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DIÓCESIS DE MAGANGUÉ

PASTORAL DE PEQUEÑAS COMUNIDADES


LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO

1. Introducción al encuentro
Iniciamos nuestro encuentro en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
V: Gracia, paz y bendición a todos los que con esperanza se acercan a Jesús.
R: Porque saben que tiene el poder para librarnos de nuestros pecados.

Canto
Hoy Señor Jesús
Hoy Señor Jesús, Vengo ante ti para alabarte. Sáname Señor, líbrame del mal. Toca el
Hoy Señor Jesús, Con tu poder puedes corazón para alcanzar la santidad.
sanarme.
Hoy Señor Jesús vienes a mí porque me
Sáname Señor, hoy quiero vivir. Dame tu amas. Hoy Señor Jesús confío en ti y en tu
amor sin ti no puedo ser feliz. palabra.

2. Mc 1, 40-45: el primer misionero de Jesús


Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.»
Compadecido, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» Y al instante, le
desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no
digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que
prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.» Pero él, tan pronto como se fue, se puso a
pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en
público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él
de todas partes. Palabra del Señor.
3. Cultivemos la semilla de la Palabra
- ¿Qué implicaba ser leproso en los tiempos de Jesús? ¿Quiénes son hoy los leprosos?
- ¿Qué cosas prohibidas hacen tanto el leproso como Jesús?
- ¿Cuáles son las características de la oración del leproso? ¿Qué aprendo para mi vida de
oración?
- ¿Cómo cura Jesús al leproso? ¿De dónde parte? ¿Cuáles son los pasos? ¿Qué
significado tienen?
- ¿Qué perfil de discípulo y de misionero se deduce en el comportamiento del Leproso?
- ¿Qué enseñanza sacamos para la misión?

4. La palabra se ilumina
Entre todos los que se acercaron a Jesús se aparece un leproso. Ya esta introducción obligaría a
cualquier israelita fiel a retroceder y a alejarse de esa persona. Esta es la escena que nos presenta
el evangelio de hoy. Un leproso era siempre una persona excluida de la sociedad. Una persona ante
la cual, la prudencia sugería no acercarse por miedo a quedar impuros, pues según las tradiciones
judías, su lepra era la lógica consecuencia de un pecado. Acercarse a él y más aún tocarlo, era
hacerse partícipe de su mismo pecado. Por esto es mejor estar a cierta distancia. Era por esto que
el mismo leproso, con una campanilla iba avisando “impuro, impuro”. Y todos los que iban por el
mismo camino se alejaban para no contaminarse.
En esta ocasión las cosas fueron muy distintas. El leproso aparece y se acerca a Jesús quien no
reacciona alejándose sino lo acoge y escucha. Seguramente al leproso le habían llegado los
comentarios de la fama de Jesús que se había extendido por todas partes y algo de fe ya empezaba
a nacer en su corazón. Se acercó, se arrodillo, reconociendo profundamente su realidad de hombre
impuro y pronunció la frase, la única frase que nos dejó y que es una maravillosa síntesis de fe,
confianza y abandono en las manos de Jesús: “Si quieres puedes limpiarme”. Es una frase de una
delicadeza extraordinaria, casi como temiendo pronunciarla: “Si quieres…” es como decir: ‘tú eres
el que decides, yo simplemente propongo’. Es un “si quieres” que para nada disminuye el poder
sanador de Jesús, nos lo aseguran las palabras que siguen: “puedes limpiarme”. El leproso se
abandona totalmente en las manos de Jesús. No con un imperativo categórico: ‘Señor, límpiame’,
sino con un condicional que se abre a la esperanza y a la confianza: “si quieres”. La reacción de
Jesús no se hace esperar. Algunas tradiciones describen la actitud y el sentimiento de Jesús con la
palabra “encolerizado” y se interpreta como un Jesús profundamente entristecido y dolido con el
mal. Otras traducciones prefieren la palabra “compadecido” expresión que de pronto se acerca más
al sentir de Jesús. La respuesta de Jesús retoma las dos partes de las palabras del leproso: “Quiero”;
“Queda limpio”. Para Jesús, la frase del leproso ha sido suficiente para medir su fe y su confianza
y no le pregunta si cree. No podemos dejar pasar desapercibido un gesto insólito de Jesús hacia el
leproso: “Lo tocó”. Esto no se podía hacer y mucho menos con un leproso pues automáticamente
la persona que lo hacía quedaba impura. Aquí sucedió lo contrario, Jesús no quedó impuro fue el
leproso el que quedo puro. Dos veces Marcos usa la expresión: “Al instante”: Al instante le
desapareció la lepra; Lo despidió al instante. Una vez curado ya no había nada más que hacer sino
regresar lo más pronto a la vida normal. El texto nos da una bella lección de lo que significa
abandono total a la voluntad, al querer de Dios.

