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Fur Factor

CHRISTINE WARREN
2° de la Serie Fixed

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Fur Factor
2° de la Serie Fixed
Fur Factor (2003)

Graham Winters es un hombre lobo con un pequeño problema: su estúpido primo quiere
ocupar su puesto como Alfa del Clan Silverback, y todo por culpa de una arcaica tradición lupina
que dice que un lobo sin pareja no puede liderar una manada. Por lo que a Graham se refiere, las
cosas no pueden complicarse más. Hasta que lo hacen.
Al acudir a la fiesta de compromiso de su mejor amigo, Graham no está preparado para la
sorprendente y repentina lujuria cuando vislumbra a una misteriosa mujer humana... con un
trasero que le hace la boca agua y que su cerebro se derrita. Pero... ¿no la había visto antes en
alguna parte?
De repente, a Graham la idea de tomar una compañera no le suena tan mal, definitivamente,
podría interesarle fabricar algunos cachorros con esa misteriosa mujer. Ahora sólo necesita la
forma perfecta para llegar hasta ella...

Christine Warren vive en la costa este de los EEUU, porque los


estados sin litoral le dan claustrofobia. Su otro temor es que un día
pueda llegar a quedarse sin material de lectura, una eventualidad que
trató de impedir mediante la adopción de escribir ella misma.
Christine estudió licenciatura en literatura e historia en la
Universidad, así como en su vívida imaginación, le gusta contar
historias sobre personas que entretenerla. De este modo, las cifras que
alguien en algún lugar finalmente se reirá de sus chistes.

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La abstinencia no sería tan mala, pensó Graham, si no fuera por la falta de sexo.
Haciendo cuenta de su quinto escocés y deseando que fuera su quinta escocesa, el Alfa del Clan
Silverback de Nueva York pasaba su noche de sábado de la forma en que ningún hombre lobo que
se precie pasaría: soltero y célibe.
Por lo menos no tenía que pasarla solo, reflexionó, aunque la compañía que se encontraba en
la fiesta post-boda de sus amigos dejaba mucho que desear.
Los dientes un poco largos para su gusto. Graham prefería mujeres que no habían estado
pintando la ciudad de rojo cuando sus antepasados todavía pensaban que la desmotadora de
algodón era un artilugio de última moda. Además, teniendo en cuenta que acababa de terminar
una relación, otra vez, justamente con una vampira muy particular, no se sentía con ganas de
comenzar de nuevo. Las mujeres inmortales podían ser un poco demasiado exigentes.
Por qué se dedicaba a ponerse de mal humor en una esquina, en lugar de excusarse y salir a la
calle para conocer a la mujer lupina de sus sueños, seguía siendo un misterio. No podía echarle la
culpa al temor al compromiso como muchos hombres humanos solían hacer. A los hombres lobo
les gustaba la idea de una compañera y vivían para engendrar un montón de nuevas generaciones
de bebés lupinos, y Graham incluso esperaba con interés el día en que él introdujera a sus
cachorros en las tradiciones de su clan y sus antepasados. Compromiso sonaba muy bien para él.
No era miedo lo que le inducía a ese estado de ánimo; era aburrimiento.
Graham sufría un caso grave, un caso agudo de ‘siempre igual’. Dondequiera que miraba, veía
las mismas caras, los mismos hábitos, oía los mismos rumores y follaba las mismas mujeres. Oh,
sus nombres y el color de su pelo podían cambiar, pero en el fondo, eran todas iguales para él. La
realidad lo deprimía. ¿Qué había pasado con el alegre, gallardo lobo que solía ser? En estos días se
comportaba más como un sacerdote que un playboy.
Culpaba a las mujeres, por supuesto. ¿Qué otra razón podría haber para que una atractiva y
saludable Lupina lo dejara frío en lugar de disfrutar los placeres del sexo? Todavía gozaba el acto,
después de todo, así que su problema no era físico. Nunca en su vida había experimentado ningún
problema para conseguir una erección cuando la situación la requería. No tenía problemas para
mantenerla, pero últimamente había tenido que esperar un tiempo para que volviese, y culpaba
de eso a su pareja.
Si se quedaba insatisfecho después de un polvo, debía ser porque había jodido con las mujeres
incorrectas, ¿verdad? Esa conclusión le parecía lógica. Ignorando el hecho de que había jodido con
algunas mujeres muy interesantes.
Tomando como ejemplo a Natalie. La vampira rubia con la que había roto recientemente
conseguía que la mayoría de las supermodelos pareciesen monstruos de feria. Con su cabello
claro, piel blanca y radiantes ojos azules, por no mencionar un cuerpo que hacía morir de
vergüenza a Venus, parecía un ángel enviado a la tierra para recompensar lo verdaderamente
justo. El hecho de que ella tuviera la moral de un gato callejero y la cruel ambición de Napoleón
Bonaparte, explicaba por qué se había pasado los últimos tres meses retorciéndose debajo de
Graham intentando moler su polla en lugar de cantar en un coro celestial. Nadie dijo que fuera
justo, o incluso lógico.

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El punto era que él no tenía por qué ser aburrido. Natalie sabía trucos sexuales que podían
conseguir que a una hurí1 le diera vergüenza y tenía la resistencia de un atleta olímpico no-
muertos. Estaba dispuesta a intentar cualquier cosa, no importa lo depravado que fuera, y si
fallaba, lo hacía de nuevo hasta que pudiera dar lecciones a los expertos. ¿Cómo, en nombre de
Dios, podía conseguir nauseas por eso?
No lo sabía, pero las tenía.
Había llegado a estar harto de todas las mujeres, y modestia a parte, Graham había tenido un
montón de mujeres. Algunas eran para poco más que una sola noche, otras compañeras
recurrentes, y otras, como Natalie, habían bordeado las relaciones ocasionales, pero ninguna logró
mantener su interés durante más de unas pocas semanas. La única razón por la que Nat había
durado tanto tiempo había tenido más que ver con su desinterés a tratar de encajar con sus
costumbres que con una verdadera necesidad de mantenerse en torno a ella. Incluso en las
últimas semanas habían llegado a invitar a terceras y cuartas personas en el juego, pero al final
incluso con eso no había sido capaz de mantener el interés.
Cuando empezó a salir de las orgías de toda la noche con los músculos temblando de
agotamiento y su pene todavía duro como una piedra, tiró la toalla. Ahora que sabía que ninguna
mujer podía satisfacerlo, no veía ninguna razón para seguir torturándose con el sexo que lo llevaba
a todas partes, pero no donde hacía falta. Esto lo había llevado a romper con Natalie, con la
esperada escena desagradable, y eventualmente a esta, su decimotercera noche del celibato,
fiesta post boda en casa de su amigo Dmitri.
Bebiendo un trago de whisky, echó una ojeada por la habitación y se preguntó cuánto tiempo
requeriría la etiqueta que se quedara. Consideraba a Dmitri como un hermano, y realmente le
gustaba Regina, por lo que se alegraba de compartir la celebración de su reciente boda, sobre
todo porque había tenido que dejar a un lado sus funciones de padrino para hacer frente a un
incendio en la cocina de su club. De lo que no estaba tan contento era de las miradas especulativas
de las que estaba siendo objeto, por un gran número de personas, por estar solo en un rincón y
algunas no solo de las mujeres. Trataba de ignorarlas, pero sabía que era solo cuestión de tiempo
antes de que uno de ellos decidiera meter baza y comenzaran a increparlo.
—Yo voto por la pelirroja. Se ve como el tipo de mujer que está lista para cualquier cosa.
Además no creo que esté usando ropa interior.
Su amigo y beta apareció al lado de Graham, con una botella de cerveza marrón oscuro y una
sonrisa reprimida. Logan Hunter lo sabía todo sobre la situación de Graham y parecía encontrarlo
divertido. Graham le lanzó una mirada de reojo.
—Nunca lleva —dijo—. Pero dudo que Shelley quiera poner su marca en mí, no después de la
última vez que salimos.
—¿Qué hiciste? ¿Derramaste una bebida en su vestido o algo así?
Graham negó con la cabeza.
Los diálogos deben empezar en una nueva línea
—Critiqué su técnica para mamarla.

1 En el islam, una hurí ḥūr o ḥūrīyah (en árabe ÍæÑíÉý) es una de las jóvenes perpetuamente vírgenes que esperan a sus prometidos para tener
relaciones sexuales. Tienen el don de la eterna juventud y están dotadas de toda suerte de encantos, simbolizan para algunos musulmanes la eterna
bienaventuranza.

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Logan hizo una mueca en torno a una sonrisa.


—Ouch. Bueno, quizá la pelirroja no después de todo. —Miró de nuevo a donde estaba Shelley,
susurrando a un par de mujeres—. Podría ser su amiga, esa con el vestido verde. ¿Crees que esas
son de verdad?
Está en las reglas de los documentos, las acotaciones explicativas llevan el guión delante y
detrás.
Se pone punto o coma después de las conversaciones a no ser que se utilicen verbos
relacionados con el habla: hablar, decir, relatar…
—Sobre vampiros, siempre son reales. No pueden darse el lujo de sangrar durante la cirugía
solo para conseguir unos implantes. —Dirigió a la mujer una mirada evaluatoria—. Además, ni
siquiera con silicona se pueden conseguir unas tetas tan firmes. Créeme lo sé.
Bebiéndose la cerveza de un trago, Logan puso los ojos en blanco.
—Estoy seguro de que lo sabes. ¿Hay alguna mujer aquí que no te hayas follado?
—Regina.
—Ella no cuenta. Dmitri te rompería las piernas, esperaría un par de horas para que te curaras,
y luego volvería a rompértelas. Y después de eso, podría gruñir. Estoy hablando del resto de ellas.
Las que no están casadas con tu mejor amigo, y no son de nuestra manada, ya que son todas
prácticamente de la familia.
Graham echó un vistazo a su alrededor, seguido de una mirada más larga. En su tercera barrida
a la multitud, se detuvo y señaló hacia un grupo de asientos ocupados por tres mujeres muy
atractivas.
—Allí —dijo—. Esas tres. No me he acostado con ninguna de ellas.
Logan siguió su gesto y suspiró.
—Sí. Las mejores amigas de Regina, que son probablemente las únicas mujeres humanas aquí
esta noche, y los dos sabemos que no lo haces con humanas.
Una sonrisa cruzó el rostro de Graham.
—Pensé en hacerlo una vez. Ava. Ella es por la que Dmitri casi me estaca cuando encontró a
Regina. Realmente me hubiera gustado verla en el otro extremo de mí, en vez de en el asiento
delantero de mi coche. Pero ella es humana.
—De acuerdo con los que han hecho negocios con ella, eso es solo una fachada. Ella realmente
es un tiburón.

Graham se encogió de hombros.


—De todos modos, preguntaste con cuales no había jodido. Ellas.
—Solo esas tres.
—Creo que sí. —Vaciando su vaso, Graham observó la sala una vez más, fijándose en cada una
de las mujeres que había. Sus ojos no parecían hacer una pausa de más de medio segundo sobre
cualquiera de ellas, no importaba cuán atractiva fuera, ni cómo de provocador fuera su vestido,
hasta que se posaron sobre un culo con generosas curvas y se quedó totalmente paralizado. Casi
podía oler su carne quemarse.

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Sus ojos acariciaron sus líneas completas, generosas de su parte posterior que encajaba
perfectamente con una falda bastante ceñida de color negro. La tela se envolvía en esa carne
deliciosa, mostrándole cada curva redondeada con detalle de infarto. Sorprendentemente, no
sabía si llevaba bragas, pero a diferencia de la falta de ropa interior de Shelley, la idea de que esta
mujer estuviese desnuda debajo del vestido hizo que su polla se pusiera en posición de firmes.
—Y ella, —gruñó, toda su atención centrada en la mujer cuyo rostro aún no había visto. Si era
tan bueno como lo que había visto, sería un hombre muy feliz—. No la he tenido a ella. Aún.

Missy llegó a la fiesta con más de dos horas de retraso, pero era como lo había calculado,
Reggie tenía suerte de que siquiera hubiera venido. Especialmente con este vestido.
Tiró disimuladamente del dobladillo, tratando de hacerlo bajar unos cuantos centímetros más
por debajo de su culo. Ni modo. Cada vez que tiraba, el dobladillo bajaba, pero también lo hacía el
escote. Podía enviar flashes a todo el mundo de su delantera y su trasero, y no le gustaba mucho.
¿Cómo, en nombre de Dios, se había dejado convencer para esto? Se preguntó en un momento
de lucidez. Ni siquiera las amenazas y los sobornos deberían haberla convencido para ponerse esta
pobre excusa de vestido y dejar que sus amigas la sirvieran en bandeja de plata para su última
Ronda de Fantasías. Se había escapado por poco, en las dos últimas rondas, con su orgullo intacto.
Debería haber salido corriendo y gritando ante la idea de una Tercera Ronda. Lamentablemente,
era demasiado tarde para eso.
Sus amigas tenían una naturaleza astuta, y con la compulsión propia de Missy por agradar a
todo el mundo, se aprovecharon sin escrúpulos. Sabían que Missy albergaba un intenso rechazo
por las fantasías y que intentaba retrasar las fechas, pero que había hecho las dos primeras
rondas, porque se lo pidieron, y porque no quería que creyeran que era una cobarde aún mayor
de lo que ya creían. Sin embargo, un corazón blando y una terquedad latente no la llevarían
demasiado lejos. Dos rondas habían sido el límite de la naturaleza buena de Missy, y pensó que
debería haber adivinado que montarían su fantasía en un acto que sabían no podía evitar, la fiesta
post boda de Reggie.
No importaba que la boda hubiese sido hacía dos semanas, cosa que sabía porque Missy había
sido la dama de honor. Reggie y Missy habían sido las mejores amigas desde la secundaria, y Missy
no podía faltar a una fiesta en honor de su amiga. Así que allí estaba, vestida como una puta
francesa y tratando desesperadamente de encontrar una manera de hacer que esta tercera
fantasía resultara igual que las otros dos, porque tenía la horrible sensación de que esta vez, la
suerte no estaría de su lado.
Renunció a tirar de la parte superior de su vestido y fue hasta una parte vacía de la sala donde
le dio la espalda a la gente y tiró del vestido hacia abajo sobre su culo. Su escote se estiró tanto
que sus pechos amenazaron con salirse del ajustado material, pero si seguía mirando la pared,
nadie debería ser capaz de ver eso, y lo que pudieran ver estaría casi decentemente cubierto.
No creía que Ava, Danice y Corinne la hubieran visto, pero sabía que era solo cuestión de
tiempo. Estarían tratando de encontrarla, porque era muy tarde y se había negado a contestar
ninguna de sus llamadas de teléfono gracias a la bendición del identificador de llamadas. Una vez
que se dieran cuenta de que había llegado, su aplazamiento terminaría y tendría que enfrentarse a
su más reciente fantasía, quien quiera que fuera.

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En las dos últimas rondas, los mismos dioses debían de haber estado mirando por ella, porque
los cambios no podrían haber ido mejor si lo hubiera planeado ella misma. Su secuestrador
montañés había resultado ser el novio que su hermana mayor había tenido en la escuela
secundaria, y la idea de follar a la pequeña Missy Roper en una cabaña aislada durante cuarenta y
ocho horas lo había puesto verde. Le había dado una de sus sudaderas para cambiarse, haciendo
que se asara como un malvavisco y la alojó en un hotel hasta la hora de volver a casa. Mientras la
acompañaba hasta la puerta de su edificio de apartamentos, le había hecho la promesa de no
decirle a Ava cómo fue su fantasía realmente. Habría sido duro. Prefería tener que decirles a sus
padres que había decidido convertirse en una dominatrix bisexual vestida de cuero.
Prefería convertirse en una dominatrix bisexual vestida de cuero.
Los mismos dioses a los que les había agradecido, debieron de preocuparse por ella después, en
su segunda fantasía. En esa ocasión, el bombero aficionado que debía rescatarla de un ascensor
deliberadamente parado en el edificio de oficinas de Ava había estado dispuesto a cumplirla, al
menos hasta que se quitó su gorro de punto y vio el color rubio ceniza de su cabello. Fue entonces
cuando le recordó a su hija de cuatro años, que a su vez le recordaba a su ex esposa y lo mucho
que deseaba que aún estuvieran casados. En lugar de un polvo rápido en un ascensor parado,
Missy había pasado cerca de dos horas escuchando la historia del corazón roto de Bobby y
mirando fotos de su niña. La pequeña Mandy parecía realmente un encanto, e incluso si Missy no
podía ver el parecido, se comprometió a enviar a la niña una tarjeta de cumpleaños todos los años
para mostrarle el agradecimiento que Missy sentía por su salvador.
Ni siquiera había tenido que preocuparse de que Bobby la descubriera. El día siguiente a su
rescate, él se había trasladado de nuevo a Boston para estar mas cerca de su hija y para tratar de
convencer a su ex esposa de que volvieran. Todo lo que Missy tuvo que hacer fue ruborizarse cada
vez que alguien le preguntaba qué pasó, y estaba libre. Por la forma en que, por lo general,
transcurrían las conversaciones con sus amigas, ruborizarse no le resultó muy difícil.
Missy a veces se preguntaba si "amigas" era en realidad la palabra adecuada para describir a
esa cuadrilla. Reggie parecía más su hermana que su amiga, alguien que la amaba
incondicionalmente, pero que también le encantaba atormentarla, a veces la volvía loca, y la
defendería hasta la muerte o el asesinato. Corrine y Danice eran unas amigas potables. Hacía
tiempo que se conocían, a pesar de que tenían muy poco en común, y nadie podía hacerla reír más
rápido.
Luego estaba Ava.
Ava era simplemente indescriptible. Ella presidía el grupo como una diosa perra, haciendo
regalos o atormentando, dependiendo de su estado de ánimo. Ava no era el tipo de persona con la
que ‘gustarle’ o ‘llevarte bien con ella’ fuera tan fácil. Te hacía trabajar muy duro para ello, pero
era fiel y feroz, y Missy podía imaginarla fácilmente arrancando el corazón a quien quisiera hacer
daño a sus amigas. Missy la amaba por eso, lo que probablemente explicaba por qué aguantaba
toda esta basura en la que Ava la había metido.
Como esta noche.
Missy se había vestido con este ridículo pseudo-vestido, tomado un taxi hasta el Upper East
Side, caminado a través de la puerta de entrada de Reggie y Dmitri pareciendo una prostituta,
todo por Ava. Si no fuera por la intromisión de la otra mujer, ella habría ido como era su
costumbre, con pantalones ligeros y un suéter de gran tamaño, o una falda larga hasta los tobillos

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y una túnica diáfana, básicamente el aspecto de una profesora de jardín de infancia. Dado que eso
era lo que era, Missy no veía motivo para avergonzarse. Después de todo, ¿qué sería del mundo
sin los maestros de preescolar? Carecería de habilidades básicas para la comunicación y atarse los
zapatos, eso sería. Sus amigas podían burlarse de su profesión todo lo que quisieran. Missy amaba
los niños, y se negaba a sentirse avergonzada de que la inocencia de su carrera se reflejara en su
actual vida sexual, porque si sus amigas y esta triste excusa de vestido se salían con la suya, la
inocencia no le iba a funcionar esta noche.
Mirando con recelo por encima del hombro, trató de localizar a sus amigas. Por lo menos sabría
qué partes de la habitación evitar. Vio a Reggie junto a Dmitri, sorpresa, sorpresa, mientras
conversaba con un distinguido señor mayor con un mechón de pelo gris. Era el senador que Missy
siempre pensó se parecía a su abuelo Harry. Bueno, excepto por sus colmillos. El abuelo Harry
tenía genio, pero ni siquiera le chupaba la sangre a la gente. A Missy no le importaba lo que el
senador eligiera chupar mientras mantuviera a Reggie ocupada con la conversación y no le
prestara atención a ella. Una menos, quedaban tres.
Las localizó agrupadas charlando junto a la chimenea. Ava repantigada en un sillón mullido, que
más bien parecía un trono, mientras que Corinne y Danice estaban sentadas en el sofá a su
izquierda. Cada una sostenía una copa de champán, y sus miradas se dirigían del reloj, a la puerta y
entre sí, en ese orden. Ava parecía todo menos satisfecha.
Que les sirviera de lección, pensó Missy, girándose de cara a la pared con rapidez antes de que
se fijaran en ella. Lo tendrían bien merecido si no se hubiese molestado en aparecer en absoluto.
Ninguna persona racional podría culparla. Acababa de entrar en una habitación llena de vampiros,
hombres lobo y solo Dios sabía qué más, con aspecto de carnaza en una convención de tiburones
para reunirse con un hombre al que no conocía y al que realmente no quería conocer, no tenía
ningún interés en una cita y mucho menos dormir con él. Tal vez debería replantearse todo eso de
las "amigas".
Bien, ahora estás siendo injusta, se regañó a sí misma, tomó una respiración profunda
inmediatamente después de darle un tirón a su escote. Realmente no podía culpar a sus amigas
por no reunirla con el hombre con el que realmente estaba interesada en acostarse, ya que su
nombre era un secreto que tenía toda la intención de llevarse a la tumba. Sabía que sus
posibilidades con él eran ridículas, probablemente a la par que sus posibilidades de sufrir una
inmaculada concepción, porque como todo el mundo en el grupo social de los Otros de Nueva
York sabía, Graham Winters no tenía sexo con humanos.
Miró con aire taciturno las hojas de un ficus mientras absorbía el aguijón afilado de ese
conocimiento. No era algo nuevo, lo sabía desde el principio, pero incluso después de seis
semanas, todavía no había logrado aplastar la decepción y renunciar a regañadientes. Todavía
fracasaba con el maremoto de fantasías, gracias a sus hormonas rebeldes. Se ponían en estado de
alerta cada vez que ponía los ojos sobre su cuerpo y se le caía la baba o se le debilitaban las
rodillas cada vez que veía sus ojos verdes. Esa reacción le dio una razón más para mantenerse de
cara a la pared. Lo último que necesitaba era distraerse. Sabía que probablemente estaba en algún
lugar de la casa, así que sería mejor mantenerse en las sombras y evitar verlo hasta que pudiera
tener una vía de escape.
Pero, Señor, era lo que quería conseguir, poner sus manos sobre él.

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Suspiró con nostalgia y descartó la imagen mental de sus manos pasando por todo su ancho,
musculoso pecho. Si no cortaba con esto, le daría un ataque. Sus amigas podrían detectarla en
cualquier momento, y cuando lo hicieran, no tenía dudas de que se abalanzarían sobre ella como
una jauría de perros de caza y la arrastrarían gritando y pataleando a su encuentro Fix. Ahora que
lo pensaba, eso explicaría el vestido, también. Sabía que no podría luchar con la maldita cosa sin
que se rompiera como una banda de caucho. En cuanto intentara lanzar un puñetazo, sus senos
probablemente se saldrían del escote. La idea de lo que ocurriría con el vestido si daba una patada
la hizo estremecer.
Sus amigas eran aún más astutas de lo que había imaginado, y francamente, en vez de
intimidarla, la idea la volvía mucho más loca. Después de todo, podía apreciar que quisieran que
tuviera un buen momento, pero en realidad, empezaba a sentirse más como una prostituta a estas
alturas. Si bien la idea de acordar reunirse con un hombre para cumplir todas sus fantasías había
sonado bien en su momento, la sobriedad y dos rondas la habían devuelto a sus cabales. Solo
había un hombre con el que Missy pudiera imaginarse saltando en una cama sin haber
intercambiado siquiera veinte palabras, y como no estaba interesado, se dio cuenta que ella
tampoco.
Cuando la rebeldía golpeaba en Missy, lo hacía con fuerza. ¡Al diablo con sus amigas y sus
fantasías pactadas! Missy era una mujer madura e independiente capaz de tomar sus propias
decisiones y conseguir sus propios revolcones. De hecho, podría conseguir a cualquiera en esta
fiesta solo con tocarse la nariz y llevarlo a su casa. El infierno, solo debía elegir un invitado al azar y
llevarlo a casa. Si no podía tener al hombre que ella quería, al menos podía tener un hombre de su
propia elección. Eso les demostraría que Melissa Roper no era una mujer con la que se podía
jugar. O al menos, que era una mujer que elegía sus propios hombres para el sexo.
Sintiéndose temeraria y desafiante, Missy se dio la vuelta para hacer frente a la habitación.
Recogería un hombre, lo más opuesto a su cita, y desde luego al objeto de sus fantasías secretas,
como pudiera, y lo llevaría a casa y pondría fin a su racha de seis años de celibato, sin la "ayuda"
de sus entrometidas amigas. ¿Qué pensarían ellas de eso?
Su desafío duró unos tres segundos y medio. Hasta que vio a Danice poniéndose en pie de un
salto y la oyó gritar,
—Melissa Jane Roper, ¿dónde demonios has estado? —En ese momento, la bravuconería la
abandonó, los instintos de auto conservación la asaltaron, y Missy hizo la cosa más inteligente en
la que pudo pensar.
Dio media vuelta y salió corriendo, tan rápido como sus tacones de tres pulgadas le permitían.
Hizo todo el camino a través de la sala de estar, en línea recta hacia las puertas francesas que le
permitirían salir al patio lateral. Estaba a punto de hacer una fuga perfecta cuando un cálido y
sólido objeto entró en su camino y le bloqueó la salida. Missy se estrelló lo bastante duro como
para tambalearse ligeramente, pero lo que realmente la sorprendió fue sentir unos poderosos
brazos envueltos alrededor de ella manteniéndola inmóvil y apretada toda la longitud de un
cuerpo muy musculoso y decididamente muy masculino.
—Bueno, bueno, bueno —su voz retumbó tan baja, que podía sentir las vibraciones a través de
las suelas de sus zapatos—. ¿Dónde crees que vas con tanta prisa, preciosa? Tenía la esperanza de
que pudieras decidir quedarte un rato más. Conmigo.

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Graham vio el objeto de su lujuria girar inesperadamente y dirigirse hacia él, como si los fuegos
del infierno lamieran sus talones. Claramente, debía haber hecho algo muy bueno para ganar este
tipo de recompensa. No podía pensar en lo que podía ser, pero no le importaba. Cuando la
señorita culo sexy se arrojó de cabeza en sus brazos, ofreció una breve oración de agradecimiento
y decidió preocuparse sobre los detalles más adelante.
Inicialmente envolvió sus brazos alrededor de ella para que no se cayera, pero luego la apretó
más y por una causa un poco menos noble. Olía increíble, dulce, rico y comestible, y se sentía
deliciosa apretada contra él, toda suave, cálida y deliciosamente redondeada. Los pechos
aplastados contra su camisa, eran sorprendentemente delicados en comparación con ese culo
generoso que le hacía babear, pero sus pezones se endurecieron por el contacto y apuñalaron
contra su pecho, y se recordó que el tamaño no importaba. No, cuando lo comparaba con la
importancia del culo maravilloso, su olor delicioso, y la suave curva de su vientre que actualmente
se apretada contra su muy agradecida polla. Por todo ello, podía renunciar a los placeres de un par
de tetas enormes y todavía se consideraría un hombre muy afortunado.
Respiró hondo y sintió que su polla se endurecía. Dios, el olor de ninguna otra mujer se le había
subido nunca a la cabeza, cada uno de ellos, como el de esta. Apreciaba su fragancia femenina
tanto como la de cualquier lupina, pero por lo general, las mujeres humanas no solían captar su
atención con el simple olor. Tendían a oler a los productos químicos artificiales y jabones que su
especie utilizaba. Aunque no era ofensivo, no era exactamente atrayente tampoco. Pero esta
mujer le hacía jadear con nada más que su delicioso aroma y su culo igualmente delicioso.
Cuando expresó su aprecio por ella con un comentario adecuadamente suave, vio como
sacudía su cabeza y se encontró mirando un par de tiernos ojos marrones de tamaño y forma de
platos de porcelana. Un hombre tendría que ser muy cuidadoso para no dejarse atrapar por las
emociones que vio en ellos. Pasó por alto la vaga sensación de reconocimiento que sintió cuando
la miró, porque estaba seguro de que nunca la había conocido antes. Graham no era el tipo de
hombre que olvidaba un culo como el que esta mujer lucía. Estaba aburrido, no ciego, pero si se
salía con la suya, esta mujer sería el alivio de su aburrimiento esta noche.
Sonrió con su sonrisa más seductora, la que hacía que las mujeres se derritiesen y jadearan y
que lo compararan con un ángel caído, y la soltó lo suficiente como para inclinarse hacia atrás. La
miró mientras esperaba que ella respondiese a su paso. Y respondió, pero no de la manera que
esperaba.
—Um, perdón —murmuró ella, apartando esos ojos color chocolate, agachándose bajo sus
brazos y lanzándose confiada de sí misma hacia las puertas francesas.
—¿Qué demonios? —murmuró, frunciendo el ceño. Nunca ninguna mujer se había apartado
cuando hacía ese tipo de invitación.
A su lado, Logan se echó a reír.
—Nunca pensé que vería llegar este día. —El otro Lupine sonrió—. El maravilloso Graham
descartado por una mujer. Y una mujer humana encima.

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Graham frunció el ceño, tanto por las palabras burlonas de Logan como por el haberse puesto
duro como una roca por una mujer de otra especie, no importa lo bien que oliese. ¿Qué demonios
estaba mal con él?
No perdió la mitad de una milésima de segundo en preguntarse antes que sus instintos le
dieran una patada en el culo. No le importaba si esta mujer era de otro planeta. Todavía quería
estar en su interior. Duro. Disparó a Logan una mirada aguda, cogió la puerta antes de que pudiera
cerrarse detrás de la señorita ‘no hay tiempo para charla’.
—Eso fue solo el primer lanzamiento —dijo—. Ahora viene la carrera completa.
Haciendo caso omiso de resoplido de su amigo, desapareció por las puertas a la noche, con la
intención de perseguir y capturar.

Hola, Dimensión Desconocida, parece que he venido de visita, pensó Missy cuando se apartó de
los brazos de Graham y se lanzó fuera. Se preguntó si había conjurado el encuentro solo
fantaseando acerca de él antes. Ese era el tipo de cosas que ocurrían en la Dimensión, ¿verdad? Y
como hacía quince segundos había estado pensando en lo desinteresado que Graham estaba por
ella, una realidad alternativa tenía más sentido que cualquier explicación que lograra conjurar. O
eso, o que lo había soñado todo. Ahora eso eran explicaciones lógicas y todo tipo de posibilidades
razonables.
Correr por el salón refinado y con las luces encendidas, con la madera dura cubierta por una
alfombra, había sido lo suficientemente difícil con los tacones, pero Missy rápidamente se dio
cuenta que correr por un patio tan oscuro era imposible. Reggie y Dmitri debieron suponer que
nadie querría salir a la calle en una noche de primavera inusualmente fría, porque no había dejado
ni una sola luz exterior encendida. Eso podía estar bien para los demás invitados, pero para Missy
era una amenaza de romperse un tobillo.
Tropezó con un ladrillo desigual y se quitó a patadas los zapatos y corrió descalza. Entonces se
dio cuenta de que el frío del suelo se le filtraba a través de las plantas de sus pies y desechó la
idea. Sus amigas, todas, también llevaban tacones. El camino no sería más fácil para ellas, por lo
que si la suerte estaba de su parte, todavía podía ser capaz de huir de ellas.
Miró a su alrededor a la oscuridad y parpadeó, tratando de forzar a sus ojos a adaptarse a la
tenue luz. Las altas paredes del jardín bloqueaban la mayor parte de las farolas, y puesto que la
luna apenas era una media luna nueva en el cielo, ni siquiera emitía luz para iluminar su camino. El
día en que alguien pudiera ver las estrellas en el cielo nocturno de Nueva York sería el día después
de que se hundiera en la desembocadura del río Hudson.
Deseosa de tener el enorme bolso que normalmente llevaba, con una linterna entre otras cosas
para este tipo de emergencia, Missy maldijo el diminuto adorno que sus amigas le habían
proporcionado para ir con el ceñido vestido negro, y comenzó a recorrer lentamente el camino
hacia la puerta de la calle. Si tan solo pudiera conseguir un taxi antes de que sus amigas la
alcanzaran, podría estar de vuelta en su apartamento y su pijama de franela en más o menos
veinte minutos. Añadiéndole una taza de chocolate con Baileys, y podría volver a ser un campista
feliz.

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CHRISTINE WARREN
2° de la Serie Fixed

La mano que la sujetó alrededor del brazo y la obstaculizó de alcanzar sus esperanzas de
libertad, la sobresaltó tanto que gritó. No gritó, no pataleó. Chilló, como una de sus alumnas
frente a un jerbo curioso. Desconcertada, se dio la vuelta para dar la cara a su perseguidor y se
encontró mirando al rostro demasiado hermoso de Graham Winter.
¡Oh, Dios! pensó, tragando saliva para hacer bajar el nudo en su garganta. Acabo de entrar en la
Dimensión Desconocida. ¿Por qué si no iba a seguir mirándome de esa manera? A menos que haya
muerto de vergüenza por llevar este vestido y esta sea mi recompensa eterna...
Ese sí que sería un cielo por el que valdría la pena morir, pensó, incluso mientras su mente
lógica le decía que se soltara de su agarre y averiguara lo que quería realmente, porque a pesar de
todo el tiempo que había pasado observando a este delicioso hombre lobo en las últimas seis
semanas, sabía a ciencia cierta que ni siquiera se había dado cuenta de que existía. Cuando él
hacía caso de las amigas de Reggie, por lo general consistía en comerse con los ojos a Ava o
bromear casualmente con Danice. Nunca se había tomado la molestia de echarle a Missy una
primera, mucho menos una segunda, ojeada, así que, ¿por qué ahora la miraba como si fuera una
sopa de hueso jugoso en particular?
—Eh, hola —aventuró cuando a él parecieron fallarle las palabras—. ¿Quieres algo?
Vio un destello en sus sexys ojos verdes y se dio cuenta de que no debería haber sido capaz de
ver nada en la oscuridad. ¿Eran sus ojos brillantes?
Trató de retroceder un paso, pero él la sujetaba con firmeza. Se aclaró la garganta.
—Es muy agradable volver a verte, Graham, pero justamente estaba por irme. Tal vez nos
veamos por ahí en otro momento. Eh… adiós.
Estaba a medio camino de liberarse cuando su mano en su brazo la detuvo. Mirando atrás hacia
él, vio la mueca en su boca.
—¿Dónde te he visto antes? —preguntó, su tono de voz menos que feliz.
Bien, esta era la prueba de la poca atención que Graham la había prestado. Había sido la dama
de honor de Reggie, y él el padrino de Dmitri. Habían caminado juntos por aquel horrible pasillo,
¿y no se acordaba de quién era ella?
Molesta, y más que un poco herida, tiró de su brazo y frunció el ceño hacia él.
—Cerca. Soy amiga de Reggie. .
—¿Adónde vas?
Renunció a tratar de soltarse de un tirón y comenzó a tratar de soltarle los dedos uno a uno. Se
quedaron pegados tenazmente a su carne.
—Me iba a casa —gruñó—, hasta que decidiste hacer de Conan el Bárbaro conmigo.
—¿Por qué estás tan apurada? Corriste al pasarme.
—En realidad, me encontré corriendo hacia ti, pero eso no viene al caso —dijo, mirando a su
alrededor deseando encontrar una palanca cerca. Ninguna otra cosa parecía que fuese a servir
para romper su agarre—. Como dije, tengo que irme a casa. Hay algunas personas aquí que
prefiero no ver, por si quieres saberlo.
Aun que pareciera imposible, su ceño se profundizó.
—¿Un hombre?
Empezó a negar con la cabeza y luego se detuvo.

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CHRISTINE WARREN
2° de la Serie Fixed

—¿Acaso es asunto tuyo?


Respondió a su desafío arrastrándola más cerca de su cuerpo y respirando como si tratara de
inhalarla o algo así. Plantó su otra mano en su culo, presionando sus caderas contra él hasta que
pudo sentir toda la longitud de su gruesa erección presionando a través de su ropa.
—Me gustaría hacerlo asunto mío —gruñó, y, ¡oh Dios mío! ¿estaba su mano amasando su
culo?—. Me gustaría hacerlo todo asunto mío, desde el sabor de los jugos que goteen por tus
muslos cuando estés caliente por mí, a los sonidos que hagas cuando te corras. Eso significa que
quiero saber si tengo que deshacerme de algún idiota antes de tenerte en mi cama y joderte.
Missy se tambaleó por su respuesta. De todas las cosas que podría haberle dicho, no podría
haberse imaginado nada que la sorprendiera más. ¿El hombre que había estado tan poco
impresionado con ella durante seis semanas que no podía recordar quién era, ahora quería hacer
cosas que ella había imaginado solo en sus fantasías más sexy? ¿Okay, donde estaba Rod Serling?
Se puso rígida, ya que por una fracción de segundo, se le ocurrió que tal vez Graham podría ser
su Fix. Ciertamente había fantaseado mucho con él últimamente, pero la fantasía que sus amigas
habían planeado para su tercera ronda era del tipo intelectual y juegos de médicos. Missy no
podía imaginarse a Graham jugando a ser un médico profesional mas de lo que podía imaginarse a
sí misma jugando a ser una dominátrix con un látigo en la mano. Había cosas que sobrepasaban
los límites de su imaginación.
No había manera que Graham pudiera ser su arreglo, así que, ¿por qué de repente decidía que
quería a la mujer que nunca se había tomado la molestia de mirar? Tal vez esto no era la
Dimensión Desconocida, tal vez estaba en una cámara indiscreta. Estaba a punto de buscar una
cámara de televisión cuando escuchó la puerta de la sala de estar abrirse y el sonido de unos
zapatos de tacón alto golpeando levemente contra el ladrillo. De repente, no importaba por qué
Graham quería alejarla de la fiesta, siempre y cuando lo hiciera pronto. Preferíblemente ahora.
Dejó de luchar para escapar y en su lugar dejó que la apretara en contra de su ingle hasta que
juró que podía señalar el hecho de que había sido circuncidado.
—No bobo —le tranquilizó, luchando valientemente por no derretirse y escurrirse por todo él,
como salsa holandesa caliente. Si solo pudiera conseguir que la sacara de la casa antes de que Ava
la encontrara, ella podría explicarle más sobre dónde se habían visto antes—. Nadie en absoluto.
¿Sabes, es una lástima que nunca hayamos tenido la oportunidad de conocernos, ¿no? Ya que lo
mencionaste, ¿por qué no salimos de aquí y nos damos la oportunidad de conocernos realmente?
—Sabiendo que solo tenía una oportunidad antes de sus amigas llegaran, se mordió el labio, dio
una respiración profunda y deslizó la mano por su pecho, sobre su abdomen tenso y hacia abajo
sobre el bulto bajo la bragueta hasta que estuvo absolutamente inmóvil y tenso ante ella—. ¿Qué
dices?
Él no dijo nada. La recogió en sus brazos musculosos, la tiró por encima del hombro y corrió
hacia la puerta del patio. Dos minutos después estaban a tres manzanas de distancia y seguían
volando, y Missy estaba tratando de encontrar la manera de explicar al hombre lobo que solo se
había burlado, que realmente no tenía intención de acostarse con él.
¿Un milagro, alguien?

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No la dejó hasta que llegó a su habitación en el segundo piso. Su casa estaba junto a Vircolac, el
club de su propiedad y frecuentado por la Otra población de Nueva York, y siendo un viernes por
la noche, el club estaba estridente y ruidoso, pero su habitación era tranquila, privada y aislada.
Tan aislada que Missy sabía a ciencia cierta que nadie la oiría si gritara.
No quería pensar en qué podría hacerla gritar.
En el momento en sus pies tocaron el suelo, se movió hacia atrás, tratando de poner algo de
distancia entre ellos. La diferencia entre fantasear sobre algo y hacerlo realmente acababa de
llegar sobre ella. Como una venganza.
Graham acechaba detrás de ella, la cabeza baja, su cuerpo poderoso moviéndose ágilmente e
inexorablemente hacia ella. Mirándola ceñudo y enroscado, como un gato listo para saltar, o un
lobo listo para matar. La expresión de sus brillantes ojos verdes hizo que Missy se sintiera muy
parecida a la comida.
—Um, Graham, creo que tenemos que hablar de esto. —Mantuvo los ojos en él, con miedo a
parpadear mientras tuviera esa mirada intencionada grabada a través de sus angulosos rasgos.
—No hablar —gruñó. Su voz había bajado, llegando a ser incluso más dura y más profunda de lo
que recordaba, como miel recubierta de grava—. Demasiado tarde para hablar. Tiempo de follar.
Estuvo a punto de tropezar con sus propios pies al pisar el borde de la alfombra y reunirse con
el suelo de madera pulida que desaparecía bajo la puerta. Retrocedió constantemente hacia el
pasillo. Si solo pudiera llegar tan lejos...
Lo hizo, golpeando contra la puerta con un extraño: “¡Oomf!” Había estado más cerca de lo que
pensaba, solo esperaba que fuera lo suficientemente cerca. Sus dedos temblorosos se cerraron
sobre el pomo de metal fresco de la puerta, y comenzó a girarlo. Antes de que sus nervios
terminaran de procesar la señal de su cerebro, él se lanzó hacia delante y la sujetó contra la
superficie de madera rígida.
Missy gritó. Su bolso voló a un rincón oscuro. Trató de dar marcha atrás, pero atrapada entre
los músculos de piedra de Graham y la puerta cerrada, descubrió una nueva apreciación de un
viejo cliché.
Graham se inclinó hacia delante, frotando la áspera sombra de barba de media tarde contra su
piel mientras hundía su rostro en su cuello. La sensación de su aliento caliente la escaldaba, y su
boca contra su carne la hizo estremecer. Cuando sus labios se entreabrieron y sus dientes se
cerraron con delicadeza sobre el tendón que corría desde el cuello hasta el hombro, su
estremecimiento se convirtió en un temblor, y su jadeo en un gemido. Su áspera lengua rozó su
piel, y gimió.
—La forma en que sabes —gruñó, con las manos agarrando sus caderas, tirando con fuerza
contra su erección, amasando sus caderas con dedos inquietos—. Tan dulce. Tan caliente.
¿Quieres más?
¡Ay Dios! La cabeza de Missy se ladeó sin su permiso, descubriendo su garganta a esa boca
hambrienta. Su cerebro le decía que gritara, que corriera, que girara el pomo de la maldita puerta
y saliera pitando de allí. Sin embargo sus hormonas le decían que se quedara, que mendigara, que
pusiera sus piernas alrededor de su cintura y que disfrutara del viaje al que nunca volvería a ser
invitada de nuevo. En vez de hacer eso, se apoyó contra la puerta, temblando y jadeando,
mientras sentía sus jugos empapar el fino algodón de su ropa interior.

