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2
TRADUCCIÓN
ZD

CORRECCIÓN
SHURA

DISEÑO
MORGANA

EPUB
SHURA

3
ÍNDICE
Mensaje de OBSESIONES AL MARGEN
Staff
Título
Dedicatoria
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Agradecimientos

4
THE
AVOWED
(LOS DECLARADOS)

TRILOGÍA ALAS SOMBRÍAS


LIBRO 2
Ivy Asher

5
Para Sunny... ya sabes por qué, cara de guiñote y chumus.

6
PROLOGO
L
os gruñidos y chillidos de advertencia llegan desde
detrás de nosotras, dejando claro que nos están cazando.
Atravesamos el cielo a toda velocidad, pero puedo
sentir en el viento que uno de nuestros perseguidores se está
acercando por la izquierda. Nos desviamos hacia la derecha para
evitar el contacto el mayor tiempo posible. La maniobra evasiva
parece funcionar, y mantenemos nuestra ventaja y seguimos
buscando algo que nos ayude a quitarnos a estos cabrones de
encima. Rodeamos una montaña y el brillante destello del sol sobre
el agua nos ilumina. Es momentáneamente cegador y nos impide
ver la masa palmeada que sale disparada hacia el cielo hasta que
está casi sobre nosotras.
Paloma grita y evita a duras penas la red, y me doy cuenta
demasiado tarde de que no estábamos superando a los grifos que
nos perseguían, sino que nos estábamos dejando arrear por ellos.
¡Mierda! Otra red se eleva a toda velocidad hacia el cielo y, por
algún milagro, ella hace un giro loco que nos mantiene fuera de sus
garras. Pero mientras nos recuperamos de la épica esquiva que
acabamos de ejecutar, una tercera red viene a toda velocidad hacia
nosotras, y esta da en el blanco.
La malla se abalanza sobre nosotras y nos envuelve como una
serpiente a su presa. Paloma no puede extender sus alas para atrapar
la corriente, y empezamos a descender del cielo, precipitándonos
hacia el agua. Damos vueltas mientras caemos, y la torsión me deja
completamente desorientada. Un segundo estoy mirando al cielo y
al siguiente veo el agua en la que vamos a estamparnos en cualquier
momento. Estamos rodando con tal fuerza que nos roba toda
capacidad de emitir sonidos, y ni siquiera podemos gritar cuando
la superficie del agua se acerca aún más, trayendo consigo
promesas de dolor.

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Nos estrellamos contra el agua, y nos duele casi tanto como
cuando la sombra Zeph en el cielo nos estrelló contra el suelo. La
pesada red que nos rodea nos arrastra inmediatamente hacia abajo,
y siento el terror y el pánico que surgen en Paloma mientras nos
arrastran contra nuestra voluntad hacia el fondo. Tiro de la cuerda
que nos une, reclamando su atención, y trato de atraerla hacia mí.
Los cuadrados de la malla que hace todo lo posible por ahogarnos
parecen lo suficientemente grandes como para que yo intente pasar
por ellos, pero tengo que conseguir que ella ceda el control para
que podamos cambiar de sitio y yo pueda intentar salir.
Golpeo contra ella un par de veces, y eso hace que finalmente
me preste atención. Rápidamente me da las riendas y volvemos a
cambiar a mi cuerpo. Me esfuerzo por desenredar la densa red que
me rodea y pierdo la bolsa que llevaba atada al pecho. El mapa
parpadea en mi mente mientras la bolsa se hunde fuera de mi
alcance, pero perder el mapa será el menor de nuestros problemas
si no puedo sacarnos de aquí. Soy lo suficientemente pequeña como
para abrirme paso a través de la malla de la densa cuerda. Pateo
frenéticamente la superficie del agua, mis pulmones arden y mi
cabeza empieza a nadar con manchas negras.
Apenas salgo del agua antes de jadear, respirando aire y
liquido al mismo tiempo. Toso violentamente intentando purgar
mis pulmones del lago que acabo de aspirar. Unos fuertes brazos
me sacan de las ondulantes profundidades, pero no puedo hacer
nada para liberarme de mi captor mientras me esfuerzo por limpiar
mis pulmones de agua y llenarlos de aire. Me llevan a la orilla del
lago y sigo tosiendo y tratando de asimilar lo que me rodea. Por la
forma en que Paloma ha retrocedido dentro de mí, me doy cuenta
de que está herida, y sé que salvar nuestro culo depende ahora de
mí.
Me depositan suavemente en la arena de la orilla, e
inmediatamente echo la mano izquierda hacia atrás y agarro los
trastos de quien me sujeta. Como era de esperar, suelta su agarre y
se agacha para protegerse. Esto me da la oportunidad perfecta para
girar y darle un puñetazo en la garganta con la otra mano. Me
levanto y me alejo corriendo mientras él se derrumba sobre sí

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mismo, y envío un silencioso agradecimiento a Sutton y a su
entrenamiento.
Un enorme grifo se estrella en la arena delante de mí y grito
de sorpresa. Intento cambiar de dirección, pero otro grifo me corta
el paso. Me detengo y doy vueltas, buscando una salida, pero me
cortan el paso en todos los ángulos. Un par de ellos abandonan su
forma de grifo y yo aprovecho ese momento para cargar contra el
más pequeño del grupo. Se abalanza sobre mí, que es exactamente
lo que esperaba. Esquivo su pico curvado, por poco, y le doy un
puñetazo en un lado de la cabeza.
Grito con los dientes apretados mientras el fuego sube por mi
mano hasta el brazo. Me siento como si acabara de dar un puñetazo
a una maldita roca. Pierdo el impulso del ataque mientras el dolor
vibra por mi brazo, y antes de que el grifo al que agredí pueda
moverse para destrozarme, alguien me aparta de él.
Me duele el brazo, pero doy rienda suelta a toda la lucha que
me queda mientras intento zafarme del agarre de quien me sujeta.
—Hemos cogido uno vivo, ¿no? —anuncia una voz divertida.
Las risas suenan a mi alrededor, y yo lucho aún más para liberarme.
—Ve a decirle al comandante que hemos atrapado algo
interesante. —ordena el mismo tipo, y el grifo que está a mi derecha
bate las alas y sale volando.
—Es una recién nacida, por lo que parece. ¿Está marcada? —
pregunta otra voz, e inmediatamente me empujan hacia delante.
Estoy doblada por la cintura, completamente desnuda gracias
al repentino cambio en Paloma de antes. Quien me sujeta también
está desnudo, y siento que su polla flácida roza mi culo y empieza
a ponerse más firme. Suelto un gruñido de advertencia que es
ignorado cuando alguien me quita el pelo de la nuca y comprueba
la piel de esa zona.
—No hay marca. —declara la primera voz, y me vuelven a
levantar.
Me encuentro cara a cara con otro enorme cambiaformas
desnudo que tiene el pelo largo y liso de color negro, ojos azules y
9
un hoyuelo en la barbilla bien afeitada. Me aparta los mechones
blancos de mi pelo húmedo de la cara y sus ojos se iluminan con
interés mientras me observa. Le gruño, pero esto sólo parece
divertirle. El tipo que me sujeta trata de impedir que siga luchando
por zafarme de su agarre, y hago una mueca de dolor cuando me
tira de la mano herida.
Nota para mí: si sobrevivimos a esto, no volver a golpear a
un grifo en la cara.
El tipo de los ojos azules que tengo delante no pasa por alto
mi respuesta de dolor y me agarra la barbilla para que me quede
quieta.
—Te harás más daño si sigues así, flor. —Me reprende, con
sus ojos clavados en los míos.
Todavía no estoy segura de que los concursos de miradas con
los grifos tengan el mismo peso que con los lobos, pero le clavo mi
mirada lavanda y me niego a apartar la vista. Dejo de forcejear, la
lucha abandona poco a poco mi cuerpo, y su ausencia invita a que
la conmoción y el agotamiento me inunden.
—Eres una chica. —dice, el firme agarre que tiene en mi
barbilla se suaviza ligeramente, pero no me suelta—. ¿Qué hace
aquí una bonita flor morada como tú?
Sus brillantes ojos azules recorren mis rasgos como si buscara
respuestas, y me alegro internamente cuando es el primero en
romper el contacto visual conmigo.
—No pareces una rebelde. —Observa, recogiendo un mechón
de mi pelo—. Y, sin embargo, no llevas ninguna marca.
Me debato sobre la mejor manera de manejar esta situación.
Mi instinto inicial es permanecer callada, pero al inhalar sutilmente
una profunda bocanada del metamorfo de ojos azules que tengo
delante, se confirman mis sospechas. Tiene el ventoso aroma lila
de un grifo, pero ese mismo toque cítrico que tenían los cazadores
que nos capturaron a mí y a Zeph en el bosque. Pensé que tal vez
era porque esos grifos estaban relacionados de alguna manera, pero

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ahora me estoy dando cuenta de que el olor a cítrico podría ser lo
que el voto hace al olor de un grifo.
Estos metamorfos son los Avowed, y tal vez, sólo tal vez, la
verdad de cómo llegué aquí funcionará en ellos como lo hizo con
los Ocultos. Miro fijamente a los curiosos ojos azules del
metamorfo que tengo delante y espero que no tengan un Ami que
vea las partes de mi historia que estoy ocultando. Tendré que lidiar
con eso más tarde, si es que sucede.
—Me llamo Falon Solei Umbra. —Me presento. Me tomo un
segundo para mirar a los extraños grifos que me rodean y dejo que
el miedo y la confusión se filtren en mis ojos—. Me desperté en
este extraño lugar hace un par de días, y desde entonces he estado
intentando averiguar cómo volver a casa.
—¿Y dónde está tu casa, flor? —Me pregunta Ojos Azules,
la preocupación se filtra en su tono, pero hace poco para
enmascarar el brillo astuto de sus ojos.
—Colorado.
Un gran grifo de color canela aterriza de golpe en la arena a
mi derecha, y la fuerza con la que lo hace envía vibraciones a través
del suelo hasta mis piernas. Su llegada aleja mis pensamientos de
la plausible historia de encubrimiento que estoy tratando de sacar
de mi trasero. Este debe ser el comandante que Ojos Azules
solicitó. Ese pensamiento se convierte en ceniza en mi boca cuando
otro enorme y musculoso metamorfo aterriza con elegancia en la
orilla, justo detrás de Ojos Azules. Unas grandes alas grises y
blancas dan un rápido aleteo y luego se repliegan rápidamente,
dándome una clara línea de visión de un rostro familiar. Mis ojos
se abren de par en par por la sorpresa y luego se entrecierran
rápidamente por la confusión.
¿Qué coño hace Ryn aquí y por qué huele diferente?

11
1

— B ueno, bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí, soldado?


—pregunta Ryn, y el otro metamorfo de ojos azules
y hoyuelo en la barbilla se ríe.
Mi mirada se aparta de Ryn durante un segundo para captar
la diversión que le ilumina los ojos azules, pero no lo observo lo
suficiente como para calibrar lo que significa esa alegría. Me
concentro en el Altern cuando se acerca a mí, y la confusión se
combina con una cálida sensación que me recorre. Espero que
Paloma se despierte y me inunde con algún sentimiento no deseado
de deseo o felicidad, pero está callada. Sólo eso hace que me
preocupe mientras busco en la mirada gris de él alguna señal de
reconocimiento... No hay ninguna.
Tengo la tentación de preguntar qué coño está pasando, pero,
por suerte, aún conservo algo de sentido común. Si se trata de Ryn
-y no de un gemelo malvado al que se le olvidó mencionar-, el
hecho de que anuncie que lo conozco no nos va a venir bien a
ninguno de los dos. En su lugar, activo el modo damisela. Me alejo
de su gran figura como si me aterrara. No está muy lejos de cómo
me siento en realidad. No tengo ni puta idea de lo que está pasando,
ni de en qué me he metido.
Me golpeo contra el gran tipo que sigue sujetándome por
detrás. Lo único que hace es recordarme la erección que me ha
clavado en la espalda. Inmediatamente me arqueo lo más lejos
posible de la inoportuna dureza y me inclino hacia el gran
metamorfo de pelo negro y ojos azules que tengo delante. No se me
escapa un destello de lo que creo que es satisfacción en su brillante
mirada azul antes de que la despeje y se gire para responder a la
pregunta de Ryn.
—Todavía no estoy muy seguro, comandante. —responde
con una curiosa inflexión casi sarcástica en la palabra
comandante—. Esta hembra huyó de una patrulla que la vio
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volando al este de aquí. La atraparon con una red y la sacaron del
agua. No está marcada y tiene una bonita historia de que no es de
aquí y que sólo intenta volver a casa. —Termina diciendo Ojos
Azules, con una sonrisa socarrona en sus labios.
—¿Es eso cierto? ¿Y dónde está exactamente tu casa? —
pregunta él, dirigiéndome su mirada gris y tormentosa.
Veo cómo la ira atraviesa sus ojos, rápida como un rayo, antes
de dar paso a una fría indiferencia. Mierda. Tal vez se trate de un
gemelo malvado, o tal vez esa mirada se deba a que estoy aquí y
no en el Nido como él espera que esté. Mis fosas nasales se agitan
al intentar olerlo de nuevo ahora que está más cerca. Huele a él,
pero no... y no tengo ni puta idea de lo que eso significa.
—En algún lugar llamado Colerdo. —Suministra Ojos
Azules cuando no hago ningún esfuerzo por responder a la
misteriosa pregunta.
La armadura granate de Narwagh que lleva el misterioso Ryn
chirría cuando hace un gesto para que el grifo que me sujeta se
mueva. Mi captor vestido con una erección me suelta y se aleja.
Ryn me rodea, y una extraña sensación recorre mi cuerpo cuando
la punta de su dedo roza mi hombro y me aparta lentamente el pelo
de la nuca. Está armado hasta los dientes, lo que probablemente
debería hacer saltar algún tipo de alarma. En lugar de eso, tengo
que reprimir el escalofrío que me recorre el cuerpo, e intento -y no
consigo- evitar que mis pezones se transformen en diamantes y que
se me ponga la piel de gallina tras su contacto.
—¿Así que tenemos que creer que los espíritus de las
Montañas Amarantinas nos regalan ahora hermosas hembras de
alta cuna y sin marcas? —pregunta, y su ligera caricia se desplaza
desde mi cuello y desciende sugestivamente por mi columna
vertebral.
Las risitas suenan a mi alrededor, y me esfuerzo por no
mostrar lo incómoda que estoy ahora.

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—Todos saludan a las Hadas de Thais si es así. —anuncia
Ojos Azules, y más risas brotan de los soldados grifos que me
rodean.
—No es de extrañar que la escoria rebelde haya sido vista
cada vez más en esta zona. ¿Quién puede culparlos con semejantes
dones deambulando por ahí? —comenta alguien que no está a la
vista, y Ryn está tan cerca de mí ahora que puedo sentir la risa
vibrando desde su pecho hasta mi espalda.
El malestar se despliega en mi interior, y las risas burlonas
que me rodean me dan ganas de correr.
El misterioso Ryn se inclina para que sus labios estén a
centímetros de la concha de mi oreja.
—Lástima, gorrión, que siempre me hayan enseñado a no
confiar nunca en nada que parezca demasiado bueno para ser
verdad. —anuncia, y el pánico ruge en mi interior.
No estoy segura de qué es exactamente lo que lo desencadena
-quizá sea el uso del apodo que Zeph usa conmigo o la amenaza
apenas velada que acaba de susurrarme al oído-, pero todo se
ralentiza. Antes de saber lo que estoy haciendo, echo la mano hacia
atrás y saco de su funda una daga que está atada a su costado. Me
lanzo hacia delante y aprieto la recién adquirida hoja contra la
garganta del enorme metamorfo de ojos azules que tengo delante.
La diversión se desvanece rápidamente de su brillante mirada, y
veo cómo se filtra la conmoción cuando aprieto mi daga en su
cuello acordonado.
Todos los que me rodean se congelan.
Miro a mi alrededor, aterrorizada, mientras otros
cambiaformas se acercan, y les grito que no den un paso más.
—No sé quiénes sois. —grito la media mentira, mi voz
maniática y rebosante de auténtico miedo—. Sólo quiero irme a
casa. —ruego, mi mano tiembla mientras sostengo la daga en su
garganta. Probablemente me partirá en dos cuando esto termine,
pero tengo que arriesgarme. Mis opciones son inexistentes. No hay
lugar a donde correr; estoy rodeada—. Voy a encontrar el camino
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a casa, y si alguno de vosotros intenta detenerme, este hijo de puta
con hoyuelos va a morir. —amenazo.
Ojos Azules emite un bufido divertido y mis ojos se dirigen a
los suyos.
—¿Qué coño te hace tanta gracia? —gruño, la irritación se
abalanza sobre mi angustia.
—Puedo ver que estás asustada, flor, pero tú y yo sabemos
que no vas a cortarme el cuello. —afirma con firmeza, y las
comisuras de sus amplios labios se convierten en una sonrisa de
confianza.
La presencia de la sonrisa me cabrea.
—Si eso me lleva a casa y me aleja de dondequiera que esté,
lo haré. —Le desafío, presionando la hoja con más fuerza contra la
cálida piel de su garganta.
Su molesta sonrisa se ensancha, pero algo brilla en sus ojos.
Su mirada se transforma y puedo ver y sentir al grifo que hay en él
mirándome fijamente. El azul de sus ojos parpadea, como si la
conexión fuera mala y no se pudiera establecer un color. Estoy tan
hipnotizada por él -y por el calor que me invade de repente- que ni
siquiera lucho cuando un enorme brazo musculoso y bronceado me
rodea el cuello por detrás. Me empuja con fuerza hacia atrás,
alejándome de su culo con hoyuelos. El agarre de la garganta se
estrecha mientras un fuego arde en mi sangre. Me levantan del
suelo y la presión sobre mi garganta aumenta hasta niveles
peligrosos. Entro en pánico y lucho por encontrar algún tipo de
equilibrio mientras me ahogan.
La sorpresa penetra en mi histeria cuando subo las manos
para arañar el brazo que me rodea el cuello y me doy cuenta de que
aún tengo la daga en la mano. Dejo caer el brazo, retuerzo la hoja
y la introdujo tan fuerte como puedo en el torso de quien intenta
matarme. Un rugido lleno de dolor rasga el aire a mi alrededor, y
le clavo la hoja a alguien hasta la empuñadura. La presión sobre mi
tráquea disminuye ligeramente. Suelto la daga y procedo a arañar

15
con ambas manos el carnoso brazo que me rodea el cuello y a
jadear.
—¡Paloma! —grito con todas mis fuerzas—. ¡Paloma, por
favor, te necesito!
Nada.
La frustración y la preocupación me queman, pero no tengo
tiempo para concentrarme en eso. Tengo que escapar. Gruño y me
revuelvo y hago todo lo que puedo para liberarme, pero es inútil.
La conmoción de la puñalada ha desaparecido, y el brazo que me
rodea el cuello se aprieta. No consigo que me llegue suficiente
oxígeno a los pulmones y el terror se impone a cualquier
pensamiento sensato de mi cabeza.
¡No quiero morir!
—Parece que nuestra pequeña flor está llena de sorpresas. —
dice Ojos Azules, y Ryn gruñe detrás de mí—. Tranquilícese,
comandante, creo que la está lastimando. —advierte cuando dejo
de emitir un gimoteo y me callo.
—Sólo la estoy poniendo a dormir. Será más fácil llevarla, y
regresar, de vuelta a Kestrel de una pieza si está inconsciente. —
afirma Ryn, y yo pongo todo lo que tengo en un último esfuerzo
para romper su agarre.
No pueden llevarme a la ciudad de Kestrel. Necesito salir de
aquí y volver a casa. Levanto una mano para intentar arrancarle un
ojo, pero no los encuentro. Con el otro brazo busco la daga con la
que le apuñalé. Casi consigo rodearla con los dedos cuando una
gran mano agarra la mía. Unos ojos azules llenan mi visión cada
vez más oscura y noto que las lágrimas resbalan por mis mejillas.
—Está bien, flor. Descansa. Nadie va a hacerte daño. —Me
tranquiliza, con sus ojos suaves y su tono amable.
Lo fulmino con la mirada y lo maldigo mentalmente. ¿Nadie
va a hacerme daño? Que te jodan. Díselo al brazo que me rodea
el cuello y que me ahoga lentamente. Mi cuerpo da una última
sacudida de protesta, y entonces todo empieza a volverse negro.

16
Hijo de puta.

****
—Awlon, ¿es este realmente el único camino? —pregunta mi
madre, con la voz y los ojos llenos de devastación.
Estoy aturdida y trato de mirar a mi alrededor. ¿Qué está
pasando? Estoy muy cansada. La habitación está envuelta en la
noche y no entiendo por qué mis padres me despiertan.
—Yo también quisiera que no fuera así, Noor, pero hay que
hacerlo. La entregaran, y eso no nos lo podemos permitir. —Papá
se pasa las manos por su pelo negro. Su rostro está tenso y parece
completamente afectado—. No puedo entender cómo los tiene.
Normalmente no aparecen tan temprano. Creía que tendríamos
hasta la pubertad, pero no es así. —declara, con un tono
atormentado.
—¿No podemos mantenerlos escondidos? —pregunta mamá.
—Las mangas largas no van a ocultarlas para siempre, Noor.
Sus ojos y su pelo ya son un problema, y no hemos podido
encontrar otra piedra de revestimiento. ¿Qué quieres que haga,
Noor? Dime otra forma y lo haré.
Su voz es desesperada mientras le suplica a mi madre, y
apenas puedo distinguir a través de la neblina que cubre mi
cerebro que mi madre y mi padre se están abrazando. Intento
moverme, pero estoy rígida y húmeda. Lo único que recuerdo es
que me duele y que me despierto con mis padres peleando. Gimoteo
y mi madre me hace callar y me apoya la palma de la mano en la
frente.
—Está bien, Falon, estamos aquí. Todo acabará pronto. —
Me tranquiliza y me da un beso en la coronilla—. Sólo hazlo,
Awlon, antes de que ella vuelva en sí aún más. Sólo espero que nos
perdone algún día.

17
Ella está llorando, pero yo no puedo captar nada de lo que
ocurre a mi alrededor. Es como si estuviera rodeada de
pensamientos y personas difusas, y no puedo aferrarme a nadie ni
a nada lo suficiente como para ayudarme a entender.
—Mami. —murmuro, asustada, y ella me atrae hacia su
regazo y empieza a mecerme.
Empieza a cantar mi nana favorita y su voz clara y relajante
me calma al instante. Me relajo en sus brazos, el latido de su
corazón contra mi oído y su canción me adormecen. Y entonces
llega el dolor. Mucho dolor. Dolor y gritos y luego... oscuridad.
Sacudo la cabeza para despejarla del abrumador dolor
fantasma. Mi corazón martillea en mi pecho mientras lucho por
llevar oxígeno a mis pulmones. Intento concentrarme en los
recuerdos del sueño, para tratar de entender lo que significan, pero
los detalles empiezan a escurrirse entre mis dedos como la arena
caliente del desierto.
¿Qué coño ha sido eso?
Me aprieto contra la piedra fría y lisa. Levanto la cabeza y
observo mi entorno. Estoy envuelta en sombras en la esquina de lo
que solía ser mi habitación en el castillo del acantilado.
¿Cómo demonios he llegado hasta aquí?
Mi mirada lavanda recorre las líneas del enorme y musculoso
cuerpo de Zeph. Está sentado en la esquina de la gran cama,
inclinado sobre algo que tiene en las manos.
Mierda. ¿Me ha traído Ryn aquí? ¿Va él a cumplir su
promesa de matarme si me vuelve a ver?
Contengo la respiración, sin saber qué hacer o decir. Zeph
acaricia en silencio con los pulgares la tela que tiene en las manos,
y me doy cuenta, después de mirarlo fijamente durante un
momento, de que está sujetando el vestido que llevaba la noche que
nos enrollamos. Está roto y lleno de jirones -lo que era de esperar
después de lo que ocurrió aquella noche-, pero me sorprende la
presencia de la tela y el toque reverente que le da. No he pensado
en el paradero de ese vestido, y no entiendo por qué lo tiene él.
18
Es casi como si estuviera de luto, y eso no tiene ningún puto
sentido para mí.
Salto, sobresaltada, cuando suelta un rugido de rabia. La paz
de la habitación se rompe con el terrible sonido, y él destroza la
suave tela que tiene en las manos y la lanza por la habitación. Se
levanta de la cama y luego se da la vuelta y la vuelca. El marco y
el colchón se estrellan contra los pilares que separan la habitación
del balcón, y la madera de la cama se astilla y sale volando.
Vuelve a rugir, como si el solo sonido fuera a purgar lo que
sea que le persigue, y destroza el cabecero como si estuviera hecho
de palitos de helado. Observo la rabieta desde la esquina,
desconcertada por lo que ha podido desencadenar. Al mismo
tiempo, juzgo esta muestra de dolor y rabia y me siento atraída por
consolarle y hacer que pare. Rompe la suave funda amarilla de la
almohada y la lanza. La almohada golpea la pared a un metro de
mi cabeza y vuelvo a saltar.
El movimiento hace que sus ojos se dirijan a los míos en la
esquina. Respira con dificultad a causa del épico ataque de mierda
que está provocando, y su mirada color miel me observa con
recelo. No me muevo ni hablo. Los dos nos quedamos ahí como
estatuas.
—¿Estás aquí? —Me pregunta, con incredulidad en su tono.
Da un paso hacia mí y se detiene como si de repente se
sintiera inseguro. Abro la boca para decir algo cuando siento un
fuerte tirón en el abdomen. Jadeo ante la inusual sensación y miro
hacia abajo, esperando que un anzuelo o algo salga de mí. No hay
nada. Me pongo las manos en el estómago y siento otro extraño
tirón en las entrañas. No es tan doloroso como incómodo, pero no
tengo ni idea de qué demonios está pasando.
Levanto la vista y mis ojos abiertos y preocupados vuelven a
posarse en su incierta mirada dorada. Y entonces, sin más, una
fuerza invisible me saca de la habitación como si fuera un pez en
un anzuelo.

19
Me despierto, con el sonido de Zeph gritando mi nombre
todavía resonando en mis oídos. Parpadeo lentamente para disipar
el aturdimiento y ruedo de lado a espalda. El tintineo de las cadenas
resuena en las oscuras paredes de piedra, y al mirar hacia abajo veo
que tengo los pies encadenados. Suelto un gemido y trato de
asimilar el entorno poco iluminado.
Mierda.
Estoy segura de que estoy en una especie de mazmorra.
—Ya es hora de que dejes de retozar en tus sueños y vuelvas
al mundo real.
Grito ante la inesperada voz que me acompaña en la celda y
me giro para encontrar a Ryn apoyado despreocupadamente en un
rincón oscuro. Tardo un momento en despertarme y asimilar dónde
estoy probablemente, y luego otro tiempo en recordar por qué. Le
miro con una mirada que promete dolor y me abalanzo sobre él.
—¡Maldito imbécil! Te voy a matar.

20
2

M
e levanto del suelo como una rana demoníaca,
empeñada en estrangular a Ryn con la mirada engreída
de su rostro y mis manos desnudas. No llego muy
lejos. Las cadenas que olvidé momentáneamente que me rodeaban
los tobillos detienen rápidamente mi trayectoria llena de
venganza. La inoportuna correa me hace retroceder como a un
perro, y me planto de bruces en la fría piedra del suelo de la celda,
con un sonido muy lamentable.
—Cynas de la cresta, Falon, ¿qué crees que estás haciendo?
—Me pregunta mientras me levanta en brazos y me deposita de
nuevo en un saliente de piedra que, estoy segura, se supone que
sirve de cama.
—Tratando de matarte; ¿qué parece que estoy haciendo? —
pregunto incrédula, mientras me zafo de su agarre y me froto los
moratones que sé que se me están formando en los hombros por el
grácil salto de cisne que acabo de ejecutar en la piedra.
Malditas cadenas.
—¿Dónde estoy exactamente? —Exijo mientras alejo su
mano cuando se acerca a mí. Le lanzo una clara mirada de
advertencia y me alejo lo más posible de él.
Parece dolido por eso, pero que se joda.
—Estás en Ciudad Kestrel. Te llevarán ante el Syta en cuanto
tu guardia vuelva de cagar y se dé cuenta de que estás despierta.
—¿Syta como Zeph? —Le pregunto mientras me froto los
tobillos y la tierna piel que me rozan los grilletes allí atados.
Me doy cuenta de que, en algún momento entre que fui
estrangulada por él y llegué a este lugar, alguien me puso una
camisa larga. Huele a Ryn, y estoy tentada de arrancármela y
lanzársela.

21
—No, vas a conocer a Lazza, el Syta de los Avowed. —
explica, sus ojos grises me miran por encima en busca de algo.
—¿Qué coño haces aquí, Ryn? —exijo, poniéndome de pie y
tratando de contener el escalofrío que me sube por la columna
vertebral a causa del frío del banco de piedra.
—Podría preguntarte lo mismo, Falon. La última vez que lo
comprobé, te comprometiste a quedarte en el Nido hasta que yo
volviera. —Me responde, y la preocupación que se reflejaba en sus
ojos es sustituida por la ira.
—Vete a la mierda, Ryn, me disparaste desde el cielo y luego
me pusiste en una maldita asfixia hasta que me desmayé. Si alguien
tiene derecho a cabrearse aquí, no eres tú. —Le gruño.
Él me hace callar y luego mira por encima del hombro. Los
dos nos quedamos en silencio mientras él escucha algo antes de
volverse hacia mí.
—¿Crees que me ha gustado encontrarte desnuda en medio
de una partida de caza de Avowed? Falon, atacaste al peor objetivo
posible que podías haber atacado. Tuve que pensar rápido. Tienes
suerte de estar viva. —Me gruñe.
—¡Ryn! ¿Qué coño estás haciendo aquí? ¿No es esta gente el
enemigo? ¿Lo sabe Zeph? —Le susurro-gruño.
Se abalanza sobre mí y me aprieta contra la pared, con su
mano sobre mi boca. Su enorme cuerpo me inmoviliza y la furia
me invade.
—Falon, sé que estás enfadada, pero tienes que estar
tranquila. No pueden atraparme aquí abajo y nadie puede saber que
nos conocemos. Tu vida -y la mía- depende de ello. ¿Lo entiendes?
—Me susurra enfadado al oído.
Se aparta y me estudia, esperando que conceda o reconozca
su advertencia.
Me limito a mirarlo fijamente, con los ojos furiosos. Resopla
resignado y apoya su frente en la mía. Odio de verdad que su mera
presencia me siga tranquilizando después de todo lo que ha pasado.

22
Y lo peor es que Paloma sigue en la cuerda floja, así que ni siquiera
puedo culparla de su calidez.
—Zeph sabe que estoy aquí, Falon. Nunca lo traicionaría.
Llevo mucho tiempo espiando para los Ocultos. —confiesa.
Dejo que sus palabras me calen. Me gustaría que esta
información me hiciera sentir mejor, pero no es así. Retira su mano
de mi boca, una clara indicación de que cree que es mi turno para
empezar a explicarme, y me mira expectante.
Me debato entre qué decirle. Acaba de decir que nunca
traicionaría a Zeph. ¿Significa eso que, si Syta me quiere muerta,
entonces él está automáticamente de acuerdo con eso también?
Reproduzco en mi mente lo que ha sucedido y trato de elegir las
palabras seguras para darle una pista. Zeph reaccionó mal a mis
noticias sobre la ruptura del voto, así que decido sacar ese detalle
junto con varios otros.
—Es una larga historia —empiezo—, pero el resumen es que
Zeph me dijo que me fuera... y que no volviera nunca.
Sus ojos se abren de par en par con sorpresa, y su mirada gris
rebota entre mi resignada lavanda. Puede ver la verdad allí, y
sacude la cabeza con incredulidad.
—Voy a matarlo. —declara, se aleja de mí y se pasa los dedos
por el pelo castaño claro con frustración—. ¿Por qué demonios
haría eso? —Me pregunta, paseándose de repente por la celda como
una bestia enjaulada.
Un estruendo lejano interrumpe mi respuesta y se queda
paralizado. Ambos escuchamos, aunque no tengo ni idea de lo que
estoy escuchando. Él vuelve a entrar en mi burbuja personal y me
coge las dos mejillas.
—Tengo que irme, Falon. Cuando el guardia vuelva, te
revisará y luego te llamarán para que respondas ante el Syta. No
puedes decirles nada sobre mí ni sobre el tiempo que pasaste con
los Ocultos. Si lo haces, ambos seremos torturados y asesinados.
Su advertencia y su mirada me queman.

23
—No pensaba hacerlo ni siquiera antes de que aterrizaras en
la playa y me jodieras. —gruño en voz baja—. Seguiré con la
historia de no sé cómo llegué aquí —hago una pausa y me doy
cuenta de que hay un gran problema con ese plan—. Ryn, ¿tienen
a alguien como Ami aquí? ¿Alguien que pueda ver que estoy llena
de mierda? —pregunto, con una nueva oleada de preocupación
recorriéndome.
—Sí tienen, pero el vidente que estará hoy te cubrirá. —
responde con sencillez, como si fuera así de fácil.
Un suave silbido parecido al de un pájaro llega flotando desde
el pasillo, y su cabeza se mueve en dirección a la puerta metálica.
—Tengo que irme, pero no te preocupes. Has intrigado al
Altern de los Avowed, y estarás bien. Limítate a la historia y te
sacaré de aquí pronto, ¿vale?
No espera a que responda. Sus labios se estrellan contra los
míos, sellando su promesa, y no puedo evitar el gemido que su boca
arranca de la mía.
¿Por qué todos los gilipollas de aquí tienen que ser tan
buenos besadores?
Se aparta y sale sin hacer ruido por la puerta. Hago una mueca
interna.
¿Ha estado abierta todo este tiempo? ¿Qué coño?
Cojo el pomo y doy un tirón. A la mierda con esperar a que
Ryn me saque de aquí, tal vez pueda ser mi propio caballero con
armadura de Narwagh. Por supuesto, la maldita puerta no se
mueve. La dejo, derrotada, y suelto un largo suspiro irritado.
Unos pasos suenan a lo lejos, y me vuelvo a sentar en el
estante de piedra de la cama y espero. Busco dentro de mí para
intentar ver cómo está Paloma, pero no hay indicios de que haya
nadie más que yo dentro de este cuerpo. Busco con más ahínco su
presencia. ¿Podría la caída haberla herido permanentemente?
¿Es eso posible? Sé que ella y yo estamos separadas en formas que
los otros grifos no lo están, pero no tengo idea de lo que eso

24
significa exactamente para nosotras. ¿Puede ella morir mientras yo
permanezco? ¿Puede ocurrir lo contrario?
Apenas toco lo que se siente como una conciencia
profundamente herida cuando el tintineo del metal me saca de mis
pensamientos y esfuerzos internos. Levanto la vista para ver un
pequeño panel metálico retirándose de la puerta. Unos ojos oscuros
me miran, y veo que la sorpresa se refleja en ellos durante una
fracción de un segundo antes de que el panel se cierre rápidamente
y unas pesadas pisadas se alejen de mi celda.
Muevo los pies, sin que me guste la pesada sensación del
metal que me rodea los tobillos, y estudio los muros de mi jaula.
No sé qué espero encontrar -marcas de garras, ratas, algún tipo de
recuento-, pero las paredes son oscuras y desnudas, y la celda está
limpia y estéril. No estoy segura de cuánto tiempo espero, pero el
sonido de los pasos llena mis oídos, y mi adrenalina se dispara y
eleva mi ansiedad a un nivel completamente nuevo e inútil.
El sonido rítmico de las pesadas pisadas es siniestro. Juro que
suena más bien como el estruendo de los tambores de guerra que
señalan mi muerte inminente. Intento controlar mi respiración y
evitar el pánico, pero no lo consigo. Me acurruco en la esquina de
la cama de piedra y trato de hacerme lo más pequeña posible. Odio
volver a sentirme así, indefensa, fuera de control, asustada, pero
haga lo que haga, sigo encontrándome aquí.
La voz de Sutton llena mi mente y trato de concentrarme en
las cosas que me enseñó. Me digo a mí misma que me concentre en
lo que puedo controlar, que sea inteligente en esto. Me doy una
pequeña charla para intentar frenar la ansiedad, pero sólo funciona
a medias. La puerta de mi celda se abre de golpe y doy un salto y
gimoteo ante el repentino sonido.
Tengo que dejar de estar tan jodidamente nerviosa todo el
tiempo, no ayuda a mi reputación.
Grandes guardias con armadura entran en el pequeño espacio,
y de repente no quiero sentirme lo más pequeña posible; quiero ser
tan grande como Zeph y destrozarlos a todos.

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—Habéis sido llamada a comparecer ante el Syta. Levántate,
y serás escoltada allí en paz. Si te niegas, te llevarán allí de todos
modos. —Me informa un guardia.
Resoplo, sin poder evitarlo. El tipo realmente necesita
trabajar en el final de su discurso. Me despliego en el banco y me
pongo de pie. Él me hace un gesto de aprobación y se arrodilla para
quitarme los grilletes de los pies. Hace una mueca cuando ve las
abrasiones de mis tobillos. No digo nada. Estoy bastante segura de
que me lo hice yo misma cuando fui a por Ryn, pero si quiere
sentirse mal por mí, me parece perfecto. Puede ponerse en la cola
justo detrás de mí, y beberemos vino y haremos una fiesta épica de
compasión.
—Sígueme. —Me ordena, con un tono más suave, y luego
sale de la celda.
Al instante me rodean unos guardias fornidos y me escoltan
por un pasillo. El calabozo parece estar iluminado con antorchas,
pero cuando me acerco, veo que lo que creía que era fuego es sólo
una extraña luz en movimiento. Sea lo que sea, el parpadeo de las
no llamas sigue haciendo que las sombras jueguen con mis ojos.
Está sorprendentemente tranquilo aquí abajo. No hay gritos de
tortura ni ruegos pidiendo ayuda de otros prisioneros. Ni siquiera
veo a otra persona. Es como si tuviera mi propia ala privada del
calabozo. No hay gemidos ni lamentos como los que esperaría.
Sólo se oye el sonido de las pesadas botas de los guardias sobre el
suelo de piedra mientras nos abrimos paso a través del inquietante
silencio.
Finalmente, aparece una escalera y me llevan a subir varios
pisos. Empiezo a replantearme seriamente mi necesidad de hacer
ejercicio cuando dejamos de subir y nos desviamos por un amplio
pasillo. Nos detenemos ante una puerta gigantesca y pesada, y el
guardia principal procede a dar una especie de golpes de un código
secreto. El metal chirría en señal de protesta cuando se abre, y me
sacan de la mazmorra poco iluminada y me obligan a salir a la luz.
Me encojo, cegada por la abrumadora y dolorosa
luminosidad. Intento detenerme y protegerme los ojos, pero los
26
tipos me empujan para que siga avanzando. Parpadeo rápidamente
en un esfuerzo por adaptarme, pero mis ojos se llenan del asalto de
la iluminación.
—Sigue caminando. —Me exige uno, como si no fuera
suficiente con empujarme y sintiera la necesidad de añadir una
narración inútil.
Cuando tropiezo, me vuelven a controlar el cuerpo y me
muerdo las palabras desagradables que quiero soltar. Quiero
gritarles que se aguanten un segundo hasta que deje de estar ciega,
pero aparte del tipo que me ha quitado las cadenas, no me da la
impresión de que ninguno de ellos tenga un lado muy compasivo.
Me muerdo la lengua, pero no puedo tragar el gruñido que me sube
por la garganta. El guardia principal me devuelve la mirada,
aparentemente divertido por el sonido, lo que, por supuesto, me
hace gruñir aún más.
—Sigue ronroneando, gatita, es música para nuestros oídos.
—Se burla.
Lo fulmino con la mirada, pero me digo a mí misma que no
me enfrente a él. No es bueno hacer enojar a alguien con quien
podría tener que lidiar durante quién sabe cuánto tiempo. Sí, me
llevan al Syta, pero ¿qué pasa después? Por lo que sé, ese imbécil
amante de los gatos podría ser mi guardián, o mi futuro torturador.
Me trago la bilis que me sube por la garganta al pensar en ello.
¿Qué pasa si no puedo conseguirlo y no me creen?
Lo que Zeph y Ryn me hicieron pasar para interrogarme se
me viene a la cabeza. Me estremezco. Espero que no sea peor que
eso. Alejo esos pensamientos y trato de distraerme con mi entorno.
La gente se mueve aquí y allá, cada una de sus zancadas llenas
de propósito mientras se dirigen a algún destino predeterminado.
Nadie nos presta mucha atención, ni a mí ni a mis acompañantes,
mientras me llevan de un pasillo de mazmorra a otro cavernoso.
Estoy rodeada de lo que parece cristal y hierro. El suelo es de la
misma piedra crema que componía el castillo del acantilado, pero
aquí las paredes son transparentes. Al principio pienso que es
cristal, pero rápidamente me doy cuenta de que debe ser otra cosa.
27
La superficie transparente es lisa como el vidrio, pero tiene un
brillo inusual, y los prismas bailan en las esquinas de los enormes
paneles translúcidos. A través de las paredes acristaladas, puedo
ver rascacielos cristalinos a nuestro alrededor y una franja de agua
entre dos grandes edificios.
Es como si estuviera contemplando una especie de ciudad
enjoyada, y no sé qué pensar de ella. Las torres de formas inusuales
y de diferentes alturas brillan y centellean bajo el sol. Es tan
increíblemente extraño y fantástico que me siento más perdida que
nunca. Me frustra que me hayan dejado inconsciente cuando me
trajeron aquí. ¿Cómo coño voy a orientarme o entender dónde estoy
ahora en relación con dónde estaba? Mi cabeza oscila como un
péndulo mientras intento asimilarlo todo. Veo algunos grifos
volando a través de las ventanas de cristal abiertas, pero no son
tantos como los que había en el Nido.
Mi guardia se detiene de repente.
Estoy tan ocupada prestando atención a lo que me rodea que
casi tropiezo con la espalda del gran metamorfo. Suena un
estruendo al otro lado de la entrada cerrada, y las altas puertas de
hierro que tenemos delante se abren lentamente. Se abren con un
gemido siniestro, y el miedo y la incertidumbre se apoderan de mí.
Respiro profundamente y busco algo de la valentía que sé que tengo
escondida en algún lugar de mi interior.
—Te echo de menos, Colega. —Me lamento.
No puedo evitar enviarle una súplica silenciosa de fortaleza,
aunque sé que no tendrá respuesta. Me empujan hacia el interior de
una habitación que me hace sentir aún más, que he aterrizado en
medio de una especie de ciudad de cuento de hadas. Las paredes
son del mismo cristal con bordes de hierro, y se elevan varios pisos
en una cúpula sobre mí. La habitación es fácilmente del tamaño de
un campo de fútbol y medio, y estoy tentada de gritar para oír el
eco mi voz rebotar hacia mí una y otra vez. Las paredes
transparentes de mi lado tienen una especie de fuente mágica, y el
agua se derrama tranquilamente por ellas para acumularse en
estrechos estanques cubiertos de nenúfares. Lotos de todos los

