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Olga Andreu
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Primera edición, febrero 2022
Titulo original: Encuentro con El Diablo
Diseño de la portada: Nina Minina
A las malas decisiones
«Hay derrotas que tienen más dignidad que una vitoria»
Jorge Luis Borges
1
EVAN
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—Evan pasará a por ti en cinco minutos —me dijo Betty
mientras yo seguía mirándome en el espejo de mi habitación.
—¿Perdona? —grité—Pensaba que tú y yo iríamos juntas.
—Me ha escrito y quiere aparecer contigo, como parte de
la campaña. Yo iré por mi cuenta.
—¿No debería habérmelo dicho a mí?
—Lo siento, no supera que ya no sea su asistente y,
tratándose de ti, ha considerado que te lo comunique yo.
Fruncí los labios y me sentí frustrada de ser el títere de mi
amiga y su exjefe.
¿De qué iban?
Betty pensó que mi look debía ser cañero, como el de una
estrella del rock para un videoclip macarra. Llevaba un body
negro con un escote de escándalo que apenas me cubría el
pecho, una falda de tul del mismo color con diminutos
brillantitos, medias negras, unas botas militares y una chupa de
cuero rojo que mi amiga había tenido que revivir con algo de
grasa para zapatos, era de su época de instituto.
—Parezco Cindy Lauper.
—Estás divina y juvenil.
—Lo único que se salva es el pelo y el maquillaje.
—Pues ya no hay tiempo para cambios. —Me arrastró
literalmente hasta el salón.
—¿Por qué te escribe a ti y no a mí? Me parece ridículo
—volví a repetir, realmente llegaba a molestarme ese asunto.
—Porque aún no tiene confianza.
—No le pega nada ser tímido.
—No lo es, pero a veces se toma sus licencias con la
gente.
—Debo parecerle idiota —bufé—, nunca debí aceptar este
trabajo.
El móvil de Betty volvió a sonar.
—Es él, te espera abajo.
—No esperaba que subiera con un ramo de flores.
Estaba comenzando a ser borde y Betty se dio cuenta,
pues ladeó la cabeza y me miró ceñuda.
—Lucy, baja la guardia y compórtate, es un honor que
vayas con El Diablo a The Hell, ha sido muy amable contigo y
estaría mal que le hicieras un desplante. Diviértete, ¿lo harás?
—Haré lo que pueda.
—Buena chica, ahora baja, no le hagas esperar tanto, es el
anfitrión de la fiesta. —Me dio un beso en la mejilla y una
palmadita en el trasero.
Mientras bajaba en nuestro viejo ascensor hasta la calle,
dejé de respirar y el tiempo se ralentizó unos segundos. Si no
hubiera sido porque en mis oídos retumbaba el fuerte latido de
mi corazón, habría pensado que me había dado un paro
cardiaco.
Si Evan estaba guapo de diario, no podía imaginar cómo
me lo iba a encontrar esa vez.
Ya en la calle, con las piernas estables por el zapato plano,
pero algo temblorosas por los nervios del momento, me lo
encontré apoyado en su coche negro de lunas tintadas, con los
brazos cruzados y las piernas estiradas una encima de la otra.
Llevaba un esmoquin negro con las solapas en un tono vino
mate, la camisa entreabierta y la pajarita deshecha colgando a
un lado. El pantalón se le ajustaba ligeramente a las piernas,
era uno de esos diseños slimfit tobilleros que tanto estaban de
moda.
No esperaba menos de un hombre como él.
—Vaya, Lucy, ha merecido la pena la espera. Estás
encantadora.
—Sé que acabas de llegar, ¿no te ha dado tiempo a acabar
de vestirte?
No me contestó, se limitó a sonreír, coger una postura más
correcta y abrirme la puerta trasera del coche.
—¿Vas a llevarme en plan taxi? —Puse los ojos en blanco,
aquello era lo más impersonal del mundo.
—Anda, sube. Hablas demasiado, Lucy, déjate llevar por
la noche.
—Me voy a dejar llevar por ti, que ya es mucho, así que
no te quejes —contesté entrando en el vehículo cuando una
voz de mujer me sorprendió.
—Hola, soy Lea, me encanta tu chaqueta, ¿de dónde es?
Una chica sentada en el asiento del copiloto, de belleza
más que evidente, se giró hacia mí dedicándome una amplia
sonrisa de dientes blancos y perfectos.
