Está en la página 1de 177

1

Seven Stars
Trinia
Chronicles
libro 1
CHARLI MAC

2
TRADUCCIONES RT

Este documento es de fans para fans, llega a tus manos de manera


gratuita.
Es una traducción no oficial y no sustituye el original.
Si te gusta esta historia adquiere el libro en el idioma original así
ayudaras a la autora.
No compartir este trabajo por redes sociales.
Se advierte que este libro es de genero Sci-Fi Monsters Bizarre.

3
Abatida en una colisión de tráfico, lo último que esperaba Lana era despertarse bajo la mirada
de dos alienígenas muy confundidos. Ellos esperaban un tributo para los próximos desafíos y en
su lugar la tienen a ella. Negándose a tener una hembra de menos, meten a Lana en la alineación,
pero cuando los desafíos terminan y los Guerreros eligen a sus hembras, ella se queda sin elegir.
Ella entiende por qué. Todas las demás hembras tienen estrellas en las mejillas, lo que subraya
la pureza de su sangre. Ella no está marcada, y en este mundo, significa que su sangre es débil,
inútil.

Lana espera poder volver a casa de algún modo, a pesar de su condición de fallecida, ya que nadie
la quería, pero el guerrero Vall Ridian llega tarde. No le impresiona quedarse con una hembra sin
estrellas, pero como le informa el administrador que dirige los desafíos, la sangre de mierda es
mejor que la ausencia de sangre. Sólo hace falta un sorbo de la sangre de Lana para que Vall se
dé cuenta de que no es una hembra sin estrellas. De hecho, su sangre es la más fuerte que ha
probado nunca.
Lana es la clave para descubrir el tesoro más sagrado y perdido de los Guerreros. Con ella,
podrán transformarse en dragones en pleno derecho. Es un don increíble, pero también peligroso,
como descubren Vall y su manada cuando Lana les es robada por una manada rival que han
descubierto quién es y lo que puede hacer. Tendrán que luchar para recuperarla y luego para
mantenerla a salvo.

4
Dedicación
Para Clare, que recorrió las tiendas de caridad para encontrarme mi primera novela obscena
cuando éramos pobres estudiantes universitarios.

5
Capítulo Uno

El tiempo era muy malo. Los limpiaparabrisas iban a toda velocidad y todavía no podían seguir
el ritmo del diluvio que convertía el mundo exterior en una mancha. En el asiento de al lado, el
pastel de la fiesta de compromiso que había pasado toda la mañana decorando se tambaleó al
tomar una curva demasiado rápido.
-No te atrevas a caer, - murmuré, alargando una mano y agarrando la caja.
Llegaba tarde, lo cual odiaba, pero la fiesta no empezaba hasta las 19.30 y, según el GPS,
llegaría a las 18.43, o sea, a las 18.42, así que debería entrar y salir antes de que llegaran los
invitados.
No había mucho tráfico en la autopista y tuvo suerte con los semáforos, así que sólo eran las
18.36 cuando conduje mi maltrecho Ford Focus hasta el aparcamiento del lujoso hotel que mis
clientes habían elegido para celebrar su próxima unión. Aparqué en la zona de recogida e ignoré
el cartel que advertía a los proveedores y comerciantes de que no hicieran exactamente lo que yo
iba a hacer, me puse la chaqueta y me subí la capucha para cubrirme el pelo. Cuando apagué el
motor y saqué la llave, el sonido de la lluvia era fuerte en el techo, ahogando la radio, que tenía
una avería y no se apagaba a menos que pulsara manualmente el botón de encendido.
Al salir, me empapé antes de dar la vuelta al coche y recoger con cuidado mi preciosa carga. Por
suerte, sólo había unos pocos escalones hasta la entrada principal y ya estaba dentro, en el
luminoso vestíbulo que emitía música de ascensor y que parecía un oasis de calma comparado con
la tormenta que había fuera.
-Hola, - dije, sonriendo mientras me acercaba a la recepcionista, inmaculadamente presentada,
que me miraba como si fuera el gato ahogado al que estaba seguro de parecerse. -Tengo un
pastel para la fiesta de compromiso de los Findlay-Robinson. ¿En qué salón de actos están? -
La recepcionista frunció el ceño y miró la pantalla del ordenador que tenía delante.
-Hoy no tenemos ninguna fiesta de compromiso. Sólo una fiesta de cincuenta años y un bar
mitzvah. –
-Creo que sí, - respondí, con un poco más de brevedad de lo que la situación probablemente
justificaba. -Findlay-Robinson, 17 de abril, inicio a las 19:30 p.m. -

6
La mujer, cuya etiqueta con su nombre la identificaba como Janice, volvió a mirar su pantalla,
con los dedos volando por el teclado.
-Me temo que no, - dijo. - ¿Se ha equivocado de fecha? -
-Definitivamente no, la futura novia me envió un mensaje esta misma mañana. -
Un mensaje en el que pedía cambiar el color del fondant y la redacción del mensaje glaseado, por
lo que llegaba tarde.
-Lo siento, no sé qué decir. ¿Quizás se equivocó de hotel? ¿Podría llamarla y comprobarlo? -
Dando un resoplido de fastidio, dejé el pastel en precario equilibrio sobre el mostrador de la
recepción y me alejé unos metros para llamar. El teléfono sonó tanto tiempo que pensé que nadie
iba a contestar, pero finalmente Angelica Findlay descolgó.
- ¿Hola? - dijo.
- ¿Angélica? Hola, soy Lana Murray. Estoy en el hotel con tu pastel, pero la recepcionista dice
que no hay ninguna fiesta a tu nombre...-
Hubo una larga pausa y luego Angélica jadeó. - ¡Oh, Dios mío! ¿Estás en el Reynolds? -
-Bueno... sí. - Mi mano se tensó en el auricular cuando mi enfado con la recepcionista se trasladó
rápidamente a mi clienta.
- ¡No puedo creer que hayamos olvidado decírtelo! Lo hemos cancelado. Querían una cantidad
ridícula de dinero sólo por la suite y realmente no valía la pena. Hemos trasladado la fiesta a
casa de mi suegra. Está en Park Green. -
- ¿Park Green? - Eso estaba en el otro lado de la ciudad por completo.
-Sí. - Otra pausa. -Podrás llegar a tiempo, ¿no? Es sólo que, bueno, si llegas tarde no creo que
podamos pagarte tu tarifa completa. Queremos que la tarta esté expuesta a la entrada de los
invitados, para que la vean. Si no, no habríamos gastado tanto en él. -
Respirando profundamente por la nariz, consulté mi reloj. 6.41 p.m.
-Lo intentaré, - dije.
-Excelente. Te enviaré la dirección por mensaje. - Un momento después, escuché el tono de
llamada. Me había colgado.

7
-Si buscas a alguien que te haga la tarta de boda, puedes encontrar otro careto, - siseé, metiendo
el teléfono de nuevo en el bolsillo de los vaqueros.
- ¿Lo has solucionado todo?, - me preguntó alegremente la recepcionista cuando volví a recoger
mi tarta. La caja estaba húmeda y tenía un aspecto ligeramente maltrecho. Bueno, iba a tener
un aspecto mucho peor cuando llegara a la fiesta.
-Sí, lo siento. - Intenté sonreír alegremente y fracasé estrepitosamente. -Cambió el lugar y se
olvidó de decírmelo. -
-Oh, vaya. - La mirada de la recepcionista fue comprensiva. -El trabajo sería fácil si no tuviéramos
que lidiar con la gente, ¿verdad? -
-Sí. - Esta vez logré una sonrisa genuina antes de recoger la caja y volver a salir a la lluvia. No
había disminuido y ahora los truenos retumbaban en lo alto.
El Ford Focus pensó brevemente en negarse a moverse, pero me las arreglé para convencerlo de
que arrancara y luego salí a toda prisa hacia el tráfico delante de un camión. Con la atención
puesta sólo a medias en la carretera, afortunadamente tranquila, saqué la nueva dirección del
mensaje de Angélica y empecé a teclearla en el navegador por satélite.
-Vamos, vamos, - murmuré, viendo cómo se cargaba. Ruta detectada, hora de llegada 7.27 p.m.
- ¡Sí! -
Acelerando, pasé el semáforo en verde, justo en la trayectoria de un camión que se saltaba el
rojo.
Lo vi por el rabillo del ojo y tuve un segundo para girar y mirar los enormes faros que se dirigían
hacia mí. No hubo tiempo para el miedo antes de que me golpeara, chocando contra el lateral del
coche y chocándome de cuajo. Con los oídos zumbando, miré horrorizada a través del parabrisas
destrozado, vi la carretera girar mientras mi pequeño Focus hacía aguaplaneador sobre la
superficie. La tarta cayó en picado desde el asiento del copiloto y aterrizó de lado en el suelo,
con el glaseado y el bizcocho chorreando mientras la caja se desintegraba. Mi coche se salió de
la carretera y cayó por un terraplén. Un roble detuvo su avance y el metal se arrugó alrededor
del grueso tronco.
Mi cabeza se estrelló contra el volante y el mundo finalmente se volvió negro.

8
Capítulo Dos

-Esto... no está bien. - La voz extrañamente acentuada atravesó la oscuridad del olvido.
Mis ojos se abrieron y volvieron a cerrarse mientras las luces brillantes me clavaban dolorosas
puntadas en mi cerebro.
- ¿Quién es ella? ¿Cómo ha llegado hasta aquí? -
- ¿Por qué me lo preguntas? -
- ¿Ves a alguien más aquí para preguntar? -
-Bueno... está ella. -
Las voces flotaban sobre mí, impidiendo que volviera a caer en la inconsciencia. Gimiendo, me
pasé un brazo por la cara. Me sentía con resaca, pero no había estado bebiendo después de dejar
el pastel en la maldita fiesta de los Findlay-Robinson, yo...
Ni siquiera había llegado a la fiesta. Un rápido recuerdo pasó por mi mente: el coche dando
vueltas y cayendo por el terraplén, estrellándose contra un árbol. Abriendo los ojos, ignoré el
dolor de cabeza que me golpeaba las sienes y miré a mi alrededor. Esperaba ver una sala de
urgencias, médicos, camillas, y todo tipo de máquinas que pitaban.
En cambio, estaba tumbada en el suelo de lo que parecía más un laboratorio que un hospital, y
los dos hombres que se inclinaban sobre mí con cara de preocupación no parecían médicos.
Estaban mal vestidos, sin batas ni estetoscopios alrededor del cuello. Y lo que es más
preocupante, ni siquiera estaba segura de que fueran hombres.
Esto no estaba bien.
Uno de ellos tenía una manta en las manos. Mientras lo miraba, se inclinó hacia delante y me la
entregó. Me aferré a ella con gratitud, consciente de repente de que estaba desnuda.
-Hola, - dijo, frunciendo el ceño. - ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? -
¿Qué? Volví a fruncir el ceño hacia él. Era delgado, con la piel de un tono cobre oscuro. Llevaba
el pelo bien trenzado contra el cráneo y una pera que delineaba con nitidez una barbilla muy
puntiaguda. No tenía cejas y sus orejas eran, bueno, también puntiagudas.

9
El ceñudo frunció aún más el ceño y miró a su compañero. -No responde. ¿Crees que nos entiende?
- No le dio a su amigo un momento para responder, ni a mí para corregirlo. - ¿Qué se supone
que debemos hacer? Los desafíos comienzan en un par de horas, y el resto de las ofrendas ya
están aquí. ¿Dónde está el tributo de Farlin? -
El otro, que tenía el mismo aspecto hasta sus orejitas puntiagudas y, me di cuenta tarde, las
pupilas rasgadas, se encogió de hombros.
-No lo sé, Rin. ¿Tal vez ella sea el tributo de Farlin? -
Rin resopló. - ¿Te parece que es de Farlin? -
-Pues no. - Otro encogimiento de hombros. -Pero no veo que pase nadie más, ¿y tú? -
-De acuerdo. - Rin respiró profundamente y se volvió hacia mí. -Hola. ¿Puedes entenderme? -
Asentí, mojando los labios secos con la lengua. -Puedo entenderte. -
El sin nombre se animó perceptiblemente, pero Rin seguía con el ceño fruncido.
- ¿Quién eres? No eres de Farlin, ¿verdad? -
-No. Yo... no sé dónde está eso. - Volví a mirar a mi alrededor, a la habitación blanca y estéril.
No había mucho en ella, excepto un par de escritorios y una cama, además de algunos equipos en
un banco detrás. Me giré, aunque me dolía, porque me dolía la cabeza, y vi que la pared que había
detrás de mí era ligeramente diferente, con una superficie de metal brillante y húmedo, y unas
extrañas luces que bordeaban el exterior. - ¿Dónde estoy? -
Me revolví, no quería estar tirada en el suelo cuando el pánico me arañaba por dentro y me decía
que algo estaba muy, muy mal.
Rin y su compañero se inclinaron hacia delante y me agarraron un brazo cada uno, ayudándome
a ponerme en pie. Aunque los dos eran delgados como un látigo, eran fuertes y me levantaron
con facilidad. También eran altos, me di cuenta, mi mirada estaba a la altura de la mitad de sus
pechos.
-Estás en la cámara de recepción, - me dijo Rin. -Esperábamos el tributo de Farlin, pero en su
lugar llegaste tú. -
- ¿Llegue... aquí? –

10
Señaló detrás de mí con la barbilla y me giré para mirar una vez más la reluciente pared gris.-El
transportador. -
Muy bien, entonces. O estaba en coma, gracias camión, o había muerto y el viejo pastor Jenkins
se había equivocado mucho en sus sermones sobre el más allá.
- ¿Qué vamos a hacer con ella? - repitió el segundo.
Rin se frotó la perilla y me miró pensativo. -Tenemos un tributo menos, - dijo. -Pero es mujer.
No es Triniun, tiene esos ojos raros, pero mírala. Probablemente sea compatible. -
- ¿De qué estás hablando? - pregunté nerviosa. Mi mirada se dirigió hacia la salida, un conjunto
de puertas dobles detrás de los dos hombres, pero no tenía ni idea de lo que había allí y no
llevaba más que una fina manta.
-No tiene estrellas, - objetó el innominado.
Rin hizo una mueca. -Tampoco las ofrendas de Unto y Killia. No obstante, alguien las agradecerá.
La sangre de mierda es mejor que no tener sangre. -
¿Sangre? Di un paso atrás, mis hombros chocaron con la pared de metal. Siseé, encorvándome
hacia delante, aunque la habitación estaba caliente, la extraña pared estaba helada.
-Ponla con el resto, - dijo Rin con decisión. -Ya está aquí, tendrá que servir. -

Me llevaron a una de las docenas de cámaras que me recordaban preocupantemente a las celdas
de una prisión. Eran pequeños cubos, de unos dos metros por dos metros, con tres paredes
blancas y una última pared de cristal desde la que podía ver las seis celdas de enfrente y los
"tributos" que las habitaban. Todas eran mujeres y parecían más jóvenes que mis treinta y cinco
años. También parecían alienígenas, con las orejas puntiagudas y los tonos de piel que, aunque
eran más claros que los de los hombres que había visto, definitivamente no eran humanas.
Aunque ninguna de ellas parecía especialmente feliz, no gritaban ni golpeaban el cristal como yo
quería hacer. La mayoría descansaba en los estrechos bancos acolchados que eran lo único que
había en cada celda, salvo un pequeño retrete y un diminuto lavabo. Un zumbido me hizo girar
para mirar el fondo de mi celda.

11
Un cajón se abrió en la pared, aparentemente sin fisuras, y cuando me acerqué cautelosamente
para investigar, encontré un pequeño montón de ropa. Aliviada, dejé caer la manta y me puse la
túnica sin mangas de color coral y los pantalones a juego, el mismo conjunto que llevaban el
resto de las mujeres. No había ropa interior, pero definitivamente me sentía mejor estando
vestida. El cajón volvió a la pared y no parecía que fuera a aparecer nada más, como, por ejemplo,
comida, así que volví al frente de mi celda. Vi que las dos mujeres de enfrente habían abandonado
sus bancos y ahora estaban pegadas al cristal, mirándome.
-Tienes un aspecto extraño, - dijo una de ellas.
-Y no tienes estrellas, - comentó la otra.
Estrellas. Era la segunda vez que oía mencionar eso. Y mirando a las mujeres de enfrente, era
obvio a qué se referían. Ambas tenían pequeñas estrellas tatuadas bajo el ojo izquierdo, dos
estrellas en una mujer, cuatro en la otra.
-No, - respondí. -No lo sé. ¿De qué son las estrellas? ¿Qué significan? -
La de las cuatro estrellas levantó una ceja. -Delinean la pureza de tu sangre. Para que el Guerrero
que te reclame para su manada sepa cuánta fuerza le aportarás. -
-Ya veo. - No lo hacía, no realmente. -Entonces, ¿más estrellas es mejor? -
Cuatro Estrellas resopló. -Por supuesto. Cinco estrellas es casi sangre pura, no es que eso se
haya visto en cien años. Dos está bien. - Lanzó una mueca a la mujer de la celda vecina. -Pero
no tener ninguna estrella, bueno...- Levantó un hombro en un delicado encogimiento de hombros.
-Tus guerreros tendrían que dejarte seca sólo para estar lo suficientemente fuerte como para
luchar. - La mirada que me dirigió fue de compasión. -Tal vez tu prueba estaba equivocada. -
-No me han hecho la prueba, - dije distraídamente. Las palabras "te dejarán seca" daban vueltas
en mi cabeza, con visiones de Bella Lugosi disfrazada de Drácula.
- ¿No lo has hecho? ¿Por qué te han seleccionado, entonces? - Ella jadeó. - ¿Eres una criminal?
¿Te ofreciste como voluntaria para escapar de una sentencia de muerte? -
-No, - murmuré, con mi atención puesta en el pasillo hacia donde Rin regresaba, esta vez
acompañado por su amigo y otros dos. Se detuvieron frente a mi celda.
- Esta es, - dijo Rin, señalándome con la cabeza. -La hemos escaneado y parece suficientemente
compatible. No veo que podamos hacer nada más que meterla. No nos puede faltar un tributo. -

12
-Por favor, - rogué, luchando contra las lágrimas. -Dime qué pasa. -
Por primera vez, Rin se mostró comprensivo. -Esperábamos que entrara un tributo de Farlin
por la puerta, - me dijo, información que ya sabía. -En lugar de eso, te tenemos a ti. -
- ¿Y? -
Su extraña y rasgada mirada estaba fija en la mía. -Los guerreros que necesitan nuevas esclavas
se han reunido. En unos momentos, los desafíos comenzarán. Los guerreros establecerán su
orden de dominio y luego...- Frunció los labios. -Elegirán a sus siervas. –

13
Capítulo Tres

Vall Ridian estaba enfadado. El segundo sol estaba a punto de ponerse, lo que significaba que los
desafíos por las siervas estaban a punto de comenzar, y él seguía a más de cien leguas de
distancia tratando de acabar con un grupo de sables que no quería morir.
Gruñendo cuando uno de ellos se aferró a su espalda, con sus caninos alargados perforando la
piel y los músculos, se echó hacia atrás y agarró un brazo cubierto de piel y tiró. Se oyó un
chasquido cuando la articulación del hombro de la bestia se dislocó, pero el bastardo no lo soltó.
Se clavó más profundamente, sacudiendo la cabeza mientras se preocupaba por la herida que
había infligido. Vall rugió, más por la rabia que por el dolor, pero sus intentos por desprenderse
del sable se vieron obstaculizados por otro que se le acercaba de frente, con los dientes
chasqueando frente a su cara.
- ¡Te tengo! - La áspera voz de su segundo, Finn, surgió de la nada, volando desde un lado y
arrancando a la bestia de su espalda. Le dolió, ya que los afilados dientes le causaron aún más
daño al ser arrancados, pero al menos Vall pudo concentrarse en el sable que tenía delante.
Agarrando firmemente la garganta del animal, le dio un tajo en las costillas con su karambito,
cuya hoja curva encontró el hueco entre las costillas de la bestia y le cortó un pulmón. Fue un
golpe mortal, pero cuando dio un paso atrás y soltó el sable de la garganta, lo siguió con un
rápido corte en la yugular para asegurarse. La criatura cayó.
Respirando con dificultad, con el sudor que se desprendía del aire húmedo y empalagoso, miró a
su alrededor. El claro donde habían encontrado el nido, a sólo media legua de la aldea que había
sido lo suficientemente estúpida como para surgir en el límite del bosque, estaba sembrado de
cadáveres. Los sables sólo llevaban retazos de ropa, en su mayoría trozos que habían robado de
la aldea o de las víctimas que arrebataban y luego se comían. Eran una raza rudimentaria, apenas
evolucionada a partir de animales sin mente, pero se reproducían como ninguna otra. Tratar de
mantener su número bajo control era prácticamente todo lo que Vall y su manada hacían ahora.
Los sables luchaban sobre todo con sus propios dones depredadores, pero también habían
empezado a utilizar armas hechas de madera y rocas, aunque había algún que otro trozo de metal
aquí y allá. Vall se inclinó para mirar una pieza en particular, deslizándola por debajo del laxo
agarre de la mano que había muerto blandiéndola.

14
- ¿Qué tienes ahí? - preguntó Finn, acercándose a su hombro.
-Un cuchillo, - murmuró Vall, haciéndolo girar en su mano.
Era un arma básica, poco más que una punta afilada encajada en un trozo de cuerno, un envoltorio
de cuero empapado en resina que lo mantenía todo unido. Nada tan tosco podía comprarse en su
mundo, lo que significaba... -Creo que ellos hicieron esto. -
- ¿Trabajo en metal? - Finn levantó las cejas, sorprendido, y luego se encogió de hombros. -
Estás sangrando, - comentó. -Es bastante grave. Creo que necesitarás puntos de sutura. -
-No hay tiempo, - respondió Vall, guardando el hallazgo en su bolsillo. -Tenemos que salir de
aquí. - Levantó la voz. -Lyne, Jay, nos vamos. -
El cielo que se oscurecía era una garra que desgarraba las entrañas de Vall. Su dragón podría
estar lisiado e incapaz de entrar en erupción, pero todavía estaba allí, todavía vivo dentro de él,
y era dolorosamente consciente de que el tiempo para reclamar una sierva se estaba escapando.
Si se perdía esta ofrenda, la manada tendría que existir a base de sangre sintética durante otro
año. No era un problema tan grande para Lyne o Jay, o incluso para Finn, pero el dragón de Vall
era demasiado fuerte para sobrevivir con esa porquería. Un año de eso bien podría matarlo,
literalmente.
- ¡Lyne! ¡Jay! - Molesto porque no habían respondido de inmediato a su llamado, ¿quién era el
maldito Alfa aquí? Aun así, no se volvieron, mirando algo en la oscuridad más allá de los árboles.
-Vall, tienes que mirar esto, - gritó Jay, mirando hacia atrás y haciéndole un gesto para que se
acercara.
Su hombro ardiendo y y su dragón agitado por el retraso, Vall atravesó el claro con cuidado de
no pisar la alfombra de miembros salpicados de sangre. No tenían tiempo de hacer nada con los
cadáveres, pero eso no significaba que les faltara al respeto pisoteándolos. Además, los pueblos
probablemente querrían la carne. Aunque les horrorizaba que los sables consumieran a las víctimas
que arrebataban, por lo visto les parecía perfectamente bien hacer lo contrario, y no apreciarían
los moratones en forma de bota por toda su próxima comida.
- ¿Qué pasa? -, gruñó, llegando a la línea de árboles.
Jay y Lyne no tuvieron que explicarlo, él pudo ver lo que era tan pronto como Lyne retiró una
rama espesa de follaje.

15
-Mierda. -
Allí, agazapada entre las espesas hierbas, había otro sable. Una hembra. Tenía rayas que le
recorrían el costado de la cara, resaltando unos enormes ojos oscuros que lo miraban con miedo.
A sus pies, maullando y arrastrándose unos sobre otros, completamente ajenos al peligro que
corrían, había una camada de pequeños cachorros de no más de un par de días.
- ¿Qué vamos a hacer con ellos? - preguntó Jay.
La hembra dirigió una mirada vigilante a Jay. Al oír sus palabras, se agachó más, acurrucándose
de forma protectora sobre sus bebés. Su boca estaba abierta para mostrar sus dientes y siseó,
pero sabía tan bien como ellos que no era rival para los cuatro.
-Los aldeanos querrían que los matáramos, - dijo Lyne en voz baja.
Lo harían, porque puede que ahora sean diminutos e inofensivos, pero los cachorros de sable
crecerían, y entonces sólo serían más plagas, esta vez mortales. Pero que se jodan si Vall se
atrevía a apuntarles con un arma a ellos o a su madre. Y si él no podía hacerlo, tampoco le
pediría a uno de su manada que lo hiciera.
- ¿Puedes entenderme?, - preguntó. Sabía que tenían algunas palabras. Tardó un momento, pero
la hembra asintió un poco. -Tienes que irte. Adéntrate en el bosque, bien lejos del pueblo. - Hizo
una pausa. -Si no lo haces, tendré que volver y matarte. ¿Entendido? -
Ella dudó, y Vall sintió que la impaciencia se retorcía en su interior. No tenía tiempo para esto.
-Tienes que irte, - repitió.
-Hhhhambrienta. - La palabra salió malograda a través de una boca que no estaba hecha para
hablar, pero Vall la captó.
-Entonces tendrás que cazar, - respondió, impasible. -Esa es tu elección, irte y vivir, o quedarte
y morir. -
Ella lo miró un momento más, frustrada, pero luego retrajo sus garras y comenzó a recoger a
sus bebés, uno por uno.
-Por ahí, - repitió Vall, señalando hacia el interior del bosque. -Y no vuelvas. ¿Me oyes? -
La única respuesta que obtuvo esta vez fue un siseo cuando la hembra sable le dio la espalda y
empezó a cojear hacia los árboles.

16
Se dio cuenta de que tenía la pata trasera destrozada, con la piel curada, pero el daño en los
huesos era claramente permanente. No era de extrañar que no pudiera cazar. Sin embargo,
tendría que encontrar una manera de hacerlo. A los aldeanos no les importaría que fuera coja, o
que su brazo estuviera lleno de pequeños e inocentes cachorros. La matarían, o traerían a Vall y
su manada para que hicieran el trabajo por ellos.
- ¿Seguro que fue prudente? - Preguntó Finn, acercándose por detrás de ellos y viendo
desaparecer a la hembra.
- ¿Quieres matarla? - preguntó Vall. El silencio de Finn fue tan bueno como un no. -Vamos,
realmente tenemos que movernos. -
Puede que ya sea demasiado tarde. La desesperada preocupación le empujó a correr mientras
dirigía su manada de vuelta a la aldea. Gracias a los dioses la comunidad aislada había invertido
en un transportador, o nunca habrían llegado a tiempo. Dejando de lado la sangre sintética, Vall
tenía el presentimiento de que necesitaba estar en esta ofrenda, y hacía tiempo que había
aprendido a no ignorar sus instintos.

17
Capítulo Cuatro

Al parecer, íbamos a tener la suerte de poder ver estos desafíos. Las paredes de cristal se
alzaron hasta el techo y todas fuimos conducidas por el pasillo a un espacio del tamaño y la
forma de un auditorio escolar. Cuatro Estrellas caminaba delante de mí, con sus pasos ligeros y
su pelo, de un tono más claro que el mío, pero más grueso, casi como la crin de un caballo,
moviéndose en su cola de caballo con una excitación apenas contenida.
No todas sentían lo mismo. La mujer que estaba detrás de mí moqueaba. Una rápida mirada
hacia atrás me dijo que no tenía estrellas. También tenía un aspecto enfermizo y descolorido.
Tenía unas extrañas manchas verdes en la garganta y la mandíbula que pensé que podrían ser
moratones. Parecía que no era la única que no quería estar aquí.
No había bancos ni sillas para que nos sentáramos, pero había una fila de pequeñas plataformas
elevadas un escalón por encima del suelo ligeramente acolchado. Rin y otros tres hombres nos
acompañaron a lo largo de esta fila y nos indicaron que subiéramos a una de ellas. Me encontré
en algún lugar de la fila, entre Cuatro Estrellas y la malsana mujer sin estrellas, que ahora
lloraba en serio. Intentaba pensar en algo reconfortante que decirle cuando las puertas se abrieron
de golpe frente a nosotros y entró el grupo de guerreros.
Guerreros era la palabra. Estos tipos no eran de extremidades fibrosas como el inútil de Rin,
que había ignorado todos los argumentos y súplicas que le había lanzado, alejándose después de
declararme un tributo compatible y apto para participar en esta pesadilla de película de ciencia
ficción clase B. Eran testosterona andante, gruesos de músculo y erizados de agresividad. Lo
primero que hicieron fue recorrer la fila de tributos, lo que me permitió verlos mejor. La mayoría
llevaba el pelo trenzado, aunque uno o dos se lo habían afeitado, lo que llamaba la atención sobre
las puntas afiladas de sus orejas. Tenían rasgos masculinos, con mandíbulas duras y pómulos
pronunciados, y todos tenían tonos de piel más oscuros, algunos cobrizos como Rin, pero otros
brillaban con un gris plateado o verde oscuro bajo las luces del techo. Y podía ver mucha piel,
porque, aunque la mayoría llevaba pantalones largos, todos tenían el pecho desnudo, los bíceps
atados con puños de cuero, y uno que otro llevaba una correa adicional en diagonal sobre los
pectorales. La mayoría de ellos pasaron por delante de mí, mirando mi mejilla sin marcas y
desechándome, pero la mujer que estaba a mi lado, la de las cuatro estrellas, atrajo mucha
atención.

18
Los guerreros se pusieron en posición, gruñendo y mostrando unos dientes afilados que me
hicieron pensar que no eran una raza vegetariana.
Rin apareció con una tablet en la mano, y los guerreros abandonaron de mala gana la fila de
mujeres, consultando brevemente con Rin mientras él tecleaba en la pantalla, dirigiendo lo que
supuse que era un pase de lista. Algo le hizo fruncir el ceño, pero luego se encogió de hombros,
sin darle importancia, y guardó la tablet
Hasta ahí llegó la administración. Alarmantemente rápido después de eso, las cosas descendieron
a la violencia. Aunque no entendía cómo se organizaba, se dividieron en parejas y empezaron a
pelear. Eran combates breves, pero muy violentos y explosivos, y no pude averiguar si buscaban
la primera sangre o simplemente tirar a su oponente a la lona. Cada combate se resolvía de
forma diferente y luego los luchadores pasaban a la acción.
Las cosas se fueron calentando a medida que avanzaban los desafíos. Las victorias, que al
principio se celebraban con un gesto de satisfacción, ahora recibían un rugido triunfal; las
derrotas, que habían merecido un movimiento de cabeza, ahora se producían con un silbido furioso
o un golpe de puño en el suelo. Aunque no había hecho nada más que mirar con horror y
fascinación, estaba sudando y nerviosa por el pánico. Era obvio que las cosas estaban llegando a
su fin. Después, los guerreros vendrían a elegir un premio. Con mi mejilla sin estrella y mi total
ignorancia sobre dónde estaba y cómo era el mundo ahí fuera, me sentía muy como la cuchara
de madera.
Cuando empezó la elección, todo fue extrañamente civilizado. Los guerreros, sudorosos y sin
aliento, se organizaron en una fila. Algunos parecían satisfechos, otros decepcionados con su
actuación, pero todos estaban ansiosos. No me sorprendió ni siquiera a mí cuando el guerrero
que encabezaba la fila se dirigió directamente a la mujer que estaba a mi lado con las cuatro
estrellas decorando su mejilla. Ella lo vio acercarse con una expectación que la dejaba sin aliento,
con una sonrisa en el rostro. Él se acercó a ella, sin decir una palabra, y le enterró la nariz en
el cuello. Su gruñido ahogado se vio reflejado en un pequeño gemido de ella, que se estremeció
visiblemente y subió las manos desde su costado para aferrarse a sus hombros. No podía decir
si intentaba acercarlo o alejarlo. Sea lo que fuere, sólo duró un momento antes de que su cuerpo
se aflojara y la cabeza de ella se echara hacia atrás. Se había desmayado. Cuando el guerrero se
apartó, vi por qué. Tenía los labios manchados de sangre, y mucha más se filtraba de una pequeña
herida en la garganta, dos líneas que bajaban hacia la clavícula.

19
Por Dios, eran auténticos bebedores de sangre.
Observé el resto de la elección con una visión borrosa. Mi respiración se acercaba a la
hiperventilación y sentía el cuerpo entumecido. Habría corrido, pero incluso si hubiera tenido
algún lugar al que correr, dudaba que mis piernas estuvieran a la altura. En este momento
estaban luchando sólo para mantenerme en pie.
Seguimos de pie, con las mujeres siendo elegidas como si fuéramos equipos de hockey en educación
física, hasta que finalmente sólo quedamos tres. Yo, la mujer que lloraba a mi lado y otra que,
cuando agaché el cuello para ver, tampoco parecía estar marcada. Además, no pude evitar notar
que sólo quedaban dos guerreros. Rin debía de haber calculado mal, porque parecía que no me
necesitaban después de todo. Por supuesto, el mierdecilla no estaba cerca para que le explicara
eso, y el guerrero que tenía delante, con los ojos entrecerrados mientras merodeaba de arriba a
abajo observándonos a las tres, no parecía estar de humor para escuchar excusas.
Cerré los ojos, preguntándome si rezar serviría de algo, ya que no parecía estar en la Tierra y
nunca había creído en Dios. Sin embargo, no estaba de más intentarlo, así que empecé a recitar
mentalmente lo que recordaba del Padre Nuestro mientras esperaba sentir el aliento caliente en
mi cuello y las manos con garras agarrando mi suave piel.
Un chillido me hizo abrir los ojos justo a tiempo para ver a la mujer que estaba a mi lado bajada
del pedestal por el penúltimo guerrero. Su cuello parecía estar intacto, pero el guerrero no se
mostró amable cuando la arrojó sobre un hombro y se marchó. Sólo quedábamos nosotras dos.
Miré a la otra mujer, pero ella miraba con temor al guerrero que quedaba, y con razón, porque
éste se dirigía hacia ella, evidentemente habiendo tomado una decisión mientras el guerrero que
tenía delante deliberaba. Pronto se fueron también, y entonces me quedé sola en la habitación.
¿Era eso?
Nadie me había elegido, ¿y ahora qué?
Di un paso vacilante hacia adelante, bajando de mi plataforma y cayendo en el suelo ligeramente
resbaladizo.
No apareció nadie ni de las puertas dobles por donde habían entrado los guerreros ni de la salida
lateral, mucho más discreta, por donde había desaparecido Rin.
- ¿Hola? - llamé. - ¿Hay alguien ahí? -

20
No hubo respuesta.
Nerviosa, pero con mi determinación de salir, mis piernas reforzándose a cada momento, di un
paso, luego otro. Mi mirada revoloteó entre las dos salidas, y acababa de decidirme ir hacia las
puertas dobles, que estaba bastante segura de que llevaban a la salida, tan rápido como mis
tambaleantes piernas podían llevarme, cuando Rin entró por la puerta lateral. Estaba distraído,
con la mirada puesta en su tablet, pero antes de que tuviera tiempo de darme cuenta y actuar
en consecuencia, levantó la vista. Su boca se frunció con infelicidad cuando me vio.
-Tú, - dijo.
-Yo, - respondí. Extendí las manos con impotencia. -Nadie me eligió. - Nunca me había alegrado
tanto de ser rechazada. - ¿Significa eso que ya puedo irme a casa? -
- ¿Irte a casa cómo?, - preguntó, con sorna.
-Tu... cosa del transportador. -
- ¿A dónde se supone que te envíe? No sé de dónde eres. -
-De la Tierra, - le dije, con el pulso acelerado por la súbita esperanza de que mis plegarias fueran
escuchadas y pudiera salir de esta pesadilla sin más que una historia que contar.
- ¿Y dónde está la Tierra?, - preguntó mordazmente. Así de fácil, mis esperanzas se derrumbaron.
No tenía ni idea. Lo único que sabía del espacio era que era inmenso.
-No lo sé, - admití. Respiré profundamente, tratando de aflojar la opresión en mi pecho. - ¿Y
ahora qué? -
Rin no tuvo oportunidad de responder. Las puertas dobles, por las que habían desaparecido el
resto de las mujeres, se abrieron de golpe por segunda vez, y otro guerrero irrumpió. Este
parecía haber estado ya en los desafíos, aunque no lo reconocía. Su pelo trenzado estaba
desordenado y la correa de cuero que le cruzaba el pecho estaba rota. ¿Era sangre lo que podía
ver en su piel gris pizarra desteñida de azul? Me pareció que sí.
- ¡Joder!, - gritó, deteniéndose y mirando entre Rin y yo. - ¿Llego demasiado tarde? -
Rin se recuperó más rápido que yo, sacando su tablet y consultando brevemente. - ¿Eres Vall
Ridian? -
El guerrero asintió con la cabeza y su rostro se convirtió en un gran ceño. -Lo soy. -

21
-Tienes razón, te has perdido los desafíos. Esta es la única tributo que queda. - Rin se encogió
de hombros. -Es tuya, si la quieres. -
¿Si la quieres? No estaba segura de sí sentirme indignada o aterrorizada, aunque rápidamente
decidí que aterrorizada era la mejor opción cuando la mirada de Vall se estrechó sobre mí y se
adelantó. Parecía poco impresionado, el anillo que le atravesaba el labio superior brillaba mientras
lo enroscaba.
- ¿Sin marca? -, gruñó.
Rin dio otro de esos pequeños encogimientos de hombros que me dieron ganas de estrangularlo.
-Si llegas tarde, te llevas lo que queda. -
Vaya, gracias.
Vall se acercó un paso más, fijando la mirada de sus ojos plateados en mí, sus pupilas rasgadas
expandiéndose y contrayéndose mientras me observaba. -No parece una de las que no tienen
estrella, - comentó pensativo. -Parece demasiado sana. -
Rin se movió, pareciendo repentinamente cauteloso.
-Bueno...-
-No me han hecho la prueba, - dije, pensando que era mejor establecerlo antes de que me llevara.
No tenía ni idea de lo que podría pasar una vez que se diera cuenta de que le habían vendido un
fiasco, y no quería averiguarlo. También me aferraba a la esperanza de que se diera la vuelta y
me dejara allí, dándome la oportunidad de hacer que Rin reconsiderara su intento de enviarme a
casa con sólo molestarle hasta la muerte. -No soy un tributo. No sé cómo llegué aquí, hubo
una... confusión. -
Una confusión como la de correr con el semáforo en rojo, que aún no entendía bien. Después de
todo, aún había tiempo para que me despertara.
- ¿No te han hecho la prueba?, - preguntó en voz baja. Su mirada se dirigió a Rin, despertando
en ella algo feroz y peligroso, y Rin tragó visiblemente.
-No hubo tiempo. Teníamos un tributo menos y los desafíos estaban a punto de comenzar. La
escaneamos, es compatible. –
Vall volvió a acercarse a mí, sólo que esta vez sus movimientos eran más lentos, más sinuosos.

22
La plata de sus ojos se iluminó cuando se acercó a mí, agarrando una mano y levantándola. Tocó
con su nariz mi muñeca e inhaló. Me hizo cosquillas y traté de apartarme, pero su agarre era
firme. No iba a ir a ninguna parte a menos que él lo dijera.
Sin hablar, retorció mi mano en su agarre, acercando mi pulgar a su boca. Lo introdujo y tuve
un momento para notar el calor húmedo antes de que un dolor agudo y ardiente me recorriera la
yema del pulgar.
Jadeé y tiré con más fuerza, pero todos los músculos del cuerpo de Vall se tensaron al mismo
tiempo. Gruñó, realmente gruñó, y luego me empujó hacia él, con la cabeza agachada mientras
su boca buscaba mi garganta.
Recordando lo que le había sucedido a la mujer de cuatro estrellas, empecé a forcejear, a
sacudirme contra él, tratando de mantener mi piel, y mi sangre, lejos de la agudeza de sus
dientes.
-Shhh. - Escuché. -Shhh. - Me di cuenta de que intentaba tranquilizarme. No sirvió de nada:
estaba demasiado tensa, preparada para el dolor, pero en lugar de dientes, sentí el calor de una
lengua deslizándose por las cuerdas de mi cuello. Justo cuando creía que iba a estallar por la
tensión de la espera, dio un paso atrás. Lo miré fijamente, con los ojos muy abiertos, pero él
miraba a Rin. Parecía satisfecho.
No, parecía absolutamente encantado.
-Me la llevaré, - dijo.

23
Capítulo Cinco

Era difícil pensar con el rugido en su cabeza. Vall agarró con fuerza a la pequeña tributo, que
parecía dispuesta a salir corriendo a la menor oportunidad, y trató de calmar sus tormentosos
pensamientos.
Se había puesto furioso cuando llegó para los desafíos y encontró el piso vacío de machos, pero
los tontos obviamente no se habían tomado el tiempo de preguntarse por qué una hembra sin
estrellas estaría tan vibrante de salud, habían pasado por encima del tesoro que tenía en sus
manos.
Un sorbo, el más pequeño sorbo, eso fue todo lo que tomó, pero Vall pudo sentir el calor de la
bebida en todo su cuerpo. Una vez había bebido de una hembra de cuatro estrellas, cuando estaba
gravemente herido y su vida pendía de un hilo, y no había sido nada parecido. Lo que significaba,
y era una locura pensarlo, pero Vall no tenía otra respuesta, que la mujer que ahora era suya
debía tener sangre aún más pura. Cinco estrellas. Era insondable, no había ninguna sierva de
cinco estrellas en el planeta que él conociera, pero no había otra explicación.
Más. Él quería más. Quería aplastarla contra él y atravesar el fino tejido de su piel con los
dientes y dejar que la sangre fluyera por su garganta a borbotones. El dragón de su pecho se
agitó, ansioso ante la idea, ya hambriento de probarla otra vez, pero Vall lo obligó a someterse.
Ahora no era el momento. Tenía que coger a su hembra y huir antes de que llegara cualquier otro
bastardo y tratara de arrebatársela.
-Ven, - dijo, tirando de ella con una suave presión. Era una cosita diminuta comparada con él, los
huesos de su muñeca eran lo suficientemente frágiles como para romperse con un solo apretón.
Puede que fuera frágil, y el olor de su miedo en el aire era suficiente para quemar las fosas
nasales de Vall, pero ella estaba decidida, clavando los talones y apoyándose en su agarre.
-No, espera. No puedo ir contigo. –
Al dragón que llevaba dentro no le gustaba eso. Un gruñido salió de la garganta de Vall.
Ella se detuvo ante el ruido, con los ojos abiertos de par en par, y él aprovechó el momento para
hacerla perder el equilibrio. Se estrelló contra su pecho con un aullido de sorpresa.
Antes de que pudiera intentar retroceder o escapar, él la había cogido en brazos.

24
-Tranquila, - gruñó cuando ella se retorció con fuerza.
La orden pareció funcionar, porque dejó de intentar escapar de su agarre y lo miró fijamente,
jadeando suavemente. Satisfecho de que había terminado de desafiarlo, al menos por ahora,
asintió una vez al administrador y salió.
Finn le estaba esperando justo fuera de la arena de desafío. Su expresión de preocupación se
convirtió en una de alivio cuando vio salir a Vall, con una sierva en brazos, pero esa expresión se
atenuó cuando miró su mejilla.
-No está marcada, - comentó.
-Te lo explicaré cuando salgamos de aquí. - Quería llevarla de vuelta a la guarida de la manada,
quería que estuviera resguardada y protegida. Entonces podría tomarse un tiempo para averiguar
quién era, de dónde venía y por qué diablos una gota de su sangre lo había incendiado de esa
manera.
Finn no hizo más preguntas, sólo se puso en marcha, llevando a Vall y a su precioso bulto de
vuelta al sol, donde Jay y Lyne estaban esperando con el vehículo aerodeslizador. Inmediatamente,
Vall sintió que la bestia que llevaba dentro se calmaba. La manada completa sería suficiente para
protegerla.
- ¡Tienes una! - exclamó Jay, sonriendo. Luego, él también se aferró a su mejilla sin marcas y
su rostro se desplomó. -Ella no es... -
-Pon en marcha el hover, - gruñó Vall.
Se subió a la parte trasera del vehículo y luego se dirigió a la parte delantera, ocupando el
asiento justo detrás de donde Jay tanteaba los controles, con los hombros encorvados ante el
evidente disgusto de Vall.
Finn se sentó a su lado y se inclinó para mirar a la mujer en brazos de Vall.
Resistió el impulso de apartarse y ocultarla de la vista: era la sierva de la manada, su sangre
era la clave para mantenerlos en condiciones óptimas para luchar. Ya habían compartido varias
siervas, las hembras habían servido durante cinco años antes de que se retiraran a vivir una vida
de lujo, un regalo por su sacrificio. Sin embargo, esto era diferente. Una voz en el interior de
Vall susurraba mía .
Nuestra, se dijo a sí mismo con firmeza.

25
-No está marcada. - Finn repitió sus palabras anteriores, esperando respetuosamente.
-No ha sido probada, - le dijo Vall, levantando la voz lo suficiente como para que Jay y Lyne lo
oyeran por encima del estruendo del vehículo aerodeslizador cuando despegaba, sacándolos de la
ciudad y llevándolos a su guarida más privada, más segura.
- ¿Cómo puede ser eso? - preguntó Finn. -Todas las hembras son probadas al nacer. -
-Esta no. -
Vall miró a la hembra, que le devolvió la mirada, con sus mejillas desnudas blancas. Los dedos
que agarraban sus brazos no tenían sangre, las uñas romas se clavaban en su carne. Estaba
asustada, se dio cuenta con vergüenza, e inclinó la cabeza para acariciar la parte superior de su
cabeza.
- ¿Cómo se llama? - preguntó Finn. La vergüenza de Vall se duplicó al darse cuenta de que no lo
sabía.
-Pequeña, - murmuró en voz baja. - ¿Cómo te llamas? -
Trasladó su mirada de Finn a él, el dragón que llevaba dentro se acicaló al instante, queriendo
impresionarla.
Le costó dos intentos sacar su nombre. -Lana, - susurró.
Lana. Lana Ridian. Lana Compañera, porque después de una sola gota de sangre, se dio cuenta
de que nunca pensaba dejarla ir. Incapaz de resistirse, volvió a llevarse la mano a su boca y lamió
la pequeña herida que le había hecho en el pulgar. Ella gimió, asustada, y él le acarició el pelo
mientras se concentraba en su muñeca. No pudo resistirse. Se le hacía la boca agua, el pulso le
retumbaba en previsión de la sangre que pronto correría por sus venas.
Con la mayor delicadeza posible, dejó que sus dientes se fundieran con la pálida piel de ella. La
sangre fluía espesa, caliente y teñida de un sabor metálico que hizo gemir a Vall mientras apretaba
con más fuerza.
Ahí estaba, ese mismo éxtasis. Un fuego en sus venas, que le recorría, deshaciendo y rehaciendo
a su paso, haciendo que sus músculos cantaran con fuerza y su polla se endureciera como una
roca en sus pantalones. Podría haber seguido bebiendo de ella para siempre, deleitándose en el
éxtasis que era como un orgasmo de cuerpo entero, pero su dragón percibió su tensión, su miedo,
y se apartó, exigiendo que la consolara.