28
colores imaginables florecen en la superficie de los delgados
estanques, y veo lo que creo que es un hada revoloteando de flor en
flor.
Nunca había visto un hada y no puedo apartar los ojos de ella.
Apenas puedo distinguir el batir de las alas; más allá de eso, parece
una bola de luz que rebota alrededor de las plantas y el agua como
si las estuviera cuidando. Observo el resto de las cascadas y
estanques mágicos, pero no veo ninguna otra bolita de luz.
No hay nadie más aquí que el grupo de guardias que me rodea
y algunos otros centinelas rondando por aquí y allá. Miro a mi
alrededor con asombro, y no puedo superar la sensación mágica
que satura este lugar. Me recuerda a un eco de algo que sentí en
Vedan cuando me senté con Nadi en el mirador cubierto. Allí, era
como si sintiera la pérdida de algo, pero aquí, estoy abrumada por
lo vivo que se siente todo.
El hierro y el cristal que me rodean tienen un aspecto
industrial y, sin embargo, se funden a la perfección con los toques
de naturaleza y la magia esparcida por todo el espacio. Parece que
los detalles de esta habitación no deberían encajar, pero hay algo
en su esencia que, por extraño que parezca, es igual.
Me adentro en el espacio hasta que me encuentro casi en el
extremo del largo salón, frente a varios tronos voluminosos de
respaldo alto. Parecen estar hechos del musgo más suave que he
visto nunca, y tengo que luchar contra el impulso de avanzar varios
metros y tocarlo. En realidad, me apetece ponerme en plan gata y
restregarme por él, pero eso es un nivel de rareza que dudo que esta
gente esté dispuesta a entender.
Miro hacia abajo y descubro que los guardias me han
detenido justo al lado de una manta de hierba. Parece una alfombra
viva, y hay unas delicadas florecillas púrpuras que adornan los
bordes por todos los lados.
Un pelo largo y negro y ojos azules pasan por mi mente, y
trato de alejar la imagen del cambiante que le gustaba llamarme
flor. La sensación del cuchillo en mi mano cuando se lo acerqué a

29
la garganta me viene sin avisar. Estoy segura de que, dondequiera
que esté, ya no piensa en mí como una dulce flor púrpura.
Los guardias que me rodean están silenciosos como la
muerte, pero de la nada se enderezan, poniéndose un poco más altos
y mucho más rígidos. Ese ligero movimiento es el único indicio
que tengo de que algo está sucediendo. En silencio, unas personas
entran lentamente en la sala en fila india y toman asiento en los
mullidos tronos de musgo. Las mujeres, apenas vestidas, se sientan
con recato, con los ojos fijos en el sillón del centro. Entran algunos
hombres viejos y marchitos, a los que automáticamente considero
los cerebros del grupo. Les siguen otros hombres más jóvenes,
musculosos y con armadura, a los que considero la fuerza bruta.
Mis ojos se entrecierran al ver a Ryn aparecer y reclamar un
asiento en el extremo izquierdo. ¿Cómo se esconde cuando es
claramente una especie de líder o miembro de la realeza? Me
sonríe, y antes de que pueda detenerlo, otro gruñido se enciende en
mi pecho, y doy un paso adelante. Los guardias que están frente a
mí se tensan y se mueven para bloquear mi avance.
Contrólate, Falon. ¿Qué tal si no propiciamos una
sentencia de muerte desde el principio?
Una risa profunda y estruendosa llena la sala, rebotando en
las superficies de cristal y siendo absorbida lentamente por la
vegetación. Entra un gran metamorfo risueño, con su larga y lacia
cabellera blanca fluyendo detrás de él, y su sonrisa acentuando el
hoyuelo de su barbilla. Me resulta familiar, lo que no tiene mucho
sentido. Tiene un ojo azul y otro púrpura, y están llenos de
diversión mientras me mira.
¿De dónde coño le conozco?
—¿Qué es lo que te hace tanta gracia, hermanito? —pregunta
otro varón mientras sigue las carcajadas.
Este hombre tiene el pelo gris claro con mechas blancas. Le
cae justo hasta los hombros, grueso y liso como una flecha. Sus
ojos de color aguamarina observan la cara divertida del macho al
que ha llamado hermanito. Hay un destello de astucia en sus ojos

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verde-azulados, y casi parece que está cazando al macho que me
resulta familiar mientras se pasea con confianza hacia el trono del
centro y se sienta. Así que éste debe ser el Syta.
El líder de los Avowed no me presta atención mientras se
acomoda y se ajusta su suave túnica color crema. Curiosamente,
todos los ojos -excepto, al parecer, los de su hermano pequeño-
están fijos en él, como si no se les permitiera mirar a ningún otro
sitio hasta que se les diera permiso.
No sé qué pensar de su llegada. Esperaba tal vez un anuncio
o más fanfarria en la entrada del Rey de los Avowed. En lugar de
eso, entra despreocupadamente, como si lo que está a punto de
ocurrir fuera lo habitual. Qué sé yo, tal vez lo sea. Me doy cuenta
de que sigo gruñendo en voz baja, e inmediatamente me esfuerzo
por parar.
Mierda. Buena primera impresión, Falon. Sólo gruñe
durante todo el tiempo que entra el líder.
Me doy una bofetada interna y espero que no se lo tome como
algo personal.
—Lo siento, hermano, no se pudo evitar. —comienza el
varón conocido que aún no puedo ubicar—. Me ha parecido
divertida la respuesta de nuestra invitada al comandante. Parece
que no le gusta que la dejen inconsciente. —añade, y sus ojos
desiguales brillan como si me estuviera indicando una broma
interna.
Sea lo que sea, no lo entiendo, y lo estudio durante un rato
mientras intento resolver el rompecabezas. ¿También está
infiltrado? No, no puede ser. Habría recordado a otro grifo medio
Ouphe aparte de mí y de Ami. Especialmente otra persona de pelo
blanco y ojos púrpura con aspecto de alta alcurnia como yo en el
Nido. La cara de Ami aparece en mi mente. Espero que esté bien.
Me pregunto qué pensarán él y Tysa de mi partida. Quizá debería
haberme tomado el tiempo de despedirme. El sentimiento de culpa
se agita en mi interior, pero lo alejo para tratarlo más tarde. Me
concentro en la hilera de tronos cubiertos de musgo e intento

31
averiguar cuál de ellos es el simpático detector de mentiras que Ryn
dijo que estaría presente.
—¿Empezamos? —pregunta el Syta, que por fin ha
terminado de acicalarse y se ha acomodado en su trono. Su tono
suena aburrido, y no sé si debería ofenderme o preocuparme por
ello.
Nadie responde, que parece ser lo que se espera, y él asiente
con la cabeza y finalmente dirige su mirada penetrante hacia mí.
No puedo explicar la sensación que me invade cuando sus
ojos conectan con los míos. Es como si pudiera sentir su poder, y
es muy difícil no ceder bajo su peso. Hay una sensación de zumbido
que comienza justo debajo de mi piel, y es como si su magia
estuviera llamando a la que existe en mí.
No es precisamente una sensación cómoda. Nuestras magias
no parecen como las de los viejos amigos que se abrazan y se dan
palmaditas en la espalda y empiezan a recordar los buenos tiempos.
Su toque mágico tiene arrogancia y vitalidad. El mío se siente más
como una antigua presencia gruñona que está cabreada porque
alguien le ha jodido la siesta. El Syta se limita a observarme
fijamente, y no puedo evitar sentirme repentinamente vulnerable,
como si su sola mirada me hubiera desnudado. Tengo la clara
impresión de que está intentando aferrarse a algo que me ha
quitado. Algo a lo que no tiene derecho. No comprendo
exactamente lo que significa todo esto, pero el antiguo poder que
rueda dentro de mí parece querer flexionarlo.
Dejo caer ligeramente la barbilla y lo miró fijamente,
decidida a darle una lección de no tocar cosas que no le pertenecen.
Una de sus cejas se levanta, intrigado, pero el extraño concurso de
miradas continúa. La habitación está en silencio, se podría oír la
caída de un alfiler, lo cual es extraño porque pensaría que las
cascadas de las paredes harían algún tipo de ruido. Veo un ligero
movimiento en mi periferia, pero no me atrevo a apartar mi
atención de la mirada acuática clavada en mí.
Reto aceptado. Sólo espero que no me maten.

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33
3

A
sí que parece que lo que han dicho mi hermano y sus
soldados es cierto. —Comienza, como si esperara que
— su voz me sacara de mi escrutinio—. No estás
marcada, y no tengo poder sobre ti. También me han dicho que
afirmas no ser de aquí, ¿es cierto? —Me pregunta, sin parpadear.
—Sí. —respondo, simplemente inclinando ligeramente la
cabeza hacia un lado.
Su mención casual de que no tiene influencia sobre mí hace
que se me ponga la piel de gallina en el brazo, y no me gusta la roca
de malestar que ahora se asienta en medio de mis entrañas al pensar
en que otra persona que no sea yo tenga influencia sobre lo que
hago o digo.
—Entonces, ¿cómo explicas tu presencia ante nosotros? —
pregunta, con un tono escéptico.
—No puedo explicar cómo estoy aquí. —respondo—. Todo
lo que sé es que un minuto estaba en un claro del mundo de dónde
vengo, y al minuto siguiente estaba despertando en una tierra que
nunca he visto antes... con habilidades que nunca supe que tenía.
El varón de ojos azules y morados, sentado a la izquierda de
su hermano, se adelanta en su asiento.
—¿Qué habilidades? —Me pregunta, con un desnudo interés
en su tono y sus inusuales ojos.
La mirada del Syta se estrecha ligeramente, y luego se desvía
brevemente en dirección a su hermano. Tengo la impresión de que
no le gusta que le hayan interrumpido, pero estoy demasiado
concentrada en el hecho de que acabo de ganar un épico concurso
de miradas para prestar mucha atención a los matices de la rivalidad
entre ellos. Vuelvo mi atención hacia el hermano pequeño que me
resulta familiar, y entonces una bofetada de reconocimiento me
golpea por fin.

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Es el soldado al que ataqué. Es el que me llamó flor.
—Tienes un aspecto muy diferente al de la última vez que te
vi. —afirmo, el comentario mitad pregunta y mitad exclamación.
—No conviene que el Altern Avowed deambule por territorio
enemigo sin un buen disfraz, ¿verdad? —Me dice, con una media
sonrisa socarrona que asoma por la comisura de los labios.
—¿Territorio enemigo? —pregunto, fingiendo confusión.
Tengo la tentación de parpadear mucho y jugar con el
dobladillo de la túnica que llevo puesta. Tal vez así funcionaría el
rollo de pobre damisela que espero que se traguen, pero creo que
el gruñido puede haber jodido mis posibilidades de conseguirlo.
—Sí, Falon Solei Umbra, parece que has aterrizado en lo que
va a ser una zona de guerra. —anuncia el Syta, recostándose en su
suave trono cubierto de musgo.
No mires a Ryn. No mires a Ryn.
—¿Una zona de guerra? —repito como si fuera una tonta
cotorra despistada y no hubiera escuchado todo esto antes.
—No te preocupes por eso, no hay duda de que saldremos
victoriosos. —declara con arrogancia mientras se inspecciona las
cutículas—. Volviendo al asunto que nos ocupa, creo que mi
hermano te ha hecho una pregunta.
La confusión se apodera de mi rostro, y rebobino la
conversación, tratando de recordar lo que me preguntó.
—Mencionaste que tenías habilidades aquí que no sabías que
tenías, quería saber ¿qué habilidades? —Me recuerda el Altern de
ojos azules y morados de los Avowed.
—Ah, claro. Sí, creía que era una metamorfa loba latente
antes de despertar aquí. Resulta que no soy ni latente ni loba. —
explico.
Me siento como un disco rayado repitiendo todo esto y tengo
que recordarme a mí misma que ellos no lo han oído antes, sólo los
Ocultos.

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Capto un sutil gesto con la mano de una de las hembras con
poca ropa de la derecha. Bingo. Parece que ya sé quién es la
vidente. Me doy cuenta de que las miradas de varios de los otros
cambiaformas sentados pasan de su espalda a la mía. Una vez más,
me amonesto a mí misma para no mirar a Ryn sólo para comprobar
si todo va según el plan.
—¿Así que te has despertado aquí y desde entonces has
estado vagando por las montañas Amarantinas? —pregunta un
hombre mayor, con ojos lechosos.
—Sí, he estado tratando de encontrar el camino a casa desde
entonces.
Miro como la mano de la mujer pasa de estar en un puño a
estar plana, y así, todos en la sala se relajan ligeramente. Me creen.
—Bueno, Falon, no sé qué acto del destino te trajo aquí, pero
ahora que estás, los Avowen te reclaman. Ahora serás uno de
nosotros y disfrutarás de todas las protecciones y ventajas que
conlleva el Voto. Soy Lazza, el Syta de esta tierra y de todos sus
habitantes. Mi hermano, Treno, al que ya has conocido, es mi
Segundo y el legítimo Altern. Mi Tercero y Cuarto son el
comandante Ryn y la comandante Voss.
Ryn asiente a su presentación, al igual que otra mujer a la
derecha, de la que no habría sospechado que fuera una líder de
ningún tipo.
—Al resto los conocerás a medida que te vayas adaptando
aquí. Saner te llevará a conseguir tu marca. Una vez hecho eso,
serás libre de hacer tu vida aquí. —Me dice Lazza, como si me
estuviera haciendo un gran favor.
Es todo tan casual. Como si encontrara gente todo el tiempo
y simplemente los marcara y los pusiera a trabajar. No hay ninguna
discusión, ninguna explicación, ninguna preocupación sobre si
quiero o no esto, o incluso si entiendo lo que significa. Es como si
esperara que cayera a sus pies y le diera las gracias por acogerme.
Como si hubiera estado vagando por las montañas durante días sólo
esperando que alguien me reclamara.

36
—Pero no quiero una vida aquí, quiero volver a casa. —
Interrumpo, y su mirada desconcertada se vuelve un poco más fría.
—¿Y dónde está tu casa? ¿Cómo te propones llegar hasta allí?
—pregunta con rotundidad.
—Yo... —Me quedo con las ganas de decir que sé lo
suficiente como para intentar improvisar—. No lo sé. —digo
finalmente, y él me sonríe con arrogancia.
—No podemos tenerte deambulando por ahí. Es una sorpresa
que hayas llegado viva hasta aquí. Hay salvajes ahí fuera, en las
montañas. Agradece que hayamos sido nosotros los que te hayamos
encontrado y no ellos. —afirma, y la habitación vuelve a quedar en
un silencio espeluznante. Es como si el agua no quisiera llamar la
atención, así que pulsa el botón de mute—. Tu lugar está ahora con
nosotros... como debe ser. —añade, con su mirada acuática
recorriendo mi enmarañado pelo blanco y posándose en mis ojos
lavanda.
Veo un destello de algo en sus ojos que no logro ubicar, y la
inquietud se me agolpa en el vientre.
—Saner, por favor, acompaña a nuestra invitada a recibir su
Voto y luego a su nuevo alojamiento para que pueda asearse.
El miedo se abre en mi interior y miro a mi alrededor con
pánico. El Voto. Eso es lo que los Ocultos han pasado su existencia
evitando. ¿Qué dijo Tysa al respecto? ¿Que les permite controlarte?
Joder. No puedo dejar que eso ocurra. Necesito salir de aquí.
Retrocedo y me topo con un guardia de tamaño hercúleo detrás de
mí. Intento esquivarlo, pero unas manos enormes bajan sobre mis
hombros para intentar inmovilizarme.
Aterrada, miro a Ryn. ¿De verdad va a dejar que me hagan
esto? Su semblante es frío y desconectado, y apenas me contengo
de gritarle pidiendo ayuda cuando otro guardia interviene para
someterme. Esto no puede estar pasando. No puede decidir
marcarme y ya está.
—Por favor, no. —grito mientras me levantan y me enjaulan
unos brazos musculosos del tamaño de mis muslos—. ¡Por favor,
37
déjame ir a casa! Tengo una vida allí. No quiero estar aquí. —grito
mientras me sacan de la habitación.
Treno, el metamorfo al que he atacado y que, al parecer, es el
segundo al mando aquí, se pone en pie como si mis gritos de terror
le hubieran echado un lazo y le hubieran sacado de su trono contra
su voluntad. Parece dolido, pero no sé qué pensar de eso antes de
que me lleven. Las altas puertas de hierro se cierran tras de mí,
impidiéndole ver y sellando mi destino.
Bueno, ¡a la mierda!
Lucho... inútilmente. Lanzo una andanada de improperios al
guardia que me lleva como un saco de patatas. Le maldigo a él, a
sus amigos, a su familia y a los hijos de los hijos de todos. Le doy
un par de buenos golpes en los ojos y estoy a punto de arrancarle
un pezón cuando me pasa a otro tipo aún más grande. Recurro
descaradamente a los mordiscos.
No presto ninguna atención a dónde me llevan, estoy
demasiado empeñada en intentar zafarme del agarre del guardia.
Así que cuando me tiran de culo en lo que parece una especie de
sala con aspecto de iglesia, me sorprendo. Una enorme bota me
inmoviliza inmediatamente en el suelo por la garganta. Ya me
cuesta recuperar el aliento porque este cabrón me ha dejado sin aire
al tirarme al suelo; la bota en la garganta es completamente
innecesaria.
Menos mal que le arranqué un trozo de pelo de la axila al
cabrón justo antes de que me tirara. Lo añado eso a mí tabla de
puntuación de golpes y luego chillo e intento zafarme de su bota.
Enrollo las piernas en torno a su muslo de tronco de árbol y voy a
por un buen golpe en las pelotas, pero es demasiado alto para que
conecte bien. Joder. ¿Por qué Sutton no me enseñó a salir de esta
mierda?
¡Malditos grifos y la hormona del crecimiento que los hace
gigantes!
Jadeo y balbuceo cuando el guardia aplica más presión a mis
vías respiratorias, pero no puedo dejar de luchar. No sé

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exactamente qué es el Voto ni qué implica, pero no lo quiero.
Tengo la sospecha de que significará que nunca podré volver a
casa, y eso no puede ser. Es lo único a lo que me aferro. Eso puede
ser patético o ilusorio, pero es lo que es.
Algo duro y frío me aprieta el cuello, y una ligera sensación
de escozor me hace quedarme inmóvil de inmediato. Dejo de
concentrarme en patear la polla del guardia y me doy cuenta de que
una de las mujeres del séquito de Syta está agachada a mi lado. Y
sí, está sosteniendo una especie de cuchillo en mi garganta.
—Dejadnos. —ordena, con sus ojos verdes fijos en los míos.
Me doy cuenta rápidamente de que es la chica vidente-
detectora de mentiras. Ryn dijo que haría la vista gorda ante mis
medias verdades. A pesar del cuchillo en mi cuello, una llamarada
de esperanza sube dentro de mí. Él dijo que me sacaría de aquí, y
debe ser ella. Suelto un suspiro de alivio, agradecida de que no haya
dejado que me pase esto.
Los guardias que me han traído dudan.
—He dicho que os vayáis. —Vuelve a ladrar la mujer, y esta
vez los machos del tamaño de una montaña se apresuran a
obedecerla.
Unas pesadas pisadas se alejan de mí. Me quedo quieta, con
la espada apoyada en la garganta, mientras una puerta se cierra y la
habitación se queda en silencio. Jadeo por mis esfuerzos de huida
y por luchar contra los guardias, y espero a que la mujer de ojos
verdes me diga que es hora de correr y sacarme de aquí.
—Escucha con atención, media Ouphe. —Comienza, y un
sentimiento de hundimiento en mi pecho me advierte que tal vez
no sea la salvadora que esperaba—. El Altern dijo que no podemos
dejar que te marquen, lo que significa que tenemos que hacer
contigo lo que hicimos con él. Te marcaré, pero no con el Voto.
Será una marca muerta. Se verá y olerá bien, pero nada más.
Dolerá, y no tenemos tiempo que perder.
Al principio me imagino los ojos desencajados del Altern
Avowed y me pregunto por qué sería él quien intervendría. Pero
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rápidamente me doy cuenta de que está hablando de Ryn. Aprieta
el cuchillo con más fuerza contra mi cuello, y puedo sentir cómo el
calor se derrama alrededor de la hoja.
—Esto es lo que pasa, pequeña, tienes que mantenerte alejada
de Lazza y sus asesores a toda costa. Si prueban la marca, sabrán
que no está bien, y acabarás exponiendo a todos los que tienen una.
Él no sabe que podemos hacer esto, y si eres tú quien se lo revela,
te mataré. ¿Me entiendes? —La pregunta es más bien un gruñido
mientras saca la daga de mi garganta.
Le doy un frenético sí con la cabeza.
—Date la vuelta. —Me ordena, y me empuja por los hombros
para apresurarme a actuar antes de que pueda siquiera parpadear y
responder a la orden.
Me pongo boca abajo y siento cómo la hoja de la daga que
lleva en la mano atraviesa la parte superior de la camisa que llevo
puesta. Quiero protestar porque es la única prenda de vestir que
poseo, y estaría bien que no la destrozara, pero me preocupa que
pueda apuñalarme, así que me callo. Siento que me agarra la nuca
y, sorprendentemente, hay calor donde su palma y sus dedos se
encuentran con mi piel.
Jadeo, y de repente ya no estoy allí.
Me duele mucho. ¿Por qué me duele? Lucho por zafarme de
las manos que me sujetan en mi cama. Mis gritos van acompañados
de un cántico rítmico, pero el ardor que siento por todas partes lo
eclipsa todo. Me retuerzo y suplico que se detenga. Sólo puedo
distinguir a mi madre y a mi padre.
—¡Mamá, por favor, me duele! —Me quejo y lucho con más
fuerza para alejarme de las manos y del dolor que traen consigo.
—Shhhh, lo sé, corazón mío, pronto se acabará. Sé fuerte, mi
niña. Sé fuerte por mamá.
Me agarro y ruego que se detenga, pero no lo hace. El fuego
quiere devorarme entera, y ningún grito o súplica evitará que me
consuma.

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4

— D espierta. —Exige una voz femenina y gruesa.


Mi mejilla se ilumina con una sensación de escozor y noto
que alguien me sacude.
—¡Despierta! —Vuelve a ordenar la voz, y esta vez levanto
una mano antes de que pueda abofetearme otra vez.
—¿Qué demonios? —pregunto grogui mientras vuelvo en mí.
Capto un destello de alivio en los ojos verdes de la detectora
de mentiras antes de mirar a mi alrededor e intentar comprender lo
que está pasando. Sigo en la extraña sala parecida a una capilla.
Hay un púlpito parecido a un altar en la parte delantera y bancos
alineados como si estuvieran listos y esperando para adorar y ver
cualquier voto u otra mierda que ocurra aquí. Esta es la única sala
-aparte de las mazmorras- que he visto que no está cubierta por
paredes de hierro y cristal. En su lugar, toda la sala es de piedra
crema, como la que estoy acostumbrada a ver en el Nido, con
imágenes de criaturas míticas talladas en las esquinas y en el techo.
Las antorchas que no son de fuego hacen que la iluminación y la
sensación de la habitación sean espeluznantes, y al instante no me
siento bien por haber estado inconsciente aquí.
¿Qué ha pasado?
Lo último que recuerdo es a una chica de ojos verdes
amenazando con matarme si desvelaba su secreto y luego
agarrando mi cuello. Me echo hacia atrás y me froto en el lugar
donde tenía la mano.
—¿Lo has hecho tú? —pregunto, sin sentir nada diferente ahí
atrás.
Vuelvo a escudriñar la habitación, pero no veo ningún espejo
ni ninguna otra superficie reflectante que pueda utilizar para ver lo
que tengo ahí atrás.

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—Ya está hecho. —responde, pero hay algo en su cara que
me hace dudar.
—¿Qué ha pasado? —pregunto, con la timidez y la ansiedad
atravesándome mientras estudio la luz embrujada de sus ojos.
—¿Qué te han hecho? —Me pregunta casi en un susurro.
La pregunta me confunde por un instante.
—¿Qué me ha hecho quién? —Exijo, aún más alarmada,
cuando ella se aleja inestablemente de mí—. ¿De qué estás
hablando? ¿Qué me ha hecho quién? —Vuelvo a preguntar cuando
parece que está a punto de salir corriendo.
¿Qué coño ha podido pasar para que esté tan jodidamente
asustada?
—Recuerda lo que te dije. —Se gira hacia mí en señal de
advertencia. El miedo y el trauma desaparecen de repente de sus
ojos, que vuelven a ser duros y furiosos—. Aléjate de Lazza y sus
seguidores. Son los únicos lo suficientemente poderosos como para
saber que tu marca está mal, y no pueden saberlo pase lo que pase.
Significaría la muerte de cientos.
Con eso, sale de la habitación a zancadas por una puerta
lateral de la que me estoy dando cuenta ahora y me deja tirada como
un montón mierda en medio del suelo. Vuelvo a frotarme la nuca,
extrañada de que haya algo allí y aún no tenga ni puta idea de qué.
Por alguna razón, me imagino una gran polla negra tatuada
en la nuca, y no puedo evitar reírme. Culpo a la conmoción de todo
lo que ha sucedido y espero que esto no sea una broma de mal
gusto. Aunque a estas alturas, preferiría la gran polla negra a la
verdadera marca del Voto. Me pongo en pie temblorosamente y la
camisa prestada se me escapa de los hombros. La sujeto contra mi
pecho y gimo. Por supuesto, mi única prenda de vestir vuelve a
estar hecha jirones. Es como si este mundo quisiera que estuviera
desnuda todo el tiempo.
Nadie viene a recogerme y no tengo ni idea de qué hacer
ahora. Por mi mente flotan pensamientos de huida. Curiosamente,
el falso Voto me pesa en la nuca. Por mucho que me gustaría
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averiguar cómo salir de aquí, probablemente no sea inteligente. La
advertencia de la vidente vuelve a sonar en mi mente, solidificando
mis pensamientos. Si intento huir y ellos tratan de detenerme,
podría delatarme. No quiero ser la responsable de descubrir a
cientos de personas. Además, no tengo ni idea de dónde coño estoy
ni de cómo salir de aquí, así que eso también.
Esta historia de mierda es demasiado frustrantemente
familiar. Es como estar de vuelta en el Nido, pero con más gente
que se parece a mí, y ahora tengo un tatuaje. Puto infierno. Me
siento en uno de los bancos de piedra y reflexiono en silencio. Soy
una jodida metamorfa grifo con aspecto de desarrapada que no
puede cambiar de forma y que acaba de pasar de la sartén al puto
fuego. O tal vez esté en una sartén más grande... Supongo que el
tiempo lo dirá.
Me paso las manos cansadas por la cara y me siento
totalmente abrumada y agotada. La devastación me golpea de
repente y mis ojos se llenan de lágrimas no derramadas. ¿Cómo me
está pasando todo esto? Me froto la cara, negándome a llorar. Estoy
jodidamente harta de llorar y de sentirme impotente. Intento pensar
en las lecciones que me enseñó Sutton, pero pensar en él me hace
acordarme de Zeph... y luego de Loa y en cómo intervino para
salvarla. Luego me veo obligada a pensar en lo que pasó entre Zeph
y yo por culpa de él, y todo eso me cabrea.
Imbécil mentiroso.
Él es prácticamente la puta razón por la que estoy aquí, y juro
por todo lo que soy que, si vuelvo a verlo, le voy a dar una paliza
tan grande que le romperé la cara. Doy un bufido sin humor. ¿A
quién quiero engañar? Probablemente eso le excite y me rompa la
mano en el proceso. Me miro la mano con la que golpeo y la
flexiono. Está completamente curada de mi derrota de antes contra
la cara del grifo, cuando me sacaron del agua.
Estúpida, estúpida, estúpida por dejarme atrapar.
Apoyo la frente en el respaldo del banco de enfrente e intento
pensar en el ahora qué, que se arremolina dentro de mi cabeza.
Tengo una marca falsa que aparentemente engañará a todos
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mientras mantenga la cabeza baja, y Ryn dijo que me sacaría de
aquí. Así que voy a pasar desapercibida y a tratar de averiguar qué
coño hacer aquí hasta que el gilipolla de la armadura brillante me
saque de este lugar.
La ansiedad se arrastra y comienza a estrangular ese plan. Él
me llevará de vuelta a la Guarida de los Ocultos, y no puedo volver
allí. Si Zeph no intenta matarme, yo podría intentar matarlo a él.
De cualquier manera... es una mala idea. ¿Tal vez pueda
convencerlo para que me ayude a volver a casa? Descarto
inmediatamente esa idea; Ryn nunca ha apoyado mi plan de irme,
y no creo que vaya a salirse de su camino para ayudarme ahora.
Así que eso significa que estoy de vuelta en el punto de
partida. Tengo que encontrar mi propio camino a casa o ir a buscar
a los misteriosos Ouphe que estaban marcados en el mapa, que
ahora está en el fondo de algún lago. Es posible que estén más de
acuerdo con el plan de activar el portal y salir de aquí, pero no
antes de darles lo que quieren. Y ahí está el problema. No tengo ni
idea de cómo hacerlo.
Una puerta se abre silenciosamente, pero ni siquiera me
molesto en levantar la cabeza para ver quién ha entrado.
Probablemente sea un guardia dispuesto a arrastrarme a cualquier
tugurio que hayan decidido que puedo ocupar... ahora que soy una
de ellos.
A la mierda mi vida.
Echo de menos mi moto y mi libertad y.… las hamburguesas.
Mataría por una gran hamburguesa y un montón de patatas fritas
ahora mismo.
—¿A quién le rezas? —Me pregunta una voz cálida, y un
cuerpo enorme se sienta en el banco de mi izquierda. Una pierna
del tamaño de un tronco de árbol se roza con la mía, y me tenso.
Mierda.
Estoy segura de que ese hombre amante de las flores y con
hoyuelos, que resulta ser el hermano pequeño de Lazza, entra en la
categoría de compinches del Syta, de los que me han advertido que
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me aleje. Le echo un vistazo. Es más, o menos de la altura de Ryn,
lo que significa que me supera por lo menos en 30 centímetros,
pero es voluminoso como Zeph. Observo sus ojos desiguales y su
pelo blanco y sedoso, y lo comparo mentalmente con el disfraz que
llevaba antes. Sorprendentemente, lo prefiero así. Me sacudo ese
pensamiento y suelto una risa vacía.
—Estaba rezando por una hamburguesa de tu tamaño y una
montaña de patatas fritas aún mayor. Pero no a ningún dios, es
imposible que esos imbéciles existan, o no estaría aquí ahora
mismo. —Le digo, apartando la cabeza y dejando que la fría piedra
del banco me alivie la frente.
—Ah. —Suelta simplemente, como si realmente entendiera
lo que digo.
La habitación vuelve a quedar en silencio. No estoy segura de
cuánto tiempo permanecemos sentados en un silencio agradable,
pero me veo obligada a abandonar mis pensamientos cuando siento
las yemas de sus dedos recorriendo la misteriosa marca de mi nuca.
Me tenso y sus dedos detienen su recorrido. Debería apartar su
mano de un manotazo, pero no lo hago. Me quedo sentada. Al cabo
de un rato, sigue recorriendo la marca que hay allí. Tal vez quiero
ver lo que traza para entender mejor lo que hay, o tal vez sólo
necesito un toque reconfortante en este momento, pero me quedo
quieta y no digo nada mientras su mano dibuja el símbolo que ahora
está en mi nuca.
Traza lo que parece el arco de un arco iris y luego baja la
mano y traza un arco iris al revés. Es casi como un círculo, pero los
dos lados no se conectan. Sus dedos se mueven suavemente hacia
el centro de los dos arcos, donde la forma que revela parece un ojo
al que le faltan el iris y la pupila. Una larga línea vertical desciende
por el centro de todo, y un punto en la parte inferior es presionado
en mi piel por su suave tacto. Su mano se queda quieta un momento
antes de trazar una nueva línea lentamente por mi columna
vertebral.
Se me pone la piel de gallina en los brazos y, por alguna
razón, este toque es diferente al que acaba de trazar símbolos en mi

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cuello. Me incorporo y me alejo de él. Mi movimiento parece
sacarlo de algún tipo de trance, se aclara la garganta y se sienta un
poco más recto. Un parpadeo de disculpa invade sus ojos, pero lo
aparta y recorre mi rostro con su mirada desigual.
—Debes estar cansada y hambrienta. Debo acompañarte a tus
nuevos aposentos y asegurarme de que te instalas. —anuncia con
cierta formalidad, y la advertencia de la espía vidente de ojos
verdes que me marcó vuelve a resonar en mi mente.
—¿Por qué tú? —Suelto y al instante me arrepiento.
Bien, Falon, el objetivo es pasar desapercibida, no cabrear
a la familia real dos segundos después de conseguir tu marca de
mierda.
—Quiero decir que parece una tarea de poca importancia de
la que estoy segura de que cualquier viejo guardia habría sido
perfectamente capaz. —añado en un esfuerzo por parecer menos
grosera.
—Es cierto, pero tú no eres una mujer cualquiera, ¿verdad?
—afirma con un guiño y se levanta.
No tengo ni idea de qué demonios significa eso. Mi primer
instinto es, que sabe de alguna manera sobre mi tiempo con los
Ocultos o el peligroso poder que me han dicho que tengo, pero eso
parece una reacción exagerada. Si supiera todo eso, no creo que me
acompañara tranquilamente a mi nuevo cuarto o cuartel o a donde
sea que haya dicho que me va a llevar. Por otra parte, todo esto
podría ser un jodido y elaborado truco, y estoy a punto de acabar
de nuevo en el calabozo en la mesa de tortura de algún enfermo.
Supongo que estoy a punto de averiguarlo.
Me pongo en pie, con la camisa agarrada firmemente al
pecho, y espero a que me muestre el camino que estoy destinada a
recorrer. Avanza suavemente por el pasillo y me sorprende una vez
más la elegancia con la que se mueven los grifos a pesar de su
gigantesco tamaño. Me pongo detrás de él y me tapo los ojos
cuando salimos de la capilla poco iluminada y entramos en el
luminoso edificio cristalino.
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Se acerca a una puerta del otro lado del corredor y la abre de
un empujón. Le sigo hasta el balcón y me veo obligada a retroceder
sorprendida cuando unas enormes alas blancas surgen de su
espalda. Otro graznido de sorpresa escapa de mi boca cuando mis
propias alas se abren paso sin ser invitadas. Es como si hubiesen
visto con qué estaba trabajando y hubiesen dicho "aguanta mi
cerveza". Me tambaleo por la inesperada llegada de mis
emplumados apéndices de ónice y Treno se acerca para sujetarme.
Tiene una sonrisa tonta en la cara mientras lo hace, y mi ceño se
frunce de fastidio.
¿Qué coño le hace tanta gracia?
Me anudo la camisa destrozada al cuello y a la cintura y gruño
de satisfacción cuando se mantiene en su sitio, cubriendo todo lo
que quiero. Treno agita rápidamente sus hermosas alas blancas
como la nieve mientras me observa y, para no ser menos, mis alas
también se agitan. Las miro por encima del hombro y les envío un
severo reproche mental. No tenemos tres años y esto no es un
juego de imitación.
Él se ríe en voz baja y anuncia:
—Sígueme, flor.
Con eso, salta desde el balcón de cristal abierto, y sus
impresionantes alas se baten para impulsarlo hacia arriba. Miro las
estructuras que me rodean. Parecen extraños rascacielos formados
de forma natural. No están ordenados y en ángulo recto como los
paisajes urbanos de mi mundo, sino que su estructura es más
orgánica y salvaje. Parece como si los Avowed hubieran elegido
grupos de cristales del tamaño de un rascacielos para ahuecarlos y
luego hubieran fortificado las cáscaras con vetas y bordes de hierro.
Los edificios brillan y resplandecen como diamantes bajo una
iluminación especial en una joyería. Es impresionante y
desorientador. Miro hacia abajo, con la esperanza de dar a mis
retinas un pequeño respiro de esta brillante embestida, y veo calles
limpias y ordenadas abajo. Puntos de gente se mueven como
pequeñas hormigas debajo de mí, y otros puntos vuelan hacia y
desde otros balcones como el que yo estoy.
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Respiro profundamente y salto del mío. Inmediatamente, el
aire fresco llena mis plumas y juro que puedo sentir que el viento
me abraza y me susurra la bienvenida al pasar. Suelto un suspiro y
me relajo mientras una sensación reconocimiento y pertenencia me
eleva como la corriente que empiezo a montar sin problemas. Me
alejo cada vez más de lo que ahora sé que es una isla a la que los
Avowed llaman hogar, hacia el cielo abierto.
Cada batir de mis alas borra el miedo y la tensión que se ha
instalado en mis músculos desde que volé por el balcón del castillo
del acantilado. Puede que mi vida y mi mundo sean un caos, pero
en este momento, volando a través del brillante cielo azul sin nubes,
éste es mi lugar. El Altern de alas blancas planea sobre una fuerte
corriente como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo.
Lo observo por un momento y me pregunto qué le pasa. ¿Por qué
estaba allí, en las Montañas Amarantinas? ¿Por qué está ahora aquí
conmigo? Para mí tendría más sentido que me dejara donde sea que
hayan decidido que viva y luego siguiera con su vida como segundo
al mando de los Avowed. O que me tratara como la prisionera que
claramente soy. Pero en lugar de eso, aquí estamos como un par de
gaviotas perezosas que se dejan llevar por el viento por quién sabe
qué razón.
¿Él hizo esto por mí? ¿O simplemente le acompaño en el
viaje?
Tengo la tentación de cerrar los ojos y permitirme relajarme
por completo, como lo está haciendo el Altern, pero por muy bien
que esté el cielo, el mundo sigue estando mal. Observo los
alrededores y, con sorpresa, me doy cuenta de que el agua que
rodea la isla de Ciudad Kestrel no es la de un lago, como sugería
mi primer vistazo. En realidad, la isla está situada en medio de un
río colosal y muy rápido. El agua parece tranquila y apacible
alrededor de la ciudad, pero desde esta altura, puedo ver que se
vuelve espumosa y peligrosa cuando los rápidos se encuentran con
afloramientos rocosos más abajo. Más allá, el río salta de un
acantilado y se sumerge en lugares que no puedo ver. Un frondoso
bosque bordea ambas orillas del río y veo guardias tanto en el aire
como en el suelo a lo lejos.

48
Este lugar está fortificado hasta los dientes, y me pregunto
cómo esperan Zeph y sus rebeldes ocultos, combatir semejante
despliegue de fuerza. Las montañas coronadas de nubes asoman
por el horizonte, pero no puedo distinguir su color. Tampoco
recuerdo si había otras cordilleras en el mapa que me dio Nadi.
Suelto un resoplido de resignación. Hasta que no encuentre otro
mapa, no hay forma de saber dónde estoy en relación con el lugar
donde tengo que estar.
Vuelvo a mirar la brillante ciudad que tengo debajo y sé que
en algún lugar de ahí abajo hay un dibujo detallado de este mundo,
y sólo tengo que encontrarlo. Miro a Treno, como si me preocupara
que pudiera oír mis pensamientos. Sigue montando la corriente,
con bolsas de aire llenando sus alas, pero sus ojos ya no están
cerrados. No, en su lugar, esos iris desiguales me observan con
atención. Se acerca a mí y yo me tenso ligeramente.
—Busquemos un lugar tranquilo para aterrizar. Me gustaría
conocerte, tal vez conocer a tu grifo si te apetece... presentarte al
mío. —Me ofrece—. Estoy seguro de que tienes muchas preguntas.
Estoy tan acostumbrada a que Sutton y otros se refieran a su
grifo como si fueran uno solo, que me resulta extraño oírlo hablar
del suyo como si fuera una mascota querida a la que quiere
presentarme. Recorro con la mirada su larga y blanca cabellera
barrida por el viento y siento una extraña calidez, con una pizca de
alarma. Tengo más cosas en común con él que con cualquiera de
los Ocultos. Bueno, aparte del manchado Ami, es decir.
El hecho de que se ofrezca a responder a cualquier pregunta
es sorprendente. A regañadientes me doy cuenta de que podría
aprender mucho aquí si se me permite.
—Eso suena raro y todo —digo con una sonrisa descarada
que no puedo evitar—, pero pasaré de la cita de jugar con nuestros
grifos, aunque gracias.
Una vez más, me recuerdo que debo refrenar el sarcasmo y
no cabrear al equipo Lazza, pero, aunque quisiera ver si nuestros
grifos se llevan bien, Paloma sigue estando en un mundo de dolor
ahora mismo. No estoy segura de cuánto tiempo tardará en estar
49
preparada para un encuentro, suponiendo que eso exista aquí. A
juzgar por la forma en que Treno frunce el ceño ante mi negativa,
supongo que las presentaciones de grifos son algo habitual en este
lugar. Me recuerda a una pegatina que vi una vez que decía "Si a
mi perro no le gustas, probablemente a mí tampoco". ¿Es así con
los grifos aquí?
—¿Por qué? —pregunta finalmente, y yo sonrío al visualizar
a una hembra diciéndole a un macho que no eres tú, es mi grifo.
—¿Por qué, ¿qué? —pregunto mientras alejo mis
pensamientos de todas las cosas por las que una chica podría culpar
a su grifo. ¡Señora, no puede mudarse a un Tim Hortons! ¡Pero
mi Paloma quiere que lo haga! Me sacudo el pensamiento y me
concentro en lo que dice Treno.
—¿Por qué no quieres que nuestros grifos se conozcan? —
repite mientras empieza a rodearme.
¿Por qué de repente me siento como si me persiguieran? ¿Y
por qué de repente me gusta la idea?
—Palomita, ¿eres tú? —pregunto, pero no pasa nada.
—No eres tú, soy yo. —Le digo, conteniendo la risa que me
sube a la garganta—. Aunque quisiera presentarte a mi chica —que
no es el caso—, ahora mismo no está disponible.
Ahora parece aún más confuso. Sus oscuras cejas bajan, y su
mirada azul y púrpura se desplaza hacia mis alas de ébano detrás
de mí y luego vuelve a mi cara. Abre la boca para decir algo más,
pero le corto.
—Está herida, ¿vale? Cuando vosotros, cabrones, me
disparasteis desde el cielo, la heristeis. No sé cuánto tiempo tardará
en recuperarse... —o si lo hará.
Omito la última parte. Ya soy lo suficientemente vulnerable
admitiendo que no puedo invocarla, no hace falta pintar una diana
en mi espalda.
Su mirada heterocromática se llena de sorpresa y luego de
alarma. Se lanza hacia mí con la velocidad de un colibrí.

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—¿Estás herida? —demanda, agarrándome y tirando de mí
hacia él.
—¿Disculpa? —Suelto mientras sus exigentes manos joden
todo el increíble vuelo que estoy haciendo.
No parece importarle mientras sus grandes brazos me
manipulan hasta que, de alguna manera, me acunan contra su pecho
y nos lanzamos de nuevo hacia Kestrel. Todo sucede tan
jodidamente rápido que ni siquiera tengo tiempo de pensar antes de
que el viento me pase gritando por la cara y me robe todas mis
objeciones cabreadas. Me pasa una mano por la espalda de una
manera demasiado familiar, y mis alas son inmediatamente
absorbidas por mi espalda.
¿Cómo coño lo hacen?
El estómago se me sube a la garganta mientras caemos aún
más rápido, y soy incapaz de exigirle que me explique todo el truco
de la columna y las alas. En un abrir y cerrar de ojos, estamos
aterrizando en un balcón, y Treno está entrando a toda prisa,
gritando por un sanador.
La gente se apresura a apartarse de su camino, mientras otros
se lanzan a conseguir todo lo que exige con rabia. Mientras tanto,
yo le maldigo hasta el cielo y trato de zafarme de este puto agarre
de hierro.
Maldito idiota de mierda, manipulador cargado de
testosterona.
Abre de una patada unas puertas dobles y me lleva a una
habitación enorme. Dejo de forcejear, estoy muy impresionada por
la extraña belleza de todo esto. Las paredes son de piedra color
crema, pero el techo es una enorme claraboya circular coronada de
cristal. Hay un delgado tronco de árbol en la esquina izquierda, y
está libre de ramas hasta que llega al techo, donde apéndices
cubiertos de hojas y enredaderas rellenan el círculo de la claraboya.
El resplandor de la habitación se ve apagado por el toque de verde
de las hojas, y hay una extraña sensación de paz en todo ello.

