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PEDAGOGÍA Y DIDÁCTICA

DE LA RELIGIÓN EN LA
ESCUELA

1
EL PROFESOR DE
RELIGIÓN
Pedagogía y Didáctica de la Religión en la Escuela

ÍNDICE
 INTRODUCCIÓN ................................................................................... 3
1.1. CONSTELACIÓN DE CONCEPTOS ................................................. 4
1.1.1. SOBRE EL CONCEPTO DE HOMBRE…………………………………………4
1.1.2. SOBRE EL CONCEPTO DE EDUCACIÓN……………………………………..4
1.1.2.1 CONCEPTO DE EDUCACIÓN EN ABILIO DE GREGORIO…………………5
1.1.2.2 CONCEPTOS DE EDUCACIÓN, ESCUELA Y MAESTRO EN OLEGARIO
GONZÁLEZ DE CARDEDAL……………………………………………………………..5
1.1.3. SOBRE EL CONCEPTO DE ESCUELA………………………………………..7
1.1.4. SOBRE EL CONCEPTO DE MAESTRO……………………………………….7
1.2. EL MAESTRO DE RELIGIÓN ........................................................... 9
1.2.1 EL PERFIL PROFESIONAL DEL PROFESOR DE RELIGIÓN CATÓLICA.10
1.2.2 EL PERFIL ECLESIAL …………………………………………………………...12

Unidad 1. El profesor de religión. 1


Pedagogía y Didáctica de la Religión en la Escuela

 INTRODUCCIÓN

Este es un tema dedicado a aclarar conceptos. En muchas ocasiones el diálogo


se hace muy difícil porque no se han definido y acordado los términos y
significados que se utilizan y comparten en la conversación. Para evitar esta
dificultad, en esta unidad partimos del estudio de los conceptos de hombre,
educación, escuela y maestro.

En un segundo momento se avanza en la definición de lo que es un maestro


de religión en la escuela. Para esta definición se ahonda en dos perfiles: el perfil
profesional y el perfil eclesial del maestro de religión.

Unidad 1. El profesor de religión. 3


Unidad 1

1.1. CONSTELACIÓN DE CONCEPTOS


Lo que entendemos por profesor de religión forma parte de una constelación
de conceptos que se sostienen unos a otros y se dan sentido mutuamente. Son
los conceptos de hombre, educación, escuela y maestro. Necesitamos saber el
modelo y el ideal al que nos dirigimos en el quehacer educativo. Necesitamos
conocer lo que entendemos por educar. Necesitamos comprender a la
institución educativa que produce el milagro de la educación. Y aun dando
siempre prioridad al sujeto del discípulo, no podemos olvidar que el
dinamizador de la verdadera educación es el maestro. No podemos acometer
la tarea de definir la identidad del profesor de religión sin aludir, al menos de
modo breve y sintético, a todos estos conceptos.

1.1.1. SOBRE EL CONCEPTO DE HOMBRE:


La Iglesia ve en el hombre, en cada hombre, la imagen viva de Dios mismo;
imagen que encuentra, y está llamada a descubrir cada vez más
profundamente, su plena razón de ser en el misterio de Cristo, Imagen
perfecta de Dios, Revelador de Dios al hombre y del hombre a sí mismo (…)1.

De todas las criaturas visibles sólo el hombre es "capaz de conocer y amar a


su Creador" (GS 12,3); es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado
por sí misma" (GS 24,3); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento
y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón
fundamental de su dignidad:
«¿Qué cosa, o quién, fue el motivo de que establecieras al hombre en
semejante dignidad? Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible
con el que contemplaste a tu criatura en ti mismo y te dejaste cautivar de
amor por ella; por amor lo creaste, por amor le diste un ser capaz de gustar
tu Bien eterno» (Santa Catalina de Siena, Il dialogo della Divina providenza,
13).
Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de
persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de
poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y
es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una
respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar 2.

1.1.2. SOBRE EL CONCEPTO DE EDUCACIÓN

Para hablar de estos temas prefiero ir sobre seguro y después de citar un texto
del Magisterio de la Iglesia sobre la educación, voy a dejar hablar a dos
verdaderos maestros por su experiencia y saber.

1
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 105
2
Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 356-7.

