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LA PROBLEMÁTICA DE LAS PERSONAS JURÍDICAS

Las personas jurídicas no tienen capacidad de conducta. En nuestro


ordenamiento jurídico penal tiene vigencia el principio “societas delinquere non
potest”. Resulta evidente que la persona jurídica no realiza conductas
humanas, sin embargo, el Derecho Penal no puede ser extraño a las
infracciones que se cometen a través de las personas jurídicas. No es posible
equiparar la supuesta voluntad de dicho ente con la voluntad humana y por
ello, la misma esencia de la persona jurídica excluye la existencia de una
responsabilidad penal. Sólo pueden ser imputadas las actuaciones de los
administradores o representantes de las personas jurídicas en delitos comunes
(delitos de dominio). Incluso con un modelo de imputación estructurado para
personas físicas, tampoco existe la posibilidad de imputación personal o
culpabilidad.
Para hablar de la existencia de la responsabilidad penal de las personas
jurídicas, sería necesario identificar la culpabilidad y su relación con el principio
de personalidad de la pena. Sin embargo la posición todavía dominante
considera que una persona jurídica no puede ser motivable a actuar de otra
manera que la ley exige. En el Derecho Penal no existe dificultad para estimar
penalmente responsables a las personas físicas que actúan como
representantes o hayan participado en la comisión del delito, en aquellos casos
en los que el tipo correspondiente no exige especial cualidad para ser sujeto
activo del delito (delito común). El problema se presenta en los supuestos de
los delitos especiales propios en los que la calidad especial concurre en la
persona jurídica, pero no en la persona física que actúa como órgano o
representante de dicha entidad. Ejemplo: En el tipo de injusto previsto en el
artículo 232 del código penal la posición monopólica u oligopólica en el
mercado la tiene la persona jurídica, pero quien abusa de ella es el
representante. En dichos casos existirá una laguna de punibilidad pues no se
podría penar al que actúa como representante, en el que no concurre la calidad
especial, pues implicaría una violación del principio de legalidad, ni tampoco a
la persona jurídica en el que sí concurre la calidad especial, pues está vedada
por la vigencia del principio societas delinquere non potest.
El artículo 27 del código penal (actuar en nombre de otro) busca solucionar el
problema al autorizar la traslación de una característica personal de la autoría a
quien no la reúne. Así será considerado autor el representante autorizado o un
socio representante autorizado de una sociedad, quien adquiere la calidad de
intraneus para los efectos del delito que se impone, incluso deberá responder
como coautor con otras personas como sería el caso de decisiones colegiadas
ilícitas en empresas y también, es posible que otras sean imputadas como
partícipes del representante considerado intraneus. Los restantes elementos
del tipo penal deben haber sido realizados por ésta persona física que actuó
como representante. Así, no basta figurar como representante para responder
automáticamente de los delitos en el marco de una persona jurídica.
Sin embargo la actual forma del artículo 27 presenta una serie de deficiencias.
Primero, no admite la actuación en nombre de otra persona física. Segundo, no
se admite las formas de representación voluntaria o fáctica y sólo acepta la
representación legal. Lo recomendable es que se trate de una representación
efectiva antes que formal. Tercera, no admite la representación de una persona
jurídica irregular, a pesar que en éstos casos, el daño social sigue latente. El
anteproyecto de la parte General del Código Penal del 2004 busca resolver
ésos defectos y plantea una nueva fórmula.
Sin violentar el principio societas delinquere non potest, nuestro código penal a
través del artículo 105, establece distintas medidas que afectan a la persona
jurídica, denominadas “Consecuencias accesorias”. El debate se presenta
sobre su naturaleza jurídica. En realidad se trata de consecuencias jurídicas,
que por razones de prevención especial, pueden acompañar a la pena. No
pueden catalogarse como medidas de seguridad, ya que responden no a la
peligrosidad subjetiva del autor, sino a las características del medio en que éste
se mueve. Tampoco son penas, puesto que no se imponen al autor del hecho,
ni su gravedad responde a la pena del delito. Su naturaleza es la de
consecuencias accesorias a la pena principal, lo que hace que, en la práctica
funcionen como penas accesorias. No son de naturaleza punitiva, si no
puramente preventivas aplicables a cosas (armas, efectos del delito, beneficios
obtenidos) o a organizaciones incapaces de delinquir pero que son peligrosas
porque favorecen la comisión de delitos a personas físicas que los utilizan.
Para aplicar ésta consecuencia accesoria se deben cumplir algunos requisitos:
Que se haya cometido un delito, que la Persona Jurídica haya servido para la
realización, favorecimiento o encubrimiento del delito, que se hayan cometido
penalmente al autor específico del delito; y se debe disponer la intervención de
la persona jurídica para dejar a salvo los derechos de los trabajadores. En el
ámbito de la criminalización secundaria, se aprecia una falta de aplicación de
éstas consecuencias para las personas jurídicas por parte de las Instancias
jurisdiccionales. Estas medidas son: Clausura de establecimiento de manera
temporal o definitiva (la clausura temporal no excederá de 05 años), disolución
de persona jurídica, suspensión de actividades (cuyo plazo será no mayor de
02 años) y prohibición de realizar determinadas actividades de la clase de
aquellas en cuyo ejercicio se haya cometido, favorecido o encubierto el delito.
Dichas medidas se aplicarán si el delito se ejecuta durante el ejercicio de la
actividad de la persona jurídica o se cometa el delito utilizando a la persona
jurídica para favorecerlo o encubrirlo.
Para aplicar las consecuencias necesarias, se tomarán en cuenta las garantías
contenidas en el título preliminar del código penal, como también las reglas de
prescripción de las penas. Por otro lado, el mismo código les otorga
excepcionalmente naturaleza cautelar (Artículo 314 del código penal). El
anteproyecto de la parte general del código penal del 2004 mantiene en gran
medida la fórmula del actual artículo 105.

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