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Lectios Verano #1 de 2023

16 de enero de 2023 – Lunes


La Palabra dice
Mc. 2, 18-22 –
Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: «¿Por qué
tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?».
Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con
ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el
esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para
remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más
grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no
servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!».

La Palabra me dice
Este evangelio pertenece al lunes de la II semana del tiempo litúrgico llamado “ordinario”. Es el
tiempo durante el año que se entremezcla con las grandes celebraciones litúrgicas de los misterios
de Jesucristo en el tiempo.
Leemos estas oposiciones que Jesús tratará de solucionar al final del texto: ayunar o no ayunar;
vestido nuevo o vestido viejo; odres nuevos u odres viejos. Es la cuestión de la forma y el
contenido. El aparato exterior, el escenario de nuestros actos van creando un ambiente propicio
para manifestar lo que somos. Falta el contenido. Y allí está la novedad, es decir, la actitud
evangélica que Jesús nos propone testimoniar en nuestro acontecer diario, o sea, lo nuevo, lo
verdadero, lo justo, lo bello, lo bueno que necesita de esas mismas formas para perseverar.
No resulta tan sencillo ver esta propuesta de Jesús en una sociedad que nos presenta todo
distorsionado y manipulado. En este sentido, con la presencia del Maestro, nos ponemos manos a
la obra para transformar el espacio vital en “odres nuevos”, para que el “vino nuevo” sea la
propuesta inclusiva, creadora de fraternidad.
Lo podemos experimentar en casa con nuestros familiares, en el hogar nuevo, también en el barrio
con nuestros vecinos, en el trabajo y en las escuelas y universidades, en los lugares de
esparcimiento y diversión. Hasta en nuestras comunidades orantes y parroquiales. Ambientes
nuevos que contienen lo nuevo, la buena noticia, el mensaje de Jesús.

Con corazón salesiano


Un salesiano que supo vivir esta propuesta de los ambientes nuevos fue Artémides Zatti, nuestro
hermano santo que en lo cotidiano vivió esa bondad (vino nuevo) en el lugar específico de la
persona necesitada, especialmente en el mundo de la salud. Lo podemos resumir en la buena
salud que prodigó a cada momento en el Hospital San José de Viedma o fuera de él, asumiendo ser
buen vecino, buen cristiano y buen hermano. Aquí tenemos un ejemplo en nuestra familia
salesiana que nos seguirá ayudando a crear esos ambientes necesarios de la Buena Noticia del
Evangelio.

A la Palabra, le digo
Querido Jesús, danos la fuerza para construir una comunidad fraterna con la novedad de tu
Palabra y de tu Presencia, viviendo en la paz y la comprensión tan necesarias. Es el vino nuevo en
nuestro corazón nuevo.
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17 de enero de 2023 – Martes
La Palabra dice
Mc. 2, 23-28 –
Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas
al pasar. Entonces los fariseos le dijeron: «¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está
permitido?». Él les respondió: «¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus
compañeros se vieron obligados por el hambre? ¿Cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del
Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden
comer los sacerdotes?». Y agregó: «El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para
el sábado. De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado».

La Palabra me dice
Podríamos decir que este trecho del evangelio se refiere al sentido común. Aunque hay algunas
reglas que cumplir. Por eso la propuesta de Jesús es más profunda y llega a la dignidad de la
persona. Esta advertencia es muy atinada porque nos enseña a considerar la presencia del otro en
su totalidad. Cuando caemos en las mil curvas de las prescripciones, nos mareamos en la legalidad
que se vuelve letra fría y que sirve solamente para condenar.
La ley sin diálogo es un instrumento peligroso, afilado para dañar a los más débiles.
Además, el gusto por la consideración de la legalidad se apropia de algunas personas hasta el
punto de despreciar al semejante con consideraciones humillantes.
Necesitamos vivir una ley del sentido común. ¡Oh! Hemos vuelto al comienzo y seguimos hablando
del sentido común. Esta es la solución que siempre nos ofrecen las personas simples y sencillas.
Nuestra fe tiene que incorporar esta faceta que nos sugiere Jesús.
Y fíjense que es lo que el pueblo hace habitualmente ¿Es verdad que nuestra fe es simple, sencilla,
humilde o nos perdemos en discusiones estériles para cumplir una ley sin alma?

Con corazón salesiano


Artémides Zatti es el santo del sentido común. Lo diremos más adelante con su sentido del humor.
Pero ahora nos detenemos en ese detalle de su poliédrica figura: Artémides sabía resolver la
problemática de lo cotidiano fijándose en cada persona. Eso se puede realizar si se vive en
contacto con la realidad, si se camina el barrio, si se participa en las asambleas, si se participa en la
misa dominical, si se divierte en las kermeses, si se visita el ropero de Cáritas, si se recorre con la
bicicleta Viedma y Carmen de Patagones… El sentido común es el sentir del pueblo.

A la Palabra, le digo
Jesús Maestro, enséñanos, no te canses, sobre la verdad de la ley en nosotros. Que sepamos
considerar siempre a la persona antes que la estructura. Danos la fuerza para saber decir que no a
las injusticias que se cometen a diario, contra todos.

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18 de enero de 2023 – Miércoles
La Palabra dice
Mc. 3, 1-6 –
Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada.
Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de
acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: «Ven y colócate aquí delante». Y les dijo:
«¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?». Pero ellos
callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza
de sus corazones, dijo al hombre: «Extiende tu mano». Él la extendió y su mano quedó curada. Los
fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.

La Palabra me dice
Leemos hoy en el evangelio que Jesús les dirigió una mirada llena de indignación a los fariseos.
Indignado porque esas personas lo cuestionaban a cada rato para ponerlo a prueba, pero sin
argumentos válidos. Por otra parte, conocemos la finalidad de esos cuestionamientos: los fariseos
le colocaban trampas a Jesús para poderlo condenar, o en otras palabras (como concluye este
texto), buscaban la forma de acabar con él. Pero el enojo de Jesús es pasajero. Le da mucha pena
ver el corazón endurecido de sus oponentes.
Con este panorama, en nuestra vida de fe puede suceder algo parecido a la actitud de los fariseos:
por un lado, no lo queremos a Jesús (y aquí tenemos que hacer un verdadero acto de sinceridad)
y, por otro lado, como consecuencia de lo anterior, nuestro corazón queda endurecido.
¿Entonces?
Aquí tenemos que seguir siendo coherentes y saber discernir nuestra vida de fe con lo que Jesús
nos está pidiendo. Es él quien nos advierte de estas actitudes farisaicas de desprecio y frialdad, no
solamente para con él, sino también para con nuestras hermanas y hermanos.
Depende de nosotros tomar una decisión.

