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ENRIQUE BAMBOZZI

“Escritos pedagógicos”

Entendemos a la educación como un hecho concreto, situado y significado históricamente,


cuya intencionalidad es mejorar a la persona; mejoramiento integral y no parcial
(reduccionismo). Así, lo que especifica o define a una práctica como educativa es su
intencionalidad de mejoramiento.
Por su parte, entendemos a la pedagogía como una reflexión igualmente concreta y situada
históricamente cuya intencionalidad es construir una trama argumentativa del acto de
educar. Tal reflexión opera como referente finalista posibilitando que esta práctica social se
oriente hacia aquella idea de mejoramiento.
De lo dicho se desprende que tanto la educación como la pedagogía tienen en común el
mejoramiento integral de la persona, es decir, una intencionalidad orientada hacia un estado
positivo, o lo que definimos como una intencionalidad formativa.
Frente a esta afirmación, cabe preguntarnos: ¿qué entendemos por intencionalidad formativa? Para
responder el interrogante recurrimos a la etimología latina de la palabra educación. El ex-ducere
(sacar, llevar, conducir desde dentro hacia afuera) y el educare (criar, nutrir, alimentar)
nos ubican más que en la auto-educación y la hetero-educación, en la adquisición de una
disposición permanente a mejorar. Por lo tanto, formar es elevar o mejorar lo
específicamente humano, no en términos de posesión estática y acabada, sino en el
sentido de actitud permanente a formarse.
Se presenta, aquí, en escena, la categoría formación a la que definimos como sinónimo de
educación, en el sentido de educación integral. Por lo expuesto, educar supone formar
integralmente a la persona y hacer pedagogía o reflexionar pedagógicamente, establecer
una reflexión sobre las condiciones de posibilidad de una formación integral de la
persona. En este punto, la idea de formación es considerada una categoría clave, central en la
pedagogía.
Con lo expuesto, reservamos los términos educación, pedagogía y formación en vinculación con la
intencionalidad o mejoramiento positivo de la persona. La definición de tales términos desde la
idea de mejoramiento supone observar que la especificidad educativa o pedagógica está dada por
la noción antropológica de persona que definimos desde tres atributos esenciales: libertad, razón y
lenguaje.
El mejoramiento es integral si promueve en la persona el desarrollo de la libertad, es decir, de la
capacidad de optar, de responsabilizarse de su existencia; el desarrollo de la razón, de la
capacidad de discernir entre ideas de mejoramiento e ideas de deshumanización; y el desarrollo
del lenguaje como desarrollo de la capacidad de comunicación de las, ideas y de generación de
ámbitos.
En este sentido, definimos a la educación y a la pedagogía como tareas antropológicas; y,
a su vez, afirmamos que no cualquier antropología sustenta una pedagogía o una
educación.

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Retomando lo anterior, propuesto desde las ciencias humanas…

A ESTA LIBERTAD, RAZÓN Y LENGUAJE, LE SUMAMOS OTRO RASGO FUNDAMENTAL PARA


NUESTRO TEMA: EL SER HUMANO ES UN SER ABIERTO AL MUNDO, A LOS DEMÁS Y A
DIOS. EL SER HUMANO ES CAPAZ DE DIOS.
POR TAL MOTIVO, UN VERDADERO MEJORAMIENTO DE LA PERSONA DEBE CONTEMPLAR
E INCLUIR SU DIMENSIÓN TRASCENDENTE, SU RELIGIOSIDAD…

En los primeros siglos del cristianismo, los Padres de la Iglesia desarrollaron el concepto bíblico de
Dios como supremo salvador-educador de la humanidad.
 Ireneo de Lyon (130-202) concibe las relaciones entre Dios y el ser humano como
relaciones esencialmente educativas. Afirma que la persona humana es un ser perfectible y
que Dios con su pedagogía lo ayuda en ese camino de perfeccionamiento.

1
 Clemente de Alejandría (150-215) llama a Cristo "pedagogo" y "educador supremo del
género humano"
 Orígenes (185-254), por su parte, se refiere a Jesús como maestro supremo del hombre, y
habla también de la pedagogía de Dios en la historia humana.
¿Qué queremos decir con la expresión "pedagogía divina"?
 Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento nos hablan de la progresiva manifestación
histórica de Dios, de sus acciones liberadoras, de sus actitudes hacia el pueblo y hacia las
personas. Todo ello es un lenguaje que nos ayuda a descubrir que Dios quiso revelarse
al ser humano para comunicarse a Sí mismo, para admitirlo a la comunión y
hacerlo partícipe de su naturaleza divina.
 La revelación de Dios está unida a la forma como Él mismo se revela. Dios descubre su
misterio y su proyecto salvador con un modo particular, con un estilo y unos
comportamientos únicos. La pedagogía divina es, precisamente, la forma concreta en que
Dios se ha revelado a la humanidad.

La pedagogía divina es aquella forma histórica que Dios ha seguido en la historia de la


salvación para darse a conocer, manifestar su proyecto liberador y llegar al encuentro
con la humanidad.