26
Lamió la herida, animando a que se cerrara, y luego la rodeó con sus brazos.
-Está bien, - murmuró, porque podía sentirla temblar, podía oír sus pequeños jadeos asustados.
-No pasa nada. –
-Vall, - murmuró Finn, moviendo las orejas hacia atrás con incertidumbre mientras miraba a Vall.
-Tus ojos. Están brillando. -
Vall lo sintió entonces, el dragón desplegándose en su pecho, estirándose mientras llenaba todo
su cuerpo. Su aliento abandonó su cuerpo de forma precipitada cuando se dio cuenta de que su
piel hormigueaba, zumbaba, lista para disolverse y reformarse si lo deseaba.
-Creo que podría transformarme, - dijo en voz baja. -Creo que podría cambiar completamente. -
El resto de la manada lo miró con asombro y luego a la hembra en sus brazos con envidia no
disimulada. Aunque le daban ganas de gruñir, de dejar salir al dragón para que chasqueara y
gruñera y advirtiera a los demás de que se alejaran, Vall les dejó mirar hasta el hartazgo. Eran
una manada, una familia, y si era cierto que la sangre de Lana era la clave para liberar al dragón
que había estado atrapado en su pueblo durante medio milenio, entonces tal vez ella podría
liberarlos a todos.
La miró, con sus extrañas pupilas redondeadas reducidas y sus labios sin sangre. Tenía frío, se
dio cuenta de repente, aunque era un día caluroso y el sol les daba de lleno.
-Lana, - murmuró, empujándola suavemente. Su mirada se dirigió a la de él, pero no había ningún
indicio de reconocimiento. Ningún eco de la alegría que él sentía, ni siquiera nerviosismo. Miedo.
No había nada más que vacío.
-Lyne, - rugió, aunque el miembro de su manada estaba a sólo unos metros y le habría oído si
hubiera susurrado.
Lyne se puso delante de él rápidamente, apartando a Finn de su camino para que pudiera
acomodarse a los pies de Vall. Vall sabía que Lynne había estado en vilo, esperando
desesperadamente el permiso para acercarse.
-Algo le pasa, - le dijo. Puede que Lyne sea el último de la manada en cuanto a dominio, pero era
el que más conocimientos médicos tenia, el responsable de curarlos cada vez que se lesionaban
durante los combates. -Arréglala. -

27
Lyne se estremeció ante la orden en la voz de Vall, pero sus manos eran firmes cuando las apretó
contra su frente y palpó el punto de pulso en su cuello.
-Creo que está en shock, - dijo un momento después. - ¿Cuánto le has quitado? -
Levantó su mirada para encontrarse con la de Vall por el espacio de un latido, pero fue lo
suficientemente largo como para que Vall viera la insinuación de censura en ellos.
-Apenas, - respondió a la defensiva. -Unos cuantos sorbos como mucho. No puede ser eso. –
-Podría ser un trauma, - ofreció Lyne, con su mano presionando su mejilla en una caricia
persistente que Vall quería arreglar arrancando el brazo de su médico. -Puedo oler su miedo. -
Y Vall también. Lo había olido desde el primer momento en que la tocó, aunque se había
intensificado desde entonces, pero no había pensado en ello. Lo había descartado como la
aprensión natural de una hembra que se enfrenta a un nuevo macho agresivo.
- ¿Qué hago? -exigió, con la vergüenza dándole a sus palabras un tono duro.
Lyne se sentó sobre sus talones, con expresión pensativa. -Si fuera uno de nosotros, sugeriría
una infusión de una sierva. -
- ¿Crees que deberíamos encontrar otra hembra para que beba de ella? - espetó Vall, agitado.
-No. - Esta vez Lyne sostuvo la mirada de Vall. -Sugiero que la dejes beber de ti. -
Todo lo que había dentro de Vall se puso en pie ante eso, su dragón estaba intrigado, incluso
excitado. Sí, le susurró, haz que nos lleve dentro de ella. Que nuestra sangre fluya por sus venas.
Era un pensamiento muy posesivo, y Vall ni siquiera trató de moderarlo. Levantó el pulgar y
abrió la almohadilla con los dientes, la sangre brotó libremente. Se lo acercó a Lana, pero ella
se apartó, forcejeando débilmente en sus brazos.
-No, - murmuró. -Tómalo. -
Agarrando su mandíbula, la estabilizó y le pasó el pulgar por los pequeños dientes romos. Ella
trató de apartar la cabeza y, cuando no pudo, intentó sacarle el dedo de la boca con la lengua.
Él lo sintió rozar su carne, suave y resbaladiza y cálida, y su erección, que se había disipado
ligeramente con la preocupación, volvió a surgir.
-Chupa, - dijo él, inclinándose para murmurar la palabra en su oído. -Bebe. Sólo un poco. Te
ayudará, te lo prometo. - Más vale que así sea. Si no lo hacía, iba a retorcer el cuello de Lyne.

28
Justo cuando pensó que iba a tener que apretarle las fosas nasales y cortarle el aire para
obligarla a obedecer, ella tragó.
-Eso es, - la animó. -Sólo un poco más. -
Esta vez obedeció, con esa pequeña y caliente lengua recorriendo su carne y haciendo que los ojos
se le pusieran en blanco, y que sus pelotas palpitasen bajo su pene hinchado.
Cuando ella le soltó el pulgar con un pequeño sorbo húmedo, él quiso empujarla para que tomara
más, pero ella suspiraba y jadeaba, moviéndose inquieta en su regazo. Su cabeza cayó sobre el
hombro de él y él se sintió aliviado al ver que sus mejillas tenían ahora un color cálido, sus
párpados revoloteaban, como si quisiera abrir los ojos, pero no pudiera. Estaba a punto de
agarrar a Lyne por el cuello y exigirle que le dijera qué demonios le ocurría ahora, cuando ella
emitió un suave gemido. Sus muslos se separaron y el aroma más apetitoso salió de entre sus
piernas.
Dioses, estaba excitada. Más que excitada. Los dedos de ella se apretaron contra los músculos
del pecho de él mientras se retorcía, con esos pequeños jadeos sensuales interrumpidos por
gemidos. Deslizó la mano entre las piernas cubiertas de tela de ella y sintió que los músculos de
sus muslos temblaban. Subiendo un poco más, tuvo un momento para deleitarse con su calor
antes de que ella se tensara, y luego comenzó a frotar su mano. Ella se estaba viniendo, se dio
cuenta, un orgasmo en una larga ola que hizo que su cabeza se agitara en señal de negación,
incluso mientras cabalgaba contra la presión de sus dedos.
-Por favor, - suplicó ella. -Por favor, por favor, por favor. -
-Estoy aquí, - prometió él. -Te tengo. -
Ella emitió un gemido repentino y su cuerpo se tensó por completo, antes de desplomarse contra
él. Vall esperó a que abriera los ojos. Cuando no lo hizo, levantó la mano y le presionó la frente
con la palma.
Ella emitió un pequeño maullido al tocarla y se acurrucó más, pero seguía inconsciente, con una
respiración profunda y uniforme.
- ¿Está bien? - llamó Jay desde los controles del vehículo aéreo. La preocupación se reflejaba en
su rostro, pero sus ojos estaban negros de lujuria y sus fosas nasales estaban abiertas.
-Sólo llévanos a casa, - gruñó Vall. -Ahora. –

29
Capítulo Seis

Cuando abrí los ojos, ya no estaba en el extraño vehículo. Estaba tumbada en una cama en una
habitación poco iluminada, con una piel suave y sedosa cubriendo mi cuerpo. Tuve un breve
momento de pánico antes de darme cuenta de que seguía llevando mi traje color coral. Me retorcí
un poco, disfrutando del mullido colchón y las almohadas que parecían abrazar mi cuerpo en todos
los ángulos, y luego me estremecí al sentir una ligera humedad entre mis piernas. No lo había
imaginado, entonces.
-Estás despierta. - El gruñido vino de más allá de la cama y me sobresaltó tanto como para
emitir un pequeño e indigno chillido.
Contemplé la posibilidad de esconderme bajo las sábanas, pero quienquiera que estuviera sentado
allí no era probable que se fuera sin más. Me senté con cautela, con el cabello a un costado para
protegerme la barbilla.
Ahí estaba, el guerrero que había irrumpido tarde en los desafíos y había tenido que llevarme a
casa como premio de suerte. ¿Cómo le había llamado Rin? Vall. Vall Ridian. Parecía más pequeño,
plegado en un pequeño taburete justo al lado de los límites de la gran cama, pero esa ilusión se
desvaneció cuando se levantó y dio los dos pequeños pasos necesarios para llegar al borde del
colchón. Extendió una mano y la apoyó en la cama, acariciando los bordes de mi manta de piel
como si me estuviera acariciando. Resistí el impulso de quitársela de las manos y el impulso aún
más fuerte que me decía que debía meter allí una de las partes de mi cuerpo en su lugar.
Bastantes de ellos parecían dispuestos a ofrecerse como voluntarios para el trabajo.
Lo que había sucedido en el viaje hasta aquí seguía siendo una maraña en mi mente. Había pasado
de ser secuestrada, reclamada por un guerrero, a estar rodeada por cuatro de ellos. La
autopreservación me hizo replegarme sobre mí misma, como un ratón que piensa que si se congela
quizás el gato grande y hambriento no lo note. Entonces Vall me cogió la muñeca y la mordió.
Como un auténtico vampiro, se había bebido mi sangre y había sentido cómo se endurecía su
polla debajo de mí cuando me sentaba en su regazo. Eso había sido demasiado para mi pequeño
cerebro, y creo que estuve a punto de sufrir un ataque de nervios cuando me metió el pulgar en
la boca. Enseguida probé la sangre e intenté escupirla, pero él era mucho más grande que yo,
mucho más fuerte. Me tragué la sangre y luego...

30
Y entonces fue como una ráfaga de calor por todo mi cuerpo. Sentí como si alguien me hubiera
prendido fuego las venas. El pulso me latía con fuerza y también en otros lugares. Un orgasmo
como el que nunca había experimentado me atravesó y luego continuó. Dios mío, acabe por la
mano de un completo desconocido.
Mortificada, aparté la mirada de su cara y la centré en sus mágicos dedos. Sentí que debía
disculparme, pero también quería preguntarle si podía chupar su pulgar de nuevo. En cambio,
decidí que el silencio era la mejor parte del valor y mantuve la boca firmemente cerrada.
- ¿Estás bien?, - preguntó en voz baja.
Asentí con la cabeza, porque, aparte de ser reclamada en contra de mi voluntad, me sentía mejor
que en años. Me sentía viva, mis miembros cantaban con fuerza y mis pensamientos eran agudos.
Pero también me sentía aprensiva y fuera de lugar y muy confundida sobre qué demonios estaba
pasando.
- ¿Dónde estoy? - pregunté.
-En mi hogar, - respondió. -La guarida de la manada. - Luego esbozó una pequeña y esperanzadora
sonrisa. -Tu hogar. -
Bien. Decidí dejar eso ahí.
- ¿Manada? - Había otros tres hombres en el vehículo, que habían presenciado mi pequeño
espectáculo de sexo libertino, pensé, encogiéndome, pero ahora no se les veía por ninguna parte.
Sólo estábamos Vall y yo en la habitación, y la salida sin puerta mostraba que tampoco había
nadie en el pasillo.
Hizo una pausa. - ¿Qué sabes de nosotros, Lana? -
-Ni siquiera sé en qué planeta estoy, - respondí con sinceridad. La improbable oportunidad de
usar esa frase literalmente por una vez hizo que una risa se agitara en mis labios, pero no duró
mucho, porque era cierto: no tenía ni idea de dónde estaba. Y, como Rin había señalado tan
útilmente, no había forma de llegar a casa.
Parpadeó, con una expresión sombría. -Dijiste que no debías ser un tributo, no entendí muy
bien...- Se quedó sin palabras.

31
Tenía en la punta de la lengua decirle que no intentaba entender, que estaba demasiado ocupado
probando mi sangre y luego saliendo a grandes zancadas conmigo en brazos como un saco de
patatas, pero me contuve.
-Estás en Trinia. Somos Triniuns, la raza dominante en este planeta. Hemos evolucionado en
diferentes, bueno, supongo que, si fuéramos animales, se diría razas. Clanes es la palabra que
usamos. La misma especie, pero nuestras diferencias se han marcado. Los que son débiles
físicamente, pero fuertes en organización se convierten en Administradores, dirigiendo nuestros
gobiernos y demás. También hay artistas y pensadores. Los que son físicamente fuertes, como
yo, forman parte del clan de los Guerreros. El dragón es poderoso en nosotros y hemos sido
criados para luchar y proteger. Vivimos en manadas, y para saciar al dragón tenemos siervas...-
- ¿Esa sería yo? - pregunté.
Asintió con la cabeza. -Las siervas proporcionan sangre a los guerreros de su manada,
manteniéndolos fuertes y saciando al dragón. -
-Sigues mencionando a los dragones, - señalé.
La mirada que me dirigió fue intensa. La mantuve por un momento y luego desvié la mirada,
observando el pasillo donde me pareció ver una sombra que se movía. Tal vez el resto de la
manada de Vall estaba merodeando cerca después de todo.
-Nuestros ancestros eran capaces de convertirse en dragones completamente formados, cambiar
de forma y surcar los cielos. Pero la sangre de nuestras hembras se diluyó, no estamos seguros
de cómo, y al ocurrir eso, perdimos la capacidad de transformarnos. -
-Entonces. - Me lamí los labios y pensé en lo que había dicho. - ¿Esperas que done sangre a ti y
al resto de tu manada? ¿Hay más de ustedes que los que... conocí - y tuve un increíble y alucinante
orgasmo delante, -antes? -
-No. - Negó con la cabeza. -Sólo somos nosotros cuatro. -
Bueno, eso era un alivio. Más o menos. Al menos no se esperaba que fuera una especie de fuente
de bebida comunitaria en el patio de recreo.
- ¿Y la sangre que me diste? -
¿Había pensado que la mirada que me lanzó antes era intensa? No era nada comparado con la
mirada ardiente con la que me golpeó ahora.

32
-Estabas en estado de shock, estaba intentando ayudarte. Pero sí, eso es algo compartido entre
compañeros, - dijo.
- ¿Compañeros? - La palabra salió como un chillido.
-Lo disfrutaste, ¿verdad? -
- Yo…-
-Sé que lo hiciste, pude olerlo. -
Si fuera posible arder de vergüenza, lo habría hecho en ese momento.
-Un orgasmo no hace un matrimonio, - dije desesperadamente. Aunque, si hubiera tenido algunos
más, podría haber seguido casada un poco más.
- ¿Matrimonio? -
-Así es como llamamos al apareamiento de donde yo vengo. -
Asintió lentamente. -Todavía tengo que probarme a mí mismo y a mi manada. Lo entiendo. -
¿Y mi manada? ¿Significaba eso lo que yo creía? Tenía miedo de preguntar.
-Por ahora...- Extendió su mano. -Te enseñaré tu nuevo hogar, te presentaré adecuadamente al
resto de la manada. -
Dejé que me sacara de la seguridad de la cama y me llevara fuera del dormitorio. Me di cuenta,
mientras caminábamos por el pasillo, de que la casa estaba tallada en la roca, las paredes eran
gruesas y estaban pintadas de un cálido color crema, y las ventanas eran escasas y estaban
separadas. Lo poco que pude ver del exterior me dijo que estaba muy oscuro, sin darme ninguna
pista de cómo era el paisaje. Podíamos estar en el suelo del desierto o en la ladera de una
montaña, no lo sabía.
Vall me señaló varias cámaras para dormir, cuartos sin ventanas, con camas individuales y ninguna
de las suntuosidades de la habitación en la que me había despertado, que tenía una cama en la
que podían dormir cómodamente más de dos personas. Decidí dejar ese pensamiento en paz,
asomándome al lavabo que tenía una enorme bañera que era más bien una piscina, ya llena, con
el agua chapoteando suavemente en el borde. No había nadie en la cocina ni en el comedor que
Vall me enseñó, y empezaba a preguntarme si se estaban escondiendo de mí cuando doblamos una

33
esquina y salimos a un gran salón con un gran balcón al aire libre, una gran chimenea de piedra
y tres guerreros descansando en un enorme y cómodo sofá esquinero.
Se levantaron de un salto en cuanto aparecimos, con la mirada curiosa puesta en mí. Fui de cara
en cara, reconociéndolos vagamente del viaje hasta aquí y siendo muy consciente de que la última
vez que me habían visto estaba en pleno éxtasis.
-Lana, - dijo Vall, y su agarre de la mano me arrastró hasta la habitación, donde yo habría
permanecido torpemente en la entrada. -Esta es mi manada. Mi segundo, Finn. - Uno de los
Guerreros, que era incluso más alto que Vall aunque algo menos grueso de músculos, me asintió
solemnemente. -Jay. - Este me dedicó una amplia sonrisa, mientras me saludaba. Le ofrecí una
pequeña sonrisa a cambio, y la sonrisa de él se amplió imposiblemente. -Y Lyne. - Lyne era
pequeño y fornido, con una cicatriz que le cortaba un ojo. Todos tenían la misma piel oscura, con
toques de azul que brillaban cuando la luz en los vidrios de la pared rebotaba en ellos, pero Lyne
era el único que no tenía el pelo negro a juego. El suyo era gris claro y lo llevaba recogido en una
coleta.
-Hola, - dije torpemente, cuando el silencio se había prolongado lo suficiente como para que
quedara claro que esperaban que dijera algo. -Yo... me alegro de conocerlos, como es debido esta
vez. -
-Me ha gustado nuestro primer encuentro, - bromeó Jay, con los ojos brillantes mientras sonreía.
Mi cara se encendió al mismo tiempo que Vall emitió un gruñido bajo que hizo que se me erizaran
todos los pelos de la nuca. La cara de Jay cayó y también su mirada, haciendo un agujero en el
suelo de piedra.
-Me disculpo, Alpha, - murmuró.
El gruñido de Vall retrocedió, pero también soltó mi mano y se acercó a mi cuello en lo que era
claramente un reclamo, incluso para mí.
Me di cuenta de que había comida en la mesa de centro frente al sofá, mientras Vall me llevaba
a sentarme. No había comido desde el desayuno de esta mañana, hacía mucho, mucho tiempo,
saltándome la comida y la cena para intentar tener listo a tiempo el pastel de esa estúpida mujer,
y se me retorció el estómago, mirando el sencillo surtido de pan y carne seca y frutas.
- ¿Tienes hambre? - preguntó Vall, observando mi mirada fija.

34
Asentí con la cabeza, y lo siguiente que supe fue que había cogido un plato y lo había apilado de
cosas. Se sentó a mi lado en el sofá, ofreciéndome un bocado de pan arrancado de la hoguera y
mojado en algo que tenía el color rosado de la mermelada pero la consistencia de la miel. Intenté
quitárselo, pero lo apartó hasta que me rendí y le dejé que me diera de comer. El pan era suave
y sabroso, aunque con más levadura de lo que estaba acostumbrada, y la extraña cosa rosa tenía
un regusto agrio y ligeramente amargo. No me entusiasmaba, pero tenía demasiada hambre para
ser exigente. Al pan le siguieron rodajas de carne de caza y pequeñas frutas, todo ello entregado
por la mano de Vall.
-Puedo alimentarme por mí misma, - objeté en un momento dado, mientras una gota de jugo de
una fruta demasiado grande para ser consumida de un solo bocado corría por mi barbilla. Vall no
dijo nada, sólo siguió observandome con esa intensa mirada suya, apartando el bocado hasta que
dejé de alcanzarlo. El resto de la manada observaba en silencio, haciéndome sentir como si
estuviera en el centro de otra exhibición erótica, aunque un poco más suave. Finalmente, cuando
había comido todo lo que mi estómago podía soportar, mi boca se abrió en un bostezo que me
dejó sin aliento. No sé cuánto tiempo había estado inconsciente antes, pero no fue suficiente. Mi
cuerpo estaba agotado y mi mente pedía a gritos una oportunidad para desconectar y procesar
durante un rato.
-Podrás dormir pronto, - me prometió Vall, con sus dedos suaves sobre mi rostro mientras me
pasaba el pelo por detrás de la oreja. -Hay una cosa más que debemos hacer primero. –
Me tiró del sofá y me llevó a situarme frente a la gran chimenea. Era tan grande que podría
haberme arrastrado cómodamente dentro de ella, ya que el fuego ardía alimentado por enormes
trozos de madera. No fue hasta que me cogió las manos con las suyas y se arrodilló, con el
resto de la manada formando un semicírculo detrás de él, cuando me di cuenta de que estábamos
a punto de celebrar algún tipo de ceremonia.
Era tan alto que había muy poca diferencia entre nuestras alturas con él arrodillado así. Apenas
tuve que inclinar la cabeza para mirar sus ojos, que miraban los míos con una expresión de feroz
alegría.
-Lana, - dijo, con una voz más grave y gruñona de lo que me había acostumbrado. -Te agradezco
el honor que me haces al ofrecer tu sangre como mi sierva. Prometo protegerte y mantenerte a
salvo, velar por tu comodidad y respetarte como es debido. -

35
Tiró de mis manos hacia él y fui, pensando que iba a besar mis nudillos. En lugar de eso, me dio
un mordisco en la punta de un dedo, haciéndome sangrar. Me mordí la lengua para contener mi
grito y vi cómo cerraba los ojos brevemente y se estremecía, con una expresión de éxtasis en su
rostro. Cuando volvió a abrir los ojos, éstos brillaban con un tono plateado más intenso.
Parpadeé, sintiendo que detrás de su mirada había otra persona, pero un momento después
desapareció. Se puso en pie con rigidez y me cogió la cara con ambas manos antes de soltarme
y apartarse.
Finn se acercó a continuación, adoptando la misma posición de rodillas frente a mí. Extendió sus
manos hacia las mías y dudé brevemente, comprendiendo lo que estaba sucediendo esta vez. No
estaba segura de querer que me mordieran otros tres Guerreros.
- ¿Me ofreces tu sangre, Lana?, - preguntó suavemente. Había algo en su expresión, una
esperanza que luchaba con el miedo al rechazo, que me hizo tocar la fibra sensible y me hizo
poner mis manos en las suyas. Escuché cómo repetía las mismas palabras que había dicho Vall y
luego me preparé, esperando el agudo escozor de los dientes que me destrozaban la carne. En
lugar de eso, me dio un suave beso en cada una de las yemas de los dedos, y cuando se llevó el
dedo índice izquierdo a la boca y mordió, ni siquiera sentí el ardor. Sin embargo, lo vi cuando mi
sangre llegó a su lengua. Sus pupilas se dilataron y el suave color azul de sus ojos se volvió
cobalto brillante. Su suave agarre de mis manos se convirtió en una fuerza contundente por un
instante antes de que se obligara a soltarlas.
-Perdóname, Lana, - dijo. -Creía que estaba preparado, pero no lo estaba. - Su mirada se dirigió
a Vall, de pie junto a mi hombro. -Tienes razón, yo también lo siento. -
No tuve oportunidad de pedirle explicaciones por ese críptico comentario, porque en cuanto se
levantó, Jay ocupó su lugar. No esperó a que le diera permiso, cogiendo mis dos manos del aire
y sujetándolas contra el calor de su pecho.
-Hermosa Lana, - comenzó. -Te agradezco el honor de tu sangre. Juro que te protegeré y te
mantendré a salvo, velaré por tu comodidad y te respetaré. - Me envió una mirada perversamente
ardiente, levantando mis manos hasta que su aliento se posó sobre mi piel. -No puedo esperar a
probarte, - murmuró.
No era tan suave como Finn, el chirrido de sus caninos me hizo estremecer, pero la forma en
que arrastró su lengua lentamente a lo largo de mi dedo, lamiendo la pequeña gota de sangre que

36
se había deslizado, me hizo temblar. Tampoco podía quejarme del modo que no ocultaba lo que le
hacía sentir, dando un pequeño gemido antes de levantarse de pie, con su erección abultando la
parte delantera de los pantalones.
Entonces sólo quedaba Lyne. Se acercó lentamente, pidiéndome permiso antes de arrodillarse
frente a mí y manteniendo la mirada fija en el suelo cuando llegó. Tenía las manos cerradas en
un puño a su lado, y al principio pensé que tal vez no quería tomar mi sangre, pero luego lo vi
respirar profundamente y mirar hacia arriba. Como Finn, me tendió las manos, esperando que
las tomara. Lo hice, e impulsivamente me incliné y lo besé suavemente en la mejilla. No sé qué
me llevó a hacerlo, pero la sonrisa que me dedicó después fue beatífica.
-Te agradezco el honor que me haces, ofreciendo tu sangre como sierva, - dijo, tan formal como
lo había sido Vall. Tropezó con la segunda parte del voto, su mirada se fijó en mis manos, en las
heridas ensangrentadas que había recogido en las yemas de tres dedos y mi muñeca, y por
supuesto, el pulgar que Vall había pinchado antes cuando me había elegido. Estaba acumulando
toda una serie de pequeñas heridas y empezaba a sentirme como un alfiletero.
Ignorando los dedos que me quedaban sin manchar, me cogió una mano y la giró para dejar al
descubierto el corte de la parte interior de la muñeca, cuya piel empezaba a formar costras.
Suavemente, me rascó con un diente afilado, irritando la herida lo suficiente como para que
salieran algunas gotas de sangre. Su lengua salió y las lamió antes de depositar un suave beso
allí. -Gracias, - repitió.
Permaneció allí de rodillas, mirándome con algo incómodo parecido a la adoración, hasta que Vall
se adelantó y me atrajo de nuevo contra él.
-Descansa, - me murmuró al oído. -Ya es hora de que descanses. -
Giré la cabeza para poder verlo de reojo.
- ¿Sola? - pregunté, con una ceja alzada.
Se tomó un momento para responder. -No te dejaremos sola, ni siquiera en la seguridad de la
guarida, pero tu decides quién duerme en tu cama. -
-Así es, - dije con firmeza.
Dejé que Vall me condujera de vuelta al dormitorio y traté de ignorar las palabras suaves Por
ahora que habría apostado mi vida venían de Jay.

37
Capítulo Siete

Había una grieta en el techo de mi habitación que había visto arrastrarse lentamente hasta la
lámpara central en el transcurso del último año. Cuando me despertaba y miraba el techo que
tenía encima, hecho de piedra y no del envejecido Artex pegado en casi todas las superficies de
mi destartalado piso, echaba de menos esa grieta. Me había preocupado por ella desde que
apareció, sabiendo que no tenía dinero en mi cuenta bancaria para arreglarla si era algo más que
un simple trabajo de reparación, pero también estaba en mi techo, en mi casa, escatimada y
raspada después de que mi marido luchara por cada céntimo en nuestro divorcio. En cierto modo,
me sentía orgullosa de esa grieta.
Ahora mi apartamento había desaparecido, al igual que toda mi vida. No había pensado mucho en
ello, pero ahora me preguntaba qué había pasado después del accidente. ¿Estaba mi cuerpo allí,
roto y sangrando, destrozado entre los restos de mi coche? O cuando llegaron la policía y los
paramédicos, ¿alguien había trepado por la larga hierba, se había asomado al interior y sólo había
visto un asiento vacío? ¿Era yo un recuerdo horrible para alguien, o un misterio intrigante?
Probablemente nunca lo averiguaría.
Intenté respirar contra la oleada de emoción que me subió a la garganta al pensar que mis amigos,
mi familia, mi negocio que tanto me había costado sacar adelante, todo se había ido. Yo también
debería haber desaparecido. Me esforzaba por agradecer que no fuera así, por alegrarme de que
me hubieran dado esta extraña segunda oportunidad, pero no era fácil.
Un mundo completamente nuevo. Nuevas personas, nuevas costumbres. En lugar de hacer
pasteles, iba a ser un banco de sangre para una manada de Guerreros con un dragón en su
interior, aunque estuviera inactivo. Era... un gran cambio. No estaba segura de estar preparada
para ello, pero volver atrás no era una opción, y me alegraba de estar en algún sitio y no en
ninguno. No era una persona religiosa, no había ido a la iglesia en más de veinte años, salvo en
bodas y funerales, así que esperaba desaparecer cuando muriera.
Esto era definitivamente mejor que eso.
Resuelto a sacar lo mejor de las cosas, me giré hacia un lado, colgando las piernas sobre el borde
de la cama, y me quedé helada. Vall estaba allí, sentado en un taburete bajo contra la pared de
enfrente.

38
Salvo por el hecho de que tenía la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados, estaba en la misma
posición que había adoptado cuando me acosté a dormir la noche anterior. ¿Había pasado toda la
noche así?
No quise despertarlo, aunque no parecía estar nada cómodo, así que bajé tranquilamente de la
cama, con los pensamientos puestos en mi imperiosa necesidad de visitar el lujoso baño. Sin
embargo, en cuanto mis pies tocaron el suelo, los ojos de Vall se abrieron de golpe.
-Estás despierta, - dijo.
Asentí con la cabeza, haciendo una pequeña mueca de incomodidad. Consciente de que no llevaba
sujetador, crucé los brazos sobre el pecho, con las manos frotando la parte superior de los
brazos, aunque no tenía frío. Me detuve bruscamente, sintiendo un tirón en la muñeca y
recordando los cortes en las yemas de los dedos de la extraña ceremonia de la noche anterior,
pero cuando moví las manos para mirarlas, no había señales de las marcas de los mordiscos. La
piel estaba intacta, ni siquiera había marcas rojas que me indicaran qué dedos habían sido. Incluso
la herida de mi muñeca, que había sido mucho más profunda, era ahora poco más que una marca
rosa pálido, la piel ligeramente brillante y de aspecto nuevo.
No lo había imaginado, ¿verdad?
Inclinándose hacia delante, Vall me cogió las manos y me miró interrogativamente.
-Las marcas de los mordiscos, - solté. -Ya no están. -
- ¿No esperabas que estuvieran?, - preguntó, confundido. -Sólo eran arañazos. –
-Eran lo suficientemente profundos como para sacar sangre, - argumenté. Al fin y al cabo, ése
había sido el objetivo de los mismos.
Vall ladeó la cabeza, con un pequeño ceño fruncido en la frente. - ¿No te curas cuando te cortan
la piel? -
-Bueno, sí, - dije, un poco a la defensiva. -Pero no tan rápido. -
-Tomaste un poco de mi sangre, - sugirió, comento de improviso, pero mi rostro enrojeció al
recordar lo que había sucedido justo después de tragarla. -Tal vez te haya ayudado a sanar más
como lo hace mi gente. –

39
Orgasmos y poder de curación. Si pudiera embotellar su sangre y llevarla a la Tierra, ganaría una
fortuna.
Vall me condujo al baño y me dejó atender mis asuntos personales. Cuando terminé, empecé a
mirar la bañera. Ya había metido la mano en ella para comprobar que estaba a la temperatura
perfecta para el baño, caliente, pero no demasiado y me sentía sucia, con la piel deseando estar
limpia, pero también estaba en una casa con cuatro hombres extraños y no estaba segura de
querer empezar a despojarme de mi ropa. La puerta no tenía cerradura.
Todavía estaba luchando conmigo misma cuando la puerta se abrió bruscamente. Finn entró con
un puñado de ropa en las manos. Se detuvo en seco cuando me vio allí de pie, incómoda en medio
de la habitación.
-Vall me dijo que te estabas bañando, - dijo, con la mirada dirigiéndose a la bañera y volviendo a
ella. Observó mi estado de ropa, mi pelo seco. - ¿Has terminado? -
-Yo... bueno, no. No estaba segura...- Dejé de explicarme y ofrecí un pequeño encogimiento de
hombros impotente.
-He traído ropa para que te cambies. - Hizo una mueca. -Lo siento, son de nuestra última
sirvienta. Te llevaremos a comprar tus propias cosas en cuanto podamos. -
-Estoy segura de que están bien, - respondí con desgana, observando cómo las dejaba en un
banco acolchado.
-Aquí también hay paños de secado, - me dijo, presionando en un discreto punto de presión en la
pared para que una puerta se abriera, revelando estantes con toallas.
-Bien. Genial. Gracias. -
Jugué con el dobladillo de mi túnica, pero no hice ningún movimiento para levantarla por encima
de mi cabeza. Finn seguía allí, merodeando junto al armario de las toallas.
- ¿Necesitas ayuda para bañarte?, - preguntó con voz ronca y expresión esperanzada.
Era como una de esas fantasías, el preludio de un retozo sexy en el agua, pero yo no me parecía
en nada a las mujeres de esas historias. En lugar de mover las pestañas, me sonrojé y me retorcí.
-No, gracias, - logré decir.
No trató de ocultar su decepción. -Quizá la próxima vez. -

40
Exhalé un suspiro una vez que volví a estar sola en el baño y entonces, sintiéndome siete veces
tonta, deslicé el banco por el suelo hasta que bloqueó la puerta. No era especialmente pesado y
probablemente no detendría a nadie decidido a entrar, pero al menos me daría un momento de
aviso.
El agua se sentía tan bien como había imaginado. Sin embargo, era difícil relajarse, ya que mi
atención volvía constantemente a la puerta, que afortunadamente permanecía cerrada. Me tomé
un momento para flotar después de lavarme por completo. La pena por el repentino final de mi
vida real amenazaba con invadirme de nuevo, pero la reprimí, pensando en lo que podría haber
pasado si hubiera aceptado la oferta de Finn.
Era un extraterrestre, no había duda. Entre su piel oscura teñida de azul y las orejas puntiagudas,
por no mencionar los pequeños detalles como las pupilas rasgadas o la falta de cejas, era
obviamente diferente, pero a pesar de todo eso, se parecía bastante a un hombre humano. Desde
luego, tenía mejor cuerpo que mi ex marido, o que cualquiera de mis novios, en realidad. Sus
músculos eran lisos, pero bien definidos bajo la piel y tenía los hombros anchos, una figura larga
y delgada. En mi mundo estaría fuera de mi alcance.
Cerrando los ojos, me imaginé que me levantaba la camisa por encima de la cabeza y lo veía
acercarse a mí mientras me pasaba los pantalones por la curva de la cadera y los dejaba caer al
suelo. Pensaba que sería amable, que me levantaría y me depositaría en el agua, que me pasaría
las manos por el cuero cabelludo mientras me lavaba el pelo, que me haría cosquillas en la piel
con ligeros y sensuales toques mientras me enjabonaba el cuerpo.
Por sí solas, mis manos se deslizaron por mi cuerpo, una se levantó para pellizcarme y acariciarme
los pezones mientras los dedos de la otra iban directamente entre mis piernas para deslizarse
por mi clítoris. Continué con la fantasía, Finn me besaba el cuello mientras separaba mis muslos
para rodear su cintura, con su polla rozando mi entrada.
Fue mi gemido el que me devolvió a la realidad, el sonido amplificado por la acústica de la
habitación. Me metí en el agua, me hundí hasta que mi barbilla se apoyó en la superficie y miré
a mi alrededor con culpabilidad. La habitación seguía vacía, con el banco bloqueando la puerta
como la había dejado. Mi clítoris palpitaba al compás de los latidos de mi corazón, exigiendo que
volviera a lo que estaba haciendo y terminara el trabajo, pero estaba demasiado preocupada por
si me pillaban, sin saber cuántos minutos habían pasado desde que Finn me dejó. Deseando salir
y vestirme antes de que alguien viniera a comprobar si me había ahogado, me lavé rápidamente

41
las pruebas de mi excitación y salí. Después de secarme, me puse la ropa que Finn me había
traído, un par de mallas elásticas que tenía que doblar por los tobillos para dejar al descubierto
los pies y una bonita túnica de color lila que me apretaba un poco por el pecho pero que se
ensanchaba hasta las rodillas hasta convertirse en un vestido, y luego intenté arreglarme el pelo.
Encontré algo parecido a un peine en un nicho junto a la bañera y conseguí desenredar los nudos
de mi cabello y volver a hacer una trenza, aunque no tenía nada con qué atarla.
Hecho esto, no quedaba más que salir a enfrentarme a la música, o, más concretamente, a los
cuatro guerreros alienígenas que querían beber mi sangre para alimentar a sus dragones
interiores.
Sin problema.
Llegué a apartar el banco y a abrir la puerta antes de acobardarme, y se me escapó un chillido,
avergonzada cuando me di cuenta de que Finn estaba de pie justo fuera, de espaldas al baño. Se
giró para mirarme, con una malvada diversión en los ojos, y me di cuenta de que debía de haberme
oído mover el banco por el suelo.
-No tienes que atrincherarte, - me dijo. -Aquí estás a salvo. -
-Estoy acostumbrada a tener una cerradura en la puerta del baño, - dije, con toda la dignidad
que pude reunir.
Los ojos de Finn se oscurecieron ligeramente. -Aquí no hay cerraduras. No podríamos llegar hasta
ti si necesitaras nuestra ayuda. Si deseas privacidad, simplemente pídela. -
-Tomo nota, - dije, aún más mortificada ahora. Miré más allá de él por el pasillo. - ¿Qué pasa
ahora? -
-Ahora te damos el desayuno, - dijo Finn simplemente.
A diferencia de la comida que Vall me dio la noche anterior, el desayuno lo tome en la cocina, una
mesa y sillas dispuestas bajo una gran ventana que me permitía ver por fin dónde estábamos.
Finn me preparó un tazón de algo muy parecido a las gachas de avena, con frutos secos salpicados
aquí y allá, mientras contemplaba mi entorno. Estábamos en lo alto, eso fue lo primero que
percibí. La casa debía de estar construida en la ladera de una montaña o algo así, porque el suelo
caía en picado para dejar ver una cuenca plana de un valle, lo que parecía una ciudad a lo lejos.
No podía ver a ningún vecino, ya que el terreno cercano estaba estrechamente delimitado por

42
árboles, formaciones rocosas salientes y plantas en flor. Había una plataforma de aterrizaje
plana, aproximadamente circular, en la que estaba aparcado el vehículo aerodeslizador, y luego, si
inclinaba el cuello hacia la derecha, era capaz de vislumbrar una segunda zona plana, ligeramente
más grande y limpia de vegetación. Un pequeño sendero lo conectaba con la casa, aunque el ángulo
del edificio cortaba exactamente donde terminaba.
Vall, Jay y Lyne estaban allí abajo, Jay y Lyne haciendo todo lo posible por sacar a Vall con
grandes palos con forma de bates de béisbol. Finn se acercó y dejó caer mi cuenco delante de mí,
asomándose a la ventana por encima de mi hombro.
- ¿Qué están haciendo? – Pregunté.
-Entrenando, - dijo simplemente.
- ¿Entrenando? - Respondí. - ¡Parece que están intentando matarse el uno al otro! ¿Es justo,
dos contra uno? Vall ni siquiera tiene un arma. -
-Vall es un arma, - respondió Finn, con cara de diversión. -Termina tu comida y podemos bajar
a vigilar, si quieres. -
No estaba segura de querer ver de cerca de tres hombres dándose de hostias, pero asentí con
la cabeza. Me sentía bastante cómoda, aquí con Finn. Me gustaba, pero mientras comía mis
gachas, mi mirada no dejaba de dirigirse a Vall, allá abajo en el jardín. Me sorprendí a mí misma
observando la forma en que se movía, agachándose y zigzagueando cuando Jay y Lyne intentaban
asestar un golpe, golpeando rápido como una cobra cuando él mismo asestaba unos cuantos.
Finn tenía razón, era un arma.
Descubrí que la puerta de la zona de entrenamiento estaba escondida en un discreto hueco detrás
de la enorme chimenea del salón. Bajamos unas escaleras empinadas, con la roca natural
rodeándonos a ambos lados, y luego Finn abrió una puerta de aspecto pesado que daba al pequeño
camino de grava que había visto desde la ventana. Desde aquí, ya podíamos ver a los tres
Guerreros. Habían dejado de luchar y estaban bebiendo de botellas de agua, con el sudor brillando
en su piel.
La cabeza de Vall giró en nuestra dirección en cuanto salimos al camino. Volví a sentir esa extraña
atracción hacia él. Me palpitaba en el pecho, haciendo que me detuviera, aunque quisiera correr
hacia él. Esa cosa, ese magnetismo, se sentía ajeno. Estaba en mí, pero sentía que no era yo.

43
O no había sido yo. Era confuso, pero también irresistible, y después de un momento cedí y dejé
que me arrastrara hacia Vall, ya que era allí donde quería ir de todos modos.
-Lana, - murmuró en cuanto estuve cerca. Su voz diciendo mi nombre hizo que todo en mi interior
se sentara y prestara atención.
- ¿Estás bien? ¿Has comido? -
Asentí, pero Vall miró por encima de mi cabeza a Finn para confirmarlo.
Me giré justo a tiempo para verle terminar de asentir de forma idéntica.
-Quería bajar a verte entrenar, - Sus labios se movieron. -Le preocupaba que te trataran
injustamente, en inferioridad numérica y sin armas. -
-Yo soy un arma, - gruñó Vall, afrentado.
Sonreí, exhalando una pequeña carcajada. -Eso es lo que dijo Finn. -
Eso apaciguó a Vall, que se acercó y me puso una mano en la cintura, con sus afiladas garras
clavándose ligeramente en mi costado.
-Más fe, por favor, pequeña Lana. Tu compañero es un guerrero fuerte. -
Ahí estaba de nuevo, esa palabra. Compañero. Mi sonrisa se fijó ligeramente, pero las palabras
para disuadirlo, negarlo, no salían. Eso le gustaba, me di cuenta. Apretando suavemente mi
costado, con cuidado de no causarme ni la más mínima punzada de dolor con sus letales garras,
miró a Finn de nuevo.
-Tenía razón, soy más fuerte. Mucho más fuerte. El dragón no vendrá, aún no, pero está
inquieto.- Me miró a mí. -Tu sangre es pura, apostaría mi vida por ello. Siento que podría
enfrentarme a un nido de sables completo yo solo. - Se inclinó ligeramente hacia mí y respiró
profundamente, como si atrajera mi propia esencia a sus pulmones. -Y sólo he bebido un par de
sorbitos. -
-Bueno, no probemos eso todavía, - dijo Finn secamente. - ¿Qué tal si te probamos con tres a
uno, a ver qué tal te va con eso? -
Vall sonrió, presumido. -Voy a limpiar el suelo contigo. -
-Eso dices. -

44
Finn se apartó de mi lado y fue a situarse junto a Jay y Lyne, recogiendo un bate extra.
Vall me levantó y me depositó a salvo fuera del círculo de entrenamiento sobre una gran roca.
Me miró fijamente a los ojos durante un largo e intenso momento, y luego me sorprendió
apretando su boca con fuerza contra la mía, reclamando un beso feroz. Luego se dio la vuelta y
se acercó al resto de la manada, con los músculos de la espalda flexionados. Sin apenas tiempo
para prepararse, se lanzó a por ellos, sacando los pies de Jay y desarmando a Finn con un cruel
golpe en el antebrazo.
Me senté en mi roca, tomando el sol, con la amplia cuenca del valle extendida en la distancia, y
observé cómo cuatro Guerreros intentaban matarse entre sí, con amplias sonrisas en todos sus
rostros y los músculos brillando por el sudor.
No era una mala vista, pensé. No estaba mal del todo.

45
Capítulo Ocho

Soñé con dragones.


Se elevaban por encima de mí, majestuosos, con cuellos largos y delgados y alas fuertes, con las
colas azotando mientras montaban las corrientes. Estaba en el suelo, con el cuello torcido, y los
observaba, deseando con todo mi corazón poder volar también. Mirando el cielo uno de los
dragones se separó inmediatamente del grupo y descendió en picado para aterrizar frente a mí.
Unas enormes fosas nasales silbaron, moviéndome el cabello, y luego la cabeza se agachó hasta
mi visión, con unos ojos plateados como mercurio, del tamaño de un plato de comida, que se
clavaron en los míos.

Cuando me desperté, fue para contemplar esa misma plata en los ojos de un hombre. Vall estaba
en cuclillas junto a la cama.
-Estabas soñando, - murmuró. -Noté que dabas vueltas en la cama y me pregunté si era una
pesadilla. -
Pensé en la belleza de los dragones, en sus elegantes y ágiles movimientos mientras se retorcían
en el cielo, en la forma en que el sol brillaba en sus escamas, y negué con la cabeza. -Fue un
buen sueño, - dije.
Él asintió, satisfecho, y se levantó de la cuclilla en la que había estado agazapado, sentándose
en el borde de la cama.
-Creía que decidiría quién podría estar en mi cama, - bromeé.
La mirada que dirigió hacia mí estaba en llamas. -Ya no estás dormida, - murmuró.
Le miré fijamente y no pude evitarlo. Pensé en aquel primer día, en la sensación que me invadió
cuando su sangre llegó a mi organismo. Como una drogadicta en busca de una dosis, quería volver
a sentirlo, la zona entre mis piernas palpitando de placer, recordando y mis pezones tensándose.
Vall tomó una bocanada de aire, luego hizo una pausa de un milisegundo antes de tomar otra,
más profunda. Gimió, un sonido que se convirtió en un gruñido bajo que definitivamente no era
humano. Rodó sobre la cama y se detuvo al toparse con mi mano extendida. Lo sostuve allí,
desequilibrado, con su expresión hambrienta y su mirada fija en la mía, esperando permiso.