Con corazón salesiano


Artémides Zatti es el hermano de la coherencia. Si nos animamos a leer una página de la biografía
del P. Entraigas en “El pariente de todos los pobres”, vamos a descubrir su trabajo incansable,
desinteresado e inclusivo ¡A tantos que ha tenido que conformar! Y Artémides seguía para
adelante, convencido de su entrega a Dios, escuchando el evangelio diario que lo llevaba a estar
con los más pobres y abandonados en salud, en dignidad y en vecindad. Ahí tenemos un ejemplo
de nuestra familia para imitar.

A la Palabra, le digo
Jesús, ayudanos a ser coherentes con la lectura y la vivencia de tu Palabra. Tu propuesta nos hace
bien a todos. Comenzamos por casa, pero seguimos por nuestros semejantes. Así podemos crear
la fraternidad y caminar juntos.

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19 de enero de 2023 – Jueves
La Palabra dice
Mc. 3, 7-12 –
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea. Al enterarse
de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea,
de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón. Entonces mandó a sus discípulos que le
prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. Porque, como curaba a
muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo. Y los espíritus
impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!». Pero Jesús les
ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.

La Palabra me dice
Hemos leído varias veces en este texto expresiones como, “mucha gente”, “multitud”, “muchos”.
Esto es muy interesante, para saber de qué va nuestro Maestro, para conocerlo verdaderamente.
No hay aquí una actitud exitista, ni muchos menos. Pero nos hace bien percibir que Jesús era una
persona conocida y buscada por el pueblo. Entonces, aquí tenemos un dato para pensar en
nuestra lectio.
Esto significa que, si nosotros somos seguidores de Jesús, no es que ya tenemos asegurado que
una multitud nos va a seguir (ni pensarlo), sino que debemos tomar consciencia de la
responsabilidad de nuestro testimonio. No podemos ir por ahí como si no tuviéramos fe, o no, ¿o
queremos esconder nuestra adhesión a Dios?
Nosotros también tenemos que aprender de la actitud de Jesús Maestro.
Lo primero que hay que hacer es reconocerlo como Maestro y no creernos más que él. Lo
segundo, es tomar un atajo y caminar con el pueblo. Es lo mejor que nos puede pasar.
Porque la mejor lección de este pasaje evangélico es la insistencia de esa “multitud”, o sea, de
querer ver a Jesús, de estar con él, de dejarse tocar por él y sanar por él. Hasta el extremo de
poder gritar: «¡Tú eres el Hijo de Dios!».

Con corazón salesiano


Artémides, nuestro hermano santo, fue capaz de asumir una responsabilidad tan apremiante
como llevar medicinas, acompañar enfermos, ayudar al buen morir, administrar un hospital.
Incansable en su preocupación por sus hermanos más necesitados, veía claramente su misión:
“Por favor, Hermana, ¿me da una ropita para un Jesús de 11 años?” ¡A cuántos Jesús habrá
atendido!
Como lo atestigua tanta gente, esa vez que alguien calculó la cantidad de enfermos que podía
albergar el hospital y alguien dijo un número, por ejemplo, 50. E inmediatamente Artémides dijo:
“¿Y si el número 51 es Jesús?” Una respuesta que denota la preocupación en poseer un horizonte
amplio, una convicción que sobrepasa la burocracia, los números. Una visión basada en la
Providencia.

A la Palabra, le digo
Jesús, aumenta nuestra fe en la visión de la realidad, dándonos la capacidad de poder
testimoniarla en la vida cotidiana, esa vida que comienza temprano, al amanecer de nuestras
tareas y culmina en el atardecer de nuestro cansancio. Así podemos rezar: ¡Hemos trabajo por
vos!

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20 de enero de 2023 – Viernes
La Palabra dice
Mc. 3, 13-19 –
Después subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús
instituyó a Doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a
los demonios. Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo
de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos
del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón,
el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.

La Palabra me dice
El texto que acabamos de leer o escuchar nos presenta una lista de nombres. Son los 12 apóstoles
que Jesús eligió para realizar la tarea de evangelización. Para estar cerca de él. Para llamarlos a su
momento, amigos.
Es así. Son 12 nombres de personas con personalidades diferentes y misiones específicas.
Pero a decir verdad (y para no ser tan apresurados) fijemos un momento nuestra atención en el
primer renglón de este pasaje evangélico (lo digo porque nos conviene a todos): “llamó a su lado a
los que quiso”.
Esto nos favorece, porque también allí está escrito nuestro nombre. Porque ser cristiano conlleva
la tarea de seguir a Cristo en la convicción de su propuesta. Este seguimiento tiene diferentes
formas de vida en la realidad de la Iglesia (la comunidad de seguidores de Jesús) que cada uno de
nosotros puede elegir con toda libertad. En la comunidad iglesia comunión y participación vivimos
todos los bautizados que hemos hecho esta opción. Formamos así la comunidad de discípulos, que
enriquece la realidad eclesial en cada rincón del planeta donde estamos presentes.
Al sentirnos llamados por Jesús, cuando escuchamos nuestro nombre en el día del bautismo,
comenzamos una amistad de inmensas dimensiones que nos da la oportunidad de estar con el
Maestro, escuchar su Palabra y animarnos a testimoniar la fe.
Y lo más interesante de todo esto es que ya no se refiere a una persona en particular, sino a la
comunidad de seguidores que tiene como desafío la fraternidad universal.

Con corazón salesiano


El nombre Artémides significa “el que ha sido curado”. Nuestro hermano santo fue bautizado el
mismo día de su nacimiento, en Boretto, Reggia Emilia, Italia, el 12 de octubre de 1880. No era un
nombre común en su familia, por eso nos inclinamos a pensar que el sacerdote que lo bautizó,
influyó en la elección. Aun así, ya el nombre que recibió en el día de su bautismo, preparó su
futura misión de enfermero santo en la ciudad de Viedma.

A la Palabra, le digo
Amigo Jesús, gracias por el llamado, gracias por el bautismo, gracias por pronunciar mi nombre.
Tengo que empeñarme en ser coherente en la vida de fe y mis tareas-misión-vocación que escogí
para vivir en la comunidad iglesia. Dame fuerza para tener valor en las tomas de decisiones.

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21 de enero de 2023 – Sábado
La Palabra dice
Mc. 3, 20-21 –
Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer. Cuando sus
parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: «Es un exaltado».

