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LA EDUCACIÓN, UNA PERSPECTIVA BÍBLICA

Por Iván Reyes A.

La educación es, sin duda, una de las prioridades de todo gobierno que sabe que mucho del
progreso económico y social del país descansa en la buena educación de sus habitantes. Sin
embargo, hemos de preguntarnos, ¿cuál es el propósito de la educación? ¿Cuáles son los fines
que persigue? Realmente mejorar la calidad de la educación implica mejores personas. Es decir,
¿si tenemos como país una mejor educación eso redundará en que tendremos mejores
ciudadanos y, por consiguiente, una mejor sociedad?...leer más
Un buen parámetro de comparación pueden ser los países desarrollados que se destacan por la
calidad de educación y por ser países ricos con un alto estándar de vida (en cuanto a lo material,
esencialmente). Sin embargo, si examinamos más de cerca sus respectivas sociedades nos
damos cuenta que son sociedades materialistas, sin valores, con un concepto de familia relativo y
sin principios. Un ejemplo de ello es que han sido los primeros países que han legalizado el
aborto, los matrimonios homosexuales, la eutanasia, el divorcio, la legalización de las drogas, etc.
Todos ellos países cuyo estándar educacional es muy elevado.
Esto no deja de ser paradójico puesto que se supone que uno de los objetivos de la educación es
la formación de la persona en todos sus ámbitos. Así lo expresa un historiador filósofo chileno al
referirse a la reforma de la educación.
Comienza haciéndose algunas preguntas...
"¿A qué fin debe apuntar la educación escolar? ¿A formar una persona íntegra con las
competencias intelectuales teóricas y prácticas necesarias? ¿O lo único que debe interesar es
capacitar a las futuras generaciones para el mundo laboral renunciando a la formación para la
vida? A lo cual se responde diciendo… en su esencia la educación siempre es formación integral
de la persona o formación en y para la libertad, por consiguiente ella no puede ser reducida a la
mera transmisión de contenidos o de habilidades –que es lo propio de la instrucción o
capacitación- por muy importantes que ellas sean. Toda tarea educativa, exige por parte del
educador, desarrollar en el alumno su libertad interior, la responsabilidad consigo mismo y con sus
semejantes, y la formación afectiva que le permita vivir la maravillosa realidad del amor y de la
amistad. Todo esto implica una sólida formación en valores tanto éticos como cívicos sin los
cuales la libertad, la responsabilidad y el amor serían tan sólo una mera caricatura. Añade lo
fundamental en educación es formar en VALORES.
Y por esas paradojas de la existencia, hoy aumenta la exigencia social por una educación que
sea verdaderamente tal. La exigen los padres, preocupados y con frecuencia angustiados por el
futuro de sus hijos; pero también la requieren y la esperan de nosotros los mismos jóvenes, que
no quieren verse abandonados ante los desafíos de una sociedad cada vez más “individualista” y
“exitista” que hace del ser humano un mero “individuo” sustituible o desechable y no una persona
que posee un valor en sí mismo. Son muchos los jóvenes que buscan, a veces con
desesperación, algo que le otorgue sentido a su vida".
Que interesante resulta leer este artículo acerca de la educación y especialmente notar su énfasis
en la formación integral del educando. Más aun, se debe notar que el Señor Rodrigo Ahumada
reconoce que Son muchos los jóvenes que buscan, a veces con desesperación, algo que le
otorgue sentido a su vida. Estas palabras parecen salir de labios de un religioso o algún
representante de alguna iglesia, sin embargo es la aseveración de un filósofo humanista. Este es
un reconocimiento explícito de una necesidad universal en el corazón de los jóvenes y, por que no
decirlo, de toda persona. “Algo que le otorgue sentido a su vida”. El problema ha sido planteado,
ahora debemos buscar la solución. ¿Estará en la educación? Así parece pensarlo el autor de este
artículo. Pero sabemos por experiencia y la historia así lo atestigua que la educación no puede
cambiar el corazón humano. Un ejemplo de la historia es la cultura griega que, de las sociedades
antiguas, era la reina del conocimiento y la sabiduría humana. Hasta hoy se leen asiduamente los
libros de los filósofos griegos como Platón, Aristóteles, y otros muchos. La sociedad griega era
muy educada sin embargo absolutamente paganizada (múltiples dioses) inmoral (sexualmente
corrupta), hedonista (rendían culto al placer) pragmática (lo que da resultado es bueno) y relativa
(sin valores absolutos).
