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ESCUELAS TECNICAS ORT

Sede Belgrano

NÚCLEO DE CULTURA
JUDÍA E ISRAELÍ
6to AÑO –

“La comunidad
judeo-argentina:
aportes culturales”
* 2012 *
Educación Judía

ÍNDICE

EL NAVÍO DE LOS INMIGRANTES / por Ana María Shua Pág. 4

LOS JUDIOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA ARGENTINA / por Luis Alberto Romero Pág. 8

DOS ANÉCDOTAS Pág. 15

Cuestionarios / IDENTIDADES Pág. 16

IDENTIDADES / APORTES PARA PENSAR Pág. 22

SAGA JUDÍA / por Eliahu Toker Pág. 27

LA ALEGRÍA DEL 48 (Fragmentos) Pág. 32

EL RUSITO / por Samuel Pecar Pág. 33

1894-1994: CENTENARIO DE AMIA – CONTINUIDAD DE LA EXISTENCIA JUDÍA Pág. 37

AVENTURAS DE UN APELLIDO / por Ricardo Feierstein Pág. 44

UN DIFERENTE Y SU DIFERENCIA / por Carlos M. Grünberg Pág. 47

LA MITAD DE NADA / por Samuel Tarnopolsky Pág. 50

IDENTIDAD JUDÍA / por Menajem Brinker Pág. 62

IDENTIDAD, OTREDAD, EXCLUSIÓN Y RACISMO (FRAGMENTOS) / por Olivia Gallo Pág. 70

HERENCIAS Y DESCENDENCIAS: LA VOLUNTAD QUE NO CEJA / por Roxana Levinsky Pág. 74

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…«ֹ‫טוֹב הֱ יוֹת הָ אָדָ ם לְ בַ דּו‬-‫…»�א‬


(‫יח‬:‫)בראשית פרק ב‬

…«No es bueno que el hombre esté solo»…


(Génesis/Bereshit 2:18)

Hay tres nombres


por los cuales se llama a una persona:
Uno es el que su padre y su madre le dan,
Uno por el cual lo llama la gente,
Y uno que él mismo se gana.
El mejor de todos es el que él mismo se gana.

MIDRASH TANJUMA

…“Todo el pueblo de Israel depende uno del otro”…


"‫"כל ישראל ערבים זה בזה‬
(‫ א‬, ‫)ראש השנה כט‬

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EL NAVÍO DE LOS INMIGRANTES ∗


por Ana María Shua

Nació en Buenos Aires en 1951. En 1980 ganó con su novela Soy Paciente el premio de la editorial Losada. Sus otras
novelas son Los amores de Laurita, (llevada al cine), El libro de los recuerdos (Beca Guggenheim), La muerte como efecto
secundario (Premio Municipal en novela) y la última, El peso de la tentación (2007). Como autora de microrrelatos ha
obtenido el máximo reconocimiento en el ámbito iberoamericano. Sus libros en el género son La sueñera, Casa de
Geishas, Botánica del caos, Temporada de fantasmas y Cazadores de Letras (que reúne los cuatro anteriores). También
ha escrito varios libros de cuentos. Con Miedo en el sur, obtuvo el Premio Municipal en cuento. En el 2009 aparecieron
sus cuentos completos, con el título Que tengas una vida interesante. Recibió varios premios nacionales e internacionales
por su importante producción infantil-juvenil. Algunos de sus libros han sido publicados en Brasil, España, Italia,
Alemania, Corea y Estados Unidos. En 2011 se publicó simultáneamente en Argentina y en España su nuevo libro de
microrrelatos Fenómenos de circo.
El texto autobiográfico que se reproduce fue presentado en el 3er. Encuentro de Escritores Judíos de América Latina, San
Pablo, 1990.

El barro de Tomachevo cruzó el abuelo, que quería cruzar el mar. Y llegó, con su
documento falso, al consulado de esta pobre América. Allí, le habían dicho, no se fijan mucho, no
entienden nada, les da lo mismo. Allí también es América, aunque no tanto. Lo que vale es salir de
Europa, lo que vale es cruzar el mar. Desde una América ya será posible llegar a la otra, la del Norte,
la verdadera. Y no se fijaron, o no les importó, o no entendían nada, y el abuelo pudo ponerse en
camino para cruzar el mar. El abuelo Guedalia Rimerka, siempre elegante pero muy flaco, subió al
barco en Odessa y se puso a cruzar el mar.
El mar era muy largo, el barco era italiano. Los hombres dormían todos juntos en la bodega. Todos
vomitaban pero el abuelo no. Guedalia, alto y flaco, veía vomitar a sus hermanos de barco. Había
polacos y rusos y también italianos, embarcados en Génova. En el barco se comía mucha pasta.
Macarrones y ñoquis pero no ravioles. Fusilis, cintitas, fetuccini. A la Bolognesi, con tuco, con pesto.
Por eso cuando el abuelo llegó a América ya no era flaco. En veinte días había engordado veinte
kilos. El abuelo comía mucha pasta y no vomitaba. También, desde que llegó a Brasil, comía banana.
Llegaron primero a Pernambuco. Había negros, había indios, hacía mucho calor. Al abuelo no le
gustó. ¿Esto es América?, decían, decepcionados, los hermanos de barco. Cambiar barro por barro,
mal negocio. Barro caliente en vez del barro frío de Polonia. Pero embarcaron bananas. Primero
verdes, después amarillas, grandes cachos de misteriosas bananas. El abuelo Guedalia, desconfiado,
esperó a que otros las probaran. Después comió también él muchas, innumerables bananas. Así fue
como un muchachito flaco y aventurero se embarcó en Odessa y el abuelo Guedalia, gordo y severo,


En RUDY, ELIAHU TOKER (2009), ¡Gogl Mogl! – El gran libro del humor judío, Editorial Sudamericana.

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bajó en Buenos Aires. Nunca quiso comer frutillas. Frutillas se encuentran a montones, en el bosque.
Bananas es algo: bananas es otra cosa.

Este texto, que escribí hace un tiempo, podría ser una cálida y precisa evocación de mi propio zeide.
Pero no es. Como suele suceder con la ficción, es una combinación de recuerdos de zeides ajenos.
Hay retazos de recuerdos que podría devolver a sus auténticos dueños. Otros no sé de dónde los
saqué: no conozco a nadie, por ejemplo, que se haya embarcado en Odessa y menos en un barco
italiano.
Por eso, cuando me dijeron que mi tema en esta reunión era "El navío de los inmigrantes", decidí,
como una invitada responsable y considerando que todavía tengo en mi familia a quién preguntar,
realizar una pequeña investigación .
Puse en mi cartera una libretita para anotar y llamé a mi tío Mauricio, que tiene ochenta y cinco años,
es sobrino de mi difunto abuelo Musa y vino de Beirut (yo tuve un abuelo Musa y un zeide Meishe, y
me llevó muchos años darme cuenta de que los dos se llamaban Moisés).
La familia Schoua en Beirut era de clase media y si los mayores todavía se llamaban Musa, Mojluf o
Sebulum, Sara y Rebeca, los menores ya tenían nombres franceses, Maurice o Richard, Adéle y
Jacqueline.
La tía Raquel, hermana de mi papá, se casó con su primo Mauricio. Mi tía Raquel Schoua de Schoua
me convida con mamules mientras el tío Mauricio se ocupa de dejar bien claro que él no vino como
inmigrante.
¿Cómo no? Le pregunto yo. ¿Acaso viniste como turista? Al tío Mauricio le preocupa que yo mezcle o
confunda las diferentes clases sociales, quiere asegurarse de que la diferencia de los Schouas del
Líbano, gente culta y de clase media, quede bien establecida frente a los Szmulewicz de Polonia, mi
familia materna.
Él no vino como mis abuelos polacos, que venían así, de a miles, todos juntos y amontonados en la
bodega. Vino en segunda en un vapor inglés que tomó en Cherburgo y eligió la segunda porque le
fastidiaba tener que usar smoking para la cena. Por sobre todas las cosas en el mundo, mi tío
Mauricio teme que yo confunda Beirut de principios de siglo con un shtetl de Polonia y no le alcanzan
las palabras del idioma para alabar la belleza y la modernidad de Beirut. Se fue porque quiso, se fue
de puro aventurero: un vapor de la Messagerie Francaise lo dejó en Marsella, de Marsella pasó a
París, de allí a Cherburgo.
Del barco tiene solamente recuerdos agradables: buena comida, baile todas las noches, esa
preocupación de imaginar a toda América como Pernambuco, y por supuesto, las bananas. No vayas
a creer, insiste mi tío Mauricio, que en Beirut no había bananas. Pero eran mucho más caras. En Río
de Janeiro desembarcó mi tío para visitar a sus amigos sirio-libaneses, instalados en la Rúa
Alfónsega. Y un 5 de diciembre de 1924, día caluroso y húmedo, llegó a Buenos Aires.
Los recuerdos que siguen al desembarco son recuerdos compartidos con mi tía. Los recuerdos
compartidos nunca coinciden.
Cuando el tío Mauricio y la tía Raquel empiezan a cotejar sus recuerdos compartidos, llamo a mi
zeide y le aviso que lo voy a visitar. A él y a la bobe.

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Los encuentro sentados en la oscuridad para ahorrar electricidad. La bobe no tiene interés en los
recuerdos: que te cuente él, que tiene buena memoria, me dice, yo no me acuerdo de nada.
Pero lo cierto es que no vinieron juntos y yo insisto en que cada uno me cuente lo suyo. Al zeide le
está fallando la memoria, pero se las arregla. Lo cierto es que con un año de diferencia, los dos se
embarcaron en Cherburgo, adonde llegaron en tren desde Polonia. El zeide era de Derechin, la bobe
era de Varsovia. Los dos recuerdan el sabor del pan en el desayuno de un hotelito de Cherburgo que
seguramente era el mismo.
El pasaje era muy barato, dice la bobe. El pasaje costaba 35 dólares, dice el abuelo, con una
precisión y una seguridad absolutamente sospechosas.
Me embarqué en el año 22, dice el zeide. El barco era inglés y se llamaba Uruguay. Me acuerdo
perfectamente. Cuando el zeide tiene dudas, siempre se rasca la nariz.
Yo no me acuerdo de nada, dice la bobe. Viajé en un camarote con otra señora que bajó en Brasil.
Tenía diecisiete años y me sentía muy mal por el movimiento del barco y no comía casi nada y todo el
tiempo vomitaba. El barco era italiano y daban mucha pasta, pero yo comía solamente pescado,
arenque.
Bobemainses, dice el zeide. ¿Cómo que venías en un camarote? Si viajábamos en tercera, todos
amontonados, todos juntos.
Los hombres iban todos juntos, las mujeres teníamos camarotes, dice la bobe. Yo viajaba con mi
primo, él estaba con los hombres.
Había 1.800 pasajeros en mi barco, dice el zeide, a quien las cifras dan seguridad. Había polacos,
yugoeslavos, alemanes. Nos trataban muy mal. No pudimos bañarnos en 21 días. Paramos en
Lisboa, en Ecuador, en Brasil, en Montevideo. Yo bajaba en todos los puertos.
Todos traíamos algo para vender, dice la bobe, alguna cosa de la religión, porque sabíamos que en
Buenos Aires todavía eso no se fabricaba. Yo traje un... para poner en la cabeza. Y otros traían... lo
que se enrolla en los brazos. A la bobe, le faltan palabras. Hace tantos años que no practica ni habla
de la religión. El zeide no cree en Dios. La bobe no cree en Dios y, además, está peleada con Él.
¿Trajiste un talet para vender? le pregunto. ¡Sí! ¡Eso! dice la bobe. ¿Y cómo sabes vos esa palabra?
Y lo dice con la misma sorpresa con que recibió la novedad de mi participación en un congreso de
escritores judíos. ¿Y acaso vos sos una escritora judía? ¿Qué clase de escritora judía sos vos? Pero
trajo un talet la bobe, y pudo venderlo enseguida, qué suerte.
No nos dejaban bajar en ningún puerto, dice el zeide. Nos tenían encerrados como vacas. Le
recuerdo con cierta crueldad que me acaba de contar cómo bajaba en todos los puertos. Yo sí, dice
él, pensando rapidito: la memoria le falla pero la inteligencia no. Yo era distinto, yo sabía alemán, me
dejaron trabajar en la cocina y bajábamos al puerto a comprar comida.
Comida traían en unos barquitos, dice la bobe. Barquitos chiquitos que venían alrededor del barco
grande y traían uvas en Lisboa y traían bananas en Brasil. Y estaban los religiosos que no podían
comer nada, solamente pan, queso, sardinas y aceitunas y frutas.
El zeide piensa en los barquitos y en el hambre y suspira, no se sabe si de bienestar o de tristeza. La
vida era como jrein, me dice. Como rábano picante. ¿Como jrein por lo sabrosa? ¡No!, se enoja él.
Era como jrein, mala, picante, agria, tanta miseria. Pero también se acuerda de un refrán en ídish:

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para el gusano que vive adentro, hasta el jrein parece dulce. Eran muy pobres. Pero también eran
muy jóvenes.
¿Qué fantasías tenías sobre América?, le pregunto a la bobe. La bobe tuvo una vida dura. Ninguna
fantasía, dice. Nada más que trabajar y ganar, hacernos una posición, ésa era la única fantasía.
Los dejé discutiendo sobre sus recuerdos del Hotel de Inmigrantes y me volví para terminar este
trabajo. Y entonces, frente a la máquina de escribir, tuve la repentina conciencia de que este trabajo
no tiene fin. Porque mi zeide y mi bobe tuvieron dos hijas, cada una de las cuales tuvo dos hijas. Y
entre 1976 y 1977 las cuatro nietas, las cuatro primas, nos embarcamos en el navío de los
inmigrantes. Y si mi hermana y mis dos primas, que se fueron más apuradas, viajaron en navíos que
navegaban el cielo, yo me fui en un barco italiano, que se llamaba Eugenio C.
El mar era largo, el barco era italiano, comíamos mucha pasta. Había muchos judíos, todos hijos o
nietos de rusos o árabes o polacos, había muchos cristianos, hijos o nietos de italianos, de
yugoeslavos, de españoles. Y todos éramos sudacas. Mi destino era Francia pero la mayoría de mis
hermanos de barco se quedaban en España. Así España, que creía haberse librado para siempre de
la mayoría de sus judíos, empezó a recibir esta nueva oleada de argentinos con nombres raros,
terminados en -berg, o en -vich, o en -sky.
Y si todos los judíos que a principios de siglo desembarcaron en América eran básicamente sastres,
todos sus nietos que desembarcaron en España eran, vaya a saber por qué extraña mutación
genética, psicoanalistas.
De las cuatro primas, soy la única que volvió a la Argentina. Y quiero a mi país y educo a mis hijas en
el amor a nuestro suelo y también en la conciencia, extraña y dual, de que por grande que sea ese
amor, ninguno de nosotros puede estar seguro de que no tendrá que embarcarse otra vez, alguna
vez, en el navío de los inmigrantes.
Por el barco que trajo a la Argentina a mis abuelos polacos, por el que trajo a mi abuelo libanés, por el
avión que se llevó a mi hermana a los Estados Unidos, por los navíos en los que quizás se
embarcarán, otra vez errantes, mis hijas o los hijos de mis hijas, por mi argentinidad y mis
contradicciones, por mantener la identidad en la diáspora, por el navío de los inmigrantes brindo.
Como dice una antigua canción sefaradí:
Perdimos a Sión,
perdimos a Toledo:
no hay consolación.

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LOS JUDIOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA ARGENTINA
por Luis Alberto Romero

En el primer canto de la llíada, en el pasaje conocido como" la revista de las naves", el poeta
hace la lista de los aportes de los distintos pueblos del ejército aqueo cuarenta naves traen a los
foquenses y otras tantas a los locrios; doce naves rojas a los de Itaca, comandados por Odiseo,
ochenta naves negras a los cretenses de ldomeneo y cien a los micenios que manda Agamenón, el
más poderoso y así. Para el rey Príamo, que los contempla desde Troya, todo ese ejército formidable
y nutrido es sólo una única y amenazante masa.
Hacia el Centenario de la Revolución de Mayo hubo en Argentina una suerte de revista de las
naves: cada colectividad ofreció al país y a su ciudad capital un monumento, testimonio del aporte
propio a la construcción de un país joven, vigoroso y con un futuro prometedor. Así lo hicieron
españoles, italianos, ingleses, franceses o alemanes. Por entonces también se publicaron libros, que
registraron con precisión quiénes fueron los que habían hecho aportes importantes y en qué
actividades habían descollado. Faltaron los judíos, quizá porque su estatuto de colectividad no estaba
por entonces respaldado por la presencia de un Estado constituido. Hoy no es así, y en buena hora
llega este libro para dimensionar la importancia de ese aporte, en particular en el ámbito de la cultura.
Sobre el libro caben dos miradas. Una es la que surge de la propia colectividad, naturalmente
preocupada por establecer la singularidad y la magnitud de ese aporte; ese recuento constituye una
pieza clave en la construcción de su propia subjetividad, aquello que la singulariza como una parte de
la comunidad nacional donde han elegido desarrollar su existencia.
Esa perspectiva está ampliamente recogida en las nutridas páginas de este libro. En una breve
introducción corresponde esbozar al menos la otra mirada: desde la sociedad argentina, considerada
en su conjunto, la perspectiva es algo diferente. No es fácil saber qué aportó cada uno de los que
vinieron; para establecerlo habría que estar muy seguro acerca de qué era la Argentina antes de la
inmigración. Pero sucede que el hipotético sujeto receptor, quien podría llevar tal contabilidad, no es
tal. El país de fines del siglo XIX no era una sociedad que recibiera, mejor o peor, a los inmigrantes:


En Levinsky, Roxana, “Herencias”, Buenos Aires, Ediciones Prometeo, 2005. // Artículo introductorio
al libro que reúne cincuenta testimonios vinculados a la creación en ciencias y artes.

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era una sociedad en construcción, o más exactamente que se estaba construyendo y reconstruyendo
permanentemente, al ritmo de la llegada de inmensos y variados contingentes migratorios. En sus
zonas más modernas y activas, sólo algunos podían reivindicar la mirada del que estaba antes: la
gran mayoría eran, a su modo, recién llegados.
La situación no cambió demasiado hasta mediados del siglo XX, o incluso un poco más aún.
Cuando el flujo de inmigrantes transatlánticos se angostó, llegaron los de los países limítrofes a
repetir la historia. Hasta hace cuatro décadas, Argentina fue una sociedad abierta, con una gran
capacidad para incorporar a quienes aquí venían. No podía ser de otro modo. El éxito de su
economía, que fue espectacular hasta la Primera Guerra Mundial, y razonablemente satisfactorio en
las décadas siguientes, se apoyó en un flujo constante de nuevos trabajadores. Sin inmigrantes no
había progreso posible. Muchos autores han hecho el inventario de las manifestaciones de hostilidad
o rechazo a los extranjeros. Pero como ha señalado Tulio Halperin Donghi, la certeza colectiva acerca
de la importancia crucial de ese flujo permanente hace que debamos interpretar en su justo y relativo
valor las eventuales expresiones de rechazo al extranjero, que inevitablemente acompañan cualquier
proceso de migración e incorporación.

El Estado tuvo una participación activa en el progreso económico y en la conformación de una


sociedad abierta. De acuerdo con la Constitución de 1853, convocó a todos los hombres del mundo
que quisieran habitar el suelo argentino, sin distinción de raza, lengua o religión, y les aseguró a todos
los mismos derechos civiles A fines del siglo XIX, el Estado deslindó funciones civiles con la Iglesia
católica y afirmó su carácter laico, lo que facilitó la integración de los inmigrantes. Por otra parte,
asumió la empresa de su nacionalización, tendiente a reforzar su compromiso con la nueva
comunidad política. Los criterios se aplicaron de manera pareja con todas las colectividades
extranjeras, y chocaron de manera parecida con las aspiraciones de distintas comunidades,
preocupadas por mantener y reforzar su singularidad cultural. En 1912, con la ley Sáenz Peña, la
democracia política completó el programa de integración ciudadana.
Fundada en la igualdad civil y política, la nueva sociedad argentina fue abierta y móvil, y ofreció
múltiples oportunidades de ascenso y asimilación. En muchos casos, y durante mucho tiempo, los
hijos estuvieron mejor que los padres, tanto si se considera su situación económica, como su
educación o el prestigio social que una y otro conllevaban. El sistema educativo público, laico, común
y sobre todo excelente, posibilitó que todos tuvieran oportunidades similares para progresar. Muchos
que empezaron por los peldaños iniciales -el trabajo no calificado, el empleo en una fábrica- pudieron
hacer buenas carreras en las actividades económicas, el ejercicio de las profesiones liberales, el
servicio en el Estado, muy prestigioso por entonces, y también en alguno de los tantos caminos que
abrían la educación y la cultura

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En el nivel más alto de esta sociedad abierta, móvil y democrática, una elite manifestó tendencias
a cristalizarse y cerrarse En realidad, también ella era un grupo abierto, que recibía tanto a
extranjeros como a nativos, siempre que fueran ricos. Esta oligarquía -así se la llamó- se proclamó
heredera del viejo patriciado y custodio de las tradiciones nacionales. Utilizó su control del poder y
procuró reservarse los beneficios que otorgaba el Estado, que eran numerosos. De ahí una tendencia
a manifestar opiniones descalificatorias sobre los nuevos competidores y a impedir el acceso a
algunas posiciones de significación a los hijos de los inmigrantes; en una fecha tan reciente como
1958, muchos se indignaron cuando se eligió presidente al hijo de un italiano: Arturo Frondizi. Pero
los vientos democráticos fueron demasiado fuertes para que esta elite que se quería tradicional se
mantuviera en pie: el yrigoyenismo primero, y sobre todo el peronismo después, abrieron las puertas
a la nueva sociedad: los hijos y nietos de los inmigrantes comenzaron a poblar todos los espacios
antaño reservados a los círculos tradicionales,
En suma, el país trató de manera bastante pareja a quienes aquí llegaban, Sin embargo, hubo
situaciones diferentes, que en parte al menos se debieron a las singularidades de cada uno de los
contingentes inmigratorios En el caso de los judíos, sin duda pesó la experiencia europea, Se trató del
todavía reciente proceso de integración a una sociedad secularizada, que en el siglo XIX había
establecido la igualdad civil pero que, a diferencia de la Argentina de entonces, tenía una estructura
social muy cerrada. Muchas oportunidades se abrieron a los judíos, y a otros grupos sociales en
ascenso por entonces, pero muchos ámbitos permanecieron inaccesibles, Quizá por eso los judíos en
Europa tuvieron una presencia más notoria -una sobre - representación- en el ámbito de los negocios,
en las profesiones liberales y en las artes, mientras que en general se mantuvieron alejados de la
propiedad de la tierra, que en buena parte de Europa seguía siendo el núcleo de las tradiciones
aristocráticas y no había sido incorporada a la lógica del mercado
Esa experiencia europea, bien conocida, por otra parte, explica el escaso atractivo que para gran
cantidad de judíos tenía la aventura colonizadora la primera alternativa colectiva que se les ofreció en
la Argentina, en el marco de lo que fue la utopía agraria- y en general las actividades ligadas con la
tierra, También explica el enorme prestigio que tenía entre los Judíos la vida cultural e intelectual, un
ámbito libre de prejuicios y de barreras, donde los talentos podían manifestarse plenamente y donde
el desempleo exitoso confería esa suerte de distinción que en otros ámbitos de la vida social era más
difícil de alcanzar. Ambas experiencias pesaron a la hora de elegir un rumbo en una sociedad que, a
diferencia de la europea, cerraba pocas puertas.
Pero también es parte de la experiencia de los inmigrantes Judíos el prejuicio antijudío que rebrota
con nueva fuerza en la Europa del siglo XIX, y que, al decir de Francois Furet, resumía todas las
malas pasiones de la sociedad burguesa, Él y otros han mostrado cómo, sobre la base del antiguo
prejuicio religioso, esa sociedad construyó un nuevo" otro", proyectando sobre lo que se dio en llamar
"el judío" tanto las pasiones que suscitaba la figura de "el burgués" como la imagen del enemigo de la