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—Hueles muy bien —gruñó él, acariciando su cuello de vuelta hacia el hueco en la base de su
garganta. Le pasó la lengua por la suave, blanca curva, y su garganta tuvo un espasmo bajo
mientras tragaba convulsivamente—. Mojada, espesa y cremosa. Necesitada.
Con cada palabra, su voz se hizo más gutural hasta que apenas podía entender lo que estaba
diciendo. Pero ella entendía la sensación de sus manos y su pene, su caliente y hambrienta boca.
Le apuntaló la parte inferior del cuerpo en la puerta con sus caderas, liberando sus manos para
explorarla. Sintió a una deslizarse sobre sus costillas y cerrarse alrededor de su pecho, apretando
ásperamente el montículo suave. La otra subió hasta enredarse en su pelo, manteniendo la cabeza
en su lugar mientras se inclinaba y reclamaba su boca en un beso.
Comió de ella, mordisqueando, chupando y tirando de sus labios hasta que se separaron, para
luego lamer, bromear y burlarse hasta que se abrieron más. Su lengua se hundió profundamente y
eso la perdió. Missy gimió, y él le robó el sonido y se lo tragó, llevándoselo para sí mismo cuando
se metió en su interior. No requirió de mucha fuerza, sin embargo. Todo lo que tuvo que hacer fue
pasar su lengua contra el techo de la boca, y se abrió y le rogó para que entrara en ella.
Hundiéndose, una y otra vez, con el ritmo primario de sexo.
Se volvió loca, con la forma en que parecía estar decidido a probar cada centímetro de su boca
sin permitirle hacer lo mismo. Había soñado con esto muchísimas veces, y en todos esos sueños,
su parte favorita era cuando ella había llegado a disfrutar de la sensación y el sabor de él.
Gimiendo su disgusto, esperó hasta que se impulsó profundo, a continuación, enredó su lengua
con la suya y aspiró. Su sabor la sorprendió, tan rico y oscuro como el café turco, tan adictivo
como la cafeína y el doble de estimulante. Abandonó su control sobre el pomo de la puerta,
envolvió sus brazos alrededor de sus hombros y tiró de él hacia ella.
Gruñendo, sus sonidos a la vez una amenaza y una promesa, metió una pierna entre las de ella,
obligándola a mantenerlas separadas. Su rodilla subió entre ellas, hasta que obligó al filo de su
falda ajustada a subirse por encima de sus muslos. Sobrepasando el límite para el que había sido
diseñado, el vestido abandonó toda pretensión y se enrolló como una persiana para instalarse en
una banda estrecha alrededor de su cintura.
Missy jadeó en estado de shock, pero Graham solo retumbó un ronroneo satisfecho en su boca
y deslizó las manos hacia abajo sobre sus caderas a la parte posterior de sus muslos. Una tras otra,
obligó a sus piernas a subir y envolverse alrededor de su cintura hasta que la levantó con sus
brazos alrededor de sus hombros y sus manos debajo de su culo, presionando su ingle
íntimamente contra ella.
Detrás de sus párpados cerrados, Missy sintió sus ojos girar en sus orbitas. No había estado tan
excitada en su vida. Si tuviera un corazón débil, estaba segura que esto la mataría. Aun así, dicho
órgano latía con esfuerzos excesivos y balbuceaba con cada nueva sensación que corría por ella.
Su beso la consumía, y tan asombroso como él sabía, estaba bastante segura que todo se volvería
negro por falta de oxígeno si no la dejaba tomar aliento antes.
Empujó contra sus hombros y volvió la cabeza a un lado, tuvo éxito solo porque su boca se
movió de sus labios a su garganta. La besó, chupó y mordió, dibujando en su carne la forma de sus
dientes en una mordida de amor brutal. Su cabeza golpeó con fuerza contra la puerta, pero
apenas lo sintió. En cambio, sintió que sus manos se deslizaban por su culo, por la parte exterior
de sus muslos hacia los tobillos. Instando a sus piernas a subir más alto y mostrándole cómo
quería que enganchara los tobillos a su espalda para montar sus caderas de forma más segura.

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Inmediatamente, su mano se deslizó por su pierna, esta vez viajando a lo largo de la sensible zona
interna, hasta que en forma de copa la puso en su entrepierna, sobre sus mojadas bragas.
Missy no se había puesto medias, Ava le había dicho que no quedarían bien con el vestido. En
cambio, se había puesto un par de pantys de seda hasta medio muslo que se aferraban a sus
piernas como el perfume. Ava había dictado también que Missy debía usar un sostén de encaje
apenas calificado como ropa interior y un tanga a juego. Cuando se vistió para la fiesta, se puso el
sujetador, pero no una prenda con un hilo tan fino. Se negó a pasar la tarde entera luchando
contra el deseo de tirar del cordón hacia fuera, así que se puso unas suyas, unas blancas de
algodón. Ahora, deseaba haberse puesto un cinturón de castidad de acero inoxidable, porque la
sensación de la mano de Graham excavando a través de la delgada capa de tela casi la mata. Y se
presionó hacia abajo sobre sus dedos.
—¡Graham, por favor! —gimió. No estaba segura si estaba rogándole que la tocara o la follara,
pero cualquier respuesta estaría bien para ella en ese momento. Mientras que no creyera que
estaba pidiéndole que se detuviera, todo estaría bien. Tuvo la impresión de que una bomba
nuclear no le detendría, por lo que pensó que no era necesario especificar.
Él gruñó de nuevo, el sonido aún más animal que antes. En lugar de asustarse, Missy se regodeó
de ello. Esto iba más allá de su ámbito de experiencia, pero no más allá del ámbito de sus
fantasías. La idea de ser tan deseada fue al menos tan excitante como lo que sus manos y su boca
estaban haciendo con ella. Se sentía atrapada en su propio mundo de fantasía, se sentía como una
completamente fresca, descarada criatura, que nunca había conocido antes. Se entregó a esta
nueva faceta de sí misma, sintiendo la libertad y lo excitante de la aventura tanto como su duro
cuerpo presionando contra el suyo.
Hundió las manos en su oscuro cabello grueso y apretó más su cara contra ella. Él la levantó
más contra la puerta y bajó la cabeza hasta que pudo coger el escote de su vestido elástico con los
dientes. Un tirón fuerte y la cosa se desintegró en su boca. Volvió la cabeza, escupió los trozos, y
cuando volvió a mirar a sus pechos, cubiertos solo por el escaso sujetador, sus ojos
resplandecieron con un brillante color verde.
—Sabor —gruñó, y esa fue toda la advertencia que tuvo Missy antes de que rasgara el
sujetador y su caliente, ávida boca se cerrara sobre su pezón izquierdo.
Chupó con avidez, lo que presionó al sensible pico con fuerza contra el techo de su boca y bebió
de ella como si fuera su única fuente de alimento. Missy gimió. Sintió como si sacara su alma fuera
de ella a través de su pecho, pero lo único que quería era que chupara mas fuerte, para tener más
de ella en el horno húmedo de su boca.
Lo hizo. Aspiró con fuerza, a continuación, la soltó hasta que solo el pezón se mantuvo dentro
de su boca. Sus dientes afilados, se apretaron contra ella, lo suficientemente fuerte para picar,
pero no lo suficiente para herir, y se inclinó de nuevo hacia delante, abriendo su ancha mandíbula
y chupando su carne hasta que casi todo el pequeño pecho desapareció entre sus labios. Su otra
mano se acercó y cerró sobre su otro pecho, amasando fuertemente, tirando de su pezón erecto
con sus delgados, fuertes dedos.
Sintió que tiraba de ella, volviéndola loca, e incluso a medida que avanzaba, la mano entre sus
piernas no dejó de trabajar. Apretó el dedo índice en sus bragas y las rompió, rasgando la tela
entre sus piernas. Entonces sus dedos se deslizaron a través de sus pliegues manchados,

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dispersando su abundante humedad a su alrededor, los labios hinchados y tiernos, su dolorido


clítoris.
Sus dedos se cerraron en torno de su carne como si fuera otro pezón, tirando y pellizcando en
un movimiento acompasado con el suave apretar de su mano sobre su pecho. Missy gritó,
clavando los talones en la parte baja de su espalda, sus muslos apretados mientras trataba de
levantarse lejos de los dedos que la atormentaban.
Esta vez su gruñido fue tanto de amenaza como de pasión. Sus dedos abandonaron su clítoris
para enredarse en el pelo del pubis y tirar de ella hacia abajo, donde él la quería. Gimió y se
recostó en su lugar, mientras sus muslos trataron de cerrarse contra la sobrecarga sensorial. Su
cintura le tenía las rodillas separadas, manteniéndola extendida y disponible, y se aprovechó
descaradamente. Volvió a centrarse en su apretado pezón de nuevo, por lo que gritó, y luego su
mano se movió y acarició, y penetró en ella con su largo, implacable dedo.
Lloró. Reales, verdaderas lágrimas rodaron por su cara ante la sensación de tenerlo dentro de
ella, aunque solo fuera esta pequeña parte de él. Quería más, pero los descuidados tejidos de su
coño tuvieron dificultades para tratar con esta pequeña invasión. Missy no había tenido relaciones
sexuales en seis años, no desde la universidad, y desde luego su pareja no había sido en nada
como Graham, ninguna experiencia como este alboroto orgásmico de calor, placer y sudor. Se
preguntaba si sería capaz de tomar su polla, teniendo en cuenta como su dedo estiraba sus
músculos en desuso. Sintió que retiraba el dedo y como presionaba de nuevo un segundo
después, seguido rápidamente por otro. Dos fuertes dedos presionaban profundo, un túnel a
través de la resistencia de su cuerpo mostrándole que ya era demasiado tarde para dudar. Si iba a
follarla hasta la muerte, tenía toda la intención de disfrutar tanto de la experiencia que pudiera.
Tirando con una sola mano de su pelo despeinado, se las arregló para sacar la boca de un seno
y guiarlo al otro. Saludó al desatendido pezón con una aspiración rápida y un pase suave de su
lengua de terciopelo antes de aspirarlo profundamente en su boca. Missy sentía cada aspiración
como un pulso entre sus piernas, y sabía que Graham podía sentirlo también cuando sus músculos
internos empezaron a apretar sus dedos.
¡Dios, iba a matarla!
Desesperada por sentir más de él en su interior, deslizó una mano entre sus cuerpos hacia el
interior de sus pantalones. El calor suave de la palma de su mano se encontró con sus dedos
ocupados y rozó su clítoris en el camino, haciéndola estremecerse. Graham gimió, para luego,
volver a gemir cuando sus dedos se cerraron alrededor de su pene erecto.
Missy le hizo eco con un murmullo de satisfacción, apretando su longitud y grosor, saboreando
la suave textura de su piel y sintiendo la sólida y pesada polla. Sus dedos no lograban cerrarse en
torno a él, porque sus manos eran muy pequeñas, y Graham no lo era. Llenó sus dedos a rebosar,
y Missy quería saber si llenaría su coño de la misma manera.
Retiró la mano, y Graham castigó su deserción con un pellizco fuerte en su pecho y un impulso
profundo de los dedos. Missy gritó y empujó sus caderas contra él, pero se mantuvo quieta.
Rápido, aunque torpemente, desabrochó los botones de sus pantalones y tiró abajo la cremallera,
sacando la polla de su encierro con un suspiro de satisfacción. Todo el cuerpo de Graham se puso
rígido, apartó la boca y la mano de la carne caliente, agarrando sus caderas y sacudiéndola hasta
que sus ojos se encontraron con los suyos.

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—¡Ahora! —gruñó, y la nota urgente en su voz la puso más resbaladiza. Levantó sus caderas
más alto hasta que su polla se situó entre sus labios, presionando con firmeza en contra de su
entrada.
Missy vio la salvaje urgencia en sus ojos y sintió una oleada de excitación en lugar del miedo
que casi esperaba. Hizo eco de su exclamación.
—¡Ahora!
Su susurro terminó en un grito cuando los dedos de Graham se apretaron mas sobre sus
caderas, levantándola brevemente por encima de él y luego dejó caer su peso sobre su pene
palpitante. Su longitud cavando un túnel sin fin en ella, obligando a sus músculos a estirarse
ampliamente para dar cabida a su circunferencia. Las sensaciones la abrumaron. No podía decidir
si consistían principalmente en placer o dolor.
En ese momento, no importaba. Lo único que importaba era que estaba dentro de ella,
empujando duro y profundo hasta el fondo, la punta de su polla casi empujando en el cuello de su
útero.
—¡Graham, espera! —exclamó, apoyando las manos sobre sus hombros y luchando duro para
recuperar su aliento, su equilibrio, su identidad. Sentía como si todo su ser se redujera a la
ondulación de su coño envuelto cómodamente alrededor de su pene—. Espera. Por favor.
Aunque sus ojos estaban entrecerrados, podía ver el extraño brillo que emitían en la penumbra
de la habitación.
—Demasiado tarde —gruñó, presionándola con fuerza contra la puerta cuando comenzó a
follarla.
En su posición, empalada por los empujes de su polla, con las piernas temblorosas alrededor de
su cintura y el fuerte apretón de sus dedos en las caderas, no podía hacer nada más que aferrarse
a él y dejar que la follara.
Golpeó con un ritmo rápido y duro, y luchó por decidir si lo amaba o lo odiaba. Había pensado
que sabía como era el sexo, pero Graham Winter le estaba mostrando que no tenía ni idea. Con su
polla entrando más profundo de lo que había creído posible y sus músculos tensándose y
moviéndose al golpear dentro de ella, este hombre, este hombre lobo, parecía decidido a
enseñarle que lo que había pensado que era el sexo tenía tanto en común con este urgente acto
primitivo como un hombre lobo tenía en común con un Chihuahua.
Sus manos se apretaron en su culo y tiró.
—Más —rugió, sus labios retrocediendo por el gruñido—. Tómame mucho más.
¿Más? ¡Dios, apenas podía tomar lo que le estaba dando! ¿Cómo podría ser posible tomar
más? Negó con la cabeza, incapaz de hablar, luchando por cada respiración irregular que
conseguía arrancar de sus hambrientos pulmones.
—¡Más! —Insistió, y su demanda se convirtió en una orden. La mano en su culo apretó y
empujó, mientras la otra se trasladaba a su estómago y se metía entre sus cuerpos agitados. Su
dedo pulgar enganchándose en la parte superior de su raja, justo por encima de su clítoris, y tiró.
El movimiento obligó a sus caderas hacia arriba, inclinando la pelvis y cambiando el ángulo de su
coño hasta que lo sintió increíblemente profundo en su interior.
Missy lloró al sentir cada centímetro de esa polla de acero deslizarse en casa. La cabeza en el
cuello del útero, empujando en los rincones mas secretos, y ahora podía sentir su pelvis moler

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entre las piernas, sentir el impacto de sus caderas contra la de ella de un modo que no había
sentido antes. Por último, enterró toda su longitud entera dentro de ella, y la llenaba tan
profundamente, que juró podía sentir la punta de su eje en la garganta.
—¡Graham!
Su grito fue una suplica, una protesta y una demanda de más. Él respondió a esto último,
ignorando lo demás. Fijándola contra la puerta, ahora caliente y resbaladiza por sus cuerpos
sudorosos, la cabalgó con fuerza, su polla hasta la empuñadura dentro de ella con cada embestida,
haciendo que sus músculos se ondularan y contrajeran con cada entrada, y colapsaran y anhelaran
con cada retirada.
Quería desesperadamente empujar contra él, pero en su posición era imposible.
Él controlaba cada movimiento, manteniéndola inmóvil y abierta para sus poderosos golpes.
Sintió el borde de su vestido ajustado apretado alrededor de su cintura, sintió el roce de su camisa
de vestir en sus manos y en sus pechos. Sintió la áspera tela de los pantalones que aún llevaba
alrededor de sus caderas mientras la follaba. Nunca había sentido algo tan salvaje o tan
asombrosamente bueno.
La tensión se acumuló en su interior hasta que sollozó por la liberación. Apalancó sus rodillas y
empujó más alto y más duro dentro de ella, y lloró cuando la atravesó un pulsante, interminable
clímax. Su coño se apretó alrededor de su pene, lo ordeñó, mojando sus músculos hasta que le
apretó la espalda contra la puerta y gritó. Apretando el agarre de sus dedos, aplastándola entre la
puerta y su dura polla, mientras vaciaba su semen dentro de ella en calientes, pesados chorros.
Se derritió sobre él, aferrada a su cintura y hombros con lo último de sus fuerzas. Su aliento
entrecortado entrando dentro y fuera de sus pulmones en jadeos irregulares. Sentía sus músculos
como el pudín derretido, y le temblaban bajo el más mínimo esfuerzo. Si no fuera por la puerta
sólida detrás de ella y peso pesado de Graham por delante, se habría deslizado hacia el suelo y
permanecido allí durante al menos una semana.
Graham se movió, y Missy se preguntó de dónde sacaba las fuerzas. Sus manos ahuecadas en
su culo la mantuvieron en su lugar mientras cruzaba la habitación con tres grandes pasos y cayó de
espaldas sobre la cama. Aterrizó con un ruido sordo en el centro del colchón cubierto de seda y
gruñó cuando Graham estableció su peso encima de ella. Lanzó un suspiro áspero y hundió el
rostro en el hueco de su cuello, su lengua lamiendo la sal de su piel con movimientos perezosos.
Detectó la satisfacción somnolienta más que intención amorosa en sus actos y dio gracias por eso.
Le quedaba la energía suficiente para cerrar los párpados y apagarse como una luz.
Sus manos se movieron a tientas por el colchón, buscando una manta para tirar por encima de
sus cuerpos, pero no encontró ninguna. La única cobertura que parecía tener la cama era esa fina
sabana de seda. De hecho no recordaba haber visto sabanas, ni mantas, ni colcha desparramado
por el suelo después de una mala noche de sueño. Demasiado cansada para preocuparse por eso,
se contentó con el calor del cuerpo de Graham, de todos modos parecía contento de asumir el
papel de manta eléctrica.
Enredando las piernas con las suyas, desplazó sus caderas y pudo sentir su pene semi duro aun
enterrado en su interior. Se calentó por un momento, decidió que le gustaba la sensación y
envolvió sus brazos entorno a él. Su último pensamiento antes de caer en la inconsciencia fue que
ninguna mujer necesitaría una fantasy fix si pudiera pasar una noche de su vida con un lujurioso
licántropo.

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Miel y vainilla.
La nariz de Graham se retorció, seguida de cerca por su polla, mientras se iba deslizando poco a
poco fuera del sueño. Con los ojos todavía cerrados, se concentró en el aroma que lo rodeaba, una
embriagadora mezcla de miel y vainilla que le recordó a un bizcocho y sexo y, derretido helado
caliente. La idea hizo que le gruñera el estómago.
Acarició su rostro en un nido de pelo suave y respiró hondo para asegurarse de que no había
soñado a esta mujer con su alucinante olor y sus respuestas apasionadas. Ahora que la había
encontrado, estaría condenado si la dejara escapar. A menos que estuviera muy equivocado,
Graham Winter acababa de encontrar a su compañera.
Normalmente, un nuevo acoplamiento, especialmente el del alfa de la manada, era motivo de
celebración. Como toda su cultura se basaba en la mentalidad de manada, cualquier cosa que
condujera a la perpetuación de la misma era recibido con elogios y respeto, así que debería estar
sintiéndose simplemente genial ante la idea de haber encontrado finalmente a la única mujer con
la que podría ser feliz por el resto de su vida. Solo había dos problemas.
La importancia de la primera se estrelló contra su cerebro como un tubo de hierro candente en
el minuto en que la miró. Con su cabello suave y desgreñado sobre la almohada, su maquillaje
desgastado por el tiempo y el ejercicio, se veía totalmente diferente de la forma que la recordaba.
En lugar de la descarada rubia explosiva, con una ropa demasiado apretada, se veía como una
niña, toda piel blanca, mejillas rosadas e inocencia infantil. Sus tupidas, gruesas pestañas morenas
formaban un arco suave contra sus mejillas y sus labios rosados se separaban y fruncían
ligeramente. Parecía una muñeca de porcelana. Una muñeca de porcelana muy humana.
Las citas entre especies no estaban exactamente prohibidas entre los Lupinos, pero difícilmente
representaban la norma, tampoco. Su especie tendía a encontrar a los seres humanos
entretenidos y ocasionalmente convenientes, pero difícilmente la clase de compañeros que
llevarían a casa a sus madres. Después de todo, los instintos Lupine todavía dictaban que el más
fuerte, más rápido y más dominante tendría más probabilidades de sobrevivir y más
probabilidades de reproducirse. Los seres humanos, en cambio, casi no podían competir con sus
crías recién nacidas, y mucho menos con los lobos adultos.
Graham sabía todo eso, pero no parecía estar haciéndolo nada bien. Cada vez que trataba de
imaginarse siguiendo con su vida sin Missy, su bestia levantaba su peluda cabeza y gruñía, largo,
bajo y amenazante. Esperaba que en cualquier momento comenzara a caérsele la baba, porque su
instinto sin duda dejaba claro que su admiración por esta mujer solo aumentaría, humana o no, no
era una opción. Y con eso llegó cuidadosamente hasta el dilema número dos.
La mujer que yacía dormida en el centro de su cama no era una anónima e intercambiable
humana. Era Missy, la mejor amiga y seudo hermana de Regina McNeill Vidâme.
Había follado a Melissa Jane Roper, y las consecuencias ya estaban agarrotando su mente.
En primer lugar, Regina trataría de matarlo. Hacía solo unas pocas semanas que conocía a la
nueva esposa de su mejor amigo, pero había sido tiempo suficiente para darse cuenta de cuan
protectora era con su reservada, primorosa amiga. Melissa había sido la dama de honor de Regina,

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y aunque parecía haber estado en un segundo plano para él hasta la noche pasada, Graham
recordaba claramente las cosas que Regina le había contado de ella.
—Missy es un encanto. Probablemente demasiado dulce —Regina le había explicado en la cena
de ensayo, mientras que él se había sentado, cortésmente aburrido, a su lado—. No te ofendas si
no habla mucho contigo, aún siendo el hombre más apuesto. Siempre ha sido del tipo calmado,
especialmente alrededor de los hombres. Eso no quiere decir que sea una especie de polluela o
una monja, ni nada. Solo significa que es más probable que escuche a que hable. Y casi nunca dice
nada malo de nadie, pero no quiero que pienses que está ignorándote o algo parecido.
Graham no se había fijado lo suficiente en la mujer como para saber si le estaba ignorando o
no. Con su pelo recogido en una pulcra, ordenada trenza, y su cuerpo camuflado bajo la ropa, le
había prestado tanta atención como a los arreglos florales de las mesas del restaurante. Aún
cuando habían caminado juntos hacia el altar, apenas se había dado cuenta que estaba a su lado.
El agarre de su mano había sido tan ligero, y se había mantenido a sí misma tan lejos de él, que
bien podría haber estado solo.
—Ava está tratando de corromperla, sin embargo. —Regina había seguido—. Ahora que estoy
comprometida, Missy es el próximo proyecto de Ava. Cuando se lo propone, Ava puede convertir a
una criatura humilde en una devoradora de hombres.
Algo dentro de él se rebeló ante la idea de que Missy se convirtiera en una especie de mujer
fatal y luego jugara inmoralmente con hombres desprevenidos. Tenía que ser el hecho de que era
su compañera, porque líder de la manada o no, nunca había sabido que tenía una veta posesiva
antes, especialmente cuando se trataba de mujeres. Para él, eran una diversión interesante, pero
podían ser fácilmente cambiadas por el siguiente sabor de la semana. Missy era la primera mujer
que quería poseer tan completamente que ningún otro hombre se atreviera siquiera a mirarla.
Eso, además de su obsesión por su fragancia a galleta de azúcar, lo convenció de que realmente
era su compañera, sin importar lo inconveniente que pudiera ser.
Suspiró, y Missy reaccionó a ese pequeño sonido, frunciendo el ceño y moviéndose en su
sueño. Se dio la vuelta encarándose hacia él y hundió la cara en el pelo de su pecho. La punta de
su fría nariz rozó su pezón, y lo acarició adormilada, presionando un pequeño beso en la superficie
rugosa antes de volver a dormirse.
Luchó con fuerza contra el deseo de atraer su pierna sobre la cadera y deslizar su polla en su
coño suave. Después de la noche pasada, conocía la rapidez con que despertaba y se preparaba
para él. Si el solo conocimiento de eso no le hiciera la boca agua, no estaría en esta situación.
Eso no era exactamente cierto, admitió de mala gana mientras trataba de mantener sus manos
alejadas de la suave, sedosa piel de su espalda para acariciar su increíble culo. Graham tenía la
clara sensación de que había sido condenado en el momento en que la había olido por primera
vez. ¿Cómo podía el aroma de las galletas calientes despertarle esta posesividad previamente
desconocida cuando perfumes franceses horriblemente caros solo le daban ganas de estornudar?
Había oído hablar de la clase de reconocimiento instantáneo que otros Lupinos habían tenido al
conocer a sus compañeros, pero nunca esperó que lo golpeara una corriente de aire que olía a
galletas de té y mujer caliente.
Si pudiera meter esa fragancia permanentemente dentro de él y olerlo cada vez que respirara,
sería un hombre muy feliz. Así era, era un hombre hambriento, con una erección.

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Frunciendo el ceño, deslizó sus brazos de alrededor de ella y salió de la cama. La pérdida del
calor de su cuerpo la hizo temblar. Su cama no tenía sábanas, porque él nunca las usaba. Su
cuerpo generaba el calor suficiente para mantenerse caliente incluso en medio de una tormenta
de nieve, pero su huésped humana no lo hacía. Buscó dentro de su armario y encontró una manta
de repuesto que mantenía cerca por si tenía que mover los muebles. Por suerte para él, había sido
lavada después del último viaje, por lo que estaba limpia y serviría para mantenerla caliente. La
envolvió a su alrededor, tratando de no darse cuenta de como se acurrucaba como una bolita
debajo de ella, una mano apoyada en su mejilla, la otra metida entre las piernas justo por encima
de sus rodillas. La necesidad de deslizar su mano justo allí, solo un poco mas arriba, se apoderó de
él, pero la sacudió y se puso un par de pantalones vaqueros antes de dirigirse descalzo hasta la
cocina.
La oscuridad fuera de las ventanas le dijo que aún era media noche, y en el reloj del microondas
pudo leer que eran las 4:02. Un poco tarde para un bocadillo de medianoche, pero era comida o
follar, y pensó que la segunda opción ya le había metido en suficientes problemas.
Necesitaba unos minutos para recuperar su equilibrio nuevamente. Al parecer, encontrar a su
compañera había noqueado a su lobo con un mazo más grande de lo que había pensado.
Hurgó en la nevera durante un minuto, dejando caer un trozo de carne asada sobre el
mostrador cuando oyó un golpe. Salió corriendo de la cocina y el pasillo para abrir la puerta antes
de que el ruido despertara a Missy. No fue hasta que tuvo la puerta medio abierta que se acordó
que era humana y que estaba dormida, probablemente no habría oído el golpe si hubiese sido en
la puerta del cuarto, mucho menos un piso mas abajo y unas cuantas habitaciones de por medio.
—¿Ocupado? —preguntó Logan cuando entró y cerró la puerta tras él—. No quisiera
interrumpir nada...
Graham frunció el ceño al otro hombre.
—Guárdate tus miradas significativas —refunfuñó—. Estaba preparándome algo para comer.
Entró en la cocina con Logan remoloneando detrás de él. No se molestó en preocuparse porque
hubiera alguna emergencia. Cuando se tenía un club 24 horas que atendía a vampiros, licántropos
y cualquier otro tipo de seres sobrenaturales, uno se acostumbraba a tener que trabajar a las
cuatro de la mañana.
—Entonces, ¿qué es? —preguntó mientras cortaba unas rodajas de carne. Se metió un rábano
picante en la boca sintiendo como estallaba su sabor—. ¿Lourdes dejó una mancha de sangre en la
alfombra del comedor de nuevo? Te lo juro, voy ha hacer que ese patán use babero la próxima vez
que quiera comer.
Logan negó con la cabeza.
—No es por un vampiro. El club está bien. Es un asunto de la manada.
—¿A las cuatro de la madrugada? —Graham no pudo esconder la sorpresa en su voz, pero
como su Beta, Logan conocía los asuntos de la manada casi tan bien como él. Si era importante
para su segundo al mando, debía ser importante para él también. Esa filosofía le había salvado de
un montón de problemas en los últimos años.
—¿Qué pasa?
Logan agarró un trozo de carne mientras miraba a su alrededor.
—¿Estás seguro de que quieres entrar en esto con ella aún arriba?

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Graham no le preguntó a su amigo como sabía que Missy no se había ido. Su olor impregnaba el
aire, demasiado fresco e intenso para ser solo un remanente. Hizo que sus bolas se tensaran y se
recordó de respirar por la boca. El fuerte impulso de hacer que su amigo hiciera lo mismo, de
romperle al otro hombre la nariz, lo sorprendió.
—Ella no es de tu incumbencia —gruñó, tratando de ser civilizado, pero incapaz de reprimir el
instinto de reclamarla—. Olvídate de ella, va a quedarse. Ahora, ¿qué está pasando?
Logan le lanzó una mirada extraña, pero se encogió de hombros, lamiéndose una mancha de
rábano picante de su pulgar.
—Curtis.
—Mierda. —La reacción de Graham fue concisa pero apropiada, ya que su primo y principal
dolor de cabeza, Curtis MacAlpin, tenía mucho que ver con la materia. Ambos estaban
compuestos principalmente de residuos y bilis, ambos tendían a aparecer bajo sus zapatos en los
momentos menos oportunos y ambos apestaban bajo el mismo cielo. Solo en el caso de Curtis, el
hedor era más moral que físico.
—¿Qué ha hecho ahora?
—Ha estado quejándose durante meses, lo sabes ¿verdad?
—Logan, ¿Qué ha hecho?
Su Beta suspiró.
—Ha convocado un Aullido para la siguiente Luna Llena.
Graham maldijo, larga y creativamente, y apretó los puños con tanta fuerza que la sangre brotó
de su carne y se escurrió por sus dedos. Los Aullidos eran el equivalente Lupino a las reuniones de
residentes. Las manadas los hacían de vez en cuando cuándo se avecinaban problemas, o cuando
uno de los miembros tenía una gran noticia que dar al grupo, como la formación de una nueva
manada o el nacimiento de la cría del alfa.
—¿Y que demonios le hizo pensar que tiene derecho a hacer eso? —gruñó Graham—. Es solo
un miembro más de la manada. No tiene ningún derecho a convocar un Aullido. Yo soy el alfa. Eso
es cosa mía.
Logan se repantigó sobre uno de los taburetes de la cocina y levantó una ceja.
—Todos sabemos eso, Graham, el caso es que a Curtis no le importa.
—Va a importarle una vez le arranque la piel a tiras. Tiene que aprender cual es su lugar.
—Estoy de acuerdo. El problema es que Curtis conoce cual es su lugar, y este no le gusta. Él
quiere tu lugar.
Los ojos de Graham se entrecerraron.
—¿Piensa que puede superarme? ¿Ese pequeño cachorro débil? Apenas tiene veinticinco años,
y escuálido para empezar. —El ceño de Graham se convirtió en una mueca salvaje—. En todo caso,
déjale. Me tomará solo cinco minutos noquearle y bajarle los humos, y así nos olvidamos del
asunto.
—No va a ser tan fácil.
Graham levantó una ceja.
—¿Estás insinuando que es lo suficientemente fuerte para pelear conmigo?

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Logan puso los ojos en blanco.


—No es lo suficientemente fuerte ni para pelear contra nuestros niños. Pero es inteligente, y
eso podría ser peligroso. Si Curtis estuviera planeando lanzarte un reto tradicional, habría sido
reducido hace meses. Recuerda que tiene que vencer a toda la cadena de mando antes de llegar a
ti. Incluso aunque pudiera vencer a Bran o Ethan, nunca podría vencerme a mí.
Graham asintió con la cabeza. Logan se había ganado su posición como Beta hacía mucho
tiempo con una combinación de inteligencia y fuerza bruta. El único miembro de la manada al que
nunca había vencido era el propio Graham, en parte debido a la lealtad entre los dos hombres, y
en parte porque ninguno de ellos estaba absolutamente seguro de quien iba a ganar y no estaban
seguros de querer averiguarlo.
—Muy cierto —reconoció Graham—. Pero si Curtis no va a desafiarme, ¿por qué estás tan
preocupado por esto? Solo hay un camino para ser alfa, y acabas de decirme que no lo ha tomado.
—Mira, ahí es donde te equivocas —dijo Logan, su mirada llana e intensa—. Curtis no va a
desafiarte porque piensa que no tendrá que hacerlo. Va a pedir que renuncies.
Graham soltó un bufido.
—Puede solicitarlo a gritos hasta que esté demasiado ronco por todo lo que va a conseguir. Soy
el alfa de esta manada, y tengo intención de seguir siéndolo.
Logan hizo una mueca.
—Puede que no tengas otra opción.
—¿De que estás hablando?
—Creo que Curtis va a apelar a los Decretos Reproductores.
El término le sonaba vagamente familiar, pero Graham no podía ubicarlo. La sociedad Lupina
estaba tan desbordada con antiguas tradiciones y tantos decretos, leyes y costumbres que solo un
profesor de historia podría hacer un seguimiento de ellas. Como alfa del Clan Silverback, tenía
cosas más importantes de las que preocuparse que de si alguien había prohibido el consumo de
carne de ciervo los martes de febrero con luna azul.
—Las Ancestrales Leyes De La Comunidad Lupina —le explicó Logan cuando Graham solo
frunció el ceño y negó con la cabeza—. Esto comenzó en la Edad Media, por lo que sé, cuando los
humanos nos perseguían con un poquito de demasiado éxito. Con el fin de asegurar nuestra
supervivencia como especie, los ancianos hicieron una ley en la que el alfa de cualquier manada
debía demostrar que tenía una compañera reproductora. De esta forma, se garantizaba que la
manada produciría una nueva generación lo suficientemente fuerte como para hacer lo mismo. Un
alfa sin cachorros no hace ningún bien.
Esta información dejó a Graham con un sabor amargo en la boca, como a carne podrida.
Empujó el resto de su bocadillo a un lado.
—¿Y Curtis piensa que como ha follado con esa estúpida tarugo omega y la ha dejado preñada,
de repente es el gran lobo del campus?
—Estúpida tarugo omega o no, Frannie ha parido una cría saludable —señaló Logan—. De
acuerdo con las leyes de la comunidad, eso es importante.

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—¡A la mierda las leyes de la comunidad! —gruñó Graham—. No voy a dimitir para que mi
primo pueda alimentar sus megalómanos delirios de grandeza, sobretodo cuando no tiene las
pelotas para desafiarme a una lucha real para ser alfa.
—Oye, yo estoy de tu parte —dijo Logan, inclinándose hacia delante para enfrentar la mirada
furiosa de Graham—. Pero las leyes de la comunidad aún tienen mucho peso dentro de la manada,
especialmente con los ancianos y conservadores. Tú y yo sabemos que ser alfa es mucho más que
tener cachorros, pero las tradiciones lupinas se resisten a morir.
—¿Qué me sugieres? ¿Apartarme y dejar que mi primo Curtis se haga cargo de la manada y les
lleve a todos al infierno en una canasta de mano? ¿Dejar que los hunda hasta el fondo?
—Puedes coger tu sarcasmo y metértelo por el culo —gritó Logan, frunciendo el ceño—. Estoy
tratando de ayudarte con esto. Todo lo que estoy diciendo es que tenemos que movernos muy
cuidadosamente si queremos rebatir el argumento de Curtis. Sería mucho más fácil si al menos
tuvieras una compañera.
Graham se calmó, no estaba muy seguro de si estaba dispuesto a compartir la noticia de su
compañera, ni siquiera con su Beta. Logan debería saberlo sin embargo, y ese conocimiento le
dolió. Se sentía como si tuviera que compartirla, y todavía no tenía toda esa veta posesiva bajo
control. Obligó a su mente a alejarse de esa rubia sexy dormida en su cama y apretó los dientes.
—Incluso si te aparearas y sin embargo no tuvierais cachorros, tendrían que darte el tiempo
que dura un ciclo de la luna para demostrar que sois una pareja reproductora —continuó su
beta—. Si ella quedara embarazada, la impugnación quedaría rota y todo volvería a la normalidad.
Mierda. Sabia que iba ha ser bastante difícil explicarle a Missy que era su compañera. ¿Cómo se
suponía que iba a darle la noticia de que tendría que quedarse embarazada tan pronto como fuera
posible? Y todo era culpa de ella. Si no se hubiera puesto ese vestido agarra culos, nunca se habría
fijado en ella, y nunca hubiera estado lo suficientemente cerca para captar su olor. Maldita fuera
ella y su aroma a galleta de azúcar.
Logan lo miró fijamente, frunciendo las cejas juntas y ladeando la cabeza.
—¿Qué estas pensando? —preguntó—. Tienes una expresión muy rara y si inhalas mas fuerte,
creo que tu cara podría romperse. No es que no esté de acuerdo en que huele fabuloso, pero...
—Mantén tu nariz para ti mismo, Hunter. —La posesiva advertencia golpeó, áspera y aguda,
entre los dos.
Logan observó el gruñido salvaje de su alfa, y sus cejas se dispararon hacia su cuero cabelludo.
—Dime que no estas pensando en lo que creo que estas pensando.
—No es tu maldito asunto en lo que este pensando —gruñó Graham, recogiendo los restos de
su bocadillo y tirándolo a la basura. Tenía que volver con Missy.
—¡Lo es si estás pensando en coger a alguien a quien conociste ayer para aparearte! ¡Y es
doblemente mi asunto si ese alguien resulta ser una humana! —Logan agarró del brazo a Graham
para impedir que saliera de la cocina—. Eso hace que sea un asunto de la manada, Graham, y no
van a apreciar el tener a una humana como hembra alfa.
Graham se soltó del agarre del otro lupino y gruñó una advertencia.
—No me importa lo que quiera la manada, Hunter. Van ha hacer lo que yo diga, o se
enfrentaran a las consecuencias. —Su gruñido contenía todo un mundo de amenazas y más de un

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indicio de frustración—. Si tan importante es que tome una compañera, ciertamente tendrán que
vivir con mi elección.
Las manos de Logan se apretaron en puños en su esfuerzo por controlarse, algo acertado si
quería salir de casa del alfa con ambas intactas.
—Podrían vivir con cualquier elección que hagas siempre y cuando sea una de los nuestros. Los
alfas de Silverback han sido de tu familia por siete generaciones, pero no habrá una octava si
insistes en tener tus cachorros con una humana.
—No es algo que no haya sucedido antes. Nos hemos cruzado con los humanos desde el
principio, y nuestros genes han sido siempre los dominantes. Los cachorros son todavía lupines.
—Pero no son pura sangre. Son mestizos, y nadie en la manada va ha estar dispuesto a
someterse a un alfa mestizo.
—Lo estarán si es lo suficientemente fuerte para hacerlo —dijo Graham, arrogante e inflexible
con el conocimiento de que la decisión ya había sido tomada, aunque no la hubiera buscado. Era
irrebocable. Missy era su compañera. Caso cerrado—. Ser el Alfa no es cosa de genética de todos
modos. Es una cuestión de fuerza. Si mi cachorro no es lo suficientemente fuerte como para
liderar al grupo, entonces otro tendrá que tomar el cargo.
—¿Y dejar una tradición de siete generaciones? —La confusión en el tono de Logan apaciguó en
parte la ira de Graham. Si su Beta no lo entendía, entonces debería acostumbrarse a que ningún
otro lo hiciera tampoco.
—Las tradiciones pueden ser rotas y crear otras, pero una compañera es permanente.
Logan intentó otra táctica.
—Los lupine se aparean de por vida, los humanos no. ¿Que pasaría si cambiara de opinión?
Los ojos de Graham se cerraron peligrosamente.
—No lo hará.
—Sabes que ha sucedido antes.
—No ésta vez.
Logan se quedó en silencio por un momento.
—Realmente no te importa lo que diga, ¿verdad?
—No.
Graham sabía que era absolutamente cierto. Missy era su compañera. No lo hubiera admitido
después de una sola noche si no fuera por el reto de Curtis. Necesitaba una compañera, y sus
instintos no le permitirían tener a otra salvo a Missy. Respondió a la mirada de su amigo con otra
contundente.
Logan suspiró.
—¿Importa lo que diga ella, entonces?
Graham pensó en las cosas que había dicho mientras la mantuvo inmovilizada contra la puerta
de su dormitorio, y las cosas que había dicho cuando la había despertado una hora mas tarde con
su lengua enterrada profundamente dentro de su coño mojado. Sus labios se curvaron en una
sonrisa, y su polla se endureció dentro de sus pantalones vaqueros.

