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Carta a papá

8 Minutos y 4 Personajes. Un hijo le


escribe una carta a su padre por el día
del padre en la que expresa todo lo que
siente por él.

CARTA A PAPÁ
ESCENOGRAFÍA
Un living de una casa y el Sofá preferido de papá para descansar.

ACTORES

PADRE
ADOLESCENTE de 16 años
CARTERO (Tratemos que el cartero sea un niño, con un bolso muy
grande, y un sobre de carta del mismo tamaño; esto es para poner
una nota de humor al programa.)
RELATOR (Quien habla escondido con un micrófono en la mano.)

PRIMERA ESCENA

(Veremos al papá sentado leyendo el Diario cuando de pronto tocan


a la puerta puede tener una música suave solamente con
instrumentos.)

CARTERO. Buenos días, Sr. González.

PADRE. Buenos días, Sr. Cartero. ¿Trae algo para mí?

CARTERO. Pues claro… Si no, no estaría aquí.

PADRE. Tiene usted muchísima razón… (Riéndose.)

CARTERO. (Exagera un poco al momento de entregarle el sobre.)


Parece que tenían mucho que decirle…

PADRE. ¿Quién pudo escribirme? (Da vuelta el sobre tratando de


buscar el remitente, que obviamente no trae. Le da unas monedas
al cartero y se despide.) Que le vaya bien, gracias.

CARTERO. Qué agradece, es mi trabajo y lo hago con mucho gusto y


amor.

SEGUNDA ESCENA

(El padre aún sorprendido mirará el sobre, se sienta en su sofá, y al


abrir la hoja, comenzará el Relator con voz muy suave a leer esta
carta: para este espacio continúa una música muy suave, y se harán
pausas en que el padre reflexionará en su mente. En cada pausa el
padre se tomará la cabeza, o dejará que alguna lágrima brote de
sus ojos. Recordemos que él es el único en escena, así que
convendría bajar las luces y ocupar un halógeno (foco) que lo
alumbre a él en este momento especial, crear el ambiente.

“CARTA A PAPÁ”

Querido Papá:

Quiero confesarte que para mí no es fácil decirte todo lo que


pienso, y lo que quiero. Tal vez sea por mi edad; yo sé que a ti te
costaba hablarle a mí abuelo. (Pausa) Quiero decirte que tú me
estimulas cada día, para enfrentar un nuevo día, sin embargo,
desde hace un tiempo he deseado hablarte de lo que hay dentro de
mi corazón y mente.

Cuando era niño me gustaba que a pesar del cansancio que traías
por haber trabajado duro durante el día, te sentaras y me tomaras
en tus brazos, para hacerme sentir que contaba contigo y que me
amabas (pausa).

Hoy es un día especial pues todos tratamos de que nuestros papás


se sientan felices y contentos. Yo quisiera que a pesar de que soy un
adolescente y estoy empezando a madurar, que te tomaras el
mismo tiempo, que cuando yo era un niño (pausa); eres importante
para mí y si muchas veces no te lo digo, no es porque no lo seas, es
simplemente porque me cuesta dejar libre “El Amor” que siento por
ti.

Cuando era niño me gustaba tomarme de tu mano y mirarte, quería


llegar a ser como tú. No había nadie más inteligente, más especial
que tú. (Pausa.)

¿Sabes en qué me fijaba en ti en aquellos años? Cómo te afeitabas,


como reías; te observé muchas veces, cabizbajo, sentado en tu sofá
y hoy sé que estabas preocupado por mí, por mi futuro, porque yo
lograra todo lo que soñaba; gracias por lo que soy ahora, te lo debo
a ti, he aprendido a tomar decisiones, gracias a tus consejos
(pausa).

Gracias por entender mis estados de ánimo, nunca estoy igual. Ni yo


mismo logro entenderme. No me he sentido derrotado al cometer
un error, pues tú me alientas para seguir adelante (pausa).
Hoy me siento orgulloso de ti, de tenerte y poder, a través de mi
carta, decirte cuánto te quiero.

Bueno, mi deseo será siempre el que Dios te bendiga y no olvides


que a pesar de los años mi amor por ti nunca cambiará porque eres
mi papá, y para mí nunca habrá otro “igual”.

Recibe mi saludo y cariño en este día.

TERCERA ESCENA

(Termina de leer la carta, entra en escena el hijo, un joven de no


más de 16 años.)

HIJO. (Con timidez se acerca.) Veo que recibiste mi carta.

PADRE. (Secándose las lágrimas.) No importa la forma que busques


para decirme todo lo que quieras, gracias hijo. (Suspira.) Muchas
gracias… TE AMO.

HIJO. Y yo a ti, papá. (Se hacen su antiguo saludo que tenían


cuando el era un niño y enseguida se abrazan y salen.)
El cumpleaños

10 Minutos y 3 Personajes + Extras. Es


el cumpleaños de un padre y parece que
su familia no se acuerda de él en este
día tan señalado...

EL CUMPLEAÑOS

PERSONAJES

PADRE
MADRE
HIJO
Extras: HIJOS/AS, CÓNYUGES, NIETOS.

ESCENA 1

(La escena se desarrolla en el salón de la casa.)

PADRE. (Entrando en escena.) ¡Setenta años hoy! Hoy cumplo


setenta años. Ya soy un viejo.

MADRE. (Entrando.) ¿De qué estás hablando? Siempre te encuentro


hablando solo.

PADRE. Yo no hablo solo, reflexiono en voz alta.

MADRE. Anda, y no pienses tanto. Mejor, ve a la cocina. Ya tienes el


desayuno listo.

PADRE. (Con sonrisa picarona.) ¿Será un buen desayuno?

MADRE. (Con cara extraña.) Es tu desayuno de siempre: zumo de


naranja, leche y galletas.
PADRE. No sé… Como hoy es un día tan especial… Yo pensaba…

MADRE. (Cortándolo.) Anda, anda, y no pienses tanto, que tu zumo


de naranja ya habrá perdido todas las vitaminas.

PADRE. ¿Y tú no vienes?

MADRE. No, ya he desayunado. Hoy has tardado una barbaridad en


el cuarto de baño tenía hambre y no te he esperado. Venga, vamos.
(Le va empujando fuera del escenario.) Ve a la cocina. ¡Eres un
tardón! Cada día te haces más viejo…

(Una vez que el padre está fuera.)

MADRE. Menos mal, creía que me iba a pillar. Ahora, ¡manos a la


obra! (Enumerando.) Tengo que llamar a los chicos para ver a qué
hora pueden venir a la fiesta, recoger la tarta de casa de la vecina…
los confetis, las cintas y los gorritos de papel. ¡Ah! Y se me
olvidaban las botellas de cava. Mientras tanto, voy a hacer las
camas, limpiar y ordenar un poco todo este desorden. (Se va.)

PADRE. (Apareciendo en escena.) ¡Esta mujer! Me deja desayunar


solo… Se ha olvidado de mi cumpleaños. Nada, y se pone a hacer las
cosas de la casa, como si nada, como todos los días… (se queda
pensativo, se sienta y coge el periódico, lo abre y lo hojea.) Ya le
entiendo. Lo está preparando todo. Y se hace la disimulada, para
que no me dé cuenta. Está bien, le voy a ayudar un poco. (Se
levanta y dice en voz alta.) ¡María, María! Voy a ir al parque a
pasear un rato. Este domingo ha salido soleado, voy a aprovecharlo.
De paso, echaré una partida de mus con los amigos en el bar de
Anselmo. Nos vemos a la hora de comer. (Se va a ir cuando añade.)
¿Tú no querrás venir, no?

MADRE. (Se oye la voz de la Madre desde dentro.) No, cariño, tengo
mucho que hacer en casa, ¡que te diviertas!

PADRE. Está bien, volveré a la hora de la comida. Hasta luego. (Se


va.)

MADRE. (Apareciendo con la escoba y el delantal.) ¡Qué bien!


Tendré tiempo de cuadrarlo todo para que su fiesta de cumpleaños
sea un éxito. Llamaré primero a los niños. (Descuelga el auricular
del teléfono y marca un número que consulta en la agenda.) Hola,
cariño, soy la abuelita… ¿Está tu papá?... ¿No?... Que se ha ido esta
mañana temprano a pescar… ¿Cómo?... Está bien… Dile a mamá que
se ponga… ¿Qué está acostada?... ¿Tiene jaqueca?... Bueno, dile
que cuando se mejore que me llame… Sí, sí, cariño, a la abuelita
María. Adiós, mi vida, adiós. (Cuelga el teléfono.) ¡Vaya, qué mala
pata! Llamaré a Esteban. (Vuelve a marcar otro número.)

(El resto de la escena se desarrolla en mímica. La madre está al


teléfono simulando hablar, está triste. Cuelga y repite la operación
varias veces. Mientras se oye música de fondo.)

ESCENA 2

(Se desarrolla en el mismo salón, está decorado para un


cumpleaños. En la mesa está la tarta con las velas, las botellas de
cava, las copas, etc. El padre y la madre están sentados, ambos
están leyendo.)
PADRE. No vendrán.

MADRE. No seas pesimista. ¡Claro que vendrán! Lo que ocurre es


que nuestros hijos tienen muchas ocupaciones, son importantes.

PADRE. Por eso no vendrán. Son importantes: director de una


sucursal bancaria, novelista, pintora… Todos son famosos, han
triunfado en la vida. Tienen compromisos que no pueden evitar
dada su situación.

MADRE. Sí, están bien colocados. Pero…

PADRE. (Cortándola.) Pero nada. Tienen ya su vida hecha. ¿Quién se


va a acordar de unos pobres viejos como nosotros? (Alegrándose.)
En fin, al menos, podemos estar orgullosos de nuestros hijos. Han
llegado muy alto. Son unos triunfadores.

MADRE. ¡Jorge!

PADRE. No te preocupes por mí. Pero tendrás que disculparme… No


tengo mucho ánimo de celebraciones. Te agradezco el esfuerzo que
has hecho.