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nacionalidad en construcción o la del peligroso subvertidor del orden social. Esas ideas, como otras
que por entonces circulaban, fueron recibidas, absorbidas y amplificadas por distintos actores de la
sociedad argentina en formación.
Así, la incorporación de los inmigrantes judíos se caracterizó por esta doble singularidad: ciertas
afinidades electivas respecto del lugar que deseaban ocupar en la sociedad y un repertorio ya armado
de reacciones prejuiciosas y descalificatorias, recibidas y amplificadas por grupos locales por
entonces minoritarios y marginales Como en Europa, estas reacciones prejuiciosas se activaron con
el crecimiento de la conflictividad social: nacionalistas de derecha combinaron, primero en 1910 Y
luego a partir de 1919, los motivos de la reacción contra los grupos contestatarios, anarquistas o de
izquierda, con ataques a la colectividad judía. Eran minoritarios, no alcanzaron para romper el
consenso general acerca de las bondades de la inmigración, pero anunciaban el advenimiento de un
nuevo tono, áspero y excluyente, en las disputa ideológicas.
Ese nuevo tono se constituyó en los debates acerca de la nacionalidad Como ha señalado Lilla
Ana Bertoni, a principios del siglo XX se conformó una idea nacional acorde con el modelo que por
entonces en Europa se consideraba exitoso: una nación homogénea y sin fisuras, consolidada en
torno de su Estado, que excluyera o marginara a quienes no pertenecían auténticamente a ella. Hubo
fuertes discusiones acerca de cuáles serían esos criterios y de quién estaba autorizado para
definirlos. Una de las voces fuertes fue la de la Iglesia, que desde el Centenario proclamó que la
Argentina era una nación católica. Este discurso, que subordinó e integró otras versiones del
nacionalismo, desafió a la tradición liberal. Ésta se mantuvo firme y conservó su predicamento entre
las elites, pero fue derrotada en un ámbito que los nacionalistas consideraban clave: el ejército,
sistemáticamente conquistado en los años treinta -lo ha mostrado Loris Zanatta- por la nueva
concepción. A través del ejército, el nacionalismo católico conquistó el poder en 1943, y aunque lo
resignó pronto, mantuvo desde entonces una presencia significativa en algunos ámbitos de especial
interés para la Iglesia. La Iglesia asentó doctrina en cuestiones eminentemente civiles, el Estado fue
perdiendo muchos rasgos del laicismo que lo había caracterizado en la segunda mitad del siglo XIX.

Muchos sectores se sintieron afectados por este nuevo integrismo nacional, pero sin duda la más
afectada fue la colectividad judía. El antisemitismo rampante de la Europa de entreguerras reavivó las
pasiones antijudías de la Iglesia argentina: el padre Meinvielle, al que se reconocía autoridad intelec-
tual, recreó para sus lectores argentinos el estereotipo del "judío", mientras un humilde párroco de
barrio, alma candorosa y compasiva que exhortaba a los vecinos a atender las necesidades de los
desvalidos, no vacilaba en repetir las más absurdas fábulas acerca de sus abominables prácticas
secretas. Daniel Lvovich ha reconstruido con pulcra precisión la circulación de los Protocolos de los

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Sabios de Sión, texto que encontró ámbito propicio en los círculos eclesiásticos y un divulgador de
notable eficacia en Hugo Wast.
El mismo Lvovich -en un equilibrado estudio del antisemitismo- señala la intensidad del prejuicio
antijudío en el ámbito de las Fuerzas Armadas. Fue divulgado por los capellanes militares y
reproducido por profesores de sus institutos, reclutado a menudo entre los intelectuales nacionalistas
y antisemitas. A la vez, Lvovich subraya los límites de la difusión en otros ámbitos de un prejuicio que
nunca llegó a incorporarse al discurso político de masas. Entre uno y otro extremo, el antijudaísmo
tradicional o moderno ha ocupado un lugar, quizá pequeño, dentro del síndrome nacionalista instala-
do en la cultura política argentina. No ha llegado a orientar políticas estatales definidas, pero
probablemente operó en algunas capas de funcionarios. En ningún reglamento está escrito que un
judío no puede pertenecer a las Fuerzas Armadas, y de hecho ha habido algunos oficiales judíos,
pero desde ·1939 se pregunta a los aspirantes acerca de la religión de sus padres. Es posible que
durezas similares puedan encontrarse en el ámbito del servicio diplomático, y quizás en otros cuerpos
de la administración.
En suma, en los años de entreguerras se recreó en círculos militares y estatales algo del
ambiente de intolerancia antijudía característico por entonces del mundo occidental. Sus huellas
perduraron, quizá arrinconadas pero no por eso carente de eficacia, en rincones del sentido común y
de las burocracias, y en algunos grupúsculos políticos escasamente relevantes. No llegó a alterar el
consenso básico de la sociedad argentina acerca de los valores de la inmigración, el pluralismo y la
tolerancia Pero probablemente acentuó y profundizó actitudes y prácticas de una colectividad que a
su vez estaba fuertemente moldeada por sus experiencias europeas; esto puede explicar el escaso
atractivo que encontraban para desarrollar sus carreras en ambientes burocráticos cerrados y
presumiblemente hostiles. En cambio, los talentosos judíos, al igual que los de cualquier otro origen,
pudieron desenvolverse en el mundo de los negocios, las profesiones liberales, las instituciones
públicas y la cultura.
Llegamos así, luego de un largo excurso, a uno de los temas del libro: el aporte judío a la cultura
argentina. Éste ha sido enorme: la prueba es contundente y basta leer la lista de quienes han
participado en este volumen para constatarlo. Revela el valor que en el mundo judío han tenido y
tienen los valores culturales, no sólo entre quienes han hecho de la cultura el campo de su vocación y
su profesión sino entre todo el resto que, de una u otra manera, ha facilitado, promovido o
consagrado el esfuerzo de intelectuales y hombres y mujeres de la cultura judíos, pues detrás de
cada uno que logra dejar su huella en ese terreno hay al menos una familia que lo sostuvo y apoyó en
un emprendimiento sin dudas difícil. Me pregunto si esa contribución ha sido diferente de la de otras
colectividades. No lo sé. Tampoco puedo imaginar cómo medirla, cómo expresarla en datos
contundentes e irrefutables.

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Educación Judía

No se me escapa que la pregunta es importante para quienes se preocupan por la construcción y


reconstrucción permanente de la subjetividad comunitaria. También para aquellos que -sensibles a
manifestaciones de hostilidad que por marginales no son menos dolorosas- se preocupan por mostrar
lo aportado por la colectividad al acervo común y, sobre todo, su indeclinable compromiso con la
comunidad nacional. Hay razones legítimas para hacerla así. Pero visto desde la sociedad argentina y
desde su cultura en conjunto, lo dado por cada uno de sus componentes es menos significativo que el
producto final: finalmente, la original combinación surgida del crisol de razas no se confunde con
ninguna de sus partes.
Es posible, pues, leer este magnífico libro como un vívido fresco de nuestra historia social y
cultural; 'recorrer cada una de las historias de vida siguiendo las huellas de esos esfuerzos
singulares, que los judíos compartieron con italianos, españoles o árabes, para transitar un camino no
fácil, en el que la realización personal confluía con la construcción de un nuevo colectivo, Quienes
nos ocupamos de reconstruir esta historia común tropezamos a menudo con la dificultad de entroncar
los grandes procesos sociales con la dimensión individual o microsocial. En este sentido, más allá de
su valor celebratorio, este volumen es un aporte sumamente valioso para la recuperación del proceso
social y cultural colectivo, Después de leerlo, sabremos mucho más sobre la Argentina.
Hay además, en este fragmento singular de una historia más amplia, un llamado de atención
acerca de una cuestión dramáticamente importante. La Argentina supo ser una sociedad abierta, en
la que era fácil incorporarse. Lo fue en tiempos de prosperidad y ya no lo es más: hay razones
objetivas que lo explican. Pero en esos mismos tiempos prósperos hubo grupos intelectuales y
políticos que empezaron a cultivar y promover los valores de la cerrazón. La búsqueda de lo
auténtico, lo raigal, lo esencialmente nacional se tradujo en denuestos contra lo foráneo, lo
cosmopolita, lo internacional. Las agresiones a la colectividad judía fueron uno de sus resultados. La
opción ocultaba una falacia: la pretendida nacionalidad de aquellas posturas; simplemente abrevaban
en otras fuentes tan internacionales y cosmopolitas como las que alimentaban las ideas liberales: la
vasta corriente del pensamiento reaccionario del siglo XIX y del siglo XX.
En cierto sentido quienes las sostenían tuvieron éxito: a lo largo del siglo pasado la sociedad
argentina fue cada vez más cerrada, intolerante y excluyente. En buena medida el drama
desencadenado en la década de 1970 estaba inscripto en aquellos rasgos culturales e ideológicos.
Desde 1983, al tiempo que se construyó, por primera vez, un sistema político democrático que era a
la vez liberal, plural y tolerante, muchos en la Argentina nos ilusionamos suponiendo que habíamos
aprendido la lección: la vida nos había demostrado palmariamente los extremos a los que podían
llegar aquellas" malas pasiones". ¿La aprendimos realmente? Hoy no podríamos asegurar que así
haya sido, Estas historias de la colectividad judía han de servirnos como un recordatorio acerca de
viejas virtudes y persistentes defectos de nuestra sociedad.

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Educación Judía

Portadas del libro


“Los gauchos judíos”
de Alberto Guerchunoff en sucesivas
reediciones.
Libro clásico que también fue
llevado al cine.

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Educación Judía


DOS ANÉCDOTAS

(I)
Don Máximo Yagupsky, entrerriano, uno de los famosos gauchos judíos, hombre erudito, sabio e
ingenioso, que recaló en Buenos Aires y fue durante muchos años representante del American Jewish
Committee, en ese carácter tuvo que visitar alguna vez al presidente Frondizi. Durante esa entrevista,
contaba don Máximo, Frondizi le lanzó cierta pregunta de doble filo acerca de los judíos. Yagupsky le
respondió contándole la siguiente anécdota verídica:
Una vez un paisano me encaró:
—Dígame, don Máximo, usted es un amigo y no me va a mentir, ¿es cierto que los judíos lavan a sus
muertos en agua caliente y después los despellejan?
¿Yo qué podía contestarle?
—Sí, es cierto —le dije.
— ¡Pero no puede ser! —exclamó el paisano.
— ¿Y si no puede ser, por qué comete la estupidez de creérselo ? ...

(II)
El escritor Amoldo Liberman, otro entrerriano, relata en su libro Grietas como templos una anécdota
que lo tuvo por protagonista a don Máximo Yagupsky, cuando cumplía con su servicio militar en el 2°
Regimiento de Infantería de Buenos Aires:
— ¡Soldado! —lo increpó cierta vez un oficial.
— ¡Ordene, mi capitán! —respondió en posición de firmes el joven Yagupsky.
—Dígame —le preguntó con sorna el capitán—, ¿usted es ruso o argentino?
— Ruso nacido en Entre Ríos —respondió con firmeza Yagupsky.
— ¡Me jodiste! — reconoció el capitán.


En RUDY, ELIAHU TOKER (2009), ¡Gogl Mogl! – El gran libro del humor judío, Editorial Sudamericana.

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IDENTIDADES / APORTES PARA PENSAR


(Cuestionarios)

Adaptación y reelaboración de los cuestionarios elaborados por Adrián Jmelnizky y Ezequiel Erdei
en “La población judía en Buenos Aires – Estudio sociodemográfico”, Bs. As., AMIA, 2005.

1 - ¿Cuáles son, a tu entender, los hechos más trascendentes para la historia y la identidad de la
comunidad judía en la Argentina? Por favor, señalar sólo los 3 más relevantes.
Primer Segundo Tercer
lugar lugar lugar
a. El Holocausto (La Shoá)
b. Creación del Estado de Israel
c. El atentado a la Embajada de Israel en 1992
d El atentado a la AMIA en 1994
e. Los desaparecidos judíos durante la dictadura
f. La amplia red escolar Judía
g. La asistencia social solidaria durante la crisis iniciada en el 2000
h. El antisemitismo en general
i. La diversidad de instituciones judías
j. La diversidad de ramas religiosas dentro del judaísmo .
k. La instalación de colonias Judías en el campo argentino .
l. Participación de personalidades de la comunidad judía en la vida pública
m. La defensa de los derechos humanos
n. Otro:

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Educación Judía

IDENTIDADES / APORTES PARA PENSAR (Cuestionarios)

2 - ¿En qué medida, según tu opi nión, los siguientes valores universales son parte de los
valores que hacen al judaísmo? Dirías, por ejemplo, que la solidaridad es un valor…

Muy Bastante Poco Nada


presente presente presente presente Ns/Nr

a. Solidaridad
b. Tolerancia
c. Respeto a la libertad de expresión
d. Igualdad de oportunidades
e. Justicia distributiva
f. Reparación de toda situación de injusticia
g. Equidad

3 - Si tuvieras que definir: un judío es judío, cuando es…

Sí No NO ES RELAVANTE

a) Miembro/partícipe de una misma tradición


cultural
b) Religioso/practicante
c) Creyente
d) Tradicionalista
e) Identificado con Israel/sionista
f) Activo en la comunidad judía
g) Indiferente al Judaísmo y a la comunidad judía
h) Laico
i) Agnóstico/ateo
j) Otras.

Adaptación y reelaboración de los cuestionarios elaborados por Adrián Jmelnizky y Ezequiel Erdei
en “La población judía en Buenos Aires – Estudio sociodemográfico”, Bs. As., AMIA, 2005.

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IDENTIDADES / APORTES PARA PENSAR (Cuestionarios)

4 – En tu opinión, los judíos son parte de…


Sí No Ns/ Nr
a) ¿Una religión?
b) ¿Un grupo cultural y étnico?
c) ¿Una nación?
d) ¿Un pueblo?
e) Es ser parte de una herencia.

5 – Leer con detenimiento cada frase e indicar si se está “muy de acuerdo”, “de
acuerdo”, “ni de acuerdo ni en desacuerdo”, “muy en desacuerdo” o “no sabe/no
contesta”; según tu propia opinión.

Desacuerdo
De Acuerdo

desacuerdo

desacuerdo
acuerdo ni
acuerdo

Muy en
Muy de

Ns/Nc
Ni de

En
a) Los judíos en la Argentina y
en Israel comparten un mismo
destino y futuro en común.
b) Los judíos en la Argentina y en
cualquier parte del mundo comparten
un mismo destino y futuro en común.
c) Existe sólo una forma correcta de ser
judío.
d) Israel es el centro de todos los judíos,
no importa en qué país se encuentren.
f) En la Argentina es muy difícil mantener
la identidad judía.
g) La identidad judía es más fuerte
que la identidad argentina.
h) No existe ninguna contradicción entre
la identidad judía y la identidad argentina.

Adaptación y reelaboración de los cuestionarios elaborados por Adrián Jmelnizky y Ezequiel Erdei
en “La población judía en Buenos Aires – Estudio sociodemográfico”, Bs. As., AMIA, 2005.

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IDENTIDADES / APORTES PARA PENSAR (Cuestionarios)

6 - En esta tabla se presentan una serie de características, prácticas y creencias. Por


favor, leerlas con atención e indicar, según tu opinión, cuáles son las que definen que una
persona sea o no sea judía (sí define/no define).

SÍ DEFINE NO DEFINE
a. Se considera a sí mismo judío
b. Tiene padre judío
c. Tiene madre o abuela materna judía.
d. Tiene otros abuelos judíos.
e. Concurre a instituciones de la comunidad.
f Cree en Dios·
g. Concurre a templo con frecuencia.
i) Conmemora las festividades Judías
i. Realiza Cabalat Shabat familiar (rito de bienvenida del día sábado)
j. Hizo Bar/Bat Mitzvá (ceremonia de transición que se realiza a los 12/13 años).
k Casarse con una persona judía.
l. Respeta el Kashrut (las normas dietéticas judías).
m. Vive de acuerdo con la Ley judía (Torá)
n. Tener un fuerte vínculo con Israel.
o. Compartir creencias y valores culturales.
p. Se convirtió al judaísmo
q. Otra:

Adaptación y reelaboración de los cuestionarios elaborados por Adrián Jmelnizky y Ezequiel Erdei
en “La población judía en Buenos Aires – Estudio sociodemográfico”, Bs. As., AMIA, 2005.

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Educación Judía

IDENTIDADES / APORTES PARA PENSAR (Cuestionarios)

7- Y pensando en este listado, ¿cuál de todos estos aspectos dirías que es el más
importante para que un judío se considere como tal?) ¿Y el segundo más importante? ¿Y
el tercero?

Primero Segundo Tercero


a. Se considera a sí mismo judío.
b. Tener padre judío
c. Tener madre o abuela materna judía.
d Tener otros abuelos judíos.
e. Concurre a instituciones de la comunidad.
f. Cree en Dios.
g. Concurre a templo con frecuencia.
h. Conmemora las festividades judías.
i. Realiza Cabalat Shabat familiar
J. Tiene hecha la circuncisión.
k. Circuncidó a sus hijos
l. Hizo Bar/Bat Mitzvá.
m. Casarse con una persona judía.
n. Casarse por Jupá (ritual de casamiento judío).
o. Respeta el Kasher (las normas dietéticas judías)
p. Vive de acuerdo con la Torá.
q. Tiene familiares enterrados en cementerios judíos.
r. Desea ser enterrado en cementerio judío.
s. Tener un fuerte vínculo con Israel.
t. Compartir creencias y valores culturales.
u. otra:

Adaptación y reelaboración de los cuestionarios elaborados por Adrián Jmelnizky y Ezequiel Erdei
en “La población judía en Buenos Aires – Estudio sociodemográfico”, Bs. As., AMIA, 2005.

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IDENTIDADES / APORTES PARA PENSAR (Cuestionarios)


8 – Se presentan una serie de experiencias de vida, que pueden o no haberse dado en la historia de una
persona judía. Indicar en qué medida cada una de ellas lo hizo/hace sentirse parte del judaísmo.
Indicarlo en una escala de 1 a 5, donde 5 significa que lo acerca mucho a sentirse judío y 1 significa
que NO lo hace sentirse judío

"_ / +"
"_ _" (1) "_" (2) (3) "+" (4) "++" (5) Ns/Nc
a. Escuchar hablar ídish/ladino/hebreo.
b Recuerdos familiares referidos a otras partes del mundo
c. Festejo de celebraciones judías en familia.
d. Amigos en la infancia que mayoritaria mente son/eran judíos.
e. Participación en grupos
juveniles/campamentos de instituciones Judías
f. Hacer- deporte con amigos mayoritaria mente judíos.
g. Bailar danzas típicas judías (Rikudim)
h. Comer comida judía típica.
l. Escuchar música judía
J. Leer literatura y autores judíos en general.
k. Lectura de diarios o revistas judíos
l. Escuchar y ver programas judíos en radio y televisión.
m. Haberse sentido discriminado por ser Judío.
n. Haberse convertido al judaísmo
o. Familiares contando recuerdos de su pasado judío.
p. Familiares contando recuerdos del Holocausto.

Adaptación y reelaboración de los cuestionarios elaborados por Adrián Jmelnizky y Ezequiel Erdei
en “La población judía en Buenos Aires – Estudio sociodemográfico”, Bs. As., AMIA, 2005.

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IDENTIDADES / APORTES PARA PENSAR

Cada humano es una galaxia de diferencias especificas insertas en otros tantos géneros próximos; la
más diferenciada de las diferencias; la diferencia por excelencia; en suma, por antonomasia, la
diferencia. A mí me ha tocado en suerte ser varón por el sexo, blanco por el color de la piel, judío por
la estirpe, argentino, porteño, racionalista, librepensador, hispanohablante, versificador, etc.
Mi diferencia es única, impar, irrepetible. (…) Me sucede con mi diferencia lo que al pájaro con el aire:
el pájaro no puede volar fuera de la cárcel del aire, pero cada punto del aire le brinda un punto de
apoyo para la palanca de su vuelo. La humanidad es una universalidad de diferencias.
(…) Ninguna diferencia sobra en esa universalidad, y si algo falta en ella es las diferencias futuras.
Cuando un hombre nace o exulta todos los demás se enriquecen; cuando un hombre padece o
muere, todos los demás se empobrecen.
Carlos M. Grünberg, “Un diferente y su diferencia”

Ser judío es haber nacido judío con ciertas costumbres, con una cultura de muchos milenios y sin a
nadie le pregunten nada. Le enchufan a uno esa etiqueta. Lo objetivo es que cuando uno es judío lo
es más allá de su voluntad.
José Isaacson

Ser judío es una casualidad, como es casualidad el mismo hecho de nacer, y casualidad haberlo
hecho en esta parte del mundo. Lo cierto es que estas casualidades imponen responsabilidades
desde que se nace hasta que se muere.
Bernardo Kordon

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Educación Judía

Es la situación, en el sentido sartreano, la que nos define. Es el índice acusador de una sociedad que
impide la asimilación la que nos hace autodefinirnos como judíos…
Arnoldo Liberman

Para mí ser judío, significa ser judío, nada más que esto: ser. No le busco justificaciones: raza,
religión, psicología, tradición, situación…es un hecho sustancial e irrevocable.
Samuel Tarnopolsky

Siguiendo esta línea conceptual, en esta muestra probabilística se ha considerado judía a toda
persona que responda a uno de estos cuatro criterios en forma no excluyente: 1) en función de su
ascendencia, 2) en relación con su autodefinición, 3) sobre la base de su definición religiosa y 4) por
adopción (lo que habitualmente denominamos “judíos por adopción”, “por elección” o “convertidos”).
Respecto del criterio de “ascendencia”, consideramos judío a aquel individuo cuyos padres son judíos
(ambos o solamente uno de ellos) o cuyos abuelos (uno o varios de ellos) son o hayan sido judíos (*).
Con relación al segundo criterio, el de “autodefinición”, consideramos a una persona judía cuando
voluntariamente se autodefine positivamente como parte de ese colectivo.
Acerca del tercer criterio, la “definición religiosa” de la persona, consideramos a un individuo judío
cuando frente a la pregunta: ¿qué religión profesa?, responde profesar el judaísmo.
El cuarto criterio establecido, “judío por adopción”, se refiere a las personas que sin tener ningún
ascendiente judío, han realizado voluntariamente un proceso de conversión(**). Este segmento
incluye, también, a una muy pequeña proporción de personas que, sin poseer ascendencia judía ni
haberse convertido a dicha religión, se autodefinen como judíos, en general por convivir en un hogar
judío o porque su cónyuge lo es y le ha generado una identificación con el judaísmo.
(*) La ley del Retorno, que constituye el marco legal que regula en el Estado de Israel las cuestiones
inmigratorias de judíos a ese territorio, adopta esta primera definición de judaísmo para otorgar los
denominados “beneficios inmigratorios” a los potenciales “olim” (inmigrantes judíos). La Halajá (ley
judía), en cambio, adopta la definición de persona judía como aquella que es hijo/a de madre judía o
convertida según la tradición halájica (tradición ortodoxa).
(**) Tomamos en cuenta en este segmento todas las posibles conversiones al judaísmo realizadas
por las diversas corrientes religiosas judías.