Por tanto, la educación no puede “dar sentido a la vida de las personas” Es útil, sin duda, para
preparar, capacitar y dar las herramientas necesarias para que la persona pueda enfrentar el
mundo laboral con buenas posibilidades de dar un buen estándar de vida a su familia. Por ello, la
educación es necesaria, sin duda, pero no puede dar sentido a la vida de nadie. De tal modo que
la respuesta al dilema planteado no está en una mejor educación.
Revisemos las Escrituras para ver si ellas dan respuesta a esta necesidad inherente a cada ser
humano y que busca afanosamente ser satisfecha, diría yo más que toda otra necesidad del
hombre.
Para ello tomaremos como base de este análisis los 3 propósitos de todo proceso educativo. Esto
es información, formación y transformación. Prácticamente todos están de acuerdo que a esto
debe apuntar esencialmente la educación. Busca informar, formar y transformar al educando. Lo
primero tiene que ver con el contenido, lo segundo con el carácter y lo tercero con el cambio
necesario en actitudes y acciones concretas en relación a su rol en la sociedad. Lo que, a su vez,
constituyen los 3 elementos o enfoques esenciales de la educación (contenido, persona y
comunidad).
Información o contenido. En relación a este punto hemos de hacer un contraste entre dos
visiones diferentes y contrapuestas de pensamiento que determinan los contenidos o la
información que se entregará a los que serán educados.
La visión del humanismo. Esta es la base de todo el proceso educativo con el que funciona todo
sistema de educación a nivel mundial. De hecho, las facultades universitarias que preparan y
capacitan a los docentes se denominan facultad de humanidades. Es decir, esta es la visión del
hombre al margen de Dios. Dios no es central ni importante en la determinación del contenido o
información que será la base de la educación de nuestros hijos. Porque se supone, erróneamente,
que las creencias son parte de la vida privada y particular de las personas, por tanto
intrascendentes desde la perspectiva de la educación. Ahora, si esta es la realidad educativa en
todo el orbe, como entonces la educación pretende, en su esencia, siempre la “formación integral
de la persona o formación en y para la libertad…”y cumplir con este propósito que…
“toda tarea educativa, exige por parte del educador, desarrollar en el alumno su libertad interior, la
responsabilidad consigo mismo y con sus semejantes, y la formación afectiva que le permita vivir
la maravillosa realidad del amor y de la amistad. Todo esto implica una sólida formación en
valores tanto éticos como cívicos sin los cuales la libertad, la responsabilidad y el amor serían tan
sólo una mera caricatura. Añade, lo fundamental en educación es formar en VALORES” (Rodrigo
Ahumada Historiador y filósofo). Obviamente que lo que determinará la formación en valores,
desarrollando la libertad interior y la formación integral de la persona será el contenido al que los
alumnos serán expuestos. Por tanto, si el contenido o la información está basada en valores
relativos y no absolutos, en una libertad basada en el hombre como el centro de todas las cosas y
fin último de todo, la consecuencia lógica será una formación no integral pues deja a un lado el
elemento más importante y trascendente de todos. Y, que a su vez, es el único que puede dar
sentido a la vida de las personas. La realidad de Dios y su Palabra como contenido esencial para
formar a la persona integralmente. Y, esta es la otra visión que pasaremos a examinar en lo
sucesivo.
La visión de la Biblia. La Biblia presenta la educación desde la perspectiva de Dios. Y, esta es,
por consiguiente, la que determina el contenido y la información que se ha de entregar a las
personas para ser formadas y transformadas en individuos útiles a la sociedad en sus respectivas
áreas de la actividad humana. Al respecto examinaremos el texto de 2 de Timoteo cap. 3:16 y 17
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para
instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda
buena obra”
Información o Contenido. El texto parte diciendo que toda la Escritura procede de Dios, se
origina en Dios. La palabra traducida como inspirada significa literalmente “soplada por Dios” en
consecuencia revela los pensamientos de Dios, su visión de todas las cosas y evidentemente su
voluntad para con sus criaturas. Esto difiere radicalmente de la visión que nace en el hombre y
revela por consiguiente los pensamientos del hombre y la voluntad del hombre (esto es el
humanismo). Por tanto, la información o contenido al que toda persona debe ser expuesta es a la
Palabra de Dios. Este es el fundamento o base del proceso educativo puesto que es la visión de
Aquel que conoce integralmente al ser humano porque él lo creo con dignidad, necesidades y
propósitos trascendentes. Pero el texto no presenta solamente la procedencia de la Palabra de
Dios, sino también revela su utilidad esencial. Para esto el Espíritu de Dios inspirando al apóstol
Pablo usa cuatro palabras que resumen o sintetizan los elementos que serán fundamentales en la
formación del carácter de la persona. Y esto nos lleva al segundo propósito de la educación
Formación del carácter. Habiendo establecido cual debe ser el contenido o información esencial
de la educación integral. Entiéndase con ello, la Palabra de Dios revelada en los 66 libros que
llamamos la Biblia. Ahora pasaremos a considerar la formación del carácter como fundamental en
el proceso educativo. Para ello, examinaremos las cuatro palabras que aparecen en el texto que
estamos desarrollando (2 Ti. 3:16) y que son elementos esenciales para la formación del carácter.