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—No —dijo, dirigiéndose hacia las escaleras y sintiéndose mucho más feliz con su decisión de lo
que probablemente fuera correcto—. No importa en absoluto.

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Siempre podría decir que estaba borracha.


Missy estaba una cama tamaño familiar, acurrucada debajo de una manta de algodón que no
acababa de combatir el frío de la habitación, y practicaba el arte de no entrar en pánico.
No ha pasado mucho tiempo hablando conmigo, así que probablemente no recuerde lo que le
dije para que me ocultara. Espera, probablemente pueda oler algo así, y sé que no huelo como una
fábrica de cerveza. Maldita sea.
Se había despertado cuando Graham salió de la cama. Dormir en una habitación que estaba a
15° estaba bien cuando tienes a un incendiario hombre lobo desprendiendo calor a tu lado, pero
una vez que se levantó, se había hecho consciente del frío enseguida. No es que no pretendiera
seguir pareciendo dormida. Hasta que no descubriera como hacer frente a esta situación, tenía
toda la intención de seguir jugando ese juego.
Excepto que no puedo quedarme aquí para siempre, por desgracia, le dijo su voz interior. Así
que eso no es realmente una opción. Mejor ir al plan B.
No tengo plan B.
Siempre debería tener un plan B.
Cerrando sus ojos, Missy gimió y tiró de la manta sobre su cabeza. El movimiento hizo que se
filtrara algo de aire frío dentro de su capullo, y sintió como su carne se ponía de gallina. Dudaba
incluso que hubiera un poder superior que la sacara de una situación en la que se había metido
ella solita. Incluso no lograba comprender cómo había llegado a ser secuestrada y follada hasta el
agotamiento por el malvado y sexy hombre lobo de sus sueños, quien ni siquiera había sido capaz
de recordar su nombre antes de la pasada noche.
Para ser precisos, no lo recordaba anoche, tampoco. De hecho, no estoy segura de que haya
sido capaz de imaginárselo todavía. Simplemente soy el polvo del día.
Y eso era lo que estaba haciendo que su estómago se anudara. Missy no era una mujerzuela.
¡Era maestra en un jardín de infancia, por todos los santos! Las maestras de preescolar no eran
unas zorras. Eran simples, amables y aburridas, llevaban zapatos cómodos y ropa poco
favorecedora. Missy había estado viviendo con esos principios durante sus cuatro años de carrera
docente, incluso un poco antes, mientras aún estaba en la universidad. Después de su desastrosa
experiencia con Jim durante sus prácticas de psicología infantil, prácticamente se había resignado
a desempeñar el papel de solterona desaliñada, con gatos y todo, y estaba bien con eso. Después
de todo, alguien tenía que hacer de solterona desaliñada. Preservar un cliché podía ser una causa
admirable, y Missy lo había estado desempeñado diligentemente hasta que algún retorcido giro
del destino había decidido intervenir y hacer que sus fantasías se hicieran realidad.
¿Cómo diablos se suponía que tenía que lidiar con eso? No era el tipo de mujer que vivía sus
fantasías, ni siquiera cuando sus amigas se las habían entregado con un gran lazo encima. Esta
noche había conseguido que su mundo entrara en lo surrealista. Lo único que la impedía
convencerse a sí misma que estaba soñando eran las irrefutables evidencias físicas. Igual que el
hecho de que estaba acostada en una cama extraña, debajo de una manta extraña, en una
habitación extraña. Desnuda. Con rozaduras de barba. Y dolor en algunos lugares realmente
incómodos.

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Hizo una mueca y se sentó e inmediatamente cambió su peso a la cadera, tirando de la manta
para que la cubriera como un escudo. Entonces fue cuando se dio cuenta que no tenía idea de qué
hacer a continuación.
El problema de la abstinencia, decidió, era que una vez que salías de la práctica, todos los
comportamientos y rituales para después del sexo dejaban de ser una segunda naturaleza. Hubo
una vez, en la universidad cuando había tenido ocasionalmente sexo, la idea de lo que hacer a la
mañana siguiente había sido una segunda naturaleza. Pero ahora, mientras estaba sentada en una
cama extraña, el idioma y la etiqueta de dormitorio tenían tanto sentido para ella como las cosas
que Dmitri decía en ruso cuando Reggie le exasperaba.
¿Se suponía que debía quedarse donde estaba? Tal vez debía de deshacerse de la manta y
tumbarse sobre las sabanas o algo así, por lo que estaría lista para cuando Graham volviera a la
cama. O tal vez debería fingir que seguía dormida, para poder fingir que se despertaba cuando él
volviera a tumbarse. De esa manera podría leer las señales que le mandaría. Si pareciese que
quiere hablar, podrían hacer eso, o si pareciese que quiere más sexo... bueno, tal vez podría sufrir
un poco más de eso, también. Después de todo, Graham puede que se acostara con mujeres
cuatro veces más guapas que ella todos los días, pero sabía que las posibilidades de que ella
volviera a acurrucarse con un hombre la mitad de guapo que Graham Winter eran... precisamente
cero.
Pero, ¡oh no! ¿Y si la razón de que hubiera desaparecido era porque se había dado cuenta de
con quién se había ido a la cama, y solo quería alejarse de ella? ¿Quizá se había despertado y había
tenido un momento de claridad, y se había marchado para darle la oportunidad de irse antes de
que volviera? ¿Que diablos se supone que debo hacer?
—Bien, en primer lugar, cálmate —se dijo, cerrando los ojos y tomando un par de respiraciones
profundas—. No hay necesidad de entrar en pánico. Todo está bien. Solo respira. —Eso funcionó
aproximadamente quince segundos antes de que los demonios de la vergüenza y la baja
autoestima asomaran su fea cabeza y le pasaran sus fríos dedos por la espalda, instándola a salir
corriendo antes de que volviera.
No importaba cuan remota fuera la posibilidad, no había manera de que pudiera sobrevivir si
Graham volviera y realmente estuviera decepcionado con ella. Prefería salir corriendo ahora,
antes que salir con su corazón y su ego desparramados por la alfombra del dormitorio.
Se movió cuidadosamente hacia el borde de la cama y se deslizó hasta el suelo. Estaba frío bajo
sus pies, pero lo ignoró mientras de apresuraba por la habitación poco iluminada en busca de sus
pertenencias. Si pudiera vestirse y salir a hurtadillas antes de que Graham volviera, tal vez podría
conservar sus ilusiones y atesorar esta noche como la mejor de su vida en lugar de la más
humillante. Pero, ¿dónde diablos estaba su zapato izquierdo?
Lo encontró tirado en un rincón entre el aparador y la pared, junto a su bolso. Lo agarró y casi
saltó de su propia piel cuando el bolso empezó a sonar. Aterrorizada de que Graham pudiera oírlo,
cogió su móvil y lo abrió antes de que el primer tono acabara.
—¿Hola? —Mantuvo la voz baja y miró cautelosa hacia la puerta. Permanecía cerrada.
—¿Que es lo que les pasa a mis amigas? ¿Ninguna de ellas tiene al menos una pizca de
educación en sus tercos cuerpos? ¿Que es lo que las obliga a huir de sus citas programadas con
exquisitos hombres perfectos, los cuales se quedan pensando que diablos está pasando, mientras

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me veo obligada a explicarles que no es culpa de ellos? Es de mis descerebradas, escamosas,


irresponsables e incivilizadas amigas.
—No empieces conmigo, Av —siseó Missy, mientras recogía sus destrozadas bragas, su
sujetador y una maraña de tela negra que supuso era su vestido—. Estoy teniendo una mañana
realmente mala hasta ahora, y no necesito que te agregues a ella. Creo que ya has hecho
suficiente.
—Son solo las cuatro y veintidós. Aún no es por la mañana —la cortó Ava—. Además, te lo
mereces por huir de esa manera. ¿Tienes idea de lo difícil que es explicarle a un hombre por que
su cita a ciegas sale corriendo de la fiesta después de echarle un vistazo? ¿Lo sabes?
—No es por eso por lo que huí. Ni siquiera vi al tipo. ¿Y por que diablos me estás llamando al
móvil a las cuatro y media de la mañana? ¿Por qué demonios te estoy contestando? —Missy se
detuvo—. Um... yo pregunté primero.
—Oh, eso es muy maduro, cariño —dijo Ava arrastrando las palabras—. Si quieres saberlo, te
estoy llamando al móvil para tratar de averiguar dónde estás en mitad de la noche, ya que no
regresaste a tu casa.
—¿Cómo sabes que no estoy en mi apartamento? ¿Dónde mas podría estar?
—Si estás en tu apartamento, ¿por qué no te das la vuelta y le dices a Stephen hola de mi
parte? Ya que le di la llave de repuesto que me diste y le dije que te esperara allí.
El suave tono hizo que Missy se pusiera tan pálida como la idea de un hombre extraño
esperándola en su apartamento para tener sexo, porque si Stephen era el tipo de su Fantasy Fix,
no pensaba que estuviera allí para discutir sobre macramé con ella.
—No puedo creer que hayas enviado a un hombre a mi apartamento para que esperara a que
volviera a casa y tener sexo con él. ¿No te das cuenta de lo raro que es eso? Ava, te di esa llave
para que te pasaras a regar mis plantas cuando voy a ver a mis padres, no para que un extraño
pudiera entrar en ella. ¿Cómo sabes que no ha vaciado ya mi apartamento y vendido mis cosas?
—Realmente, Melissa, es poco probable que un exitoso cirujano del Cesar Sinai vaya a empeñar
tu televisión —dijo Ava—. Además, hace años que conozco a Stephen y es totalmente inofensivo.
Te encantará. Así que vas a mover tu trasero hacia tu apartamento y le permitirás presentarse.
Missy corrió el riesgo de dejar de mirar la puerta y cruzó al otro lado de la cama. Se arrodilló y
metió la cabeza debajo, buscando su zapato derecho esta vez. En unos segundos tendría su
atuendo completo. O lo más cercano teniendo en cuenta ese ridículo vestido y su ropa interior
destrozada. Agarró el zapato de tacón y luchó por aferrarse al tacto y diplomacia que
normalmente fluían de ella tan fácilmente.
—Okay, creo que necesitamos hablar un poco mas claro aquí —comenzó, balanceándose sobre
sus rodillas detrás del enorme colchón de Graham—. No corrí porque me diera cuenta que me
había dejado la plancha encendida. Simplemente no estoy interesada en las Fix, Ava. Lo admito, y
sé que debería haberlo dicho antes, pero ahí lo tienes. Lo siento.
—No me importa si estás interesada. No me rendí con Regina y no lo voy a hacer contigo,
cariño. Tendrás tu Fix, te guste o no.
—Ava, estamos entrando en el ámbito de lo espeluznante ahora. Es de sexo de lo que estamos
hablando. “Te guste o no” me parece un poco excesivo.
Casi podía oír como la otra mujer apretaba la mandíbula.

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—Sabes lo que quise decir, Melissa. Te gustarían las Fix si solo cooperaras. Ahora ve a casa.
—¿Mientras hay un hombre extraño y probablemente desnudo en mi sofá? En realidad creo
que no.
—Stephen se quedará todo el fin de semana si tiene que hacerlo, Melissa. Está ansioso por
conocerte. Además, ¿Qué más tienes que hacer? Los otros saben que mataré a quien te proteja.
—¿Así que ahora soy la fugitiva? —Le espetó a Ava con exasperación—. Para tu información —
informó Missy—. Estaba de camino a casa cuando llamaste, pero ahora no hay manera de que
vaya a ir para allá. Tan pronto como pueda escapar de aquí…
Una grande y masculina mano le agarró y quitó el móvil, lo cerró y lo arrojó sobre la cama
delante de ella.
—Me temo que no vas a irte a corto plazo. Ni de cerca he terminado contigo, aún.
El sonido de esa rica, gutural voz congeló a Missy justo donde estaba, de rodillas en el centro
del dormitorio de un hombre exótico. No le había oído llegar, y mucho menos cruzar la habitación.
¿Por qué no habían crujido las escaleras o algo así? Sería simplemente antinatural que las
escaleras de una casa tan antigua como esta no crujieran.
Se arriesgó a mirar por encima del hombro y se encontró mirando directamente a sus tejanos
azules, que llevaba abiertos, y al intrigante bulto que los llenaba. Tragó saliva y trató de ignorar la
humedad entre sus piernas. Apretó sus ropas contra el pecho y apartó la mirada de su ingle,
arrastrándola a lo largo de su musculoso y peludo pecho maravillosamente construido. No hizo
nada con su problema de humedad. De hecho, lo agravó. Podía sentir como aumentaba en su
coño, a pesar de la fuerte, dolorosa sensación con la que protestaba hacía solo unos minutos.
La maldita cosa no sabe que es lo mejor para él.
Cuando sus ojos por fin llegaron a su cara, vio la mirada divertida que tenía y se puso rígida.
—Eso ha sido grosero. Estaba hablando con alguien.
Él cruzó sus brazos sobre el pecho y le dirigió una mirada severa.
—Estabas planeando irte sin decir adiós. Considero eso ser muy grosero.
El desafío de mantener su dignidad mientras estaba completamente desnuda y de rodillas
delante de un magnífico pedazo de hombre lobo, puso a Missy nerviosa. También la izo mentir.
—No planeaba irme sin decir adiós. Yo solo iba a…
—Escaparte de aquí. Lo he oído.
Estaba completamente harta de mirar hacia arriba a él, pero hasta que descubriera la forma de
distribuir su patética ropa para cubrir algunas partes vitales, pensó que se quedaría como estaba.
—Escapar es solo una expresión.
—Significa que querías moverte furtivamente en un intento de evitar que te detectaran. —Se
acercó un paso hacia ella, y ella se deslizó unos centímetros lejos de él. En un minuto iba a hacer
arder la alfombra en la que estaba cuando entrara en combustión—. Eso suena muy grosero para
mí, Missy.
Se detuvo en medio de su carrera.
—¿Cómo me has llamado?
—Missy.

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Se aferró a eso como una lapa a la parte inferior de un barco, y los nervios hicieron que dijera
cosas que normalmente no habría dicho.
—Oh, ¿así qué ahora recuerdas mi nombre? Anoche ni siquiera recordabas haberme visto
nunca.
Él frunció el ceño.
—Estaba… distraído.
—No me importa si padeciste una aneurisma temporal. ¡No te olvidas de alguien que ha
caminado a tu lado por el pasillo de una iglesia!
—No es como si hubiese sido nuestra boda. Estuve allí aproximadamente quince minutos antes
de recibir una llamada del club diciéndome que la cocina estaba en llamas, y lo siento si no pasé
todo el tiempo… —se detuvo—. Espera un minuto, ¿qué demonios estoy haciendo? Eso no es
totalmente el punto. El punto es que no vas a ir a ninguna parte por ahora.
Missy detuvo su lento avance hacia la puerta y se mordió el labio inferior.
—Bueno, no puedes retenerme aquí.
—¿Quieres apostar?
Antes de que pudiera pensar en una respuesta correctamente indignada, la cogió por los brazos
y la empujó suavemente sobre la cama. Rebotó dos veces, lo que le hizo difícil revolverse antes de
que enroscara sus músculos y saltara detrás de ella. En ese momento, el hecho de que tenía 200
libras de hombre lobo sonriente extendido sobre su parte superior lo hizo imposible. De cualquier
manera, la había atrapado.
Lo miró con la boca abierta y los ojos casi fuera de su cráneo.
Su sonrisa se amplió.
—¿Decías?
Algo que se hizo irrelevante por su posición actual.
—Bueno, mala elección de palabras, ya que, obviamente, puedes retenerme si quieres. Pero
sigue siendo ilegal e inmoral. Y realmente mezquino.
Se encogió de hombros.
—¿Qué puedo decir? Soy un hombre lobo. ¿No lo has oído? Somos monstruos.
—No lo eres —replicó, retorciéndose experimentalmente por debajo de él—. Solo estas
alardeando y actuando todo grande y malo, ¿Te importaría bajar de mí?
Su menear de caderas la colocó justo contra su erección, oculta por los vaqueros, y gruñó en
voz baja, sus ojos la miraron resplandecientes y excitados de nuevo.
—El asunto es, podría —dijo, bajando la cabeza para deslizar su lengua por el borde del
puchero de su boca—. Pero creo que me gusta estar aquí.
Su cuerpo traidor respondió que también le gustaba que estuviera allí. De hecho, estando como
estaba, mejor si se quitaba los vaqueros y movía sus caderas un poco más favorablemente, pero
su mente tenía el buen sentido de estar ultrajada e indignada. Si tan solo no estuviera
temporalmente muda frente a un fuerte, masculino, caliente, sexy, inductor-al-orgasmo
experimentado como él. Tragó saliva.

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Hizo un recorrido con su lengua por su garganta, que la hizo tragar otra vez, lo que hizo que la
delinearla otra vez, y se imaginó que tenía aproximadamente cinco segundos más antes de verse
reducida a una masa temblorosa de gelatina.
Se aclaró la garganta y gimió cuando el sonido le hizo tartamudear la lengua en contra de su
piel sensible. Apretó sus manos contra de sus hombros y finalmente musitó una protesta
coherente.
—Um, realmente tengo que irme. Tengo cosas que hacer.
Se extendió y agarró sus dos muñecas con una de sus grandes manos. Luego utilizó su lengua
para investigar el hueco en la base de su garganta y la suave curva de la clavícula.
—¿A las cuatro y media de la mañana? Creo que no.
—Tal vez soy madrugadora.
—Sé que yo lo soy. ¿Quieres ver? —Frotó su erección contra ella y movió las cejas
sugestivamente.
Le tomó todo lo que tenía no sentirse atraída por su sentido del humor y su sexualidad
descarada.
—¡No!
Él sonrió.
—Mentirosa.
Sintió cómo el rubor de sus mejillas aumentaba.
—Lo que quiero es que me dejes ir.
—¿Por qué?
—¿Por qué?
—Sí. ¿Por qué quieres que te deje ir?
La miró con sus desconcertantes ojos verdes, y Missy se dio cuenta de que realmente no podía
recordar porqué estaba tan decidida a irse si aún tenía fantasías por satisfacer. Y ciertamente, no
la estaba ayudando en nada que le estuviera acariciando suavemente con sus dedos las muñecas,
que aún le tenía sujetas por encima de su cabeza en un agarre irrompible.
Se encogió de hombros.
—¿Por qué quieres retenerme?
La sonrisa en su rostro le recordó la salida del sol, ángeles caídos y perversas, perversas
intenciones.
—Pregunta absurda —gruñó, aún que sonó más como un ronroneo, mientras arrastraba la
arrugada ropa a un lado y le dejaba el cuerpo expuesto una vez más a su mirada. Vio la apasionada
apreciación en sus ojos y luchó por no mostrarle lo mucho que le gustaba que la mirara así.
Trató de que en su rostro se mostrara un ceño fruncido, pero sabía que probablemente se veía
tan forzado como lo sentía.
—Respuesta absurda. Dudo mucho que no seas capaz de conseguir sexo en el momento que
quieras y con quien quieras.
Se inclinó de nuevo sobre su pezón, mojando la punta y haciendo que sobresaliera de su pecho.
Frunció los labios y sopló, observando como se apretaba más todavía.

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—Pero no quiero a cualquiera. Te quiero a ti.


Missy se retorció y lucho por que su respiración no se convirtiera en un jadeo cuando dejó su
pecho y se movió al otro. Quería concentrarse en lo que decía, sobretodo porque parecía más
probable que fuera producto de su imaginación que de la dura realidad. Pero no podía desafiarse a
concentrarse mientras Graham jugaba con sus sensibles brotes. No podía hacerlo.
La arañó con sus dientes sobre su piel y después levantó la cabeza para observar su obra.
—De hecho —le susurró—. Creo que solo voy a quererte a ti de ahora en adelante.
—¿Pero por qué? —gimió.
Su boca se cerró sobre el pezón descuidado, tirando al máximo del pico hacia dentro y
chupando rítmicamente. Lo presionó firmemente contra el techo de su boca y pudo sentir los
pequeños trazos del roce de su lengua en la parte inferior. La sensación le dio ganas de gritar y
cuando él se apartó, casi lo hizo.
—Debido a que sabes tan bien —susurró, moviéndose hasta que pudo deslizar su lengua por el
centro de sus pechos y atormentar el camino hacia su ombligo.
Sus músculos se tensaron, de su abdomen a su culo, de su coño a sus pies. Él respiró su cálido
aliento contra su piel y jugueteó con las yemas de sus dedos sobre su pelo púbico. Sus caderas se
arquearon por reflejo hacia la mano y reprimió un gemido cuando ésta se deslizó hacia abajo y
separó sus pliegues hinchados. Su gemido se convirtió en un jadeo cuando hundió la cara entre sus
rizos e inspiró profundo.
—Y hueles aún mejor.
Su murmullo se convirtió en un gruñido, y cuando su lengua recorrió el mismo sendero que sus
dedos, Missy se hizo eco con un grito ahogado. Rodeó su clítoris con un movimiento enérgico, una
sensación de calor húmedo, antes de sumergirse en su centro y beberse su humedad. Sus
despreocupadas manos se deslizaron en su pelo y le acunaron contra ella mientras su lengua la
volvía loca. Sus terminaciones nerviosas oscilaron entre el placer y el dolor por un breve segundo
hasta que su cabeza se levantó.
—Estás herida —dijo, el gruñido de nuevo en su voz—. ¿Por qué no me dijiste nada?
—¿Sobre qué? —Apenas reconoció su voz, sonaba sin aliento, suave, drogada.
—Sobre el hecho de que te hice daño —gruño, tirando de ella y deslizándola por la cama—. A
partir de ahora, espero que me lo digas.
La recogió entre sus brazos y se dirigió al baño mientras ella aún trataba de recuperar las
funciones cerebrales que le había arrebatado con su hábil lengua. Tan pronto como sé recolocaran
y volvieran a trabajar, se iba a cabrear. ¡El hombre le estaba gruñendo a ella por algo que él había
hecho! ¿Lógico, alguien? Le miró desde el borde de la bañera en donde la había dejado.
—Si no recuerdo mal, no estabas realmente interesado en lo que tenía que decir en el
momento en que me lo hiciste, Conan.
Graham frunció el ceño y abrió el grifo, comprobó la temperatura antes de dejar que la bañera
se llenara de agua hirviendo.
—La próxima vez, dilo más fuerte.
Cruzó los brazos contra su pecho intentando calmar el alboroto esperanzado.
—¿Va a haber una próxima vez?

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—Jodidamente cierto —replicó—. La cuestión es cuánto pasará antes de que suceda.


Le dio la espalda y buscó debajo del fregadero, regresando con un envase con aspecto de
cartón-de-leche etiquetado como ‘Sales Epsom’. Arrojó un puñado a la bañera y removió el agua
para que se disolvieran.
Missy le miró y se encorvó.
—¿Siempre eres tan dictatorial? —se aventuró a preguntar.
Graham cerró los grifos con un gruñido.
—Lo soy ahora, así que acostúmbrate a ello.
Sin esperar invitación, Missy se metió en el agua. Desnuda bajo el agua, aunque fuera agua
clara, era mejor que desnuda a la vista. Hizo una mueca cuando el calor del agua le quemó la piel.
—¿Qué se supone que significa eso?
El hombre lobo la miró con una expresión dura.
—Que pasarás bastante tiempo conmigo, lo que quiere decir, que mejor te acostumbras a mis
debilidades.
Sus ojos se abrieron, pero no podía decir si fue por lo abrupto de sus palabras o porque estas
fueron dichas mientras se quitaba los vaqueros y se metía en la bañera con ella.
La descomunal, antigua bañera de patas de garra era lo bastante grande para los dos, siempre y
cuando no te importara tocar. A Graham, obviamente, no lo hacía. Colocó su gran cuerpo en el
extremo opuesto de la bañera y estiró las piernas a cada lado de ella hasta que sus pies se
apoyaron en el exterior de sus muslos. Cubrió los bordes con sus brazos y la inmovilizó con una
mirada penetrante.
—¿Cómo lo sientes?
Missy arrancó la mirada de su pecho húmedo, con una áspera mata de pelo y unos planos
pezones marrones que le hacían la boca agua.
—¿Cómo se siente el qué?
Su expresión se suavizó ligeramente, y su boca se curvó en una esquina.
—El baño. ¿Te ayuda de algún modo?
Esperando que su rubor pudiera pasar por el calor, asintió con la cabeza y se hundió hasta la
barbilla.
—Es delicioso. Gracias.
—Bien.
Se sumergió en silencio durante unos minutos, mientras trataba de averiguar qué
acontecimientos la habían hecho aterrizar en este universo alternativo, porque no quería
repetirlos y encontrarse de nuevo lanzada a la realidad. Prefería la existencia en donde un sexy,
devastador hombre lobo caía rendido de-la-cabeza-a-los-pies de amor/lujuria por ella, a la que era
una simple maestra de preescolar, donde no podía conseguir una cita a menos que sus amigas lo
arreglaran, y los dos últimos hombres con los que salió habían preferido ser célibes a acostarse
con ella. Tenía la intención de aferrarse a esta pequeña fantasía hasta que se marchitara y
muriese. Entonces podrían intentar arrancársela de sus dedos agarrotados.

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La caliente, salada agua comenzó a trabajar su magia en ella, aliviando el dolor en sus músculos
y la sensación de escozor entre sus piernas. Lástima que no pudieran calmar los crudos
sentimientos de confusión, miedo y duda que escondía bajo sus fanfarronas declaraciones. Deslizó
su pelo por el borde de la bañera para mantenerlo seco y reposó la cabeza sobre el frío hierro
esmaltado. Sus ojos se cerraban por propia voluntad y ahogó un bostezo. Con la adrenalina de la
noche desapareciendo de su sistema, Missy se dio cuenta de lo corto que en realidad había sido el
sueño que se había echado en la cama de Graham. Se sentía cómo si pudiera dormir una semana
entera, pero no quería perderse un segundo de su fantasía cumplida. Dios, ¿Qué no daría para que
este encuentro pudiese realmente durar para siempre? No podía imaginar nada más celestial que
tener a Graham tan enamorado de ella que nunca pudiera dejar de tocarla. Todo el esfuerzo
sexual podría matarla, pero chico, iba a disfrutar del viaje.
Cuando le levantó los pies y comenzó a darle un masaje con una presión firme, suspiró de
placer.
—Te invito a hacer eso por el resto de mi vida —murmuró dirigiéndose hacia ese estado
apacible entre el sueño y la vigilia, donde el sonido del chapoteo del agua y su respiración
tranquila se desvanecieron a un rincón apartado de su mente. Se sentía cómo si realmente pudiera
dormir una semana entera.
O por lo menos hasta que el agua comenzara a enfriarse.
—Estaría feliz de hacerlo por el resto de nuestras vidas —murmuró Graham, su voz clara, cálida
y ruidosa a través de su estado somnoliento—. Entonces, ¿por qué no haces que sea fácil para mí y
te vienes a vivir conmigo?

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Graham no estaba muy seguro de dónde habían salido esas palabras, pero una vez dichas, se
dio cuenta que sonaban muy bien para él.
—Muy gracioso.
Se puso rígida, y sintió cómo sus propios músculos se hacían eco, pero el hecho de que no
abriera sus ojos o levantara la cabeza del borde de la bañera le dio la impresión que no se lo
tomaba en serio. Lo intentó de nuevo.
—Múdate conmigo —dijo—. Te masajearé los pies regularmente, recogeré mis propios
calcetines y te prometo todo el sexo que puedas manejar.
Vio como abría los ojos y le miraba. Sus cálidos ojos marrones se veían suaves y un poco
dolidos. Le miró fijamente durante un largo minuto antes de hablar.
—No es bueno burlarse de una mujer mientras estás masajeándole los pies. Estamos
demasiado vulnerables. Sé serio, ¿de acuerdo?
—¿No he sonado serio?
—Ningún hombre puede sonar serio cuando le pide a una mujer que viva con él en su primera
cita.
—Técnicamente, esto no es una cita. Para que lo fuera tendríamos que haber ido a alguna parte
y hacer algo más que tener sexo alucinante.
Se sonrojó con eso, y encontró que el brillo de color por debajo de su piel pálida era
encantador. Infinitamente más encantador que la manera en que empezó a sacudir su cabeza.
—Si hablas en serio, entonces, también estás loco —sacó los pies de encima de su regazo y
comenzó a sentarse hasta que el movimiento llevó a sus pechos por encima del agua.
Rápidamente volvió a hundirse y atrajo las rodillas a su pecho y fuera de su alcance. La expresión
que tenía ahora parecía molesta y un poco triste—. Realmente me hubiera gustado que no
destrozaras mis ilusiones tan pronto. Debo irme. ¿Puedo tener una toalla por favor?
—No.
Le miró, sus cejas alzadas y sus ojos abiertos y sorprendidos.
—¿No?
—No, no puedes tener una toalla. Si te doy una te secarás y te irás a casa, y no estoy listo para
dejarte marchar todavía.
—¿No hemos pasado por esto ya? —Frunció el ceño y cruzó los brazos sobre el pecho—.
Realmente no puedes retenerme aquí.
Sus instintos le instaban a demostrarle cuán equivocada estaba realmente con eso, pero los
forzó a someterse. Si quería que esta mujer estuviera a gusto con él, tendría que ir despacio.
Estaba aprendiendo que no era tan delicada cómo se veía, pero sabía que aún podía asustarla si
no iba con cuidado. Creía que limitándose a pedirle que se mudara con él, en lugar de informarla
que se casarían y tendría a sus cachorros, como quería hacer, era bastante moderado. Pero,
aparentemente, la situación requería de una mayor delicadeza. Esperaba ser capaz de manejarlo.
—No tengo ninguna intención de hacer de ti una prisionera —dijo, reteniendo sus impulsos—.
Pero seamos lógicos acerca de esto. ¿Qué piensas hacer cuando salgas de aquí?

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—Voy a ir a casa.
—¿Con un forastero desnudo en tu sofá? —Recordó esa parte de la conversación telefónica
que había escuchado. Tuvo que apretar la mandíbula para evitar expresar exactamente cómo se
sentía acerca de cualquier otro hombre que no fuera él en su apartamento, y mucho menos
desnudo y acostado esperándola—. No sonabas muy contenta con esa idea antes. ¿Has cambiado
de opinión?
Vio el momento exacto en que el recuerdo volvió a ella en la breve caída de sus hombros antes
de que los cuadrara de nuevo y levantara la barbilla desafiante.
—Puedo ir a casa de una amiga —dijo.
—¿Quieres decir una de las personas que te metieron en esta situación? ¿De las que huías
anoche cuando tropezaste conmigo? —Casi lamentó haberlo señalado cuando la vio hundir su
barbilla y su expresión se volvió pesarosa, pero tenía que recordárselo. Todo esto sería lo mejor al
final, para él y para su compañera—. ¿Es eso realmente lo que quieres hacer?
Oyó su suspiro y vio su encogimiento de hombros.
—No hay mucho más que pueda hacer. Excepto tal vez llamar a la policía, y no quiero que el
pobre hombre sea arrestado. Solo quiero que salga de mi apartamento.
—Puedes quedarte aquí. —Levantó una mano cuando empezó a protestar—. Espera, cálmate.
Si quieres creer que estoy loco por querer que te mudes aquí, vale. No te mudes. Solo pasa el fin
de semana. Una vez que sea seguro y cómo-se-llame se haya ido, regresa a tu apartamento, y
esperaré a que hayamos tenido unas cuantas verdaderas citas antes de volver a preguntar.
En realidad no tenía intención de volver a pedirle que viviera con él. La próxima vez, se lo
mandaría. Menos opciones para una discusión de esa manera. Vio el inicio de una negativa y
abogó por su caso.
—Son solo un par de días. Podrás estar en casa a tiempo para ir a trabajar el lunes por la
mañana.
—No tengo que ir a trabajar el lunes —murmuró, mordiendo su labio inferior de tal modo que
le hacía querer hundir sus dientes en esa carne rosada—. La próxima semana son las vacaciones
de primavera.
Archivó ese detalle cómo algo útil y presionó cuando vio que dudaba.
—Eso es aún mejor. En caso de que ese perdedor no se marche de tu casa hasta que el lunes
tenga que ir a trabajar. Te da un margen. Además, no le dijiste a Ava dónde estabas, ¿verdad?
Negó con la cabeza.
—¿Cómo sabías que estaba hablando con Ava?
—Ninguna de tus otras amigas es tan intimidante —dijo—. Así que si no le dijiste dónde
estabas, estás a salvo. Estoy seguro que nunca pensará en buscarte aquí, ¿no? ¿Por qué no tomas
ventaja de eso? Tienes la oportunidad de mantenerla alejada de tu trasero por dos días enteros.
¿No suena eso genial?
Ella tamborileaba sus delgados dedos contra su hombro mientras pensaba en ello, y trató de
centrarse en eso en lugar de en su deliciosa boca. No lo calmó para nada, pero se las arregló para
permanecer en su extremo de la bañera.
—¿Mi estancia aquí no estropeará tus planes para el fin de semana?

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Trató de no sonreír triunfalmente.


—No tengo ningún plan para este fin de semana. No estropearías nada —Le aseguró.
Ella frunció los labios.
—¿Y dónde exactamente voy a dormir?
—¿No fue cómoda la cama?
Le miró con una expresión extraña, y Graham no pudo decir si estaba ofendida, intrigada,
disgustada o superada por la lujuria. Por esta razón era que los seres humanos deberían de tener
colas. O por lo menos orejas más grandes. Eso haría que la lectura de sus expresiones fuera más
fácil.
—Realmente podrías ser un caballero y ofrecerme una habitación —dijo finalmente, mirándole
fijamente.
—No tengo mucho de caballero —dijo, mostrándole una fugaz sonrisa—. Además, ¿cómo se
supone que voy a convencerte para que vivas conmigo después si no te hago disfrutar del sexo
más increíble? —Ella se sonrojó, lo encontró adorable y tuvo que luchar para no babear.
Dudaba que le agradeciera el cumplido lupino.
—¿De verdad quieres que duerma en la cama contigo?
—Ahora mismo, si estás dispuesta.
Sacudió la cabeza como si no pudiera creer lo que estaba oyendo.
—No hay razón para que actúes así. Podrías tener a cualquier mujer que quisieras con tan solo
ofrecerle una de esas sonrisas asesinas tuyas. ¿Por qué me quieres a mí? ¿No hay suficientes
mujeres que sucumban ante ti?
No podría haber sofocado su sonrisa aunque su vida dependiera de ello.
—Estás celosa.
Missy se echó a reír, aún negando con la cabeza.
—No —negó—. Confundida.
Vio su piel de gallina y se dio cuenta de que el agua debía de estar fría. Salió de la bañera y
cogió una toalla del armario.
—Sin embargo, no tienes de que preocuparte, porque no estoy interesado en ninguna otra
mujer.
Ignorando el agua que goteaba por su propio cuerpo, envolvió la toalla alrededor de Missy y la
frotó suavemente sobre su piel. Quiso discutir con ella por qué no estaba interesado en ninguna
otra mujer, pero calculó que sus posibilidades de mantenerla en su casa eran mucho mayores si el
término “vínculo de compañeros” no aparecía durante otro día o dos. Le daría tiempo para que sé
acostumbrar a él primero.
Se agachó frente a ella para secarle las piernas y los pies. Apostaría a que su talla de zapatos no
era mayor a una seis, sus pies eran tan pequeños y delicados, con pronunciados arcos y pulidos
dedos sombreados de un suave tono rosa casi exacto al de su piel cuando le hacía tener un
orgasmo para él. El pensamiento le hizo endurecer de inmediato, y luchó para no inclinarse y
enterrar su cara en el nido de rizos castaños que cubrían su sexo. Tenerla tan cerca y cómoda no
parecía estar ayudando a su fuerza de voluntad en absoluto. Obligó a sus ojos a centrarse de
nuevo en sus pies hasta que pudo sentir su mirada en la parte superior de su cabeza.

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Miró hacía arriba.


—¿Qué?
Negó con la cabeza.
—Me estaba preguntando algo...
Se puso de pie y finalmente se apiadó de ella, le envolvió la toalla alrededor del cuerpo de
modo que pudiera cruzar los brazos sobre sus pechos. Esperaba que se diera cuenta exactamente
de lo que este espectáculo de caballerosidad le había costado.
—¿Qué estabas pensando?
Se arregló la toalla de forma más segura a su alrededor y se recogió el pelo por detrás de las
orejas. Bajó la mirada hasta el suelo y se encogió de hombros.
—¿Por qué estás actuando como si estuvieras tan interesado en mi?
—Probablemente porque lo estoy. —Pensó en agarrar su mano y envolverla alrededor de su
dolorido pene, solo para demostrarle exactamente cuan interesado estaba, pero eso sería un error
en su totalidad que haría que saliera corriendo del cuarto huyendo de él, gritando.
—Sí, claro.
Frunció el ceno.
—¿Que se supone que significa eso?
—Significa que tengo un pequeño problema en creer que de pronto soy irresistible —dijo,
levantando la cabeza para mirarle directamente a los ojos. La forma en que podía ser a la vez una
flor tímida y una tea rebelde le fascinaba—. Me conoces desde hace seis semanas y esta noche ha
sido la primera vez que me has mirado como algo más que una extensión de una imagen de fondo.
—Obviamente he sido un idiota —replicó, disfrutando de la forma en que sus ojos marrones se
habían ido caldeando y chispeaban hacia él—. ¿Que otra cosa esperabas? Soy un hombre. Somos
idiotas de nacimiento.
—Algunos son más idiotas que otros —convino—. Pero realmente preferiría que no actuaras
como si de pronto te hubieras dado cuenta de que soy completamente hermosa y sexy y que soy
todo lo que cualquier hombre ha soñado.
—Pero lo eres.
Negó con la cabeza y su expresión adquirió un toque de ira.
—El hecho de que sea profesora en un jardín de infancia no me convierte en tonta. No me
mientas, por favor.
La forma en que su piel se enrojeció y el subir y bajar de sus pechos por su respiración enojada
hizo que su bestia se incorporara y aullara. Su indignación hizo que su esencia se volviera más
nítida, más amarga, más fuertemente especiada. Quería lamer todo ese resentimiento de su piel y
convertirlo en deseo, y entonces quería lamer entre sus piernas hasta que se transformara en
saciedad.
—No estoy mintiendo —dijo, obligándose a concentrarse en la conversación—. Realmente soy
un idiota, y realmente creo que eres totalmente hermosa y sexy. ¿No te diste cuenta de eso
cuando me puse tan caliente y duro que me transformé en un cretino que solo decía monosílabos
solo porque no podía esperar a estar dentro de ti? —Negó con la cabeza—. Ese no es el tipo de
reacción que se pueda fingir.

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—Por lo que yo sé, no tienes que fingir nada —espetó—. Tienes una reputación muy buena,
Graham. He oído que solo hay un puñado de mujeres de las que conoces que no hayan acabado
en la cama contigo. Así que perdóname por pensar que no es un logro conseguir que tengas una
erección.
Una inesperada lanza de dolor corrió a través de él. Había disfrutado con todas y cada una de
las mujeres que había tomado y no tenía ningún motivo para lamentar ni una sola, pero de alguna
manera su compañera le hacía tener ganas de lavarse su pasado. Se pasó una mano por el pelo y
frunció el ceño.
—Estas haciendo que suene como si solo te hubiera querido por estar allí. Como si quisiese tan
pronto como hubiera alguien más.
—Exactamente.
La frustración le dio ganas de aullar. Logró evitarlo.
—No es así —gruñó, tratando de pensar en una manera de hacerle entender su necesidad sin
aterrorizarla de tal modo que corriera—. Te quiero a ti, Missy, no solo un cuerpo femenino.
—Sí, claro.
—Lo digo en serio, he tenido un montón de cuerpos femeninos. Tienes razón sobre eso —
admitió, y tuvo que apretar los dientes contra el dolor que vio parpadear en sus ojos—. Pero eso
significa que conozco la diferencia entre ellos y tú. No quiero otra mujer. No le he pedido a otra
mujer que pase el fin de semana conmigo.
La vio sacudir la cabeza y se dirigió de nuevo a su lado, agarrándola por los brazos la obligó a
enfrentarse a su mirada. Necesitaba impresionarla con la verdad, y esperaba que fuera capaz de
leerlo en su rostro.
—No le he pedido a otra mujer que viva conmigo. Nunca le he pedido a ninguna mujer que
hiciera eso. Solo a ti.
—Pero eso es lo que no entiendo —susurró, con los ojos abiertos y confusos cuando le miró—.
Esta noche es la primera vez que has hablado más de cinco palabras conmigo, ¿y de repente estás
loco por mí? Eso no tiene ningún sentido.
Por primera vez en su vida, Graham lamentó ser un hombre lobo. Si fuera un vampiro como
Dmitri, podría leer sus pensamientos para saber exactamente cómo tranquilizarla, pero en lugar
de eso estaba indeciso en la manera de hacerla confiar en él sin también hacer que le viera como
una criatura aún más rara de lo que ya era.
Incapaz de resistirse, alargó la mano para acariciar su sedoso pelo, recordando cómo se veía
extendido sobre sus sabanas. Deseaba verlo allí de nuevo, ahora, pero quería más que eso. Si
quería convencer a esta mujer para que fuera su compañera, tendría que moverse lentamente. Y
si eso no era enseñar trucos a un perro viejo, no sabía lo que era.
—¿Por qué no dejar de pensar tan duro y me das una oportunidad? —sugirió—. Ya has
accedido a quedarte este fin de semana, así que lo utilizaré para convencerte de que hablo en
serio.
—El sexo no va ha hacerlo.
Se rió y se impulsó para abrazarla hasta que chilló una protesta.