4 Unidad 1. El profesor de religión.


Pedagogía y Didáctica de la Religión en la Escuela

Todos los hombres, de cualquier raza, condición y edad, en cuanto


participantes de la dignidad de la persona, tienen el derecho inalienable de
una educación, que responda al propio fin, al propio carácter; al diferente
sexo, y que sea conforme a la cultura y a las tradiciones patrias, y, al mismo
tiempo, esté abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos a fin de
fomentar en la tierra la verdadera unidad y la paz. Mas la verdadera educación
se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y al
bien de las varias sociedades, de las que el hombre es miembro y de cuyas
responsabilidades deberá tomar parte una vez llegado a la madurez3.

1.1.2.1 CONCEPTO DE EDUCACIÓN EN ABILIO DE GREGORIO4:


Educar es la acción de influencia que ejerce alguien sobre alguien para
ayudarlo a ser el que debe ser.
Es realmente maravilloso el espectáculo que representa el empeño de
cualquier animal por la perpetuación de su especie. Todos ellos se sienten
instados (instintos) a actuar sobre aquello que procrean para conseguir que
sea plenamente lo que es. El oso mima, protege, entrena a sus oseznos para
que lleguen a ser plenamente osos en el hábitat que les corresponde. Y el
delfín a sus crías, para que sean delfines y no ranas; y las ranas a sus
renacuajos para que sean ranas y no truchas. A esto se llama crianza.
En el mismo orden de la naturaleza habría que situar la acción del hombre
protegiendo, conduciendo y entrenando al ser humano que emerge a la vida
para que llegue a ser plenamente un ser humano, persona, y no un mero
bípedo implume, o un mero homo televidens, o un mero homo faber, o… A
esto se llama educación.
Educar es, pues, la acción de influencia que ejerce alguien sobre alguien para
ayudarlo a ser lo que debe ser (el que debe ser). Para que desarrolle una
personalidad madura. Y decimos de alguien que tiene personalidad (…)
cuando se nos muestra con autonomía suficiente como para dirigir su propia
vida con singularidad y originalidad a pesar de las circunstancias. Para que
se convierta “en guía y en dueño de sí mismo”.
En último término, educar al niño o al joven es ejercer la acción de influencia
a fin de ayudarlo a “ser alguien para no ser un cualquiera”. Para ser libre5.

1.1.2.2 CONCEPTOS DE EDUCACIÓN, ESCUELA Y MAESTRO EN


OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL6

3
DECLARACIÓN GRAVISSIMUM EDUCATIONIS SOBRE LA EDUCACIÓN CRISTIANA, n. 1
4
Abilio de Gregorio es licenciado en Ciencias de la Educación y Diplomado en Orientación
Familiar. Ha ejercido la docencia en Salamanca como profesor de I.E.S. Ha escrito numerosos
libros y artículos sobre temas pedagógicos. Se dedica también a la formación de padres y
profesores.
5
Gregorio, A. (2016). 4 Miradas. Horizonte de esperanza. Burgos: Monte Carmelo. 230.
6
Olegario González de Cardedal nació en Lastras del Cano (Ávila / España) en 1934. Ordenado
sacerdote en 1959, se doctoró en Teología en Múnich en 1964. Ha desarrollado su labor
docente como profesor de Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Fue miembro
de la Comisión Teológica Internacional de 1968 a 1979. En 2011 recibió el Premio de Teología
Joseph Ratzinger. Es académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y
Políticas.

Unidad 1. El profesor de religión. 5


Unidad 1

“La educación es la forma en que, de manera espontánea o programada,


individual o colectiva, personal o institucional, los humanos nos
acompañamos unos a otros para llegar a ser hombres (…)7.

Educar no es solo ofrecer una formación intelectual o una preparación


técnica, sino un proyecto moral de conciencia a conciencia, de libertad a
libertad, de destino a destino. Quien educa no solo mira a la recepción
intelectiva de los saberes transmitidos, sino que mira a la entera situación y a
la histórica determinación personal de la conciencia y libertad del alumno ante
el que está8.