51
Unas enredaderas repletas de flores cubren la pared más
lejana, y una gran cama cubierta de lo que parece terciopelo
púrpura se apoya en las enredaderas como si sirvieran de cabecera.
La habitación está salpicada de alfombras de trébol y musgo de
aspecto brumoso, y a la izquierda hay una zona de descanso con
una mesa de café de tronco de árbol rodeada de sillas que parecen
estar hechas de troncones nudosos y piedra, todo ello sobre una
alfombra de musgo.
Treno me deja en la cama como la delicada flor que
claramente cree que soy. Abro la boca para gritarle, pero me distrae
momentáneamente la funda de la cama. No, no es terciopelo, es
algo mucho más suave. Mis instintos de gata se activan de
inmediato y tengo que evitar gemir y revolcarme en la suave tela
como una maldita loca. Él se agacha y me rompe la camisa por la
mitad con las manos.
—¿Qué coño crees que estás haciendo? —Le grito mientras
aprieto los extremos de la tela y me levanto de la cama.
Intenta empujarme para que vuelva a mi sitio, y yo abro las
compuertas de mi rabia para que ahogue mi miedo. Ya he tenido
suficiente de esta mierda con Zeph y Ryn. No voy a quedarme
dócilmente mientras ocurre de nuevo.
—Si te acercas a mí con una erección, juro por Dios que te la
arrancaré de un mordisco. No necesito mi grifo para luchar contra
ti. No tengo ningún problema en morir, y más vale que creas que te
haré caer conmigo. —Le gruño.
Me mira confundido mientras me alejo de él.
—Flor, estás en peligro. —Me dice, acercándose un paso y
congelándose inmediatamente cuando me asusto y casi tropiezo
con mis pies para retroceder y mantener la distancia entre nosotros.
—No me digas. —Le respondo con brusquedad.
—Por mí no, flor. —Me tranquiliza, con la sorpresa
iluminando sus ojos—. Tu grifo está herida; si es lo
suficientemente grave, os matará a las dos. He llamado a un
sanador. Llegarán en cualquier momento.
52
Me tambaleo, sin saber cómo procesar lo que acaba de decir.
¿Podríamos morir?
—¿Puedes llegar a ella? —pregunta, con la preocupación
recubriendo cada sílaba.
—No. —admito en un susurro—. No he podido hacerlo desde
que nos estrellamos en el lago.
—¡Pis de Thais! —Maldice y vuelve a acercarse a mí.
Me estremezco y él se retira inmediatamente.
—Flor, no te haré daño. Aquí estás a salvo. Aquí siempre te
cuidarán.
Las puertas se abren de golpe, interrumpiendo cualquier
respuesta que pudiera tener. Una anciana entra cojeando y Treno se
acerca a ella.
—¿Por qué ha tardado tanto? —Ladra, e inmediatamente me
siento mal por la mujer.
—Calla, Altern, no te he hecho esperar mucho. —responde
ella con calma, y contengo la respiración, esperando que él pierda
los papeles con ella.
Me sorprendo cuando se limita a soltar un profundo suspiro y
a asentir disculpándose con la mujer.
Bueno, mierda.
—Todo está bien, niño, ahora dime qué te tiene tan
descolocado. —recorre con su mirada a Treno como si buscara una
herida.
—No soy yo, es mi...
No termina la frase, pero se hace a un lado para dejar que me
vea... a mí. Los ojos de la mujer se abren de par en par por la
sorpresa. Me mira, sus ojos berenjena se posa en los puños blancos
que sujetan mi camiseta, y se estrechan.
—¿Qué tenemos aquí? —pregunta, dirigiéndose a Treno, con
un tono cargado de veneno y juicio.
53
—Su grifo estaba dañado cuando la capturamos. No se han
tocado durante al menos tres días. —explica él, y las facciones de
la mujer se endurecen aún más con la palabra captura.
¿Tres días? ¿Cómo demonios me ha dejado Ryn
inconsciente durante tres días?
La ira se abre paso por mi cuerpo, y hago una nota mental
para apuñalarlo de nuevo la próxima vez que lo vea. La anciana
resopla y hace un gesto hacia la cama.
—Ven, niña, el tiempo es esencial aquí.
Dudo, mirándola a ella, a la cama y a Treno.
—Sí, sí, lo solucionaré por ti. —Me asegura, y sus ojos
púrpuras oscuro se desvían de mí hacia el gigantesco varón que está
a mi derecha—. No veo respuesta, lo que significa que no tienes
derechos aquí, Altern. Vete. Iré a verte cuando haya terminado.
Una vez más, espero que Treno mande a la mierda a la mujer
de aspecto frágil, pero se limita a resoplar y se marcha enseguida.
Veo cómo se cierran las pesadas puertas de hierro tras él y me
quedo momentáneamente sorprendida. ¿Qué clase de hechicería es
ésa y cómo carajo puedo aprender a usarla? Vuelvo a mirar a la
anciana, que asiente con la cabeza y me acoge de nuevo, con una
mirada algo más suave.
—Ven, niña. —Insiste, y me acerco vacilante a la cama—.
Desvístete, pétalo. Sólo te veré yo y tengo que revisarte a fondo.
—Me pide.
Esta vez me toca resoplar y hacer lo que me dice. La tela
destruida que antes servía de camisa cae sin fuerzas al suelo. La
curandera se queda sin aliento y yo miro hacia abajo para ver qué
es lo que ha provocado su conmoción. Moretones morados motean
la piel de mis costillas y mi abdomen. Tengo lo que claramente son
hematomas en forma de marcas de dedos en los hombros y la parte
superior de los brazos, y mi cadera izquierda tiene un brillo
amarillento en la piel que la cubre.
Estoy sorprendida por los daños que encuentro. No he tenido
tiempo de examinarme desde que me desperté con Ryn en la
54
mazmorra, pero no me ha dolido ni me duele nada. No ha habido
nada que indique que estoy claramente jodida.
—Tu grifo lo está bloqueando. —explica la mujer como si
pudiera leer mi mente—. El hecho de que no te duela es una buena
señal, pero debemos trabajar rápido. Túmbate. —ordena y se dirige
a un lado de la cama.
Me siento con cautela y me desplazo hasta el centro de la
enorme cama. Ahora que he visto el estado de mi cuerpo, el
impulso de ser más cuidadosa arrasa mi mente. Me acomodo en la
suave tela y espero lo que sea que vaya a hacer para arreglarnos a
Paloma y a mí. Unas manos cálidas y ásperas se posan en mi
estómago y me estremezco.
—Shhh, pétalo, respira, todo acabará pronto.
El calor se acumula bajo su tacto, y lo siguiente que sé es que
estoy chocando con una pared negra, y todo ha desaparecido.

55
5

G imo y arqueo la espalda para estirarme. Me aprieto


contra un cuerpo grande y duro y me quedo paralizada.
Un brazo bronceado y carnoso me rodea el torso, y
puedo sentir profundas respiraciones medidas que me hacen
cosquillas en el pelo de la parte superior de la cabeza. Parece que
soy la pequeña cuchara en una posición de cucharillas a la que no
me apunté. Mi corazón se acelera en el pecho y miro a mi
alrededor, tratando de averiguar dónde estoy y qué está pasando.
Todo está oscuro y tiene esa extraña cualidad borrosa que sólo he
notado en los sueños.
Me relajo y suelto un suspiro de alivio. Estoy soñando. Joder,
siempre es tan raro cuando soy consciente y lógica en mis sueños.
El cuerpo que está detrás de mí se agita y el brazo bien
musculado me vuelve a apretar contra su pecho. Un profundo
gemido llena la difusa y oscura habitación sin paredes, y mis
pezones y mi clítoris se despiertan. Me río en silencio, totalmente
dispuesta a un delicioso sueño húmedo. Vuelvo a empujar mi culo
contra quien está detrás de mí y empiezo a cantar internamente
"por favor, sé Charlie Hunam, por el amor de todos los sueños
húmedos, sé Charlie Hunam".
Las respiraciones que me hacen cosquillas en la parte
superior de la cabeza cambian, y puedo decir que Charlie se está
despertando lentamente. Su mano morena se mueve desde mi
cintura y baja lentamente por mi estómago. Sus dedos se hunden
en los rizos del vértice de mis muslos, y él gime y aprieta su larga
y dura polla contra mi espalda. Siento un toque de humedad en la
parte baja de mi espalda, y puedo imaginarme el líquido
preseminal que gotea de su pene. Me relamo los labios y tarareo
mi aprobación mientras él introduce sus dedos entre mis labios,
ahora húmedos, y acaricia mi abertura suavemente.
Ensancho los muslos y me arqueo hacia él, dándole un mejor
acceso, y su otra mano se acerca para apretarme el pecho mientras

56
unos labios carnosos empiezan a besar un rastro desde el lóbulo
de mi oreja hasta mi cuello. Me gruñe al oído mientras introduce
un dedo largo y grueso en mi interior.
Gimoteo, deseando más.
Se ríe y saca el dedo de mi interior para rodear mi clítoris.
Vuelvo la mano para acariciar la gruesa polla que se encuentra
entre mi espalda y su estómago, y él me muerde la garganta en
señal de aprobación. No sé mucho sobre Charlie Hunam, pero
ahora sé que el hombre sabe mover los dedos en un coño mojado.
Me pellizca los pezones con una mano y, con la otra, me abre de
par en par para poder jugar todo lo que quiera entre mis húmedos
pliegues. Me da vueltas al clítoris, y las revoluciones aumentan con
cada roce. Y su barbilla rasposa me roza la oreja.
—¿Quieres mi boca aquí? —Me pregunta, moviendo la mano
más rápido, y el cosquilleo aumenta con cada pasada contra el
manojo de nervios—. ¿Quieres que mi boca te chupe, bebiendo tu
dulce néctar, o prefieres que me entierre dentro de ti hasta que
grites y te consumas?
Suelto una risita y luego gimo mientras un orgasmo se acerca
sigilosamente. ¿Dulce néctar? Quién iba a saber que Charlie decía
una mierda como esa, probablemente la aprendió en alguna
película de época. Abro la boca para decirle que me suelte alguna
mierda de Sons of anarchy* en la oreja, pero un orgasmo me
atraviesa y me pierdo en el cosquilleo que me recorre todo el
cuerpo.
—Fóllame. —Le ordeno, con la cabeza echada hacia atrás y
los ojos cerrados mientras me deleito en esta perfecta liberación.
—Ábrete de piernas para mí, gorrión. —ordena mientras sale
de detrás de mí y se sube encima.
Me quedo paralizada y mis párpados se abren. Unos ojos
bañados en miel brillan frente a mí, y el pelo negro y rizado hasta
los hombros cae hacia delante como cortinas que intentan tapar la
cara de Zeph.

57
—¿Qué demonios? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Dónde está
Charlie? —pregunto, sentándome y casi dándole un cabezazo.
—Te estoy follando. —responde simplemente, con los ojos
entrecerrados—. ¿Quién demonios es Charlie?
—Mi compañero de fantasías sexuales. —respondo, mirando
a mi alrededor e intentando comprender por qué mi yo del sueño
habría conjurado a Zeph en lugar de a Charlie.
¿Qué carajo, cerebro?
Quiero decir, supongo que es mejor que los tipos sin rostro
con los que a veces me acuesto en mis sueños, pero odio a Zeph en
la vida real, así que ¿por qué él? Inclino la cabeza pensando
mientras trato de atar cabos. No me viene nada a la mente. ¿Quizás
sólo necesitaba un buen polvo de odio?
—Eres imposible hasta en los sueños. —resopla, y me río.
—Claro que lo soy, y sabes que te encanta, así que deja de
quejarte y fóllame de una vez. —suelto con sorna, tumbándome en
la cama y abriendo más las piernas en señal de invitación.
—Dudo que esa lengua sea tan afilada con mi tallo enterrado
en tu garganta. —refunfuña.
Me río de la palabra tallo y sacudo la cabeza.
—Nunca tendrás la suerte de descubrirlo. —Llamo a
Charlie.
—¿Qué estás haciendo? —exige Zeph, sus ojos dorados se
enfadan.
—Llamando para ver si Charlie aparece y me folla, ya que
está claro que no te interesa. —Hago un gesto hacia abajo, hacia
el tallo que no está enterrado hasta las bolas dentro de mí, a pesar
de mis muslos abiertos y la invitación verbal a hacerlo.
Él me gruñe y, finalmente, hace lo que se supone que debe
hacer cualquier buen hombre de sueños húmedos: me penetra
profundamente una y otra vez. Jadeo, gimo y le animo hasta que
me la mete a un ritmo que me encanta. Me penetra todo lo que

58
necesito, por dentro y por fuera, y sé que el épico orgasmo que
estoy a punto de alcanzar me hará ver las estrellas.
Reclama mis labios, el ritmo de nuestros cuerpos golpeando
el uno contra el otro, llenando la habitación sin paredes con mi
nuevo ritmo favorito. Nuestro beso termina mientras jadeamos
para llenar nuestros pulmones. Se abalanza sobre mí y sus labios
me muerden la oreja.
—Mi pareja. —declara, y le gruño.
—Tu nada. —Le respondo, inclinando la cabeza para que sus
labios y sus dientes tengan mejor acceso.
—Mi. Compañera. —repite con un gruñido, y sus caderas
marcan cada palabra.
Me aprieto contra su pecho hasta que nuestros ojos se
encuentran bloqueados.
—Nunca. —Me enfurezco, la realidad se desliza para
empañar el sueño y llenarlo de odio.
Puedo estar de acuerdo con lo carnal, pero si Zeph de mi
sueño cree que puede meterme esa mierda dominante en la cabeza,
se está buscando otra cosa.
Él se ríe, pero no hay una pizca de humor en ello.
—Gorrión, ya está hecho...
Jadeo y me siento recta en la cama. Jadeo, aspirando
desesperadamente profundas bocanadas de aire en mis pulmones.
Con los ojos muy asustados, miro a mi alrededor y descubro que
estoy en la habitación del árbol en la que estaba antes. Es de noche
y el espacio está sumido en las sombras. Me froto la cara con las
manos y gimo. Qué sueño más jodido. ¿Qué demonios ha sido todo
eso?
Una figura ensombrecida se levanta en la esquina, y chillo,
aterrorizada, y me alejo de ella. La figura envuelta en la oscuridad
se adentra en un resquicio de luz de luna y revela a Ryn. Parece
alarmado. Me llevo una mano al pecho y lo fulmino con la mirada.

59
—¡Me has dado un susto de muerte! —Le susurro gruñendo,
con el corazón martilleándome en el pecho y la respiración al borde
de la hiperventilación.
—¡Me asustaste! —Me susurra él—. ¿Por qué no me dijiste
que estabas herida? Casi te pierdo, Falon. —Me dice, acercándose
a mí mientras yo me levanto de la cama para poder rodearle. Estoy
completamente desnuda, pero estoy tan enfadada que ni siquiera
me importa ahora.
—¿Por qué no te dije que estaba herida? Me has disparado
desde el maldito cielo, Ryn, ¿cómo no iba a estar herida? —Le
espeto bruscamente, dando un paso para ponerme en su cara, más
bien en su pecho, porque el hijo de puta es condenadamente alto.
Eso me cabrea aún más. Ni siquiera puedo gritar e intimidarlo
como quisiera, porque es del tamaño de un edificio lleno de
músculos—. ¿Exactamente cuándo se suponía que te iba a revelar
algo? ¿Cuándo me asfixiaste hasta el punto de la inconsciencia?
¿Cuándo me escupiste una mierda criptica en la celda en la que me
desperté, antes de levantarte y desaparecer? ¿Debería habértelo
gritado cuando me puse delante de ti y de tu buen amigo Lazza?
Oh no, ya lo tengo, debería habérselo dicho a la perra psicópata que
enviaste para marcarme. La que me noqueó y luego salió corriendo
en cuanto volví a abrir los ojos.
Él da pequeños pasos hacia atrás mientras yo me adelanto con
rabia. Sus ojos se entrecierran y se llenan de frustración mientras
despotrico y vomito juicios e ira contra él.
—¡No sabía que eras tú la que estaba en el cielo! —Me gruñe.
Detiene su retirada y se inclina hacia mí, con sus rasgos y su
lenguaje corporal furiosos—. Creía que estabas a salvo en el Nido.
¿Cómo iba a saber que tu palabra no significa nada? —acusa.
—Oh, jódete. No tenía otra opción. Tal vez si tú y Zeph no
pensaran que estaba perfectamente bien dejarme en la oscuridad,
sobre todo, habría sabido en qué me estaba metiendo. —
contraataco.
—¿Dejarte en la oscuridad? —pregunta, avanzando hacia mí.

60
Retrocedo un paso antes de poder refrenar mis instintos de
huida y me niego a cederle más espacio.
—Sí, Ryn, me tienes volando aquí en la maldita oscuridad.
¿Te importa decirme qué estás haciendo aquí?
Él dobla sus gruesos brazos sobre el pecho, rozando mis tetas
desnudas. La sensación me recorre el abdomen, pero me niego a
distraerme por mis reacciones físicas ante él.
—Eso es lo que pensaba. —Suelto con sorna—. No podéis
cegarme y luego cabrearos cuando me golpeo contra algo por eso.
—No te estamos cegando, Falon, lo que estoy haciendo aquí
es complicado, y es entre Zeph y yo. Estamos en medio de una
guerra, y eso es todo lo que necesitas saber. —Me dice
crípticamente.
—Oh, bueno, en ese caso, volaré con mi feliz culo a casa,
como he estado intentando hacer desde que desperté en este agujero
infernal del mundo. No pertenezco aquí, y menos en medio de una
guerra que no entiendo ni me importa. —Le grito.
Él se mueve para taparme la boca y callarme. Le quito la
mano de un manotazo y nos enfrentamos.
—¡Ahora perteneces a este lugar, y tus obstinadas alas
deberían estar sanas y salvas en el Nido, esperando a que yo
regrese! —Me regaña.
—Bueno, eso nunca va a suceder, porque incluso si puedes
sacarme de este lugar, Zeph me matará si me llevas de vuelta.
Hago una mueca mental cuando ese último detalle se me
escapa de la boca. Es imposible que le cuente todo lo que ha
pasado. Si sabe lo que soy o lo que aparentemente soy capaz de
hacer, podría no ayudarme más, o peor aún, podría echarme a los
lobos como hizo su amigo. Zeph dijo que sería cazada y utilizada,
y eso es lo último que necesito mientras estoy atrapada aquí.
—¿Qué diablos pasó entre vosotros después de que me fui?
—exige.
Lo fulmino con la mirada.
61
—Es complicado y queda entre él y yo. —Me burlo,
repitiendo como un loro la patética excusa que acaba de darme.
Gruñe y levanta las manos en señal de exasperación.
—¡Eres imposible! ¿Por qué no puedes confiar en nosotros y
escuchar lo que te decimos que hagas?
—¿Por qué debería confiar en vosotros? —Le respondo con
una volea.
—Porque eres... —Se corta, con la molestia grabada en cada
uno de sus rasgos.
—¿Que soy qué? —Desafío, empujándole, harta de tanta
censura y omisión.
—Porque eres una grifo. —Remata, pero puedo sentir la
mentira, sentir lo incorrecto de lo que no se dice. El fuego arde en
mi interior y, en un parpadeo, mi visión cambia, mi tamaño
aumenta y el gruñido irritado de mi pecho resuena en la habitación
como el de un depredador que va a por todas.
—¡Paloma! —Aplaudo, el alivio y la excitación me invaden.
Se eleva por encima de él, cabreada, y en el asiento del
conductor de nuestro cuerpo de grifo. Estoy tan jodidamente feliz
de verla, y no puedo creer que mi discusión con Ryn haya dejado
de lado el hecho de que me estaba despertando por estar
supuestamente curada.
—Joder, Colega, te he echado mucho de menos, ¿estás
bien? —pregunto, escudriñando nuestra enorme forma de grifo en
busca de cualquier signo de lesión.
Ella me envía una ola de calor y luego una imagen de un león
que deja caer una pesada pata sobre su cachorro.
—¿Acabas de decirme en grifo que quieres que me calle?
—pregunto incrédulo—. Y si alguien en este escenario es un bebé,
esa serías tú, Palomita. —argumento.
Ella me envía otra imagen de una pata golpeando a un
cachorro. El cachorro sale volando, y la ola de pura satisfacción de

62
ella me recorre. Me quedo boquiabierta ante la bofetada mental que
acaba de recibir el grifo, pero el gruñido que aún retumba en
nuestro pecho ahoga mi indignación. Ella da un paso amenazante,
elevándose por encima de Ryn, y yo espero, deseando plenamente
que su grifo aparezca e intente ponernos en nuestro lugar. Paloma
está jodidamente cabreada, y le doy un choca los cinco mental,
contenta de ver que está tan harta de esta mierda como yo.
La curiosidad se abre paso a través de mi materia gris cuando
el grifo de Ryn no se pone en plan cavernícola y se desprende de
su cuerpo, listo para luchar. En cambio, la tristeza atraviesa su
mirada gris antes de dejarla caer al suelo. Él inclina la cabeza hacia
la izquierda, dejando al descubierto su cuello. Lo observo, sin saber
qué pensar de todo esto. Un zumbido de "eso es lo que pensé"
recorre a Paloma, que deja caer la curva de su afilado pico justo
donde el cuello de él se une a su hombro cincelado en piedra.
Ryn se pone rígido y ella suelta un gruñido de advertencia.
No puedo decir lo que está haciendo, pero parece que él está
caminando por una línea muy fina en este momento. Un
movimiento en falso, y puedo decir que ella lo destrozará. La
alarma se dispara a través de mí, y no sé qué hacer. Sí, estoy
enfadada con Ryn, y en mi mente, lo destrozaría con gusto, pero en
realidad no quiero que muera. Se lo dejo claro a ella,
bombardeándola con un montón de activa tu Chill* y de qué coño
estás haciendo, pero me ignora.
—Lo siento, no te deshonro de buena gana, pero están
pasando muchas más cosas de las que entiendes. —susurra
suavemente él, su aliento hace cosquillas en las plumas de nuestro
pecho.
A ella no le gusta nada esa respuesta. La furia me da un
puñetazo en la cara, y veo estrellas por el golpe mental. Paloma nos
echa hacia atrás y, en una fracción de segundo, sé lo que va a hacer.
Le grito que se detenga. Le ruego que entienda que, si lo mata,
podría significar nuestra muerte. Ella ha estado fuera de sí desde
que llegamos aquí, no conoce el lugar que ocupa Ryn entre los
Avowed. Me empujo hacia ella, luchando por recuperar cada
centímetro de nuestro cuerpo. Un chillido sale de nuestro pico
63
mientras luchamos por el control. Él parece confundido y retrocede
unos pasos tambaleándose mientras mi forma se debate entre
volver a encogerse dentro de mí y seguir siendo la grifo llena de
rabia que quiere hacerle pedazos.
Paloma y yo no nos contenemos; todo son tirones de pelo y
plumas, puñetazos en las tetas y golpes en los ojos mientras ambas
hacemos todo lo posible por tomar el control. Es sucio y brutal,
pero ninguna de las dos quiere dejar que la otra gane. Odio sentir
su dolor irracional latiendo en mis venas. Lo que sea que hayan
hecho Ryn y Zeph se siente como una traición en su forma más
pura, y es jodidamente difícil no querer dejar que ella acabe con él
y luego cazar a Zeph para hacer lo mismo.
Tengo que separar sus emociones y percepciones de las mías,
pero es como arrancar algo que está superpegado a tu piel. No tengo
otra opción si quiero que Ryn sobreviva, pero me está dejando en
carne viva, ensangrentada y dolorida.
Suelto un grito mientras empujo a Paloma con todo lo que
tengo. Me encuentro a cuatro patas, con todos los músculos que
poseo apretados por el esfuerzo que supone controlar mi forma.
Miro a Ryn, mis ojos cambian entre la mirada aguda que tiene ella
a la mía con cada parpadeo. Da un paso hacia mí, con los brazos
extendidos como si quisiera recogerme y ayudarme, pero sacudo la
cabeza, con un grito de advertencia que sale de mis dientes
apretados.
—¡Vete! —gruño, perdiendo ligeramente el control antes de
volver a sujetarla. Su mirada preocupada es desgarrada e insegura,
y no se mueve—. Vete, Ryn, o te matará. —Le grito, y él se sacude
como si le hubiera atravesado el pecho con una espada. Parece
horrorizado, luego aturdido. La incredulidad se filtra en su mirada,
y su vacilación me cabrea—. Fuera, o la dejaré. —bramo y siento
que mi cuerpo empieza a moverse cuando Paloma arremete contra
mi control como un animal salvaje y empieza a resquebrajarse.
La resignación se desprende de su aturdida mirada gris y
empieza a retroceder. El dolor le atraviesa la cara, pero estoy
demasiado concentrada en intentar mantenerlo vivo y de una pieza

64
como para preocuparme. Puede que no quiera que muera, pero eso
no significa que lo que sea que esté pasando esté bien. Me agito y
le ruego a Paloma que se detenga mientras él se acerca a la puerta,
y se dirige a mí con más fuerza. Mis sentidos y mi tamaño cambian,
y sé que estoy a segundos de perder esta batalla.
—¡Vete! —grito, el sonido es una demanda llena de terror.
Juro que veo que la devastación le atraviesa antes de que se
escabulla por la puerta. Ella grita furiosamente mientras
desaparece, y siento que nos rompemos en un millón de pedazos de
rabia, dolor y traición. No sé qué hacer con nada de eso. Estoy
enzarzada en una batalla con ella, y no sé qué hacer ni cómo
consolarla. Ella arde de abandono y se ahoga en la ira. Las lágrimas
corren por mi cara mientras luchamos la una contra la otra,
cambiando de grifo a mujer con cada respiración, las emociones
martilleándonos, ambas perdidas por todo ello.
Intento explicarle lo que ha pasado, ayudarla a entender
mientras me bombardean destellos de grifos, nudos y fuego. Está
claro que ninguna de las dos está entendiendo a la otra, y eso sólo
alimenta aún más la frustración y la lucha por el control. Duele
muchísimo, nuestros huesos y músculos se rompen y se reforman
una y otra vez, mientras no podemos decidir quién debe liderar.
Una voz masculina grita algo desde la puerta, y juro por Dios
que, si Ryn vuelve a entrar en esta habitación, se merecerá lo que
ella quiera hacerle. Grito mientras mis hombros saltan y los huesos
de mi espalda comienzan a desgarrarse. Unos ojos desiguales
aparecen frente a mi cara. Están llenos de preocupación y preguntas
mientras me observa. El asombro y la sorpresa me invaden, y
Paloma se detiene de repente. Jadeo cuando mi cuerpo deja de
moverse y luego grito cuando mis huesos vuelven a tener mi forma.
—¿Qué está pasando? —pregunta Treno, tirando de mí hacia
su regazo, con la angustia recorriendo su cuerpo.
—Peleando. —gimoteo sin ganas, jadeando y temblando por
la adrenalina que nos recorre a las dos.

65
—¿A qué te refieres? —pregunta, pasando sus manos por
encima de mí y luego mirando alrededor de la habitación como si
esperara encontrar un oponente escondido en las sombras o en las
lianas.
Luchando contra mi grifo. —añado—. Está enfadada y no
puedo dejar que mate... —Me quedo con un gruñido cuando
Paloma me golpea internamente.
La mirada de Treno es comprensiva, pero estoy demasiado
ocupada gritándole mentalmente a ella y tratando de descifrar sus
imágenes como para prestarle mucha atención.
—No sé cuál es tu puto problema. ¡Pero no puedes ir por
ahí matando todo lo que te gusta! Yo no quiero morir, ¡y andar
asesinando a gente sólo va a conseguir que nos maten a las dos!
—Le grito.
De nuevo me asaltan imágenes de grifos, nudos, fuego, un
teléfono, telas cosidas y sexo de la variedad de grifos y personas.
—¡No sé qué significa eso! —Le grito por milésima vez, y
ambas nos damos la espalda y nos cabreamos frustradas.
No sé cómo todo ha salido tan mal en tan poco tiempo, pero
no sé si podré soportarlo. Una cosa es que todo en el exterior esté
jodido, pero esta batalla ahora entre dos trozos de mi esencia se
siente como la puta gota que colma el vaso. Treno me pregunta
algo, pero un sollozo se abre paso en mi pecho. De la nada, un
ejército de ellos inunda mi garganta y salen por mis labios,
armándose con las lágrimas que caen por mis mejillas. Me tapo la
cara con las manos, como si de algún modo fuera a atrapar a este
batallón de devastación, pero no puedo contenerlas todas. Ya ni
siquiera sé por qué lo intento.
Treno me envuelve, sus brazos me sostienen con fuerza,
mientras yo me fragmento y me hago astillas. Sus labios se mueven
contra mi oído, pero no puedo oír lo que me dice mientras desangro
mi dolor y mi frustración. Hay una vocecita en el fondo de mi
mente que me dice que no conozco a este tipo y que debería dejar

66
de perder la cabeza por él inmediatamente, pero no me importa.
Estoy cansada de luchar sola y de no entender nada.
No sé dónde poner los pies ni hacia dónde apuntar mis alas.
No sé qué es seguro, ni cómo detectar las amenazas. Me siento
jodidamente desesperada. Nunca había tenido que navegar por esa
emoción antes de venir aquí, ni cuando murieron mis padres ni
cuando murió mi abuela, ni siquiera cuando creía que estaba
latente. Entonces me despierto en el Nido y me entero de que toda
mi vida es una mentira y una mierda, y todo lo que parece que
puedo sentir es impotencia y.… estoy abrumadoramente
desesperada.
Una mano me acaricia desde la coronilla hasta la parte baja
de la espalda, donde termina mi pelo. Repite esta acción una y otra
vez, deshaciendo suavemente los enredos, mientras mis sollozos se
ralentizan. Las respiraciones estremecedoras marcan mi dolor y
mis reservas de lágrimas se secan. Todo lo que me rodea se queda
en silencio, pero esa mano sigue acariciando mi pelo mientras me
abrazan con fuerza pegándome a él. Me empapo de su calor y me
envuelvo descaradamente en su comodidad.
Respiro y me dejo llevar por una calma vacía, con todas las
emociones de mi cuerpo purgadas. Dejo caer las manos en mi
regazo y apoyo la mejilla en un cálido hombro. Nos quedamos así
un rato. Lo respiro. Paloma evalúa la situación con curiosidad
mientras sigue haciéndome la pelota. Treno me pasa la mano por
la cabeza y la espalda, y todos existimos y nos acomodamos en una
especie de paz adormecida.
—¿Qué puedo hacer para ayudar? —Me pregunta en voz baja
después de un rato.
Pasan varios latidos antes de que respire profundamente y
responda.
—Necesito respuestas, conocimiento. Necesito entender todo
lo que pueda para tratar de darle sentido a todo esto. No quiero
seguir sintiéndome perdida ni desesperada. —Confieso en voz
baja.

67
Su mano se mueve suavemente hacia la parte baja de mi
espalda y se detiene allí.
—Muy bien entonces, vamos a buscar algunas respuestas.
Me incorporo, sorprendida por su fácil contestación.
—¿Cómo? —cuestiono, con la esperanza y la incertidumbre
luchando dentro de mi pecho.
—Podemos empezar por los archivos, a ver si encontramos
allí lo que buscas. Si no encontramos nada, podemos consultar a
los videntes. Si tenemos que peinar las Montañas Amarantinas
hasta encontrar el lugar donde despertaste y buscar pistas y
respuestas en la zona, lo haremos. Puede que tengamos que esperar
hasta que la guerra termine, pero no dejaremos de buscar respuestas
hasta que las tengas. —Me tranquiliza, apartando mechones de pelo
de mi cara.
Mis ojos rebotan entre su ojo azul y su ojo morado. Los
escudriño y luego su rostro en busca de cualquier indicio de engaño
o simplemente de broma, pero no veo nada más que calidez y
ternura allí.
—¿Así de fácil? —pregunto, sin poder evitarlo.
El ceño de Treno se frunce ligeramente ante mi pregunta y
estudia mi rostro.
—Sí. —responde simplemente. Sube la mano y me roza la
mejilla con el dorso de los dedos.
Vale. —acepto, y mi mirada se posa momentáneamente en
sus labios antes de moverme para salir de su regazo.
Se levanta conmigo y me dirijo a la puerta, dispuesta a ver
qué podemos encontrar.
—Tal vez quieras vestirte primero, flor. —dice a mi espalda
con una risita.
Miro hacia abajo y rápidamente recuerdo que estoy
completamente desnuda.
Mierda.
68
Me doy la vuelta y pillo a Treno recolocándosela. Lleva unos
pantalones de cuero suave y una túnica bien ajustada. El hambre se
despliega en mis entrañas y rastreo cada línea de músculo y cada
extensión suave de tela sobre su increíble cuerpo con ojos
necesitados. Su larga cabellera blanca cae sobre un hombro, y
quiero echarla hacia atrás para que ningún centímetro de la parte
superior de su cuerpo quede obstruido. La satisfacción crece como
una semilla en mi pecho, y toso y entrecierro los ojos ante su
presencia.
¡Paloma!
Sé sin lugar a duda que la pequeña pájara ha vuelto a joderme.
Puede que ahora mismo esté haciendo pucheros en un rincón, pero
sabe que nada me cabrea más que cuando me revuelve las
hormonas. Una pensaría que la amenaza alada habría aprendido la
lección con Ryn y Zeph, pero no, aquí vamos de nuevo.
Parpadeo y trato de despejar mi cabeza de la niebla de lujuria
que se extiende por mi mente.
—No tengo ropa. —Le digo, ignorando la pesadez de mis
pechos y la excitación que me recorre los muslos.
Él sonríe lentamente.
—Bueno, entonces tendremos que arreglar eso también,
supongo.
—Oh, ¿supones? —pregunto con una risita coqueta que me
hace abofetearme mentalmente y ladrar un constante, chica, para
como si eso solo fuera a acorralar mi libido y obligarla a
comportarse.
Escudriño su cuerpo una vez más en busca de mis bancos de
memoria y luego corto esa mierda. Respuestas, conocimiento y un
plan... eso es en lo que tengo que centrarme. Los abdominales, los
gilipollas y los cambiaformas no son más que problemas, y he
terminado con ellos, carajo.
Tal vez.
Probablemente.

69
Definitivamente.
*Sons of Anarchy: Hijos de la Anarquía, serie de televisión (2008 & 2014) que narra la vida de un club de
moteros. *Chill: frío, aquí Falon le está indicando a Paloma que enfríe su temperamento.

70
5

E
l pesado tomo que tengo en mis manos se cierra con
un golpe, y suelto un suspiro. En este tampoco hay
nada. Le ofrezco una pequeña sonrisa al archivero que
pasa junto a la mesa que Treno había traído aquí sólo para mí. Me
levanto lentamente para ir a buscar la siguiente edición en los
extensos registros genealógicos que los Avowed han guardado de
su gente. El único problema es que los grifos y los Ouphe viven
casi eternamente. Los registros de su ascendencia llenan varios
edificios por sí solos, y me va a llevar un tiempo revisar los
últimos quinientos años, que es por donde empecé. Estoy bastante
segura de que mis padres no tenían más de quinientos años, pero
cuanto más aprendo sobre los grifos y los Ouphe, más empiezo a
preguntarme.
Subo varios tramos de escaleras y vuelvo a colocar el censo
que acabo de pasar dos días revisando. Saco el siguiente volumen
encuadernado en negro de la estantería y miro hacia abajo,
sorprendida de ver la escritura. Hasta ahora, los registros de aquí
no han sido etiquetados en los lomos ni en las portadas. Imagino
que este lugar sería la versión de una pesadilla para un bibliotecario
analmente exigente, así que me sorprende ver el título dorado en la
portada de este. Me asombra aún más cuando leo de qué se trata.
La llamada: Comprender el cortejo y los hábitos de apareamiento
de los grifos. Mis cejas se hunden por la confusión. ¿Cómo ha
llegado esto aquí?
Saco el siguiente libro de la fila y abro la conocida cubierta
negra. Es el volumen que estoy buscando. Me debato por un
segundo en devolver el extraño libro de citas y apareamiento de los
grifos al lugar donde lo encontré, pero la imagen de algún
bibliotecario enfadado gritando nooooo en algún lugar del universo
me hace llevarlo conmigo de vuelta a mi mesa. Con suerte, los
archiveros que siempre andan revoloteando por ahí podrán

71
encontrar el lugar que le corresponde. Apilo el censo y lo abro para
empezar a escanearlo en busca de los nombres de mi madre, mi
padre o mi abuela mientras vuelvo a mi mesa. Doblo una esquina
y me choco con un cuerpo grande y duro.
—¡Mierda, lo siento! —Me disculpo mientras reboto y
compruebo si la colisión ha jodido alguno de los preciosos libros
que juré a un archivero que no dañaría.
—¿Qué estás haciendo aquí? —exige Ryn, y mi mirada se
levanta para encontrar la suya gris tormentosa mirando a su
alrededor como si estuviera comprobando si alguien nos observa.
No hay nadie.
Me pongo en tensión, esperando a ver si Paloma se asusta por
su repentina aparición, pero ni siquiera se mueve. Lleva un par de
semanas enamorada de Treno y de su ayuda; parece que el
encaprichamiento que sentía por Ryn se ha apagado oficialmente.
Levanto un par de muros mentales por si acaso ella está haciendo
una jugada rápida y esperando a que baje mis defensas para poder
arrancarle la cabeza.
—¿Cómo has entrado aquí? —exige de nuevo en un susurro
furioso. Me agarra del brazo y me empuja hacia un pasillo.
—Suéltame. —gruño, arrancando mi bíceps de su agarre y
poniendo distancia entre nosotros—. Treno me ha traído aquí,
gilipollas.
Me muevo para rodearlo, pero él se interpone en mi camino
y me empuja hacia atrás hasta encajonarme contra una estantería.
Un gruñido profundo llena el espacio entre nuestros pechos, y no
puedo decir si es suyo o mío.
—Cuidado, Ryn. Ya detuve a mi grifo una vez, no lo volveré
a hacer. —Le amenazo, mientras él se aprieta más contra mí.
No se me escapa como sus ojos grises se tiñen de dolor de
repente, antes de que parpadee y desaparezca.
—¿Por qué te ha traído aquí el Altern? ¿Está aquí ahora
mismo? —pregunta, con la ansiedad recubriéndolo.

72
—No, ha estado con Lazza toda la semana. ¿No debería
saberlo, siendo usted comandante y el tercero del Syta? ¿No tienen
los varones una gran guerra que planear? —Me burlo.
—Falon, ¿por qué te trajo Treno aquí? —Me ladra en voz
baja, y algo en su tono hace que deje de intentar presionar sus
botones.
—Porque le pedí que me ayudara a buscar respuestas, y a
diferencia de otras personas, él me está ayudando a encontrarlas.
—respondo rotundamente.
—¿Lo has hecho? —replica él, con la mirada ahora
desconcertada.
—¿Hacer qué?
—Has encontrado alguna respuesta.
Suspiro.
—Todavía no.
Su mirada baja a mis labios durante un segundo.
—Avísame si lo haces. Ah, y no le digas a nadie que me has
visto aquí.
—Oh, ¿entonces lo de siempre? —Me río como si fuera una
alegre chica que toma un pedido en el autoservicio. —Él me mira
confundido—. Lo de siempre. —repito—. Ya sabes, una gran
ración de vaguedad, con una parte de críptico. Mantén la verdad, y
añade una pizca de fastidio y arrogancia. Ah, y no te preocupes, no
me he olvidado de que te gusta todo rematado con una gran
cucharada de espera que esté de acuerdo con todo... derretido, por
supuesto.
Se queda mirándome sin comprender. Pongo los ojos en
blanco y abro la boca para preguntarle por qué carajo le contaría lo
que encuentro, pero de la nada, se va.
¿Cómo demonios ha hecho eso? ¿Este tonto es Batman o
algo así? Su olor se aleja de mí, y por un segundo me siento tentada
de seguirlo con la esperanza de obtener alguna respuesta al porqué

73
de toda esa mierda de capa y espada en los archivos. Son sólo
libros. ¿Por qué iba a importarle a alguien que estuviera aquí? Me
quedo parada un segundo e intento pensar en qué ha sido todo eso.
No consigo nada.
Me alejo de la estantería en la que sigo apoyada y lo atribuyo
a más basura de secreto oculto. Esa mierda parece no acabar nunca
cuando se trata de ellos. No he visto al espía de ojos verdes desde
el día en que me marcaron de forma falsa, y nadie más que el
archivero me echa un vistazo. No es que haya pasado mucho
tiempo en otro lugar que no sea aquí y mi habitación. He estado
haciendo exactamente lo que me dijeron que hiciera, o sea, pasar
desapercibida y mantenerme lo más lejos posible de Lazza y su
pandilla.
Con la excepción de Treno, es decir. Sí, es el hermano
pequeño del Syta, pero es lo más alejado del mal que puede haber.
Eso, y nadie me ha susurrado pssst desde los arbustos y me ha dicho
que no se me permite salir con él. No es que vaya a obedecer,
aunque lo hagan.
Vuelvo a bajar a mi mesa y empiezo a hojear las páginas. Voy
por la mitad cuando mi corazón da un pequeño salto en el pecho.
Parpadeo los ojos y me inclino hacia ellas, buscando cada nombre
familiar con ojos ansiosos.

Noor Solei: Nacida en 1619, hija de Anik Solei y Verse Solei.

Murió -.

Emparejada -.

Ver escritos archivados XCPU.529 recuperados en el año 1927.

74
Noor Solei... ¿podría ser una coincidencia? El nombre de mi
madre y mi segundo nombre justo ahí al lado. El apellido de la
abuela era Steward, pero ¿y si ese era su nombre de casada y no el
de soltera? Tal vez he estado buscando la combinación equivocada
todo este tiempo.
Leo las dos líneas de información cuatro veces antes de que
un archivero que pasa por allí llame mi atención.
—Disculpe. —Le hago un gesto frenético con la mano.
Me levanto de la silla y tengo que agacharme rápidamente y
cogerla antes de que el respaldo se estrelle contra el suelo. Me
enderezo y vuelvo a girar para saludar al anciano con la túnica. No
me pierdo su resoplido de irritación y me erizo cuando se acerca a
mí. Mentalmente, añado a este tipo a la lista de trabajadores a los
que no les gusta que ocupe espacio. En este momento, la
proporción es de cincuenta por ciento.
—¿Puedes ayudarme a encontrar esto? —pregunto,
señalando la línea y las letras mencionadas junto a lo que podría
ser el nombre de mi madre.
—Puedes presentar una solicitud formal para ello, y yo la haré
llegar a los canales adecuados. —Me responde monótonamente.
—¿No puede indicarme la planta y la estantería correctas? —
Le cuestiono, tratando de evitar la impaciencia en mi voz.
No. Aunque fuera tan sencillo —afirma con arrogancia—,
estas colecciones no se guardan en este edificio.
—¿En qué edificio se guardan? Estaría más que feliz de ir allí
y facilitar las cosas. —Me ofrezco con excesiva dulzura.
Entorna los ojos como si hubiera dicho algo muy ofensivo.
—El Altern te ha permitido estar aquí y ha decretado que te
ayudemos. Eso no te da vía libre para explorar todos los archivos
que existen. Presentarás una solicitud, que será revisada por la
autoridad competente. Si se aprueba, los escritos que ha solicitado
le serán entregados.