Esta pedagogía de Dios, el estilo de educar que Dios tiene, habrá de ser siempre
punto de referencia y objeto de un mayor conocimiento para cualquier tipo de educación,
no sólo la educación en la fe. Es un modo de enseñar y de «formar al hombre desde dentro»,
centrado en la grandeza de ser imagen y semejanza de Dios. La aportación de la pedagogía de
Dios a la educación y a las Ciencias de la Educación resulta siempre muy importante, pero más
ahora que se está en «una sociedad en la que más que productos necesitamos fuerzas desde
lo interior, libertad creadora, impulsos esperanzados hacia el futuro, confianza para obrar y,
sobre todo, para ser».
La pedagogía de Dios se hace presente en la historia de la salvación, allí donde se
entremezclan la acción de Dios y la reacción del hombre, la llamada de Dios y la respuesta del
hombre, una fundante relación entre Dios y el hombre. Esa relación educativa se manifiesta con un
estilo, y conviene no olvidar la fuerza expresiva del término «estilo».
El estilo no se refiere al contenido, fondo o esencia de un arte, sino a la manera,
modo o forma de obrar y expresarse.
Ese tono vital, ese estilo, es sin lugar a duda «un acto creativo, que requiere el uso efectivo de
la propia personalidad como instrumento... Ello exige cualidades (fe, apertura, de hacer visible su
mismidad. La persona debe desear revelarse a sí misma y permitir a los demás que le vean tal
como es, que sepan lo que piensa, lo que cree y por lo que se mueve». La pedagogía de Dios es un
«estilo pedagógico», un «tono educativo vital», como el que acabamos de describir, especialmente
original. Cabe preguntarse: ¿en qué consiste ese estilo?, ¿qué supone esta pedagogía divina?
Es especialmente significativa a este respecto la afirmación de la Conferencia Episcopal
Española en dos de sus más importantes documentos catequéticos: «esta pedagogía divina está
configurada por su admirable condescendencia (synkatabasis)». Por tanto, la «condescendencia»
será lo que vertebra toda la pedagogía de Dios, como rasgo característico o, mejor, como estilo
pedagógico

SIGNIFICADO DEL TÉRMINO «CONDESCENDENCIA DIVINA»

El significado etimológico de condescendencia expresa el acto de descender juntos (con)


o al mismo tiempo. También, si el que desciende es una sola persona, el peso del sentido se
centra en el lugar o persona hacia la que se desciende, y así aparece clara la idea de «ayuda,
bajada para unirse a otro y socorrerlo». Significa, por último, «bajar a un nivel inferior» o
«adaptarse a la capacidad de otro».
La condescendencia divina es la expresión del amor inefable de Dios y de su deseo de
adaptarse a la naturaleza humana. Una «adaptación» a la condición del hombre como ser histórico,
porque Dios asume esa historicidad. Supone un empeño por parte de Dios, porque solamente en
un esfuerzo de bajar, de condescender, puede Dios dirigirse a nosotros en palabras humanas. Es la
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condescendencia en el lenguaje la que posibilita la comunicación, la relación y la intimidad.
La condescendencia divina no consiste en bajar con otro, como si éste estuviera arriba con el
primero, sino que es bajar para estar con otro, para ponerse a su alcance y entablar un diálogo
gratuito y cariñoso donde la palabra tiene un protagonismo especial. Dios desvela su intimidad y se
nos abre usando nuestro propio lenguaje humano.
Pero la condescendencia divina no se agota en el lenguaje, sino que empapa todos los
momentos, actitudes y detalles en la relación de Dios con el hombre, desde la creación misma.
Esta condescendencia la toma Dios tan totalmente en serio, que crea al hombre «a su imagen,
semejante a él».

PEDAGOGÍA DE DIOS. PEDAGOGÍA CATEQUÉTICA


NDC
https://www.mercaba.org/Catequetica/P/pedagogia_de_dios.htm

La catequesis es fundamentalmente una pedagogía, pero no una pedagogía genérica, sin apellidos,
sino una pedagogía para la educación de la fe. Esta pedagogía se fundamenta, por una parte, en la
doctrina de la Iglesia y sus fuentes, tales como la Escritura, la tradición viva, el magisterio, la
liturgia y el testimonio del obrar cristiano. Y, por otra parte, deberá ser una auténtica pedagogía,
fundamentándose sobre la base de las ciencias humanas del comportamiento y sobre la
antropología, y haciendo uso de teorías pedagógicas válidas y puestas al día. Sin olvidar nunca que
sus metas educativas deberán proyectarse en función de la finalidad superior, que es la perfección
o santidad cristiana, a la cual se llega sólo a través de una auténtica maduración humana.
Desde un punto de vista amplio, la pedagogía es la disciplina que se ocupa de la educación.
Una disciplina que reorganiza y sistematiza todos los saberes que proceden de las ciencias
humanas sobre la educación, con el fin de ponerlos en marcha y orientarlos en función de la
intervención educativa.
Muy significativa es la definición de pedagogía a partir de su estudio etimológico. Su origen está
en dos palabras griegas, paidós y agogía, que significan respectivamente niño y conducción, y
equivale por tanto a conducción del niño. El pedagogo (paidagogos), en sus orígenes, era el
esclavo o liberto que cuidaba a los niños y los acompañaba a la escuela, a la presencia del
maestro, y más tarde el encargado de la educación de los jóvenes aristocráticos. Poco a poco el
término pasó a indicar, en sentido figurado, la actividad misma de la educación. Actualmente este
significado a partir de su etimología está completamente abandonado. Se ha superado la referencia
exclusiva al niño, ya que todas las etapas de la vida son susceptibles de educación.
No obstante, la catequesis puede incorporar esta acepción más antigua del término
pedagogía, hasta el punto de que resulta muy sugerente establecer una analogía,
tomando las distancias oportunas, entre la función del pedagogo primitivo y la función
actual del catequista y de la comunidad. Aquel tenía el encargo de acompañar al niño desde su
casa hasta el encuentro con el maestro, para luego desaparecer. El catequista, que es agente
directo del acto catequético y actuante en nombre de la comunidad cristiana, tiene la función de
acompañar por un camino de fe que lleve al catequizando hasta su verdadero Maestro, para
desaparecer en el momento oportuno y dejar que el encuentro se realice en el terreno de la fe.
Porque catequizar es conducir a uno a escrutar el misterio de Cristo hasta que establezca con él
una auténtica comunión, capaz de conducirlo al amor del Padre en el Espíritu (cf CT 5). «En la
escuela de Jesús Maestro, el catequista une estrechamente su acción de persona responsable con
la acción misteriosa de la gracia de Dios»