La educación es aquel quehacer por el cual los seres humanos introducen a


otros en cada uno de esos mundos [la naturaleza física, el prójimo, la
sociedad, la historia, el arte, el orden moral, la religión, la ciencia y la política,
la utopía del futuro y la esperanza del Absoluto], para que cada hombre o
mujer descubra su lugar y pueda responder a las tres preguntas
fundamentales que formulaba Cervantes en su obra cumbre, Don quijote de
la Mancha (…). En uno de esos momentos en que Don Quijote y Sancho
sostienen esos diálogos absolutamente geniales, donde locura y realismo
cambian de sujeto y no se sabe quién es el loco y quién el cuerdo, si Sancho
o Don Quijote, Sancho le arguye a Don Quijote y le invita a que se sitúe en la
realidad. Este responde: “Yo sé quién soy” (I,5). En otro momento posterior:
“Yo sé qué puedo ser”. Y en consonancia con él, terminaríamos diciendo: “Yo
sé de qué estoy necesitado”.
Recogiendo estas tres afirmaciones del momento máximo de nuestro
humanismo hispánico, digamos: la escuela tendría que cualificar e introducir
en esos mundos, de tal forma que cada alumno pudiera responder con una
incipiente claridad y fundamental convicción a estas interrogaciones que le
haríamos en segunda persona: ¿sabes quién eres? ¿Sabes qué puedes ser?
¿Sabes de qué estas necesitado?”9.

Las tres grandes tareas encargadas a la escuela: preparar futuros


profesionales para la sociedad, preparar ciudadanos y preparar hombres 10.
Un educador se preocupa no sólo de técnica, sino de alma, de los que en la
terminología clásica se llama la formación (Bildung). Esta transmite saber de
cosas y suscita saber de vida; introduce en la realidad e inicia a la vida
personal, hace posible la inmersión en la interioridad enigmática de cada uno
y la abertura al mundo, tan ancho, tan bello, tan misterioso. Y eso se hace no
tanto ni solo directamente, sino que resulta de todo lo demás que enseñamos
y de la manera como enseñamos, sean matemáticas o literatura, biología o
ciencias sociales, porque todo saber, antes que información sobre cosas ahí
fuera del sujeto, es palabra viva de alguien ante alguien, interpretación de
realidad objetiva y proposición de existencia personal 11.

7
González, O. (2004). Educación y educadores. El primer problema moral de Europa. Madrid:
PPC. 13
8
Id. 99.
9
Id., 101-102.
10
Cf. Id., 36-37
11
Id., 82.

6 Unidad 1. El profesor de religión.


Pedagogía y Didáctica de la Religión en la Escuela

1.1.3. SOBRE EL CONCEPTO DE ESCUELA12


Creemos que la escuela en la situación actual no puede renunciar a su
condición de ser un lugar señalado para la formación integral del hombre,
mediante la asimilación sistemática y crítica del universo cultural; hechos,
saberes, valores, sentido de la vida humana, posibilidades éticas, formas de
interpretación creadora de la realidad, esperanzas, capacidades de
autodefinición, de discernimiento, de distanciamiento crítico respecto a lo
dado y establecido. Y esto, dentro de una sociedad en la que, más que
productos, necesitamos fuerzas desde lo interior, libertad creadora, impulsos
esperanzados hacia el futuro, confianza para obrar y, sobre todo, para ser.

El objetivo irrenunciable de la institución escolar –formar al hombre desde


dentro, liberarlo de todo lo que le impide vivir plenamente como persona–
lleva consigo su efectiva referencia a una determinada visión del hombre y a
su sentido último, para afirmarlo, negarlo o prescindir de él. (…)

Es función propia de la escuela transmitir, de manera sistemática y crítica, la


cultura. Esta transmisión no se hace sólo en orden a lograr que el alumno
acreciente sus conocimientos o se inicie en los métodos de aprendizaje y de
aplicación del saber a los problemas concretos, sino también en orden a una
educación de la persona en su capacidad de juicio y de decisión responsable.
Los niños y adolescentes acuden a los centros escolares no sólo para adquirir
una información científica y unos hábitos intelectuales según los distintos
campos del saber, sino también para aprender a orientarse en la vida
individual y social.

La enseñanza religiosa escolar, impartida como materia ordinaria a aquellos


alumnos que –por medio de sus padres o por sí mismos– la deseen, está en
la línea de los objetivos mismos de la escuela. Si ésta es lugar privilegiado
para la formación integral del hombre, si no puede contentarse con instruir,
sino que ha de educar, debe cultivar todas las dimensiones de la personalidad
de los alumnos y, entre ellas, la dimensión religiosa.