La Palabra me dice
Suele suceder. Cuando alguien comienza a hacer una tarea diversa, con mucha energía, con
bondad, con ganas, desinteresadamente… el grupo que lo rodea, su familia, los amigos, comienzan
a mirarlo de una forma diferente: ¿con quién se está juntando nuestra hija, nuestro hijo?
Salvando las distancias, a Jesús le ocurrió lo mismo. Sus parientes querían esconderlo de la gente
porque lo consideraban “exaltado”. Un sinónimo de este apelativo es muy elocuente: apasionado.
Entonces, ¿por qué los familiares de Jesús se preocuparon de esa manera? El entusiasmo de Jesús
no podía ser eludido porque tenía esa fuerza interior de llegar al pueblo con su palabra, sus
milagros, su ejemplo de vida. No tenía tiempo ni para comer.
Ahora nos toca a nosotros. Lo tendremos que hacer de la misma forma de Jesús, sin tantos
cálculos ni previsiones, ni tiempos para uno, ni zonas de confort, ni comidas bien planificadas, ni
agendas súper ordenadas. No es así el modo con que Jesús actuaba. Él era la presencia, bien
organizada en el escenario popular. El tiempo dedicado exclusivamente a la gente. Esa es nuestra
tarea.
Con corazón salesiano
Artémides Zatti, nuestro hermano santo, tenía una jornada bien “cargada” de actividades. El P.
Entraigas trae en su biografía un día detallado con ese trajín. Es estupendo ver la tarea incansable
de Artémides. Pero lo más interesante era su entrega mirando a Jesús en el prójimo. El año
pasado, Luis Camargo, historietista católico, nos ofreció su obra de arte “Don Zatti, el buen
samaritano” en la que pudo plasmar esa parte de la vida de Artémides, en las escenas de su
historieta. Una obra digna de leer y compartir. Artémides estaba allí donde lo necesitaban ¿Lo
habrán tratado de “exaltado”? Seguramente, porque a veces la envidia, que se refugia
tímidamente en un acto de celo, es muy dañina. Él también tuvo que lidiar con esa problemática.
Allí surgía su templanza y su tenacidad. No había tiempo para filosofar… E inmediatamente se
ponía a resolver las urgencias.

A la Palabra, le digo
Permítenos, Jesús, la realización de nuestra tarea como lo hacías vos, con el tiempo organizado
para los demás, para Dios nuestro Padre y para nosotros mismos. Danos esa pasión por el Reino.

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22 de enero de 2023 – Domingo
Beata Laura Vicuña
Mt. 4. 12-23 – 
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret,
se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se
cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,
camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en
tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una
luz. 
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los
Cielos está cerca». Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a
Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran
pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente,
ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a
Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre,
arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo
siguieron. Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena
Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.

La Palabra me dice
Pescadores de hombres.
Al comienzo de la predicación de Jesús, escuchamos una proclamación clara y contundente:
“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”. Es una ineludible invitación que activa un
movimiento interior en la persona que escucha la llamada. Es la Buena Noticia del Reino,
proclamada y actuada, que prepara el corazón y cura enfermedades y dolencias. Cuando Jesús les
hace la propuesta a Pedro, Andrés, Santiago y Juan, les está pidiendo esa conversión de corazón
para anunciar el Evangelio. Ellos no formarán un grupo selecto ni mucho menos. Ellos
acompañarán a Jesús en la proclamación de la Buena Nueva que luego, al partir el Maestro,
continuarán en el tiempo, en la comunidad Iglesia. Es el tercer momento de la propuesta de Dios:
es la actuación del Espíritu Santo en la misión de los seguidores de Jesús. La presencia del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo capacita a los Apóstoles a ser “pescadores de hombres”, para que
llenos del Espíritu Santo a partir de Pentecostés, puedan expandir la conversión de corazón hasta
el último confín de la tierra. Elocuente imagen de la vida de la Iglesia que nosotros seguimos
vivenciándola y construyéndola en este tiempo que nos toca vivir, en nuestras comunidades llenas
de vitalidad que experimentan esta conversión del corazón y son capaces de anunciarla. Nosotros
también somos pescadores de hombres.

Con corazón salesiano


Cuando la enfermedad de la tuberculosis se manifestó en Artémides Zatti, estaba en Bernal y
corría el año 1900. El entorno de Artémides decidió enviarlo a un lugar de buen clima para que
consiga la curación. Estaba entre Junín de los Andes o Viedma. Al final, el P. Carlos Cavalli aconsejó
que fuera a Viedma. De lo contrario, podemos pensar que, si Artémides viajaba a Junín de los
Andes, hubiera conocido a Laura Vicuña. No sucedió de esa forma. Artémides viajó a Viedma y
Laurita fallecía en Junín de los Andes el 22 de enero de 1904. Hoy la recordamos, una bellísima
mujer que entregó su vida para que su mamá fuera libre y feliz. Fue una alumna de las Hijas de
María Auxiliadora, que en esa comunidad del sur argentino pudo recrear el Evangelio de una
manera heroica. Ella solía repetir esta frase con una gran convicción: “María es mi Madre y lo que
más me consuela es pensar que soy Hija de María”.

A la Palabra, le digo
Beata Laura Vicuña, haz que también en nuestra vida, como en la tuya, resplandezca una fe firme,
una pureza intrépida, y la caridad atenta y solícita para el bien de los hermanos.

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23 de enero de 2023 – Lunes
La Palabra dice
Mc. 3, 22-30 –
Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: «Está poseído por Belzebul y expulsa a los
demonios por el poder del Príncipe de los demonios». Jesús los llamó y por medio de
comparaciones les explicó: «¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas
internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo tanto, si Satanás
se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin. Pero
nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo
así podrá saquear la casa. Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados
y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá
perdón jamás: es culpable de pecado para siempre». Jesús dijo esto porque ellos decían: «Está
poseído por un espíritu impuro».

La Palabra me dice
A Jesús lo insultaron, lo blasfemaron. En orden de jerarquía, la blasfemia es más pesada e irritante:
Palabra o expresión injuriosa que se dice contra Dios o las cosas sagradas. La injuria que expresan
los escribas contra Jesús es mentirosa e injusta. Va en contra del espíritu verdadero. Le dicen a
Jesús lo que no es. Y esa falta no se perdona. Es decir, cuando nosotros le decimos a otra persona
lo que no es, en su esencia, en su ser, en su dignidad, en su interioridad, es algo terrible.
Irreparable. No tiene perdón.
Este pasaje evangélico es muy fuerte y posee una seriedad que muchas veces queremos obviar y
relativizar. No se trata solamente de Jesús, sino que también estamos involucrados los seguidores
de Jesús. El ejercicio que tenemos que hacer es el de hablar bien de todos y mal de ninguno, como
dice el conocido dicho popular. La palabra es el envoltorio de nuestro pensamiento.