MADRE. Como quieras.

(Siguen leyendo sus libros, hasta que poco a poco el padre se va


durmiendo. La madre le mira con ternura.)

MADRE. Es una pena. Todo está preparado. No quiero que todo esto
se quede así. Ya sé que no es bueno mentir, pero él se merece algo
mejor. Toda su vida sacrificada para que sus hijos tuvieran lo
mejor… y le pagan con esto. Esto no va a quedar así. No quiero que
sufra. Desordenaré esto, le daré la mitad de la tarta a las vecinas,
abriré las botellas de cava, tiraré el confetti y me pondré el gorrito
de fiesta. Haré como que han venido, le han visto dormido y no han
querido despertarle. Se enfadará cuando se despierte, porque no lo
hemos despertado, pero al menos tendrá la alegría de que no ha
sido olvidado.

(Se pone manos a la obra pero con tan mala suerte que hace un
poco de ruido y se despierta el padre, sin embargo disimula
haciéndose el dormido mientras mira lo que hace la madre. Esta no
se ha dado cuenta de que está despierto. Va a buscar los regalos
suyos y les pone el nombre de los hijos, como si fueran ellos los que
los han regalado. Cuando termina se sienta, cansada y triste.)

PADRE. (Haciendo como que se despierta, estirándose y


bostezando.) ¡Ahhh, qué sueño más bueno!

MADRE. Jorge, siempre te pasa lo mismo. Los niños han venido y te


han visto dormido… No han querido despertarte. Mira cuántos
regalos te han traido.

PADRE. No te molestes. Estaba despierto. Te agradezco…

MADRE. ¡Oh, papá, yo no quería que el día acabara así!

(En ese momento llaman a la puerta. Los hijos e hijas van entrando
con sus mujeres, maridos, hijos e hijas. Traen regalos.)
ESCENA 3

(Todos le felicitan, le dan los regalos. Hay abrazos, risas, etc.


Uno/a de los hijos/as se adelanta para decir.)

HIJO. Tenemos muchas ocupaciones en nuestra sociedad, y a veces


nos enredamos de tal manera que los engranajes del mundo no nos
dejan vivir. Pero a pesar de nuestras ocupaciones siempre hay un
lugar para nuestro padre. Porque “honrando a tu padre y a tu
madre, se te prolongarán los días en la tierra que el Señor tu Dios
te da”.

CONCLUSIÓN. Nosotros, como ciudadanos de este mundo, tenemos


muchas ocupaciones, trabajo, sueños, etc. Que nos mantienen
ocupados y nos alejan de nuestro Padre celestial. Pero siempre, en
el último momento, cuando ya parece que no tenemos solución,
recibimos la “llamada de amor que nos devuelve al redil”. Volvemos
a encontrarnos con nuestro Padre divino, con su amor y su bondad,
con el que siempre nos acoge con los brazos abiertos. No nos
reprocha nada, tan solo nos brinda de nuevo todo el amor del
mundo que en este día del padre, en el que celebramos a nuestro
padre terrenal, no nos olvidemos de que tenemos un padre aún
mayor que nos ama mucho más.
El ejemplo de un padre
8 Minutos y 4 Personajes. Un padre viudo y con
pocos recursos saca a sus hijos adelante con la
ayuda de Dios. Su fe es probada cuando le
ofrecen mucho dinero por pasar drogas pero él es
consciente de que eso no es un buen ejemplo para
sus hijos y además deshonra a Dios.

EL EJEMPLO DE UN
PADRE
Margi Toro

PERSONAJES

NARRADOR
PADRE
HIJO (adolescente)
HIJA (niña)

ESCENARIO

(La sala de una casa humilde.)

NARRADOR. El amor total de un padre y su dedicación al hogar, son


el mejor ejemplo que les puede dar a sus hijos. En esta historia
basada en eventos reales, podremos ver la prueba de ello.

(Los hijos entran a la sala. El hijo se pone a estudiar y la niña se


pone a jugar.)
NARRADOR. Dos años han pasado ya desde que la madre falleció. El
padre se ha dedicado por completo a sus hijos y a pesar de su mala
situación económica, él nunca ha permitido que les falte lo
necesario.

(La niña se pone a saltar y brinca mucho.)

HIJO. ¡Katty no saltes tanto, no quiero que te lastimes! Tú sabes


que mi papá siempre me encarga que te cuide hasta que él regrese.

NIÑA. ¡Está bien! Mejor termino de hacerle esta tarjeta a mi papá


(coge la tarjeta que había dejado sobre la mesa.) La hicimos en la
Iglesia y solo me falta terminar de pintarla. ¡Espero que le guste!
(Se pone a trabajar con la tarjeta.) ¿Sabes? Estoy ansiosa que mi
papá llegue pronto. (Se acerca al hermano mostrando entusiasmo.)
¡Porque él me prometió que me iba a comprar una muñeca!

HIJO. ¡Otra vez con lo mismo! ¡Ya no molestes a mi papá! Tú sabes


que él hace tiempo que no consigue trabajo y lo que obtiene para
darnos lo saca de cachuelos que hace por ahí... ¡Y eso no le
alcanza! Debemos mostrarle la misma comprensión que él siempre
nos muestra.

NIÑA. Cierto... (Se pone seria.) Tienes razón.

PADRE. (En ese instante entra el padre, alegre y sonriente.) ¡Hola


mi hijitos! (Se acerca a ellos.)

NIÑA. ¡Papi, papi! (Se acerca corriendo hacia el padre, con


entusiasmo.) ¡Por fin llegaste! Ten, papi, ¡feliz día! (Le da la tarjeta
y lo abraza.) Por cierto, papi, (dudando preguntarle) ¿Me pudiste
comprar la muñeca?

PADRE. ¡Lo siento, mi hijita! No pude, pero estoy ahorrando poco a


poco para poder comprártela más después, ¿qué te parece?

NIÑA. (Abraza con cariño al padre.) ¡Está bien, papi, no importa!

PADRE. Bueno niños, me voy a preparar la comida, aquí traje algo


rico para preparar (muestra una funda) ¿Ya tienen hambre?

HIJO. ¡Sí, papá, qué rico!

NIÑA. ¡Sí y tú cocinas tan rico, papi!

PADRE. Bueno, entonces, vayan a terminar de hacer sus tareas


mientras preparo la comida…

HIJOS. ¡Bueno!

(Salen todos del escenario.)

NARRADOR. Pasan cinco años y el amor y abnegación de este padre


no han variado y siempre ha sido un hombre preocupado de darles
el mejor ejemplo a sus hijos conociendo lo esencial de una vida
Cristocéntrica. El padre siempre luchando con su mala situación
seguía sin conseguir un trabajo estable. Un día su entrega a Dios y a
sus hijos fue puesta a prueba, veamos lo que sucedió.

PADRE. (Entra al escenario, se sienta en la sala y lee un periódico o


revista; suena el teléfono y el padre atiende.) ¡Haló! ¿Sí? (…) Sí, con
el mismo habla. (...) ¿Qué tal? A los tiempos que sé de ti… ¿Cómo
has pasado? (...) Bueno, ¿yo...? No muy bien como quisiera... Mi
hijo ya está estudiando en un Instituto Superior para preparase y
conseguir un buen trabajo. Anda buscando pero todavía no consigue
nada... ¿Yo? Bueno... Sigo sin conseguir algo estable, pero Dios
nunca ha permitido que nos falte lo necesario... ¿Cómo? ¡Tienes un
trabajo para mí…!

(Se pone de pie entusiasmado dando la espalda a la puerta por


donde entran los personajes. Entran los hijos a la sala pero al ver
que el papá está ocupado se quedan parados esperando que el papá
deje de hablar. El padre sigue hablando; está de espaldas a los hijos
y no ve que están ahí.)

PADRE. ¿Podré ganar miles de dólares? (Admirado.)

(Los hijos muestran admiración.)

PADRE. ¿Cómo así? ¿De qué se trata? (Sospechando.) ¿Llevar una


encomienda a otro país? ¿Qué clase de encomienda? ¿Qué tengo que
llevar? (...) ¡Cómo! ¡Estás loco! ¡Yo jamás haría eso! (...) ¡Nunca en
mi vida ni siquiera he cogido droga en mis manos!

(Los hijos se miran entre sí y asustados se llevan las manos a la boca


y cara.)

PADRE. ¡JAMÁS! Aunque me ofrezcas riquezas, bienes, carros y salir


de esta pobreza de un día para otro; yo me debo a Dios y a mis
hijos. ¿Qué ejemplo les daría a ellos si hiciera eso? ¡Prefiero
morirme de hambre antes que el Señor y mis hijos me vieran
haciéndolo! ¿Sabes qué? (Apurándose.) Me disculpas pero tengo que
colgar, ¡adiós! (cuelga y se sienta.)

(Los hijos se acercan emocionados hacia el padre, se sientan a los


lados de él y lo abrazan.)

HIJO. (Muy feliz y emocionado.) ¿Sabes? Te tengo una buena noticia.


¡Ya conseguí trabajo, hoy mismo firmé contrato!

PADRE. ¡Qué alegría, hijo, qué bueno! ¡Te felicito! (Le da una
palmada.)

HIJO. (Poniéndole la mano en el hombro.) ¡Gracias, papá!


Imagínate, ahora podré ayudarte en los gastos de la casa y nuestra
situación va a mejorar. Y ahora también podré ayudarte a ti, ñaña,
en lo que necesites. (La mira dirigiéndose a ella.) Y todo lo debo a
Dios que me dio un padre como tú. Si no fuera por tu dedicación y
el ejemplo que siempre nos has dado, yo no sería lo que soy.

PADRE. (Emocionado.) ¡Gracias hijo!

HIJA. ¡Sí, papá! Yo también me siento orgullosa de tenerte como


padre. Tu amor y ejemplo cristiano son el mejor regalo que nos has
dado en la vida. (Abraza al padre.)

HIJO. Es verdad, estamos felices de que Dios nos haya dado un


padre como tú.