Para un sistema educativo entendido como factor de liberación y


humanización, como contribución esencial a la comprensión del mundo, como
apertura universal y realista a los problemas de la humanidad, la formación
religiosa es una exigencia imprescindible, ya que funda, potencia, desarrolla
y completa la acción educadora de la escuela.

1.1.4. SOBRE EL CONCEPTO DE MAESTRO


Maestro solamente es el que permite crecer al discípulo (ni siquiera lo hace
crecer) para que llegue a ser esa persona singular, original y autónoma que
tiene que llegar a ser. El buen maestro es capaz de decir al educando cuando
se le acerca en disposición obediente para ponerse a disposición: “Yo no te
he llamado… Es la verdad quien te llama. Es el bien quien te llama. Es Dios
quien te llama”.

12
Cf. Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis (1979). Orientaciones pastorales sobre la
Enseñanza Religiosa Escolar. Su legitimidad, carácter propio y contenido. Madrid: EDICE. n. 6,
7, 10, 11 y 12.

Unidad 1. El profesor de religión. 7


Unidad 1

(…) Se educa para que el discípulo (o el hijo) sea libre. Y, tanto más libre
será, cuanta menos necesidad tenga del maestro. “Me consideraré haber
tenido éxito en vuestra educación el día que compruebe que, adultos ya, no
os acordáis de mí, porque vuestra vida es de tal manera vuestra, que ni
siquiera reconozcáis de dónde proceden las piedras que dan soporte a esa
autonomía”. Palabra de buen maestro.
(…) El maestro auténtico enciende en sus discípulos la pasión por la verdad
y por el bien, les enseña cómo se recorre el camino para llegar a ellos y sabe
retirarse a tiempo para no lastrar la marcha13.

Cuando se reflexiona acerca de las múltiples variables que intervienen en un


efecto educativo, familiar o escolar, se percibe con claridad que éste no es
prioritariamente la consecuencia de unas sabias programaciones ni de unas
estudiadas estrategias. La educación es, en buena medida, el resultado de
una convivencia. Es en esa necesaria interacción en la que se teje el
específico tapiz de una educación. No está, por lo tanto, la causa principal de
la hechura de una educación en lo que se hace, en lo que se dice, o en la
materia sobre la que versa la relación, sino en las resonancias personales de
la relación misma. Por eso, más que lo que se hace en la labor educativa,
importa lo que se es. “Solamente la vida real del Maestro tiene valor como
prueba demostrativa. Sócrates y los santos enseñan existiendo” dice George
Steiner en “Lecciones de los maestros”14.

El maestro es tal porque, aun afirmando sus propias convicciones, no quiere


imponérselas a su discípulo; no busca adeptos, no quiere formar copias de sí
mismo, sino inteligencias independientes, capaces de ir por su camino. Es
más, es maestro sólo en cuanto que sabe entender cuál es el camino
adecuado para su alumno y sabe ayudarle a encontrarlo y a recorrerlo, a no
traicionar la esencia de la persona 15.

13
Gregorio, A. (2016). Op. cit., 215-6
14
Gregorio, A. (2007). Por las huellas de la pedagogía del padre Tomás Morales. Un idealista
con los pies en la tierra. Madrid: FUE. 229.
15
Magris, C. (2001). Utopía y desencanto.

8 Unidad 1. El profesor de religión.


Pedagogía y Didáctica de la Religión en la Escuela

1.2. EL MAESTRO DE RELIGIÓN


Una vez apuntados, en esta síntesis breve y no exhaustiva, los conceptos
relacionados con la enseñanza de la religión en la escuela, vamos a tratar de
definir al maestro de religión.
Partimos de una primera precisión y distinción necesaria. Cuando realizan su
labor docente, los profesores de religión actúan en nombre de la sociedad y
desde la naturaleza propia de la escuela, pero también en nombre de la Iglesia,
y desde su vocación de creyentes; actúan desde su competencia científica y
académica, pero al mismo tiempo desde la fe el testimonio16.

Dado que la ERE es un servicio que la Iglesia presta en la escuela, la actividad


educativa del profesor de Religión Católica es, en este sentido, una acción
eclesial: los profesores de Religión realizan su tarea no solo como creyentes,
sino como enviados y colaboradores con los obispos, a quienes compete
dentro de la Iglesia la tarea de enseñar y de anunciar el Evangelio 17.