Enseñar. La Biblia plantea que nuestras creencias determinan nuestros pensamientos y acciones.
Es decir, somos lo que creemos, por consiguiente esta palabra es muy importante puesto que
establece la necesidad de que las personas sean enseñadas por la Palabra de Dios (que es el
contenido de la enseñanza). La palabra traducida como enseñar implica, en el idioma original, no
sólo la acción de enseñar, sino también el contenido de lo que se enseña. Por tanto, la doctrina
bíblica contenida en toda la Escritura. Esa dice la Biblia que fue la actitud de los primeros
creyentes de la iglesia cristiana consignada en hch. 2:42 “Y perseveraban en la doctrina de los
apóstoles…” El mejor exponente de esto fue el Maestro por excelencia, nuestro Señor Jesucristo
que, usando un lenguaje simple y comprensible, reveló a la gente al Dios invisible e hizo accesible
al Dios lejano y distante que estaba en la mente de las personas. La Biblia menciona que cada
persona que conoció a Dios por medio de la enseñanza, estableció una relación personal con él y
como consecuencia su carácter, sus valores y pensamientos fueron formados según la voluntad
de Dios. Como si Dios fuese el alfarero y cada persona sometida a su enseñanza, el barro que, en
las manos del alfarero comienza a tomar forma de acuerdo al propósito del alfarero divino.
Redargüir. La segunda palabra usada aquí significa literalmente “una exposición a”, es decir
exponer o dejar en evidencia la real necesidad del corazón humano. Puede ser traducida
reprender, amonestar, evidenciar. Esto implica que la Palabra de Dios reprende el corazón
humano dejándolo en evidencia en su real condición y consiguiente necesidad. Esto es lógico,
considerando que Dios conoce perfectamente nuestro corazón y nuestras acciones equivocadas
que se oponen a su voluntad y propósito. Esto es formación de carácter. Lo cual difiere
absolutamente del concepto humanista de enseñanza que en los labios del filósofo francés Juan
Jacobo Rousseau establecía que “El niño se desarrolla mejor cuando hace todo lo que quiere”.
Esta filosofía es la que se aplica hoy y los resultados están a la vista. Radicalmente diferente es el
concepto bíblico de educación que parte de la base de un concepto del hombre según el
pensamiento de Dios. Ante él el hombre no tiene excusa, sus pensamientos más íntimos y
acciones más veladas están expuestas delante de Dios. Dios describe el corazón humano como
irremediablemente corrupto y si él no interviene es imposible que el ser humano reconozca su real
condición. Y esto sólo puede ser posible cuando es confrontado con el espejo de la Palabra de
Dios, delante del cual es hallado falto y necesitado del perdón y la misericordia de Dios.
Corregir. Esta palabra significa “poner en el lugar correcto” es decir, corregir lo defectuoso y
volverlo al lugar indicado. Se usaba este término para referirse a la acción que, luego de una
fractura, el especialista volvía a poner el hueso en el lugar adecuado. Desde la perspectiva bíblica
el hombre ha quedado fuera de su lugar original por causa del pecado, separado o destituido de la
gloria de Dios, por consiguiente necesita desesperadamente volver al lugar original del que se
desvió. Su carácter fue desfigurado, sus valores fueron tergiversados, sus acciones fueron
confundidas. Por ello, necesita urgentemente ser corregido, es decir vuelto a formar en carácter,
valores y acciones. Esto es lo que sólo la Palabra de Dios puede hacer en el hombre. Veamos un
ejemplo clásico de esto en la Biblia. Registrado en 1 Co. 6:9-11 nótese los pasos que el apóstol da
usando la Palabra de Dios. Primero pone en evidencia la condición de los Corintios (redargüir),
entonces destaca “Y estos erais algunos” agregando “más ya habéis sido” (corregir) ya han vuelto
a su lugar original.