46
Podía empujarle, lo sabía, y no tendría que empujar muy fuerte, y él volvería a rodar, se levantaría
y saldría de la cama. No sé por qué estaba tan segura de ello, lo conocía desde hacía menos de
un día y, sin embargo, lo estaba.
Sin embargo, no quería apartarlo. Lentamente, con nerviosismo, me eché hacia atrás en la cama,
haciendo más espacio para él. Él me siguió, moviéndose hacia el otro lado y hacia arriba, hasta
que se apoyó en un codo y me miró desde el lugar en el que yo estaba tumbada de espaldas. Lo
miré y estiré la mano para acariciar su mandíbula, que era lisa y sin vello, sin que ni siquiera los
pelos más finos se engancharan en las yemas de mis dedos, y él bajó para acariciarme el cuello.
La rápida acción me congeló, un rayo de miedo me hizo prepararme contra el dolor anticipado de
sus afilados dientes, pero sólo me mordisqueó y lamió, haciendo arder mis nervios. Su mano libre
me quitó la piel que me cubría el cuerpo, dejando al descubierto el fino camisón que me habían
dado para dormir. Era un material fino, parecido al algodón, claramente hecho para alguien un
poco más alta y, por desgracia, más delgada que yo. Me atrapaba los pechos y se me enredaba
en las piernas, pero había sido mejor que ir a la cama desnuda en una casa extraña con hombres
extraños, así que me lo había puesto con gratitud.
Sin embargo, ahora se interponía en el camino para que Vall me tocara, algo que deseaba
desesperadamente. Por mis venas no corría ni una gota de su sangre, pero mi corazón seguía
latiendo con fuerza y mis piernas estaban inquietas. Era grande, musculoso, y los extraños
gruñidos que emitía en lo más profundo de su pecho mientras me acariciaba las clavículas y el
esternón, tan, tan cerca de mis pechos que esperaban, realmente lo hacían por mí.
-Deberías llevar cosas bonitas, - murmuró. -Cosas delicadas. Para que puedas enfadarte conmigo
cuando te las arranque. -
Agarrando el escote de mi camisón, lo rasgó por la mitad, exponiendo mis pechos al aire y a sus
dedos errantes. Fue cruel, pasando sus dedos por las curvas inferiores y dando vueltas alrededor
de mi areola, evitando las puntas por completo mientras acariciaba, amasaba y acariciaba.
-Por favor, - gemí, moviéndome contra él.
- ¿Por favor qué? -
- ¡Tócame! -
-Te estoy tocando. -

47
Podía sentir su sonrisa contra mi cuello. -Tócame... tócame los pezones, - grité, demasiado
necesitada para sentirme avergonzada.
- ¿Esto?, - preguntó, rozando la punta de uno con la uña del pulgar. Grité, la sensación me
atravesó como un rayo.
- ¿Más?, - preguntó.
-Más, - jadeé, y me recompensó haciéndolo de nuevo, esta vez en el otro lado. Gemí. Mis pechos
nunca habían sido especialmente sensibles, pero él parecía saber cómo hacerlos revivir.
Todavía no me había besado, ni una sola vez, pero eso sólo hizo que me concentrara más en
todos los lugares que me estaba tocando. Su boca estaba caliente en la unión entre mi cuello y
mi hombro. Una de sus manos se deslizó hacia arriba para agarrarme el pelo y evitar que me
apartara de sus labios y su lengua, y sus dedos pulgar e índice tomaron mi agonizante y sensible
pezón y lo hicieron rodar antes de darle un fuerte pellizco y una sacudida.
-Demasiado, - jadeé.
-No, no lo es, - discrepó, moviéndose para poder bajar por mi cuerpo y sustituir sus dedos por
su boca.
Al principio concentró su tormento en esa zona, introduciendo una areola en su boca y chupando
profundamente mientras acariciaba la punta descuidada con el pulgar, pero luego empezó a deslizar
su mano más abajo. Pasó por encima de mi vientre, con su hinchazón ligeramente redondeada, y
bajó hasta los rizos entre mis piernas.
-Abre para mí, - me ordenó suavemente, levantando la cabeza para mirarme con esos ojos azules.
Sin dudarlo, moví las piernas, el movió dos dedos a lo largo de mi raja. Mi clítoris palpitaba,
impaciente, y me encontré levantando, buscando su contacto.
- ¿Aquí?, - preguntó, bajando y deslizando un dedo apenas un centímetro dentro de mí. Se sentía
bien, pero no era lo que quería. Volví a mover las caderas, desalojándolo, y él subió, sus dedos
separando mis labios esta vez y extendiendo mi excitación hacia arriba, hasta que finalmente llegó
a mi clítoris.
Solté una breve y aguda respiración, todo tensa, y él sonrió, lento y satisfecho.
-Aquí es donde te gusta que te toquen, ¿verdad? ¿Qué te gusta, me pregunto? ¿Pequeños
círculos?- Lentamente, muy lentamente, trazó un círculo alrededor de mi clítoris.

48
Era insoportable, la sensación me hacía poner los ojos en blanco. Quería apartarme de él, pero
no podía moverme, demasiado concentrada en el intenso placer que me arrancaba con un toque
tan lento y suave. - ¿O te gusta que te acaricien? - Presionó un poco más, los dedos encontraron
el lado de mi capucha y frotaron con pequeños movimientos hacia adelante y hacia atrás.
- ¡Así! - Jadeé. - ¡Por favor, más! Así. -
-No. - Negó con la cabeza antes de darle a mi clítoris dos pequeños golpecitos con la yema de
los dedos y luego volver a esos círculos lentos y ligeros.
No podía soportarlo. La necesidad de correrme me estaba arañando y aparté su mano,
sustituyéndola por mis propios dedos y frotando furiosamente, tal y como me gustaba. Tuve un
momento para que el placer se acumulara, mis ojos se abrieron de par en par en previsión de lo
que iba a ser un orgasmo increíble, cuando un gruñido rasgó mi neblina de éxtasis y mi mano fue
arrancada. Vall la levantó de golpe junto a mi cabeza y luego tiró de la otra para que se uniera a
ella. Las mantuvo allí, mis dos muñecas fácilmente encerradas por una de sus manos, luego volvió
a lo que estaba haciendo.
-Abre más las piernas, - ordenó. -Sé una buena sierva y te daré lo que quieres. Quieres correrte,
¿verdad? -
Dejó de dar vueltas y volvió a golpear, golpear, golpear, cada toque enviando una sacudida de
electricidad a través de mí. Aunque era una agonía y un éxtasis a la vez, abrí las piernas todo lo
que me permitían los restos desgarrados del camisón, deseando que me tocara más, con mi
clítoris palpitando de necesidad. Cuando empezó a dar vueltas de nuevo, jadeé, moviendo la cabeza
de un lado a otro.
-No puedo, - le dije. -Es demasiado. -
Era como una cuchilla que me atravesaba los nervios, el placer era punzante y casi doloroso en
su agudeza. Había retirado su boca de mi pecho, no me tocaba en ninguna parte, salvo su agarre
alrededor de mis muñecas y la punta de su dedo alrededor de mi clítoris, y yo estaba tensa como
un arco.
- ¡Por favor! - Supliqué cuando él continuó, girando y girando y constante y exquisito y demasiado
lento para dejarme llegar al orgasmo. - ¡Por favor! -
-Está bien, - murmuró. -Ya que lo has pedido tan amablemente. -

49
Cambiando un poco el ángulo, presionó un poco más fuerte, rodeó un poco más rápido, luego
más y más rápido aún. Lo único que podía hacer era tumbarme y jadear, con las piernas tan
abiertas como podía, ofreciendo mi coño a sus dedos. La presión fue aumentando hasta que
llegué a la cresta de la ola y esperé sin aliento a que se desplomara sobre mí.
Cuando llegó el orgasmo, retumbó en mí con una fuerza asfixiante, haciéndome girar los ojos
hacia la cabeza y haciendo que todo mi cuerpo flotara durante un momento de suspensión. El
placer eléctrico patinó sobre el alambre de púas, desplegándose en una floración que tocó cada
parte de mí. Cuando todo fue demasiado, mis músculos se sacudieron y contrajeron, la mano de
Vall desapareció de repente, su cuerpo se colocó por arriba. No sabía cuándo se había quitado los
pantalones, pero su polla estaba allí, en mi centro, lista para penetrarme. Todavía aturdida por
la potencia de mi orgasmo, me di cuenta de que mis manos estaban libres para agarrarse a sus
brazos mientras él se mantenía sobre mí.
-¡Sí! - Jadeé. -Ahora. Dentro. -
Dando un pequeño gruñido de reconocimiento, empezó a empujar dentro. Estaba tensa, mi pelvis
seguía palpitando con deliciosas contracciones, y aunque no me había dado la oportunidad de
ponerle las manos encima, podía sentir lo grande que era mientras forzaba el tejido hinchado
para abrirse paso a su penetración. Se deslizó y se retiró, se deslizó y se retiró. Cada vez que
forjaba un poco más profundo, me estiraba un poco más. Me sentí poseída, marcada, y lo único
que podía hacer era aferrarme a él y corear, - ¡Sí! ¡Por favor! ¡Más! - una y otra vez en una
letanía impotente.
Cuando por fin se asentó del todo, se inclinó y me besó. Fue una sensual fusión de lenguas y
tardé un largo y lento momento en comprender que había utilizado uno de sus afilados caninos
para abrir una pequeña herida en su lengua, y que cada uno de sus empujones y lamidas transferían
sangre a mi boca.
-Ahora, - dijo, retirándose hasta que sólo un centímetro separó nuestros rostros. -Vente para
mí otra vez. -
Empezó a moverse, empujando profunda y rítmicamente, justo cuando mi cuerpo empezó a
explotar como fuegos artificiales en mis venas. Me aferré a sus brazos y hombros, casi con
miedo, mientras el placer crecía y se rompía en un ciclo interminable que no me dejaba respirar.
Perdida en la tormenta, me levanté y le mordí la barbilla y el labio inferior hasta que me

50
inmovilizó, metiéndome la lengua en la boca del mismo modo que su polla entraba en mi cuerpo.
Eso me ayudó a caer y me aferré al viaje mientras él me follaba incansablemente.
Cuando se corrió, lo hizo con un gemido y una última embestida, perforándome tan profundamente
que lo sentí por todas partes dentro. Con la cara pegada a la mía, jadeaba entre las pequeñas
réplicas que sacudían su cuerpo, con las manos acariciando mi cabello, mi cuello y mis hombros.
-Compañera, - murmuró suavemente. – Compañera. -
No lo negué. Una extraña sensación se apoderó de mí, una que me impulsaba a apretar mi cuerpo
contra el suyo, a deleitarme con la cercanía. Cuando se retiró y se puso de lado, lo hice,
acurrucándome en su pecho y acercándome más cuando sus brazos me rodearon. Me sentí segura
y querida, el latido constante de su corazón bajo mi oído me tranquilizó y me dio fuerza.
- ¿Estás bien, pequeña?, - me preguntó un largo rato después. - ¿Te he hecho daño? -
Sacudí la cabeza y me aparté lo suficiente para poder mirarle y permitirle ver la satisfacción en
mi rostro.
- ¿Pero, qué hay de ti? - Pregunté con incertidumbre. -No te has... alimentado. -
Sus ojos se encendieron, con ese líquido ardiente como mercurio, pero negó ligeramente con la
cabeza. -No necesitamos alimentarnos todos los días. Estarías cubierta de mordiscos y
moratones si lo hiciéramos. Sólo necesitamos alimentarnos de verdad cuando estamos
desplegados en una misión. Todo lo que no sea eso es sólo por placer. -
Oh, chico. Si mi sangre les hacía algo parecido a lo que la sangre de Vall me hacía a mí, entonces
placer no era realmente la palabra.
-Ven, - dijo Vall. -Tenemos que bañarnos. Hoy te llevaré con dos amigos míos. Son pensadores y
se especializan en tratar de entender por qué la sangre de nuestras hembras se diluye cada vez
más. -
-Quieres analizar mi sangre. -
-Quiero analizar tu sangre, - aceptó.

51
Capítulo Nueve

Vall dejó que Lana disfrutara de la enorme piscina de baño, conformándose con un rápido lavado
bajo el chorro helado de la ducha. Era lo último que quería hacer, pero si se deslizaba en el agua
caliente con ella, no la dejaría durante horas. Y necesitaban respuestas sobre su sangre. Si no
era una hembra de cinco estrellas, la primera en incontables generaciones, entonces Vall se
comería sus cueros de entrenamiento. Se comería los cueros de entrenamiento de Jay.
Finn, Jay y Lyne lo estaban esperando en la sala de estar. Sin duda, todos habían dormido más
que él, apoyado contra la pared en un taburete en el dormitorio de Lana, pero teniendo en cuenta
cómo había pasado el tiempo desde que se despertó con sus inquietos murmullos, no podía
lamentarlo.
Las fosas nasales de Finn se abrieron nada más entrar, y Jay y Lyne captaron el olor un
momento después. Se había duchado, pero se necesitaría más que eso para eliminar el perfume
de la liberación de Lana de su piel, y de todos modos no se había esforzado tanto en quitárselo.
Quería olerlo en sí mismo, deleitarse con él, y quería que los demás también lo olieran, que
supieran que ella estaba tomada.
Compañera.
Pensó en la palabra una vez más. Ella no se había opuesto al reclamo mientras yacía bajo él,
relajada y saciada, aunque sabía que eso no era lo mismo que aceptarlo. Pero lo haría, con el
tiempo. Ya había aceptado su cuerpo en su cama.
- ¿Te permitió dormir con ella? - preguntó Finn, mirando hacia el cuarto de baño y Lana.
-No, - negó él. Intentó no sonreír, pero fue un pobre esfuerzo.
-Apestas a ella, - gruñó Jay, con su habitual buen humor empañado por los evidentes celos.
Se encogió de hombros. -Cuando se despertó esta mañana, me invitó a su cama. -
Sabía que la había empujado, que la había agobiado, pero cuando olió su excitación, un entusiasmo
que no existía cuando ella dormía y que era sólo y para él, supo que lo recibiría. Y, por Dios, que
le dio la bienvenida.
- ¿Para complacerla? - preguntó Lyne con entusiasmo. - ¿O te permitió aparearte con ella? -

52
- ¿No puedes decirlo? - Jay escupió. -Mira su cara. No ha parecido tan satisfecho desde que
venció a Finn para ocupar la posición de Alfa dentro de la manada. -
-También te ganó a ti, - refunfuñó Finn.
-Con toda razón, - coincidió Jay. Volvió a centrar su atención en Vall. - ¿Cómo fue? No es
Triniun, ¿es como nuestras hembras? -
-Mejor, - respondió Vall. -Es sensible por todas partes. -
Alguien gimió en voz baja.
- ¿Y ella te tomó? - preguntó Lyne. - ¿Todo de ti? Es pequeña. -
-Es estrecha, - dijo Vall, sonriendo al recordarlo, -pero gloriosamente. -
Finn exhaló un largo suspiro, sin duda imaginándolo. Estaba deseando descubrirlo por sí mismo.
A Vall le hacía rugir todo lo que había en él al contemplarlo, pero así era como funcionaban. La
manada, no sólo un macho, se apareaba con la hembra. Aun así, no tenía intención de empujarla
a los brazos de Finn. Si ella quería volver a Vall por una segunda vuelta, no la cuestionaría.
-Quiero llevarla a ver a Danin y Bern, - dijo cambiando de tema. -Tenemos que entender su
sangre, lo que está haciendo. -
- ¿Crees que es inseguro? - Finn preguntó.
-No me importa si lo es, - Jay se refirió. -No me importa si es veneno, quiero más de ella. -
-Juraría por mi vida que no es veneno, - dijo Vall. -Pero no se parece a nada que haya probado
antes. Creo que tenemos que saber más. –
- ¿Confías en ellos? - dijo Finn, volviendo su mirada a buscar a Lana en el pasillo. -Si es unas
hembra cinco estrellas, todos los guerreros de Trinia van a querer intentar arrebatárnosla de
las manos. -
-Que lo intenten, - gruñó Lyne, sorprendiendo a Vall. Lyne solía ser el más relajado de la manada.
Sin embargo, estaba de acuerdo con él. Destrozaría a cualquier otro Guerrero que se atreviera
a desafiarlo por su compañera.
-Confío en ellos, - dijo, su voz áspera con agresión contenida, el dragón dentro de él empujando
a ser liberado para proteger a su hembra. -Y cualquiera que intente venir por ella morirá. –

53
Danin y Bern vivían en una villa aislada en las llanuras. Era difícil llegar ahí, deliberadamente
fuera de los caminos trillados. No había carreteras ni nada que apuntara hacia el lugar. Si Vall
no hubiera tenido las coordenadas exactas para dirigir el vehículo aerodeslizador, nunca lo habría
encontrado y ya había estado allí al menos una docena de veces. Cuando vio la pequeña agrupación
de árboles, incongruente en medio de la interminable arena y roca, supo que se estaban acercando.
Los Pensadores habían encontrado un pequeño oasis en la árida tundra, un pozo natural que
alimentaba un pequeño grupo de flores y fauna junto con su casa.
Habían creado un laboratorio en un nivel subterráneo bajo la modesta estructura de una sola
planta, pintado de un color arena para mezclarse con el mundo que lo rodeaba y poder trabajar
sin tener que salir de su pequeño trozo de Utopía. Sin embargo, por lo que Vall sabía, pasaban
casi todo el tiempo en el sótano con sus experimentos y sus investigaciones en lugar de disfrutar
del hogar que habían creado. Su trabajo era su vida.
Al desacelerar el vehículo aerodeslizador a medida que se acercaban, miró hacia donde estaba
sentada Lana, rodeada por el resto de la manada. Jay había tomado el asiento frente a ella,
encaramado en el borde para que sus rodillas estuvieran a un pelo de tocarse. Hablaba
animadamente, las palabras eran difíciles de distinguir por el ruido del motor, pero fuera lo que
fuera, Lana sonreía, con un ligero rubor en las mejillas. Vall resopló. Seguramente Jay estaba
tratando de seducirla, de animarla a pasar por encima de Finn en el orden jerárquico y llevarle a
su cama. Si la forma en que Finn lo miraba con el ceño fruncido era un indicio, también lo sabía.
A él tampoco le gustaba, tenía toda la intención de estar allí para guiar el camino cada vez que
Lana permitiera que otro miembro de la manada la tocara y le diera placer.
-Ya hemos llegado, - dijo innecesariamente, apagando el motor y atrayendo de nuevo la atención
de Lana hacia él. Miró hacia la casa, sin duda viendo las cámaras de seguridad y las rejas de
hierro que cubrían todas las ventanas. A Danin y Bern les gustaba su intimidad y no les gustaba
que les interrumpieran.
Sin embargo, lo harían hoy, cuando se dieran cuenta de lo que Vall les había traído.
-Toma, Lana, - dijo Jay, poniéndose en pie y ofreciendo su mano. -Deja que te ayude a bajar. -
Sin embargo, en algún momento en el que Lana pasó de estar sentada a estar de pie, Jay acabó
tumbado en su asiento y Finn estaba allí en su lugar, cogiendo el codo de Lana y luego rodeando
su cintura con las manos mientras la levantaba.

54
Jay gruñó y habría salido disparado del vehículo aéreo, con las garras extendidas, si Vall no lo
hubiera sujetado por el cuello.
-Calma, - le dijo, el dominio en su tono y la fuerza de su agarre conteniendo a Jay, cuando el
guerrero se hubiera desprendido de su agarre y hubiera volado hacia Finn una vez más. -Tendrás
tu oportunidad, pero si intentas subvertir el orden jerárquico, Finn reaccionará y no lo detendré.-
Hizo una pausa, asegurándose de que Jay estaba escuchando. - ¿Recuerdas con qué facilidad te
ganó para ocupar su lugar como mi Segundo? -
Eso fue cruel, Vall lo sabía incluso mientras lo decía, la derrota seguía siendo una espina en el
orgullo de Jay, pero tuvo la reacción que Vall esperaba. El cuerpo de Jay perdió su rígida tensión,
sus garras se retrajeron de nuevo.
-Además, - dijo Vall, soltando ahora que la amenaza de violencia había pasado, - ¿cómo te sentirías
si accidentalmente hirieras a Lana? -
-Yo nunca..., - protestó Jay.
-No a propósito, - aceptó Vall. - Pero bien podrías asustarla lo suficiente como para que no quiera
nada contigo –
Eso afectó a Jay como ninguna otra cosa lo había hecho, ni siquiera la fuerza del dominio alfa
de Vall. Asintió con la cabeza y miró a su compañera, que los observaba desde el lado de Finn y
Lyne, con la confusión creando una pequeña arruga entre las líneas de pelo sobre sus ojos. Cejas,
le había dicho a Vall cuando le preguntó, pasando un dedo por los delicados arcos.
-Pensamos que era mejor esperar a que llamaras a la puerta, - comentó Finn con sequedad
mientras Vall y Jay bajaban del vehículo aerodeslizador. Inclinó la cabeza hacia la pequeña pantalla
empotrada en la pared junto a la entrada principal. La propia puerta estaba ligeramente
empotrada, con un campo eléctrico crepitante que impedía el paso. -Había olvidado lo amistosos
que eran, - añadió con sarcasmo.
Vall sonrió y se acercó a la pantalla, registrando la huella de su mano cuando la presionó
ligeramente. Los dos pensadores ni siquiera serían notificados a menos que alguien cuyas huellas
hubieran sido registradas y aprobadas tocara la pantalla. Los extraños se quedarían fuera en el
calor para esperar hasta que se rindieran y volvieran a casa.

55
Tardó un rato, pero finalmente el rostro de Danin apareció en la pantalla. Parecía cansado, con
las pupilas delgadas y la piel opaca y seca.
- ¿Qué? - preguntó, mirando a Vall. -De hecho, ¿sabes qué? No importa lo que sea. Estoy ocupado,
vete. -
Esperando esta reacción, Vall sacó el objeto que había cogido antes de salir de la guarida y lo
acercó a la pantalla para que Danin lo viera antes de cortarles el paso, cosa que claramente iba
a hacer.
Danin hizo una pausa, luego entrecerró los ojos y se acercó a la cámara.
- ¿Qué es eso? -
-Un arma. –
Danin resopló. -Un niño podría hacer eso. No es una gran arma. - Sin embargo, estaba intrigado.
Conocía a Vall. - ¿De dónde lo has sacado? -
-Lo saqué de un sable, - dijo Vall con indiferencia.
Danin lo miró fijamente durante un largo y duro momento, y luego apagó la pantalla. Unos
segundos después, el campo de fuerza que impedía a los visitantes acercarse a la puerta principal
desapareció.
Danin ya estaba allí, asomándose por la gruesa barrera metálica.
- ¡Dámela!, - exigió, extendiendo la mano.
Vall cedió el arma de buena gana, pasó un brazo por la cintura de Lana y la condujo al interior.
Danin se apartó lo suficiente como para dejarlos entrar, pero su atención estaba fija en el objeto
que tenía en las manos.
-Trabajo en metal, - dijo. -Realmente han progresado en el trabajo del metal. Es un comienzo
burdo, pero significa que han descubierto el proceso. Hace milenios que no hacemos metal así,
así que deben haberlo descubierto por su cuenta. - Hizo una pausa y miró distraído hacia arriba.
- ¿Hablaste con el sable del que lo tomaste? -
Puede que hayan dedicado su vida a investigar el problema de la sangre Triniun, pero la evolución
de los sables era su hobby, y se lo tomaban tan en serio como todo lo que hacían. -No se sentía
muy hablador. - Vall comentó sin palabras.

56
- ¿Lo mataste? - Danin frunció el ceño.
-Para eso me pagan, - le recordó Vall.
Danin puso los ojos en blanco y negó con la cabeza, murmurando para sí mismo mientras los
guiaba por la casa y luego hacia abajo, al laboratorio, apagando varios sistemas de seguridad a
medida que avanzaba. Si alguien, incluso un guerrero tan experimentado como Vall, intentaba
acceder a este lugar sin que Danin y Bern lo dijeran, se encontraría rápidamente rezumando por
el suelo, con sus cuerpos cortados en innumerables pedazos. Puede que la pareja no tenga la
complexión o los músculos de los guerreros, pero lo compensaban con creces con su mente.
Cuando entraron en el laboratorio propiamente dicho, Danin se dirigió directamente a donde Bern
estaba examinando algo. Cuando entraron en el laboratorio propiamente dicho, Danin se dirigió
directamente a donde Bern estaba examinando algo con un microscopio, le dio un golpecito en el
hombro y le entregó el cuchillo sin mediar palabra. Sin embargo, sus ojos le indicaron a Vall que
estaban manteniendo la conversación, utilizando las habilidades telepáticas de los Pensadores.
Una vez lo intentaron con Vall, introduciendo las palabras en su cabeza. Tuvo un breve destello
de lo que intentaban decir, pero también un cegador dolor de cabeza.
- ¿Lo has matado? - preguntó Bern, frunciendo el ceño.
-Me temo que sí. -
Suspiró con fuerza, y luego observó a la comitiva que violaba el santuario del laboratorio, en
particular a Lana. Vall le rodeó la cintura con el brazo de forma protectora, aunque era
exactamente para lo que habían venido.
-Lana, - dijo. -Este es Danin y su compañero, Bern. -
- ¿Una hembra sin marca? - preguntó Bern. Luego negó con la cabeza, moviéndose de su taburete.
-No, ella no es Triniun. -
Vall intentó no sonreír. Habían conseguido entrar y ahora habían despertado el interés de Bern.
Los Pensadores definitivamente los ayudarían ahora.
-No lo es, - aceptó. -Su planeta es un lugar llamado Tierra. Llegó a través del transportador
por accidente y un Administrador la puso en los desafíos como tributo. -
- ¿No pudo enviarla de vuelta? - preguntó Danin, sorprendido.

57
-Al parecer, no. -
-He muerto, - dijo Lana de repente. Habló en voz baja, pero las palabras resonaron en la
habitación.
- ¿Qué? - insistió Vall, tirando de ella para poder abrazarla bien.
-He muerto, -repitió ella, volviendo a aparecer esa pequeña línea entre las cejas, señal de su
infelicidad. -Tuve un accidente de coche. Quiero decir, Rin dijo que no podía enviarme de vuelta
de todos modos porque no sabía dónde enviarme, pero no sé si podría haberlo hecho incluso si
hubiera querido. -
- ¿Rin? - preguntó Bern en voz baja.
-El Administrador, - le dijo Vall, con la mirada fija en su pequeña compañera. Estaba molesta,
con los hombros encorvados y los ojos brillantes. -Nunca me lo dijiste. -
Ella se encogió de hombros. -No ha habido mucha oportunidad. - Respiró profundamente. -Te
dije que no debía estar allí, nunca preguntaste por qué. -
-Lo... siento, Lana. -
La vergüenza se apoderó de Vall. Ella tenía razón, no había preguntado. Había estado demasiado
cegado por el sabor eufórico de su sangre, el dragón exigiendo que la tomara y huyera. Sin
embargo, una pequeña parte de él se sintió aliviado. No quería que pensara siquiera en dejarlo. A
ellos. Nunca. La atrajo hacia él, presa de una fuerte emoción, con una mano ahuecando la parte
posterior de su cabeza, y se volvió hacia Danin y Bern. -No ha sido probada. -
- ¿Por eso estás aquí? - preguntó Danin, arrugando la cara en señal de disgusto. - ¿Para pedirnos
que analicemos a una hembra al azar? Hay centros para eso. ¿Sabes lo importante que es nuestro
trabajo? Nosotros... -
El gruñido gutural que salió del pecho de Vall ahogó las palabras en la garganta de Danin, cuyos
ojos se abrieron de par en par mientras retrocedía hacia su compañero.
-Necesito que la pruebes, - le dijo Vall, con la voz poco más que un gruñido, -porque hay algo
especial en ella. Su sangre, es... despierta a mi dragón. -
Los dos pensadores tardaron un momento en asimilarlo, pero cuando lo hicieron, se volvieron y
se quedaron boquiabiertos mirando a Lana.

58
Capítulo Diez

No sabía qué tenían las palabras de Vall para que los hombres, los pensadores, según me había
dicho Vall, se pusieran en movimiento. Danin cogió una tablet y sus dedos volaron por la pantalla,
mientras el otro, Bern, cogía un pequeño equipo que se parecía un poco a una pistola, cuyo
elemento clave, al menos para mí, era la aguja que brillaba en el extremo.
Retrocedí instintivamente, nunca me habían gustado las inyecciones y realmente no me gustaba
la idea de dejar que dos extraños alienígenas me pincharan, pero Vall me sujetó.
-Es una simple extracción de sangre, - me tranquilizó. -No dolerá. -
Lo dudaba mucho, pero me quedé quieta y dejé que el Pensador se acercara. Me dedicó lo que
supuse que era una sonrisa tranquilizadora, pero la avaricia de sus ojos acabó con el efecto. Me
cogió la muñeca y la giró, exponiendo el interior de mi brazo a su pequeña máquina. Me estremecí
y mi bíceps se tensó involuntariamente, pero entre los brazos de Vall que me rodeaban y el firme
agarre de Bern a mi muñeca, no tenía dónde ir. Se produjo un fuerte rasguño y un pequeño
escozor. Sólo duró un latido antes de que Bern retirara el dispositivo y me soltara. Tiré del
brazo hacia atrás, sujetándolo de forma protectora contra el pecho y le miré fijamente, aunque
no me había dolido realmente.
-Tú también deberías probarme, - se ofreció Vall. -Me siento... cambiado. –
Me sentí un poco mejor cuando Bern regresó, empujando la aguja contra el brazo de Vall -Danin
ya estaba ocupado metiendo mi muestra en otra máquina, especialmente cuando vi lo mucho que
tenía que presionar contra el interior del brazo de Vall para perforar su piel más dura. Estiré la
mano y pasé los dedos por el lugar, sintiendo la diferencia entre nosotros. Su brazo carecía
completamente de pelo, pero la piel era más dura, casi de textura anfibia, aunque era mucho más
flexible, el músculo de su antebrazo se movío en respuesta a mi tacto.
La mirada de Vall estaba caliente en la mía, sólo ese pequeño toque despertó algo en él. No iba
a fingir que eso no me gustaba. Abrió la boca para hablar, pero Danin hizo un ruidito de sorpresa,
distrayéndonos a ambos.
- ¿Qué? - preguntó Vall, cruzando la habitación para mirar por encima del hombro de Danin y
llevándome con él. - ¿Qué pasa? -

59
Danin volvió a teclear en su tableta, con símbolos volando por la pantalla.
-Primero pasé su sangre por la prueba genérica, - dijo, y luego dio un pequeño gruñido que creo
que debía pasar por humor. -No debería estar sin marcar. -
- ¿Es una mujer de cinco estrellas? - preguntó Vall. - ¡Lo sabía! -
-No, - murmuró Danin distraídamente.
- ¿No? - Vall parecía un poco decepcionado. - ¿Cuatro entonces? ¡No puede ser menos!, - exclamó
cuando Danin sacudió un poco la cabeza.
-No lo es. –
- ¿Seis? - Vall sonaba asombrado. -Nunca he oído hablar de una mujer de seis estrellas, ni siquiera
en nuestra historia. -
-No seis, - corrigió Danin. -Siete. -
Un silencio absoluto descendió sobre el laboratorio, sólo roto por los pequeños sonidos de Berna
introduciendo la muestra de Vall en una máquina diferente, ésta de extraña forma circular, que
empezó a girar a gran velocidad en cuanto el tubo de la muestra encajó en su sitio.
- ¿Siete estrellas? - Finn jadeó, acercándose a nosotros. - ¿Es eso posible? -
-Aparentemente sí, -respondió Danin con sorna.
-Siete estrellas, - oí murmurar a Lyne detrás de mí. -Dioses. -
- ¿Eso es bueno o malo? - pregunté, mirando de un lado a otro.
-Es inaudito, - suplió Danin, no muy útil. Me volví hacia Vall, que se estaba recuperando lo
suficiente de su shock como para desplegar una sonrisa.
-Es maravilloso, - me aseguró. Se volvió hacia Danin. - ¿Estás seguro? -
El Pensador no se molestó en responder, sólo hizo un ruido de desprecio porque Vall puso en
duda su palabra. -Sólo crearé una entrada para ella en el registro, luego podré hacer sus marcas.-
- ¡Para! - La orden de Vall fue acompañada por una mano que aterrizó con fuerza en el hombro
de Danin. El Pensador se congeló y dirigió una mirada cautelosa a Vall. -No la introduzcas en el
registro. –

60
-Tengo que hacerlo, - dijo Danin lentamente. -Es la ley. -
-Me importa una mierda la ley. Si pones esa entrada ahí, le pones una baliza. -
- ¿Y tú respuesta es qué? ¿Esconderla? ¿Fingir que no existe? Creo que otros Guerreros pueden
empezar a hacer preguntas difíciles si tienes razón y ella ha despertado a tu dragón. ¿No crees
que podrían preguntarse por qué hay bestias completamente formadas surcando el cielo después
de un milenio de nada más que nubes? -
El tono del Danin no me pareció especialmente acertado, dada la mirada furiosa de Vall. No se
inmutó, aunque prácticamente pude oír el crujido de los huesos de su hombro cuando Vall apretó
el agarre.
-No podrás ocultar esto, - continuó en voz baja. -Si lo intentas, pueden utilizarlo como motivo
para quitártela cuando finalmente salga a la luz. -
-No dejaré que nadie me la quite, - gruñó Vall.
- ¿Tú y tu manada contra todos los Guerreros de Trinia? Morirías, y ella también moriría en el
furor, o quedaría vulnerable y desprotegida después. -
Respiré con fuerza, segura de que Vall iba a explotar, y no era el único; podía oír un gruñido bajo
proveniente de uno de los demás miembros de la manada en el fondo, pero después de apretar la
mandíbula con fuerza durante un largo momento lleno de tensión, Vall aflojó deliberadamente su
agarre y soltó a Danin.
-Puedo enterrar la entrada, - ofreció el Pensador. -Hacerla de manera que no se marque a menos
que alguien la busque específicamente. –
-Gracias, - respondió Vall con los dientes apretados.
Danin asintió con la cabeza y siguió dando golpecitos durante unos instantes, luego se puso de
pie y estiró la mano para bajar una máquina de un estante sobre su cabeza. Estaba cubierta de
una ligera capa de polvo que sopló antes de pulsar un botón para probarla.
-No está calibrada para crear siete estrellas, -dijo, mirando hacia abajo.-Pero puedo solucionarlo.-
Me recosté en Vall, muy insegura. Lo que tenía Danin en la mano no parecía más que una pistola
de tatuar, ¿y me la iba a poner en la cara? ¿Tatuar la piel justo debajo de mi ojo? ¿Y si su mano
se resbalaba? ¿Y si estornudaba y la cosa saltaba, clavando las agujas en mi globo ocular?

61
-Lana, - murmuró Vall, cambiándose para estar ligeramente detrás de mí, con los brazos alrededor
de mi cintura y la cabeza baja para que su boca estuviera junto a mi oreja. -Estás temblando. -
- ¿Cómo funciona?, - pregunté nerviosa. - ¿Y si falla y me daña el ojo? -
-No lo haré, - respondió Danin, ofendido.
Ya.
- ¿Duele? –
-Los bebés pasan por esto, - dijo, y el ceño fruncido de su frente sin cejas me dijo que pensaba
que yo estaba siendo infantil. Bueno, los bebés también tienen que someterse a la circuncisión,
pero los hombres adultos no están haciendo cola para someterse al procedimiento, ¿verdad?
-No te dolerá, - canturreó Vall. Miró a Danin. -Si lo hace, le arrancaré los brazos. -
Solté una carcajada, pero era la única. Cuando Danin se acercó a mí, Finn apareció detrás de él,
con los brazos cruzados para enfatizar sus grandes bíceps y un ceño fruncido que advertía
violencia si yo emitía un pequeño gemido de dolor. Danin lo ignoró, fingiendo que no le afectaba,
pero me empezó a preocupar que lo intimidaran hasta que metiera la pata. No quería mis estrellas,
pero si tenía que tenerlas, tampoco las quería borrosas y torcidas.
Intenté calmarme, liberando la tensión de mis hombros, decidida a no hacer ningún ruido, aunque
me doliera. Danin me presionó la máquina en el lado izquierdo de la cara, debajo del ojo, justo
donde el pómulo se une a la nariz, y la sentí vibrar. No hubo el pellizco agudo de una aguja, pero
sentí la piel caliente hasta el punto de arder. Poco a poco, la fue acercando a mi oreja, dejando
un rastro de hormigueo y tensión en la piel. Cuando se detuvo y retiró la mano un poco, exhalé
con fuerza, pero no había terminado.
-No te muevas, - me advirtió. -Sólo un momento más. -
Esta vez empezó por el exterior, la máquina presionó un poco más abajo y sólo la arrastró un
poco antes de detenerse y retroceder por completo.
- ¿Ya está? - Pregunté. - ¿Ya está hecho? -
Vall prácticamente empujó a Danin a un lado en su prisa por ponerse delante de mí. Me miró a
la cara y me puso la mano en la mandíbula.
- ¿Estás bien?, - preguntó.

62
-Me ardió, - admití. -Pero no ha sido tan grave. ¿Cómo... cómo se ve? -
Danin le entregó a Vall su tablet en silencio, y cuando Vall la levantó frente a mí, pude ver mi
cara reflejada en la pantalla como si fuera una cámara frontal. Tenía un aspecto salvaje, los ojos
muy abiertos por la adrenalina y la piel pálida. Mi mejilla izquierda era de un color rosa intenso,
pero las propias estrellas eran negras. Estaban ordenadas, agrupadas en una fila de cinco, con
dos metidas en una línea inferior. Eran exactamente iguales a las estrellas que había visto en las
otras tributos, salvo que yo tenía siete.
-No va a importar que su nombre esté en un registro si va por ahí con su pureza de sangre en
la cara, ¿verdad? - Comentó Jay, con la mirada preocupada cuando él también se acercó a mirar.
-Podemos protegerla, - dijo Vall. -Y Danin tiene razón, tenemos que hacer las cosas bien. No les
daré ninguna excusa para intentar arrebatárnosla. -
-Tal vez pueda quedarme en la casa. - Lo dije en broma, pero una mirada a la expresión sombría
de Vall me dijo que lo estaba considerando seriamente.
- ¿Y mi sangre?, - preguntó, volviéndose hacia Bern. - ¿Ves algo en ella? -
Bern había permanecido en silencio hasta ese momento, ocupado en lo que fuera que estuviera
haciendo con la muestra de Vall. Levantó la cabeza del microscopio al que había estado mirando
con los ojos entornados y miró a Vall con exasperación.
-Sólo la he tenido durante cinco minutos. Paciencia, Guerrero. Me pondré en contacto contigo
cuando sepa lo que estoy viendo. -
Podía ver que Vall quería respuestas, y las quería ya, pero se conformó con un breve asentimiento.
Volvió a mirar a Danin, que me había quitado la tablet de las manos y volvía a revolotear por la
pantalla con los dedos.
- ¿No se lo dirás a nadie? - preguntó Vall, aunque fue más bien una exigencia gruñida.
- ¿A quién se lo voy a contar? - preguntó Danin. - ¿Quién sabe siquiera que estás aquí? Si se
revela su estado de sangre, no habrá salido de mí. Aunque eres un tonto si esperas mantenerlo
en secreto por mucho tiempo. -
Vall resopló, dando una palmadita a Danin en el hombro en un gesto amistoso que quizá fue un
poco más contundente de lo necesario.

63
-Estaré esperando noticias tuyas, - dijo. -Le agradezco su ayuda de hoy. -
Ni Bern ni Danin nos acompañaron al subir y salir. En su lugar, cada puerta que habíamos
atravesado para llegar allí abajo se cerró tras nosotros con un sonoro golpe y un zumbido que
hablaba de múltiples cerraduras que se activaban. Era como un búnker nuclear con esteroides,
no podía imaginarme pasar mucho tiempo allí abajo sin volverme loca por la claustrofobia.
Salir de nuevo a la luz del sol fue una bocanada de aire fresco, aunque ese aire fuera caliente,
húmedo y ahogado por el polvo. Vall me ayudó a subir al vehículo aerodeslizador, luego se sentó
y me subió a su regazo, dejando el pilotaje a Finn. Cuando el vehículo cogió velocidad, me giré
hacia él, apoyando la cabeza en su hombro. La adrenalina que había sentido en el laboratorio de
Danin y Bern se había desvanecido y ahora sólo me sentía anulada. Vall no se quejó, me rodeó
con sus brazos y me acarició el cabello. Un momento después, sentí que sus manos empezaban
a recorrer la longitud de mi muslo y a trazar la curva de mi cintura. Cuando pasó las yemas de
sus dedos por el lado de mi pecho, me moví y me aparté de él.
- ¿No?, - preguntó, con una voz lo suficientemente baja como para no traspasar los límites de
los dos. -Disfrutas de mis caricias. -
Lo hacía. Lo hacía mucho, pero también era muy consciente de que Jay y Lyne estaban sentados
a menos de dos metros de distancia y nos observaban, y también de Finn, cuya cabeza no dejaba
de girar en mi dirección.
-Eres tímida, - adivinó. -No hay necesidad de serlo. Con los guerreros, toda la manada se acopla
a la hembra. Aceptar a uno es aceptarnos a todos. -
Así que sí compartían una mujer. Solté un grito de asombro, pero mentiría si dijera que no me
intrigaba la idea. Retrocediendo un poco, miré a Jay y a Lyne, cuyas miradas estaban clavadas
en nosotros dos, en los dedos de Vall, que habían vuelto a acariciar, rozando arriba y abajo la
piel de mi costado, a un pelo de mi pecho. Podía haber movido el brazo y atrapar su mano,
detener su movimiento. De hecho, podría haberlo apartado por completo. Pero no lo hice.
-Así no es como hacemos las cosas en mi tierra, - tartamudeé.
-Pero no estás allí, - argumentó. -Estás aquí. -
Me tenía ahí. Mientras Jay captaba y mantenía mi mirada, Vall se metió el lóbulo de mi oreja en
la boca y utilizó su lengua para bordear el delicado borde.

64
Sentí que el pulso comenzaba a latir entre mis piernas, mis pechos casi dolían por su necesidad
de ser tocados. Lenta y deliberadamente, me moví un poco en el regazo de Vall para que mi pecho
rozara su mano, su nudillo recorriendo mi pezón. Atravesaba mi ropa, la túnica hasta las rodillas
y los leggings que llevaba como otra prenda de secundaria, pero lo sentí como un rayo de fuego.
Hice un pequeño sonido inarticulado, arqueando la espalda con la esperanza de que lo hiciera de
nuevo.
Lo hizo, y su otra mano me tomó la nuca y se aseguró de que no apartara la vista de donde Jay
y Lyne me miraban, Jay tan adelantado en el asiento que parecía dispuesto a caerse en cualquier
momento.
-Huelo tu excitación, Lana, - me susurró Vall. -Creo que te gusta que te miren. ¿Quieres llamarlos
para que vengan y se pongan de rodillas frente a ti? ¿Dejarías que jugaran con tus bonitos
pechos? -
Me soltó el pelo para coger los dos senos, levantándolos ligeramente con las manos como si se
los ofreciera a los otros dos guerreros. Cuando pasó sus pulgares por mis dos pezones con un
movimiento firme, toda la parte inferior de mi cuerpo se apretó y grité.
- ¿Y bien?, - murmuró. - ¿Debo hacerlo? -
Estaba a punto de decir que sí cuando Finn me interrumpió.
-Vall, nos están llamando. - Hizo una pausa. -Es el Alto Defensor Ginn. -
Vall pasó las yemas de sus dedos una vez más por la parte inferior de mi pecho, y luego dejó
caer sus manos a mi cintura. Suspiró con fuerza. -No puedo ignorar esto, - me dijo. -Perdóname,
Lana. -
Agarrándome con fuerza, me levantó de su regazo y me depositó en el asiento. Su erección salto
en sus pantalones cuando se levantó, y se detuvo para ajustarse con una mueca antes de dirigirse
a donde Finn esperaba en los mandos. Curiosa, me acerqué un poco más, tratando de captar la
conversación. No tuve que esforzarme mucho. El Alto Defensor, quienquiera que fuera, tenía una
voz estruendosa que se transmitía con facilidad.
-Ridian, - gritó. - ¿Dónde coño has estado? No he recibido respuesta a mis llamadas, ¿no tienes
tu comunicador personal contigo? -
-Lo siento, señor, - respondió Vall. -Estoy en la llanura, no hay señal. -

65
- ¿Qué demonios haces ahí fuera? -
Vall me miró y no me molesté en fingir que no estaba escuchando.
-Visitando a viejos amigos. -
El Alto Defensor se tomó un momento para responder. -Tus amigos tienen un gusto interesante
por el paisaje. - La sospecha en su tono era evidente.
-Son individuos inusuales, - coincidió Vall.
-Bueno, espero que estés casi de vuelta, porque me dirijo a tu casa. Quiero hablar contigo sobre
el problema del sable. Acabo de recibir una reprimenda del Soberano y estoy dispuesto a pasarle
ese fuste a otro. -
- ¿Vas a venir a la guarida de la manada? -
-Eso es lo que he dicho. Estaré allí en breve, así que mueve el culo. Fuera. -
La estática salió siseando del altavoz antes de que Finn girara un botón y lo silenciara. -Mierda,-
murmuró, mirando hacia mí. -Danin tenía razón, Vall. No vamos a poder esconderla. -
-Así es, - respondió Vall, con el ceño fruncido mientras también me contemplaba. -Pero eso no
significa que tengamos que agitarla delante de las caras de la gente, incluido el Alto Defensor.
Jay, Lyne, cuando volvamos a la guarida, llévenla directamente a su habitación y quédense allí.
Dejaremos las presentaciones de nuestro ilustre líder para otro día. - Se volvió hacia Finn. -
Quiero llegar antes que él. -
Asintiendo con un gesto sombrío, Finn aceleró a fondo y el vehículo aerodeslizador respondió,
volando a través de las arenas hasta que el paisaje que me rodeaba se convirtió en nada más que
un borrón.