Con corazón salesiano


La de Artémides Zatti es una vida salesiana, por lo tanto, Artémides es un santo salesiano. Sin más.
Lo que todos hemos heredado, entonces, es el testimonio de una vida entregada totalmente a
Dios en el servicio de los más necesitados, representados en los enfermos y en los pobres de
Viedma y de Carmen de Patagones.
La santidad de Artémides sigue intacta. La honramos al reconocerlo cercano, tributándole los
homenajes correspondientes y la difusión necesaria que ameritan en esta ocasión. No obstante, la
presencia de Artémides es indudable. Él continúa su tarea, sigue curando, sigue enseñándonos con
el ejemplo la fidelidad al carisma salesiano, vivido en comunidad, en la unión con Dios, personal y
comunitariamente, en el testimoniar la fe viva, en la administración de los bienes materiales, en la
obediencia serena, en la castidad pura, en los brazos arremangados para ayudar al que necesite un
servicio o un favor.
Esta presencia la tenemos que sentir y compartirla con el pueblo que sabe de estas cosas de Dios.
Por eso la vida de Artémides, totalmente entregada a Dios y a sus hermanos, nos ayuda a seguir
caminando en nuestra propia vocación, sabiendo que tenemos un compañero en la intercesión a
quien podemos pedirle en cualquier momento que nos ayude llevándonos nuestras necesidades a
Dios.

A la Palabra, le digo
Jesús, amigo y compañero, ojalá pueda usar siempre las palabras justas y adecuadas para tratar a
los otros como lo hiciste vos y saber diferenciar muy bien quién nos hace mal, especialmente
aquellos que insultan, blasfeman y hablan injusticias de los demás.

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24 de enero de 2023 – Martes
San Francisco de Sales
La Palabra dice
Mc. 3, 31-35 –
Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La
multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: «Tu madre y tus hermanos te buscan ahí
afuera». Él les respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y dirigiendo su
mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos.
Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre».

La Palabra me dice
La pregunta de Jesús sobre su familia tiene forma de elipse, porque en ella estamos todos
reflejados. Allí estamos reunidos los seguidores de Jesús. Somos familia. Estamos reunidos por una
premisa: hacer la voluntad de Dios, o lo que es lo mismo, entrar en la dinámica de Dios,
comenzando con la aceptación de su presencia amorosa, ambientalmente concreta que nos llena
de vida porque Él es la vida, nos da la vida, nos sostiene en la vida y nos acompaña a lo largo de la
vida, de cada vida. Es el Dios de la vida que Jesús nos invita a considerarlo como familia, junto a él,
su hijo y al Espíritu Santo. Somos familia de la Trinidad Santa, del amor hecho comunidad. Por eso,
hacer la voluntad de Dios es convertirnos en familia de hermanas, hermanos, madres y padres, en
comunidad de amor. Es la propuesta del Maestro que leyeron desde hace tiempo nuestros
antepasados en la fe y que hoy la queremos hacer para vivirla allí donde estemos, sintiéndonos
verdaderamente familia de Jesús.

Con corazón salesiano


Artémides Zatti fue un salesiano enfermero, consagrado por Dios, que se dedicó plenamente al
cuidado de sus hermanos en el mundo de la salud. El título de enfermero lo obtuvo en la
Universidad de La Plata. Se mantuvo siempre informado en cuestiones médicas, con la formación
específica sobre el tema, con las conversaciones que mantenía junto a los médicos y enfermeras y
con la lectura atenta de los libros que poseía para continuar su estudio y profundización.
Salesiano enfermero al estilo del “Trabajo y templanza”, con su infaltable bicicleta, fue un
miembro de la Sociedad de San Francisco de Sales, fundada por Don Bosco. Esta figura de
salesiano consagrada sigue vigente hoy en nuestras obras.

A la Palabra, le digo
"Permanece en Paz" - Una oración de San Francisco de Sales

No mires hacia adelante en temor


a los cambios de la vida;
en vez, recíbelos
con plena esperanza mientras suceden.

Dios, quien tu perteneces a Él,


te llevará seguro a través de todo;
y, cuando ya no lo puedas soportar,
Dios te llevará en Sus brazos.

No temas lo que pueda pasar mañana;


el mismo Padre comprehensivo
quien te cuida y vela hoy
te cuidará entonces y en cada día.

O te protegerá del sufrimiento


o te dará la fuerza infalible
para soportarlo.

Permanece en paz,
y deja de lado todo pensamiento e
imaginaciones ansiosas. Amén

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25 de enero de 2023 – Miércoles
La Palabra dice
Mc. 16, 15-18 –
Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que
crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los
que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las
serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las
manos sobre los enfermos y los curarán».

La Palabra me dice
Lo que Jesús acaba de decir en el evangelio de hoy es una propuesta para todos los bautizados.
Pensemos que cada uno de nosotros tiene que anunciar con la vida, la Buena Noticia. Lo
repetimos: todos y cada uno de nosotros tiene esta misión. Así hablamos del testimonio, de ese
pasar de uno a otro el mensaje del evangelio que es la Buena Noticia, la Buena Nueva, lo bueno
que está sucediendo en los gestos concretos de los habitantes de este mundo. Pequeños o
grandes, medianos o insignificantes, cada uno de ellos construye la comunidad humana en
comunión con el cosmos, con la naturaleza, con Dios.

Con corazón salesiano


Con los jóvenes y en comunidad
A nuestro santo, Artémides Zatti, siempre le gustó y se sintió parte de la comunidad de Viedma,
participando en todo lo que podía. Sobre todo, en la vida de los jóvenes, tratando de ayudarlos a
crecer, en los diversos grupos que se formaban en la ciudad para proponer caminar juntos en la
vida. Le gustaba compartir actividades con ellos, sobre todo las que los hacían sentir más “casa”,
como quería Don Bosco.
Diariamente, también estaba muy activo en la comunidad religiosa salesiana, con sus hermanos
sacerdotes y coadjutores, con quienes compartía alegrías y penas. Iniciaban juntos la jornada con
un buen momento de oración, compartían las comidas, las tareas, las búsquedas de lo mejor para
quienes necesitan una mano… y juntos afrontaban las cambiantes situaciones de la vida, con la
certeza de la promesa de Don Bosco:  “un poco de paraíso lo arregla todo”.

A la Palabra, le digo
Te pido Jesús que pueda anunciar con gestos de humanidad tu propuesta de fraternidad, de
justicia y paz en el seno de mi familia, con mis amigas y amigos, en el colegio, en el barrio y en el
trabajo. Quiero anunciar tu Buena Noticia con palabras y obras.

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26 de enero de 2023 – Jueves
La Palabra dice
Lc. 10, 1-9 –
Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo
precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante,
pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para
la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni
calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero:
"¡Que descienda la paz sobre esta casa!". Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará
sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y
bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En
las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan
a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".

La Palabra me dice
Ahora Jesús nos envía de dos en dos. El anuncio testimonial de la Buena Nueva es en comunidad.
Todo esto requiere de una paciente preparación. Comenzamos sabiendo de qué se trata, con una
consigna bien definida: hay que anticipar la llegada de Jesús creando espacios de diálogo y de
oración. El trabajo es arduo, la mano de obra es escasa. Por eso tenemos que multiplicar la
invitación de boca en boca, en la cartelera comunitaria de la parroquia, en nuestros grupos
juveniles, en el salón del centro vecinal, en los negocios de nuestro barrio. Es un trabajo de
compromiso personal, solidario, creativo que de a poco se convierte en un empeño grupal y
comunitario. Tenemos que aprender a vivir este proceso de evangelización y catequesis que nos
lleva una y otra vez a proclamar el anuncio del Reino de Dios. Tenemos que prepararnos muy bien,
compartiendo la Palabra y estudiando el Catecismo de la Iglesia Católica. Los tiempos cambiarán,
las sociedades se transformarán, pero las personas seguirán siendo destinatarias de este anuncio.

