Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Artémides Zatti nació en Boretto (Reggio Emilia) el 12 de diciembre de 1880. Hijo de Albina
Vecchi y Luigi Zatti. La familia campesina lo educa para una vida pobre y laboriosa, iluminada por
una fe sencilla, sincera y robusta, que orienta y nutre la vida. Vemos en estas tres líneas la
importancia de la familia en cada joven. La vida de Zatti nos puede estimular en el aguinaldo del
Rector Mayor para este nuevo año. No tardó Zatti en experimentar la dureza de sacrificio que a los
nueve ya se ganaba la vida como jornalero. Obligada por la pobreza, la familia emigró a Argentina
a principios de 1897 para instalarse en Bahía Blanca. Aquí Artémides comenzó a frecuentar la
parroquia dirigida por los salesianos.
Artémides llega a esta ciudad a la edad de diecisiete años y, en el ámbito familiar, aprende
pronto a afrontar las penurias y responsabilidades del trabajo. Encuentra trabajo en una fábrica de
ladrillos y, al mismo tiempo, cultiva y madura una profunda relación con Dios, bajo la guía del
salesiano don Carlo Cavalli, su párroco y director espiritual. Artémides encuentra en él un
verdadero amigo, un confesor sabio y un auténtico y experto director espiritual, que lo educa en
el ritmo diario de la oración y en la vida sacramental semanal. Con don Cavalli establece una
relación espiritual y de colaboración. En la biblioteca de su párroco tuvo la oportunidad de leer la
biografía de Don Bosco y quedó fascinado. Fue el verdadero inicio de su vocación salesiana.
Aconsejado por don Cavalli para que se hiciese salesiano, fue aceptado como aspirante por
Monseñor Juan Cagliero y, a los veinte años, entró en la casa de Bernal donde se le encomendó,
entre otras cosas, la tarea de asistir a un joven sacerdote que sufría de tuberculosis. Artémides
también contrajo la enfermedad, por lo que fue enviado al hospital San José de Viedma.
En 1913 fue el animador en la construcción del nuevo hospital que luego fue demolido en
1941 para dar lugar a la casa episcopal de la naciente diócesis de Viedma. Sin desanimarse,
construyó otro. Como Don Bosco, hizo de la Providencia el primer y seguro ingreso en el
presupuesto de sus obras. Afectado por un cáncer, falleció el 15 de marzo de 1951. Juan Pablo II lo
proclamó beato el 14 de abril de 2002 y el papa Francisco lo Proclamó Santo el 9 de octubre de
2022 en la sede del Vaticano. Su cuerpo reposa en la capilla salesiana de Viedma.
En la Carta del Rector mayor Don ángel Fernández, por motivo de la canonización de Zatti
podemos apreciar algunos aspectos de la vida y vocación de este Santo Coadjutor que nos pueden
ayudar a entender no solo su vida y su santidad, sino que nos ayuda a reflexionar y a entender
nuestra propia vocación como Salesianos de Don Bosco.
Antes de iniciar con estos aspectos de la carta, el Rector Mayor nos pone en contexto para
entender los famosos tres verbos que hemos reflexionado a lo largo de todo este acontecimiento
de la congregación y de la iglesia.
Esta mediación que tuvo Artémides Zatti en ese momento de su vida, sin duda que le
ayudó mucho, fue mediación de Dios en la vida de esta santo coadjutor, porque no solo lo llevó a
confiar plenamente en al Auxilio de la santísima Virgen para su milagrosa recuperación, sino que lo
ayudó a discernir sobre su misión en este mundo, misión que ejerció desde su ser salesiano y en la
dimensión laical de nuestra congregación, que es la del Salesiano Coadjutor.
También reflexionar que no fue cualquier promesa la que le hizo a la Santísima Virgen.
Permanecer a su lado en la congregación Salesiana, entregando todas sus fuerzas y trabajando
incansablemente por la misión que Dios le confiaba. Ahora les quiero hacer esta pregunta para
que reflexionemos sobre nuestra vocación, la de cada uno. ¿qué significa para nosotros
permanecer siempre a su lado? ¿Qué significa permanecer en siempre con el Señor y la Santísima
Virgen? ¿qué significa permanecer con Don Bosco para siempre? Reflexionemos personalmente
estas preguntas con clave netamente salesiana.