66
Capítulo Once

Llegamos antes que el Alto Defensor, la pista de aterrizaje frente a la casa, que ahora sabía que
se encontraba en una cresta en las estribaciones de la ciudad, todavía vacía cuando Finn guio el
vehículo aerodeslizador para que aterrizara. Sin embargo, fue algo que estuvo a punto de ocurrir.
En cuanto Finn apagó el motor, me di cuenta del zumbido de otro vehículo, que se hacía cada vez
más fuerte.
-Llévala dentro, - ordenó Vall.
Jay se tomó la instrucción al pie de la letra, me levantó y bajó del vehículo conmigo en sus
brazos. Sonrió ante el pequeño e indigno chillido que solté, y me llevó a toda prisa por la casa
hasta que llegamos al gran dormitorio que me habían dado. Al principio pensé que iba a tirarme
a la cama. Una pequeña parte de mí esperaba que lo hiciera, y que me siguiera, pero en lugar de
eso me puso suavemente de pie junto a la cama. Lyne nos había seguido hasta la casa, pero se
desvió en algún punto entre la puerta y mi dormitorio. Nos quedamos solos Jay y yo, que me
dió una mirada que imaginé que un tigre podría dirigir a un conejo, justo antes de comérselo.
- ¿Cuánto tiempo crees que vamos a tener que quedarnos en esta habitación? - pregunté.
Jay se encogió de hombros, sonriendo pícaramente. -El tiempo que sea necesario. Espero que
mucho. -
Miré alrededor de la habitación. Aparte de un taburete bajo y una mesa vacía, un baúl lleno de la
ropa que había estado saqueando, no había literalmente nada en la habitación más que la cama.
Ni siquiera había un balcón para salir a admirar la vista.
- ¿Qué vamos a hacer? -
Pregunta estúpida. La respuesta de Jay fue una larga y lenta sonrisa. Aparté la mirada de él,
turbada, pero entonces mi mirada se posó en la cama y todo lo que pude imaginar fue a los dos
allí, enredados en las sábanas.
- ¿En qué estás pensando?, - murmuró, con los ojos medio cerrados en estrechas rendijas. Inspiró
profundamente y recordé lo bueno que era su sentido del olfato.
-Comida, - solté. -Tengo hambre. –

67
La sonrisa que me dedicó fue absolutamente letal. -Yo también. -
¿Había algo que el hombre no pudiera convertir en sexo?
No estaba acostumbrada a los hombres coquetos, no así. Los encantadores guapos solían centrar
su atención en otras mujeres, más jóvenes, con rostros más bonitos y tetas más paradas. Yo
no era fea ni una especie de alhelí, pero no estaba preparada para la burlona sexualidad de Jay.
Miré hacia la puerta, pensando en escapar antes de estallar en llamas, maldito sea el Alto
Defensor, pero Lyne apareció, bloqueando el camino.
- ¿Tienes hambre?, - preguntó. En sus manos tenía una gran bandeja llena de comida.
- ¡Sí, por favor! - Aproveché la idea como un salvavidas, me apresuré a acercarme a Lyne y me
movi mientras él colocaba la bandeja sobre la mesa. Había pequeños cuencos de algo que parecía
chile o guiso y una gran bandeja de frutas apilada con diferentes bayas y frutas cortadas. Tres
pequeños vasos llenos de líquido oscuro ocupaban el resto del espacio de la bandeja.
Sólo había un taburete, así que me senté mientras Jay y Lyne se alzaban sobre mí mientras
comíamos el guiso. Era un poco picante para mi gusto, y me encontré refrescando la boca con la
bebida, que era una especie de zumo de frutas. No me di cuenta hasta que terminé mi guiso y
estaba sorbiendo el resto de mi bebida, mi lengua perdiendo el aguijón del picante, que había un
fuerte golpe de alcohol. Oops.
Entre la comida y el zumo con alcohol, me sentía agradablemente cálida, escuchando la
conversación en voz baja de Jay y Lyne sobre lo que podría querer el Alto Defensor. Una visita
personal era, al parecer, un acontecimiento inusual, y por el pequeño vistazo que Lyne había
echado cuando pasó por la sala de estar al volver de la cocina, el Alto Defensor no había parecido
contento.
-Ya lo averiguaremos, - dijo finalmente Jay encogiéndose de hombros. Me miró y vio que los
observaba con ojos ligeramente vidriosos. Una sonrisa socarrona se dibujó en su cara y cogió la
bandeja en la que estaba la fruta. - ¿Estás lista para el postre?, - me preguntó.
Empezaba a pensar que más comida en mi estómago podría ser una buena manera de
contrarrestar el alcohol, así que asentí, alcanzando una rebanada de algo que parecía pera.
-Nuh uh. - Jay me agarró la muñeca, sujetándola y levantando el plato fuera de mi alcance al
mismo tiempo. -Esto no funciona así. Si quieres una golosina, tienes que venir aquí y cogerla. -

68
Se echó hacia atrás hasta que la parte posterior de sus piernas tocó la cama, y luego se extendió
sobre ella, levantándose de lado, con el plato de fruta sobre las mantas justo delante de él. Había
un desafío en sus ojos cuando señaló un lugar al otro lado del plato, invitándome a unirme a él.
Dudé, pero entonces una vena temeraria hasta entonces dormida se despertó en mi interior y
me susurró que debía hacerlo. Ignorando todas las voces mucho más fuertes y sensatas que
decían que era una mala idea, me levanté y me acerqué a él con un paseo tan seductor como era
capaz. La cama estaba a la altura perfecta para él, pero alta para mí. Levanté una rodilla y
estaba a punto de dar un pequeño salto para subirme, lo que habría sido mucho menos sexy,
cuando unas manos me agarraron por detrás y me levantaron lo suficiente para que pudiera
transferir mi peso al colchón y empezar a arrastrarme hacia Jay.
-Buena chica, - dijo suavemente.
Me acosté frente a él y sentí un calor inmediato en mi espalda cuando Lyne se estiró detrás de
mí. Las voces sensatas de mi cabeza chillaron alarmadas, pero la pequeña y traviesa temeraria
siseó que debía quedarme allí. Asombrada por mi propia desfachatez, me retorcí para ponerme
más cómoda y me acobijé más en Lyne mientras lo hacía. Se quedó quieto un instante, y sentí
que una mano suave empezaba a acariciar mis mechones rebeldes, tirando ligeramente de ellos y
provocando pequeños cosquilleos en mi cuero cabelludo. Cerré los ojos brevemente, disfrutando
de la sensación, me encantaba que la gente jugara con mi cabello, y luego cogí una pieza de fruta.
Jay me frustró de nuevo, esta vez dándome una palmada en la mano.
Me regañó, sacudiendo la cabeza como si estuviera decepcionado, y luego levantó el trozo de
fruta que había estado buscando.
-Así es como comemos la fruta, - dijo, acercándola a mis labios.
Pensé en cerrar los labios, señalando que podía comer mi propia comida, muchas gracias, pero
había dejado que Vall me diera de cenar la noche anterior. Abrí la boca, esperando que Jay lo
introdujera, pero en su lugar me pintó los labios con él, la fruta todavía en sus dedos cuando se
inclinó hacia delante y lamió el jugo.
-Pensé que este era mi postre, - dije sin aliento cuando se retiró.
-Se llama compartir, - murmuró.
Compartir, en efecto.

69
Lyne seguía pasándome los dedos por el cabello, aunque me lo había quitado del hombro, dejando
la piel al descubierto. Pasó su nariz por la curva, olfateando profundamente, y luego volvió a
seguir el mismo camino, esta vez con pequeños besos.
Mis labios se separaron en un jadeo y Jay me dio la rodaja de fruta. -Come, - me dijo.
No sabía a pera. Sabía a maldad e indulgencia, y miré a Jay, ansiosa de más.
A continuación, cogió una baya. Me la ofreció, dejando que estirara el cuello para alcanzarla, pero
luego se retiró y se la metió en la boca.
-Mmmm, - dijo, guiñándome un ojo.
Atrapada en el momento, olvidando que era la sensata Lana Murray, que no se enredaba en este
tipo de situaciones, hice un mohín. - ¿No estamos compartiendo? -
Jay se tragó el bocado de fruta y luego me sonrió. -Lo estamos. -
Se inclinó hacia delante y me besó, un beso de verdad esta vez, su boca separando la mía y su
lengua deslizándose dentro. Sabía a la fruta que acababa de comer, y lo lamí, bebiendo su sabor.
Cuando me retiré, Lyne tenía agarrado el cabello que había estado acariciando, y me inclinó la
cabeza para poder besarme también. Obviamente, había robado algo de fruta mientras yo no
miraba, y saboreé su sabor limpio y ácido. Habría esperado que el beso de Lyne fuera más suave
que el de Jay, más gentil, pero en cambio fue más duro, más exigente, con su mano en mi pelo
negándose a dejarme mover un centímetro. Cuando finalmente se levantó y me dio espacio para
respirar, estaba jadeando.
- ¿Estás bien? - preguntó Jay, atrayendo mi atención hacia él. -Te ves muy sonrojada. Tal vez
tienes demasiado calor. - Desvió su mirada hacia Lyne. -No queremos que se sobrecaliente. -
- ¿Qué? - Pregunté, parpadeando estúpidamente. -No, yo...-
Antes de que me diera tiempo a terminar la frase, Lyne se puso de rodillas en la cama. Me
levantó los hombros para que descansaran sobre sus muslos y sus manos bajaron para agarrar
el dobladillo de mi túnica. La subió y la quitó, dejándome al descubierto desde la cintura. No
llevaba sujetador porque no había podido encontrar nada parecido en el baúl de la ropa y me había
dado demasiada vergüenza pedir uno. Mientras estaba delante de Jay y despatarrada sobre Lyne,
las miradas de ambos recorriendo mi cuerpo semidesnudo, me arrepentí de aquella cobardía.
Sobre todo.

70
-Hermosa, - murmuró Lyne y mis manos, que habían estado subiendo lentamente para cubrirme,
pararon.
-Sujétala, Lyne, - dijo Jay, alcanzando una fruta púrpura oscura con forma de chile. Arrancó el
extremo con los dientes. -No quiero que se retuerza mientras trabajo. -
Lyne se agachó y me agarró las dos manos, levantándolas por encima de mi cabeza hasta que se
apoyaron en sus caderas. Tiré un poco, pero él apretó su agarre infinitesimalmente,
manteniéndome allí.
Jay, mientras tanto, había empujado el resto de la bandeja a un lado y cambió de posición en la
cama hasta quedar apoyado entre mis piernas, con los codos en el colchón a cada lado de mi
centro.
- ¿Por dónde empezar?, - se preguntó.
Alargando la mano, pasó el extremo sangrante de la fruta por una clavícula, rodeó el hueco de
mi garganta y continuó por la otra. Me hizo cosquillas, y los jugos de la fruta dejaron un rastro
húmedo que me hizo sentir un ligero cosquilleo por el aire fresco de la habitación. Mientras lo
observaba, volvió al centro y dibujó una línea hacia abajo, justo entre mis pechos hasta el ombligo.
Esta vez pude ver el ligero residuo púrpura que dejaba en mi piel.
-No podemos dejar de lado estos hermosos pechos, - me dijo Jay, cambiando su enfoque hacia
allí. Dibujó ligeramente alrededor de las partes inferiores y luego rodeó los bordes exteriores de
la areola de mi pecho izquierdo. Hizo una pausa y me miró para asegurarse de que le miraba.
Cuando vio que tenía toda mi atención, sonrió, y fue dibujando círculos hacia dentro en pequeños
incrementos, alargando el momento hasta que por fin pasó por la punta de mi pezón.
Me estremecí, retorciéndome contra su peso sobre mi pelvis, y eso me valió otra sonrisa.-
Lámelo,- le pedí.
-Escúchala, - dijo conversando con Lyne. -Haciendo demandas. - Sacudió la cabeza. -No he
terminado de pintar. - Para puntualizar su punto, sopló sobre mi pezón mojado, haciendo que se
tensara casi hasta el punto de doler.
Grité, tirando del agarre de Lyne, necesitada y frustrada, pero ambos se limitaron a reír.
-Se supone que debes disfrutar de esto, - me dijo Jay.
-Lo haría, - le respondí, -si te dieras prisa. -

71
Eso me valió otra risa y un movimiento de cabeza, Jay volvió a pintar esos círculos perezosos
alrededor de mi pecho derecho. En todo caso, esta vez lo alargó aún más, con sus ojos oscuros
observándome, atreviéndose a quejarse. Mantuve la boca cerrada, observándolo con avidez, mi
respiración se aceleró cuando llegó al centro.
Esta vez no me hizo sufrir. Tan pronto como la fruta se desprendió del extremo de mi pezón, él
estaba allí con su boca, aferrándose con fuerza, atrayendo todo a su boca y chupando, con su
lengua frotando mi punta dolorida contra el paladar.
Era un placer. Volví a apretar la cabeza contra Lyne y traté de levantar las caderas para chocar
con Jay, aunque no conseguí que me apretara.
- ¿Y su otro lado? - preguntó Lyne, divertido, cuando Jay levantó la cabeza, con la boca brillante
y húmeda.
-Eso lo dejo para ti, - le dijo Jay.
-No, - jadeé, luchando por incorporarme. Esta vez Lyne me dejó. -Me toca a mí. -
La sorpresa apareció en la cara de Jay por un momento, y luego se rindió, dejando caer la fruta
de nuevo en la bandeja con un sonido húmedo y recostándose contra mis almohadas.
-Soy tuyo para torturar, - me ofreció.
Bien. Porque tenía la intención de hacerlo.
Me arrodillé entre sus muslos revestidos de cuero y pasé las manos por su pecho desnudo. Al
parecer, las camisas no formaban parte del código de vestimenta de los Guerreros, aunque él
llevaba puños atados con fuerza alrededor de ambos antebrazos y bandas decorativas alrededor
de sus impresionantes bíceps.
-Esto es todo un lienzo, - dije, con el corazón palpitando ante mi propio atrevimiento. -Pero no
es donde quiero pintar. -
Bajé mis manos a sus pantalones y comencé a trabajar en el cierre. No se parecía a ninguna
hebilla de cinturón que hubiera visto antes, pero tanteé y al cabo de un momento se soltó.
Intenté pasarle los pantalones por las caderas, pero estaban muy ajustados y, al cabo de un
momento, Jay se giró ligeramente hacia un lado para poder despojarse rápidamente de ellos.
-Ansioso, - comenté, cuando volvió a girar en su posición.

72
-No tienes ni idea, - dijo.
Presumida, bajé la mirada y pude ver bien su polla por primera vez. Con Vall, ni siquiera la había
tocado, simplemente había estado dentro de mí, haciendo que las estrellas explotaran detrás de
mis ojos. Ahora iba a poder jugar. Me gustaban las pollas, por regla general. Me gustaba el calor
en mis manos, la forma en que se levantaban cuando se hinchaban, como si me alcanzaran. La
polla de Jay era hermosa. Era larga y gruesa y no sabía si aquí circuncidaban a los hombres,
pero no había prepucio que ocultara la punta brillante a mi vista. Una vena trazaba la longitud
hasta sus pelotas, que estaban llenas y sin pelo.
Ignoré la fruta con forma de chile, por si acaso era picante, y cogí una baya. La mordí por la
mitad, mastiqué y tragué una mitad mientras fingía estudiar la parte inferior de su cuerpo.
-Hmmm, - murmuré. - ¿Por dónde empezar? ¿Tal vez por aquí? - Delineé la curva de sus pelotas
con la fruta, rodeando cada una y luego pasando la baya por el medio hasta llegar a la base de
su pene. No podía ver el rosa pálido de la pulpa de la fruta contra su piel más oscura, pero
brillaba húmedamente mientras dejaba un rastro que hacía que el delicado saco se arrugara y
frunciera mientras sus pelotas se tensaban. - ¿O aquí? - Recorrí toda su longitud en un
movimiento suave, levantando la fruta antes de llegar a la punta, que se balanceó ligeramente
con impaciencia.
-Es una provocadora, - dijo Lyne por encima de mi hombro.
-La devolución es juego limpio, -comenté.
-Lo estoy disfrutando, - me dijo Jay, con los ojos brillando en estrechas rendijas. Si pudiera,
creo que estaría ronroneando. -Aunque te advierto que no te burles de Lyne de esta manera. Se
pone un poco nervioso. -
-Estás revelando todos mis secretos, - se quejó Lyne, haciéndome temblar mientras empezaba a
acariciar ligeramente mi espalda con las puntas de sus garras.
-Lo tendré en cuenta, - le dije a Jay, tocando la punta de su polla con la baya con el contacto
más ligero que pude conseguir. Empecé en la raja y me dirigí hacia afuera, dando vueltas y más
vueltas. Los ojos de Jay se cerraron por completo y podría haber estado dormido si no fuera
por sus manos, cerradas en apretados puños y la rígida tensión que delineaba cada músculo de
la parte superior de su cuerpo. Era un espectáculo increíble, que me hacía sentir excitada y
gloriosamente sexy y poderosa al mismo tiempo.

73
Después de torturarnos a los dos, me comí el resto de la baya y me incliné hacia delante. Empecé
por sus pelotas, absorviendo los jugos secos con largos lametones de mi lengua, para luego
recorrer la punta hasta su cabeza. Cuando llegué a la cima, su mano estaba en mi pelo,
instándome a abrir la boca y engullirlo. No tenía sentido negarnos lo que ambos queríamos, así
que abrí la boca y lo absorbí, tanteándolo con la lengua y buscando todos los restos del zumo
de bayas.
Inicié un ritmo constante, subiendo y bajando, chupando la cabeza y metiendo en mi boca todo lo
que podía de su pene, usando mi mano para agarrar los largos centímetros que no podía. Mis
movimientos se interrumpieron cuando sentí que Lyne tiraba de mis pantalones, bajándolos y
quitándolos, pero la mano de Jay me instó a continuar, guiándome hacia la velocidad que él quería.
Sentí las manos de Lyne instándome a ampliar mi postura y luego el cosquilleo de su cabello,
liberado de su coleta, en el interior de mis muslos un momento antes de que una lengua caliente
lamiera mi raja y buscara la entrada. Me eché hacia atrás, sorprendida, y miré fijamente a Jay,
que me observaba con ojos entrecerrados mientras otro hombre me lamía el coño. Nunca había
hecho algo así.
-No pasa nada, - me tranquilizó. -Relájate y disfruta. -
Dudé un momento más, mordiéndome el labio mientras Lyne empujaba más profundamente con
su lengua, deslizando una pulgada dentro, luego traté de hacer lo que Jay dijo, bajando y
concentrándome en lamer y chupar la polla de Jay. Cuando Lyne encontró mi clítoris, acariciándolo
con firmeza, gemí, mi cuerpo se convulsionó, los dientes rozaron ligeramente mientras me
retiraba. Jay me impidió levantarme del todo, gimiendo. -Hazlo otra vez, Lyne. Lo que acabas de
hacer. Joder. -
Me empujó de nuevo hacia abajo, un poco más profundo, un poco más fuerte, y yo respondí
descubriendo mis dientes, dejándolos raspar contra la parte inferior de su eje. Nunca habría hecho
esto con ninguno de mis anteriores amantes, pero la piel de los Guerreros era un poco más
gruesa que la de un hombre normal, y a juzgar por la forma en que Jay había perdido finalmente
el control de su quietud, se sentía bien.
Ahora que Lyne había descubierto mi clítoris, parecía decidido a jugar con él, jugueteando desde
todos los ángulos antes de rodearlo con toda su boca y chupar. Eso me hizo agitarme, mis
caderas intentaron levantarse y moverse hacia abajo al mismo tiempo, y Lyne tuvo que rodearme

74
con sus brazos para mantenerme en su sitio, un agudo pellizco de sus dientes en la parte interior
de mi muslo vino acompañado de un dedo que me mantenía quieta.
No obstante, era imposible quedarse quieta, sobre todo cuando Jay se acercó y me pellizcó los
pezones, diciendo. -Concéntrate. - Era como un asalto por todos lados, la lengua de Lyne en mi
clítoris, un dedo burlándose de mi entrada, Jay dejando una mano en un pecho para ahuecar y
apretar y rodar y pellizcar mientras la otra iba a mi cabeza y me empujaba más profundamente,
me obligaba a moverme más rápido. No podía respirar, no podía moverme y...
El orgasmo me golpeó de la nada. Atrapada entre los dos machos inflexibles, no rodó a través
de mí, sino que implosionó y luego estalló de nuevo. No fui consciente de la propia liberación de
Jay hasta que su semilla desbordó mi boca. Sin pensar, traté de lamer y tragar lo que pude,
pero me sacaron de encima cuando Lyne siseó. -Lana. - Su polla estaba de repente en mi cara,
con su mano agarrando el eje, los pantalones abiertos y rasgados hacia abajo en sus caderas. Me
abrí de par en par, pensando que quería que me la metiera también en la boca, pero ya se estaba
corriendo, con chorros blancos y nacarados que salían de su punta y aterrizaban en mi boca y mi
barbilla, cayendo hasta salpicarme los pechos.
-Joder, - gruñó. -Joder. -
Me guio hacia delante y me restregó la cabeza por la boca, untando su eyaculación por mis labios
hasta que los abrí y le dejé pintarla en mi lengua.
Él jadeaba y yo también, las endorfinas efervescían en mi torrente sanguíneo. Se echó hacia atrás
y apoyó su peso en los talones, con esos dedos mágicos acariciando de nuevo mi cabello
ligeramente sudado. La mirada de sus ojos era casi aterradoramente intensa, pero también
estaba llena de adoración.
- ¿Ves?, - murmuró Jay, rodeándome con los brazos por detrás para abrazarme contra su pecho.
-Así es como se come el postre. -

75
Capítulo Doce

El Alto Defensor no suele hacer visitas a domicilio. Sólo eso ya le decía a Vall que la situación
era agravante. Se puso en posición de firmes en la plataforma de aterrizaje, con Finn a su lado,
esperó a que el Alto Defensor Ginn bajara de su vehículo. Había viajado con un séquito de tres
Guerreros, Tan, Malin y Heo, que eran los restos de una manada inusualmente grande de siete
que se había desgarrado durante la guerra con Xanan hacía más de una década. Convertirse en la
guardia personal del Alto Defensor les había dado un nuevo impulso, y normalmente los hermanos
estaban llenos de sonrisas y bromas. Hoy, sus rostros eran sombríos, la boca de Heo una línea
infeliz mientras se preparaba para ayudar a Ginn a bajar.
El hombre mayor le hizo un gesto para que no lo ayudara, y una réplica cortante hizo que el
guerrero diera un paso atrás y bajara la cabeza. Se quedó junto al vehículo cuando Ginn, Malin
y Tan se acercaron a Vall.
-Señor. - Vall hizo un saludo cortante y respetuoso.
-Deja esa mierda, ¿quieres, Ridian? Mis pelotas se están cocinando. Entremos donde está más
fresco. -
-Como quiera, señor. - Vall condujo al grupo hacia el interior de la sala de estar abierta, con la
mirada recorriendo el espacio para asegurarse de que Jay y Lyne habían hecho su trabajo y
llevado a Lana a la intimidad de su dormitorio. No había rastro de su compañera, aunque Vall vio
la sombra de Lyne pasar fantasmalmente por la puerta desde la cocina, con una bandeja en la
mano. Asintió con aprobación al miembro de su manada. Con suerte, la comida mantendría a
Lana ocupada hasta que el Alto Defensor se fuera.
Malin y Tao tomaron posiciones en rincones discretos de la habitación mientras Ginn se
apalancaba lentamente en el sofá. Finn también se quedó de pie, ocupando un puesto junto a la
silenciosa chimenea, lo suficientemente cerca como para escuchar lo que ocurría y participar, si
era necesario, pero dejando el papel principal a Vall, que ocupó un lugar al otro lado del sofá en
forma de L de Ginn. A veces era bueno ser alfa, otras veces, como ésta, cuando sospechaba que
iba a recibir una reprimenda seria, era un dolor de cabeza.
-Acabo de llegar del palacio del Soberano, - dijo el Alto Defensor. -Está... descontento. –

76
A juzgar por la expresión de la cara de Ginn, Vall adivinó que el Soberano estaba muy lejos de
estar infeliz.
- ¿Cuál es el motivo esta vez?, - preguntó.
Ginn le dirigió una mirada de advertencia, aunque Vall sabía por conversaciones anteriores que el
Alto Defensor estaba de acuerdo con él. El Soberano gobernaba el planeta y todas las lunas
ocupadas circundantes, pero lo hacía con un grupo muy unido de Pensadores y Administradores
que hacían la mayor parte del trabajo real. Danin y Bern habían sido dos de los más altos
consejeros del Soberano en un momento dado, antes de que se cansaran de su dramatismo. El
hombre era inútil como líder, pero había heredado el título junto con un ejército que era el más
grande de la historia de Trinia, a pesar de sus actuales relaciones pacíficas con los planetas
cercanos, junto con una pequeña colección de asesinos. Los utilizaba sin piedad contra cualquiera
que fuera lo suficientemente estúpido como para hablar en su contra, por lo que los desafíos a
su derecho a gobernar eran escasos.
-Tiene una casa de verano en los valles occidentales, - continuó Ginn.
Vall asintió. Ya había estado allí una vez, cuando el Soberano organizó una gran fiesta para
celebrar su quincuagésimo año de gobierno. Lo que el soberano llamaba casa de verano era una
mansión a los ojos de la mayoría de la gente, y estaba vacía la mayor parte del año. Además,
había sido un bastardo para asegurar, con ventanas por todas partes para aprovechar al máximo
las vistas y proporcionar a cualquiera con intenciones nefastas un punto de acceso fácil.
-La semana pasada se enviaron cuadrillas para preparar el lugar para que el Soberano convaleciera
después de una época de mucho trabajo en la capital y descubrieron que la casa de verano había
sido vandalizada. -
- ¿Vandalizada? - preguntó Vall. - ¿Por ciudadanos? -
Ginn apretó la mandíbula. -Creo que los destrozos adoptaron la forma de garras en las cortinas
y orina en los muebles. -
-Sables, - dijo Vall, comprendiendo por fin. Frunció el ceño. -Nunca he oído hablar de nidos en
esa región. -
-No hay ninguno. –

77
- ¿Crees que están migrando? - Miró fijamente al Alto Defensor, vio la preocupación en su dura
mirada.
-No, - dijo. -No es eso. –
La comprensión le llegó junto con una buena dosis de asombro. - ¿Crees que viajaron allí a
propósito? ¿Que era un objetivo? -
Ginn asintió lentamente.
-Pero para hacerlo, tendrían que saber que era el Soberano. Tendrían que entender que tenía
múltiples residencias, saber que la casa de verano le pertenece. Tendrían que planear atacarlo
cuando el lugar estuviera vacío, - Lo cual, hay que admitir, era la mayor parte del tiempo. Aun
así... -Eso es mucho pensar para los sables. No son tan inteligentes. No hacen estrategias así.-
-No lo hicieron, - respondió Ginn, sus palabras cargadas de significado. -Creo que están
evolucionando más rápido de lo que creíamos. Claro que nos tienen a nosotros como ejemplo. -
Vall resopló. -Espero que no se fijen demasiado. No somos tan civilizados como nos gusta
aparentar. - Pensó en el pequeño cuchillo de metal que había sacado del cuerpo del sable en el
bosque, el que tanto le había interesado a Danin. Sin embargo, un cuchillo rechoncho estaba muy
lejos del puto pensamiento organizado. - ¿Está seguro? -
-No, no estoy seguro. Sospecho. - Ginn se inclinó ligeramente hacia delante, y Vall tuvo la
sensación de que por fin estaban llegando al quid de la cuestión. -Necesito que lo averigües de
una forma u otra. Bueno, en primer lugar, necesito que mates a los malditos sables que rociaron
todo el lujoso sofá del Soberano y rompieron sus cortinas favoritas. -
- ¿Esos mismos sables? - preguntó Vall, levantando los ojos. - ¿Cómo demonios se supone que
voy a hacer eso? Hace tiempo que se habrán ido y, no sé si se ha dado cuenta, Alto Defensor,
pero incluso si tiene imágenes de seguridad, todos parecen iguales. -
-Búscame unos sables que pueda despellejar y entregar al Soberano, ¿de acuerdo?, - replicó.
Vall puso los ojos en blanco, pero asintió. -Puedo hacer eso. -
-Bien. Gracias. - El sarcasmo goteaba de su tono. -Pero una vez que hayas hecho eso, necesito
saber si esto es sólo un incidente al azar, o si realmente están empezando a pensar y planificar
como, bueno, como...-

78
- ¿Personas? - Vall sugirió suavemente.
-Ese es el problema, ¿no? - respondió Ginn en tono sombrío. -Si son personas, ¿qué coño estamos
haciendo? -
Vall asintió sombríamente. La visita del Alto Defensor no había llegado con la reprimenda que
esperaba, era peor que eso. Si las sospechas de Ginn eran correctas y los sables estaban
evolucionando hacia algo con más pensamiento, más razonamiento que las plagas, los animales,
por las que siempre habían sido tomados, entonces lo que Vall y su manada habían estado
haciendo, lo que todos los Guerreros habían estado haciendo recientemente, era nada menos que
un asesinato.
- ¿Dónde está tu nueva sierva? - preguntó Ginn de repente, cambiando el tema por completo. -
Escuché que reclamaste una en los desafíos. -
El depredador dentro de Vall se puso mortalmente alerta, percibiendo una amenaza, aunque trató
de no mostrarlo en su rostro.
-Lo hice, - dijo lentamente. -Está aquí, pero es tímida. Esta adaptándose. Creo que preferiría
que no la presentaran, si me perdonas la descortesía. -
Ginn asintió, pero fue fácil ver la curiosidad frustrada en su mirada. Sus ojos se volvieron hacia
el pasillo que conducía al resto de la guarida, como si ella pudiera aparecer de repente.
- ¿Cómo se llama?, - preguntó.
-Lana. -
La ceja del Alto Defensor se alzó una fracción. -Inusual. ¿De qué región es? -
¿Le estaba tratando de sacar información? Vall miró a Ginn con desconfianza. Sin embargo, era
una pregunta directa y no podía mentirle al Alto Defensor. Tampoco quería mentirle al hombre
al que llamaba amigo.
-Ella no es de Trinia, - dijo. -Llegó a los desafíos desde fuera del sector. -
Ginn quería preguntar más, Vall lo notaba, pero el anciano no era estúpido. Vall prácticamente
irradiaba reticencia, y Finn, junto a la chimenea, se retorcía de agitación.

79
-Bueno, espero conocerla cuando esté más aclimatada, - dijo diplomáticamente. No era del todo,
sin embargo. - ¿Ha sido examinada? Lo pregunto cómo Alto Defensor. Son mi mejor manada de
guerreros, Vall. ¿Puede sostenerlos? -
Si no hubiera provocado más preguntas, Vall se habría reído. -Eso no será un problema, - dijo.
Ginn le dirigió una mirada escrutadora más, luego suspiró y se puso de pie. -Guarda tus secretos,
entonces. Mientras sigas haciendo tu trabajo, estaré satisfecho. Quiero que este asunto del
sable se resuelva rápidamente. Espero que me des la noticia de que ya no son una amenaza para
la decoración de la casa de verano de forma inminente. - Lanzó una mirada a Vall. -Y si le dices
al Soberano que he dicho eso, te encontrarás como su guardaespaldas personal hasta que seas
tan viejo como yo. -
Vall esbozó una pequeña sonrisa mientras seguía a Ginn, acortando sus pasos para igualar el
paso del otrora viril hombre mayor.
-En cuanto tenga a mi com-mi sierva asentada, me dirigiré hacia allí y veré la situación. Unos
días como mucho. -
Gill negó con la cabeza mientras salía de nuevo al calor punzante. -No, más rápido que eso. El
Soberano está de mal humor, y lo estará hasta que sepa que los responsables ya no respiran.
Irás hoy. -
-Ya es media tarde, - se quejó Vall. -No tiene sentido llegar en la oscuridad. -
-Mañana a primera hora, entonces, - respondió Ginn. -Te quiero fuera de aquí con el amanecer.-
Vall apretó los dientes, pero no podía eludir una orden tan precisa, no sin una razón mejor que
la de querer darse un lujo entre las sábanas con su compañera. Sobre todo, cuando había
trabajado tan duro para ocultar su existencia.
-Sí, señor, - dijo.
La mirada que le dirigió Ginn cuando volvió a subir al vehículo, esta vez con la ayuda de Tan y
Heo, estaba llena de sospechas.
Vall no había engañado del todo al Alto Defensor, lo sabía. Ginn era consciente de que algo estaba
mal. -Le veré pronto, - dijo, mientras Malin encendía el vehículo. -Con buenas noticias. -

80
Como sabía que eso molestaría al anciano, Vall le hizo un fuerte saludo. El gesto que Ginn le
devolvió no formaba parte del entrenamiento de los guerreros y Vall se rio.
Finn se puso a su lado en cuanto el vehículo se elevó de la zona de aterrizaje, sacando al Alto
Defensor y a su séquito del alcance de sus oídos.
- ¿Qué vamos a hacer? -
Vall se encogió de hombros. -Ir al valle occidental, encontrar los sables y matarlos. -
-Ya sabes lo que quiero decir, - gruñó Finn. - ¿No estarás pensando en llevarte a Lana con
nosotros? -
Vall gruño, su dragón no se dejó impresionar por la insinuación de Finn de que pondría en peligro
a su compañera.
- ¿Quién es el Alfa de esta manada?, - preguntó, con los dientes echados hacia atrás en señal de
amenaza.
Finn le sostuvo la mirada durante más tiempo del que Vall esperaba, y luego bajó la vista para
mirar al suelo. -Tú lo eres. -
-Lo soy, - aceptó. -Y yo tomo las decisiones. Recuérdalo, Finn. - Hizo una pausa. -No voy a
arriesgar a Lana. Jay y Lyne se quedarán aquí con ella, tú y yo deberíamos ser suficientes para
lidiar con un grupo de sables. -
Era arriesgado, llevar sólo la mitad de sus fuerzas, especialmente con su sierva tan lejos si
alguno de ellos estaba gravemente herido, pero Lana no era sólo su donante de sangre, era su
compañera. No toleraría ningún peligro para ella, no la llevaría a una situación tan desconocida.
Finn asintió, satisfecho. - ¿Qué opinas de la teoría del Alto Defensor sobre los sables? -
-Creo que es posible. Llevan ropa, están empezando a desarrollar herramientas. Entienden algunas
palabras. Pero esto es un gran paso adelante. No sé, es lo que pienso. -
Finn se quedó pensativo, con la mirada puesta en la silueta de la capital, a lo lejos.
-Sin embargo, pone las cosas en una nueva perspectiva, ¿no es así? Lo que has dicho, sobre que
los convierte en personas, lo he pensado durante un tiempo. Y lo que estamos haciendo,
exterminándolos...-

81
-Hacemos lo que nos dicen, - dijo Vall.
- ¿Es eso suficiente? - Preguntó Finn en voz baja. Un desafío a su alfa, sutil pero presente.
Esta vez Vall no le corrigió, porque estaba pensando lo mismo.
-Vamos, - dijo. -Quiero ver a Lana. Hemos estado lejos de ella demasiado tiempo. -
Sin embargo, cuando volvieron a entrar en el estudio, las cosas se fueron al infierno en un abrir
y cerrar de ojos. Apenas habían dado un paso hacia el pasillo que conducía al dormitorio de Lana
cuando Finn, dos pasos por delante de Vall, se puso rígido, con un gruñido de indignación subiendo
por su garganta. Se marchó, perdiéndose de vista para cuando Vall dio otro paso adelante y se
dio cuenta de lo que había provocado su segundo: el dulce, dulce aroma de la excitación de su
pareja.
Vall llegó al dormitorio a tiempo de ver cómo Finn abordaba a Jay, sacando su cuerpo desnudo
de la cama y lanzándolo contra la pared. Lyne, también en la cama y también desnudo, fue el
siguiente, y Finn añadió el insulto a la injuria dándole un puñetazo en la cara antes de dejarlo
caer al suelo. Se colocó sobre Lyne, gruñendo furiosamente, y el último miembro de la manada,
aunque era un fuerte luchador, se vio irremediablemente superado. Se quedó en el suelo.
Apaciguado, Finn se volvió hacia Jay, de quien Vall sospechaba que era el instigador de este
pequeño festival de amor.
- ¿Qué están haciendo? - preguntó Lana, con la manta de piel levantada para cubrir su desnudez.
Tan cerca de ella, era imposible pasar por alto el olor de su placer, así como era imposible ignorar
el hecho de que estaba entrelazado con el de Jay y Lyne. ¿La habían tomado los dos? Si habían
sido tan estúpidos, Vall tendría que intervenir antes de que Finn matara a sus compañeros de
manada. La presencia de Lana en sus vidas había cambiado las cosas, aumentado las apuestas.
-No pasa nada, - murmuró, queriendo tranquilizarla. Sin embargo, no se subió a la cama con ella
ni la abrazó para consolarla físicamente, aunque eso era lo que le apetecía hacer. No cuando tenía
que rescatar a Jay, que podía o no merecer ser rescatado.
-Maldito bastardo, - dijo Finn, agarrando a Jay por la garganta mientras el otro Guerrero se
esforzaba por ponerse en pie, inmovilizándolo contra la pared. -Soy el segundo en esta manada.
Era mi turno con ella. -

82
-Yo no...- Jay hizo gárgaras, tirando del aplastante agarre de Finn. Sin embargo, no pudo apartar
el brazo de Finn. No había mucho diferencia entre ellos en una pelea justa, pero Finn tenía la
furia de un macho agraviado para darle fuerza.
- ¡Mentiroso! ¡Puedo olerla en todo tu cuerpo y puedo olerte en ella! -
-Estábamos jugando, - suplicó Jay. -Eso es todo. Sólo la complacimos, no nos la follamos. Lo
juro. –
Finn miró a Lyne, todavía en el suelo, manteniéndose deliberadamente agachado, y el último
miembro de la manada asintió. -Está diciendo la verdad. -
Tomó un momento, la ira de Finn todavía ardiendo al rojo vivo, pero finalmente soltó a Jay,
dejándolo caer contra la pared mientras jalaba aire en su abusada garganta.
-Eres un hijo de puta, Jay. Te has saltado la jerarquía y lo sabes. -
Jay levantó la mano, reconociendo el punto de Finn. Sin embargo, tenía esa mirada malvada en
sus ojos y Vall podía adivinar su siguiente comentario incluso antes de que lo hiciera.
-Vale la pena, sin embargo. Lo sabrás cuando tengas su boca alrededor de tu polla. -
El pequeño grito de Lana casi se perdió bajo el golpe de un puño en la carne cuando Finn se echó
hacia atrás y golpeó a Jay en la cara. Esta vez, cuando cayó, se quedó en el suelo.

83
Capítulo Trece

Me quedé mirando la escena que tenía delante. Lyne estaba en el suelo, con la cabeza inclinada
en señal de sumisión, y Jay estaba desplomado contra la pared, con sangre goteando de la nariz.
Finn estaba de pie junto a él, irradiando furia, y Vall se cernía frente a mí, protector, pero
totalmente insensible a la violencia que acababa de estallar en la habitación. Esto no se parecía
en nada al sparring que había visto entre los cuatro el otro día, esto era una pelea.
El comentario final de Jay aún resonaba en el aire y Finn miraba a todas partes menos a mí. No
sabía qué pensar. Por un lado, estaba mortificada, la piel que había tomado cuando Finn irrumpió
en la habitación era lo único que protegía mi cuerpo desnudo de la vista, e incluso podía oler el
aroma del sexo en el aire. Jay y Lyne se habían saltado la jerarquía, dijo Finn, lo cual era, dada
la forma en que había arrojado a Lyne por la habitación y hecho sonar la cabeza de Jay, una
mala jugada.
Por otro lado, no estaba muy segura de estar de acuerdo con eso de que se tiraran a Lana.
Entendía que eran una manada y que así hacían las cosas, pero si yo era su compañera, y aún no
me había reconciliado con eso, no estaba muy segura de la diferencia con ser una sierva, entonces
era parte de la manada, y si era así, ¿no debería contar también lo que sentía por la situación?
Respiré entrecortadamente. Estaba enfadada y confundida y, sí, un poco asustada. La violencia
había sido rápida, impactante y brutal. Era una cara diferente de los Guerreros, de Finn en
particular, que no había visto antes. No me gustó el hecho de que la pelea fuera sobre mí.
-Fuera, - dije, con la piel agarrada con fuerza entre los dedos para controlar mis temblores
mientras daba una orden que no estaba del todo segura de que nadie siguiera.
Finn se giró para mirarme entonces, con una expresión herida en los ojos. Eso me confundió aún
más.
-Fuera, - repetí. Necesitaba un poco de espacio para pensar, un poco de espacio para respirar.
Tardó un momento, pero Finn acabó asintiendo con la cabeza y salió tan rápido como había
entrado. Jay se levantó del suelo. Hizo un gesto de dolor y se frotó la garganta con una mano,
pero la sonrisa que me dedicó fue arrogante. Incluso engreída. Dio un paso hacia la cama antes
de que yo negara con la cabeza.

84
-Tú también. Tú y Lyne. Váyanse, por favor. –
Lyne se marchó enseguida, dedicándome sólo una mirada de disculpa antes de salir corriendo,
pero Jay tardó un poco más, con el labio inferior sobresaliendo petulantemente.
-Si haces que lo repita de nuevo, te arrepentirás, - gruñó Vall.
Me molestó un poco que hiciera falta que Vall reiterara mi orden para que Jay entendiera el
mensaje y se fuera, pero se fue. Por fin pude respirar, y mis hombros se desprendieron de su
tensa sujeción.
-Espero que no intentes pedirme que me vaya, - murmuró Vall, volviéndose hacia mí.
Lo miré, de pie, sólido como una roca e igual de implacable. Tendría más suerte intentando mover
la luna. Además, no quería estar sola, no con mis pensamientos tan enredados. Los ecos de mi
orgasmo aún cantaban en mis nervios, pero la escena que había venido después me hacía
cuestionar lo que habíamos hecho.
-Puedes quedarte, - le dije suavemente. Me metí la piel bajo los brazos y miré hacia mi túnica y
mis pantalones, desparramados por el suelo. - ¿Podrías pasarme mi ropa, por favor? -
Me sentía en desventaja, desnuda bajo la débil protección de la manta. Vall las recogió
obedientemente y me las entregó, dándome la espalda y permitiéndome vestirme en privado. Lo
agradecí. No era nada que él no hubiera visto antes, estaba íntimamente familiarizado con mi
cuerpo, pero en ese momento necesitaba su circunspección.
- ¿Vas a decirme que he hecho algo mal? - Pregunté cuando estaba decentemente cubierta.
-No. - Contestó antes de girarse y cuando lo hizo, pude ver que venía un, pero. -Ya me has dicho
que de dónde vienes los emparejamientos son entre una hembra y un solo macho. -
-Matrimonios, - murmuré.
-No podemos esperar que entiendas y acates nuestras costumbres después de un puñado de días.
La culpa no es tuya. Jay y Lyne sabían lo que hacían, y sabían cómo se sentiría Finn al respecto.-
-Estaba muy enfadado, - dije dudosa.
-No tan enfadado, - discrepó Vall. -Jay y Lyne siguen vivos, ¿no? - Cuando no me reí de su
broma, esbozó una sombría sonrisa y se sentó. -El dragón nos monta duro, siempre. Si añadimos
una nueva compañera a la mezcla, las escaramuzas como ésta son inevitables. Ya han luchado

85
antes y volverán a hacerlo. - Me dirigió una mirada astuta. - ¿Te asustó Finn? -
No tenía sentido mentir. Asentí con la cabeza.
-Lo lamentará. Sólo prométeme que le permitirás explicarse, arrastrarse para volver a tener tu
gracia. -
- ¿Quieres que haga eso? - Pregunté. Sólo había una de mí, sin Finn, había menos que compartir.
-Somos una manada, - me recordó. -O nos aceptas a todos o a ninguno. -
-Todavía estoy tratando de entender eso, - confesé.
-Quizás simplemente no lo he explicado lo suficientemente bien. Somos una familia, pero hay una
jerarquía. Yo soy el Alfa, lo que significa que lo que yo digo se hace. -
- ¿Eso me incluye a mí? - pregunté burlonamente. La sonrisa desapareció un poco de mi cara
cuando asintió.
-Eres mía para proteger. Si te digo que hagas algo, es por tu seguridad y necesito que obedezcas.
Con nosotros, hay menos opciones. Nuestro nivel de dominio determina nuestro lugar en la
manada. Yo soy el más dominante, así que mi lugar está en la cima. ¿Viste la forma en que Lyne
se sometió a Finn? -
Asentí con la cabeza.
-No estaba herido, podría haberse levantado y seguir luchando, pero no lo hizo. Sabía que Finn
era el más fuerte de los dos, así que se echó atrás. - Hizo una pausa y me dirigió una mirada
significativa. -Cuando se trata de una pareja, para ti, la jerarquía es aún más importante. Todos
estamos ansiosos por tratar de convencerte de que somos una manada digna y todos sentimos
los efectos del dragón dentro de nosotros, presionando para reclamarte. Si no obedecemos la
cadena de mando, habrá peleas. Ya viste lo que pasó, y eso no fue más que un pequeña rabieta,
una advertencia. Si Jay y Lyne no hacen caso, la próxima vez habrá sangre. Tomar una compañera
no es algo pequeño, puede destrozar una manada. -
- ¿Así que eres tú, luego Finn, luego Jay y luego Lyne? - Pregunté. Asintió con la cabeza. -Y una
vez que han pasado por el orden, ¿se turnan todos? ¿Hay un horario? - Lo dije en broma, pero
había un elemento serio en mi pregunta. - ¿No puedo elegir? -

86
-La elección siempre será tuya, - me dijo Vall. -No puedes rechazar a un compañero de manada,
eso no es justo, pero puedes dictar a cuál de nosotros quieres en tu cama. - Hizo una sonrisa
malvada. -O si nos quieres a todos. -
- ¿Todos ustedes? - Chillé. -No creo que pueda soportar eso. -
-Lo harás, prometió. Lo disfrutarás. - Lo miré con desconfianza, pero luego su expresión salaz
bajó y suspiró, cambiando de tema. -Hay algo de lo que debo hablarte. -
- ¿De qué se trata? -
-Tengo que irme, mañana a primera hora. Hay algo que tengo que hacer para el Alto Comandante.-
Hizo una mueca. -Había pensado llevar a Finn conmigo y dejar a Jay y Lyne para que te cuiden,
pero ahora creo que no sería prudente. Ellos vendrán conmigo y Finn puede quedarse aquí. - Una
mirada por el rabillo del ojo. -Tal vez él pueda probarse a sí mismo. -
Vall era tan sutil como un ladrillo. Traté de mantener mi expresión en blanco, para ocultar mis
pensamientos, pero sus palabras tuvieron el efecto deseado de todos modos. Ya estaba pensando
en ello, preguntándome cómo sería. Me había saltado la pregunta de si quería hacerlo.
-Me gustaría pedirte algo antes de irme, - continuó, y por la ligera tensión de sus hombros pude
saber que esto era lo que había estado preparando.
-Continúa, - le pedí.
La mirada que me dirigió era abrasadora. -El trabajo que debo hacer para el Alto Defensor, es
peligroso. Habrá peleas...-
-Tal vez deberías llevar a Finn contigo, - dije, preocupada. Si Finn era su segundo, eso significaba
que era su segundo guerrero más fuerte.
Vall negó con la cabeza. -Jay y Lyne serán ayuda más que suficiente, sobre todo si..., - se
interrumpió.
- ¿Sí? -
-Si consintieras alimentarme antes de irnos. -
Quería beber mi sangre. Alimentarse de mí. Una alimentación real, no los sorbos, los pequeños
pellizcos en mis dedos y mi muñeca que habían tomado hasta ahora. Un verdadero momento
Drácula.