La pedagogía catequética

Hablar de pedagogía catequética no es hablar de uno de tantos elementos que forman parte de
esta acción fundamental de la Iglesia que es la catequesis, sino de la esencia misma de la
catequesis. Porque catequesis es pedagogía. La catequesis no es sólo método, pero tampoco es
solamente contenido; no se identifica exclusivamente con la Biblia ni con la tradición ni con el
magisterio. La catequesis tampoco mira unilateralmente al hombre, al creyente, al catecúmeno. La
catequesis es la pedagogía necesaria para que el mensaje de la Revelación, conocido y
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transmitido por la tradición de la Iglesia llegue al hombre y sea para él fuente de
salvación.
De alguna manera la expresión «educación de la fe» resume el paso del catecismo a la catequesis,
de la tradicional instrucción religiosa a una acción catequética más atenta al contenido existencial
del mensaje cristiano y de la correspondiente respuesta del creyente. Dicha expresión debe
entenderse correctamente desde el momento en que no es posible influir desde el exterior en una
realidad tan indisponible como es la fe, que teológicamente remite a la gratuidad del don divino y a
lo imprevisible de la respuesta humana libre.

El misterio de la encarnación nos ha recordado que la palabra de Dios asume una


visibilidad humana para hacerse conocer, para volverse cercana y accesible al hombre
con vistas a la fe. Aunque queda excluida cualquier forma de intervención directa sobre la fe
misma, es posible hablar de educación de la fe en referencia a las mediaciones humanas
que pueden facilitar, ayudar y apartar obstáculos en el proceso de maduración religiosa.
La catequesis, siendo pedagogía en acto de la fe, «no confunde la acción salvífica de
Dios, que es pura gracia, con la acción pedagógica del hombre, pero tampoco las
contrapone y separa»

La Catequesis de la comunidad concibe la educación de la fe como una vasta tarea que


abarca prácticamente todo lo que hace la Iglesia. «La Iglesia educa en la fe no sólo por su
predicación y catequesis, sino también por sus celebraciones litúrgicas, por la acción caritativa y el
testimonio de sus miembros e incluso por su misma configuración. Todo su ser y su vivir tiene una
dimensión educativa» (CC 57).
Así entendida, esta acción tomaría múltiples formas, desarrollándose en ámbitos y cauces muy
diversos, «por ejemplo, mediante la predicación, la homilía, la enseñanza religiosa escolar, la
educación cristiana en la familia, la educación escolar de inspiración cristiana, la formación dentro
de los movimientos apostólicos, el anuncio del mensaje a través de los medios de comunicación, la
enseñanza de la teología, los ejercicios espirituales, retiros, cursillos y jornadas de reflexión» (CC
58

Esta distinción, lejos de querer limitar el significado del término catequesis, debe ayudar a
considerarla desde el punto de vista de la intencionalidad y la sistematicidad, para así poder
construir a su alrededor una estructura pedagógica y dotarla de una adecuada tecnología didáctica,
que sería un tanto dispersa si debiera tener presentes todos los momentos de catequesis ocasional,
su carácter permanente, o la dimensión catequética de múltiples acciones de la pastoral de la
Iglesia. La intencionalidad quiere subrayar el hecho de que el proceso catequético debe tender a
las finalidades educativas y de maduración de la fe clara y conscientemente buscadas, organizando
un itinerario sobre la base de determinados objetivos a alcanzar. La sistematicidad supone la
pretensión de hacerlo de manera ordenada y guiada. Indica que no se confía el aprendizaje
solamente a los ritmos y a los tiempos de la vida familiar, eclesial y social, sino a unos planes y
secuencias organizadas con vistas a adquirir conocimientos, habilidades y actitudes precisas.

Toda pedagogía que pretenda ser eficaz ha de basarse en el conocimiento de:


 La persona que se va a educar.
 La materia que se va a transmitir.
 El estilo de vida para el que se quiere educar.

