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Osmar Gonzales A.
Resumen
Abstract
Resumo
Ambos escritores son celebrados en sus países y en toda América Latina con
justificadas razones; cada uno abrió caminos originales en la escritura literaria
convirtiéndose en referencias ineludibles de nuestras letras.[3]
Los temas que preocuparon tanto a Cortázar como a Arguedas son expuestos
desde miradores particulares y claramente distinguibles, a partir de referencias
nacionales con temporalidades histórico-culturales muy distintas, Existe una
gran diferencia entre vivir en Europa o en Argentina que hacerlo en los Andes
peruanos. Las posiciones que adoptaron fueron resultado de, entre otros
elementos, sus procesos personales contrastantes, pues es radicalmente
opuesto lo que se experimenta en un mundo rural con indios siervos, de lo que
se vive en el rumoroso ritmo de la ciudad. Las biografías nos pueden
proporcionar algunos datos importantes.
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José María Arguedas vio la primera luz en Andahuaylas, sierra sur del Perú, el
18 de enero de 1911. Provenía de una familia mestiza con recursos
económicos, pero el bienestar y la tranquilidad acabarían pronto cuando quedó
huérfano poco antes de cumplir los tres años de edad: su madre, Victoria
Altamirano Navarro, falleció víctima de una penosa enfermedad. Su padre,
Víctor Manuel Arguedas, abogado litigante, debió dejar al pequeño José María
en casa de la abuela paterna para poder cumplir con las demandas de su
trabajo. El mundo del futuro escritor cambiaría dramáticamente entonces. Poco
después, el padre de Arguedas sería nombrado juez en Lucanas,
departamento de Ayacucho, y contraería segundas nupcias con Grimanesa
Arangoitia, quien, según recuerdos del propio escritor, no lo quería. Luego, su
padre debió volver a su condición de abogado itinerante cuando fue despojado
de su cargo de juez, hacia el año 1920. Este sería un hecho crucial para
nuestro novelista, pues la madrastra, aprovechando la ausencia de su esposo,
enviaría al niño José María a vivir con los criados indígenas de la hacienda, y
esta es la razón de la comprensión que mostró el escritor frente a un mundo
que no era originalmente el suyo, el de los indios andinos, con quienes se
identificó por ser despojados como él, y al cual trató de dignificar por medio de
su literatura.
En ninguno de los dos autores la palabra escrita mantiene una actitud pasiva.
Pero ¿cómo se escribe? Para Cortázar la mejor escritura es aquella que se
subvierte a sí misma, es una invención constante, convirtiéndose así en parte
creadora de una meta-realidad. En Arguedas, por el contrario, la escritura tiene
el deber de expresar la forma de hablar de los protagonistas, trasladar al papel
lo que proviene de la oralidad, y al hacerlo, contribuir al conocimiento de la
realidad y, en consecuencia, a su transformación. Estas diferentes
concepciones explican en parte el por qué Cortázar releva el papel del escritor
profesional, mientras que Arguedas lo rechaza, para él la escritura nace desde
adentro del alma del autor.[7]
Como señala el crítico Julio Ortega, “tal vezno sea casual que el escritor
peruano yel escritor argentino se hayan enfrentado: posiblemente ellos
suponen dos legítimas opciones del arte y lacultura latinoamericanos. O más
bien una misma posibilidad en dos lenguajes: para Cortázar, como para
Arguedas, la literatura es la búsqueda de un destino individual dentro de un
destino común”.[8]
La vía global-deductiva está ligada a la certeza que desde afuera y desde lejos
se puede obtener una mirada más clara de lo propio y que, por el contrario,
quedarse en lo local constriñe el radio de la mirada e impide detectar el sentido
real de su desenvolvimiento. Por ello Cortázar sostenía que para él era
necesario tomar distancia de nuestros países y que vivir afuera le
proporcionaba un campo más amplio y mejor de observación. Al respecto
decía: “si me hubiera quedado en la Argentina, mi madurez de escritor se
hubiera traducido de otra manera, probablemente más perfecta y satisfactoria
para los historiadores de la literatura, pero ciertamente menos incitadora,
provocadora y en última instancia fraternal para aquellos que leen mis libros
por razones vitales y no con vistas a la ficha bibliográfica o la clasificación
estética”.[12] Más adelante, agrega: “la argentinidad de mi obra ha ganado en
vez de perder por esa ósmosis espiritual en la que el escritor no renuncia a
nada, no traiciona nada, sino que sitúa su visión en un plano donde sus valores
originales se insertan en una trama infinitamente más amplia y más rica y por
eso mismo –como de sobra lo sé yo aunque otros lo nieguen– ganan a su vez
en amplitud y riqueza, se recobran en lo que pueden tener de más hondo y de
más valedero”.[13] La mayor distancia, entonces, facilitaría el conocimiento. Es
entendible, en cierta medida, que Cortázar prefiriera ver a nuestros países
desde Europa dada su trayectoria biográfica.