87
Respiré hondo, de alguna manera más miedosa por esta idea que por una orgía alienígena a cinco
bandas. Porque, en realidad, aunque era un territorio enormemente nuevo para mí, había visto
orgías en las películas porno de mi mundo. La gente tenía sexo en grupo, no iban por ahí bebiendo
sangre.
Pero eso era, después de todo, por lo que Vall me había elegido.
-Si lo hago, si te doy de comer...- Me tropecé con la palabra, - ¿te ayudará a luchar? ¿Te hará
más fuerte? -
Vall cerró los ojos brevemente, tragando, y supe que lo estaba imaginando.
-Sólo el más pequeño sorbo de ti me hizo sentir invencible, - dijo. -Una alimentación completa,
no puedo imaginar la fuerza que me dará. -
-Muy bien, entonces, - susurré. -Lo haré. -
Extendió la mano y ahuecó mi mandíbula. - ¿Y Jay y Lyne también? Harás lo mismo por mis
Guerreros. -
-Lo haré, - prometí.
La sonrisa que me dedicó disipó la incertidumbre que me atenazaba el pecho. -Gracias, pequeña.-
Pensé que nos pondríamos manos a la obra en ese momento, estaba ansiosa por acabar de una
vez porque, aunque había aceptado, la idea me seguía poniendo nerviosa, pero Vall me hizo esperar.
Puso a Jay y a Lyne al corriente del trabajo, de los sables que habían profanado la casa de
verano del Soberano. Supuse que el Soberano era algo así como un rey, aunque Vall no habló con
mucho respeto de él, no como lo hizo con el que llamaba Alto Defensor. Después de eso, pasaron
el resto del día organizando provisiones y elaborando un plan, entre tanto me regalaban historias
de sus aventuras lidiando con los sables, que eran una especie diferente pero aparentemente
plagas que asaltaban comunidades y robaban mujeres y niños pequeños. Para comer. Creo que
intentaban disipar mis temores con sus historias, demostrarme que habían manejado este tipo
de cosas docenas de veces antes, pero en realidad sólo me estaba poniendo más nerviosa, aunque
al menos una parte de eso era probablemente porque estaba esperando que Vall me dijera que
era la hora de la cena, mi sangre en el menú.
No lo hizo, sin embargo, y para cuando la noche había caído fuera y los Guerreros se preparaban
para dormir, listos para su comienzo temprano al día siguiente, yo todavía no lo había hecho.

88
-Ven Lana, - me dijo Vall, mirándome con ojos entrecerrados. -Tú también necesitas descansar.-
Me levanté del sofá, pero miré con incertidumbre a Jay y Lyne. -Pero qué pasa con...-
-Mañana, - dijo. -Antes de irnos, si todavía estás dispuesta, Jay y Lyne beberán de ti. - Me giró
hacia mi habitación y me instó a avanzar con una mano en la parte baja de mi espalda.
- ¿Y tú? - pregunté en voz baja, notando que se había dejado a sí mismo fuera de la lista.
Se inclinó para murmurar las palabras en mi oído mientras caminábamos. -Ahora me toca a mí.-
No se podía negar el calor sexual en su voz. Me estremecí tanto por la excitación como por la
aprensión. Parecía que la hora de comer y la hora sexy no eran mutuamente excluyentes. No
estaba segura de lo que sentía al respecto, pero estaba preparada para averiguarlo.
En mi habitación, Vall no perdió el tiempo y me puso las manos en la cintura mientras se acercaba
y me subía la túnica por la cabeza. Enganchó los pantalones y me los bajó por las caderas,
dejándolos en un charco en el suelo y a mí desnuda como el día en que nací.
-A la cama, - murmuró.
Obedecí, muy consciente de lo que vería cuando me levanté de un salto y me arrastré hasta el
centro del colchón a cuatro patas. Cuando me di la vuelta para mirarle, sus ojos brillaban con
intensidad plateada, con las manos en la cintura para desabrochar sus propios pantalones. Los
dejó caer y los apartó de sus pies de una patada, acercándose inmediatamente a mí.
- ¿Soy bienvenido?, - dijo roncó, deteniéndose en el borde de la cama.
Tuve que levantar la mirada de donde había estado mirando su polla, que ya estaba erecta, gruesa
y larga y apuntando hacia mí con avidez. Era más grande que Jay y Lyne. Polla alfa, pensé,
luchando por contener un ataque de risa.
- ¿Lana?, - preguntó, levantando una rodilla sobre el colchón, pero sin llegar más lejos. - ¿Soy
bienvenido? -
Me acerqué a él en lugar de responder y me encontré atrapada en sus brazos un momento
después, su peso me empujó hacia atrás hasta que me acosté por debajo, la longitud de su cuerpo
caliente y duro contra el mío.
- ¿Cómo funciona? - pregunté. -Me refiero a la alimentación. -

89
-Encuentro una vena, - murmuró, con una mano recorriendo mi costado. -Tu muñeca, o el interior
de tu muslo. Tu garganta. -
Bien. Así que realmente como un vampiro, entonces.
- ¿Duele? - Soné asustada porque lo estaba, mi coraje me abandonó frente a los dientes afilados
que abrían una de mis arterias.
Vall me acarició la nariz con la suya. -Me aseguraré de que estés tan delirante de placer que ni
siquiera lo notes. -
De alguna manera, lo dudaba.
-Está bien, - dije, tratando de ser valiente. -Hagámoslo. -
Me besó una, dos veces, besos suaves que eran poco más que una presión de su boca contra la
mía. -Paciencia, Lana. -
Profundizó entonces, separando mis labios y metiendo su lengua en mi boca. Levanté las manos
y las enrollé en su pelo trenzado, sujetándolo hacia mí. Vall me recompensó deslizando la mano
que había estado acariciando mi costado entre nosotros y utilizándola para acariciar mi pecho,
con su pulgar rozando ociosamente mi pezón. Era una caricia perezosa, diseñada para provocarme,
y yo me estremecí ligeramente, queriendo más. Quería algo más fuerte. Entendiendo el mensaje,
me dio un golpecito en el pezón, provocándome un grito ahogado.
-Mi compañera es exigente, - murmuró cuando me retorcí impaciente contra él, deseando que lo
hiciera de nuevo.
-Estoy esperando delirar de placer, - le susurré descaradamente.
Era un reto, y el dragón se encendió en sus ojos cuando aceptó. Supe lo que iba a ocurrir un
instante antes de saborear el calor férreo de su sangre en mi lengua. Me lamió, llenándome la
boca, y luego me besó por la barbilla y a lo largo de la garganta, animándome a tragar. Lo hice,
ya no me repugnaba la idea porque sabía lo que iba a pasar.
Un momento después, empecé a sentirlo. Mi clítoris latía y palpitaba, mi núcleo ansiaba que algo
lo llenara. Mis pezones también parecían estar calientes y se tensaban para recibir a Vall, que
había bajado hasta poder rozar las puntas con sus dientes. Gemí, queriendo más, y él me obligó
a lamer mi pezón izquierdo antes de pellizcar el derecho y darle el mismo tratamiento.

90
Podía sentir lo resbaladiza que estaba ya, cubriendo la polla y las pelotas de Vall mientras me
apretaba contra él, tratando de encontrar el ángulo adecuado para deslizarlo dentro.
Sin embargo, tiró de sus caderas hacia atrás, lo que me hizo gruñir un poco, y mi coño se apretó
casi dolorosamente por la necesidad de correrse.
-Recuerdo esto, - murmuró contra mi pecho. -Recuerdo lo que te gusta. -
Sumergió dos dedos en mi interior, permitiéndome un breve respiro del dolor, pero enseguida los
retiró y los levantó, cubiertos de mi excitación, hasta mi clítoris.
-Lento y suave, así. Así es como te gusta, ¿no?, - preguntó, dibujando círculos alrededor de mi
clítoris que eran tan ligeros que parecía que lo estaba imaginando en mi desesperado deseo de
ser tocada allí.
-No, - dije, jadeando ahora, con las manos apretadas en su pelo y retorciéndome con fuerza. -
Más fuerte. Más fuerte. ¡Joder, Vall, por favor! Más. -
Se rio. - ¿Ya estás delirando? -
Le solté las trenzas y le golpeé los hombros, mis dedos en garras raspándole la espalda.
Se arqueó ante el contacto, disfrutándolo claramente, y luego se levantó hasta que su cara
estuvo justo encima de la mía. -Creo que estás lista, - dijo.
Estaba a punto de replicar con fuerza cuando su polla se acercó a la entrada de mi cuerpo. Sentí
el estiramiento mientras me llenaba, calmando los calambres de necesidad. A medida que se
deslizaba hacia el interior, desplazó su mano hasta que su pulgar se apoyó en mi clítoris,
presionando con más fuerza.
-Oh, sí, - supliqué. -Así, más así. -
Empujó hasta que llegó lo más profundo posible, con el pulgar atrapado en mi clítoris por sus
caderas y haciéndome una gloriosa presión, y luego retrocedió. Cuando volvió a entrar, su boca
se dirigió a mi cuello. Otro deslizamiento hacia dentro y hacia fuera y sentí el calor de su lengua
en mi tierna piel. Me puse en guardia, me puse tensa, el miedo se apoderó de mi excitación, pero
cuando empezó a moverse a un ritmo constante, con las caderas inclinadas para rozar mi punto
G, el pulgar todavía presionando mi clítoris y moviéndose ligeramente con cada deslizamiento
hacia delante, no pude contener mi orgasmo. El éxtasis me invadió, inundando mi sistema y
borrando mis pensamientos.

91
Un dolor agudo y ardiente atravesó mi placer, pero una segunda oleada lo superó,
transportándome a otro plano en el que el tirón de mi cuello era poco más que un calor, sólo
otro lugar en el que estábamos conectados.
Me encontré girando hacia él, acunando su cabeza y confiando en que me cuidaría mientras mi
orgasmo me dejaba indefensa a su paso.
Me estremecí con las réplicas, mis músculos pélvicos se apretaron y desencajaron alrededor de
su polla, que se había quedado quieta dentro de mí mientras él se liberaba, y sentí que se retiraba
y me lamía el cuello. Me dolía, pero no era tan grave como había pensado. Levanté la mano para
palpar la herida, y mis dedos, que buscaban, sólo encontraron dos pequeños pinchazos que
palpitaron ligeramente cuando los presioné.
-Compañera,- murmuró, apartando mis dedos para que pudiera volver a lamer la marca de la
mordedura, levantando una mano para acariciar mi frente y el costado de mi cara. -Mi compañera.
Gracias, Lana. Es un gran regalo que me has hecho. - Se estremeció, su aliento salió de golpe
mientras apretaba su cara contra mi pelo. -Descansa, - me dijo. -Descansa ahora. -
Estaba tumbada bajo él todavía, con su polla gruesa en mi canal, pero en cuanto cerré los ojos,
la oscuridad me reclamó. Me dormí.

92
Capítulo Catorce

Lyne no le miraba a los ojos y Jay seguía enfadado. Finn decidió que no le importaba. Iban a
subir al vehículo aerodinámico, y él se quedaría. Con su compañera. Solos.
Lana estaba de pie junto a él, con una expresión incierta mientras veía a Vall y Jay apilar las
armas en el vehículo. Tenía vendas atadas alrededor de las muñecas de donde Jay y Lyne se
habían alimentado de ella, y una marca de curación en el cuello que demostraba que Vall había
hecho lo mismo anoche. A Finn le fastidiaba ser el único que no había probado su sabor, pero no
lo cambiaría.
Lana se inquietó mientras Jay y Lyne subían a bordo y Vall se acercaba para dar el último adiós
a su compañera.
- ¿Estás seguro de que esto va a ser seguro? - Era al menos la cuarta vez que hacía la pregunta.
-Estarán bien, - respondió Finn, apoyando una mano en la parte baja de su espalda y frotando
círculos suaves y tranquilizadores. -Esto es lo que hacemos. -
-Sí, - dijo ella, -pero normalmente son cuatro. ¿Tal vez deberías ir con ellos? -
-¿Y dejarte aquí sola? -
Ella se mordió el labio vacilante. -Podría ir. -
-No. - Vall se hizo eco de la palabra mientras Finn la pronunciaba, y le dedicó a Lana una sonrisa
tranquilizadora mientras cerraba los últimos metros que los separaban. -Me alegra el corazón
que te preocupes por nosotros, - dijo, -pero no es necesario. -
Ella asintió, pero no parecía convencida.
- ¿Cuándo volverán? -
Vall se encogió de hombros. -Al anochecer, con suerte. Depende de lo que encontremos allí, de lo
difícil que resulte rastrear a los sables. Si se han alejado, puede que tengamos que cazarlos
durante algún tiempo. -
- ¿Vas a ir directamente al Soberano cuando termines? - Preguntó Finn. -Tengo la sensación de
que Ginn hablaba en serio cuando dijo que quería sus pieles. -

93
Vall resopló. -Tendrá que conformarse con saber que están muertos. Volveremos directamente
aquí. Si el Soberano las quiere tanto, puedo dejarlas en la casa de verano para que las examine
en su próxima convalecencia. -
Finn sonrió. -Te desafío. -
Vall atrajo a Lana en un abrazo, acariciando la parte superior de su cabeza, y luego se apartó y
le dirigió a Finn una mirada significativa.
Finn asintió, comprendiendo lo que decía. Por supuesto que protegería a su compañera.
El vehículo aerodeslizador despegó por fin, y los tres guerreros a bordo miraron a Lana con
indisimulado anhelo hasta que la curva del terreno los perdió de vista. Cuando lo hicieron, se
volvió hacia Finn, con una sonrisa vacilante e insegura.
Ayer la había asustado, y mucho. Lo sabía incluso antes de que Vall lo hubiera perseguido esta
mañana para decírselo y exigirle que lo arreglara.
- ¿Y ahora qué?, - preguntó ella, con los dedos desgarrando nerviosamente la parte delantera de
su túnica.
-Podemos hacer lo que quieras, - respondió Finn con suavidad. - ¿Quieres comer, o pasear por
el jardín? ¿Bañarte? - Una imagen de Lana, mojada y reluciente por el agua, se deslizó sin
proponérselo en su mente y la última palabra salió más bien como un gruñido. Palideció, negando
con la cabeza.
Sí, definitivamente tenía trabajo que hacer.
- ¿Podemos ir a la ciudad?, - preguntó ella esperanzada, con sus lindas y peludas cejas levantadas.
Se desplomaron con decepción cuando él tuvo que negar con la cabeza.
-Cualquier cosa menos eso, - dijo con pesar. -Te llevaremos, y pronto, pero ahora que has sido
marcada, alcanzó a trazar las siete improbables estrellas que decoraban su mejilla, identificándola
como el milagro que era, no es seguro llevarte a una zona tan poblada sin que los cuatro te
protejamos. -
- ¿La gente trataría de hacerme daño?, - preguntó ella, con la frente fruncida por la confusión.
-Podrían intentar apartarte de nosotros. Como mínimo, difundirían la noticia de tu existencia, y
no estamos preparados para que nadie más lo sepa todavía, no hasta que entendamos más sobre

94
tu sangre y lo que nos está haciendo. -
-Yo tampoco lo entiendo muy bien, - dijo ella con impotencia.
Finn hizo una mueca, sin saber qué decir. Vall no le había dicho que guardara el secreto, pero si
él mismo no se lo había dicho... Sin embargo, una mirada en sus ojos, amplia y suplicante, y Finn
supo que no podía negárselo.
-Tenemos un dragón dentro de nosotros, - dijo. -Es más fuerte en los guerreros, y por eso
necesitamos sangre, para mantenerlo saciado. -
Ella asintió. -Vall me dijo eso. -
-Nuestros antepasados eran capaces de convertirse en dragón, de transformarse en enormes
criaturas que podían surcar los cielos, de partir a nuestros enemigos por la mitad con un
chasquido de dientes. -
-Él también me lo dijo, - dijo ella, aunque su expresión le decía a Finn que era escéptica. Era
comprensible. Esta era la historia de Finn, y, sin embargo, incluso él casi no podía imaginarlo.
-La sangre de nuestras hembras ya no es lo suficientemente fuerte como para hacer surgir el
dragón en nuestros Guerreros. No sabemos por qué, o qué pasó. Pero tu sangre...- Se
interrumpió.
Ella lo miró con desconfianza. - ¿Crees que yo podría ser la clave para hacer surgir tu dragón? -
Fue el turno de Finn de asentir. -Vall dijo que podía sentirlo dentro de él, agitándose. Luchando
por liberarse. -
-Eso es, bueno, eso es increíble. -
- ¿Entiendes ahora por qué debemos ser cautelosos? Podrías cambiar el curso de todo el futuro
de mi raza. -
-Pero sólo soy una, - argumentó ella.
-Sí, - dijo él, -y tú eres nuestra. Pero si es cierto que puedes desatar nuestras bestias, no hay
un Guerrero en el planeta que no robe, mate o cometa cualquier otro crimen, sólo para tenerte.-
Se tomó un largo y silencioso momento para reflexionar, y luego esbozó una pequeña sonrisa. -
¿Entonces no a la ciudad? -

95
-Me temo que no, - respondió él. -Aunque, si quieres salir de aquí, ver algo del campo, podríamos
tomar el skimmer. Hay un hermoso lago cerca, y podría empacar comida para el almuerzo...-
- ¿Un picnic? - Preguntó Lana, con cara de ilusión.
-Un picnic, - aceptó él, aunque no estaba seguro de lo que era exactamente.
No tardó en organizar una bolsa de comida. Hizo que Lana esperara con ella en la plataforma de
aterrizaje mientras él accedía al garaje hábilmente escondido debajo y sacaba el skimmer.
-Es como una moto, - dijo nerviosa, observando el vehículo mientras él lo traía para aterrizar
junto a ella.
- ¿Tienen algo así en tu mundo?, - preguntó él.
-Más o menos, - respondió ella, haciendo una mueca. -En la Tierra, una moto tiene ruedas, no
flota del suelo así, pero por lo demás sí, supongo que es más o menos lo mismo. -
Le quitó la bolsa de comida y la guardó en la alforja del skimmer, y luego le tendió una mano.
-Pon tu pie aquí, - dijo, golpeando el reposapiés en la parte inferior del skimmer con su bota, -
luego gira tu otra pierna hacia arriba y sobre el skimmer. -
Ella parecía un poco aprensiva, pero hizo lo que le dijo, aunque era tan pequeña que le costó subir
la pierna lo suficiente como para despejar el asiento del skimmer.
-Tendrás que rodear mi cintura con los brazos, - le dijo una vez que ella estuvo sentada en el
vehículo detrás de él. -Acércate a mí. Te protegerá del arrastre del aire. El escudo automático
no siempre te protege en la parte trasera. -
Ella se deslizó detrás de él, y Finn luchó por reprimir el escalofrío cuando sintió el interior de
sus muslos deslizarse por la parte exterior de sus piernas, su calor por toda la espalda. Ella
llevaba una túnica de mangas completas, así que no estaban piel con piel, pero las manos de ella
revoloteaban por su estómago, el cosquilleo que hacía que sus músculos se contrajeran. Nunca
había montado con nadie más en la parte trasera del skimmer, y después de tener a su compañera
pegada a él tan dulcemente, no creía que fuera a permitir que nadie más lo hiciera de nuevo.
- ¿Estás lista?, - preguntó. -Tendrás que agarrarte fuerte, es más rápido que el vehículo
aerodeslizador. -

96
Esa fue toda la advertencia que le dio antes de arrancar el skimmer, haciéndolo salir disparado
de la plataforma de aterrizaje y bajar directamente la colina. El aire caliente lo golpeó,
levantándole las trenzas y picándole los ojos, pero apenas lo sintió, concentrado en las manos de
Lana que agarraban el cinturón de sus pantalones, a sólo un par de centímetros por encima de
su verga que se puso rápidamente rígida, mientras ella se acurrucaba lo más posible, chillando
cada vez que él hacía un pequeño ajuste en los controles del skimmer.
- ¿Estás bien? - dijo él.
Tardó un momento, pero finalmente ella respondió con un, -Sí- apagado.
- ¿Quieres ir más rápido? - Él sonrió mientras lo decía, prediciendo la forma en que las manos
de ella se apretaban inmediatamente.
- ¡No! ¡Siento que me voy a caer! -
-No te dejaré caer, - juró él.
Recordando su promesa de dejarla disfrutar del paisaje, y que se suponía debía hacer que ella le
tuviera menos miedo, no más, aflojó el paso cuando llegaron al fondo del valle y comenzó a
dirigirse al sur, hacia el lago. Era un viaje largo, pero el camino seguía junto al río, cuyas aguas
refrescantes evitaban que el aire fuera demasiado caliente y seco. Tampoco había nadie alrededor,
y la tranquilidad ayudó a Finn a relajarse. No eran un pueblo muy poblado, y la invención de los
transportadores les había dado la posibilidad de extenderse más ampliamente por las zonas
habitables del planeta. La mayoría seguía optando por congregarse en las ciudades, porque quizá
no fueran muchos, pero eran criaturas sociables, especialmente los Pensadores y los Artistas,
lo que significaba que los que, como Finn y su manada, elegían una vivienda rural, podían estar
tan aislados como quisieran.
Aunque no habían llegado al extremo de Bern y Danin de aislarse, era bueno saber que Finn podía
llevar a Lana a disfrutar del campo sin esperar encontrarse con...
Los pensamientos de Finn se interrumpieron cuando algo llamó su atención en la periferia de su
visión. Redujo la velocidad del skimmer y giró la cabeza hacia la línea de árboles, donde creía
haber visto algo que se movía, algo que no estaba bien. Aunque entrecerró los ojos contra el
resplandor del sol, no volvió a captarlo, esa chispa de luz sobre el metal que no tenía cabida en
el denso follaje.

97
- ¿Está todo bien? - preguntó Lana, sintiendo la desaceleración y, probablemente, la repentina
tensión de Finn. Él se obligó a relajar los músculos y dio un breve encogimiento de hombros.
-Bien, - dijo. -Sólo me pareció ver algo. Probablemente era un animal. Hay mucha vida salvaje en
esta región. -
- ¿Fauna peligrosa?, - preguntó ella nerviosa.
Él giró la cabeza lo suficiente como para mostrarle un destello de sus colmillos. -Nada tan
peligroso como yo. -
-No hay ninguna de esas cosas de sable por aquí, ¿verdad? -
-No, - dijo él. -Nunca anidarían en nuestro territorio. -
- ¿Cómo saben que es su territorio? -
-Lo marcamos, - dijo simplemente.
Hubo una breve pausa y luego Lana dijo, con la voz tensa. -No creo que vaya a preguntar cómo
lo hacen. -
Finn se rio, porque hacían exactamente lo que creía que Lana estaba imaginando, dejar su olor
orinando en los árboles por todo el perímetro, y pisó el acelerador del skimmer, acelerando una
vez más.
Aunque estuvo atento, no volvió a ver nada parecido a aquel extraño destello, y para cuando
llegaron al punto en el que el río se deslizaba hacia la calma del lago, casi se había convencido de
que lo había imaginado. Aun así, echó un buen vistazo al bosque, que les había seguido todo el
camino y que ahora se extendía en una curva alrededor de la orilla del lago, incluso llegando a
marcar contra un árbol cercano por si algún depredador, sables imaginarios o de otro tipo, sentía
curiosidad y se acercaba a investigar.
-Esto es hermoso -dijo Lana, con la mirada fija en la superficie brillante del lago mientras se
quedaba junto al skimmer.
-Lo es, - coincidió Finn, con la mirada puesta en ella.
Tardó un poco en ver a quién miraba mientras hablaba, y cuando lo hizo, puso los ojos en blanco.
- ¡Estaba hablando de las vistas! -

98
-Yo también, - dijo inocentemente, sacando la bolsa de comida. - ¿Tienes hambre ahora, o quieres
nadar primero? -
- ¿Nadar?, - dijo ella, con cara de sorpresa. -Pero no he traído traje de baño. -
-Yo tampoco. -
Ella le lanzó una mirada de reojo, una advertencia para que se comportara, pero estaba sonriendo,
y había un tinte rojo en sus mejillas. Finn se deslizó unos pasos más cerca e inhaló discretamente.
Tampoco tenía sensación de miedo. Bien. No parecía haber dañado las cosas entre ellos de forma
permanente.
-Estás calentita, - murmuró, pasando el dorso de los dedos por el cuello de ella, donde el sudor
hacía que los pequeños mechones de pelo se pegaran a su piel. -El agua es preciosa y fresca. -
Ella lo estaba considerando, con los dientes mordiéndose el labio inferior en señal de indecisión,
pero luego sacudió la cabeza y le quitó la bolsa de comida.
-Primero la comida, - dijo. -Tengo hambre. -
Decepcionado, pero sin desanimarse, porque ella había dicho primero la comida, Finn la siguió
hasta la orilla del agua y se sentó con ella en un trozo de hierba espesa.
-Tendríamos que haber traído una manta, - dijo con pesar, sumergiéndose en la bolsa.
- ¿Para tumbarse? - preguntó Finn de forma sugerente.
Esta vez recibió un golpe en el brazo y un, - ¡Compórtate! - por la molestia. Sonrió. Ella estaba
perdiendo su desconfianza más rápido de lo que él temía.
Comieron en agradable silencio, disfrutando de escuchar el suave chapoteo del agua y la ocasional
llamada de las criaturas entre los árboles.
Lana le preguntó sobre algunas de las plantas, el bosque y las cosas que vivían allí, y aunque
Finn era bastante conocedor de las cosas con dientes, admitía que no tenía esperanzas cuando
se trataba de cosas que florecían.
-Podemos conseguirte un libro, - dijo, -y podrás aprender sobre ellas, si te interesa. -
- ¿Cuándo finalmente se me permita ir a la ciudad? -
-Cuando sea seguro ir, - aceptó él.

99
Ella asintió y se puso de pie. Apoyándose en los codos, Finn volvió a mirar la línea de árboles,
como había hecho una docena de veces mientras comían. Algo se movía allí, una sombra.
Probablemente era un animal, se dijo, aunque era grande. Había pastores que bajaban al lago a
beber, probablemente era eso. Estaba mirando fijamente la espesa vegetación, tratando de decidir
si tenía que levantarse a investigar, o si sólo estaba siendo paranoico, cuando Lana levantó de
repente su túnica y se la quitó.
Finn se quedó helado, aturdido, con la mirada perdida en las elegantes líneas de su espalda y en
la insinuación de un pecho curvado que pudo ver, cuando ella se quitó los pantalones con los
mismos movimientos decisivos, revelando unas piernas torneadas y un trasero deliciosamente
redondeado. Antes de que él pudiera recomponerse lo suficiente como para alcanzarla, ella se
había ido, corriendo los pocos pasos hacia el agua y luego vadeando más profundamente. Chilló
cuando el agua fría le hizo cosquillas alrededor de las piernas y, al llegar a sus caderas, se
zambulló, desapareciendo por completo bajo la superficie.
Finn se puso en pie en un santiamén, con las tripas apretadas mientras miraba el agua vacía.
Las ondas que ella había provocado se convirtieron en una calma total y ella no volvió a aparecer.
Acababa de chapotear en las aguas poco profundas, con botas, pantalones y todo, cuando
ocurrieron dos cosas simultáneamente. Lana apareció mucho más profunda en el lago, sonriendo,
con el cabello pegado a la cabeza, y un grupo de seis Guerreros emergió de entre los árboles.
Atrapado entre su compañera y una extraña manada cuyos ojos entrecerrados y colmillos
expuestos le decían a Finn que no eran amistosos, miró inmediatamente hacia el skimmer. Era
rápido, lo suficientemente rápido como para alejarse de los Guerreros a pie, pero, aunque tuvieran
vehículos escondidos en los arbustos, nunca lo atraparían. Sin embargo, Lana estaba demasiado
metida en el agua. Para cuando llegara a la orilla, sería demasiado tarde.
- ¡Lana, quédate ahí!, - gritó, y luego se giró para enfrentarse a la amenaza.
- ¿Finn?, - llamó ella, con el miedo tiñendo su nombre. Él la miró y la vio nadar vacilante hacia
él, con la preocupación escrita en su rostro.
-Quédate. Ahí, - repitió.
Tuvo que confiar en que ella obedecería su palabra esta vez, porque no se atrevió a apartar su
atención de los Guerreros de nuevo. Avanzaban lentamente, atentos a cualquier movimiento que
pudiera hacer Finn, aunque lo superaban en número.

100
No podía esperar ganar una pelea contra los seis.
- ¿Quiénes son ustedes? - gruñó, mostrando sus propios colmillos. Este es nuestro territorio".
-Dices nuestro, - le espetó uno de ellos, un gran guerrero con la cabeza afeitada y una cicatriz
en un pectoral. -Y sin embargo sólo son ustedes. -
-Es territorio de la manada, - escupió.
-Pero no hay manada, - El gran Guerrero sonrió. Luego su mirada se dirigió a Lana, desechando
a Finn. -Siete estrellas, - murmuró. -Imposible. -
Lana estaba demasiado lejos en el agua para que el Guerrero pudiera contar las pequeñas marcas
en su mejilla, lo que significaba que lo sabía. Significaba que había venido aquí por ella
específicamente. El estómago de Finn se retorció, el dragón de su pecho enloqueció con el deseo
de salir, pero no tuvo fuerzas. No había ningún empujón contra su piel, sólo terror en su corazón.
- ¿Vas a salir, hembra? - llamó el Guerrero. - ¿O tengo que entrar a buscarte? - Se lamió los
labios al decirlo, con una expresión hambrienta. Finn gruñó y cambió de posición, poniéndose en
la línea de visión del Guerrero y ocultando a Lana de la vista.
Eran probabilidades imposibles, él lo sabía. Si se hubieran quedado en la madriguera, si les
hubieran tendido una emboscada allí, habría habido lugares a los que podría haberse retirado con
Lana, para atrincherarse hasta que el resto de la manada volviera para igualar las cosas, pero
aquí estaba expuesto y era vulnerable. Aun así, no iba a caer sin luchar.
-Ella es mía, - gruñó. -No la tocaras. -
El gran Guerrero lo consideró brevemente. -Entonces deberías haber tenido más cuidado con
ella.- Hizo una señal con la mano a los otros cinco Guerreros, que esperaban inquietos. -Quítenlo
de en medio. -
Finn esperó hasta que estuvieran a medio camino de él, y entonces explotó fuera del agua. Tenía
el elemento sorpresa, los Guerreros esperaban que se rindiera ante lo inevitable, y pudo derribar
al primero con un cruel golpe en la garganta, un segundo cayó al dar una patada, sintiendo las
costillas romperse bajo su pie. Tenía a un tercero agarrado por la garganta cuando un brazo le
rodeó por detrás, asfixiándole. Un duro golpe en el muslo hizo que su pierna se desplomara bajo
él y ejerciera más presión sobre su cuello. Finn se retorció, soltando al guerrero que tenía delante
para arañar el brazo que lo estrangulaba, pero eso sólo dejó a otro enemigo para que le llovieran

101
golpes.
Aunque luchó con todas sus fuerzas, eran demasiados. Al final consiguieron ponerlo de rodillas y
tirar de ambos brazos a la espalda, con gruesas esposas que le rodeaban las muñecas y las
mantenían allí. Intrigado e impotente, sólo pudo ver cómo el guerrero principal se adentraba en
el agua hacia Lana. Ella también trató de luchar, el agua salpicando mientras se agitaba contra
él, pero fue casi demasiado fácil agarrarla. Finn echó un vistazo a su cuerpo desnudo, sujeto con
fuerza contra el pecho del guerrero mientras salían del lago, antes de que un fuerte golpe en la
nuca hiciera que todo se volviera negro.

102
Capítulo Quince

Una administradora les recibió en la entrada de la casa de verano, vestida con largas y fluidas
sedas que rozaban su cuerpo de sauce. Sus ojos eran demasiado grandes en su rostro ligeramente
entrecerrado, su expresión incierta mientras se retorcía las manos con agitación.
- ¿Quieres entrar?, - preguntó, señalando la puerta abierta detrás de ella. - ¿Ver lo que han
hecho?-
Vall asintió y él, Jay y Lyne entraron detrás de la mujer. El lugar estaba bellamente decorado,
las paredes colgadas de arte y los elegantes muebles colocados en rincones extraños donde nadie
querría sentarse. Sin embargo, el olor rancio de la orina de sable acababa con el ambiente que
pretendía el diseñador. El hedor flotaba en el aire, y se hacía más fuerte a medida que se
adentraban en un salón que parecía el epítome de la alta sociedad antes de que una plaga de
gatos sarnosos entrara y lo destruyera todo.
-Es horrible, - dijo la administradora con un pañuelo para cubrirse la boca y la nariz. Parecía
estar a punto de llorar. - ¿Por qué han hecho esto? -
-Son animales, - murmuró Jay. -No tienen que tener una razón. Simplemente actúan. -
Tal vez. Vall no estaba convencido de ello, no después de lo que había dicho Ginn y de lo que
había presenciado con sus propios ojos, pero la Administradora asintió, descontenta pero
apaciguada.
-Podrás atraparlos, ¿no?, - preguntó. - ¿Llevarlos ante la justicia? –
Vall la miró fijamente, incrédulo. -Los mataremos, - dijo.
-Oh. - Ella parecía sorprendida, luego extrañada, pero una mirada al desorden, a las paredes con
garras y a los restos de los muebles blandos, le puso la columna vertebral rígida. -Bueno, supongo
que es lo que hay que hacer. Quiero decir, ¡esta es la casa de verano del Soberano! ¿No tienen
respeto? -
Vall le dio la espalda a la hembra para no hacer el comentario cáustico que le quedaba en la
lengua. ¿Un poco de vandalismo valía una vida? ¿Un puñado de vidas? Recogió un cojín tirado en
el suelo sin cuidado, con el intrincado bordado destrozado hasta que el dibujo era irreconocible.

103
Se lo acercó a la cara y olfateó profundamente. Dos olores diferentes, ambos masculinos.
Satisfecho, arrancó un trozo.
- ¿Qué estás haciendo?, - preguntó la administradora, escandalizada.
Vall la miró por encima del hombro. ¿Le molestaba que hubiera arrancado una almohada ya
estropeada?
-Aromas, - dijo simplemente.
Ella no parecía impresionada, pero se contuvo mientras él, Jay y Lyne recorrían la habitación.
Para cuando terminaron, Vall calculó que iba a la caza de un grupo de al menos seis sables.
-Gracias, - le dijo a la mujer. -Ya tenemos lo que necesitamos. -
Empezaron a dirigirse hacia la puerta cuando ella emitió un pequeño graznido estrangulado. - ¿Se
van? ¿Y si vuelven? ¿No debería quedarse uno de ustedes aquí? Hey? -
Vall la ignoró y volvió a salir a la luz del sol. Una vez allí, respiró profundamente, queriendo
quitarse el mal olor de la nariz.
- ¿Quieres que me quede? ¿En caso de que vuelvan aquí y ataquen? - preguntó Lyne.
-Joder, no, - respondió Vall. -Esa administradora no es nuestro problema. -
- ¿De verdad? ¿De esto vamos a hablar? - preguntó Jay. - ¿Nadie va a sacar a relucir el gran
problema que acabamos de descubrir? -
- ¿Qué problema? - preguntó Lyne, mirando a Vall y frunciendo el ceño.
-Uno de los sables es diferente. El olor...-
Vall le entregó a Lyne un trozo de papel pintado rasgado. Observó cómo Lyne se lo acercaba a
la cara y aspiraba el aroma. Vall pudo ver cómo se formaba la confusión detrás de sus ojos.
-No entiendo. –
-Yo tampoco, - respondió Vall.
-Es un solo aroma, - afirmó Jay. -No son dos individuos. -
-Lo sé, - dijo Vall.
- ¿Cómo puede ser eso? -

104
Vall se encogió de hombros. Era increíble, pero sólo había una respuesta. -Híbrido. -
- ¿Qué? - Lyne jadeó. - ¿Es eso posible? -
-Cuando encontremos a los sables, supongo que lo sabremos. –

El rastro que dejaron los sables era casi demasiado fácil de rastrear. Si hubieran sido Guerreros,
Vall habría dicho que querían ser seguidos. El escéptico que llevaba dentro le susurró que su total
falta de cuidado a la hora de ocultar su rastro sólo demostraba que no eran más que bestias
tontas, pero trató de acallar esa voz. Ginn le había enviado aquí para ocuparse de un problema,
pero también para escuchar y observar. Tenía que dejar atrás sus prejuicios.
Se adentraron en la densa vegetación que había detrás de la casa de verano, siguiendo un camino
de ramitas rotas, hierba pisoteada y huellas hundidas en el empalagoso barro. En un momento
dado, los sables habían cruzado un estrecho río, eligiendo un lugar pedregoso que Vall habría
tomado él mismo, una buena jugada si no hubieran señalado su cruce dejando un trozo de tela
desgarrada en una rama baja.
- ¿Cuánto hace que los sables estuvieron en la casa de verano? - preguntó Lyne mientras Vall
enganchaba la tela y la olfateaba para confirmar que había procedido de uno de los olores que
perseguían. Lo había hecho. - ¿Días? Ya podrían estar en cualquier parte. -
-No crees realmente que hayan andado por ahí, ¿verdad? - Jay preguntó. -No quiero estar aquí
para siempre, quiero volver con Lana. -
-Seguimos las pistas hasta encontrar algo, - dijo Vall con firmeza. -Lleva todo el tiempo que
haga falta. Que será más largo si tengo que escuchar a los dos quejándose cada cinco minutos.
¿Son Guerreros o no? -
-Soy un Guerrero apareado que aún no ha conseguido aparearse con su pareja, - murmuró Jay,
pero lo suficientemente bajo como para que Vall pudiera optar por ignorarlo.
-Tengo la sensación de que no se han ido muy lejos, - dijo en voz baja, mirando hacia los árboles.
- ¿Por qué se quedarían por aquí? - preguntó Lyne.
-No lo sé, - dijo.

105
Dejó caer el trozo de tela, salió de la orilla del río y continuó siguiendo las huellas. No habían
avanzado mucho, sólo llevaban media tarde caminando por el bosque, cuando un olor mucho más
fresco hizo que Vall se detuviera en seco. Era uno de los machos que había estado en la casa de
verano, pero el árbol que había marcado aún estaba mojado con su orina. Había estado aquí
recientemente. Muy recientemente.
En silencio, Vall se puso en cuclillas, Jay y Lyne le siguieron. Escuchó con atención, con ojos
agudos buscando, pero nada se movía ni hacía ruido.
-Lyne, al este. Jay, tú ve hacia el oeste. Yo seguiré hacia el norte. Si todavía están aquí, han
hecho un campamento. Si lo encuentran, regresen aquí. Si no han encontrado nada en una hora,
comiencen a retroceder. -
Los dos Guerreros asintieron y Vall se quedó mirando cómo desaparecían. Esperó hasta estar
seguro de que estaban fuera del alcance del oído antes de decir en voz baja. -Ya puedes salir. -
Tardó un momento, pero finalmente el follaje de un árbol situado a pocos metros comenzó a
crujir mientras una pequeña figura salía de él. Utilizó el tronco del árbol para ocultarse de la
vista, con dos ojos grandes y asustados que miraban a Vall.
-No pasa nada, - dijo. -No te haré daño. -
No había estado seguro, el pequeño erizo no había hecho nada para delatarse, incluso la dirección
del viento había jugado a su favor, pero Vall lo había sentido, la presencia de otro dragón. Jay y
Lyne no lo habían hecho, pero por algo no eran alfa en la manada. El dragón no era tan fuerte
en ellos.
Pero cuando el niño, menos de la mitad de su edad, quizás ocho veranos, salió de detrás del árbol
con pasos lentos y vacilantes, vio que no era un dragón después de todo. Había un dragón, era
evidente en los ojos, en la tranquila vigilancia y en las reveladoras pupilas rasgadas, pero el niño
también tenía un pelaje velludo que le cubría el cuerpo y allí, revoloteando entre las piernas, una
cola. Era un híbrido. Una mezcla de dragón y sable.
-No se supone que estés aquí, ¿verdad?, - preguntó en voz baja.
El chico dudó y luego negó con la cabeza.
- ¿Dónde está el resto de tu grupo? -
Otra vacilación, más larga esta vez, y luego levantó un brazo tembloroso y señaló el norte.

106
-Creo que deberíamos llevarte allí, pequeño. - Se puso en pie con movimientos cuidadosos y sin
prisas, y avanzó lentamente. El niño no se sobresaltó, sólo le observó con aquellos enormes ojos.
- ¿Cómo te llamas? -
El niño frunció el ceño, moviendo los labios. Al principio Vall pensó que iba a negarse, pero luego
se dio cuenta de que sólo estaba luchando por envolver su boca con la palabra que quería decir.
Sus labios, al igual que los de los sables, no estaban bien formados para hablar con facilidad.
-Kell, - dijo finalmente, con el sonido de la "k" un poco maltratado.
- ¿Kell? -
El chico asintió.
-Muy bien, Kell. Volvamos con tu grupo. -
Empezaron a caminar, Vall haciendo deliberadamente el suficiente ruido para delatar su paso. No
quería sorprenderlos, que se lanzaran al ataque con el niño en medio de la refriega.
-Dime, - dijo, hablando de forma agradable, como si la pregunta no tuviera importancia. - ¿Has
conocido a alguien que se parezca a mí antes? - Kell lo miró fijamente, inseguro. -Mi piel, -
aclaró. -Mis ojos. -
Un asentimiento, apenas.
- ¿Tu padre? - Kell negó con la cabeza. - ¿Tu madre? -
Kell se mordió el labio con preocupación.
¿Le habían dicho que no hablara de ello? Tal vez sólo desconfiaba de los extraños, especialmente
de los que habían sido enviados a matarlo.
-No tengas miedo. - le tranquilizó Vall. -No estás en problemas. Me parezco a tu madre, ¿sí? -
-Isss, - aceptó Kell.
- ¿Está aquí tu madre? -
-No. -
- ¿Viniste con tu padre? -
-Isss. -

107
Así que había una hembra de dragón que se reproducía con los sables, voluntariamente o no, no
tenía ni idea. Sin embargo, ella no estaba aquí, así que esto no sería una misión de rescate.
Pensó en las historias que los aldeanos le habían contado hacía apenas un puñado de días, cuando
había ido a limpiar el nido que los aterrorizaba, robando y dañando, secuestrando a mujeres
jóvenes. Los aldeanos se habían puesto histéricos, afirmando que los sables se comían a las que
robaban. Al parecer, los sables tenían otros planes para ellas.
Supo cuándo se acercaron al campamento. El olor de los sables era rico en el aire, pero también
eran ruidosos, riendo y parloteando entre ellos. Cuando Vall atravesó los últimos árboles que les
impedían la vista, vio a tres de ellos sentados en un semicírculo observando a dos que tenían
palos afilados y estaban practicando esgrima entre ellos, la lucha amistosa, con sonrisas en
ambos rostros. Dejó caer una mano sobre el hombro de Kell, reteniendo al muchacho cuando
hubiera corrido a reunirse con su familia. Un momento después, los sables se dieron cuenta de
que estaba allí y la lucha fingida cesó al instante.
Los tres que estaban en el suelo se pusieron en pie, uniéndose a los dos que sostenían los palos
en una línea de agresión que vibraba con gruñidos infelices. Sin embargo, no se lanzaron al ataque,
porque Kell, que ahora temblaba, aterrorizado estar atrapado en el medio, estaba lo
suficientemente cerca de Vall como para que pudiera alcanzar fácilmente y romper el cuello del
chico antes de que alguno de los sables pudiera alcanzarlo.
No lo haría, pero ellos no lo sabían.
-Encontré a este vagando por el bosque, - dijo, lenta y claramente. - ¿Pertenece a uno de
ustedes?-
Los gruñidos retumbaron con fuerza, pero entonces uno de los sables se adelantó. Era uno de
los dos que llevaban palos. Lo dejó caer rápidamente al suelo y extendió las manos, con ojos
cautelosos.
-Mío, - dijo. -Dame. -
Kell intentó correr hacia su padre, pero Vall se aferró a él. Necesitaba al chico como palanca,
porque incluso con la sangre de Lana corriendo por sus venas, haciéndole sentir invencible,
enfrentarse a cinco sables él solo después de haber amenazado a una de sus crías, era pedir
demasiado. Tal vez se había precipitado al enviar a Lyne y a Jay, pero no había pensado que el
pequeño acudiría a él de otra manera.

108
-Todavía no, - dijo, queriendo dejar claro que iba a entregar a Kell, pero no antes de que tuvieran
una pequeña charla. El padre de Kell se movió inquieto, con los dedos de las garras clavados en
el suelo musgoso del bosque.
-Dame, - repitió. Luego, como si lo hubieran sacado a rastras, -Por favor. –
-Pronto, - prometió Vall. -Los daños en el palacio de verano, la casa grande. ¿Fuiste tú? -
El padre de Kell volvió a mirar hacia el resto de los sables, pasando entre ellos alguna
comunicación tácita. Un segundo sable se adelantó. Este era más viejo, con la boca gris moteada.
Sus ojos eran sagaces, duros.
-Se lo merecía, - escupió.
- ¿Sabes de quién era la casa? - preguntó Vall.
-SSSoberano. - Al sable le costó escupir el título, pero aun así consiguió infundirle desprecio.
Si no hubiera estado tan asombrado, Vall podría haber sonreído. Ese era exactamente el tono
que utilizaba siempre que se refería a su glorioso rey.
- ¿Por qué? ¿Por qué se lo merecía? -
-Nos caza, - gruñó el sable. -Nos hace daño. No nos deja en paz. -
-Tal vez lo haría si no se robaran las hembras, - señaló Vall, aunque sabía, incluso mientras lo
decía, que eso no era cierto. El Soberano estaba decidido a cazar a los sables hasta la extinción
sin importar qué.
-No robar, - replicó el sable mayor, indignado.
Vall inclinó la cabeza hacia Kell, que ignoraba la conversación, totalmente concentrado en el padre
al que estaba desesperado por correr.
El padre, sin embargo, parecía aún más descontento por el rumbo que estaba tomando la
conversación.
-Mía, - insistió. -Mi Jalla. Mi compañera. No llevar. -
¿Compañera? Eso daba un giro diferente a las cosas, siempre y cuando los sables vieran a las
parejas de la misma manera que los dragones, lo cual era imposible de saber.
- ¿Pero ella quiere ser tu compañera? - preguntó Vall en voz baja.

