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Límites y normas: diferencias

Aunque a veces se confunden, decíamos, los límites y las normas no son lo mismo.

Los límites, como su nombre indica, son las líneas rojas que no se deben cruzar. Se refieren a
aquello que compromete la seguridad, especialmente la física, tanto de nuestros hijos como de las
personas que los rodean. Aquí hay poco margen: es trabajo del adulto decidir cuáles son los límites.

Las normas, por su parte, son herramientas que ayudan al cumplimiento de los límites. Debe haber
coherencia entre límites y normas, pero las normas pueden (y deben) pactarse, negociarse, incluso
en ocasiones no es muy grave que se las salten.

En los límites, sin embargo, no hay posibilidad de margen: han de seguirse. Por eso es muy
importante que sean pocos, para que resulte más sencillo seguirlos.

Y con respecto a las normas, dependerá del carácter y el grado de madurez de tu adolescente. Hay
adolescentes que necesitan pocas, y está bien, porque se organizan de modo muy autónomo. Otros
necesitan más, y es normal. Lo importante es el cómo se establezcan y no olvidar que lo mejor es
ser flexible.

Por qué son necesarios los límites y normas en la adolescencia


En la adolescencia todo son cambios (cambios corporales, en las relaciones, cambio de etapa
educativa…), así que lo que necesitan los adolescentes es un poco de orden exterior. Las normas y
límites crean un espacio consistente y predecible, en el que pueden experimentar con seguridad.

Y es que, aunque es común creer que límites y normas coartan la libertad de los jóvenes, si se
comunican desde el respeto y con flexibilidad, lo que hacen es proporcionar un marco de libertad.
Dentro de estos límites, con la ayuda de las normas, un adolescente puede ser libre.

De hecho, los psicólogos están de acuerdo en que es igual de perjudicial el no poner límites que el
poner demasiados, el educar desde el laxismo que el educar desde el autoritarismo. Al final, lo que
sucede es que los niños se pierden, no saben cómo deben comportarse, dudan.

Por eso, cuando son vistos así, podemos decir que los límites cuidan. Porque ofrecen seguridad.

Y además tienen otros beneficios:

1. Ayudan a adquirir autocontrol


Un límite enseña que no se puede hacer lo que se quiera en cualquier momento; por eso, un límite
consistente enseña al adolescente a controlar su conducta; no solo a hacer lo correcto en una
circunstancia dada sino a reprimir determinados impulsos.

2. Contribuyen al desarrollo de la inteligencia emocional


Hay un aprendizaje fundamental que tiene que ver con los límites y normas sanos y va de la mano
del autocotrol: la tolerancia a la frustración, es decir, la capacidad de aceptar los pequeños o grandes
inconvenientes de la vida.

Además, límites y normas enseñan a los adolescentes a tener en cuenta al otro, lo que también
ayuda a desarrollar la inteligencia emocional.

3. Apoyan la construcción de una sana autoestima


Los límites y normas, al proporcionar un espacio constante y predecible, ayudan en el desarrollo de
una autoestima sana, pues el adolescente no va a estar sujeto al estado de ánimo de su madre o
padre o a la arbitrariedad de una norma: sabrá casi siempre si una conducta es adecuada o no. Y este
conocimiento le hace entender que lo inadecuado, cuando lo hay, son los comportamientos, y no las
personas.

4. Ayudan a construir un universo ético para desenvolverse en sociedad


Está claro que a través de las normas estamos dando a los adolescentes las claves sobre cómo
comportarse en sociedad, lo que está permitido o no, pero también les estamos transmitiendo un
universo ético, el de nuestros principios y valores, que para ellos va a constituir una referencia muy
importante.

¿Qué normas y límites son adecuados en la adolescencia?

Las normas y límites son decisiones familiares, por lo que es muy difícil establecer un listado.

Pero lo que sí podemos decir es que los límites se deben relacionar con la seguridad. La seguridad
física (incluyendo alimentación y descanso) y después la seguridad afectiva y en respeto, en
general.