Adrián Jmelnizky y Ezequiel Erdei, “La población judía en Buenos Aires – Estudio sociodemográfico”,
Bs. As., AMIA, 2005, Pág. 32 y 33

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Educación Judía

…Casi creo como Heine, ser judío es un destino, por lo tanto no puedo evitarlo ni lo pretendo. No me
hallo incómodo con esta situación…
Boleslao Lewin

A diferencia de otras cosmovisiones o formas de vida, el judaísmo, para definir la identidad de un


judío como tal, no presupone en él ningún esquema de pensamiento o fe en particular. La ley religiosa
misma define como <<judío>> a quien nació de madre judía o se convirtió al judaísmo, definición que,
con todo lo tautológica que puede ser, obvia las cuestiones de creencia y conducta, y enfatiza
solamente la pertenencia (casi siempre hereditaria) a una comunidad nacional dispersa.
Complicado o extraño como resulta ese principio, surge de él que los judíos pueden estar
perfectamente definidos como tales, sin mostrar el más mínimo interés por el judaísmo, en su carácter
éste de religión y filosofía de vida evolucionantes que han caracterizado a los judíos en los milenios
de su historia.
Gustavo D. Perednik, “Hebreo Soy”, Bs. As., Ed. Milá, 1989, Pág. 400.

Mi judaísmo es un judaísmo de reacción. Creo que existe en función del antisemitismo. Frente a esa
muestra de estupidez y barbarie, mi actitud es bastante parecida a la de quien dice: ¿soy judío y qué?
Humberto Constantini

“SOY JUDÍO PERO NO EJERZO” (Fragmentos)

…Los muchachos se sienten sólo judíos por su origen; saben que sus padres lo son. Ellos mismos a
su vez, no se sienten vinculados en ningún orden al judaísmo… el “ser judío” es un accidente por eso
“soy judío pero no ejerzo”… ¿Es una condición que se quiere suprimir o eludir?...
¿Qué siente el judío que no ejerce, frente a la frase “judío de m…” o frente al grafiti “mueran los
judíos”? ¿Se siente aludido o sigue sin ejercer?... este es el dilema…
Julio Adin

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Educación Judía

El pueblo judío es un grupo étnico descendiente de los antiguos israelitas del Oriente Próximo y de aquellos
que se fueron convirtiendo a lo largo de los milenios adoptando su religión. La religión constituye, por tanto, un
aspecto fundamental de la pertenencia étnica al pueblo judío, si bien éste comparte además prácticas
culturales, sociales, lingüísticas, etc. La definición precisa de judío es controvertida y puede variar dependiendo
de que se haga mayor énfasis en la identidad religiosa o en la secular (étnica y sociológica)…

El término judío (en hebreo: ‫ יהודי‬/ Yehudi) procede de Judá (o Yehuda, en hebreo, quien era uno de los hijos
del patriarca bíblico Jacob). Judá (o su variante griega Judea) designaba también a una entidad política que
existió en la región oriental de Mediterráneo, al menos desde mil años antes de Cristo y hasta un siglo
después. Los habitantes de Judea eran los judíos, término que luego fue ampliándose también a los que
habían emigrado desde Judea y a sus descendientes. En castellano, el término judío procede del latín judaeus,
a su vez derivado del griego Ioudaios (Ἰουδαῖος). Existe equivalencia etimol
ógica en otras lenguas; por
ejemplo, jude en alemán, juif en francés, jueu en catalán, jew en inglés, xudeu en gallego, chodigo en
aragonés, jøde en danés, zsidó en húngaro, etc…De acuerdo con la legislación judía, judío es aquel que: a) es
hijo de madre judía (ley que deriva del pasaje de Deuteronomio 7:1-5) o b) aquella persona que se convierte
formalmente al judaísmo bajo la supervisión halájica de un reconocido Bet Din (corte judía) presidida por tres
jueces...

www.wikipedia.org
13TU U13T

¿Por qué soy judío? No porque Dios me haya dicho que sea judío sino porque la historia dijo que fuera judío y
no tengo otra identidad que la histórica. Digamos que tengo una identidad biológica, pero ésta no tiene nombre,
salvo el nombre que me da la diferencia sexual. Pero la historia me dio una identidad y así es como soy judío.
Por ser histórica esta identidad es incuestionable.
¿Qué quiere decir en este caso la historia? En primer lugar, el apellido. Mi apellido paterno es Abraham, un
apellido que dice "yo soy judío". En segundo lugar, nací en Rumania donde se mató a muchísimos judíos.
Parte de la falta de raíces de mi familia en ese lugar se debe al antisemitismo y a lo que pasó durante el
Genocidio…. Por lo tanto, nací en un lugar donde se llevó a cabo la matanza y tengo un apellido que dice "soy
judío". ¿A ustedes les parece que tengo algo que preguntarme sobre mi judeidad?...
Ahora paso a la identidad argentina, que en mí está en duda. Soy argentino naturalizado y adopté la
ciudadanía argentina porque quise ser argentino, pero de hecho soy judío…

Tomás Abraham

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Educación Judía

Lo judío es diverso como la vida

Es un error creer que la identidad judía es una sola y congelada para siempre. En la Argentina, hoy
hay tantos judíos como judaísmos. La multiplicidad, la fluidez y la apertura son los rasgos más
notorios de quienes se sienten parte de esa tradición…
La definición matrilineal (ley del vientre: judío es hijo de madre judía) deja afuera a los judíos de
madre no judía; la definición patrilineal (hijo de padre judío) deja afuera a los judíos con un abuelo
judío (ley del retorno). Pero todas éstas dejan afuera al judío por autoidentificación emocional, es
decir, aquel que se autodefine como judío a partir de una elección vivencial y que no necesita de
ninguno de los procesos de conversión oficiales. Aquel que se siente judío como parte de una
tradición que lo constituye, y que la vive como lo que etimológicamente significa: transmisión. Una
transmisión de vivencias, de valores, de emociones, de afectos, una transmisión de relatos y no de
apego ciego a las reglas…
De acuerdo al Estudio sociodemográfico de población judía en Buenos Aires del 2004 realizado por el
Joint, el 43% de los judíos que se autodefinen como tales se encuentra en pareja con un no judío
(matrimonio exogámico o el mal llamado "matrimonio mixto"); y sólo el 18% cree que esta situación
genera pérdida de identidad judía. Por otro lado, el 61% no asiste a ninguna organización judía; y el
71% se molesta cuando se dice que hay una forma "correcta" de ser judío.

Darío Sztajnszrajber, docente de filosofía

“SER ARGENTINO, JUDÍO…” (Fragmentos)


“Lo judío era mi bobe, eran mis padres, mis tías de las colonias, recuerdos de las familias de
inmigrantes, los olores, los muebles y los libros de rezo.
Yo era un goy o un semigoy, no hablaba idish, no era religioso, no compartía la educación
tradicionalista de mis familiares, pero tampoco era como mis amigos goim o gentiles de Paraná, mi
ciudad natal, con los cuales compartía el colegio y la calle… esto me traía confusión y
problemas…entendí que “ser judío” era tener una doble pertenencia…doble lenguaje, doble patria,
doble calendario, dos culturas… el “ser judío” y el “ser argentino”…
Leonardo Senkman, Revista Controversia, marzo 1985, Bs.As.

(Los testimonios de José Isaacson, Bernardo Kordon, Arnoldo Liberman, Samuel Tarnopolsky, Boleslao Lewin,
Humberto Constantini, Julio Adin, Tomás Abraham y Leonardo Senkman han sido extraídos de “Trayectoria de
una idea - Nueva Sión, 50 años de periodismo judeo-argentino con compromiso”.)

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Educación Judía

SAGA JUDÍA∗
por Eliahu Toker

—Papá, ¿en qué difiere esta noche de todas las noches,


que, con manos tendidas como si nos protegiera,
bendice mamá sobre nuestra mesa
los ojos encendidos de un par de velas
coloca en el centro una gran copa de vino,
reparte pan ázimo con brazo conmovido
y la casa entera está de fiesta?

—Quiero que sepas, hijo,


que hasta el día de ayer, hace cuarenta siglos,
fuimos esclavos;
nosotros, tu madre, tu hermana, tú y yo,
tal vez bajo otros nombres, detrás de otros rostros,
pero nosotros mismos
fuimos hasta ayer esclavos en Egipto.
Y hoy llegó la hora en que decidimos erguirnos
a tomar la libertad.
Y en estas luminarias que arden sobre nuestra mesa
bendice tu madre el fuego interior que puede con la fuerza.
Y nos sirve pan sin levadura, amasado en la urgencia
por dejar la abundancia del país de los esclavos
a cambio del desierto fértil de ser nosotros mismos.
Y lo hace conmovida porque somos
la última generación que probó la esclavitud
y la primera que entrevé la libertad.


En Saga judía (1973), Poema de Eliahu Toker, dibujos de Ester Gurevich. Desplegable de 39 x 57
cm, Ediciones Arte y Papel, Bs. As., 1990.

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Educación Judía

Y aquel copón de vino


espera al profeta que vive en cada uno
y ha de liberarnos,
a nosotros y a todos los hombres del mundo,
de la sumisión, la miseria, el odio y la locura;
que ha de liberarnos por nuestras propias manos
cuando lo querramos de veras,
aunque sea hoy mismo.

—Ayer... Hace cuarenta siglos...


Papá, qué tiene eso que ver hoy y aquí conmigo?
¿Y en qué me diferencio yo de mis amigos
que celebro historias que ellos desconocen,
y cuando termino mis horas de clase
aprendo geografía de un país lejano,
qué sucedió y sucede con un pueblo abstracto
y estudio una lengua que no habla la calle?

—Quiero que te conozcas a ti mismo, hijo.


Que conozcas la profunda raíz que amamanta tu sangre.
Quiero enriquecerte con tu propio pasado,
contarte tu propia historia,
una historia en la cual, de muchos modos,
repetimos el gesto de liberarnos.

—Papá, ¿qué significa ser judío?

—Los que nacen en Francia son, sin vuelta, franceses.


Los que nacen en Italia
tampoco se preguntan por qué son italianos,
y los israelíes son israelíes simplemente.
Pero la condición judía no va sobreentendida
ni figura anotada en los papeles.
No se nace judío de improviso,
no es un parto simple,
tinieblas por un lado, una puerta que se cruza,
luz sobre el rostro de pronto.

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Educación Judía

Se va naciendo de a poco,
descubriendo lentamente dentro
siglos de dolor y alegría y pugna reprimidos,
milenios de grandeza y poesía
y pueblo y amor y fe en el hombre
y entereza y caídas y vuelta a empezar
como judío,
no como una sombra nacida casualmente
en un rincón cualquiera de la tierra.
Somos parte de un pueblo inquieto, en movimiento,
disperso entre las fronteras de cinco continentes
desde hace muchos siglos
como tanto pueblo evaporado
al perder su memoria colectiva.
Pero, extrañamente, por encima de montañas y océanos,
en dos milenios de exilio,
siempre hubo judíos
que mantuvieron despiertas sus raíces
y no entregaron sus entrañas al olvido.
Pensando en distintos idiomas
y andando diferentes destinos
seguíamos siendo un solo pueblo
habitante de un territorio metafísico,
con una Jerusalén plantada más allá de los caminos.
Cada festividad era una carga de nostalgia
que crecía de padres a hijos
implicándolos personalmente en la larga memoria
del pueblo judío.
Dentro de cada cual volvía Abraham
a despedazar una y otra vez los ídolos
y cada cual de nuevo optaba
por el difícil pan de la autenticidad
como volviendo a salir de Egipto,
dejando atrás la olla fácil de ser como el vecino.
Por eso es necesario que conozcas tu historia,
para que puedas elegir ser vos mismo.

Educación Judía Núcleo Cultura Judía e Israelí – 6to. Año - Pág. 29/82
Educación Judía

—Yo no quiero, papá, vivir desarraigado y dividido,


condenado a ser distinto...

—En definitiva la opción ha de ser tuya,


pero ¿es que tengo derecho acaso, hijo,
a ocultar los espejos
para que no te descubras a ti mismo?
¿A escamotearte la historia de tu origen?
¿Y es acaso la ignorancia garantía de entereza?
Más que dividirte yo te multiplico;
te doy a conocer lo que de todas maneras llevas dentro,
algo, que si no aprendieses a usarlo vitalmente,
podría, entonces sí, pudrirse;
el amor volverse encono,
una maldición de la que nunca puedas desprenderte, hijo.
No, yo no tengo todas las respuestas en la mano
pero para saber quién soy
no necesito preguntárselo a nadie,
y nunca me perdonaría burlarte, no decírtelo.

—Pero ¿por qué un Israel en el futuro


para vivir nuestra vida?
¿No querés a este país acaso?

—Es algo que tendrían que explicarte mis entrañas.


Aquí soy un judío que suspira por su tierra
y en Israel voy a volverme
un argentino enfermo de nostalgia
pendiente de lo que suceda en Buenos Aires.
Argentina e Israel son dos amores entre los que me debato.
Claro que hay mucho por hacer aquí, como argentino,
y están el idioma, las calles, la gente, los amigos,
pero hay un Israel viviente que me llama
y una Jerusalén con la que tengo
fijada una cita desde hace siglos...

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Educación Judía

Portada diario Clarín – Sábado 15 de mayo de 1948

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Educación Judía

LA ALEGRÍA DEL 48 (Fragmentos)

Nunca, ni antes ni después, los judíos habían ganado las calles de Buenos Aires con tanto fervor
como aquel 15 de mayo de 1948 en que se recibió la noticia de que “hay ya un Estado judío”…
Miles de personas se habían concentrado primero en el Parque Retiro… Se agitaban banderas
argentinas e israelíes arrancadas virtualmente, de las manos de los vendedores….
El acto organizado por el comité de defensa y consolidación del Estado Judío” comenzó con las
alocuciones de dirigentes judíos locales… representantes de Eretz Israel y el político argentino, el
socialista Enrique Dickman que expresó: “Soy argentino al cien por ciento y judío al cien por ciento y
ambas condiciones no se excluyen, puesto que quien es verdadero patriota puede comprender el
patriotismo de los demás. El resurgimiento del Estado de Israel es el mayor milagro del siglo y la
Estrella de David, que los nazis quisieron convertir en signo infamante, es ahora el símbolo glorioso
de quienes luchan por la libertad de su país.”
La densa columna tomó desde Retiro por Maipú hasta corrientes. Mucha gente no judía se sumó
a los manifestantes y desde los balcones se arrojaban flores… y los transeúntes ocasionales
aplaudían y se sacaban el sombrero…
Los manifestantes, al llegar al obelisco, formaron grandes rondas para bailar “hora”... y entonando
estribillos como: “Tenemos una nación, tenemos una bandera, tenemos la Haganá que defiende las
fronteras”…
En Villa Crespo, desde Canning hasta Serrano, volvieron a formarse rondas y el tránsito fue
desviado por la policía para que los jóvenes bailasen danzas israelíes en plena calle. La
desconcentración se produjo en las inmediaciones de la Escuela Sholem Aleijem Central, luego de
varias horas de pacífica y entusiasta demostración. Un cuarto de siglo después, los judíos volvieron a
tomar la calle- durante la guerra de Iom Kipur y la masacre de Munich- pero aquella registrada en
1948 no fue superada ni en cantidad ni en fervor.

Extraído de “Trayectoria de una idea - Nueva Sión, 50 años de periodismo judeo-argentino con compromiso”

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EL RUSITO
por Samuel Pecar

Esta historia me la contó un muchacho no judío de mi barrio.


Conocí a un paisano suyo –comenzó diciendo- en una circunstancia nada notable: me hallaba en
una confitería con algunos amigos. Él entró acompañado por otro, y me lo presentaron. Era bajo,
rechoncho, pelirrojo, de facciones carnosas y ojos pequeños, huidizos y escrutadores al mismo
tiempo.
Confieso que a primera vista me resultó antipático. Pero muy pronto cambié de idea. Era ingenioso,
cordial, conversador, aunque de a ratos -al oír alguna que otra palabra- se quedaba mudo, como si lo
hubieses amordazado. A pesar de que sólo estaba relacionado, superficialmente con uno de los
nuestros y éste lo trataba con una curiosa mezcla de condescendencia e ironía, no tardé en
aquerenciarme a él. Debo aclararle que era entre nosotros, el único judío, y se lo digo como dato
nomás: no porque eso tuviera alguna importancia especial. Para la gente joven, alegre, ajena a otras
preocupaciones que no sean las menudencias de todos los días, ¿Qué nos interesa el origen o las
creencias de un individuo si éste sabe profesar, durante nuestros encuentros, el credo de la
jovialidad, la despreocupación y la buena mesa? Era de los nuestros, sin lugar a duda alguna, a
pesar de su apellido impronunciable que enseguida sustituimos sin ninguna malicia, por el apelativo
de “rusito” para más comodidad. Era de los nuestros…
Me gustó el “rusito”, como le dije Por eso, antes de separarnos, lo invité a acompañarnos de nuevo. El
aceptó, radiante. Concertados los delates de la próxima cita, llamamos al mozo. Y entonces ocurrió lo
inesperado, Es sabido que cuando llega el momento de cargar con la adición abultada de una reunión
numerosa, los contertulios se sienten invadidos por una especie de sopor empiezan a ejecutar
movim ientos como en esas películas proyectadas con cámara lenta. Pero esta vez no tuvimos tiempo
de representar siquiera el prólogo de la comedia. Antes de que se aproximara el mozo, el “rusito”
corrió hacia él, pagó y regresó sonriendo tímidamente en la comisura de los labios. En honor al héroe
prolongamos la velada…
A la semana volví a verlo. Habíamos resuelto asistir a un espectáculo de revistas. El “rusito” fue uno
de los primeros en llegar. Estaba contento, como chiquilín con zapatos nuevos. Adivinaba que estaba
ingresando en nuestra cofradía. Y era cierto, le íbamos cobrando afecto. Pero lo interesante era que
nada sabíamos de él. Ignorábamos si tenía padres, quienes eran, con quien se relacionaba durante

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los restantes días de la semana y si se vinculaba también con sus paisanos judíos, así como usted o
si solo lo hacía con nosotros. Nada sabíamos nada de él. Y tampoco nos interesaba mucho, no
crea. En el temario de nuestras charlas no entraba la vida íntima de cada uno. Al salir a la calle nos
desembarazábamos de ella como de un guardapolvo usado durante las horas de trabajo. Jamás le
preguntamos nada, aunque yo presentía que él nos agradecía esa indiferencia… Si, porque cuando
por ahí rozábamos de casualidad la palabra judío a él se le agitaban los músculos de la cara, se
cosía la boca y no había manera de reanimarlo; me daba la impresión de que trataba de reprimir
algo, sin lograrlo. No sé si me explico bien. Usted, por ejemplo, habla de sus paisanos como si tal
cosa, así como yo de los míos… pero él no. Cambiaba de color cuando orillábamos el tema. En fin,
¿Qué sabía yo? Cada uno tiene sus cosas y como mi lema es si querés vivir tranquilo no te metas
en los asuntos ajenos. Lo dejé. ¿Para qué curiosear?
Como le decía, aquella vez fuimos al teatro. Recuerdo que, en el colegio nacional, un profesor de
historia antigua nos explicó cierta vez que cuando los jefes romanos querían propinar un castigo
ejemplar a la tropa, elegían al azar uno de cada cien y hacían recaer sobe ellos todo el peso del
escarmiento. Nuestro pequeño grupo, al acercarse a la boletería, se parecía mucho a las huestes
condenadas de los pobres romanos. ¿Quién será el diezmado? Pero el “rusito” otra vez nos sacó del
apuro. Antes de llegar a la boletería se echó a correr. Quise detenerlo, se los juro .Dos veces
seguidas era demasiado. Pero fue inútil; compró las entradas y reapareció, pálido, sonriendo
lastimeramente, corno si nos pidiera disculpas. Yo lo observaba extrañado ¿A qué ese afán de
lucirse? Aunque no me seducía la idea de pagar por los demás, tampoco podía tolerar que el hacha
cayera siempre sobre la misma cabeza. Y más sabiendo que no se hallaba en condiciones de hacer
frente a tanto gasto. ¿Por qué lo hacía, como si se sintiera obligado? ¿Casi? Me intrigó el rusito.
Hacia fin de mes no salimos. Usted también es empleado y ya conoce ese drama. Pero en cuanto
despuntó el domingo siguiente, con los bolsillos bien forrados nos largamos para las afueras, al
Tigre. Con el rusito éramos seis. Me alegré de volver a verlo. Era un buen tipo, me dije ¿Para qué
pensar cosas raras de él? Más, en cuanto subimos al colectivo, volvió a las andadas. Antes de que
atináramos a mover un dedo saltó al estribo, se abalanzó sobre el conductor y pagó los boletos
Entonces no pude contenerme:
-¿Por qué lo hiciste? le pregunté a quemarropa, en cuanto lo tuve a mi lado.
- ¿Qué cosa? —se extrañó él.
- Los boletos... ¿Por qué los pagaste?
- Porque... —se turbó horriblemente—, Para mí es una satisfacción.
- ¡No mientas! —Lo frené— No sentís ninguna satisfacción al pagar. Podrá sentirla en una ocasión,
en dos, pero no siempre...A vos no te sobre el dinero ¿Por qué lo tirás así?
- Ya te lo dije, porque me gusta.
- No es cierto.