75
—¿Y cuánto tiempo llevará eso? —inquiero, quitando el
azúcar de mi tono.
—El tiempo que haga falta.
Inclino la cabeza de una manera en la que acabas de follar
con la perra equivocada. Llevo semanas buscando pistas. Por fin
encuentro una, y este pomposo charlatán cree que es hora de
ponerme en mi sitio.
—Paloma. —Le digo mentalmente, con un tono azucarado—
. Despierta, dormilona. —Vuelvo a intentar cuando siento que se
revuelve y luego prácticamente se da la vuelta y me ignora. Golpeo
mentalmente con el pie y cruzo los brazos sobre el pecho ante sus
travesuras—. Deja de hacer pucheros, colega, o te quitaré tu
nuevo juguete favorito. —La amenazo, invocando una imagen de
Treno con hoyuelos y empujándola hacia ella.
No acepta mi farol.
No hay problema. Me encargaré yo misma de ese capullo.
Repaso rápidamente las posibles consecuencias si por
casualidad golpeo al imbécil. Pero, aunque me encantaría hacerlo
ahora mismo, esta es sólo la primera pista. Tengo que ser
agradecida y recatada hasta que tenga todo lo que necesito, y
entonces localizaré al cabrón y le haré saber exactamente lo que
pienso de su arrogante indiferencia.
—¿Cómo te llamas? —Le pregunto con calma, estudiando
sus rasgos para poder recordarlos fácilmente por si acaso da un
nombre falso.
—Purt. —contesta finalmente después de mirarme durante un
tiempo sospechoso.
—Purt, me gustaría presentar una solicitud formal para ver
estos documentos.
Toma nota a regañadientes de lo que le señalo y, acto seguido,
gira sobre sus talones y se aleja corriendo. La irritación se apodera
de mí mientras vuelvo a sentarme y sigo buscando en las páginas
el nombre de mi padre y de mi abuela. Es entonces cuando me doy

76
cuenta. Esa no puede ser mi madre, el nombre de pila de la abuela
era Sedora, no Anik... o tal vez fuera Verse la madre; es difícil
distinguir el género con estos nombres tan raros.
Suspiro y dejo que la emoción de encontrar una posible pista
se esfume. ¿Quizás el nombre de mi madre y mi segundo nombre
eran comunes aquí? Una vez más, asumo que mi familia era
realmente de este mundo. Tal vez mis padres nunca pisaron este
lugar, y sólo estoy leyendo demasiado en los recuerdos
fragmentados y en un anillo que se desmorona. Podría haber sido
portado aquí por el Portal simplemente porque estaba en el lugar
equivocado en el momento equivocado.
Dejo que esos pensamientos floten en mi mente durante un
rato, pero incluso mientras lo hago, no me suena a verdad. Tal vez
sea una ilusión, pero no puedo creer que todo esto sea una
coincidencia. Las cosas que sé... lo que soy... es imposible que todo
sea por casualidad. Cierro los tomos que he estado hojeando y me
vuelvo a sentar en la silla con un resoplido.
—¿Hoy no ha habido suerte? —pregunta una voz grave y
familiar desde detrás de mí.
Paloma se incorpora como un golden retriever hiperactivo
que no puede evitar mover el culo. La miro de reojo.
—¿Ahora te despiertas? —Observo, con una fuerte dosis de
juicio en mi tono. Ella me envía una imagen de una persona
espantando una mosca. Resoplo con incredulidad—. Claro, porque
yo soy la mosca cojonera en este escenario. —Le enseño una
imagen de moscas en la mierda y luego le muestro otra imagen de
ella tratando de ser toda colmilluda con Treno—. No veo mucha
diferencia, ¿y tú? —Le pregunto.
Noto cómo pone los ojos en blanco y sacudo la cabeza.
Debería agradecer que me hable. Es lo máximo que nos hemos
dicho desde la pelea por Ryn. Miro por encima del hombro y veo
cómo Treno se acerca a mí. Intento no apreciar su larga zancada y
su poderosa presencia, pero Paloma me está inundando de
hormonas. Esa mierda me obliga a apreciar cosas tontas como su
forma de caminar o el modo en que su pelo se levanta con la brisa.
77
Paloma es un bicho raro.
—Hoy no ha habido suerte. —admito, dándome la vuelta para
mirar mi pila de libros. Pone una mano a cada lado de mí y se
inclina para ver los tomos de la mesa—. Pensé que podría haber
encontrado algo, pero resultó no ser nada. —continúo, mientras él
inhala profundamente mi cabello.
No sé si es consciente de que no es tan disimulado al
husmearme, pero tampoco lo señalo. Así que le gusta olerme,
podría ser peor. Podría ser un idiota furioso. Una imagen de Zeph
chispea en mi mente, y al instante me inunda la irritación.
—¿Qué pasa? —pregunta él, que aparentemente capta las
sutiles señales de fastidio que ni siquiera sabía que estaba
emitiendo.
—Nada, sólo que no todos en este lugar son muy serviciales.
Quiero respuestas, pero también quiero golpear cosas. —Le
confieso con una risa hueca.
—¿Dime a quién tengo que matar? —Suelta despreocupado,
y me río sin poder evitarlo.
Inclino la cabeza hacia atrás y le clavo la mirada. Él me
observa fijamente, sin los rastros de humor que espero que haya en
sus ojos de distinto color. Nos miramos fijamente durante un
momento y me doy cuenta de lo fácil que sería para él reducir la
distancia entre nuestros labios. Me pregunto cómo sería besarle en
esta postura, y luego me pregunto cómo sería besarle normalmente.
Retiro mis ojos de los suyos y me incorporo.
—Bueno, no puedo acelerar la búsqueda de respuestas, pero
quizá pueda ayudar con lo otro. Tengo trabajo que hacer, ¿quieres
venir conmigo? —pregunta, con su sonrisa y su hoyo en la barbilla
a punto—. Puede que consigas golpear algunas cosas. —añade con
una prometedora voz cantarina.
—Bueno, en ese caso... —Empiezo, y se ríe y retira mi silla
de la mesa.

78
Me levanto y me hace un gesto para que le siga fuera de los
archivos. Por un momento dudo en abandonar mi búsqueda de
información, pero llevo todo el puto día con esto. Por no hablar de
que, si tengo que volver a tratar con ese estirado de Purt, puede que
haga algo que consiga que me expulsen de este lugar, y entonces sí
que me arrepentiría. Me doy permiso para tomarme un descanso,
por el bien de todos, y pasar a seguir a Treno.

79
7

— ¿ Dónde estamos? —pregunto mientras aterrizo y pliego


las alas detrás de mí.
Treno ya está caminando hacia la línea de árboles en el borde
del claro en el que acabamos de aterrizar. Miro a mi alrededor en
busca de los guardias que nos acompañaron en nuestro vuelo hasta
aquí, pero no los veo por ningún lado. La emoción me recorre
cuando Treno sonríe por encima de su hombro y me indica que le
siga. Por una fracción de segundo, me pregunto si es prudente
seguir a alguien en medio de la nada, independientemente del
mundo en el que te encuentres, pero Paloma está despierta y tan
ansiosa como yo. Con suerte, si esto se va a la mierda, ella
intervendrá y arrancará algunas cabezas.
Sorteo los grandes troncos de los árboles y prácticamente
tengo que correr para seguir el ritmo de Treno y sus largas piernas.
De repente, la poderosa zancada por la que babeaba antes no es tan
bonita. Los árboles son de un color diferente a los del bosque que
rodea el Nido. La corteza es pálida y carece de los tonos rojos que
vi en los enormes árboles que protegían la fortaleza de los Ocultos.
Su tamaño aquí es grande, pero no se acerca a los gigantes del
tamaño de una secuoya que me dieron refugio cuando estaba
huyendo de Ryn y Zeph.
Él se detiene y se agacha entre dos árboles. Traza algo en la
tierra. Le alcanzo y me agacho para ver qué es lo que hace brillar
su mirada con determinación y emoción. Todo lo que veo es un
charco de barro.
—¿Qué está pasando? —pregunto en un susurro, pensando
que tiene que haber algo más aquí y no lo entiendo.
—¿Por qué susurras? —Me pregunta mientras se levanta y
comienza a desatar los lazos de su túnica.

80
—No lo sé, me pareció apropiado. —respondo en otro
susurro, sin poder evitarlo mientras miro a mi alrededor.
El bosque está inquietantemente silencioso, y hay una densa
niebla pegada a los árboles en la distancia. Si a esto le añadimos el
charco de felicidad con el que estaba jugando Treno, sigo sin tener
ni puta idea de lo que está pasando.
—¿Por qué te quitas la ropa? —Exijo cuando lo miro y él ha
empezado a desatarse los pantalones.
Se ríe.
—Para tener ropa con la que cambiarme cuando terminemos.
—afirma como si fuera obvio.
—¿Terminar de hacer qué? —Exijo de nuevo, la
exasperación colorea ahora mi tono.
—Defenderlos... a ellos. —afirma con firmeza y luego señala
algo por encima de mi hombro.
Tengo la sospecha de que no quiero girarme para ver de qué
coño está hablando. Con mi suerte, será un T-rex o algo así.
Sorpresa, eres una grifo... ¡oh, y también vives en Parque
Jurásico ahora! ¡Cuidado con los lagartos a los que les crece el
cuello!
Como una niña tonta en una película de terror, me doy la
vuelta lentamente y busco en la dirección que está señalando. No
veo nada más que árboles. Me río y sacudo la cabeza. No puedo
creer que haya caído en el truco de rápido de mirar hacia allá.
Apostaría dinero a que Treno estará desnudo y tentador cuando me
dé la vuelta. Estoy a punto de decirle ja, ja, buena, cuando un
movimiento en la distancia me hace detenerme.
Cuatro cosas que había confundido con troncos de árboles se
mueven, de una en una, en la distancia. Los sigo y subo y subo
hasta que mi cabeza se inclina hacia atrás, y tengo la sospecha de
que me voy a cagar encima.
—¿Qué demonios es eso? —pregunto, retrocediendo varios
pasos, aunque lo que sea no está ni siquiera cerca... todavía.
81
Él se ríe y se acerca a mí.
No mires hacia abajo. No mires hacia abajo, empiezo a
corear porque estoy noventa por ciento segura de que ahora está
desnudo.
—Eso es un Cynas. —anuncia despreocupadamente, como si
la jirafa sobre zancos, con la larga cabeza de jabalí peluda y la
cornamenta, no fuera gran cosa.
—¿Y vamos a matarlo? —pregunto, con un chillido inseguro
en mi tono.
—Por supuesto que no. —Se ríe como si acabara de decir algo
que le parece adorable.
El Cynas se acerca, moviéndose como una de esas grandes y
extrañas máquinas andantes sacadas de una película de Star Wars.
—Se ha informado de una infestación de Mogus en la zona.
Les gusta anidar en madrigueras que los Cynas ya han establecido,
y eso los expulsa a ellos. Así que vamos a impedir que eso ocurra.
—Me dice, con un tono heroico y orgulloso.
¿Los Cynas no pueden encontrar un nuevo lugar para vivir, o
defenderse? —pregunto mientras veo más de ellos moviéndose en
la distancia. Parece que están pastando en las copas de los árboles.
—No, son criaturas muy pasivas. Los Cynas son útiles para
muchas cosas. Los Mogus no lo son. Así que hoy vamos a
ahuyentar a los Mogus para que los Cynas se queden aquí, donde
queremos que estén. —explica.
—¿Y un Mogus qué es exactamente? —pregunto y vuelvo a
seguir el brazo extendido de Treno cuando señala algo al lado de
los extraños seres que pastan.
Tengo que entrecerrar los ojos para concentrarme en lo que
me está mostrando, y justo cuando logro distinguirlo, la cosa
voladora se lanza tan rápido que no puedo seguirla. El Cynas emite
un sonido que está entre un mugido y un balido, y me tapo los oídos
por su abrumador volumen. Varias criaturitas se lanzan en picado
sobre la cabeza del animal, y me doy cuenta de que los Mogus de

82
los que habla Treno no se limitan a entregar un aviso de desahucio
a los pobres cuyas casas roban, sino que los atacan y los ahuyentan.
Bueno, eso es una jodida grosería.
—Yo voy a desalojar a los Mogus del Cynas Principal; tú
desaloja a los otros de su compañero, que es ese...
Escudriño a la izquierda hasta que encuentro a otro Cynas
pisoteando el bosque en un esfuerzo por escapar de los molestos
bichos.
—¿Y cómo hago eso exactamente? —pregunto, dando otro
paso atrás justo para descubrir que ahora me he apretado contra el
cálido cuerpo de Treno.
Sí, definitivamente está desnudo.
—Bueno, dijiste que querías golpear cosas... —responde,
interrumpiéndose.
Mierda. Yo dije eso en voz alta. ¡Boca estúpida diciendo
cosas estúpidas!
—Cierto, pero me refería a un tal Archivista... ¡no a híbridos
Campanilla-mosquito sobredimensionados! —Me defiendo.
—Los Mogus son molestos para ellos, pero no son una
amenaza para nosotros, flor. Si no quieres matarlos, haz con ellos
lo que están haciendo con los Cynas, moléstalos lo suficiente como
para que se vayan y dejen en paz a nuestra manada. Deja que tu
grifo tome las riendas. Creo que te sorprenderá lo bien que os lo
pasaréis las dos.
Se aleja de mí, y lo siguiente que sé es que su grifo está
saltando en el aire y volando hacia los que tengo delante. El grifo
de Treno es completamente blanco, excepto sus patas delanteras y
su pico, que son de color amarillo tostado. Estoy hipnotizada
mientras se mueve por el cielo como una nube depredadora. El sol
me ciega por un momento al reflejarse en sus plumas como lo hace
en la nieve, y juro que los cielos cantan su aprobación mientras se
mueve por el cielo. O tal vez sólo sea Paloma.

83
Como si mi pensamiento conjurara al demonio de Tasmania
con alas, ella golpea sin piedad la pared que nos separa. Me agarro
la cabeza mientras una palpitación comienza justo detrás de mis
ojos.
—¿No te duele? —pregunto, con un tono que destila juicio—
. ¿Qué coño ha sido eso, Colega?
Vuelve a pegarse a mí, y puedo sentir cómo su desesperación
y su excitación por tomar el control sangran en nuestros miembros.
—¿Te gusta esto? —pregunto, sorprendida.
Ella muestra una imagen de grifos volando juntos y jugando,
y yo suelto un bufido incrédulo.
—Sólo quieres jugar a las patas y a las alas con Treno. —
bromeo, como si fuera el equivalente en grifo al footsie*.
Vuelve a golpearse contra mí y gruño.
—Sujeta las putas plumas de la cola. Deja que me desnude
primero para que no destroces los únicos pantalones que el sastre
nos hizo. Créeme, los necesitamos. ¿Has visto los vestidos? —Le
pregunto mientras empiezo a desabrocharme la camisa y los
pantalones—. Más bien retazos de tela colocados
estratégicamente, si me preguntas. —añado, tratando de
apresurarme.
Su necesidad me recorre, poniéndome nerviosa. Ha dejado de
intentar forzar el control ahora que sabe que voy a entregarlo
pronto, pero la inquietud y la adrenalina me inundan igualmente.
Me saco la camisa por encima de la cabeza y me bajo los pantalones
antes de doblar la ropa y dejarla ordenada en la base de un árbol
frente al montón de telas desordenadas de Treno.
—Vale, preciosa, confío en ti. Por favor, no hagas que nos
maten o nos conviertan en comida de Mogus.
Dejo caer el muro que nos separa y me repliego sobre mí
misma todo lo que puedo mientras ella se abre paso, y nuestro
cuerpo se resquebraja y se transforma hasta que desgarramos lo que
soy yo y explotamos en lo que es ella. Estiramos nuestras enormes

84
alas y chillamos de emoción por lo bien que nos sentimos. Estar
encerrada todo el tiempo apesta, y hago una nota mental para
incorporar más tiempo de grifo en cada día. Ella nos dispara hacia
el cielo, con nuestras fuertes alas haciendo exactamente aquello
para lo que fueron creadas.
El viento roza mis plumas y mi pelaje como si nos saludara y
nos invitara a jugar. Paloma nos hace girar y damos vueltas en el
cielo, acortando la distancia entre el cielo despejado y los Cynas.
Un mugido aterrador llena el aire a nuestro alrededor, y miramos
para encontrar a los otros Cynas tratando de empalar a los bichos
con sus cuernos.
Maldita sea, esos Mogus lo están petando.
Treno es tan rápido que sólo puedo distinguir una raya blanca
a través de las agujas de pino y las hojas de los árboles mientras
caza a sus objetivos. En lugar de asustarse por el grito de guerra de
los gigantes, hay canto en la sangre de Paloma. La empuja y hace
que quiera destruir a los molestos mierdecillas que fastidian a la
pobre hembra a la que se nos ha encomendado ayudar. Veo a un
cabrón con alas de libélula lanzándose a por la hembra de pelo largo
y cabeza de jabalí, y Paloma sale como una bala en su persecución.
Se lanza a la caza, encajándonos entre la extensa gama de
cuernos de los Cynas como si estuviéramos enhebrando una aguja.
Se acerca lo suficiente y consigue golpear a la cosa con su pata
delantera con garras. El Mogus sale disparado del cielo y se estrella
contra un árbol, donde salpica como un insecto en el parabrisas.
Nosotras gritamos triunfantes como si hubiéramos conseguido algo
épico. Me río y la animo mientras cazamos otro, y ella se
enorgullece de mis elogios. Está completamente en su elemento
mientras perseguimos, matamos y bombardeamos a más bichos
desprevenidos.
Empiezo a tararear canciones de la banda sonora de Top Gun,
y ella revolotea, da volteretas, salta, dispara y se lanza en picado
hasta que hemos eliminado casi todas las plagas de los alrededores
de nuestras protegidas. Sin embargo, los últimos cabrones que
quedan no están poniendo las cosas fáciles. Estas pequeñas zorras

85
tienen más cerebro que los otros. Nos obligan no sólo a
perseguirlas, sino también a esquivar a la Cynas, que pierde la
paciencia e intenta tomar las riendas del asunto.
Paloma y yo casi somos ensartadas por sus cuernos y
colmillos un par de veces. El largo pelo marrón que cubre la cabeza
de la hembra también es un obstáculo, ya que se sacude
periódicamente como un perro tratando de secarse, y casi nos
enredamos en los mechones sarnosos que caen casi hasta sus
rodillas. Su cola, parecida a la de una jirafa, se agita mientras un
Mogus intenta esconderse detrás de ella. Miro hacia abajo y siento
pena por el bosque aplastado a los pies del animal mientras pisa
troncos redondos y llenos y los rompe como si fueran palillos en
un esfuerzo por alejarse del último de sus atormentadores. Mi canto
a todo volumen de Danger Zone se transforma en una ovación
cuando Paloma parte por la mitad a un Mogus especialmente
escurridizo al que llevamos persiguiendo diez minutos.
—¡Sólo quedan tres!
Todavía no he visto al grifo de Treno aparte de un ala o una
cola aquí y allá, pero su carga parece infinitamente más relajada
que hace cuarenta minutos, y lo tomo como una buena señal.
Paloma suelta un gruñido frustrado cuando no conseguimos
destrozar otro objetivo. Ese gruñido se transforma en un chillido
cuando una cornamenta sale de la nada, y casi nos convertimos en
gelatina de grifo contra un árbol. Ella nos hace retroceder de una
forma que ni siquiera sabía que era posible, y el Cynas acaba con
un árbol en lugar de con nosotros. El árbol se astilla con un fuerte
crujido, y no puedo evitar pensar que podrían haber sido nuestros
huesos.
El Mogus que casi consigue que nos hagan papilla va directo
a la cara del Cynas. Paloma ruge y se lanza a por él, pero de la nada
el enorme animal carga hacia delante, y ni ella ni yo estamos
preparadas para lo rápido que puede moverse el jodido gigante
cuando quiere. En un momento estamos buceando, concentradas y
listas para patearle el culo al Mogus, y al minuto siguiente, nos
lanzan al aire como si fuéramos una molesta mosca digna de ser
aplastada.
86
Todo sucede tan rápido que no tengo ni idea de lo que nos
derriba, pero Paloma nos envuelve y nos hace rodar hasta un
aterrizaje relativamente seguro, bueno, eso es hasta que el Cynas
entra para un buen pisoteo. El maldito está sobre nosotras antes de
que podamos parpadear. Mantenemos nuestras alas tan cerca de
nuestro cuerpo como podemos por miedo a que sean aplastadas.
Unas pezuñas del tamaño de un coche se abaten a nuestro
alrededor, y me siento como la Sirenita cuando Úrsula intenta
ahogarla en el fondo de un remolino. No hacemos más que aletear
y gritar, intentando no convertirnos en una torta de grifo.
Veo lo que parece una pequeña Cynas de bolsillo escondida
bajo el largo pelaje de la enorme que está intentando matarnos, y
todo encaja. Bueno, mierda. Tenemos una madre enojada en
nuestras manos. Probablemente no le importe que hayamos
intentado ayudar; los Mogus la han jodido durante quién sabe
cuánto tiempo, y ahora quiere sangre. No la culpo, pero tampoco
quiero morir.
La madraza que está sobre nosotras emite un rugido que
parece que va a destrozar nuestros tímpanos. Es tan fuerte y furioso
que me hace vibrar los huesos. Juro que puedo oír la intención en
eso, y sé que Paloma y yo tenemos que averiguar cómo alejarnos
de ella y matar a las últimas alimañas molestas para que pueda
echarse una merecida siesta o algo así.
Hay un camino claro hacia el bebé, y nos debatimos por un
momento sobre si tomarlo. Si nos colgamos de la espalda de la
pequeña Cynas, puede que salgamos de esta. Desgraciadamente, es
un movimiento de perra que ni Paloma ni yo podemos aceptar. Otra
pezuña cae junto a nosotros y yo grito.
Eso estuvo demasiado cerca.
De repente me viene a la cabeza otra opción. Le muestro a mi
chica una imagen de un jinete de toro y luego otra imagen de la
pata de una jirafa. Todo lo que tenemos que hacer es agarrarnos a
la pata hasta que ella deje de pisar, y entonces podemos tratar de
hacer una escapada. Incluso podríamos trepar por la pata y pellizcar
hasta llegar lo suficientemente alto y entonces empujarnos en el

87
aire y acabar con los putos mierdecillas que nos han metido en este
lío.
Ella emite una onda de sorpresa y beneplácito, claramente
aprobando el plan y también revelando lo mucho que me
subestima. Hablaremos de eso más tarde, pero por ahora, nos
apartamos del camino de los cabreados que han jodido las pezuñas
de la perra equivocada y cronometramos nuestro salto. Esperamos
el momento perfecto como si estuviéramos a punto de saltar en una
ronda seria de doble holandés* y necesitamos el ritmo de las dos
cuerdas de salto para llegar justo a tiempo.
—¡Ahora! —grito en nuestra cabeza, y nos lanzamos hacia
el tobillo de Cynas y nos aferramos a él para salvar la puta vida.
Clavamos las patas y las garras profundamente para
asegurarnos lo más posible. Me siento mal porque no quiero
hacerle daño, pero esa preocupación desaparece cuando queda
claro que ella no tiene las mismas reservas. Golpea su pie una y
otra vez, y puedo sentir cómo los huesos de mi cuerpo se
comprimen con cada brutal impacto con el suelo.
Es la peor montaña rusa de la historia, y odio las montañas
rusas. El pánico me inunda cuando un pisotón casi nos desplaza.
Los rápidos reflejos de Paloma convierten nuestro resbalón en un
salto más arriba en la pata de la Cynas. Nos clavamos en una parte
más carnosa de su apéndice y la montamos.
Un gran grifo marrón pasa a toda velocidad junto a nosotros,
y me siento como alguien en un espectáculo aéreo, tratando de
seguir a los aviones mientras pasan volando. Una imagen de otros
grifos que vienen a rescatarnos aparece en nuestra mente, y tengo
la clara impresión de que acaban de anunciar que la caballería está
aquí. Grito mi agradecimiento, pero suena más como un
espeluznante graznido que sale de la boca de Paloma.
Nota para mí: no volver a hacer ese ruido.
Nos subimos con cuidado a la pata. Ella ni siquiera se inmuta,
demasiado distraída por toda la nueva actividad alrededor de su
cabeza mientras los otros grifos trabajan para acabar con el último
de los malvados Mogus. Nos elevamos lo suficiente del suelo como
88
para dar un salto hacia ella, y nos apartamos de la enfurecida mamá
justo cuando empieza a apuntar en dirección a su compañero.
Los otros grifos retroceden también, y nosotras no perdemos
tiempo en elevarnos lo más posible. El miedo y la adrenalina corren
por nuestras venas como un tsunami, y veo a las Cynas correr
mucho más rápido de lo que un animal de ese tamaño debería ser
capaz. Se encuentra con su compañero y se abrazan, y ni Paloma ni
yo podemos evitar el ohhhh que se abre en nuestro pecho.
Nos revisamos rápidamente para asegurarnos de que estamos
bien. Yo elogio su rapidez mental y su habilidad, y ella me manda
chocar las alas y las imágenes de nosotras saltando a un lugar
seguro y sin rendirnos. Me río mientras contamos nuestros casi
accidentes con la muerte y nos felicitamos mutuamente por el papel
que hemos desempeñado para liberar a los Cynas de los molestos
Mogus.
La calidez nos atraviesa mientras un vínculo que faltaba, pero
que se necesitaba desesperadamente, comienza a solidificarse. No
estamos en desacuerdo en este momento, y eso es raro para
nosotras. Envío un hilo de disculpa, y ella me envía una imagen de
su cabeza chocando con la mía. Me río y Paloma emite ese gracioso
ronroneo.
—Somos un buen equipo cuando queremos. —Señalo, y el
ronroneo se hace aún más fuerte.
Empezamos a descender hacia el suelo del bosque destruido,
el equipo de rescate ya está lejos en la distancia persiguiendo a
algunos Mogus extraviados. Quiero intentar que Paloma y yo nos
pongamos de acuerdo, pero no estoy segura de cómo extender la
mano de la amistad. No coincidimos en muchas cosas, y no creo
que eso vaya a cambiar sólo porque hayamos sobrevivido juntas a
este desastre. Lo que sí quiero es que confiemos más la una en la
otra, porque nos guste o no, estamos atadas, y tenemos que
encontrar una manera de que la vida funcione para ambas. Nuestras
garras y patas tocan la tierra y abro mi mente para decirle
exactamente eso.

89
Un enorme grifo blanco cae de golpe al suelo frente a
nosotras. Nos protegemos la cara de los escombros y la suciedad
que salen volando por el impacto del otro animal. La preocupación
y la inquietud se apoderan de nosotras, y las imágenes de que casi
nos pisotean y la preocupación y la pérdida inundan mi mente. No
estoy segura de qué coño está pasando, pero cuando Paloma y yo
levantamos la vista y nuestros ojos se fijan en la mirada azul y
púrpura del grifo que tenemos delante, es como si alguien
encendiera una cerilla y luego prendiera fuego a nuestras entrañas.
Un ardor apresurado nos atraviesa a las dos, y a través del
dolor y la conmoción, reconozco que no es la primera vez que
ocurre. Las imágenes de los retorcimientos en el suelo después de
liberar a Zeph en el bosque pasan por mi mente. Él dijo que era por
la cuerda que destrocé, pero esta vez no he tocado ninguna cuerda
mágica. La sensación brutal y familiar me hace tambalear, pero no
puedo encontrarle sentido a nada cuando me duele tanto.
Nosotras nos aferramos la una a la otra mientras soportamos
el dolor. Envolvemos nuestras psiques en muros y defensas y
esperamos poder salir de esto como lo hicimos con Zeph y Ryn.
Hay algo que me ronda por la cabeza cuando pienso en ellos dos,
pero no puedo captarlo a través del dolor. Unas manchas negras
impiden nuestra visión, y mi reacción inicial es luchar contra ellas.
No quiero quedar inconsciente para despertarme en una nueva
pesadilla. Tenemos que ser conscientes, estar alerta. Tenemos que
protegernos.
Todo empieza a volverse borroso y tembloroso. Gimoteo e
intento luchar contra ello. Quiero permanecer despierta. Le suplico
a Paloma que me ayude. Estoy jodidamente cansada de ser
vulnerable y de sufrir por ello. Me envía imágenes de mí envuelta
en sus alas mientras me cuida. El amor y la seguridad me
atraviesan, y es lo último que siento antes de que la oscuridad me
tome contra mi voluntad y no tenga más remedio que sucumbir a
ella.
*Footsie: juego de coqueteo en el que dos personas se tocan los pies debajo de la mesa.

*Doble holandés: juego donde dos personas hacen girar dos cuerdas en direcciones opuestas, una persona o
varias saltan dentro, usualmente usando muchos juegos de pie.

90
8

— E ncontramos evidencias de un gran campamento en


las montañas, pero todo lo que quedaba era el
terreno removido en el claro ahora abandonado.
No pudimos encontrar una puerta, y no había rastro de una
hembra solitaria ni de un grifo blanco y negro. —Informa un varón
delgado a Zeph, que se queda con la mirada perdida tras la
abertura de la habitación.
—¿Qué hacen los Avowed en las Montañas Amarantinas?
Nunca han cazado ni han mostrado mucho interés en la zona. —
observa Zeph.
El macho no responde, y parece que la pregunta del Syta es
en realidad retórica, porque no parece molestarse por el silencio.
—Sí que encontramos huellas de varios cañones de red y
descubrimos una red desplegada que había sido arrastrada por la
orilla del lago. Era imposible saber de qué eran las huellas
alrededor del lago, ya que eran viejas y estaban alteradas, pero no
pudimos identificar ninguna señal de que se hubiera capturado
caza mayor. Tal vez los Avowed estaban entrenando, o tal vez
estaban buscando algo. Es imposible decirlo en este momento.
¿Tienes noticias del Altern? —pregunta con cautela.
—Sí, hace poco. Dice que ha encontrado lo que necesitamos,
pero que tiene que elaborar un nuevo plan de salida. Parece que
está trayendo de vuelta a algunos de los otros incrustados con los
Avowed. —Le informa Zeph.
—Si el calendario que hemos establecido se mantiene,
probablemente sea lo mejor. —responde el hombre.
Zeph le hace un gesto con la cabeza y luego un saludo
despectivo. El explorador hace una reverencia y se gira para salir
de la habitación. Me apoyo en la pared, preguntándome qué está
intentando decirme mi subconsciente con este sueño. ¿Intenta

91
convencerme de que Zeph me echa de menos o de que es una
amenaza?
—Así que ahora también te apareces en las horas de vigilia.
—retumba Zeph, volviéndose para mirarme a los ojos—. Me
imagino que ahora me perseguirías como solían hacerlo los otros.
— comenta, con su mirada dorada recorriéndome.
—¿Los otros? —pregunto, con la voz apenas por encima de
un susurro.
Él suspira y apoya la cabeza en el trono en el que está
sentado.
—Sí, mi madre solía venir a verme cuando era más joven.
Después de que mi hermano, Issak, muriera, lo vi durante un
tiempo, y ahora estás tú. —respira y sus preocupados ojos color
miel se posan de nuevo en los míos—. ¿Significa esto que te has
ido, gorrioncillo? —pregunta, con la voz ahogada y destilando
miedo.
Me alejo de la pared, atraída por su pánico y mi necesidad
de ahuyentarlo.
—Estoy viva. —Le aseguro, confundida por lo que se supone
que significa todo esto.
Está claro que mi mente me está jodiendo. Él es todo dureza
y desconfianza. No tiene nada de la suavidad y la melancolía que
veo delante de mí ahora mismo. Mi subconsciente lo ha pintado
con todas las emociones equivocadas.
El alivio llena su exhalación, y mira hacia otro lado, sus ojos
enfocados en algo exterior que sólo él puede ver.
—¿Me perseguirás para siempre? —pregunta en voz baja.
—Espero que no. —Le digo—. No estoy segura de lo que se
supone que debo hacer con todo esto, pero estoy convencida de que
estos sueños se detendrán cuando lo ponga todo en orden. —añado
mientras trazo el ángulo de su mandíbula y el rizo de su pelo con
mis ojos.

92
Me sobresalto cuando, de repente, empiezan a sonar las
alarmas. Me tapo los oídos con las manos y veo cómo él sale
disparado de su trono, el macho triste y solitario sustituido por un
líder preparado para lo que venga. Las altas puertas negras de la
sala se abren de un empujón y Loa entra de golpe.
—Syta, los Avowed están avanzando...
Un gruñido llena la estancia, interrumpiéndola, y me acerco
a ella antes de saber siquiera lo que estoy haciendo. Un sonido
amenazante sale de mí sin control, y veo que los ojos de Loa se
abren de par en par con sorpresa y miedo cuando se gira para
encontrarme avanzando hacia ella.
—¿Qué haces aquí? —exige, mirando de mí a Zeph y
viceversa.
—Espera. —dice Zeph—. ¿Puedes verla?
Paloma se adelanta, sucumbiendo a la necesidad de terminar
el desafío que le plantamos a Loa.

Exploto en garras, plumas y pelaje, y nos encontramos de


nuevo en la sala cubierta de árboles de la ciudad de Kestrel. El gran
armazón de Paloma empequeñece la enorme cama en la que
estábamos durmiendo, y busca a Loa por el espacio, con un gruñido
resonando en nuestro pecho. El desconcierto se apodera de nosotras
al escudriñar la habitación y no encontrar nada.
Las puertas de hierro se abren de golpe y dos grandes guardias
entran en la habitación con las armas desenfundadas. Ven a mi
grifo en la cama y empiezan a buscar la amenaza. Parecen tan
confundidos como nosotras cuando tampoco encuentran nada. Ella
apaga el gruñido y, de repente, toda su atención se centra en una
gran cesta que hay justo al lado de nuestra puerta.
No tengo forma de comunicar que acabamos de tener una
pesadilla, así que espero a que ella me devuelva las riendas y espero
que los guardias junten las piezas por sí mismos. Al cabo de un
minuto más o menos, se relajan.

93
—Siento irrumpir así, milady, pero nos han asignado la tarea
de vigilarla mientras Syta y Altern están fuera. —explica el fornido
guardia rubio platino—. Me llamo Sice, y ella es Dri. —Le hace un
gesto a la alta guardia femenina que todavía está palmeando dos
espadas y mirando a su alrededor como si no confiara del todo en
que no haya moros en la costa.
Paloma se vuelve hacia él, y yo golpeo su conciencia y le pido
que me devuelva el cuerpo para poder hacer cosas como
preguntarle qué quiere decir. Ella me ignora, y en su lugar
demuestra ser tan inútil como siempre al volverse hacia la canasta
fuera de nuestra habitación. El guardia masculino le sigue la mirada
y le dedica una pequeña sonrisa.
—Estas cosas las dejaron para usted, milady. —anuncia,
acercándose a la enorme cesta y recogiéndola.
Dri coge otra cesta y saca lo que parece un pergamino de la
parte trasera de su chaleco blindado. Ambos colocan todo en la
mesa baja de tronco de árbol que está en el centro de todas las sillas
de madera nudosa y piedra en la esquina derecha de la habitación.
Luego se inclinan y salen, cerrando las puertas tras ellos. Paloma
no pierde el tiempo y se levanta de la cama para empujar la tapa de
la cesta que ha estado mirando con anhelo. Me estremezco cuando
descubro que está llena de cosas raras con aspecto de castor con
largos colmillos que dan miedo.
Ella no tiene los mismos reparos. Mete el pico en la pila de
animales muertos y luego echa la cabeza hacia atrás para poder
engullirlos. Hago lo posible por ir a un lugar feliz mientras ella
devora este aperitivo de roedores. Al cabo de un par de minutos, un
estremecimiento de felicidad me recorre mientras ella revisa la
cesta en busca de algún resto que no se haya tragado. Cuando no
encuentra nada, retrocede alegremente, y nos encogemos de nuevo
en mi forma. Suelto un eructo que impresionaría a un chico de
fraternidad y me froto el pecho.
—Más vale que esas cosas no nos den ardor de estómago,
colega. —me regaño—. O la peste. —añado, empujando la cesta
ahora vacía lo más lejos posible de mí con las puntas de las uñas.

94
Miro la otra cesta -no estoy segura de querer saber qué hay en
ella- y compruebo cómo está Paloma, que parece estar echando una
buena siesta. El aire me llena los pulmones al inhalar
profundamente y me relajo al no percibir ningún olor que me
preocupe. Retiro la cubierta y sonrío cuando encuentro un montón
de fruta de duda y una enorme pila de esos panecillos dulces que
siempre robaba a puñados en el Nido.
Mis brazos se alzan hacia el cielo en señal de victoria y me
meto un panecillo en la boca. Menos mal que los Avowed disfrutan
de los mismos alimentos que los Ocultos. Me atiborro las mejillas
como una ardilla en la cúspide de la hibernación y busco el
pergamino.

Apreciada Flor.
Espero que perdones mi ausencia cuando te despiertes, pero
no se ha podido evitar. En otras circunstancias que no fueran la
guerra, estaría a tu lado. Pero, por desgracia, la guerra llama, y
así como tú me respondiste, yo debo responder. No te haré esperar
mucho. Terminaremos todo como debe ser cuando regrese. Hasta
entonces, sabed que pienso en vosotras y que hago todo lo que está
en mi mano para acortar esta desafortunada separación.
Treno

Leo la nota un par de veces, con la inquietud instalada en lo


más profundo de mis huesos.
Guerra.
Esa sola palabra me saca de mi eje e invita a la preocupación
y la incertidumbre a posarse en mi pecho. Mi interacción onírica
con Zeph pasa al primer plano de mi mente. Las alarmas sonando
y Loa corriendo para anunciar que los Avowed están avanzando.
¿Fue eso real?
95
Reproduzco cada detalle en mi mente, sin estar segura de
cómo interpretar nada de eso. No puedo descifrar entre lo que
podría ser una suposición afortunada basada en detalles que mi
subconsciente recogió en alguna parte, o tal vez ahora soy una
maldita vidente. La silla de piedra y árbol esta fría y dura contra mi
espalda cuando me siento y abro una fruta de duda en la esquina de
la mesa. Sorbo su delicioso zumo y decido prestar más atención a
todos mis sueños. Tal vez haya algo en ellos que se me haya pasado
por alto.

****

—¿Qué quieres decir con que no pudiste encontrarlo? —


exijo, irritada por la cortante tontería de Purt.
Miro a mi alrededor para ver si hay algún otro archivero
menos cabreado que esté más dispuesto a ayudar, pero,
sorprendentemente, no veo a nadie. Llevo ya varias semanas de
búsqueda inútil en el censo. Treno sigue desaparecido y no he
tenido más sueños interesantes que necesiten ser analizados.
Básicamente, me estoy volviendo un poco loca. Incluso busqué a
Ryn el otro día, pero al parecer se fue con los demás, aunque no
habría sido de ayuda en nada de todos modos.
—Exactamente lo que he dicho. —afirma irritado, sacándome
de mis pensamientos.
Sice se aclara la garganta en una evidente advertencia. Purt
mira al guardia y recibe una mirada que le hace decaer en su actitud.
—Los escritos que solicitó no han sido localizados por el
momento. Los archiveros de allí los están buscando, pero no es raro
que los libros se archiven mal o que un miembro de la realeza pida
ver algo sin que quede registrado. Cuando lo localicen, se lo
traerán. —Termina diciendo.
Lo miro por un momento, suelto un resoplido de resignación
y asiento con la cabeza. Él se aleja a toda prisa, lanzando una
96
mirada preocupada por encima del hombro a mi guardia. No puedo
evitar la pequeña risa que se me escapa. Sice y Dri son como dos
sombras malvadas. No hablan mucho, y la mitad de las veces me
olvido de que están ahí, pero han hecho que tratar con Purt -y con
cualquier otro imbécil en las últimas semanas- sea mucho más
agradable.
Miro mi mesa y todos los registros cubiertos de negro que la
rodean, y mi corazón no está dispuesto a seguir investigando hoy.
Cierro el censo que tengo delante, colocando un marcapáginas de
cuero donde lo dejé, y me reclino en la silla. Esta mañana ha
llegado otra carta de Treno, pero no dice mucho más que lo siento
y que volverá en cuanto pueda. Más o menos la misma mierda que
ha dicho en todas las demás notas.
Me meto la mano en el bolsillo y saco uno de los caramelos
que acompañaban a su nota de esta mañana. Desenvuelvo el papel
encerado que lo envuelve y me lo meto en la boca. Es como si los
Werther's Originals, el café y un rico brownie hubieran tenido un
bebé juntos. Probablemente es lo único que me mantiene cuerda
hoy, y es oficialmente mi nueva cosa favorita para meterme en la
boca. Saco dos caramelos más de mi alijo y se los entrego en
silencio a Sice y Dri.
—¿Esto es Sazo? —Me pregunta Dri con puro asombro en su
tono.
Miro a la normalmente estoica guardia y veo cómo se mira la
palma de la mano como si albergara un tesoro.
—No lo sé. —admito, sin saber cómo un caramelo puede
evocar una respuesta tan intensa.
Sice se lleva el bocado envuelto en cera a la nariz y respira
profundamente. Da un suspiro que me hace sonreír porque
prácticamente se queda bizco de placer.
—Por la luna, que lo es. —confirma, y la misma reverencia
que tiñó las facciones de ella se traslada ahora a las suyas también.

97
—¿Qué me estoy perdiendo aquí? —pregunto, sintiéndome
como una imbécil porque llevo toda la mañana picando estas
golosinas como si no fueran gran cosa.
—Sazo es un manjar. —afirma él, como si sus miradas de
adoración no delataran esa parte del misterio.
Dri suelta un bufido divertido y sacude la cabeza ante la
inadecuada explicación de su compañero.
—El sazo tarda años en curarse y adquirir su sabor maduro.
Las plantas que se utilizan para fabricarlo pueden tardar siglos en
madurar y dar fruto, y no quedan muchas. Muchas granjas fueron
aniquiladas durante el primer levantamiento y la huida. La
combinación de todo eso hace que este manjar sea uno de los
productos más caros y difíciles de conseguir.
—Bueno, caray. —digo mientras lo veo desenvolver su
caramelo y colocarlo reverentemente en su boca.
Gime profundamente, y de repente me encuentro pensando
que probablemente él también hace ese ruido cuando se corre. Las
mejillas se me calientan y miro hacia otro lado. Ambos han sido
mis compañeros silenciosos las últimas dos semanas, y lo último
en lo que quiero pensar es en Sice teniendo orgasmos o en su
aspecto cuando folla.
¡Maldita sea! Ahora también estoy pensando en eso. Sacudo
la cabeza para intentar despejarla de esa imagen indeseada. Si me
pareciera atractivo, sería una cosa, pero no es así, y ahora tengo
todo tipo de imágenes imaginarias que me gustaría borrar de mi
cerebro.
Miro a Dri y me doy cuenta de que coloca el caramelo en una
bolsa a su lado.
—¿Vas a comértelo después? —Le pregunto, agradeciendo
que no vaya a abrir una ventana que me haga imaginar cómo es ella
también cuando experimenta placer.
—Voy a guardarlo para los eyas de mi hermana. Yo he tenido
el placer de comerlo cuando era joven; ellos también deberían

98
experimentarlo. —explica, con una pequeña sonrisa de añoranza
que se cuela en su rostro.
—¿Cuántos eyas tiene? —pregunto, recordando el término
que Ryn utilizó una vez para presentarme a Sutton.
—Tiene tres. —responde.
—Oh, bueno, pues toma más, no puedes dividir una sola pieza
con tres niños.
Me meto la mano en el vestido que tengo puesto porque mis
pantalones necesitaban ser lavados. Lo único bueno de las dos tiras
de tela verticales, que cubren mis tetas y se unen en una falda
fluida, es que la costurera le cosió bolsillos como le pedí. Saco un
puñado de caramelos y se lo doy a Dri, y luego cojo otro puñado y
se lo doy a Sice. Los dos balbucean e intentan discutir conmigo.
No tengo valor para decirles que esta mañana he comido el doble,
sin saber que estas cosas valían más que el oro.
—¡Cogedlos! —Insisto, entrecerrando los ojos y apartando
las manos cuando ella intenta volver a poner las golosinas en mis
palmas—. Hablo en serio. —argumento—. Treno me ha dado
demasiados, y no tenía ni idea de que fueran tan valiosos. Tomadlos
y compartidlos. Además, siempre pienso que las cosas saben mejor
y son más divertidas cuando puedes compartirlas con la gente que
te importa. Sé que os acabo de conocer, pero sé que tenéis amigos
y familia. Pensad en sus caras cuando saquéis esto de vuestros
bolsillos y lo entreguéis.
Ese argumento parece surtir efecto, y los dos se guardan sus
manjares y dejan de armar jaleo.
—Eres muy amable. —Empieza Dri, y le hago un gesto
quitándole importancia.
—Es lo menos que puedo hacer. Sólo vuestra presencia hace
que Purt y algunos de los otros archiveros sean menos idiotas. —
Les digo, mirando de nuevo mi pila de libros—. ¿Y qué hacéis por
aquí para divertiros? —Les pregunto, buscando una excusa sólida
para no abrir otro tomo y verter sobre él el resto del día.