La pedagogía divina tiene unas características propias que están consignadas en la Biblia. En las
siguientes páginas veremos esas características o rasgos, explicando la pedagogía de Dios Padre
en el Antiguo Testamento, la cual es continuada por Jesucristo, el catequista del Reino.

1. UNA PEDAGOGÍA DEL DON


"Quiso Dios en su bondad y sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su
voluntad" (CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación, n. 2).
La Revelación es gracia de Dios. Movido por su bondad, Dios toma la iniciativa de revelarse
al ser humano y de salir a su encuentro. Él es quien se acerca a la persona humana para
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comunicarse a Sí mismo, para invitarla a participar de su vida y para ofrecerle la
salvación como un don de su gracia y amor misericordioso. En la historia de la salvación, el
primer paso siempre lo da Dios. Él, por su amor gratuito, toma la iniciativa de crear el mundo, de
crear a los seres humanos, de elegir a Israel como pueblo de Dios, y de elegir a sus mediadores,
como Abraham, Moisés y los profetas. No es el ser humano el que descubre a Dios, sino que es
Dios el que se manifiesta cuando quiere, a quien quiere y como Él quiere.

2. UNA PEDAGOGÍA DE DIÁLOGO Y ENCUENTRO


“El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como un hombre habla con su amigo" (Ex 33,11).
La Revelación es la historia de un encuentro y un diálogo progresivo entre Dios y el ser
humano. Al revelarse, Dios habla a las personas como un amigo. Conversa con Adán y Eva, con
Abraham y los patriarcas, con Moisés, los profetas y los reyes. De esta manera, Dios abre el
camino del diálogo, favoreciendo el encuentro interpersonal. Al dialogar con los hombres y
mujeres, Dios los interpela para que libremente entren en amistad con él, compartan su
vida y se abran a la salvación liberadora que les ofrece.

3. UNA PEDAGOGÍA DE LA HISTORICIDAD


"Así dice el Señor, Dios de Israel: ...Yo tomé a su antepasado Abraham de Mesopotamia y le hice
recorrer toda la tierra de Canaán... Envié después a Moisés y a Aarón, y castigué a Egipto
realizando prodigios. Después los saqué de allí... Los introduje en la tierra de los amorreos, que
viven al otro lado del Jordán" (Jos 24, 2-8).
Dios se manifiesta y actúa en la historia. No se revela desde lo alto del cielo, sino desde
lo más profundo del acontecer histórico, ya que se hace presente en la vida de su pueblo
y les habla desde sus propios acontecimientos. El gran descubrimiento de Israel es que Dios
se manifestó en su propia historia: en la salida de Egipto, en la peregrinación por el desierto, en la
alianza del Sinaí, en la conquista de la tierra prometida, en el destierro a Babilonia y en la
restauración del pueblo después del exilio. En esos acontecimientos, los israelitas conocieron
quién es Dios y cómo actúa con su pueblo. Dios se muestra cercano a su pueblo . Es un
Dios que "ve" la aflicción de su gente, "escucha” sus gritos y "baja" para liberarlo.
"El Señor siguió diciendo: ¡He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le
arrancan sus opresores y conozco sus angustias! Voy a bajar para librarlo del poder de los
egipcios" (Ex 3, 7-8).
El Dios cercano a su pueblo se adapta a las personas y, por eso, en su actuar liberador
siempre parte de la situación concreta en que viven las personas.

4. UNA PEDAGOGÍA DE LOS SIGNOS


Para comunicarse y hacerse entender por el ser humano, Dios recurre al lenguaje de los
signos, que es el lenguaje que usan las personas para comunicarse entre sí. Los signos de Dios
son tanto sus palabras como sus obras:
• Dios se revela en su palabra. Dios ha hablado a la humanidad. Éste es el hecho más
atestiguado en las páginas de la Biblia. Los profetas en varias ocasiones dicen: "Así habla el
Señor"; "Esto dice el Señor"; "Escuchen la palabra del Señor". Dios no es un ser mudo, sino un
Dios que se revela por su palabra. A través de ella, Él se hace presente entre los hombres y
manifiesta su vida y sus proyectos salvadores.
• Dios se revela en sus obras. Los acontecimientos que marcaron la historia de Israel son
los grandes signos de Dios. La liberación de la esclavitud de Egipto es el signo más grande de
la actuación liberadora de Dios en el Antiguo Testamento. Ahí Dios revela su nombre y se
manifiesta como el defensor de los débiles y oprimidos.
• Las palabras hacen y los hechos hablan. Hay una relación profunda entre las obras y las
palabras. Las obras que Dios realiza en la historia de la salvación confirman sus palabras; a su
vez, las palabras proclaman e iluminan los acontecimientos salvadores.
Dios, por lo tanto, habla mediante signos. Son signos que sus interlocutores comprenden
con claridad y son signos creíbles porque realizan lo que anuncian.