No hay que negar que Artémides Zatti aspiraba al presbiterado, fue un sueño muy grande
para él, pero al final los Superiores, dadas todas las circunstancias de enfermedad e incluso de
edad (23-24 años), deben proponer a Zatti que profese como Salesiano Coadjutor. Es cierto que
«era la entrega total a Dios en la vida salesiana a lo que Artémides aspiraba en primer lugar». Y
es esto lo que nos está pidiendo la congregación insistentemente en estos tiempos.
La fidelidad a la forma laical de vida salesiana, abrazada por puro amor de Dios, será plena
y convencida, lejos de todo pesar, desenvuelta en una existencia convincente y contenta. Así lo
vivió nuestro Santo Coadjutor y así lo expresó también.
Aunque Zatti sufrió mucho por el deseo que tuvo de ser sacerdote, el Señor lo libró de una
tentación, que muchos religiosos, la Iglesia y hasta nosotros mismos vivimos diariamente, el deseo
de la propia libertad de elección. Dios lo libró de ese pensamiento, porque al final, queremos y
deseamos muchas cosas, pero no pensamos o no le preguntamos con seriedad al Señor qué quiere
él de nosotros, preguntarle cuál es su voluntad para con nosotros. Cuando vemos realmente que
no se está el cumpliendo ese deseo nuestro, nos damos cuenta que no es la voluntad de Dios sino
la nuestra. La vocación es un misterio, la gracia de Dios depositada en nuestros corazones es un
misterio también, porque las razones y los motivos para seguir a Dios radicalmente no suelen ser
suficientes, porque humanamente entendemos muchas cosas de nuestra vocación, pero con
exactitud no podemos entender o comprender lo que siente nuestra alma, no podemos entender
lo que el Espíritu Santo hace en nosotros para decir cada día al Señor. Es un misterio que solo lo
sabe Dios, porque es él quien nos conoce de verdad.
CREÍ, porque sabía por fama que María Auxiliadora lo ayudaba de manera visible. Para
creer debemos tener fe, y la fe es otorgada por el Espíritu Santo a todos los hijos de Dios. Para
comprender el “CREÍ” de Zatti, debemos reflexionar sobre su fe. La fe de Zatti da buena prueba de
sí misma: es sencilla, desinteresada, sin reservas, encerrada, en una palabra: «¡Creí!».
La suya era una fe con una continua unión con Dios. He aquí que Zatti fue fiel y cumplió
diligentemente con las Constituciones de nuestra santa Congregación. Él es ejemplo del camino
que conduce al amor. Es testigo y es testimonio para nosotros salesianos que estamos viviendo
estas constituciones también, así como las vivió él. Ellas lo llevaron a la Santidad, así como nos lo
prometió nuestro padre Don Bosco
PROMETÍ, pues siempre fue mi deseo ser de provecho en algo a mis prójimos.
La cruz es la regla de la fe, y enseña cómo el creer cristiano no es simplemente saber algo,
sino confiarse a Alguien, prometiéndole no algo, sino uno mismo. Formado por la cruz, Artémides,
incluso antes de emprender el camino de la vida religiosa, no promete, sino que se promete,
no hace voto, se vota, y así refleja los rasgos del Hijo que, al entrar en el mundo, que se hizo
hombre y dio la vida por todos nosotros, redimió a todos y se sacrificó por todos nuestros
pecados. Cristo se entregó a sí mismo, él es la promesa vida de Dios.
Es un sanar en cuerpo y alma, sanar física y espiritualmente. Sanar todo pensamiento que
se centrara en él, purificar todo lo malo que había en él que tal vez no lo dejaba descubrir la
voluntad de Dios para con él. Fue un proceso largo y lento, pero logró entender para que había
sido llamado y para quién había sido destinado. Aquí también vemos un ejemplo tan hermoso de
un hombre como nosotros que buscó sanar todo en sí para poder entregarse mejor a la misión
que Dios le había encomendado. Estoy seguro que este proceso nunca lo hizo solo, el
acompañamiento debió ser muy importante para él y su comunidad también le debió ayudar con
este aspecto de su vida.