5. Para custodiar y vivir la Palabra


Repite a menudo y medita esta Palabra: «Jesús, compadecido, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
"Quiero, queda limpio"» (Mc 1,41).

6. La Palabra me ilumina
Un leproso se acerca a Jesús y Jesús se acerca a él: un movimiento espacial insólito, contra las
férreas reglas del aislamiento vigentes por entonces como precaución sanitaria. Al mismo tiempo
se verifica un acercamiento espiritual -o, si se quiere, una especie de “contagio”- llevado a cabo
mediante un delicado “si quieres” por parte del leproso y un tan generoso como perentorio “quiero”
por la de Jesús. La lepra es una enfermedad erradicada hoy en gran parte. Con todo, sigue
existiendo con otra forma, y puede llamarse droga, alcoholismo, prostitución, y tomar los mil
rostros de la marginación. Los cristianos, a imitación de nuestro Señor, debemos continuar
caminando por las calles de los leprosos, provocando una genuina “compasión” y dando ese paso
de acercamiento físico que expresa nuestro acercamiento interior. Se ha dicho que el Señor usa
nuestras manos para seguir curando, nuestros pies para seguir caminando. Nosotros se los damos
voluntariamente, nos ponemos a su disposición para dejarnos guiar por él y movernos hacia las
nuevas pobrezas con la misma actitud y la misma sensibilidad que nos conducen a construir
puentes de conexión y a derribar los muros de la división. Queremos creer en la verdad de un
verdadero contagio. No existe sólo el negativo, el que infecta y destruye; existe también el positivo,
que construye y hace percibir al otro, que no es ni un rechazado ni un aislado, sino un hombre
hecho a imagen de Dios, llamado a una vocación de nobleza a la que damos el nombre de santidad.
Tiene necesidad de alguien que se lo diga con palabras y con gestos, con el corazón y con la
voluntad de «hacerse prójimo», es decir, cercano. Entonces podremos ver repetirse el milagro de
un contagio que salva. Jesús nos toca, nos libera. Siempre es «buena noticia» todo contacto nuestro
con él. Su Palabra, si la vivimos, nos cura de la lepra que invade la pobreza de nuestra vida. El
leproso curado proclama y difunde la noticia: ésa es la tarea de todo discípulo.

7. La Palabra se convierte en oración


Señor, tenemos necesidad de un nuevo contagio de tu amor, a fin de difundirlo y manifestarlo.
Demasiadas clasificaciones y demasiados «distingos» nos enredan el corazón y la mente.
Concédenos el valor de acercarnos y «tocar» la lepra de las nuevas pobrezas que envilecen nuestra
opulenta sociedad, sin miedo de quedar infectados, porque, cuando se es puro, todo es puro.
Tendremos la alegría de descubrir que bajo los despojos del marginado, del anciano, del
desocupado, del extracomunitario, del pobre, del pequeño, te escondes tú, que vas mendigando
nuestra atención y nuestra sensibilidad, para hacer que estemos atentos a los otros, menos
replegados en nosotros mismos, proyectados en la alegría de continuar tu maravilloso contagio.
Amén.