5. UNA PEDAGOGÍA LIBERADORA


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Dios se define como el gran liberador de su pueblo: "Yo soy el Señor tu Dios: yo te saqué de
Egipto, de aquel lugar de esclavitud" (Dt 5,6).
El Dios de Israel es el Dios de la libertad, el Dios del éxodo. La liberación de los hijos de Israel de
la esclavitud de Egipto es la experiencia de liberación más profunda y recordada por la nación
israelita y el modelo referencial de las intervenciones liberadoras de Dios en la historia. Los
primeros 20 capítulos del libro del Éxodo presentan los momentos y pasos fundamentales de esa
acción liberadora de Dios:
• Dios parte de una situación concreta: la opresión de su pueblo. "El Señor siguió diciendo:
¡He visto la opresión de mi pueblo en Egipto!" (Ex 3,7).
• La acción salvadora de Dios comienza con un llamado a la libertad: "Voy a bajar para
librarlo del poder de los egipcios" (Ex 3, 8). La liberación es el proyecto de Dios para su
pueblo.
• La libertad exige un éxodo (salir del país de la esclavitud) y un camino liberador
(atravesar el desierto). El camino a la libertad es un camino largo, difícil, lleno de
dificultades y frecuentemente amenazado por las divisiones, el cansancio y los deseos de
volver atrás. En ese camino, Dios se hizo presente, llamó a la conversión, fortaleció los
ánimos y reavivó la esperanza de la libertad. En la travesía del desierto, Dios fue educando
pacientemente a su pueblo para la libertad.
• La acción educativa de Dios tiene una meta: la tierra de la libertad. Dios conduce a su
pueblo hacia la tierra nueva, la tierra de la abundancia y de la felicidad: "Lo sacaré de este
país y lo llevaré a una tierra nueva y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel" (Ex 3,8).

6. UNA PEDAGOGÍA PERSONALIZANTE Y COMUNITARIA


"El Señor dijo a Abrán: Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que
yo te indicaré. Yo haré de ti un gran pueblo..." (Gn 12, 1-3).
"Ésta es la alianza que hago contigo: tú llegarás a ser padre de una muchedumbre de pueblos.
No te llamarás ya Abrán, sino que tu nombre será Abraham, porque yo te hago padre de una
muchedumbre de pueblos" (Gn 17, 4-5).
En los textos citados, Dios se dirige a una persona concreta (Abraham) y le pide que deje
su casa, a sus parientes y su tierra. Pero Dios se dirige a él pensando siempre en un
pueblo (el pueblo de Dios). Así como Dios se dirige a Abraham como padre del pueblo elegido,
así también se dirige a Moisés como caudillo de Israel y a los profetas como mensajeros de su
palabra ante el pueblo. Por una parte, Dios se acerca a cada persona en su individualidad
concreta, apelando a lo mejor que hay en ella, confiando en sus capacidades
humanas, liberándola de los vínculos del mal y acompañándola en su camino
progresivo hacia su realización plena. Cada persona es amada y respetada
personalmente por Dios.
Y, por otra parte, Dios forma un pueblo como heredero y garante de las promesas de la
salvación, de tal manera que el encuentro y la comunión con Él se realizan siempre
por la mediación de una comunidad de creyentes. Dios, por lo tanto, ofrece la salvación a
los hombres y las mujeres a través de un pueblo.
En la Sagrada Escritura, el individuo y la comunidad son dos realidades estrechamente unidas:
• Dios se dirige a cada una de las personas; pero lo hace a través de una comunidad de
creyentes.
• Y Dios elige y educa a su pueblo, favoreciendo el camino personalizado de cada uno de sus
integrantes.

7. UNA PEDAGOGÍA DE SOLIDARIDAD CON LOS POBRES


“El Señor hace justicia y defiende a los oprimidos" (Sal 103,6). "Por la opresión de los
humildes, por el grito de los pobres, ahora me levanto yo -dice el Señor-, y daré la salvación a
quien la ansia" (Sal 12,6).
Dios siempre actúa a favor de los débiles y en contra de los opresores. El Dios de Israel
es el Dios que defiende y ama a los pobres. Es el Dios que hace justicia al oprimido, da pan a
los hambrientos, levanta a los humillados, protege a los indefensos (viudas, huérfanos,
extranjeros) y libera de la opresión10.

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• El grito de los pobres es escuchado por el Señor: "Cuando el humilde invoca al Señor, Él lo
escucha y lo salva de todas sus angustias" (Sal 34,7).
• Dios defiende la causa de los pobres: "No despojes al pobre, por ser pobre, ni oprimas al
desprotegido en el tribunal, porque el Señor defiende su causa y quitará la vida a los que lo
hayan despojado" (Prov 22,22-23).
• Por eso, el que oprime al pobre, ofende a Dios y se atrae los castigos divinos. En cambio, el
que tiene compasión con los humildes honra a Dios.
• Dios salva a los pobres que se dirigen a Él, los levanta de su miseria y los pone a su derecha.
La pedagogía de Dios es una pedagogía de ternura y debilidad por los pobres y marginados.