Literatura y realidad
Sin embargo, existe un tono discursivo que no nos convence del todo en la
polémica Cortázar-Arguedas, en la que incluso se puede percibir cierto grado
de disfuerzo. Porque, nos podemos preguntar, ¿puede la literatura reflejar la
realidad como implícitamente lo sostiene cada uno? O más directamente, ¿esa
es su función? En este sentido, su polémica tiene mucho de vacío. El escritor
argentino identifica el vivir en Europa con un mayor conocimiento de nuestra
propia realidad y la posibilidad de defender y asimilar los valores generales;
Arguedas no encuentra contradicción en vivir en el Perú con la defensa del
orgullo de los explotados, que también es un tema universal. En realidad, es
otra manera de llegar al mismo puerto. Entonces, ¿por qué señalar que desde
lejos se puede descubrir mejor la realidad de nuestros países?, ¿por qué
sostener que desde lo inmediato se obtiene una percepción real de ella? ¿Un
lugar es más útil que el otro para comprender la vida y representarla? No hay
razones que justifiquen una ni otra postura.
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Acerca del papel de la literatura y su capacidad de reflejar la realidad Arguedas
mostró una evidente ambigüedad desde el mismo momento en que se propuso
escribir sus relatos. Según él mismo lo declaró, se decidió a ser escritor luego
de leer la manera tan distorsionada con que Enrique López Albújar y Ventura
García Calderón retrataban al indio y su vida, y se prometió a sí mismo
reflejarlo cómo era en la realidad: la literatura como registro objetivo. Años
después, cuando algunos científicos sociales lo criticaron por no describir tal
cual la realidad campesina en Todas las sangres, Arguedas se defendería
diciendo que había escrito una novela, y no un tratado sociológico.[21] Es decir,
no mantuvo una misma posición sobre este tema a lo largo de su vida.
El rigor de la militancia era visto por ambos escritores como contradictorio con
la libertad creadora del escritor. Lo que no significaba que no abrazaran
causas. Los dos se definirían de izquierda o socialistas. Cortázar firmó
comunicados y escribió artículos sobre la situación política. Como señalé, luego
de reivindicar en un primer momento la tarea del escritor puro, pasó a creer en
el escritor comprometido. En la carta a Fernández Retamar, Cortázar dice
explícitamente que no cree que “la literatura de mera creación imaginativa
baste para sentir que he cumplido como escritor, puesto que mi noción de esa
literatura ha cambiado y contiene en sí el conflicto entre la realización individual
como la entendía el humanismo, y la realización colectiva como la entiende el
socialismo”.[26] Y sería más enfático aun: “De la Argentina se alejó un escritor
para quien la realidad, como lo imaginaba Mallarmé, debía culminar en un libro;
en París nació un hombre para quien los libros deberán culminar en la
realidad”.[27] Luego de escribir “El perseguidor” y Rayuela, confesaría: “Bueno,
era la primera vez en mi trabajo de escritor y en mi vida personal en que eso
traduce una nueva visión del mundo. Y luego eso explica por qué yo entré en
una dimensión que podríamos llamar política si quieres decir, empecé a
interesarme por problemas históricos que hasta ese momento me habían
dejado totalmente indiferente”.[28]
Así, el escritor argentino pondría sus recursos al servicio de las causas justas.