Con corazón salesiano


“Curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes". Lo leímos en el
evangelio de hoy. Artémides Zatti fue el enfermero santo de la Patagonia para testimoniar el Reino
de Dios. Con certeza que el contacto directo con los pobres tenía la finalidad de la salud, o sea,
apaciguar el dolor, sobrellevar el sufrimiento, acompañar los últimos momentos de la vida, ofrecer
una sonrisa ante la irreversible, dar una mano con esperanza. Por eso Zatti se transformó en
"presencia-medicina": él curaba comprometido directamente con su agradable presencia. Esa
presencia era el anuncio del Reino de Dios, la manera de atender al que está al borde del camino
como el hizo el buen samaritano. Su biógrafo Raúl Entraigas, tuvo un hallazgo original: Entraigas
descubrió en la frase de un paisano la síntesis de la vida de Artémides: El pariente de todos los
pobres. La "salud" y la “santidad” de nuestra vida cristiana tendrá que ir por ahí... Y también la
sabiduría. Las tres “S” de la espiritualidad salesiana.

A la Palabra, le digo
Jesús, nuestro compañero de camino que nos animas a salir de dos en dos a proclamar el Reino de
Dios, la propuesta de vida cristiana que tiene el sello humano y divino, te pedimos caminar en lo
cotidiano para construir un mundo de fraternidad, de oportunidades para todos, de convivencia
en paz.

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27 de enero de 2023 – Viernes
La Palabra dice
Mc. 4, 26-34 –
Y decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o
se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por
sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.
Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la
cosecha». También decía: «¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos
servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más
pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más
grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su
sombra». Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos
podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado,
les explicaba todo.

La Palabra me dice
Pondremos todo el empeño posible para anunciar con palabras y obras que el Reino de Dios está
cerca. En realidad, está en medio nuestro, ahora. Pero también sabemos que nuestra dedicación
se incluye en el proyecto de Dios. Esto lo venimos meditando en los últimos días. Nos hace bien
recordar que el mensaje cristiano es la persona de Jesús. Porque esta presencia divina tiene el
ropaje de lo humano, en la humildad y en la pequeñez de lo más simple, capaz de abarcar a todos.
Aquí experimentamos la alegría de ser cristianos, no por nuestros méritos, sino por la mirada
cariñosa de Dios que hace crecer hasta la más pequeña de las semillas para convertirla en un
grandioso árbol donde se incluyen todos los seres. Esta imagen de la parábola del grano de
mostaza es la conclusión de la convivencia del ser humano con la creación, con el Creador y sus
semejantes al cual todos aspiramos, sin distinción de raza, lengua, condición social o género.

Con corazón salesiano


La faceta profesional de Artémides, nuestro hermano santo, que comenzó con una promesa, se
arraigó después en la confianza con la Providencia y se desarrolló una vez que obtuvo la curación
de su enfermedad como un hábil enfermero. El recordado “creí, prometí, sané” nos muestra, en
esta ocasión, la total dedicación que Artémides Zatti tuvo con sus hermanos enfermos, los más
pobres y necesitados.
Lo realizó diariamente hasta el momento de su muerte en una institución organizada llamada
Hospital San José de Viedma, fundada por los primeros salesianos que arribaron a la Patagonia y lo
reafirmó en cada visita domiciliaria, urgente o no, que prodigó a los enfermos que lo necesitaban.
En su bicicleta, en su despacho de Administrador, en la sala de operaciones, en el patio durante el
recreo con sus parientes pobres, en las salas del hospital que recorría cada día, siempre fue
enfermero, enfermero santo y dedicado a curar y aliviar, llevando la mejor medicina de la
presencia alegre y optimista de la empatía.

A la Palabra, le digo
Con la mirada puesta en la semilla que crece, sabemos que tú, Padre, nos sostienes el aliento vital.
Sigues sembrando la semilla de tu Palabra que se hace Reino, ambiente, respiración y gesto en
cada rincón del planeta. Somos parte de tu Reino y nos cobijamos bajo el gran árbol de la
humanidad. Ni podemos olvidarnos que lo vivimos juntos.

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28 de enero de 2023 – Sábado
La Palabra dice
Mc. 4, 35-41 –
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: «Crucemos a la otra orilla». Ellos, dejando a la multitud, lo
llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un
fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la
popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos
ahoguemos?». Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!». El viento se
aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen
fe?». Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el
viento y el mar le obedecen?».

La Palabra me dice
Se nos presenta ante nosotros esta escena evangélica cargada de dramatismo que devela el temor
y el miedo de los apóstoles sorprendidos en medio de una tormenta en el mar, amenazados por
las olas y el viento impetuosos. Es un miedo real, por el abandono a la fuerza de la naturaleza.
Jesús está con ellos, durmiendo tranquilamente. Al requerimiento de los apóstoles, Jesús increpa
el intenso oleaje ventoso y llega la calma. Pero aparece nuevamente el temor. Ahora los apóstoles
quedan sorprendidos por el poder de Jesús. Ellos encuentran dos motivos para temer, según lo
presenta este texto: la fuerza de la naturaleza y el poder de Jesús. En un texto paralelo, Jesús les
dice que deben confiar en él. Ese es, en definitiva, el mensaje que podemos rescatar hoy. Así como
los apóstoles fueron rescatados, salvados y amparados por Jesús ante el intenso oleaje de la
tormenta, así también Jesús viene en nuestra ayuda para salvarnos de la peor catástrofe. Si
estamos atentos a quien nos cuida, no tendremos miedo.

Con corazón salesiano


La enfermedad de la tuberculosis que Artémides Zatti había contraído, por contagio, no fue un
obstáculo para perseverar en su opción vocacional. Y al momento de decidir la forma vocacional
salesiana, encontró en la figura del salesiano hermano el estilo del compromiso de trabajar
directamente con los pobres. Su consagración religiosa vivida en la profesión de enfermero fue la
conjunción de su vida entregada a Dios y a sus hermanos. Naturalmente esto se manifestó en una
personalidad peculiar, única e irrepetible. Artémides fue una persona buena que trabajó
directamente con los pobres haciendo el bien.

A la Palabra, le digo
Jesús: cuando lleguen las tormentas, queremos confiar en vos. Defiéndenos de las tormentas de la
corrupción, de la desigualdad, del grito violento, de la manipulación, de la esclavitud, de la trata de
personas, de los asesinos. Todo eso nos da miedo, mucho miedo. No nos abandones por favor.
Confiamos en tu presencia.