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—Te prometo que el sexo solo será una parte de ello —bromeó, aflojando su control solo
ligeramente—. Vamos a hacer otras cosas, también. Cosas que hace la gente cuando quieren
llegar a conocerse unos a otros. Como hablar... y ver películas... y jugar... y pedir comida china.
¿Qué dices?
Ella le miró en silencio, y pudo ver que buscaba alguna pista. Esperaba que lo que encontrara la
tranquilizara sobre su sinceridad. Finalmente, respiró hondo y asintió una vez.
—Está bien. —Aceptó—. Ya que me tengo que quedar aquí de todos modos, no hay mucho que
pueda hacer para evitarlo, supongo.
Rió y la abrazó triunfalmente de nuevo.
—Perfecto. —Plantó un gran beso en su boca sorprendida antes de alejarse y dirigirse a la
puerta del dormitorio—. Espera un segundo, y voy a buscar algo que te puedas poner. Luego te
llevaré a desayunar. No sé tú, pero yo me muero de hambre.
No logró contener el júbilo en sus pasos cuando la dejó mirándolo fijamente. Tan pronto como
se vistiera, iba a llevarla a su restaurante favorito y alimentarla. Con las cosas que había planeado
para su fin de semana juntos, iba a necesitar reponer toda su energía.

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Missy se puso los pantalones negros que Graham le había traído y le dio las gracias
silenciosamente al empleado del club que se los había dado. La idea de ponerse el vestido super-
corto de la noche anterior la hizo estremecerse, sobre todo teniendo en cuenta que carecía de
ropa interior que ponerse debajo de él. Los restos que habían quedado después de que Graham se
la arrancara la noche anterior ya estaban en la papelera del baño y luchaba por no retorcerse por
la poco familiar sensación de llevar pantis.
No se preocupaba tanto por el sujetador. Al tener una reducida copa D, podía salir sin él, sobre
todo porque la camisa que llevaba era de Graham y podría envolver a tres de ella. Tenía que
arremangarse casi hasta los hombros y arremeter el grueso material por la cintura para evitar
sentirse ahogada por la cosa, pero era cómoda, y su forma ancha disimulaba el hecho de que sus
pechos estaban desnudos debajo de ella. Todo lo que necesitaba ahora era algo que la ayudara a
ocultar sus sentimientos.
Tener al hombre de tus sueños dedicado a cumplir todas tus fantasías se le podía subir a la
cabeza a una chica, Missy solo podía rezar para que no se le metiera en el corazón. Graham solo le
había ofrecido la oportunidad de pasar un fin de semana viviendo sus sueños, y lo había cogido
con ambas manos. Por muchos que quisiera proteger sus sentimientos, nunca sería capaz de
perdonarse a sí misma si no hacía todo lo posible para disfrutar de este interludio con Graham.
Sabía perfectamente que no podía durar para siempre. No importaba el nivel de lujuria y
curiosidad que sintiera Graham hacia ella ahora, sabía que no iba a durar. Solo esperaba que
pudiera quedar satisfecha con los recuerdos de este fin de semana cuando terminara. No podría
desnudarse si pasara el resto de su vida enamorada de un hombre quien había conseguido
aburrirse con ella.
Graham pasó por la puerta de la habitación justo cuando se estaba mirando los pies descalzos.
De algún modo los zapatos de tacón de la noche anterior no pegaban con su conjunto.
—¿Estás lista?
—Tan lista como puedo estar —contestó, dirigió su mirada hacia fuera y luego a sus pies—.
Pero creo que encajo en la categoría de ‘no hay zapatos, no hay servicio’.
Abrió la puerta del armario y le sacó unas tenis blancas.
—Ninguno de mis empleados tiene un cinco y medio, pero tengo unas del siete y unos
calcetines gruesos.
—Gracias. —Tomó el calzado y se sentó al filo del colchón para ponérselo—. Me siento como si
me hubiera aprovechado de una pobre camarera, robándole la ropa.
—No tienes que robarlo, ellos te lo regalan. Además, las tenis llegaron de mi secretaria, tiene
los pies más pequeños.
Golpeó el suelo con su bota mientras ella se ataba los cordones con fuerza y probaba el ajuste.
Un poco flojas, pero los calcetines le impedían sentir que llevaba zapatos de payaso.
—Está bien —anunció, poniéndose de pie—. Estoy lista.
Graham sonrió.
—Genial. Solo tengo que avisar al personal de a dónde vamos y nos marchamos. Vamos.

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Le tomó la mano y tiró de ella hacia la puerta. Missy le siguió, tratando de fingir que tenía
opción.
No había tenido la oportunidad de ver nada la noche anterior, ya que había hecho el viaje a su
casa y hasta su habitación doblada sobre su hombro y en la oscuridad total, pero ahora tenía la
oportunidad de mirar a su alrededor. La antigua casa tenia el tipo de gracia elegante que la
arquitectura del siglo XIX parecía impartir naturalmente. La madera oscura brillaba con la riqueza
de la edad, y el tranquilizador tono tierra de la confortable decoración masculina hacía sentir lo
mismo. No era el tipo de lugar en el que habría imaginado viviendo a Graham, pero quizá tenía
aspectos que no había visto aún. Los únicos aspectos que había estado interesado en mostrarle
hasta ahora eran su contundencia y exigencia.
Esperando que la llevara hasta el frente y hacia la puerta del Vircolac, se sorprendió cuando
giró hacia la izquierda dentro de un estudio grande y caminó hasta una sección bien surtida de
librerías. Extendió la mano y apretó un botón, luego agarró las estanterías y tiró hacia él para
revelar un pasillo bien iluminado y totalmente libre de polvo.
—No es exactamente cómo imaginé siempre que sería un pasadizo secreto —dijo.
Graham sonrió.
—Podría añadir un poco de telarañas y suciedad si lo deseas. —Puso su mano en la parte baja
de su espalda y la condujo por delante de él—. En realidad no es secreto, sin embargo. Mi
personal y yo lo usamos cuando tenemos que ir y venir de un edificio a otro. Ahorra tiempo. Y nos
mantiene secos cuando el clima es malo.
El corto pasillo estaba empapelado e iluminado como un interior normal y terminaba en una
considerable sala con seis puertas. Pasaron por otro pasillo y giraron a la derecha, saliendo a una
gran escalera en el vestíbulo del club.
A Missy le pareció la imagen de un vestíbulo de una gran casa londinense de algún aristócrata
rico. Tenía esa vista antigua, rica y de poder que aparentemente exudaba hasta de los frisos de la
pared. La decoración más bien parecía la de una casa particular que la de un club, pero se imaginó
que no habría una gran cantidad de casas que experimentasen esta cantidad de actividad antes de
las seis de la mañana.
Podía oír el sonido de las voces y el golpeteo de los pasos mas allá de las puertas abiertas que
se alineaban en la sala, y el personal uniformado caminando de un lado a otro, buscando
progresivamente y llevando sus lujosos, vistosos trajes. Varios de ellos saludaron a Graham y le
lanzaron algunas miradas curiosas mientras su jefe la llevaba hacia la puerta frontal del edificio y
una de las pocas puertas cerradas en el salón. Missy trató de ignorar las miradas y se ocupó de
echarle el vistazo al club que tanto había estado esperando.
—Solo necesito hablar con mi ayudante por un minuto —le explicó cuando se detuvo en la
puerta con la mano en el pomo pulido de bronce—. Además, me hizo prometerle que os
presentaría a cambio de dejarte sus zapatos.
Missy arqueó las cejas ante eso, pero permitió que Grahan la hiciera pasar a la habitación por
delante de él. Entraron en un despacho, Missy lo supo por los archivadores, tablones de notas y
escritorios que había en su interior. Uno de ellos estaba cubierto de papeles pero sin ocupar. El
otro estaba limpio y organizado y una mujer que lucía un vestido bastante informal estaba sentada
detrás de él, su cabello largo y castaño estaba recogido en una cola de caballo. La mujer levantó la

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vista cuando entraron y sonrió. Miró a Graham primero, pero cuando sus ojos azules se clavaron
en Missy, lo hicieron con curiosidad evidente.
—¡Buenos días! —dijo, saltando de su silla y apresurándose a pasar delante de su escritorio
para ponerse delante de la pareja—. Estoy feliz de conocerte Luna. Estaba tan emocionada cuando
Graham me habló de ti.
Missy le ofreció a la mujer una sonrisa amigable. Al menos lo intentó, sin embargo la morena
parecía determinada a mirar fijamente a algún lugar cerca de su codo derecho. Su sonrisa se
convirtió en una mirada de asombro, y Graham dio un paso adelante para hacer las
presentaciones.
—Missy, esta es mi ayudante, Samantha Cartwright.
Volviendo a intentar con una sonrisa, Missy extendió su mano.
—Encantada de conocerte.
Samantha le tomó la mano y se inclinó para besarla suavemente en la boca. La sorpresa la hizo
dar un pequeño salto, y los ojos muy abiertos de Samantha se encontraron por primera vez con los
de ella.
—¿Qué pasa? ¿Hice algo mal? Luna, pido disculpas...
Graham la cortó.
—No hay ningún problema, Sam. Creo que sorprendiste a Missy.
Lo cual era cierto. Pero Missy se encontraba bastante sorprendida con Graham, también. ¿Y
que estaba pasando con esa cosa de “Luna”?
—No hay nada por lo qué disculparse —le dijo a Samantha con otra sonrisa—. En realidad,
quería agradecerte por prestarme los zapatos. Eso fue muy amable de tu parte.
—¡Oh, no es nada! —Se apresuró a asegurarle—. Lamentó que no sean realmente de tu
tamaño.
—Bueno, no es que yo espere que tus pies encojan para mi conveniencia —Se rió—. Con los
calcetines, está bien.
Graham le puso una mano sobre el brazo y le sonrió.
—Déjame decirle a Samantha un par de cosas sobre el club, y podremos irnos, ¿vale?
Missy le lanzó una mirada extrañada, pero asintió.
—Por supuesto. Tómate tu tiempo.
Él le sonrió, y ella se giró lejos para mantenerse apartada de la existente sensibilidad en la pura
adoración de su rostro. La apariencia del hombre hacía que las cosas no fueran de forma justa.
Mientras hablaba con Samantha sobre proveedores, cuentas y correspondencia, Missy se paseó
por la habitación e inspeccionó el entorno de trabajo del hombre con el que había accedido a
pasar el fin de semana. La oficina era cómoda, casual y un poco desordenada al estilo deshuesado
de la Architectural Digest. Una fila de prácticos archivadores estaba alineada contra una pared
bellamente empapelada justo debajo de unos paneles individuales de vidrio. Los escritorios
parecían antigüedades, pero estaban cubiertos de ultra modernos ordenadores y montones de
papeles. Samantha se veía cómoda y cómo en casa en un par de jeans descoloridos y una camiseta
muy usada de la universidad de Nueva York. Missy se sentía un poco menos cómoda con el hecho
de que la otra mujer parecía no poder dejar de mirarla.

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Finalmente, dejó de dar vueltas y hacer cómo si no les prestara atención. Se apoyó en el
escritorio de Graham para esperar. Samantha miró hacia otro lado en el momento en que Missy la
miró a los ojos, por lo que frunció el ceño. ¿Tenía una mancha en la camisa? ¿Su pelo estaba
revuelto? Empezó a sentirse como un bicho raro de feria o algo así, con todas esas miradas
desviadas y la tensión.
La posible explicación para su extraño comportamiento la golpeó tan pronto como Graham
terminó de firmar unos papeles, se despidió de su ayudante y la sacó por la puerta.
En el momento que la puerta del despacho se cerró detrás de ellos, Missy expuso sus sospechas
tan sutilmente como pudo.
—¿Estás liado con tu ayudante? —exigió.
Graham se detuvo con la mano en el pomo y la miró de forma incrédula.
—¿Con Sam? Por supuesto que no. ¿Que diablos te hizo pensar eso?
Missy encogió los hombros. Su reacción parecía perfectamente inocente, pero no podía pensar
en ninguna otra manera de explicar el extraño comportamiento de la otra mujer.
—No lo sé. Solo pensé que parecía un poco... incomoda a mi alrededor. Como si estuviera
esperando que me volviera la malvada bruja de oeste, o algo así.
Abrió otra puerta y sacó dos chaquetas del amplio armario del salón, ayudándola a ponérsela.
—Te estás imaginando cosas —dijo, metiendo su propia chaqueta bajo el brazo mientras le
arremangaba las mangas de la que le había dejado hasta que sus manos finalmente aparecieron
por la parte inferior. Afortunadamente el dril envejecido era suave y flexible, de modo que no se
sintió como un niño de dos años en un traje de nieve antes de que terminara.
—No me he imaginado el hecho de que apenas ha podido soportar mirarme a los ojos. No
estoy totalmente desorientada, ya sabes.
—Nunca dije que lo estuvieras. —Se puso su chaqueta y abrió la puerta principal para que
saliera—. Eso no ha tenido nada que ver contigo. Bueno, no directamente, de todos modos. Es
solo Samantha.
—Pero...
La interrumpió con un suspiro.
—Es un poco más complicado que eso para responderte con una palabra, ¿Podemos esperar a
que haya tomado un poco de café? El restaurante está a un par de calles de aquí.
Missy asintió a regañadientes.
—Supongo que sí, pero quiero saberlo.
—Te prometo que te lo diré, ¿de acuerdo? —Le sonrió y extendió su mano para cogerle la
suya—. Por ahora vamos a disfrutar del aire fresco y de la compañía.
Missy se encontró sonriendo.
—¿Esa es tu forma amable de decirme que me calle?
Él asintió con la cabeza, mostrando una sonrisa encantadora.
—Por lo menos hasta después del café. ¿Está funcionando?
Se encogió de hombros y sonrió, dejando que la guiara hacia el norte por una calle tranquila.

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Eran solo las seis de la mañana, pero la ciudad ya estaba despierta. Podía oír el ruido del tráfico
por el vecindario, oler tenuemente los gases de los tubos de escape en la brisa matutina. El frío
hizo que le hormiguearan la nariz y las mejillas, metió la mano derecha en el bolsillo, pero dejó la
otra firmemente agarrada a la de Graham, manteniéndola calentita.
Se guardó sus preguntas y disfrutó de la caminata matutina hasta que una camarera con el pelo
rosa les sentó en una cabina cerca de la ventana con grandes tazones de cerámica para el café y
menús plastificados abiertos. Una vez solos de nuevo, cedió a su curiosidad.
—Está bien. Entonces, ¿qué pasa entre Samantha y tú?
Graham se tragó media taza de café como si fuera un trago de whisky, sin importarle el vapor
que salía por el borde de la taza. Parecía no notar la temperatura, pero Missy no pudo evitar
pestañear. Incluso después de añadirle cuatro cazitos de crema a su propia taza, todavía tubo que
dejarlo a un lado para que se enfriara.
—Te lo dije, no hay nada “sobre” Samantha y yo —dijo—. Ella es una empleada y un miembro
de la manada. Eso es todo.
—Entonces, ¿también es una mujer lobo? —preguntó, pero su asentimiento solo la confundió
más—. Entonces, ¿Por qué se veía cómo si tuviera miedo de que le saltara encima?
Probablemente me podría hacer girar sobre sus dedos como a una pelota de baloncesto.
Consiguió un par de minutos de respiro cuando la camarera volvió para tomarles nota, y Missy
casi pudo ver los engranajes de su cabeza mientras buscaba la mejor explicación.
Suspiró cuando la camarera tomó las cartas y se dirigió hacia la cocina.
—Lo más probable es que no te tuviera miedo exactamente. Solo era cauta.
Le miró por encima de la taza.
—Eso ya me lo has dicho, pero todavía no me has dicho por que. Quiero decir, realmente no
soy una amenaza sobre la que no pueda hacerse cargo. A no ser que le tenga un miedo mortal al
alfabeto cantado.
—Como he dicho, es... complicado.
—¿Mary tiene un cordero chiquitito?
—Es un asunto Lupine —comenzó, parando cuando ella hizo girar los ojos.
—¿Y yo no lo entendería? ¿Es eso lo que estás tratando de decir? Perdóname, pero creo que
soy perfectamente capaz de comprender, si tienes la cortesía de explicarme.
Tamborileó los dedos sobre la fórmica rayada y frunció el ceño.
—No te pareces mucho a una profesora de preescolar en este momento.
—De algún modo no creo que te hayas asociado con muchas desde que tenías cinco años —
dijo—. Y no cambies de tema. El hecho de que enseñe a niños de cinco años no quiere decir que
esté contenta cuando se me trata como si también los tuviera. ¿Cuál es el gran secreto lobuno que
no entiendo?
—No es un secreto, tan solo un asunto de cultura.
Missy se echó para atrás cuando la camarera les trajo su comida, pero no apartó la mirada.
Quería saber lo que estaba pasando.
—¿Y?

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La examinó, y ella cuadró los hombros y levantó la barbilla, determinando que su negativa no
iba a hacer que diera marcha atrás.
Cuando habló, su voz sonaba entre así-son-las-cosas y un poquito cautelosa.
—Eres su nueva Alfa. Estaba siendo cautelosa a tu alrededor como una señal de respeto. Lo del
beso también iba acerca de eso.
—Pero tú eres su Alfa, no yo. Ni siquiera soy Lupine.
—Los Alfas suelen estar en parejas, macho y hembra. Soy el macho Alfa de la manada, pero
Samantha te reconoció como la hembra Alfa, y los Lupine llaman a las hembras Alfa ‘Luna’ porque
son tan influyentes como ella.
Missy se preguntó si el mundo nunca cambiaría de nuevo a su eje, ya que se había descentrado
desde el primer momento en que la había tocado la noche anterior.
—No soy Lupine —repitió—. Ni siquiera soy un miembro de la manada. No puedo ser una líder
en ella.

Graham se tragó un trozo de tocino.


—Samantha, obviamente, no está de acuerdo.
—Ella no puede simplemente decidir eso, ¿verdad? Quiero decir...
La protesta de Missy se interrumpió cuando Graham le deslizó un poco de huevos revueltos en
su boca abierta y le dirigió una mirada severa.
—¿Podemos dejar de hablar de Samantha, por favor? —Se le veía un poco impaciente, pero al
menos trataba de ser cortés—. Tan solo me has concedido un fin de semana para ganarte, y esta
conversación en particular está acortando mi tiempo —Missy asintió a regañadientes, ya que no
podía hacer mucho más con la boca llena, y él retiró su tenedor—. Bien. Ahora termina tu
desayuno. Vamos a tener un día ocupado.
Graham dirigió su atención de nuevo a la comida y Missy trató de fingir que no había
interpretado el comentario de una manera completamente sexual. Pero aún así tubo que cruzar
las piernas y apretar los muslos para aliviar el dolor que su imaginación y su voz ronca le habían
inspirado.
Miró su plato y comenzó a extender la mermelada de mora por su tostada, más que nada para
mantener sus manos ocupadas que porque quisiera comer. De alguna manera, el esfuerzo de la
noche anterior le hacía desear proteínas, no tostadas. Agarró un trozo de tortilla de espárragos y
chedar y trató de comportarse como si la idea de que la mantuviera entretenida todo el día en su
habitación, no se le hubiera pasado por la mente.
—¿Qué tienes planeado? —Se reunió con su mirada con la expresión más casual que pudo,
pero aún así terminó ruborizándose con el brillo diabólico en sus ojos.
—Bueno, no vas a vivir conmigo hasta que nos conozcamos mejor —dijo, terminando sus
huevos y empezando con los panqueques—. Así que hoy me vas a enseñar todo lo que tengo que
saber de ti. Y mañana, te enseñaré todo lo que hay que saber de mí. El lunes, te ayudaré a hacer
las maletas.

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Missy puso los ojos en blanco y se echó a reír, pero no pudo suprimir la pequeña voz en su
interior que se lamentó por la injusticia del hecho de que el lunes, estaría harto de ella y pasaría a
la siguiente mujer que le llamara la atención. Para ese momento de la verdad aún faltaban dos
días, y no tenía la intención de desperdiciar esta oportunidad pensando en la forma en que iba a
acabar. De hecho, no tenía intención de perder ni un minuto compartiendo todos los detalles de
su aburrida vida solo para que se aburriera de ella más rápido. Planeaba escurrir hasta la última
gota de disfrute que pudiera del tiempo que pasaran juntos, y eso significaba que no iba a dejarle
ver cómo hacía la colada o terminaba la compra de la semana. Si solo tenía un fin de semana con
él, pensaba pasarlo tocándolo. Preferiblemente desnudo. Y, aún más preferible, en posición
horizontal.
Luego, pasaría la siguiente semana encerrada en su apartamento, llorando su perdida a través
de caja tras caja de pañuelos.
—Que te deje saber todo lo que hay que saber sobre mí, no va a llevarnos todo el día —dijo,
apartando su comida a medio terminar, esperando que el gesto se viera más cómo que estaba
preparada, y menos a que su estómago se había anudado tan fuerte que no podía tragar—. De
hecho, te puedo decir todo acerca de mí con tan solo unas cuantas frases cortas.
La voz dentro de su cabeza, gritó en señal de protesta, pero Missy la ignoró. Ignoró su corazón
acelerado, sus dedos temblorosos y su boca repentinamente seca y rezó para que la fuerza que
sabía iba a necesitar los dos próximos días le llegara. Bueno, pensó, tomando una respiración
profunda y temblorosa. Aquí va. Simplemente que no me mire como a una idiota. Eso es todo lo
que pido.
Missy se echó para atrás en la silla y estiró sus piernas hasta que pudo enganchar su tobillo en
su pantorrilla y tirar de él más cerca. Entonces le dio lo que esperaba se viera cómo una sonrisa
seductora y bajó las manos alisando la camisa prestada, aflojando los dos primeros botones con
movimientos lentos y burlones. Vio como se quedaba inmóvil, vio caer sus ojos y fijarse en la
pálida piel recién descubierta por la abertura de la camisa, y sintió una sensación de poder que la
hizo sonreír ampliamente.
—Acabo de cumplir veintisiete años —dijo, deslizando una mano en la apertura de la camisa
que llevaba y haciendo un camino con sus dedos por su pálida piel desde su garganta hasta su
modesto escote y viceversa. Sus ojos seguían el movimiento como si estuvieran pegados a él—.
Soy hija única. Nací en Brooklyn, pero me crié en el condado de Westchester. Fui al Sarah
Lawrence. Me gradué en Educación Infantil. Nunca me he roto un hueso, pero una vez me torcí la
muñeca jugando al tenis. No he tocado una raqueta desde entonces.
Siguió hablando, abriendo otro botón cada pocas palabras. En el momento en que empezó a
hablarle de sus padres y el hecho de que le tenía un miedo mortal a las medusas, su ombligo era
apenas visible por la abertura de la camisa. Vio como su mandíbula se apretaba e hizo círculos con
la punta de su dedo sobre el último botón. Eso y el nudo en su camisa eran los únicos entre ella y
su primer arresto.
—Soy alérgica al marisco, pero me encanta el pez gato, sobre todo bien tostado. Mis músicos
favoritos son Stevie Ray Vaughn, Sarah McLachlan y las Indigo Girls.
No prestó atención a nadie a su alrededor, ya que nadie se la prestaba a ella. Estaban en
Manhattan, lo que significaba que una mujer en un restaurante con la camisa entreabierta, pero

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aún cubriendo sus partes mas privadas, no era una noticia de primera plana. De hecho, era
probable que ni siquiera fuese un punto luminoso en su radar.
Lamiéndose los labios, le frotó la pierna con el pie por debajo de la mesa y poco a poco, muy
lentamente, se desabrochó el último botón.
—Me gusta dar largos paseos por el parque, desayunar en la cama los domingos por la mañana
y ver musicales antiguos en DVD. Me matan los hombres seguros que saben lo que quieren, que
tienen sentido del humor y se vuelven peludos una vez al mes.
Se movió un poco, dejando al descubierto el centro liso, suave de su torso a su ávida mirada.
Un gruñido bajo retumbó en su pecho, y se agarró a la mesa con tanta fuerza que sus nudillos se
pusieron blancos, pero no pudo resistirse a presionarlo un poco más lejos.
Con los ojos en su rostro, empujó a un lado la camiseta lo justo para que pudiera ver la curva de
sus pechos, luego pasó las manos entre ellos hasta el cierre de sus pantalones.
—¿Crees que sabes lo suficiente acerca de mí? —preguntó, su voz ronca, un ronroneo, cómo
burlándose de su sutil striptease—. ¿O crees que necesitas algo más?
Sus dedos se flexionaron y el botón superior se abrió. Casi al instante, los ojos de Graham se
volvieron de un verde intenso, brillante y su brazo se levantó en el aire.
—¡La cuenta, por favor!

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Estaban de nuevo en su casa en siete minutos exactos, incluyendo el cálculo de su cuenta por la
camarera, aunque Graham no perdió tiempo en calcular si no que tiró un fajo de billetes sobre la
mesa y arrastró a Missy por la puerta antes de que pronunciara otra palabra, después de ese
espectáculo, era mejor que no abriera la boca otra vez hasta que no estuviera listo para meterle
algo en ella.
Se las arregló para no echársela de nuevo al hombro solo porque ya estaban cerca de casa. Pero
para que no creyera que no estaba impaciente por ella, le cayó encima como un pit bull en el
minuto en que la puerta se cerró detrás de ellos.
Aterrizó sobre la alfombra de la entrada con un golpe duro, y escuchó el silbido cuando el
impacto le arrancó la mayor parte del aire de sus pulmones. Lo que le había quedado, se lo robó
con un beso tan caliente, húmedo y alucinante que casi terminó en sus pantalones solo con la
sensación de su boca contra la suya. Sus labios se movieron con afán sobre los de ella, firmes y
ávidos, mientras su lengua se sumergía profundamente para enredarse con la suya. Sabía a café, a
mujer y al sabor dulce y salvaje de ella, y quiso devorarla. Juró que sabía incluso mejor que la
noche anterior. Más rica. Más intensa. Tal vez lo estaba imaginando, pero en aras de la precisión,
pensó que era mejor asegurarse mediante algunas pruebas más. Pruebas de sabor.
Pruebas de sabor desnuda.
Gruñendo de anticipación, cerró las manos sobre el nudo que sujetaba su camisa y lo desgarró.
No importaba que acabase de reducir su propia camisa a trapos para el polvo, porqué el tesoro
que yacía debajo era un abismo mucho más importante para él. Sus manos se apretaron en puños
cuando apartó los lados de la camisa y sus pechos se mostraron a su hambrienta mirada. Sus
pezones ya estaban duros incluso antes de que él los tocara, y apuñalaban el aire como pequeños
guijarros haciéndole la boca agua.
Se metió uno entre los labios rápidamente, antes de empezar a babear por su entusiasmo.
Ella murmuró y se movió por debajo de él, creando una perturbadora fricción contra el exigente
habitante en sus vaqueros. Un gruñido retumbó profundamente en su pecho, y se agachó para
quitarle los pantalones. De alguna manera el negro material se desintegró bajo sus manos. No
tenía la intención de ser tan bruto, pero al parecer a su instinto no le importaban nada sus
intenciones.
A Missy no parecía importarle, a juzgar por la forma en que su respiración se había acelerado y
sus manos se deslizaban desde su pelo hasta sus hombros y luego por su espalda, hasta que pudo
agarrar la tela de su camisa y sacarla del pantalón. Acomodó parte de su peso sobre ella,
reforzando las palmas contra la alfombra oriental que cubría el suelo de madera. Le dio a su pezón
un último, afectuoso lametón y comenzó a hocicar su camino hasta el otro pecho.
Tenía razón, su gusto se había hecho más rico, más dulce, más caliente desde la noche anterior,
pero sabía que tendría que probar algunos otros lugares exclusivos antes de poder confirmar su
teoría. Su pezón descuidado solo era uno en una larga lista.
A mitad de camino, cuando su nariz rozó el trozo de piel caliente entre sus pechos, donde su
olor se juntaba, Graham se congeló. En ese momento supo a ciencia cierta que su olor se había
vuelto más fuerte, y sabía por qué.

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Missy es fertil.
Se mantuvo a sí mismo sobre ella, suspendido e inmóvil y temblando por el esfuerzo de
contenerse, y luchando por mantener a su bestia lo suficientemente lejos para no hacerle daño o
enviarla corriendo y gritando de terror hasta su casa. Su nariz llameó, y aspiró profundamente,
incapaz de resistir la necesidad de beber de su fragancia, a pesar de que cada gota le hacía más
difícil controlar sus impulsos. Se mantuvo en el precipicio, sabiendo que si no se apartaba de ella
ahora, en ese momento, y se pusiera tan lejos del alcance de su fragancia como fuera posible, la
dejaría embarazada, y cuando eso sucediera, su estatus como teórica compañera pasaría a ser
irrevocable. Después de eso, sin importar lo que ella quisiera, Graham sería incapaz de dejarla ir.
Missy gimió debajo de él. Sus manos agarraron su camisa, pero el material se mantuvo firme,
así que deslizó sus manos entre sus cuerpos para desabrochar los botones. Uno tras otro, los soltó
hasta que pudo empujar la camisa por encima de sus hombros y fuera de su camino. Luego inclinó
su cuerpo hacia arriba y le pasó la caliente, rosada lengua por uno de sus planos pezones, y supo
que había pasado el punto de no retorno desde hacía mucho tiempo, muchísimo tiempo. Era suya,
y ahora se aseguraría que nunca cambiara de opinión.
Con un gruñido feroz, se apartó de ella lo suficiente para liberarse de sus ropas, lanzándolas
lejos junto a las suyas. El tejido destrozado por sus dedos, cuyas puntas se habían convertido en
garras, cayó disperso por la sala. Cuando todas las partes de su piel estuvieron desnudas para él,
se puso de rodillas y se humedeció los labios.
Missy le miró, sus ojos vidriosos y estrechos, sus labios entrecerrados para dejar pasar su
respiración jadeante.
—Graham. Te necesito —suspiró, pasando y entrelazando sus dedos por el áspero-sedoso pelo
de su pecho. Tiró, y él gruñó bajo el afilado aguijón, pero no se movió.
Le frució el ceño.
—Ahora —dijo, con voz más fuerte, más firme—. Eso no fue una generalización, sino una
invitación. Así que empieza a moverte.
Su bestia saltó ante eso, con la intención clara de joderla hasta dejarla sin sentido, golpeando
en ella y luego rugir su triunfo a la luna creciente. Afortunadamente, Graham la agarró por el
cuello antes de que pudiera saltar y la forzó a su interior temporalmente sometida. Si la asustaba
ahora, se arriesgaba a mucho más que a la frustración sexual. Corría el riesgo de una vida
miserable, porque una compañera infeliz no presagiaba nada bueno para su relación.
—¿Tengo que pedirlo por escrito? —Sus ojos se estrecharon cuando no la penetró
inmediatamente, y cuando siguió vacilando, deslizó la mano por la mata de pelo de su pecho, por
debajo de su abdomen hasta que sus dedos se curvaron alrededor de su pene y apretó con
firmeza.
Estuvo a punto de aullar a causa de eso. Sus flexibles dedos se sentían frescos y sedosos
alrededor de su piel caliente, y cuando miró hacia abajo, se quedó paralizado por la visión de su
pequeña y pálida mano contra su ruborizado eje y morena piel que no pudo evitar extenderse.
Su mandíbula se apretó con tanta fuerza, que pensó que podría romperse por la presión.
Desesperadamente, luchó por el control, luchó por mantener a la bestia dentro de su interior, sin
importar cuán ferozmente luchara por la libertad. Graham sabía que aún con lo
sorprendentemente audaz que su compañera estaba resultando ser, todavía era demasiado

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humana y también demasiado nueva en esto para enfrentarse a ciertos aspectos de su naturaleza
lupina. Pensó que podría esperar a un momento mejor para cambiar por primera vez delante de
ella, que cuando tenía los muslos abiertos y su mano alrededor de su polla. No era el momento
adecuado.
Cuando su otra mano se deslizó desde su pecho hasta su muslo y luego cubriendo sus bolas, su
bestia hizo otra embestida y Graham tuvo que recurrir a toda la fuerza de su cuerpo y hacer un
cierto número de concesiones para mantenerse a raya. Su bestia accedió a quedarse por debajo
de su piel si Graham dejaba a un lado su debate interno y la jodía. Cuando se deslizara en ella, sus
músculos aferrándose alrededor de su polla, la bestia dejaría de presionarle y se conformaría con
eso. Era una tregua que Graham estaba dispuesto a aceptar.
Antes de que pudiera llegar a ella, la paciencia de Missy se agotó. Apartó sus manos, se impulsó
hacia arriba y le miró fijamente a los ojos.
—¿Rompiste todos los récords de velocidad solo para poder admirar mis bonitos ojos, o
podríamos seguir con cosas más interesantes?
Su bestia gruñó, y la sonrisa que le dirigió se sentía salvaje. Cuando su lengua salió para lamerse
los labios, la frotó contra el borde afilado de sus colmillos, y sonrió más ampliamente.
—Interesante —gruño—. Muy interesante.
Entonces se abalanzó.
Se lanzó sobre ella como un lobo saltando a la yugular de su presa. Ella se sacudió con la
torpeza nacida del instinto y se alejó. Sonrió y fingió atacar y ella se puso de rodillas mirándole con
cautela.
—¿Qué diablos estás haciendo? —exigió.
—Dijiste que te gustaban los hombres que se vuelven peludos. Voy a dejarte ver mi lado
peludo.
Sus ojos se ampliaron, y vio como su postura cambiaba de agresiva a desconfiada. Olfateó,
probando el aire, pero no pudo oler nada parecido a la mancha amarga del miedo estropeando su
rico y dulce olor.
De hecho, pensó oliendo de nuevo, la vainilla es más fuerte, está excitada.
La idea hizo que su cuerpo se apretase, algunas partes más que otras, y comenzó a merodear
lentamente hacia ella. Manteniendo la mirada fija, se acercó más, con intención carnal marcada en
cada movimiento. Se movió hacia atrás pero el hecho de que estaba de rodillas le obstaculizó los
movimientos. Vio como mantenía los ojos fijos en él, pero también vio cuando sus músculos
comenzaron a contraerse y tensarse mientras se preparaba para levantarse.
Nunca llegó a hacerlo.
Antes de que pudiera hacer un movimiento en la alfombra, saltó y la condujo con un placaje a
un suave vuelo. Envolvió los brazos a su alrededor y la abrazó contra su pecho, giró en medio del
aire y cayó debajo de ella, absorbiendo el impacto con sus hombros y espalda. La tuvo de espaldas
contra el suelo antes de que pudiera jadear por la sorpresa, pero estuvo jadeando al minuto
siguiente, cuando la giró sobre su estómago, le separó las piernas y metió sus rodillas entre sus
muslos separándolos.
Se levantó por debajo de él, empujando con las manos hacia arriba y estirando el cuello para
mirarlo con ojos cautelosos.

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—¿Qué estás haciendo?


Su respuesta consistió en una mueca salvaje y agarrarle la cintura con las manos, tirando de ella
hacia arriba hasta que se arrodilló a cuatro patas delante de él. Luego se inclinó sobre ella,
cubriendo su cuerpo con el suyo hasta que pudo mordisquear suavemente su oreja para después
acariciar su mejilla con la suya. Ella se estremeció, y él la lamió pasando su lengua desde su
mandíbula hasta la línea del pelo.
—Dijiste que te gustaba peludo —repitió, poniendo sus manos sobre las suyas y fijándola al
suelo cuando trató de escabullirse—. Dijiste que me necesitabas. ¿Has cambiado de opinión?
Cerró los dientes sobre su nuca y se pegó a ella cuando un escalofrío le recorrió la espalda. Su
legua salió para probar su piel caliente, y su olor se burló de él, llenando sus sentidos con su
perfume dulce e intenso. Cada vez que la tocaba, su fragancia se hacia más fuerte, más llena de
miel y vainilla y la indescriptible riqueza de su fertilidad. Eso le dijo cuanto le deseaba, pero era
más que eso, la identificaba como su compañera, ya que ninguna otra mujer lo había afectado
nunca de esa manera. Ninguna lupina, y ciertamente ninguna humana. Nunca había percibido un
olor como el suyo, uno que le decía cuán madura estaba, y como de bienvenida sería su
descendencia dentro de su vientre. La idea de que un cachorro suyo creciera bajo la suave curva
de su abdomen hacía que su polla se ensanchara hasta el punto del dolor, y supo que tendría que
estar en su interior pronto.
—¿Has cambiado de opinión? —exigió, raspando con sus dientes la parte más sensible de su
columna vertebral. Tembló debajo de él, y dejó caer la cabeza hacia delante en un gesto de
sumisión que hizo a la bestia dentro de él rugir de triunfo. Tuvo que luchar para no morder más
duro, hincarle los dientes más profundo. Su bestia quería marcar su bonita piel, y la lujuria le había
nublado la mente de tal manera que apenas recordaba por qué era una mala idea.
—No —gimió, obligándolo a salir de la niebla con una oleada de triunfo—. Te deseo a ti,
Graham. Por favor.
Sus palabras fueron un susurro débil, incluso para sus sentidos, pero aún así las oyó, y con eso
gruñó de satisfacción.
—Entonces acéptame —gruñó—. Y ábrete.
Ella gritó, pero el sonido no hizo que se detuviera. Apenas la oyó con el ensordecedor placer de
sentir su estrecho calor apretando alrededor de él. Su polla excavaba a través de su chorreante
canal igual que el agua a través de una tubería, llenándola hasta el punto que se desbordó. Gruñó
cuando empujó contra él, regodeándose con la suave curva de su espalda cubriendo su pecho. Sus
manos se retorcieron bajo las suyas, intentando liberarse, pero la inmovilizó con facilidad.
Marcándola como suya con cada una de sus feroces embestidas.
Inclinándose hacia delante, cerró la boca por encima de su hombro, sujetándola en el lugar
como su bestia exigía, apenas evitando marcarla. Apretó las caderas con fuerza contra su mullido
trasero, empujando tan profundamente que podía sentir el cuello de su útero al final de cada dura
embestida. El eco de su grito había muerto, cambiando a exclamaciones y murmullos pidiéndole
que entrara más profundo con su frenesí posesivo. Su bestia podía haber accedido a permanecer
por debajo de su piel, pero no se había comprometido a no controlar sus acciones.
Gruñendo bajo en su pecho, cerró los dientes con más fuerza contra su piel para alertarla,
mandándole que se quedara quieta para su placer. Sus manos se apartaron de las suyas y esperó
un momento, esperando que se moviera, pero no lo hizo. Simplemente cerró sus codos y los

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utilizó de palanca para empujar más duro contra las embestidas de su polla. Con avidez, sus manos
aprovecharon la libertad para deslizarse hacia arriba y exprimir sus pechos y burlarse de sus
apretados pezones retorciéndolos.
Missy gimió y tembló debajo de él. Sus brazos se derrumbaron bajo su peso, y cayó hacia
delante con una grito sin aliento. La posición dejó sus caderas más altas en el aire, inclinando su
empapado, apretado coño en un nuevo ángulo y permitiéndole deslizarse aún más profundo con
cada golpe. Irguiéndose de nuevo sobre ella, le agarró las caderas con las manos, con cuidado de
no perforarle la piel con las garras que no podía evitar que emergieran. Su firme control la
mantuvo en su lugar y erguida cuando sus rodillas, también, se desplomaron bajo ella.
Sujetándola en su lugar, la folló con duros e implacables empujones. Su bestia se vanagloriaba
del ajustado apretón de sus deslizantes, húmedos músculos internos, de los gemidos y gritos que
arrancaba de su garganta y que hacían eco en la vacía sala. Estos hicieron que sus pelotas se
apretaran con más fuerza, que un escalofrío recorriera su columna y que sus dedos se apretaran
hasta herirle su suave carne. Estrelló su pelvis contra su hermoso culo y escuchó los sonidos que
hacía su compañera cuando se acercaba al orgasmo. Sintió que sus músculos se tensaban y
temblaban, sintió como su temperatura aumentaba y las ondulaciones de sus músculos internos
se volvían más intensas. Respiró hondo, y su aroma a vainilla caliente estalló en su cabeza a la vez
que su grito estallaba de sus labios.
Sacudiéndose debajo de él, encajó sus caderas contra las suyas y su coño se apretó duro
alrededor de su taladrante polla, ordeñándole con poderosas, extasiadas ondas. Graham echó la
cabeza hacia atrás y aulló, empujándose aún con más fuerza. Sintió cómo la cabeza de su polla
golpeaba contra el fondo de su vientre, como el cuello de su útero se cerraba en torno a él. La rica
fragancia de su almizcle anunciándole que estaba madura, fértil, y explotó, derramando toda su
descendencia mientras la imagen de su niño creciendo, haciendo que su abdomen aumentara,
brillaba detrás de sus ojos.
Con un gruñido satisfecho, se relajó y dejó que su peso les llevara a los dos a la alfombra. Se
extendía deshuesada por debajo de él, jadeando por aire incluso mientras su coño continuaba
temblando alrededor de su polla desinflada. Gruñó, un sonido suave, satisfecho, y puso sus manos
alrededor de las suyas, juntando sus dedos en un nudo íntimo. Murmuró algo ininteligible y se
movió por debajo de él, frotando su piel contra la suya como saboreando la sensación.
Ronroneó su aprobación y hocicó su cuello, lamiendo su piel salada y dulce y mordisqueando
suavemente su oreja.
—Mía —susurró, apretando suavemente sus manos entre las suyas.
Sus músculos se tensaron brevemente en su contra, movió sus caderas contra ella, haciendo
hincapié en su polla semi erecta aún enterrada en su interior. Sintió el escalofrío que le recorrió la
espalda y la mordisqueó de nuevo, esta vez un poco más fuerte.
—Mía. —Y esta vez fue más un gruñido que un susurro.
Giró la cabeza y abrió los ojos para mirarle, sabía que probablemente los suyos eran de un color
verde brillante y posesivos. Se relamió los labios resecos.
—Tuya —acordó en una voz tan suave que apenas era un susurro.
—Maldita sea. Siempre consigue a las mejores.