En la Audiencia con el Papa Francisco en el Aula Pablo VI del Vaticano salieron otros
aspectos de la vida de Zatti que a nosotros como venezolanos nos puede interesar porque uno de
ellos no está muy lejos de nuestra realidad venezolana.
El hospital y las casas de los pobres, que visitaba noche y día desplazándose en bicicleta,
eran la frontera de su misión. Vivía la donación total de sí a Dios y la consagración de todas sus
fuerzas al bien del prójimo. El trabajo intenso y la disponibilidad incansable para atender las
necesidades de los pobres estaban animados por una profunda unión con el Señor, mediante la
oración constante, la adoración eucarística prolongada y el rezo del rosario. Artémides era un
hombre de comunión, que sabía trabajar con los demás; con las religiosas, los médicos, los
enfermeros. Y con su ejemplo y su consejo formaba a las personas, forjaba las conciencias,
convertía los corazones.
En tercer lugar, lo vemos como salesiano coadjutor. Esta vida que había recuperado ya no
era más su propiedad, siente que era totalmente para los pobres. Los tres verbos «creí, prometí,
sané» expresan la bendición y el consuelo que se derramaron en la vida de Artémides. Vivió esta
misión en comunión con sus hermanos salesianos. Era el primero en estar presente en los
momentos comunitarios y con su alegría y simpatía animaba la fraternidad.
El cuarto y último rasgo que quisiera evidenciar es el de intercesor por las vocaciones. Esto yo lo
he experimentado. Les cuento una experiencia personal. Cuando era Provincial de los Jesuitas de
Argentina conocí la historia de Artémides Zatti, leí su biografía y le confié a él la petición al Señor
de santas vocaciones a la vida consagrada laical para la Compañía de Jesús. Desde el momento que
empezamos a rezar, por su intercesión, aumentaron considerablemente los jóvenes coadjutores; y
eran perseverantes y muy comprometidos. Y de esa forma di testimonio de esa gracia que
recibimos.
Don Ángel nos compartió tres ideas muy sencillas sobre Artémides Zatti que me llamaron
mucho la atención y me tomé el atrevimiento de copiarla mientras hablaba.
Agradecer a Dios por la Santidad es sobre todo el hecho de que el misterio se hace
presente en la vida de un hombre sencillo como Artémides Zatti.
Esto que viene ahorita lo dijo con voz fuerte: Zatti no fue un cura frustrado, pues nunca fue
cura. Ha sido el salesiano que ha causa de una enfermedad Dios lo ayudó a descubrir el verdadero
don de su vocación como salesiano coadjutor.
Su vida y su figura nos habla del gran valor de la vida consagrada religiosa. Entre nosotros no
somos curas y otros no curas. Entre nosotros somos salesianos de Don Bosco, consagrados. Por
eso creo que mirar la figura de nuestro hermano nos ayudará en el futuro a encontrar la belleza de
la vida religiosa consagrada y laical.
Creí, prometí y sané, un programa sencillo. Él fue fiel a eso. Fue su proyecto de vida, y cumplirlo
fielmente lo llevó a la santidad.
Una vez más, gracias profundas a Dios y pedimos su bendición para todos.
Artémides Zatti, su camino de vida, impregnado y lleno de Dios, es más que evidente. Así
como su santidad. Ante esta gran figura, hoy se hace patente en nuestra Congregación la
necesidad y la importancia de un compromiso especial para promover esta hermosa vocación.
Hago mías las palabras de don Vecchi nos dice Don Ángel, para pedir a cada Inspectoría, a cada
comunidad y a cada hermano en los próximos años, desde ya, «un compromiso renovado,
extraordinario y específico por la vocación del Salesiano Coadjutor, dentro de la pastoral
vocacional: rezando por ella, anunciándola y proponiéndola, llamando, acogiendo y acompañando,
viviéndola personalmente y juntos en la comunidad».
Oración de intercesión
para pedir vocaciones de salesianos laicos