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- Te lo juro. Cuando salgo con amigos no me fijo en gastos.


- ¡Si te fijás! Todo el mundo se fija. Yo te estuve observando. Vos no sos un derrochador. Después
de pagar te arrepentís como un condenado.
- No, no.
- Si. Y sin embargo volvés a pagar ¿Por qué? ¿Acaso te lo exigimos? ¿Por qué querés alardear
delante de los muchachos?
- Yo lo hago por propia voluntad.
- ¡Mentira! lo hacés en contra de tu voluntad, como todos. Sincérate con un amigo. ¡Habla! ¿Qué
necesidad tenés de proclamar tu desprendimiento con tanta insistencia? ¿Qué necesidad?
—Porque me gusta.
Y ahí se plantó, terco como una mula- No conseguí extraerle otra frase durante todo el trayecto. Al
llegar a destino se mantuvo alejado de nosotros. Nos seguía, desde luego, pero ya sin esa euforia y
esa locuacidad de sus anteriores salidas. Parecía aplastado. Al regresar a la ciudad se despidió
amablemente. En el apretón de su mano advertí que no guardaba rencor. Pero nunca más volví a
verlo.
Usted, que conoce a sus paisanos. Dígame: ¿qué piensa de su actitud? ¿Qué le pasaba al rusito? Le
doy mi palabra de honor que no consigo entenderlo. No lo consigo…

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A un talmid jajam (un estudioso) no se le permite vivir en una ciudad


que no tenga los siguientes diez atributos:

1) Una corte con poder para castigar a un culpable.


2) Una fundación comunal de Tzedaká, donde dos personas recojan dinero y lo distribuyan.
3) Una sinagoga.
4) Una mikve (baño ritual).
5) Instalaciones para baños.
6) Un médico.
7) Un sangrador (por ejemplo, un sanador popular que realice sangrías).
8) Un escriba.
9) Un carnicero.
10) Un maestro de Tora para los chicos.
TALMUD BABILÓNICO: MASEJET SANEDRÍN 17B

AMIA – Pasteur 633 - Viejo y Nuevo Edificio -

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1894-1994: CENTENARIO DE AMIA – CONTINUIDAD DE LA EXISTENCIA JUDÍA

En una oscura habitación del Buenos Aires de mediados del siglo pasado se efectuó el primer
matrimonio judío. Hasta ese entonces, el casamiento entre personas de diferente religión era uno de
los temas que habían revolucionado al país. Desde la condena impuesta a Samuel Lafonc y María
Quevedo, por el hecho de haber contraído matrimonio ante un pastor protestante —en 1830— hasta
1860, fecha del mencionado primer casamiento judío, en los círculos dirigentes se operó un notable
cambio de actitud hacia las comunidades no católicas, lo que culminó en la sanción de la Ley de
Matrimonio Civil.
En 1862 se fundaron en Buenos Aires la primera congregación israelita y la primera sinagoga. En
1889, con la llegada del buque Wesser, arribó al país el primer contingente de inmigrantes europeos
de origen judío, que iban a dedicarse a las tareas del agro. Rápidamente, la vida cultural y social judía
aumentó sus exigencias y así, el 11 de febrero de 1894, se creó la Jevrá Kedushá, conocida hoy día
como Kehilá.
La función de esta institución comunitaria es, fundamentalmente, la de ofrecer al judío un marco
adecuado para el desarrollo de su personalidad colectiva en la diáspora. Asimismo, es el núcleo que
surge como resultado de la dispersión judía y que asegura su unidad y su destino común.
La Kehilá (comunidad) incluye en su labor todas las esferas del ser judío: educación, cultura,
subsidios a instituciones, asistencia social, problemas religiosos, solidaridad con Israel, etcétera.
La Comunidad Judía de Buenos Aires es una institución que cuenta con una estructura interna de tipo
democrático, reafirmada en 1956, al efectuarse una reforma estatutaria en la que se creó el actual
organismo directivo y el sistema electoral de renovación de autoridades.

COMUNIDAD Y KEHILÁ BREVE RESUMEN HISTÓRICO

PREHISTORIA

Los primeros signos de vida judía organizada en Buenos Aires se registraron en el período 1860-
1894. Sin embargo, los judíos de esas décadas no dejaron herederos que continuaran la tradición. Su
judaísmo era una cuestión personal y ajena al núcleo familiar; no implicaba su transmisión ni

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trascendía los intereses individuales. Desde una perspectiva comunitaria, casi no quedó huella de
aquella época.
La inmigración masiva comenzó en agosto de 1889, iniciando el proceso de desarrollo por el que ha
pasado la comunidad judeo-argentina. Esa inmigración de judíos de Europa le otorgó un carácter
distinto y una faz nueva: aquella que se expresa en el término schul o shil.
El termino significa "sinagoga" y tiene su origen en la voz germana schule, es decir, escuela. Los
judíos del medioevo, al llegar a una nueva ciudad, solicitaban permiso para edificar una casa de Dios,
pero esta, invariablemente, incluía una escuela. Los estrechos lazos entre la observancia de las
tradiciones religiosas y la necesidad, vivamente sentida, de proporcionar educación a las nuevas
generaciones constituyen la verdadera base de la continuidad de la existencia judía, tanto en su
aspecto religioso como nacional.

HISTORIA

La comunidad judía, en su sentido actual, encuentra su inicio en el arribo masivo de inmigrantes que
conservan la preocupación por la educación judía de sus hijos; un nuevo comienzo que arranca a
partir del año 1889. Se registran dos corrientes principales: los colonos (quienes en su mayoría eran
judíos observantes de las tradiciones religiosas) y aquellos que se instalaron en los centros urbanos,
especialmente en Buenos Aires. Su historia puede dividirse en tres periodos.

I - LA COMUNIDAD JUDÍA ALUVIONAL (1890-1920)

Los judíos de estas primeras e importantes olas inmigratorias plasmaron un tipo de "asociacionismo
voluntario", fijando lealtades tanto en vínculos ideológicos (agrupaciones políticas y sindicales), como
en vínculos definidos por la convivencia en los antiguos países de residencia (Landsfarhein). En esta
etapa no hay centralización de las funciones comunitarias, y se nota la impronta del espíritu de la
Haskalá (iluminismo), especialmente en su componente laico y popular, atravesando por
preocupaciones sociales tendientes a reemplazar el viejo orden por un criterio moderno y funcional.
Al llegar al país se encontraron con un grupo de judíos cuyas preocupaciones colectivas se limitaban
a la sinagoga y que, dado lo reducido de la comunidad, solían casarse fuera de su fe. La aspiración
de estos judíos era la de posibilitar ciertos ritos, especialmente la sepultura según "el rito de Moisés e
Israel", lo cual se plasmó en la creación de la Jevrá Kedushá (Piadosa Compañía).
La nueva y masiva inmigración ruso-polaca, mayoritariamente de tendencia laica y progresista,
afianzará un modelo de comunidad ya no centrada en la sinagoga. Enfrenta un desafío: trasplantar la
cultura idish a una realidad distinta, prácticamente inexistente, es decir, crear esa realidad. Este

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modelo adquiere su forma siguiendo el esquema europeo de mutualismo. Incluso en las colonias
agrícolas el cooperativismo surge como "reacción a la dádiva", que ya estaba presente en la idea del
barón Hirsch (no buscar soluciones individuales, sino atender al grupo judío como un todo). Pero la
.situación se modifica cuando el aluvión inmigratorio supera las primeras adaptaciones al país y se
suman nuevos elementos ideológicos europeos.
Aparece la necesidad de los judíos de identificarse como tales, de subrayar la existencia del idish y no
disimular origen e identidad. Surgen las aspiraciones de unidad societaria y, al mismo tiempo (con
motivo de los sucesos de la Semana Trágica), se manifiestan las líneas de división y enfrentamiento
dentro de la comunidad, que habrán de repetirse en décadas posteriores.

II - LA COMUNIDAD JUDÍA ORGANIZADA (1920-1960)

El segundo aluvión inmigratorio (1920 en adelante) trajo a la Argentina contingentes de judíos más
numerosos y diversificados (polacos, lituanos, húngaros) que procedían, preponderantemente, de
poblaciones pequeñas o aldeas.
Mientras la primera ola inmigratoria, especialmente rusa, había puesto los cimientos culturales de la
comunidad (prensa, teatro), esta segunda oleada refuerza las instituciones comunitarias, las
centraliza mediante un rápido proceso y organiza la red de escuelas.
La línea de desarrollo entre la Jevrá Kedushá (que proporciona servicios fúnebres) y la Kehilá (como
comunidad organizada que abarca diversas ramas de la vida social y cultural) marca los cambios de
esta etapa. Se comienza a hablar de una "Alianza" de instituciones judías en el país, si bien este
proyecto deja de existir en 1926 por lo limitado del liderazgo, por ciertas rivalidades personales e
interinstitucionales y porque la fusión económica propuesta por la "Alianza" causó recelo entre los
funcionarios, quienes veían amenazado el presupuesto asignado a sus propias instituciones.
Algunos propusieron una manera diferente de centralizar las actividades comunitarias: la Jevrá
Kedushá debía cambiar sus estatutos y constituirse en Kehilá (comunidad). Este era el común
denominador de los judíos ashkenazim de Buenos Aires.
En los primeros años de la década del '20 se amplían las actividades, de las meramente piadosas a
las de carácter educativo, cultural y comunitario. Se entregan subvenciones, aparecen problemas de
índole religiosa, surge la necesidad de una comisión de arbitrajes. Asimismo, se intensifica la lucha
contra los tmeim (“impuros”, rufianes judíos).
La fundación de entes centrales en las décadas del '20 y del '30, por parte de judíos procedentes de
Turquía o Polonia, provoca una reafiliación masiva de judíos de esas procedencias. La estructura
societaria debió adaptarse a las nuevas exigencias de las llamantes masas de asociados, cuyos
intereses no se limitaban a la inhumación conforme al rito ashkenazí.

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Ya antes de 1930, algunos funcionarios judíos sugirieron una manera diferente de lograr la
representatividad de la masa comunitaria y la centralización de sus actividades. Según sus opiniones,
la Jevrá Kedushá debía cambiar sus reglamentos y autoproclamarse Kehilá o Comunidad. En
realidad, a esa altura la Jevrá Kedushá poseía los rasgos esenciales de una comunidad, ya que
agrupaba a la mayor parte de los judíos ashkenazim de Buenos Aires abarcando, no sólo a la gente
de orientación religiosa, sino también a sionistas, librepensadores e izquierdistas.
La función original de la Jevrá Kedushá (Piadosa Compañía) —funerales judíos— había trascendido
su carácter puramente religioso. Prácticamente, todos los judíos conservaban una especie de lazo
sentimental con el pueblo judío, lo que llegó a expresarse en el deseo de ser sepultado en un
cementerio judío. Es por ello que la Jevrá Kedushá constituía el último denominador común de la
mayor parte de los judíos ashkenazim de Buenos Aires.
La línea de desarrollo que lleva de esta Jevrá Kedushá, en sus comienzos una sociedad que
proporciona servicios fúnebres, a la Kehilá, es decir, a la comunidad organizada que abarca diversas
ramas de la vida social y cultural, marca con precisión los cambios graduales de esta etapa. De
manera natural, sin propaganda ni planes preconcebidos, la Jevrá Kedushá asume nuevas funciones:
ayuda a necesitados, subvenciones a viudas, donaciones a entidades, intervención en conflictos
intercomunitarios (Comisión de Arbitrajes, en 1920; Subcomisión de Asuntos Religiosos, desde 1919),
actividades de carácter educativo, lucha contra los tmeim (rufianes judíos), apoyo a proyectos
culturales...
Los judíos de Buenos Aires aprobaban esa ampliación de actividades de la Jevrá Kedushá, y cada
vez se acostumbraron más a la idea de que esta institución debía ser considerada como el eje de
todas las organizaciones judías de la Capital.
Un grupo formado por León Kibrik. codirector de Mundo Israelita; el doctor Jaime Favelukes, líder del
Hospital Israelita y de la Liga Israelita Argentina contra la Tuberculosis; A. L. Schussheim, uno de los
más im portantes columnistas de Di Idishe Zeítung, y miembros de la Comisión Directiva de la Jevrá
Kedushá, en 1931 presentaron a esa institución un proyecto de nueva constitución. El principal motivo
de ese documento fue la "legalización de las actividades que, de hecho, la Jevrá Kedushá ya está
realizando, pero que no se encuentran incluidas en su constitución actual; es decir, representar
legalmente a todos los judíos, evitando que cualquier otra persona hable en su nombre, e intensificar
y practicar sistemáticamente las acciones de bienestar social y de educación judíos..."
Los pasos finales tomaron cerca de dos décadas, pero, de hecho, la Jevrá Kedushá ya estaba
funcionando como Kehilá desde mucho antes.
La labor escolar educativa, impulsada por los activistas comunitarios, se desarrollaba
satisfactoriamente. El número de socios crecía de continuo —de los 85 iniciales se pasó a varias
decenas de miles— de modo que lo único que faltaba era que, lo que ya existía de hecho, obtuviera
su expresión formal y jurídica, por medio de un nombre apropiado. Todo lo cual fue logrado por el
voto unánime de la Comisión Directiva de AMIA, en la sesión del 31 de marzo de 1949-1 de Nisán de

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5709 (ver aparte). La resolución de la proclamación de la Kehilá de Buenos Aires fue publicada al día
siguiente, en todos los diarios capitalinos.

El cambio de Jevrá Kedushá por AMIA tuvo presente tres objetivos principales:
• Actuar de acuerdo con las leyes vigentes en el país.
• Salvaguardar los objetivos principales, las costumbres y tradiciones de una Jevrá Kedushá,
además de cumplir con las tareas específicas, de carácter social, que imponían las
circunstancias locales.
• Velar, enérgicamente, por el carácter democrático y popular de la institución.

Las primeras elecciones en la Kehilá "proclamada", para la renovación de autoridades, fue, por
muchos motivos, vital. En primer lugar, por el número de sufragantes (cerca de 10.000). Luego,
porque se presentaron tres listas, que se identificaron con diferentes colores (en las elecciones
siguientes, el color fue reemplazado por números).
La Kehilá de Buenos Aires intervino en diversos aspectos de la vida judía v en gran cantidad de
proyectos como por ejemplo, ayudar a los futuros olim y jalutzim argentinos que hacían aliá (a los que
se entregaba una cantidad de dinero y ropa).

III - LA COMUNIDAD JUDIA MODERNA (1960 EN ADELANTE)

A fines de la década del '60, el arte y la cultura en idish comienzan a perder terreno y se produce un
"corte" generacional que permite hablar de un cambio.
Los modelos comunitarios de las etapas anteriores comienzan a resultar anacrónicos o insuficientes;
las nuevas generaciones se concentran alrededor de grandes clubes sociodeportivos y nuevas
congregaciones religioso-comunitarias. Se profesionaliza la ayuda a los pobres y la dirección de las
instituciones. Las estructuras centralizadas entran en crisis, se asiste a una declinación (quizás
irreversible) de la cultura idish.
Los últimos años presentan una crisis estructural de los modelos comunitarios. Hay una inequívoca
tendencia a profesionalizar las áreas de asistencia social, educativa o cultural; lo cual, si bien implica
la ventaja "técnica" de contar con funcionarios entrenados en las complejidades de la vida moderna,
presenta una desventaja "ideológica" para los activistas voluntarios que temen que se pierda el
"sentido judío'' original de la solidaridad y la tarea compartida, para transformar la comunidad en un
ente programático y eficiente manejado por “gerentes” capaces pero no siempre provistos de un
bagaje ideológico-cultural adecuado.

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Educación Judía

También la estructura socioeconómica de los 90 se hace sentir en la comunidad. Mientras algunos


sostienen la necesidad de privatizar y desregular la acción de ayuda educativa y social, otros insisten
en la necesidad de preservar la centralización de la comunidad, para evitar la dispersión y el
“vaciamiento ideológico”.
Surge así una pregunta, por ahora difícil le contestar pero no por ello menos acuciante: ¿Cuál será el
papel que habrá de asumir la Kehilá en los años por venir? Su segundo siglo de historia la encuentra
en una encrucijada, donde se plantea retomar la labor de los pioneros desde una perspectiva actual,
ampliando el alcance de la actividad cultural, penetrando en todo terreno de la vida judía organizada,
brindando un marco a los intelectuales de la comunidad que se interrogan por su identidad,
afianzando la labor de acción social desde la tzedaká, es decir, no como dádiva sino como acción
justa, renovando las pautas de educación al mismo tiempo que reforzando la red escolar y, sin atentar
contra instituciones existentes, buscar criterios adecuados de centralización que abarquen a todas las
organizaciones judías sin excepción acerca de una cuestión dramáticamente importante. La Argentina
supo ser una sociedad abierta, en la que era fácil incorporarse. Lo fue en tiempos de prosperidad y ya
no lo es más: hay razones objetivas que lo explican. Pero en esos mismos tiempos prósperos hubo
grupos intelectuales y políticos que empezaron a cultivar y promover los valores de la cerrazón. La
búsqueda de lo auténtico, lo raigal, lo esencialmente nacional se tradujo en denuestos contra lo
foráneo, lo cosmopolita, lo internacional. Las agresiones a la colectividad judía fueron uno de sus
resultados. La opción ocultaba una falacia: la pretendida nacionalidad de aquellas posturas;
simplemente abrevaban en otras fuentes tan internacionales y cosmopolitas como las que
alimentaban las ideas liberales: la vasta corriente del pensamiento reaccionario del siglo XIX y del
siglo XX.
En cierto sentido quienes las sostenían tuvieron éxito: a lo largo del siglo pasado la sociedad
argentina fue cada vez más cerrada, intolerante y excluyente. En buena medida el drama
desencadenado en la década de 1970 estaba inscripto en aquellos rasgos culturales e ideológicos.
Desde 1983, al tiempo que se construyó, por primera vez, un sistema político democrático que era a
la vez liberal, plural y tolerante, muchos en la Argentina nos ilusionamos suponiendo que habíamos
aprendido la lección: la vida nos había demostrado palmariamente los extremos a los que podían
llegar aquellas "malas pasiones". ¿La aprendimos realmente? Hoy no podríamos asegurar que así
haya sido. Estas historias de la colectividad judía han de servirnos como un recordatorio acerca de
viejas virtudes y persistentes defectos de nuestra sociedad.

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Educación Judía

A.M.I.A. (ASOCIACIÓN MUTUAL ISRAELITA ARGENTINA)


ORGANIZACIÓN COMUNITARIA: ESTUDIO DE CASO.

A partir del artículo: “1894-1994: CENTENARIO DE AMIA – CONTINUIDAD DE LA


EXISTENCIA JUDÍA”, de la página web oficial: http://www.amia.org.ar/, y de
otras fuentes de información complementarias:

1. Investigar cómo surge la A.M.I.A. (incluir una breve reseña histórica y cómo impactó su creación
dentro de la comunidad judía local)

2. Explicar con las propias palabras: el objetivo, misión y visión de la institución

3. Describir el método de elección de sus dirigentes y duración de estos cargos.

4. Enumerar los departamentos y las funciones de los mismos.

5. Elegir dos departamentos y contar los últimos acontecimientos más importantes en donde estos
participaron. Buscar noticias de los mismos.

6. ¿Cómo se llama el departamento que se ocupa de las comunidades del interior del país?

7. Elegir por lo menos 3 comunidades del interior e investigar sobre cada una de ellas: cómo se fundó
la comunidad judía en ese lugar, qué tipo de actividad comunitaria existía en ese entonces y cómo es
la situación actual.

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Educación Judía

AVENTURAS DE UN APELLIDO∗
por Ricardo Feierstein

El empleado de voz pastosa te mira desde el otro lado de la ventanilla:


- ¿Usted es el interesado directo?
- Sí, señor.
Saca una solicitud en blanco, la apoya sobre la mesa y empuña la lapicera.
- ¿Apellido?
- Schnaiderman.
- ¿Cómo?
La historia de siempre, experimentada millones de veces desde el colegio primario (donde fuiste
"David", "S", "Schalman", "man", "ése", "el difícil" y montones de variantes similares) y puntualmente
repetida durante la escolaridad de tus hijos. Pero ahora ibas a buscar un trabajo que necesitabas, no
es cuestión de arruinarlo todo desde el principio.
- Schnaiderman -, repetís.
- Mire, yo...
- Lo entiendo, no se preocupe. No se ponga nerviosa. Se lo voy a deletrear: S de Salomóm, C de
Carlos, H de Horacio, N de Napoleón, A de Arturo, I de Inés, D de David, E de Ernesto, R de Ramón,
M de Manuel, A de Arturo, N de Napoleón, Schnaiderman. Significa "sastre".
Escupís algo rápido la hilera de nombres propios: los llevás dichos en infinidad de ocasiones. El
hombre alcanza a llegar hasta un poco más de la mitad del apellido, incluyendo dos errores: se comió
una I y agregó una R sin necesidad...
- No, no - decís -Mire, se lo voy a deletrear otra vez.
- Mejor será - contesta, dándome la solicitud - que lo escriba usted. A mí me cuesta mucho copiar
nombres extranjeros.
Tu amigo León "Pruébalotodo" Piatigorsky decía siempre que vos eras un hipersensible frente a este
asunto. Puede ser. Y eso que no tenés el apellido de él. Te ruborizás por los nervios y se te ocurre
que vendría bien, ahora, conversar con León sobre lo que está sucediendo. Él verá con mayor
claridad. Siempre se relacionó mejor con el entorno. - ¿Cuál es su nombre, señor? -, preguntás al
empleado. Se sorprende.
- Héctor Gómez. ¿Por qué?
- ¿Y su apellido no es "extranjero", sino "argentino"?
- Sí... Sí, señor.


En Ricardo Feierstein, “Mestizo”, Bs. As., Ed. Milá, 1988.