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Missy se sacudió bajo el peso de Graham y lanzó un grito al oír el sonido de esa voz
desconocida. Su mirada saltó hacia la puerta frente a ella, la que conducía a la biblioteca de
Graham y al pasadizo a Vircolac. Un hombre alto, de pelo oscuro estaba en la puerta, con una
expresión hambrienta y envidiosa en su hermoso rostro y una erección evidente debajo de sus
vaqueros desgastados. Missy lo vio y gritó de nuevo.
—¿Qué quieres? —exigió Graham, sin hacer ningún movimiento para salir de ella o incluso para
separar sus cuerpos. Missy entendió que no la moviera ni un poco, ya que la habría dejado
completamente desnuda en medio de una sala que de repente estaba llena de gente, pero lo que
no entendía era el hecho de que se quedara enterrado entre sus muslos e incluso que presionara
sus caderas con más fuerza contra su culo mientras el otro hombre estaba parado mirándolos.
—¡Graham! —siseó, mientras trataba de liberar sus manos—. ¿No vas a pedirle que se vaya?
Le sujetó las manos contra la alfombra e hizo caso omiso de su pregunta.
—Logan, quita tus ojos de ella y dime lo que quieres.
El hombre llamado Logan omitió la primera parte de la orden, comiéndose con los ojos la curva
de sus pechos aplastados contra el suelo.
—No has respondido a tu comunicador cuando he tratado de localizarte, y tengo noticias. Por
supuesto ahora sé por qué no contestabas...
Missy miró al intruso y se retorció para liberarse del yugo de Graham.
—Dile que puede regresar y contarte esa noticia cuando estemos vestidos —le dijo a su
posesivo hombre lobo, pero no se molestó en contestarle. El único músculo que se movió fue el
que poco a poco empezaba a endurecerse y alargarse en su interior.
—Sí, he estado un poco ocupado —dijo Graham secamente—. Y me gustaría seguir ocupado
por otras tres o cuatro horas.
¿Tres o cuatro horas? Missy sintió que se le secaba la boca y que los músculos de sus muslos
presentaban una queja formal. Intentó nuevamente apartarse de Graham, pero la mantuvo
inmóvil e hizo rodar sus caderas mientras seguía hablando.
—... Entonces ¿por qué no me dices lo que crees que es tan importante y luego te pierdes?
Marcó su sugerencia deslizando una rodilla entre sus muslos y presionándolos bien separados
para poder hundirse dentro de ella. Una oleada de emoción corrió caliente a través de ella, tan
enmarañada que no pudo entender exactamente qué la estaba emocionando. Cólera, excitación,
vergüenza y agitación todo mezclado en una maraña tan tupida, tan densa que no pudo decidir si
le golpeaba un ojo con el codo y dejárselo morado o echar la cabeza hacia atrás, levantar las
caderas y joderlo allí, delante de su amigo.
A juzgar por la ardiente y ávida mirada del amigo, podía adivinar a favor de qué votaría.
Caliente y confusa, se estiró debajo de su amante hombre lobo e hizo lo único que podía hacer.
Dejó que se saliera con la suya.
Graham usó su rodilla para forzar sus muslos a un lado de modo que pudo hundirse otra
pulgada en su coño. Trató de tragarse un gemido al sentir que su contacto le hacía cosquillas en
sus paredes sensibilizadas, pero acompañó el tranquilo empuje con el deslizamiento de su mano
entre el suelo y ella para apretar su pecho y pellizcarle el pezón con sus callosos dedos. Un gemido
escapó en contra de su voluntad, y sus ojos se abrieron para hacer frente a Logan, mientras

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enrojecía de vergüenza. ¡No podía creer que Graham le estuviera haciendo el amor mientras un
hombre al que nunca había visto estaba en la puerta y mirando! Y no podía creer que estuviera
realmente mirando al hombre y manteniendo su mirada, mientras su amante penetraba
rítmicamente en su cuerpo, pero había algo en Logan que hacía imposible mirar hacia otro lado.
Tal vez era porqué se parecía mucho a Graham, pensó, tratando desesperadamente de
distraerse de la acumulación de tensión en su coño bien usado. Ambos hombres eran igual de
macizos, de anchos hombros, de caderas estrechas, la misma gracia poderosa cuando se movían.
Logan era más oscuro, su cabello no tenía esas vetas del color del caramelo que tenía Graham,
aunque su barba era incluso más oscura a esas horas centrales del día, y sus ojos brillaban con la
misma luz salvaje que veía en Graham cada vez que su amante se enfadaba o agitaba. O excitaba.
Eso significaba que Logan era otro Lupine, y un Lupine hambriento.
Tragó saliva. Una mueca lenta apareció en la cara de Logan, curvando sus bien definidos labios
en una sonrisa maliciosa. Casualmente, como si no estuviera mirándole, o precisamente por que lo
hacía, se movió y ajustó sus pantalones, lo que solo sirvió para llamar su atención a ese bulto
impresionante.
—¿Supongo que no estarás de humor para compartir?
Missy contuvo el aliento y se puso tensa, cada pedazo de curiosidad erótica marchitándose en
su interior.
Una cosa era contemplar la atracción física de otro hombre, pero en el momento en que
pronunció esas palabras, su mente, corazón y cuerpo se negaron rotundamente. No tenía deseo
de ningún otro hombre salvo Graham, no importaba lo sexy que pudiera ser.
Graham le evitó la protesta entrecerrando los ojos y lanzándole a Logan un gruñido
amenazador.
—No hagas preguntas estúpidas, Hunter. Sobre todo cuando sabes las respuestas.
Missy se estremeció de alivio, y se relajó, pero Graham continuó con su tormento sexual,
sujetando firmemente su otro pecho y amasando el montículo suave con dedos posesivos. Tuvo la
sensación de que lo hacía por más razones que el que le gustaran sus poco impresionantes
pechos. Era su marca de propiedad, una advertencia de que no importaba lo que Logan pudiera
desear, todo lo que Graham estaba tocando le pertenecía a él, el Alfa, y el Beta Logan tendría que
encontrar su propia mujer.
Logan suspiró y asintió, y así, como si alguien hubiese apagado un interruptor. En lugar de
mantener la vista en Missy, tirada en la alfombra de la entrada, recibiendo la follada de su vida por
un caliente y descarado hombre lobo, el Beta la clavó en la pared del fondo, enderezó la espalda y
fingió que ella no estaba allí.
Graham asintió y apretó sus caderas más duro contra el trasero de Missy.
—Ahora dime qué diablos está pasando y luego lárgate.
—Parece que nuestro querido Curtis tiene un poco de exceso de confianza —dijo Logan—.
Quiere entrar en el Aullido con nuevos contendientes. Le ha dicho al resto de la manada que esta
noche habrá una Caza de compañeras.
Missy escuchó a Graham maldecir, algo suave y cortante y extremadamente vil, pero casi le
ahogó con su propio jadeo. Sus dedos apretaron duro, pellizcando como pinzas alrededor de sus
firmes pezones, y la ola de placer-dolor que la invadió casi la envió por encima del borde. En ese

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momento, sus ojos se cerraron y se olvidó por completo del otro hombre en la sala. Todo en lo
que podía concentrarse era la sensación de la polla de Graham entrando y saliendo de su coño
húmedo, y sus manos ásperas y tiernas apretando sus pechos. A su alrededor, los hombres
siguieron hablando. Oyó sus palabras, pero no tenían ningún significado comparadas con el
caliente, dolorido deseo apremiante que hormigueaba a través de su sensible clítoris. Gimió, y
Graham suavizó sus manos, aflojando los dedos y rodando suavemente sus pezones entre ellos.
—Él no puede hacer eso —gruño, golpeando contra sus caderas con una fuerza que le quitó el
aliento. Podía sentir su rabia, pero no le temía—. Ya ha convocado un Aullido en contra de todas
nuestras costumbres. ¿Ahora también cree que puede convocar una Caza de compañeras? Esa
pequeña mierda necesita que le den una lección.
—Vas a tener que dársela durante la Caza —dijo Logan—. Las mujeres ya están llegando, y por
lo que me han dicho, los hombres que estaban fuera de la ciudad están regresando. No hay mucho
que podamos hacer para evitar que esto ocurra.
—Mierda.
—Sí. Más o menos.
Los movimientos de Graham se calmaron, y Missy gimió en protesta, empujando sus caderas
contra él tratando de animar sus envites. Apoyó una mano en la alfombra y con la otra le acarició
el pelo, murmurando sonidos relajantes mientras continuaba su conversación con Logan.
—De acuerdo, ¿Has venido hasta aquí solo para arruinarme el día o tienes alguna sugerencia de
cómo debemos afrontar esto?
—Creo que no tenemos más remedio que ir junto con él. Si lo llamas a parte, se verá cómo que
no puedes controlar a Curtis lo suficientemente bien como para evitar que emita órdenes sin tu
consentimiento. Y si lo dejas ir pero no acudes, tendrás el mismo problema, además de que la
manada se preguntará si Curtis tiene la posición y Los Derechos que apela.
—Traducción: Estoy jodido vaya o venga.
—Básicamente.
Frustrada e impaciente, y sin entender una palabra de lo que decían, Missy decidió que ya tenía
suficiente. Si Graham había conseguido ponerla toda caliente y mojada delante de un extraño, no
iba a conseguir salirse con la suya dejándola de esa forma mientras discutían confusas tradiciones
Lupine. Él había comenzado esta pequeña frustrante exhibición y podía perfectamente terminarla.
Inclinándose, pasó la lengua por la peluda y cálida superficie de su brazo y acompañó al roce
con tentativos mordiscos. Oyó una pausa en sus palabras y lo llevó un paso más lejos.
—Bien. —Le oyó decir mientras extendía una mano por detrás de ella acariciando contra la lisa
y sensible piel de su cadera. Los músculos se tensaron bajo sus dedos y sonrió—. Vamos a seguir
adelante con lo de la caza. Me aseguraré de conseguir una. Eso debería cumplir con la mayoría de
los planes de Curtis, ¿verdad?
—Con suerte —contestó Logan mientras Missy pasaba las uñas de modo sensual contra su piel
desnuda—. Todo lo que es motivo de preocupación debería ser arreglado en el Aullido, creo.
—Bi-ieeeeeen.
La voz de Graham se quebró y tartamudeó cuando Missy dejó escapar una respiración profunda
y deliberadamente apretó duro sus músculos internos alrededor de su hinchada polla. Oyó el
temblor en su voz y sonrió, relajando y apretando de nuevo, lo que le permitía a su coño ordeñar

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la polla de Graham con un masaje lento y sensual. Mirando hacia arriba, vio a Logan mirándola por
el rabillo del ojo, y levantó las cejas deliberadamente. El Beta se aclaró la garganta.
—¿Hay algo más que necesites? —preguntó, fijando su mirada educadamente en la pared del
fondo. Missy apretó de nuevo, y la única respuesta de Graham fue un gruñido ronco y un suave y
gutural sonido cuando renovó el ritmo de sus empujes en su coño.
—Creo que eso es todo —dijo Missy, su voz descarada, a pesar de no poder quitarse el rubor de
sus mejillas. Hizo rodar sus caderas con ánimo evidente y gimió—. Puedes irte ahora.
No estaba muy segura de donde había salido ese tono de mando, tal vez del mismo sitio del
que había salido esa ridícula, latente veta exhibicionista. En cualquier caso, no le importaba,
siempre y cuando funcionara, y parecía que lo hacía. Logan asintió y le dirigió una última mirada
nostálgica, justo cuando Graham soltaba un gruñido feroz y apretaba sus dientes en su vulnerable
hombro. Echó la cabeza hacia atrás y gritó, pero por debajo de sus pestañas, vio a Logan inspirar
profundamente, estremecerse y ajustarse el bulto en sus pantalones. Entonces no vio nada más,
pero escuchó vagamente el clic de la puerta de la biblioteca cuando Logan la cerró, sobre el ruido
sordo del pecho de Graham y la cadencia rota de sus propios gritos jadeantes mientras apoyaba su
peso sobre su espalda y comenzaba a follarla en serio.
Su pene cortó en ella como un cuchillo, y resistió duro, tratando a la vez de alejarse y acercarse.
La encontró con golpes aún más pesados hasta que la tensión se rompió y se derritió a su
alrededor, como la nata en un caluroso día de verano, espesa, húmeda y líquida. Aspiró
desesperadamente por aire para nutrir sus hambrientos pulmones, echando la cabeza hacia atrás
hasta que se apoyó en el hombro de Graham. Su cuerpo se contoneó tirante y curvado como un
arco contra el suyo, y sus afilados, blancos dientes se hundieron posesivamente en la carne de su
hombro mientras vaciaba su semen en su interior. Su orgasmo seguía y seguía en forma de pulsos
impresionantes que parecieron durar una eternidad. Una y otra vez se sintió inundada por él,
hasta que finalmente se estremeció y cayó sobre la alfombra como una pegajosa y sudorosa masa
de carne muy satisfecha.
Sintiéndose débil y agotada, no protestó cuando Graham se puso a su lado y la atrajo hacia sí,
curvándose protectoramente alrededor de su cuerpo mucho más pequeño. Esperaba somnolienta,
deseaba que nadie volviera a acercarse a ellos, pero cuando utilizó una de sus grandes y fuertes
manos para apartarle con ternura el pelo de la cara, y su lengua caliente y áspera calmó la marca
que le había dejado en el hombro, casi decidió que no le importaría si alguien lo hiciera. Debía ser
esa veta exhibicionista.

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Cuando por fin se vistió, con un segundo conjunto prestado, Missy bajó hasta el primer piso y
miró cautelosamente dentro del despacho de Graham. Le había dicho que la esperaría allí porque
necesitaba hablar con ella acerca de algo. Trató de ignorar el nudo en el estómago que insistía en
que planeaba decirle lo repugnante que pensaba que era por comportarse de aquel modo delante
de Logan. Quería decirle que había cambiado de opinión sobre que pasara el fin de semana allí, y
que llamaría por un taxi, pero que tenía que salir de su casa antes de que le enfermara.
Está bien, cálmate, se pidió a sí misma, haciendo una pausa en la puerta y tomando una
respiración profunda. Dudo que vaya a decirte que está disgustado por algo que él comenzó, así
que no cunda el pánico. Cualquier cosa que tenga que pasar, pasará. Sabías que esto no era
permanente, así que no te quejes de que termine antes de lo que esperabas. Confórmate pensando
en los recuerdos que te deja. Tienes suerte de tenerlos. No tiene sentido ser codiciosa y necesitarlo
a él, también.
Su voz interior tenía mucho sentido, pero eso no significaba que a Missy le gustara lo que tenía
que decir. Sabía que su acuerdo con Graham no iba más allá del fin de semana, pero eso no le
había impedido que tuviera esperanzas. Sabía que era una romántica incurable, aunque pareciese
ridículo. Habían tenido un sexo magnífico juntos, pero no había nada que la convenciera que un
hombre como Graham no pudiera tener buen sexo en el momento que quisiera, con quien
quisiera. Desde luego, no la necesitaba a su alrededor.
Tirando del borde de la camiseta prestada, Missy alejó esos pensamientos deprimentes de su
mente y entró en el despacho, golpeando suavemente en el marco de la puerta.
Graham levantó la vista de una pila de papeles y la miró. Su camiseta era un poco demasiado
ajustada, los pantalones vaqueros, que un miembro de la manada le había prestado, eran un poco
demasiado grandes en todas partes menos entorno a su trasero, por lo que la cintura tenía una
alarmante tendencia a deslizarse hacia abajo y dejar que su ombligo jugara al escondite con el
mundo exterior. Antes de hoy, ninguna de sus partes había jugado al escondite con nadie. Tiró de
nuevo del borde de la camiseta y sus ojos siguieron el movimiento. Sintió su mirada como dedos
sobre su piel, e incluso antes de que levantara la vista para verlos brillantes, sintió el calor que
irradiaban.
—Grah... —Se interrumpió por el chillido, se aclaró la garganta y lo intentó de nuevo—. Um,
gracias por encontrarme algo más que ponerme. Me siento como si estuviera saqueando los
armarios de todas las mujeres que conoces. —Entonces pensó que conocía a muchas mujeres,
cambió rápidamente de tema—. ¿Poniéndote al día con el papeleo?
Hizo un gesto con la cabeza señalando los papeles que había estado mirando y actuó
indiferente. Su expresión le dijo lo obvias que eran sus tretas, pero estuvo de acuerdo con ella.
—No. Mi administrador manejará el club el resto del fin de semana. Esto era solo para matar el
tiempo mientras terminabas de vestirte.
Missy se encogió de hombros y metió las manos en los bolsillos de los vaqueros, después las
sacó de nuevo rápidamente. Empujar hacia abajo esa prenda en particular era una mala idea,
aunque la mirada en los ojos de Graham siguiendo el movimiento decía que lo aprobaba.
Sinceramente.

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—Bueno, ya estoy vestida. ¿Qué sigue? No tengo hambre suficiente para pedir chino, ¿pero no
dijiste algo de ver películas? Tengo muchas ganas de ver una de terror que acaban de estrenar.
Graham se levantó de su asiento detrás del escritorio y la tomó de la mano, la llevó lejos de la
puerta y tiró de ella para que se sentara en el sofá a su lado. Cuando no dijo nada, empezó a
ponerse nerviosa.
—Oh, espera. Ha ocurrido algo, ¿verdad? ¿No fue por eso que tu amigo... um... se dejó caer? —
Dio un respingo con el recuerdo. Tal vez realmente creía que era una puta—. Eso significa que vas
a estar muy ocupado el resto del fin de semana y quieres cancelar. Está bien. Entiendo. Me
llamarás cuando estés libre, solo tengo que esperar para volver a oír de ti. Bueno. Permíteme
coger mi bolso...
Estaba casi fuera del sofá antes de que Graham cerrara una mano fuertemente en su codo y
tirara de ella hacia abajo, directamente en su regazo, y sujetándola fuerte esta vez.
—No vas a ninguna parte —gruñó, y Missy vio ese brillo verde producirse de nuevo en sus
ojos—. Voy a estar ocupado este fin de semana, pero tú estarás muy ocupada conmigo. No
estamos ni cerca de terminar todavía.
Missy reflexionó acerca del ardor de sus muslos y el dolor entre sus piernas, que por una vez no
estaba causado por la lujuria... por lo menos, no por un resurgimiento de la lujuria, y sus ojos se
abrieron.
—Tenemos un montón de cosas sobre las que hablar, y muy poco tiempo, para que puedas
tener un manual de instrucciones en versión reducida. Escucha con atención.
No podía descifrar completamente la razón por la que sentía que tenía que aclararle que: "no
hemos terminado todavía" quería decir que no habían terminado de hablar, más que no habían
terminado con el sexo. Si la idea de tener más sexo la excitaba, es que era masoquista, porque
caminar se había convertido en un reto interesante, pero si no se decepcionaba un poco, pensó
que entonces no sería mujer.
—De acuerdo, muy bien. Pero, ¿Puedo bajarme de tus rodillas primero?
Apretó los brazos y sacudió la cabeza.
—No. ¿Te enteraste de algo de lo que Logan estaba diciéndome?
Missy parpadeó, frunció el ceño y cruzó los brazos sobre el pecho. Luego procesó la pregunta y
se ruborizó de un tono muy especial de rojo.
—¿Tenemos que hablar de eso?
Graham se quedó perplejo.
—Bueno, sí. ¿Por qué no íbamos a hacerlo?
Haciendo rodar sus ojos y deseando su vida en la realidad alternativa en la que su amigo Lupine
parecía residir, Missy fijó su mirada en el costoso cuero marrón del sofá y apretó los dientes
mientras contestaba.
—Porque me resulta un poco humillante recordar que fui follada en la alfombra de la entrada
por un hombre al que hace poco que conozco ante la mirada atenta de otro hombre al que no
había visto nunca. Pero tal vez solo esté siendo cómica al respecto.
Su sonrisa hizo que entrecerrara los ojos y le lanzara un puñetazo, pero la agarró antes de que
le diera en el pecho.

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—Ah. Entiendo.
Levantó la mano hacia su boca y le mordisqueó los nudillos, lo que solo consiguió ponerla más
furiosa. Maldito fuera por ser capaz de excitarla incluso con el recuerdo de la vergüenza fresco en
su mente.
—No estás siendo cómica, solo humana. —Sonrió—. Lo siento, pero olvidé que sois un poco
extravagantes.
—¿Extravagantes?
Ignoró su grito y liberó su mano para apartar el cuello de su camisa y examinar la herida
enrojecida donde la había mordido. La había visto mientras se cambiaba y había limpiado un
pequeño rastro de sangre que tenía. Así y todo, se veía peor de lo que era.
—Extravagantes —repitió, trazando débilmente las marcas dejadas por sus dientes—. Es fácil
para mí olvidar que eres humana cuando tu olor me hace sentir tan condenadamente bien, pero
luego te avergüenzas de algo perfectamente natural, como el sexo, y todo vuelve a mí. Tu gente es
un poco rara para esas cosas.
—¡¿Rara?!
Se inclinó para pasarle la lengua por la herida e hizo que casi se atragantara.
—Sí. Mira, los Lupine no se sienten avergonzados por el sexo. Es natural y saludable, por no
hablar de jodidamente divertido. Todos hemos visto en algún momento a compañeros follando
mientras éramos cachorros, y realmente no vemos ninguna razón para preocuparnos con la clase
de inhibiciones con las que a los humanos les gusta rodearse.
—No estoy envuelta en inhibiciones —protestó Missy, que luchaba por su dignidad mientras los
dedos de sus pies desnudos se curvaban y su vientre iniciaba nuevamente esa familiar caída—. No
me avergüenzo del sexo, pero eso no significa que me guste que un desconocido me vea hacerlo.
La mano de Graham se deslizó bajo la pretina de sus flojos vaqueros y le tomó el montículo
caliente. Las puntas de sus dedos le hicieron cosquillas brevemente antes de deslizarse entre sus
labios y buscasen la humedad que se escondía allí.
—A ver, ahora. Dime la verdad Melissa —canturreó mientras cerraba sus dientes alrededor del
lóbulo de su oreja y tiraba de él con delicadeza—. Tener a Logan mirando te encendió.
—No lo hizo. —Envolvió sus dedos alrededor de su muñeca y tiró con fuerza, pero su mano se
quedó enterrada entre sus piernas, y deslizó un dedo presionando profundamente en su abertura.
—Mentirosa. Yo estaba allí. Aquí mismo. —La penetró con su dedo, deslizándolo profundo, su
áspera y callosa superficie raspando sus tiernas paredes internas—. Te sentí estremecerte
alrededor de mi pene. No se sintió cómo disgusto para mí.
Reprimió un gemido, sus uñas se clavaron en la tapicería de cuero.
—Es-estaba sorprendida.
—No, esto es lo que la sorpresa te hace sentir —Su dedo se retiró en un deslizamiento reacio y
de repente empujó de nuevo, en esta ocasión tres dedos la expandieron y llenaron. Su cabeza
cayó para atrás con un quejido aún cuando sus músculos le sujetaron cerca—. Reconozco la
sorpresa. Y también reconozco el placer. —Una de sus uñas la arañó ligeramente en su interior, y
jadeó—. Y el deseo. —Sus dedos trabajaban hacia delante y hacia atrás en un movimiento de
vaivén incesante que le trajo lágrimas a sus ojos y puso su coño al rojo vivo—. Y la necesidad.

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—¡Graham!
Sus dedos empujaron duro, el pulgar presionando contra su clítoris, y retorciendo su mano
sobre ella su meñique se frotó suavemente contra su perineo. Se estremeció.
Se inclinó sobre ella hasta que sintió su aliento sobre la marca que le había dejado en el
hombro, y su voz sonó en su oído como la voz misma de la tentación.
—No estabas caliente y húmeda porque estuvieras avergonzada, Melissa. No presionaste
contra mí con disgusto. Tu coño no me bañó con su crema por ira. Tener a Logan allí de pie
mirándonos te puso caliente.
Lloriqueó una protesta, aún cuando sus caderas se levantaban hacia él, presionándose contra
sus ágiles dedos demandando por más.
—Admítelo, Melissa. —Su voz era un gruñido y un ronroneo, y le acarició la piel caliente con
bocanadas de aire húmedo. Enroscando sus dedos más profundo, conduciéndola sin piedad más
alto y más cerca del precipicio—. Te gustó que nos mirara. Viste lo duro que se puso, cuanto le
gusto mirarte. Cómo amó verte clavada en el suelo mientras te follaba por detrás como un lobo
feroz.
Su mano se cerró alrededor de su muslo en un agarre fuerte sin llegar a hacerle moretones y lo
movió a un lado, extendiéndola más amplia y dándole más espacio para jugar con su coño.
Presionó su pulgar firmemente, moviéndolo en círculos firmes alrededor de su hinchado clítoris y
enviándole ráfagas de placer directamente a su vientre.
—No —murmuró, sacudiendo la cabeza. Bajo la neblina frenética de su excitación, sabía que
tenía razón. Se había excitado cuando Graham la folló delante de Logan. Se habría excitado aun
que la hubiera follado delante del Papa, pero a su conciencia no le gustaba tener que admitirlo.
—Sí. —Cambió su pulgar para apretar su clítoris contra su hueso púbico, se estremeció y se
retorció tratando de escapar. No la dejaba moverse ni un milímetro, a no ser que fuera para un
milímetro más cerca de él—. Lo amaste. Y lo amaste aún más cuando le dije que no te compartiría.
La tensión en su interior la estaba llegando a un punto de rotura, hasta el punto que estaba
dispuesta a meter su propia mano dentro de los pantalones solo para acabar con ella. Le agarró las
muñecas con su mano libre y la mantuvo cautiva como si intuyera sus pensamientos. Gimió y se
apretó más fuerte contra el empuje de sus dedos.
—Nunca voy a compartirte —gruñó—. Nadie va ha tocarte de la manera que te estoy tocando.
Mataré a cualquiera que lo intente.
Oyó la violencia en su tono, pero la mantenía demasiado cachonda para prestarle atención.
—Y la razón para eso, Melissa Jane —continuó girando su cabeza hasta que sus labios rozaron
los suyos y sus luminosos ojos ardientes miraron fijamente a sus entrecerrados ojos marrones—.
Se debe a que —remarcó sus palabras con duras estocadas de sus dedos y una firme presión sobre
su clítoris.
—Tú.
Empuje.
—Eres.
Giro.
—Mi.

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2° de la Serie Fixed

Presión.
—¡Compañera!
Metió tres dedos profundamente en su interior y los mantuvo allí mientras su orgasmo la
consumía. Se rompió, cayendo sobre él en diminutos pequeños fragmentos, cada uno de ellos
impulsado con intensos torrentes de sangre en su espasmódico coño. Sollozó, cerró sus manos en
puños y gimió su placer en su boca cuando la atrapó en un hambriento, posesivo beso.
Apartó sus labios al cabo de unos segundos, desesperada por recuperar el aliento. Su hombro le
ofreció un lugar donde esconderse y refugiarse mientras trataba de reunir de nuevo su ingenio
disperso, y él la abrazó con ternura. Le soltó las manos, y se acurrucó temblorosa con sus brazos
alrededor de su cuello, sintiendo cómo deslizaba los dedos entre sus piernas, alborotando
cariñosamente sus rizos y los pasaba alrededor de su cintura para al fin abrazarla. La acarició como
a un gatito, y le resultó tranquilizador. Por lo menos hasta que su cerebro comenzó a funcionar de
nuevo.
—¿Soy tu qué?
Su cabeza giró tan rápido que le golpeó en la nariz con la frente y Graham hizo una mueca.
—Mi... ¡ouch!... Compañera. ¡Hey! Estate quieta antes de causar un daño permanente. —Le
sujetó los brazos a los lados y le frunció el ceño—. Como iba diciendo...
—No quiero que digas nada más, ya que no tiene el más mínimo sentido. Lo que quiero...
Fue su turno para interrumpirla, así que la sacudió suavemente.
—¿Qué crees que estoy tratando de hacer? Pero debes callarte el tiempo suficiente para que
pueda decir alguna palabra, ¿de acuerdo?
Apretó los dientes y la miró fijamente durante un minuto antes de convencerse de que tenía la
intención de comportarse.
—Si hubieras estado escuchando mientras Logan y yo estábamos hablando...
—¡Estabas teniendo sexo conmigo! —Su incredulidad se mezcló con la vergüenza y explotó en
algo muy parecido a la ira—. ¿Cómo se suponía que tenía que escuchar a nadie...?
Graham le plantó una mano en la boca y le lanzó una reprendente mirada.
—Si hubieses estado escuchando —añadió, arqueando su mano para evitar sus afilados dientes
—, habrías oído lo que está pasando y todo esto tendría ahora mucho más sentido.
¡Ja! Lo creería cuando lo oyera. Cruzó los brazos sobre su pecho y levantó una ceja por encima
de sus dedos.
—Logan me estaba manteniendo al tanto de algunos problemas que un miembro de la manada
está causando. Por desgracia, el Gamma advenedizo en cuestión es mi primo, Curtis.
Missy pasó de fulminarlo a escucharlo. Era legítimamente incapaz de no darle a alguien el
beneficio de la duda. Inclinó la cabeza para que continuase.
—Resulta que Curtis cree que sería un mejor Alfa que yo —bufó y Graham sonrió—. Gracias.
Eso es lo que yo creo, también. De todos modos, los Alfas no son como los presidentes electos ni
mucho menos. Nuestras manadas funcionan de un modo muy parecido a las manadas de lobos.
Los Alfas obtienen su posición por ser los más fuertes, si otro Lupine quiere ser Alfa, él o ella tiene
que demostrar su valía derrotando al actual Alfa en una pelea. Y no, no hay manera de que mi
primo pueda vencerme.

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Rodó sus ojos por su arrogancia, pero por dentro admitió que no podía ver a nadie derrotando
a Graham en una pelea, limpia o sucia.
—Pero cómo el cobarde que es —continuó—. Curtis ha encontrado otra cosa que piensa puede
utilizar para hacer que me expulsen. Hay una antigua tradición que dice que solo los Lupine con
compañeros puedes ser Alfas de la manada. Mi primo piensa que puede obligarme a renunciar
porque nunca he reclamado a una compañera. Hasta ahora.
Sus ojos, intensos, verdes e incandescentes se fijaron en ella e hicieron que su estómago se
apretara. También hicieron que se apretaran otras cosas.
—Ahora —dijo, inclinándose sobre ella hasta que su frente se apoyó en la suya y pudo sentir su
aliento haciéndole cosquillas en la parte de la cara que no estaba cubierta por su mano—, las
reglas no se aplican. Porque ahora, tengo una compañera. Te tengo a ti.
Tuvo que dejar que el estruendo de su voz se asentara antes de poder relajar sus músculos y
entonces el significado de lo que había dicho la penetró. Y fue entonces cuando le mordió. Duro.
—¡Mierda! —Graham apartó de un tirón la mano de su boca y la sacudió, luego examinó las
marcas que sus delicados dientes le habían dejado en la parte carnosa de la palma—. ¿Qué
demonios fue eso, pequeña salvaje?
Missy se apartó de su regazo, puso las manos en las caderas y le miró. Aún estando todavía en
el sofá y ella de pie, era poco más alta que él. Estirando más el cuello mientras le regañaba.
—¡No me llames salvaje, bárbaro! —respondió—. No soy yo la que figuradamente ha golpeado
a alguien en la cabeza con un hueso de mastodonte y la ha llevado a rastras por el pelo hasta su
cueva. ¿Qué quieres decir con que “me tienes”? ¿Me he perdido la parte donde tengo algo que
decir con ser “compañera”?
Graham se frotó la marca en su mano con el pulgar opuesto y frunció el ceño.
—Soy un Lupine, no un liberal. No tienes dominio exclusivo de tu vida cuando te apareas con un
hombre lobo.
—Y ese es justo el punto. No me he apareado con un hombre lobo. No recuerdo haber hecho
nada por el estilo.
Sus ojos se estrecharon.
—Si quieres arruinar otro conjunto de ropa, podría refrescarte la memoria.
—No seas burro —replicó—. Eso era sexo. Tu definición de compañera parece incluir mucho
más que eso, amigo. No estás hablando solamente de un verbo. Estás incluyendo todos los
sustantivos aquí.
Missy le miró mientras su boca se apretaba y cruzaba los brazos sobre el ancho pecho.
—¿Y qué si lo hago?
—Entonces tenemos que hablar de ello —dijo—. No puedes declarar que soy tu compañera.
Eso es como declarar que estamos casados. No funciona así. Tienes que preguntar primero.
Graham soltó un bufido.
—Quizás los humanos pregunten, pero como he dicho, no soy humano.
Le miró, irguiéndose en toda su altura, lo cual no era mucho, pero la hacía sentirse mejor.
—Sí, bueno, yo lo soy, por lo que no puedes tratarme como a un cocker spaniel. No recibo
órdenes de hombres que no me piden mi opinión sobre las cosas importantes.

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—No importa cuál es tu opinión. Ni siquiera importa cuál es mi opinión —gruñó—. Somos
compañeros. Es un hecho. No hay preguntas, ni negociación, ni vuelta atrás. Es un trato hecho, y
estarás jodidamente mejor si te acostumbras a ello, o no podré ser responsable de lo que ocurra
esta noche.
Abrió la boca para otra diatriba, pero sus palabras la detuvieron.
—¿Por qué? ¿Qué pasa esta noche?
—Estaba tratando de explicártelo antes de que decidieras atacar con el último golpe feminista.
Ignoró el tono tenso, malhumorado de su gruñido y dio un paso atrás hasta que pudo apoyarse
en el borde de la mesita de café.
—Está bien. Termina de explicármelo, entonces. Pero eso no cambia el hecho de que no soy tu
compañera.
Él le gruñó, la comisura de su boca elevándose para revelar su pareja y blanca dentadura y el
grado de su mal humor.
—Maldita sea tendrás mayores posibilidades si eres mi compañera, de lo contrario no va a
gustarte lo que te va a pasar esta noche. Vamos a ir a una Caza de Compañeras, cariño, y si no
dejas que todos sepan que estás tomada, vas a obtener un conocimiento muy íntimo de muchos
más hombres lobo que solo yo.
Su amenaza hizo que sus ojos se abrieran y sus músculos se endurecieran.
—¿De qué estás hablando? ¿Qué es una Caza de Compañeras?
—La Caza de Compañeras es sobre lo que Logan vino a hablarme. Eso es lo siguiente que mi
primo Curtis nos ha lanzado —explicó, inclinándose hacia delante y apoyando los codos sobre las
rodillas hasta que estuvo tan cerca que podía sentir el calor que irradiaba de él como un río de
lava. Tragó saliva, y lo hizo de nuevo cuando sonrió ante su muestra de nerviosismo. Solo que su
sonrisa no se veía divertida. Parecía depredadora.
—Una Caza de Compañeras es una tradición entre los de mi clase para buscar pareja
reproductora —explicó. Su voz grave y retumbante, y más que un poco amenazante—. Es donde
los miembros sin acoplar de la manada se reúnen en la zona boscosa más cercana, Central Park en
nuestro caso, y las hembras tienen treinta segundos de ventaja.
—¿P-para qué? —balbuceó. Sus ojos ardieron hacia ella y se estremeció. Y se estremeció aún
más cuando se rió perversamente.
—Para hacer la caza más interesante —murmuró suavemente—. Porque después de treinta
segundos, los machos cambiamos a nuestras formas were. Entonces nos soltamos, y vamos de
cacería.
Sus ojos se abrieron aún más. Su mandíbula cayó desencajada y su respiración se detuvo en su
garganta.
—¿Y sabes lo que hacemos cuando alcanzamos a una mujer, Melissa Jane? —ronroneó. No
cómo un gatito cuando le acaricias el vientre, sino cómo un león cuando está haciendo estragos en
el vientre de una presa.
Sacudió la cabeza y apretó el borde de la mesa cómo si fuera una bola anti estrés.
—Las jodemos.

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Lanzándose hacia delante con tanta rapidez que no podría haberle detenido aunque lo
intentara, Graham le mordió el lóbulo de la oreja lo suficientemente fuerte como para que picara.
Missy gritó y saltó y trató de alejarse, pero Graham fue más rápido. Antes de que la orden viajara
de su cerebro a sus piernas, ya estaba sobre ella, empujándola sobre la mesa y sujetándola allí,
agachado sobre ella como un lobo sobre su presa.
—Elegimos a la que queremos por compañera —continuó, sujetando sus manos con firmeza
contra la fresca madera y sometiéndola fácilmente con su abundante fuerza—. La perseguimos. Y
la jodemos. No hay seducción, no preguntamos que desean. Ella sabe en qué se está metiendo
cuando decide correr, y una vez que lo hace, no puede echarse atrás. Cuando los hombres se
lanzan en la persecución, están en celo. Sus instintos están al mando, y no hay hombre lobo vivo
que pueda controlar su necesidad de aparearse cuando está en celo. Si una caza no termina con
sexo, termina con muerte. ¿Cuál crees que es la mejor opción?
Missy se congeló debajo de él. El abierto salvajismo con el que lo estaba describiendo parecía
tan extraño, tan incomprensible para ella. La fascinaba aún cuando la asustaba.
—Sin embargo las muertes son raras —continuó, la voz ronca, los ojos brillantes—. Solo
ocurren de vez en cuando, cuando más de uno de nosotros quiere a la misma mujer. ¿Sabes lo que
pasa después, Melissa Jane?
Missy gimió. Se cernía sobre ella bloqueando el resto de la habitación, no es que hubiera sido
capaz de concentrarse en algo más. Llenaba sus sentidos igual que el aire llenaba sus pulmones, y
estaba empezando a creer que era igual de vital.
—Si es lo suficientemente rápida, puede correr hasta que otro hombre la atrape y la folle. Pero
si está demasiado herida o demasiado cansada para seguir corriendo, o si uno de los hombres que
la atrapó es el que ella quiere, solo se queda allí y observa mientras los hombres luchan por ella.
La muerte no es usual, pero nunca se sabe. Algunos Lupine son más agresivos que otros...
Se estremeció, tratando de no imaginar un bosque oscuro, el olor del rico suelo y la sangre
fresca, el sonido de los colmillos mordiendo y las uñas rasgando, o los gruñidos, los gritos y el
silencio sobrecogedor de la victoria.
—Entonces el que gana consigue joderte de nuevo, pero en ese momento, el ganador suele ser
más bestia que hombre, y no es probable que se preocupe por tus súplicas de clemencia. Lo único
que quiere es follar, y a lo único que quiere follarse es a ti.
Se inclinó hacia abajo hasta que gruñó sus palabras directamente en su oído y de allí
directamente a su vientre, que se contrajo y tuvo espasmos y envió ríos de humedad mojando su
ondulante coño y la entrepierna de sus pantalones.
—En ese momento, la bestia tiene el control, no el hombre, y las bestias no son conocidas por
ser tiernas amantes. Te follan duro, rápido y brutalmente, y lo hacen una y otra vez hasta que sale
el sol y disipa la magia de la caza al aire libre. En ese momento puedes o no ser capaz de caminar,
pero no importa, porqué el ganador te declarará su compañera, y tendrá todo el tiempo del
mundo para disipar la lujuria residual de la caza. Me han dicho que toma una semana o dos. Como
promedio —Cerró los ojos y se estremeció, luego los apretó bien cerrados porque sabía que él
podría sentirlo y no quería ver la expresión de su cara mientras se burlaba de ella.
—Hmm. Me pregunto, ¿Fue por miedo? ¿O por excitación? —Le acarició el suave hueco en su
garganta y raspó la sensible piel con su lengua—. Porque serías inteligente si tuvieras miedo. Los
Lupine, igual que los lobos, son cazadores de manada. A veces, si una mujer es especialmente

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buscada, trabajan en equipo para cazarla. Cuatro o cinco, o incluso seis Lupine la cazan juntos, y
todos ellos se turnan para follarla antes de luchar. Después de todo, ya que todos ayudaron a
cogerla, es justo que tengan al menos un bocado.
Su lengua lamió un camino húmedo a través de su garganta hasta llegar a la marca de
mordedura que le había dejado. La raspó con los dientes con exquisita delicadeza antes de
recorrer el camino hasta la oreja. Tiró suavemente del regordete lóbulo, deslizando la lengua por
el borde externo y sopló silenciosamente en su interior.
—Tengo la sensación de que serías muy buscada.
Missy se quejó, sin saber si era por miedo o por ira. Sus tranquilas amenazas y su fuerza
abrumadora finalmente rompieron su control, y montó en cólera, corcoveando, retorciéndose y
dando patadas para tratar de liberarse de sus manos. Fue un esfuerzo inútil, sobre todo teniendo
en cuenta que ya tenía sus manos sujetas, pero luchó hasta que usó su peso para someterla,
estirando su cuerpo a lo largo del suyo, sujetándola en el lugar.
—Tal vez ahora puedas ver algunas de las ventajas de ser mi compañera —gruñó, alzándose
para darle una severa mirada de advertencia—. Vamos a ir esta noche a la Caza, Missy, pero si vas
cómo mi compañera, te mantendré a salvo.
Le miró, furiosa.
—Estaría más segura si no fuera de ninguna manera.
—Tal vez, pero eso no es una opción para ti —dijo con firmeza—. Es mi manada, así que tengo
que ir. Y si yo voy, tú vas...
—¿Por qué? Por el amor de Dios, ni siquiera soy Lupine. Soy un ser humano. No puedes cazar
humanos.
Levantó una ceja.
—¿Por qué no? Somos depredadores. Cazamos cualquier cosa que corra —Ella crepitó, pero él
cayó sobre ella—. Además, como te dije hace unos minutos, ya que nadie sabe acerca de ti, no
estoy oficialmente acoplado, lo que significa que tienes que participar en la Caza. Y cómo eres mi
compañera, es a ti a quién voy a cazar.
Casi sintió sus ojos explotar de su cabeza.
—¿Qué?
—Ya me has oído.
—Oh, no. ¡De ninguna manera! Después de lo que me acabas de decir sobre las cacerías, ¿De
verdad esperas que vaya por ahí vagando sola por un parque lleno de hombres lobo calientes?
¡Has perdido la cabeza!
—¿Permitirte tener elección?
Su mirada hacia juego con sus palabras de pura mortificante arrogancia, y casi podía sentir
como le salía el humo por las orejas. Tubo que tomar una respiración profunda antes de volver a
hablar.
—Mira —dijo—, puede que tengas que cumplir con esas tradiciones vuestras, pero yo no.
Puedes dudar de mi determinación de salir pitando de aquí antes de que esa caza tuya comience,
pero yo no. Y puedes pensar que un par de horas de sexo nos convierte en compañeros, pero yo
no. Así que. Apártate. De. ¡Mi!