—Oh, gracias, no lo sé, lo único que puedo decirte es que
es muy vintage. Yo soy Lucy.
—Lo sé, eres la nueva imagen del local de Evan. Eres una
monada, ¿lo sabías?
¿En serio iba a ir de carabina con el ligue de Evan? ¿Por
eso había venido a medio vestir el muy salido? Hice un gesto
de repugnancia disimuladamente.
—Veo que estás informada. —Forcé una sonrisa.
Cuando Evan entró en el coche, Lea le posó la mano sobre
el muslo en un gesto demasiado cómplice, debían conocerse
mucho.
—¿Estáis preparadas, chicas? La noche promete, os lo
aseguro.
—Yo estoy más que preparada, estoy muy emocionada, es
la primera vez que voy al local —dijo Lea, lo que me dejó
algo confundida.
—Para Lucy también es la primera vez —añadió él.
—Sí, me siento profundamente afortunada —dije con
fingida emoción.
Recordé lo que me había dicho Betty e intenté cambiar el
chip. Pero es que, cuando pensaba que Evan no podía
sorprenderme más, hacía algo como que volvía a
descuadrarme, como haber traído a esa mujer si quería ir
conmigo al local.
—Lo vamos a pasar bien, Lucy, Evan es muy atento para
esas cosas. —Lea giró la cabeza hacia mí de nuevo en cuanto
Evan arrancó y se incorporó a la carretera.
¿Quién narices era aquella chica que parecía conocerlo tan
bien y que nunca había puesto un pie en los negocios de El
Diablo?
—Apuesto a que sí —contesté para luego centrar mi
mirada hacia el exterior. Me sentía una intrusa aquella noche,
una obligación para ellos y, por qué no decirlo, totalmente
fuera de lugar.
8
EVAN
***
***
***
PURGATORIO
34
LUCY
Escoger la ropa para la ocasión, aquella vez, fue un caos para
mí. Echaba mucho de menos a Betty, y todas las emociones
que se apoderaron de mí esa semana tras su boda, seguro que
me habían hecho engordar un poco.
Sí, lo reconozco, volví a mi mundo caótico de palomitas
rancias y refrescos azucarados. Si Betty hubiera sabido
aquello, doy por seguro que habría vuelto a casa a estirarme de
los pelos.
¿Por qué tuve que besar a Evan? Era algo que me
preguntaba de forma recurrente a pesar de que había disfrutado
de aquel contacto.
No sabía qué me dolía más, si que los hermanos Denver
me la hubieran jugado, o el hecho de aceptar que me había
gustado hacerlo y, cada vez que lo recordaba, me excitaba
hasta el punto de tener que darme una ducha fría. Evan era
demasiado y aquello estaba comenzando a escapar de mi
control.
Me miré en el espejo antes de salir de casa una última vez.
Tal y como me había dicho Evan, un chófer me esperaba
abajo para llevarme a The Hell y no rechacé el ofrecimiento.
Esa noche, la estrella iba a ser yo.
Me había puesto un vestido corto de encaje negro en la
espalda y escote en V que hacía resaltar mis pechos, y unas
sandalias de tacón fino de color plata, que estaba segura de
que iban a destrozarme los pies al final de noche, si es que
llegaba a disfrutarla, pues no sabía exactamente qué iba a
encontrarme allí.
Betty me había dado el nombre de una tienda escrito en un
papel un mes atrás, e hice uso de su consejo comprándome
aquel modelito.
No negaré que estaba nerviosa, pero tampoco quería dejar
que Evan notase ni un ápice de inseguridad en mí.
Aquella campaña que había protagonizado y que Betty
pensó que me iba a cambiar la vida, se iba a presentar esa
noche. El único consuelo que tenía era que nadie conocía mi
nombre y quizá pasara desapercibida por todos, pero
conociendo al anfitrión y dueño del local, eso iba a ser
imposible, y más, cuando entre los dos había una batalla
campal abierta.
—Te odio, Evan Denver. Me las vas a pagar —dije antes
de cerrar la puerta para adentrarme en ese mundo de flashes y
gente glam, un mundo al que yo no pertenecía.
***
Mama, mamacita.
Tell me what to do.
Lola, lola, loca.
I’m breaking the rules.
***
Apreté los dientes mientras me ponía el casco y me
cerraba la chaqueta.