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29 de enero de 2023 – Domingo
La Palabra dice
Mt. 4, 25—5, 12 –
Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de
la Transjordania.
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces
tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: «Felices los que tienen alma de pobres, porque
a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices
los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de
justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices
los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque
serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a
ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y
cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque
ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas
que los precedieron.

La Palabra me dice
Al sermón que Jesús proclama desde la montaña puede ser considerado desde diversos ángulos.
Uno de ellos es la actitud de los actores que intervienen en la escena.
Comencemos por la multitud. Este grupo crecía en la medida que crecía la fama de Jesús. Llegaban
de diversos lugares como lo recuerda el texto. No era una masa uniforme, más bien estaban
representadas allí personas de distintos pueblo y clases sociales.
Entonces el Maestro (y aquí viene la actitud de Jesús), utiliza el mejor recurso para hablarles
ubicándolas en un monte para que él pueda sentarse en un lugar visible y poder así llegar a cada
una de ellas.
De este modo, podemos distinguir una actitud en la multitud que quiere conocer a Jesús
caminando varios kilómetros, sin importarle el cansancio. Y la otra actitud, la de Jesús, que quiere
llegar a cada persona, haciéndole saber que es valiosa, que merece tener su lugar y su palabra. En
este contexto, Jesús comienza a hablar de la felicidad…

Con corazón salesiano


Nos imaginamos así el testimonio de Artémides Zatti ante el cuidado de los enfermos:
“Al hospital llegaban enfermos de todos lados, sobre todo los desesperados, sin recursos. Yo, que
había estado muy enfermo, los comprendía muy bien y los recibía. Me guiaba lo que Don Bosco
había escrito a los primeros misioneros que vinieron a Argentina: “Cuiden especialmente a los
enfermos, los niños, los pobres y los ancianos”.
Algunos me decían “Zatti, a usted siempre le toca lo peor…”, cuando recibíamos enfermos que
otros hospitales rechazaban. Sin embargo, para mí eran lo mejor… porque en ellos veía la
presencia real de Jesús, teniendo presente esto de que “cada vez que lo hiciste con uno de estos
pequeños, lo hiciste conmigo”.
Y algunos se quedaron mucho tiempo. Me acuerdo de un muchacho macrocéfalo, cuyo aspecto
impresionaba, y una muda bastante inquieta, quienes, como todos los chicos, hacen sus
travesuras, que a veces eran problemáticas. En algún momento me propusieron enviarlos a otro
lugar, “para que sean mejor atendidos y dejen tranquilo al hospital”. Pero yo me opuse: “Estos
dos”, les dije, “atraen las bendiciones de Dios sobre el hospital”.

A la Palabra, le digo
Jesús, Maestro, seguí enseñándonos la felicidad como una opción de vida para construir entre
todos, un mundo mejor, más fraterno, en paz y con una genuina justicia. Nos sentamos
nuevamente en el monte de las Bienaventuranzas para escuchar tu voz clara y precisa. Ojalá
tengamos el coraje y la valentía para seguirte.

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30 de enero de 2023 – Lunes
Beato Bronislaw Markiewicz
La Palabra dice
Mc. 5, 1-20 –
Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al
encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. Él habitaba en los
sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con
grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo.
Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.
Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: «¿Qué quieres de
mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!». Porque Jesús le
había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu impuro!». Después le preguntó: «¿Cuál es tu
nombre?». Él respondió: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos». Y le rogaba con
insistencia que no lo expulsara de aquella región. Había allí una gran piara de cerdos que estaba
paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: «Envíanos a los cerdos, para que
entremos en ellos». Él se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre,
entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se
precipitó al mar y se ahogó. Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los
poblados. La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron
sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron
de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los
cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio. En el momento de
embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.
Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el
Señor hizo contigo al compadecerse de ti». El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región
de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.

La Palabra me dice
La escena evangélica que hoy meditamos posee un dramatismo argumental que nos ayuda a
considerar la presencia determinante de Jesús en nuestras vidas. La existencia del mal que
experimentamos en la realidad nos agobia tremendamente. Por eso tenemos que estar alertas y
no dejarnos vencer por esas situaciones negativas que envuelven nuestros ambientes. La forma
más adecuada es hacer bien. Aquí interviene Jesús con su presencia amable y positiva. Él nos
protege del mal, pero somos nosotros los que perseveramos en las buenas obras. Sin ese doble
movimiento (la presencia de Jesús y el sacrificio personal) probablemente seremos absorbidos por
eventos decadentes. Hacer el bien es compartir con otras personas la Buena Noticia de Jesús,
sabiendo contar y recontar, una y otra vez, la experiencia única e irrepetible del encuentro
personal con nuestro amigo Jesús.

Con corazón salesiano


La fe de Artémides Zatti fue un verdadero gozo, sabiendo que gozar es entrar en el dinamismo de
la realidad, en cada instante, en mayor o en menor medida, en cada circunstancia y acontecer.
Con su fe se comprometió en la vida comunitaria que tenía forma de hospital, conviviendo con sus
hermanos enfermos, pobres y necesitados, los últimos, los olvidados.
Así el gozo creció en intensidad. Allí se alojó la alegría, la emoción, el placer, el gusto personal de
su vocación. Intensidad fue “una buena y abundante medida”. Ese fue el dinamismo que mantuvo
Artémides, creyente y adherido a lo trascendente, que lo llevó a la santidad.

A la Palabra, le digo
Jesús, amigo nuestro, queremos estar con vos porque tenemos la certeza que tu presencia nos
hace sentir protegidos, aceptados y valerosos ante las dificultades y desigualdades que
encontramos a diario. Lo hacemos principalmente en la intimidad de nuestra oración confiada.

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31 de enero de 2023 – Martes
San Juan Bosco, fundador de la Familia Salesiana
La Palabra dice
Mc. 5, 21-43 –
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se
quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se
arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las
manos, para que se cure y viva». Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por
todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al
contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la
multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada».
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús
se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la
multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?». Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te
aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?». Pero él seguía mirando a su alrededor,
para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que
le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: «Hija, tu fe te
ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad». Todavía estaba hablando, cuando
llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué
vas a seguir molestando al Maestro?». Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de
la sinagoga: «No temas, basta que creas». Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro,
Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran
alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La niña
no está muerta, sino que duerme». Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando
consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La
tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!». En
seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se
llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido.
Después dijo que dieran de comer a la niña.