La enseñanza que lleva a cabo el profesor de ERE es una actividad eclesial,


pues en el centro mismo de ella está la transmisión de la buena noticia de
Jesucristo y su mensaje de salvación, y él es un enviado por la Iglesia para
enseñar los contenidos de la fe católica y para dar testimonio, con su vida, de
esa enseñanza18.

Hay un documento esencial para tratar este tema. La Comisión Episcopal de


Enseñanza y Catequesis, reflejó en este documento que data de 1998 lo que
debería ser el perfil propio del profesor de Religión19.

La formulación del documento eclesial es muy clara: “Cuando hablamos de


identidad del profesor queremos responder básicamente a estas preguntas:
¿Quién es? ¿Qué es lo que le caracteriza? ¿Cuáles son sus funciones? ¿Qué
tiene que ver su tarea profesional con el anuncio del Evangelio y la pastoral de
la Iglesia?”20.

A estas preguntas responde destacando dos perfiles: el profesional y el


eclesial. De este modo el documento se estructura en dos grandes apartados:
“el primero, referido al perfil profesional como profesor en la escuela y el
segundo, al perfil eclesial como creyente enviado por la Iglesia”21.

16
Cf. Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis (1979). Orientaciones pastorales sobre la
Enseñanza Religiosa Escolar. Su legitimidad, carácter propio y contenido. Madrid: EDICE. n. 43
17
Fernández, J.A. (2014). Fundamentos de la ERE. Para la formación de profesores de
Religión. Madrid: CCS. 152.
18
Id., 152.
19
Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis (1998). El profesor de Religión Católica.
Identidad y misión. Madrid: EDICE.
20
Id., n. 4.
21
Id., n. 5.

Unidad 1. El profesor de religión. 9


Unidad 1

1.2.1 EL PERFIL PROFESIONAL DEL PROFESOR DE


RELIGIÓN CATÓLICA

1.- Educador:

El profesor es un ante todo un educador, un formador integral del ser humano.


La formación integral es el objetivo que la sociedad asigna a la educación
escolar. Pero una formación integral no reductiva:
Cuando hablamos de educación plena, integral, estamos diciendo que los
alumnos, al terminar la enseñanza obligatoria, no solamente han recibido
información básica, para el trabajo y la vida en sociedad aprendiendo a
conocer y a hacer sino también que han aprendido a ser y a ser con los
demás, a convivir de tal manera que la aportación a la sociedad de las nuevas
generaciones sea constructiva por su presencia y labor responsable,
solidaria, pacífica y respetuosa con todos 22.

La educación integral exige de todo profesor, y especialmente del profesor de


religión, unas actitudes y unas cualidades determinadas. La enseñanza de la
religión aporta elementos esenciales para que el alumno se conozca a sí
mismo y conozca a los demás, para que respete a los otros e incluso les sirva
como hermanos suyos que son. Por ello, el profesor de religión, al igual que
otros profesores, debe ser un maestro educador en la medida en que
contribuye y sirve a la formación integral de sus alumnos sin olvidar ninguna
de sus positivas potencialidades y hace de semejante tarea su propia
profesión. Para el profesor de religión su trabajo se enmarca en una vocación
que es llamada de Dios a un compromiso y a una plenitud de vida.
La vocación educadora como la vocación cristiana es un don que Dios ofrece
y que hay que cuidar y potenciar como el mejor talento que se ha recibido. Es
una vocación que tiene mucho de generosidad y donación, pues su tarea es
sobre todo dar, y necesita ser alimentada continuamente con los contenidos
mismos del mensaje que transmite, haciéndolos suyos, para no caer en el
vacío y el sinsentido de quien no tiene nada que entregar. Es una vocación
que se nutre en una relación con Dios cada vez más viva y en su inserción
cada día más honda en la comunidad cristiana23.

Educar a una persona es sobre todo humanizarla, promover sus capacidades


más profundamente humanas, impulsar su dignidad, libertad y
responsabilidad en el quehacer junto a los demás, ensanchar, fundamentar y
dar sentido al ámbito de su humanidad, donde se desarrolla como persona
solidaria en medio de un mundo competitivo.
El profesor de religión como todo educador vocacionado ha de vivir la gozosa
experiencia de la entrega de sí mismo en la tarea diaria de la educación del
alumno, respetándole como ser personal con una dignidad única e irrepetible,
potenciando su sed de absoluto, su deseo de bien, su hambre de verdad y su
necesidad de realización plena en este mundo24.