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Educación Judía

- Es decir, usted desciende de una tribu de indios matacos. O tobas. O de los Gómez querandíes.
¿Quizá Calfucurá Gómez, un cacique araucano? ¿Lautaro Gómez, de los diaguitas?
Le sube color a las mejillas.
- No, señor. Quise decir que soy "argentino" porque nací aquí. En esta tierra.
- También yo nací aquí.
- En Buenos Aires. En un barrio.
- En Buenos Aires. En un barrio. Parece un eco, pero tratas de mantener un tono de respeto, no
burlón. La gente empezó a amontonarse en una cola, detrás de vos, y están apurados
. - Mi madre también es Argentina - agrega el empleado, aunque con menos firmeza.
- Soy argentino de segunda generación.
- También mi madre es Argentina. Porteña, para más datos. Segunda generación.
Vuelve a sonrojarse y sonríe, quizá buscándole un lado gracioso al asunto.
- Pero mi padre vino de Europa. Como casi todos los inmigrantes.
- También el mío vino de Europa. En todo caso, usted quiso decir al comienzo que
"ambos" teníamos apellidos extranjeros, sólo que de lugares diferentes. El suyo de España, el mío de
Europa Central. Los dos, inmigrantes. La tierra de origen, cercana.
- Pero mi padre llegó acá hace muchísimos años. En 1931. Es como si fuera un argentino más. Y se
ha nacionalizado.
- También mi padre es argentino nacionalizado. Y lamento defraudarlo, pero llegó antes que el suyo:
en 1929. Todos estos datos son puras formalidades. Pero es así.
Hay un silencio. Algunos de la fila comienzan a protestar en voz baja, consultando los relojes.
Desocupados en busca de trabajo, licenciados en sociología desahuciados en la profesión, con sacos
de mangas raídas y gruesos anteojos. El empleado parece comprender que no le conviene
violentarse.
- Usted no me entiende. Ser argentino es... no sé, el idioma, ser latino. Eso. Latino.
- ¿El idioma? Creo que por ahí pierde, amigo. Soy redactor de trabajos científicos en castellano. De
modo que si pretende un examen de gramática...
- No, no me entiende. Me refería al tamaño del apellido.
- En efecto, no lo entiendo. Sus prejuicios son los que lo hacen definir todo lo "distinto" como
extranjero. Quiero que me explique por qué el apellido "Schanaiderman" sería extranjero y el suyo,
"Gómez", argentino. Todos los apellidos son aquí mestizos o "extranjeros", si usted quiere, porque los
que vinieron a conquistar estas tierras liquidaron sin misericordia a los naturales del lugar, se llevaron
su riquezas y los explotaron como a animales. Habrá, a lo sumo, una cuestión de antigüedad
numérica - nombres que poseen dos o tres o cinco generaciones más - lo cual, como sabemos
después de los últimos años, no representa mucho: los que vendieron al país durante este proceso
militar son, en su mayoría, apellidos irreprochables que vienen desde la conquista española y se
ponen de pie para cantar el Himno. Es decir, descendientes de esos delincuentes que Colón o Solís
sacaron de las cárceles para traerlos, como aventureros, a la conquista del Nuevo Mundo. No veo
mucha prosapia por allí.
El hombre empieza a violentarse francamente otra vez. Varios de la fila, ahora, escuchan con
atención.

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Educación Judía

- Es evidente que usted no me entiende - dice, al fin. - Pero no le hablaré de la Patria o las esencias.
Me refiero a que el suyo es un apellido "difícil". ¿Me comprende? Muchas consonantes y vocales
juntas. Acá no sabemos... no estamos acostumbrados a eso.
- Quiere decirme que su ignorancia lingüística traza la frontera entre "argentinos"
y "extranjeros". Porque desconoce idiomas de ese sector de Europa, yo paso a ser un ciudadano de
segunda categoría. Si usted fuera analfabeto, no existirían apellidos "argentinos". Para su visión lo
"argentino" no es la suma de lo diverso, el inevitable pluralismo y mestizaje de un país de inmigrantes,
sino sólo lo que es igual a usted mismo. Los "otros" son los "extranjeros".
- No, no. No me confunda. Es también un asunto de religión. Usted sabe...
- ¿De religión?
- Claro. Nosotros, los católicos somos mayoría aquí. Y también constituimos uno de los pilares de
esta sociedad, como dicen las declaraciones de la Iglesia o los comunicados de las fuerzas armadas.
Esta patria nació católica. Y nosotros tenemos apellidos fáciles: españoles o italianos. En cambio
ustedes, los "moishes"
- y perdone, lo digo sin ofender - tienen unos nombres terribles, que no se pueden pronunciar ni
escribir. Por lo menos acá, en la Argentina. ¿Comprende?
- No.
- ¿Cómo no?
- Un amigo arquitecto, a quien debo ver esta tarde, se llama Luis León. Otro de mis conocidos,
reputado psiquiatra y escritor, es León Pérez desde su nacimiento.

Ambos son judíos orgullosos y asumidos. ¿Quiere nombres más sencillos? En cambio, hay un obispo
principalísimo del Episcopado argentino - famoso por sus posturas preconciliares - que se llama
Ogñenovich. Para no mencionar al mismo Papa de su grey católica: ¿qué tal si me escribe ahora en
un papel, sin equivocarse, Karol Wojtyla? Es el nombre de su santidad Juan Pablo II, no sé si sabía.
Comenzás a llenar personalmente la solicitud, ya que el tema no da para más. El empleado te mira
mientras escribís. Los de la fila suspiran, impacientes. No quedan muchas posibilidades en este
trabajo. Entregás la hoja.
- Acá tiene. Apellido argentino, tan de primera como el de cualquiera. Yo no me siento ciudadano de
segunda ni admito que me traten así. Piénselo. Es su problema. Ya empezás a encontrarte. A no
callar. Pero en realidad, pensás, más allá de pirotecnias verbales, éste es también tu problema. Vos
sos el judío, el minoritario, el marginal para muchos.
El empleado no contesta. Da por terminado el insólito diálogo. Mirando con odio por sobre tu cabeza
al que está detrás, sin sonreír, ladra:
- Que pase el que sigue.

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UN DIFERENTE Y SU DIFERENCIA∗
por Carlos M. Grünberg

He reflexionado largamente, desde la niñez hasta la vejez, sobre mi condición y mi situación de


judío, de miembro de una familia espiritual minoritaria, inmerso en un mundo poco inteligente y poco
tierno, proclive a confundir lo diverso con lo adverso, lo opuesto con lo contrapuesto, lo extraño con lo
extravagante, lo otro con lo hostil y con lo aborrecible. Cada humano es una galaxia de diferencias
especificas insertas en otros tantos géneros próximos; la más diferenciada de las diferencias; la dife-
rencia por excelencia; en suma, por antonomasia, la diferencia. A mí me ha tocado en suerte ser
varón por el sexo, blanco por el color de la piel, judío por la estirpe, argentino, porteño, racionalista,
librepensador, hispanohablante, versificador, etc.
Mi diferencia es única, impar, irrepetible. Mis papilas digitales y por ende mis huellas
dactiloscópicas ostentan la más absoluta singularidad. Y si la superficie de mi cuerpo ostenta eso,
¿podría no ostentarlo el fondo de mi alma? Mi diferencia es mi indigencia y es mi opulencia: mi
indigencia porque es apenas el saldo y el suplemento de las demás diferencias; mi opulencia porque
es tanto como su sumando y su complemento. Me sucede con mi diferencia lo que al pájaro con el
aire: el pájaro no puede volar fuera de la cárcel del aire, pero cada punto del aire le brinda un punto
de apoyo para la palanca de su vuelo. La humanidad es una universalidad de diferencias.
Un gigantesco organismo de diferentes órganos conferentes, una omnímoda mano de divergentes
dedos convergentes, una pánica orquesta de solitarios instrumentos solidarios, donde cada
diferencia, cada órgano, cada dedo, cada instrumento cumple su función inmanente y cumple su
función trascendente: la inmanente de obrar y la trascendente de cooperar.
Ninguna diferencia sobra en esa universalidad, y si algo falta en ella es las diferencias futuras.


Discurso pronunciado en la SADE el martes 23 de noviembre de 1965, al final del acto de presentación de
Junto a un Río de Babel. // En TOKER, ELIAHU, “Un diferente y su diferencia – Vida y obra de Carlos M.
Grünberg”, Madrid, Del taller de Mario Muchnik, 1999.

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Cuando un hombre nace o exulta todos los demás se enriquecen; cuando un hombre padece o
muere, todos los demás se empobrecen. El bien de un dedo redunda en bien de toda la mano; el mal
de un dedo redunda en mal de la mano entera. Mi diferencia es un hecho, y de este hecho emana un
derecho: mi derecho a ser diferente. Y también emana un deber: mi deber de ser diferente. y de mi
derecho a ser diferente emana una obligación: la obligación que tienen todos [os demás, de respetar
y alentar y amar mi diferencia. Yo amo mi diferencia con el amor con que la amaría si fuese otra
diferencia y con el amor con que amo las diferencias ajenas. He aquí mi modo de amar a mi prójimo
como a mí mismo. Yo he nacido para abogar en verso por la diferencia y para hacerla con el ejemplo
de mi diferencia y en especial de estos dos atributos integrantes de mi diferencia: mi judeidad y mi
argentinidad.
De mis escasos lectores, casi toclos juzgan que mi verso es demasiado razonante, que en su
léxico y en Su sintaxis se conserva demasiado cerca del habla, con suicida preterición de la regla de
oro del Famoso alejandrino de Mallarmé: "dormer un sensplus paraux mots de la tribu”; y que
por aquello y por esto escala difícilmente el abrupto monte de la poesía y se eleva raramente al cielo
del lirismo. Tienen razón. Todas las diferencias son igualmente válidas, pero no todas son
igualmente valiosas. Soy un poeta diminuto: mi musa sería música, si música fuese el diminutivo de
musa. Pero no me importa. Ninguna diferencia se justifica siendo así o asá; toda diferencia se
justifica siendo. Yo he nacido para abogar por la diferencia y por mi diferencia y para hacerla en verso
opinante, conversacional y deslirizado. Mi diferencia es ésa y estoy conforme y estoy contento con
ella.
Permítaseme concluir confesando otro atributo integrante de mi diferencia. Me refiero a mi horror
por los privilegios, empezando por aquéllos que me favorecen a mí. Llamo privilegio a1 don
inmerecido, al galardón injusto. Hoy me obseden y me remuerden tres privilegios.
Voy al primero. Suelo cultivar la amistad de un zapatero que hace zapatos de medida. Su oficio
es tan útil y tan necesario como el mío y los zapatos que salen de sus manos son verdaderas obras
maestras. Sin embargo sus zapatos se gastan con el uso. En cambio (y ello siempre me ha parecido
prodigioso) los versos y las prosas, y por lo pronto mis versos, no se borran del papel a medida que
se los lee. La palabra escrita o impresa sobre el frágil y vulnerable papel dura más que la tela del
pintor, que el mármol del escultor. No hay nada tan duradero (o sea, con arreglo a la etimología, tan
duro, tan resistente) como la palabra. Incluso a despecho de las peores circunstancias. En la
Edad Media se quemaron cuantos ejemplares del Talmud cayeron bajo los ojos de los fanáticos.
Pero la Edad Media ha transido y el Talmud ha sobrevivido. Y aún antes de la invención de la
imprenta y aun antes de la invención de la escritura, el hombre arrancó a los ritmos del lenguaje, con
la invención del verso, el secreto de la eternidad de la palabra. Según la tradición rabínica, Iahvé
creó el universo por la Torá, para la Torá, con vistas a la Torá, por amor a la Torá. Torá significa
doctrina, y más ceñidamente la doctrina del Pentateuco. Y el Pentateuco ¿no es palabra? Conque,

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según la tradición rabínica, el universo es el pretexto de un texto, el medio tendiente al fin de la


palabra, y la duración de la palabra más cierta que la duración del universo. Y Platón enseña, en el
Timeo, que "el tiempo es la imagen móvil de la eternidad". ¿Cómo no agregar que todas las dem ás
cosas están en el tiempo y que la palabra es la eternidad, que la palabra inmoviliza el tiempo y lo
transfigura en eternidad, que la palabra es la esencia y la llave de la eternidad? No es verdad que las
palabras se 1as lleva el viento; la palabra es el viento del espíritu que arrebata todos vientos de la
materia. Y no es verdad que pueda escribirse en la arena; siempre se escribe en la eternidad; lo
escrito, escrito queda.
Y voy al segundo privilegio. Sigo comparándome con mi amigo zapatero. Repito que su oficio es
tan útil y tan necesario como el mío y que sus zapatos son verdaderas obras maestras. Sin embargo
sus zapatos jamás han sido públicamente aplaudidos. En cambio mis versos han recibido alguna vez
el aplauso público.
Y voy al tercero y último privilegio. Al privilegio de este acto. Así como mi entrañable amigo el
eminente escultor Víctor Marchese me ha honrado ilustrando con sendas xilografías las seis
secciones de mi reciente libro. Así siete artistas cuyo nombre es un renombre me han honrado
asistiendo a este acto y contribuyendo a su desarrollo. Me han dado, que no prestado, una cuota de
su prestigio. De su más alto patrimonio. De un patrimonio que no proviene de herencia o de
donación. De un patrimonio que han ganado con más que sudor, con más que lágrimas, con más que
sangre: con su espíritu, y que está sellado, no, como en el caso del político o del gobernante, por el
consenso democrático de los más o de los muchos, sino por el consenso aristocrático de los
mejores.
Los benefactores corrientes, cuando dan, se cortan las uñas, no los dedos: ellos se han cortado
los dedos, no las uñas. Han querido premiar, ya que no el resultado del esfuerzo, sí el esfuerzo de un
compañero mayor y menor: mayor en días, menor en bizarrías. Han traído el voluntario testimonio de
mi pequeño mérito, pero a la vez han traído el involuntario testimonio de su gran virtud. Yo les
agradezco, con íntimo agradecimiento, su notable generosidad, y a ellos y al resto de mis oyentes les
agradezco la paciencia con que se han servido escucharme.

Portada del libro “Méster De Judería”


de Carlos M. Grünberg con prólogo de
J. L. Borges / 1a Ed.

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LA MITAD DE NADA∗
por Samuel Tarnopolsky

CAPÍTULO IV

La intervención del Señor Presidente de la República fue decisiva. La promovieron organismos


de la colectividad judía, consternados por el escenario imprevisto donde se desarrollaban las
agresiones.
El Presidente convocó en su despacho al señor Ministro del ramo y con la templanza digna de tan
alto funcionario, pero igualmente conturbado por la información recibida manifestó sus inquietudes: -
¿Qué le parece, Ministro, allanar los locales de "Tacuara"? ¿Qué le parece dar intervención a la
Justicia?
El Sr. Ministro comunicó sus averiguaciones y su preocupación.
Si bien repetidas las conocidas ocurrencias no pasaban de aisladas anécdotas, disturbios provocados
por unos mocitos mal ubicados en la sociedad. Fenómeno general, universal… beatniks, halbstarke,
iracundos, campera negra, teddy boys...
De la conversación surgió la conveniencia de satisfacer los deseos del Señor Presidente. El
Ministro informó al Jefe.
El señor Jefe ordenó al comisario seccional el allanamiento de la sede. El comisario eligió al oficial
de más confianza para cumplimentar la orden, y dispuso su ejecución a las tres de la madrugada. El
oficial abrevió su tertulia en el café. Se retiró para ultimar detalles. Se despidió de los contertulios
habituales y ante uno se lamentó por la necesidad de retirarse:
-Trabajo importante, ché. A las tres allanamos "Tacuara". Te lo digo en confianza. Sos derecho y me
vas a guardar el secreto.
El confidente fue al teléfono, depositó tina moneda, marcó un número:
-¿La sede?
-Sí. ¿Quién habla?


En TARNOPOLSKY, SAMUEL, “La mitad de nada”, Bs. As., Ed. Milá, 1988.

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El allanamiento se produjo sin inconvenientes. El ocupante, un viejito inofensivo, protestó por la


hora intempestiva. A pesar de su disgusto, atendió deferentemente a la comisión, abrió puertas,
ventanas, cajones, con diligencia. No se encontraron armas, panfletos subversivos, uniformes,
camisas pardas, planos de la Plaza Mayo, fotografías del Congreso, listas de afiliados, ni testimonio
alguno de actividades penadas por la ley.
La demostración múltiple. y palm aria, despejó dudas acerca de la rotunda decisión oficial: satisfizo
la demanda pública y las justas reclamaciones de las víctimas. El procedimiento, en los distintos
niveles de su ejecución patentizó la exageración de las denuncias: no existía la mentada organización
delictuosa. Las pasiones y demasías interpretativas volvieron a su cauce: se logró la evidencia del
criterio sustentado por funcionarios responsables: esporádica expansión de jóvenes iracundos. Las
autoridades produjeron, además, testimonio de equilibrio y equidistancia: se visitó también el local del
Instituto Judío de Relaciones Culturales -IRCJ-, donde funcionaba, en una habitación cedida al electo,
el Comité de la Juventud. Se solicitó el nombre de sus autoridades, su domicilio particular y el de sus
negocios, copia de los estatutos, lista de empleados, y su respectivo domicilio.
El funcionario policial se comportó en forma amable: sin atropellos ni intemperancias. No hubo
órdenes, sino corteses sugerencias. Se presentó de civil, no de madrugada, según cuenta la leyenda,
sino en horas burocráticas. Sin requerimiento alguno, por propia iniciativa, acreditó su función, con su
credencial.
-La sección Extranjería de la Policía desea actualizar sus archivos: trámite rutinario.
Generalmente citamos al Departamento. Una particular deferencia con ustedes, nos ha hecho venir
para que no se molesten.
-El Instituto y el Comité -respondió el Secretario del Comité de la Juventud, señor Michaelson-, no
son organismos extranjeros. Seguramente se trata de un error.
El sargento revisó sus papeles.
Todo coincidía: nombre de la institución, domicilio, nómina de Comisión Directiva.
-El error -insistió el secretario- radica en la División que controla nuestras actividades. No
corresponde a Extranjería. Somos, sin excepción, argentinos.
-¿Este Comité no es judío? Por lo menos así se llama... digo... ¿no?
-También se llama argentino.
(Para disimular -pensó el funcionario).
-Judío no es una nacionalidad -aclaró Michaelson.
El empleado retornó su pensamiento, en voz alta, ahora. -Decir... dice. Pero los judíos son judíos...
me parece.
No ocultó su molestia: el joven lo consideraba ignorante o pretendía enzarzarse en una discusión,
de las que no terminan. La veía venir. Era un sargento experimentado. A los estudiantes los conocía
al derecho y al revés; y de bochinches universitarios sabía un kilo... para qué te voy contar... Con

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estas tipos nunca se podía completar un interrogatorio perfecto: la cara de Michaelson anticipaba
dificultades. (Tantas vueltas... protestó in mente contra su jefe. Lo citábamos al Departamento y se
acabó. El julepe le habría hecho largar el rollo de un saque, qué joder...) Con tono más categórico
todavía -así se aseguró a sí mismo su completo conocimiento del problema- afirmó, rotundo:
-Los judíos son una raza. Ya lo sé.
Vista la buena voluntad inicial del visitante y la ya presumible pérdida de su paciencia, Micha
decidió actuar en colaborador, en joven agradable e informativo, de los que ayudan, cálido y
comunicativo noble propósito dificultado por una seria traba: su corteza cerebral de erudito en ciencia
judaica, lo que por extensión anatómica se llama un cráneo. (Propio un cráneo, pensó el sargento
Garayoa al fin de la entrevista.)
-Las razas, antropológicamente hablando no existen. Está demostrado científicamente.
Se levantó para extraer de la estantería, a sus espaldas, un libro.
Don Garayoa levantó la mano, en gesto defensivo. -No hace falta. Basta que lo diga.
Pero, evidentemente, dudaba. Ninguna de las instituciones ya visitadas se había rehusado a la
encuesta. Accedieron a su requerimiento y sanseacabó. Volvió a meditar, en forma audible.
-Así que no son judíos... Sin embargo está bien clarito: Comité Judío de la Juventud Argentina.
Mostró una página de su libretita, con muchas anotaciones, prueba irrefutable que obligaría a su
interlocutor a deponer fintas. De veras: no sabía para qué Michaelson malgastaba tiempo.
-Vea -lo acorraló contra las cuerdas, mostrándole la anotación.
Podría terminar rápidamente el match, pasando un parte: se niegan a suministrar ]a información
solicitada. Pero no era hombre de eludir dificultades. Hasta se las había visto con delincuentes y
pistoleros a balazo limpio.
-También aquí. Es lo mismo -Garayoa señalaba el membrete de un papel, sobre el escritorio. Ya no
cabía duda.
-Decimos judío, pero no en el sentido de la nacionalidad de patria. ¿Me entiende? Por eso ponemos
Comité Judío de la Juventud Argentina. La patria es la Argentina. Judío es como decir israelita, una
cosa distinta. ¿Me entiende?
-(¡qué tanto me entiende, pajarón! -pensó Cosme Garayoa y dijo): claro que sí. Pero me está
dando la razón, israelita, del Estado de Israel. Son extranjeros no más, Cómo nos íbamos a
equivocar,
-Dije israelita. No israelí.
-y qué diferencia hay, -don Cosme miró a Michaelson, oblicuamente, como advirtiéndole: mirá
pibe, si te la das de vivo, la vas a pasar mal…
- Israel es un país, como la Argentina. Sus ciudadanos son israelíes, como los de aquí somos
argentinos.
-Y de ahí…

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Educación Judía

-Viene a ser lo mismo: en ambos casos ciudadanos de dos países distintos,


-Ahora me van a decir que los israelitas son lo mismo que los argentinos.
-Los israelitas, no; los israelíes sí, Cada uno en su país. Es una comparación. Israel es un estado
cuyos hijos se llaman israelíes, como la Argentina, donde nosotros sus hijos, nos llamamos
argentinos. Israelita es distinto, abarca a todos los judíos: nosotros somos argentinos israelitas.
-(A éste lo fajo --pensó Garayoa.) ¿Yo que dije? --preguntó.
-Israelíes.
El sargento perdió los estribos.
-Vea, ché. Acábela. Deme los datos y a otra cosa, --Pero el intríngulis se le había metido en la
sesera y farfulló-: así que israelíes no es lo mismo que israelitas. Ta bueno -abrió su libreta y anotó
las dos palabras, una al lado de otra, para contarlo: no vaya a olvidarlo. Vea con la que salen.
- Si me deja se lo explico --dijo Michaelson.
- Métale -consintió el otro mirando el reloj.
- Así como en la Argentina hay católicos, protestantes o mahometanos, y blancos o amarillos -ya se
ven en las calles japonesitos argentinos-, también hay judíos: pero todos somos argentinos, En Israel
pasa lo mismo: hay católicos, mahometanos y protestantes, pero todos son israelíes: quiere decir,
nativos de Israel. En cambio, israelitas son los judíos de cualquier parte del mundo, como católicos
son los de esa religión en cualquier lugar donde hayan nacido: Argentina, Uruguay, Chile. Los
israelitas podemos haber nacido en la Argentina o en Israel: en el primer caso somos israelitas
argentinos, en el segundo seríamos israelitas israelíes.
- (Me está cachando, Al coso éste me lo llevo detenido -pensó Garayoa. Se trataba sólo una
expresión de deseos. No tenía autoridad ni órdenes al efecto.)
Michaelson -consideró con exactitud- insuficiente su magisterio.
Adivinó la necesidad de más convincente argumento.
-Vea; americanos somos todos los nacidos en América, en cualquier país. Todos los argentinos
somos americanos, pero no todos los americanos son argentinos.
-Eso lo saben hasta los chicos del jardín de infantes.
-Ahí está: es muy fácil. Todos los judíos son israelitas, pero no todos los israelitas son israelíes.
Israelí es una nacionalidad; israelita una gran comunidad. ¿Me comprende?
-La verdad, no. Con razón dicen que todos ustedes son muy inteligentes. Meta libros…
No se aflija. Veo que tiene ganas de explicarme algo pero nosotros ya lo sabemos. Para mí, hay que
agarrar por otro lado. Aquí lo tengo... Volvió a abrir la libreta, en la página anterior. Leyó: escuela
Jaime Wolfson Enseñanza en idish, hebreo y castellano. Nosotros ya pusimos en limpio todo este
embrollo; ustedes son los idish, ¿no es verdad?