Instruir. Esta palabra implica disciplina, sometimiento a un superior e indica con ello que, en el
plano de la educación, se debe formar el carácter de un niño bajo una autoridad competente y
adecuada. El ser humano es como un niño que lo único que busca es mayor libertad para
manifestar todo lo que hay en su corazón pecaminoso. Poco le importa su prójimo, sino sólo en la
medida en que puede sacar provecho de este. Vive para buscar satisfacción a sus propios deseos
y la consecuencia es una sociedad como la que tenemos actualmente. Sin autoridad, anárquica en
su esencia y sin disciplina en absoluto. Por ello, necesita conocer a Dios por medio de su Palabra
y someterse a ella como la única autoridad competente y suficiente, adecuada para formar su
carácter conforme al eterno propósito de Dios. La única instrucción que cumple con esos
requisitos es la que se deriva de la Palabra de Dios.
En conclusión, el carácter es formado por la enseñanza de la doctrina bíblica, la amonestación de
la Palabra de Dios que deja en evidencia la real condición y necesidad de la persona, la corrección
que la Palabra ofrece para volver al estado original a aquel que se somete y acepta la autoridad
final de las Escrituras, siendo instruido y conducido por un camino más excelente y trascendente.
Ahora iremos al último propósito de la educación…la Transformación
Transformar a la persona. Esto tiene como finalidad promover el cambio en las personas de tal
manera que sean útiles a la sociedad de la cual forman parte. Desde la perspectiva bíblica, es
precisamente aquello que plantea el apóstol Pablo respecto del propósito de la Palabra de Dios
según se consigna en el versículo 17 de 2 de Timoteo cap. 3. donde dice “…A fin de que el
hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”. Los fines que tiene
la Palabra de Dios según el texto son, al menos, dos. Los cuales importan, necesariamente, un
cambio radical respecto a lo que el hombre es naturalmente. Como ya hemos mencionado, la
Palabra de Dios desnuda la real condición humana, tal como un espejo deja en evidencia el
verdadero rostro de quien se contempla en él. Pero, no sólo hace eso, sino que también, una vez
habiendo entrado en una relación personal con el autor de la Palabra, transforma su mente,
corazón y voluntad para que sea una persona madura, equilibrada, cabal, íntegra y consecuente.
Este cambio es según valores eternos y, por tanto, absolutos, no circunstanciales.
A eso se refiere el texto cuando usa la palabra “perfecto” que no significa perfección absoluta, sino
más bien “equilibrado, maduro, cabal”. Y, en segundo lugar, llega a ser una persona equipada,
preparada para cumplir con el propósito por el cual fue creado por Dios. Esto es lo que significa
las palabras “preparado para toda buena obra”. Ahora si esta persona es cabalmente útil a la
sociedad. Ahora, debido al proceso de transformación efectuado en el por medio de la educación
integral cuyo contenido esencial es la Palabra de Dios y, formado por las manos del alfarero
divino, llega a ser capacitado y preparado adecuadamente para servir a Dios y a su prójimo. Una
persona así ha encontrado un propósito sublime y eterno para vivir. Ahora ha encontrado “sentido
a su vida” y es real y cabalmente un aporte a la comunidad en la que vive.

Se ha cumplido así con los tres propósitos del proceso educativo. Ha sido expuesto a la Palabra
de Dios como contenido de la educación integral para la vida, está siendo formado y transformado
por la misma Palabra de Dios y está en condiciones de bendecir a su comunidad con su vida,
familia y trabajo.
La Educación en la Biblia
Por: Pr. Salvador Dellutri
La educación, entendida como la formación integral de la persona, ocupa un lugar preponderante
en la enseñanza bíblica. Henri – Irénée Marrou dice al respecto: “Hay civilizaciones refinadas y
maduras sobre las cuales gravitan pesadamente los recuerdos del pasado, registrados bajo forma
escrita. En su educación, por consiguiente, prevalece la técnica de la escritura: son las “gentes
del libro”, ahl el kitab, como dice El Coránpara designar a los judíos y cristianos, con una mezcla
de respeto y asombro.”[1]
Al comienzo de la historia Bíblica, en el Pentateuco, se establece con claridad la responsabilidad
paterna en la educación de sus hijos, una formación basada en los valores trascendentes
fundamentados en la ley de Dios: Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu
corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el
camino, y al acostarte, y cuando te levantes.[2]La enseñanza era la consecuencia del compromiso
espiritual de los padres, carecía de profesionalismo y transmitía en forma vivencial los principios
de la ley divina. Cumplir acabadamente con la educación de los hijos era considerada, desde los
tiempos patriarcales, una prueba irrefutable de fidelidad.[3]
El método de enseñanza era la repetición y estuvo tan ligado al proceso educativo que en hebreo
el verbo “aprender” deriva de “repetir”. Esto hacía que se diera una especial atención al cultivo de
la memoria.