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Usó todas sus fuerzas para liberarse y lo único que él hizo fue mirarla vagamente sorprendido.
—¿Es de eso de lo que trata todo esto?
El genuino shock en su voz atravesó su determinación, y se detuvo.
—¿Qué es de lo que se trata todo esto?
Se incorporó hasta que quedó arrodillado a horcajadas sobre ella todavía sujetando sus
muñecas y con una mirada medio sorprendida, medio aturdida.
—¿Crees que todo esto es solo sobre sexo?
La acusación en su voz no le sentó bien a Missy.
—¿Qué otra cosa podría ser? No hemos estado desnudos cuatro de cada cinco minutos de los
que hemos pasado juntos porque estuviéramos compartiendo técnicas de macramé. Quiero decir,
somos prácticamente desconocidos. ¡Ni siquiera sé si tienes familia!
Su desconcierto se convirtió en una sonrisa, de esas que le hacían olvidar por qué estaba
enfadada con él.
—Mis padres están jubilados y viven en las Bermudas. Ni hermanos ni hermanas. Un montón
de tías, tíos y primos. —Tiró de ella hasta que pudo poner sus manos en su cuello y arrastrarla
dentro de sus brazos. Sus ojos verdes atraparon los suyos y los retuvieron—. Y una pareja muy
sexy.
Sus labios descendieron hacia los suyos y casi llegan antes de que volviera a la realidad.
—No tan rápido, —protestó, dándose la vuelta y presionando contra su pecho para mantenerlo
a raya—. No vas a convertir esto en más sexo.
Le dedicó una mueca cómica.
—Pero solo tenemos ocho horas antes de que comience la Caza. Imaginé que no deberíamos
desperdiciarlas.
—¿Y de esta manera es que vas a demostrarme que ser compañeros es algo más que sexo?
Su nuevo puchero no fue tan cómico.
—Te dije que no lo es. No eres solo un cuerpo caliente. Tú eres mi compañera. ¿Qué debo
hacer? ¿Pasar por el detector de mentiras?
Missy pareció, y se sintió decididamente antipática.
—Puedes tratar de explicarme cómo llegaste a la conclusión de que yo soy tu chica basándote
en que me conoces desde hace... —Miró su reloj—, doce horas y media.
Con un suspiro de contrariedad, Graham se alejó y se dejó caer en el sofá fulminándola con una
mirada indolentemente perezosa.
—Lo único que sé. Es una cosa Lupine.
—¿Y además no lo entendería? —Su voz sonó seca, incluso para sus propios oídos, pero no
pareció afectar a Graham. Continuaba frunciéndole el ceño mientras sus dedos tamborileaban
impacientemente contra los cojines de cuero.
—No he dicho eso, pero no estoy seguro de que me creas si te lo digo.
Missy cruzó los brazos sobre el pecho, las piernas por las rodillas y levantó una ceja.
—No lo sabrás hasta que lo intentes.

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Graham envolvió con una soga mental su impaciencia y tiró firmemente. El olor que antes le
había vuelto salvaje ahora estaba cerca de conducirlo a la locura. Había estado en lo cierto sobre
su fertilidad, porque los sutiles cambios en su olor le decían inequívocamente que Missy estaba
embarazada.
Su bestia dio un grito mental de triunfo y tuvo que luchar para no hacerlo en voz alta. El oleaje
de emociones generadas por ese conocimiento amenazaba con estrangularlo, sin importar lo
mucho que tratara de retrocederlas. Los sentimientos de orgullo y entusiasmo, alegría y
posesividad se agitaban dentro de él y le golpeaban en el culo. Pero eso no era nada en
comparación con la oleada de amor.
Amor.
¡Maldita sea! ¡Se había enamorado de ella! ¿Qué demonios se suponía que iba a hacer ahora?
Quería que ella fuera la única. Desear su generosamente redondeado culo y la suave curvatura de
su vientre estaba bien con él. Todo eso estaba muy bien. Incluso sentirse atraído por sus flashes de
inocencia y audacia no le molestaba. No le importaba reírse con sus chistes o valorar su opinión,
pero maldita sea, ¿Por qué su estúpido corazón tenía que llenarse de amor? ¿Por qué no podía ser
feliz con la lujuria, la amistad y el respeto?
Ella se aclaró la garganta y apretó los labios, y Graham luchó contra el impulso de retorcerse
como un niño de ocho años frente al pelotón de fusilamiento de sus padres.
—Estoy esperando a que me lo expliques, Graham —dijo—. Y no me vengas con el cuento de
que no lo voy a entender. Quiero una respuesta.
Se pasó la mano distraídamente sobre el pecho, justo encima del corazón, y supo que no estaba
dispuesto a decirle su gran secreto. Si todavía estaba luchando por entender la forma en que
ambos se quemaban cuando se apareaban, sin importar quién estuviera mirando, entonces no
estaba jodidamente dispuesta a escuchar que la amaba y que deliberadamente la había dejado
embarazada, sabiendo que ocurriría y podría haberlo evitado. Algunas cosas era mejor no decirlas.
Al menos hasta estar seguro que no había vuelta atrás para ninguno de los dos.
—Hueles —exclamó, entonces vio como sus ojos se abrían y luego se entrecerraban resentidos.
—¿Huelo? —gruñó, haciendo una imitación bastante buena de su humor—. ¿Me estás diciendo
que quieres que sea tu compañera porque apesto? De algún modo, estoy perdiéndome en tu
lógica.
—No hedor. Olor —aclaró—. Un olor maravilloso. —Sus labios aún estaban fruncidos, así que
siguió adelante y trató de explicar algo que nunca antes había tratado de definir—. Los Lupine
tienen un sentido del olfato miles de veces más potente que el de los humanos. Incluso mejor que
la mayoría de los perros. Todo a nuestro alrededor tiene su propio olor, y muchas de nuestras
costumbres sociales están basadas en la información que obtenemos de esa manera. Es algo
arraigado. Nacemos con un olor, incluso si nos toma algunas horas antes de poder abrir nuestros
ojos.
Su boca se suavizó, solo una fracción, pero lo vio.

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—Es completamente lógico que usemos el sentido del olfato con nuestros compañeros. Nos
dice quién nos atrae y quién no —dijo—. La mujer más bella del mundo no va a atraer a un Lupine
si no huele de la forma correcta.
—¿Que huele de forma correcta? —preguntó. Podía oír la reacia curiosidad en su voz, pero aún
así era un progreso.
—Tú lo haces.
—Está claro que no soy la primera mujer que lo hace. ¿Les dijiste a todas ellas que eran tu
compañera?
¡Maldita sea! ¿Por qué no había encontrado una compañera estúpida? Habría hecho su vida un
infierno más fácil.
—No, porque ninguna lo fue. Tú lo eres —repitió, tan fuerte como pudo sin agarrarla y
sacudirla hasta que el sentido común entrara en ella—. Los Lupine se aparean de por vida, ni
siquiera los lobos lo hacen siempre. Pero igual que los humanos, no siempre esperamos a nuestros
compañeros para tener sexo.
—Lo que significa que aún tienes que explicarme como la forma en que huelo me convierte en
tu compañera.
Se pasó una mano por el pelo con frustración y la miró.
—Me estás pidiendo que te explique un instinto. —Se quejó—. Es como si te pidiera que me
expliques por qué los humanos se asustan cuando nos ven las noches de luna llena.
—Eso podría tener algo que ver con el factor pelaje —dijo, su tono irónico.
—Mira, algunas personas se aferran a la loca idea de que los hombres lobo no existen. Me han
dicho que les ayuda a dormir por la noche.
—Lo que quiero decir es que el miedo que sientes es instintivo, no racional. Realmente no se
puede explicar algo así.
—Al menos lo intenté.
—¡Tú tan solo hueles diferente! —Estaba frustrado ahora, y se notaba en su voz. Consideró que
era una suerte que no le mostrara como cambiaba a algo un poco menos humano y desgarraba el
relleno del sofá—. Las otras mujeres huelen a sexo. Huelen... disponibles. Como a almizcle y
perfume. Tú hueles diferente. Es... fascinante. Toda rica dulzura, como miel y vainilla.
Hizo rodar los ojos.
—Genial. Huelo a vainilla. El más aburrido de todos los sabores. ¿Y esto se supone que va a
convencerme que soy irresistible para ti?
Salió disparado hacia adelante tan rápido que vio la sorpresa ampliar sus ojos cuando parpadeó
y lo encontró apoyado tan cerca de ella que sus narices casi se besaban.
—Eres cualquier cosa menos aburrida, Melissa Jane —gruñó, mirando a sus ojos marrones y
manteniéndole la mirada—. Recuerda, la vainilla viene de las orquídeas y una vez fue considerado
un gran tributo por los emperadores aztecas. Si ellos hubieran podido oler tu aroma como yo lo
hago, te habrían exigido a ti en lugar de las vainas de las orquídeas.
Sus labios se separaron, llamando a sus ojos como un faro. Incapaz de resistirse, se inclinó una
pulgada más cerca y trazó la suave línea con la punta de la lengua. Sintió la ráfaga de aire cuando

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se quedó sin aliento y cerró los dientes con delicadeza en su labio inferior, mordisqueando,
pellizcando y tirando de la sensible piel.
—Nadie huele como tú, Missy —murmuró, curvando las manos alrededor de su nuca—. Nadie
más lo tiene, y nadie más podría. Tu olor de miel y vainilla, y cálida y sexy mujer.
Vio como sus ojos se suavizaban, sintió que la tensión se aflojaba de sus músculos hasta que sus
brazos se descruzaron y su cuerpo se fundía con el suyo. Sus manos se cerraron sobre ella, firmes y
posesivas, y respiró profundamente para tomar su esencia.
—Hueles serena y deliciosa y podría devorar hasta la última gota de ti y aún no estaría
satisfecho. —Lamió sus labios, despacio, lamiendo el sabor que atraía más de su esencia dentro de
él y creando nudos de hambre salvaje en su estómago—. Hueles a mi compañera.
Se extendió para acercarla, pero el movimiento debió de sobresaltarla porque se escapó en el
último segundo y puso la mesita de café entre ellos.
—De acuerdo, tal vez tengas razón —dijo, mirándole con cautela—. Tal vez es el concepto de
compañero para un hombre lobo lo que no entiendo, pero entiendo que esta Caza que vosotros
glorificáis es una excusa para una violación, así que perdóname si decido llamar a esto un fracaso y
suspender lo de esta noche.
¡Mierda! ¿Podía un Lupine morir de frustración? Porque si no había ocurrido antes, Graham
estaba bastante seguro de que ocurriría en los próximos minutos si no le dejaba poner sus manos
sobre ella. No importaba que sus manos, y varias otras partes, hubieran estado dentro y fuera de
ella la mayor parte de las últimas doce horas. Todavía quería más, y no hacerlo se sentía cómo una
tortura en su forma más pura. No podía mirar a Missy sin quererla, y el dolor le hacía estar de mal
humor.
—Como he dicho, realmente no tienes opción —espetó—. Vas a ir a la Caza, y yo voy a cazarte,
y cuando te joda cambiaré de nuevo a mi forma humana y volveré a follarte hasta que estés
demasiado cansada como para atormentarme más. Entonces seremos declarados compañeros, y
volveremos aquí para que pueda follarte un poco más. ¿Comprendes?
—No uses ese tono conmigo, Graham Winter. —Saltaban chispas de ira de sus normalmente
apacibles ojos marrones y casi le prende fuego—. No recibo órdenes tuyas, no importa que
ilusiones te hayas hecho, así que no creo que puedas decirme que puedo o no puedo hacer.
—¡Jesús, Melissa! —bramó, su frustración haciendo eco en las paredes—. ¿Qué coño quieres
que haga? ¿Cazar a otra persona? ¿Quieres que vaya al parque sin ti, que persiga a alguna Lupine
sin rostro y la folle en tu lugar? ¿Eso te haría feliz?
La acechó hasta quedar pie con pie y poder reflejarse estrecha y personalmente el uno en el
otro. Aparentemente insatisfecha con la posición, Missy trepó sobre la mesa, dejándola más o
menos al nivel de sus ojos.
—¡No!... No, no me haría feliz, pero maldita sea, Graham ¿Qué quieres de mí? Estoy fuera de
mi entorno aquí, y puedo sentir absolutamente todo a mi alrededor girando completamente fuera
de mi control. ¿Quieres que haga una pequeña celebración y me quite la ropa antes de entrar al
parque? ¿Para poder hacer tu vida mucho más fácil? ¡Dame un respiro! ¡Tengo miedo!
Las palabras salieron de su boca como el corcho de una botella de champaña, y toda la
efervescente bravuconería salió de ella como la pálida espuma. Pareció encogerse mientras la

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2° de la Serie Fixed

miraba hasta que una vez más se pareció a la mujer tímida y vulnerable que había recogido en el
jardín de Dmitri. Envolvió los brazos a su alrededor y se acurrucó contra él.
—Oh, pequeña. Lo siento —murmuró—. Sé que tienes miedo y lo siento. No tenía intención de
hacerte infeliz. Te lo juro. Shh... Está bien. Te lo prometo, todo irá bien.
Se quedó rígida en sus brazos por dos segundos y medio antes de fundirse contra él como dulce
y cremosa vainilla. Enroscó sus brazos alrededor de su cuello y se mantuvo cerca, escondiendo su
rostro en su hombro y temblando.
—Tengo miedo —repitió, su voz ahora un susurro suave y ahogado por la emoción, la mitad de
la cual le pareció ira—. En doce horas has conseguido poner todo mi mundo al revés. —Levantó la
cabeza hasta que pudo ver su expresión, y la frustración y ansiedad de allí le causó que quisiera
patearse su propio culo por trastornarla—. Ayer estaba enseñando a una habitación llena de niños
de cinco años como atarse los zapatos, y hoy me dices que esta noche voy a tener que correr por
mi virtud a través de Central Park, perseguida por una manada de hombres lobo, uno de los cuales
piensa que soy su compañera. Me siento como si me hubiesen aspirado a una realidad alternativa,
y no puedo decidir si está basada en sueños o pesadillas.
Graham se acercó y le metió un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Lo siento. Debí de haberme dado cuenta de lo mucho que te estaba empujando. No es justo
para ti. Lo sé.
Le miró con esos grandes ojos marrones, sus exuberantes, completamente besables,
temblorosos labios, y se maldijo de nuevo, porque por mucho que lamentara asustarla, no había
mucho que pudiera hacer para que el miedo desapareciera. Tenía tan pocas alternativas con lo de
la Caza como ella, y estaría maldito si la dejara por su posición en la manada. Esas eran dos cosas
con las que no podía vivir.
Le dio un ligero beso en la frente y le acarició la cabeza con la mano, masajeando su cuero
cabelludo con la yema de los dedos.
—Shh... —La calmó, pasando ligeramente la otra mano en círculos suaves por su espalda—.
Todo irá bien. Te lo prometo.
Levantó la cabeza y la echó para atrás, un total de tres o cuatro pulgadas que le permitía, para
encontrar su mirada con el ceño fruncido.
—Maldita sea, ¿querrías dejar de ser todo perfecto por unos minutos?
Graham parpadeó.
—¿Huh?
—Estás haciendo el ser caballero de brillante armadura una rutina, pero su efecto queda
empañado por el hecho de que estás jurando sacarme de una situación en la que me has metido
tú. Es como si robaras mi coche y luego te ofrecieras para ayudarme a presentar la reclamación del
seguro.
La mujer podía cambiar sus estados de ánimo tan rápido, que lo tenía mareado, Graham
detectó que los primeros apretones de un dolor de cabeza se le estaban formando detrás de los
ojos. Mierda. ¡Ella era la causa de su angustia mental! ¿Y esta era su compañera?
—En primer lugar —gruñó. Suspiró, respiró hondo y comenzó de nuevo en un tono más
normal—. En primer lugar, yo no te he metido en esta situación...

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—¿Sí? ¿Entonces cómo llamas a eso de la Caza de Compañera?


—...Porque no tengo más control en todo esto del que tú tienes —continuó como si no le
hubiera interrumpido. Solo que más fuerte. Era más seguro que ceder a la tentación de sacudirla—
. Yo no he convocado la Caza de Compañeras. Yo no empecé la tradición que dice que tengo que
tener una compañera para ser el Alfa de mi propia jodida manada. Yo no me recogí en una fiesta,
volteando mi mente, me invité a mi casa y luego traté de escapar a la mañana siguiente sin
siquiera decir adiós y gracias por los múltiples orgasmos. Todo eso lo hiciste tú, Missy. No yo.
Hizo una mueca como si hubiera comido algo agrio.
—Tú eres el que tenía que ir y ser un hombre lobo.
Soltó una corta carcajada.
—Sí, porque Dios sabe que lo hice para molestarte.
Se sonrojó con eso.
—Sabes que no es eso lo que quise decir. Simplemente haces que todo parezca jodidamente...
complicado.
—Bienvenida a la vida real.
Esas palabras la cogieron con la boca abierta y los pulmones llenos, seguramente porque se
estaba preparando para decir más. En cambio cerró la boca y se apartó de la mesa para acercarse
a la ventana. No le gustaba que sintiera la necesidad de poner distancia entre ellos, pero no la
presionó. No cuando tendría que empujarla tan lejos y tan duro por la noche.
Sin embargo, pudo escuchar su suspiro agotado por toda la habitación.
—Si tienes que follar con alguien esta noche, preferiría que fuera conmigo que con otra mujer,
imagino —dijo—. No es como si no quisiera olvidar que existe toda esta insana tradición vuestra,
pero no me suena como una de las opciones.
Ella miró por encima de su hombro, y él buscó en su expresión por algo que le diera una idea de
que demonios hacer a continuación. Al final, se conformó con ser honesto.
—No lo es.
—Sí. Es más o menos lo que pensaba. —Se giró para volver a mirar por la ventana, lo que
molestó a Graham. Quería ver su rostro, y parecía que lo estuviera escondiendo de él—. Así que
supongo que llegaré a ver una Caza de Compañera Lupine en vivo y en directo. Incluso si acaba
conmigo.
—No dejaré que nadie te haga daño.
Apenas pudo oír su respuesta, de lo bajito que habló.
—Lo sé.

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Missy se quedó mirando la pared como una paciente lobotomizada y dejó que la conversación
zumbara a su alrededor. Hacía medio minuto, Graham la había dejado en esta habitación llena de
mujeres que no conocía, con excepción de su ayudante, y la abandonó. No importaba que hubiera
estado demasiado aturdida para protestar, todavía planeaba culparle de todo.
Sintió la mano de Samantha darle un tirón del codo y miró a la otra mujer que había corrido a
su encuentro, en el segundo en que Graham la había dejado en la puerta.
—Luna —murmuró la morena, instándola a dar la cara a la multitud que se había congregado
alrededor de ellas—. Todo el mundo ha estado esperando para conocerte. ¿Puedo presentarte?
Ahí iba con “Luna” de nuevo, a pesar de que Missy seguía sin comprender cómo podía ser la
hembra Alfa cuando ni siquiera era Lupine. ¿No deberían tener normas sobre este tipo de cosas?
—Claro. —Estuvo de acuerdo, ya que no podía pensar en una forma de estar en desacuerdo, y
dejó a Samantha guiarla a una enorme silla, semejante a un trono, y la instó a sentarse. No se
perdió del simbolismo de eso. Alzó la mirada hacia la Lupine que estaba a su lado como una
centinela y suspiró. ¿En qué diablos se había metido?
—Esta es Lucy Fallon. —Le presentó Samantha, una mujer alta, de pelo negro, quién parecía
capaz de derrotar a Xena en una pelea justa, se acercó un paso hacia la silla y miró hacia abajo a
Missy con una expresión de evidente desaprobación—. Es policía en la ciudad de Alphabet City.
Ah. Eso lo explicaba. Probablemente trabajaba en el último turno, tardío, además. En el que
todos los cuerpos tienden a ser encontrados.
—Un placer conocerte. —Mintió. Se sentía horriblemente incomoda, sin saber si debía dar la
mano, inclinar la cabeza o dejar que le besaran el anillo, no es que llevara uno. En lugar de eso,
sonrió y esperó que esto no fuera demasiado largo.
Lucy la miró fijamente hasta que vio a Samantha fruncir el ceño. Cuando el silencio se prolongó
durante unos segundos, Samantha comenzó a gruñir y Missy la miró en estado de shock. Se
sorprendió aún más cuando vio a la ayudante torcer los labios y enseñar los dientes en su gruñido.
—Te he presentado exactamente a tu Luna —espetó Samantha, su voz unas octavas más baja
que unos segundos atrás—. Ten cuidado de no ofenderla con tu mala educación.
Lucy entrecerró sus ojos de policía, oscuros, planos y vagamente inquietantes y le enseñó los
dientes en una mueca.
—Mis modales están bien para una reunión con humanos —dijo entre dientes, sin apartar la
mirada del rostro de Missy—. Necesitará más que ser llamada con un título para ser mi Luna. Ella
es humana. El hecho de que Graham la haya follado no la convierte en mi Alfa.
La mujer le dio la espalda y comenzó a alejarse, y no hacía falta ser una Emily Post Lupine para
saber que acababa de ser insultada. A lo grande. Sin embargo no era del tipo que se hace a un lado
y deja que la insulten.
—Puede que tengas razón. Dormir con Graham probablemente no me haga tu Alfa, —Estuvo
de acuerdo, levantando la voz por lo que el eco se escuchó claramente entre la silenciosa multitud
que se había reunido para ver el intercambio. Esperó a que Lucy se diera la vuelta antes de
terminar su declaración—. Después de todo, es obvio que no hizo mucho por ti.

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Sabía que se había marcado un tanto cuando vio la cara de Lucy alternar entre pálida y rojo
brillante. Genial. ¿No solo era una mujer policía con una posición, tenía que ser una celosa,
despreciada amante también? Eso podía hacer el día de Missy redondo. Sin embargo, había hecho
su entrada y no podía retroceder ahora.
Casualmente, cruzó una pierna sobre la otra y se alisó una arruga invisible en sus mal ajustados
pantalones vaqueros como si llevara metros de la más fina seda tejida.
—Pero hay una diferencia entre tú y yo, Lucy. Puede que Graham haya follado contigo hace
tiempo. —Pasó los ojos de arriba a abajo por el cuerpo de la mujer, insinuando claramente que no
podía entender que locura le había entrado a Graham—. Pero soy yo la que ha llegado a ser su
compañera.
—¡Perra!
Si la mujer hubiese saltado primero y calumniado después, podría haber sido capaz de patearla
a otra dimensión, pero con eso, lo único que consiguió fue golpear el respaldo de la silla y enviarla
a volar con ella encima. Missy se había deslizado fuera antes de que el sonido “p” se hubiera
formado completamente en los labios de Lucy y en el momento en que la Lupine se dio cuenta
que su presa se había escapado, Samantha y otra mujer se habían interpuesto entre las
combatientes y se enfrentaban a Lucy con los dientes al descubierto.
—¡Retrocede! —gruñó Samantha y Missy tubo que parpadear un par de veces antes de darse
cuenta que estaba viendo a la misma morena que esa mañana había pensado que era tímida. Es
curioso cómo un poco de violencia podía cambiar su opinión de alguien.
Se puso de pie, se sacudió el polvo del culo con las manos y se asomó por detrás de los dos
hombros lupinos, lo que significaba que realmente no podía ver una maldita cosa. Metiendo las
manos entre sus dos auto-impuestas guardaespaldas, las apartó y se adelantó hasta que pudo ver
a su atacante a los ojos.
—Ten cuidado de a quién llamas perra, Lucy —advirtió, encontrando la mirada furiosa de la
otra mujer con la suya propia. ¿Y qué si sus rodillas chocaban por dentro? En este caso las
apariencias eran lo único que importaba—. Solo una de nosotras se vuelve peluda una vez al mes,
y créeme cuando digo, que no soy yo.
Lucy gruñó y cambió su peso hacia delante. Las mujeres de pie detrás de Missy empezaron a
avanzar, pero las detuvo alzando una mano. Si por algún giro extraño del destino, era realmente la
compañera de Graham, no estaba dispuesta a pasar el resto de su vida dejando a alguien más
pelear sus batallas y defenderla frente a una loba feroz.
—Quiero dejar esto perfectamente claro, Lucy —dijo, con voz firme a pesar de su malestar
interior—. El hecho de que no soy Lupine no se le ha escapado a nadie. No a mí y ciertamente no a
Graham. Si a él no le importa que sea humana, entonces no es de tu maldita incumbencia.
¿Entendiste?
—Es de mi incumbencia cuando desfilas delante de la manada como una igual —gruñó la
Lupine—. Es de mi incumbencia cuando tú te postulas como la hembra Alfa, a pesar del hecho que
no podrías ganar un juego del tira y afloja contra una de nuestras crías recién nacidas. Eres débil, y
en nuestro mundo, un líder débil es un líder muerto.
—Pero no tengo que ser tan fuerte como tú —Missy se enderezó recta y firme y animó a alguna
de las otras mujeres en la sala a desafiarla, Lucy incluida. Podían ser capaces de patearle el culo,

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pero eso no significaba que tuviera intención de acobardarse frente a ellas—. Yo soy la compañera
del Alfa. Eso me hace la hembra Alfa te guste o no. No importa si no puedo luchar y ganar, porque
si pones una sola mano sobre mí, Graham te arrancará los intestinos y se dará un banquete con
ellos. Así que dime una vez más cómo no merezco ser la Alfa.
Lucy mantuvo su mirada fija un latido de corazón. Dos. Tres. Entonces tragó visiblemente algo
muy amargo y miró hacia otro lado. Missy sintió que se le doblaban las rodillas de alivio.
—Muy bien —Asintió, fingiendo estar confiada, segura de sí misma, convincente y un centenar
de otras cosas que nunca había estado en su vida—. Me alegro de haberte conocido, Lucy. Ahora
sal de mi salón antes de que olvide ser agradable en la victoria.
La otra mujer salió por la puerta como si tuviera un hierro candente atascado en el trasero,
pero al menos se fue. Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Missy tomó una respiración
profunda y dejó escapar un suspiro.
—Bueno —dijo, volviéndose hacia Samantha—. Eso fue divertido. ¿Por qué no me presentas a
todas las demás?

Pasar una tarde entera en una habitación llena de mujeres lobo sin emparejar resultó ser una
de las experiencias más educativas de la vida de Missy. Entre algunas de las más espeluznantes y
francamente aterradoras descripciones de relaciones sexuales que jamás había oído, se las arregló
para reorganizar la historia del apareamiento Lupine, la Caza de Compañeras y ser Alfa de una
manera mucho más coherente de lo que Graham había sido capaz de lograr.
—Así que hablaba en serio acerca eso —dijo, sentada en el suelo con las piernas cruzadas junto
a unas cajas de pizza vacías. Era casi el anochecer y había estado “hablando con las chicas” la
mayor parte de la tarde—. ¿Si Graham no hubiese tomado una compañera, su primo Curtis podría
honradamente obligarle a dimitir como Alfa? ¿Solo porque no tenía compañera y cachorros? ¿Eso
no es un poco loco?
Annie, la mujer que había formado la otra mitad de su escudo Lupine contra Lucy, se encogió
de hombros.
—Es una tradición. Eso es solo una manera de como funcionan las cosas.
—Sí, pero eso no significa que sea menos loco.
—Bueno, tienes que darte cuenta que las cosas no siempre fueron tan fáciles para los Lupine
como lo son ahora —explicó Samantha—. Ahora estamos integrados en el resto del mundo,
incluso si seguimos siendo un gran secreto. Pero unos pocos cientos de años atrás, la gente nos
quemaba en las hogueras por ser discípulos de Satanás.
—Pensé que era a las brujas a las que quemaban en las hogueras.
—Una falacia, en realidad, ya que la mayoría de las brujas fueron colgadas. A los hombre lobo
los quemaban. O decapitaban. O les disparaban con balas de plata, una vez que la pólvora hizo su
aparición.
—Yay… —Missy hizo una mueca.

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—Exactamente —afirmó Annie—. Así que puedes ver cómo asegurarse de que cada manada
tendría una nueva generación para salvarnos de la extinción se convirtió en una prioridad muy
alta. Realmente podrían haber sido solo leyendas, si no fuera por los Derechos de Cría.
Missy supuso que era verdad, pero no estaba segura de por qué todavía se aplicaba en el siglo
XXI. Y no estaba realmente segura de por qué se aplicaba a una humana. Removió su refresco y vio
los cubitos de hielo dando vueltas como corredores en un circuito de NASCAR.
—¿Los Derechos de Cría se aplican en este caso? —preguntó mientras levantaba la cabeza para
encontrarse con los ojos de Samantha—. Quiero decir, no importa que Graham pueda decir que
soy su compañera, realmente no puede ser verdad. ¿Puede?
Annie la miró un poco horrorizada.
—¡Por supuesto que es verdad! Los Lupine no mienten sobre el apareamiento. Es un vínculo
sagrado.
—No quería decir que piense que Graham miente. —La tranquilizó—. Solo que puede estar un
poco... confundido. Quiero decir, él es Lupine, pero yo no. Soy humana. Ni siquiera sé si somos...
compatibles de esa manera. ¿Son los Lupine y los humanos de la misma especie? ¿Podemos tener
hijos juntos?
—Por supuesto —dijo Annie—. Los Lupine y los humanos están relacionados de una manera
muy similar a los lobos y los perros domésticos. Son biológicamente especies diferentes, sin
embargo comparten el suficiente ADN mitocondrial para poder, y de hecho lo hacen, aparearse y
tener descendencia viablemente reproductiva. De hecho, la evidencia empírica parece apoyar la
hipótesis de que la descendencia de una unión Lupine-humano pueden tener incluso un sistema
reproductivo más fuerte que cualquiera de sus respectivos padres, debido a la introducción de
nuevas y variadas formas de ADN a la reserva genética.
Missy parpadeó.
—Oh.
Samantha se inclinó para murmurarle una explicación.
—Annie es profesora de biología en la Universidad de Nueva York. Investigación genética.
Missy repitió.
—Oh. —Seguro que lo era. ¿Por qué no? ¿Por qué poner límites al surrealismo que
rápidamente estaba llegando a abarcar la vida de Missy?—. ¿Entonces estás diciendo que Graham
podría dejarme embarazada?
Annie se encogió de hombros.
—Cierto.
—¿Ha ocurrido antes? Quiero decir, ¿hay un montón de Hu-pines corriendo por ahí?
Samantha sonrió.
—No tantos, creo que Annie estaba dando los datos teóricos, no un caso de estudio. Hay
historias de que ocurrió en el pasado, pero nunca he conocido a nadie acoplado con un humano.
Sin embargo, se supone que es un paseo. Las historias dicen que algunos cachorros traspasan sus
talentos a las madres. Pueden tener la suerte de apropiarse de cosas como los reflejos rápidos o
una mejor visión nocturna, mientras están embarazadas. ¿No es fantástico?
A Missy se la abrieron los ojos como platos.

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—Sí, fantástico.
—Eso sí, es solo una conjetura —dijo Annie—. Pero debido a la conexión física entre la madre y
el cachorro, hace que sea lógico.
El uso repetitivo de la palabra “cachorro” drenó el color de la cara de Missy más rápido que la
gripe.
—¿Tendré... cachorros?
Annie vio la sonrisa de Samantha y se rió entre dientes.
—No, por lo que puedes calmarte. Los cachorros Lupine se parecen a los bebés humanos. El
cambio es algo que tenemos que aprender a hacer. Algunos cachorros precoces aprenden más
pronto, sobre los siete u ocho años, pero la mayoría adquieren sus habilidades en la pubertad.
El alivio hizo que Missy se hundiera contra las patas de la silla en la que estaba apoyada.
—Está bien. Eso es un poco menos aterrador. Eso sí, solo un poco, porque, ¿hola?
¿Adolescentes cachondos no son lo suficientemente duros de tratar, pero adolescentes cachondos
que pueden cambiar por sí mismos a hombres lobo? —Se estremeció—. Pero voy a tomar lo que
pueda conseguir.
Samantha la miró como si Missy le hubiera entregado las llaves de la ciudad.
—¿Así que estás bien con ello entonces? ¿No te importa ser la compañera de Graham? ¿No te
importa tener hijos y quedarte con la manada?
Al exponerlo de esa manera, las palabras hicieron que Missy se moviera incómodamente, por lo
que se defendió.
—Bueno, no estoy corriendo y gritando, ¿verdad?
—Creo que hay un término medio entre correr gritando y vivir felices para siempre con nuestro
Alfa, —Annie le dio una mirada severa.
Missy se retorció.
—Dame un respiro. Esto es mucho a lo que adaptarse, lo sabes. Antes de anoche, ni siquiera
sabía que Graham quisiera llevarme a cenar, por no hablar de que iba a lanzar esta cosa de los
compañeros sobre mí. Necesito un poco de tiempo para acostumbrarme a esto.
—Tienes alrededor de tres horas —Samantha miró el reloj y de nuevo a Missy—. Es posible que
desees darte prisa.
El recordatorio de la hora y la caza que tendría lugar esa noche creó nudos de tensión en el
estómago de Missy.
—Sí, cierto. La Caza de Compañeras. Acerca de eso...
Samantha se cruzó de brazos y la miró.
—¿Qué pasa?
La intranquilidad se apoderó de ella y suspiró. ¿Cómo se suponía que tenía que explicarle a
alguien que había crecido dentro de la cultura Lupine que ser perseguida en la oscuridad por
Central Park por una manada de hombres lobo no conseguía exactamente que sus jugos fluyeran?
De hecho los congelaba tan sólidamente como a un cubito de hielo.
—Mira, sé que esto es una tradición para los Lupine, pero en realidad es algo que ni siquiera
puedo concebir. Quiero decir que la idea es... terrorífica.

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Annie asintió.
—Estoy segura que lo es, para una humana. Quiero decir, para empezar eres una mujer, lo que
te hace por definición más débil que un hombre, y cuando se le agrega la condición humana a la
ecuación y que nuestros hombres son fácilmente diez o veinte veces más fuertes que un no
Lupine...
Missy gimió y enterró el rostro entre las manos.
—Annie —interrumpió Samantha—. No estás ayudando.
La científica se sonrojó como una adolescente.
—Oops. Lo siento.
—Luna, no tienes nada que temer. Nuestro Alfa te protegerá. No hay ninguna posibilidad que
uno de los otros hombres te capture. Graham lo mataría antes de que te tocara.
De alguna manera los nervios de Missy se suavizaron un poco cuando la mano de la otra mujer
le acarició la rodilla.
—¿Y si algo sale mal? ¿Qué pasa si Graham se lesiona o se distrae? ¿Qué ocurriría entonces?
—No va a suceder —repitió Samantha—. El Alfa no lo autorizará.
Missy se rió ahogadamente en su frustración.
—No creo que al destino le preocupe particularmente lo que Graham “autorice”. La suerte no
es algo que vaya a mostrar el vientre por que Graham juegue al lobo feroz.
Samantha parpadeó ante eso. Frunció el ceño y miró a Annie, la confusión claramente escrita
en su rostro. Missy se limitó a sacudir la cabeza al darse cuenta que estas mujeres honestamente
no podían comprender la idea de que una persona, un ser o una idea no inclinaran la cabeza ante
el Alfa Silverblack.
Annie se encogió de hombros, como indicando que no sabía por que su Luna estaba
gimoteando, se giró hacia Missy.
—Pero Luna —explicó, deliberadamente lento como un profesor de matemáticas a un alumno
de siete años un poco denso—. El Alfa te protegerá. Solo tienes que confiar en él.
¿Confiar en el hombre de cuya cordura estaba empezando a dudar?
—Claro —murmuró—. De acuerdo. No hay problema.

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Missy se apresuró a cruzar la calle y mantener su culo contra la pared hasta que Graham le
puso una mano en la espalda para que siguiera.
—Vamos —gruñó—. Llegamos tarde. La caza comenzará en cualquier momento.
—Bueno, perdóname por intentar no brillar por toda la isla —murmuró, dejando que la
condujera por el camino que llevaba al tranquilo parque—. Este conjunto que me haces llevar es
ridículo.
—Ofrece facilidad de movimiento. ¿Quieres correr al lado de la manada con tacones y
minifalda?
—¿Cuánto peor que la lycra ajustada y unas botas de motorista? —Se quejó—. Me siento como
un cruce entre un Ángel del Infierno y una go-go. ¿Qué pasa con los pantalones vaqueros y un
buen par de zapatillas de deporte?
—No me dan una vista tan buena de tu culo.
Recalcó su comentario con una mueca teatral y un ligero golpe en su trasero. No era suficiente
para hacerla retroceder, pero cuando su mano se quedó cubriéndolo y apretó, le lanzó una mirada
descarada.
—¿Por qué no me sorprende que esa sea la verdadera razón?
Graham sonrió y continuó llevándolos al interior del parque, mientras Missy trataba de ignorar
el aleteo nervioso de su estómago. Lo habría llamado mariposas, salvo que las condenadas cosas
parecían crías de conejo, y no importaba lo ingeniosa y popular que fuera la técnica psicológica
que usara para tratar de calmarlos, no paraban. Al final, solo podía apretar los dientes y aguantar.
Después de unos minutos, Graham les llevó juntos por el camino y tiró de ella para cruzar los
árboles a una zona boscosa.
Casi lo único que podía ver en ese terreno oscuro era la luz brillante de sus ojos, y no emitían
suficiente brillo para iluminar su camino. Tuvo que recurrir a aferrarse a Graham y medir sus pasos
con mucho cuidado para evitar tropezar con las raíces y rocas. Por su parte, Graham la sostenía
cuando lo necesitaba, pero la empujó hacia delante sin descanso todo el tiempo. Se sentía un poco
como la rubia indefensa de una película de serie B, cosa que no hacía mucho por su estado de
ánimo.
—¿Dónde diablos se va a hacer esa caza? —exigió, después de diez minutos de trepar por entre
raices y troncos caídos. No sabía que había tantos árboles en Manhattan, y mucho menos que
Graham esperara pasar por encima de todos ellos—. Debemos estar prácticamente en Albany por
ahora.
—¡Shh! Mira.
Mr. Monosilábico señaló hacia el siguiente tramo de árboles e instó a Missy en esa dirección. Al
principio pensó que era otra cosa de lobos, pero después de un par de parpadeos y una mirada
furiosa, pensó que podría haber un grupo de anaranjadas luces en la distancia.
—¿Es eso?
Graham asintió y le dio un empujón hacia delante.
—Ya están casi listos para empezar. Date prisa.