Salí del garaje con mi BMW M 1000 RR agarrando el
manillar con fuerza. Cuando estuve en la calle me subí la
visera, necesitaba sentir el viento azotando mi cara. Puede que
así me espabilara un poco más.
Las calles serpenteaban mientras conducía mi moto con
furia, como queriendo desprenderme de esa sensación
pegajosa por el asco que me producía la toxicidad de la
relación de mi hermano y las consecuencias que habíamos
pagado Lucy y yo.
Todo lo que sentía era una jodida mierda.
***
***
***
3:50 am
—¿Os drogó? —dijo Betty intentando abrir mucho los
ojos. Íbamos por la segunda botella de vino.
Las conversaciones fueron fluyendo de Ben a Evan y Josh,
de forma alterna, y la charla se fue alargando hasta bien
entrada la madrugada. Aunque yo estaba largando de lo lindo,
maquillé un poco la versión para no ponerme en riesgo y que
acabara llamando a los loqueros. Una de las reglas principales
cuando estás haciendo fechorías, es seguir pareciendo una
mosquita muerta si no quieres que tu mejor amiga ponga el
grito en el cielo y te desfigure la cara por mala persona.
—Sí, o eso creo. Pero no fue normal.
—Evan y yo no solíamos hablar de Josh, pero una vez sí
que me comentó que pensaba que esos dos no se querían, por
lo visto tenía sospecha de que esa Emily, a la que jamás he
tenido el gusto de conocer, estaba liada con otro tío.
—¿Con Ghost Rider? —pregunté como si Betty fuera a
saber quién era ese.
—¿Quién es ese? —Hice un ademán con la mano para
restar importancia a su pregunta—. Por lo visto estaba liada
con su jefe.
—¿Emily con su jefe?
—Sí, creo que viajaba mucho y Josh lo pasó bastante mal
con eso. Evan, que ya sabes cómo es, se tomó ciertas
libertades e investigó un poco, pero todo se quedó en
sospechas y prefirió no decirle nada a su hermano. Por lo
visto, debajo de esa fachada de tipo duro, hay un ser tierno y
sentimental.
Me cuadraba eso último que había dicho. Josh había
resultado ser una caja de sorpresas y coincidía totalmente con
la descripción que Betty acababa de dar de él. Era sensible a
pesar de ese envoltorio rudo.
—Debería haberme dicho aquella noche que tenía novia
—bufé, a ratos me venía el arrepentimiento. Estaba en una
espiral de bipolaridad que podía hacer tambalear todo por lo
que estaba luchando.
—Bueno, es que, si quería algo contigo, eso no hubiera
sido lógico, ¿no crees?
—No puedes ir queriendo algo con otra persona cuando
tienes pareja, ¿te gustaría que Ben estuviera liado con el de los
seguros de Bahamas?
—¡No está liado con un señor! —gritó exasperada, y
luego se calmó para seguir hablando—. Pero si fuera el caso,
no es algo que deba gustarme o no, sería que esa persona le
aporta más que yo. A veces, esas cosas pasan. Nadie está
exento de encontrarse un día al amor de su vida y perder la
cabeza. Somos humanos, Lucy, a veces hay impulsos difíciles
de frenar.
¡Qué razón tenía! Esos impulsos los conocía bastante bien.
De un momento a otro se te podían cruzar los cables y
encontrarte envuelta en una historia de no retorno.
—Pues eso mismo se lo puedes aplicar a Ben.
—Y se lo aplico, le dije que el amor de su vida era la
empresa y no yo, por eso estoy aquí, asumiendo mi derrota con
estoicidad.
—No creo que Josh esté enamorado de mí. Nos hemos
visto solo un par de veces. Intensas, eso sí, pero breves.
—No he dicho que lo esté, pero parece muy interesado en
conocerte.
—Es lo que toca, teniendo en cuenta que salgo con su
hermano. —Entrecomillé la palabra salgo, porque no éramos
nada en realidad.
—¿Has vuelto a acostarte con Josh?
—No.
—Bueno, igual tú necesitas entablar esa relación amistosa
con él para tomar decisiones. Intuyo que te gusta mucho.
En efecto, mi relación con Josh tenía unas connotaciones
decisivas.
—Evan también me gusta mucho. No sé, son tan
diferentes.
—¿En qué sentido?
