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Noelia A.

Montero Vaca

UNIVERSIDAD AMAZÓNICA DE PANDO


ÁREA CIENCIAS BIOLÓGICA Y NATURALES
CARRERA DE MEDICINA VETERINARIA Y ZOOTECNIA

MEJORAMIENTO GENETICO

UNIVERSITARIA:
Noelia Alfonsina Montero Vaca
DOCENTE:
Dr. Ruddy Medina Pacheco

COBIJA-PANDO-BOLIVIA
2021

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Noelia A. Montero Vaca

TRABAJO DE INVESTIGACION

CELULAS SEXUALES MASCULINAS Y FEMENINAS

Las célul as
sexuales, también llamadas células gaméticas o simplemente gametos, son
las células que los organismos pluricelulares, ya sean animales o plantas,
utilizan para reproducirse. Generalmente las células sexuales femeninas
se conocen como óvulos y las masculinas como espermatozoides.

Entre las características más relevantes de las células sexuales, resalta el


hecho de que son producidas por meiosis, por lo que usualmente se trata
de células haploides, es decir, que contienen la mitad del número de
cromosomas del individuo que les dio origen.

Imagen microscópica de espermatozoides aproximándose al óvulo


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En un organismo diploide (que tiene 2 copias de cada cromosoma) las


células sexuales son producidas por la división meiótica de unas células
precursoras que también son diploides (2n). Estas células pasan por una
ronda de duplicación de ADN y luego por dos eventos de división nuclear,
lo que resulta en 4 células haploides (n) por cada célula que se divide. Al
proceso de producción o formación de las células sexuales se le conoce
también como gametogénesis.

Durante la reproducción sexual, dos individuos, usualmente uno


masculino y otro femenino, “acercan” sus células sexuales mediante la
cópula (en los animales) o la polinización (en las plantas) con el fin de que
ocurra la fertilización, esto es: la fusión de un óvulo y un espermatozoide
para formar un cigoto.

El cigoto, entonces, es la célula resultante de la fusión de dos gametos, y


en él se restituye la carga genética de la especie, es decir, se obtiene un
organismo con un juego de cromosomas de uno de los individuos
parentales y otro juego cromosómico del otro.

1. CÉLULAS SEXUALES MASCULINAS

Los gametos masculinos son casi siempre mucho más pequeños respecto a
los gametos femeninos y, en muchos casos, son células móviles
(flageladas).No obstante, en las plantas con flor (angiospermas) los
gametos masculinos son inmóviles, lo que quiere decir que no son células
flageladas, pero son transportados por los agentes polinizadores a lo largo
de grandes distancias en la estructura que llamamos grano de polen.

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Los mamíferos y otros animales producen sus gametos en unos órganos


conocidos como gónadas, que son parte del aparato reproductivo. En las
gónadas no solo ocurre la división celular meiótica, sino también la
maduración de las células sexuales.

Las gónadas masculinas de los seres humanos y de otros animales se


llaman testículos y su tamaño, forma y ubicación anatómica varía
dependiendo de la especie.

2. CÉLULAS SEXUALES FEMENINAS

En comparación con un espermatozoide, los óvulos son células muy


grandes e inmóviles. Muchos autores reseñan que son de las células más
grandes en el cuerpo de un animal mamífero como el ser humano.

Dichas células sexuales femeninas son producidas en los animales por


unos órganos conocidos como ovarios.

Óvulo (izquierda) y espermatozoide (derecha)

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DONDE SE PRODUCE EL ENCUENTRO DE LAS CELULAS MASCULINAS


Y FEMENINAS

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El lugar donde tiene lugar el mágico encuentro es un conducto


denominado trompa uterina que conecta el ovario con el útero. Eso sí, a la
cita solo llegan los ovocitos y espermatozoides capaces de superar todos
los controles de calidad. Es decir, los mejores.