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Decidió no mencionar que había estado corriendo la última hora, desde que Graham había
llamado a la puerta del baño donde se estaba vistiendo, y le dijo que moviera su sexy culo. Esas
eran sus palabras, no las de ella, y habían sido la única cosa que la había detenido de cerrarle la
puerta en las narices. Parecía más bien cariñoso con su trasero, después de todo, y Missy podía
apreciar a un hombre con buen gusto.
A medida que avanzaron y los árboles comenzaron a ralear dando paso a un claro, Missy pudo
ver el resplandor de algún tipo de antorchas y una gran hoguera a unos diez metros delante de
ellos. Era un milagro que el departamento de bomberos no estuviera pululando alrededor de los
Lupine como abejas en una exposición de flores. Cuando llegaron cerca de la línea de árboles,
Graham la detuvo.
—¿Recuerdas lo que hablamos? —preguntó, los ojos verdes y brillantes en su rostro serio.
—Por supuesto. —¿Cómo podía haberlo olvidado? Su “compañero” le había dado una
conferencia sobre los puntos más importantes en su comportamiento de esta noche de por lo
menos cuarenta y cinco minutos—. Me quedo cerca de ti y mantengo a Samantha y Annie cerca
por si acaso. Permanezco tranquila hasta que la caza comience y no miro directamente a los ojos
de nadie, pero no miro abajo o creerán que soy sumisa. No acercarme demasiado, y no ofenderme
si alguien trata de olfatearme. Recordar que los lobos también son personas, y debo mantener mi
boca cerrada a menos que sea algo de suma importancia para relatar. Ah, y cuando la caza
comience debo correr como el infierno directamente hacia el norte.
Terminó su letanía con las manos cruzadas remilgadamente por delante de ella y las cejas
flotando en algún lugar cerca de la línea del cabello. Graham se la quedó mirando durante un
momento, y luego hizo un gesto brusco.
—Lo suficientemente bueno —gruñó—. Vamos.
Tiró de su muñeca con tanta fuerza que estuvo a punto de volar. Murmuró una disculpa, pero
Missy no podía estar segura de cuanta atención le estaba prestando, ya que no se molestó en ir
más despacio. A medida que se acercaban a la manada, podía sentir como se construía un nuevo
tipo de tensión nerviosa en su interior. Cada paso parecía hacerlo más salvaje, más fiero, menos
civilizado. Su temperatura corporal se disparó hasta el punto de que el toque de su mano desnuda
en su brazo se sentía como si una esterilla eléctrica hubiera sido colocada directamente en su piel.
Era soportable, pero decididamente caliente. Se estremeció.
Cuando salieron de las sombras del bosque, luchó para convertir ese estremecimiento en un
escalofrío. Allí donde miraba, el claro estaba lleno de hombres lobo, más Lupine de los que había
pensado que iba a ver. Las formas de los animales variaban en forma y color, desde los rojo-
grisaceos del tamaño de un coyote a algunos grandes, negros monstruos que juró eran del tamaño
de ponis Shetland. Por suerte para sus nervios, no todo el mundo estaba en su forma de lobo.
Los normales, los miembros de la manada con apariencia humana estaban desplegados o de pie
en grupos, hablando con una mezcla desconcertante de palabras, gruñidos y ladridos. Esto iba más
allá de la zona desconocida y pasaba directamente al canal Sci-Fi, sobretodo cuando un pequeño
grupo salió de entre los árboles al otro lado de la hoguera. Missy tuvo que parpadear tres veces
antes de que sus ojos estuvieran de acuerdo en filtrar lo que estaban viendo a su cerebro, lo que
solo a regañadientes se traducía en términos comprensibles.
Esos chicos eran hombres lobo.

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Hombres lobo de verdad. No solo Lupine, quienes parecían humanos, e incluso podían actuar
como ellos cuando la situación lo requería. Ni siquiera los Lupine en forma de lobo, quienes
parecían que daban un paso a un lado en un especial de Planeta Salvaje y se hacían a sí mismos
domésticos. Estos hombres lobo eran tan peludos como las formas de lobo, pero ahí terminaba el
parecido.
Cuatro de ellos viajaban en su propia pequeña manada, cada uno caminaba con dos patas que
se inclinaban en la dirección equivocada. Sus rodillas se arqueaban hacia atrás, haciendo que se
vieran permanentemente encorvados y listos para brincar. Missy no podía decir cuales eran sus
colores hasta que se acercaron lo suficiente a la hoguera para que las llamas iluminaran su piel, y
luego casi lamentó que lo hicieran.
Uno de ellos tenía una capa moteada, del color gris ceniza de la madera descolorida, y blanco
grisáceo en el pecho y el vientre. Fascinada, siguió los cambios de color hasta que el pelaje se
redujo a una pelusa, vello de apariencia aterciopelada que cubría pero no podía ocultar el grueso y
muy humano sexo del licántropo. Sus ojos se dispararon de nuevo a su cara, él era definitivamente
muy macho, y se quedó ahí, y llegó a estar jodidamente segura que no iba a mirar más abajo del
esternón de cualquiera de sus amigos.
Dos de los otros tenían el color gris rojizo de los coyotes, ya había notado que parecía el más
común entre los presentes en forma lobuna, y el último hombre lobo tenía un pelaje de color
marrón claro moteado de negro y gris, como el galgo atigrado que su vecino de abajo había
rescatado de una pista de carreras el año anterior. Aunque a juzgar por la mueca que torcía el
hocico del licántropo marrón, dudaba que tuviera mucho en común con una amistosa y apacible
tórtola.
Missy abrió la boca para hacer una pregunta, pero la cerró de nuevo cuando Graham soltó el
agarre que tenía sobre su brazo y dio un paso adelante de las sombras que los ocultaban.
Sorprendida, se arrastró tras él. De ninguna manera planeaba estar sola en este claro, muchas
gracias.
Todavía viéndose más como un modelo de la portada de GQ que el terror de Central Park,
Graham avanzó por la alfombra de musgo y hojas hacia la luz de la hoguera. Apresurándose para
mantener su paso come-tierra, Missy le siguió hasta que se detuvo cerca del mismo montón de
rocas desordenadas donde los hombres lobo se habían detenido.
—Curtis. —Le oyó gruñir.
El licántropo marrón dio un paso adelante, y Missy consiguió su primera vista cercana de un
Lupine en su forma were. Estaba cubierto de pies a cabeza por una capa gruesa y afelpada de
pelaje, a pesar que parecía crecer más grueso en la espalda, el cuello y la parte superior del pecho,
como el collarín de un lobo de verdad. Y como había notado con el were gris, se reducía en un
montón de pelusa en el abdomen y estómago. Puso empeño en rodear la zona de su sexo y
trasladó su mirada inmediatamente junto a las áreas que era menos probable que la asustaran.
Se puso de pie como un hombre, pero sus piernas eran las patas traseras de un lobo enorme,
con pies como las patas de un perro, solo que mucho más grande. Sus brazos eran largos y
musculosos, con manos vagamente humanas terminadas en letales y curvadas garras. Su cabeza
se veía casi completamente canina, con unas bien proporcionadas orejas triangulares y un hocico
largo y puntiagudo lleno de dientes tan afilados como cuchillas de afeitar. Missy no podía

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atestiguar sobre lo afilado de sus dientes, pero decidió seguir sus instintos con eso. Ciertamente
parecían afilados.
Se puso de pie al lado de Graham, a medio paso por detrás de él, y decidió que realmente no
tenía necesidad de estar más cerca de cualquiera de los licántropos. Su perspectiva ciertamente
estaba bien donde estaba.
De hecho, podría ser mejor desde Nebraska. Tuvo ganas de ir a comprobarlo.
—Estás siendo muy mal educado, primo —dijo Graham, su voz baja y áspera, y tan amenazante
que Missy se estremeció a pesar de que no estaba hablando con ella.
El licántropo marrón movió su cabeza en su dirección y gruñó. Con los músculos apretados para
evitar retroceder, Missy parpadeó y casi se pierde la cosa más increíble que jamás había visto. En
un minuto estaba mirando al licántropo que Graham llamaba primo, y al siguiente cambió,
dejando a un hombre donde el lobo había estado. Tenía el pelo del mismo color marrón atigrado
que el pelaje de hombre lobo y los ojos del mismo color amarillo-dorado. También estaba
completamente desnudo.
—No es mala educación —dijo el licántropo con una sonrisa burlona—. Solo impaciencia. Ha
pasado mucho tiempo desde la última Caza.
—Las Cazas son una tradición moribunda. Nuestras hembras prefieren elegir a sus compañeros
de una manera más moderna.
—Una manera más humana. Yo, por ejemplo, no llamo a eso progreso.
—Pero entonces, no es cosa tuya hacer un llamamiento.
Missy mantuvo una oreja en la conversación, si se pudiera llamar a sus enfrentamientos
verbales una conversación, pero al mismo tiempo sus ojos estaban fijos en los otros tres
licántropos. Mientras los miraba, ese cambio sucedió de nuevo. Las tres formas se volvieron
borrosas en los bordes. Sus características y contornos se desvanecieron y se hicieron
indistinguibles. Vio un movimiento y una especie de ondulación, y entonces todo volvió a
enfocarse y los hombres lobo eran de repente hombres. Hombres desnudos. La transformación la
había fascinado tanto, que apenas se contuvo de pedirles que lo hicieran de nuevo.
—Si no quieres llevar a nuestra manada por los caminos de nuestro pueblo, entonces no te
sorprendas si alguien más lo hace, primo —dijo Curtis, llamando la atención de Missy de nuevo a
la cuestión ante ella.
Oyó el gruñido antes de sentir el movimiento y mucho antes de ver nada, porque en realidad
no había nada que ver. Todo sucedió tan rápido, que dudaba que una cámara hubiera podido
captarlo, pero de repente Graham no solo le gruñía a su primo, tenía la mano envuelta alrededor
de su garganta mientras los dedos del otro colgaban a tres centímetros del suelo. En lugar de
gritar o luchar, Curtis se echó a reír.
—No te he retado —señaló, con voz ronca y áspera, pero clara—. No serviría de mucho para tu
reputación si el Alfa de la manada Silverblack matara a otro miembro de su propia manada sin
provocación, ¿verdad?
Vio como la mandíbula de Graham se apretaba y vio un primer indicio de un colmillo
apareciendo entre sus labios cuando habló.
—Oh, he sido provocado —gruñó—. Y sé quién está detrás de todo, también. ¿Creías que no
me daría cuenta que un Gamma de mi propia manada convocaría un Aullido en nombre de

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Silverblack? ¿Creías que no me daría cuenta de una improvisada y desautorizada Caza de


compañeras en el centro de mi territorio? —Graham lanzó a su primo a un lado cómo si tocar la
piel del otro hombre le hubiera contaminado—. Todavía soy el Alfa de esta manada, y sé
perfectamente lo que estás tratando de hacer.
Curtis cayó sobre sus pies agachado en cuclillas y miró con desdén a su claramente más fuerte
primo.
—Puedes saberlo, pero no puedes detenerme —se burló—, no, a menos que puedas engendrar
un cachorro antes de la próxima semana, primo. Pensé que estaba haciéndote un favor. Después
de todo, si puedes arreglártelas para tomar una mujer esta noche, tendrás toda una semana para
esperar que entre en celo, así podrás follartela por esos cachorros que tanto necesitas.
Missy gruñó en ese momento, incluso antes que Graham tuviera la oportunidad. No estaba
segura de dónde vino ese sonido, apenas salió de entre sus labios mientras daba un paso instintivo
hacia delante.
La cabeza de Curtis giró alrededor, sus salvajes ojos amarillos fijándose en ella y estrechándose
amenazadoramente.
—Bueno, ¿qué tenemos aquí? —gruñó, dando un paso, rondando hacia ella.
—¿Qué es esto, primo? ¿Alguna nueva presa para nosotros? Es bastante bonita, de esa manera
completamente normal que algunas mujeres tienen, pero huele... humana.
Su boca se torció, y llegó hacia ella, pero solo tocó aire. Graham saltó frente a ella, obligándola
a retroceder unos pasos y se enfrentó a su primo frunciendo los labios y mostrando sus colmillos.
—Permanece jodidamente lejos de ella —le ordenó—. Ella es mía.
—¿Tuya?
Missy vio como la expresión de Curtis se retorcía y contorsionaba como si hubiera algo que
oliera mal, y entre cerró sus ojos.
El Lupine dio un paso hacia ella y Graham le espetó,
—Aléjate —ordenó, sus ojos brillando calientes y con ira en la oscuridad—. No te quiero cerca
de ella.
Curtis les ofreció una mirada de herida inocencia tan sincera que parecía de plástico.
—Pero no quiero hacer daño a nadie, primo. Simplemente soy curioso. No es frecuente que
una humana se ofrezca para una de nuestras Cazas. Espero que no acabe demasiado malherida.
Algunos de nuestros hombres pueden ser un poco... brutos, en todo su entusiasmo. —Mostró los
dientes, pero no podía ser llamado sonrisa—. Odiaría ver su bonita piel arrancada.
—Nadie va a tocarla.
—Ah-ah. ¿Ahora quién está siendo grosero? —Le reprendió Curtis—. Sabes cuales son los
términos de la Caza, igual que yo. Ella pertenece a quien sea lo suficientemente fuerte y lo
suficientemente rápido como para capturarla.
Missy abrió la boca para una réplica verdaderamente impropia de una dama, pero su atención
se desvió cuando una oleada de emoción tan intensa que incluso la sintió ondular atravesó la
multitud. Samantha y Annie aparecieron a cada lado de ella, cada una vestida con una sudadera de
Cooper Union, vaqueros y zapatillas de deporte. Missy le lanzó a Graham una dura mirada.
—La luna está casi arriba —dijo Annie—. Cuando supere la línea de árboles, la Caza comenzará.

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—Quédate cerca —murmuró Samantha, inclinándose un poco para hablar directamente en el


oído de Missy.
—Esa rata, Curtis, tiene algo planeado. Puedo sentirlo.
—Te creo. Confía en mí. No tengo la más mínima intención de ir vagabundeando por ahí sola.
Lo prometo. —Miró sospechosamente a Curtis mientras él y Graham seguían gruñéndose el uno al
otro, a pesar de que ya no entendía una palabra de lo que decían. Habían pasado del inglés al
lupino, y ahora se comunicaban con gruñidos, rugidos, aullidos y ladridos. Samantha y Annie
parecían saber que estaban diciendo, pero no se molestaron en traducírselo. No podía decir si le
importaba o no.
—Veo que tiene a Larry, Moe y Curly con él —dijo Annie, dejando claro su desdén cuando
apuntó con la cabeza hacia los tres Lupine que habían acompañado a Curtis.
—Greg, Marco y Paul —aclaró Samantha, sus ojos fijándose también con desprecio en el trío.
—Son los idiotas manos derechas de Curtis.
—Um, creo que el idiota número tres ha escuchado eso —dijo Missy, cuando el hombre las
señaló a sus amigos. Se separó del pequeño grupo y se acercó contoneándose a las mujeres.
—¿Y que se supone que eres tú? —se mofó Paul—. ¿La guardaespaldas de la humana?
En forma humana, medía casi un metro ochenta, con un físico ordinario y el pelo rubio rojizo.
Missy recordó que su forma were había sido por lo menos seis pulgadas más alta y con unos cien
kilos de imponente músculo. Pasó la mirada deliberadamente despectiva de arriba a abajo por su
cuerpo, haciendo una pausa para dar un desprecio adicional a su poco impresionante y semi
erecta polla. Él gruñó.
—Necesita poca protección —replicó Samantha—. El Alfa tiene un ojo en ella en todo
momento. Y odia ver a cachorros sin valor molestándola.
—No deberías contrariarme, Samantha. Es una noche de Caza —gruñó—. Es una mala
estrategia molestar a uno de nuestros hombres. Podría decidir capturarte y hacerte pagar.
—No podrías capturarme ni con un anzuelo —Se burló—. Y no podrías tenerme si lo hicieras.
Soy una mujer Beta en esta manada, Paul. Nunca me dejaría acoplar por un Gamma como tú.
A Paul no le gustó ese comentario, y demostró su opinión saltando los diez metros que los
separaban con todas sus fuerzas y tratando de arrastrar a Samantha al suelo debajo de él. Missy
saltó fuera del camino y, afortunadamente, Samantha fue lo suficientemente rápida para hacer lo
mismo. Se giró visiblemente fuera de su alcance y se rió cuando Paul agarró aire y cayó al duro
suelo.
—¿Ves lo que quiero decir? —se burló Samantha, despreciando al hombre caído—. Eres
patético. Indigno de mí. Te considero incluso inferior de lo que lo hago de tu jefe, y creo que eres
un despreciable pedazo de mierda que deshonra el nombre de la manada. No creo que nunca vaya
a dejar que me toques, porque eso no va a ocurrir.
La mirada rabiosa que contorsionaba su rostro hizo temer a Missy que estaba a punto de
presenciar un derramamiento de sangre, pero antes que los músculos del Lupine caído pudieran
cambiar y saltar, una fuerte orden cortó a través de la tensión.
—Melissa. Ven aquí. Ahora.

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El tono duro de Graham igualaba su pétrea expresión, pero Missy rápidamente se pensó mejor
lo de discutir. En otras circunstancias, podría haberse opuesto al tono dominante en su voz, pero
estas circunstancias estaban muy lejos de ser normales. Había entrado en su mundo en el
momento en que le siguió dentro de este Paseo, y por el momento, tenía que vivir según sus
reglas. La razón trabajó lo suficiente para que se diera prisa en llegar a su lado como una pequeña
buena compañera. Se detuvo junto a él y observó su perfil de granito. No se molestó en mirar
hacia abajo, pero sabía que era consciente de donde estaba, hasta las mismas pulgadas. Sus ojos
se mantuvieron en su primo.
—Parece muy obediente —dijo Curtis en un tono de voz que hizo que sus dientes se apretaran
y sus nudillos tuvieran ganas de hacer contacto con esa sarcástica sonrisa—. Me pregunto si va a
responder tan rápido cuando le ordene abrir las piernas para mi polla.
El asco habló en nombre de Missy, porque su sentido común obviamente se había tomado unas
vacaciones.
—No creo que sea posible —respondió, dejando que su expresión transmitiera lo repugnante
que le encontraba—. Me resulta difícil ir corriendo cuando me doblo vomitando con la idea de que
me toques.
El brazo de Curtis tembló, como si deseara atacarla, pero la presencia amenazadora y el gruñido
de advertencia de Graham le mantuvieron a raya.
—Te lo dije, nunca la tocarás. Te mataré antes de que pongas un solo dedo en ella. Es mi
compañera y no correrá para nadie aparte de mí.
—¿Compañera? —Curtis siseó la pregunta suave y cortante, y lleno de una furia helada—. Ella
no es apta para ser la compañera de uno de la manada. Es humana. No es digna ni de morderla
con nuestros dientes.
Una lenta sonrisa cinceló la boca de Graham, lo que lo hizo parecer perverso y presumido, y
demasiado sexy para el bien de Missy. Incluso en medio de su arriesgada situación, ver esa
pequeña sonrisita curvando sus labios hacía que le deseara. Trató de ignorar el chispazo de lujuria,
pero se hizo difícil cuando sintió una oleada de calor surgiendo de él en respuesta y vio sus
resplandecientes ojos verdes encenderse con ese particular calor que conocía tan bien. La energía
animal intensamente primitiva que había observado recorrer la multitud que se había estado
congregando, serpenteaba más rigurosa a cada momento que pasaba, y ahora, al parecer, incluso
Graham no podía contener el efecto que tenía sobre él.
Se estremeció y se forzó a apartar la mirada de su rostro para poder concentrarse en la
manada, pero le arruinó esa idea deslizando una caliente y áspera mano alrededor de su cintura
para posarla sobre su apenas redondeada barriga.
—Oh, creo que esto vale mucho —dijo finalmente, contestando a Curtis de una manera burlona
que hizo que los ojos del otro se estrecharan. Frotó la palma de su mano en círculos lentos y
suaves sobre el estómago de Missy, su mirada nunca flaqueó de la de su primo—. De hecho, yo
diría que no tiene precio, ahora que el próximo Alfa Silverblack crece rápido y fuerte en su interior.
Felicítame, Curtis. Missy va a hacerme papá.
Si la expresión de Curtis mostraba una especie de abyecto y enojado shock, se figuró que la
suya propia no debía ser muy diferente. ¿Quiso decir Graham lo que pensaba que había dicho?
¿Pensaba solamente decirle a su primo que estaba embarazada? ¿Que ella estaba ahora mismo
llevando a un pequeño hombre lobo? ¡Tenía que estar fuera de su mente! No podía estar

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embarazada. E incluso si lo estuviera, el embrión tendría que tener menos de cuarenta y ocho
horas de vida, nadie podía saber algo así tan pronto, así que estaba usando una mentira para
burlarse de su ya furioso primo.
—¡Mientes! —Les siseó Curtis, sonando más como un reptil que como un Lupine, pero Missy se
sentía inclinada a estar de acuerdo con la acusación. No es que tuviera la intención de contradecir
a Graham delante de él. Cualquier juego que el hombre estuviera jugando, sabía mucho más sobre
ello que ella, por lo que estaría alegremente de acuerdo con lo que él dijera. Podría rasgarle un
nuevo agujero en el culo después. Cuando no estuviera frente a un bosque lleno de hombres lobo
extraños.
—¿De verdad? —dijo Graham arrastrando las palabras.
—¡Es un truco! Un truco para tener más tiempo, pero no serás capaz de mentir delante del
consejo. Ellos sabrán si estás o no estás criando con ella...
—No necesito mentir, Curtis. Y si no estuvieras tan cegado por la codicia y la ambición, te darías
cuenta que estoy diciendo la verdad.
Missy pensó que la cabeza del hombre podría explotar, su furia era así de evidente e intensa.
Vio como sus ojos se cerraban cabreados, sus músculos se tensaban y sus fosas nasales llameaban,
y volvió esa rabia hacia ella.
—Tú puta —gruñó, su cuerpo enroscado como un tirante muelle cuando dio el primer paso
amenazador hacia ella—. ¿Crees que puedes entrar dentro del centro de mi manada y echar por
tierra todos mis planes? ¡Voy a arrancar a ese mocoso directamente de tu estómago de mierda!
Curtis se abalanzó hacia ella, pero Graham fue más rápido. La cogió por la cintura y la sacó del
camino, bloqueando la carga de su primo con su propio cuerpo. Missy sintió el impacto del choque
a través de sus músculos y los suyos, pero lo soportó el tiempo suficiente para sacarla de la
trayectoria de Curtis. En el momento en que la puso a un lado, Samantha y Annie estaban
corriendo de nuevo, y la entregó a ellas.
—Mantenedla a salvo —gruñó y ante sus ojos comenzó a cambiar.
Missy observó, dividida entre la admiración y el miedo mientras su amante empezaba a
transformarse de un normal, de aspecto humano, hombre a algo mucho, mucho más peligroso. En
cuestión de segundos, sus músculos y tendones se estiraron y reafirmaron sobre sí mismos, cada
vez más grandes, más densos, más fuertes donde cubrían sus alargados huesos. Pasó de un
hombre grande intimidante a una bestia aterradoramente enorme. En su forma were, se
levantaba por lo menos a mas de dos metros, cada pulgada con fuertes y copiosos músculos. Sus
muslos parecían tan potentes como un camión Mack, y sus hombros podrían haber bloqueado la
luz del sol. Espeso y lustroso pelaje creció hasta cubrir su cuerpo, una sombra oscura y rica de
chocolate negro que se decoloraba a caramelo en su vientre e ingle, y un destello plateado
justamente entre los omóplatos. Solo sus ojos se veían familiares, incluso en su cara lobuna, con
su largo hocico y afilados y mellados dientes. Vio que sus ojos se fijaban en ella, tragó saliva e
instintivamente dio un paso atrás.
Le sostuvo la mirada y dio un paso hacia ella.
—No tengas miedo de mí. Nunca te haría daño, compañera mía.
Compañera. La palabra había sonado rara y exótica cuando la había usado antes. Ahora parecía
casi aterradora. A pesar que había sabido que era un hombre lobo desde el momento en que le

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conoció, realmente nunca lo había conocido antes. No hasta ahora. En este instante, cuando
aparecía ante ella con el aspecto de una criatura de pesadilla y que sonaba como el hombre que
amaba.
Respiró hondo varias veces y se reafirmó mentalmente, pero Missy finalmente enderezó los
hombros y dejó de alejarse.
—No tengo miedo —mintió, esperando que nadie la mirara de cerca y viera como le temblaban
las rodillas y la llamaran fanfarrona—. No tengo miedo de mi compañero, o de cualquier miembro
de la manada. La Luna del Clan Silverblack no tiene por qué tener miedo.
—¡Perra!
Graham se dio la vuelta y se lanzó delante de su compañera justo a tiempo de frustrar el nuevo
ataque de Curtis. Esta vez Missy llegó a ver la transformación a gran velocidad, ya que Curtis
cambió incluso mientras saltaba. En el momento en que él y Graham se juntaron, en una maraña
de pelo, dientes y desgarradoras garras, ambos estaban en forma were y no tenían ninguna
intención de ceder. La luna los detuvo.
Antes que los dientes destrozaran y las garras trituraran, un bajo, inquietante ruido llenó el
claro y se lanzó hacia el cristalino cielo nocturno. Un lobo solitario entonó el aullido y todo lo
demás en el bosque quedó en silencio. Incluso Graham y Curtis se congelaron, convirtiéndose en
uno para ver la brillante y plateada luna creciente elevarse sobre los árboles como el amanecer
sobre el océano oriental.
—Es casi la hora —dijo Samantha en su oído, pero cuando Missy se giró hacia ella, vio que los
ojos de la Lupine estaban clavados en el luminoso cielo nocturno—. Prepárate. Cuando la luna
esté arriba y el aullador se quede en silencio, corre.
Las suaves palabras de la mujer hicieron que el estómago de Missy se cerrara, y apretó los
dientes contra la oleada de pánico.
—No sé si puedo hacer esto —susurró—. No sé si puedo.
—Eres la Luna. Puedes hacer lo que debes hacer. Y debes hacer esto.
Las palabras de la Lupine terminaron con la última nota temblorosa del moribundo aullido, y la
luna quedó libre de su velo de madera. Un solo latido de silencio y luego el bosque estalló en un
ardiente incendio de excitación.
Manos duras empujaron contra su espalda cuando sus dos guardianas Lupine saltaron hacia
delante, impulsándola frente a ellas.
—¡Corre!
Y la Caza estaba en marcha.

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Sus botas golpeaban la dura tierra del suelo del bosque, mientras corría hacia el norte por todo
lo que valía la pena. La adrenalina la llevó hacia adelante con Samanhta y Annie saltando
alrededor, cada una a un lado. Impulsándola con fuerza a través de la densa vegetación, y cargó
hacia delante, haciendo caso omiso de las finas ramas que chasqueaban contra ella y le cortaban
la piel expuesta. Missy nunca había sido una gran corredora, ahora quería haber hecho atletismo
en el instituto. La experiencia podría haber sido muy útil ahora.
—Nos están siguiendo —gritó Annie para que pudiera oírla por encima del ruido del golpeteo
de los pasos y el crujir de los restos bajo sus zapatos—. Los matones de Curtis. ¡Tienen que ir
detrás de Missy!
—¡Mierda! ¡No pueden tenerla! —Samantha se arrimó más a ella y Annie hizo lo mismo hasta
que Missy se sintió enjaulada por ellas. En estas circunstancias estar encerrada no parecía una
mala idea.
Me siento como si estuviera en un viejo episodio de El Fugitivo o algo así, pensó, notando como
las piernas comenzaban a agotarse y se volvían pesadas por las exigencias desacostumbradas que
les hacía. Solo que tengo aún menos interés de ser capturada del que nunca tuvo Richard Kimble.
¡no tenía a unos hombres lobo locos-por-sexo detrás de él.
—¡Izquierda! —gritó Annie y viró en esa dirección, obligando a Missy a seguirla. Vio el por qué
cuando una figura oscura cayó de los árboles a unos metros de su camino y corrió hacia ellas—.
¡Sam, han planeado esto! ¡Es una maldita emboscada!
Samantha gruñó en respuesta y se lanzó delante de la figura que se acercaba para bloquearle.
El licántropo de color ceniza rugió su disgusto y le dio un manotazo a la morena con la fuerza
suficiente para lanzarla volando varios metros. Su cabeza golpeó contra un árbol y cayó al suelo en
un montón. Greg, el hombre lobo gris, se volvió hacia Missy y saltó hacia delante.
—¡Vamos! ¡Más rápido! —Annie apretó su hombro contra la parte trasera de Missy como si
pudiera forzar a la humana a coger más velocidad, pero la limitada energía de Missy ya estaba
fallándole.
—¡No puedo! —jadeó, cada respiración era dolorosa ya que raspaba dentro y fuera de sus
maltratados pulmones. Los sentía como si tuvieran fuego, quemándola de dentro a fuera.
—¡No tienes otra opción!
Bueno, ya que lo pones de esa manera...
Missy apretó la barbilla contra el pecho y sacó energías de un almacén que no sabía que tenía.
Una nueva oleada de adrenalina bombeó inyectando a sus piernas más rapidez mientras ella y
Annie se esforzaban por escapar. Incluso con los ojos clavados firmemente en el suelo delante de
ella, débilmente iluminado por la gran luna de arriba, podía ver a Annie correr dos pasos por
delante. La Lupine no dejaba de mirar hacia atrás, una expresión preocupada e inquieta en su
rostro, y supo que la otra mujer no se detenía por su causa. Sin una humana por la que
preocuparse, Annie probablemente estaría en la línea del estado en estos momentos, pero
mantenía un ritmo deliberadamente lento para poder estar cerca. Si Missy no se sintiera ya como
la más patética excusa de Luna que hubiera existido, esto lo haría. No estaba, por tanto, hecha
para esto.

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Pensó que era bastante obvio un nanosegundo después, cuando gritó como una niña pequeña.
Tenía una buena razón, ¿Qué persona normal no se pondría a gritar al ver a un hombre lobo de
ciento quince kilos saltar de los árboles hacia ella? pero en la situación actual, todavía se sentía
como una niña asustada.
—¡Annie! —gritó por su otra guardaespaldas y se lanzó a la izquierda justo a tiempo para eludir
una enorme mano que la agarraba—. ¡Annie!
La mujer estuvo a su lado tan rápido que apenas logró verla. Todo lo que vio fue un borrón de
algodón y tela vaquera y luego su atacante tropezó hacia atrás por el peso corporal de Annie
cuando se estrelló contra su pecho.
—¡Missy, corre!
Su cabeza giró y vio la razón del grito de Annie. Una forma marrón atigrada familiar se abría
paso entre los árboles yendo hacia ella con un paso terriblemente largo. Era Curtis, y estaba
trazando una línea recta hacia ella. Girando como un trompo, se lanzó de nuevo hacia delante y
corrió como si su vida dependiera de ello.
En este punto, era probable que lo hiciera.
Sus botas golpearon contra el suelo desigual y su corazón latía con fuerza en su caja torácica,
pero podía sentir a Curtis ganándole terreno. No era lo suficientemente imbécil como para mirar
hacia atrás y poder caerse sobre un tronco como una reina gritona de una película de terror, pero
también sabía que no iba a ser capaz de correr más rápido. Era una humana de metro sesenta, y él
un hombre lobo de dos metros con la resistencia de un tren de carga. Todo lo que podía esperar
es ser capaz de escapar hasta que Annie, Graham o Samantha vinieran a rescatarla. A pesar de ser
feminista, la idea de que la rescataran sonaba más como una bendición que un insulto.
—¡Puta!
Cuando oyó la voz de Curtis tan cerca detrás de ella como para susurrarle esa clase de cosas
para nada dulces en su oído, gritó, al diablo con el cliché de película de terror, y fintó hacia los
lados. Curtis se movía más rápido.
La cogió por el brazo y la hizo girar con fuerza. Sus brillantes ojos amarillos enviaban disgusto
arrastrándose sobre ella, y su expresión no hacía mucho por hacerla sentir cómoda. El odio
irradiaba de él, tan intenso que casi podía ver como distorsionaba el aire a su alrededor, como
ondas de calor. Vio como sus ojos se estrechaban y sus labios se curvaban en un gruñido. Tenía la
boca abierta, su lengua colgaba fuera mientras jadeaba por su carrera y su lucha contra Graham.
No sabía cómo había huido, a menos que lo hubiera hecho mientras Graham estaba distraído con
la salida de la luna, pero no importaba mucho cómo hubiera escapado, solo que lo había hecho y
había llegado hasta ella.
Se retorció cuando se acercó, pero siguió le movimiento, su hocico de lobo se cerró y olfateó el
aire a su alrededor. Escuchó la rápida inhalación cuando se hizo con su olor, sintió la ráfaga de aire
contra su piel cuando presionó su hocico contra el hueco de su cuello y lo atrajo profundamente.
Apretó los dientes contra las ganas de gritar y sacudió la cabeza.
—Puta —gruñó una vez más, apartándose lo suficiente para mirarla a los ojos—. Mi primo no
mentía respecto a esto. Consiguió un cachorro por sí mismo, de ti. Una asquerosa humana.
La sujetó con una gran garra/mano en cada uno de sus brazos por encima del codo, pero sus
instintos no le permitieron quedarse quieta. Se retorció y luchó, y trató de no pensar en lo

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incoherente de observar esa boca canina y escuchar los sonidos humanos que salían de ella.
También trató de no pensar en lo que significaba que su olor hubiera convencido a Curtis de que
realmente estaba embarazada.
—¡Sería una vergüenza para nuestra especie permitir que un mestizo crezca para dirigir nuestra
manada! —despotricó, sacudiéndola en su furia—. Permitir que la sangre humana eche a perder la
línea Silverblack. Bueno, yo no tengo. ¡Voy a arrancar a ese mocoso de tu vientre antes de dejarlo
ejercer de Alfa sobre mí!
Missy se rompió. Literalmente sintió que algo se movía dentro de ella, y supo que llevaba un
niño. También sabía que mataría a quién o qué tratara de hacerle daño. Gruñendo un sonido feroz
ella misma, dirigió su bota con fuerza hacia un desnudo Curtis seguido de un rodillazo rápido en su
ingle.
Desprevenido ante la lucha de una “patética humana”, tomó el fuerte golpe en sus bolas y la
soltó. Doblado de dolor, fue un blanco perfecto cuando Missy juntó sus manos en un puño gigante
y lo bajó con fuerza sobre su cráneo. Habría derribado a un ser humano, pero en su forma were, el
grueso collarín y los músculos densos le protegieron, y Curtis se quedó en pie, doblado por la
cintura mientras luchaba por respirar.
Liberándose de su flojo dominio, Missy corrió otra vez y solo esperaba estar haciéndolo hacia el
norte como Graham le había ordenado que hiciera.
Un furioso aullido le dijo que Curtis no tardaría mucho, y escarbó profundo en sus últimas
reservas de energía. Las encontró en su vientre, donde ahora sabía que el bebé estaba
descansando, pequeño y cálido en su interior. Pensando en nada más salvo protegerlo hasta que
pudiera desollar el trasero de su padre en cuanto volviese a verlo, se internó más profundo en el
bosque.
Si no hubiera estado corriendo por su vida, podría haber tenido tiempo de pensar acerca de
cómo es que veía tan claramente en la intensa oscuridad, pero en realidad tenía otras cosas en
mente, como escuchar el camino detrás de ella por sonidos de la persecución de Curtis. Estaba tan
concentrada en lo que tenía a su espalda que no vio lo que tenía delante hasta que corrió de
cabeza hacia ello.
Missy rebotó contra algo duro, resistente y grueso con un mullido y lustroso pelaje. Dio marcha
atrás rápidamente y alzó la vista, muy, muy arriba, hacia las características lobunas de Graham.
Se quedó mirándola con los mismos ojos que había llegado a conocer, a pesar de que ahora
resplandecían brillantes e incesantes. Las manos que acercó firmes a ella eran fuertes y gentiles, a
pesar de que sus extremos brillaban mortalmente afilados. Todavía estaba cubierto de pelo, con la
forma were que había visto por primera vez en el claro justo antes de que atacara a Curtis, pero
cuando le miró a los ojos, todo lo que vio fue a Graham. El mismo Graham del que se había
enamorado loca, irracional e irrevocablemente.
—No te muevas —gruñó, recogiéndola y depositándola al otro lado de un árbol caído una
fracción de segundo antes de que Curtis saltara de las sombras y se lanzara a su garganta.
Graham respondió, lanzándose a la batalla. Se encontraron en el aire, garras rasgando, dientes
desgarrando, incluso antes de que llegaran al suelo. Missy nunca había visto una pelea de verdad,
no entre hombres, no entre lobos y ciertamente no entre hombres lobo. Se agarraron en un
instante como luchadores, pero sobretodo luchaban como animales, con dientes, garras y pura
fuerza física para forzar al otro a someterse. Los movimientos eran tan rápidos y furiosos, tan

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brutalmente contenidos, que apenas podía ver lo que estaba pasando. Todo lo que veía era el
movimiento retorcido de los músculos y unos pocos fragmentos de rojo cuando uno u otro
conseguía insertar un golpe de garras afiladas, o atravesar la piel y la carne con sus fuertes y
blancos dientes.
Luchaban por el control, luchaban por el dominio de la posición de Alfa justo como le había
explicado esa mañana. Aunque Graham, Samantha y Annie le habían estado explicando los
matices del protocolo de los hombres lobo, habían mencionado las peleas por el poder, ya que
inevitablemente estallaban algunas durante una Caza de Compañeras. Las emociones y las
hormonas corrían a velocidad máxima en esas noches, y cuando dos hombres querían a la misma
mujer, resolvían la competencia con una pelea, el más dominante conseguía a la chica. Las peleas
en una Caza de Compañeras por lo general terminaban con un Lupine cediendo y sometiéndose a
su oponente más fuerte, mostrando su vientre y apartando los ojos para mostrar su rango
subordinado dentro de la manada. El único problema era que esta lucha entre Graham y Curtis no
era realmente por ella. No era una cuestión de quien conseguía a la chica, era un Desafío Alfa, y
estas peleas podían, y con frecuencia ocurría, acabar solo con la muerte del subordinado.
Missy sabía que Graham era más fuerte que Curtis y que podría manejar fácilmente a su primo
en una pelea justa, pero en el poco tiempo que hacía que conocía a Curtis, había empezado a
dudar. El primo de Graham ofrecería una pelea razonablemente justa. Solo esperaba que Graham
no contara con el honor para mantener la lucha a su favor.
Apretó las manos en puños para evitar entrar en la refriega y ayudar a Graham a golpear a su
primo hasta una pulpa sanguinolenta. Solo se contuvo porque sabía que estaría en medio, lo que
prolongaría la lucha, y lo que quería era terminar con esto lo más rápido posible para poder
golpear a Graham ella misma.
Daba un respingo cada vez que observaba que Curtis conseguía un golpe y se mordía los labios
para no vitorear cada vez que Graham hundía sus dientes en la piojosa piel de su primo. La lucha
continuaba, rápida y mayormente silenciosa, interrumpida solamente por algún ocasional gruñido
ronco o cuando cada uno trataba de rasgar la garganta del otro. Tal maraña de pelo y dientes
hacía difícil decir dónde terminaba el marrón y comenzaba el atigrado. Entonces oyó a Graham
gritar y vio una oscura franja roja aparecer en la parte superior de su pecho, y saltó hacia delante,
sin importarle si se ponía en medio siempre y cuando pudiera poner sus manos alrededor del
cuello de Curtis y ahogar la vida en él por herir a su compañero.
Por suerte para ella, seguía siendo tan lenta cómo un humano, porque una mano en la parte de
atrás de su cuerpo la detuvo antes de que pusiera un pie más cerca de su objetivo. Su
sorprendentemente aguda visión reconoció la forma de Annie con facilidad, y su gruñido furioso
se convirtió en un suspiro de alivio cuando vio a Samantha detrás. Había tenido miedo de que la
ayudante de Graham hubiera sido herida de gravedad, pero Samanhta se veía completamente
consciente y relativamente sin daños mientras corría al lado de su Luna.
El suspiro de Missy se convirtió en un sonrojo cuando vio a Logan en la retaguardia de la
comitiva que llegaba. Después de lo de esa mañana, cuando había visto a Graham joderla en el
vestíbulo, Missy se imaginó que probablemente permanecería ruborizada en su presencia por el
resto de su vida.
—¿Qué crees que estás haciendo? —Estalló Logan tan pronto como se acercó lo suficiente. No
se molestó en hacer ningún comentario sobre sus sonrojadas mejillas y expresión mortificada—.