PADRE. (Recuperándose de su emoción.) Bueno, bueno... Gracias


por esas palabras, hijos, pero... Yo creo que ustedes como que ya
tienen hambre, ¿cierto? (Se sonríe.)
HIJOS. Sí, es verdad. (Se sonríen.)

HIJO. ¿Qué les parece si para celebrar mi primer trabajo los invito a
comer fuera?

PADRE e HIJA. ¡Sí, vamos!

(Salen todos felices conversando del escenario.)

NARRADOR. Dichoso es el hogar donde el amor de Cristo gobierna el


corazón de un padre y con cuyo ejemplo los hijos son encaminados
por las sendas del Señor. Su Santa Palabra dice así: "presentándote
tú en todo como ejemplo de buenas obras, en la enseñanza
mostrando integridad, seriedad". ¡Dios bendiga a los padres y su
abnegada obra en nuestras vidas!
Evolución Humana
10 Minutos y 7 Personajes. Los hijos(as) de
los papás de la congregación tratarán de
expresar sus sentimientos a sus Padres.

EVOLUCIÓN
HUMANA

ACTORES

PRESENTADOR
JESÚS (música muy suave)
NIÑO de 4 a 5 años (música infantil)
LOLO de 10 a 12 años (música de acuerdo a la edad)
JOVEN I de 17 a 20 años (música de acuerdo a la edad)
JOVEN II de 25 a 30 años (música de acuerdo a la edad)
HOMBRE de 35 a 40 años (música de acuerdo a la edad)

ESCENOGRAFÍA

Un lugar con plataforma para que todos puedan ver con más
detención a los personajes.

NIÑO. (Dirigiéndose a los Padres.) Papito yo vine hoy para decirte,


que te quiero mucho. (Se quedará a la orilla de la plataforma,
esperando a los demás.)

LOLO. Papá no es fácil para mí pararme delante de todos, para


decirte lo que pienso. Sé que estoy en una etapa difícil, tanto para
mí, como para ti… Cuando creo que no me entiendes es cuando más
lo haces; quiero darte gracias por tus consejos, esos que muchas
veces no entiendo pero que son para mí bien. Muchas veces pienso
que no te necesito, que me la puedo arreglar solo, pero es mentira
“TE NECESITO Y TE QUIERO”.

JOVEN I. Papá, he tenido que tomar muchas decisiones importantes


para mí, y no han sido fáciles. Recuerdo cuando elegí qué estudiar.
Quería saber qué cosas me convenían más. De no haber sido por tus
oraciones y tus palabras no sé qué habría hecho, eso me ayudó.
Pues tomé la mejor decisión y hoy estoy feliz. Tal vez no te he
hecho sentir lo importante que eres para mí, pero lo eres, “Eres
muy importante para mí y te quiero”.

JOVEN II. Viejo (papá) ya pasó mi época de estudiante, y ahora


estoy trabajando. Sabes que ahora me lo paso fuera de la casa y me
ha hecho valorar tus esfuerzos diarios, para llegar a esta parte del
camino. Tú tienes que saberlo, en el trabajo la competitividad es
muy común y asfixiante; a veces creo no ser capaz de seguir
enfrentándola pero viene a mi mente tú tesón, tú fuerza… Eso me
anima y me hace sentir que lo puedo lograr. “Valoro tus esfuerzos,
hoy más que nunca. Gracias.”

HOMBRE. Es difícil ahora que yo también soy papá, pararse aquí y


decirte muchas cosas que hay en mi corazón, porque sé que es
difícil esta tarea de ser papá, tengo muchos temores al tener a mis
hijos en brazos, y pensar en su futuro. Tengo noches de insomnio,
que creo que son muy normales en nosotros como papás. Ahora sé
que tú también las tuviste conmigo. Trabajaste tanto para que nada
me faltara y es lo mismo que yo hago ahora con mis hijos. Sé que no
quiero cometer los errores que sin querer cometiste conmigo; pero
también sé que estoy cometiendo otros, que de seguro mis hijos me
reprocharán mañana. Te miro y me miro en tus ojos, “Gracias por tu
amor incondicional y perdurable”.

(Después de este hombre, se pondrá una música muy suave y


comenzara a entrar Jesús. Los hombres que están al frente le harán
un espacio en el centro para que se dirija a todas las personas.)

SERA UN MOMENTO DE REFLEXIÓN

JESÚS. Ustedes son Padres aquí en la tierra, y sé que lo que más les
importa es que sus hijos sean y se sientan felices. A mí hoy día me
ha enviado mi Padre que está en los cielos, para demostrar el amor
que siente por cada uno de ustedes (indica con su mano a los que
están en la plataforma) ya que su amor es inagotable, y su
misericordia es eterna. ¿No te ha sido fácil ser papá? ¿Pareciera que
los hijos piden mucho y no alcanza? ¿Parece que la ayuda que te di
como idónea no lo es tanto? ¿Parece que ser papá y trabajar en la
obra se te ha hecho muy pesado? Sé que todas estas preguntas y
aún mucho más están en tu mente. Pero “YO” estoy aquí para
refrescar tú corazón, para ayudarte en esta carrera. No te
desalientes, cobra ánimo, ahora… (Abraza o se abraza con los de la
plataforma) ellos tienen un poco de ti; tú tienes el soplo de vida
que mi Padre puso un día en ti. (Extiende sus brazos.) “NO TEMAS,
YO TE AYUDO”.

(Se sube la música y salen todos con Jesús, se cierra el telón.)


La botella que todo lo consume

7 Minutos y 3 Personajes. Problemas de


una familia por culpa del alcohol.

LA BOTELLA QUE TODO


LO CONSUME
Dramatización del cuento de Adolfo Roblero

PERSONAJES

MADRE

PADRE

HIJO

ACTO PRIMERO

(Una sala. Hay una mesa de pobre presentación. Una botella


colocada sobre la mesa y también un candil o una lámpara tubular.
Los taburetes o sillas en mal estado. Una mujer, bastante joven,
pero muy pobremente vestida y de aspecto triste, está sentada
junto a la mesa, con la cabeza recostada sobre la mesa. Después de
algunos momentos, levanta el rostro frente al público y casi entre
sollozos habla.)

MADRE. Si yo hubiera sabido todo lo que me sucedería al casarme


con este hombre, estoy segura que lo habría pensado mejor. Pero
ahora es tarde… Tengo que cargar con esta cruz tan pesada.
¡Cuántas mujeres sufren igual desdicha a la mía y cuán incautas
somos las jóvenes al no pedir la dirección de Dios en un asunto tan
importante como es el amor! ¡Pobre mi hijito! ¡Cómo se fue a la
escuela sin tomar café! Tendré que ir a la tienda a que me fíen
algunas cositas, para que siquiera cuando venga de la escuela mi
muchachito encuentre algo que comer. ¡Qué ingrato que es mi
marido! Todo lo que gasta en las cantinas... Y hasta he tenido que
engañar a mi hijo diciéndole que todo lo que me pide está en el
fondo de esa botella maldita. Dios mío, ten piedad de mi arruinado
hogar.

(Deja caer su rostro sobre la mesa. En eso entra su hijo de la


escuela.)

MADRE. ¿Cómo hijito? ¿Y por qué vienes tan temprano?

HIJO. ¡Ay, mamacita! Como me fui sin tomar café me sentí muy
débil. Y también tuve vergüenza de que me vieran mis compañeros
de clase con estos zapatos tan rotos. Mamá, ¿y dónde están mis
zapatos nuevos, que me dijiste me los tenías guardados? Yo me los
quiero poner.

MADRE. ¡Ay, hijito! Están allí, en esa botella, y no solo tus zapatos,
sino que allí también, en el fondo de esa botella, están tus vestidos
y el pan que necesitas para alimentarte.

HIJO. ¿Y cómo es eso, mamá?

(En este momento se oye desde adentro una voz áspera.)

PADRE. Mujer, ¿cuándo irás a la cocina a preparme el café? Solo de


haragana vives.

(El niño sale para conseguir una piedra.)

MADRE. No seas ingrato, Alberto. Bien sabes que viniste ebrio a la


una de la mañana, y ¿dónde me has dado dinero para hacer las
compras?

PADRE. (Entrando, todo desaliñado y con la expresión del vicio en su


rostro.) Anda a la tienda, que yo respondo.

MADRE. Sí, como tú no te das cuenta… Si supieras cuánto debo ya…


que hasta me da vergüenza seguir pidiendo fiado la comida.

PADRE. (Jalándola del brazo y empujándola hacia adentro.) Digo


que vayas a traer el jarro para la leche.

MADRE. (Casi llorando.) ¿Y qué leche voy a encontrar a estas horas?


(Sale hacia adentro.)

(Al momento entra el hijo con una piedra en la mano. Toma la


botella y se sienta en el suelo y se pone a examinarla.)

HIJO ¿Estarán dentro de esta botella los zapatos como dice mama?
Voy a darme cuenta. (Entonces con la piedra golpea la botella hasta
quebrarla. Emocionado busca a ver si encuentra los zapatos.) ¡Y
cómo! Mi mamá me engañó. Aquí no hay zapatos ni nada. (Se pone
a llorar.)

(En eso sale el padre del aposento.)

PADRE. ¿Qué es eso? ¿Quién ha quebrado la botella?


HIJO. (Con miedo.) He sido yo, papá.

PADRE. ¿Y por qué la quebraste? (En tono suave.)

HIJO. Yo quería ver si había dentro un par de zapatos nuevos porque


los mío están rotos, y mi mamá no los puede componer.

PADRE. ¿Cómo podías imaginarte que hubiera dentro de la botella


un par de zapatos nuevos?

HIJO. Es mamá la que me ha dicho... Siempre que le suplicaba que


me comprara un par de zapatos, me decía que mis zapatos y sus
vestidos, y el pan y otras muchas cosas están en el fondo de una
botella... y yo creía encontrar alguna de estas cosas dentro... Pero
ya no lo haré más, papaíto.