La Palabra me dice
Los dos milagros de Jesús tienen en común la fe de las personas que se acercan humildemente,
tocando su manto con temor, en el caso de la mujer necesitada de salud y el decidido pedido del
jefe de la sinagoga ante la inminente muerte de su hija. Esa prerrogativa marca el inicio del
milagro. Hay un pedido insistente, de rodillas, hay una mano que toca el manto, hay fe en el poder
de Jesús. Nosotros también experimentamos esa clase de milagros en lo cotidiano, en la medida
que nuestra fe se va afianzando, no tan fácilmente en los avatares del día a día, pero que nos
impulsa a adherirnos cada vez más a la persona de Jesús, el que da la salud, el que da la vida.
Hoy recordamos a San Juan Bosco, fundador de la Familia Salesiana que no legó la actitud del
creyente que confía en la Providencia y se dispone a cumplir la voluntad de Dios. La gran obra
realizada por Don Bosco fue posible por su fe probada y actuada a cada momento para la salvación
de los jóvenes más pobres y abandonados. Ahora nos toca a nosotros continuar este camino de fe.

Con corazón salesiano


San Artémides Zatti, Salesiano de Don Bosco.
Vestía con traje y corbata cubriéndose con el guardapolvo característico del personal de salud. Su
presencia no pasaba desapercibida, por su gran porte, sus enormes zapatos, por su brillante
sonrisa, por su palabras simples y esperanzadoras.
Lo podemos contemplar hoy, recordando a nuestro Padre Don Bosco en tres elementos de nuestra
espiritualidad salesiana consagrada con símbolos nuevos y antiguos en un retrato reciente: la cruz
de la Profesión Perpetua y el texto de las Constituciones y Reglamentos Salesianos junto al
Rosario. La cruz en el pecho, Constituciones y Rosario en la mano mostrando tres dedos evocando
a la Santísima Trinidad. Esto significa que la vida de Artémides fue una lectura eficaz del testimonio
que se expresa para afuera, denotando la interioridad que se medita paciente por dentro. En este
movimiento no puede faltar la presencia de María, Inmaculada y Auxiliadora. Lo veremos también
en otras ocasiones devocionales participando de procesiones y peregrinaciones, especialmente a
la Virgen en Fortín Mercedes. Es un salesiano que lee y medita el misterio de la salvación en la
persona de Jesús, rumiando el Evangelio, descifrando el código de las palabras de Don Bosco en las
Constituciones y Reglamentos Salesianos. Invocando a María.

A la Palabra, le digo
San Juan Bosco, Padre, Maestro y Amigo. Tu que tanto trabajaste por la salvación los jóvenes,
especialmente los más pobres y necesitados, te pedimos que nos guíes en la animación de la
presencia juvenil con tu sabia intuición y tu firme piedad. Ayúdanos a ser fiel a la tarea que hemos
aprendido en los patios, en los oratorios, en las escuelas y centros profesionales que tú nos has
dejado como legado.

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1 de febrero de 2023 – Miércoles
Difuntos Familia Salesiana
La Palabra dice
Mc. 6, 1-6 –
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado,
comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: «¿De
dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se
realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de
José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?». Y Jesús era para ellos
un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su
familia y en su casa». Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos,
imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los
alrededores, enseñando a la gente.

La Palabra me dice
La misión incansable de Jesús es enseñar un estilo de vida que se funda en la persona. Allí radica la
conversión, se produce el milagro, comienza el seguimiento, se despliega la maravillosa aventura
del encuentro personal con el Maestro. Es un acontecimiento fundamental para la vida del
cristiano, del creyente que reconoce esta intervención de Dios. Sin embargo, en la libertad de los
hijos de Dios, tiene que surgir la adhesión personal, una cercanía consciente que nos hace aceptar
la propuesta de Jesús y seguirlo junto a otras personas. Es la fe. Sin ella no somos capaces de ver
claramente la figura de Jesús, su mensaje, su propuesta y caemos en interpretaciones cerradas y
parciales, quizás para justificar nuestra falta de compromiso y valentía. Necesitamos pedir el don
de la fe y la capacidad de testimoniarla en cada momento y lugar.

Con corazón salesiano


En 1897 la familia Zatti-Vecchi se traslada a la República Argentina para emprender una nueva vida
en otros paisajes, más llanos, sin tanta montaña, con los desafíos propios de la migración. Llegan a
Bahía Blanca, donde el tío Luis les prepara un hogar y la posibilidad de trabajo. Durante los fines
de semana se acercaban a la Parroquia Nuestra Señora de la Merced, atendida por los Salesianos.
En la vida parroquial, Artémides pudo profundizar su fe en Jesús y conocer a Don Bosco. Con ese
testimonio, Artémides decidió ser salesiano. Viajó a Bernal para comenzar el Aspirantado
Salesiano. Allí estudió y trabajó con entusiasmo. Lamentablemente contrajo la tuberculosis al
tener que cuidar un salesiano golpeado por esa enfermedad. El contagio fue inevitable. No
obstante, él siguió adelante. Viajó a Viedma para apaciguar los dolores de su enfermedad. Conoció
al Padre Evasio Garrone, dedicado a la medicina, que le propuso una solución espiritual a su
estado de salud. Lo invitó a realizar una promesa a la Virgen María Auxiliadora para lograr la
curación con el compromiso de dedicar su vida al cuidado de los enfermos del incipiente Hospital
San José de Viedma. La frase de Artémides fue categórica: “Creí, prometí y sané”, como quedaron
escritas en el periódico “Flores del Campo” del 3 de mayo de 1915. Creer en la intercesión de
María para su curación fue un acto de fe sencilla, lleno de amor filial. Prometer fue un acto
valiente para confiar en la Providencia y dedicarse a la atención de los enfermos. Sanar fue el
resultado del acto de fe y confianza que llevó a Artémides a quedarse hasta el día de su muerte
junto a los más necesitados. Con fe sobrellevó la enfermedad y orientó su vocación, la nutrió
diariamente con la dimensión transcendente de la unión con Dios, desde las 5 de la mañana hasta
las últimas horas del día.

A la Palabra, le digo
Aumenta Señor, nuestra fe, que se debilita y casi desaparece de nuestra vida porque confiamos en
otras posibles soluciones. Que nuestra fe sea robusta para poder dar testimonio creíble en
nuestros ambientes.

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2 de febrero de 2023 – Jueves
Nuestra Señora de la Candelaria
La Palabra dice
Lc. 2, 22-40 –
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén
para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al
Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como
ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y
piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no
moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando
los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo
tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera
en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de
todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y
su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a
María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo
de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán
claramente los pensamientos íntimos de muchos». Había también allí una profetisa llamada Ana,
hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había
vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y
cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se
presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos
los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del
Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de
sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

La Palabra me dice
El texto que leemos y escuchamos hoy se refiere a la escena histórica de la presentación de Jesús
en el Templo. Esta tradición judía es celebrada por José y María, familia pobre, humilde y
trabajadora, que llevan a su hijo primogénito ofreciendo un par de palomas. El ritual es impecable
y la Sagrada Familia está de fiesta. No obstante, aparecen en escena dos personas de dilatada
experiencia religiosa: Simeón y Ana. Cada una de ellas tendrá un mensaje particular para Jesús,
María y José. Descubrimos así la importancia del nacimiento y la presentación de Jesús en el
Templo, rito judío establecido por la Ley del Señor. Finalizando el relato evangélico, encontramos
también una pista para cada uno de nosotros: el necesario crecimiento en estatura, en sabiduría y
en la fe. Esta experiencia tan humana es primordial para sabernos “presentar” ante Dios como
hijas e hijos amados. No es por casualidad ni por una cuestión de suerte que seguimos a Jesús.
Estar con Jesús y seguir sus pasos requiere un crecimiento cada vez mayor, hasta llegar a la
“altura” de su santidad.