8. La Palabra en el corazón de los Padres


La fe pura, vivida en el amor, mantenida por medio de la perseverancia, paciente en la espera,
humilde en su afirmación y firme en su confianza, llena de respeto en su oración y de sabiduría en
lo que pide, está absolutamente segura de oír en cada circunstancia esta Palabra del Señor:
«Quiero». Teniendo presente en nuestro espíritu esta respuesta admirable, debe reagrupar las
palabras según su sentido. Así, el leproso dice para empezar: «Señor, si quieres», y el Señor:
«Quiero». Y tras haber añadido, a continuación, el leproso: «puedes curarme», el Señor ordenó
con el poder de su palabra: «... queda limpio». En verdad, todo lo que el pecador ha proclamado
en una verdadera confesión de fe, lo han realizado la bondad y el poder divino inmediatamente por
medio de la gracia. Otro evangelista precisa que el hombre al que se le restituyó la salud estaba
«completamente cubierto de lepra» (Lc 5,12), a fin de que nadie pierda la confianza a causa de la
gravedad de sus culpas (Pascasio Radberto).

9. Para la lectura espiritual


¡Cuántos leprosos entre la muchedumbre que sigue a Jesús! Tal vez, todos; leprosos no solo en la
carne, sino, mucho más frecuentemente, en el espíritu. Y entre ellos también estoy yo, que intento
acercarme a Jesús. ¡Señor, si quieres, puedes sanarme! Es la oración del leproso, es la oración de
todo el que tiene conciencia de necesitar ser sanado. Jesús quiere, ciertamente, sanar, porque es
bueno, porque ha venido como sanador y salvador del género humano. Este leproso sabe que Jesús
quiere, pero no pretende; en vez de eso, espera: Si quieres, puedes. Se pone bajo la mirada del
médico bueno, acepta la gratuidad de Dios, ora con confianza, remitiéndose humildemente a la
decisión de Jesús. Y Jesús responde: ¡Quiero! Le toca con la mano sin temor al contagio. Es la
mano de quien quita las llagas de nosotros, de quien vuelve a sanarnos sin verse contagiado por
nuestro mal, pero cargando con todas las consecuencias de pena, dolor y humillación. “Quiero,
queda limpio”. Y la lepra desapareció de inmediato. ¡Queda limpio! Esto nos dice Jesús a nosotros,
me lo dice a mí: quiere. Ahora bien, la curación tiene lugar si también yo lo deseo y lo quiero de
verdad. Querer curar espiritualmente es, a buen seguro, más incómodo que querer curar
físicamente. ¡Cuántas cosas hemos de decidirnos a dejar, cuantas cosas debemos cambiar! El
leproso curado por Jesús debe disponerse a comenzar una vida social y familiar normal, una vida
responsable en medio de los otros. Si queremos curar también espiritualmente, debemos decidirnos
a vivir como personas maduras en la fe, capaces de cargar también, si es preciso, con el peso de
los otros, no solo con nuestro propio fardo. Jesús nos quiere curar; nos toma la palabra si se lo
pedimos en serio, y, tal vez, aunque no se lo pidamos precisamente tan en serio. Nos toma la
palabra porque quiere curarnos. Ha venido adrede para ello. Esta en medio de nosotros, nos toca
con su mano, cada día; nos toca con su carne purísima, santísima: la eucaristía; llega a nosotros
con su palabra, penetra en nuestro corazón, nos toca en lo íntimo: ¡Quiero, queda limpio! También
nosotros debemos quererlo, hasta el fondo, y cada día. Es necesario que curemos de todas las
búsquedas de nosotros mismos, de todas las modalidades de autoafirmación que no ponen en el
primer puesto lo que es verdaderamente importante. Debemos llevar buen cuidado en no
convertirnos en leprosos, en parásitos por propia decisión nuestra, por nuestra indolencia. Vivamos
intensamente si queremos vivir de verdad. Jesús quiere hacernos vivir, y hacernos vivir en la
convivencia, hacernos vivir no encerrados en nosotros mismos y separados de los otros, sino en
comunión con todos y para todos (A. M. Canopi, Incontri con Gest).

10. Oración por la Evangelización de la Diócesis de Magangué


Dios Padre todopoderoso, te pedimos nos ayudes a continuar la tarea evangelizadora de tu Hijo
Jesucristo en nuestra Diócesis, con la fuerza de un nuevo pentecostés, que nos haga misioneros de
la Palabra y sembradores de fe, esperanza y amor, para que todos juntos, en sinodalidad,
construyamos una Iglesia Comunión. Que logre la conversión y renovación pastoral, y transforme
la vida social de nuestras comunidades discípulas y misioneras. Virgen de la Candelaria, San José,
nuestro padre y señor, rueguen por nosotros. Amén.

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