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Aunque a veces se confunden, decíamos, los límites y las normas no son lo mismo.
Los límites, como su nombre indica, son las líneas rojas que no se deben cruzar. Se refieren a
aquello que compromete la seguridad, especialmente la física, tanto de nuestros hijos como de las
personas que los rodean. Aquí hay poco margen: es trabajo del adulto decidir cuáles son los límites.
Las normas, por su parte, son herramientas que ayudan al cumplimiento de los límites. Debe haber
coherencia entre límites y normas, pero las normas pueden (y deben) pactarse, negociarse, incluso
en ocasiones no es muy grave que se las salten.
En los límites, sin embargo, no hay posibilidad de margen: han de seguirse. Por eso es muy
importante que sean pocos, para que resulte más sencillo seguirlos.
Y con respecto a las normas, dependerá del carácter y el grado de madurez de tu adolescente. Hay
adolescentes que necesitan pocas, y está bien, porque se organizan de modo muy autónomo. Otros
necesitan más, y es normal. Lo importante es el cómo se establezcan y no olvidar que lo mejor es
ser flexible.
Y es que, aunque es común creer que límites y normas coartan la libertad de los jóvenes, si se
comunican desde el respeto y con flexibilidad, lo que hacen es proporcionar un marco de libertad.
Dentro de estos límites, con la ayuda de las normas, un adolescente puede ser libre.
De hecho, los psicólogos están de acuerdo en que es igual de perjudicial el no poner límites que el
poner demasiados, el educar desde el laxismo que el educar desde el autoritarismo. Al final, lo que
sucede es que los niños se pierden, no saben cómo deben comportarse, dudan.
Por eso, cuando son vistos así, podemos decir que los límites cuidan. Porque ofrecen seguridad.
Además, límites y normas enseñan a los adolescentes a tener en cuenta al otro, lo que también
ayuda a desarrollar la inteligencia emocional.
Las normas y límites son decisiones familiares, por lo que es muy difícil establecer un listado.
Pero lo que sí podemos decir es que los límites se deben relacionar con la seguridad. La seguridad
física (incluyendo alimentación y descanso) y después la seguridad afectiva y en respeto, en
general.
Pero salvo en asuntos donde hay un peligro físico inminente, las ideas de cada familia (o las
necesidades de los diferentes hijos) pueden ser muy diferentes.
*Sé clara
En educación, la claridad es fundamental. Enunciar un límite o norma de forma clara transmite
exactamente la expectativa y, por tanto, aumenta la posibilidad de que se siga.
*Sé consistente
Esto funciona en dos sentidos: por una parte tiene que haber consistencia, coherencia, entre los
límites y las normas; por otra, hay que aplicarlos siempre. Si un día hacemos la vista gorda y al día
siguiente exigimos el cumplimiento de una misma norma, no estamos siendo consistentes ni
transmitiendo el mensaje de que las normas hay que cumplirlas.
Establecer buenos límites y negociar las normas es una de las mejores maneras de reducir el
conflicto con tu hijo adolescente.