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Educación Judía

-Idish es un idioma, mejor dicho, un dialecto. No tiene nada que ver con la raza, ni con la
nacionalidad, Hablamos idish como podríamos hablar inglés o japonés. Si usted lo aprende, también
puede expresarse en idish.
Micha ya estaba arrepentido. Tenía una explosión temperamental de su parte o de la ajena. Cortada
la retirada, por razones de prestigio y de cortesía, empezó pelear contra su desasosiego. Se aferró a
su voluntad persuasiva e informativa. La Secretaría del Comité de la Juventud funcionaba en el local,
gentilmente cedido, del Instituto de Cultura e información. No debía traicionar el nombre; Garayoa,
libreta en mano, listo para, nuevas anotaciones, impasible, consciente de su victoria, esperaba como
un torero que la res hincara la rodilla, y diera por terminada la faena. La res se debatía valientemente.
-Los argentinos hablamos castellano, pero no somos castellanos; hablamos español, pero no somos
españoles. Idioma, nacionalidad, patria, origen histórico, son entidades diferente ¿me explico?
Garayoa meneó la cabeza, afirmativamente y pronunció un iah! ... que no dejó, lugar a dudas; no
comprendía nada. Subrayó la palabra idish, sacó una flecha al margen y anotó en su extremo; idioma.
-Ahora tengo que ir a la escuela --dijo mirando sus inscripciones- pero me pregunto: sí el idioma
resulta ser el idish, ¿qué tiene que ver el hebreo?
-También es un idioma. Tenemos dos. Mejor dicho, uno. El otro, el idish, ya le dije, es un dialecto.
-¡Pobres pibes! ¡La que se tienen que meter en la cucuza! iPara qué quieren tantos!
-No somos los únicos. En Paraguay y en Corrientes, hablan guaraní, además de español.
-De veras... no me había dado cuenta. El idish viene a ser el guaraní --completó, contento, para
evidenciar su comprensión.
-No señor, más bien al revés. El hebreo vendría a ser el guaraní. Con lo cual renació el trastorno
en la exégesis y la tensión entre los interlocutores. Don Cosme completó su cuadro con otra llamada.
Abrió un paréntesis junto a hebreo e incorporó, correspondiéndole, guaraní. Michaelson tragó saliva,
pero no dobló la rodilla. Por el contrario, levantó la cerviz.
-Hebreo es como guaraní -lo digo sólo por comparar-, por ser ambos idiomas autóctonos, originados
en la propia tierra. En cambio castellano es el idioma traído por los conquistadores, por los de
afuera... De la misma manera el hebreo es el idioma autóctono; el idish es posterior. Todo esto
parece un poco confuso, pero no lo es. Se puede simplificar: olvídese del idish. Piense que todo esto:
judío, hebreo e israelita son sinónimos, son la misma cosa, cuando se trata de individuos.
-Cha digo --protestó Garayoa-. Antes les decíamos rusos y nadie armaba tanto lío.
-Era un lío peor. Rusia no tiene nada que hacer en esto. Ustedes
se confundían. Rusia no es la patria de los judíos -Pero venían de allí.
-Algunos, no todos.
-Trabajé en la Dirección de Inmigraciones. Traían pasaporte ruso. Nacionalidad: rusa. Más clarito,
agua.
-Algunos nacieron en Rusia, pero nunca fue la verdadera patria.

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Educación Judía

Ahí sólo sufrieron persecuciones.


-¿Y cuál era la patria, entonces?
-Siempre consideraron verdadera, y quisieron volver a ella; a lo que fue el Estado de Israel.
-¡Ah! ¡Como la calle!
-Exacto.
-Israelitas.
-No. Israelíes.
-¿Hebreos?
-También hebreos.
-Como la Hebraica. -Tenía anotada: Sociedad Hebraica
Argentina. Si allí encuentro uno como usted estoy frito. Judíos, hebreos, israelitas, israelíes, rusos.
Pero ché, ustedes lo tienen todo a montones. Con razón acaparan tanta guita. Y todavía dicen ser
argentinos. –Dio vuelta una página. Volvieron las dudas- ¿Palestina qué pito toca en este merengue?
¿Qué me dice del ñato Triki? Cuando los muchachos gritaban judíos a Israel! Triki protestaba: nada
de Israel.
Palestina es el verdadero nombre. No los queremos en nuestra tierra, los arrojaremos al mar. Usted
me dirá que no son rusos, pero no me niegue que son sionistas. Triki se sale de la vaina por sacarlos
carpiendo de la Palestina que les piantaron a los árabes.
-Nos van a sacar si pueden -se exaltó Michaelson y volvió a sentirse cómodo-. Ya los hicimos correr
dos veces y la tercera perderán las ganas de compadrear para el resto de la eternidad... si se atreven
a pelear mano a mano, sin laderas comunistas, como la última vez. Vaya sabiéndolo: esos arabitos
de Triki son aliados de los bolches. Sepa también: nosotros somos gente de paz. No queremos
guerra. Algún día viviremos en paz también con los árabes.
-Oyéndolo al otro, no parece.
-Procedemos de un mismo tronco, llamado semita. Usted no parece hermano de un venezolano, pero
lo es. Lo nuestro es una pelea de familia: recuerde la Revolución de Mayo y la guerra de la
independencia: Güemes, San Martín, Belgrano... Peleamos contra españoles: ahora le decimos
Madre Patria. ¿Qué me dicen de los unitarios y el.; 105 federales? Se fusilaron y degollaron unos a
otros. Ahora sólo hay argentinos. En tiempos de Rivadavia peleamos contra los brasileños. Ahora
somos todos americanos, buenos vecinos. ¿Qué me dice?
-Habla lindo, pero vaya a saber. Las comparancias no siempre
son verdá… digo ... ¿no?
-Al fin la gente comprende las ventajas de la paz. Por eso nuestro saludo, en hebreo, significa paz.
-Chaulon, que le dicen.
-Shalom.

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-Siempre se aprende algo -comentó Garayoa, e incorporó la palabra shalom a su hojita, medio
ladeada, porque ya no cabía.
Micha se sintió iluminado: ¡si Braunstein descubriera esto!: chauIon. Se apropió el hallazgo lingüístico,
latrocinio filológico del cual el auténtico propietario jamás tuvo noticia. Ni del análisis instantánea-
mente realizado por Michaelson, que ya veía su hallazgo en el Diccionario: Chaulon, argentinismo,
por " Adiós", "Hasta la vista” De chau: despedida; y chalom, paz. Será un lindo saludo porteño,
fantaseó: chau, hasta pronto y en paz: chaulon. Adiós y en paz. Si el Strudel se incorporó a las
confiterías de Santa Fe y adquirió carta de ciudadanía en la repostería porteña, ¿por qué no encajaría
chaulon en el idioma de Corrientes y Esmeralda? Aunque descubridor, se sintió inventor. Después se
diría: origen anónimo, expresión del folklore porteño. Se resignó y al mismo tiempo se consoló
sabiéndose en verdad espectador del alumbramiento. Se le iluminó el rostro, afloró el buen humor.
-¿Quiere un cafecito?
-Quién se niega a un cafecito". El agente retribuyó con un cigarrillo. Mientras sorbía el café, servido
por una empleada, intentó poner en limpio sus anotaciones. Tachó rusos: en un huequito inscribió
sionistas. Es la primera vez que veo uno -dijo mirando a Michaelson, como en un mangiamiento-
Encuadró idish y le puso un signo igual. Al lado puso hebreo. El diálogo cuajó en una salsa idílica.
-Voy a ser el único de la división que los entienda. Después de esto, ascenso en fija. Si se produce, lo
invito a una sidra. Así que Palestina, Israel, los sionistas y el Comité de la Juventud: su idioma es el
hebreo -lo unió con una flecha a guaraní.
-No señor. Hablamos castellano. Hebreo es el idioma de los israelíes, de los judíos de Israel.
-Esas letras medio retorcidas ¿no? Acabo de verlas en el club de los safaritas. La gran siete:
¡tienen clús ustedes! meterse en todas partes? Y siempre con guita.
-¿Esos? Pisaron la Argentina antes que usted y antes que sus abuelos. Vinieron con Colón y con
Garay, ¿Qué me cuenta?
-Pa no creerlo.
-¿Tienen o no tienen derecho a llamarse argentinos? Si se descuida son más argentinos que usted.
-No compañero. Eso sí que no. Yo primero y antes que nadie, argentino.
- Y ya que hablamos de opiniones a quienes gritan ¡judíos a Israel! aconséjeles prudencia, no vaya a
ser que en toda Asia, en toda África, en media Europa en toda Norteamérica aprendan o imiten gri-
tando ¡católicos al Vaticano! No van a caber ni en Roma.
-iY quién está hablando del Vaticano! ¡Usted se sale con cada una! Y todo para no responder a tres
pavadas que le he preguntado.
-Es que deseo hacerle comprender algunas razones de los malentendidos y veo que usted es un
hombre paciente, con quien se puede conversar. Lo judío es una religión como lo católico. El
Vaticano, donde está el Papa, también es un Estado: se llama Estado del Vaticano: todos los
católicos lo reverencian. pero no son súbditos del Estado Vaticano, ni tienen por qué irse a vivir a él,

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aunque lo amen, respeten y den la vida por él. Israel es también un Estado, y los judíos lo reverencian
y aman, pero no son súbditos de Israel: el argentino católico ve en el Estado del Vaticano un centro
de irradiación espiritual, religiosa; el argentino judío ve en el Estado de Israel un centro de irradiación
espiritual, religiosa.
Mientras Michaelson hablaba, Garayoa anotaba una que otra palabra. El joven echó una ojeada al
texto y al vichar un error, dijo:
-Está mal escrito. Présteme.
Garayoa le alcanzó la libreta. Micha corrigió; en vez de safaritas puso sefarditas o sefaradíes.
Tuvo que escribir -en redondo porque no cabía rectilíneamente: sefardíes quedó anulado.
-Agregue para completar el cuadro -dijo- ashkenazim.
-¿ y esos, qué?
--También son judíos.
-iLa pucha!
La página con entreveradas anotaciones, resultó un laberinto, un rompecabezas; mescolanza de
palabras, abreviaturas, flechas, signos y borrones que, vea, no es mi intención ofender, pero esta hoja
es un quilombo que nadie lo entiende.
-La libreta es muy chica --asintió Michaelson.
En una hoja tamaño oficio dispuso ordenadamente la discutida nomenclatura.
-Gráficamente verá cómo se desvanecen equívocos, quiero decir equivocaciones.
Dispuso las palabras en columnas verticales. Primera: semitas, judíos, árabes. Segunda: judío,
israelita, hebreo. Tercera: sefaradíes, ashkenazim. Cuarta: judíos, católicos, mahometanos,
protestantes, budistas Quinta: israelíes, argentinos, chilenos, uruguayos, ingleses. Sexta: idish,
hebreo, castellano, guaraní, alemán. Séptima: israelíes, israelíes árabes, israelíes judíos, israelíes
israelitas. Novena: israelitas argentinos, israelitas italianos, israelitas israelíes. Décima: sionistas.
Décimo primera: Israel, Vaticano, Meca.
-Ahora esto más claro ¿no le parece?-preguntó Michaelson-.
Cada columna señala los equivalentes. Ashkenazim y sefarditas comparten la misma columna porque

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los judíos pueden ser una u otra cosa; del mismo modo los argentino pueden ser correntinos o
cordobeses. ¿Me hago entender?
Garayoa asintió con amplio gesto afirmativo.
-Aquí tiene las columnas de las razas: la semita.
-¿No me había dicho que no existen razas?
-Así es, pero supongamos lo contrario, sólo por un momento, para aclarar la cuestión. En la raza
semita existen grupos: los árabes y judíos. Lo mismo en raza latina: españoles, italianos y
portugueses. Igual raza: distinta nacionalidad. ¿Va bien?
Garayoa meneó nuevamente la sólida cabeza.
-Veamos lo de sionistas. Sionismo es un partido político. No exactamente un partido, pero haga de
cuenta que lo es: como el radical o el conservador, con una diferencia: casi todos los judíos, por no
decir todos, son sionistas.
-Como en la época del General, todos peronistas.
-Lo importante, sobre todo para usted, funcionario, es no
confundir israelita con israelí. Hasta Frondizi, cuando presidente, se equivocó· al concertar una
entrevista con Ben Gurión, el primer ministro israelita, dijo, debiendo decir israelí.
-Tanto escombro por una letra de más o de menos... tanto lío...
-Miró el reloj-. Chá digo, se me ha hecho tarde y todavía tengo que ir al colegio y al Clú Las Heras.
Ahora que nos hemos entendido... me dá o no me dá la información?
-Que su Jefe la pida por escrito. Así le contestaremos en la misma forma nuestra verdadera
ubicación; repito: no somos ni admitimos el trato de extranjeros.
-Gusto de complicar el procedimiento... Va a perder un día en el Departamento. Lo citarán.
Guardó su libreta, echó una mirada al papel, lo plegó. A punto de metérselo en el bolsillo y abandonar
la oficina, se contuvo. Volvió a examinar el pliego y sus columnas. Advirtió alguna diferencia.
-Permiso -dijo y se sentó, extendió la hoja sobre el escritorio, extrajo de nuevo su lápiz-. Para
explicarles a mis compañeros este merengue -ya ve mi buena voluntad para con ustedes- y para no
olvidarme, voy a poner unas flechitas ligando todo este bochinche, porque la verdad, parece que una
columna no tuviera nada que hacer con la otra. Los judíos pueden ser israelitas, hebreos o israelíes o
las tres cosas a la vez, ¿no es cierto?
- ¡Perfecto!- se admiró Michaelson.
Garayoa trazó unas flechas entre judíos de la primera columna, israelita y hebreo de la segunda, e
israelíes y argentinos de la quinta. Explicó: así entenderán -llevó el lápiz a través de las flechas- que
un judío puede ser argentino o israelí y es también israelita. Además pueden hablar idish, hebreo,
castellano, inglés o alemán, ¿verdad?
-Exacto.

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Garayoa trazó flechas que unían judíos de la primera, segunda y quinta columna con los idiomas de
la sexta columna.
-Usted me dijo -continuó- que los israelíes pueden ser judíos, católicos o mahometanos o
protestantes. ¿No es así?
-¡Perfecto! -volvió a exclamar Michaelson, que creyó asistir a un milagro, o a un erróneo juicio acerca
de la capacidad receptiva de Garayoa o a una modesta apreciación de su capacidad de enseñar. El
hombre resultó más avisado y memorista de cuanto admitía Micha. Trazó con otras tantas flechas la
ligazón entre los israelíes de la quinta columna con las religiones de la octava y de la cuarta; y sin
siquiera preguntar, unió a los sefardíes y ashkenazim de la tercera con los judíos de todas las
columnas donde los inscribiera. Finalmente mostró la hoja a Michaelson y proclamó su triunfo:
-Ahí lo tiene: tan clarito como huevo de tero. La T con la- L, Domingo Damián.
El cabo miró panorámicamente el jeroglífico y se lo pasó a Micha que advirtió la intención y se sintió
apabullado. Examinó las correspondencias y ligazones: hizo lo único factible: aprobarlas y felicitar al
triunfador. Garayoa sonrió con auténtica sonrisa de Homo Sapiens, miró a Micha desde su elevada
estatura, y lo vio achicado: una criatura. Se sintió mucho más fuerte, mucho más grande. Mucho más
lúcido: terminó por aplastarlo:
-Esto se llama organograma. MIrá pibe – agregó tocándolo cariñosa y sobradoramente, ya sin
complejos de inferioridad- después de todo me parece que sos un tipo macanudo.
Micha bajó la mirada, púdico y modesto, con sonrisa triste de modestia absolutamente falsa.
-¿Otra vuelta? --señaló los pocillos.
-Claro que sí. Yo invito. Esta vuelta es mía. En el café de la esquina. -¿Y en el café?-. ¿Una cañita? -
invitó Don Cosme.
-Métale.
Se inició una conversación sobre fútbol. Garaoya era partidario de River.
-El mejor equipo, no hay nada que hacerle. Celebró Micha con el rostro de hincha sapiens. La
farsa pasó más o menos bien. El sargento la creyó.
-Me alegra que sea de River. iLa pucha! La verdad es que en todas partes se encuentra uno. Se
rascó la coronilla-. Bueno... no es para asombrarse tanto... Es que habemos muchos. La pura verdá.
Se había vuelto locuaz y confidencial.
-Ya que estamos entre amigos le confieso: me cambié. Antes era de Boca. Pero los nietos... la gran
siete… los chiquilines lo dan vuelta a uno. Mi hijo los anotó en River porque queda más cerca. ¡Vea
qué motivo para cambiar de clú! Parece mentira.
Sorbió despaciosamente la cañita: se dio a meditar. Micha no interrumpió sus pensamientos, que
eran pensamientos de culpa. Dijo como para hacerse perdonar:
-Aflojé... quién le puede llevar la contra a los pibes. "Ufah…abuelo... usté no entiende nada de
futbol. Vengase a nuestro cIú. Si no agarro no puedo estar con ellos ni los domingos, imagínese: yo

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en una cancha, ellos en otra. No puede ser ¿no le parece? Se debe ser hincha leal al cuadro, pero no
tanto.
Estaba desahogado. Despachó de un trago el resto de la copa y repitió como una letanía:
Estos purretes, cha digo. Hacen de uno lo que quieren. Con los amigos que tenía en boca. Toda la
cantidad que quiera. Hasta para tirar al techo. Ni me atrevo a mirarles la cara.
Pero Micha no se daba por vencido. Antes de despedirse, dijo: como meditando:
Yo, más bien le diría mapa lingüístico, etnológico, religioso, de nacionalidades… -Le pareció largo, y
agregó-: mapa Lerna. Y no quiso agregar otras categorías –no olvidadas- por no ser tedioso: ladino,
marrano, oriental. Etc., etc., etc.

Obra de Mirta
Kupferminc.
De la colección
“Borges y la Cabalá:
senderos del
Verbo”.

Gustavo Grisoski ,
Tefilin, óleo sobre
tela, 60 x 95 cm,
2002.

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IDENTIDAD JUDÍA
por Menajem Brinker

La pregunta sobre quiénes y qué son los judíos -¿un pueblo? ¿una religión? ¿una cultura?-,
también conocida como la cuestión de la "identidad judía", es una pregunta relativamente nueva y
"moderna". Hasta la entrada de Europa en la modernidad, dicha cuestión no poseía sentido alguno, ni
para los judíos ni para los no judíos. La fusión de nacionalidad y religión era, en la época premoderna,
tan perfecta y orgánica en la conciencia judía, que tampoco el pensamiento analítico, es decir, la
reflexión del judío sobre sí mismo, distinguía entre los componentes que nosotros denominamos
"nacionales" y "religiosos". Los judíos se consideraban continuadores biológico-étnicos de los patriar-
cas de la nación, "hijos de Abraham e Isaac", "descendientes del muslo de Jacob", y esa continuidad
constituía también la piedra fundamental de su conciencia religiosa, ya que se sentían participantes
del pacto establecido por Dios con los patriarcas. En consecuencia, el pueblo judío poseía una única
fe, y esa fe se correspondía con un único pueblo. La religión judía no era misionera, y los judíos no
estaban interesados en atraer a otros pueblos a su fe y a su estilo de vida. Esa tarea correspondería
a Dios en los "tiempos del Mesías"; en "este mundo", los conversos al judaísmo, aceptados sin
entusiasmo particular y a menudo de mala gana, se incorporaban a la nación al incorporarse a la reli-
gión, como si también ellos fuesen descendientes de quienes fueron liberados de la esclavitud en
Egipto y se hallaron presentes al pie del Monte Sinaí. Por esa razón los conversos eran llamados con
frecuencia "hijos de Abraham", para indicar que se habían sumado a la familia histórica y no
solamente a una comunidad de creyentes que compartía principios religiosos abstractos.

Esta simbiosis no analizada de religión y nacionalidad se dividió en la era moderna, al crearse


el Estado-nación como consecuencia de la Revolución Francesa y las ideas que la precedieron y
siguieron. En Francia primero y más tarde en otros países europeos, los judíos enfrentaron la
tentación de incorporarse a la nueva nacionalidad territorial -francesa, holandesa, alemana o inglesa-,


En Paul Mendes-Flohr, Yom Tov Assis y Leonardo Senkman (eds.), “Identidades judías,
modernidad y globalización”, Buenos Aires, Lilmod, Universidad Hebrea de Jerusalem, 2007.

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Educación Judía

obteniendo los mismos derechos de todos los ciudadanos al precio de la eliminación de la conciencia
nacional separada que formaba parte del culto y los principios religiosos. Se les propuso una suerte
de operación quirúrgica que separaría la religión de la nacionalidad. Los pensadores judíos debieron
responder a ese desafío y lo hicieron con entusiasmo, con vacilación o con rechazo. Quienes
reaccionaron de manera positiva -en especial los grupos reformistas y neo-ortodoxos- aceptaron el
esfuerzo ideológico de volver a conformar el judaísmo como una comunidad de fe particular, capaz de
integrarse en la vida de las diversas naciones territoriales tal como lo hicieron otros sectores
religiosos, por ejemplo, católicos y protestantes. Posteriormente, con la difusión del laicismo, los refor-
mistas y neo-ortodoxos adoptaron formas de pensamiento secular que presentaban al judaísmo como
una comunidad cultural o una escuela ética supranacional, cuya existencia era posible sin una base
nacional propia. Desde la perspectiva del judío premoderno, tanto las nuevas nociones como la
investigación histórica del judaísmo surgidas en el espíritu de esas nuevas tendencias constituyeron
de hecho no sólo una interpretación subjetiva del pasado judío, sino hasta una reinvención del
judaísmo, en la que se destacaban los mensajes morales "universales" de la fe judía y se
desdibujaban u ocultaban los componentes nacionales o racial-nacionales que formaban parte
inseparable de la misma. Y así los vieron quienes seguían manteniendo las concepciones
tradicionales. Sólo desde el punto de vista de la novísima interpretación dada en ese momento a la
existencia judía resultaba posible identificar y separar componentes íntimamente integrados y preferir
los religiosos (o, más tarde, los ontológicos y morales) a los componentes nacionales.