109
El sable frunció el ceño, y un gemido frustrado salió de su garganta mientras daba zarpazos al
suelo.
-Mi compañera, - repitió. -Mi Jalla. -
Puede que se sintiera irritado por la pregunta, o puede que simplemente no lo entendiera. El
resto de los sables del fondo se estaban inquietando, al borde de la violencia. Vall no quería eso.
Jay y Lyne estaban cerca ahora, ambos habían dado vueltas para encontrar el campamento.
Estaban esperando y observando, buscando una señal de su Alfa. Si llegaba el caso, Vall sabía
que serían capaces de tomar al grupo, incluso superados en número casi dos a uno. Pero si la
lucha comenzaba, sería a muerte. Vall no mataría a Kell, lo que significaba que dejaría al niño sin
padre, tendría que elegir entre abandonarlo en el bosque para que se valiera por sí mismo, o
llevarlo de vuelta a la ciudad, al Alto Defensor y al Soberano y que todos lo trataran como un
bicho raro, un experimento científico.
Es hora de irse. De todos modos, tenía suficiente para llevar al Alto Defensor.
-No he hecho daño al chico, - dijo, quitando la mano del hombro de Kell, -y no te he hecho daño
a ti. - Hizo un discreto gesto con la mano, y Jay y Lyne se adelantaron, lo suficiente como para
que los sables los vieran, para darse cuenta de que no estaba solo. -Voy a devolverte a tu hijo,
y luego me voy a ir. Si tratas de detenerme, vas a morir. ¿Entiendes? -
El padre pareció desfallecer de alivio. Cayó de rodillas, con los brazos extendidos en una silenciosa
súplica por su hijo. Sin embargo, Vall miró al mayor. Cuando asintió brevemente, Vall empujó al
niño hacia su padre. Se dio la vuelta y empezó a alejarse antes de que Kell empezara a correr.
Vigiló cuidadosamente a Jay y Lyne, no muy lejos de él, observando sus expresiones para saber
si estaba a punto de sufrir un ataque por la espalda. Sus rostros permanecieron neutrales
mientras retrocedían al compás de los pasos de Vall. No le dieron la espalda a los sables hasta
que pusieron una buena distancia entre ellos.
- ¿Los dejamos vivos? - preguntó Lyne. -Pensé que el trabajo era eliminar el nido. ¿No espera el
Soberano ver cadáveres? -
-No vamos a matar a nadie, - dijo Vall. -Si el Soberano los quiere muertos, puede venir aquí y
hacerlo él mismo. Sin embargo, tenemos que informar al Alto Defensor. Tengo noticias para él.-
-Ya lo creo, - comentó Jay. - ¿He visto lo que creí ver? -

110
-Lo hiciste, - confirmó Vall. -Pero hay más. El Alto Defensor tenía razón, han apuntado
específicamente al palacio del Soberano. Quieren que deje de acosarlos, que los dejen en paz. -
- ¡Eso no va a suceder mientras sigan robando hembras y reproduciéndose con ellas! - exclamó
Jay.
-Si están robando hembras, - respondió Vall. También había sido su primer pensamiento, pero
tal vez estaba tan equivocado en eso como en lo de que los sables eran bestias poco inteligentes
y descerebradas. Todo aquello era una pesadilla. Joder, ¿cuántos de ellos había matado?
No, si eran personas, la palabra era asesinado.
-Esto es un lío, - comentó Lyne.
Val resopló. Eso era un eufemismo.
Ya casi habían regresado al vehículo aerodeslizador cuando el miedo lo golpeó como un rayo. Se
detuvo en seco, sorprendiendo a Jay y Lyne, que siguieron avanzando varios pasos más antes de
volver a mirarle.
- ¿Qué es? - preguntó Jay. Miró por encima del hombro de Vall. - ¿Son los sables? ¿Crees que
nos están siguiendo? No veo nada. -
-Lana, - jadeó Vall.
No sabía por qué lo sabía, los dragones no eran psíquicos, pero su sangre gritaba con la verdad.
Lana tenía miedo, estaba en problemas.
Jay y Lyne estaban hablando, haciéndole preguntas, pero él no podía oírlas. El dragón en su
interior rugía en su mente tan fuerte que era ensordecedor. Le reclamaba, exigiendo ser liberado
para poder seguir la llamada de la sangre de Vall que latía en sus venas. Podía encontrarla,
insistía. Congelado por el terror por primera vez en su vida, Vall capituló, retrocediendo y dejando
que el dragón se adelantara. Avanzó con furia, desgarrando su piel y duplicando, triplicando,
cuadruplicando su tamaño. Los pensamientos de Vall disminuyeron, superados por las simples
necesidades del dragón.
Compañera. Asustada. Encontrar.
Pies escamados del tamaño de un skimmer empujando con fuerza contra el suelo, el dragón de
Vall los lanzó hacia arriba, hacia el cielo.

111
Capítulo Dieciséis

Finn no se despertaba. Me senté en la silla donde el aterrador Guerrero con la gran cicatriz que
le cruzaba el pecho me había dejado y miré a través de la habitación hacia donde Finn estaba
desplomado en el suelo. Uno de los guerreros estaba de pie junto a él, con el labio curvado hacia
atrás en señal de desprecio, y mientras yo miraba, le dio una fuerte patada en las costillas con
un pie calzado, con una mano agarrando su propio costado.
Finn seguía sin moverse.
- ¿Está muerto? - Dijo un tercer guerrero. - ¿Lo mataste cuando le golpeaste el cráneo? -
El corazón me saltó a la garganta hasta que el Guerrero negó con la cabeza. -No, está respirando.
Aunque debería haberlo hecho. Me ha roto las costillas. -
Tiró de su bota hacia atrás para apuntar otra patada.
- ¡Déjalo en paz! - Mi voz sonó, fuerte en el espacio. Llamando la atención de los seis hombres
extraños y aterradores que me rodeaban, pero al menos el imbécil de las costillas rotas se apartó
sin volver a patear a Finn.
Desgraciadamente, un momento después el guerrero de las cicatrices estaba de vuelta, agazapado
frente a mí.
-Ya no tienes que preocuparte por él, - me dijo. -Ahora nos perteneces. -
-No lo creo, joder, - siseé. Estaba furiosa, pero también asustada, y cuando se movió ligeramente
sobre las puntas de los pies, me eché hacia atrás, pensando que iba a golpearme.
Pero no lo hizo, sino que se limitó a llevar su mano a mi cara, colocando mi pelo detrás de la
oreja y revelando las estrellas de mi mejilla.
-Siete estrellas, - murmuró, sacudiendo la cabeza. -Lo estoy mirando y todavía no puedo creerlo.
Tal vez lo que tengo que hacer es probar. - Se detuvo en la última palabra, dejando que rodara
por su lengua.
Me eché hacia atrás, casi volcando sobre mi silla en mi desesperación por alejarme. - ¡No me
toques! -

112
-Te tocaré, y más, - prometió. -Vas a ser nuestra sierva, pequeña. Tienes que acostumbrarte a
esa idea. Si no lo haces voluntariamente, te obligaré, y no creo que eso te guste. - Esbozó una
suave sonrisa que no llegó a sus ojos. -Tal vez sólo necesites un poco de tiempo para hacerte a
la idea, ¿eh? Tiempo para acomodarte. Puedes tenerlo, pero mi paciencia no es ilimitada. Te
sugiero que no la pongas a prueba. -
Se levantó y me acarició el pelo. Quise apartar la cabeza, pero me obligué a quedarme quieta, sin
querer contrariarle. Pensé que tal vez había sido una decisión equivocada cuando cacareó con
aprobación y canturreó. -Buena chica. - Yo no era su chica buena, no era nada suyo, y traté de
transmitírselo cuando le dirigí la mirada con rabia, pero él ya se había apartado de mí.
Me sentí aislada, muy sola, y miré a mi alrededor. Habíamos viajado hasta aquí en un vehículo
aerodeslizador, con el área de pasajeros muy apretada con los seis Guerreros, yo y el cuerpo
inerte de Finn. El skimmer había sido destrozado y dejado junto al lago. No tenía ni idea de la
dirección en la que habíamos viajado, no había reconocido nada del paisaje, pero finalmente el
guerrero que conducía sacó el vehículo aerodeslizador de la carretera abierta y lo introdujo en
una pista en la que las ramas se agitaban a los lados del vehículo a medida que avanzábamos.
Nos habíamos adentrado en los árboles hasta llegar a un edificio cuadrado sin ventanas. Tampoco
había una puerta principal, sino un garaje que se abrió al acercarnos, de modo que el conductor
pudo entrar con el aerodeslizador.
Esperaba que el interior fuera como una tumba, dada la falta de ventanas, pero el amplio y
abierto espacio habitable al que me llevaron, donde todavía estaba sentada, era luminoso y
soleado, con enormes claraboyas que dejaban pasar la luz del sol a través de los árboles que
crecían tan cerca de las paredes del edificio que sus copas se extendían justo por encima de él.
Era hermoso, y lo habría apreciado si no me hubieran arrastrado aquí contra mi voluntad.
No estaba atada, pero no me atrevía a abandonar mi silla. Los Guerreros se movían a mi
alrededor, arreglándose después de la pelea con Finn, que había conseguido hacer bastante daño
a los cinco que le habían atacado. En un rincón se armó un alboroto cuando dos de ellos se
pelearon a puñetazos, hasta que el guerrero de la cicatriz, el Alfa, supongo, se acercó para
separarlos y los arrojó al vacío.
-Ya basta, - dijo. Me miró, sonriendo. - ¿Ves lo que les estás haciendo, cariño? Están luchando
por ascender en el escalafón, desesperados por ponerte las manos encima. -

113
Aparté la mirada, reprimiendo todos los comentarios mordaces que quería lanzarle. Mi mirada se
posó en Finn y di un grito de sorpresa. Estaba inmóvil en el suelo, con las extremidades extendidas
en ángulos incómodos, pero sus ojos estaban abiertos y me miraban fijamente. Abrí la boca, pero
antes de que pudiera hacer algo estúpido como llamar la atención sobre él, sacudió la cabeza,
advirtiéndome que guardara silencio. Volvió a cerrar los ojos un momento después, cuando el Alfa,
que había terminado de disciplinar a los miembros rebeldes de su manada, se acercó a él. Se
inclinó y agarró la trenza de Finn, tirando de su cabeza hacia atrás. Debió de dolerle, pero Finn
siguió haciéndose el muerto, con el cuerpo laxo y la cara inexpresiva.
- ¿Qué vamos a hacer con éste, eh?, - reflexionó. Vi que me miraba con recelo y supe que
intentaba provocarme. Aunque mi corazón martilleaba de miedo por Finn, me las arreglé para
quedarme donde estaba, con la boca firmemente cerrada.
-Deberíamos matarlo, - comentó uno de los dos que habían estado luchando, limpiándose la
sangre de la boca mientras se ponía en pie.
El alfa consideró la sugerencia y luego negó con la cabeza. -No quiero una guerra con la manada
de Vall. -
Alguien resopló. -Hemos secuestrado a su sierva, vamos a tener una guerra. -
-Ellos pueden tener nuestra sierva. Es justo. Una hembra por una hembra. -
-Nuestra sierva ni siquiera está marcada, - dijo otro de ellos. -Dudo que lo vea como un
intercambio justo. -
- ¿Y qué va a hacer al respecto? ¿Crees que su manada va a ser capaz de enfrentarse a nosotros
cuando nos alimentamos de una hembra de siete estrellas? Sería un suicidio. Ningún Guerrero
va a morir por una sierva, no importa cuántas estrellas tenga. -
-No soy su sierva, - dije rápidamente. -Soy su compañera. -
Compañera. Había entrado en pánico cuando Vall me había lanzado esa palabra la primera vez.
Ahora la utilizaba para tratar de hacerles entender la gravedad de la situación. Esperaba que Vall
y el resto de la manada no murieran por mí, pero sabía que nunca se rendirían.
-Otra razón para matarlo, - dijo el de las costillas rotas, enviando a Finn una mirada sucia y
acunando su costado. -Piensa en lo mucho que los debilitaríamos si elimináramos a su Segundo.-

114
-No voy a matarlo, - gruñó el Alfa. -El Alto Defensor podría pasar un poco por alto el intercambio
de siervas, pero si empezamos a asesinar a sus Guerreros, tendremos a todas las manadas del
planeta en nuestras gargantas. -
-Si ella está diciendo la verdad y es su compañera, no lo pasará por alto. -
-Si, - se burló el Alfa. Ladeó la cabeza y me miró. -No está preñada, lo habría olido. Pero podría
estarlo. - Una lenta y desagradable sonrisa se dibujó en su rostro. -Tal vez sea hora de tomar
una compañera. -
Finn se estremeció entonces, lo vi, pero la atención del Alfa estaba demasiado fijada en mí para
notarlo.
-No seré tu compañera, - dije escuetamente, tratando de mantener su atención en mi dirección.
-Ya veremos, - dijo. Soltó el pelo de Finn y lo arrojó al suelo. Me estremecí cuando su sien chocó
con la loza con un ruido nauseabundo.
El alfa salió de la habitación y se alejó por el pasillo. En cuanto se perdió de vista, el ambiente
cambió. Lo sentí, un hambre, una amenaza que flotaba en el aire. Todos los guerreros me
observaban desde varios puntos de la sala. Antes se habían comportado porque el Alfa estaba
allí para obligarlos. Ahora...
¿Cuál era la expresión: era más fácil pedir perdón que permiso? Estaban pensando en tocarme, y
herir a Finn. Su Alfa se enfadaría después, pero el daño ya estaría hecho.
Sintiéndome vulnerable en mi silla y aún más preocupada por Finn, no podía saber si estaba
fingiendo estar inconsciente, o si realmente estaba noqueado de nuevo después de que el Guerrero
Alfa le golpeara la cabeza contra el suelo, me acerqué hasta que me senté justo en el borde de
mi asiento. Nadie dijo nada ni se movió en mi dirección. Se limitaron a seguir observándome con
avidez.
Me levanté y di un paso hacia Finn, y luego otro. Cuando no oí ningún grito ni sentí que una
mano me rodeaba el brazo para contenerme, me volví más valiente y más desesperada, corriendo
por el espacio hasta que pude caer de rodillas frente a Finn. Mi mano se dirigió directamente a
su sien, palpando el chichón que ya se estaba hinchando.
- ¿Estás bien? - susurré lo más bajo que pude. No estaba segura de la calidad de su oído ,
excepto que era mejor que el mío, y no quería que me escucharan.

115
No sabía si lo había dicho lo suficientemente alto como para que Finn me oyera, pero me pareció
ver que su cabeza se movía ligeramente. Un movimiento de cabeza.
Eso esperaba.
Me pasé las manos por su pelo trenzado, con lágrimas en los ojos. No tenía ni idea de qué hacer,
cómo ayudar. Nos superaban irremediablemente en número y no sabía cómo contactar con Vall y
los demás para igualar un poco las cosas. Estaba bastante seguro de que esta nueva manada no
me haría mucho daño, porque necesitaban mi sangre, aunque suponía que sangraría igual de bien
queriendo o sin querer. Si el alfa era sincera al decir que me quería como compañera, pensé que
podría ganar un poco de tiempo antes de estar en peligro físico. Sin embargo, Finn... no importaba
lo que el Alfa dijera, sabía que había Guerreros en la sala que pensaban que sería más fácil si
estaba muerto.
Me picaba la venda alrededor de la muñeca izquierda, la herida donde Jay se había alimentado de
mí esta mañana me escocía ligeramente. Al mirar hacia abajo, vi puntos rojos. Debía de habérmela
abierto en el lago cuando luchaba contra el alfa.
No lo había hecho muy bien. Me había sometido con una facilidad patética.
Algo brilló en mi mente, un comentario que Vall hizo anoche antes de alimentarse de mí. Sólo el
más pequeño sorbo de ti me hizo sentir invencible... Una alimentación completa, no puedo imaginar
la fuerza que me dará.
¿Será suficiente para que Finn luche contra la manada, se aleje para poder dar la alarma? ¿Si me
quedaba aquí, si me tenían, tal vez no se molestarían en perseguirlo?
No tenía forma de comunicarle a Finn lo que estaba pensando. Los Guerreros que nos rodeaban
seguro que se darían cuenta si empezaba a susurrarle furiosamente. En lugar de eso, le toqué
brevemente la mejilla para llamar su atención. Cambiando mi peso para ocultar mis manos,
comencé a trabajar en el nudo que mantenía mi vendaje atado.
-Ah, mira, lo está acariciando, - dijo uno desde el otro lado de la habitación. -Espero que nos
cuide así. Ni siquiera puede conseguir una mamada de nuestra sirva. -
Hubo una carcajada y me giré para mirar la habitación. En realidad, me estaba asegurando de que
se mantuvieran en su sitio mientras tiraba de la venda y acercaba la muñeca a la boca de Finn.
Se apartó ligeramente cuando le acerqué la carne ensangrentada a los labios, pero seguí el

116
movimiento, presionando con más fuerza. Un momento después, sentí que se aferraba y empezaba
a tirar. Me dolía, la zona ya estaba tierna y magullada, pero intenté que no se me notara.
-Si intentas meterme algo en la boca, te lo arrancaré de un mordisco, - advertí.
Todos se rieron esta vez, y uno de ellos, el que supuse que había hecho el comentario original,
me guiñó un ojo. -Puede que eso me guste, pequeña sierva. Puedo soportarlo si quieres tomarme
con rudeza. -
-Yo no, - intervino otro. -Me gusta lo suave. ¿Me acariciarás como lo haces con él, nena? -
No sé qué me hizo hacerlo, no fui consciente del impulso hasta que mis labios se curvaron hacia
atrás y el siseo de advertencia salió de mi boca. No tuvo el efecto deseado. En lugar de ser
castigados, se divirtieron, dos de ellos se levantaron y se dirigieron hacia mí.
-Ahora estás coqueteando, - dijo uno. Hizo un gesto con la cabeza hacia Finn. -Ya está bien.
Aléjate de él ahora. - Sonrió. -Si quieres consolar a alguien, puedes consolarme a mí. El bastardo
me rompió las costillas. -
-Bien, - gruñí, pero el miedo y la adrenalina me aceleraban el pulso. Finn seguía sosteniendo con
fuerza mi muñeca, pero no podía saber cuánto había tomado, o cuánto necesitaría. - ¡Aléjate de
nosotros! -
-He dicho que se acabó el tiempo, - gruñó, su mirada se agudizó. - ¿Qué estás haciendo ahí, de
todos modos? Date la vuelta para que pueda ver. -
No lo hice, encorvando los hombros, ocultando mi muñeca todo lo que pude.
-Corre, - murmuré de un lado de mi boca. -Busca ayuda. –
-Aléjate, - dijo el Guerrero, cerrando la distancia entre nosotros más rápido ahora. -Último
aviso. -
-Joder, - gritó alguien. -Es ella... ¡Creo que lo está alimentando! –

117
Capítulo Diecisiete

Se acabó el juego. Los Guerreros descendieron sobre nosotros en una furia de movimientos, y
a mi lado Finn se levantó de su posición en el suelo, rompiendo los grilletes alrededor de sus
muñecas de un violento tirón, desapareciendo toda pretensión.
- ¡Corre! - Le grité. - ¡Corre! -
Pero no corrió. Atacó. Moviéndose tan rápido que mi mirada sólo podía seguirlo como un borrón,
se estrelló contra el Guerrero más cercano, llevándoselo al suelo, con su cara presionada contra
el cuello del Guerrero en una caricia extrañamente íntima. Pero sólo duró un latido y luego se
levantó, lanzándose sobre el siguiente.
El Guerrero permaneció tendido en el suelo, mirando el sol que se colaba entre los árboles, con
la garganta desgarrada y ensangrentada, el pecho inmóvil.
Cuando me di cuenta de que estaba muerto y miré hacia Finn, otro Guerrero estaba en el suelo,
agarrándose el brazo, que ya no estaba unido a su cuerpo. Parecía tan sorprendido como yo,
aunque la expresión se le borró de la cara cuando Finn lo sujetó con ambas manos a ambos lados
de la cara y la retorció, rompiéndole el cuello.
Era como un tornado, mordiendo, cortando con sus garras, arremetiendo con patadas y
puñetazos. Los Guerreros habían sido tomados por sorpresa, pero ahora estaban luchando en
serio. Sus golpes cayeron, lo vi, pero Finn los ignoró, y siguió atacando como un poseso, incluso
cuando su hombro fue arrancado de cuajo.
En menos tiempo del que hubiera creído posible, había destruido a los cinco Guerreros, sus
cuerpos inertes y sin vida y esparcidos por la habitación, algunos de ellos en múltiples pedazos.
El olor de la sangre era espeso en el aire, el silencio repentino ensordecía hasta que fue atravesado
por un rugido furioso.
Tuve un momento para girar la cabeza y ver que el Alfa se detenía en la puerta, con rabia en los
ojos mientras observaba la escena, antes de lanzarse hacia adelante. Esta vez Finn esperó,
dejando que el Alfa se acercara a él. Le salió al encuentro con las garras desenfundadas y vi cómo
perforaban la gruesa piel de los costados del alfa mientras caían hacia atrás. Me puse en pie,
queriendo poder ver, temiendo por Finn, a pesar de que había eliminado a los otros cinco con

118
relativa facilidad, porque ya se había agotado luchando contra los otros cinco y se había dislocado
el hombro en el proceso.
Sin embargo, sólo di un paso antes de caer de rodillas, sin fuerzas. Me quedé donde había caído,
aturdida, con la mente algo lenta y confusa, mientras la pelea continuaba al otro lado de la
habitación, su historia me lo contaba en una serie de gruñidos y fuertes golpes, la rotura de
cristales. Intenté levantarme de nuevo, pero el suelo a mi alrededor estaba resbaladizo. Tardé
más de lo debido en comprender que era porque estaba resbaladizo por la sangre. Mi sangre. La
herida de mi muñeca sangraba mucho, Finn no había tenido tiempo de sellarla.
Alarmada, intenté detener la hemorragia con la otra mano, pero mis dedos se sentían gruesos y
torpes. La visión se me escapaba, la habitación se ennegrecía en los bordes. Tuve la presencia de
ánimo necesaria para buscar mi venda en el suelo, colocándola sobre la piel desgarrada y aplicando
presión.
Finn, ¿dónde estaba Finn? Me contoneé mientras lo buscaba, recordando vagamente que estaba
luchando contra el Guerrero Alfa. Me resultaba difícil concentrarme, el miedo por él se desvanecía
mientras una curiosa somnolencia se apoderaba de mí. Parpadeé una, dos veces, y el mundo tardó
más en volver a enfocarse cada vez.
- ¿Finn? - Llamé.
Un gruñido fue la respuesta. Giré la cabeza buscando el origen del sonido y lo vi, cubierto de
sangre, con la cabeza del alfa, y sólo la cabeza, agarrada con una mano mientras se agachaba
sobre una gran mesa de comedor. Estaba cubierto de sangre y parecía demente. Hice un pequeño
sonido, un gemido, y su cabeza se movió hacia mí a la velocidad del rayo.
No era Finn quien me miraba, era alguien, o algo, más.
-Ayuda, - supliqué.
Empecé a caer hacia atrás, con el cuerpo entumecido. Me preparé interiormente, esperando el
dolor cuando mi cráneo chocara con la dura baldosa, pero nunca llegó. Finn estaba allí antes de
que cayera al suelo, con una mano sujetando la nuca y la otra rodeando mi espalda. Me bajó
suavemente, con un rostro preocupado que se cernía sobre mí.
-Tus ojos, - murmuré, alargando una mano para tocar su cara, aunque perdí las fuerzas a medio
camino. -Son tuyos otra vez. -

119
Mis palabras sin sentido parecían preocuparle incluso más que mi cuerpo desganado. Me sacudió
suavemente, con las orejas echadas hacia atrás por la angustia.
- ¿Lana? ¿Qué pasa? Dime qué te pasa. -
-Demasiada sangre. - Las palabras salieron en susurros. Sentí que la cabeza me pesaba, que se
hundía en su abrazo.
Sentí que me levantaba la muñeca y me quitaba la venda, el aire frío me producía un leve escozor
en la piel.
-Joder, - siseó. Su lengua estaba caliente y húmeda cuando la lamió, y luego volvió a colocar la
venda en su sitio. Estaba demasiado apretada, toda mi mano palpitaba.
-Duele, - jadeé.
-Lo siento, Lana, - dijo frenéticamente. -Lo siento mucho. Toma. Bebe. -
¿Beber? Mi cerebro paralizado fue demasiado lento para entender lo que quería decir antes de
que su muñeca me presionara la boca, con la sangre acumulándose entre mis labios. Me atraganté
con ella, intenté apartarme, pero él me sujetó con firmeza.
-Tómala, - insistió. -Te ayudará. -
No tuve fuerzas para resistirme. Tragué, bocado tras bocado, mientras Finn me sujetaba. Esto
no era como antes, no era un sabor. Esto era una alimentación. Era amargo y viscoso, con la
consistencia del aceite frío. Podía sentir cómo se deslizaba por mi garganta, cubriendo mi
estómago. Un momento después, empezó a arder.
Y entonces me quemé.
Semiconsciente, sentí un cosquilleo en todo el cuerpo. Los latidos de mi corazón retumbaron en
mis venas, haciendo que la herida de mi muñeca palpitara hasta que sentí que todo mi brazo latía.
Luego, empezaron a dolerme otros lugares. Mis pezones se endurecieron hasta alcanzar picos
dolorosos y mi núcleo se apretó.
-No, - murmuré, retorciéndome. Esto no me gustaba. No cuando estaba tan débil que no podía
levantar la cabeza, mis pensamientos eran como melaza. Me sentía fuera de control, mi cuerpo
se encendía sin mi permiso.

120
-Está bien, - susurró Finn. -Estás a salvo, te tengo. La hemorragia se ha detenido ahora. - Hizo
un ruido de descontento. -Pequeña, te he cubierto de su sangre. Aguanta, voy a llevarnos a algún
sitio donde podamos lavarla. -
Me levantó y nos pusimos en marcha. Mi visión seguía siendo nebulosa, las habitaciones pasaban
borrosas y me daban náuseas. Cerrando los ojos, dejé que la oscuridad me consumiera, el calor
de la sangre de Finn bañándome en ondas rojas. Era una extraña mezcla de placer y dolor, que
cabalgaba por el filo de la navaja, sin dejarme rodar hacia el éxtasis ni sentir el látigo de la
agonía.
Floté, más fuera de mi cuerpo que dentro, sin prestar atención a dónde me llevaba Finn. Confiaba
en que me cuidaría. No fui consciente de que nos encerrara en un cuarto de baño, ni de que me
quitaba la ropa, utilizando las garras para separarla de mi cuerpo, pero volví a la realidad de
golpe cuando entró conmigo en el agua caliente de una ducha, con gotas cayendo en cascada sobre
mi piel hipersensible.
Jadeé y abrí los ojos con fuerza, luchando por agarrarme, pero él me apretó más y me tranquilizó
con su voz.
-Lana, está bien. Soy yo. Sólo soy yo. Estás a salvo. -
-Bájame, - le supliqué.
-Te vas a caer. -
-No lo haré. Por favor. Bájame. -
De mala gana, Finn bajó mis pies al suelo, manteniendo su fuerte agarre sobre mí, esperando
que mis piernas se doblaran debajo de mí. No lo hicieron. Me sentí fuerte. Sobrecargada. Cada
uno de mis músculos cantaba, mi cuerpo prácticamente vibraba de vida.
- ¿Estás bien? - preguntó, con expresión de preocupación.
-Me siento bien, - le dije. -Me siento increíble. - Me giré hacia él, dándome cuenta de repente de
que estaba tan desnudo como yo. - ¿Estás bien? Tu hombro...- Pasé mi mano por su pecho y
por el hombro en cuestión. Me pareció que estaba bien, lo toque con manos inexpertas, pero
había visto cómo se torcía hasta un ángulo imposible, había oído cómo saltaba la articulación.
-Lo he vuelto a poner, - me dijo con brusquedad.

121
- ¿Se curará? ¿Necesitas...? -
Su mirada me tapó la boca. -Si te atreves a ofrecerme tu sangre después de lo que acaba de
pasar... -
Después de lo que acaba de pasar. Las imágenes se repitieron en mi cabeza, pero tenían una
cualidad sombría y cinematográfica, como un programa de televisión que hubiera visto medio
dormido o después de varios vasos de vino. Sin embargo, una cosa destacaba. Esos ojos, que
miraban fijamente la cara de Finn.
- ¿Qué te ha hecho mi sangre? - pregunté vacilante, con el agua cayendo en cascada por mi cara
y enredándose en mis pestañas mientras lo miraba. -No sólo te hizo más fuerte. Te ha...
cambiado. -
Finn se congeló, quedándose preternaturalmente quieto. Me pareció ver un destello de la misma
extrañeza en sus ojos, pero cuando parpadeó había desaparecido de nuevo.
-Desató mi dragón, - dijo en voz baja. -No pude transformarme, pero mi bestia se volvió loca al
saber que estabas en peligro. Cuando me diste de comer tu sangre, me llenó la piel, me dio su
fuerza. Por eso pude...- Se encogió de hombros, haciendo una mueca.
-Hacerlos pedazos, - terminé por él.
-Te he asustado, - dijo Finn con pesar. Levantó una mano para tocarme la cara y luego se lo
pensó mejor.
-Me has salvado, - le dije, cogiendo la mano y llevándola a mi pecho, a mi corazón. -Pensé que
huirías, que pedirías ayuda...-
- ¿Y dejarte allí sola? -
-Habría sobrevivido, - dije, mucho más valiente ahora que todo había terminado. -Sabía que
volverías y me salvarías. -
-Hmmm. - Apretó los labios, el vacilante y apologético Finn desapareciendo y siendo reemplazado
por uno que parecía mucho menos impresionado conmigo. -Esperabas que te abandonara, que
huyera y me salvara. ¿Qué te dejara a ti, mi compañera, allí sola con seis Guerreros?
Con cada palabra se acercaba un paso más, hasta que me acorraló contra la pared, la cascada de
la ducha cayendo sobre él ahora.

122
- ¿Sí? - Le ofrecí.
Sus ojos se estrecharon aún más. -Seis guerreros que no sólo querían tomarte como sierva,
sino que querían aparearse contigo. - Hizo una pausa, inclinándose hasta que su cara estuvo justo
encima de la mía. - ¿Y pensaste que debía huir? -
-Pensé que iban a matarte, - protesté.
Hizo un profundo estruendo en su pecho, luego se agachó, deslizó ambas manos alrededor de la
parte posterior de mis muslos y me levantó para que estuviéramos cara a cara, ojo a ojo, mis
piernas abiertas alrededor de sus caderas.
-Ni yo ni mi dragón estamos muy contentos contigo ahora mismo, - gruñó.
No debería haber sido excitante, no debería estar excitada, no cuando la sangre de los Guerreros
todavía estaba siendo derramada de la piel de Finn por la ducha, pero la posición en la que
estábamos ponía mi coño justo sobre la muy erecta polla de Finn, y todas mis zonas erógenas
estaban todavía congestionadas y hormigueando por el torrente de su sangre. No me había
corrido entonces, demasiado asustada y desorientada, demasiado conmocionada, pero ahora quería
hacerlo.
- ¿Tal vez pueda compensarte? - Me ofrecí, contoneándome ligeramente. No mordió el anzuelo.
-Lo que me recuerda, - continuó, como si yo no hubiera hablado, -que también tienes problemas
por la forma en que te comportaste en el lago. -
- ¿En el lago? - pregunté, confundida. - ¿Qué hice? -
-Te dije que te quedaras quieta, pero vi claramente que venías hacia mí, hacia el peligro. -
Oh. Sí. Hice eso. -Escuché la segunda vez. -
-La segunda vez, - repitió.
- ¿Lo siento? - Le ofrecí. Cuando no pareció apaciguado, me levanté un poco más, mi cuerpo
realizando el movimiento casi sin esfuerzo gracias a la transfusión de Finn, y depositó un suave
beso en sus labios. -Lo siento mucho. -
-Ya sabes, - dijo conversando, mientras comenzaba un lento, muy lento, deslizamiento de su polla
a lo largo de mi coño. -Tenía planeada una seducción en el lago. - Hizo una pausa, las pupilas se
estrecharon hasta convertirse en rendijas. -Lo habrías disfrutado. -

123
Esbozo una pequeña sonrisa, inclinando mi pelvis con la esperanza de que me penetrara un poco
más. -Todavía estamos en el agua, - señalé.
-Hmmm, - estuvo de acuerdo. -Sólo que ahora tienes problemas. -
Abrí la boca para disculparme de nuevo, con la excitación atenuada por una pizca de cautela, pero
no tuve la oportunidad. Se movió de repente, deslizando sus brazos por debajo de mis piernas y
elevando mis rodillas. Entonces se introdujo en mi interior. Jadeé y todo el aire abandonó mis
pulmones. Fue profundo, imposiblemente profundo. Mi equilibrio era precario, dependía por
completo de su agarre en mis piernas. No podía moverme, sólo podía quedarme allí, inmóvil,
mientras él retrocedía y luego empujaba aún más fuerte.
Era un placer, mi clítoris ya vibraba por la necesidad de correrse, el agua estaba caliente y corría
en riachuelos relajantes sobre mi piel. Cerré los ojos y me incliné hacia atrás, disfrutando, cuando
sonó un fuerte golpe. Un momento después, sentí el agudo escozor que se extendía por mi nalga
derecha.
Mis ojos se abrieron de golpe fijos en su mirada de dragón.
-No me dirás que te deje nunca más, - me ordenó.
Empuje y retroceso. Empuje y retroceso.
Azote.
-Me harás caso cuando te dé una orden por tu seguridad. -
Estaba jadeando, dividida entre el placer de sus lentos y profundos empujones y el escozor de su
mano en mi trasero, e impotentemente excitada por la autoridad de su voz, el dominio del dragón.
- ¿Sí?, - me preguntó. No respondí con la suficiente rapidez y volvió a azotarme.
Eso era, esa era la palabra. Me estaba azotando. Nunca me habían azotado, ni siquiera cuando
era niña. Nunca había entendido cómo podía ser erótico. Ahora sí.
- ¿Sí, Lana? -
Asentí con la cabeza, demasiado perdida en el ajetreo de mi próximo orgasmo como para formar
palabras.
¡Nalgada!

124
- ¡Dilo! -
- ¡Sí! -Grité la palabra mientras me corría, mi espalda se arqueó, los dedos de los pies se
curvaron mientras subía por mi cuerpo, robándome el aliento. - ¡Oh, Dios, ¡Finn! Dios! -
Podría haberme corrido, pero él no. Apretándome más contra la pared, empezó a martillearme.
Era demasiado rápido, demasiado profundo, mis tejidos demasiado sensibles. Me retorcí, tratando
de alejarme de su crudeza, pero estaba atrapada. Obligada a aceptarlo, respiré entrecortadamente
mientras un segundo orgasmo me desgarraba, haciendo que mis músculos temblaran y se
sacudieran contra Finn cuando finalmente se calmó, se enterró profundamente y se liberó dentro
de mí.
-Compañera, - murmuró. -Mi compañera. Mía. -
Era el dragón y era él. Uno y el mismo. Levanté mi mano y ahuequé la parte posterior de su
cabeza, abrazándolo a mí mientras él me apretaba con fuerza.
-Tuya, - acepté. -Toda tuya. –

125
Capítulo Dieciocho

No estaban en la guarida. El dragón de Vall rugió agitado cuando se puso de pie, ocupó todo el
espacio de la plataforma de aterrizaje y miró por las ventanas. No importaba que no pudiera ver
nada más allá de la sala, podía sentirlo.
Ahí no estaban.
¿Dónde estaba ella? ¿Dónde coño estaban?
Lanzándose al cielo de nuevo, comenzó a cazar. Mitad bestia, mitad hombre, sus pensamientos
iban y venían entre la racionalidad inteligente y el instinto primario. El lado más civilizado se
permitía hacer sugerencias, guiar la búsqueda, el dragón asumía la responsabilidad exclusiva de la
caza.
No en el valle, no en las llanuras. No en el lago, aunque...
Algo brilló, fuera de lugar, y el dragón descendió en picado para investigar. Aterrizó con un golpe
en la orilla de arena, inclinó su enorme cabeza y olfateó los restos destrozados del skimmer.
Finn. Lana. Y comida.
Pero no estaban allí.
Había sangre, sin embargo. La sangre de extraños, extraños machos, y eso incitó la rabia dentro
del dragón aún más. Sangre de Finn, también. Recién derramada. El dragón merodeó, su mirada
hizo un barrido más, cuando se detuvo. Gruñó. Olfateó el aire con fuerza.
Allí. Sólo una gota, en una zona de arena perturbada en un patrón que el hombre-pensamiento
dijo que fue causado por un vehículo volador. El olor de los extraños y Lana. Lana y el miedo.
Bramando de indignación, el dragón se impulsó hacia arriba, batiendo las alas con fuerza, con el
cuello tenso hacia el cielo. Ahora tenía una nueva presa. Una presa mala. La saliva se acumuló en
sus mandíbulas al imaginar el crujido de los huesos y la carne.
El olor de los extraños le resultaba vagamente familiar. Un lugar susurró en el fondo de su
mente, un hilo de memoria que lo guio a un lugar, en lo profundo de los árboles. Olió la sangre
desde muy lejos. Se hizo más fuerte a medida que descendía hasta que era lo único que podía
oler. Sangre y muerte.

126
El olor de la sangre de Lana era débil en comparación, pero era el olor de su compañera, nunca
se lo perdería. Ella había sangrado allí.
Enfurecido, aterrizó en el tejado, estrellándose contra el cristal. El espacio era pequeño y no
podía encontrar a Lana como la bestia, así que se replegó en la forma más pequeña, dejando que
la mente más civilizada se adelantara. Encuéntrala, le instó. Caza a nuestra compañera.
Los ojos de Vall se movían de un lado a otro mientras observaba la devastación total de la
habitación. Había cadáveres esparcidos por el suelo, tirados sobre los muebles. Había miembros
desprendidos de los cuerpos, una cabeza que se balanceaba por sí sola. La sangre saturaba el
mobiliario y salpicaba la pared. Aquí se había librado una gran batalla.
Cruzó la habitación en silencio, aunque el dragón había anunciado su llegada con rotundidad,
rompiendo las claraboyas de cristal. No había ni rastro de Finn ni de Lana, aunque había un
considerable charco de sangre de Lana esparcido por una sección de las baldosas y el olor de Finn
también era fuerte allí.
- ¡Lana! - La visión de tanta sangre roja, más sangre, al parecer, de la que ella podría tener en
su cuerpo, rompió el entrenamiento militar de Vall que le decía que debía proceder en silencio,
ser un depredador sigiloso. Si ella estaba aquí, si estaba herida, tenía que encontrarla.
- ¿Vall? - Fue Finn, y no Lana, quien habló en respuesta. Siguió la dirección del grito y los
encontró vistiéndose en un pequeño baño, Lana poniéndose ropa que no era suya. El olor a sexo
era fresco, fuerte y Finn tenía un aire relajado y satisfecho que no concordaba con la carnicería
de la otra habitación.
- ¿Qué coño ha pasado? - Preguntó Vall. No podía esperar una respuesta, cruzó la habitación y
arrastró a Lana a sus brazos, ambas mitades de él necesitaban saber que estaba entera y bien,
sentir el latido de su corazón bajo su piel.
-Nos emboscaron en el lago, - Finn replicó. Había perdido su aspecto relajado, estaba encorvando
los hombros a la defensiva. -Estaba en medio de nuestro territorio, debería haber estado a
salvo.-
Con gran dificultad, Vall evitó reprender a su Segundo por sacar a Lana de la seguridad de la
guarida. Tenía razón, el lago estaba en lo más profundo de su territorio, no habría dudado en
llevar a Lana allí él mismo.

127
- ¿Crees que estaba planeado? -
Finn asintió. -Sabían lo de sus estrellas. -
Vall se tensó, todo en él se detuvo de repente. - ¿Cómo pudieron hacerlo? -
- ¿Danin y Bern? - Finn sugirió. -Eran los únicos que lo sabían. -
Aunque las palabras de Finn tenían sentido, Vall no podía creerlo. -No lo harían, - dijo. -Confío
absolutamente en ellos. -
-Tal vez fue sólo suerte, - ofreció Finn, aunque Vall pudo ver que no lo creía. -Tal vez se
encontraron con la entrada en la base de datos. -
Vall negó con la cabeza. -Si Danin dijo que lo enterraría, lo enterró. Las posibilidades de que
alguien se tropiece con él accidentalmente son inexistentes. -
-Bueno, se enteraron de alguna manera, - dijo Finn, con una expresión de descontento.
Vall se encogió de hombros. Dejando a un lado el misterio por ahora, se centró en asuntos más
importantes, su compañera.
- ¿Estás bien? - murmuró. Ella se había acurrucado contra él en cuanto la había cogido en brazos,
y ahora mantenía la cara baja, con la cabeza apoyada en su pecho. - ¿Lana? -
La sintió asentir, escuchó un pequeño y apagado -Sí. -
-Mírame entonces, - le dijo.
Esperó, el momento se prolongó, y entonces ella susurró. -No puedo. -
¿Qué? El hielo se formó en sus venas, su corazón tartamudeó en su pecho. ¿Tenía miedo de
mirarlo? Se volvió hacia Finn, y el dragón que llevaba dentro se preparó para volver a irrumpir
en la zona de estar empapada de sangre y matar a los bastardos de nuevo.
- ¿Qué le han hecho?, - preguntó, con voz baja y mortal.
-Nada, - dijo Finn, frunciendo el ceño. -No le hicieron daño. ¿Verdad, Lana? - Hizo una pausa, los
ojos se abrieron de par en par con un repentino horror. - ¿Te he hecho daño? -
-No. - Sacudió la cabeza, pero siguió sin levantar la vista.
- ¿Qué sucede? ¿Qué pasa? - preguntó Vall, desesperado.

128
-No lo sé, - dijo ella. -Simplemente no puedo. -
Agarrando firmemente la parte superior de sus brazos y apartándola de él, Vall torció un dedo y
lo metió bajo su barbilla, obligándola a levantar la cara. Ella se resistió al principio y, cuando
acabó cediendo, mantuvo la mirada baja.
-Lana, - le suplicó. -Mírame. -
El dragón comprendió antes que él. Se había estado moviendo dentro de él, sintiendo algo... no
malo, sino diferente. Pero entonces tenía a Lana en sus brazos y era una criatura sencilla, no
cuestionaba más allá de eso. Cuando por fin levantó la mirada para encontrarse con la suya, fue
un puñetazo en las tripas. El tiempo se detuvo y él no pudo hacer otra cosa que mirarla fijamente.
Fue la exclamación de Finn la que le hizo volver en sí.
- ¡Lana!, - jadeó por segunda vez. - ¿Qué...? -
Volvió a dejar caer su mirada, trató de volver a desviarse hacia el lado de Vall, pero él la retuvo.
-Déjame ver, - murmuró.
De mala gana, ella se encontró con su mirada y la mantuvo. Sus pupilas se contrajeron a la luz,
la hendidura se estrechó hasta convertirse en una fina línea en el centro del ojo. El iris, que
antes había sido de un bello y rico color marrón, ahora brillaba con un resplandeciente color
dorado.
- ¿Puedes verla?, - preguntó. -La siento en mí. -
-La veo, - dijo Vall.
-No sabía lo que era hasta que llegaste tú, - confesó tímidamente. Empujó para volver con él y
esta vez la dejó. -Sólo pensé que me sentía rara por la sangre de Finn, - ¿La sangre de Finn?
Vall levantó una ceja en pregunta a su Segundo, pero entonces recordó el charco de sangre de
Lana en la sala de estar. Si su segundo la alimento, probablemente le salvo la vida. Vall habría
hecho lo mismo. -Pero ahora que estás aquí...- Lana se alejó, metiendo los hombros mientras
buscaba acercarse aún más a él.
Ahora que había conocido al Alfa de la manada. Eso era lo que sentía, la necesidad de someterse
a él, de demostrar que entendía su dominio. No siempre sería así, pero el dragón acababa de
despertar en ella, se enfrentaba inmediatamente a su nuevo Alfa y a su Segundo.

129
Por supuesto que eso sería intimidante.
-Está bien, - dijo Vall con suavidad. -Sólo necesita un momento para asentarse. Para entender
que es nuestra y que no vamos a hacerle daño. -
- ¿Se supone que esto debe pasar? - preguntó Lana, atreviéndose a echarle una mirada tímida.
¿En una palabra? No. Las hembras no llevaban el dragón en su interior. Vall intercambió una
mirada con Finn y su segundo negó con la cabeza. Él tampoco había oído hablar de ello. Pero
entonces, Lana no era Triniun y era una hembra de siete estrellas. No tenían ni idea de lo que
podía hacer.
-Pediremos a Danin y a Bern que lo investiguen, - prometió.
-Y podemos preguntarles si se han chivado con nuestra hembra de siete estrellas, - murmuró
Finn en tono sombrío.
Vall asintió, aunque sabía cuál sería la respuesta. Sin embargo, cómo se habían enterado los
Guerreros de lo de Lana era una pregunta para otro día. La quería fuera de allí, de vuelta a la
guarida. La quería en su casa de dragón, rodeada de su manada.
- ¿Cómo nos has encontrado?, - preguntó Lana de repente. - ¿Cómo supiste que estábamos
aquí?-
-Los he rastreado, - dijo Vall. -Sentí que estaban en problemas y volé a la guarida, pero no
estaban allí. - El pánico de aquel descubrimiento todavía le recorría las venas. Dudaba que la
perdiera de vista durante una temporada. -Encontré los restos del skimmer en el lago y reconocí
uno de los olores de los Guerreros. No los conozco, no muy bien, pero sabía que moraban aquí.-
Hubo una pausa muy silenciosa, y luego Finn dijo en voz baja. - ¿Volaste? -
Se encontró con la mirada de su Segundo, la adrenalina le recorrió mientras el dragón se hinchaba
de triunfo en su pecho. -Me transformé, - dijo. -Completamente. Cuando me di cuenta de que
Lana estaba en peligro, me dio fuerzas para sacar a la bestia. -
- ¿Te convertiste en el dragón? - susurró Finn, asombrado.
-Lo hice. -
- ¿Pero, cómo supiste que te necesitaba? - preguntó Lana. - ¿Qué quieres decir con que sentiste
que estaba en peligro? -

130
-No lo entiendo, -admitió Vall, -y nunca he oído que ocurriera antes, pero tenemos un vínculo de
sangre, tú y yo. Y ahora, tú y Finn. Eso crea una fuerte conexión. De alguna manera, mi dragón
sintió tu miedo. -
-Increíble, -dijo Finn, sacudiendo la cabeza con asombro.
Lo era. No, se corrigió Vall. Lo era ella. Lana era la increíble. Había tenido razón, ella iba a
cambiar todas sus vidas. Cambiaría todo su mundo.
Caminarón hacia el garaje, con Lana a su lado, con una de sus manos rodeando la de él y su
mirada estudiadamente alejada de la espeluznante escena de la sala de estar, cuando se detuvo
de repente.
- ¿Dónde está su sierva?, - preguntó.
- ¿Qué? -
-El Guerrero Alfa, dijo que iba a cambiar su sierva por la tuya. Entonces, ¿dónde está? -
Buena pregunta. Probablemente estaba escondida en algún lugar, demasiado asustada para salir.
O, tal vez, estaba encerrada y no podía. Aunque lo único que quería era salir de allí, Vall no dejaría
que una hembra aterrorizada se enfrentara sola a los restos de la batalla.
Intercambiando una mirada con Finn, le indicó a Lana que se quedara dónde estaba, y luego
comenzó a probar las puertas del pasillo. Todas estaban vacías, la mayoría eran dormitorios o
almacenes desordenados, pero una estaba cerrada. Era una puerta gruesa y robusta. Cuando Vall
acercó la cabeza, no pudo oír nada dentro. Llamó, escuchando con atención y oyó una pequeña
inhalación.
-Está aquí dentro, -dijo.
Finn y Lana se unieron a él en la puerta, Finn deslizó un brazo alrededor de Lana y la hizo
retroceder ligeramente mientras Vall apoyaba un hombro en la puerta y la golpeaba. No se movió,
pero la persona del otro lado dio otro pequeño grito de sorpresa, este más bien un gemido.
- ¿Estás ahí? - llamó Vall. -Estás a salvo, no vamos a hacerte daño. ¿Puedes abrir la puerta? -
No hubo respuesta. Volvió a empujarla, pero se negó a ceder.
Al otro lado de la puerta, la sierva lloraba en silencio.