PADRE. (Poniéndose las manos en la cabeza y algo entristecido.)


Dios mío, ¡qué situación la mía! Está bien, hijo querido, no te
volverá a suceder esto. Dile a tu mamá que me voy y que no vendré
hasta no ser un nuevo hombre y hacer frente a las necesidades de
mi hogar. Adiós.

(Sale con paso firme, mientras su hijo se queda sorprendido. A los


pocos momentos entra de la cocina la madre con un jarro en la
mano.)

MADRE. ¿Y tu papá, Alberto?

HIJO. Se acaba de ir y dice que no vendrá hasta que sea un hombre


bueno y traiga mucho dinero para la casa.

MADRE. ¿Y no te dejó para comprar la leche?

HIJO. No, mamacita.

MADRE. ¡Ay, hijito, qué se haga la voluntad de Dios! Vamos a comer


nuestro bocadito aunque sea sin café. Pero nuestro Padre Celestial
no nos desamparará y Él tendrá misericordia de nosotros.

(Salen.)

ACTO SEGUNDO

(Aparece la misma sala. La madre está sentada y sobre la mesa


aparece una Biblia grande abierta y ella le está leyendo y
explicando a su hijo Alberto, quien escucha atentamente.)

HIJO. Mamá, ya tarda en venir papa.

MADRE. Sí, hijo. Pero yo tengo confianza en que el Señor lo


transformará, pues así le he estado pidiendo en mis oraciones.

PADRE. (Entra de pronto, decentemente vestido y con un gran


paquete sobre sus brazos.) Hola, mi querida esposa y mi adorado
hijo. (Los abraza emocionado.)

MADRE. Hola Alberto.

HIJO. Hola papacito. ¿Y dónde estabas?


PADRE. No me lo preguntes, solo les dire que soy un hombre nuevo y
de hoy en adelante seré buen esposo y buen padre. Aquí está este
paquete que traigo para ustedes. Ya nada volverá a irse al fondo de
aquella infame botella.

(La madre y el hijo abren con alegría el paquete y sacan de allí


zapatos, vestidos, etc.)

HIJO. ¡Cuántas cosas, mamá! Allí están mis zapatos, ¡qué bueno!
Ahora sí no faltaré a la escuela y podré jugar con todos los niños,
mamá.

MADRE. Sí, hijo, Dios ha contestado mi oración. ¡Gloria sea a su


nombre! Ahora creo que siempre seremos felices, y que, aunque
seamos pobres, no faltará el pan en nuestro hogar. ¿No es así,
Alberto?

PADRE. Así es, mi querida esposa. Con la ayuda de Dios mi hijo


nunca volverá a quebrar otra botella para buscar zapatos nuevos.
Muerto era

15 Minutos y 10 Personajes +
Voces. Parábola del hijo
pródigo.

MUERTO ERA

PERSONAJES

SIMEÓN. Anciano padre


NATANAEL. Hijo mayor
OTONIEL. Hijo menor
ABIEL. Una joven amiga de la casa
CRIADO
SIRVIENTE
AMIGO 1
AMIGO 2
RICO
PORDIOSERO
VOCES

PRIMER ACTO

(Afuera de la casa está Otoniel sentado junto al pozo. Está


pensativo, entra Abiel que lleva un cántaro al hombre, viene a traer
agua.)

ABIEL. Buenas tardes, Otoniel, es muy extraño que ya estés de


regreso a tan temprana hora, ¿qué ha pasado?

OTONIEL. Nada malo, Abiel, sólo que no he podido trabajar como


todos los días. He estado pensando que será mejor irme lejos… sí,
muy lejos.

ABIEL. ¿Qué dices? ¿Qué has de irte muy lejos? Pero, ¿por qué?
OTONIEL. Tal vez no podrías comprenderme pero yo no puedo
soportar por mucho tiempo más estar encerrado dentro de estas
cuatro paredes. Yo quiero seguir una vida muy diferente a la que
han vivido mi padre y mi hermano Natanael.

ABIEL. ¿Lo crees tú así? Ya ves a Natanael cómo trabaja y cuida de


la vida de tu padre que es anciano.

OTONIEL. (Riéndose.) Sólo él podrá hacerlo, Abiel, porque yo no


podría. Imagínate la vida que me espera, todo un caballero
respetado, intelectual, paseando por todas partes y conociendo los
misterios de esta vida, ¿qué te parece?

ABIEL. Creo que te burlas. Sin embargo todo eso estaría bien, pero
lo que no creo es que tú llegues a lograr todo lo que sueñas, y
mucho me lamentaría que terminaras como todos los jóvenes que
han buscado sólo sus placeres y han abandonado el camino del bien.

OTONIEL. ¿Crees tú que eso pasaría también conmigo?

ABIEL. Calla, que ahí viene tu padre.

SIMEÓN. Paz sea contigo Abiel, y contigo, mi querido Otoniel.

OTONIEL. Y también contigo, padre mío.

SIMEÓN. ¿Aún no ha llegado Natanael tu hermano?

OTONIEL. Aún no, padre, pero no ha de tardar. Creo que ya está


entrando. Te quedarás con nosotros, ¿verdad, Abiel? Y así
tomaremos los alimentos juntos.

ABIEL. Iré a dejar el cántaro de agua que mamá espera, y regresaré


pronto.

SIMEÓN. Sí, ve, hija mía.

(En esos momentos entra Natanel.)

NATANAEL. La paz sea contigo padre, y contigo Otoniel.

SIMÉON. Te esperábamos hijo para tomar los alimentos.

NATANAEL. Gracias, padre. ¿Y acaso no ha venido por esta casa


Abiel?

OTONIEL. Precisamente llega en este momento.

NATANAEL. Pasa, querida Abiel y seas bienvenida.

ABIEL. Espero que no les haya hecho esperar mucho.

SIMEÓN. No, hija, esperábamos a Natanel también, pero ahora sí,


tomemos los alimentos. (Mientras está hablando, el criado prepara
una pequeña mesa con los platos y sirve.) Me parece que este año
tendremos la mejor cosecha, ¿no les parece, hijos?

NATANAEL. Tengo la misma idea que tú, padre, no serán en vano


tantas fatigas y tanto afanarnos.
SIMEÓN. Dios quiera que así sea, y que su voluntad la recibamos con
regocijo, como una bendición de su bondad infinita. Y tal vez
podamos hacer mejoras a la finca que tanto lo necesita.

NATANAEL. Bien pensado, padre, que mucha falta le hace. Y


también necesitamos unos cuantos animales. He de trabajar con
todas mis fuerzas hasta verlo realizado.

SIMEÓN. Dios ha de premiar tus esfuerzos… pero… tan distraídos


hemos estado que nos hemos olvidado de tu hermano. ¿Qué piensas
de esto, Otoniel?

OTONIEL. Perdóname, padre, pero no me molesta esta plática, tú


siempre pensando en tu hacienda, pero nunca en tus hijos…

ABIEL. Cuidado, Otoniel, que ofendes a tu anciano padre.

SIMEÓN. ¿Deseas que tu padre se preocupe más por ti, hijo? ¡Cuando
todo lo que tengo es tuyo! He trabajado día tras día para poder
dártelo a ti y a tu hermano. ¿Esto no te basta?

OTONIEL. Bien, padre, pero ¿y nuestra educación, nuestras


distracciones y placeres? Tus hijos no conocen otra cosa que no sea
esta hacienda: esto es todo el mundo para tus hijos. Cuando otros
nos invitan a sus casas, tú no te das cuenta de la vida que llevan.
¿Sabes dónde están nuestros amigos?

SIMEÓN. Calla, Otoniel, que me haces daño… casi entiendo lo que


pretendes… me temo que eres un mal hijo… ¡qué dieran otros por
poseer lo que tú tienes…!

OTONIEL. Lamento que creas eso de mí, padre. En realidad no


quiero ser mal hijo. Es que… sencillamente… quiero irme.

ABIEL. (Se acerca a Otoniel y le pone la mano sobre su hombro.)


Piensa lo que vas a hacer, Otoniel. Eres joven y no sabes si puedes
descubrir los misterios que tiene la vida y hacia dónde serás
arrastrado, si te separas de tu hogar.

OTONIEL. Sí, Abiel, lo sé, pero déjame que me vaya. Y tú, padre, no
me detengas… y te ruego que me des la parte de la herencia que
me corresponde.

NATANAEL. Déjalo que se vaya, padre. Sí, ¡que se vaya, que goce,
que sufra! Ya que así lo quiere…

SIMEÓN. (Sale por una bolsa de monedas y la pone en las manos de


su hijo.) Aquí tienes, Otoniel, y que Dios (levantando las manos) te
guarde en tus caminos.

(Otoniel sale. El padre se queda mirándolo alejarse. Luego, con


hondo sentimiento, exclama.)

SIMEÓN. ¡Otoniel, hijo, regresa… Otoniel… Otoniel…!

SEGUNDO ACTO

(Esta escena se desarrolla en una ciudad en donde encontramos a


Otoniel disfrutando con unos amigos de la hacienda que le dio su
padre.)

OTONIEL. En la hacienda de mi padre no podía imaginarme hasta


dónde puede uno divertirse y gozar de los placeres de este mundo,
pero si mi padre supiera que no he aprovechado de su herencia para
educarme, su maldición caería sobre mí.

AMIGO 1. ¿Para qué preocuparse, Otoniel? ¿Acaso nosotros no te


hemos comprendido? ¿Acaso no te hemos enseñado muchas cosas
que tú ignorabas?

OTONIEL. Así es, pero bien me temo que Abiel tenía razón, mi
inolvidable Abiel… Pero dices bien, (saca su bolsa y hace sonar las
monedas y saca algunas.) Mientras haya monedas ¿recuerdas?
¡Debemos gozar de los placeres de esta vida!

AMIGO 2. La divertida que nos dimos ayer, ¡cómo nos envidiaron


aquellas mujeres! Han de haber creído que éramos distinguidos
príncipes.