99
A estas alturas me aburro como una ostra. Después de
semanas de notas esporádicas de Treno, de sus regalos casi diarios,
y de las largas jornadas llenas de investigación y poco más, me
siento estancada y atascada, dos cosas que me están empezando a
dar un tirón de orejas.
—Vamos, ¿seguir mi aburrido culo todo el día no puede ser
todo lo que hay que hacer? ¿Cómo es la vida nocturna de Avowed
por aquí? —presiono.
Dri lanza una mirada dubitativa a Sice, y se aclara la garganta.
—Milady...
Gimoteo ante el título. Llevo intentando que se dejen de
mierdas desde el día en que los conocí.
—Por milésima vez, no hace falta ser tan formal. —Me
quejo—. Sé que parezco toda una milady y esa mierda aquí. —
admito, recogiendo un mechón de pelo blanco fantasma y
pasándolo justo por debajo de mis ojos lavanda—. Pero no lo soy.
—Me vuelvo hacia ella—. No te resistas. Tiene que haber mejores
cosas que hacer por aquí que leer volúmenes de genealogía. ¿No
tenéis bares o algo así? —pregunto.
—No sé si el Altern lo aprobaría. —Comienza.
—Vale, pero, en primer lugar, no está aquí. Y segundo, al
Altern no le pertenezco. Soy mi propia dueña, escúchame rugir. —
Les digo, pero ella sólo me mira divertida—. Os daré el resto de mi
Sazo. —ofrezco en tono cantarín.
—Hecho. —anuncia Sice, y tengo que contenerme para no
saltar y aplaudir como una niña de cinco años que ha tomado
demasiado azúcar.
—¡Siiiiiiiiii! —grito con entusiasmo.
Dri pone los ojos en blanco y él parece no saber qué pensar
de todo esto. Yo sólo asiento con la cabeza y muevo las cejas hacia
los dos.
—¡Vamos a emborrachar a la chica albina!

100
101
9

P
— or el antes, el ahora y el futuro. —brinda Sice
alegremente, con su jarra golpeando la de Dri y luego la mía.
Todos echamos la cabeza hacia atrás y bebemos a grandes
tragos el ácido líquido. Yo arrugo la cara, aceptando el hecho de
que, sea lo que sea, esto no mejora cuanto más se bebe. Me limpio
un bigote espumoso del labio superior y miro fijamente el
contenido de la jarra, preguntándome cómo puedo librarme de
seguir bebiendo lo que sospecho que es leche fermentada. Intento
no pensar de qué clase de animal podría haber salido esto y, en su
lugar, miro con anhelo la barra.
Apostaría mi pezón izquierdo a que hay meade en algún lugar
detrás del viejo mostrador de madera. Pero se supone que no debo
saber las cosas que se beben en este mundo, así que me callo la
boca. Hago girar el espeso líquido blanquecino en mi jarra y me
digo que probablemente podría convencerles de que en mi mundo
bebemos meade y que por eso lo sé. Ese pensamiento me ayuda a
animarme. En realidad, eso podría funcionar, ya que pedir una
bebida que me encantaba en mi país no delataría nada.
Una sonrisa socarrona se dibuja en mi cara y vuelvo a mirar
hacia la zona de la barra. Veo cómo otro cliente pide algo y le da
una moneda al camarero. Mi excitación baja, formando una roca en
medio del estómago, o tal vez sólo sea mi cuerpo rechazando la
asquerosidad de mi jarra. No tengo dinero. Sin dinero... no hay una
deliciosa meada. Sice engulle el resto de su bebida y luego eructa
su aprobación. Dri pone los ojos en blanco y luego echa la cabeza
hacia atrás y hace lo mismo. El eructo que suelta supera al suyo.
Lanzo una carcajada, sin poder contenerla, cuando él parece
aturdido por el volumen de su eructo.
Los dos se vuelven hacia mí y yo intento no encogerme. Bajo
los ojos a la bebida que tengo en la mano y vuelvo a subirlos para
asegurarme de que estoy leyendo bien sus expresiones. Sí,
definitivamente están esperando que lo haga.
102
Joder.
Paloma envía un hilo de diversión, e internamente pongo los
ojos en blanco.
—Soy muy consciente de que me he metido en este lío,
muchas gracias, ala de pollo inútil. —digo con sarcasmo, y su
ronroneo llena mi mente.
Me llevo lentamente la gran jarra de metal a los labios y me
doy rápidamente una charla interna de ánimo. Ya lo tienes, Falon,
es sólo un poco de leche... que ha pasado su fecha de caducidad...
y que probablemente provenga de un yak o algo así. Aguanta la
respiración y ve a por ello. Esto me pasa por querer estrechar
lazos y hacer amigos. Bien... lista para empezar. Mierda.
Empieza. Sus miradas se llenan de juicio. No cabrees a tus
nuevos amigos. Hazlo. ¿Qué tal ahora? O ahora...
Dejo la jarra de golpe en la mesa.
—No puedo hacerlo. Por favor, no me obliguéis. Es lo peor
que he probado nunca. Intento ser una chica guay y parecer dura y
esa mierda, pero si me haces beber más de esa lefa de yak, ¡voy a
vomitar!
Levanto las manos y me reclino en la silla, rindiéndome
claramente.
Los ojos de Sice se entrecierran ligeramente, y yo me erizo,
dispuesta a ser expulsada de nuestra recién descubierta amistad.
Las risitas de Dri desvían mi atención, y lo siguiente que sé es que
los dos están riéndose y dándose palmadas en la espalda mientras
se limpian las lágrimas de risa que les caen por la cara.
—Debería ver su cara ahora mismo, milady. —Suelta Dri
antes de que otro ataque de risa la incapacite para comunicarse más
allá de las carcajadas y los chillidos.
Veo a los dos perder el control, y me quedo perpleja. ¿Qué
demonios es tan divertido? No tengo ni puta idea y, sin embargo,
sus carcajadas son contagiosas, aunque estoy casi segura de que yo
soy la protagonista de la broma. Él saca varias monedas y se las da
a ella mientras se limpia los ojos y sacude la cabeza.
103
—Tenías razón —ríe—, al menos lo ha intentado.
Observo el intercambio, aún más confusa.
—Apostó a que no tomarías ni un sorbo. —explica mientras
deposita su ganancia en la bolsa con su Sazo. Miro de ella a las
bebidas y a un Sice que sigue riendo, mientras todo encaja.
—¿Era una broma? —pregunto aliviada.
Ni siquiera estoy cabreada, estoy muy contenta de no tener
que volver a torturar mi lengua con esa mierda.
—Mis papilas gustativas nunca se recuperarán. —Gimoteo y
luego me río mientras cojo la tela de la falda de mi vestido y
procedo a limpiarme la lengua con ella.
Eso desencadena otra ronda de carcajadas, y esta vez tengo
lágrimas corriendo por mis mejillas de la risa.
Puede que esté un poco borracha.
—Debería decirles a los dos que no soy de las que guardan
rencor... Les cocino sus comidas favoritas, les canto canciones de
retribución y les leo a mis rencorosos cuentos para dormir. No
tienen idea de la ira que acaban de desatar sobre ustedes.
Suelto una épica carcajada maligna, pero su efecto se ve
arruinado por el eructo más ruidoso y asqueroso que he
experimentado en mi vida. Me tapo la boca con las manos,
demasiado tarde para evitar que salga, y los ojos de Sice se abren
de par en par. Dri y otros clientes se levantan de sus sillas y
empiezan a aplaudirme. Mi cara se calienta de vergüenza pura y
dura, lo que sólo sirve para animarlos y que empiecen a aplaudir
aún más. Al cabo de un rato, me levanto, les hago una reverencia a
todos.
—Que alguien me traiga algo de beber que no sepa a vomito.
—ordeno, y para mi sorpresa, varias personas corren hacia la barra.
Me vuelvo a sentar, sorprendida de que mi actitud mandona
haya funcionado y no me haya dado un puñetazo en la cara. Sice
coge mi jarra medio llena y se la bebe, con un eructo aún más débil
que el anterior. Le miro con discernimiento y me parto de risa.
104
—No me extraña que no estés casado, con eructos así. —Se
burla Dri, y él pone los ojos en blanco riéndose.
—No estoy emparejado porque ninguna hembra es digna de
mí. —anuncia, señalando su cuerpo como si fuera obvio.
Me río, y él parece fingidamente ofendido por ello.
—Sé que te ríes por no llorar. —bromea—. Por desgracia, es
cierto, ni siquiera tú, con lo hermosa que eres, podrías
inmovilizarme.
Dri resopla y sacude la cabeza.
—¡Como si fueras digno de una bendita Ouphe! —Se mofa,
y se ríe aún más cuando él da un grito de indignación.
—Te aseguro que he tomado unas cuantas en mi época. —Se
defiende, y ella se atraganta con el gran sorbo que acaba de tomar
de una jarra que le ha entregado otro guardia.
Él le palmea la espalda con fuerza. También me ponen
delante una nueva jarra de metal, y me giro para agradecer al macho
que me la haya traído. Me mira con extrañeza y vuelve a sentarse
en su mesa. Recuerdo que Ryn me dijo que los grifos no piden las
cosas por favor ni dan las gracias, y tomo nota de que debo apagar
mi interruptor de cortesía por esta noche.
—Si una Ouphe bendecida siquiera ha mirado en tu dirección,
fue por con quien te acostaste. —Señala Dri, y él levanta su jarra
de metal y la golpea con la suya.
—Es cierto. —asiente, y ambos vuelven a soltar una
carcajada—. Es bueno tener amigos en las altas esferas. —añade
dando profundos tragos a su bebida.
Me río, disfrutando del vaivén entre ellos. Cojo mi copa y la
huelo antes de dar un sorbo vacilante. Oh, gracias a Dios, es
meade. Suelto un gemido de agradecimiento que hace que Sice se
atragante y Dri suelte una carcajada. Levanto la jarra en dirección
al guardia que me la ha procurado y echo la cabeza hacia atrás y
bajo el contenido. El grupo de guardias golpea sus copas de metal

105
contra la mesa en señal de aprobación y me aclama cuando levanto
la copa vacía con aire de victoria.
—Que buenos tiempos, antes de las guerras, cuando los
asilvestrados hacíamos travesuras y perseguíamos el peligro. —
recuerda poéticamente Sice mientras vuelvo a sentarme.
—¿Perseguir el peligro? —Se burla Dri—. Más bien, los
guardianes eliminaban cualquier amenaza, mientras vosotros
retozabais sin saberlo, intentando acostaros con las chicas y escalar
los rangos que ya estaban dispuestos para vosotros como peldaños.
Él se ríe.
—No dejes que Ryn o Lazza te oigan decir eso. —bromea, y
mis oídos se agudizan al oír nombres conocidos—. El único de
nosotros que se ganó un lugar es Zeph, y mira lo que ha hecho con
él. —añade Sice, y ella se tranquiliza inmediatamente y le hace
callar.
Mira a nuestro alrededor, comprobando claramente si lo que
acaba de decir ha sido escuchado.
—Ten cuidado, Sice. Ya sabes lo que te espera con sólo
pronunciar su nombre, sobre todo ahora que los mejores de
nosotros están ahí fuera luchando. —Le advierte ella.
—Oh, córrete con todos ellos. —declara él, pero baja la voz
tal y como le han dicho—. Sé quién es ahora, pero eso no cambia
lo que éramos todos cuando crecíamos. Se diría que todos crecimos
en el mismo vientre y mamamos de la misma teta, estábamos tan
unidos. Lazza, Treno y Ryn pueden fingir que nunca ocurrió, pero
todos sabemos la verdad. —refunfuña en voz baja.
—¿Qué quieres decir? —pregunto, sin poder contener mi
curiosidad.
Ellos me miran al mismo tiempo, como si hubieran olvidado
que estoy allí. La mirada de Sice adquiere de inmediato un brillo
de protección.
—Nada de nada, milady. —afirma, levantándose de la silla
con su jarra vacía en la mano.

106
Nosotras le observamos en silencio mientras se dirige a la
barra. Ella se vuelve hacia mí y me mira fijamente durante un rato,
antes de que un brillo decidido entre en sus ojos.
—Tu conexión con el Altern significa que probablemente sea
correcto que conozcas algo de la historia, por mucho que otros
quieran enterrarla. —declara, tomando otro sorbo de su meade y
acercándose a mí.
Se pasa una mano por el pelo corto y sus ojos de color púrpura
intenso miran la habitación una vez antes de decidir que está
despejada. Cuando se acerca, siento un gran interés. Sé que está a
punto de contarme un cotilleo jugoso de primera categoría, y me
apetece mucho. Me aclaro la garganta e intento no parecer una
psicópata excitada mientras juego con el asa de mi jarra y espero a
que lo suelte todo.
—La familia de Sice era muy acomodada. Creció codeándose
con la familia del Syta, la familia del comandante y la familia del
líder de los rebeldes con los que actualmente estamos en guerra. —
Me cuenta en un tenue susurro.
Me inclino ligeramente para escucharla mejor e ignoro la piel
de gallina que se me pone en los brazos. Mi pelo blanco cae hacia
delante, tapándonos y dándonos aún más intimidad.
—Eran lo mejor de lo mejor de nuestra especie.
Prácticamente sangraban magia y habilidad, y eran la esperanza de
nuestro pueblo tras miles de años de esclavitud. —Hace una pausa
para dar un sorbo a su bebida, con la mirada lejana y el tono
hueco—. El problema fue que, con el tiempo, arraigaron opiniones
muy diferentes sobre cómo conducir a nuestro pueblo hacia el
futuro, y se formó una grieta en los cimientos de lo que
intentábamos construir ahora que éramos gente libre de nuevo. Los
chicos eran jóvenes y estaban más interesados en sus impulsos de
luchar, cazar y jugar, pero sus familias se apresuraron a destruir
todo eso.
Una fuerte carcajada procedente de una mesa de la esquina
nos llama la atención a ambas, y luego volvemos a acomodarnos
en nuestros susurros.
107
—Los padres de Lazza y Treno atacaron a cualquiera que no
estuviera de acuerdo con su forma de pensar. Nadie lo vio venir,
pero debieron de planearlo durante algún tiempo, porque en una
sola noche, cualquiera que no estuviera a favor de mantener la
marca del voto estaba muerto o encarcelado. Muchos fueron
aniquilados, la familia de Ryn, y Zeph y su hermano entre ellos. La
gente del Voto pensó que eso sería el fin. Esperaban que la muestra
de poder pusiera a la gente en su lugar, pero olvidaron quiénes son
los grifos en su esencia. Los planes de represalia se cocinaban a
fuego lento bajo la superficie de la paz forzada, esperando la chispa
que lo encendiera todo.
Deja de hablar de repente, como si las palabras en su boca
ardieran y dolieran. El malestar me recorre, y sé que la siguiente
parte de la historia no será sol y arco iris.
—El hermano de Zeph, Issak, no fue el mismo después de lo
que les ocurrió a sus padres. Habrían estado mejor si los hubieran
desterrado o algo así, pero en cambio, se vieron obligados a pasar
todos los días bajo la bota de los gobernantes que habían destruido
todo lo que tenían. No fueron encarcelados. Fueron golpeados y
obligados a vivir la vida como si nada hubiera pasado. Lazza,
Treno, Ryn, Sice, Zeph e Issak fueron tutelados juntos, entrenados
juntos, comieron juntos. Era como si los líderes del Voto pensaran
que su vínculo borraría lo que les habían hecho. Entonces un día,
Issak trató de matar a Lazza. Se quebró bajo el peso de todo esto y
casi acabó con el Syta. En respuesta, el padre de Lazza hizo que
Issak fuera torturado públicamente y que se le cortaran las alas.
Toda nuestra gente fue obligada a mirar. Nadie se libró de
presenciar cómo mutilaban a un chico que una vez había sido una
representación de la esperanza para nuestra Manada... y luego, de
la nada, le cortaron la garganta.
Me llevo las manos a la boca, sorprendida y horrorizada por
lo que está diciendo. Ya me pareció mal cuando Zeph me explicó
lo que le había pasado a su familia, pero escuchar estos detalles
añadidos... es infinitamente más horroroso.
—Zeph luchó para llegar a Issak, para sostenerlo mientras
moría, y esa fue la chispa que hizo arder todo. Fue demasiado,
108
demasiado brutal, demasiado cerca de lo que acabábamos de luchar
para liberarnos. Las batallas estallaron por todas partes. Había
grifos que luchaban para proteger a Zeph, para proteger lo que su
familia representaba, para devolver la violencia que se había
ejercido sobre demasiadas familias en la oscuridad de la noche. Fue
un caos, y todo el mundo perdió a alguien ese día. Los rebeldes
huyeron cuando no pudieron vencer del todo a los Marcados. Eran
hermanos contra hermanos. Familias divididas y luchando entre sí.
Nunca iba a haber un ganador, pasara lo que pasara, pero los
Ocultos nacieron, al igual que los Avocados. Desde entonces, nos
hemos estado matando unos a otros.
Dri vacía su jarra y se queda mirando a la nada, con la mirada
perdida. Me siento allí, en silencio, e intento dar sentido a todo lo
que acaba de decirme.
—¿Pero por qué los bandos separados? Lo que hizo la familia
de Lazza estuvo mal. —digo, sin entender por qué alguien pudo
ponerse de su lado.
Ella se ríe sin humor.
—Si fuera tan sencillo. —afirma con rotundidad—. Verás,
empezó con gente que se preocupaba más por el poder que por lo
que estaba bien o mal, pero ahora se ha transformado en algo más
que eso. Ambos bandos han cometido atrocidades. Lazza y la
familia de Treno han sido masacrados sistemáticamente. Ryn
perdió a su hermana, y al resto de su familia también la eliminaron
lentamente. Los padres de Sice se marcharon para convertirse en
Ocultos, pero él se quedó aquí porque su grifo llamó a una hembra
que se negaba a marcharse. Su familia puso fin al encuentro por la
elección de sus padres, y ella se suicidó un par de meses después.
Ahora hay mucho dolor y rabia alrededor de todos. No hay
esperanza de reconciliación. Ya no hay un bien o un mal claros.
Dri y yo nos sobresaltamos cuando tres jarras más caen sobre
la mesa y Sice se sienta de nuevo a nuestro lado. Nos separamos de
un salto, ya que nuestra sesión de cotilleo se ha interrumpido y
terminado. Intento ocultar mi irritado resoplido, pero hay tantas
cosas que quiero preguntar sobre Zeph y Ryn, sobre esta guerra.

109
Sobre Treno y el papel que desempeñaron él y su hermano. Por lo
que dice ella, es como si los hijos fueran juzgados por las acciones
de sus padres. Todos ellos fueron los mejores amigos en un
momento dado, ¿acaso no les queda ningún afecto o respeto entre
ellos?
—¡Le toca brindar, milady! —exclama Sice, y yo me ahogo
con el meade que acabo de meterme en la boca. Toso y me doy una
palmada en el pecho.
—¿Por qué brindo? —pregunto, devanándome los sesos por
los brindis que he escuchado en mi vida. Hasta ahora suelen ser por
la familia o por los novios en una boda. Estoy bastante segura de
haber oído uno sobre sexo, pero nada de eso es apropiado ahora
mismo.
—Bueno, ¿tu pueblo tiene un grito de guerra o algo que se
dice para que motivar a la sangre de un guerrero? —pregunta con
indiferencia, como si eso fuera algo que todo el mundo debería
tener.
Intento pensar en las cosas que dice la gente en el ejército,
pero no se me ocurre nada mientras él se queda observándome
expectante. Y entonces me doy cuenta. Me pongo de pie, golpeo
mi jarra contra la suya y grito:
—¡Wakanda para siempre!
Sice y Dri gruñen, golpean sus jarras contra la mía y gritan lo
mismo. Lo siguiente que sé es que toda la taberna lo está haciendo.
Me río, sin poder evitarlo, y vuelvo a sentarme.
Pantera Negra es la hostia... no importa en qué mundo
vivas.

110
10

G imo y me estiro, las frescas sábanas de la cama son un


bálsamo para mi piel sudorosa y febril.
Joder, tengo resaca.
Respiro a través de una ola de náuseas que me recorre,
cantando internamente el mantra no vas a vomitar, joder, Falon.
Paloma me muestra una imagen de Sice haciendo el baile de
"Single Ladies", y yo resoplo y me río.
—Mierda, eso se lo enseñé yo, ¿no? —pregunto, tratando de
recordar los detalles borrosos—. ¡Maldita sea, Sice era el puto
amo! Ese tío tiene ritmo.
Ella ruge divertida, enviándome otros flashes de las tonterías
que hicimos los tres anoche. Se divierte especialmente con la vez
que casi me meo de la risa, todo porque Dri se cayó de la silla. Un
minuto estaba sentada allí, y al siguiente, estaba en el suelo. En ese
momento, fue la cosa más jodidamente divertida.
Vuelvo a gemir mientras intento incorporarme, y mi cabeza
se revuelve.
—Nop. Eso va a ser un pase difícil. —anuncio—. Hoy va a
ser un día de descanso.
Me muevo para volver a tumbarme cuando una nueva cesta
en la mesa del tronco del árbol llama mi atención. Esta mañana no
he oído llamar a nadie, y mucho menos entrar. No sé qué pensar
sobre el hecho de que alguien haya estado aquí cuando yo estaba
muerta para el mundo y sin saberlo. Mi necesidad de averiguar qué
hay ahí dentro supera mi dolor de cabeza, y ruedo fuera de la cama
como la babosa perezosa que soy actualmente. Me arrastro como
una oruga hasta allí, desechando los parpadeos de juicio que me
envía Paloma mientras lo hago.
Saco la tapa de la cesta y me quedo mirando durante un
minuto mientras analizo el montón de cuero doblado que tengo

111
delante. Introduzco la mano y extraigo el artículo blando de la parte
superior, que se despliega para revelar un par de pantalones.
Estudio la parte delantera y luego la trasera, y luego los atraigo
hacia mi pecho para abrazarlos. Treno me ha regalado una enorme
pila de... pantalones. Chillo y me llevo la palma de la mano a la
cabeza, porque esa era una muy mala idea en mi estado actual.
Saco todas las prendas de la cesta para poder inspeccionarlas,
y me sorprende ver algo parecido a los sujetadores que le mandé
hacer a Tysa. Por un momento me confunde cómo sabía Treno que
había que hacerlos, pero me distrae lo que hay en el fondo. Un libro
encuadernado en cuero leonado se encuentra como un pequeño y
sucio secreto debajo de los mejores regalos que me han hecho
nunca, y lo cojo y lo abro inmediatamente.
Noor Solei está escrito tan claramente como el día, y paso los
dedos por el nombre con reverencia. Antes dudaba de que existiera
una conexión entre esta desconocida de nombre familiar y yo, pero
mientras estudio fijamente la escritura del libro, sé que estoy
conectada a ella. Es demasiado familiar para no ser de mi madre.
Intento tranquilizarme y no hacerme ilusiones por si me equivoco.
Pero la emoción y el asombro me invaden de todos modos.
Observo alrededor de mi habitación, consciente de que se
supone que no debo tener esto, y lo abrazo de forma protectora
mientras vuelvo a la cama. Me imagino la cara de indignación que
pondría Purt si me viera ahora mismo con uno de los preciosos
libros de archivo. Eso hace que todo sea mejor. Me envuelvo en las
suaves y frescas sábanas y miro fijamente lo que espero que sean
las respuestas que tengo en mis manos.
Dudo en abrirlo, sintiendo de repente el peso de la
expectación. Estos escritos podrían decir cualquier cosa, y no estoy
segura de estar preparada para descubrir que mis padres eran
asesinos en masa o cualquier otra posibilidad que podría estar
flotando dentro de estas páginas. O peor aún, ¿y si mis esperanzas
y mis nervios no sirven para nada porque Noor Solei era una mujer
encantadora sin ninguna relación conmigo?

112
Me pregunto brevemente cómo es posible que este libro esté
aquí, sobre todo porque Purt me acaba de decir que ha
desaparecido. ¿Me estaba tomando el pelo? ¿O simplemente lo
devolvió y los poderes fácticos aprobaron que yo lo viera? Esa
puede ser la respuesta más fácil, pero por alguna razón, no creo que
sea la correcta.
Si tengo permiso para ver este libro, ¿por qué estaba envuelto
en sujetadores improvisados y escondido bajo la pila de
pantalones? No, apostaría a que mis primeros instintos son
correctos, y se supone que no tengo esto. Si ese es el caso, entonces
significa que Treno debe haber tenido este libro o lo ha hecho
encontrar. Ambas posibilidades abren una compuerta de preguntas
que desafortunadamente él no está aquí para responder. Tendré que
esperar hasta que vuelva y pueda interrogarlo.
Vuelvo a acariciar la cubierta marrón claro y respiro
profundamente. De cómo llegó aquí me preocuparé más tarde; el
hecho de que esté aquí hay que tratarlo ahora. Paloma se pone
cómoda dentro de mí, como si estuviera lista para la hora del
cuento. Me acerco a ella para que me consuele, y su pico me golpea
en la mente. Abro el libro, leo el nombre de Noor Solei una vez
más y me sumerjo.

Es extraño ver a mis padres después de tanto tiempo. Llegan esperando a la


misma niña de ojos abiertos y complaciente que dejaron hace tantos años, pero ya no
soy ella. Este lugar ha conseguido lo que ellos esperaban. No sólo soy digna por mi
sangre, sino que ahora también lo soy por mis modales y afectación. He sido moldeada
para ser la mejor de las Ofrendas de este año, para ocupar mi lugar en la sociedad,
una sociedad donde estamos atados y no tenemos nada. Ni siquiera nuestras
acciones son propias.

Así fue para mi madre, la madre de mi madre, y así sucesivamente hasta donde
se puede recordar. Pero no me consuela saberlo. Hoy escribiré mis verdades en el
libro que me regalaron mis padres. Mañana, me harán desfilar delante de los Alados
y los Marcados por igual.

113
Se espera que ignore los deseos de mi otra mitad y que haga una alianza. Una
que mantendrá la sangre de mi línea fuerte, y la mayoría de las veces, mantendrá a un
compañero bajo su bota. No son nuestras voces ni nuestras mentes las que importan,
pero ¿qué otra cosa se puede esperar cuando no hay llamada ni respuesta? Sin esas
dos, no hay verdad, y todo lo que soy y todo lo que se espera de mí es una mentira.

Vuelvo a leer el pasaje y me trago la desesperación y el


sentido del deber que me provoca. Hay desesperanza en las
palabras. Me sorprende que, incluso en sus pensamientos más
íntimos, no haya ningún atisbo de lucha, sólo una aceptación
resignada de que esto es una mierda y no hay nada que pueda hacer
al respecto. Paso la página.

Esta noche no fue como se esperaba. Las Ofrendas de este año llenaban la
sala, cada una de nosotras acicalada y peinada de la forma más elegante y deseable.
Tuve suerte de que mis padres me proporcionaran un vestido. A algunas de las otras
Ofrendas sólo les dieron joyas, y a otras ni siquiera eso. Sé para qué fuimos
entrenadas, pero que se espere que nos quedemos sin plumas y desnudas, en una
noche como ésta, tiene un nivel de desesperación que me sorprende encontrar en esta
clase de gente.

Hice todo lo posible para hacer todas las conexiones esperadas. Me moví de
forma deseable, insinuando lo que era capaz de hacer. Mostré el poder de un cambio
parcial aquí y allá. Todo iba según lo previsto. Los más brillantes de los Alados tenían
sus ojos puestos en mí, y yo sabía que me aseguraría un buen emparejamiento y haría
que mi línea se sintiera orgullosa.

Entonces entró él.

Su presencia se comió las sombras. Su poder se movía por la sala como la


amenaza que era. No se le esperaba, y nadie sabe aún por qué estaba allí. Algunos
de los Ouphe de antaño reclamaban a los nuestros. No solían hacerlo en público ni
como pareja, pero la inevitable descendencia era dotada de poder de todos modos.
Ese poder se convirtió en una mercancía. Los que encajamos en el medio, ni Ouphe
ni Grifo, aprendimos a utilizar el poder y nuestros dones en beneficio propio. Antes
éramos parias entre ambas razas, pero ahora estábamos solicitados.

114
Podía estar aquí buscando un juguete o como un favor a algún otro invitado
que quisiera mostrar su conexión. En cualquier caso, no esperaba que nada de eso
tuviera que ver conmigo. Hay algunas Ofrendas que buscan una pareja de placer en
lugar de una de linaje; yo no soy una de ellas. Agaché la cabeza y me concentré en lo
que tenía que hacer.

Y entonces unos brillantes ojos verdes se encontraron con los míos, y todo lo
que sabía, todo lo que se esperaba de mí, simplemente desapareció.

La piel de gallina se me eriza en los brazos, y paso


rápidamente la página para saber qué pasó después.

Ella canta para él.

Por mucho que intente silenciarla, ignorarla y hacer lo que siempre me han dicho
que haga, ella sigue cantando para él. Su primera nota me hizo salir corriendo. Mis
padres estaban lívidos, seguros de que un movimiento tan precipitado lo había
arruinado todo para mí... para ellos. Quería contarles lo sucedido, pero un extraño
tenía los ojos de mi madre, y no podía decir la verdad.

¿Cómo podría cantar para un Ouphe?

Sí, mi Sire era sangre pura y mi madre su juguete favorito, pero ¿cómo puede
alguien como yo cantar para un sangre pura? Ni siquiera sabía que eso era posible.
Ni siquiera he escuchado susurros. Siempre me enseñaron que un grifo sólo podía
llamar a otro grifo, y sin embargo el mío le llama a él. No sé qué hacer. Si respondo a
la llamada, podría estar siguiendo el camino de mi madre. No sería una desgracia para
ella ni para mi Sire, teniendo en cuenta con quién sería la alianza, pero es todo en lo
que juré no convertirme nunca. Si pongo en práctica las técnicas que me han
enseñado y desestimo la llamada, puedo tener lo que se me ha permitido desear para
mi vida. Pero ella canta para él, y no es tan fácil como me han enseñado, ignorarlo.

Paso la página.

115
Todo se desmorona a mi alrededor. Pensé que cuando Awlon respondiera a
mi llamada sería el fin del sufrimiento, del anhelo, de las penurias. Saldría de la tutela
de mi madre y de mi Sire, y por muy inusuales que sean mis circunstancias, no había
nada que pudiera hacerse. El Soberano del Ouphe Oscuro no será negado, y le
guste o no, ha tomado a una media sangre como compañera.

Qué estúpida eyas fui.

Toda esperanza de que los demás acepten el emparejamiento se ha


desmoronado rápidamente en mi corazón. Me quieren muerta. Lo quieren muerto.
Quieren que el bebé dentro de mí esté muerto. La tensión entre los Grifos y Ouphes
se acerca cada día más a la ebullición. Ninguno de los dos bandos tiene un control
firme sobre el poder, y las cosas aquí se están volviendo muy peligrosas. La doncella
de mi señora, Sedora, cree haber encontrado un camino para nosotros, pero me
aterra hacerme ilusiones. Tengo la certeza de que un día necesitaremos huir, pero me
preocupa que una vez que empecemos, nunca podremos parar. Que las estrellas nos
cuiden y nos guíen hacia la seguridad.

Paso a la siguiente página, pero no hay nada. Hojeo el resto


del libro, pero todas las páginas siguientes están en blanco.
Extiendo las páginas para poder inspeccionar la encuadernación,
pero por lo que veo, no hay nada arrancado. Sólo hay cuatro
entradas. Vuelvo a leer cada una de ellas. Me detengo, estudiando
cada sílaba como si pudiera haber algún significado oculto entre las
palabras.
Cuatro entradas que explican tanto y a la vez responden tan
poco. Puedo afirmar sin ninguna duda que se trata de mi madre. El
uso del nombre de mi padre la delata, pero esta es una vida de la
que nunca me habló. ¿Cómo puede ser este su comienzo en la vida?
¿Qué pasó entre la última entrada y el día en que murieron?
La historia del accidente de coche que me contó la abuela
parece cada vez menos plausible. Los Ouphe y los Grifos son duros
y tienen una vida muy larga, habría hecho falta algo más que un
accidente de coche para habérmelos arrancado. La frase de la
última entrada llega y me muerde como una serpiente enfadada.

116
La doncella de mi señora, Sedora, cree haber encontrado
un camino para nosotros.
Miro fijamente las palabras La doncella de mi señora,
Sedora. La abuela ni siquiera era mi abuela, al menos no de sangre.
Sirvió a mi madre y luego, supongo, a mí cuando murieron. La
habitación da vueltas y trato de asimilarlo todo. Recuerdo las cosas
raras que dijo Nadi cuando nos sentamos juntas en la ciudad muerta
de Vedan. Dijo algo sobre que el último Ouphe con mi tipo de
magia murió hace veinte años. Pero ¿cómo sabía ella eso? Mi padre
y mi madre no murieron aquí, así que ¿cómo iba a saber la gente
de este mundo lo que ocurría en otro?
Preguntas y más preguntas se acumulan en mi cabeza. Intento
ordenarlas, clasificarlas por importancia, para que, si alguna vez se
me presenta la oportunidad de obtener más respuestas, sepa qué
preguntar y buscar primero. La cabeza me empieza a palpitar de
nuevo y me tumbo en la cama, con el diario de mi madre a mi lado.
—Paloma, ¿a qué se refería cuando dijo que cantaba para
él? ¿Cantas para tu compañero cuando lo encuentras? —
pregunto, cerrando los ojos y echando el antebrazo sobre mi cara
para ayudar a bloquear la luz.
Ella me envía un destello de algo que no puedo distinguir y
me llena de una emoción que no sé cómo descifrar. Es una
incertidumbre mezclada con confusión y bordeada de... orgullo tal
vez. No tengo ni idea de lo que está tratando de decirme.
Tysa habló de la llamada, pero en ese momento, los hábitos
de apareamiento de los grifos estaban muy lejos de mi mente. Pensé
que era más bien un asunto de citas. Ella lo invitó a salir, él dijo
que sí, el resto es historia. Pero ahora, me pregunto si hay algo más.
Lo que mi madre describió parecía más bien un fenómeno
instintivo, posiblemente incluso parejas predestinadas.
Cuando crecí, hablar de parejas predestinadas entre lobos era
más bien un cuento de viejas. Se hablaba de que podía ocurrir, pero
nadie que yo conociera -y nadie que ellos conocieran, en realidad-
lo había visto nunca. En la manada, se elegía y, una vez que se
elegía, se establecía un vínculo o una impronta con la pareja para
117
toda la vida. Sí, podía haber un impulso instintivo de tu lobo para
perseguir a otro lobo, pero seguía siendo una elección.
La imagen de un libro que probablemente tenga algunas
respuestas aparece en mi mente. Recuerdo haberlo sacado de las
estanterías de los archivos y leer la letra dorada de la portada. La
llamada: Comprender el cortejo y los hábitos de apareamiento de
los grifos. Saqué el libro de mi pila para que un archivero lo
devolviera a su lugar, pero me olvidé de él. Estoy segura de que
sigue en el montón de libros en mi mesa. Respiro profundamente,
lo que se convierte en un enorme bostezo. Mañana lo revisaré a ver
qué encuentro.

118
11

L
o que sea que estéis haciendo, no está funcionando.
—gruñe la abuela—. Se enfadó con un niño vecino
— y casi se transforma parcialmente. Si no hubiera
salido a ver cómo estaba exactamente en ese momento, ¿quién sabe
lo que habría pasado? —añade frenética.
—No entiendo lo que está pasando. No debería cambiar
hasta la pubertad y, Awlon, dijiste que sus marcas tampoco
deberían haber aparecido hasta entonces. ¿Por qué le está
sucediendo esto tan joven? —exige mamá, con la preocupación
empapando cada palabra.
—No lo sé. Si estuviéramos en casa, podríamos encontrar
algunas respuestas, pero estamos aquí. Estamos completamente
aislados, y me gustaría poder explicarlo todo, pero no puedo. —
Papá suena derrotado, y lo veo sentarse pesadamente en su silla
favorita y ponerse una mano sobre los ojos. Su pelo negro es corto
ahora, pero me gusta más cuando es blanco como el mío—. O bien
es nuestra sangre la que desencadena sus habilidades antes de
tiempo, o bien algo externo lo está haciendo. He oído que los
Ouphe obtienen sus marcas de jóvenes si están en un entorno
amenazante. Es muy raro, pero ha habido casos. Sin embargo,
Falon está segura, así que no puede ser el motivo de esto.
La abuela cruza los brazos sobre el pecho y emite un gruñido
de desaprobación. Se apoya en el brazo del sofá y observa cómo
papá se frota el puente de la nariz.
—¿Alguna vez estará realmente a salvo? —refunfuña.
—Sedi, por favor, no empieces. Estamos haciendo lo mejor
que podemos por ella. —Le responde mamá.
—Lo dices como si estuviera bien, Noor. ¿Pero qué pasa si
lo mejor de ti no es suficiente? ¿Por qué nunca lo ves? —contesta
de manera ecuánime, pero tiene esa mirada que pone cuando es
mejor que la escuche.

119
—¿Y qué quieres que hagamos? —exige papá.
Me estremezco como si el cabreo de su tono fuera dirigido a
mí y vuelvo a hundirme en las sombras.
—Para empezar, decirle la verdad sobre ella misma. Háblale
de lo que puede hacer. ¿Nunca has pensado que los problemas con
las marcas, la magia y los cambios se deben a que ella no los
entiende y, por lo tanto, no tiene idea de cómo controlarlos?
—Todavía no tiene cinco años. —afirma mamá, exasperada,
levantando las manos y sentándose en el sofá como si todo fuera
demasiado. Últimamente hace mucho eso.
—Es inteligente, Noor. Le estás haciendo mal a esa eyas al
mantenerla en la oscuridad. Deberías ayudarla a entender,
ayudarla a manejar todo, no robar sus marcas, no atar sus
habilidades.
—¡Basta, Sedora! —grita papá, y me tapo la boca mientras
se me escapa un gemido—. Has dejado clara tu opinión. Pero
Falon no es tuya, y no puedes opinar sobre las decisiones que
tomamos.
—¿Cómo te atreves? —grita ella, apartándose de la pared y
acercándose a él—. He dejado todo lo que conozco para servir a
esta familia, para protegerte. Amo a Falon tanto como tú, y no me
quedaré de brazos cruzados viendo cómo destruyes lo que ella es,
por miedo y egoísmo. Digo que ya es suficiente. Es hora de que lo
sepa.
La yaya se da la vuelta para alejarse, con sus pasos en la
alfombra de felpa pesados y desquiciados. Se acerca a donde estoy
escondida en el rincón y me quedo paralizada, preocupada por si
me han encontrado.
—¡Quítame las manos de encima! —grita la abuela al mismo
tiempo que mamá pregunta—: Awlon, ¿qué estás haciendo?
Miro fijamente, congelada por el shock, mientras papá sale
disparado de su silla y agarra a la abuela por detrás.

120
—Te ato, Sedora, sirvienta de mi familia. Te prohíbo hablar
sobre quién y qué es Falon. Te prohíbo que tu animal vuelva a
revelarse. Te ato a nosotros para que nunca te vayas. Te marco y
te ato; como he dicho, que así sea.
—Savo truss farin tamod quass. Mayhara elod tamod
leerah. Rukke seeri wain voru halturenna.
—¡Awlon, no! —ordena mamá mientras intenta, sin éxito,
apartarle los brazos de la abuela. Ella llora mientras papá usa las
palabras de poder que me dice que nunca debo usar. Salgo de mi
escondite y corro hacia la yaya. Intento tirar de las manos de papá
y le grito que se detenga como hace mamá. Pero él no se detiene.
—¡Estás lastimando a mi abuela! —grito mientras mis
propias lágrimas se derraman por mis mejillas.
Ella jadea como si le hubiera hecho daño, y yo la suelto,
preocupada porque lo he hecho. Papá se aleja de ella y me mira
mientras se pelea con mama. No entiendo lo que veo en los ojos de
la yaya, pero me entristece mucho. Abro los brazos como ella hace
conmigo cuando mi corazón esta triste y necesito mimos. Pero eso
sólo hace que ella parezca más apenada. Tal vez si le hago un
dibujo, se sienta feliz. Siempre le gustan mis dibujos, sobre todo
cuando dibujo el cielo.
Me giro para ir a buscar mis colores, pero papá me llama.
Vuelve a tener esa voz de loco y no quiero volverme. Dice más
palabras de poder, y de repente estoy muy cansada. Me tiro al
suelo para poder tumbarme. Miro, sorprendida, para ver a la
abuela a mi lado. ¿Por qué está llorando? Estoy muy cansada.
Tendré que preguntarle cuando me despierte.
Me despierto de golpe con un jadeo. La pena, la confusión y
la rabia me invaden como un maremoto, y me pongo de lado y tiro
de los brazos y las piernas hacia mí.
¿Qué coño hizo mi padre?
No puedo conciliar los felices ojos verde lima de mis
recuerdos con lo que acabo de ver. ¿Cómo ha podido? No estoy
segura de sí lo pregunto en nombre de mi abuela o en el mío. Me
121
limpio las mejillas mojadas y me pregunto por qué los flashes
afloran ahora. Vuelvo a pensar en el desmoronamiento del anillo
en mi dedo. Pero ¿es realmente eso? ¿Puede un anillo cambiar mi
aspecto, lo que puedo hacer, lo que puedo recordar?
El dolor me atraviesa al rememorar una vez más lo poco que
sé de mí misma. Mi abuela tenía razón, mis padres deberían
haberme dicho la verdad; en cambio, me quitaron cosas.
Recuerdos, habilidades... más... Sé que hay más, pero no puedo
saber exactamente qué. Incluso ahora, esta niebla que siempre ha
estado en mi cabeza sigue siendo espesa y pesada.
Ellos me hicieron esto.
Me repliego sobre mí misma todo lo posible y trato de
entender el porqué de todo esto. Sin embargo, por mucho que lo
intente, no puedo. La ira recorre lentamente mi cuerpo. Hasta
ahora, he dirigido toda mi frustración y vitriolo a mi abuela, pero
ella no ha hecho esto.
Ella no lo hizo.
Repito la verdad y al instante me siento aún más mal. He
estado muy enfadada con ella todo el tiempo que he estado aquí, y
nada de esto ha sido culpa suya. Está claro que incluso en la muerte,
estaba tratando de mostrarme la verdad. Intentaba ayudarme a
entender.
—Lo siento mucho, abuela. —Me lamento, y entonces dejo
que se abran las compuertas. Todo lo que hizo fue por amor... para
protegerme... incluso de mis padres.
Alejo los pensamientos sobre mi padre y mi madre. No sé
cómo lidiar con ellos o con lo que hicieron. Ni siquiera sé en qué
puedo confiar y en qué no. Los quiero, lo he hecho toda mi vida.
Siempre los he recordado como cariñosos y atentos, pero ahora
mismo, el odio y la rabia al pensar en ellos abruma todo lo demás.
¿Toda mi infancia es un intento de lavarme el cerebro? Ahora
mismo estoy muy cabreada y no tengo ni idea de qué hacer al
respecto. ¿Cómo se les grita a los muertos? ¿Cómo les haces
entender que la han cagado?

122
Me río huecamente de mis estúpidas preguntas. Se fueron. No
están desde que tenía cinco años. ¿Qué les importa cuando se trata
de las consecuencias de sus actos? Pienso en los padres de Treno y
en la guerra que provocaron sus acciones. Todos estamos sufriendo
e intentando sacar lo mejor de lo que nos han hecho. La pérdida y
la frustración bullen en mi interior, y desearía poder hacer algo para
deshacerme de ellas.
De repente, estar aquí tumbada, en posición fetal y echando
humo, me parece patético. Me levanto de la cama y entro en el
cuarto de baño, donde me baño y me lavo con rabia. Me dirijo hacia
donde tengo mis pantalones y sujetadores nuevos y me visto,
irritada aún más por el hecho de que el atento regalo que me ha
hecho Treno no endulza la amargura que siento en cada una de mis
células. Me pongo una camisa de lino sobre el sujetador
improvisado y recojo el libro que dejé sobre la mesa la noche
anterior y lo arrojo al otro lado de la habitación.
Las páginas emiten un sonido de aleteo mientras vuelan por
el aire, y luego un golpe seco llena la habitación cuando el diario
de mi madre se golpea contra el tronco del árbol que crece en la
esquina. Cae al suelo y se abre para mostrar una página en blanco.
—Vete a la mierda. —Le digo al libro, y luego abro las
puertas y salgo de la habitación, sin saber qué hacer.
Dri y Sice no están de centinela fuera de las puertas como
espero, y me detengo, aún más confundida por el hecho de que
parece que me han dejado sola. La irritación y la agresividad se
sienten como estática en mis miembros, y prácticamente puedo
sentir a Paloma erizar sus plumas dentro de mí. Ambas tenemos
ganas de pelear, de cazar, de destrozar algo. Ella muestra una
imagen de Cynas y Mogus, y yo resoplo y sacudo la cabeza
mientras recorro el edificio cristalino al que he llamado hogar
desde que llegué.
—No creo que tengamos la suerte de encontrar otra
infestación de Mogus tan pronto, pero tal vez podamos practicar
lecciones como las que nos enseñó Sutton en el Nido. —Le digo.