2.- Experto en el currículo:

22
Id., n. 9.
23
Id., n. 12.
24
Id., n. 13.

10 Unidad 1. El profesor de religión.


Pedagogía y Didáctica de la Religión en la Escuela

La integración de la Religión dentro del currículo de la enseñanza escolar


conlleva una serie de exigencias de formación en el profesorado.
La enseñanza de la Religión y Moral Católica en la escuela con su estructura
académica equiparable a las otras áreas, exige un profesorado preparado,
con las titulaciones de carácter universitario similares a las de sus
compañeros de otras áreas.
Se necesita en primer lugar una formación inicial que está configurada por
dos grandes bloques: la preparación teológica como contenido básico y la
preparación pedagógica y didáctica que haga posible una enseñanza
adecuada en procedimientos y métodos a la edad de los alumnos25.

Hay que saber teología y hay que saber enseñarla: “La preparación pedagógica
es fundamental para poder motivar, orientar y comunicarse el profesor de una
manera eficaz con los niños y adolescentes. No basta saber teología. Hay que
saber enseñarla de modo significativo, para que no se convierta en fórmulas
incomprensibles para los alumnos”26.

3.- Agente protagonista en el diálogo fe-cultura:

Como dijo Juan Pablo II, “la síntesis entre la cultura y la fe no es solamente una
exigencia de la cultura sino también de la fe. Una fe que no se convierte en
cultura es una fe no aceptada plenamente, no pensada enteramente, no vivida
fielmente”27.
Consecuentemente, el profesor de religión ha de estar en la escuela en
actitud de diálogo respetuoso y constructivo, asumiendo en profundidad y
críticamente la cultura con todos sus valores positivos y sus vacíos,
integrando la dimensión religiosa en la formación humana y evitando la
consideración de la fe como un añadido o como un componente extraño a la
propia vida28.

Para que el profesor de religión pueda de verdad ayudar al alumno a la


asimilación crítica de la cultura, es imprescindible que haya realizado en sí
mismo una síntesis personal y vital de su acervo cultural e intelectual con su
fe de tal manera que pueda hacer inteligible y adecuado a sus alumnos el
Evangelio de Jesucristo. Para hacer comprender al alumno que se puede y
debe ser cristiano en la cultura y desde la cultura es necesario que el profesor
viva su ser en el mundo en relación profunda con su fe. La deseada síntesis
entre la fe y la cultura, que han de conseguir los alumnos, dependerá en gran
parte de la síntesis que el propio profesor posea29.

El diálogo de la fe con la cultura es uno de los grandes desafíos que tiene el


profesor de religión. Su responsabilidad es grande y deberá ejercerla con
originalidad, seriedad y profundidad. Esto le obliga a conocer las propuestas
y aportaciones que brinda la cultura moderna, sus logros y vacíos, para que
el Evangelio de Cristo sea fuente de luz y discernimiento para los alumnos,

25
Id., n. 23.
26
Id., n. 27.
27
Juan Pablo II, Al Consejo Pontificio para la Cultura en Roma (16-1-1982).
28
Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis (1998). Op. cit., n. 30.
29
Id., n. 35.

Unidad 1. El profesor de religión. 11


Unidad 1

puesto que cada cristiano ha de vivir su fe en referencia vital y continua con


las incidencias, las esperanzas, los conflictos y las aspiraciones de la
sociedad a la que pertenece.
En efecto, cada día es mayor el influjo de las ideas y mensajes y de las
propuestas que los alumnos reciben en los espacios de ocio y a través de los
medios de comunicación y, a la vez, es menor la influencia de la familia y de
la escuela. Por ello, el profesor de religión debe estar muy atento a las
coordenadas que definen una determinada concepción de la vida transmitida
por los medios de comunicación, que a veces trivializan los mejores valores
de los jóvenes tan necesarios para un desarrollo armónico de la persona. (…)
En este contexto sociocultural el profesor de religión debe dar a conocer el
Evangelio de Jesucristo y dar a conocer sus repercusiones fundamentales en
la vida, en el contexto sociocultural concreto donde sus alumnos viven. Por
ello su acción en la escuela no puede estar desencarnada del entorno en que
se desarrolla, con toda la problemática y expectativas que supone. Su
profesionalidad le exige una preparación específica que favorezca su
cercanía a los alumnos y el compromiso con los problemas y necesidades de
cada uno como ser personal y social30.