Cuando una serie de escritores e intelectuales de pluma hebrea de Europa oriental


plantearon, en buena medida para oponerse a esa corriente del judaísmo centroeuropeo, la posición
según la cual el judaísmo no es una secta religiosa supranacional sino la cultura de un pueblo
separado de otros pueblos, la cultura de una familia histórica poseedora de una memoria histórica
ininterrumpida y que subsiste gracias a ese sentimiento de pertenencia de todos sus miembros a una
sola familia, la perspectiva judía premoderna vio también en dicha postura una nueva reinvención del
judaísmo. Para esos pensadores, el hecho de que el judaísmo se hallara en situación de diáspora,
carente de atributos nacionales "normales", no invalidaba su esencia primordialmente nacional. La
religión no era para ellos sino uno de los componentes de la cultura nacional, una creación del
espíritu colectivo que precedió al pueblo y que persistirá aun si la religión desaparece del mundo.
Según esta posición, aceptada y predominante por lo menos entre la mayoría de los judíos que viven
en Israel, pertenecen a la nación judía todos aquellos que se ven a sí mismo como judíos -y son
vistos como tales por los otros-, sean cuales sean sus creencias metafísicas y sus estilos de vida.
Esta interpretación de la existencia judía como totalmente nacional -aparecida unos cien años

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después de la concepción del judaísmo como comunidad puramente religiosa- también les pareció a
los judíos tradicionalistas como una nueva invención de algo que no había existido anteriormente.

Efectivamente, es posible ver en esas dos interpretaciones modernas de la existencia judía


en el pasado, una reinvención de dicha existencia en el presente. Como si la identidad de los seres
humanos, individual o colectiva, pudiera establecerse "desde fuera", sin considerar el modo en que
esas personas entienden su identidad -tal como se establecen géneros y especies "naturales" de
objetos inanimados, plantas y animales-, esas dos nuevas interpretaciones del judaísmo en la época
moderna constituyeron una falsificación artificial de su esencia histórica. Pero los seres humanos no
son objetos inanimados e inmutables cuya identidad pueda establecerse "sin consultarlos", es decir,
sin tomar en cuenta la noción que tienen de sí mismos. A lo largo de toda su historia, el hombre es un
ser que se interpreta a sí mismo, y es esa interpretación (y no algún tipo de evolución de la
"naturaleza humana") la que constituye el impulso principal de la historia humana, la responsable de
que el hombre posea una historia y no sólo una evolución física o antropológica. Por lo tanto, si todos
los judíos hubiesen aceptado las concepciones del Iluminismo berlinés y la corriente reformista, según
las cuales el judaísmo no es más que una religión que armoniza fácilmente con todo marco nacional
territorial, el judaísmo se habría convertido, realmente, en una confesión a-nacional desentendida de
lo que constituyó en el pasado.

Pero la mayor parte de los judíos de Europa oriental y buena parte de los de Europa
occidental no aceptaron esa versión del judaísmo. Quizá porque su experiencia concreta era
diferente, poseían también una noción distinta del pasado. El entorno no judío -factor determinante de
su destino- no les ofreció nunca la tentación de renunciar a los componentes nacionales del judaísmo
y convertirse en una comunidad confesional. Aun en el breve período en que aspiraron a la emancipa-
ción, los judíos del Imperio de los zares no creyeron en un futuro de integración dentro de la nación
rusa, ya que en él, como en el vecino Imperio Austro-Húngaro, convivían decenas de nacionalidades
separadas y diferenciadas entre sí por el idioma, la vestimenta, las tradiciones y, sobre todo, por su
conciencia de sí mismos. Los escritores e intelectuales hebreos de Europa oriental interpretaban el
pasado judío, aun antes del surgimiento del sionismo, no como el pasado de una comunidad religiosa
diferente sino como el de una nación sometida a las presiones de otras más fuertes, una nación
capaz de rehabilitarse en el futuro si se le concediera la oportunidad de hacerlo. No les cabía duda
alguna de que, pese a la singularidad de su historia religiosa y pese a la dispersión territorial, los
judíos constituyen ante todo un pueblo. Como en todos los pueblos, también en el de Israel es
fundamentalmente el sentimiento de pertenencia, basado en la memoria y en la conciencia histórica,
el que genera la sustancia de la nación.

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Educación Judía

Las nuevas investigaciones de la nacionalidad ven en ella un proceso histórico, un fenómeno


de conciencia, y no un dato natural "eterno". En su concepto, la nacionalidad moderna ha sido ante
todo creada por una literatura que describe un pasado compartido por un grupo humano unificado por
lazos de territorio e idioma. Con dicho criterio, es posible describir la obra de los pensadores y
escritores hebreos del siglo XIX como la creación de una nacionalidad y no como un testimonio de su
existencia. Es ciertamente correcto atribuirles la creación de la nacionalidad judía (o hebrea)
moderna. A veces dichas investigaciones enfatizan lo ficcional del pasado nacional, su calidad de "in-
vención". Pero no hay razón para aceptar ese énfasis. En primer lugar, porque la imaginación de los
hombres participa siempre de la conformación de su identidad concreta, y luego porque en muchos
casos -y en el judío de manera especial- grandes secciones del pasado son relatadas como mitos. El
ethos nacional o la novela histórica se corresponden (hasta donde sabemos) con "lo que de veras
ocurrió", y por lo tanto la creación literaria ficcional no es una "creación a partir de la nada". De todas
maneras, para la existencia judía tradicional, la noción del judaísmo como una nacionalidad moderna
y sobre todo la reducción de la religión a uno de los componentes de dicha nacionalidad, resultaron,
al igual que la noción que la concebía sólo como comunidad puramente religiosa, una interpretación
nueva. Pero para el ser humano concreto, toda invención interpretativa de su identidad es también
una interpretación creativa, que genera una nueva identidad (también donde no la hubo
anteriormente). Es posible que el judío nacionalista que celebra la festividad de Jánuca como el
triunfo de un pueblo débil sobre un opresor político esté modificando los hechos históricos, que nos
indican que también los Hasmoneos estaban dispuestos a aceptar el gobierno extranjero, de no haber
este intentado obligar a los judíos a comer cerdo y a prosternarse ante la efigie del emperador en el
Templo. Pero desde el momento en que miles de judíos festejan Jánuca como fiesta de liberación
nacional y los clubes "Macabí" estimulan a los judíos en todos los países a desarrollar su cuerpo y
afirmar su dignidad, la nacionalidad judía se convierte en un hecho real, ya que la base ontológica
para la existencia de las naciones no es un dato de la naturaleza (sangre, geografía o herencia), ni
tampoco los hechos históricos "tal como realmente ocurrieron", sino tal como existen en la conciencia
de las personas. Otro ejemplo cercano: los palestinos fueron "realmente" una parte indiferenciada de
la gran nación árabe mientras así se consideraban a sí mismos y así los veían los demás, mientras
aceptaron -y no sólo en silencio- aparecer de ese modo (y por ende ser de ese modo). Pero desde
que comenzaron a librar una prolongada lucha para establecer su singularidad, se convirtieron -para
bien o no para bien- en una "verdadera" y completa nación moderna.

Es la interpretación dada al pasado por un individuo o un colectivo lo que dicta la identidad de


individuos o grupos, y no los hechos del pasado en sí mismos, "tal como realmente ocurrieron". Lo
importante es que en esa interpretación existe siempre una dimensión de libertad relativa respecto del

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pasado, ya que este se recrea en la conciencia del presente o de sus protagonistas. Esa libertad
respecto del pasado judío fue utilizada -aun si no la percibieron- tanto por quienes conformaron
nuevamente el judaísmo como religión sin nacionalidad (los partidarios de la emancipación en
Occidente), como quienes lo conformaron prescindiendo de la religión o al menos como nacionalidad
sin nexo forzoso con la religión (los partidarios de la autoemancipación en Europa oriental). Lo repito:
si todos los judíos hubiesen aceptado al judaísmo como cultura popular que puede combinarse con
cualquier religión o con la ausencia de religión, se habría cortado para siempre el lazo especial entre
la nacionalidad judía, la religión judía y la nación judía; o, para decirlo de otro modo, con la
nacionalidad judía-israelí. De haber ocurrido así, podrían ser judías también personas convertidas al
cristianismo o al islam.

Si la "identidad judía" continúa siendo un problema, es porque ninguna de las dos posiciones
modernas y relativamente "recientes de días" desplazó claramente a la concepción tradicionalista que
une religión y nacionalidad, y tampoco lograron imponerse una sobre otra. Entre los judíos existe
actualmente un claro conflicto entre tres actitudes identitarias básicas (y sus numerosas variantes).
Por ende, cargan con esa forzosa "herencia" tanto quienes querrían ver en su judaísmo una
nacionalidad pura, como aquellos que querrían considerarlo una pura religión no nacional. En una
amplia generalización, es posible estimar que la mayoría de los judíos de la diáspora (salvo aquellos
que ven en Israel su hogar espiritual) definen su judaísmo como pura religión o cultura, mientras que
la mayoría de los israelíes, como lo atestiguan sus escritores e intelectuales, lo definen ante todo
como pertenencia nacional. Pero los instruidos de uno y otro grupo no pueden dejar de reconocer que
frente a 200 años de modernización galopante se alzan decenas de siglos en los cuales la
nacionalidad y la religión de los judíos constituían una única noción indiferenciada, presente en la
conciencia de millares de judíos que constituyeron un colectivo histórico singular, dotado de una
identidad clara y bien definida, mucho más fácil de distinguir que la identidad de otros pueblos,
justamente por su doble naturaleza. A su vez, los partidarios de la noción tradicionalista se ven
forzados a redefinir su posición respecto de las dos concepciones modernas, que ven en el judaísmo
ya sea una combinación de religión y cultura, ya sea una nacionalidad. Les cabe la tarea de aclarar la
naturaleza de esa singular simbiosis de religión y nacionalidad, que no calza bien ni con las
definiciones generales de "religión" o "comunidad religiosa" ni con las que suelen darse para "nación"
o "pueblo".

Los partidarios de la posición tradicional pueden atribuirse una mayor medida de autenticidad
judía por el hecho de ser más fieles a la realidad judía conformada a lo largo de la historia. Pero esa
autenticidad tiene un precio. La viv encia y el pensamiento dominante de la modernidad y lo que le

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siguió se centran en la noción de libertad individual y colectiva. Las "raíces", el precepto que ordena
ser fiel a lo que fuiste en el pasado, no sólo no constituye para muchos una orden superior, sino que
choca con el difundido sentimiento de que la vida humana no es resultado ni desarrollo de una
identidad dada sino un acto de creación de la identidad, una identidad no preexistente. Para los
creadores de la nueva cultura hebrea -Bialik, por ejemplo-, el pasado era un material depositado en la
conciencia o en las bibliotecas que constituía la base sobre la cual había que crear una nueva vida y
nuevos valores. También los iluministas judíos, los reformistas y hasta los neo-ortodoxos eran
conscientes de que su mero intento de abrir el judaísmo (aunque fuera parcialmente) a los vientos
que soplaban en Europa era la gestación de algo nuevo. La fidelidad a la singularidad judía como algo
absoluto habría dejado a los judíos en el gueto, fuera de la cultura y de la historia. Sin la renovación
revolucionaria de sus dos ramas no habría tenido lugar la irrupción de los judíos al centro de la vida
científica, artística y literaria y a la cultura mundial, ni la renovación de la vida política y social in-
dependiente de los judíos en Israel. Por ello es extraña la difundida lamentación por la pérdida de la
identidad judía cuando se la oye justamente en Israel, donde la realización sionista debía
proporcionar a los judíos horizontes universales que relativizaran su singularidad. La demanda (y a
veces la burda propaganda) de que los judíos necesitan preservar su singularidad absoluta, la
búsqueda constante de criterios para lo que "es" y "no es" judío, presiona artificialmente a muchos
para cambiar su libertad por alguna ilusión de identidad prefijada y erige en torno de Israel las
murallas de un nuevo gueto, justamente cuando el futuro de Israel depende, más que nunca, de su in-
tegración a la cultura occidental. Voces predominantes en la cultura israelí suscitan nostalgias por el
pasado cercano, por los días en que intelectuales, pensadores y escritores y reformadores sociales
se sintieron impulsados por la libertad de elaborar una identidad-judía-en-formación y resistieron el
peso de plomo de una identidad dada. En última instancia, justamente quienes no concibieron la
identidad judía como un objeto cerrado y definido para siempre por principios de alguna especie, los
que la concibieron como una identidad en formación permanente y abierta a los cambios, fueron
quienes asumieron su responsabilidad respecto del futuro judío, y lo sirvieron con lealtad al crear todo
lo que es nuevo en la realidad judía y en la cultura judía de los últimos 200 años.

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¿TRATAMOS BIEN A LOS INMIGRANTES?:


AVATARES DE LOS EXTRANJEROS EN EL PAÍS.
Vivir entre miradas filosas y la sombra de la discriminación

Actividad

OBSERVAR CON DETINIMIENTO LAS VIÑETAS QUE APARECEN EN LA PÁGINA SIGUIENTE.

Freddy es boliviano y vive en la Argentina.


A pedido del diario Clarín, Freddy paseó por las calles de Bs. As.
Estas son algunas de las cosas que él registró.

En grupo:
1) ¿Cuáles son los problemas que observa Freddy en su paseo?
2) ¿Por qué el diario clarín le habrá propuesto hacer esta nota?
3) ¿A quién más le hubieran podido hacer la propuesta de la nota para lograr el mismo objetivo?

Individual:

1) Definir los siguientes conceptos.


Etnocentrismo. Xenofobia. Discriminación. Racismo.

2) A continuación, transcribir, las definiciones escritas en el diccionario de la Real Academia


Española.

3) Identificar las diferencias y similitudes, entre tu definición previa a la lectura y las del diccionario.

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IDENTIDAD, OTREDAD, EXCLUSIÓN Y RACISMO


(FRAGMENTOS)
por Olivia Gall∗

La igualdad y sus paradojas

Algunas personas en el mundo queremos combatir la exclusión, la discriminación, la intolerancia, la


xenofobia, el racismo. Reconocemos por tanto un valor igual entre los seres humanos, cosa que no
es lo mismo que una igual esencia. Para hacer este reconocimiento, damos por sentado que está
cómodamente fundado en una supuesta evidencia o necesidad trascendental de los derechos
humanos. Sin embargo, así de sencilla como suena, esta llamada evidencia engendra
susceptibilidades y paradojas de primera magnitud. Quisiera por ello en estas páginas ligar el
problema de los derechos humanos a otros varios problemas como son los de la construcción de la
otredad, la exclusión y el racismo, el último de los cuales constituye el interés central de la
argumentación aquí contenida.

La identidad y la otredad

La identidad es "la percepción colectiva de un 'nosotros' relativamente homogéneo (el grupo visto
desde dentro) por oposición a los 'otros' (el grupo de fuera)" (Fossaert, 1983).


(Doctora en Sociología, e Historia en la Universidad Nacional Autónoma de México)

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Educación Judía

Esta percepción colectiva es a la vez tangible e intangible. Sea cual sea esta colectividad, sus
miembros comparten un territorio, una historia y una cultura específicos, que los hacen sentirse
"idénticos". Pero ningún grupo humano se autopercibe y se autodefine más que por oposición a la
forma en la que percibe y define a otro grupo humano, al que considera diferente de sí. Vista en este
sentido, la identidad no está situada más allá de la conciencia y de la voluntad de los hombres; más
bien, es una realidad social. Los ingredientes que la componen, producto de la simbiosis entre el
individuo y el grupo, elaboran un "coctel de una potencialidad extraordinaria", que posee toda la
fuerza de las pulsiones primarias del género humano. Por eso, aparece constantemente en nuestro
lenguaje, en los dichos, en la poesía, en la filosofía y en el folclor: en el "Yo soy quien soy" de
Calderón de la Barca; en el "Yo soy quien soy y no me parezco a naiden" del folklore mexicano; en el
"Yo no soy yo" de Juan Ramón; en la frase de Jorge Luis Borges "esa cosa rara que somos,
numerosa y una"; en el "Todos soy yo" de Miguel de Unamuno; o, finalmente, en la hermosísima
fórmula de Arthur Rim baud "je est un autre" ("yo es otro").

La identidad colectiva es entonces una idea en la cabeza y un sentimiento en las tripas de muchos
que se viven como "idénticos". Pero no es una simple idea, sino al revés, es una idea poderosa.

Los universales y recurrentes mecanismos de la exclusión, cuna del racismo


Si después de ver qué clase de construcción social es la mancuerna identidad-otredad podemos
aproximarnos al racismo desde su origen, la intolerancia y la exclusión que no es sino "la negación
sistemática, en la historia, a la idea y a la práctica a ella asociada, de que los otros son simplemente
otros" (Castoriadis, 1985). Vista así, no es difícil reconocer que la exclusión es un fenómeno mucho
más universal de lo que se admite. Parecen ser universales la "aparente incapacidad de constituirse
uno mismo sin excluir al otro y la aparente incapacidad de excluir al otro, sin desvalorizarlo y,
finalmente, sin odiarlo" (Ídem). Pero esa forma de representarse al otro tiene su historia, que en
general se resume en que se considera a los "otros" como inferiores porque se procede a equiparar
casi automáticamente a iguales e indiferenciados o, por el contrario, diferentes e incomparables. El
razonamiento se concreta a pensar: si éstos fueran iguales a nosotros y nosotros fuésemos iguales a
ellos, entonces no habría razón para que tuviéramos costumbres distintas. En otras palabras, si los
judíos fueran iguales a los indios nahuas, o los judíos tendrían que comer puerco igual que los
nahuas o los nahuas tendrían que dejar de comer puerco igual que los judíos. Pero esto no se acepta,

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porque la indiferenciación es vivida como la pérdida de la propia identidad; es considerada como in-
diferencia, no-diferencia, y ello lleva a que se pierda la razón de ser de las propias costumbres. La
consecuencia de no aceptar esto se reduce a no querer ver a los otros como eso, como simplemente
otros; no poder dejar de compararlos; no poder simplemente aceptarlos. Porque si lo hiciéramos
tendríamos que proceder a algo que históricamente se ha mostrado excepcionalmente difícil: tolerar
en ellos costumbres que para nosotros son vividas como aberraciones.

De esta forma, la "verdad" de las propias instituciones se vuelve así tanto más verdadera cuanto más
se compara con otras. Por ello, "la historia humana muestra que el considerar al 'otro' inferior (…) es
una opción de cuasi 'proclividad natural'". (Castoriadis, op.cit.)

Como diría la politóloga francesa Ariane Chebel d'Appollonia hablando del racismo, una de las formas
más descarnadas de considerar al "otro" como inferior: "lo esencial sigue siendo el carácter universal
y perenne del racismo. En donde quiera que uno esté, sea quien uno sea, el riesgo de estar en
situación de 'racizante' o de 'racizado' existe. Este es el primer sentido del racismo: una reacción
injustificable pero explicable, inaceptable si uno suscribe la idea de la tolerancia, pero perceptible en
todos lados, condenable pero 'normal' por el hecho de su recurrencia" (Chebel d'Appollonia,1998: 10).

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“PARA QUE COMPRENDAMOS A LA GENTE”


Observar y leer con detenimiento la siguiente historieta:

1) ¿Qué intenta transmitir el autor diferenciando entre “ELLOS” y “NOSOTROS”? Explicar

2) Relacionar la historieta con cada una de las siguientes frases:

2.A. NO ES BUENO QUE EL HOMBRE ESTÉ SOLO


| ‫לא טוב היות האדם לבדו‬
2.B. TODO EL PUEBLO DE ISRAEL ES RESPONSABLE, LOS UNOS POR LOS OTROS
| ‫כל ישראל ערבים זה לזה‬

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HERENCIAS Y DESCENDENCIAS:

LA VOLUNTAD QUE NO CEJA
por Roxana Levinsky

Acuchillaron, los calmucos, a seis mil judíos en Proskurof, el olor de la sangre, de los
huesos quebrantados, de las lágrimas de las muchachas desfloradas, del vodka, la bosta de
los caballos, la ceniza de los incendios, se incrustaron en el aire de la ciudad, en el invierno,
en las ráfagas de nieve. [. .. ] Almanzora bufó, hipó, mugió, tremuló, zarpó.
El verdugo en el umbral, Andrés Rivera

Nos hallamos en este momento crucia/, en este momento odioso en que nuestro pasado
inmediato entra en la historia. [. .. ] Ahora aprendía la fidelidad y me componía una memoria
para poseer y transmitir la mayor parte de verdad posible sobre los seres con que mi afecto
identificaba el vocablo de judaísmo.
El judío imaginario, Alain Finkielkraut

La historia de mi vida no existe si no la cuento.


Silvia Molloy

Hace ya más de un siglo, cuando en 1889 el navío de bandera alemana "Wesser" trajo hasta
estas costas a unos ochocientos pasajeros, cuyo destino final eran las colonias que promovía el
barón Hirsch a través de la Jewish Colonization Association, se iniciaba la saga del pueblo judío en
tierra argentina. Podemos div isar a esos campesinos a pie o a caballo por las cuchillas entrerrianas,
por la llanura santafesina o por los pueblos de la pampa inmensa, internándose en los conventillos
porteños del sainete con olor a tuco, puchero y guefilte fish, sorbiendo la melancolía de los barrios de


En Levinsky, Roxana, “Herencias”, Buenos Aires, Ediciones Prometeo, 2005. // Artículo introductorio
al libro que reúne cincuenta testimonios vinculados a la creación en ciencias y artes.

