después de que nos mudáramos con Luna y hemos hecho
otros dos desde entonces. Me encanta trabajar con mi mujer y
me alegro de que por fin haya vuelto a encontrar su pasión por
el arte.
La manada me ha acogido de nuevo y a veces parece que la
gente se desvive por intentar compensar el haberme echado hace
tantos años. He intentado decirles que los perdono y que no
guardo rencor a nadie, pero eso no impide que intenten ser más
amables conmigo.
Salimos de Montana sólo una vez desde que estamos juntos
y fue para visitar la tumba de su madre en su cumpleaños.
Intenté apoyar a Luna todo lo que pude mientras lloraba sobre
la lápida.
Me ha contado más cosas sobre sus padres y su padre ha
intentado ponerse en contacto con ella varias veces durante el
último año, pero es evidente que sólo quiere volver a su vida para
poder sacar provecho de su arte.
La última vez que supimos de él, se había declarado en
bancarrota y había sido desalojado de su lujosa casa en Nueva
York.
—¿Por qué no vas a dibujar? Yo terminaré de hacer la maleta
para ti y el bebé —le digo mientras le beso la cabeza, luego los
labios y me arrodillo para besarle el vientre.

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Esa se ha convertido en mi rutina durante los últimos nueve
meses y la voy a echar de menos una vez que nuestro bebé esté
aquí.
—Eres el mejor compañero que alguien podría pedir —dice
mientras me besa y se dirige a nuestra oficina.
En realidad, nos vamos a mudar a una casa más cercana a
la ciudad, aunque también mantendremos la cabaña aquí en el
bosque. Luna echa de menos la comida para llevar y sé que está
deseando hacer amigos y organizar citas para jugar con nuestra
hija. Sólo quiero que sea feliz y haría cualquier cosa, le daría
cualquier cosa, para hacerla sonreír.
Oigo a Luna tararear para sí misma y sé que está perdida en
su arte. Tiene algo de ropa para ella y le pongo otro pijama y un
jersey más grueso antes de dirigirme a la habitación de nuestro
bebé y buscar algunos pijamas y bodies. En la cómoda hay un
gorro, unas manoplas y una manta para el bebé, que también
agarro antes de volver a cerrar la maleta.
Compramos un vehículo todoterreno cuando nos enteramos
de que Luna estaba embarazada y cargo el equipaje y el
cochecito en la parte trasera antes de entrar a ver cómo está mi
mujer.
Está en nuestra oficina, sentada en su escritorio, con la
cabeza inclinada mientras su lápiz dibuja en la página. Me
acerco y sonrío cuando veo el alce en la página.
—Es perfecto —le digo, inclinándome para acariciar su
cuello, y ella sonríe.

100
—Me he inspirado.
Sonrío contra su pelo, besando su cabeza antes de ayudarla
a levantarse.
—¿Lista para salir?
—Sí. Va a ser raro no vivir aquí con mi paria.
—Podemos volver cuando quieras —le recuerdo y ella sonríe,
abrazándose aún más a mí.
—Lo sé. Seré feliz mientras estemos juntos.
—Yo también. Te amo, Luna.
—Yo también te amo, Wren.
Tomo su mano, sonriendo mientras la conduzco fuera y
hacia nuestro futuro.

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Capítulo 12

Luna

Diez años después…

Mi hija Starla se ríe y saluda por encima del hombro


mientras se dirige a la casa de su mejor amiga para su primera
fiesta de pijamas.
—Es sólo una noche —me recuerda mi compañero y me giro
para dedicarle una sonrisa acuosa.
Me echa una mirada y cambia de marcha, dirigiéndose a mi
heladería favorita.
—Se está haciendo muy grande —exclamo y Wren asiente.
Sigue siendo mi gran oso de peluche y siempre intenta
consolarme y hacerme feliz. Sé que haría cualquier cosa para
que Starla y yo sonriéramos y por eso mis lágrimas de esta noche
lo están matando.
—Estoy bien, estoy bien —intento tranquilizarlo pero me
mira como si no me creyera.

102
El embarazo y el nacimiento de Starla fueron muy duros
para mí, así que después de que naciera, decidimos que con uno
era suficiente para nosotros.
Nos mudamos más cerca de la ciudad, aunque seguimos en
un lugar apartado. Me preocupaba la adaptación de Wren a estar
de nuevo con la gente, pero se lo ha tomado con calma.
La manada lo recibió con los brazos abiertos y tardaron un
año en dejar de venir a disculparse en persona o a traernos
productos horneados y guisos para intentar compensar el no
haberle creído.
Seguimos escribiendo e ilustrando libros infantiles juntos,
pero también nos dedicamos a lo nuestro. Wren sigue
escribiendo sus libros románticos y yo sigo pintando. De hecho,
intento hacer una exposición en una galería cada dos años.
Wren y Starla siempre vienen conmigo y ha sido divertido
ver las diferentes ciudades con mi familia.
Hace nueve años que no sé nada de mi padre y, aunque es
doloroso pensar en ello, sé que es lo mejor.
—¿Moose Tracks? —pregunta Wren, deteniéndose frente a
mí, y yo asiento con la cabeza, enjugando las últimas lágrimas.
Veo a mi compañero dirigirse al interior y sonrío mientras
levanta a uno de los niños para que puedan ver los sabores. Es
tan paciente con todos y es el mejor padre del mundo para
nuestra Starla.
Enamorarme de un cambiador de alce nunca estuvo en mis
planes, pero me alegro de que haya sucedido. Es perfecto para

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mí en todos los sentidos, realmente estaba destinado a ser mío,
y mientras toma mi helado y vuelve a la camioneta, sé que
también es lo mejor que me ha pasado.
—Te amo —le digo en cuanto se pone al volante y él me
dedica una cálida sonrisa.
—Yo también te amo, compañera.
Sonrío mientras sale del estacionamiento y nos dirigimos a
casa.

Fin

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