 LA SELECCIÓN DE CANDIDATOS
En el momento de nacer, cada ovario femenino posee cientos de miles de
folículos microscópicos, es decir, pequeñas cápsulas celulares cada una
con un ovocito en su interior. En la especie humana suman
aproximadamente 2 millones. Sin embargo, a pesar de este elevadísimo
número, sólo una ínfima subpoblación de folículos se desarrolla, crece y
acaba liberando un ovocito (ovulación) potencialmente fecundable por un
espermatozoide.

Es más, en las especies que generalmente tienen una única cría (humana,
otros primates, bovina, equina, etc.), durante cada ciclo reproductivo sólo
ovula un folículo en un único ovario. En el caso de las especies que tienen
varias crías (porcina, canina, felina, etc.) pueden ovular hasta 10-20
folículos en cada ovario por ciclo. Si hacemos números, eso significa que
solo un 0.1% de los folículos ováricos son llamados a ovular durante la
vida reproductiva. Aproximadamente 400-500 folículos para una mujer.

Por el contrario, en el macho la producción de espermatozoides es masiva.


Los testículos producen millones de espermatozoides que, para madurar y
adquirir capacidad de movimiento, deben recorrer un conducto (epidídimo)
que mide aproximadamente 7 metros en el hombre.

 UN VIAJE MORTAL
En el eyaculado procreativo natural, miles de millones de espermatozoides
son liberados en la vagina o útero de la pareja, según la especie. Y ahí
comienza su aventura. Para alcanzar su destino, donde espera el ovocito
(su “cita a ciegas”), deben completar un recorrido de 25 a 50 centímetros.
Bastante largo si tenemos en cuenta que la cabeza de estas células mide
solo 0,005 milímetros.

Por si recorrer una distancia diez mil veces mayor a su tamaño no fuera
suficiente, el camino es sumamente hostil. Su trayecto está plagado de
glóbulos blancos dispuestos a fagocitar al intruso, paredes tortuosas y
fluidos con condiciones químicas y físicas favorables durante una corta
ventana de tiempo (acidez, viscosidad, etc.). De ahí que la mayoría de los
espermatozoides fracasen en el intento. Tanto es así que apenas unas
decenas de los miles de millones que iniciaron el camino consiguen llegar

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al punto de encuentro, al sitio de fecundación, en condiciones de


interaccionar y unirse al ovocito.

No acaban ahí las dificultades. Una vez alcanzado el punto de encuentro,


los dos protagonistas deben reconocerse. Los espermatozoides se
encuentran con la zona pelúcida (ZP), una matriz glicoproteíca que
envuelve el óvulo como si fuese un abrigo. El espermatozoide que fecunde
tiene que reconocer molecularmente esta estructura para atravesarla y
fusionarse con la membrana plasmática del ovocito.

¿Y cómo lo hace? Lo que sabemos hasta la fecha es que el espermatozoide


reconoce el grupo amino terminal de la proteína ZP2, presente en todas las
matrices de ovocitos de mamíferos. Sin embargo, ignoramos cuál es
exactamente la proteína de la superficie celular del espermatozoide
responsable de este reconocimiento.

A
continuación, el espermatozoide atravesará la matriz para fusionarse con
la membrana del ovocito y fecundarlo. Ahí entra en juego la pareja de
proteínas Izumo-Juno. Izumo es el receptor ubicado en la membrana del
espermatozoide, esencial para que pueda unirse al ovocito. Esta
inmunoglobulina fue descrita en 2005 por un grupo japonés y bautizada
así en honor a un templo japonés de bodas. Su “pareja” en la membrana
del ovocito es Juno, descubierta en 2014 y llamada así por la diosa
romana de la fertilidad y el matrimonio.

La unión entre Izumo y Juno es el primer paso vital que precede a la


fusión entre gametos. Por lo tanto, podemos decir que la unión entre estos
dos “dioses proteicos” desencadena la formación del cigoto, origen de un
organismo, capaz de desarrollar un ser vivo completo.

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