OTONIEL. (Riéndose.) Mi hermano quisiera estar en estos lugares,


pero es un tonto. En cambio yo estoy aquí gozando, desde que salí
de casa no sé lo que es trabajar. Lo único que extraño es mi querida
amiga Abiel. (Se dirige al sirviente que se ha acercado.) Toma,
cóbrate y devuélveme lo que sobre.

SIRVIENTE. (Toma la bolsa y saca el dinero.) Señor, este dinero no es


suficiente para pagar lo que debes.

OTONIEL. ¿Qué dices? ¿Qué no es suficiente? Pues no voy a pagarte


ni un centavo más… ¿Lo oyes? ¡Ni un centavo más! Pero, ¿qué ha
pasado? (Se inclina y sus amigos salen.)… Se han ido… Me han
dejado, ya no tengo dinero. ¡Ay! Creía que sería eterna mi fortuna,
¡pero cuánto dolor me causa esto! ¿Qué haré ahora?

PORDIOSERO. Buenas tardes, mi amo… Pero, ¿qué le pasa? Usted


siempre alegre y ahora… ¿Está usted llorando?

OTONIEL. Calla, no me atormentes más, y vete como los otros se


han ido. Ya no tengo más dinero, ¿lo oyes? No tengo más dinero…
¿tienes tú una moneda que me des para poder comer?

PORDIOSERO. ¡Tú, el joven rico! ¿Pidiendo limosna? Te compadezco,


pobre joven, ¡ja, ja, ja! Si quieres comer, tendrás que trabajar. Vé
a una hacienda en la orilla del pueblo, y tal vez allí te ocupen para
apacentar puercos y así te ganes tu comida…

OTONIEL. (Le toma por la ropa.) ¡Calla, miserable! ¡Vete de aquí!


(Luego, hablándose a sí mismo.) Se ha burlado de mí, pero bien
merecido lo tengo. ¡He sido un tonto en haberme dejado llevar por
la vanidad y el deleite de este mundo! ¿Qué haré, Señor? (Cae de
rodillas.) Dios, ¡ilumíname! (Queda pensativo.) El mendigo se ha ido
también… No tengo amigos, no tengo hogar, no tengo dinero… dijo
que yo podría apacentar puercos, yo nunca lo he hecho… pero tengo
hambre… tendré que ir. (Se levanta y sale.)

RICO. (Aparece en escena un hombre de buena apariencia, muy


elegantemente vestida, habla en voz fuerte.) ¿Quién podría
apacentar mis puercos? (Paseándose.) Nadie quiere trabajar,
prefieren morir de hambre. ¡Qué gusto! ¿Dónde tendrán la cabeza?
OTONIEL. (Entra.) Señor, yo necesito trabajar. ¿Me darías el trabajo
de apacentar tus cerdos, por unas monedas y un pedazo de pan?

RICO. ¿Has dicho unas monedas? ¡Ni lo pienses! Si acaso, te daría


unas cuantas piezas de pan. ¿Crees que voy a pagarte más por
cuidar mis cerdos? Pero dime, ¿de dónde eres? Porque tu vestidura
parece ser de un joven rico… aunque (tocando el vestido de
Otoniel) tus ropas ya están bastante rotas y sucias…

OTONIEL. Señor, te ruego no me atormentes más, y déjame


apacentar tus cerdos.

RICO. Vé, y procura no comerte la comida de mis animales, que es


bien poca. Y, ¡cuida tu vestido, no se vaya a manchar más! (Se va
riéndose.)

OTONIEL. (Se sienta muy pensativo.) Cuántos jornaleros en casa de


mi padre tienen abundancia de pan y yo aquí perezco de hambre.
He sido un tonto, me dejé llevar por la vanidad y el deleite de este
mundo. ¡Qué miserable es este hombre! ¡Ojalá que no llegue él
también a la miseria… hasta donde he llegado yo! (Llora.) ¿Qué
haré, Señor? ¡Miserable hombre de mí! (Se oyen las siguientes
voces, mientas en voz muy tenue cantará el coro.)

VOZ. (Se lee el pasaje de Isaías 53:3,5,6) Despreciado y desechado


entre los hombres, varón de dolores…

(Otoniel ha quedado como en sueños. El mensaje divino llega a él


en las voces.)

VOCES. ¡Crucifícale, crucifícale! Suéltanos a Barrabás y este sea


crucificado… No digas nuestro rey… No hallo culpa de Él; ¿le soltaré?
¡No, no, crucifícale!

VOZ. Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su


Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda
mas tenga vida eterna.

OTONIEL. (Cae de rodillas, solloza, y luego habla.) Gracias, Señor,


por tu perdón; porque andaba perdido y he reaccionado, muerto
era y me has rescatado. Iré a mi padre y le pediré su perdón.
Gracias, Señor. (Inclina la cabeza.)

TERCER ACTO

(En la hacienda, el anciano se encuentra sentado muy pensativo.


Entra Abiel, para saludarle, lleva su cántaro.)

ABIEL. La paz sea contigo, señor. Vine por agua, que mi madre
necesita, pero quise enterarme si hay noticias de Otoniel.

SIMEÓN. Ninguna, hija mía, creo que hemos de perder toda


esperaza de que vuelva a casa, ¿qué habrá sido de él? (Inclina la
cabeza y llora.)

ABIEL. No hemos de perder nuestras esperanzas, mi corazón me


dice que pronto volverá. Ojalá y no sea como muchas veces lo he
soñado.
SIMEÓN. ¿Cómo lo has soñado hija?

ABIEL. Como un pordiosero, sucio y caminando como un anciano.

SIMEÓN. No me importaría hija que así fuera, con tal que volviera a
casa. Pero no creo que pase tal cosa. Él es inteligente y habrá
aprovechado bien su dinero.

CRIADO. (Entra corriendo.) Señor, por el camino se acerca un


hombre bastante sucio, pero se parece a tu hijo por la forma en que
camina…

SIMEÓN. (Con mucha angustia.) ¿Dices que se parece a mi hijo?


(Corre hacia una ventana.) ¿Dónde? No puedo ver, mis ojos se
nublan… ¡No puedo ver! Abiel, hija mía, acércate y ve si ese
hombre que viene a lo lejos es Otoniel.

ABIEL. Ya se acerca, su paso es vacilante… parece Otoniel, pero no,


no puede ser él.

SIMEÓN. (Se pasea de un lado para otro.) No puedo esperar más,


correré a su encuentro.

ABIEL. Espera, señor, ya corre… ¡Es él! ¡Es Otoniel!

OTONIEL. (Entra y se arroja a los pies de su padre.) ¡Padre! (Llora.)


He pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de que me
llames tu hijo. Tan sólo hazme como a uno de tus jornaleros.

SIMEÓN. No, hijo, eso no. Dios ha oído mis ruegos y te ha devuelto a
mí. Te pondrás vestidos nuevos, y anillos en tus dedos y zapatos en
tus pies. (Le habla a su criado.) Vé y mata el becerro grueso, y
hagamos una fiesta, porque este mi hijo, muerto era y ha revivido…
¡habíase perdido y es hallado!
Papá, escucha
8 Minutos y 2 Personajes. Una
niña trata de llamar la
atención de su padre que está
absorto viendo la televisión.
Ella tiene muchas preguntas
sobre el amor de Dios...

PAPÁ, ESCUCHA
PERSONAJES

PADRE
HIJA

(Un hombre se sienta en una sala de estar para ver televisión. Está
cambiando de canales constantemente.)

(El padre cambia muchos canales, se para en un programa de


deportes, después cambia a una comedia y empieza a reírse, sigue
buscando más canales, escucha un comentador político y se enfada,
sigue cambiando de canales pasando por distintas emociones,
finalmente lo deja en un canal que llama su atención.)

HIJA. (Entra, lleva una muñeca, absorta en un diálogo consigo


misma. Juega con su muñeca, se sienta cerca de su padre, a sus
pies.) ¿Papá? ¿Por qué las muñecas cierran los ojos cuando las
movemos así?

PADRE. (Quita la vista de la televisión por un momento, mira a su


hija, mira a la muñeca y después mira a la tele otra vez.) ¿Eh?

HIJA. He dicho que cómo es que las muñecas cierran los ojos.

PADRE. (Absorto por la pantalla.) Eh, eh, sí, sí.

HIJA. (Un poco enfadada tira de la pierna de su padre.) ¿Cómo,


papá? ¿Eh? Que cómo.
PADRE. (Un poco exasperado.) ¿No tienes tarea que hacer?

HIJA. (Con ojos de asombro.) Es VERANO, papa, NO tengo tarea en


verano.

PADRE. (Sin quitar la vista de la pantalla.) ¡NO tengo tarea en el


verano!

HIJA. (Mira a su padre con cara de asombro) Por supuesto que no


tienes tarea en el verano. Hace mucho, mucho, mucho tiempo que
ya no vas al colegio. ¿Ya había escuelas cuando eras pequeño?

PADRE. Creo que tu madre te está llamando…

HIJA. Debes tener unas orejas superpontentes porque mamá está en


el centro comercial. (Mira la televisión.) ¿Qué estás viendo, papa?

PADRE. (Inmediatamente cambia de canal.) ¡Oh! Era un documental


muy muy aburrido…

HIJA. Pero, ¿qué hacían esas mujeres ahí en ropa interior?

PADRE. ¡Ahh! Estaban hablando de la historia de… la moda. ¡Hum!


Esto, ¿qué es lo que me estabas diciendo? Me decías que tu muñeca
tenía tarea sobre por qué se cierran los ojos?

HIJA. (Juega un poco más con su muñeca.) ¿Papá? ¿Me quieres?

PADRE. (Continúa cambiando de canal.) Naturalmente, cariño.

HIJA. (Pensando.) ¿Alguna vez me harías ir a un sitio en el que


hubiera gente muy mala que quisiera matarme?

PADRE. Por supuesto que no.

HIJA. (Pensando.) Dios no debía amar mucho a Jesús.

PADRE. (Confuso, medio mirando a la televisión y pensando.) ¿QUÉ


acabas de decir?