Pero salvo en asuntos donde hay un peligro físico inminente, las ideas de cada familia (o las
necesidades de los diferentes hijos) pueden ser muy diferentes.

Y no digamos ya si hablamos de salidas, pantallas, orden en casa…

Hay, no obstante, algunas maneras de saber lo que tu familia necesita:

1-Reflexiona sobre los límites y normas


Es una reflexión (un diálogo, si educas en pareja) a la que deberías dedicarle tiempo antes de hablar
con tus hijos. Esto te evitará dejarte arrastrar por sus opiniones y luego arrepentirte.

2-Observa cómo se desenvuelve tu adolescente


Como decíamos antes, algunos chicos y chicas necesitan más normas para orientarse y otros
necesitan menos. Obsérvalo. Seguramente verás que cuantas más decisiones autónomas va tomando
tu adolescente, más seguridad va ganando, pero también podría suceder al revés, que se sintiera
desorientado.

3-Propón un marco claro para todo aquello que genere conflicto


¿Tu adolescente no tiene problemas para dejar las pantallas? Entonces quizá no necesitéis una
normativa detallada al respecto. Pero si los tiene, o si le cuesta ir a la cama a la hora, o sentarse a
hacer las tareas escolares, entonces lo mejor es hablarlo y llegar a un acuerdo.

4-Establece límites con los que estés a gusto


Se habla poco de la necesidad de que los padres y madres se sientan a gusto cuando van cediendo
parcelas de poder a sus adolescentes. Y, sin embargo, esto es muy importante para que la familia
funcione bien: hay que ir dejándoles las riendas, sí, pero buscando el bien común, lo que incluye
que los adultos se sientan bien.
Cómo establecer normas y límites a tu adolescente
Sabiendo, por tanto, que para cada familia serán diferentes, vamos a dar algunas orientaciones sobre
cómo establecer límites y normas para adolescentes, de forma no autoritaria. Las consideraciones
generales son:

*Que los límites sean pocos e importantes


Puesto que con los límites no va a haber posibilidad de negociación, lo mejor es que sean pocos. Así
se entiende mejor su importancia, y es más fácil respetarlos.

*Normas y límites en la adolescencia


Pon límites claros y concisos
Negocia las normas desde la calma
En un enfado nunca es el momento de ponerse a hablar sobre nada. Si hay discusiones repetidas por
una norma, quizá haya que reconsiderarla, pero esperando siempre un momento más tranquilo,
porque solo se puede negociar desde la calma.

*Sé clara
En educación, la claridad es fundamental. Enunciar un límite o norma de forma clara transmite
exactamente la expectativa y, por tanto, aumenta la posibilidad de que se siga.

*Sé consistente
Esto funciona en dos sentidos: por una parte tiene que haber consistencia, coherencia, entre los
límites y las normas; por otra, hay que aplicarlos siempre. Si un día hacemos la vista gorda y al día
siguiente exigimos el cumplimiento de una misma norma, no estamos siendo consistentes ni
transmitiendo el mensaje de que las normas hay que cumplirlas.

*Repítelos sin enfadarte hasta que los integren


Esta es probablemente la parte más difícil. Cuando negociamos una norma, tendemos a pensar que
por el hecho de haberla negociado va a ser más sencilla de aplicar, pero no siempre es así. En
ocasiones tendrás que recordar a tu hijo o hija su compromiso, de forma calmada y serena, hasta
que lo integre.

-Acepta sus emociones sin permitir determinadas conductas


Los límites son frustrantes y los adolescentes son personas emotivas, así que a veces se dan grandes
enfados como consecuencia de un límite. Ya sabes que en Adolescencia Positiva te aconsejamos
siempre permitir la emoción, pero no la expresión si esta es desajustada (si pega o lanza objetos).

Establecer buenos límites y negociar las normas es una de las mejores maneras de reducir el
conflicto con tu hijo adolescente.

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