123
Ella pone los ojos en blanco y emite un graznido irritado que
me hace estremecer.
—No quise decir que no supieras cazar o luchar por tu
cuenta, colega. No te lo tomes como algo personal. Sólo digo que
yo no sé cazar ni luchar por mi cuenta. —Le explico.
Ella me muestra al Sr. Miyagi. Me detengo a mitad de camino
y miro fijamente al famoso personaje de Karate Kid durante un
minuto.
—¿Quieres que le dé cera a algo? —bromeo, sin poder evitar
que se le erice el vello. Qué puedo decir, soy una perra mezquina
que no olvida todas las situaciones jodidas en las que no ayudó
cuando llegamos aquí.
Ella me chasquea el pico en nuestra mente, y me río de la
impotente amenaza.
—Sabes que arrancarme la cabeza es lo mismo que
arrancarte la tuya, ¿verdad? Ni siquiera creo que sea físicamente
posible, así que ahora sólo pareces un pájaro dodo.
Empieza a retroceder con rabia dentro de mí, y yo pongo los
ojos en blanco.
—Eres muy sensible para ser una gallina a la que le gusta
dejarme colgada de forma habitual, colega. Todavía esperabas
que te hablara después de todo el asunto de la 'limpieza' de Zeph
y Ryn, y de la chorrada de 'no le demos pistas a Falon' que también
te gusta hacer. Así que no juegues conmigo a la carta de los
pucheros. —La regaño, y noto su resoplido.
No se va a ninguna parte, así que lo tomo como una buena
señal.
—De acuerdo, quieres hacerme de Miyagi... ¿significa eso
que te gustaría enseñarme a cazar y a luchar? —pregunto con una
voz normalmente reservada para los niños pequeños.
Me lanza una mirada que expresa claramente que no le
impresiona mi tono apaciguador. Esta vez suelto un resoplido.

124
—Bien. Lo haremos a tu manera, pero, Paloma, yo también
necesito aprender a luchar en mi forma, y sin ánimo de ofender,
¿cómo vas a ayudarme con eso? —pregunto.
Me da un bufido indignado y me envía una imagen de un ala
dándome una palmadita en la cabeza. Reciclo la mirada poco
impresionada que me lanzó anteriormente y se la devuelvo. Veo en
mi mente cómo una pluma me aprieta los labios como si fuera un
dedo para hacerme callar, y entonces ella me hace una señal para
que la siga. No puedo evitar reírme de la desfachatez de todo ello,
a la vez que me molesta.
La voz de Patrick Swayze llena mi mente, diciendo: "Nadie
pone a Baby en una esquina". Sólo que lo edito mentalmente para
que diga—: "Nadie hace callar a Falon con una pluma".
Nos reímos, y ella me muestra el cielo y un claro. Miro a mi
alrededor, a los pasillos casi vacíos, y me pregunto si puedo irme
sin más. Sacudo la cabeza al pensar en ello, porque soy una mujer
adulta y debería ir a donde coño me apetezca. Doblo la esquina y
veo a un guardia que está de pie, solitario.
—Hola. —Le saludo y me muevo en su dirección—. Voy a
buscar un lugar para... eh... hacer ejercicio. Sólo quería avisarte,
por si alguien me necesita para algo. —Le digo, saludando
torpemente y alejándome de él cuando me mira como si le
importara un carajo lo que voy a hacer.
Continúo retrocediendo, lanzando un pulgar hacia arriba en
dirección al guardia que ahora me ignora, y dirijo una mirada a
Paloma cuando se descojona dentro de mí. Estoy bastante segura
de que se está burlando de mis pensamientos de soy una mujer
adulta de antes y.… bueno, francamente... es grosera.
—Probablemente acabo de salvarnos de que nos disparen
desde el cielo con una de esas redes. Recuerda lo bien que se
siente. —Señalo con suficiencia, dirigiéndome al balcón más
cercano.
Ella me lanza una imagen del Dr. Evil de Austin Powers
diciendo: Biennnn.

125
—Sabes, nunca pensé que diría esto, pero me gustabas más
cuando estabas callada. —Suelto, abriendo la puerta que da al
exterior y llamando a mis alas.
Ella se ríe, pero yo la ignoro mientras salto por el balcón en
busca de un buen lugar para que resolvamos nuestras mierdas y
saquemos nuestra rabia interior.
Esto debería ser interesante.

****

—¿Quieres que haga qué? —pregunto, el pánico y la duda


resuenan claramente en mi voz.
Paloma reproduce en mi mente la película de acción que
acaba de confundir con la vida real. Observo cómo se sumerge en
el cielo hasta que sólo estamos a un par de metros del suelo. Ella
nos frena ligeramente y luego se desplaza hacia mí. Empiezo a
correr, sin perder el ritmo para mantener nuestro paso. Luego me
agacho para coger una ramita del suelo y, cuando me enderezo,
volvemos a transformarnos en Paloma y subimos a lo alto del cielo.
Internamente la miro fijamente, mi mirada comunicando lo
que pienso de este plan de cerebro de pájaro.
—Hay formas más fáciles de matarme. —declaro, cruzando
las manos sobre el pecho.
Ella me muestra la imagen de nosotras completando con éxito
el último desafío que declaré imposible.
—Soy consciente de que ya he dicho eso antes, pero no por
ello es menos cierto. —Señalo.
Procede a bombardearme con una presentación de
diapositivas de todas las cosas que hemos logrado en los tres días
que llevamos aquí. El primer día lo dedicamos a los primeros pasos.
Trabajamos en el cambio parcial de mi forma y en la de ella. Ahora

126
puedo cambiar y llamar a las garras, a los ojos de Paloma, a una
suave capa de pelo de la cintura para abajo -que todavía no estoy
segura de cómo me sienta- y puedo elaborar un gruñido que haría
que cualquier mamá león se sintiera orgullosa.
También me dio una lección de vuelo. Lo que,
sorprendentemente, ha contribuido a que todo lo que ha sucedido
desde entonces vaya mucho mejor.
Una oleada de suficiencia irrumpe en mis pensamientos.
—Vale, está bien, tal vez no fue tan sorprendente ya que me
avisaste específicamente de lo importante que sería, pero eres una
pajarita dramática, así que perdóname por no caer en el anzuelo
y en la trampa de todo lo que dices. —refunfuño—. ¿Seguro que
esta próxima tarea no es como la que creaste sobre mantener mis
alas limpias? —pregunto incrédula.
Ella se ríe.
—¡Paloma! —advierto, sin interés en caer en otra broma.
El segundo día, pasamos la mayor parte saltando desde un
afloramiento de roca en el lado de la cascada. Yo saltaba como yo
y luego, a mitad de la caída, nos transformábamos en ella.
Alrededor del mediodía nos hicimos con un público, o al menos fue
cuando Dri y Sice empezaron a animar y a valorar mi forma,
mientras mi culo desnudo saltaba al estilo de una ardilla voladora
por el borde del agua.
Resulta que nos habían estado siguiendo a mí y a Paloma todo
el tiempo, riéndose a carcajadas. Ahora miro alrededor del claro.
Sé que están aquí, pero no podría decir dónde si mi vida dependiera
de ello. Sin embargo, a mi colega le dio un ataque de nervios
cuando les pedí ayuda. Se puso muy llamativa y enfadada y luego
me hizo prometer que confiaría en ella.
Fue entonces cuando llevó las cosas a otro nivel. Aquí
estábamos ella y yo, en la cima de nuestra perfecta ejecución de un
montón de mierda que desafía a la muerte, cuando ella me enseñó
la siguiente lección. Insistió en que era de vital importancia limpiar
mis alas cada vez que cambiara parcialmente... con la lengua. Yo,
127
como la tonta que soy, confié en ella. Llevaba unas cuatro lamidas
de plumas cuando finalmente admitió que me estaba jodiendo.
—¡Me ha costado el resto del día quitarme la pelusa de
pluma de la boca! —Le grito cuando la imagen que evocan mis
pensamientos la sume en otro ataque de risas de grifo ronroneante
—Sólo por eso, voy a poner fin a las fantasías explícitas que
he estado permitiendo que se desarrollen en nuestra cabeza
durante las últimas tres noches. Ya sabes, las de nosotras con
Treno... y Ryn. Estaba de acuerdo con tus sucias fantasías porque
sabía que te hacía feliz, pero esta noche... esta noche voy a
reproducir cada detalle de Downton Abbey que pueda recordar.
¿Cómo te gustan las manzanas? —Amenazo.
Tengo la clara impresión -por su nuevo ataque de risa- de que
podría estar reclamándome por mi insinuación de que ella era la
única que disfrutaba de esas fantasías. No digo nada, y ella me
dedica un condescendiente mmm-hhmmmmm mental.
—De todos modos, esa no es la cuestión. —Me defiendo—.
Quiero que jures por todas tus sucias esperanzas de porno grifo
que este próximo reto va en serio. —exijo.
Me envía una imagen de ella cruzando sobre su corazón con
sus garras y luego levantándolas a un lado como si estuviera
jurando como testigo o algo así. Exhalo un suspiro resignado y me
pellizco las sienes.
Joder, esto va a doler.
Paloma toma el mando y nos elevamos fácilmente hacia el
cielo. Ella rodea el claro en el que hemos estado entrenando repite
la secuencia que estamos tratando de lograr, y yo me concentro en
cada paso. Nuestras alas salen disparadas a los lados, activamos los
alerones de las plumas y reducimos la velocidad. Empujo hacia
delante hasta que vuelvo a ser dueña de nuestro cuerpo. Mis pies
tocan el suelo, y una ovación ruge dentro de mí cuando no me la
pego inmediatamente.
Doy exactamente tres zancadas... y entonces me la pego. Me
estrello contra el suelo con fuerza, pero mis pies no reciben el puto
128
memo de ayyyyy, porque siguen adelante. Lo siguiente que sé, es
que me he doblado con el culo por encima de la cabeza, y estoy
bastante segura de que tengo que ponerme muy cómoda con esta
posición, porque nunca podré volver a moverme. Gruño, atascada,
mientras la suciedad y los escombros se asientan a mi alrededor.
—Sandra Bullock hizo que esta cosa del gato montés
pareciera mucho más sexy en Two Weeks Notice. —observo
mientras Paloma procede a perder la cabeza.
No para de mostrarme imágenes de un dos por cuatro
volteando por el suelo, como si eso tuviera que significar algo para
mí.
Maldita periquita chillona.
Justo cuando estoy a punto de gritar que me he caído y que
no puedo levantarme y asumir que las cosas no pueden ir peor, una
ronda de aplausos comienza dentro de los árboles a mi derecha.
Mátenme ya.

129
12

L
os aplausos empiezan a sonar más fuerte y yo pongo los
ojos en blanco. Paloma y yo estamos dando a Sice y Dri
suficiente material para que inicien una larga y próspera
carrera de comediantes. Ahora son el alma de la taberna, o al menos
eso dicen ellos, que cuentan a los clientes historias de mis épicos
fracasos y de todas las tonterías que Paloma me hace hacer. Me
mantengo firmemente plantada en el charco de mortificación en el
que estoy tumbada y espero a que uno de ellos venga a ayudarme a
levantarme.
—Justo cuando creo que no puedes ser más interesante,
Falon, haces algo que demuestra lo equivocado que estaba. —
afirma Ryn, el humor y la diversión se filtran en su tono a pesar de
sus evidentes esfuerzos por contenerlos.
Me quedo helada, sorprendida de que esté aquí, e intento
mantener la calma a pesar de mi situación actual.
—Eso te enseñará a no subestimarme. —digo, poniendo los
ojos en blanco hacia él y hacia mí misma, porque, joder, no puedo
moverme.
Mis piernas están encajadas de alguna manera delante de mí,
y estoy atascada en una jodida curva hacia atrás del infierno.
Escupo para limpiar mi boca de parte de la suciedad que la ha
invadido y trato de pensar en cómo carajo salir de esto.
—¿Un poco de ayuda aquí, colega? —Le ordeno.
Ella me ignora, concentrada totalmente en Ryn mientras se
acerca lentamente a nosotras.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Le pregunto en un gruñido
mientras intento poner los brazos debajo de mí para poder
despatarrarme—. ¿No se supone que estás luchando en una guerra?
Pero recuérdame de qué lado estás, porque todavía no lo tengo
claro. —digo con sorna.

130
Él suelta una carcajada y sus botas de cuero entran en mi
campo de visión. No se mueve inmediatamente para ayudarme, y
gruño.
Este cabrón se va a hacer de rogar, lo sé.
—¿Qué haces aquí, desprotegida y sola? —pregunta, y hay
un indicio de algo que no puedo determinar en su tono.
¿Preocupación? ¿Incredulidad? ¿Alivio?
—Oh, ya sabes, sólo he caído en las tonterías de mi grifo. —
respondo despreocupadamente y escupo un poco más de tierra de
mi boca.
—Si te toco, ¿tu grifo se molestará por eso? —pregunta, con
un ligero aumento de la voz al pronunciar la palabra grifo, que
delata la confianza que desprende.
Compruebo con Paloma cómo se siente en este momento. Las
fantasías eróticas deben de haber funcionado como un borrador
mágico, porque no percibo nada de la rabia que había cuando
intentó matarlo antes. Si no lo supiera, sospecharía que está
relajada con un bol de palomitas, ansiosa por ver cómo se
desarrollan las cosas.
—Dice que hará una excepción por esta vez. —Miento, y
parece que no muy bien, porque él se ríe como si pudiera ver a
través de mí.
Una sensación de calor me atraviesa cuando me agarra por la
cintura y me levanta. Me sujeta como si no pesara nada y me pone
de pie en un movimiento que no debería ser tan fácil para él y tan
difícil para mí.
Me quito el pelo de los ojos y me tiende una pequeña
cantimplora. La miro por un segundo y luego a él antes de cogerla.
Doy un profundo trago, con la intención de enjuagarme la boca,
pero no es agua como creía. La dulzura estalla en mi boca y me
atraganto inmediatamente, sorprendida por el sabor cuando no
esperaba que hubiera ninguno.

131
Me agacho y escupo el líquido cargado de sacarina de mi
boca. A continuación, procedo a intentar cortarme los dos
pulmones.
—Córrete en un árbol, Falon, no intentes matarte tan pronto
después de que te haya rescatado. —Se burla, golpeando mi
espalda con firmeza para ayudar a limpiar mis pulmones de líquido.
Por fin consigo controlarme y enderezarme. Doy otro trago a
la cantimplora que aún tengo en las manos, esta vez esperando la
explosión de sabor. Me limpio la boca y bebo una buena cantidad.
—Cuidado —advierte Ryn, el néctar Toag se utiliza cuando
un soldado necesita energía en una larga batalla. No se sabe lo que
puede hacer a tus sensibilidades más delicadas.
Resoplo.
—Soy dura, no te preocupes por mí, Altern. —Le desafío,
usando el título que tiene entre los Ocultos.
Sus ojos se entrecierran ligeramente, pero no dice nada.
Suelto un eructo épico, y sus ojos se abren de par en par por
la sorpresa. Le sonrío.
—¿Qué? Eso me habría valido un aplauso en la taberna. —
Le digo, orgullosa del eructo del hombre.
¿Dónde está Sice cuando lo necesitas?
Él se pellizca las sienes como si esta información le
exasperara.
—Se supone que debes pasar desapercibida hasta que pueda
sacarnos de aquí, Falon. No bebiendo en tabernas con... —Se
interrumpe—. ¿Quién demonios te ha llevado a beber? —exige
saber con un suspiro cansado.
—Estoy pasando desapercibida. —Le digo—. Y estaba con
los guardias que Treno me asignó, así que estaba bien.
—Treno no asignó nada, lo hice yo, ¿y dónde están ahora esos
guardias, Falon? —pregunta, mirando a su alrededor como si
esperara que salieran del bosque.
132
Yo hago lo mismo. Estaban aquí antes.
Me encojo de hombros, confundida por dónde pueden haber
ido y por el hecho de que él me los haya asignado y no Treno.
—Deberíamos irnos. Todo Kestrel estará prácticamente
buscándote, a estas alturas. —Me dice despreocupadamente
mientras pone una mano en la parte baja de mi espalda en un
esfuerzo por arrearme.
Me doy cuenta en ese momento, con su cálida mano contra
mi piel desnuda, de que estoy con el culo al aire. A su favor, los
ojos de Ryn no han bajado de los míos en todo este tiempo. Aunque
quizá se fijó en mí cuando me encontró con el culo sobre la cara en
el suelo. Me vuelvo hacia el árbol cuyas raíces protegen mi ropa.
—¿Por qué me buscan? —pregunto, perpleja—. Llevo días
viniendo aquí sin que nadie se moleste por ello. Sice y Dri siempre
están cerca; son unos jodidos escurridizos, por cierto. —Señalo,
impresionada y celosa a partes iguales de sus locas habilidades para
escabullirse—. De todos modos, ¿por qué iba a importarle a alguien
dónde estoy ahora? —cuestiono, moviéndome apresuradamente en
dirección a mi ropa.
—Porque Treno quiere verte, y lo que el pequeño Altern
quiere, lo consigue. —Se burla Ryn.
—¿Entonces está bien? —pregunto, sin poder evitar que el
alivio en mi voz brille.
Sus ojos se endurecen y me estudia, sin molestarse en
responder. Me inclino para recoger mi sujetador improvisado
recién regalado, y él gruñe.
—Bueno, al menos tus escurridizos guardias lograron
entregar las cosas que se les dijo. —afirma con irritación.
Le miro fijamente durante un segundo, con el suave cuero de
la prenda que supuse que me había dado Treno agarrado en la
mano, y todo hace clic.
—¿Fuiste tú? —Afirmo en un susurro sorprendido.

133
Doy una carcajada hueca y miro fijamente el sujetador en mis
palmas. Ryn es el único que me ha visto con esto puesto. ¿Cómo
es posible que no haya hecho esa conexión antes?
Sus cejas se hunden con confusión.
—Por supuesto que fui yo. ¿Quién más podría haber sido? —
pregunta incrédulo.
Sacudo la cabeza y estudio su rostro, tratando de entender por
qué me habría regalado todas esas cosas.
—Treno. —digo simplemente, y veo cómo su mirada gris se
llena de fuego.
Se acerca a mí hasta que nuestros cuerpos quedan al ras.
—¿Y por qué te daría Treno alguno de esos regalos? —
pregunta, con la voz enfadada pero uniforme, como si fuera la
calma que precede a la tormenta.
—¿Por qué lo harías tú? —Le desafío en lugar de responder.
Un ligero rubor se abre paso por su cuello, y su aparición me
hace sentir infinitamente más curiosidad por la respuesta a mi
pregunta. Sus labios se aprietan como si luchara por mantener la
respuesta en su interior.
—¿Por qué? —Vuelvo a preguntar, con mi mirada rebotando
entre la suya de nube de tormenta.
—Porque es lo que las mujeres de tu clase esperan en la vida.
Te estaba ayudando a acostumbrarte a eso.
Le gruño, sin poder evitar que el sonido de puro desagrado
me suba por la garganta. Prácticamente puedo saborear la mentira,
y me cabrea. Doy un paso atrás, dejando caer el sujetador de mis
manos y me alejo de él.
—¿Adónde vas? —exige.
—Paloma y yo tenemos trabajo que hacer todavía. —afirmo
rotundamente—. Volveremos cuando hayamos terminado, como
hemos hecho todo el tiempo que tú y Treno habéis estado fuera. —
añado con displicencia.
134
Le doy un toque interno a Paloma y hago un círculo con el
dedo para indicar que es hora de montar.
—¿No me has oído cuando he dicho que toda la isla te está
buscando?
¡Déjalos! —grito, interrumpiéndolo—. Siéntete libre de volar
con tu molesto culo hasta allí y diles que iré, cuando Paloma y yo
estemos bien y jodidamente preparadas para volver.
Ella me choca las alas y yo sacudo mis músculos, dispuesta a
comer tierra las veces que haga falta para que lo hagamos bien.
Corro hacia los árboles, iniciando un movimiento que nosotras
dominamos antes, en el que corro, salto en el aire tan alto como
puedo, y nos desplazamos y volamos. Mis pies golpean con fuerza
el suelo cubierto de hierba mientras acelero.
—¡Falon! —grita Ryn, con un tono de advertencia, pero lo
ignoro y salto hacia el cielo bañado por el sol. Paloma se adelanta,
lista para tomar las riendas y preparar el siguiente nuevo desafío,
pero unos brazos rodean mis caderas, y soy abordada lateralmente
como si fuera un mariscal de campo al que le han dado una paliza.
Hijo de puta.
A ella parece divertirle esto más de lo que esperaba, pero yo
estoy jodidamente cabreada. ¿Quién coño se cree Ryn que es? Me
tira al suelo, pero giro sobre mi espalda y doy un tajo en el pecho
con las afiladas garras que ahora inclinan los dedos de mi mano. él
sisea y rueda fuera de mí, poniéndose en pie.
Se mira el pecho y se toca la sangre que brota de los arañazos
que le he hecho. Pasa la vista de las yemas de sus dedos teñidos de
sangre a mí, con sorpresa y algo parecido a la excitación en sus
ojos. Un zumbido de entusiasmo me recorre a mí también, y me
esfuerzo por no poner los ojos en blanco ante su presencia.
Que alguien me salve de estos pájaros raros y de la extraña
mierda que los excita.
—Así que no has estado aquí revolcándote desnuda en la
tierra. —Observa con sorna, dejando caer la mano a su lado.

135
Paloma me envía una advertencia para que vea cómo sus
músculos se tensan a pesar del suave tono de su voz. Le hago un
gesto de agradecimiento y miro exactamente eso. Ryn carga contra
mí precisamente como ella me advirtió que lo haría. Me muevo
hacia un lado, evitando el placaje, y llamo a mis alas. Me lanzo
hacia atrás, obligando a mis alas a sostenerme, y cambio
parcialmente la parte inferior de mi cuerpo a las poderosas patas de
gato grande que tiene Paloma. Le doy una patada sin piedad, y sale
volando.
Vuelvo a cambiar todas las partes hacia mí y guardo mis alas
mientras él vuela por el aire lejos de mí. Espero que se estrelle
contra el suelo y preparo mi comentario sarcástico sobre quién
mira quien está jugando en la tierra ahora, pero Ryn invoca sus
propias alas y se endereza. Pone los pies ligeramente en el suelo y
me sonríe.
—Es bueno ver que ahora te tomas las cosas en serio. —
declara, y yo fulmino con la mirada la insinuación apenas oculta en
el cumplido.
—Me alegra ver que eres el mismo imbécil de siempre. Y yo
que pensaba que podrías ser un buen tipo. Supongo que anularé el
polvo por lástima que podría haberte echado.
Ryn se ríe, pero sus ojos brillan de ira. Sus alas se agitan, y
las mías salen de mi espalda como cachorros ansiosos a los que se
les acaba de prometer una golosina.
Maldita sea.
Su sonrisa se vuelve diabólica, como si acabara de demostrar
algo, y eso me irrita sobremanera. Me meto las alas en la espalda y
las regaño por ser demasiado ansiosas.
—Ohh, has conseguido que mis alas se abran. —Me burlo
con falsa sorpresa—. Lástima que para ti mis muslos no funcionen
así. —añado con la mirada.
Él da un paso más hacia mí y se ríe, pero una vez más el
humor no llega a sus ojos.

136
—¿Quieres ver la magia que puedo hacer entre tus muslos,
Falon? ¿Es eso?
Resoplo.
—Nah, creo que Treno podría encajar mejor ahí.
Él salta hacia mí cuando el nombre de Treno sale de mis
labios, y yo salto hacia atrás para intentar evitarlo. Esta vez, no soy
lo suficientemente rápida. Hago una nota mental para seguir
prestando atención al lenguaje corporal mientras se habla de estas
mierdas. Paloma me hace un gesto de aprobación y vuelve a
pasearse por su bol imaginario de palomitas y su Lazy Boy* de
tamaño grifo.
Ryn me clava los dedos en los costados y espero a que me
duela, creyendo que va a usar las garras conmigo como yo hice con
él. En lugar de eso, me pongo nerviosa cuando me doy cuenta de
que me está haciendo cosquillas.
¿Qué carajo? ¿Quién hace cosquillas a alguien que está
intentando darle una paliza?
Gruño, molesta por el hecho de que claramente no se está
tomando esto en serio. Me alejo ligeramente de él y le doy un
codazo en el cuello. Un estruendo amenazante se traslada de su
cuerpo al mío, y se acerca para inmovilizar mis manos. Me muevo
hasta que mis dedos vuelven a estar afilados y llamo a mis alas. La
utilizo para ayudarme a empujar mi espalda y empiezo a golpearlo.
Puede que le apetezca una fiesta de cosquillas, pero yo quiero
sangre y venganza.
Él me gruñe, o más bien su grifo me gruñe, cuando le hago
líneas de arañazos en el cuello y la mejilla. Paloma se acerca
gritando, y prácticamente puedo oírla decir oh no, no lo hizo,
mientras se quita unos pendientes imaginarios y se prepara para una
pelea.
Él parpadea y sus ojos de grifo desaparecen. Empujo a
Paloma hacia atrás con un "lo tengo" y uso mis alas para empujar
a Ryn lejos de mí. Salto hacia arriba y luego vuelo hacia atrás,
evitando que me aborde de nuevo. Él salta en el aire para igualar el
137
campo de juego. Me giro y hago un sprint con las alas en dirección
a Kestrel. Él me agarra por el tobillo antes de que pueda alejarme
un metro. Se deja caer como un saco de piedras, de nuevo al suelo,
arrastrándome con él. Chillo y pataleo para intentar romper su
agarre, pero es demasiado fuerte.
—¿Adónde crees que vas? —gruñe mientras sigue
sacándome del aire.
Mis alas se agitan furiosamente mientras intento evitarlo. Sin
darme cuenta, levanto viento, polvo y otros restos del bosque
mientras intento alejarme.
—Pensé en echarle un vistazo a Treno. —respondo con un
gruñido.
La satisfacción se dispara en mi interior cuando él reacciona
como sabía que lo haría. Se cabrea. Ahora que sé que Treno es una
llaga para él, no podré dejar de hurgar en ella.
—¿Crees que ese capullo de Marcado se preocupa por ti? —
Me desafía, con el triunfo brillando en sus ojos grises, mientras
consigue finalmente tirarme al suelo.
Intento saltar, pero es demasiado rápido. Me agarra por la
cintura y me tira debajo de él.
—¿Crees que alguna vez le importarás más que el poder?
Aplico golpe tras golpe contra el pecho, los brazos, la cara y
el cuello de Ryn.
—No es capaz de hacerlo, Falon. —advierte, ignorando mi
ataque como si nada.
Paloma está prácticamente aplaudiendo dentro de mi cabeza,
y me confunde hasta que me golpea con deseo.
—Maldita sea, colega, esto no son juegos preliminares. —Le
grito, pero ella me ignora e inmediatamente empieza a
bombardearme con flashes de porno grifo.
—¡Si estás tratando de enfriarme, está funcionando! —Le
grito, y los flashes cesan inmediatamente.

138
La estudio durante un rato.
—¿Un minuto quieres destrozarlo y ahora quieres que me lo
folle? —pregunto, desconcertada por el uno-ocho*.
—Tienes todo lo que necesitas, Falon, sólo que no quieres
admitirlo. Te gusta demasiado jugar. —Me dice Ryn, desviando mi
atención de ella hacia él.
—¿Qué? —suelto incrédula.
—Te gusta que te persigan. Te gusta la caza. Sobre todo, te
gusta que te atrapen. —declara, y finalmente me inmoviliza las
manos a cada lado de la cabeza.
Se inclina con un movimiento rápido y pasa la punta de su
nariz en un círculo alrededor de mi pezón, que es de una dureza de
diamante. El fuego estalla en mi abdomen y un gemido se escapa
de mis labios. Mis piernas se abren en señal de invitación, y él se
ríe.
—No puedes evitar abrirte de piernas. —Se burla, y le gruño.
Mierda. Ahora ya no voy a poder vivir con eso.
—¿Quieres hablar, o quieres seguir demostrándome lo mucho
que me gusta que me follen? —Le digo quejándome.
Acerca sus ojos a los míos y se acomoda entre mis muslos.
Me gusta su peso ahí, y Paloma me envía su ansioso acuerdo.
—Ya, ya, cazadora, no subestimes a tu presa. —Me reprende
Ryn—. Puedo hablar y mostrarte al mismo tiempo.
Se abalanza sobre mí lentamente, el cuero de su armadura
Narwagh es áspero contra mi piel sensible de una manera que me
gusta mucho. Me inclino hacia delante y le muerdo el labio inferior,
y un ronroneo de satisfacción retumba en su pecho. El sonido me
hace preguntarme si su grifo está tan cachondo y sin complejos
como la mío. Sus labios carnosos rozan los míos, y mis
pensamientos se centran únicamente en la sensación de él contra
mí. No se mueve para besarme o follarme; parece contentarse con
burlarse de mi boca... de mis pechos... de mi coño. Gruño en señal
de protesta, y eso parece divertirle aún más.
139
—Crees que quieres el clímax ahora mismo, pero eres una
cazadora, Falon. Necesitas acecharlo. —Me dice, pasando la punta
de su nariz por el lado de mi cuello de una manera muy deliciosa—
. Tienes que perseguirlo —declara, acercando sus labios a los míos
de forma tentadora y retirándose cuando intento acortar la
distancia—. Tienes que desear matar. —afirma con naturalidad
mientras empieza a moverse rítmicamente entre mis muslos.
Gimo y muevo las caderas para aumentar la fricción entre
nosotros. Él me besa por fin, tragándose los gemidos que su cuerpo
me arranca. Su lengua gira con la mía, sus labios chupan los míos
y los muerden. Me besa tan a fondo que casi me corro sólo por eso.
Ryn lee mi cuerpo como si fuera su libro favorito y se retira justo
cuando estoy a punto de liberarme. Gimoteo, como si estuviera en
sus manos, y él se ríe.
—Ves, Falon, tienes todo lo que necesitas aquí. Treno no va
a cazarte ni a ser cazado. No va a abrirte de golpe como necesitas.
No te conoce lo suficiente como para saber cuándo necesitas
dominar o ser dominada.
—Ryn —gruño—. ¡Cállate la boca con Treno y fóllame!
Sus ojos se iluminan con la victoria, y rueda fuera de mí sobre
su espalda. No necesito una invitación, y me subo encima de él,
agarrando el cuello de su chaleco de armadura agujereado y tirando
de él hasta que lo tengo bien agarrado. El fuego se apodera de su
mirada, y puedo sentir sus ojos en mí como si fueran sus manos
mientras mira desde mis labios hasta mis pechos. Desato el chaleco
y se lo quito. Empujo la túnica que lleva debajo por encima de su
cabeza y luego bajo más.
Desato los cordones sobre sus caderas y veo su polla, rozando
los rizos castaños oscuros que asoman por la parte superior de sus
pantalones. Admiro su silueta presionando contra la piel de animal
de sus pantalones y no puedo evitar lamerme los labios. Quiero que
mi boca lo rodee. Necesito saborear su deseo y sentir sus dedos
necesitados en mi pelo mientras me lo trago.
Él inclina las caderas hacia arriba mientras le desato los
pantalones y se los quito de los muslos bien musculados, bajando
140
por las pantorrillas y.… mierda. Me olvidé de sus botas. Se las
quito rápidamente, un pie cada vez, y para cuando lo tengo
completamente desnudo, estoy tan mojada y preparada que estoy
segura de que me voy a correr antes de que él pueda entrar en mí.
Me mira con la misma avidez, y yo vuelvo a subir por sus piernas
y lo palmo. Está brillante de deseo, y saco la lengua, ansiosa por
probar el sabor de su lujuria. Sus caderas se agitan y sisea cuando
paso mi lengua por la parte inferior de su polla.
Mis duros pezones rozan sus muslos mientras envuelvo su
cabeza con mis labios. Al principio me balanceo superficialmente
y luego voy introduciéndolo cada vez más y más profundamente en
mi garganta. Tarareo apreciativamente cuando gime mi nombre.
Envolviendo mi palma alrededor de su base, trabajo al compás de
mi boca para hacerle sentir como si estuviera tragándomelo entero
dentro de mi garganta, cosa que por su tamaño es imposible. Me
aprieto más mientras él enreda sus dedos en mi pelo, metiéndose
en mi boca y adorándome con sus gemidos y alabanzas. De repente,
me saca la boca de su polla y acerca mis labios a los suyos.
—¡Oye! —protesto, y se ríe.
—Quiero correrme en tu coño, Falon, no en tu garganta. —
declara, y sus labios me besan hasta someterme.
Se aparta y me toca el pecho, dejando caer su boca para
chuparme los pezones mientras yo me agacho y lo sitúo en mi
entrada. Me dejo caer encima de él y, efectivamente, me corro
enseguida. Una sensación increíble se dispara hacia las puntas de
los dedos de mis pies y luego es aspirada de nuevo hacia donde su
polla está enterrada profundamente dentro de mí. Lo cabalgo a él y
a mi orgasmo, que rebota por todo mi cuerpo.
Me muevo contra su base hasta que sus rizos castaños se
empapan de mi liberación y sus labios están contra mi oreja.
—Sí, ahí es donde debes estar, mi Cazadora. Tu cuerpo contra
el mío, tus labios gritando mi nombre, tus fluidos sobre mi polla,
mi boca, mis dedos. Aquí es donde deberías estar siempre, y este
es mi lugar ahora también. Ahora vivo para sentir tus espasmos de

141
placer a mi alrededor. Existo para adorarte, tu mente, tu corazón,
tu cuerpo. Ahora eres mía. —declara.
Me pone de espaldas y dejo que su cuerpo me reclame de la
misma manera que sus palabras. Echo la cabeza hacia atrás y floto
en todas las exquisitas sensaciones que su polla y su boca provocan
en mi cuerpo. Me muerde el cuello y la mandíbula, me toca los
pechos y me penetra con fuerza. Todo es tan bueno que mis
gemidos entrecortados se convierten en un constante estruendo de
su nombre derramándose de mis labios. Ryn me muerde el hombro
con la suficiente fuerza como para notar la presión, pero no lo
suficiente como para romper la piel. Se entierra entre mis muslos y
ruge su liberación, con la carne de mi hombro aún entre sus dientes.
Sus embestidas son cada vez más superficiales mientras se vacía
dentro de mí. Entonces, de repente, cuando parece que las cosas se
ralentizan, se introduce profundamente en mi interior y lo golpea
todo con a la perfección con fuerza, lo que me lleva al límite una
vez más.
Juega con mis pezones mientras me separo de nuevo,
riéndose cuando le aparto las manos de un manotazo. Apoya su
frente entre mis pechos y ambos intentamos recuperar el aliento.
No se separa de mí y, por alguna razón, lo agradezco. Es como si
estuviéramos flotando en este mundo intermedio de placer,
conexión e intimidad. Pero en el momento en que se mueva, se hará
añicos. Tendré que volver a caer en un mundo al que no pertenezco,
lidiando con una mierda que está fuera de mi alcance.
Sólo quiero permanecer así, con Ryn entre mis muslos, con
el placer resonando en ondas de calor a través de mí.
Juego con los cortos mechones de su pelo castaño. La luz
capta partes de rubio cuando los mechones se mueven entre mis
dedos, y es como si el sol señalara con orgullo todos los lugares en
los que ha besado su suave pelo a lo largo del tiempo. Sus dedos
suben y bajan por mis costados con un ritmo lento e hipnotizante.
—Nos iremos al final de la semana. —Me informa, con su
voz y su cuerpo relajados contra el mío.
—¿Qué? —pregunto, sorprendida por esa afirmación.
142
Me mira, sus ojos grises estudian mi rostro.
—Tuve que cambiar la estrategia normal de escape para
acomodarte a ti y a varios otros que han estado trabajando entre
bastidores aquí, pero todo está arreglado. Cinco días más y
podremos librarnos de este lugar para siempre.
—¿Y a dónde vamos? —pregunto.
Su ceño se arruga como si la pregunta le pareciera extraña.
—Vamos con los Ocultos y ponemos fin a esta guerra de una
vez por todas. —afirma, como si debiera ser obvio.
El rostro de Zeph aflora lentamente en mi mente hasta que se
enfoca. Es como si aún pudiera sentir sus manos alrededor de mi
garganta y ver la forma en que su rostro se contorsionó con fría
rabia cuando me dijo que me fuera. Sus palabras vuelven a sonar
en mi cabeza como si aún me estuvieran gruñendo.
—Vuelve a casa si puedes, escóndete si no puedes, y espera
que un Cynas llegue hasta ti antes de que lo hagan los Avowed, o
peor aún, que la escoria de Ouphe te localice.
—¿Me echarás a los lobos, así de fácil?
—Es el lugar al que pertenecen los de tu clase. Ah, y, Falon,
si alguna vez vuelves aquí, te mataré yo mismo.
Los dedos de Ryn recorriendo mi costado me sacan del
recuerdo, y me estremezco, sin poder evitarlo. Él no se da cuenta,
aparentemente perdido en sus propios pensamientos. Lo observo
mientras debate algo por un momento. Sus ojos se alejan por un
instante y luego vuelven a centrarse en mí mientras toma una
decisión.
—Me enviaron aquí para encontrar información sobre lo que
Zeph y yo creemos que podría ser un arma secreta. La he
encontrado, y ahora podemos destruir el Voto de una vez por todas.
—Me explica, como si esto lo resolviera todo.
—Vaya. —digo como respuesta, sin saber qué más decir.

143
Debe oír la vacilación en mi tono, porque se echa hacia atrás,
como si mi falta de entusiasmo le hubiera dado una bofetada en la
cara. Se separa de mí y, tal como sospechaba, siento que la paz que
nos rodea se rompe. Me incorporo y ambos nos miramos por un
momento.
—¿Qué me estoy perdiendo aquí? —pregunta finalmente, y
yo suelto un profundo suspiro de cansancio.
—No puedo volver, Ryn. Quiero que estés a salvo estés
donde estés, así que entiendo que tengas que irte, pero eso no es
una opción para mí. Sigo intentando volver a casa, y creo que puedo
averiguar cómo... aquí.
La línea en el diario de mi madre sobre mi abuela encontrando
una manera de salvarlos resuena en mi mente. La abuela era una
grifo, y sin embargo debe haber descubierto la forma de utilizar el
portal. Espero que haya un libro o algo en los archivos que me
ayude a descubrirlo. Puede que tarde mucho en encontrarlo, pero
seguro que no lo encontraré con los Ocultos. Y menos si Zeph me
mata, como prometió hacer.
Los ojos de Ryn se endurecen, y sus fosas nasales se
encienden de ira. Me doy cuenta de que intenta controlar su
respiración, pero la furia está grabada en su rostro.
—Tu lugar está aquí, Falon. Este es tu hogar ahora. —declara,
golpeando la palma de la mano contra su pecho. Hace un gesto de
enfado en dirección a Ciudad Kestrel—. No puedes quedarte aquí.
No es seguro y no puedo dejarte. Eso no está en mí.
—Ryn... —Empiezo—. Zeph...
—¡Esto no es sobre Zeph! —arremete, cortándome—. Sé que
habéis empezado con mal pie, pero él no confía fácilmente. Si
supieras por lo que ha pasado...
—No me importa una mierda lo que ha pasado. —Le grito,
sin quererlo, pero cabreada igualmente.
Me levanto y me muevo en dirección a mi ropa. Él se
interpone en mi camino.

144
—Me puso las manos en la garganta y me dijo que, si volvía
a verme, me mataría. Se trata de Zeph, y no puedo volver atrás. —
Él abre la boca para discutir, pero la cierro—. Hemos follado, está
bien. No me debes nada, y no espero nada. No soy una llorona que
se encariña demasiado porque me has metido la polla. Tal vez no
estoy segura aquí, pero tampoco estaba segura en el Nido. Te deseo
lo mejor con esta guerra. Sólo espero poder alejarme lo más posible
de ella. —Le digo, y luego trato de rodearlo.
Vuelve a bloquearme el paso.
—Falon, te vienes conmigo. Eso es todo. Puedes confiar en
que te protegeré.
Sus palabras y su tono son duros. Me azotan como un látigo
que no sólo quiere picarme con cada chasquido, sino que me ata
para que no pueda escapar. Paloma se agita inquieta dentro de mí,
como si se sintiera incómoda viendo a sus amigos pelear y no
supiera qué hacer al respecto.
Resoplo con resignación y mis ojos se suavizan. Me acerco a
Ryn como un buena grifo que se somete. Él se relaja un poco y sube
las manos para frotarme los hombros de forma reconfortante. Antes
de que pueda tocarme, subo mi rodilla con fuerza contra sus pelotas
desprotegidas y descubiertas.
Jadea y se repliega sobre sí mismo. No pierdo el tiempo y
salgo corriendo hacia el sol. Paloma se encarga de cambiarnos justo
a tiempo y volamos de vuelta a Kestrel. No lo miro; sé que se
recuperará pronto y no tenemos ni un segundo que perder. Si puedo
permanecer cerca de los Avowed, él se mantendrá alejado de mí.
No puede permitirse el lujo de que su tapadera salga a la luz por un
sentido erróneo de la responsabilidad. Ambos estaremos mejor si
tomamos caminos separados y olvidamos lo que pasó entre
nosotros.

*Lazy boy: sofá reclinable.

*Uno-Ocho: cambio de opinión, pasa del estar indiferente a querer tener sexo desenfreno, eso es lo que siente
Paloma.