—Evan es posesivo, muy sexual y apasionado en todo lo
que hace. Dice cosas que me ponen a mil. Sin embargo, Josh
tiene un instinto más protector, se puede hablar con él de
muchas cosas, tiene el don de hacerte sentir cómoda. Es… más
abierto, parece más humano.
Fue la revelación más sincera que hice en toda la
conversación. Muy a mi pesar, era lo que más me preocupaba
de todo ese entramado en el que me había metido y la idea de
terminar con el corazón roto en algún paraíso desconocido
para recuperarme del resultado final de todo aquello.
—Tengo una pregunta —me dijo levantando una ceja.
—Dispara.
—Si hoy has quedado con Evan, ¿por qué ha sido Josh
quien te ha traído a casa? ¿Habéis ido los tres a cenar o donde
sea que hayáis ido?
—Es algo que he omitido para no asustarte.
—Bueno, si me dices eso, quizá sí empiece a preocuparme
un poquito.
—Es que…
—¿Qué, Lucy Moore? Di lo que sea que tengas que decir.
El no hacerlo no consigue eliminarlo de la historia.
—Fui a echar una meadita y un tío intentó propasarse
conmigo. Evan estaba ocupado y fue Josh quien debió ver que
ese loco me siguió y pudo salvar la situación. Estábamos en un
muelle de carga.
Ahí estaba de nuevo mi verborrea haciendo de las suyas.
—¡Por eso estabas tan asustada en el rellano al ver la
puerta abierta! —Se abalanzó sobre mí y me abrazó con fuerza
—. Lo siento, debí avisarte que venía, quería darte una
sorpresa y esperaba que estuvieras en casa.
—Y me la has dado.
—Ya, pero… eso que cuentas ha debido ser horrible.
—Últimamente suelo sentir bastante miedo a cada pasito
que doy.
—¿Evan lo sabe? —dijo retirándome el abrazo y
cogiéndome los hombros.
—No, no he querido fastidiarle la noche y que se peleara
con ese hombre. Es el motorista con el que compitió Josh el
día que tuvo el accidente.
—¿Compitió? Pensaba que había tenido un accidente con
la moto sin más. ¿De qué estás hablando y por qué quedáis en
un muelle?
¿Acababa de meter la pata? ¿Acaso Betty no conocía esa
parte de Evan?
Dios, sí, acababa de meter la pata, pero bien.
—Supongo que no sabes a qué se dedican estos dos en su
tiempo libre.
—¿Te parece que mi cara es de saberlo? —Tenía las cejas
tan levantadas que casi se podían esconder en el nacimiento de
su pelo.
—Hacen carreras ilegales. Apuestan y se retan unos a
otros. Evan tenía que competir hoy—me miré el reloj—,
bueno, ya ayer.
—Vaya, sí que sabe esconder bien Evan esa faceta tras la
corbata de hombre serio —Betty pareció molestarse.
—Sí, Evan es muchas cosas que me has vendido de él,
pero tiene un lado oculto en el que nunca sabes cómo va a
actuar. Creo que la noche que Emily nos drogó, ella se
aprovechó de él y le hizo un trabajo fino.
¿Por qué narices tuve que soltar aquello? No debía
involucrar a Betty tanto en mis locuras.
—Lucy —me cogió la mano—, creo que me va a explotar
la cabeza con todo lo que me estás contando. Es tan loco y de
película, que lo mío con Ben ya casi me parece una tontería.
—Te lo he dicho, alguien nos ha maldecido.
—Y tú has debido de chupar más del ochenta por ciento
del hechizo maligno. ¿Qué tipo de bacanal te has montado?
¿Te ha poseído el espíritu del local de Evan? Igual deberíais ir
a un psicólogo para que os ayude a distinguir la vida real de la
ficción.
—Hace un momento justificas a Josh, ¿y ahora me dices
esto?
—Es que una cosa es que alguien conozca a otra persona y
le guste mucho, y otra, que la ex os drogue, Evan se la tire,
Josh no sepa nada, y te juntes con mafiosos en un muelle de
carga a ver cómo tu novio se parte la crisma. ¿Has hablado con
Evan? ¿Sigue vivo? —dijo con sarcasmo.
Y dale perico al torno. ¡Evan y yo no estábamos juntos!
—Ya te he dicho que lo he dejado allí porque necesitaba
estar sola. He desbloqueado un trauma nuevo en ese muelle,
¿vale?