Con corazón salesiano


En una carta de Artémides Zatti escrita en 1914, desde Viedma a sus familiares de Bahía Blanca,
expresa de modo simple y sencillo, los pasos que va dando en su vida de fe. Es la historia de un
creyente, en una personalidad concreta:
“Rezad por mí, que tengo mucha necesidad para poder cumplir la misión que el buen Dios en su
misericordia infinita se ha dignado confiarme, yo lo hago por ustedes todos los días. ¡Y con mucho
fervor cuando pienso que la vida presente es corta, muy corta! Que de los padecimientos del día
de ayer no se tiene más recuerdo (dulce recuerdo cuando se sufre por el Señor) ¡y que el premio
que nos espera es grande, muy grande porque es Dios mismo!... ¡A veces me viene una angustia
inexplicable cuando pienso que lo podemos perder por culpa nuestra!... ¡Pero armados de fe
combatimos la batalla del Señor y el Señor hará que merezcamos una recompensa eterna!...
(Cartas de Zatti, N° 106, Fuentes del AHS ARS/BB)

A la Palabra, le digo
Tenemos que estar preparados para presentarnos ante Dios. Confiamos en nuestros antepasados.
Nuestra familia ya ha preparado la ofrenda. Estamos en manos de Dios y queremos
comprometernos en el crecimiento de nuestra fe. Danos la fuerza para no quedarnos inmóviles.

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3 de febrero de 2023 – Viernes
La Palabra dice
Mc. 6, 14-29 –
El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos
decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos». Otros
afirmaban: «Es Elías». Y otros: «Es un profeta como los antiguos». Pero Herodes, al oír todo esto,
decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado». Herodes, en
efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano
Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer
de tu hermano». Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo
respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba
perplejo, pero lo escuchaba con gusto. Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba
su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de
Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey
dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le aseguró bajo juramento: «Te daré
cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella fue a preguntar a su madre:
«¿Qué debo pedirle?». «La cabeza de Juan el Bautista», respondió esta. La joven volvió
rápidamente a donde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo,
sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». El rey se entristeció mucho, pero a causa de su
juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera
la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una
bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan lo
supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

La Palabra me dice
El rey Herodes, al querer averiguar algo sobre Jesús, le recuerdan inmediatamente el martirio de
Juan, el Bautista. Este relato, pues, no se refiere a Jesús, sino a la muerte de su precursor, que
tiene al Rey Herodes como protagonista. En nuestra meditación podemos considerar los primeros
renglones de este evangelio, preguntándonos hasta qué punto el mensaje de Jesús es conocido
entre nosotros. De esta manera, necesitamos saber que la propuesta de Jesús sea explícita, con el
lenguaje adaptado a nuestro tiempo. En la lectura y el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica
se condensa este mensaje que necesitamos refrescar cada tanto. Nuestra vida de fe no se limita a
responder preguntas o ensayar respuestas a nuestras dudas. Nuestra fe está fundada en una
doctrina sólida, en el tesoro escrito de la tradición, el depósito de la fe que compartimos con todas
nuestras hermanas y hermanos.

Con corazón salesiano


Mons. Carlos Mariano Pérez, quien fuera Padre Inspector a la muerte de Artémides Zatti, afirmó
en su testimonio de la causa de beatificación y canonización de nuestro hermano santo:
“Nuestro hermano Artémides Zatti, aunque los problemas materiales lo tenían acuciado y
preocupado, siempre anteponía lo eterno a lo temporal. Conocía la Sagrada Escritura y la
saboreaba: igualmente la vida de los santos y los tratados de ascética. Todo lo sabía irradiar con su
ejemplo y con su palabra”.

A la Palabra, le digo
Pedimos la lucidez en la enseñanza de la catequesis y en rol de verdaderos agentes de
evangelización para que nuestra sociedad sienta hablar de Jesús con nuestras palabras y obras.

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4 de febrero de 2023 – Sábado
La Palabra dice
Mc. 6, 30-34 –
Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les
dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco». Porque era tanta la
gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a
un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por
tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y
se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

La Palabra me dice
Los apóstoles que fueron enviados por Jesús a las aldeas, regresan entusiasmados por la tarea
realizada y comparten comunitariamente esta experiencia misionera. Jesús los invita a descansar
en un lugar silencioso. Pero por poco tiempo, porque la multitud ha regresado y los reconoce. Esa
multitud está necesitando una palabra de orientación, un guía seguro. Jesús lo percibe, se
compadece de ellos, porque los ve como ovejas sin pastor. Y el Maestro enseña. Este es el
dinamismo en la actualidad. En este movimiento tenemos que entrar sin dudar para ser
verdaderos seguidores de Jesús. Tendremos la oportunidad de misionar en nuestro barrio, o en
algún pueblo del interior o también (quién sabe) en un país extranjero. Regresaremos contentos.
Pero hay que continuar. Existen muchas personas que tienen ansias de conocer a Jesús. Eso
requiere de nosotros una atención especial para ayudar a nuestra hermanas y hermanos alejados,
olvidados e invisibilizados. Tenemos que prepararnos bien, en comunidad, rezando sin pausa y
viviendo sencillamente. Seguramente que Jesús nos seguirá invitando a estas experiencias. No las
dejemos pasar de largo.

Con corazón salesiano


Artémides Zatti, nuestro hermano santo, era un verdadero catequista que ofrecía la imagen del
hombre adulto en la fe, capaz de transmitir la fe en Cristo sincera y desinteresada. Los enfermos
más pobres, más difíciles o con enfermedades repugnantes, eran para él los verdaderos
pararrayos del Hospital San José. Tenía bien clara en la mente y en el corazón la frase de Jesús:
Todo lo que hagan a uno de estos pequeños, a mí me lo hacen (Mt 24,40).

A la Palabra, le digo
Jesús: Danos fuerza y coraje para anunciar tu Buena Nueva. Permítenos sentarnos con vos para
prepararnos como corresponde, en la mesa de la Palabra y del Pan. Que estemos atentos y
seamos sensibles a las personas que más necesitan y que permanecen ocultas a nuestros ojos.
Envíanos especialmente a ellas.

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