Es importante destacar que en una educación de tipo familiar cumple un papel fundamental la
mujer guiando el desarrollo intelectual y espiritual de los hijos. En el Nuevo Testamento queda el
testimonio de Timoteo quien, a pesar de tener un padre gentil, recibió una eficaz formación de fe
por la influencia de su madre y su abuela.[4]
Dentro de la cultura hebrea las celebraciones anuales se aprovechaban para cumplir con el
propósito educativo. En la fiesta de la Pascua la ley establecía un diálogo ritual entre padres e
hijos en el que la simpleza de las preguntas y respuestas eran un vehículo apto para fijar en la
mente y el corazón del niño lo esencial de su cultura.[5]
Durante la monarquía hebrea aparecen algunos testimonios de ayos que educaban a los hijos del
rey, con lo que se puede inferir que las clases pudientes de la época habían comenzado a delegar
la enseñanza en profesionales.[6]
Durante el cautiverio Babilónico la necesidad de conservar la cultura dio origen a las sinagogas,
centros educativos en los cuales el escriba actuaba como maestro de la ley. Esdras es el primero
de estos escribas que ejercían la docencia del que tenemos noticia. Se destaca el conocimiento
de la ley y el compromiso espiritual como características inalienables de quienes ejercían este
oficio.[7] El método utilizado por los escribas, según inferimos del relato que hace Nehemías, era
la lectura y comentario explicativo del texto de la ley, aclarando dudas y contestando las preguntas
del auditorio.[8]
Las sinagogas siguieron siendo una institución eminentemente educativa (también tenía una
función devocional, aunque secundaria) durante el período del Nuevo Testamento. En las
sinagogas había maestros fijos pero en algunas ocasiones tenían maestros visitantes que estaban
de paso y eran convocados para la tarea. De Jesús se dice que recorrió toda Galilea enseñando
en las sinagogas[9].
La familia y la sinagoga trabajaban como un equipo educativo. En el hogar se preparaba a los
niños en el aspecto práctico transmitiendo el oficio paterno y la sinagoga apoyaba la formación
moral y espiritual.[10]
La iglesia primitiva heredó los métodos educativos de la sinagoga, dedicándose con igual ahínco a
formar integralmente a los cristianos. Enseñaban en el templo y en las casas despertando los
celos de los avinagrados maestros del judaísmo[11]. Los cristianos pusieron en práctica lo
aprendido de Jesús y reaccionaron contra la enseñanza teórica de los fariseos. Adoctrinaban al
pueblo para que su espiritualidad fuera práctica y se evidenciara en una conducta santa que
atendiera las necesidades del prójimo e hiciera del bien y la misericordia los objetivos de la vida.
El énfasis en la praxis hizo que se ganaran el favor de la gente.[12]
Todos los sistemas educativos mencionados en la Biblia parten de una misma concepción
antropológica: conciben al hombre como un ser espiritual y trascendente. Por lo tanto se dirigen al
ser integral y le dan una base que les permite cimentar sólidamente su escala de valores para
desarrollar una vida útil para la sociedad.
Es evidente que quienes hacen girar su vida alrededor del Libro de Dios tienen a su alcance los
elementos necesarios para desarrollarse: Una cosmovisión teocéntrica que refrena los desbordes
de la autosuficiencia y una concepción del hombre como ser creado, espiritual y trascendente que
lo ubica en la cima de la creación, pero lo subordina al Creador. La Revelación de Dios garantiza
una educación que responde a las necesidades del hombre real y le propone su realización
integral dentro de las leyes divinas para que pueda desarrollarse en plenitud en el tiempo y se
deleite en la esperanza de la eternidad.
[1] Marrou, Henri.Irenée, Historia de la Educación en la Antigüedad. Buenos Aires: Eudeba, 19651
[2] Deuteronomio 6.6-7
[3] Génesis 18.19
[4] 2 Timoteo 1.5
[5] Éxodo 12.25-27
[6] 2 Reyes 10.1-5
[7] Esdras 7.6; 11
[8] Nehemías 8.8
[9] Mateo 4.23
[10] Hechos 5.42
[11] Hechos 4.1-2
[12] Hechos 2.47; 5.13

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