145
13

U
n fuerte golpe en mi puerta resuena en la habitación, y
la miro fijamente mientras me seco el pelo con una
toalla. Me siento como una mierda, he tenido un sueño
horrible en el que me quemaba viva, y luego me he despertado y he
tenido unos sofocos rarísimos. Creo que he dormido unas tres horas
y me he levantado dolorida y sudorosa. Acabo de terminar un largo
baño y estoy pensando en volver a meterme en la cama para pasar
el resto del día.
El único problema con ese plan es que no estoy segura de que
Ryn pueda secuestrarme aquí. No lo he visto desde nuestro
altercado de ayer, pero no soy tan estúpida como para pensar que
el arrogante imbécil no intentará algo.
La llamada suena de nuevo.
—¿Flor? ¿Estás ahí? —pregunta Treno al otro lado de la
puerta, y el alivio y la emoción empiezan a recorrerme.
—¡Cálmate, hermana! Ayer mismo te rascaron el picor y
mira qué bien nos ha salido. —Le señalo a Paloma mientras se
pone colmilluda dentro de mí.
Abro la puerta y miro hacia arriba para encontrar la cara
sonriente de Treno. Maldita sea. Había olvidado lo alto que era.
—¿Te he despertado? —pregunta, mirando por encima de mi
cabeza la ropa de cama arrugada que está desordenada por toda la
superficie.
—No, pasa. —Le ofrezco, apartándome y abriendo más la
puerta—. ¿Cómo estás? —Le pregunto con un poco de
incomodidad.
Hace tiempo que no lo veo, y es como si alguien hubiera
pulsado el botón de reinicio para que me sintiera relajada y cómoda
a su lado, y ahora estuviéramos rígidos e incómodos. Entra y
mira a su alrededor. Hago una pequeña lista de opciones de
conversación, pero todas giran en torno a lo que ha estado haciendo
146
estos días y a las novedades. Ya sé que ha estado fuera haciendo
cosas de la guerra, pero me siento mal preguntándole por eso.
Como si de alguna manera estuviera traicionando a Treno, Zeph y
Ryn al meterme en medio sólo por preguntar o que me lo cuenten.
Me estoy esforzando por ser la puta Suiza en este
enfrentamiento de Avowed y Ocultos. Bueno, tal vez no Suiza
exactamente, ya que creo que lo que los Avowed hicieron -y están
haciendo- es bastante jodido. Pero, en cualquier caso, dudo que
ayude a nadie metiendo las narices en el asunto.
—Quiero disculparme de nuevo por haberme ido de la forma
en que lo hice. Desearía que hubiera habido alguna otra manera,
pero mis manos estaban atadas. Te juro que, si no hubiera sido de
vida o muerte, nunca te habría dejado después de...
—Está bien, de verdad. —Suelto apresuradamente.
Parece muy afectado y me siento mal. Espero que no piense
que estoy enfadada con él. Sus notas aparecen en mi mente y la
preocupación me invade. Mierda. ¿Tenía que contestarle? Ni
siquiera había pensado en eso. No me extraña que esté tan arbolado.
—Recibí tus notas. —Le tranquilizo—. Lo entiendo
perfectamente.
—¿Lo entiendes? —pregunta, sorprendido.
—¡Claro que sí! Tienes un deber con tu pueblo; nunca me
ofendería que lo pusieras por encima de mí. He estado bien. —Le
digo.
Le ofrezco una sonrisa, y él me estudia durante un rato y
luego se relaja visiblemente.
—Estaba muy preocupado. —admite, me río y le acaricio el
bíceps para reconfortarlo.
Maldita sea, es como acariciar una roca.
El calor se agita en mi interior, y le doy vueltas a Paloma en
mi cabeza.

147
—No sabes el alivio que siento al saber que estamos bien. —
Me dice y me abraza con fuerza.
Le rodeo el torso con los brazos, sin evitar absorber el cálido
afecto. Parece que últimamente soy como una polilla en llamas
cuando se trata de que la gente sea amable conmigo.
—Sé que acabo de llegar, pero he hecho planes para
compensar mi ausencia. Tengo todo el día planeado, y juro que no
desapareceré ni dejaré nada sin terminar. —Me asegura, dando un
paso atrás para poder mirarme a la cara. Sus ojos son serios y su
oferta es adorable.
Dudo un segundo, mirando mi cama y preguntándome si lo
dejará para otro momento. Su rostro decae ligeramente, y algo en
mi estómago también lo hace.
—Si... si no quieres, yo, por supuesto, lo entiendo. —afirma,
e incluso su hoyuelo en la barbilla parece desanimado.
—No, no es eso en absoluto. Me encantaría pasar el día
contigo. Sólo necesito comer algo antes. Me he saltado el desayuno
y me duele un poco la cabeza. —Le explico, con la idea de una
deliciosa comida como único objetivo.
—Entonces vamos a las cocinas. —Me ofrece su brazo.
Lo agarro y me río mientras me guía fuera de mi habitación.
Su entusiasmo y sus ganas son contagiosas. Había olvidado lo bien
que me siento siempre a su lado, lo cual es raro porque no hemos
pasado mucho tiempo juntos. Me encojo de hombros y le sigo la
corriente. Es un buen cambio con respecto a toda la basura
melancólica con la que he estado lidiando desde que llegué aquí.

****

Treno extiende una manta, miro a mi alrededor y me limpio


el sudor que se me acumula en la nuca. Se supone que está llegando
la estación fría para desplazar el calor, pero parece que la estación
148
cálida ha decidido que no se va a ir en silencio. De repente, los
minúsculos vestidos que son populares en Kestrel tienen mucho
más sentido. Por primera vez desde que me obligaron a ponerme
uno, desearía haber optado por el vestido con poca tela en lugar de
los pantalones, el sujetador y el chaleco de Narwagh.
Treno se sienta en la manta y empieza a desempaquetar la
cesta de picnic que nos ha preparado esta mañana mientras yo me
atiborraba. Se tira de su propio chaleco de armadura trenzada, y me
siento mejor sabiendo que no soy la única que se está convirtiendo
en una especie de bestia sudorosa aquí.
Me mira y me dedica una tímida sonrisa que me hace reír.
Hoy ha estado muy nervioso mientras recorríamos Kestrel y
comprobábamos lo que había que comprobar. Este guapísimo y
desgarrado Altern de los Avowed se pone nervioso conmigo por
alguna razón, y está resultando muy divertido. Es decir,
prácticamente me he desencajado la mandíbula y he consumido un
trozo entero de carne esta mañana en un esfuerzo por saciar mi
voraz apetito, y aun así me ha estado mirando todo el día como si
fuera una especie de premio.
Resoplo y Paloma me choca con un ala en la cabeza. Ella lo
entiende. No tiene ningún puto sentido que me mire, pero no me
oirás quejarme. Me siento en la manta y me desplazo hasta estar en
la sombra. La mirada desencajada de Treno se llena de satisfacción,
y me pregunto si sólo puso la mitad de la manta en la sombra a
propósito para que yo acabara sentada más cerca de él.
—Así que, flor, me gustaría sentarme aquí y comer todo tipo
de cosas dulces y escuchar todo sobre ti. —anuncia, cogiendo una
pieza de fruta morada oscura del color de una ciruela, pero con
forma de fresa con esteroides. Le da un mordisco a la fruta y se
apoya en los codos, observándome todo el tiempo. Me río.
—Um, vale, ¿qué quieres saber exactamente? —pregunto, sin
saber por dónde empezar cuando se trata de mí.
Entre el diario que leí hace días y los recuerdos que afloran
más y más cada día, ya ni siquiera estoy segura de qué debe
contener la versión CliffsNotes* de mí.
149
—Quiero saber lo que quieras contarme. —afirma
sabiamente, mostrando interés, pero manteniendo la pelota en mi
campo.
Hace años que no tengo una cita en condiciones. Sobre todo,
porque, como latente, los metamorfos se metían conmigo y nunca
había encontrado uno que me interesara. Pero por muy extraño que
sea el momento de hoy, ha sido agradable pasar tiempo con Treno.
Me gusta conocerlo y me hace ver el conflicto entre los Ocultos y
los Avowed de forma diferente. Ahora hay un elemento humano en
ambos bandos, y eso tranquiliza algo dentro de mí que no puedo
explicar.
—Bueno... tengo veinticinco años. Soy mecánica, o al menos
lo era, de donde vengo.
—¿Qué es una mecánica? —pregunta, extendiendo la mano
a través de mí para coger una cosa que parece un edamame*
demasiado grande.
—Esa es una pregunta difícil, porque no tienes ni idea de lo
que son los coches o los automóviles, y eso es lo que solía arreglar,
pero la respuesta corta es que arreglo cosas.
—Vamos a volver a lo que son los coccchss, pero que arregles
cosas es intrigante. ¿Me estás diciendo que mi flor es hermosa,
sabia, comprensiva e inteligente? —Se burla—. Por las estrellas,
¿podrías ser tan bendecida?
Me río y respiro sobre mis uñas, puliéndolas sobre mi
chaleco.
—Qué puedo decir, el portal eligió sabiamente. —Me burlo.
—Lo hizo, lo hizo. —asiente, con los ojos brillantes y una
sonrisa contagiosa.
—¿Y qué hay de ti? —pregunto, sintiéndome más relajada a
pesar del calor sofocante.
—Ooh, ¿ya estamos sobre mí? —cuestiona con una falsa
mirada nerviosa. Me río y él inclina la cabeza hacia un lado,

150
pensativo—. Bueno, yo soy el Altern... —empieza, y resoplo y le
echo una mirada que dice oh, de verdad, no tenía ni idea.
Se ríe.
—¿Qué implica todo eso? —pregunto, repitiendo el patrón
que el hizo sobre lo que yo hacía.
—Principalmente, soy yo quien hace todo lo que a mi
hermano no le interesa... que es prácticamente todo lo que no tiene
que ver con la guerra. Está muy centrado en la victoria y poco más,
lo que significa que el resto recae en mí. Mucha planificación
aburrida de los cultivos y el mantenimiento de la ciudad y sus
defensas.
—Exterminio de Mogus. —añado con descaro.
—Naturalmente. —responde sin perder el ritmo, con una
sonrisa aún más amplia.
—¿Te gusta ser el segundo al mando? —insisto, percibiendo
un trasfondo de melancolía en su tono.
Me observa por un momento, como si intentara de ver dentro
de mi cabeza y al mismo tiempo tratara de resolver lo que hay en
la suya.
—¿Pensarías que estoy loco si te dijera que no? —Me
pregunta, la sonrisa en su rostro nunca se borra, pero no se me
escapa el destello de inseguridad en su mirada desajustada.
—De ninguna manera. —Le tranquilizo—. No querría el
trabajo si me lo ofrecieran. —añado.
—Y tu razonamiento para rechazarlo sería... —cuestiona,
interrumpiendo.
—Es mucha presión. Sí, hay ventajas, estoy segura. Pero ser
responsable de toda esa gente, tener su seguridad, su sustento, su
prosperidad y su felicidad sobre mis hombros... —Me quedo sin
palabras, y él asiente, con una mirada lejana.
—Tal vez me sentiría diferente si no fuera por la guerra, pero
las batallas son agotadoras. Avanzamos, luego perdemos terreno...

151
Es una trampa interminable y estancada. Lazza no escuchará nada
en contra; si no estás allí para discutir la estrategia, entonces no
tiene tiempo para ti. Me preguntaba a menudo cómo sería una vez
que todo terminara, pero ya no puedo imaginarlo. —afirma
firmemente, con un tono algo triste.
Lo observo durante un rato mientras se pierde en algún
pensamiento no expresado. Parece tan triste y resignado en este
momento, y me sorprende lo impactada que me siento por eso. No
puedo imaginar por lo que ha pasado, y está claro que la lucha le
ha pasado factura. Quiero calmar el dolor que oigo en su voz y
ahuyentar las sombras de sus ojos.
—Entonces, si no fueras el Altern, ¿qué estarías haciendo
ahora? —pregunto, cambiando el rumbo de la conversación de lo
lúgubre a una hipótesis más ligera.
—Vaya. —Medita, con los ojos pensativos—. No estoy
seguro. —Se ríe y sacude la cabeza—. Uno de mis mejores amigos
de la infancia quería ser agricultor. En ese momento, me pareció
que era demasiado trabajo, pero ahora... —Hace una pausa—.
Ahora, creo que me gustaría mucho esa vida; quizá no los cultivos,
sino los animales. Siempre me ha gustado trabajar con criaturas.
Sólo la idea de trabajar duro, volver a casa con mi pareja y mis
eyas, vivir de mis propios esfuerzos y habilidades... sí, me parece
una buena vida.
Me regala una cálida sonrisa que siento instalarse en lo más
profundo de mi pecho.
—Ahora cuéntame todo sobre los coccchss. —pide, y yo me
parto de risa.
—Suenas como si fueras de Boston por la forma en que dices
eso. —Señalo, agarrando el hijo de una ciruela y una fresa del
tamaño de Arnold Schwarzenegger y dándole un mordisco.
El zumo me gotea por un lado de la boca y me veo obligada
a dar el sorbo más ruidoso y poco femenino que se conoce para
evitar que la fruta se me eche encima. Treno se ríe y me limpia las
mejillas con las manos en un esfuerzo por detener el mayor tsunami

152
de zumo de nuestro tiempo. No hay esperanza, y la pegajosa
dulzura gotea por mi chaleco para mezclarse con el sudor y hacer
las cosas aún más incómodas para mí. Me quito la fruta de la boca.
—¡Es chorreante!
Hago una pausa para asimilar lo que acabo de decir, y
entonces pierdo el control por completo. Empiezo a reírme tan
fuerte que parezco un burro rebuznando. Está claro que Treno no
tiene ni idea de lo que me hace tanta gracia, pero parece que mis
risas alegres son contagiosas, porque enseguida se ríe junto a mí.
—Hiciste que pareciera tan sexy. —Le acuso mientras nos
sumergimos en otra serie de ataques de risa—. ¡Podrías haberme
advertido del nivel de jugosidad al que me enfrentaba!
—¿Y perderme esto? Mientras vivamos los dos, puedes
contar con que nunca te advertiré de posibles percances
alimenticios. Esto estaba demasiado bueno. ¿Quién iba a saber que
la fruta sak podía ser tan entretenida?
—¿Se llama fruta sak? —Exijo, con nuevas carcajadas
resonando en mí—. ¡Eso lo hace mucho peor!
—Así es, ¿no? —asiente con una risita.
Lo siguiente que sé es que Treno me agarra por las caderas y
me acerca a él. Antes de que pueda chillar de sorpresa, sus labios
están sobre los míos. Estoy un poco aturdida por el repentino
movimiento, pero no me enoja en lo más mínimo. Me acaricia las
mejillas, ahora pegajosas, y mueve sus labios desde el labio
superior hasta el inferior y de nuevo hacia arriba. Me inclino hacia
él y me abro, dispuesta a ver hasta dónde quiere llegar.
Y lo lleva al nivel de madre de Dios, este tío me acaba de
besar hasta el orgasmo. Luego me hace volver a bajar para pasar un
poco de tiempo en ¿puedes quedarte embarazada por un beso?
porque creo que acabo de aterrizar. Y finalmente terminamos en un
estado sólido de voy a seguir adelante y necesito que me folles
ahora.
Treno se retira y, sin un ápice de vergüenza, me inclino hacia
delante para perseguir sus labios. Me pasa el pulgar por la boca,
153
ahora hinchada por el beso, y si llevara bragas, ya habrían ardido
espontáneamente.
Considero que mi mundo... se tambalea.
—Joder. —murmuro al mismo tiempo que él respira: Vaya.
Sé que esa follada en la boca ha sido toda suya, pero no voy
a discutir con cualquier apreciación que quiera lanzarme.
—Lo siento. —Se disculpa, con sus ojos desencajados
estudiando los míos—. Te estabas riendo, y yo quería saborear la
alegría pura que salía de tu boca. Tengo que decir que es mejor que
la fruta del sak. —bromea, y suelto una risita tonta como una
colegiala exagerada.
Paloma me mira de reojo y estoy segura de que me lanza una
versión de ¡No nos estropees esto, bicho raro!
La aparto de un empujón.
—No vuelvas a disculparte por hacer eso... nunca más. —Le
informo, y se ríe.
—Es bueno saberlo. —confiesa, y luego vuelve a cerrar la
distancia entre nosotros.
Estoy tan dispuesta a perderme en otro beso épico. Sólo hay
un puto problema. Hace un calor de mil demonios, y de repente
estoy pegajosa y me pica donde el zumo de fruta ha bajado por mi
camisa. ¿Cómo se supone que una chica va a cabalgar la cara de un
hombre hasta el feliz olvido con esta situación pegajosa, sudorosa
y con picores? Estoy bastante segura de que, si me arrancara toda
la ropa ahora mismo, Treno lo tomaría como algo bueno. Eso
podría ayudar con la sudoración, pero la pegajosidad y la picazón
van a seguir siendo un problema. ¿Tal vez pueda convencerlo de
volver a la ciudad donde pueda montar su cara en la ducha?
—¿Adónde has ido? —Me pregunta, chupando mi labio
inferior y luego pellizcándolo de forma que me arranca un gemido.
—Estás jodidamente caliente, pero yo también. Me estoy
muriendo. —Le digo, tirando del cuello de mi camisa.

154
—Oh, gracias a las hadas de Thais, pensé que era sólo yo. —
confiesa—. ¿Te importa que me quite la armadura? No quería ser
presuntuoso, pero creo que el líquido actualmente atrapado en mi
armadura podría rivalizar con el de una fruta sak.
Me río y le hago un gesto para que se adelante.
—¿Puedo quitarme la mía también? —pregunto, con la
necesidad de rascarme por encima de cualquier decencia o
sensualidad que pudiera haber esperado conseguir.
—Por supuesto. ¿Estás bien? —pregunta, mientras yo meto
inmediatamente la mano por la V del chaleco y me rasco
agresivamente entre los pechos.
—Me pica muchísimo de repente. —admito, y él asiente con
la cabeza como si esta información no le sorprendiera en absoluto.
—Vamos a nadar. Nos quitará el zumo, lo que debería curar
el picor y refrescarnos a los dos. —Señala un pequeño lago a
nuestra derecha, y aunque el agua desconocida me asusta, podría
llegar al orgasmo solo con la idea de nadar en agua fresca.
—El último en llegar al agua tiene que sudar más. —declaro
con desgana, pero hace demasiado calor para ser ingeniosa.
Corro hacia el lago y me desato la ropa mientras avanzo. Él
grita una objeción y luego se ríe mientras se apresura a alcanzarme.
Me arranco la camisa y prácticamente ataco al malvado sujetador
que hay debajo. ¿Por qué coño me molesto en llevar esto? Rompo
los cordones con una garra bien colocada y lo arrojo lejos de mí.
Casi me como la tierra al intentar quitarme los pantalones, pero los
errores de ayer son los triunfos de hoy. Me recupero y grito de
victoria, desnuda y sintiéndome ya infinitamente mejor.
Unos fuertes brazos me agarran por detrás, y lo siguiente que
sé es que me levantan y me lanzan al estilo cavernícola por encima
del hombro. Llegamos a la orilla del lago en un par de sus largas
zancadas cuando me agarra del hombro, y me doy cuenta de que va
a tirarme. Grito mi protesta, y sale como el balido de una cabra
estreñida. Me aferro a sus brazos para salvar mi vida y grito
¡noooooo!
155
Tal vez sea por el espeluznante ruido de la cabra o por el grito
que me hiela la sangre, pero Treno se detiene a mitad del
lanzamiento y me pone a su altura.
—¿Qué ha pasado? —Me pregunta, poniéndome delante de
él.
Hago un gesto hacia el agua.
—¿No hay nada que viva ahí que vaya a, por ejemplo,
comerme? —pregunto, mirando el lago como si fuera veneno—.
¿Algo que vaya a intentar meterse en un orificio y poner huevos?
—Agrego, sintiendo que esa es una buena pregunta también.
Treno me mira como si estuviera loca.
Pshhh, tragarme el desayuno entero y que me piquen las tetas
con rabia, no le pesa, pero preguntar por posibles depredadores
lacustres que den miedo le hace poner ojos de juez...
Él se ríe y empieza a negar con la cabeza.
—No, nada que vaya a engullirte, excepto yo. —afirma
despreocupado. Y entonces el cabrón me lanza sin
contemplaciones al lago mientras grito:
—¿Y lo de los huevos?
Respiro profundamente en medio del vuelo y golpeo el agua
con un chapoteo épico digno de una bala de cañón. Me hundo en el
agua fresca, y se siente tan bien que inmediatamente se le perdona
por el lanzamiento. Es sorprendentemente clara, y al instante me
siento mejor que si hay algo que pueda querer poner huevos en mi
ano, lo veré venir.
Una enorme forma masculina se deja caer en el agua a mi
izquierda, y yo subo a la superficie con un grito ahogado y me aliso
los mechones de pelo de la cara. Treno aparece riendo, e
inmediatamente hago llover mi ira en forma de salpicaduras sobre
él. Rápidamente toma represalias, sin mostrar piedad alguna, y es
entonces cuando saco la artillería pesada.
Las alas salen de mi espalda, e inmediatamente las reclamo
para que me ayuden en mi asalto. Puede que él me gane en el frente
156
de las salpicaduras porque sus brazos son jodidamente largos y
grandes, pero también lo es mi envergadura. Treno recurre a sus
propias alas, pero le estoy dando tantos golpes de agua que va a
tener que empezar a llamarme Cataratas del Niágara. Grita y se
acurruca, levantando un ala blanca y agitándola como una bandera
de rendición. Hago una pausa en mi embestida acuática.
—¿Te rindes? —Le pregunto, con un tono victorioso y
divertido.
Se vuelve hacia mí, con una sonrisa irónica en el rostro.
—¡Nunca! —declara y salta hacia mí. Chillo y trato de
aplastarlo de nuevo, pero es demasiado rápido.
—¡Tramposo! —grito mientras me doy la vuelta y trato de
escapar de los brazos que me rodean como tentáculos de pulpo.
—¡Cómo te atreves! —Se burla y jadea—. El error de confiar
en mí fue tuyo, flor. —Se mofa, y me contoneo, débil por la risa,
para zafarme de su agarre.
Soy tan eficaz como un pez fuera del agua, pero no puedo
dejar de reír. Él me hace girar hasta que quedamos pecho con
pecho, y su sonrisa y su risa de respuesta me hacen sentir cálida y
pegajosa por dentro.
—Primera regla de una batalla, flor. Nunca des a tu oponente
el beneficio de la duda. Lo usará siempre en tu contra. —bromea
mientras me aprieta contra él.
Mi mirada púrpura se vuelve diabólica y meto la mano entre
nuestros cuerpos resbaladizos para agarrar su polla. Rodeo mi
mano alrededor de ella y sonrío cuando se paraliza.
—Segunda regla de la batalla, Treno. —digo con descaro—.
Nunca dejes la polla sin protección, la usarán siempre en tu contra.
—afirmo con picardía, inclinándome hasta que nuestros labios
están a un pelo de distancia.
—Me has pillado con las alas atadas y los pantalones bajados.
—admite con una risita, y su erección se sacude ligeramente en mi
mano—. Pero yo también podría decir lo mismo. —añade, dejando

157
caer su mano de mi cintura y pasando sus dedos por los pliegues de
mi coño.
Su mirada azul y púrpura se llena de deseo, y le muerdo el
labio inferior.
—Mmmmm. Qué puedo decir, me has pillado. —admito, con
la voz llena de necesidad.
Me inclino hacia atrás, abriendo las piernas y dándole un
mejor acceso. Su otra mano baja ligeramente para apoyarme mejor
en el agua, y yo me alegro internamente. Justo cuando se acaricia
los labios y mueve las yemas de los dedos para rodear mi clítoris,
utilizo las alas y los brazos para empezar a salpicarle de nuevo. Él
grita sorprendido, soltándome, y yo me apresuro a volver y a
colocarme en una mejor posición para la victoria. Él se ríe y se
escuda de nuevo.
—¡Primera regla de una batalla! —grito, muy engreída.
—¡Tregua... Tregua! —grita él, y detengo mi ataque y tiro de
mis alas hacia mi espalda.
Él nada lentamente hacia mí mientras yo piso el agua y
observo con hambre su lánguida aproximación.
—Hermosa, sabia y comprensiva, inteligente y.… diabólica.
—Me dice, añadiendo a la lista de mis cualidades que nombró
antes.
—Y nunca lo olvides. —bromeo, abucheando su nariz
cuando está lo suficientemente cerca.
Alarga la mano y me atrae de nuevo hacia él. Le rodeo la
cintura con las piernas y siento su cuerpo grande y duro contra el
mío. No sé qué voy a hacer sin estos machos de tamaño gigante y
todas sus partes de tamaño XXL si alguna vez llego a casa. Es muy
posible que me arruine.
Tiene varios tatuajes en los brazos, y me entran ganas de
trazarlos con los dedos y luego con la lengua. Tiene un gran
símbolo en la parte interior de ambos bíceps y una línea horizontal
de símbolos más pequeños sobre el pectoral izquierdo. Hay algo

158
que me resulta familiar, y tengo la clara impresión de haberlos visto
antes.
—Ahh, así está mejor. —observa mientras nos encaja
Un flash de Ryn follando conmigo ayer y diciéndome que
debo estar con él, así... para siempre, aparece en mi mente,
rompiendo la extraña sensación que tengo sobre los tatuajes de
Treno. Lo alejo todo y me concentro en el aquí y el ahora. Así es,
acepto sin aliento, y Paloma empuja su entusiasmo también a
través de mí, y me río.
Los ojos de Treno me preguntan qué es lo que me hace gracia.
—Mi grifo tiene muchas opiniones e ideas favorables sobre
lo que le gustaría que hiciéramos en este momento. —Le digo
riendo.
Durante una fracción de segundo, la preocupación me
recorre, y me pregunto si él pensará que mi relación con Paloma es
extraña. La voz de Sutton, que me dice que tengo que ser una con
mi grifo, llena mi cabeza. Me preocupa que, aunque la conexión de
Treno con su grifo se parezca más a la mía, ¿y si me equivoco y no
lo entiende?
Su risa como respuesta rompe mi ansiedad.
—Te escandalizarías si te dijera las cosas que el mío ha
querido hacer desde que la vio por primera vez. —declara,
hablando de su conexión como si fuera igual que la mía—.
Tendremos que darles mucho tiempo para que solidifiquen sus
vínculos en cuanto...
Se detiene y sus labios reclaman los míos. Se traga mi risa al
usar suavemente la expresión solidificar sus vínculos en lugar de
decir lo que ambos pensamos, que es que se follen sus cerebros.
Mi lengua se enreda con la suya, y me doy cuenta de que nunca he
pensado realmente en que Paloma se tire a otros grifos. Quiero
decir, me ha mostrado suficientes imágenes como para que su
deseo de hacer eso no me sorprenda, pero supongo que estoy
aprendiendo poco a poco a ser un nosotras en lugar de un yo.
—¿En qué estás pensando? —Me pregunta contra mis labios.
159
—Que puedo ser egoísta. —respondo sin rodeos, él se ríe y
se aparta.
—¿Quién no lo es? —pregunta, como si fuera tan sencillo.
Me encojo de hombros y me inclino para reanudar lo que
acababa de hacer con su lengua. Se retira, negándome sus labios, y
yo suelto un chillido de protesta.
—Cada vez que empiezo a jugar contigo, te distraes. —Me
dice, con un tono ligero, pero con palabras serias—. Si sigues
haciendo eso, voy a desarrollar un complejo. —bromea.
—Joder, lo siento. No sé cuál es mi problema; normalmente
no soy tan despistada. —confieso. Le paso los dedos por sus
mechones blancos y húmedos y me aprieto ligeramente contra él—
. Dejaré de ser molesta. Mi cuerpo está listo. —anuncio con una
sonrisa descarada.
Treno me la devuelve, pero sigue dudando.
—No tenemos que hacerlo... si no lo sientes. —ofrece, sus
ojos azules y morados estudiando los míos.
Paloma me empuja su irritación y yo la miro de reojo.
—De acuerdo, ya. —Me defiendo—. ¡Si dejaras de
interrumpir, podría concentrarme!
—No es eso. —Le tranquilizo—. Sí te deseo, y estoy
preparada... muy jodidamente preparada... lo prometo.
Abro la boca para explicarle que tengo muchas cosas en la
cabeza y que han pasado montones de cosas en los últimos días,
pero me callo. Esa mierda me parece poco convincente incluso a
mí. Tengo un hombre caliente como el infierno, con hoyuelos, y
con cuerpo de dios, entre mis muslos, y no sé cuál es mi jodido
problema.
¡Mete tu puta cabeza en el puto juego, Falon!
*CliffsNotes: son guías de estudio para las partes importantes de una historia, descartando todo el desarrollo
para llegar allí.

*Edamame: nombre japonés de un plato culinaria de las vainas de soja inmaduras, hervidas en agua con sal
y servidas enteras.

*Sak: hortalizas cocidas en su propio jugo.

160
14

S
uelto un profundo suspiro y le paso el pulgar por la
mejilla. No digo nada más. Me inclino y atrapo sus
labios con los míos. Me concentro en la sensación de su
boca y su lengua. Me concentro en sus manos, una de las cuales
se hunde en mi nuca y la otra cae sobre mi espalda,
aprisionándome contra él. Me deleito con la sensación de sus
duros abdominales entre mis muslos; probablemente podría
montarlos sola hasta un orgasmo épico.
Treno responde a mi nueva concentración con gemidos
apreciativos y empujones alentadores de sus caderas contra las
mías. Nos sube y nos saca del agua, y me besa con fuerza mientras
nos lleva de vuelta a la manta de picnic. Me pongo en plan koala,
feliz de dejarle hacer todo el trabajo. La mujer de las cavernas que
llevo dentro es una gran fan de las habilidades de hombre fuerte
que está mostrando, y prácticamente me desmayo cuando me
tumba en la manta como la delicada flor que cree que soy.
Espero que suba lentamente por mi cuerpo desnudo, que me
bese sensualmente y que memorice mi cuerpo con sus manos llenas
de adoración. Pero recibo una deliciosa lección de lo equivocada
que estoy al pensar que Treno podría ser un blandengue predecible.
Entierra su cara entre mis muslos como una bestia voraz, y yo grito
de sorpresa y luego grito de aprobación cuando me chupa el clítoris
y me mira como si fuera el mismísimo diablo y yo no tuviera ni
idea de en qué me he metido.
Enrosco los dedos en su pelo y veo cómo me lame de arriba
abajo, me chupa los labios y el clítoris, y me folla con la lengua. Es
tan jodidamente erótico, y aunque no pudiera sentirlo en todo mi
coño, probablemente podría correrme sólo con ver lo que está
haciendo. Toca mi núcleo con su boca como si hubiera nacido para
ello, y yo me deshago en puro placer que me hace acabar contra su
cara en poco tiempo.

161
Si creía que se iba a calmar ahora que me he corrido en su
boca, me equivocaba una vez más, porque Treno actúa como si,
ahora que tiene mi atención, no la fuera a dejar escapar. Gimoteo y
me retuerzo mientras me aprieta las caderas y me devora. Gruñe y
gime mientras lucho contra él, y me pone fácilmente en mi sitio.
Estoy atrapada en este extraño lugar en el que soy demasiado
sensible y también necesito más.
Por favor, haz lo de la lengua vibradora. Por favor, haz lo
de la lengua vibradora.
Paloma choca los cinco con mi brillantez, y las dos
observamos ansiosas cómo él mira hacia arriba, con la lengua
extendida y presionada contra mi clítoris... y entonces hace lo de la
puta lengua vibradora. Exploto en la nada y en todo a la vez. Grito
su nombre y siento que mi cuerpo se rompe en una ola de éxtasis.
Ella aplaude dentro de mí, y es tan fuerte que siento que mi cuerpo
es un estadio que alberga algún tipo de evento deportivo.
Me hace vibrar hasta otro orgasmo, y luego se apiada de mí.
Subiendo por mi cuerpo, besa lánguidamente los puntos de
cosquilleo alrededor de los huesos de mi cadera y mi abdomen. Me
acaricia los pechos y me obliga a perder la cabeza de nuevo cuando
me hace vibrar los pezones con la lengua. Gimo y gimoteo y grito
mi aprobación, y luego le doy un puto beso cuando sus labios están
a distancia de ataque.
Puedo saborear mi deseo en su lengua, pero ni siquiera me
preocupa. No se va a ganar ni una arruga de la nariz por mi parte,
porque cualquiera que pueda hacer lo que él acaba de hacer merece
ser adorado, y yo estoy a la altura. Giro mis caderas contra él, mi
coño suplicando que me dé un paseo con su polla. Le rodeo con la
mano y empiezo a trabajar lentamente de la raíz a la punta, mientras
rompo nuestro beso y muevo mi boca hasta su oreja.
—Te sientes tan jodidamente bien. —ronroneo, acariciándolo
sin prisa, su humedad cubriendo mi palma y suavizando mi ritmo—
. ¿Quieres follarme, Treno? ¿Quieres meterme la polla hasta el
fondo del coño mientras grito tu nombre? —Le pregunto, y él gime
profundamente en respuesta y me chupa el cuello.

162
Deja caer una mano entre nosotros y empuja los dedos dentro
de mí, y yo ronroneo y me estrujo contra la palma de su mano.
—Me haces estar tan jodidamente húmeda. ¿Sientes cuánto
te deseo? Te quiero tan dentro de mí, follándome duro y rápido.
¿Quieres follarme? —pregunto.
Esta vez, él me muerde el lóbulo de la oreja y gruñe un sí
rotundo.
—Necesito estar dentro de ti, flor. Necesito reclamarte.
Necesito sentir cómo te aprietas a mi alrededor mientras te lleno y
te hago mía. —retumba en mi oído, y aún más deseo revolotea por
mis miembros ante sus palabras y su tono necesitado.
—Entonces fóllame. —Le ordeno.
Gruñe su aprobación, me muerde el lóbulo de la oreja y se
alinea conmigo. Estoy tan jodidamente mojada que su tamaño ni
siquiera es un problema cuando entierra su polla entre mis muslos.
—Sí. —grito una y otra vez, con mis elogios y ánimos en cada
profunda embestida perfectamente sincronizada.
Tiro de las rodillas hacia atrás, abriéndome todo lo que puedo
para acomodar su gran cuerpo. Los dos gritamos ante la nueva y
más profunda conexión, y él toma el relevo, presionando mis
rodillas, separándome y utilizando la sujeción como palanca.
Le meto los dedos en el pelo y tiro suavemente para ejercer
una deliciosa presión en sus raíces, y su sensual gruñido me hace
saber que le encanta. Se inclina hacia mí y me chupa el labio
inferior mientras mueve las caderas con cada embestida. Me
penetra tan profundamente que parece que está encendiendo todas
las terminaciones nerviosas que tengo entre los muslos.
—¡Joder, sí! Haz que me corra, así... haz que me corra, carajo.
—Le ordeno, y él inclina su boca hacia mi oído, claramente
tomando una página de mi libro.
—¿Te gusta eso, flor? ¿Te gusta cuando te poseo y te cabalgo
hasta el frenesí? Mmmm, te sientes tan bien alrededor de mi polla.
Córrete sobre ella como lo hiciste con mi lengua. Grita mi nombre
y córrete para mí, flor.
163
Me susurra al oído las mejores obscenidades, y prácticamente
podría llorar por el enorme orgasmo que siento en mis células.
—Más fuerte. —Ladro—. ¡Sí, justo ahí! Joder, me voy a
correr... ahí mismo...
Grito y me destroza mientras me folla en el mejor puto
orgasmo de la historia. Se corre dentro de mí, besándome y
murmurando mierdas incoherentes como compañera y mía contra
mis labios. Estoy tan jodidamente exhausta mientras la liberación
me recorre como olas, y todo lo que quiero hacer es dormir y luego
despertarme y follar con él de nuevo. Quiero pasar semanas con la
polla de este tío, e incluso entonces, puede que no sea suficiente.
¡Joder, qué bien ha estado!
Treno se ríe y se tumba de espaldas, jadeando. Enlaza sus
dedos con los míos y se lleva mi mano a la boca y la besa
dulcemente. Paloma lo ovaciona, y tengo la clara impresión de que
me lanza un mi turno. Y eso me desconcierta.
—No puedes follar con Treno; eso es raro, asqueroso.
Ella pone los ojos en blanco y luego me enseña el grifo blanco
de Treno y una breve sinopsis de todo lo que le gustaría hacer con
él. Mis cejas se disparan hasta la línea del cabello y le ruego que se
detenga.
—¿Cómo coño es eso posible? Sabes qué... no quiero saberlo,
guárdate tu perversión para ti, ¿vale?
Se ríe y me muestra una imagen de una mujer amish.
—¿Acabas de llamarme mojigata? —exijo, completamente
ofendida—. En primer lugar, grosera. En segundo lugar, acabas de
ver lo que Treno y yo hicimos juntos, así que sabes que eso es una
gilipollez.
La satisfacción que me produce es presumida, y me doy
cuenta de que, de algún modo, ella cree que estoy demostrando su
punto de vista. Me muestra otro mi turno y luego un recuerdo mío
en el cine. Lo veo durante un segundo hasta que me doy cuenta de
lo que está tratando de decir.

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—¿Me toca mirar? —pregunto, intentando confirmar que la
he entendido bien.
Imágenes de luces y alarmas suenan en mi cabeza como si
acabara de ganar dinero en Las Vegas. Abro la boca para decirle
que ha perdido la cabeza cuando me doy cuenta de que, si soy justa,
puede que no tenga muchas opciones en esto. ¿Cómo puedo follar
yo y esperar que ella no lo haga?
La risa de Treno me saca de la incómoda dirección de mis
pensamientos.
—No has oído nada de eso, ¿verdad? —pregunta, girando
hacia su lado y trazando la curva de mi pecho con el dedo. Le
ofrezco una sonrisa tímida—. ¿En qué estás pensando ahora? —
bromea con buen humor.
—En el porno grifo. —respondo antes de poder contenerme.
Se ríe a carcajadas.
—¿Por qué, por las estrellas, estás pensando en eso?
—No lo sé, se me acaba de ocurrir. ¿Cómo funciona? ¿Nos
quedamos mirando cómo pervertidos? ¿También se siente bien
para nosotros? ¿Cómo evitas que tu grifo se lo folle todo?
Lanzo preguntas a toda velocidad, y con cada una que
expreso, otra surge en mi cabeza. Treno se ríe con fuerza y me besa
suavemente antes de retirarse.
—En realidad no sé cómo es. Todavía no lo he
experimentado, pero por...
—Espera. ¿Qué? —pregunto cortándolo—. ¿Nunca has
permitido que tu grifo deje ondear su bandera friki?
Mi tono irradia asombro, y su ceja se inclina confundida.
—Por supuesto que no. —Se defiende, como si acabara de
acusarle de algo muy jodido—. Cuando un grifo se aparea, es para
toda la vida. Es diferente a cuando lo hacemos en esta forma. —
explica, señalando mi cuerpo desnudo y el suyo—. Podemos
aparearnos en esta forma por placer, y no se crea un vínculo, a

165
menos que ocurra después de una llamada de pareja. Pero si un
grifo se aparea en su forma de grifo, esos grifos están
inmediatamente unidos de por vida.
—Oh, vale, eso tiene sentido. —afirmo—. Entonces, ¿es
habitual que un grifo sea una enorme bola de lujuria hasta que se
aparea? —pregunto, pensando en Paloma y en todo lo que me jode
las hormonas.
—No, es todo lo contrario. El instinto de apareamiento de un
grifo sólo puede ser despertado por su verdadera pareja. Si no la
encuentran, esa parte de ellos permanece dormida.
Mis cejas se arrugan mientras pienso en eso.
—Espera... ¿pero has dicho que tu grifo quería follar con la
mía? —Le recuerdo, como si de alguna manera tuviera que haber
un resquicio legal.
Él se ríe como si creyera que acabo de contar un chiste
divertidísimo. Inmediatamente se detiene cuando se da cuenta de
que yo no me estoy riendo también.
—Bueno, sí, por supuesto que mi grifo quiere aparearse con
la tuya porque es su pareja. —declara, con los ojos llenos de
preocupación.
Lo miró fijamente durante un rato, simplemente...
parpadeando.
—¿Qué coño está pasando? —Exijo de repente. Me incorporo
y él hace lo mismo, con la preocupación grabada en sus rasgos—.
¿Qué me estoy perdiendo aquí? Es decir, no creía que fuera una
puta tonta, pero está claro que lo soy, porque ¿cómo van a ser
nuestros grifos compañeros sin que nosotros...?
Me quedo con la mirada alentadora de Treno.
—No. —digo con naturalidad y me pongo de pie.
—¿Cómo qué no? —pregunta él, con la cara y el tono
desconcertados.

166
—Quiero decir que no, que no podemos ser compañeros. —
respondo simplemente.
Un destello de dolor atraviesa su mirada desencajada, y luego
la incredulidad se apodera de él.
—De qué hablas, flor, acabas de responder a mi llamada de
pareja. ¿Cómo puedes decir...?
—¡Yo qué! —grito mientras lo rodeo, cortándole el paso.
La sorpresa y la frustración se filtran en sus ojos.
—Has respondido a mi llamada de pareja. —repite como si
yo fuera idiota.
Levanto las manos, exasperada.
—¡Qué carajo!, ¡Treno, nunca acepté ser tu compañera! Ni
siquiera me lo has pedido. ¿De qué estás hablando? —Mi voz sube
cada vez más de tono mientras el pánico se apodera de mí.
—No funciona así. —afirma, con una clara irritación en su
tono—. Nuestros grifos hacen la llamada. Normalmente hay una
sensación de ardor que acompaña al vínculo parcial que se forma.
Puede ser muy doloroso. Cuanto más fuerte es el vínculo, más
duele. Te desmayaste por el dolor del nuestro. —explica, y se me
cae el estómago.
Le miro horrorizada.
—¿Estás hablando en serio? —Me desafía, sus ojos me toman
con cautela como si todo esto fuera una broma de mal gusto—. Pero
tú tenías ese libro sobre el apareamiento de los grifos. —murmura,
casi para sí mismo.
—¿Qué? —pregunto aún más confundida.
—El libro sobre La Llamada y las prácticas de apareamiento
de los grifos. Lo vi en tu mesa.
—No. —respondo confundida—. Lo encontré con todos los
registros del censo y lo cogí para dárselo a un archivero.
Los dos nos miramos sin comprender.

167
—Creía que lo sabías. Mencioné que respondías a la llamada
en mi nota... me respondiste... tu grifo nos respondió...
La realidad me golpea como un puto tsunami.
Zeph.
Ryn.
Esto es lo que me estaban ocultando.
Jadeo y trato de empujar la conmoción y la traición de vuelta
a mi garganta con mis manos.
Esto es por lo que Paloma estaba tan molesta... ella lo sabía.
Ella. Joder. Lo sabía.
Me repliego sobre mí misma y Treno me atrapa.
Me vuelvo hacia Paloma, consumida por el dolor y la traición.
—¿Por qué? —Es todo lo que puedo preguntar mientras todo
en mi interior se hace añicos.
Nuestro vínculo se fractura y se transforma en algo doloroso
y equivocado. Todo lo que he pasado desde que llegué, las
emociones y las conexiones que no entendía. Los sentimientos
internos que traicionaron lo que realmente era bueno para mí. Ella
lo sabía todo y nunca se molestó en decirme nada.
Me agarro el estómago y deseo que haya una forma de
arrancarla de mí. Me siento manchada, destruida de adentro hacia
afuera, y no hay forma de purgarla. Ella me martillea con destellos
e impresiones, pero me encierro. Refuerzo el acero alrededor de lo
que soy y juro que nadie volverá a entrar en él.
Treno me abraza, susurrando cosas tranquilizadoras, pero
estoy demasiado adormecida para que me importe. ¿Cómo carajo
no vi esto? ¿Cómo no hice más preguntas? ¿Cómo pude asumir que
este mundo funcionaba como el mío?
La rabia me enciende por dentro. Estoy tan jodidamente
enfadada que ni siquiera sé qué hacer al respecto. Estoy destripada
por Paloma. Estoy furiosa por Ryn y Zeph. Cabreada conmigo

168
misma, y no sé ni por dónde empezar a examinar lo que siento por
Treno. Él no intentó engañarme a propósito, pero aquí estamos en
un gran lío gigante de todos modos.
Unas lágrimas silenciosas resbalan por mis mejillas. Lo miro,
parece afligido, y me levanto de su regazo. Se pone en pie mientras
yo me apresuro a vestirme.
—¿Adónde vas? —pregunta, acercándose de nuevo a mí,
pero soltando las manos cuando me alejo.
—Sólo un consejo de un compañero a otro. —digo con
sorna—. La próxima vez, díselo claramente, ¿vale? Comprueba
que sabe exactamente lo que le espera. —declaro mientras me ato
los cordones con rabia.
—¿La próxima vez? —Se echa atrás como si le hubiera
abofeteado—. Nunca habrá una próxima vez, Falon. Somos el uno
para el otro. —afirma, y una parte de mí desea que eso sea cierto.
Un lío podría ser mucho más manejable que tres. Pero no lo
digo. Necesito confirmar las cosas antes de lanzar esas bombas.
Necesito encontrar a Ryn. Llamo a mis alas, y él finalmente pierde
la calma.
—Falon, tenemos que hablar de esto. Huir no va a cambiar
nada. Puedo decirte todo lo que necesitas saber, y hay mucho más
que necesitas saber.
—Eso es genial, pero necesito ir a flipar en privado un rato.
Así que quedemos más tarde, y tú puedes contármelo todo, y yo te
diré lo que pienso, y podemos seguir a partir de ahí. —grito por
encima del hombro, pasando de la rabia a la calma y la locura
como si encajaran mejor.
Se lanza a por sus pantalones cuando está claro que no voy a
quedarme. Veo más tatuajes en su espalda y en sus pantorrillas,
pero no puedo pensar en eso ahora, tengo que salir de aquí. Paloma
surge en mi pecho, pero la devuelvo con fuerza. Salto al aire y
vuelo tan rápido como puedo de vuelta a la ciudad.
Ahora a buscar a Ryn.