(La hija no contesta, solo sigue jugando con su muñeca, pero


parece molesta.)

PADRE. (Finalmente fija completamente la atención en su hija.)


¿Has dicho que Dios no amaba a Jesús?

HIJA. (Triste.) Está en la Biblia. Dios envió a Jesús aquí y todos le


mataron. Tú no me enviarías a un sitio en el que fueran a matarme
porque me amas.

PADRE. (Avergonzado y sintiéndose culpable.) No, no, cariño. Ven


aquí… (La coge de la mano y la sienta en sus rodillas.) Eso no quiere
decir que Dios no ame a su hijo. ¿Sabes? Él es mejor padre que yo.
(Mira de forma culpable a la televisión, coge el control remoto y la
apaga.) En realidad, soy un padre muy malo…

HIJA. Pero, ¿por qué lo enviaría aquí para que lo mataran?


PADRE. Jesús QUISO venir aquí. El mayor amor y más poderoso del
mundo es el que es capaz de dar su vida por otra persona… Así de
grande es el amor de Jesús. Así nos quiere Dios. Estoy segura de que
su muerte le rompió el corazón a Dios. Seguro que fue lo más duro
que tuvo que hacer en esta tierra… y en el cielo. Ese es el gran
amor que Dios tiene por nosotros… nosotros somos sus niños.

HIJA. (Pensando.) Así que es como si mi hermanito pequeño Lucas


estuviera en peligro y tú me dejases ir a salvarlo porque é les tan
pequeño e indefenso. ¿Me dejarías ir allí y morir para salvarle?

PADRE. (Pensando, muy emocionado.) No sé si… bueno, me imagino


que… Quiero decir… (Piensa y mira de lleno a su hija.)

HIJA. ¿Me dejarías morir, papá?

PADRE. (Agarra a su hija y la abraza fuertemente hacia sí.) Cariño,


no sé si soy tan buen padre. Dios es mejor padre yo, Él es mucho
mejor que yo.
Picotero, el pájaro carpintero
10 Minutos y 2 Personajes. Dos personajes
servirán para representar todos los
personajes que aparecen. La historia de
un pájaro carpintero le servirá a un
padre para enseñarle a su hija a quién
debemos la gloria por los dones que
recibimos.

PICOTERO, EL PÁJARO
CARPINTERO
PERSONAJES

PADRE
HIJA

(Un padre y una hija se acercan de la mano al centro del escenario.


La hija está enfadada, están conversando y el padre intenta
explicarle algo.)

HIJA. (Dando unas patadas.) Si Cristian puede, yo también. Si


Cristian puede, yo también. Si Cristian puede hacerlo yo también.

PADRE. ¡CARIÑO! ¡Un momento! ¿Qué te parece si te cuento una


historia?

HIJA. (Se para, mira a su padre y de repente se pone a saltar


emocionada.) ¡Sí! ¡Sí! ¡Cuéntame una historia! ¡Cuéntame una
historia, papá! (Lo apretuja...)

PADRE. (Se dirige hacia un lado del escenario en el que finalmente


se sentará en el suelo.) Vale, imagina un hermoso bosque, cientos y
cientos de árboles y el cielo con grandes nubes negras que van de
lado a lado y pájaros revoloteando por todos los sitios buscando un
lugar para esconderse de la tormenta que se avecina. Bien, y en ese
momento aparece un pequeño pájaro carpintero que decide que ese
es el mejor momento para picotear en los árboles más deliciosos.

HIJA. (Interrumpiendo.) ¿Cómo se llama? ¿Cómo se llama el pájaro


carpintero?

PADRE. ¿Eh? ¡Ah! ¿Cómo te gustaría que se llamase?

HIJA. (Pensando.) ¡Hummmmmmmmm! ¿Qué tal... PICOTERO? De


picotear y de carpintero.

PADRE. Muy bien, pues Picotero se dirigía volando hacia el árbol más
grande, más alto y más viejo de todos. Siempre había querido ir a
ese árbol pero siempre llegaban antes otros pájaros más grandes y
más listos que él. Pero AHORA, ¡ahhhhh!, ahora él sólo iba a darle
un buen golpe.

HIJA. (Aplaudiendo.) ¡Vamos Picotero! ¡Dale!

PADRE. (Pide silencio con los dedos en los labios.) ¡Shhhh!


(Sonriendo.) Picotero volaba alto, más alto que nunca antes lo había
hecho, directo a la copa del árbol. ¡Qué orgulloso que estaba!
¡Imagínate! ¡Picotero! ¡Uno de los pájaros carpinteros más
pequeños del bosque picoteando el árbol más grande, más alto y
más viejo de todos!

HIJA. ¡Genial!

PADRE. Así que Picotero echó para atrás su cuello (coge el papel
que lleva su hija en la mano y lo enrolla como si fuera el pico del
pájaro y se lo pone en la nariz) y lo picoteó. ¡Qué sensación!
¡Fantástico!

HIJA. ¡Sí! (Lanzando las manos a lo alto en señal de victoria.)


Picotero es el más grande. ¡Ese árbol es para Picotero!

PADRE. Eso es exactamente lo que Picotero estaba pensando. De


nuevo echó el cuello para atrás para darle un buen golpe pero
cuando se estaba acercando al árbol, ALGO SUCEDIÓ.

HIJA. (Emocionada.) ¿QUÉ? ¿Qué sucedió?

PADRE. ¡Oh!, (mirando a su reloj y sacudiendo su cabeza) tengo


mucho que hacer, ¿por qué no terminamos la historia mañana?

HIJA. (Cogiendo el pico de su padre y chafándoselo en la cabeza.)


¡NOOOOOO! ¡Cuéntame el final! ¿Qué sucedió? ¿Qué sucedió? ¿Qué
sucedió?

PADRE. (Riéndose, poniendo las manos en señal de paz.) ¡De


acuerdo! ¡Vale! (Coge el pico de las manos de su hija y se lo vuelve
a poner en la nariz.) En el mismo momento en el que tocó el
tronco, un enorme rayo cayó del cielo y golpeó lo más alto del
bosque que encontró: el árbol que Picotero está picoteando. ¡Ahh!
El viejo árbol explotó en millones, billones de palillos y en ese
mismo momento empezó a llover tanta fuerza que parecía que
estuvieran cayendo cascadas de agua del cielo.

HIJA. (Preocupada.) ¿Qué le pasó a Picotero? ¿Qué le pasó al pobre


Picotero?
PADRE. Eso es lo más increíble. Tan pronto como el árbol explotó y
el rayó atravesó el tronco y la lluvia empezó a caer, Picotero salió
de allí volando como un loco… Su pequeño corazón de pajarito
carpintero palpitaba a mil por hora (se da palmaditas en el pecho
rápido imitando al pájaro) y voló voló a donde los otros pájaros
carpinteros habían ido a refugiarse... ¡Estaba tan aturdido, el
pobre…! Sacudió las alas para secárselas y empezó a llamar a todos
los que estaban allí. Todos los pájaros carpinteros se congregaron
alrededor de él para ver qué le había pasado y, ¿sabes que les dijo?

HIJA. ¿Qué? ¿Qué les dijo, papá? Dímelo.

PADRE. Les dijo: "Uf, en el futuro voy a tener más cuidado.


Tendríais que haber visto lo que ha pasado. (Tocándose el pico) Este
pico es muuuuy PELIGROSO. Casi me cargo el bosque entero con un
par de picotazos”.

HIJA. (Riéndose con el padre.) ¡Me encanta la historia, papá! Es una


historia muy bonita. Pero, pobre Picotero. Picotero era bastante
tonto. (Pensando.) Él no rompió el árbol en pedazos. El rayo lo
hizo...

PADRE. Sí, pero al pobre Picotero, le pareció que había sido él quien
lo hizo. En cierta forma, a veces pasa algo parecido en nuestra
relación con Dios. Él nos da dones maravillosos con los que logramos
hazañas increíbles pero nosotros pensamos que hemos sido los que
lo hemos hecho y no nos damos cuenta de que detrás de todo eso
está la mano de Dios..

HIJA. Pero si Cristian puede ser un pastor, yo puedo ser una pastora
también. Soy más lista que él, le gano corriendo y al fútbol, y
además, su cabeza es muy muy pero que muy grande. ¿Cómo puede
predicar alguien con una cabeza tan grande?

PADRE. Bueno, eso es algo que se lo tienes que dejar a Dios. Que
sea Él quien decida. Si le escuchas y le sigues, te llenará de dones
estupendos, el Espíritu Santo te alzará y servirás al Señor con poder.
Además, cada persona hemos sido llamada para servir a Dios de
distinta forma.

HIJA. ¿Y tú, papá? ¿Qué es lo que te ha dado Dios para que le sirvas?

PADRE. (Serio, pensando en la pregunta.) Bueno... tú sabes... Creo


que…

(La escena se congela por varios segundos mientras ellos se


transforman.)

HIJA (Se levanta, se ha hecho madre, camina alrededor de su


padre, mirándolo con cariño y nostalgia, un poco triste.) Mi papá.
Todavía me acuerdo de ese pájaro carpintero. Esa historia ha estado
latente en varios episodios de mi vida, en especial cuando pienso
que estoy haciendo las cosas a mi modo o cuando Dios me ha
llamado para servirle y he estado tentada a pesar que el talento
que tenía provenía de mí o a creerme alguien especial. Pero, papá,
¿cuáles eran tus talentos espirituales? (camina detrás de él y le
pone las manos en los hombres.) Tú nunca fuiste un pastor, nunca
curaste a nadie, o viajaste por el mundo esparciendo el evangelio…
Pero en verdad, tú contabas historias, muchas historias, y siempre
aprendía algo de ellas. Todavía me acuerdo de ellas, todavía me
acuerdo de la viveza con la que las contabas, la entonación, el
cariño... Papá, has dejado una huella enorme en mi vida. Siempre
me acordaré de ti. Me enseñaste qué era la fe, la esperanza y
especialmente el AMOR. Y el mayor de todos es el Amor...