Era su forma de aterrizar en los conflictos sociales, de vincularse con los
actores políticos en un ambiente, los años sesenta-setenta especialmente, en
los que el contexto no permitía que el intelectual, el escritor, no tuviera una
posición comprometida. Son los años cuando se entendía que la política era
revolucionaria o no era política; el intelectual no podía ni debía evadir tal
responsabilidad. A una política revolucionaria correspondía un escritor
revolucionario.
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Notas:
[3] Con ocasión del centenario del nacimiento de Cortázar se viene realizando
múltiples actividades para recordarlo y actualizarlo, entre ellas está incluida una
estatua con su figura en los jardines de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.
Igualmente, Arguedas permanentemente recibe homenajes de los escritores y
académicos del Perú y es mucho lo que se sigue escribiendo sobre él. Se trata,
pues, de dos escritores que representan lo mejor de la literatura de nuestros
países y resumen, simbólicamente, sus procesos culturales.
[5] Discurso en el acto de entrega del premio “Inca Garcilaso de la Vega”, Lima,
octubre de 1968.
[10] José María Arguedas, “Primer diario”, Amaru núm. 6, abril/junio de 1968
[13] op. cit. En otro momento, Cortázar declararía: “me asombra que a veces
no se advierta hasta qué punto el eco que han podido despertar mis libros en
Latinoamérica se deriva de que proponen una literatura cuya raíz nacional y
regional está como potenciada por una experiencia más abierta y más
compleja, y en la que cada evocación o recreación de lo originalmente mío
alcanza su extrema tensión gracias a esa apertura sobre y desde un mundo
que lo rebasa y en último extremo lo elige y lo perfecciona”. En Evelyn Picón
Garfield, Cuadernos de Texto Crítico, Universidad Veracruzana, 1978.
[22] Gracia Ma. Morales Ortiz, “Arguedas y Cortázar: dos búsquedas de una
identidad latinoamericana. Introducción”, Tesis doctoral, Universidad de
Granada, 2003, pág. 14
[28] E. Picón Garfield, op. cit. Es el tiempo también en el que Cortázar variaría
su posición frente al peronismo. Si bien fue opuesto al “viejo peronismo”, veía
con simpatía al “nuevo peronsmo”.
[32] Entrevista de Elena Poniatowska, “La vuelta a Julio Cortázar en (cerca de)
80 preguntas”, Plural núm. 44, mayo de 1974.
[33] Hugo Blanco fue un dirigente político de izquierda que a inicios de los años
sesenta organizó a los campesinos de los valles de La Convención y Lares en
el Cusco, para que se opusieran a la dominación extrema de los hacendados y
exigieran una reforma agraria, la que el gobierno militar de entonces (1962-
1963) tuvo que aplicar en dicha región. No obstante, Blanco fue encarcelado
luego de algunos hechos de violencia. Durante ese apresamiento recibiría la
carta mencionada de Arguedas.
[34] Edward Shils, The Intellectuals and the Powers and Other Essays,
University of Chicago Press, 1972
[36] Véase de este escritor, La utopía arcaica. José María Arguedas y las
ficciones del indigenismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1996. En un
momento, Vargas Llosa escribe, refiriéndose al impacto que el suicidio de
Arguedas puede obtener en el lector, con palabras desafortunadas: “…no hay
duda, ese cadáver inflige un chantaje al lector; lo obliga a reconsiderar juicios
que el texto por sí solo hubiera merecido, a conmoverse con frases que, sin su
sangrante despojo, lo hubieran dejado indiferente. Es una de sus trampas
sentimentales”, pág. 300.
[37] Carmen María Pinilla, “El antropólogo Arguedas”, Chasqui. Boletín Cultural
del Ministerio de Relaciones Exteriores año 12, núm. 22, pág. 15