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Carriego o canturreando en el Abasto del Zorzal. Venían de Besarabia, Galitzia, Transilvania, Medio
Oriente y Manchuria, de Rusia, Polonia, Ucrania, Rumania, Alemania. Venían para quedarse.
De esta epopeya hablan las cincuenta historias que componen este libro.
Es un viaje hacia la tribu primordial y atávica, hacia la fundación de una estirpe familiar, pero también
hacia el futuro de los destinos singulares de su descendencia. Mediante el testimonio de estas
figuras, tal vez últimos puentes vivientes entre este presente y aquellos arribos ya centenarios,
auxiliadas por el relumbre de afectos, imágenes, ritos, sabores, creencias, símbolos, marcas y
mandatos sobre los que se recuesta una identidad profunda, intenté rescatar del anonimato, como un
muestrario de tantos miles que pisaron suelo argentino, ese pasado inmigrante. Pero así como hablan
del drama del desarraigo de sus antepasados en un país ignoto en el que sus vidas debían
recomenzar, de las tempestades y bonanzas que los acompañaron, de las asechanzas y esperanzas
que empiezan ya a rodar mientras descienden por la escalerilla que los deposita en el puerto de
Buenos Aires, con igual énfasis cuentan qué han hecho con esas herencias, qué cambios
acometieron, qué sello impusieron, qué han aceptado y qué han omitido en la hechura de sus vidas.
La reunión de estos breves relatos no obedece a ninguna pretensión historiográfica de corte
científico, ya que no se indagan archivos ni se verifican datos aportados por los entrevistados para
luego orquestarlos en una interpretación según los métodos de la ciencia histórica. Aunque es posible
imaginar que puedan constituir, llegado el caso, un material útil a una investigación histórica cultural
de más largo aliento y con otros propósitos que los expuestos. De todos modos, la historia como
disciplina tiene su lugar aquí en la figura de Luis Alberto Romero. Las razones de su presencia fueron
las que le di cuando lo invité a participar por ser un importante investigador de la historia social;
porque junto con su padre, José Luis, también historiador, y su tío Francisco, filósofo, los Romero han
acompañado generacionalmente muchas de las experiencias de los aquí convocados; por haber
alzado la voz contra todo empobrecimiento intelectual; por abrazar una cultura democrática libre de
discriminaciones, y por no ser judío, alejando así toda sombra de etnocentrismo. Felizmente, todos o
algunos de estos motivos lo convencieron de escribir el prólogo de este libro, en el que esboza el
cuadro social y político que tuvo que enfrentar la inmigración judía para establecerse en el país.
Al congregar a estos protagonistas en esta suerte de antología, decidí atenerme a tres
condiciones: que los personajes estuvieran vivos, se aceptaran como judíos -aun en la
problematización de su pertenencia-, y desplegaran una actividad intelectual en la que sin ser los
únicos o necesariamente los mejores en su campo poseyeran el reconocimiento de sus pares o de
una esfera pública más o menos amplia. Sin duda a la hora de escoger se han deslizado inevitables
gustos y sim patías personales, el peso de las recomendaciones sugeridas, una negligencia olvidadiza
de quienes merecían un lugar aquí, y los imponderables de siempre. Mientras el libro se iba
escribiendo, y a poco de entrevistarlos, debimos lamentar la pérdida de dos de sus integrantes,

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Enrique Tandeter y Héctor Yánover y, por supuesto, haciendo las excepciones del caso, decidí
incluirlos
La noción de intelectual que empleo abarca a filósofos y ensayistas, científicos de la
naturaleza o de la sociedad, pedagogos, formadores de opinión, emprendedores en gestión cultural,
médicos de cuerpo y alma, gente relacionada con el mundo del libro, personalidades del derecho, es
decir, aquellos que con su inteligencia, sus saberes, su don organizador, su capacidad crítica y
comunicativa, su pensar productivo y comprometido iluminan y transforman la realidad Es así que el
lector podrá recorrer diversas áreas de competencia dispuestas alfabéticamente y evitando un orden
que implica siempre discutibles y enojosas jerarquías: Ciencias Exactas, Ciencias Naturales y Medi-
cina; Ciencias Sociales, Historia y Economía; Derecho; Edición y Gestión Cultural; Educación;
Filosofía y Ensayo; Periodismo; Psicoanálisis y Salud Mental
El material con el que se elaboraron los textos fue obtenido en las entrevistas realizadas En
los pocos casos en que se han agregado otras fuentes se indican en el mismo capítulo los motivos y
los procedimientos requeridos Se trabajó con un tipo de entrevista semi - estructurada y abierta, en la
que, partiendo de una serie de preguntas básicas comunes a lodos, se iban delineando ciertos
tópicos, que se ahondaban o matizaban con otras según los intereses surgidos en cada charla. Así la
memoria conmovida y entusiasta tomaba la forma de un monólogo que pasaba revista a los
momentos fuertes de una vida: la infancia y juventud, las etapas de formación y estudio, los avatares
de una carrera y las reflexiones que despiertan, el compromiso con la política y las ideas, el
sentimiento de país, el mundo de la familia y el judaísmo.
Los encuentros tuvieron lugar durante los años 2002 y 2003, Y en 2004 y 2005 se han
ajustado datos, precisado expresiones u opiniones y agregado fragmentos de historia que los
entrevistados no llegaron a contar, pero que luego por un deseo íntimo quisieron incluir utilizando
todos los medios de comunicación imaginables un nuevo encuentro, correo electrónico, teléfono, fax y
hasta cartas postales. Este proceso permitió algo que le hizo bien a la intensidad y a la calidad de lo
que aquí se cuenta agregar a la espontaneidad del registro oral el cuidado propio de la lengua escrita,
hecho que no sólo enriqueció los textos y mostró otras facetas de los entrevistados sino que muchas
veces nos regaló el placer de la buena literatura. La escritura, menos urgente, más propia, posibilita
sondear sentimientos que no siempre están disponibles en la inmediatez del diálogo. Antonio
Machado decía que la verdad también se inventa. Se adivina en esas historias a la imaginación traba-
jando, agregando, sacando, componiendo, pidiéndole prestados mecanismos a la ficción, para
alcanzar esa verdad única, la de uno, que aunque pudorosa deseamos dar a conocer a los demás Al
hacerse personajes de sus vidas en el acto mismo en que se animan a contarlas vemos cómo
nuestros narradores se delatan, se confiesan, se estilizan, se observan y se rehacen mientras por la
voz o en la tinta conocen sus relatos, a veces arropados por la ternura y otras acicalados por la
distancia o imprevistamente aparecen en la vena poética de abogados, economistas, médicos y

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periodistas, y en todos con diferentes acentos vemos asomar a la superficie de la página un tono
Judío que quiere perseverar y afirmar' su impronta en la nueva tierra
Hay aquí cincuenta historias de vida, cincuenta" autobiografías", presentadas con un título
que insinúa algún rasgo del protagonista; luego le sigue una concisa biografía y un breve perfil
trazado por mi propia mirada. Y por fin escuchamos sus voces en primera persona, que fluyen sin
intromisiones ajenas, sin preguntas explícitas que estructuren y circunscriban la materia narrada Sólo
unos pocos subtítulos dividen los contenidos, puntos de apoyo que facilitan adentrarse en la lectura
de los bloques temáticos que componen el capítulo. Por otra parte, como a lo largo de los textos
surgen espontáneamente y de modo constante palabras propias de la cultura judía, el lector podrá
consultar en las páginas finales un glosario de nombres y conceptos que refieren al significado de
vocablos en hebreo e idish, a las festividades religiosas, a algunas geografías típicas por las que
caminaron los judíos en Europa y la Argentina, a circunstancias históricas que experimentaron y a
pensadores y escritores judíos.
Como propuesta de lectura, el libro permite cierta libertad en la manera de abordarlo pues no exige
una progresión lineal y sucesiva. Imagino lectores que eligen las historias según afinidades o
simpatías con las figuras convocadas; otros que prefieren el azar de las biografías o introducciones;
otros que se guían por su interés en determinada área de conocimientos y preocupaciones; otros tal
vez empiecen recorriendo títulos y subtítulos o se detengan en el último apartado que se reitera en
todos: "Ser judío ... ". Muchos podrán sumergirse al modo como se consulta una enciclopedia, para
resolver una ignorancia o saborear el gusto de informarse, sin la premura de leerla toda y reto-
mándola cada vez que se desee conocer vida y obra de quienes contribuyeron al desarrollo del país.
Estas misceláneas de existencia en las que se agolpan vidas de nietos o hijos de inmigrantes,
y en algunos casos hasta de los propios inmigrantes, no componen un género que habla sólo de lo
privado: son historias mínimas que narrándose narran la historia familiar y social de fines del siglo XIX
y de todo el siglo xx, alcanzando a generaciones lejanas en el tiempo, en un enjambre histórico en el
que se solapan sucesos y mentalidades diversas. Itinerarios que se detienen en anécdotas jocosas,
porque la vida también ríe, o en la dureza del sobrevivir cuando no se es nativo, se es judío, y sólo se
tienen las manos o el ingenio sin cultivar para salir adelante, en pequeños gestos que delatan gustos
y tradiciones gastronómicas, en los significados de los apellidos tal como circulan en la familia y hasta
donde han podido averiguar, en decisiones fuertes que traslucen herencias éticas, en sus sueños, en
nombres de judíos que dejaron surcos en hijos y discípulos. Ahí están lascha Galperin, Jacobo
Timerman, Bernardo Verbitsky, Aarón Kaminsky, Beppo Levi, César Milstein, Rodolfo Mondolfo, pero
también nombres de no judíos queridos como Alfredo Palacios, Pedro Henríquez Ureña, Bernardo
Houssay, Federico Leloir, Pisieri Frondizi, Antonio Pagés Larraya, José María Mnner Sans, Rodolfo
Walsh, Antonio Caparrós, Conrado Eggers Lan, Alfredo Lanari, Aída Barbagelata, Enrique Pezzoni y
muchos otros. Aun cuando los entrevistados comparten tics de época, lecturas generacionales y

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planteos semejantes sobre la cuestión judía, despertando tal vez la impresión del déjá vu, lo que
resalta son las tonalidades y matices con las que narran sus vidas, únicas e intransferibles
La sociedad se manifiesta en el hueco de la intimidad, y ésta, obligada, lucha por darle un rostro
humano y singular a ese leviatán de mil caras con que se inviste lo social En las historias de vida, la
experiencia de la interioridad es lo que más cuenta, y así en las emboscadas de la memoria aparecen
de improviso culpas, pudores, vergüenzas y fisuras en la armadura que nos fabricamos En ese
quiebre surgen imágenes y emociones largamente retenidas que estallan hasta las lágrimas, donde
llama la atención que los hombres lloren más que las mujeres, y entonces, al hilo de una voz que
lucha por no quebrarse, el padre, o la madre, o algún abuelo o un maestro adquieren en la intensidad
del retrato acuñado su mayor significación Todo un universo antropológico vuelve del silencio
impiadoso del tiempo por el cariño y el reconocimiento de la descendencia a sus antepasados. Es que
la levadura de la inmigración judía aparece con su valor de proyección cuando las historias aquí
conjuradas ponen en el balance, siempre parcial, el clásico preguntar por el de dónde venimos, por
qué somos eso que somos, cuánto hemos hecho y qué esperamos. Narradores al fin, todos cumplen
con aquello que dice bien Jerome Bruner: "La narrativa es una dialéctica entre lo que se esperaba y lo
que sucedió". En el interior del tiempo se desenvuelve la tensión entre un pasado que tiende a
enmudecer y un futuro ávido que resuelve en las fantasías del recuerdo el deseo de haber sido y
querer ser.
Para Sartre, el hecho más banal se vuelve aventura con sólo contarlo" Y para contar
recordamos. Junto con el juego de olvidos y evocaciones enigmáticas del inconsciente, los parpadeos
de gozos y sombras del pasado bucean en los paraísos perdidos de la infancia, interrogan a la familia
con sus reglas y secretos, se demoran en los espacios y objetos de la casa, caminan por el barrio o la
ciudad a la que se pertenece, exponen lealtades vigorosas y cambios liberadores, experimentan la
otredad como exilio interior y a veces como destierro político, recuperan miradas y caricias, y vuelven
a hojear toda esas bibliotecas de la cultura, modestas o nutridas, que se llevan a cuestas y que nos
atraviesan. Y todos los que integran este libro se saben herederos, no de bienes materiales
necesariamente, sino de los ricos legados simbólicos y éticos que los constituyen: valores, la palabra
empeñada, enciclopedias, músicas, refranes, libros, gestos, ejemplos.
Desde las primeras líneas, lo que nos va a salir al paso es la Argentina inmigrante del trabajo
con tesón, la del esfuerzo con promesa de arraigo y ascenso social, pero también la angustia de
quemar las naves porque en esa apuesta sin resto no había vuelta atrás. Junto con los bártulos y las
naturales prevenciones y expectativas anudadas en los cuartos de hotel de Inmigrantes, de los barcos
bajaban también los oficios, y junto a las convicciones religiosas de los mayores, los ideales de un
mundo mejor de los más jóvenes. Y había .de todo: los que venían con los saberes del mundo rural
europeo y que acá absorbieron las destrezas gauchas del tropero o del domador, o se hicieron
pulperos o mayordomos de estancias; y los menos, propietarios de campo con el tiempo. Muchos

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abandonaron la tierra para ir a las ciudades en búsqueda de otras posibilidades de existencia y de un


futuro con estudio para los hijos, intentando en general la suerte del pequeño comercio. Sumaban las
labores de sastres, carpinteros, colchoneros, talabarteros, zapateros, panaderos, relojeros, maestros,
porteras de conventillo, bodegueros, tejedores de medias, conductores de tranvía, diseñadores de
sombreros, repartidores de diarios, pintores de brocha gorda, peleteros, cuentenik, marchand, pero
también enfrentaron el trabajo rudo de poner rieles, fueron hombreadores de puerto, jornaleros,
peones en las cámaras frigoríficas, u obreras de jornada rotativa en las fábricas que nunca paraban.
Fue la prepotencia del trabajo, diría Arlt, la que terminó de imponer esa presencia, la de los "rusos",
como catalizará la expresión popular, en la paleta social de la Argentina moderna.
El castellano fue haciéndose un lugar aliado del idish y las otras lenguas que lo sazonaron
con términos, ritmos y acentos distintos También el paisaje y las costumbres criollas permearon la
sensibilidad ashkenazi y sefardí, mientras los vientres generosos de las madres judías hicieron el
resto al engendrar una nueva figura humana en la amalgama de lo judío y lo argentino.

Y así comienzan a transitar, como señala Ricardo Feierstein, los caminos paralelos de la
integración al país sin dejar de afirmar sus orígenes.
No hay cultura sin transmisión. Inequívocamente las tradiciones religiosas jugaron en la
mayoría de los casos su papel afirmativo, y no sólo porque ya decir judío refiere en clave sacra a la
historia del pueblo bíblico, sino porque no era excepcional encontrar en bisabuelos o abuelos ya
cercanos, rabinos u hombres con similar importancia en las comunidades, o padres lectores de la
Torá y respetuosos de los preceptos. Y las sinagogas florecieron. Sin embargo, la Europa
revolucionaria de principios del siglo pasado influyó con su mensaje humanista de redención social
sobre los judíos humildes, perseguidos y excluidos que arribaban a América, por lo que fue común
que tomaran distancias de la religión y de su visión más tradicional del mundo, cosa que recogieron
muchos de sus descendientes aquí presentes, con sus afinidades por ideologías de izquierda, o en
otros porque se debilitó el lazo transmisor, o porque se rebelaron con gesto iluminista contra toda
creencia que no tuviera al hombre y la libertad de pensar en su centro. Así, en los albores del siglo XX
aparecen en Buenos Aires revistas de inspiración anarquista en idish o los periódicos laicos Idishe
Tzaitung y Di Presse, prolongando y abasteciendo con editoriales, notas e informaciones las
necesidades de pertenencia y referencia en un mundo nuevo Y para ampliar la mirada hacia
universos más vastos, judíos letrados y no letrados asistían a las representaciones de teatro en idish
con la actuación de Ben Ami, Buloff o Schvartz en las salas Excelsior o Le Soleil de Buenos Aires,
dramas de temas judíos o universales en los que podían reflejarse. De todos modos, tuvieran las
ideas que tuvieran, en la mayoría de los casos las fiestas del calendario hebreo no dejaron de ser un
recordatorio afectuoso de lazos familiares, siempre de indeclinable sabor judío.

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Para los inmigrantes nunca nada fue fácil. Y si se era judío, además de ganarle al trabajo había
que vencer el prejuicio, pues con pocas excepciones y con más o menos involucramiento, vemos a
sus hijos sufrir la experiencia agria, odiosa, injusta, aglutinante, palpable de la identidad, del
antisemitismo vernáculo, que no por cobarde deja de recordarles que deben asumir una diferencia.
Por suerte existía una escuela sarmientina laica, gratuita y obligatoria que terminó de integrarlos al
país y fue para muchos la llave para poder cambiar de vida y abrirse a la cultura, cosa que casi todos
agradecieron. La escuela secundaria, en general bien recordada, fue para ellos el primer estadio en
que la vida les mostraba otras cosas por las que pelear, y profesores inolvidables que dejaron marcas
definitivas. Luego, los tiempos universitarios con sus luchas contra nacionalismos y fascismos
domésticos en los años treinta y cuarenta; la etapa peronista con sus discriminaciones y la necesidad
de una universidad paralela para compensar los blancos en el estudio; la siempre venerada época de
Risieri Frondizi con su irradiación y empuje innovativo, y más tarde la "noche de los bastones largos"
y la década perdida de los setenta, con los ominosos días que siguieron. Pero no todos avanzaron
por el camino universitario, sus imperativos apuraban otras urgencias. Algunos se hicieron
autodidactas en lo suyo, a veces porque ganarse el pan apremiaba y no había tiempo, o porque sus
inquietudes tañían otros acordes, pero también porque confiaban en sus capacidades para
aventurarse mar abierto sin tener que pasar por el banco de pruebas de la universidad. De todos
modos, lo valioso en su actitud autodidacta, y que está en todos más allá de los títulos que prestigian
un currículum, es que hicieron propia una ambición de perfeccionamiento constante al comprender
que la persecución de la excelencia no es solo motivo de satisfacción o vanidad personales, sino la
de ser dignos de un pasado de alientos y fatigas y de una sociedad necesitada de que sus hijos den
lo mejor de sí.
Por cierto, la trayectoria y la actualidad de los logros profesionales ocupan un lugar
importante en las entrevistas. Con todo, lo que me interesaba destacar, antes que el detalle de
raccontos curriculares, era el valor vivencial alcanzado en los momentos decisivos de una vocación,
esas elecciones que de golpe o insensiblemente configuran un rumbo existencial, cómo se sortearon
los obstáculos que fortalecen una determinación, qué felicidades dieron satisfacción a esas
inclinaciones. De la sociedad en que se vive nadie escapa. Podremos verlo en la travesía que
emprenden estos personajes a lo largo del último siglo de historia argentina, invitándonos a asistir
desde adentro al espectáculo de una voluntad que no ceja y que se afirma en sus obras.

Todos ellos desdeñan un origen divino o un simplismo peligrosamente emparentado con el


racismo o la soberbia comunitaria para explicar el peso intelectual de los judíos en la civilización
contemporánea, y en cambio comprenden el fenómeno -y a sí mismos- como hijos de circunstancias
en un tiempo histórica, social y culturalmente construido, insistiendo en una moral de la
responsabilidad personal que no traicione los principios de un humanismo en el que confluyen las

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vertientes judía, liberal y socialista como base de estas convicciones. Aliado de un judaísmo centrado
en la ortodoxia religiosa, muchas veces festivo y de afirmación, seguramente un factor de unión esen-
cial para la existencia de este pueblo milenario, se erige un judaísmo laico que, sin renunciar a una
fidelidad con los suyos ratificada una y otra vez en cada encrucijada del siglo que se fue, cree que
tiene mucho que aportar a la humanidad toda -en un pie de igualdad y sin altanerías- por su bagaje
cultural, los rigores acumulados en la experiencia de mundo, su valoración de la trascendencia y la
capacidad para asimilar provechosamente las percepciones y prácticas de la modernidad con su
vorágine transformadora.
Algunos pensadores judíos sostienen que preguntar por la identidad judía ya es haberla
perdido Pero si Abraham y Moisés son interpelados por Iahvé y a su vez son interpelantes y
demandantes de la divinidad, si los talmudistas hacen de la interrogación de los textos sagrados un
ejercicio esencial, y Spinoza fue expulsado de la comunidad por permanecer libre en su pensar, pasa
a ser natural cuando no obligatorio -luego de emerger de la Biblia, de éxodos, diásporas,
persecuciones sin descanso, el sionismo, Israel, la Shoá inconcebible, y el aporte caudaloso a la
cultura occidental- que la condición judía vuelta sobre sí indague por su identidad y razón de ser.
Interrogar una identidad ya es inquirir por el hombre. Milenios de cultura judía entreverada con otros
pueblos en el torrente de un tumultuoso curso histórico en el que mostró terquedad y astucia notable
para sobrevivir en medio de la adversidad, inevitablemente disparan el preguntar por la naturaleza del
hombre judío, inquietud que se desdobla en el averiguar por lo humano en lo judaico y por el
judaísmo como expresión de lo humano. Por eso, al final de cada capítulo el libro alberga una de
estas cincuenta voces plurales tratando de dar una respuesta personal a la inevitable pregunta" ¿Qué
es ser judío?" Y que algunos responden con una nueva pregunta. Una red de nociones y experiencias
intentan cernir al evasivo, y tal vez inefable, espíritu judío: freno ético, ley, alegría, relativismo,
interpelación, justicia social, sobreesfuerzo, cuestionamiento, solidaridad con las víctimas, fuente de
valores universales, resistencia, serie histórica, fuerza tribal, continuidad, energía transformadora,
mesianismo religioso o revolucionario, rito litúrgico de pensar .. La interrogación no descansa y la
cuestión judía se renueva en cada judío, incluso cuando parece alimentarla el silencio o la
indiferencia.
Aquí tenemos hombres y mujeres que acometen la vieja costumbre de narrarse sus vidas,
con el pretexto de contársela a otros. En estos relatos se revela un sentido colectivo que se remonta a
tiempos bíblicos, que les llega a través del prisma de sus antepasados inmigrantes con sus
ceremonias, valoraciones, preferencias, legados. Es el empuje misterioso de un pueblo muy antiguo,
obligado a errar pero que supo echar raíces con decisión en estas tierras, implicándose sin retaceos
pero con su singularidad en eso que se ha llamado historia de una pasión argentina. Porque lo que se
manifiesta en estas cincuenta historias, más allá de sus diferencias ideológicas y campos de de-
sempeño, es un sentimiento perdurable y un compromiso sin fallas con la Argentina, con lo sucedido,

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con lo que ocurre y con lo que promete esta nación, pues a todos se los siente a sus maneras
fieramente argentinas y latinoamericanas. Pero a su vez todos han querido hacer un alto en la
marcha, y con los ojos húmedos mirar atrás para emocionarse con la emoción de hijo y nieto, y
agradecer a esa heredad antiquísima que aún sigue soplando.
Así de fuerte es la sangre…

Portada del libro


“Vida cotidiana de los
judíos argentinos”
de Ricardo Feierstein

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