PADRE. (Se convierte en hijo. Se descongela, se convierte en un


niño pequeño emocionado.) ¡Mamá, mamá! ¡Cuéntame esa historia,
mamá! Cuéntame la historia de Picotero, el pájaro carpintero.
Cuéntame lo que le pasó en la tormenta, mamá.

MADRE. (Lo abraza.) De acuerdo, amor mío. No te la podré contar


tan bien como el yayo la contaba pero Picotero, el pájaro
carpintero, estaba volando en un bosque directo al árbol más alto...

HIJO. ¡La tormenta! ¡La tormenta se acerca!

MADRE. ¡Exacto! Pero él quería aprovechar la oportunidad para dar


unos picotazos al árbol más alto...

HIJO. (Saltando.) ¡El árbol másssss mássss grande!

MADRE. ¡Sí! ¡El másssssss grande de todos! Picotero quería servir a


Dios, como los otros pajaritos del bosque. Cuando picoteó en el
árbol un rayó cayó del cielo y partió el enorme árbol.

HIJO. ¡Bum!¡Crash! ¡Bum! ¡Plof! ¡Explotó en millobillones de


palillos!

MADRE. ¡Eso es! Y el pobre Picotero pensaba que había sido él...

HIJO. Pero realmente había sido Dios.

MADRE. ¡Claro! Fue Dios.

(Se congela.)

HIJO. (Se convierte en padre. Se levanta y se convierte en padre.)


¿Sabéis? Mamá nunca se hizo pastora como su amigo Cristian. El
Señor no la llamó para ese trabajo. Pero Dios la llamó para otros
asuntos. Le dio poder para servirle: cantaba en el coro, arreglaba la
iglesia para las ceremonias, enseñaba a los niños, me contaba
historias como su padre se las había contado a ella (la rodea, y le
pone las manos en la espalda) Sirvió a Dios tantas veces como Él la
llamó. Y me enseñó sobre la fe, y la esperanza, pero especialmente
sobre el Amor. Yo creo que ella nunca se confundió como el pobre
Picotero se confundió con el rayo... Ahora tengo mis propios hijos.
¿Cómo les enseño que Dios nos llama a todos de formas diferentes,
en diferentes puestos para servirle y para servir a otros?

MADRE. (Se convierte en hija. Se descongela, se convierte en hija.)


¡Papá! (Aplaudiendo.) ¡Cuéntame la historia de Picotero el pájaro
carpintero!

PADRE. (Sonriendo, poniendo sus brazos alrededor de sus hombros,


llevándola al centro.) ¿Esa historia tan vieja? ¿Sabes que tu
bisabuelo se la solía contar a tu abuela?

HIJA. (Emocionada.) Cuéntame cómo iba volando por el bosque


durante la tormenta y cómo los otros pájaros se escondían de la
lluvia y del rayo mientras que Picotero quería...
Puede ser muy tarde
10 Minutos y 6 Personajes + Extras. La
relación entre padres e hijos: un
padre y un hijo no se hablan durante
varios años y cuando se quiere
arreglar el problema puede que sea
demasiado tarde.

PUEDE SER MUY TARDE

PERSONAJES

PADRE
MADRE
HIJO
ESPOSA
DOCTOR
PROFESOR
ESTUDIANTES

ESCENA I

(Escenario: la casa de los Padres. El hijo tiene una fuerte y


acalorada discusión con su padre.)

HIJO. ¡Pero es que tú no entiendes!

PADRE. Tú eres quien crees que lo sabes todo y en realidad no sabes


nada…

HIJO. Piensas que tu palabra es la única que cuenta…

PADRE. ¡Ah! No sabes nada de la vida y mucho menos te importa lo


que digo o pienso.
HIJO. Eres tú quien no escuchas... contigo no se puede hablar.

PADRE. ¡Ja! ¿Ahora soy yo el culpable...? Pues si no te gusta, vete.

HIJO. Perfecto, me da igual, además no estoy como para seguir


discutiendo con alguien tan intransigente como tú.

PADRE. Ya no me interesa oírte, tú no entiendes razones.

HIJO. ¡Me voy!

(Tanto el hijo como el padre salen muy molestos y cada cual se


dirige por su lado.)

ESCENA II

(Han transcurrido 5 años desde el altercado del padre y el hijo.


Ahora el escenario es un salón de clases para adultos. El hijo toma
clases en dicho salón.)

PROFESOR. ¡Buenas tardes, señores! ¿Qué tal?

CLASE. (Contesta al saludo del profesor.)

PROFESOR. Bueno... ustedes saben que normalmente yo no


acostumbro a dejarles tarea para el fin de semana pero dado que
hoy tengo una reunión de la Facultad y no los podré reunir, les
dejaré una asignación para la semana próxima. La tarea es la
siguiente: deben buscar a alguien a quien amen y decirle que lo
aman. Tiene que ser alguien a quien no se lo hayan dicho antes o
que haga demasiado tiempo no se lo expresan.

CLASE. ¡Ah, eso está fácil!

PROFESOR. Entonces, nos veremos la semana próxima y que no se


les olvide.

(Todos los estudiantes se despiden y salen del salón.)

ESCENA III

(El escenario es la casa del hijo y éste se encuentra en la mesa del


comedor tomando una taza de café muy pensativo y llega su
esposa.)

ESPOSA. ¿Qué te pasa que te noto tan pensativo?

HIJO. Es que hoy nos dieron una tarea para la semana próxima que
la verdad me tiene pensando.

ESPOSA. ¿Y de qué se trata?

HIJO. Tenemos que decirle a alguien que amamos que lo amamos;


sólo que debe ser a alguien a quien nunca o haga mucho que no se
lo hayamos dicho.

ESPOSA. ¿Y cuál es el problema? No parece tarea difícil.


HIJO. Es que cuando el profesor lo dijo me molesté muchísimo
porque pensé que quién era él para pedirnos algo tan personal.
Además, pensé que yo no tenía a quién decirle esas palabras. Sin
embargo, cuando venía de camino, la consciencia empezó a
trabajar y algo me decía que yo sabía exactamente a quien
necesitaba decirle: TE AMO.

ESPOSA. Es tu padre, ¿verdad?

HIJO. Sí. (Pausa.) ¿Sabes qué? He decidido visitarlo mañana mismo y


decirle que lo amo.

(La esposa se levanta y lo abraza mientras el esposo llora.)

ESCENA IV

(El hijo llega a casa de sus padres al día siguiente y la madre lo


recibe.)

MADRE. ¡Hijo! (Lo abraza y llora.)

HIJO. ¿Qué ocurre?

MADRE. Es tu padre... (Baja la cabeza.) Acaban de llevárselo al


hospital y está muy grave.

HIJO. (Se sienta muy asombrado.) ¡Vamos al hospital! (Sale de la


mano con la madre.)

ESCENA V

(Escenario del hospital. Antes de pasar al cuarto se encuentran con


un Doctor y le preguntan.)

MADRE. Dr. yo soy la esposa del Sr. Rodríguez que lo acaban de traer
hace un par de horas.

HIJO. Yo soy el hijo... Díganos cómo está.

DOCTOR. La verdad es que su padre está muy mal. Sufrió lo que


llamamos un infarto de miocardio. Significa que una de las arterias
coronarias es obstruida por un coágulo que evita que la sangre fluya
y el músculo cardiaco va muriendo en partes.

(La madre comienza a llorar.)

HIJO. ¿Podemos verlo?

DOCTOR. Sólo un par de minutos y que sea un sólo familiar.

HIJO. Ve tú, yo me quedo.

(La madre sale a ver a su esposo enfermo. El hijo se queda en la


sala esperando, se pasea de un lado a otro desesperado y
angustiado. Comienza a orar.)
HIJO. ¡Dios mío, permite que mi padre se recupere¡ Yo no quiero
que muera, por favor... Dame la oportunidad de decirle que lo amo
y que todo está olvidado. (Solloza.) Por favor, devuélvele la salud,
yo no quiero que muera...

(El hijo aún no ha terminado de decir las últimas palabras cuando


sale su madre llorando del cuarto y le anuncia que su padre acaba
de morir. El hijo la abraza y comienza a llorar sin consuelo.)

ESCENA VI

(Aparece el hijo sólo en sentado en la mesa y con una carta en sus


manos que le dejó su padre. Lee la carta. El hijo la sostiene en sus
manos pero es la voz del padre la que se oye dando lectura.)

PADRE:
Mi hijo: No se dónde estaré cuando esta carta llegue a tus manos.
Eres mi hijo, a quien siempre he amado y me duele mucho saber
que durante estos años nuestra relación no haya sido la mejor. No
creas que quiero reclamarte y mucho menos exigirte algo. Lo que
pasó, al pasado pertenece, y en nada ha cambiado el sentimiento
que tengo como padre. Perdona los errores que cometí pues ser
padre no es tarea fácil. Perdona el no haber llegado hasta ti
personalmente y haber recurrido a esta carta. Parece un acto de
cobardía pero entiéndeme hijo, me faltó valor para expresarte lo
que siento
No te lo he dicho antes pero hijo mío: YO TE AMO y eres lo mejor
que le ha pasado a mi vida. Sólo recuerda... jamás quise hacerte
daño. Sinceramente, Tu padre.
Un tazón y una cobija para el abuelo
10 Minutos y 5 Personajes. Un
anciano padre va a visitar a su
hijo pero su visita no parece
agradar mucho a todos los
miembros de la familia. El
abuelo le pide quedarse con ellos
en la casa porque se siente solo
y el hijo acepta pero, los niños
que observan toda la escena, le
darán una lección mayor que nunca olvidarán. 

