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Junio 13
“Hoy recibí una carta de mis queridas parientas, que me ha
apesadumbrado mucho… ¡Qué ingrata he sido al dejarlas! Si
no fuera por el entrañable cariño que mi padre ha sabido ins-
pirarme y el sentimiento del deber que me anima, no tendría
valor para partir”.
Junio 14
“Se ha demorado nuestro embarque por no sé qué motivos.
El señor Almeida ha tomado todo el camarote de un buque
mercante para viajar solo con su familia y llevar consigo su
equipaje, más bien que pasar a Inglaterra y en el vapor inglés
tener que hacer la travesía con multitud de pasajeros, gastando
cumplimientos que detesta, y oyendo un idioma que ni él ni su
esposa entienden1.
Viéndome muy triste y cabizbaja, Mercedes le propuso a
su padre que nos fuésemos a pasear hasta el pie de los faros,
los cuales por la noche se iluminan, y parecen como si fue-
sen los dos ojos de la caridad que señalan el camino de la
salvación. El señor Almeida, que da gusto a su hija en todo,
accedió inmediatamente al deseo de la niña.
1
En aquella época no había línea francesa. La que esto escribe atravesó
el Océano como la heroína de la novela (Nota de la autora).
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Una holandesa en América
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Soledad Acosta de Samper
Junio 16
“Hoy fuimos a visitar el buque que debe ser nuestra habita-
ción por más de un mes. Encontramos que estaban haciendo
un camarote pequeño sobre cubierta para albergar a dos pasa-
jeros más, y por eso se había retardado el viaje. Aquello mor-
tificó mucho al señor Almeida, que había tomado para él y su
familia todos los camarotes de pasajeros que contenía el buque,
con el objeto de que fuésemos sin ningún extraño. Quejóse
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Una holandesa en América
Junio 23
“Anoche nos avisaron que hoy deberíamos salir del puerto; des-
pués de un ligero desayuno entramos al buque y estuvimos arre-
glando los camarotes a nuestro gusto hasta el momento en que
zarpó la embarcación definitivamente. El barco había dejado su
puesto en el muelle, y bajado lentamente hasta situarse frente
al hotel en que estábamos alojados; allí se paró y aguardó hasta
que llegaron los pasajeros que deberían ir sobre cubierta. Mien-
tras que mis compañeros miraban con curiosidad las escenas
del embarque, yo me hice a un lado, y recostándome contra el
palo mayor, vi cómo se separó el buque lentamente de la ori-
lla y poco a poco desapareció a mi vista el muelle cubierto de
gente, las casas, las torres, las rocas, los faros, y por último las
costas se hundieron tras del horizonte, y al fin sólo se veía en
torno nuestro agua que a lo lejos se confundía con el cielo…
Entonces sentí como si algo se desprendiera de mí misma, al
abandonar la tierra europea, y un dolor inmenso me apretó
el corazón. ¿A dónde me lanzaba en busca de nuevos afectos,
otras costumbres, diferente vida, cuando tenía todo aquello
en mi casa de Noord-Holland?… Pero ya no había remedio,
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Soledad Acosta de Samper
Junio 24
“Todos los pasajeros están postrados con el mareo, menos yo;
y no podía ser de otra manera, puesto que el mar ha sido siem-
pre mi primer amigo, lo primero que vi cuando abrí los ojos a
la luz de la razón, y su voz me arrulló desde la infancia, en ese
gran navío anclado, en mi querida Holanda”.
Junio 26
“A medida que trato a esta amable familia de Almeida, más me
interesa, y encuentro en ella nuevas cualidades, y hay mayo-
res encantos para mí en ese carácter franco y sencillo que
los caracteriza a todos tres. Oriundo de Bogotá, capital de la
Nueva Granada, el señor Almeida acaba de pasar cuatro años
en Europa, tanto para atender a la salud de su esposa, doña
Francisca (que padecía un mal que logró curar con las aguas
de Vichy), como para educar a sus hijos: a Mercedes y a dos
niños varones que dejaron en un colegio francés”.
Junio 28
“Los dos pasajeros intrusos no nos han molestado en cosa
alguna, son enteramente insignificantes, aunque característi-
cos cada uno en su esfera. El primero es un sueco sencillote,
cuya edad es inapreciable en medio de su fealdad de carica-
tura. No habla otro idioma que el suyo propio, y como ninguno
de nosotros conoce su lengua, él no se trata con nadie. Por las
tardes se anima a solas, y se pone a hacer piruetas gimnásticas
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Una holandesa en América
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