1.2.2 EL PERFIL ECLESIAL

El profesor de religión es enviado por la Iglesia a la escuela con una misión


muy concreta. Partiendo de esta afirmación básica, el documento desarrolla el
perfil eclesial centrándose en tres rasgos:

1.- El profesor de religión realiza una actividad eclesial: “La enseñanza religiosa
escolar es una forma del ministerio de la Palabra con una identidad propia.
Trata, en efecto, de hacer presente el Evangelio en el proceso personal de
asimilación sistemática de la cultura que realizan los alumnos. Es, por tanto,
una actividad plenamente eclesial”31.
El servicio de la enseñanza lo realizan los profesores de religión, no sólo
como creyentes sino además como enviados y colaboradores de los obispos,
con quienes participan de la específica misión de «enseñar a todas las gentes
y de anunciar el Evangelio a toda criatura». Esta misión es un servicio
eclesial, y como tal servicio no es una ocupación ocasional, es un don del
Espíritu Santo (1 Cor 12,11) que otorga al cristiano una función específica
dentro de la misión de la Iglesia. Este don supone también un envío, una tarea
en la Iglesia y una responsabilidad en la totalidad del Cuerpo de Cristo.

(…) El profesor de Religión recibe del obispo la misión de enseñar y educar


en la fe. Por eso ha de hacerlo en íntima comunión de fe y de caridad con la
comunidad eclesial a la que pertenece. Esta misión es participación y
responsabilidad en la misión evangelizadora de la Iglesia, Pueblo de Dios,
que se manifiesta con la palabra y el testimonio de la vida32.

30
Id., nn. 38-39.
31
Id., n. 41.
32
Id., n. 43.

12 Unidad 1. El profesor de religión.


Pedagogía y Didáctica de la Religión en la Escuela

El profesor de Religión es enviado por la Iglesia, como también, al igual que los
otros profesores, es enviado por la sociedad para transmitir sus valores y
formar a las futuras generaciones para integrarse plenamente en la vida social.

2.- El profesor es enviado para anunciar la buena noticia de la salvación de


Jesucristo:
El profesor de religión, puesto al servicio de la formación integral del alumno,
presenta en la escuela la buena noticia de Jesucristo con todas sus
posibilidades formativas. El Evangelio suscita y responde a las grandes
preguntas del ser humano, ilumina el sentido crítico ante los contravalores
que distorsionan la formación plena del alumno y orienta y plenifica el sentido
de la vida33.

3.- El profesor de Religión es testigo de Cristo en comunión con su Iglesia. La


insistencia en este rasgo es sobre la coherencia entre lo que se enseña y lo
que se vive.
La coherencia de la acción educativa del profesor de religión se manifiesta en
el testimonio de su vida, de tal manera que su conducta sea permanente
interpelación para quienes le escuchan. Así se convierte en luz del mundo y
en anuncio de Jesucristo, pues por el envío de la Iglesia «queda constituido
en pregonero de la fe en las cosas que esperamos», cuando sin vacilación
une a la vida según la fe la profesión de esa fe». De este modo la acción
educativa del profesor se convierte en signo de la Iglesia y servicio a ella34.

Además, debe tener muy claro que el profesor de Religión no está en la escuela
para enseñar “su propia doctrina sino la de quien le envía. Por eso su
enseñanza ha de ser fiel a la Palabra de Dios recibida, conservada y entregada
por la Iglesia. En la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia
encuentran en el profesor las fuentes seguras que alimentan la verdad de sus
enseñanzas”35.

Desde el realismo la Iglesia sabe que se ha puesto el listón muy alto, por la
importancia de la misión, pero no dejar de ser madre comprensiva:
Los perfiles descritos muestran una meta, un ideal al cual hay que tender
constantemente, aunque dé la impresión de no llegar nunca. No se trata de
una exigencia previa para poder ser nombrado profesor de religión. Se trata
más bien de describir los rasgos que definen la compleja figura del profesor
de Religión y Moral Católica para poder asimilarlos poco a poco36.

33
Id., n. 49.
34
Id., n. 55.
35
Id., n. 54.
36
Id., n. 60.

Unidad 1. El profesor de religión. 13

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