—¿Sola? ¡Has vuelto con Josh!
—No permitió que cogiera un Uber, le quitó la moto a su
amigo y vino a por mí. Ha sido un bonito gesto que no ha
tenido Evan.
—Porque tú le habrás dicho que no lo hiciera. Conozco a
Evan mucho más que tú, no tan en profundidad, ya me
entiendes, pero te puedo asegurar que debes de darle mucho
miedo y te tiene demasiado respeto para incumplir lo que sea
que le hayas pedido.
—Lo cierto es que le dije que compitiera y que me dejara
sola…
—¿Sabes una cosa? Creo que los astros se han alineado
para que volviera a Nueva York e intente poner tu vida en
orden.
—¿Por qué todo el mundo cree que tiene que salvarme?
Estoy harta, no soy una inútil, puedo cuidarme solita y te lo
demostraré.
—Porque siempre te pones en peligro, y ellos también si
compiten como locos con las motos. No sois inteligentes,
estoy abrumada.
—¿Eso es lo que tú entiendes por consolar a una amiga?
—Le grité cuando se levantó dispuesta a meterse en su antigua
habitación. Esperaba un poco más de comprensión, aunque le
hubiera contado todo aquello omitiendo la parte más
importante, para Betty era una víctima y no empatizaba lo más
mínimo con el dolor ajeno.
—Tú no necesitas consuelo, necesitas pensar —me dijo en
el umbral de la puerta antes de meterse dentro y cerrarla de
golpe.
¿Pensar? Eso era difícil cuando estabas en una encrucijada
como la mía en la que solo puedes dejarte llevar hasta el final.
Estaba ya llena de mierda hasta el cuello.
59
EVAN
Pasé una noche de perros, de esas en las que intentas conciliar
el sueño y es imposible porque la cabeza quiere que sigas
pensando sin parar.
Había ganado la carrera, había conseguido una buena
suma de dinero. No podíamos apostar por nosotros mismos,
pero la gente solía dejar que un amigo lo hiciera por nosotros y
sacar provecho de aquello, pues, al fin y al cabo, éramos los
motoristas los que nos jugábamos el tipo.
Las victorias como aquella solían ponerme de buen
humor. Aun así, no me sacaba a Lucy de la mente, ni tampoco
la manera en la que se había ido.
Me pidió espacio, que la dejara libre y que no impusiera
las ganas que tenía de ir tras ella, y así lo hice.
La respetaba mucho, me imponía demasiado y no quería
perderla por mi forma de actuar autoritaria. Pero me sentí una
mierda cuando descubrí con quién se había largado y lo fácil
que fue para ella concederle a él esa opción.
En el fondo estaba probando un poco de mi propia
medicina, pero no estaba seguro de si lo merecía o no.
¿Tan mal me había portado con ella?
Caí en la tentación de llamarla un par de veces, pero no
me contestó al móvil, ni me devolvió la llamada cuando hubo
terminado lo que fuera que estuviera haciendo. La idea de que
ella y mi hermano se hubieran dejado llevar me partía el alma.
Cuando sientes que te han abierto en canal el pecho con
una sierra mecánica y no puedes dormir, haces cosas como
mirar sus redes e ir hasta su casa para comprobar con quién
vuelve esa noche a su hogar y esperar el tiempo que haga falta.
Cuando los vi llegar, unas cuantas horas después de que se
largaran juntos del muelle, el corazón me latía tan fuerte que
parecía que tuviera un tamborilero en el esternón.
Josh llevaba la moto de Sam, algo que ya sabía, pues este
me pidió después de la carrera que lo llevara a casa.
Se despidieron sin ninguna muestra de cariño, no sé si por
prudencia o porque realmente no había pasado nada entre
ellos.
El tiempo vuela cuando te estás enamorando de una mujer
con la que solo pretendías tener buen sexo, pero se convierte
en una eternidad cuando ves que lo que sientes no es
correspondido.
Will me había entregado un sobre con el dinero que Josh
había ganado esa noche apostando por mí, un dinero, que,
dadas las circunstancias, iba a necesitar.
Ambos necesitábamos algo que teníamos en nuestro
poder.
Yo su pasta, él, una información que me podía destrozar
pero que deseaba saber.
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Lunes
Estudios de Miami TV
Miami, Florida
Dos semanas después
ABRIL DE 2022
ENCUENTRO EN EL PARAÍSO