131
- ¿Hola? - Lana se adelantó, presionando con la mano la superficie de la puerta. - ¿Estás ahí?
No tengas miedo, te prometo que no te harán daño. Te van a sacar. - Hizo una pausa, miró hacia
la zona de estar donde la mochila yacía en pedazos. -Vamos a sacarte de aquí. -
El llanto cesó y unos pasos suaves y arrastrados se acercaron a la puerta.
-No puedo salir, - respondió una pequeña voz. -La puerta está impresa a mano. -
Vall había visto el pequeño y discreto panel de seguridad junto a la puerta. Ahora apretó la mano
contra él, pero emitió un pequeño pitido y parpadeó dos veces en rojo.
- ¿Puedo ir a buscar la mano del Alfa? - sugirió Finn.
Lana arrugó la nariz, horrorizada por la idea, pero Vall negó con la cabeza. -Tiene que estar
caliente, - dijo. -Registrará que no tiene pulso. Tendremos que forzarlo, ven y ayúdame. -
Incluso con los dos trabajando juntos, se necesitaron varios intentos antes de que la puerta
reforzada se derrumbara bajo su asalto. Cuando entraron en la habitación, la sierva se había
retirado a la esquina más alejada, acurrucada en la cama con las piernas recogidas bajo ella.
Parecía aterrorizada, con moratones en la cara. Los guerreros no se habían molestado en limpiar
o curar las heridas donde se habían alimentado. Incluso si la manada no se hubiera llevado a Lana,
Vall habría querido matarlos sólo por esto.
Lana hizo un ruido de sorpresa detrás de él y se volvió para verla de pie en la puerta. Su mirada
estaba fija en la sierva.
- ¡Te conozco!, - dijo. - ¡Estabas en los desafíos! -

132
Capítulo Diecinueve

No podía apartar la mirada de la pobre mujer sentada frente a mí en el vehículo aerodinámico.


No era nuestro, habíamos robado el transporte de la manada de guerreros. Ya no lo iban a
necesitar. Su sierva, cuyo nombre descubrí que era Mina, se había acomodado en un asiento lo
más alejado posible de Vall y Finn, permaneciendo pequeña e inmóvil, como si intentara ser
invisible.
Aunque la última vez que la vi no estaba cubierta de moratones y marcas de mordiscos, su rostro
era igual de desdichado. Era la mujer infeliz que había estado a mi lado mientras veíamos las
peleas, había sido elegida la antepenúltima, rechazada porque no tenía estrellas.
Podría haber sido yo. Ese era el pensamiento que corría en un bucle constante en mi cabeza. El
Guerrero se había quedado allí, enfadado por su actuación y nos había fruncido el ceño a las dos,
poco impresionado por la selección que le habían hecho. Podría haberme elegido a mí en lugar de
a Mina. Me sentí increíblemente apenada por ella, pero también me sentí enormemente aliviada.
Y también me sentí mal por eso.
- ¿A dónde la llevas? - Le pregunté a Vall, porque estaba segura de que Mina querría saberlo,
pero también estaba segura de que tenía demasiado miedo para hablar.
-Vamos a casa, - dijo Vall. -Haré que Lyne la lleve a la ciudad. La entregaremos a un Administrador
y ellos podrán resolver qué hacer con ella. -
Mina no parecía muy contenta con eso, pero asintió de todos modos.
-Quiero ir a casa, - dijo, con la voz ronca, probablemente por las marcas multicolores que
rodeaban su garganta. Su rostro rojo por las lágrimas. -Pero no puedo. No puedo volver nunca.
Estarían tan avergonzados de que yo... de que haya fracasado. -
Me mordí el labio mientras ella se inclinaba hacia delante, apoyaba la cabeza en las rodillas y
empezaba a llorar en serio. Quería consolarla, pero no me conocía en absoluto. Habíamos pasado
un par de horas traumáticas en compañía del otro, pero sólo habíamos hablado un puñado de
palabras.
-Su familia nunca debió haberla enviado aquí, - murmuró Finn, volviendo a mirar a la sierva desde
los controles con el ceño fruncido. -No tiene marcas. Siempre lo iba a pasar mal. -

133
- ¿Por qué iban a hacerlo? - pregunté.
- ¿Dinero? - Ofreció Vall. -Es un servicio de cinco años, y está bien pagado. Los gastos de
manutención de la sierva están cubiertos, así que todo es dinero en mano. -
- ¡Esto es horrible! -
Se encogió de hombros. -La mayoría son voluntarias. Puede que vivan en la pobreza, o que no
tengan perspectivas donde están. Cinco años de ser cuidadas, y luego jubiladas con honor y una
buena pensión es visto por muchas mujeres como un buen trato. -
- ¿Parecía que la cuidaban? - le pregunté a Vall con enfado.
La extraña timidez que me había invadido antes se iba filtrando poco a poco. Sin embargo, la
nueva y extraña sensación en mi pecho no lo era. El dragón. Era una idea extraña, pero no se me
ocurría ninguna otra explicación para lo que sentía, y entonces Vall me había mostrado mi cara
en un espejo antes de que saliéramos del baño. O más concretamente, mis ojos.
Habían sido unos ojos humanos normales y discretos. Un bonito tono de marrón que me hacía
pensar en chocolate, aunque para ser justos, muchas cosas me hacían pensar en chocolate. Pero
ya no. En el espejo, lo primero que me sorprendió fue el brillo dorado que me devolvía la mirada.
Eso ya había sido bastante sorprendente, pero lo realmente extraño de mi transformación fue
el hecho de que mis pupilas habían pasado de ser pequeños puntos redondos a hendiduras convexas.
No podía decidir si eran espeluznantes o geniales, pero definitivamente eran diferentes.
Ya me había parecido sentir algo extraño en mi interior, algo distinto. Los sorbos que me había
dado Vall debían de haber desencadenado algo. Cuando Finn me hizo una transfusión de sangre
mucho mayor, se completó el proceso. Si soy sincera, me pareció increíble, pero también
absolutamente aterrador, y estaba de acuerdo con el plan de Vall de hacer que sus amigos
pensadores Danin y Bern examinaran mi sangre lo antes posible, para averiguar qué estaba
pasando realmente.
Cuando volvimos a la guarida, el vehículo aerodeslizador de la manada ya estaba en la plataforma
de aterrizaje, aparcado al azar como si quien lo hubiera conducido hubiera tenido prisa. Las
puertas estaban abiertas y cuando Finn llevó el segundo aerodeslizador hacia abajo, Jay y Lyne
volvieron a salir.
- ¿Está ahí? ¿La tienes? - Preguntó Jay.

134
- ¿Está bien? - Lyne se agarró al borde del aerodeslizador, con la ansiedad escrita en su cara.
-Estoy bien, - dije, llamando la atención de ambos Guerreros.
Hubo una pausa silenciosa mientras me miraban, buscando lesiones y encontrando cambios en su
lugar.
-Tus ojos, - respiró Jay.
-No sabemos qué pasa, - expliqué. -Sucedió después de que Finn tuviera que alimentarme. -
- ¿Finn tuvo que alimentarte? - Jay graznó.
-Vamos a entrar, - ordenó Vall. -Vamos a explicar todo. Lyne, ve y contacta con Danin y Bern.
Diles que los quiero aquí ahora. Si discuten, puedes decirles que he traído a mi dragón. -
Nos dirigimos al interior y los tres pusimos a Jay y Lyne al corriente. Lyne llevó a Mina a la
ciudad en el vehículo volador de la manada muerta. Podía ver que no quería irse, casi podía sentir
la reticencia de su dragón a dejar el mío, pero estar rodeada de cuatro extraños Guerreros
después de su terrible experiencia era demasiado para Mina. Estaba temblando, su piel encerada
y fría al tacto.
-Podría haber sido yo fácilmente, - repetí lo que había pensado antes, escuchando el sonido del
motor del aerodeslizador mientras Lyne lo guiaba fuera de la plataforma. -El Guerrero Alfa
estaba allí, eligiendo entre nosotras dos. - Miré a mis Guerreros, que revoloteaban a mi alrededor
como una manada de niñeras después de mi calvario. -Podría haber sido yo. -
Vall descartó mi verdad con un movimiento de cabeza. -Nunca te habrían tratado como a ella, -
dijo. -Habría bastado un sorbo de tu sangre para que supieran lo que tenían en sus manos. Te
habrían apreciado. –
Tal vez, pero dudaba que la versión de la otra manada de ser apreciada hubiera coincidido con la
mía. -De todos modos, me alegro de estar aquí, - le dije.
Eso les gustó, especialmente a Vall. Sus ojos brillaron como el azogue cuando el dragón se acercó
a mí para acicalarse.
-Lo siento, - susurré, asombrada. -Siento que tu dragón se acerca a mí. –
-Eres nuestra compañera, - dijo simplemente.

135
Luego, su mirada también se dirigió a la puerta y a la plataforma de aterrizaje que había más
allá, al vehículo aerodeslizador que ya estaba lejos de la vista. -Todavía no entiendo cómo supieron
de ti. -
-Tendría que haber dejado a uno vivo, - dijo Finn con disgusto. -Podríamos haberlos interrogado.
Perdí el control y dejé que el dragón se hiciera cargo. No le interesaba nada más que bañarse en
su sangre. -
Palidecí, recordando a Finn allí de pie, cubierto de los restos de la otra manada. No exageraba,
los había hecho literalmente pedazos con sus dientes y garras. Él había sido el dragón, aunque
siguiera llevando su forma más humana.
- ¿Qué hay de Rin? - Sugerí.
- ¿Quién? - preguntó Vall. - ¿El Administrador? -
Me encogí de hombros. -Él sabía que yo no era normal. - Recordé aquel día. Vall se había
enfurecido por llegar tarde y se había disgustado por quedarse conmigo, la hembra que sobraba
y no estaba marcada. Luego había tomado un sorbo de mi sangre y me había sacado de allí sin
decir ni una palabra más. Un comportamiento extraño. -Él vio tu reacción; puede que me haya
buscado más tarde para ver si me habías hecho examinar. –
-Danin enterró esa información, - dijo Jay.
-Sí, - coincidí, -pero si me buscaba a mí específicamente, apuesto a que podría encontrarlo. -
-Los administradores están capacitados para conocer los entresijos de todos nuestros sistemas,-
murmuró Finn. -No habría sido tan difícil. –
-Aunque, ¿por qué decirle a esa manada? - pregunté.
Jay se encogió de hombros. - ¿Tal vez eran amigos? Podría ser tan simple como eso. -
-Eso sería bastante fácil de averiguar, - dijo Vall. Miró a Finn. - ¿Cuándo dijeron Danin y Bern
que estarían aquí? -
-Pronto. - Frunció el ceño. -Dijeron que ya estaban en camino. Que tenían noticias. -
-Bien. –

136
Mientras esperábamos a que llegaran los dos Pensadores, Jay, Finn y Vall me mimaron, cuidando
el agua de mi bañera, dándome de comer y acariciándome cada vez que me ponía a tiro.
Podía sentir la agitación que aún desprendían en oleadas, así que soporté los mimos de buena
gana, aunque me sentí aliviada cuando mis oídos, afortunadamente con la misma forma, pero
ahora con un oído mucho más agudo, captaron el estruendo de un vehículo que se acercaba.
No me permitieron salir al andén a saludar a Danin y Bern, así que tuve que esperar detrás del
bulto protector de Jay mientras Vall y Finn salían y los cacheaban en busca de armas, iluminando
sus ojos para comprobar si tenían intenciones nefastas. Probablemente no, pero estaban llevando
la protección hacia mí a un nuevo nivel, manteniendo deliberadamente sus cuerpos, todos sus
cuerpos, entre Danin y Bern y yo en todo momento.
-Dijiste que tenías noticias, - dijo Vall, yendo directamente al grano. -Nosotros también las
tenemos. Necesito que analices de nuevo la sangre de Lana y la mía. Para ver qué ha cambiado.-
Hizo una pausa. - ¿Tienes lo que necesitas contigo? No sacaré a Lana de la madriguera hasta que
Lyne vuelva y sólo si es necesario. -
-Tengo lo que necesitaremos, - prometió Danin, con un gran maletín en una mano y su tablet en
la otra. Bern también iba cargado de material. Los dejaron sobre la mesa del comedor y luego
se acercaron a mí, acercándose todo lo que Vall, Finn y Jay les permitieron.
Lo vi en el momento en que registraron las diferencias en mí. Danin se quedó con la boca abierta
y Bern se tambaleó como si fuera a desmayarse.
-Estás evolucionando, - jadeó Danin. Dio un paso adelante. -Tengo que tomar una muestra. -
Fue detenido por Finn, que se interpuso en su camino.
-Ella es nuestra compañera, - gruñó. -No es un experimento científico, la tratarás con respeto.-
-Por supuesto, - ladró Danin, frunciendo el ceño y tratando de esquivar a Finn. Cuando se limitó
a tratar de pasar al guerrero, Danin se detuvo y miró el rostro de Finn. Lo que vio allí le hizo
dudar un momento, su expresión perdió su avaricia. -Por supuesto, - repitió, mucho más solemne.
Una vez que Finn se sintió seguro de haber dejado claro su punto de vista, se apartó y Danin se
acercó a mí, esta vez con cautela.
- ¿Puedo tomar una muestra?, - preguntó, deliberadamente cortés.

137
En silencio, extendí el brazo y dejé que me sacara un poco de sangre con su pequeña máquina.
-Toma una muestra de mí también, - me indicó Vall. -También estoy cambiado. -
- ¿Cómo es eso? - preguntó Danin, deteniéndose a mitad de camino hacia Bern y su equipo, con
mi muestra de sangre apretada en la mano.
-Llamé al dragón. Totalmente cambiado. No sé si podría volver a hacerlo, llamarlo a voluntad,
pero se ha despertado dentro de mí. -
Danin parecía que todas sus Navidades habían llegado a la vez. Prácticamente tiró mi muestra a
Bern en su prisa por acercarse a Vall y sacarle sangre.
-Dijiste que tenías noticias, - comentó Vall mientras Danin tomaba la muestra. - ¿Qué es? -
Danin resopló. -Venía a decirte que había detectado cambios en tu sangre. Que tu testosterona
se había disparado y que tus células reaccionaban de forma extraña. Parece que lo has descubierto
por ti mismo. -
Llevó la segunda muestra a Bern, que había montado una especie de mini laboratorio en la mesa
del comedor y ya tenía mi sangre bajo el microscopio. Jay, Finn y yo nos acercamos, observando
el trabajo de Bern.
-Mira, - le dijo a Danin. - ¡Mira! Las marcas que vimos antes son mucho más pronunciadas. Si
no lo supiera, pensaría que esta muestra proviene de una hembra Triniun completa. -
-Tomé un poco de sangre de Finn, - ofrecí. - ¿Podría ser por eso? –
Bern estaba demasiado ocupado mirando mis extraños resultados como para levantar la cabeza,
pero Danin respondió por él.
-No, - dijo. -Tu cuerpo lo procesaría, casi como la comida. Podrías sacar fuerzas de ello, pero
sería algo temporal. No debería haber entrado en tu torrente sanguíneo. -
-Lo ha hecho, - contradijo Bern. -Dame, - Le tendió una mano a Danin. -Dame la muestra de
Vall. -
Danin se la entregó y Bern utilizó un cuentagotas para extraer una pequeña cantidad y añadirla
a la mancha de mi sangre en el pequeño portaobjetos de cristal. Inmediatamente volvió a bajar la
cara para mirar a través de la lente y respiró agudamente, asombrado. - ¡Danin!, - llamó.

138
Danin casi tiró a su compañero para llegar al microscopio. Habría sido gracioso si no fuera mi
muestra la que estaban mirando, mi sangre extrañamente cambiante la que estaba causando
tanto revuelo.
-Es como si su sangre estuviera absorbiendo elementos de nuestro ADN. - Danin respiró
profundamente. -Es como una esponja natural, que absorbe cosas que la hacen más fuerte. -
-Pero mira la muestra de Vall, - dijo Bern, con la mirada fija en la lente de un segundo microscopio
que había desenterrado de algún lugar. -Las reacciones que vimos antes han aumentado
exponencialmente. -
Siguieron murmurando de un lado a otro, utilizando palabras que no entendía, con una excitación
palpable. Mirando a Vall, Finn y Jay, pude ver que estaban tan perdidos como yo.
- ¡Danin! - ladró Vall, cansado de esperar. - ¿Qué ves? Asegúrate de usar palabras que nosotros,
los humildes guerreros, podamos entender. - Su tono era más de amenaza que de broma.
Aunque parecía que lo último que quería hacer era dejar lo sorprendente que se estaba
desarrollando bajo su microscopio, Danin se apartó de la mesa.
-La sangre de Lana está cambiando, - dijo. -Se está volviendo más parecida a nosotros. Triniun.
Hay marcadores en su sangre que normalmente sólo vemos en los guerreros que son fuertes con
el dragón. -
- ¿Podría ser capaz de transformarme en un dragón? - Chillé. No estaba segura de si esa idea
me encantaba o me aterrorizaba. Un poco de ambas cosas, pensé.
-Ninguna mujer ha sido capaz de transformarse, - advirtió Danin. -Ni siquiera en nuestra
historia.-
- ¿Pero? - presionó Vall.
-No puedo garantizar nada, pero los cambios que hemos visto hasta ahora son pronunciados.
Puede ser posible. -
- ¿Y mi sangre? -
Danin encaró a Vall de frente, con su excitación apenas contenida. -Tu sangre se parece más a
lo que esperaría ver si de alguna manera pudieras retroceder en el tiempo, atrapar un dragón y
traerlo aquí para que lo analice. Tenías razón, Vall. Estás completamente despierto. -

139
-No estoy seguro de poder cambiar ahora, - advirtió Vall. -El dragón está ahí, pero está...-
- ¿Descansando? ¿Cuántas veces te has alimentado de tu compañera? -
- ¿Alimentación completa? Una. -
-Y sin embargo ya ha conseguido transformarse. No hay garantías, pero estaría dispuesto a
apostar al menos el brazo derecho de Bern a que puedes volver a hacerlo. - Enarcó una ceja sin
pelo. -Y ese brazo me es muy útil. -
¿De verdad? Intenté morder mi sonrisa cuando Bern refunfuñó. - ¡Danin! - Cuando Vall había
dicho que eran compañeros, no me había dado cuenta de que eran compañeros.
-Tu compañera es extraordinaria, - terminó Danin. -No hay ninguna como ella en toda Trinia, es
absolutamente única. -
-Todos los guerreros del planeta la van a querer, - espetó Jay. - ¿Cómo demonios vamos a
mantenerla a salvo? -
Vall se giró para mirarme, con una expresión astuta. Podía ver lo que estaba pensando, sabía lo
que iba a salir de su boca antes de que lo dijera.
-La mantenemos aquí, fuera de la vista. -
-No, - dije. ¿Encerrada, como la otra sierva? - ¡No quiero vivir así! -
Danin también parecía no estar convencido. -Ya hemos hablado de esto. No puedes mantener su
existencia en secreto. -
- ¿Por qué no? - desafió Vall.
- ¡Porque el secreto ya se ha descubierto!, - exclamó. -Finn nos contó lo que pasó, cómo fue
secuestrada. Esos Guerreros no actuaron solos. -
-Así que encontramos quien los envió y los callamos también. -
-Supones que no se lo han contado a nadie, - argumentó Danin con rotundidad. -Que no han
dejado pruebas de lo que saben. ¿Y cómo vas a explicar la desaparición de una manada completa?
¿Qué razón darás para que hayas tenido que sacrificarlos? -
-También está la otra sierva, - añadí, muy del lado de Danin. -Ella sabe de mí y vio mi cara. Sabe
cuántas estrellas tengo. -

140
Vall puso su cara de forma molesta. -Puedo llamar a Lyne para que vuelva, aún no habrá llegado
a la ciudad. Tranquilamente la sierva puede ser tratada. -
- ¡Vall, no! - Mis palabras salieron bruscamente, pero también resonaron con algo más, algo más
profundo. Mi dragóna, me di cuenta. Ella estaba hablando conmigo. -No seré tu compañera si
actúas así, - dije y lo dije en serio.
Tenía sentido para Vall, podía verlo. Era limpio y ordenado y conseguía lo que quería, a mí, aquí
con él y la manada. Sana y salva.
-No hay otra manera, - gruñó, pero su mirada era suplicante.
-Ve al Soberano, - sugirió Bern en voz baja. Todos nos volvimos para mirarle, y sólo entonces
levantó la mirada de su trabajo, pareciendo ligeramente incómodo por la repentina atención. -Es
la mejor manera de conseguir lo que quieres, - dijo.
- ¿Cómo lo sabes? - preguntó Jay.
-No podrás mantener esto en silencio, - dijo, con la mirada puesta en Vall. -No importa cuánta
gente mates. Tu única opción es revelarla al público, declararla tu compañera de manada. Mejor
aún, hacer que ella declare que ha elegido tu manada para aparearse. - Me miró rápidamente, y
luego se alejó de nuevo. -Tienes dragones en tu manada, Vall. ¿Entiendes lo que eso significa? Te
eleva por encima de cualquier otro guerrero en Trinia. Te eleva más alto que el Soberano. -
-Él no es un Guerrero, - dijo Finn.
-Tampoco es un pensador, - respondió Danin con desgana. -Los Administradores hicieron que lo
declararan como tal porque la única otra opción era Idiota. Pero los Soberanos no siempre han
sido un Pensador. Antes de que nuestra raza perdiera la capacidad de cambiar, siempre un
Guerrero. - Hizo una pausa. -De acuerdo con los precedentes, tu deberías gobernar. -
La sala se quedó en silencio mientras todos digeríamos aquello. Me volví hacia Vall, que parecía
claramente incómodo.
- ¿Deberías ser el rey? - pregunté bromeando. - ¿Te dan una corona? -
-No quiero gobernar, - respondió Vall rápidamente. Miró fijamente a Bern. -No lo hago. -
Bern se encogió de hombros. -Bueno, tendrás que convencer al Soberano de eso. Pero si el
pueblo sabe que tienes el poder de cambiar, que eres el dragón, ella estará lo más seguro posible.

141
Las parejas son sacrosantas, y sería la pareja que trajo el mayor regalo a nuestro pueblo... Nadie
podría quitarte a Lana sin un gran alboroto. -
A Vall no le gustó, y su rostro se frunció en una mueca, pero al mirar alrededor de la sala pude
ver que tenía sentido para todos los demás.
- ¿Vendrán a la ciudad con nosotros?, - exigió, mirando de Danin a Bern. - ¿Explicar al Soberano
lo que han descubierto en sus experimentos? -
Ambos pensadores parecían ahora descontentos, pero Danin asintió. -Lo haremos. -
-Usa palabras fáciles de entender, - sugirió Jay secamente.

142
Capítulo Veinte

La ciudad... por fin la veía. Viajábamos separados, en dos vehículos aerodeslizadores yo, Jay y
Lyne delante, y Finn, Danin y Bern detrás. Ni Finn ni Danin ni Bern estaban contentos con los
arreglos de viaje, pero estaba bastante segura de que Vall lo había hecho para asegurarse de que
los dos Pensadores no intentaran fugarse de camino al palacio. No parecían entusiasmados con
la idea de ir a visitar al rey, o soberano, como lo llamaban, y su reticencia alimentaba la mía.
Vall, tras otra pequeña alimentación por mi parte, se había transformado en el dragón, una cosa
enorme con alas y escamas brillantes y todo. Era la cosa más asombrosa que había visto, y
últimamente había visto muchas cosas asombrosas. Estaba volando en el cielo por encima de
nosotros. Él no había querido hacer eso, había querido montar en el vehículo volador conmigo,
pero Danin y Bern insistieron. Querían que se le viera entrar en la ciudad. Querían que no hubiera
forma de que el Soberano pudiera salirse con la suya matándonos a todos para intentar silenciar
las cosas.
Después de todo, el propio Vall había considerado esa opción hace poco.
No dejaba de mirarlo, deslizándose por el cielo azul resplandeciente. Era enorme, del tamaño de
una avioneta, y su cola se movía perezosamente mientras arrastraba las corrientes de aire detrás
de él, las alas apenas se movían mientras seguía nuestro ritmo. Cuando se transformó y se lanzó
por primera vez al cielo, se me fue el corazón a la boca, pero también sentí un verdadero deseo
de ir con él. Jinete de dragón... pensé.
La idea de que podría ser capaz de cambiar un día, como Danin había planteado, era un paso
demasiado grande para que mi mente lo contemplara ahora.
-Aquí vamos, - murmuró Jay.
Desvié mi atención del dragón de Vall para mirar hacia adelante. La ciudad, que había sido un
vago borrón en el horizonte, estaba ahora al frente y en el centro. Estábamos aquí.
Los suburbios exteriores se extendían, las casas construidas en grandes lotes. Eran de una sola
planta y estaban construidos para el calor extremo, al estilo de los adobes. A medida que nos
acercábamos al centro de la ciudad, las cosas se hacían más juntas. Seguían existiendo zonas
residenciales, pequeños bloques de pisos de no más de cuatro plantas, pesadas ventanas que los

143
protegían de la luz, que se sentía casi tan intensa como en las llanuras, pero también había
distritos industriales y centros comerciales. Sinceramente, se parecía mucho a las ciudades de
mi mundo. La única diferencia era la gente.
Llevaba unos días en este planeta, lo suficiente para aclimatarme a la idea de que estaba en un
mundo diferente y para aceptar el hecho de que me habían elegido como sierva de un grupo de
Guerreros que bebían sangre para alimentar a sus bestias. Pero me habían mantenido alejada de
las multitudes y ahora, al ver caras extrañas, caras ajenas, a mi alrededor, me estaba dando
cuenta de que tenía que hacer una vida aquí.
No podía lidiar con eso además de mi próxima visita a la realeza de Triniun, así que cerré los
ojos brevemente y luego los enfoqué hacia adelante. Era bastante obvio que nos estábamos
acercando al palacio. Había una gran plaza abierta con fuentes que salpicaban agua, con gente
holgazaneando y disfrutando de la mezcla de agua y sol. Más allá había un enorme edificio cuyo
diseño parecía casi de Oriente Medio, como el Taj Mahal. Era del color de la arena, con
incrustaciones de cristal que centelleaban a la luz. Había un techo central abombado con alas más
bajas y planas que se separaban de él a la izquierda y a la derecha. Dimos la vuelta a la plaza y
aparcamos justo enfrente.
Por la forma en que dos guardias bajaron corriendo los anchos escalones de mármol blanco,
deduje que no debíamos hacer eso.
- ¡No!, - gritó uno de ellos, agitando los brazos hacia nosotros. - ¿Qué están haciendo? -
Finn saltó del segundo vehículo aerodeslizador y se acercó a nosotros, encontrándose con el
guardia antes de que pudiera acercarse a menos de diez pasos de mí.
-Tenemos que ver al Soberano, - dijo sin rodeos.
El guardia puso cara de asombro y luego se rio. - ¿Quién te crees que eres? No se llega en coche
y se exige ver a nuestro líder real. Lárgate de aquí. -
Una sombra se proyectó sobre el rostro del guardia, a pesar de que era un día despejado y estaba
de pie bajo la luz directa del sol. Levanté la vista justo a tiempo para ver a Vall aterrizando en
picado, con un cuerpo mucho más grande que el vehículo aerodeslizador. También era mucho más
pesado. Cuando se estrelló contra los escalones, a pocos metros del guardia, la piedra se hizo
añicos bajo sus garras.

144
La expresión del guardia era cómica. Su boca se abrió, pero no salió ningún sonido.
-Queremos ver al Soberano, - repitió Finn.
-Esperen aquí, - balbuceó el guardia, y cuando Vall lanzó un resoplido que sonó sospechosamente
como un gruñido, añadió. -Por favor. -
Se dio la vuelta y subió corriendo los escalones tan rápido como le permitieron sus piernas,
tropezando dos veces donde las ondas de choque del aterrizaje de Vall habían desalojado escalones
al azar hasta la cima.
-No cambies todavía, - murmuró Finn, mirando a la puerta por la que habían desaparecido los
dos guardias. -Queremos que te vean, ¿recuerdas? -
Vall resopló con desdén, pero mantuvo su forma.
-Creo que es justo decir que ha sido visto, - murmuré, volviéndome a mirar la plaza.
Habíamos atraído a una multitud, los pocos afortunados que habían estado presentes cuando
apareció Vall se acercaban tanto como se atrevían, y llegaban más desde las calles de más allá.
Al parecer, las noticias se propagan con rapidez.
Me sentí incómoda con toda la atención que estábamos recibiendo, aunque no era a mí a quien
miraban, al menos, bajé del vehículo aerodeslizador y me puse al lado de Vall. Su perfil corpulento
creaba una sombra contra el calor del sol, y cuando extendí una mano para tocar su hombro -
que estaba lo más alto que podía alcanzar- su piel estaba fría al tacto.
- ¿Estás bien? - le pregunté.
Era una pregunta estúpida, ni siquiera podía responderme, pero era obvio, por la forma tensa y
ligeramente encorvada en que se encontraba, que no le gustaba estar tan expuesto.
-No puedo culparlos por mirarte, - dije. -Eres magnífico. -
A él le gustó eso, y giró su largo cuello para darme un morreo que casi me hizo caer. Entonces
emitió un extraño sonido chirriante, una especie de convulsión. Tardé un momento en darme
cuenta de que se estaba riendo.
-Vall, - murmuró Finn. -El Alto Defensor. –

145
Ambos nos giramos para mirar cómo un hombre mayor salía del palacio, con tres Guerreros
siguiéndolo a una respetuosa distancia. Todos parecían asombrados, aunque el Alto Defensor
tenía una enorme sonrisa en el rostro.
-Bueno, - dijo al llegar a nosotros. -Vaya, vaya, vaya. Que me jodan. -
Balbuceé, sin esperar un lenguaje así de alguien con un título tan exultante como el de Alto
Defensor, y se volvió hacia mí.
-Esta debe ser tu sierva, Lana. -
-Nuestra compañera, - corrigió Finn.
El Alto Defensor no se sintió ofendido por la brusquedad del tono de Finn. Inclinó la cabeza en
señal de reconocimiento. -Enhorabuena. - Frunció el ceño mientras me miraba de cerca.
Prácticamente podía verle contando las estrellas de mi cara. - ¿Siete?, -preguntó, atónito. -
¿Siete estrellas? -
Parecía más sorprendido por mis marcas que por el hecho de que hubiera un enorme dragón en
las escaleras del palacio.
-Creo que tienes que entrar, - dijo, finalmente serio. -Tenemos mucho que discutir. - Lanzó una
mirada divertida a Vall. - ¿Puedes transformarte? No creo que quepas así por las puertas
principales. - Tardó un momento, pero Vall empezó a encogerse, un proceso extraño que parecía
un globo con un pequeño pinchazo en una cámara de lapso de tiempo. Finalmente quedo de pie
allí, de tamaño normal y completamente desnudo. El Alto Defensor levantó la ceja. -Y ponte algo
de ropa, el Soberano ya va a tener suficiente complejo de inferioridad sin tener que ver eso. -
Señaló la polla de Vall, que incluso flácida tenía una longitud impresionante.
Vall sacó un par de pantalones del aerodeslizador y nos dirigimos al interior del palacio. Los
guardias habían vuelto a su puesto en la puerta principal y se quedaron boquiabiertos al vernos
pasar. Jay se detuvo justo detrás de mí y se giró para chasquear los dientes con el guardia que
nos había reprendido al llegar. Él se tiró hacia atrás asustado, golpeándose contra la pared.
-Muy impresionante, - dijo uno de los guerreros que había salido con el Alto Defensor. -Has
conseguido aterrorizar a un guardia de palacio. Dudo que eso funcione con el Soberano. -
-Puede que sí, - respondió Jay con arrogancia.

146
Había un enorme vestíbulo a través de la puerta principal, con las paredes pintadas con un mural
que representaba dragones surcando diferentes paisajes, golpeando a los enemigos. Los dragones
no se parecían en nada al de Vall, sus cuerpos eran torpes y sus alas estaban emplumadas como
las de los pájaros, y me pregunté si el artista que lo había pintado había visto alguna vez uno.
¿Cuánto tiempo había dicho Vall que hacía que los Guerreros no podían transformarse? ¿Cientos
de años?
El Alto Defensor nos hizo pasar por delante de otros dos guardias y nos llevó por un amplio
pasillo. Se habían pintado más imágenes en las paredes. Más dragones, igual de mal dibujados. A
este paso iban a tener que redecorar por completo, pensé. Nos acercamos a un conjunto de
puertas dobles, firmemente cerradas, con dos guardias de pie frente a ellas. Saludaron con la
cabeza al Alto Defensor, pero no se apartaron.
-Necesito ver al Soberano, - dijo.
Uno de los guardias tragó saliva, obviamente incómodo, pero se mantuvo firme. -Perdóneme,
Alto Defensor, pero nos han dado órdenes de que no se moleste al Soberano. -
Hubo una pausa y luego el Alto Defensor dijo, con mucho cuidado. - ¿Me está negando la entrada?-
El guardia negó inmediatamente con la cabeza y luego asintió. Tenía un aspecto desdichado. -No,
Alto Defensor. Es decir, sí. El Soberano dijo que nadie, señor. -
Alguien se rio, probablemente Jay.
-Yo en tu lugar me movería, - comentó Vall con desgana.
El guardia parecía que eso era exactamente lo que quería hacer, pero a su favor, se quedó quieto.
-Lo siento, señor, - dijo. -Me dijeron que no había excepciones. -
El Alto Defensor dio un paso adelante hasta que estuvo a la altura del guardia. Era de la misma
altura, aunque su cuerpo era más viejo, más blando. Dudaba que pudiera con el hombre más
joven, pero tenía una presencia que hizo temblar a los dos guardias de la puerta.
-Miren a esa mujer, - dijo en voz baja. Ambos guardias fijaron sus miradas en mí. -Cuenten sus
marcas. ¿Cuántas hay? - Esperó, pero ninguno de los dos guardias respondió. - ¿Qué pasa, no
puedes contar tan alto? ¿Cuántas jodidas estrellas? -
-Siete, señor. -

147
-Así es, siete estrellas. Y si salieras ahora mismo al exterior, verías a otro par de guardias
idiotas rascándose la cabeza sobre unos escalones de mármol destrozados porque acaba de
aterrizar allí un maldito gran dragón. Ese dragón. - Señaló a Vall, que sonrió mostrando todos
sus dientes. -Apártate de mi camino. -
Eso fue suficiente para el guardia. Se apartó tan rápido como pudo, mientras su compatriota
tanteaba los pomos de las puertas. Los abrió de par en par y se apartó lo suficientemente rápido
como para evitar ser atropellado.
Mientras seguíamos al Alto Defensor en la sala, la manada se desplazó a mi alrededor. Vall iba
delante, con Finn y Jay a cada lado, y Lyne protegiendo mi espalda. Era reconfortante que me
rodearan, pero también significaba que no podía ver mucho alrededor de los anchos hombros de
Vall. Oí al Soberano antes de verlo.
Hubo un graznido, un chillido y una voz molesta bramó. - ¿Qué significa esto? Dije que no quería
que me molestaran. - Algo crujió y luego la misma voz gritó. - ¡Haré que los ejecuten! Idiotas
inútiles. -
-Se han movido por orden mía, - dijo con calma el Alto Defensor. -Es a mí a quien tendrá que
ejecutar. -
-Oh. Ya veo. - La voz, que supuse que pertenecía al Soberano, olfateó. -Bueno, ¿qué es? ¿Qué
quieres? -
Nos detuvimos en una gran sala, mucho más lujosamente amueblada. Las cortinas cubrían las
ventanas y las paredes, y cuatro candelabros colgaban del techo, muy adornado, para iluminar.
No podía ver al Soberano, pero sí una enorme cama de cuatro postes, lo suficientemente grande
como para dormir diez personas o, aparentemente, un rey.
Me hice un poco a un lado, apretando a Finn, que no se movió para dejarme más espacio, y
finalmente pude ver al Soberano. Era poco impresionante. Tenía la misma piel cobriza que Rin,
era delgado y alto, y su rostro era de ángulos agudos. Llevaba muchas joyas, anillos en las orejas
y la nariz, collares alrededor del cuello, una cadena de oro con amuletos atada alrededor del
estómago, sostenida por un anillo en el ombligo.
Las joyas eran todo lo que llevaba. Con el ceño fruncido, se envolvió en una túnica mientras un
par de mujeres igualmente desnudas salían a toda prisa de la habitación por una puerta lateral.
El Soberano las vio partir con pesar antes de volverse hacia el Alto Defensor.

148
- ¿Y bien? -
Vi al Alto Defensor respirar profundamente, para calmarse visiblemente. -Su Alteza, - dijo. -
¿Recuerda al guerrero Vall Ridian? -
-Por supuesto que sé quién es, - espetó el rey. Se acercó a paso ligero, con la túnica apenas
atada. El Alto Defensor tenía razón, definitivamente se pondría celoso si le echaba un vistazo a
Vall. - ¿Qué pasa? ¿Has venido a decirme que has matado a esos miserables sables que profanaron
la casa de verano? ¡Bueno! No necesitabas interrumpirme en mi tiempo de intimidad para
decírmelo. –
-No están muertos, - respondió Vall con calma. -Los encontré, pero no los maté. -
Los ojos del Soberano se abrieron de par en par. - ¿Perdón? Los quería muertos, ¿qué tan difícil
es eso? Yo…-
-Su Alteza, - interrumpió en voz alta el Alto Defensor. -No es por eso que estamos aquí. -
- ¿Qué es, entonces? ¿Y por qué están aquí esos dos Pensadores? ¿No les prohibí la entrada al
palacio? ¿Quién más está ahí? ¿Quién se esconde? ¿Una mujer? Tráiganla. -
La manada se apretó a mi alrededor, ocultándome aún más en lugar de obedecer la orden del
Soberano, y perdí de vista su rostro indignado.
-La hembra es parte de esto, señor, - admitió el Alto Defensor. -Es una hembra de siete
estrellas. La manada de Vall la ha tomado para aparearse y ella les ha permitido invocar a su
dragón. - Hizo una pausa. -Pueden cambiar completamente. -
El silencio descendió por el espacio de un latido, luego escuché al Soberano gritar. - ¡Guardias!-

149
Capítulo Veintiuno

Las cosas se habían ido a la mierda increíblemente rápido. En cuanto el Soberano empezó a gritar
pidiendo Guerreros, Vall supo que estaban en problemas. Llegaron de todas partes, entrando a
raudales por las puertas dobles del fondo, las puertas laterales por las que las hembras del
Soberano habían corrido gritando y un pasaje secreto oculto tras las cortinas que cubrían las
paredes. Al menos veinte de ellos se agolparon en la sala, con las garras desenvainadas y
enseñando los dientes, listos para luchar.
La amenaza a Lana hizo que el dragón enloqueciera en el pecho de Vall. Quería salir. Aunque hacía
poco que se había transformado, Vall sabía que podía hacerlo. Pero si lo hacía, habría un
derramamiento de sangre. Todos los guerreros que se opusieran a él morirían, y tendría que
matar también al Soberano, o se encontraría con todo el ejército de Triniun. Respirando con
dificultad contra la violencia que surgía en su interior, hizo un gesto a su manada para que no
se moviera. Podía sentir su tensión también.
- ¡Alto!, - gritó el Alto Defensor.
- ¡Arréstenlos!, - contradijo el Soberano.
La sala se convirtió en un caos cuando los Guerreros se acercaron, y luego dudaron. El Soberano
era su líder, pero era un puto idiota que no podía atarse los cordones de los zapatos sin que dos
Pensadores lo convencieran, y los Guerreros lo sabían. El Alto Defensor era su comandante, y
su voz era la que estaban acostumbrados a obedecer.
- ¡Alto!, - repitió. Esperó un momento para asegurarse de que le harían caso, y luego se volvió
hacia el Soberano. -Señor, cálmese. -
- ¡Estoy tranquilo!, - gritó el Soberano. Ciertamente lo parecía, con las orejas echadas hacia
atrás, los ojos muy abiertos y en blanco y las manos con garras agarrándose a las solapas de
su elegante túnica. Se dirigió a los Guerreros más cercanos a él. -Quiero que arresten a esa
manada! ¿Qué están esperando? -
Los Guerreros empezaron a avanzar, y luego se congelaron cuando Ginn lanzó su mano al aire,
anulando la orden.

150
- ¡Tú! - jadeó el Soberano. - ¡Estás en esto con ellos! Quieres mi trono, ¿verdad? - Dio un
pequeño grito, con una expresión maniática. - ¡No puedes tenerlo! –
-Por el amor de Dios, su alteza, cálmese. -
Aunque el Alto Defensor pudiera denigrar al Soberano a sus espaldas, era evidente que nunca le
había hablado así a la cara. Vall observó cómo abría y cerraba la boca con asombro. Ginn
aprovechó su silencio de sorpresa.
-Vall es su leal servidor, su alteza. No está aquí para robarle su reino, es...-
Pero el Soberano había dejado de escuchar. Parecía enloquecido, la saliva volaba de su boca
mientras señalaba a unos guardias detrás de la manada.
- ¡Tú! ¡Atrápala! ¡Quiero a esa hembra! Tráiganmela. -
Los guardias, los mismos que habían intentado enfrentarse al Alto Defensor en la puerta de la
habitación del Soberano, obviamente habían aprendido la lección. No se movieron.
Si el Soberano se había enfurecido antes, ahora estaba apoplético.
- ¿No me han oído? He dicho que la tomen. - Hizo una pausa durante un latido, y cuando los
guardias siguieron sin moverse, Vall vio que algo se rompía detrás de sus ojos. - ¡Bien! Bien, la
tomaré yo mismo, yo.... -
Se abalanzó hacia delante, casi incoherente en su locura, y alargó la mano para ponerla sobre
Lana, escudada en medio de la manada.
Vall no era consciente de haber tomado la decisión de cambiar. En un momento era un Guerrero,
asqueado de su rey, y al siguiente era el dragón con un solo pensamiento en su mente: proteger.
Hubo gritos y chillidos cuando su cuerpo creció, los cuerpos y los muebles se dispersaron para
dejarle paso. Sólo su pareja, su manada y el Alto Defensor se mantuvieron firmes. Los guerreros
se debatieron entre el asombro y el miedo, y muchos de ellos se arrodillaron, reconociendo su
ascenso a Alfa de todos ellos. Vall apenas se dio cuenta, pues su atención se centró en el
Soberano, que se había congelado en el lugar, con la mano extendida hacia la compañera de Vall.
Lleno de una mezcla embriagadora de indignación y rabia protectora, chasqueó los dientes contra
ese brazo, con la intención de arrancarlo de un mordisco. Se detuvo cuando su compañera, su
compañera, se puso delante del Soberano, con los brazos abiertos.

151
- ¡Espera!, - gritó.
Finn se interpuso entre Lana y el Soberano un momento después y se abalanzó sobre el rey,
haciéndole perder el equilibrio. Eso rompió su parálisis y huyó hacia la gran monstruosidad de la
cama como el cobarde que era.
Vall gruñó, con los ojos brillando, asegurándose de que el macho se quedara allí, y luego miró a
su compañera. El gruñido que tenía para ella era más bajo, más íntimo. Ella se había arriesgado
con ese ridículo movimiento, y cuando él volviera a ser un macho, se iba a asegurar de que lo
supiera.
-Vall, - dijo ella, extendiendo la mano y acariciando su hocico. -Tranquilízate. No quieres hacerle
daño. -
Vall resopló. Sí, lo hacía.
Ella esbozó una pequeña sonrisa y bajó la voz. -Si lo matas puede que tengas que ser él,
¿recuerdas? -
Eso le hizo reflexionar, aunque no le gustó. Podía oler el hedor del miedo del Soberano y le daban
ganas de perseguirlo, de cazarlo.
-Vuelve a mí, - dijo suavemente. -Vuelve conmigo y hablemos de esto. –

Vall odiaba la Sala del Alto Consejo. En verano estaba ardiendo, en invierno se congelaba y cada
vez que había estado aquí, le habían jodido de una forma u otra. También odiaba la disposición,
el Soberano elevado en su ridículo trono, los ocho miembros más altos del consejo, de los cuales,
afortunadamente, el Alto Defensor Ginn era uno, encaramados un poco más abajo. Debajo de
ellos había un espacio abierto en el que el pobre bastardo que había sido convocado tenía que
permanecer de pie, con un calambre en el cuello cuando miraba a sus exultantes líderes.
Él estaba de pie con Lana a su lado, sus dedos fríos a pesar del calor sofocante y agarrando los
suyos, diciéndole lo nerviosa que estaba. A su otro lado, Finn permanecía quieto como una piedra.
Lyne y Jay habían tomado posiciones defensivas justo detrás, y luego, detrás de ellos, todos los
Guerreros del palacio se habían agolpado en las estrechas galerías públicas.