8. UNA PEDAGOGÍA GRADUAL Y PROGRESIVA


Dios se da a conocer a su pueblo en el caminar lento de unas etapas históricas
concretas: creación, elección de Israel (Abraham), liberación de Egipto, alianza en el Sinaí,
conquista de la tierra prometida, monarquía, etc. A través de esas etapas salvíficas, Dios
va educando y preparando a su pueblo para acoger y profundizar la revelación que
hace de Sí mismo. Dios, por consiguiente, se revela de una manera gradual y progresiva,
llevando paso a paso a las personas y a su pueblo a un encuentro más profundo con Él. En
su sabia pedagogía se muestra paciente. No tiene prisas. Respeta el caminar de la gente y el
ritmo de su pueblo. Sabe esperar la hora que a cada uno se le ha dado para creer, sin
desesperarse ni presionar o violentar a nadie.

9. UNA PEDAGOGÍA QUE INTEGRA LA MEDIACIÓN HUMANA


Dios no actúa solo. Elige a determinadas personas para hablarle al pueblo y para
realizar sus planes salvadores.
• elige a Abraham para formar un pueblo;
• elige a Moisés para liberar a su pueblo oprimido y conducirlo a las puertas de la tierra
prometida; • elige a los profetas para hablar a su gente;
• elige a los reyes como intermediarios entre Él y su pueblo.

La mayoría de las personas elegidas son mediadores entre Dios y el pueblo. Tal es el caso
de Moisés, quien se convierte en mensajero de la palabra de Dios y portador de la respuesta
del pueblo: "Moisés subió al encuentro de Dios, y el Señor lo llamó desde la montaña y le
dijo: ... Así dirás a los hijos de Israel: ...Si me obedecen fielmente y guardan mi alianza,
ustedes serán el pueblo de mi propiedad entre todos los pueblos... Cuando Moisés regresó de la
montaña, llamó a los ancianos del pueblo y les comunicó todo lo que el Señor le había
ordenado. Y todo el pueblo a una respondió: Nosotros haremos todo lo que el Señor ha dicho.
Moisés transmitió al Señor las palabras del pueblo” (Ex 19, 3-8).

10.UNA PEDAGOGÍA ENÉRGICA


Ante la desobediencia y la infidelidad, Dios actúa con energía. Dios, por lo tanto, no es un
"bonachón” ni un "consentidor". Es un Dios que castiga y corrige. Un Dios que exige la
conversión de corazón y la práctica de los mandamientos.
• Dios exige el cumplimiento de sus preceptos: "Hoy te manda el Señor tu Dios poner en
práctica estas leyes y preceptos. Obsérvalos y cúmplelos con todo tu corazón y con toda tu
alma'' (Dt 26,16).
• Dios castiga a los que no cumplen sus mandamientos: "No han observado mis
mandamientos ni cumplido mis órdenes, sino que han imitado las costumbres de las naciones
paganas que los rodean. Por eso, así dice el Señor: También yo me pongo en tu contra y te voy
a castigar ante todas las naciones paganas" (Ez 5, 7-8). Aunque los castigos no son un
elemento prioritario en la pedagogía divina, sin embargo, están presentes y tienen una
finalidad educativa, ya que están orientados a que las personas reconozcan sus
pecados y se conviertan al Señor.
• Las correcciones de Dios también son educativas. Y Dios corrige porque ama: "Hijo mío,
no rechaces la instrucción del Señor ni te enojes por su corrección, pues el Señor corrige a
quien ama" (Prov 3,11-12).
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• Dios pide una conversión verdadera: "Conviértanse a mí de todo corazón, con ayunos,
lágrimas y llantos. Desgarren su corazón, no sus vestiduras" (Jl 2, 12,13).
• Dios exige obras de justicia y de amor: "Ya se te ha dicho, hombre, lo que es bueno y lo que
el Señor te exige: tan sólo que practiques la justicia, que sepas amar y te portes humildemente
con tu Dios" (Miq 6,8).

11.UNA PEDAGOGÍA DE AMOR


"Fui yo quien enseñé a andar a Efraín, y lo tomé en mis brazos... Con cuerdas de ternura, con
lazos de amor, los atraía; fui para ellos como quien levanta un niño hasta sus mejillas o se
inclina hasta él para darle de comer" (Os 11,3-4).
El amor es el alma de la pedagogía divina. Toda la acción salvadora de Dios está
caracterizada por el amor
• Por amor, Dios crea al mundo y al ser humano.
• Dios ama al hombre y a la mujer, creados a su imagen y semejanza. Incluso cuando Adán y
Eva desobedecen la voluntad divina, Dios no deja de amarlos y los levanta de su caída, porque
es un Padre amoroso.
• Por amor, Dios se manifiesta al ser humano para comunicarse a Sí mismo y hacerlo partícipe
de su naturaleza divina.
• Por amor, Dios elige al pueblo de Israel: "El Señor se fijó en ustedes y los eligió, no porque
fueran más numerosos que los demás pueblos, pues son el más pequeño de todos, sino por el
amor que les tiene" (Dt 7,7-8).
• Dios manifiesta su amor en la historia de Israel. Por eso, el salmista canta con alegría el amor
del Señor a su pueblo: "Cantaré eternamente el amor del Señor, anunciaré por siempre tu
fidelidad, proclamaré: 'tu amor está consolidado para siempre, tu fidelidad está firme en los
cielos'" (Sal 89,2-3).