UN TAZÓN Y UNA COBIJA PARA EL


ABUELO
Escrita y adaptada de las reflexiones: "El tazón de madera" y "La media cobija", por Diana Carolina
Peñuela

PERSONAJES

FRANCISCO (Abuelo)
JULIO (Hijo Adulto)
JULIANA (Esposa de Julio)
JULIÁN (Hijo de la pareja)
JULY (Hija de la pareja)

PROGRAMA. Con anterioridad, hacer los arreglos para que asistan


algunos padres o hijos (que no asisten a la iglesia o están alejados
de ella) de algunos hermanos de la iglesia.  La idea es pedirles que
lleguen antes y mantenerlos escondidos y  después de los
preliminares, anunciar que a algún o algunos padres/ hijos se les ha
preparado una sorpresa y hacer que aparezcan los invitados.

OBJETIVO: Concientizar a los hijos tanto adultos como jóvenes, el


respeto, consideración y amor hacia los padres ancianos,
recordarles que debemos guardar el quinto mandamiento de la ley
de Dios, sin importar la edad o condición de nuestros padres.

(La escena se desarrolla en el interior de una casa, con un comedor.


Se necesitará una cobija vieja cortada en dos, tazón o utensilio de
madera, mesa rústica pequeña, trozos de madera para que los niños
jueguen.)

NARRADOR. Don Francisco era ya un anciano cuando murió su


esposa. Durante largos años había trabajado con ahínco para sacar
adelante a su familia. Su mayor deseo era ver a su hijo convertido
en un hombre de bien respetado por los demás y para lograrlo
dedicó su vida y su escasa fortuna. A los ochenta años, Don
Francisco se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de
recuerdos.  Esperaba que su hijo Julio, ahora brillante profesional,
le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin
que este apareciera, y decidió ir a visitarlo para, por primera vez
en su vida, pedirle un favor. Don Francisco tocó a la puerta de la
casa donde vivía el hijo con su familia.

FRANCISCO. (Toca a la puerta.)

JULIO. ¡Hola papá, qué milagro que vienes por aquí!

FRANCISCO. Hola hijo, hace mucho que ya no van a visitarme y me


estaba sintiendo muy solo… por eso quise venir a verlos y saber
cómo estaban.

JULIO. Sí, papá es que hemos  tenido muchas cosas… Ya sabes: el


trabajo, los niños… y no hemos podido ir, pero a nosotros nos da
mucho gusto que vengas a visitarnos; ya sabes que esta es tu casa.
Ya casi vamos a cenar… Sigue, sigue…

FRANCISCO. Gracias hijo y, ¿cómo están los niños?

JULIO. Muy bien papá. (A su mujer.) Juliana, amor, llegó mi padre.


(A sus hijos.) Niños, vengan a saludar al abuelo

JULIANA. (Hace mala cara y no está muy animada.) Hola, don


Pachito, ¿cómo le va?

NIÑOS. ¡Abuelo, abuelo!

(Lo abrazan.)

JULIO. Amor, mi padre se quedará a cenar con nosotros. 

(Uno de los hijos que está jugando cerca escucha la conversación.)

JULIANA. (Con ironía.) ¡Qué bueno, mi amor! (Le hace mala cara al
esposo.) Ven  un momento, amorcito. ¡Ay, no, amor! Tú sabes que a
mí no me gusta que venga don Pachito a comer porque siempre me
riega la comida; cuando no es sobre el mantel, es sobre los muebles
y no falta el día en que no me parta algo de la vajilla. ¡Qué pereza!

JULIO. Amor, no te preocupes. El domingo que estuve en la plaza,


compré un tazón de madera especial para él así que ya no te
romperá más loza; y compré también una mesita para que cuando
venga a visitarnos, lo sentemos aparte y no te ensucie el mantel. 

JULIANA. Bueno, amor, pero lo que él riegue, tú te encargarás de


limpiarlo.

JULIO. Sí, amor, no te preocupes… Y habla en voz baja que papá te


va a escuchar…
JULIANA. Ok, ok…
(Se va para la cocina, trae los platos y al abuelo le sirve en el tazón
de madera. Mientras tanto, Julio acomoda una mesita rústica y
pequeña alejada del comedor.)

JULIANA. (Sirve al abuelo en la mesita con el tazón de madera) Siga


por acá, don Pachito.

JULIO. (Lo acompaña de la mano hasta la mesita.) Ven, papá,


siéntate aquí, aquí estarás más cómodo.

(La familia se sienta a la mesa y los niños miran al abuelo con


tristeza.)

JULIÁN. Papi, ¿por qué el abuelo no se sienta a la mesa con


nosotros?

JULY. Sí, papi, ¿por qué se sentó tan lejos de nosotros?

JULIANA. ¡Shhhh! ¡Silencio, niños! Ya les he dicho que no deben


hablar durante la cena.

JULIO. Hijos, lo que pasa,  es que papá ya está muy abuelito y se le


riega la comidita y nos puede manchar el mantel…

(Los niños se quedan pensativos. Terminan de comer y la esposa


recoge los platos y se va hacia la cocina; los niños se sientan en el
piso y se ponen a jugar con unos trozos de madera cerca del  padre
y el abuelo,  aunque los niños continúan jugando, escuchan la
conversación.)

JULIO. ¿Qué más, papá? ¿Cómo has estado?

FRANCISCO. Hijo, la verdad es que me siento muy solo; además,


estoy cansado y viejo. Ya sabes que no me gusta molestarte, con
mis cosas… pero… 

JULIO. No te preocupes, papá, ya sabes que siempre puedes contar


conmigo.

FRANCISCO. ¡Qué bueno! Pensé que sería un estorbo…

JULIO. Papá, ¿cómo se te ocurre pensar algo así?

FRANCISCO. Entonces, ¿no te molestaría que me quedara a vivir con


ustedes? ¡Me siento tan solo…!

JULIO. ¿Quedarte a vivir aquí? Sí, claro... Pero no sé si estarías a


gusto. Tú sabes, la casa es pequeña, Juliana es buena esposa pero,
ya sabes, es un poco malgeniadita... y los niños...

FRANCISCO. (Con tristeza.) Mira, hijo, si te causo muchas molestias,


olvídalo. No te preocupes por mí, me devuelvo para mi casa, no
pasa nada, yo entiendo.

JULIO. No, padre, no es eso. Sólo que... no se me ocurre dónde


podrías dormir. No puedo sacar a los niños de sus cuartos, Juliana
no me lo perdonaría... o solo que no te moleste...

FRANCISCO. ¿Qué hijo?


JULIO. No, olvídalo.

FRANCISCO. Dime, hijo.

JULIO. A menos que no te moleste dormir en el patio...

FRANCISCO. (Con tristeza y bajando el todo de voz.) Dormir en el


patio... Está bien…

JULIO. ¡Julián! ¡Ven acá!

JULIÁN. Dime, papá.

JULIO. Mira, hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele


una cobija para que se tape en la noche.

JULIÁN. ¿En serio? (A su hermana que está jugando con unas


maderas en el piso.) Mariana, ¿escuchaste? ¡El abuelo se quedará a
vivir con nosotros! (Con expresión de felicidad.)

JULY. ¿De verdad? ¡Yupi! ¡El abuelo se va a quedar a vivir con


nosotros!

JULIÁN. Papi, y, ¿dónde va a dormir el abuelo? ¿En mi cuarto?

JULIO. No, hijo, el abuelo dormirá en el patio, él no quiere que nos


incomodemos por su culpa.

JULIÁN. ¿En el patio?

(Julián va a por la cobija y se demora un poco. Mientras tanto los


padres observan el juego de la niña en el piso. Se le acerca la
madre.)

JULIANA. July,  princesa, ¿qué estás haciendo ahí?

JULIO. Sí, nena, ¿a qué juegas? ¿Qué están construyendo?

JULY. Julián y yo estamos haciendo unos tazones de madera.

JULIO. ¿Tazones de madera?  ¿Y para qué?

JULY. Uno para ti y otro para mamá, para cuando nosotros seamos
adultos y ustedes estén viejitos, viejitos, puedan comer en ellos.

(Julio y Juliana se miran con tristeza. Llega el niño con una cobija.)

JULIÁN. ¡Papá,  papá! Aquí está la cobija…

JULIO. (Toma la cobija y se da cuenta de que está divida en dos).


¿Qué hiciste, Julián? ¿Por qué cortaste la cobija que le vamos a dar
a tu abuelo?

JULIÁN. Papá, es que estaba  pensando...

JULIO. ¿Pensando en qué? (Lo regaña.)

JULIÁN. Que como tú dices que el tiempo pasa muy rápido… He


pensado que debo guardar la otra mitad de la cobija para cuando tú
seas viejito y te vayas a dormir al patio de mi casa.
NARRADOR. Las palabras de estos pequeños golpearon a sus padres
de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus
mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos
sabían lo que tenían que hacer. Esa tarde el esposo tomó
gentilmente la mano del abuelo y lo guío de vuelta a la mesa de la
familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos,
puso a sus hijos en una misma habitación, y arregló una acogedora
habitación para su padre. Por alguna razón, ni el esposo ni la esposa
parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche
se derramaba o se ensuciaba el mantel.

Si eres un padre: Recuerda que los niños son altamente perceptivos.


Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes
procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia
proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia,
ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Los padres y
madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques
con los que construyen el futuro de su hijo. Seamos constructores
sabios y modelos a seguir.

Si eres un hijo: Ese hombre que trabajó sin cansancio por ti y te


llevaba muchos años de su mano protegiéndote de los peligros, un
día se pondrá viejo y necesitará que tú le acompañes, le des la
mano y le ayudes. No seas ingrato con él

Vamos a leer Éxodo 20:12 “Honra a tu padre y a tu madre, para que


tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”.
Amemos y respetemos a nuestros padres, ¡ellos dieron todo por
nosotros! Y, recuerda: este es el único mandamiento con promesa.
Independientemente de la relación que tengas con tus padres, una
cosa es segura: los vas a extrañar cuando ya no estén contigo.
Pídele a Dios que puedas amarlo, respetarlo y valorarlo mientras
viva; después, ¡será demasiado tarde!

ORACIÓN: Pedir a los padres que sin importar la edad de sus hijos,
pasen junto con ellos al frente y elevar una oración por ellos.
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