152
Cuando los cinco habían sido conducidos a la sala, escoltados por Tan, Malin y Heo, Lana se
había aterrorizado, pensando que los Guerreros estaban allí para contenerlos si las cosas se
descontrolaban.
Pero no era así. Estaban allí para ver al dragón. Vall no lo quería, pero lo sentía.
Ahora era dueño de todos ellos.
El Alto Defensor Ginn era un guerrero, aunque hubiera pasado su mejor momento. Él también
lo sabía, sabía que Vall había ascendido a Guerrero Alfa. La cuestión era si había compartido ese
conocimiento con el Soberano o con el consejo en general. Ninguno de ellos era Guerrero, algo
inusual. El Soberano había soltado alguna mierda sobre cómo quería que las mentes más elevadas
ayudaran a dirigir el país, los Pensadores y los Administradores, pero la verdad era que tenía
miedo de la fuerza.
En cuyo caso, probablemente estaba muy, muy asustado de Vall ahora mismo. Y la gente asustada
tiende a hacer cosas estúpidas.
-Con su permiso, alteza, me gustaría llamar al orden a esta reunión, - comenzó el consejero
Jank, un administrador que llevaba tanto tiempo en el cargo que se rumoreaba que conocía muy
bien todas las leyes y la legislación porque había estado allí al principio, cuando se escribieron. -
Estamos aquí para discutir la situación de la sierva de sangre Lana...- Hizo una pausa, mirando
sus notas.
-Ridian, - dijo Vall, rompiendo el protocolo en los primeros sesenta segundos. -Lana Ridian,
compañera de Vall Ridian y su manada. -
-Lana Ridian, - continuó el Administrador, su arrugado rostro no mostraba ningún indicio de si
le divertía o le molestaba la interrupción de Vall. -Y la afirmación de que es una hembra de siete
estrellas...- Hubo murmullos y jadeos al oír esto, varios consejeros se inclinaron para mirar el
rostro de Lana. -Y que su sangre es lo suficientemente pura como para invocar al dragón en
nuestros Guerreros. -
-Difícilmente lo llamaría un reclamo, Jank, - cortó Ginn sarcásticamente. -La mitad de los
Guerreros de aquí fueron testigos de su transformación hace una hora. -
-Aun así, - respondió con rigidez el consejero Jank. -Me gustaría escuchar las pruebas. Creo que
hay dos pensadores que han venido a dar testimonio. -

153
-Danin y Bern, - confirmó Ginn.
Varios miembros del consejo se animaron visiblemente, y Vall recordó que los dos Pensadores
habían sido habituales en el palacio, asesorando al Soberano, antes de retirarse a su fortaleza
del desierto.
-Que pasen, pues, - ordenó el consejero Jank.
Danin y Bern fueron llevados a la sala. Bern parecía ligeramente divertido, pero Vall pudo ver
que Danin estaba enfadado. Sea cual sea el desencuentro entre la pareja y el Soberano, Vall
apostaba a que Danin estaba en el centro del mismo.
- ¿Probaron la sangre de la hembra? - preguntó el consejero Keron, un pensador.
-Lo hice, - aceptó Danin. -La analicé y yo mismo le puse las marcas. -
- ¿No estaba ya marcada? - preguntó Keron, confundido.
-Ella no había sido probada, - respondió Danin.
-Todas nuestras hembras son examinadas al nacer. ¿Cómo es que no la vieron? -
Danin abrió la boca y la volvió a cerrar, mirando a Vall. Fue Lana quien respondió. Aunque estaba
incómoda, con los hombros encorvados por la tensión, dio un paso adelante y se dirigió al
Pensador.
-Porque no soy de aquí. No soy de este planeta. Tuve un accidente en mi mundo y creo que morí.-
- ¿Crees que has muerto? - Un fuerte escepticismo levantó la ceja de Keron.
Lana se encogió de hombros. -Chocé mi vehículo y todo se volvió negro. Cuando abrí los ojos,
estaba aquí. Había llegado a través de una especie de transportador y Rin...-
-Un administrador de los desafíos, - interrumpió Vall.
Lana le sonrió y volvió a encarar a Keron. -Dijo que no podía faltar una mujer en los desafíos, y
como yo estaba aquí, me metió. Nadie me quiso. -
Se oyó un fuerte resoplido al oír esto, y las risas surgieron entre los Guerreros de la galería.
-Cuando Vall llegó demasiado tarde para competir, bueno...- Se encogió de hombros. -Se quedó
enterrado conmigo. -

154
-Estoy seguro de que no está decepcionado, - comentó Ginn.
-La metió, una desconocida de quién sabe dónde. Ella podría haber tenido veneno en su sangre
por lo que él sabía. Podría haber tenido alguna enfermedad y habernos infectado a todos. -
Vall no sabía mucho del Administrador que hablaba ahora, con la nariz arrugada por la indignación
y una mueca en los labios. Pero no le gustaba. Especialmente no le gustaba la forma en que
miraba a Lana como si fuera inferior, como si fuera una hembra sable que se hubiera arrastrado
y cagado en el suelo antiguo. Gruñó, el sonido bajo y retumbante que provenía de su bestia. El
Pensador miró alarmado a su alrededor, como si esperara que apareciera un dragón, antes de
darse cuenta de que era Vall. Se agachó en su asiento y echó las orejas hacia atrás.
-Mira, ¿qué estamos haciendo aquí? - ladró finalmente el consejero Balin. Era un pensador
especializado en el cultivo de alimentos, si Vall recordaba bien. Tenía un aspecto ligeramente
mugriento, como si se hubiera alejado en medio de un proyecto, un proyecto al que claramente
pensaba volver. -Así que el Guerrero puede convertirse en dragón. Espectacular. Está claro que
la hembra no le hace ningún daño. Si hubiera un problema con su sangre, Danin y Bern lo habrían
encontrado. Todos sabemos que son los mejores. No veo el problema. -
-El problema, - dijo el Soberano, hablando por primera vez, -es que este Guerrero y su manada
son un peligro para la corona. -
En la hora que había pasado desde la escena en el dormitorio del rey, éste había encontrado algo
de ropa, y aparentemente, sus pelotas. Se sentó en su trono dorado como un líder competente
y seguro de sí mismo, y los pensadores y administradores del consejo, que no tenían el sentido
del olfato de un guerrero, no pudieron percibir el olor de su miedo.
- ¿Un peligro cómo? - se burló Jay. Se calmó cuando Vall se volvió para mirarle por encima del
hombro.
-Este Guerrero intentó asesinarme en mi habitación, - declaró el Soberano. - ¡Se transformó en
dragón y me atacó! -
-Y sin embargo no estás muerto, - señaló Ginn con suavidad.
- ¡Pura casualidad! -
-Ha amenazado a su pareja. -
- ¡Soy su soberano! -

155
-Lo eres, - aceptó Ginn. -Pero las compañeras son sacrosantas. Nuestras leyes están hechas
para protegerlas. Y, como he dicho, no le hizo ningún daño. Fue simplemente una advertencia. -
- ¿Y la manada de Guerreros que mató? Los seis que mató en su propia guarida. ¿Qué fue eso?
Leí los informes, ¡los encontraron en pedazos! No puede ser controlado, él... -
-Ese no fue Vall, - interrumpió Finn. -Ese fui yo. -
- ¡Ya ves!, - exclamó el Soberano, saltando sobre las palabras de Finn. - ¡Es su sangre la que
los convierte en locos! -
- ¿Tú también te has transformado? - preguntó Keron a Finn, inclinándose hacia delante en su
silla. - ¿Te has convertido en el dragón? -
-Todavía no, - admitió Finn.
- ¿Y aun así has matado a seis Guerreros? -
-Secuestraron a Lana y la amenazaron. Ella me alimentó con un poco de su sangre y eso me dio
la fuerza para defenderla. -
- ¿Secuestraron a tu compañera? - El consejero Jank frunció el ceño.
-El administrador Rin, - dijo Vall. -Creemos que debe haber dado a la manada detalles de Lana.
No hay otra forma de que pudieran saber. Y.…- Hizo una mueca. -No podemos preguntarles
ahora. -
-Rin trabaja para mí, - dijo Jank, claramente disgustado. -Averiguaré la verdad de esto. -
-Te lo agradecería, - respondió Vall. Luego su voz se hizo más profunda. -Si es culpable, le ruego
que me permita hacer justicia. -
-Si es culpable, la tendrás, - prometió Jank.
-Vayamos al grano, ¿de acuerdo?, - intervino Keron. - ¿Creemos o no que Vall y su manada son
una amenaza para la corona? -
-Sabes, técnicamente, - el consejero Kilo, otro pensador, habló lentamente, reflexionando. -El
guerrero Vall tendría derecho a disputar la Soberanía. Como dragón, quiero decir. -
Al decir esto, dirigió su mirada hacia el Soberano, con una sonrisa de satisfacción en los labios.

156
-No lo quiero, - dijo Vall rápidamente. No quería participar en el gobierno ni en la política ni en
el juego que Kilo estaba jugando. -No quiero nada más que mi manada y mi compañera. Estoy
feliz de seguir sirviendo como Guerrero bajo el Alto Defensor Ginn. - Hizo una pequeña reverencia
al hombre mayor.
- ¿Pero te quiere tu compañera? - Preguntó en voz baja el Consejero Jank. -Hemos escuchado
que la tomaste como tu sierva de sangre, que deseas reclamarla como tu compañera, pero no
escuchamos nada de ella. ¿Ella acepta? - Hizo un gesto con la cabeza, señalando las filas de
Guerreros. -Ella podría elegir a otros machos. Me atrevería a decir que podría tener su propio
desafío. - Miró a Lana, con sus pensamientos ocultos tras sus ojos. -Lana Ridian, me gustaría
que hablaras. ¿Aceptas a Vall y a su manada como compañeros? -
Lana se giró para mirarle, su rostro pálido, sus ojos insondables, y por un segundo el corazón
de Vall se congeló en su pecho. Ella iba a negarle, pensó de repente. Iba a arrancarle el corazón
y entregárselo al consejo. Entonces ella sonrió y el aire volvió a la habitación.
-Lo hago, - dijo ella. -Soy de ellos como ellos son míos. - Miró hacia las filas de hombres que
caminarían sobre fragmentos de cristal para tener la oportunidad de hablar con ella. -No quiero
a otros. -
El consejero Jank suspiró. -Entonces, realmente, Soberano, no veo qué más hay que decir. El
guerrero Vall y su manada quieren ser suyos, ella quiere ser de ellos, él todavía quiere servir al
reino. Sinceramente, creo que deberíamos dejar que se vayan a casa y empiecen a aparearse, a
ver si pueden hacer más hembras de siete estrellas. –
Hubo carcajadas de diversión ante esto, pero Vall apenas se dio cuenta. Estaba pensando en
Lana, hinchada con sus bebes. ¿Era posible? Danin y Bern podrían averiguarlo y, si no lo era,
tenía fe en que los dos Pensadores serían capaces de encontrar una forma de arreglarlo.
El Alto Defensor respiró hondo y echó un vistazo al consejo. -Creo que el guerrero Vall y su
manada no representan una amenaza para el reino. Ellos y su compañera han traído al dragón a
casa, a Trinia; creo que son la esperanza. -
-De acuerdo, - dijo el consejero Balin.
-De acuerdo, - Lo mismo dijeron Kilo y Jank. Uno a uno los consejeros asintieron. El único que
quedaba era el Soberano.

157
Se tomó su tiempo para responder, su mandíbula se movió mientras consideraba sus palabras,
la mirada iba y venía entre el consejo y las filas y filas de Guerreros, presenciando los
procedimientos.
-He nombrado un consejo de sabios y nobles, - dijo al fin. -Mantengo su decisión y estoy...
encantado de que una majestad como el dragón haya vuelto a nuestro pueblo. -
La mirada que lanzó a Vall estaba llena de absoluta repugnancia, pero por debajo del Soberano,
con el rostro deliberadamente alejado de su rey, Ginn captó la mirada de Vall y le guiñó un ojo.

158
Capítulo Veintidós

La situación era tensa en el vehículo aerodeslizador cuando regresamos a la guarida. No entendía


muy bien por qué, la reunión con el Soberano había ido tan bien como cabía esperar, pero había
un pesado silencio que no sabía cómo romper.
Una vez que estuvimos a salvo dentro de las paredes de la guarida, me di cuenta de que había
interpretado el estado de ánimo de forma muy equivocada. Apenas había cruzado la puerta cuando
Vall me agarró y me cogió en brazos.
-El dormitorio, - dijo, su voz gutural. -Ahora. -
Estaba cansada, sedienta y hambrienta, y había estado pensando en la enorme bañera del cuarto
de baño, sintiéndome arenosa y acalorada tras el largo viaje de vuelta en el vehículo aerodeslizador,
pero olvidé inmediatamente todas estas pequeñas molestias cuando vi la mirada de Vall, sentí el
fuego posesivo que había mantenido reprimido hasta que llegamos a casa.
Me arrastró, Finn, Jay y Lyne nos acechaban mientras íbamos, y me di cuenta de que ellos
también lo sentían. Algo los había puesto en marcha y, aunque no sabía lo que era, estaba
perfectamente feliz con el giro de los acontecimientos.
Sin embargo, cuando Vall me dejó caer en la cama y se colocó sobre mí, con los brazos cruzados,
los ojos intensos y Finn, Jay y Lyne alineados a ambos lados de él, vibrando con la misma
carnalidad primaria, me di cuenta de lo que me esperaba.
Me sentía aprensiva, pero también jadeaba de excitación.
-Nos reclamaste como tu pareja delante del consejo y del Soberano, - dijo Vall, con la voz baja y
cargada de emoción. - ¿Lo decías en serio? –
-Yo... ¿sí? -
Sonrió con fuerza y negó con la cabeza. -No, pequeña. Tienes que estar segura. - Me atravesó
con su mirada. - ¿Lo decías en serio? -
¿Lo hacía? No había querido nada de esto. No había querido morir en un accidente de coche porque
un imbécil no pudo esperar sesenta segundos a que cambiara el semáforo.

159
No había querido que me eligieran de una fila, que me entregaran a una banda de machos para
que chuparan mis puntos de pulso a voluntad. No había querido quedarme aquí, en este mundo
extraño, donde mi sangre me convertía en heroína literal para ser anhelada.
No había querido nada de eso.
Pero sucedió. Morí, desperté aquí y Vall aterrizó conmigo, la rechazada del grupo. No había vuelta
atrás. Pero eso no significaba que quisiera ser su compañera.
Su bondad lo hizo. Su protección y su dulzura. La forma en que querían complacerme, la forma
en que bromeaban, la amistad que los unía. La forma en que me tocaban, proporcionándome un
placer que nunca había soñado. Todo eso. Por eso quería ser su pareja.
-Sí, - dije, con voz firme y ojos solemnes.
Cuatro pares de ojos de dragones me miraron fijamente.
-Considérate reclamada, Lana. Compañera, - gruñó Vall.
-Dime que podemos quitarle la ropa ahora, - dijo Jay con maldad.
-Podemos quitarle la ropa ahora. -
La cama era grande, pero con cuatro hombres amontonados en ella conmigo, seguía siendo un
lugar estrecho. Sentí que me tocaban por todas partes, que las manos me acariciaban, que me
hacían cosquillas en los costados mientras primero me quitaban la túnica y luego los pantalones
que llevaba puestos. Mientras me desnudaban, ellos también se desnudaban, de modo que éramos
un gran montón de cuerpos entrelazados.
Vall tomó la iniciativa, me metió debajo de él y separó mis piernas para que rodearan sus caderas.
Se inclinó hacia abajo y me acarició con el rostro antes de retirarse, con nuestras caras a
escasos centímetros de distancia.
-Vamos a darte tanto placer, preciosa, que no vas a querer dejar nunca esta cama. -
- ¿Todos ustedes? - pregunté nerviosa.
-Todos nosotros, - repitió. -Puedes aceptarlo. De hecho, lo pedirás a gritos. -
Mi coño se apretó ante el gruñido de su voz e incliné las caderas, ya preparada para él, pero se
retiró.

160
Tan pronto como hizo un espacio, Jay y Finn lo llenaron, Jay mordiendo y lamiendo mis pechos
mientras Finn se deslizaba entre mis muslos, con su lengua buscando. Los dos eran demasiado
combinados y traté de cerrar las piernas, desalojar a Finn, pero Lyne me agarró de una de las
rodillas, manteniéndome abierta. Sonrió de forma sexy mientras lo hacía, con los dedos de su
mano libre recorriendo el interior de mi muslo.
-Demasiado, - dije, incapaz de quedarme quieta mientras las sacudidas de placer me sacudían por
todo el cuerpo.
-No, no lo es, - La voz de Vall estaba llena de dominio y me volví hacia él instintivamente, mi
dragón reconociendo la calma en la tormenta.
-No puedo, - le dije, extendiendo una mano, necesitando que me anclara.
-Sí puedes. - Me cogió la mano y la apretó contra su pecho, y me acarició el pelo con la otra. -
Sólo relájate. Siente. Deja que te toquen. –
Cerré los ojos, concentrándome en calmar mi cuerpo. Jay me estaba succionando, las embestidas
eran profundas y hacían que los músculos de la parte baja de mi estómago se contrajeran. Sus
dedos habían atrapado el pezón de mi otro pecho y lo hacían rodar, captando mi atención con
pellizcos apretados y agudos que eran pequeñas chispas de placer-dolor. El rastro de sus dedos,
desde la rodilla hasta el pliegue del muslo, atraía la atención hacia Finn, que tenía mi alma en
sus manos mientras daba vueltas y vueltas, vueltas y vueltas.
Quería alejarme de él, apretarme y luchar contra el éxtasis que me estaban arrancando, pero me
obligué a relajarme, a respirar, a dejar que la presión aumentara hasta que el orgasmo se deslizó
sobre mí en una oleada que empezó suavemente pero que creció y creció hasta robarme el aliento,
robarme la razón. Intenté gritar, pero el placer me paralizó.
Cuando volví en mí, tenía un agarre mortal en el pelo de Jay, mis muslos apretados contra la
cabeza de Finn.
-Oh, Dios, - jadeé, soltando los dedos y separando las piernas. -Lo siento, estoy...-
-No te disculpes por eso, - dijo Finn, levantando la cabeza y mirándome, con los labios sonrientes
y brillantes por mi liberación. -O estarás pidiendo perdón el resto de tu vida. –

161
Solté una pequeña carcajada, y luego chillé cuando Vall apartó a Jay del camino y me levantó,
acomodando mis extremidades hasta que me senté a horcajadas en su regazo, con los brazos
alrededor de su cuello.
-Móntame, - murmuró. -Muéstrame cómo amas a tu pareja. -
Consciente de que no había hecho nada más que tumbarme y dejar que Finn, Jay y Lyne me
llevaran a un clímax desgarrador, me agaché para rodear con mis dedos la polla de Vall. Sin
embargo, él ya la tenía en la mano, estaba listo para guiarla dentro de mí.
-Quiero tocarte, - me quejé.
-Esta vez no, - me dijo. -Estamos reclamando a nuestra compañera, nosotros te damos placer.-
Extrañamente excitada por su charla sobre compañeros y reclamaciones, me moví hasta que sentí
la cabeza de su polla rozando mi núcleo, y luego me deslicé sobre él. Por la forma en que sus
ojos se cerraron cuando lo tomé por completo dentro de mi cuerpo, el placer no iba a ser
unilateral.
Moví las caderas, provocándonos a ambos, y los ojos de Vall se abrieron de golpe, con el dragón
en ascenso. Se agarró a mis caderas, con las uñas pinchando la piel con exquisita delicadeza.
-He dicho que me montes. - Puntuó las palabras con un golpe corto y agudo en mi trasero, lo
suficiente como para escocer.
Jugando con el fuego, le di un golpe más. Se burló de mí, pero su sonrisa era perversamente
divertida. Esta vez esperaba el chasquido de su mano en mi grupa, anticipando el calor que surgió,
entonces puso toda su mano sobre la zona, una advertencia.
Terminado de burlarse de los dos, me levanté lentamente y luego me deslicé hacia abajo, mi
cabeza se inclinó hacia atrás mientras sentía que cada centímetro me estiraba, estimulando las
sensibles terminaciones nerviosas.
-Más rápido, - exigió Vall.
Obedecí, moviéndome a un ritmo que nos hacía gemir a los dos, mis manos arañando sus hombros,
su agarre firme en mi trasero.
Una mano me acarició el pelo y lo pasó por encima del hombro hasta dejar mi cuello al descubierto.

162
-Hermoso, - murmuró Jay en mi oído. -Me muero de ganas de sentirte alrededor de mi polla así.
Espero que hagas esos ruiditos. -
Comenzó a besar a lo largo de mi cuello, sus manos subiendo y bajando por mi costado, igualando
el ritmo con el que me follaba a Vall. Incliné mi cabeza para darle un mejor acceso, y luego gemí
cuando retiró sus manos.
Un momento después, las manos de Vall se desplazaron a mis caderas y sentí los dedos de Jay
recorrer mi nalga izquierda. Siguieron hasta llegar al pliegue central, y luego se deslizaron hacia
abajo, hasta que encontró mi capullo con un dedo. Lo rodeó lentamente, con una sensación de
cosquilleo, pero también extrañamente excitante, de modo que me decepcionó cuando lo retiró de
repente. Pero sólo fue un momento, ya que su dedo volvió a estar resbaladizo con su saliva. Lo
utilizó como lubricante para presionar y atravesar el apretado anillo muscular.
Jadeé, insegura, y las manos de Vall se apretaron en mis caderas.
-No pasa nada, - dijo. -Relájate. -
Hice lo que me dijo, deslizándome profundamente y apretando sobre él, el dedo de Jay moviéndose
más profundamente, estirándome más.
-Mi dedo hoy, mi polla mañana, - murmuró en mi oído.
No había manera, no cuando sabía de primera mano lo bien dotado que estaba Jay, pero la
sensación de su dedo, dando vueltas en círculos y luego deslizándose dentro y fuera, llevándome
hasta el primer nudillo, y luego un poco más profundo, era mucho más erótico de lo que había
imaginado. Sólo la idea de lo que estaba haciendo fue suficiente para lanzarme al orgasmo, mi
ritmo se tambaleó mientras el placer me invadía.
Vall apretó su agarre en mis caderas, ya no era tan pasivo, me levantó y me tiró hacia abajo,
aumentando mi orgasmo con cada sacudida.
-Oh, Dios, - jadeé. - ¡Sí, más! -
- ¿Estás hablando con él o conmigo, Lana? - preguntó Jay, con su dedo enterrado profundamente,
estirándome, probando mis límites.
- ¡A los dos! -

163
Se rio, besando mi nuca mientras Vall me mantenía quieta y empezaba a empujar hacia arriba en
cortos y agudos golpes, persiguiendo mi orgasmo con el suyo. Me incliné hacia delante, con la
intención de besarle, pero sus movimientos pulsantes me estaban rozando el punto G, y lo único
que podía hacer era jadear.
Finalmente, gimió, apretando su cara contra la mía y empujando su lengua hacia mi boca. Nos
batimos en duelo suavemente mientras su cuerpo se estremecía.
Cuando se apartó, fue para mirarme con ojos saciados. Le sonreí, con los músculos gelatinosos,
pero con el coño en llamas, no del todo satisfecho. Había otros tres Guerreros reunidos a mi
alrededor en la cama, esperando, como depredadores a la caza.
-Más, - susurré con dificultad. -Quiero más. -
No había duda de la aprobación en sus ojos. -Entonces lo tendrás. -
Levantándome de él, Vall me dio la vuelta y me apoyó contra su pecho. Tomó mis dos manos y
las colocó a sus lados, manteniéndolas allí con un suave agarre alrededor de mis muñecas.
-Finn, - dijo. Eso fue todo, nada más.
¿Pero qué más había que decir? Finn se arrastró entre mis piernas, pasando los brazos por
debajo de mis rodillas y levantándolas. Estaba totalmente indefensa, atrapada entre los dos
machos y contuve la respiración, viendo el fuego en los ojos de Finn y esperando la follada de
todas las folladas.
Me sorprendió, entonces, cuando se detuvo, con la polla erecta descansando inmóvil contra mi
coño, la cabeza presionando ligeramente sobre mi clítoris y agachó la cabeza para besarme. Fue
un beso dulce, suave.
Levantó la cabeza para poder mirarme fijamente a los ojos. -Compañera, - dijo.
Luego se deslizó en casa, suave y lento y largo y grueso. Con mis piernas inclinadas hacia arriba,
se adentró en mi interior y ni siquiera pude inclinar las caderas para aliviar la presión. No podía
hacer otra cosa que aceptarlo. Se balanceó hacia adelante y hacia atrás unas cuantas veces,
dejando que me acostumbrara al ángulo, a la profundidad, y luego la intensidad agudizó los rasgos
de su cara y empezó a follarme en serio.
No había ningún dedo en mi conducto trasero en esta posición y lo eché de menos. Miré a Jay,
que me guiñó un ojo con malicia.

164
-Mañana, - dijo.
Mañana.
Me gustó la idea, y mi duro no se convirtió en un suave sí.
El apretado anillo de músculo en cuestión pulsó su acuerdo, haciendo que me apretara alrededor
de Finn, que emitió un gemido desgarrado.
-Vente, - dijo. -Quiero que te vengas conmigo. -
No había manera, no cuando ya había tenido dos orgasmos, pero lo deseaba, ansiaba la sensación
de fuego corriendo por mis venas.
-Ven aquí, - jadeé. -Bésame. -
Se agachó y me reuní con él al subir, mis dientes chocaron con su labio inferior, mordiéndolo con
fuerza. Finn se sacudió, retirándose, pero no antes de que yo lo lamiera, atrayendo la gota de
sangre que se liberó en mi boca.
-Más, - dije.
Comprendiendo, Finn profundizó el corte con su propio colmillo y volvió a besarme, deslizando la
lengua contra la mía, ofreciéndome más sangre suya para que la tragara. Me bastaron unos
cuantos empujones más para sentirla, un torrente por todo mi cuerpo. Estalló desde mi pecho,
y cuando llegó a mi coño, donde Finn me estaba follando por partida doble, metiéndome la mano
con fuerza, exploté.
- ¡Sí! - Grité, dejando que me consumiera.
Finn se impulsó dos veces más antes de echar la cabeza hacia atrás, rugiendo mientras se corría.
-Nos están desafiando, Lyne, - comentó Jay, su voz me llegó a través de un borrón de placer. -
Ahora tenemos que hacerla gritar. -
Apenas podía moverme, estaba agotada de placer, con el cuerpo cubierto de sudor y el corazón
retumbando en mi pecho, pero me acerqué al sonido de su voz y sentí unas manos que me
trasladaban.
Me tumbé de lado, Jay se acurrucó detrás de mí mientras Lyne me atraía contra su frente.
Tomó mi pierna y la pasó por encima de su cadera, abriéndome para Jay, que no perdió tiempo

165
en deslizarse por detrás. Esto no fue una follada. Fue una roca lenta y sensual, con su mano
deslizándose para tomar mi pecho, sosteniéndolo en el calor de su mano y tocando mi pezón con
su pulgar. Frente a mí, Lyne me empujó el pelo húmedo detrás de la oreja y me tomó la cara
con ambas manos. Sin pedir nada más, me besó, suave y dulcemente, con sus labios rozando los
míos, con su lengua entrando en mi boca.
Siguió haciéndolo hasta que Jay se estremeció, corriéndose con un pequeño gemido.
-No ha gritado, - comentó Lyne en voz baja.
-Todavía no he terminado, - le dijo Jay.
Permaneciendo dentro de mí, se acercó y profundizó en mi coño, encontrando mi clítoris con los
dedos y rodeándolo. Se balanceó, presionando un poco más fuerte y empecé a retorcerme. Entre
su polla y su dedo, me sentía como una mariposa atrapada en un alfiler.
- ¿Estás listo? - Preguntó Jay.
No me hablaba a mí. Lyne asintió bruscamente y Jay se soltó, la polla de Lyne la sustituyó en
un rápido movimiento. Era dura y gruesa, incluso más grande que la de Jay, y grité, sorprendida.
-Ahora te haremos gritar, - dijo Jay, en voz baja en mi oído. -Vamos, compañera. Una última
vez.-
Su mano estaba apretada entre el cuerpo de Lyne y el mío, el talón de su mano presionando mi
pubis. Mientras Lyne me follaba con golpes rápidos y uniformes, Jay movió sus dedos y los
deslizó a cada lado de mi clítoris, apretándolo entre ellos.
-Por favor. - Jadeé, porque la sensación era intensa. Mi clítoris estaba suprasensible, y entre el
empuje de Lyne contra mi punto G y la mano de Jay presionando mi pubis, mi coño gritaba. Me
retorcí para acercarme y escapar, pero estaba metida entre los dos, no había dónde ir.
-Quiero que grites. - me siseó Jay al oído, justo cuando Lyne dio un hábil giro con sus caderas
y me golpeó de una nueva forma que me hizo gritar.
- ¡Otra vez! - Le supliqué.
Lo hizo, empujando una y otra vez hasta que estuve casi delirando, entonces Jay soltó mi clítoris,
la sangre volviendo a surgir, y empujó sus dedos sobre la parte superior.

166
Grité. El éxtasis me invadió, cegándome, y sólo el aplastamiento de los cuerpos de Jay y Lyne
me mantuvo unida. Me retorcí y me tambaleé en su abrazo, y casi me deslizo de la polla de Lyne
mientras él se abría paso hasta el orgasmo.
Después, lo único que pude hacer fue quedarme tumbada. Unas manos suaves me acariciaron y
me colocaron en el centro de la cama. Unos paños fríos me limpiaron el sudor de la piel, el
resbalamiento combinado de nuestra liberación entre mis muslos.
Me esforcé por abrir los ojos, con el cansancio tirando de mí. Una mano firme se posó en mi
frente y la voz de Vall ordenó. -Duerme. -
-Duerman conmigo, - murmuré.
Se rio, y entonces sentí que se tumbaba a mi lado y me estrechaba contra su pecho. Otro cuerpo
me calentó la espalda. Finn, pensé, aunque no conseguí abrir los ojos para averiguarlo. La cama
se hundió dos veces más cuando Jay y Lyne se unieron a nosotros en la cama.
-Estamos todos aquí, - murmuró Vall. -Duerme ahora. -
Rodeada por mi manada, adolorida y agotada pero totalmente satisfecha, reclamada, me dormí.

167
Capítulo Veintitrés

Todo mi cuerpo latía. La sangre de Vall, Finn, Jay y Lyne cantaba en mis venas. Danin y Bern
no habían sugerido que fuera necesario, pero lo entendí. Todos querían tener un papel en esto,
saber que tenían una mano en mi transformación.
En un dragón.
Todavía no estaba convencido de que esto funcionara. Después de algunas alimentaciones
adicionales, Jay y Lyne eran capaces de cambiar, pero eso era diferente. Puede que el dragón no
fuera tan fuerte en ellos como en Vall, o incluso en Finn, pero seguían siendo Guerreros. Todavía
Triniun. Yo era humana.
Aun así, me quedé en el jardín, con la manada a mi alrededor y el sol de Triniun brillando sobre
mi cabeza, y tuve la esperanza.
Quería volar.
Quería dejar salir al dragón que podía sentir en mi pecho y dejar que estirara sus alas.
Sobre todo, no quería decepcionar a los Guerreros que me miraban como si fuera su todo.
-Relájate, - murmuró Vall a mi lado. -No hay prisa. -
-Estoy relajada, - argumenté.
-No, no lo estás. -
Vale, no lo estaba. Estaba excitada y aterrorizada. ¿Y si pudiera hacerlo? Convertirme en un
dragón, un maldito dragón, y elevarme hacia el cielo.
¿Y si no pudiera?
-Si no puedes hacerlo hoy, esperamos un tiempo y lo volvemos a intentar, - dijo Vall,
-Uhuh. -Estuve de acuerdo. Estaba nerviosa, al límite. Sólo quería terminar con esto, averiguar
de una manera u otra. La bestia en mi pecho estaba aún más impaciente. Podía sentirla
presionando mi piel. Perversamente, eso me hizo apretarla más. ¿Y si salía, pero me destrozaba
en el proceso? Las escenas de Alien empezaron a pasar por mi cabeza, la criatura saliendo del
estómago de Gilbert Kane.

168
Apreté los labios, preocupada por poder vomitar.
-Finn, Jay, Lyne, ustedes cambien primero, - instruyó Vall. -Denle a su dragón un poco de
ánimo.-
- ¿Cómo van a animarla tres grandes y temibles niños dragones? - Pregunté, ligeramente
histérica.
-Porque ella querrá unirse a ellos, - murmuró Vall seductoramente. -Son suyos, después de todo.
Sus machos. -
Sentí una punzada en el pecho cuando el dragón dio una sacudida de acuerdo, y estaba tan agitado
que me hizo gritar, agarrándome a mí misma como si pudiera contenerla.
-Está bien, - dijo Vall en voz baja. -Tranquila, Lana. -
-Lo estoy intentando, - le dije.
Me cogió las manos y las apartó suavemente de donde las tenía, acurrucadas contra mi cuerpo.
-No tenemos que hacer esto hoy. Si tienes miedo...-
Sacudí la cabeza con fuerza. -Quiero intentarlo. Quiero acabar con esto. -
-No tenemos que hacerlo, nunca, - dijo.
Pero lo hacíamos. Porque tenía que saber.
-Estoy bien, -dije, respirando profundamente y tratando de decirlo en serio. -Estoy preparada.-
Vall me observó durante otro largo y cuidadoso momento, y luego dio el visto bueno a Finn, Jay
y Lyne. Se apartaron para asegurarse de que tenían suficiente espacio y se transformaron.
Aunque me pareció un poco asqueroso verlo, su piel se estiró y creció, hinchándose y luego
retrocediendo, sus rostros se distorsionaron horriblemente antes de recuperar su forma, me
obligué a seguir mirando.
- ¿Duele? - Ya le había hecho esa pregunta a Vall, por curiosidad, pero ahora que me enfrentaba
a hacer lo mismo, sentí la necesidad de volver a comprobar su respuesta.
-Es como una ráfaga de calor, - me aseguró. -Un estiramiento de los músculos. Es...
satisfactorio. -
- ¿Pero duele? -

169
Su boca se curvó en una pequeña sonrisa. -No. -
El espacio de entrenamiento era grande, pero con los tres dragones que lo llenaban, empezaba a
ser un poco claustrofóbico. Eran enormes, sus escamas brillaban a la luz del sol. Sin embargo,
no había nada voluminoso ni torpe en ellos. Sus músculos eran elegantes y bien definidos. A pesar
de su tamaño, eran gráciles. Se sacudieron, Finn estiró el cuello hacia arriba y emitió un breve
y complacido trompeteo, y luego cada uno se adelantó para tocarme suavemente el hocico antes
de retirarse al borde del área de entrenamiento, dejándome todo el espacio posible.
Era el momento.
-Mírame, - dijo Vall, poniéndose directamente delante de mí, con ambas manos aún agarrando las
mías. -Quiero que te acerques a tu dragón, que la sientas. -
Asentí con la cabeza. No necesitaba alcanzarla, estaba allí, golpeando su cola, exigiendo que la
dejara salir.
-Respira profundamente y da un paso atrás. Deja que salga a la luz. Ella sabe lo que tiene que
hacer. Lo único que la retiene eres tú. -
-De acuerdo. -
Intenté estabilizar mi respiración, cerrando los ojos y concentrándome en mi cuerpo. Podía sentir
las apretadas bandas que había envuelto alrededor del dragón, sabía que la mantenían atrapada.
Pero desbloquearlas era una perspectiva aterradora.
No me hagas daño, pensé.
El dragón era demasiado impaciente, demasiado visceral, para calmarme. Sólo se balanceaba,
furioso con las cadenas, exigiendo su liberación. Muy bien, entonces.
Respirando hondo, hice lo que dijo Vall. Di un paso atrás y me solté.
Fue como soltar las riendas de un semental y dejar que se lanzara hacia delante. Sentí que el
dragón se enroscaba y luego saltaba, subiendo y saliendo. El calor ardió a lo largo de mis nervios,
una liberación casi orgásmica que estalló en mis músculos. La conciencia primigenia del dragón
se apresuró a fundirse con mi mente, nuestros pensamientos una mezcla caótica de mujer y
bestia. Yo era ella, ella era yo. Nuestros ojos se abrieron y Vall estaba allí, abajo, más abajo de
lo que había estado, su gran cuerpo empequeñecido de alguna manera.

170
Estaba sonriendo, orgulloso y triunfante a la vez.
-Ahí estás, - cantó.
Únete a nosotras. Sentimos una oleada de frustración porque no podíamos pronunciar las
palabras, pero no importaba. Un momento después, Vall estaba con nosotras, con los ojos de
plata al mismo nivel y el hocico pegado al nuestro. Inclinó la cabeza, haciendo un gesto hacia el
cielo, y nosotras miramos hacia arriba, con las fosas nasales crispadas, oliendo su libertad.
Sin darnos tiempo a pensar, Vall levantó el vuelo, batiendo las alas con fuerza, moviendo la cola
de un lado a otro como si nos llamara. Y nosotras quisimos unirnos.
Nos agachamos, con los músculos tensos, y luego nos impulsamos hacia arriba, batiendo nuestras
alas. ¡Alas! Sorpresa y diversión en una sola mente, pero ambas emociones se disolvieron en pura
alegría cuando el mundo desapareció y el cielo se abrió.
Estábamos volando.
Abajo, Finn, Jay y Lyne rugieron de aprobación antes de lanzar sus cuerpos hacia arriba para
unirse a nosotros. Nos elevamos sobre las corrientes, Vall a nuestro lado, el resto de la manada
volando a nuestro alrededor.

171
Epílogo

La campanada llegó en el momento más inoportuno. Danin sostenía el frasco con la nueva muestra
de sangre de Vall en una mano, y el compuesto que quería añadirle en la otra. Siseó y miró la
pequeña pantalla conectada a la cámara de seguridad de la puerta principal, situada en la pared
más alejada del laboratorio.
- ¡Bern!, - gritó. Luego, mente a mente, ¡Bern!
No hubo respuesta de Bern. Sabía por qué. Su compañero en todas las cosas había ganado la
frenética partida de Batán que habían jugado, y la victoria le otorgaba el derecho a ahondar en
los secretos de la sangre de Lana, la hembra de siete estrellas de Vall. Podría estallar una bomba
sobre la cabeza de Bern ahora mismo y él seguiría sin darse cuenta. Danin podría bailar desnudo
junto a su escritorio y no obtendría respuesta. No estaba celoso; si hubiera ganado la mano de
Batan, estaría exactamente igual.
Tal vez quienquiera que estuviera en la puerta se marcharía.
Volvió a su puesto de trabajo, levantó el cuentagotas que contenía el compuesto y se preparó
para añadirlo al rojo intenso de la sangre de Vall. Sólo una gota, lo suficiente para comprobar si
su teoría era correcta y el cambio del dragón estaba controlado por los niveles de...
La campanilla volvió a sonar.
- ¡Por el amor de...! - Era un Pensador, un científico y un filósofo, recurrir a un lenguaje soez
estaba por debajo de él, pero si estropeaba esta muestra y tenía que ir a suplicar al Guerrero
Dragón por un poco más de sangre, si tenía que esperar a que Vall tuviera tiempo para encajarlo
en su repentinamente muy ocupada agenda, iba a llamar a quienquiera que hubiera osado invadir
su santuario con todos los malos nombres que se le ocurrieran. Justo antes de matarlos.
Tras colocar el frasco de sangre en la gradilla y devolver con cuidado las gotas del volátil
compuesto a su hogar en el frasco reforzado, se dirigió a la consola y golpeó el lector con la
mano.
- ¿Qué? - ladró, antes de que la cara ya se hubiera revelado. No le importaba que fuera el propio
Soberano, a Danin no le gustaba que le interrumpieran mientras trabajaba.

172
Era casi tan malo como el Soberano, era el Alto Defensor. Por suerte, Ginn sabía muy bien
cómo reaccionaban los pensadores cuando se les molestaba en su trabajo. No se ofendió, de
hecho, incluso sonrió a la pantalla. Debía de querer algo con urgencia.
-Danin, - dijo. -Déjame entrar. -
-Estoy ocupado. -
-Oh. - Un movimiento de cejas de Ginn. - ¿Debo volver mañana? -
-Vuelve el año que viene. –
La sonrisa se amplió, con humor y un indicio de algo ligeramente más letal en los ojos de Ginn.
-Abre la puerta o arrasaré este lugar y estarás procesando muestras de pruebas de siervas por
el resto de tu vida. -
Danin confiaba en las medidas de seguridad que él y Bern habían instalado, convirtiendo lo que a
primera vista parecía una modesta casa en el desierto en una verdadera fortaleza, pero Ginn era
un bastardo tenaz y no hacía amenazas en vano.
Con los dientes rechinando lo suficientemente fuerte como para quebrarse, clavó la mano en el
botón para liberar el campo de fuerza e hizo pasar a Ginn en el interior.
No subió a recibir al viejo, como exigían la cortesía y la autopreservación. Estaba demasiado
enfadado. En lugar de eso, volvió a su banco de trabajo y se quedó mirando la muestra de sangre,
allí sentada, esperando a que él desvelara sus misterios.
-Sabes, a algunas personas les gustan las visitas, - comentó Ginn mientras entraba en el
santuario interior de Danin y Bern.
-Algunas personas son tontas, - espetó, negándose a darse la vuelta. Si ese compuesto no
funcionaba, entonces quizás...
-Y aquí he venido con un regalo para ti. Sé que te interesan los sables. -
Danin se giró, clavando en Ginn una mirada de sospecha. Ahora era el turno del Alto Defensor
de ignorarlo, con su atención puesta en la tablet que tenía en sus manos.
¿Cómo lo consiguió? Bern disponía de sistemas para evitar que técnicos no autorizados entraran
en el laboratorio, liberaran virus o piratearan sus sistemas y los innumerables secretos que allí

173
se escondían. Querría saber cómo se las había arreglado Ginn para burlar sus sistemas de
seguridad.
Y Danin se lo preguntaría, más tarde.
- ¿Sables? - preguntó con delicadeza.
Ginn se reía de él. Lo mantenía estudiadamente alejado de su rostro, pero Danin lo conocía desde
hacía la mitad de su vida.
-Mmhmm. -
Con las yemas de los dedos aferrándose a lo que le quedaba de temperamento, Danin se obligó
a preguntar. - ¿Y ellos? -
Terminado el juego, Ginn dejó la tablet a un lado y cruzó la habitación para pasar su mirada por
los últimos experimentos de Danin. Fue una mirada desinteresada, Ginn no era un Pensador.
- ¿Has leído el informe de Vall? -
-Por supuesto. - Lo había devorado y se había pasado las noches en vela meditando cada palabra.
-Están evolucionando, - afirmó Ginn sin rodeos. -Están creando nuevas herramientas, trabajando
con armas. Su comprensión del lenguaje es mucho mayor de lo que creíamos y su discurso parece
estar obstaculizado sólo por el hecho de que sus cuerpos no se están adaptando tan rápidamente
como sus mentes. Y entonces...- Respiró profundamente. -Se están cruzando. -
Danin asintió. Todo esto había estado en el informe de Vall.
-El Soberano no quiere verlo, - continuó Ginn. -Está ciego en su odio hacia ellos, cree que
podemos seguir haciendo lo mismo que hemos estado haciendo durante los últimos milenios,
aplastándolos como a bichos. Necesito una forma de hacerle cambiar de opinión. -
- ¿No ha leído el informe de Vall? -
-Se lo ha leído, - contestó Ginn con amargura, curvando el labio con disgusto, -mientras hacía
su baño matutino. Se pasó la mayor parte del tiempo con la cabeza bajo el agua, ¿cuánto crees
que le entró? -
Danin hizo una mueca. Habría sido mucho más fácil si Vall le hubiera arrancado la cabeza al
Soberano de un mordisco, y hubiera tomado el trono él mismo.

174
Puede que no lo quisiera, pero sería un líder muy superior. Por supuesto, decir eso era traición,
aunque el Alto Defensor estuviera de acuerdo con él en privado, y Danin se encontraría con su
propia cabeza separada de los hombros si expresaba esa opinión.
-Lo que necesito, - continuó Ginn, -es que la información provenga de una fuente respetada...-
-No voy a ir al palacio de nuevo, - intervino Danin rápidamente. -Tengo demasiado que hacer
aquí.-
-No quiero que vayas a palacio, - calmó Ginn. -Quiero que vayas a estudiar los sables. Quiero
que salgas y tomes notas, hagas experimentos, reúnas pruebas, hagas lo que sea que hagan los
Pensadores y me consigas pruebas suficientes de que los sables no son animales, que son
personas. Una sociedad en desarrollo quizás, pero personas, al fin y al cabo. -
Era la oportunidad de su vida, la oportunidad de salir y estudiar a un grupo que estaba emergiendo
a la civilización. Responder a la llamada que había estado tirando de Danin desde que podía
recordar... pero ya tenía el mayor descubrimiento en una era sentado en su escritorio aquí mismo.
-No puedo, - dijo, lamentando una pesada piedra en su pecho. -Tengo demasiado trabajo que
hacer.-
-No tiene que ser de inmediato, - le tranquilizó Ginn. -Tienes un poco de tiempo, aunque Vall y
Lana no van a ir a ninguna parte. Los sables, en cambio...- Hizo una mueca. -El Soberano ordenó
la destrucción de un nido cerca del embalse de Feld esta misma mañana. -
Los pensamientos pasaban por su cabeza a una velocidad vertiginosa, Danin miró el pequeño
frasco de sangre que le esperaba pacientemente. Había hecho sus experimentos preliminares y
dado cuenta de sus hallazgos. También Bern había completado sus investigaciones más urgentes,
incluyendo la comprobación de que Lana podía tener crías con Vall y su manada, si así lo decidían.
Todavía quedaba mucho por hacer, pero ¿tenía que ser ahora mismo?
Desgarrado, Danin miró fijamente al Alto Defensor.
- ¿Qué te hace pensar que me escuchará? -
-No lo hará, - respondió Ginn con suavidad. -Cuando se decide así, no escucha a nadie. Sin
embargo, escuchará a todo el mundo. -
-No lo entiendo. - Y no era frecuente que Danin pudiera decir eso.

175
-No llevamos sus conclusiones al Soberano, las llevamos al público. Si logramos que simpaticen
con la situación de los sables, si logramos que vean a los sables como, bueno, como niños que
están aprendiendo a caminar y no como plagas que deben ser exterminadas, podremos manipular
al Soberano para que cambie su postura. En este momento está en el hielo y lo sabe. Quiere
mantener a la población de su lado. -
Danin respiró entre los dientes. -Es un juego peligroso el que juegas. El Soberano podría hacer
que nos ejecutaran sólo por esta conversación. -
Ginn sonrió. -Si evitara hacer algo porque podría hacer que me ejecutaran, me quedaría sentado
en casa todo el día. -
-Tendré que preguntarle a Bern. No digo que lo haremos, - se apresuró a añadir cuando el rostro
de Ginn se arrugó en una sonrisa.
-Por supuesto, - contestó con suavidad el Alto Defensor. Recogió su tablet y se despidió con
una breve inclinación de cabeza antes de salir.
Danin escuchó el sonido de sus pesados pasos subiendo las escaleras, y luego se volvió para
mirar su experimento, que ya parecía abandonado y olvidado.
-Maldita sea, - murmuró. -Maldición, maldición, maldición. - Luego, elevando la voz hasta el grito,
- ¡Bern! -

176
Sobre la autora

Charli Mac es una escritora escocesa y antigua profesora de inglés que ahora vive en el soleado
Colorado. Escribe novelas eróticas con un toque de ciencia ficción/fantasía, pero también es una
galardonada escritora de novelas para jóvenes, que escribe bajo un seudónimo. Sus novelas para
jóvenes han sido traducidas a más de quince idiomas y han vendido más de cuatro millones de
ejemplares. Lo que más le gusta son los machos alfa y las mujeres con curvas que ellos aman.

177

También podría gustarte