El amor de Dios es un amor educativo que se hace acogida, escucha, comprensión,


bondad, generosidad, misericordia y perdón. El amor de Dios es un amor que
humaniza, dignifica y promueve; un amor que convoca y forma comunidad; un amor
que se expresa en ternura y servicio; un amor que corrige, cuando es necesario; una
amor que libera y salva.

LA PEDAGOGÍA DE JESÚS, EL SEÑOR

La vida entera de Jesucristo es un libro abierto de pedagogía divina: su presencia, su predicación,


su actuación, sus milagros, sus gestos y sus actitudes, expresan la rica y variada pedagogía del
Maestro del Reino.
Jesús, Catequista del Reino, continúa la pedagogía manifestada por Dios Padre en el antiguo
Testamento. Entre otros rasgos, su pedagogía se caracteriza por ser:
• Una pedagogía centrada en el anuncio y realización del reinado de Dios.
• Una pedagogía encarnada.
• Una pedagogía experiencial.
• Una pedagogía comunitaria.
• Una pedagogía orientada a la realización plena de las personas.
• Una pedagogía de solidaridad con los pobres y débiles.
• Una pedagogía de denuncia profética.
• Una pedagogía liberadora.
• Una pedagogía enérgica que genera hombres y mujeres nuevos.
• Una pedagogía realizada con la fuerza del Espíritu.
• Una pedagogía de fidelidad al Padre.
• Una pedagogía de amor.

Presentaremos algunos de estos rasgos…

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UNA PEDAGOGÍA CON HORIZONTE: EL REINO DE DIOS

El proyecto de Jesús

Los verdaderos educadores tienen un proyecto pedagógico que inspira sus actividades educativas
y, por consiguiente, saben bien qué es lo que quieren alcanzar y hada dónde van. Jesucristo,
educador por excelencia, tenía muy claramente definido su proyecto evangelizador: anunciar y
hacer presente, mediante signos históricos, el Reino de Dios.
Todos los especialistas del Nuevo Testamento afirman que el Reino de Dios fue el centro de la
predicación y de la misión de Jesús de Nazaret. Por el Reino, Jesucristo vive y se desvive. La causa
que da sentido y unidad a su vida es, precisamente, anunciar el mensaje del Reino y hacerlo
presente en la vida de las personas y en el corazón de la sociedad.
El Reino de Dios es, por lo tanto, la misión principal de Jesús, el centro y motor de su existencia,
su objetivo último, su proyecto vital, su ideal máximo. A la causa del Reino le dedica toda su vida,
todo su tiempo, todas sus actividades y todas sus energías. Jesucristo hace presente el Reino de
Dios con sus palabras y con sus obras

El Reino de Dios como plenitud de vida

La palabra "Reino" no tiene un sentido territorial. Cuando Jesús habla del Reino, no se refiere a un
lugar o a un reino político. Este término, en labios de Jesucristo, tiene un sentido dinámico: es la
soberanía de Dios ejerciéndose en acto, o sea, es la transformación de la realidad histórica según
la voluntad de Dios.
El Reino de Dios es la actuación decidida de Dios para hacer presente en la sociedad la justicia a
los pobres y para que reine en ella la fraternidad, la igualdad, la solidaridad y la paz. El Reino de
Dios, por lo tanto, es el reinado de Dios en acto. De ahí que la traducción más adecuada no sea la
palabra "Reino", sino "reinado de Dios".
Con otras palabras, podemos decir que el Reino de Dios equivale a la plenitud de vida que
Jesucristo ofrece a cada persona y a la humanidad entera. Él mismo lo ha dicho: “Yo he venido
para que tengan la vida y la tengan en plenitud" (Jn 10,10).
El Reino de Dios es una plenitud de vida que abarca todas las dimensiones de la existencia
humana:
• los aspectos materiales (alimentación, salud...) y espirituales (perdón de los pecados, comunión
con Dios...);
• la dimensión individual (realización de la persona) y social (construcción de una sociedad más
justa y fraterna);
• lo presente (se realiza "hoy y aquí") y lo futuro (llegará a su plenitud al final de los tiempos).

UNA PEDAGOGÍA ENCARNADA

Jesús, el hijo de Dios, asume la condición humana. La palabra Encarnación es una expresión
teológica que se deriva del Evangelio de Juan, capítulo uno, versículo 14: "y la palabra se hizo
carne y habitó entre nosotros". Así, Jesús, el hijo de Dios, asume la naturaleza humana para
salvarnos.
La encarnación nos dice que el hijo de Dios, sin dejar de ser Dios, se hace hombre concreto,
situado en el tiempo y en el espacio, enraizado en una cultura determinada. Dios, el Jesús de
Nazaret, asume un rostro humano y entra en la historia de la humanidad, dando significado a la
vida humana.
Dios ha querido ser hombre con todas sus consecuencias. La encarnación no ha sido un teatro bien
montado ni un paseo de Dios por el mundo, vestido con ropaje humano. Dios no quiso "jugar a ser
hombre". Por eso, Jesús experimenta personalmente lo que significa hacerse hombre a lo largo de
la vida.
Jesús conoce la vida de su pueblo y aprende los elementos esenciales de la fe judía en el hogar de
Nazaret y a la escuela de la sinagoga, pero, sobre todo, aprende en la escuela de la vida, de las
cosas que observa y de las personas que lo rodean.