169
15

M
e siento con las piernas cruzadas en mi cama, el libro
encuadernado en negro que Treno creía que había
leído ahora presionando sobre mi regazo. Yo, por
supuesto, no pude encontrar a Ryn. Ese cabrón nunca está cuando
se le necesita, así que fui a buscar lo siguiente que se me ocurrió...
el libro. Purt, por suerte, no estaba allí, yo debía de tener una
mirada que decía que, si me hablas, te destrozo, porque nadie
intentó siquiera impedir que me fuera con el libro en las manos.
Desde entonces, me he atrincherado en mi habitación...
literalmente. La mesa de tronco de árbol, las nudosas ramas y las
sillas de piedra las he empujado contra las puertas, no es que las
necesite, porque nadie ha intentado entrar. Pensé que tal vez Treno
vendría e insistiría en discutir toda la información que
aparentemente aún necesito saber, pero no lo ha hecho. No sé si me
alegro o me cabreo por eso, y la incertidumbre de todo esto me hace
inclinarme por un estado general de quiero joder a todo el mundo.
Paso los dedos por las palabras de la página en la que estoy y
sacudo la cabeza. Todo está ahí. La sensación de calor que tienes
cuando ves a un compañero fuera de tu forma de grifo. O el ardor
y el dolor que sientes si te encuentras con ellos como grifo. El
impulso de aparearse y sellar el vínculo. Todo el asunto de las alas
es aparentemente una gran señal: sólo un compañero puede forzar
un cambio parcial o llamar a uno de vuelta.
El recuerdo de mis alas respondiendo a las de Zeph y la
mirada en su cara. Las alas de Ryn respondiendo a las mías. Mis
alas reflejando las de Treno... Alejo los recuerdos con un gruñido.
Paso la página y sigo leyendo. Los celos irracionales aparecen
en la lista, pero yo nunca los tuve. Al parecer, los compañeros
pueden calmar los grifos del otro y rastrearse mutuamente. En
algunos casos raros, dice, los compañeros pueden sentir las
emociones del otro e incluso leer su mente. Me pregunto si eso

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significa que Zeph, Ryn y Treno pueden sentir mi rabia ahora
mismo y por eso todos se mantienen alejados. Por otra parte, puede
que no tengamos ese nivel de conexión.
Sigo leyendo.
Cuando la llamada haya sido respondida, ambos grifos
sentirán dolor o ardor mientras se forma el vínculo por completo.
Después, se sentirán cansados o débiles durante el día siguiente. El
libro dice que una vez que los grifos se aparean en su forma, se
fortalece todo, y según esto, la única manera de cortar una conexión
completa es a través de la muerte.
Paso las varias páginas de información y advertencias.
Aparentemente, una vez que se ha formado un vínculo, la esencia
o fuerza vital de los grifos está unida. Lo que significa que, si
alguien mata un lado del vínculo, el otro lado probablemente se irá
también. Se mencionan casos en los que un compañero murió
cuando el vínculo no estaba completo, pero no afectó a ambas
partes. Aunque también hay muchas advertencias al respecto.
Hojeo todas las páginas que hay, pero no hay nada sobre qué
hacer si estás unido a imbéciles mentirosos o a otro grifo que te
odia. Sin embargo, encuentro un capítulo sobre los vínculos de
pareja múltiples. Es extremadamente raro, pero aparentemente no
es imposible o inaudito. Pensé que de alguna manera me sentiría
mejor después de leer esa parte, pero no es así.
Hay una sección sobre el olor y los vínculos de pareja que me
deja muy confundida. Dice que se supone que mi olor cambia
cuando estoy apareada. Que el cambio de olor se supone que
anuncia a los otros miembros de la manada que estoy pillada. Tiene
sentido que Ryn no se preocupe por eso, pero no puedo entender
por qué Treno no lo hizo.
¿Tal vez no huelo? Levanto el brazo y huelo bajo la axila.
Nada ofensivo u obvio llena mi nariz. Tomo nota para preguntarle
a Treno al respecto más tarde. Lo haré justo después de decirle que
estoy emparejada con el líder de los Ocultos y el comandante, que
también resulta ser un espía de los Ocultos. Tal vez la pregunta

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sobre el olor lo despiste lo suficiente como para que se olvide de
que quiere matarme.
Suelto un suspiro de cansancio. Falon, eres una maldita
idiota.
He estado tan concentrada en tratar de llegar a casa o en
averiguar cómo volar y simplemente ser una grifo en general que
he ignorado las señales obvias. Sí, hacen lo de la pareja de forma
muy diferente a lo que he crecido aprendiendo sobre los
cambiantes, pero sentía cuando las cosas estaban fuera de lugar o
no tenían sentido. Aun así, las descarté, y ahora lamento haberlo
hecho. Paso exactamente diez minutos preguntándome si el portal
rompería de alguna manera los lazos de pareja. Si me fuera, ¿podría
sobrevivir al dolor y la nostalgia que aparentemente se producen?
Pero sigo volviendo a cómo estoy aquí, a por qué estoy aquí.
Creo que es hora de dejar de descartar este mundo como un
parpadeo sin importancia y empezar a aceptar que ésta es ahora mi
vida. Una cálida confirmación florece en mi pecho, respiro
profundamente y la abrazo. El cálido florecimiento se siente de
repente como un carbón caliente que vierte lava por mis venas.
Saco medio grito antes de que se me trabe la mandíbula y tenga la
certeza de lo que se siente al convertirse en una supernova.
Hay una extraña explosión de dolor que se desplaza a través
de lo abrasador de mi cuerpo. Se instala en la parte superior de los
brazos, en el pecho, en la espalda y en la parte posterior de las
pantorrillas. Aprieto los dientes e intento aguantarlo, pero hay algo
que me atormenta. Lo sé.
Lo he sentido antes.
Ese pensamiento abre algo dentro de mí y retrocedo en el
tiempo en mi mente.
Es como si atravesara una película viviente, y puedo verme a
mí misma cuando tenía cuatro años, quizá, tumbada en mi cama y
retorciéndome. Me tapo la boca con una mano conmocionada y
observo cómo los símbolos negros surgen en mi piel como si
simplemente flotaran en la superficie.

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Unos brazaletes con pequeños símbolos rodean mis
antebrazos en tres lugares. Otras cuatro bandas de símbolos más
grandes rodean la parte superior de mis brazos. La pequeña yo, se
rasga el pijama y veo que surgen marcas negras en el lado derecho
de mi espalda, como si alguien estuviera escribiendo un libro en
un idioma desconocido, y todo aparece desde mi omóplato hacia
abajo.
Mis padres entran corriendo y mi cuerpecito se bloquea. Mi
padre se queda mirando los símbolos de mi brazo con cara de
asombro. Mi madre le grita, pero no puedo distinguir los detalles
de lo que dicen. Es como si estuviera bajo el agua y llevara tapones
para los oídos. Mi madre me retira el pelo de la frente y me besa.
Se sube a la cama y me mete en su regazo. Le grita algo a mi padre
y luego creo que empieza a cantar mi canción favorita. Mi abuela
aparece en la puerta. Entra corriendo y me aparta más mechones
de pelo sudados que se me pegan a la cara. Se inclina hacia mí y
me dice cosas mientras mi madre me mece en su regazo. Observo
cómo la pequeña yo, se acomoda ligeramente en sus brazos.
Mi madre está llorando y mi padre nos señala a ella y a mí
como si estuviera dando algún tipo de instrucciones. De repente,
ella me abraza con más fuerza, pero no de forma tranquilizadora;
me sujeta... intenta mantenerme quieta. Él coloca sistemáticamente
sus manos sobre las marcas que han aparecido en mi cuerpo, y
parece que está cantando algo. Jadeo cuando veo que una a una
las marcas van desapareciendo.
La pequeña yo grita. Mi abuela intenta calmarme mientras
mi madre me abraza con fuerza y mi padre me borra las marcas
del cuerpo por arte de magia.
Jadeo mientras vuelvo en mí, de nuevo en la habitación del
árbol. No siento que me haya desmayado, sino que he viajado en el
tiempo a través del infierno. Estoy llorando. Me miro los brazos.
Debería tener marcas ahí, pero no las tengo. ¿Qué eran? ¿Cómo me
las ha quitado?
Las piezas del rompecabezas encajan en mi mente. La marca
de Avowed aparece en mi cabeza, y luego las marcas de Treno que

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estúpidamente pensé que eran tatuajes. Las puertas que conducían
a la ciudad muerta de Ouphe, Vedan, tenían símbolos similares por
todas partes. Brillaban en verde cuando el fantasma de Nadi las
tocaba y les decía que se abrieran.
No vi ninguna marca en Zeph o Ryn, no es que haya
explorado cada centímetro de ellos, pero sospecho que es una cosa
de Ouphe. Me pregunto si todos los que están contaminados o
bendecidos por Ouphe llevan marcas de algún tipo.
Salgo temblorosamente de la cama y me dirijo al baño. Me
quito la ropa y, efectivamente, tengo símbolos en los mismos
lugares que Treno. Supongo que esto podría calificarse como el hay
mucho más que necesitas saber. Hago una nota mental para no
volver a interrumpirle. Parece que tiene cosas importantes que
contarme y yo le interrumpo para que no pueda hacerlo.
Me siento débil y dolorida y mucho peor de lo que me sentía
después de sellar el vínculo de pareja con Zeph y Ryn. Me doy un
baño y me limpio los restos de sudor y dolor de la piel. Mis nuevas
marcas no están doloridas y no arden cuando las expongo al agua
caliente. Simplemente están... ahí. Por un momento, siento la
tentación de ver cómo está Paloma y asegurarme de que está bien
después del festival de dolor que acabamos de vivir, pero me
detengo. No estoy preparada para abrir ese canal de nuevo. Si soy
sincera, no sé si alguna vez lo estaré, y eso me mata.
Ella es una parte de lo que soy. Estuvo atrapada toda mi vida,
y ahora es libre. Debería estar celebrando eso y fortaleciendo el
vínculo entre nosotras como hemos estado tratando de hacer. Pero
¿cómo puedo superar la traición y los secretos? ¿Cómo puedo
superar el hecho de que no me lo haya contado? Es como si
fuéramos dos mitades trabajando la una contra la otra, y no sé cómo
puede funcionar eso.
Alguien golpea mi puerta atrincherada y me levanto de golpe,
sorprendida por la agresividad. Es Ryn o Treno, y por mucho que
me gustaría hacer una jugada de magia y activar mis habilidades de
fantasma, tenemos que hablar. La Operación Ser Madura y Dejar
de Evitar los Problemas está ahora en pleno efecto. Salgo de la

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bañera y me seco rápidamente mientras quienquiera que esté
golpeando al otro lado de las puertas hace gala de su impaciencia.
—¡Ya voy! ¡Tranquilo! —grito, pero dudo que puedan oírme
por encima de la rabieta que claramente se está produciendo al otro
lado.
Cojo el vestido que parece más fácil de ponerme y me lo
pongo por encima de la cabeza. La tela de color berenjena que fluye
cae al suelo desde mi cintura, y meto las tetas en la profunda V de
la parte superior. Me apresuro a entrar en la parte principal del
dormitorio y descubro que los impacientes golpes se han
convertido en alguien que intenta abrir las puertas con el hombro.
¿Qué demonios?
Me sorprende que alguien se esfuerce por entrar aquí y, por
una fracción de segundo, me acerco instintivamente a Paloma. En
cuanto su conciencia conecta con la mía, retrocedo. Rápidamente
me doy cuenta de lo que he hecho y vuelvo a cerrar las paredes en
su sitio. Las puertas de mi habitación empiezan a astillarse y,
centímetro a centímetro, mi barricada empieza a moverse y a dejar
paso a quien está castigando la entrada .
No sé si debería ayudar a mover los tiestos o simplemente
esperar a que se abra paso a la fuerza. Así que me quedo ahí como
una estatua hasta que puedo distinguir quién es. Pasa otro minuto
de furia animal en la puerta, y entonces una cara tan clara como el
día aparece a través de la entrada rota de mi habitación.
No tengo ni idea de quién es.
El pánico burbujea en mi interior cuando una voz profunda
ordena:
—Falon Umbra, tienes que venir con nosotros. —Aparta la
gran mesa y las sillas del camino, y otro guardia colosal entra en la
habitación. Doy un paso atrás involuntario ante su avance e intento
descongelar mis músculos.
—¿Qué está pasando? —pregunto cuando cada uno de los
hombres masivos se mueve a mi lado.

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Me rodean con las manos en la parte superior de los brazos y
lo siguiente que sé es que me sacan de mi habitación y me llevan
por varios pasillos y escaleras. Estoy acostumbrada a entrar y salir
volando de aquí, y en un santiamén estoy completamente perdida.
No tengo ni idea de dónde estamos ni a dónde podemos ir. Nadie
me lo dice tampoco, porque aparentemente eso sería demasiado
fácil.
Pasamos lo que parece una hora bajando escaleras, tanto
tiempo que mi mente tiene tiempo para divagar y preguntarse por
qué los grifos tienen escaleras en su edificio, para empezar. Al
principio pienso que son para los ancianos o para los grifos que no
pueden volar, pero cuando doblamos otra esquina y bajamos otro
tramo de escaleras de piedra, ya no me parece plausible.
Concéntrate, Falon. A quién le importan las escaleras, nos
importa más el motivo por el que nos están arrastrando.
—¿A dónde vamos? —Lo intento de nuevo, pero mis
guardias siguen mostrando sus locas habilidades en el tratamiento
de silencio.
Intento pensar cuál podría ser el catalizador de lo que está
pasando, pero no tengo ni puta idea, lo que significa que mi
estúpido cerebro sólo quiere saber lo de las escaleras otra vez. Por
fin salimos del laberinto de escalones, y el hecho de que no
hayamos bajado tanto como en las mazmorras me da un poco de
esperanza de que lo que sea que esté pasando no sea tan malo.
Recorremos más pasillos y pasamos por más ventanas de
cristal y hierro, y un destello de reconocimiento me atraviesa. Creo
que este es el nivel en el que estaba cuando me llevaron a la enorme
sala del trono con cúpula de cristal cuando me desperté en Kestrel.
Empiezo a reconocer más y más cosas, y de repente no tengo
ninguna duda de que es exactamente donde me llevan. Sólo que
aún no puedo entender por qué.
Los guardias me detienen frente a las enormes puertas de
hierro, y me veo obligada a esperar a que se abran con un chirrido
como el de la primera vez. Las puertas se abren con un último e
irritado estruendo, y soy medio escoltada, medio empujada dentro.
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A diferencia de la última vez, la mayoría de los tronos ya están
ocupados. Lazza se sienta en el más grande, en el centro, y me
observa como un halcón que va a bajar de su percha en cualquier
momento y convertirme en su cena.
Sólo hay una hembra a su izquierda, y parece muy aburrida.
La mujer de ojos verdes que me marcó no se ve por ningún lado y
tampoco está Ryn o algunos de los viejos que estuvieron aquí la
última vez. Treno está sentado en el trono a la derecha de su
hermano, y no puedo discernir lo que está pensando o sintiendo. Su
rostro está inexpresivo. Un pinchazo de advertencia me recorre la
espalda cuando uno de los guardias que me trajo aquí se acerca al
Syta y le susurra algo al oído.
Observo el intercambio y trato de controlar mis rasgos como
lo hace Treno. Algo en este escenario hace que se activen mis
alarmas internas de mantener la calma. El guardia se aleja y se
mueve por detrás de mí. Lo veo irse y me doy cuenta de que las
grandes puertas de hierro no se han cerrado. Es como si esperaran
más gente y no quisieran pasar por la molestia de abrirlas y
cerrarlas.
—¿Por qué tenías la puerta atrincherada? —Me pregunta
Lazza con rotundidad, y me inclino hacia delante, sorprendida por
la pregunta.
Parece que no espera a nadie para empezar lo que sea.
—Necesitaba un rato de tranquilidad y no quería que me
interrumpieran. —explico.
Me pareció algo perfectamente lógico en ese momento, pero
veo que a él le resulta sospechoso por alguna razón. Miro del Syta
a Treno para intentar calibrar el efecto que mis palabras pueden
tener en él, pero ahora es todo acero y bordes duros. Eso me
preocupa aún más. Desde la primera vez que lo conocí, después de
que me dispararan desde el cielo, me atraparan con una red y me
sacaran medio ahogada del agua, era descarado y curioso. Sus ojos
azules dispares disfrazados en aquel momento estaban llenos de
interés y emoción; ahora son simplemente planos y ominosos.

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—¿Has disfrutado de tu estancia aquí, Falon? —Me pregunta
Lazza con indiferencia.
—Sí. —respondo, tratando de entender por qué esto parece
una trampa.
—Me han informado de que has pasado gran parte de tu
tiempo en los archivos, ¿es cierto? —interroga, mirándose las uñas
como si mi respuesta fuera intrascendente.
Mierda. ¿Esto es por el libro de apareamiento que cogí?
¿Quizás se toman esa cosa más en serio de lo que pensaba?
—Así es. —respondo.
—¿Y qué has buscado en los archivos? —añade.
Respondo sin dudar.
—He estado buscando en los archivos información sobre mis
padres. Esperaba averiguar si eran de aquí y, si lo eran, cómo
acabaron en mi mundo. —Hago una pausa—. He estado tratando
de dar sentido a cómo llegué aquí con la esperanza de que me ayudé
a volver. —Termino.
—¿Descubriste algo? —presiona, y todo dentro de mí grita
no le cuentes lo de tus padres.
—No, bueno, tal vez. Me encontré con un nombre similar al
de mi madre. Solicité información adicional, pero los archiveros
aún no han encontrado ninguna. —ofrezco, esperando que la media
verdad se lea como creíble en caso de que alguien en esta sala
pueda darse cuenta.
—Falon, ¿eres un espía de los Ocultos? —Me pregunta el
Syta con sencillez.
—No. —respondo rápidamente y trato de mantener mi rostro
como una máscara de confusión en lugar de mostrar todo el miedo
que acaba de recorrerme.
La habitación se queda en silencio durante un tiempo
incómodo. Él inclina la barbilla y uno de los guardias que están
detrás de mí se mueve. No me vuelvo para seguir los movimientos

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del guardia, demasiado preocupada por si al quitarle los ojos de
encima, bajará por la red que esté tejiendo y me colgará. Treno
mueve su peso como si se sintiera repentinamente incómodo.
Me envuelve más silencio, y me parece enloquecedor.
Cuando por fin vuelve a hablar, tengo que evitar saltar por la
sorpresa.
—Así que me estás diciendo que no lo conoces. ¿Es eso
cierto, Falon?
Oigo el tintineo de las cadenas y me giro para ver a quién se
refiere. El miedo ya me estaba golpeando, pero cuando me giro y
veo a Ryn siendo arrastrado por los brazos, mi miedo se convierte
en puro terror. Lo han golpeado... severamente, y hago todo lo que
puedo para no jadear o empezar a llorar.
—Sí, lo conozco. —admito, apartando los ojos de él y
volviendo a centrarme en el Syta y el Altern.
La vida de Ryn depende de que encuentre una forma de
sacarlo de esto, y todavía no estoy cien por cien segura de qué es
exactamente. La pregunta de espionaje que me hicieron inclina
definitivamente la balanza en esa dirección, pero todavía hay una
posibilidad de que esto sea de alguna manera sobre algo más. Tal
vez Treno se enteró de lo mío con él, y no está dispuesto a
compartirme. Quién coño sabe, pero tengo que averiguar cómo
jugar esto... y rápido.
Sus ojos se iluminan con interés ante mi admisión, y los de
Treno se estrechan.
—Este es el comandante que me presentaste cuando te
conocí. También es la persona que me estranguló hasta que me
desmayé. —añado, y su mirada se atenúa con fastidio.
Intento no mirar a Ryn, pero es jodidamente difícil. Puedo
sentir la agitación de Paloma incluso a través de mis barreras. Eso,
mezclado con mi terror, no es una buena combinación. Si no tengo
cuidado, podría resbalar y darle el control a ella, y entonces ella
cambiaría y trataría de luchar para salir de aquí. No puedo dejar
que nos mate a todos a menos que no tengamos otra opción.
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—¿Así que no eras consciente de que estaba espiando para
los Ocultos? —Lo intenta de nuevo.
Esta vez Treno habla, y mi corazón se acelera con esperanza.
—Hermano, es a mi compañera a quien estás hablando. —
advierte, con la voz apenas por encima de un gruñido.
Lazza se vuelve hacia él y lo estudia por un momento.
—Sé de buena tinta que tu compañera está trabajando con
los Ocultos. Te advertí que no sellaras el vínculo hasta que
supiéramos más sobre ella. —Le espeta.
—Sigues anunciando que has adquirido toda esta información
de una buena fuente, pero todavía no he visto ninguna prueba. Has
golpeado a tu Tercero al mando, un macho que conocemos desde
que éramos niños, y ahora acusas a mi compañera de ser una espía.
Deja esta rabieta y muéstrame las pruebas. —brama Treno, y los
ojos del Syta se entrecierran ligeramente.
—Bien, hermano, como quieras. —Lazza se gira, mira detrás
de mí y vuelve a bajar la barbilla.
Echo un vistazo rápido a Ryn, que se sujeta el costado y jadea.
Joder. Probablemente tenga las costillas rotas y quién sabe qué
más. Tiene la nariz definitivamente rota, el ojo negro e hinchado, y
el otro ojo parece que va a quedar igual con un golpe más. Tiene
cortes y moratones por todas partes.
Permanezco en silencio, mirando al frente y aterrorizada por
quién o qué será lo siguiente que traigan. Me pregunto si Treno
puede sentir mi miedo o la bilis que sube por mi garganta. ¿Puede
sentir lo mismo que yo ahora que estamos unidos? ¿Sabe la verdad
que mi boca niega, pero mi cuerpo y mis emociones confirman?
Paloma martillea mis paredes, algo la hace estallar tan
completamente que le hace perder el control. Me sorprende la
violencia con la que me golpea, exigiendo que me entregue a ella.
Siento que alguien se acerca por detrás de mí, y al instante me aterra
que sea Zeph. Siento que una hoja afilada me aprieta de repente la
garganta, y el portador de la daga se inclina hasta acercarse a mi
oído.
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—Hola, alta cuna, nos encontramos de nuevo.

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N o reconozco inmediatamente la voz, pero el apodo y el


olor la delatan... Loa.
La rabia incinera cualquier otra emoción dentro de mí,
y me pongo a hervir. Treno se levanta de su trono e inmediatamente
empieza a gritar a su hermano.
—¿Qué significa esto? —exige, intentando acortar la
distancia entre nosotros lo antes posible, pero la sala es enorme.
Su trono está situado en la cabecera de la estancia del tamaño
de un campo de futbol, y los guardias sólo me depositaron a mitad
de camino entre las puertas y los tronos. Los prismas bailan en el
pelo de Treno desde la cúpula de cristal que hay sobre nosotros, y
me parecería impresionante si la puta traidora psicópata, Loa, no
me clavara el cuchillo en mi maldita garganta.
Obligo a mi rostro a adoptar una máscara de miedo y
confusión. No sé a qué está jugando, pero si esta es la fuente de
Lazza, es su palabra contra la mía.
—¿Quién es? —exige Treno—. Lazza, te lo advierto ahora
mismo, ordena a tu mascota que le quite ese cuchillo de la garganta.
—¿O qué? —grita él—. Loa me ha demostrado con creces la
veracidad de sus palabras. Si te niegas a verlo, no es mi problema.
Gruñe, deteniéndose a mitad de camino y rodeando al Syta.
—¿Te convertirás hoy en mi enemigo, hermano? —pregunta
con un gruñido—. ¿Acusas a mi compañera de traición, la
amenazas, no aportas ninguna prueba, como exigen nuestras leyes,
con qué fin? —exige Treno.
El Syta estudia a su hermano durante un segundo y luego
resopla.
—Baja tu cuchillo para que mi hermano pueda dejar de
pensar con la polla el tiempo suficiente para escuchar la verdad. —
ordena.
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Loa hace lo que le dicen y se pone a mi lado.
—Parece que te has prostituido para obtener protección aquí,
igual que hiciste en el Nido. —Me gruñe.
Treno y su hermano empiezan a discutir. Espero a que ambos
se consuman por completo en los gritos y entonces bajo la voz para
que sólo la perra que está a mi lado pueda oírla.
—Si no recuerdo mal, Loa, no era yo la que necesitaba
protección. ¿O acaso me imaginaba al Syta interviniendo para
salvar tu inútil trasero?
Me gruñe y se gira.
—Si le pones una mano encima, te destrozaré muy, muy
lentamente. —arremete Treno, y ella se congela.
—¡Basta! —retumba Lazza y su voz resuena en la
habitación—. Es hora de que Treno vea la verdad.
—Sí, Syta. —chirría ella.
Y con eso, Loa se acerca a su espalda y pasa los dedos por el
largo pelo negro de la nuca. Tantea con algo durante un segundo y
luego saca lo que parece una horquilla con dientes de aspecto
retorcido. La arroja al suelo y va derrapando hacia los pies de
Treno. Se detiene a un metro de distancia y todos nos quedamos
mirando. Espero a ver si por arte de magia se transforma en un
vídeo de vigilancia de mí con los Ocultos, o tal vez sea algún tipo
de dispositivo de grabación de voz.
No ocurre nada.
Lazza empieza a hablar y se me eriza el vello de la nuca y los
brazos. Mi cabeza gira en su dirección y el miedo me recorre un
dedo frío por la columna vertebral. Está soltando palabras de poder.
Reconozco la cadencia de estas de inmediato, y me envuelven
como viejos amigos para luego salir corriendo a hacer lo que sea
que él les esté diciendo que hagan. Prácticamente puedo ver cómo
la magia sale de su boca y se desliza hacia el clip que ella ha
arrojado al suelo.

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Una joya negra brilla a la luz en uno de sus extremos cuando
la magia envuelve el objeto. La joya empieza a echar humo y, de
repente, como si estuviera hecha de pólvora, se produce un
estallido y se convierte en ceniza. Sigo confundida por lo que
significa todo esto, pero Loa emite un extraño gemido y me saca
del torbellino de preguntas que me recorren.
Miro y descubro que su cara tiene un aspecto equivocado.
Observo cómo lentamente pasa de ser una mujer maciza y de
hombros anchos, con el pelo negro y liso, a una mujer algo más
delicada, con el pelo castaño claro y los ojos grises. Parece
triunfante mientras la magia de la habitación se disipa y el pasador
de pelo se convierte en polvo en el suelo. Treno entrecierra los ojos
ante el rostro revelado, como si tratara de recomponerlo todo.
—¿Raquel? —pregunta vacilante, con un tono
desconcertado, como si no pudiera creer lo que ve.
Ella se ríe y le ofrece una amplia sonrisa medio enloquecida
que hace que Paloma renueve su asalto a mis defensas.
—¿Cómo? —exige él—. Estás muerta.
Un gruñido bajo resuena en la habitación, y mi cabeza gira en
dirección a Ryn. Sigue en el suelo, pero sus ojos están fijos en Loa,
o Raquel, o como sea que se llame.
—Silencio, hermano, sólo te puedes culpar a ti mismo de esto.
—Suelta, y mis ojos se abren de par en par cuando la conexión
encaja.
Miro a Ryn y a su hermana, y ya es imposible pasar por alto
las similitudes en su rostro, su pelo y el color de sus ojos. Loa-
Raquel sigue siendo demasiado masculina para que la llamen
guapa, e incluso con una cara diferente, sigo queriendo arrancarle
las putas tripas. Treno mira al Syta y luego vuelve a mirar a Loa-
Raquel.
—¿Sabías que estaba viva todo este tiempo? —pregunta
incrédulo.
Lazza pone los ojos en blanco.

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—Tuve la oportunidad desde el principio de meter a alguien
adentro. Ella se ofreció, no te veas tan ofendido. Este tipo de cosas
sólo funcionan si no se las cuentas a nadie, así que eso es
exactamente lo que hice. La información que ha suministrado a lo
largo de los años nos ha salvado a nosotros y a nuestra gente
muchas veces. Confío plenamente en ella, y tú también deberías
hacerlo. —afirma con firmeza.
Hace un gesto de Loa-Raquel a Treno. Tomando eso como su
señal para hablar, ella abre la boca y comienza a venderme.
—Zeph la encontró vagando por las montañas de
Amarantinas. La trajo de vuelta al viejo castillo que estaba
abandonado en las afueras de Vedan, porque ella había iniciado una
llamada a su grifo.
—¿Te suena, hermano? —interrumpe Lazza y le pregunta a
Treno.
Me gustaría poder saltar por la habitación y darle un
puñetazo. Treno me mira, y tengo que esforzarme para mantener la
cara sin emociones. Quiero rogarle con la boca y los ojos que no la
escuche. Quiero gritarle que espere a que le explique todo para que
no esté manchado por la manipulación y la guerra, pero no puedo
decir nada de eso sin arriesgar algo más que a mí misma.
—Curiosamente, pensó que era una espía declarada. Ordenó
que la limpiaran y trajo a su pequeño chucho para probarla. Ella
pasó, pero ya conoces a Zeph, él no confía en nadie excepto en Ryn.
Aun así, la apareó. Por lo que he oído, ella prácticamente lo obligó
a completar el vínculo. Entonces ella puso sus ojos en mi hermano.
Puse un alto a ahí, y ella me atacó de la nada por eso. Zeph me
impidió matarla, y luego ella se levantó y desapareció. Cuando se
corrió la voz de que la habían visto aquí, supe que Zeph estaba
tratando de introducir otro espía. —Termina, lanzándome una
mirada triunfal.
Quiero poner los ojos en blanco ante su versión de los hechos,
pero no lo hago. En cambio, miro fijamente a Treno. Tengo la
tentación de negarlo todo, de decir que no la conozco. Pero lo cierto
es que, si salgo de esta... tendré que decirle a Treno la verdad.
185
Siento que negar algo ahora sólo le hará sentirse aún más
traicionado, así que no digo nada.
—Lazza, ya he tenido suficiente. Haz lo que quieras con Ryn,
eso es entre tú y él y tu espía secreta, pero yo cojo a mi compañera
y me voy. La palabra de Raquel no tiene el mismo peso conmigo
que contigo.
—No la toques. —ordena su hermano, y da un pisotón hacia
él—. Tú no eres el líder de nuestro pueblo y no me das órdenes. Yo
soy el Syta, y lo que digo se hace. ¿Cómo puedes ser tan miope,
Treno? Si hay una mínima posibilidad de que se haya apareado con
Zeph, entonces lo tenemos cogido por el cuello. —gruñe Lazza.
—¿Y si te equivocas? —contesta él.
—Entonces recuperas a tu pareja. —responde con frialdad.
—Ambos sabemos lo que le harás pasar para demostrar de
una forma u otra con quién está conectada. No puedo permitir que
le hagas eso. ¿Y cómo puedes querer hacerme eso a mí? ¿No ves
mis marcas en su cuerpo? Estamos unidos.
Él resopla.
—Es pronto. Vuestros grifos no han solidificado nada; esto
es lo que hemos estado buscando para terminar esta guerra. Ella es
la clave. Hay que hacer sacrificios.
Los ojos desencajados de Treno se llenan de rabia y dolor.
—Así no. —replica, dando un paso amenazante hacia su
hermano.
—¿Me estás desafiando? —pregunta Lazza con un gruñido.
—Estoy desafiando esta decisión de herir a mi compañera
todo por la palabra de una…
De la nada, Ryn carga contra Lazza. Me quedo congelada,
observándolo como si fuera a cámara lenta, completamente
dividida sobre qué hacer. Si salto a Loa ahora mismo como quiero,
Treno sabrá la verdad. Lo destrozará. Pero si no ayudo a Ryn a salir

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de aquí de alguna manera, probablemente lo matarán, y tampoco
puedo dejar que eso ocurra. Estoy jodida haga lo que haga.
Doy un paso hacia Loa-Raquel, que está de espaldas a mí
mientras observa cómo su hermano carga contra el Syta de los
Avowed. Hay tanto espacio entre ellos que el ataque parece inútil,
pero Ryn se mueve jodidamente muy rápido. Su cuerpo se prepara
para el ataque y comienza a transformarse en su grifo. Me
concentro en mi mano, deseando que se desplace parcialmente y
extienda las puntas de los dedos hasta convertirse en garras.
Los ojos de Lazza se ensanchan y luego se estrechan mientras
gruñe:
—¡Tamod hurvas aeyo!
No ocurre nada, y Ryn se abalanza sobre él como un tren de
mercancías, con su tamaño y forma aún cambiantes. Treno corre en
su dirección, y entonces todos nos quedamos paralizados cuando
los gritos de dolor llenan el aire a nuestro alrededor. El horrible
sonido, que destroza el alma, me envuelve y me arranca el corazón
a la vez que me roba la capacidad de moverme o pensar. Siento un
zumbido extraño en mi cuerpo que no me duele pero que me roba
el aire de los pulmones. Me agarro a la garganta y observo
horrorizada cómo Ryn se levanta de Lazza lentamente. Su
movimiento se detiene y sus pies se levantan del suelo. Queda
suspendido en el aire, agarrándose la garganta y poniéndose
morado.
Una risa maníaca rebota en las paredes y el techo de cristal, y
el Syta se levanta, con los ojos enloquecidos y la mano extendida
como si estuviera ahogando la vida de Ryn.
—Has olvidado, viejo amigo, de lo que soy capaz. —gruñe,
escupiendo saliva y locura por la boca—. ¿Creías que serías
inmune? ¿Que no te pondría de rodillas como a todos los demás?
Él se aferra a su garganta y lucha por detener lo que sea que
le esté haciendo, y poco a poco se mueve más lento. Las lágrimas
recorren mi rostro y se forman puntos negros en las esquinas de mi
visión. Me llama la atención un movimiento a mi derecha, y miro

187
para encontrar a Treno agachado, tomando pequeñas bocanadas de
aire llenas de dolor y mirándome fijamente, con pura conmoción y
traición en su mirada.
Lo sabe.
La conexión debe estar obligándole a sentir una medida de lo
que siento, y me estoy asfixiando igual que Ryn. Se me rompe el
corazón por el dolor y la confusión que veo en sus ojos, y desearía
poder alcanzarlo y borrarlo todo de nuevo. Desvío la mirada y
observo cómo la lucha de Ryn se convierte lentamente en tics
mientras su cuerpo acepta la inevitable muerte.
Paloma se abalanza sobre mí, gimiendo y lamentándose.
Puedo sentirla suplicando que tome el control, que ponga fin a todo
esto. Lazza se ríe. Loa mira fijamente, con los ojos llenos de
emoción y horror, como si no pudiera decidir si ver cómo asesinan
a su hermano es divertido o jodidamente horrible. El fuego
comienza en mi pecho mientras grito internamente para que todo
esto se detenga.
Al principio creo que es mi alma la que está siendo
destrozada, pero poco a poco el fuego se extiende hasta
consumirme por completo. Llega hasta los límites de mi cuerpo,
como si cada latigazo de la llama quemara algo en las células
individuales que me componen... a mí. Duele, joder, pero me suelta
el agarre invisible de la garganta, y jadeo con un pulmón lleno de
aire mientras el calor fundido se condensa de nuevo dentro de mi
pecho como si estuviera a punto de explotar. Las piernas de Ryn
dan un último tirón mientras cuelga en el aire, y me vuelvo hacia
Lazza.
Quiero destrozarlo. Quiero asegurarme de que nadie tenga
que volver a mirar esos ojos malignos y enfrentarse a la muerte.
Abro mis defensas a Paloma. Le despejo el camino para que tome
el control y haga todo el daño que pueda antes de que nos maten,
pero no es ella la que surge a través de mí y sale a la habitación.
Grito, el dolor y la rabia brotan de mi interior, mientras una onda
expansiva de color púrpura explota fuera de mí. Se desplaza por la

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sala, obedeciendo mi voluntad y golpeando a todos, haciéndoles
retroceder.
Me quedo boquiabierta y me miro las manos como si de
alguna manera pertenecieran a otra persona.
¿Qué coño ha sido eso?
Ryn cae al suelo con un ruido sordo que me saca de mi
asombro y confusión. Lo miró fijamente durante un rato, pero no
se mueve. El miedo me desgarra cuando las palabras demasiado
tarde resuenan en mi cabeza. Me apresuro a acercarme a él, coloco
mis dedos en su garganta y observo su pecho. Contengo la
respiración mientras trato de encontrar el punto adecuado en su
cuello, el que golpeará rítmicamente y me dará esperanza. Las
lágrimas siguen bajando por mi cara y gotean sobre la sucia túnica
destrozada que lleva puesta. Halos de culpa, preocupación y dolor
motean la tela mientras mis emociones salen de mis ojos y caen
sobre él.
El alivio me atraviesa el pecho cuando por fin siento un tenue
y lento ritmo bajo las yemas de mis dedos. Dejo salir la respiración
que estaba conteniendo y observo su pecho como si mi exhalación
debiera convertirse en su inhalación. Mi cuero cabelludo se ilumina
de dolor cuando alguien me pone una mano en el pelo y me arrastra
lejos de él. Grito y me revuelvo para intentar ponerme en pie,
levantando la mano para evitar que me arranque más mechones de
los que ya ha sacado.
Espero que sea Lazza el que me sorprenda en mi periferia,
tirando de mí, pero no es así. Es Loa, y por los breves vistazos que
recibo de ella, está más allá del límite de la furia.
—¿Lo ves ahora? —grita, con voz triunfante y furiosa.
Me hace girar violentamente y, de repente, me encuentro
frente a Treno, que se pone en pie a unos diez metros de mí. Me
mira, y el miedo y la ira se reflejan en su rostro. Se me revuelve el
estómago ante la rabia que veo allí, y no sé si alguna vez podré
arreglar algo de esto.

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—¿Ahora tienes tu prueba? ¿Qué es uno de ellos... te dije que
lo era? —Le grita Loa, y no se me escapa la niña herida que parece
salir de su voz.
Grito llamando a Paloma, pero parece que está enterrada en
mi cabeza de alguna manera. Puedo sentirla tratando
frenéticamente de desenterrarse y llegar a mí, y me doy cuenta de
que tengo que ganar tiempo. Me concentro en mis manos y hago
fuerza para sacar las garras.
Loa ríe maníacamente a mi lado, y la cara de Treno pierde el
color y sus ojos se abren de par en par con el terror. Veo a Lazza
por el rabillo del ojo asintiendo, pero mi atención se desvanece
cuando Treno suelta un horrorizado ¡Nooooooo!
Confundida por su reacción, me quedo helada. En lugar de
atacar a Loa, dedico una fracción de segundo a intentar comprender
por qué no querría que le hiciera daño. Me doy cuenta demasiado
tarde de que su grito de angustia no se debe a lo que estoy haciendo,
sino a lo que ella está a punto de hacer.

190
17

U
n metal caliente me toca el cuello. Ni siquiera tengo
tiempo de procesar que se trata de una hoja antes de
que Loa me corte la garganta con ella.
El dolor estalla en mi cuello, y luego siento que el calor me
sale a borbotones. Intento jadear, pero el sonido es un gorgoteo
enfermizo que me hace ver la realidad de lo que acaba de ocurrir.
Presiono las palmas de las manos sobre mi garganta rajada,
aterrorizada por lo rápido que se cubren de sangre. Presiono la
herida y veo cómo Treno cae de rodillas, con sus grandes manos
agarrándose el cuello.
Me doy cuenta de que él está experimentando un jodido eco
de mí, mientras presiono mi herida y me pregunto cómo coño voy
a sobrevivir a esto. Parpadeo lentamente, y es como si el mundo a
mi alrededor hubiera explotado. Es difícil concentrarse, porque mi
mente parece que sólo quiere ser consciente del hecho de que me
estoy desangrando. Siento que me muevo bajo el agua mientras
intento comprender lo que está pasando.
Paneles y fragmentos de cristal destrozado llueven desde
arriba, y caigo de rodillas, sin saber si son demasiado débiles para
sostenerme o si la fuerte ráfaga de viento de la habitación me ha
empujado hacia abajo. Siento que me caen encima trozos de cosas,
pero lo único en lo que puedo concentrarme es en tratar de
reintroducir en mi cuerpo la sangre que se escapa de mi garganta.
Busco a tientas la falda de mi vestido y, temblorosamente, me
acerco un fajo de tela al cuello y lo presiono allí.
Me cuesta respirar, pero me doy cuenta de que me llega algo
de oxígeno a los pulmones y al cerebro porque ninguno de los dos
pide aire a gritos, o tal vez mi cerebro ya no funciona bien a causa
de la sangre.
Un rugido llena el aire, pero no puedo concentrarme en la
rabia y la retribución que salen y me rodean. Lo único en lo que
puedo concentrarme es en subirme torpemente el vestido y
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apretarlo todo lo que puedo contra mi cuello. Siento el sabor de la
sangre en la boca y, por alguna razón, me entra un poco de pánico.
Intento contenerlo, sabiendo instintivamente que es mejor
mantener el ritmo cardíaco bajo en este momento, pero echa raíces
a pesar de mis esfuerzos por aplastarlo.
No quiero morir.
Unas patas y una piel negras se posan en mi línea de visión.
Se acercan a mí, y apenas puedo distinguir una garra negra
imposiblemente lejos detrás de las patas delanteras de ébano de lo
que tiene que ser un grifo gigantesco. Parpadeo perezosamente y
mi visión se nubla. Algo me olfatea y me da un suave empujón, y
siento que las fuerzas se me escapan de las manos. Una especie de
ronroneo agudo llega hasta mí, y quiero ir hacia él. Más rugidos y
choques llenan de repente mis oídos, como si alguien acabara de
desempolvar una escena de batalla en una película.
Me vuelvo ingrávida.
Sé que me estoy muriendo. Siento que me elevo en el aire,
como si mi alma abandonara por fin mi cuerpo. Estoy rodeada de
calidez y sorprendentemente... orines. Nunca he pensado en cómo
sería morir, pero no hay ningún ser querido que me reciba. No hay
calma ni paz para que mi alma flote mientras me dirijo a donde sea
que vayan las almas. Ni siquiera hay una luz. Sólo hay dolor, culpa
y pena. Todo lo que puedo pensar, una y otra vez, es que lamento
que todo esto haya sucedido.
Sé que mi muerte arrastrará a los demás conmigo, y se siente
horrible.
Me empujan y mi visión borrosa se apaga por completo.
Refunfuño internamente sobre cómo el camino a la otra vida no
debería tener baches. Esta mierda debería ser suave y fácil; ¿por
qué duele? Algo me envuelve, y entonces la sensación de volar
llena los últimos sentidos que me quedan. La paz por fin me
recorre, pero también el pánico porque debe ser así.
No quiero morir.

192
Todo lo que me rodea se calla y, a pesar del viento fresco que
siento acariciar mi cuerpo, tengo calor por todas partes. Un destello
de Ryn, luego de Treno y, por último, de Zeph pasa por lo último
de mi conciencia antes de que pueda sentir que finalmente
comienza a apagarse. Gimoteo y la muerte me aprieta más.
—No te preocupes, gorrión, te tengo. —gruñe profundamente
en mi oído, y entonces todo... se vuelve... negro.

Final del segundo libro...

193
¡¡¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!!!

No sería una mierda, sin que me leyerais, revisarais y


recomendarais. ¡¡¡Muchas putas gracias!!!

194
SOBRE LA AUTORA

Ivy Asher es adicta al chai, a decir palabrotas y a reírse


mucho, pero no de una manera espeluznante, sino riéndose sola. Le
encanta la nieve, los libros y su familia, formada por dos humanos
y tres peludos. Tiene mundos y personajes flotando en su cabeza,
y tiene la suerte de estar rodeada de personas increíbles que apoyan
ese tipo de locura.

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