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Jesús es un hombre cercano a su gente a su pueblo, vive en medio de ellos, comparte
profundamente la vida de su gente, se acerca a las personas y a su realidad, se muestra atento a
sus vidas, comprensivo y solidario. Comparte con su familia y con sus paisanos los momentos de
oración en la sinagoga, comparte también las costumbres y fiestas religiosas de su pueblo. Por
medio de su trabajo artesanal, convive con todos aquellos que, como él, sacaban de su oficio lo
justo para vivir. Es decir, durante todo el tiempo que vive en Nazaret, Jesús no se presenta como
un ser excepcional o como un superhombre

UNA PEDAGOGÍA EXPERIENCIAL

Jesús parte siempre de situaciones concretas y de problemas reales. En su praxis evangelizadora,


parte de la vida concreta de las personas, de sus experiencias vitales, de sus necesidades,
temores, luchas y aspiraciones. Habla del Dios del Reino después de haber escuchado a sus
interlocutores. Aprovecha los hechos cotidianos para proclamar la buena nueva.
La predicación de Jesús parte de las experiencias de las prácticas cotidianas que se viven en su
pueblo, de forma tal que resultan comprensibles para todos. Sus parábolas, por ejemplo, están
basadas en escenas domésticas o campesinas, en prácticas y costumbres sociales. Por eso,
Jesucristo en su enseñanza, parte de imágenes sencillas y populares.

UNA PEDAGOGÍA COMUNITARIA

Jesús no evangeliza sólo. Forma una comunidad de discípulos, integrada por varones y mujeres,
les pide que vivan en comunidad los valores del Reino y los hace corresponsables en la misión de
anunciar y realizar el reinado de Dios.
Lo primero que hace Jesús es reunir una comunidad de discípulos, la que poco a poco, se va
convirtiendo en un grupo relativamente numeroso. Además, es un grupo heterogéneo, con
personas sencillas y ricas, varones y mujeres, lo cual es un aspecto original de Jesús ya que los
rabinos no admitían mujeres entre sus discípulos.
Entre los miembros de esa comunidad, Jesús escoge a 12 apóstoles a quienes les confía una misión
particular y unos poderes especiales. Ellos representan simbólicamente a las 12 tribus de Israel.
Posiblemente, Jesús reúne a ese mismo número de personas para dar a entender que, a partir de
Él, Dios va a formar un nuevo pueblo apoyado, como el antiguo, en doce pilares fundamentales.
A diferencia de los rabinos judíos, Jesús toma la iniciativa de llamar a los discípulos. Hay una
invitación expresa. Ellos son convocados por Jesucristo para formar una comunidad, para iniciar un
nuevo estilo de vida y para vivir dedicados a la causa del Reino.

LA PEDAGOGÍA DE JESÚS ESTÁ CENTRADA EN LA PERSONA HUMANA Y ORIENTADA A SU


REALIZACIÓN PLENA

• Jesús defiende la dignidad humana. En su enseñanza y en su práctica evangelizados, reafirma el


valor absoluto de la persona: "El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el
sábado" (Mc 2,27).
• Jesús valora a las personas en su situación concreta: A los niños en una sociedad en la que no
contaban; a las mujeres, reivindicando su igualdad ante los varones; a los leprosos, curándolos e
integrándolos a la comunidad; a los publicanos y pecadores, brindándoles una oportunidad de
cambio y vida nueva.
• Jesús valora lo mejor de cada persona. Admira la fe del centurión romano. Destaca el
agradecimiento de uno de los diez leprosos sanados. Alaba la generosidad de la viuda pobre.
Valora las ansias de verdad en Nicodemo....
• Jesús respeta a las personas. No ejerce ningún tipo de violencia ni de imposición. Respeta el
ritmo que cada uno tiene para llegar a la fe. Respeta, de manera particular, la libertad de las
personas, como en el caso del joven rico que no quiso seguirlo.
 Jesús promueve el crecimiento humano integra! de las personas. Ayuda a las personas a crecer
en dignidad y en promoción humana. Hoy se afirma que la promoción humana es un proceso a
través del cual se ayuda a los hombres y mujeres a pasar de situaciones menos humanas a
condiciones más humanas. Eso es precisamente lo que hizo Jesús. San Lucas nos narra que en una
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ocasión un leproso se arrodilló ante Jesús y le suplicó: "Señor, si quieres, puedes limpiarme" (Le 5,
12). Los leprosos en aquel tiempo eran los más marginados entre los marginados, ya que sufrían,
además del mal físico de la lepra, la condena moral de su impureza y la expulsión de la comunidad.
Jesús ve detrás de esa súplica la situación inhumana en que vive ese leproso y al curarlo no sólo le
quita la lepra, sino también la pena moral y la marginación social. El leproso, al encontrarse con
Jesús, recupera, ante todo, su dignidad humana.

Bibliografía consultada

 GONZÁLEZ RAMÍREZ, Javier. “La pedagogía de Dios. Formación del catequista”. 3era
edición. Edit. San Pablo. Año 2009. México
 PUJOL, Jaime et al. “Introducción a la pedagogía de la fe”. 1era edición. Edit. EUNSA. Año
2001. Navarra, España

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