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Eso es un Desafío Alfa. No puedes simplemente ir ahí disparando como la sangrienta Juana de
Arco. ¡Podrías salir lastimada!
El rubor de Missy se desvaneció por la ira.
—No me digas lo que no puedo hacer —Le espetó—. ¡Yo soy la Luna aquí, y es mi compañero el
que está consiguiendo su pellejo hecho trizas!
Logan frunció el ceño y se irguió en toda su altura para alzarse sobre ella por unos buenos
treinta centímetros. Cruzó los brazos sobre el pecho y clavó los talones como un hombre
obstinado.
—Puedes ser la Luna, pero yo soy su Beta. Tu autoridad es sobre las hembras, no sobre mí. Voy
a diferir contigo en situaciones normales como una muestra de respeto, pero ni sé ni puedo
permitir que te pongas en peligro. Perteneces al Alfa y yo protejo lo que es suyo.
Ignorando la diferencia entre su altura, peso, edad, experiencia, fuerza física, habilidad para el
combate y especie, Missy se acercó los pocos pasos que los distanciaban hasta quedar pie-con-pie
con el presuntuoso hombre, echó la cabeza hacia atrás y le miró con sus ojos marrones
entrecerrados.
—Voy a ponerme en cualquier maldito lugar que quiera, amigo —soltó con una voz
peligrosamente suave—. Y en lugar de recitar cómo me estás protegiendo, por qué no haces algo
útil, ¡cómo proteger a la persona que esta actualmente consiguiendo su piel cortada!
En el momento en que terminó, gritando, estaba de puntillas e inclinándose hacia delante de
modo que Logan estaba prácticamente con la espalda doblada para no tocarla.
—Um, antes de arrancarme la cabeza —aventuró, su expresión cambiando de testaruda a
divertida—. Tal vez quieras echar un vistazo a tu compañero y decirme si todavía crees que
necesita mi ayuda.
Suspirando, se apartó y se giró en dirección a Graham justo a tiempo para verlo levantar a
Curtis por la cabeza y lanzar al were más pequeño al suelo antes de ponerle un pie en el pecho
para que no se levantara. Curtis estaba boca arriba, aullando mientras Graham se agachaba sobre
él, con un pie en su pecho y una mano apretaba con fuerza alrededor de su garganta.
—¡Ríndete! —gruñó Graham con una voz tan gruesa, salvaje y depredadora que apenas sonaba
como humana.
Curtis escupió una vil maldición y luego hizo un ruido violento de asfixia cuando la mano
alrededor de su garganta se apretó.
—¡Ríndete! —repitió Graham, y Curtis finalmente obedeció, el odio quemando en sus turbios
ojos amarillos. Mientras miraban, el licántropo más pequeño claudicó y se relajó bajo su enemigo,
y giró la cabeza, apartando los ojos de los rasgos duros y triunfantes de su primo.
Con un gruñido de satisfacción Graham se alzó, manteniendo el pie sobre Curtis se giró y clavó
los ojos en las personas que lo rodeaban. En realidad, sus ojos se fijaron concretamente sobre
Missy y su color verde se encendió aún más brillante.
—Vosotros. Marchaos. Ahora.
Missy saltó ante la tensa y arenosa orden, pero Annie y Samantha ya estaban dándose la vuelta.
Más que feliz de alejarse de la versión Mr. Hyde de su amante dio un paso atrás, congelándose
cuando Graham gruñó, el sonido fuerte, profundo y lleno de amenaza.

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—Llévalo. Lejos. Ve. —Los ojos de Graham nunca dejaron a Missy, pero Logan se adelantó para
obedecer la orden. El Beta tomó a Curtis tan pronto como Graham levantó el pie y comenzó a
arrastrar al sangrante y maltratado licántropo hacia el claro donde se había reunido antes la
manada.
De repente, a solas con su compañero, Missy tomó una respiración profunda, temblorosa y
volvió su mirada hacia él.
Graham estaba de pie en el centro de la pequeña área donde él y Curtis habían luchado, su
pecho subiendo y bajando, sus músculos tensos y apretados, listos para correr. Seguía estando en
su forma de hombre lobo, su pelaje era oscuro y embarrado con la sangre que Curtis le había
hecho. La peor herida parecía la de su hombro donde las garras de su primo se habían clavado
profundamente, pero ahora la hemorragia se había detenido. Los Lupine sanaban a un ritmo
asombroso, y Missy lo estaba viendo de primera mano, pero todavía no podía convencerse de que
estaba bien.
—Ven aquí.
Lo escuchó, pero sus piernas parecían estar clavadas en el suelo. Estaba demasiado ocupada
luchando contra los instintos contradictorios que la instaban a ir hacia él, y recorrer con sus manos
su magnífico peludo cuerpo para cerciorarse de que estaba bien, y darse la vuelta y correr tan
rápido como pudiera hacia la civilización. En lugar de hacer cualquiera de las dos, se quedó
bloqueada en su sitio, con los ojos muy abiertos y fascinados mientras pasaba su mirada sobre él
desde sus puntiagudas orejas hasta las garras de sus descalzos pies.
Excepto que nunca llegó a sus pies, porque su mirada se deslizó para detenerse cuando vio su
erección, larga, gruesa y sobresaliendo por encima de sus pelotas bien definidas. Ahí fue cuando
su mente se convirtió en gelatina.
—Aquí —repitió, haciendo un gesto de impaciencia—. Ahora.
Pero el miedo no se lo permitió. Era suficientemente intimidante en su forma humana, verlo en
su forma were, tenso, intenso y despierto, retorcía su realidad solo un poco demasiado lejos.
Reconoció la luz de sus ojos, reconoció el deseo por ella, pero su mente no podía superar lo de su
pelo y dientes y el frenético deseo de escapar.
Empezó a girar, para huir, pero su gruñido la detuvo, por no mencionar el hecho de que cruzó
los diez metros que los separaban de un solo salto, aterrizando entre ella y su escape con la gracia
de un gato, o un lobo, y comenzando a conducirla hacia atrás.
—¡No! —gruñó—. No corras.
Casi lo hizo, su instinto tomando el control, enviándola a toda velocidad a través del oscuro
bosque, pero luego le miró a los ojos y su corazón se contrajo.
Él estaba allí. Su Graham. Sus ojos brillando hacia ella en el rostro del monstruo que la aterraba,
y sintió cómo su miedo comenzaba a disminuir. Su mirada, incluso destellando con hambre cruda,
era amable, reconfortante y familiar. Se centró en él, y se encontró relajándose ante todo lo que le
ocurría. Al crecer, su cuento favorito siempre fue la Bella y la Bestia, porque le dolía el corazón por
la enorme bestia solitaria y la injusticia de que tenía que cambiar a algo un poco más humano y
más apuesto solo para proporcionar a Bella un felices para siempre. Si Missy hubiera sido Bella,
pensaba que hubiera querido que la Bestia permaneciera como bestia para siempre, no que se
convirtiera en un príncipe cursi justo cuando admitía que lo amaba.

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Bueno, aquí estaba su cuento de hadas. Su Bestia se le acercaba, salvaje y feroz en apariencia,
pero un hombre mejor en su interior que lo que la mayoría de los hombres humanos podrían
llegar a aspirar.
—Aquí —dijo otra vez—. Ahora. —Missy fue.
Hizo una respiración profunda, todavía un poco inestable, pero eficaz, y cruzó la poca distancia
que había entre ellos hasta que tuvo que estirar el cuello para encontrarse con su mirada. Levantó
una mano temblorosa hacia su pecho, obligando a sus dedos a desenroscarse para poder ponerlos
contra su suave pelaje. Ella abrió la boca, y él gruñó. Luego dio dos pasos atrás y apretó las manos
en puños.
—No —gruñó—. Es demasiado peligroso. No quiero hacerte daño.
Sintiendo cómo otra capa de miedo se derretía, Missy deslizó su mano más abajo, sobre su
pezón plano, y se maravilló con las similitudes entre su forma humana y la actual. Podía ser tan
grande ahora que la hacía sentir cómo una muñeca Barbie junto a él, pero de todas maneras,
temblaba en el minuto en que una de sus uñas raspaban sobre su carne bien dibujada.
—No —murmuró, y estaba empezando a creerlo, también—. No me harás daño.
Jadeó, el aire silbando a través de sus apretados dientes.
—No quiero. No sería capaz de detenerme.
Hizo una pausa, presionando ahora las dos manos en los músculos fuertes de su torso mientras
contemplaba las consecuencias de su falta de control. Las cosas que le había explicado por la
mañana le llegaron ahora de golpe. Podía recordar el frío de la tela del sofá presionándose contra
su piel desnuda, el calor de su cuerpo cerniéndose sobre ella. Podía recordar exactamente lo que
le había dicho.
—Elegimos a la que queremos por compañera. La perseguimos. Y la jodemos. No hay seducción,
no preguntamos que desean... Cuando los hombres se lanzan en la persecución, están en celo. Sus
instintos están al mando, y no hay hombre lobo vivo que pueda controlar su necesidad de
aparearse cuando está en celo. Si una caza no termina con sexo, termina con muerte. ¿Cuál crees
que es la mejor opción?
Dio un paso atrás para evitar su toque y respiró profundamente.
—No me toques. No puedo cambiar si me tocas. Necesito control.
Incluso en celo, un estado que según le había dicho, nadie de su especie podía controlar, estaba
tratando de protegerla.
Tenía miedo de hacerle daño si terminaba la caza follándola en su forma were, y Missy podía
ver por qué. Incluso en su forma humana, era lo suficientemente fuerte como para aplastarla con
sus manos. En su forma were era unos cuarenta y cinco centímetros más alto que ella y
probablemente pesaba más de noventa kilos. La abrumaba, de pie completamente inmóvil. Pero
todavía era su Graham, y la necesitaba.
Se mordió el labio, dividida entre el temor y el amor, sin saber si podría darle lo que necesitaba,
segura que no podría vivir consigo misma si no lo hacía. Vaciló durante varios latidos de corazón,
debatiendo y en agonía, y por último hizo una rápida y ferviente oración.
Luego le puso una mano de nuevo en el pecho, mirándolo a los ojos, mientras la deslizaba hacia
abajo por su aterciopelada piel enrollándola alrededor de su pene evidentemente erecto.

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—Me necesitas —susurró, inclinándose hacia delante hasta que su lengua salió como un dardo
y acarició su pezón. Sintió el escalofrío que le recorrió y sonrió—. Y puedes tenerme.

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Por un latido de corazón se quedó completamente quieto, y Missy se preguntó si había


cometido un terrible error. Entonces su garra se enroscó alrededor de su muñeca, obligándola a
mirarlo una vez más.
—No te burles —gruñó, mostrando sus dientes en una expresión salvaje, pero sus ojos aún
llenos de Graham—. Te necesito. Ahora.
Envolvió su otra mano alrededor de sus bolas y acarició su suave peso.
—Entonces tómame. Ahora.
Se quebró. La feroz tensión que le mantenía en su lugar se rompió como una banda de goma.
Alcanzándola, hundió la mano en el cuello de su camisa y la arrancó de ella con un desigual
desgarro. Apretó el puño sobre la tela hecha jirones y gruñó.
—Última oportunidad.
Aparentando un desafío que esperaba se viera más convincente de lo que lo sentía, bajó la
cremallera a las botas y se adentró en la maleza.
—Ya era hora.
Tuvo aproximadamente medio segundo para una mirada ardua y sentirse aterrorizada antes de
que saltara, envolviendo sus brazos a su alrededor y la llevara al suelo helado bajo sus pies. Él giró
por lo que cayó encima de ella y no en el terreno escabroso, pero el movimiento aún le quitó el
aliento. Antes de que pudiera siquiera respirar, la levantó y la depositó de rodillas a su lado. Se
sentó sobre sus talones, dispuesta a morderle por continuar haciendo esfuerzos para protegerla,
pero antes siquiera de que pudiera abrir la boca, plantó una mano entre sus omóplatos y la
empujó con suavidad hacia delante hasta que se arrodilló a cuatro patas. Cuando se puso de
rodillas detrás de ella, enterró los dedos en la alfombra de agujas de pino y se preparó para una
entrada brutal y una jodida corta y salvaje. No la tuvo.
Lo oyó moverse detrás de ella y trató de mirar alrededor para ver lo que estaba haciendo, pero
le puso la mano sobre la parte de atrás de su cuello para fijarle la cabeza de modo que todo lo que
podía ver era la parte de atrás de sus propias manos. La mantuvo allí mientras se colocaba detrás
de ella, juntando sus piernas con las suyas para que pudiera sentir el calor de sus músculos y el
terciopelo de su pelaje sobre su piel desnuda. Esperó sentir su polla presionando inmediatamente
contra su entrada y entrara en su interior, sentir su peso cubriendo su espalda y alrededor de ella
mientras la reclamaba como su compañera. En cambio, sintió su estimulante aliento cálido sobre
la parte superior de sus nalgas y luego el caliente, húmedo deslizamiento de su lengua
moviéndose lentamente por si espina dorsal, vértebra por vértebra hasta que quiso gritar. Se las
arregló para contener el sonido, pero no pudo contener el estremecimiento que la recorrió.
Graham llegó a su nuca y su lengua jugueteó en el pequeño hueco en la base de su cráneo, y la
sensación hizo que sus dientes se apretaran por otro violento escalofrío.
Oyó un ruido sordo, un ronroneo mas que un gruñido, y su lengua dibujó un camino húmedo
desde su cuello hasta la oreja para darle un golpecito al lóbulo y burlarse de la sensible zona. Cerró
los puños en anticipación y arqueó la espalda para presionarla contra su pecho, necesitando el
contacto de su calor sobre su piel desnuda. Hizo otro ruido sordo y trazó su camino entorno a su
otro oído, tratándolo con la misma estimulante tortura.

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—Graham —murmuró, saboreando su nombre del mismo modo que saboreaba la sensación de
su tacto. Cambió su postura para presionar su trasero contra su ingle, sintiendo el contorno
familiar de su dura polla y la sensación única y embriagadora de las caricias de su pelaje. Había
visto esta unión como una tarea o un favor, algo que iba a hacer por él, porque lo necesitaba, a
pesar que podría asustarla o perturbarla. Excepto que se encontraba completamente calmada y en
absoluto asustada. Se sentía ansiosa y tenía el coño dolorido y mojado para probarlo. Ni a su
cuerpo ni a su corazón les importaba la apariencia que tuviese, porque sabían que era Graham, y
cada vez que estaba a menos de cincuenta metros de él, le deseaba. De repente vacía y
necesitada, Missy comenzó a mecer sus caderas en un movimiento lánguido, frotando su culo con
firmeza contra su polla y se dio cuenta que se hinchaba aún más en su contra—. Graham —
repitió—. Te necesito.
Le oyó gruñir, escuchó como su respiración salía en un silbido y notó como acariciaba su piel.
Dejó caer su peso sobre ella hasta que la cubrió como una manta y sus manos se posaron con
las palmas hacia abajo en el suelo al lado de las suyas. Su cabeza descendió hasta que su
aterciopelada barbilla descansó sobre su hombro. La rodeaba, y ella se estremeció de emoción.
—No puedo ir lento —dijo con los dientes apretados, su voz sonando fuerte y áspera en su
oído—. No puedo ser amable. Lo siento.
Levantó el culo para que su dura polla se situara entre las mejillas redondeadas y movió las
caderas para frotarse contra su longitud.
—No lo necesito lento o amable —siseó—. Solo te necesito a ti.
Esta vez, lo sintió temblar, y sus manos agarraron sus caderas con la fuerza suficiente como
para hacerle moretones, y su peso se esfumó.
—Lo siento —repitió, equilibrándose por un latido en su contraída entrada, antes de que
empujara su pelvis hacia delante y enterrara su polla en su codicioso coño.
El aullido largo y alto que arrancó de la garganta de Missy sonaba más lupine que humano, y se
preguntó por eso por un instante antes de que la sensación de la polla de Graham empalando su
tierna carne se llevara todos sus pensamientos excepto la necesidad de acercarse más a él.
Aseguró sus apretados puños contra el suelo del bosque y entrecerró los codos, utilizando el
impulso para obligar a sus caderas más alto y más fuerte contra él.
Graham gruñó su aprecio y se retiró hasta que solo la cabeza de su polla estaba dentro de ella.
Se retorció, tratando de forzarlo a ir más profundo, pero la sujetó con sus poderosas manos.
—Mía —gruño, burlándose de ella con un movimiento superficial que no le movió más de un
centímetro o dos contra su sensible abertura.
Missy gimió, y trató de empujarse una vez más. Si esta era su idea de rápido y áspero,
necesitaban tener una conversación muy seria. ¡Justo después de que se pusiera manos a la obra y
la jodiera!
—¡Mía! —Su rugido fue más fuerte que el anterior, pero su impulso no, y Missy pensó que
había desarrollado un gusto por la tortura.
—¡Dios, Graham, por favor! —jadeó, temblando y estremeciéndose por debajo de él, su coño
apretando duro en torno a los escasos centímetros que le permitía, tratando desesperadamente
de atraerlo más profundo. Pero se resistió.

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—¡Mía! —Más fuerte esta vez, junto con un benditamente duro empuje que envió su polla muy
dentro de ella, empujando hasta el cuello del útero antes de que se echara para atrás y se
detuviera de nuevo justo detrás de su entrada.
Todo su cuerpo temblaba y se sacudía bajo sus brutales bromas. Su respiración jadeante en
temblorosos sollozos, tuvo que apretar los dientes para evitar que castañearan. La reducía
prácticamente a mendigar, y lo haría con gusto si eso significaba que experimentaría cómo la
llevaba rápido y duro hacia el orgasmo.
—Graham.
—¡Mía! —Apretó las manos en su carne lo suficientemente fuerte para herirla, y comenzó a
aflojar antes que su mente confusa finalmente comenzara a entender lo que quería.
—¡Espera! —medio jadeó, medio gritó, la palabra salió deprisa y rezó para que hubiera hablado
con suficiente claridad para que la entendiera. Tenía que haberlo sido porque se detuvo, la ciruela
gruesa de la punta de su polla apenas flanqueaba su coño, pero no se alejó más y eso era
importante. Ahora solo tenía que traerlo de vuelta dentro de ella, y podría morir cómo una mujer
feliz. Respiró hondo, estremeciéndose, se lamió los labios y le dio todo—. Soy tuya, Graham. Tu
amante, tu compañera. Lo que quieras que sea. ¡Tuya!
—¡Mía! —Y se impulsó hacia delante con tanta fuerza que Missy pensó que moriría. La atravesó
hasta la médula, su gruesa polla cavando un túnel a través de su humedad hasta que la llenó casi
hasta el punto del dolor, y cuando comenzó a moverse, pensó que había vuelto a nacer.
Después de ese empuje, cumplió su promesa. La folló fuerte y rápido, golpeando con fuerza su
eje dentro de ella, sus caderas haciendo un ruido sordo al golpear contra su culo, con el sonido del
sexo. Cada movimiento hacia delante le sacaba el aire de los pulmones y con cada retirada
sollozaba por más. Fue rápido, caliente y primitivo, y le hizo entender lo que significaba ser
reclamada como su compañera. Cada vez que la llenaba, sentía como si la marcara de su
propiedad en lo más profundo de su piel, y cada vez que se alejaba, quería rogarle que la marcara
imborrablemente. La había perseguido y luchado por ella y ahora estaba haciéndola suya. La lógica
de eso resonó a un nivel instintivo, y se vanaglorió de ello.
Graham apretó las manos en sus caderas y tiró de nuevo para que se encontrara con sus
golpes. Ella gritó, un sonido de pura emoción, y él golpeó contra su coño con una fuerza aún
mayor. Sintió como la tensión en su vientre se apretaba en un nudo más fuerte, sintió que sus
muslos se tensaban y el latido de su corazón corría el doble de rápido en su pecho. Su punto
culminante se acercaba como un tornado, rápido y potente, y se dejó llevar por él, sin desear nada
más que ser arrastrada por la fuerza de la sexualidad feroz de su pareja.
Se lanzó contra él, presionando cada centímetro de su piel contra su cuerpo duro, pero cuando
se inclinó y le cogió el hombro entre sus peligrosas mandíbulas, cayó hacia delante por la
tormenta, todo su cuerpo apretándose con la fuerza de su placer. El orgasmo corrió a través de
ella, y se vino con un aullido en el mismo instante en que sus dientes perforaban su piel,
marcándola para siempre como su única y verdadera compañera.
En medio de la bruma de placer, escuchó su gruñido, lo sintió alejarse y volver a la pequeña
herida que le había hecho. Sintió su empuje en lo más profundo de ella y detenerse, manteniendo
su grande y pesada polla dentro de su tembloroso coño, y luego sintió que se hinchaba. Sintió que
su polla se contraía y palpitaba y crecía increíblemente más gruesa, estirando su tierna carne hasta

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que gritó y echó la cabeza hacia atrás con un gemido salvaje. Graham se hizo eco del sonido con
un rugido, le dio una última estocada poderosa y comenzó a correrse.
La fuerza de su empuje final derribó las piernas de Missy debajo de ella, se extendió en un lío
poco elegante sobre el frío suelo. Graham la siguió, colapsando encima de ella y cubriéndola con
su calor. Aunque se sentía deshuesada de satisfacción, notó que su presencia seguía siendo dura y
gruesa en su interior mientras bombeaba llenándola con su semen. Permaneció inmóvil, tratando
de recuperar el aliento, satisfecha de tenerlo dentro de ella para siempre, amando la sensación de
tenerlo acabando dentro de ella.
Pero no había terminado.
Soltó un chorro de esperma y se relajó, la tensión desvaneciéndose de sus músculos, incluso
mientras su polla seguía dura como una roca en su interior. Missy frunció el ceño y giró la cabeza
hasta que pudo frotar la mejilla contra su lustroso pelaje.
—¿Estás bien? —murmuró somnolienta—. ¿No has...?
—No he acabado —gruñó de vuelta, aunque el sonido carecía de cualquier tipo de ferocidad y
sonaba más como la grava natural de su forma were—. No está próximo a terminar.
Entonces sintió que su polla se contraía y la llenaba con otra explosión de su caliente semilla,
sus ojos se abrieron tanto que pensó que podrían salirse de sus órbitas. Su coño se contrajo con el
nuevo impulso y jadeó.
—¿Qué estás...? ¡Ah!
Su lengua se deslizó acariciándole la mejilla, seguido de un suave mordisco en la oreja.
—Los Lupine tienen algunas otras cosas en común con los lobos —gruñó cuando su palpitante
polla descansó de nuevo dentro de ella—. En nuestras formas were, el clímax de los hombres es
como el de los lobos, permanecemos dentro de las hembras y nos corremos con un montón de
explosiones cortas durante un período prolongado de tiempo.
El coño de Missy se apretó involuntariamente, enviando otro escalofrío a recorrerla. Notó que
su pene se sentía tan duro como antes de que empezar a correrse.
—¿Cómo de prolongado es ese período? —Se las arregló para jadear mientras se esforzaba por
llevar a sus desbaratados nervios a una cierta apariencia de control. No estaba funcionando.
—Bueno, es variable —dijo, arrastrando las palabras, y si estuviera en su forma humana, Missy
estaba dispuesta a apostar que tendría una de esas malvadas sonrisas curvando su boca—. Pero
por lo general alrededor de veinte minutos o así.
—¿Veinte minutos? —su voz chirrió como una bisagra oxidada, y su coño se cerró mientras
hacía un sonido en su oído que sonaba sospechosamente parecido a una sonrisa.
—Sobre eso. A veces un poco más. —Cepilló los cabellos al lado de su cuello y le dio un
mordisco—. Espero que estés cómoda. Esto podría tomarnos algún tiempo.

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No fueron de nuevo a su casa hasta poco después del amanecer. Hubiese sido aún más tarde si
Logan no fuese un Beta tan eficiente y les hubiese dejado una bolsa con una muda de ropa para
cada uno, junto con el teléfono móvil de Graham, a los pies de un árbol a unos pocos metros de
donde habían pasado la noche. Si Missy se esforzaba mucho, casi podía dejar de pensar en los
sonidos que el otro Lupine debió de escuchar en su parte del bosque. El hombre sabía demasiado
sobre su vida sexual.
Había cosas en las que más valía no insistir, así que dejó que Graham le buscara un conjunto de
ropa y llamara a un taxi, y ni siquiera protestó cuando la llevó rápidamente por el sendero a la
entrada más cercana del parque. El taxi estaba esperando. La metió dentro, se deslizó después de
ella y le dio al taxista la dirección. Entonces la colocó sobre su regazo abrazándola durante todo el
camino a casa, donde la llevó escaleras arriba y dentro de la cama. Cuando trató de protestar y
murmuró tratando de hablar, la hizo callar y le dijo que ya habría tiempo cuando se despertara.
Se despertó poco después de la una, dolorida, hambrienta y determinada a hablar. Elevándose
hasta sentarse, arrugó lo único que cubría la cama-una sabana que no coincidía colocada
obviamente en su beneficio, bajo los brazos y miró a su alrededor. Graham no estaba por ningún
lado. Estaba debatiendo si desperdiciar o no su energía en tener una gran rabieta cuando la puerta
se abrió y él entró con una bandeja de desayuno, con un aspecto muy humano y decididamente
hermoso. Sus ojos se fijaron en ella, y se ruborizó.
—Buenos días, dormilona. —Sonrió, pateando la puerta para que se cerrara y llevó la bandeja a
la cama—. ¿Cómo te sientes? —Colocó la bandeja en su regazo y se sentó a su lado. Teniendo
cuidado de no desequilibrar su desayuno cuando el colchón se movió bajo su peso.
—Estoy bien. —Se encogió de hombros, cogiendo un trozo de pan tostado con mantequilla y
tratando de no ruborizarse todavía más.
—Bien. —Se acercó para meterle un mechón de pelo detrás de la oreja—. Hiciste un trabajo
fantástico anoche, pero quería asegurarme que nada de lo que pasó te hizo pasar un mal rato.
Ignorando la punzada de compasión por un hombre que caminaba a ciegas hacia una trampa de
su propia creación, Missy dejó el pan tostado y levantó una ceja.
—¿Mal rato? —Fingió pensar en ello—. ¿Te refieres cuando tu primo mandó a sus matones a
perseguirme, e hicieron daño a una de mis nuevas amigas mientras trataban de llegar hasta mí?
¿O estás hablando de cuando Curtis me agarró y amenazó con matarme por atreverme a ser
elegida como tu compañera? Porque, no. Ninguna de esas dos situaciones me ha causado
realmente un problema.
Empezó a relajarse, pero debió de mirar más de cerca su cara, porque la tensión inundó de
nuevo su cuerpo.
Hombre inteligente, pensó. De vez en cuando.
—Por supuesto, supongo que podrías estar refiriéndote a la parte en donde tuve que esperar y
ver como alguien trataba de matarte debido a mí. O cuando le vi cortarte el pecho para que te
desangraras. ¿Era eso a lo que te referías?
Sacudió la cabeza y abrió la boca, pero Missy no había terminado.
—No, ninguna de esas dos me molestó, realmente. Pero gracias por preguntar.

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CHRISTINE WARREN
2° de la Serie Fixed

Esbozó una sonrisa incómoda y trato de alcanzarla, pero se apartó para mirarle. Él hizo una
mueca.
—Ahora que lo pienso, sin embargo, hubo una parte de la pasada noche que realmente me
molestó, y ahora que lo mencionas, no estoy segura de haber tratado con ello todavía.
—Bebé, lo siento —comenzó, sus ojos de un verde oscuro por el pesar—. Sé que te dolió.
Debería haber sido más suave. Debería haber esperado a cambiar de nuevo antes si quiera de
ponerte una mano encima...
Missy se sacudió la disculpa con un gesto negligente.
—No estaba hablando sobre el sexo —dijo, con un tono claramente despectivo—. Eso estuvo
bien. No, estoy molesta por algo completamente distinto.
Ahora Graham parecía confundido, que era lo que ella quería.
—No entiendo.
—Oh, te lo diré —dijo, con un tono tan acaramelado que le hizo cambiar de actitud—. Es solo
una pequeña cosa. Puede que ni siquiera lo recuerdes. ¡Es la parte donde me enteré de que estoy
embarazada, imbécil!!!
Gritó tan fuerte que los cubiertos chocaron juntos, y Graham dio un respingo como si le hubiera
golpeado un huracán. Missy se figuró que uno de categoría 4 no tendría nada que envidiarle.
—Missy, yo...
—¿Cuándo planeabas decírmelo? —exigió, levantándose sobre sus rodillas, colocando una
mano en la cadera y la otra sujetando la sabana sobre sus pechos desnudos—. ¿No crees que me
hubiera gustado saberlo antes de que lo anunciaras delante de unos puñeteros extraños? ¿Eh?
¿En algún momento se te ocurrió, Señor Grande y Poderoso Alfa?
—No tenía intención...
—¡Vaya, realmente no me importa la intención que tuvieras! —gritó, lejos de haber
terminado—. ¡Esa fue una cosa horrible! Me trataste como una especie de arma secreta, como si
todo esto fuese un complot para embarazar a la primera mujer que llegara y así poder
restregárselo por la cara a tu primo, y eso es una mierda. ¡Es mi cuerpo, maldita sea! Me merezco
ser la primera en saber si hay algo creciendo dentro.
Su ira se disolvió con un sorbo por la nariz, y maldijo a las hormonas que ya estaban trabajando
duro para convertirla en una idiota lloriqueante. Entonces maldijo a todo lo que la hacía feliz
cuando Graham envolvió sus traidores masculinos brazos a su alrededor y se acurrucó entre ellos.
—Oh, bebé, lo siento —murmuró, dejando que enterrara la cara en su hombro mientras la
llevaba a su regazo y la acunaba como a una niña—. Sé que fue horrible, y me disculpo. Nunca te
trataría así, pero mi primo me tenía atrapado. Decirle sobre el bebé fue en lo único en lo que pude
pensar para mantenerte a salvo. Tenía la esperanza que si él sabía sobre el cachorro, se daría
cuenta que su plan era inútil y que debía darse por vencido.
Missy resopló.
—Sí, la estrategia funcionó realmente bien.
—Me di cuenta. —La abrazó y le dio un cálido beso en la parte superior de la cabeza—. Casi me
muero cuando fue detrás de ti, y dejarlo vivir después de que te tocara ha sido la cosa más difícil
que he hecho. Nunca quise ponerte a ti o al bebé en peligro. Tienes que creerme.

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Lo creía, del mismo modo que creía que el gran imbécil estaba enamorado de ella, no obstante
deseaba que se lo dijera.
—Yo —susurró, acariciándole el cuello y dejando que sus brazos serpentearan alrededor de su
pecho—. Lo creo. Pero todavía me duele que lo dijeras antes de que yo lo supiera, y no entiendo
cómo lo sabías.
—Tu olor —explicó, acariciando su espalda con movimientos suaves y cariñosos—. Como te
dije, te reconocí como mi compañera en el momento en que te olí. Cuando te quedaste
embarazada, tus hormonas empezaron a cambiar, y eso cambió tu olor. Las mujeres embarazadas
emiten un olor muy similar. Es un poco difícil de describir, pero es un poco como... calabaza.
Se apartó frunciéndole el ceño.
—¿Calabaza?
—Igual que el pastel de calabaza. Sabroso. Picante.
Se tomó un segundo para digerir eso.
—¿Y eso es algo bueno?
Él sonrió.
—¿Si estoy feliz de que estés embarazada? Cariño, estoy en éxtasis. No puedo pensar en una
sola cosa que me hiciera más feliz.
Missy podía pensar en una cosa, muy importante que la haría muy feliz, sin embargo estaba
cada vez más cerca. Podía sentir que se estaba construyendo en él, pero requeriría unas pocas,
bien situadas indirectas antes de que finalmente lo descubriera.
—¿Significa eso que no me dejaste embarazada deliberadamente? ¿Que nos quieres a mí y al
bebé por nosotros mismos y no para satisfacer alguna extraña ley Lupine?
Graham respiró hondo y abrió la boca para contestar. Luego la cerró y frunció el ceño. Missy
sintió un nudo en el estómago.
—¿Estás diciendo que solo querías el bebé a causa de vuestros malditos Derechos de Cría?
—¡Dios, no! —Le aseguró, apretando sus brazos a su alrededor para evitar que escapara—. Ese
no es el motivo por el que dudé. Me importan un carajo los Derechos de Cría. Los ancianos podrán
decir lo que quieran, pero todo aquel que quiera hacerse con la posición de Alfa de mi clan tendrá
que matarme primero. No lo voy a dar debido tan solo a una tradición arcaica.
Missy notó que sus ojos se ensanchaban y su boca se abría.
—Entonces... ¿Estás... estás diciendo que me dejaste embarazada a propósito?
—Lo estás haciendo sonar como si lo tuviera planeado —protestó, mirándola malhumorado,
incomodo y muy dulce—. No fue así en absoluto. No es algo que tuviera en mente, pero cuando
entraste en calor...
—¿Cuándo yo qué?
—Ovulando —corrigió rápidamente—. Cuando ovulaste, sabía lo que pasaría si me corría
dentro de ti, y lo hice de todos modos. Tan pronto como te imaginé teniendo a mi bebé, supe que
quería eso. Sabía exactamente lo que iba a pasar, pero lo hice de todos modos. Así que sí, creo
que fue intencional.
¿Cómo era posible que esta conversación girara ahora fuera de su control? El hombre creaba
más preguntas de las que respondía.

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—Está bien, en primer lugar, ¿cómo sabías que estaba ovulando?


Le dio una mirada que decía que debería ser obvio.
—Si puedo oler que estás embarazada a las pocas horas, puedo oler cuando eres fértil. No hace
falta ser un genio, solo tener buen olfato.
—Así que realmente quieres este bebé.
La abrazó.
—Estoy en la luna, cariño. Como te dije, no podrías haberme hecho más feliz.
Incapaz de liberarse para ir a buscar un objeto contundente para golpearlo hasta hacerle entrar
en razón, Missy tubo que recurrir a la brusquedad a quemarropa.
—¿Es solo el bebé lo que te hace feliz? ¿Tengo yo algo que ver con ello?
Se echó para atrás para mirarla con una expresión de absoluta confusión.
—¿Qué? ¡Bebé, por supuesto que no! Te amo, como amo al bebé. ¿Cómo no lo sabes?
—¡Porque nunca me lo has dicho, imbécil peludo! —La frustración la hizo gritar y torcer la boca
en una mueca, pero podía sentir su tensión deslizarse hacia fuera—. Recuerda, que yo soy
humana. No tengo poderes mágicos. No hay lectura de mente, ni nariz maravillosa, nada. Si
sientes algo por mí, necesito que me lo digas, ¿de acuerdo?
Sus labios temblaron con una sonrisa lenta, y se inclinó para presionar un beso en la punta de
su nariz.
—Está bien —Estuvo de acuerdo, y la acurrucó estrechamente contra su pecho.
Se sentaron así durante unos minutos más hasta que Graham le apartó el pelo de la cara y la
besó en la sien.
—Sabes, que aún con nuestra fuerza, velocidad y sentidos intensificados —dijo, deslizando sus
manos por su espalda con movimientos perezosos—, los hombres lobo somos realmente
diferentes de los vampiros. No somos solo humanos que han sido infectados por un virus y
nuestro ADN haya mutado. Somos una especie totalmente diferente. Estrechamente relacionados,
sí, pero diferentes de los humanos.
Missy levantó la cabeza y frunció el ceño.
—¿Qué?
—En realidad es una suerte que tengamos el suficiente ADN en común con los humanos para
producir una posible descendencia fértil —continuó, ignorando su pregunta—. Un poco más de
separación en nuestro código genético y seríamos como el agua y el aceite. Tenemos mucha
suerte.
Se apartó de su pecho para mirarle con confusión.
—¿Sobre qué estás ladrando?
Una vez más, no le hizo caso.
—Debido a que la mayoría de la gente asume que porque somos de especies diferentes, los
hombres lobo y los vampiros tienen mucho en común. Pero eso no es cierto. Además de ser más
rápidos, más fuertes y ese tipo de cosas superficiales, los vampiros y los Lupine son tan diferentes
como la noche y el día.

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—¿Y tu punto es? —A estas alturas, la columna vertebral de Missy se había enderezado como
un atizador y sus brazos estaban cruzados sobre su pecho.
—Simplemente lo digo. Mi punto es que los Lupine y los vampiros son realmente muy
diferentes entre sí.
—Bueno, ya lo sabía —dijo, exasperada—. Lo que quiero saber es por qué estás sacando este
tema ahora.
Le dio un aspecto totalmente, sospechosamente inocente.
—Bien, he pensado que, como eres tan amiga de Regina, y sabes sobre Dmitri y eso, podrías
estar un poco confusa.
Puso los ojos en blanco.
—Sí. Bueno, creo que incluso con mis sentidos humanos, puedo diferenciar entre colmilludo y
peludo, Einstein. Puedes relajarte.
Sus verdes ojos se abrieron ampliamente, y podría jurar que en realidad aleteó las pestañas.
—Oh, ¿Con_que no has asumido que puedo leerte la mente?
Su aplastante sutileza finalmente cobró sentido, y Missy gimió.
—Oh, por el amor de Dios. Sí, ¡Te quiero! ¿Estás contento ahora? Realmente no creo que esta
elaborada sesión de tortura fuera necesaria.
Graham se encogió de hombros, esbozando su malvada sonrisa.
—Tal vez no. Pero fue divertido. —Se acercó para golpearle el pecho, pero le agarró la mano
con facilidad y se la llevó a los labios—. Necesito las palabras tanto como tú, cariño.
Missy se enojó, pero sabía que tenía razón, y francamente, todavía estaba con un estado de
ánimo bastante caritativo después de haberle escuchado declarar lo mismo. La culpa era de las
hormonas.
Dejando caer la cabeza sobre su hombro, puso una mano sobre su abdomen inalterado y
suspiró.
—No parece muy real —murmuró—. ¿Y si nos equivocamos y no estoy embarazada?
—Pues, yo estaría dispuesto a poner todo mi ser en volver a intentarlo —dijo Graham con una
sonrisa—. Pero no nos equivocamos. Él está ahí, cariño, creciendo rápidamente.
Le miró.
—¿Crecen los Lupine mucho más rápido que los humanos?
—No una vez que nacen, pero un embarazo Lupine estándar es de solo cinco meses.
Las cejas de Missy se alzaron y sus labios se entreabrieron por la sorpresa.
—¿Cinco meses? ¿Solo voy a estar embarazada cinco meses?
—Más bien seis, en tu caso —dijo—. Llamé a una obstetra, una Lupine, para preguntarle si
sabía algo sobre embarazos mixtos, y me dijo que cuando una mujer humana tiene un bebé
Lupine, el embarazo suele ser de unos seis meses de duración. Más que uno lupine, pero menos
que uno humano.
—¿Por regla general? Pensé que esto no pasaba muy a menudo. Lupines y humanos juntos.

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Graham negó con la cabeza y cambió su agarre, un brazo siguió en su espalda con la mano
apoyada en su cadera desnuda. Alargó la otra para retirar lejos la sabana y desnudarla a su
apreciativa mirada.
—No muy a menudo, pero no es del todo desconocido, tampoco. La Dra. Howel sabe lo
suficiente para cuidar bien de ti. De hecho, me dijo que tendrías que ir esta semana a su oficina
para un examen, solo para ver que todo es normal contigo y el cachorro.
Missy cedió la sabana después de una breve lucha. Graham era simplemente demasiado fuerte,
y ella era demasiado fácil. Trazó pequeños círculos alrededor de los pezones para ver como se
arrugaban. Se estremeció. Luego se dio cuenta de lo que había dicho, y se puso tensa.
—¿Cachorro? —Tragó duro—. Um, Graham, Annie y Samantha me dijeron que no iba a tener
un cachorro. Por favor, no me digas que nuestro bebé va a nacer con una cola.
Se rió en voz alta y la abrazó.
—Lo siento, no quería asustarte. “Cachorro” es solo una expresión. Tendemos a llamar a
nuestros hijos “cachorros” o “crías”, pero son bebés normales. A menos que seas Lupine, cosa que
no eres, y cambies a tu forma de lobo cuando el parto, cosa que no harás, no tienes de que
preocuparte por nada ya que será un bebé normal.
Dio un suspiro de alivio.
—Tal vez debería concertar una visita para ver a esa doctora. Creo que voy a tener un montón
de preguntas que hacerle.
—Llamaremos mañana. Me gustaría ir contigo, si no te importa.
—Por supuesto que no. —Le aseguró, moviéndose en sus brazos y presionando el pecho con el
que había estado jugando contra su amplio torso—. Me gustaría tener a mi compañero conmigo.
Después de todo, este es también tu bebé.
Sonrió y se inclinó para besarla. Comenzó como un gesto dulce y cariñoso, pero Missy se
encargó de descender entre ellos y desabrocharle el pantalón. Cuando metió las manos entre los
rizos que rodeaban su pene ya erecto, él gimió en su boca. Sonriendo contra sus labios, liberó una
mano para tirar de su camiseta por encima de su tenso estómago. Entendió el mensaje, tirando de
ella sobre su cabeza y arrojándola al suelo antes de volver a devorar su boca en un beso profundo,
hambriento. Lo igualó por un momento antes de alejarse y presionando una mano en su pecho le
instó a que se tumbara de nuevo en el colchón. Él se deshizo de la bandeja primero, luego se estiró
sobre la fría sabana de seda y abrió los brazos ofreciéndose a sí mismo a ella. Missy no iba a
rechazarle.
Con una sonrisa que aún se sentía malvada en sus labios, llegó a la cintura de sus pantalones y
tiró de ellos fuera. Dejándolos en el suelo, o tal vez sobre la bandeja del desayuno, se colocó a
horcajadas sobre sus muslos y se inclinó hacia atrás para echarle un buen vistazo. Buen señor,
pero el hombre la calentaba cada vez que le miraba, y cuando estaba desnudo, mirarlo conseguía
que se humedeciera, también. Como si su cuerpo babeara por él. El cielo sabía que su boca lo
hacía.
Le vio recorrerla con la mirada y se sonrojó, pero no hizo ningún movimiento para cubrirse. Un
fin de semana con él la había convencido que Graham realmente amaba el aspecto que tenía, lo
que hacía que el sentimiento fuera mutuo. Ciertamente era difícil resistirse a la tentación de su
hermoso musculoso pecho.

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—Eres hermosa —gruñó, alcanzando sus pechos con sus grandes manos, acariciando sus
pequeñas curvas y frotando los pezones con sus callosos pulgares—. Te amo, bebé.
Las palabras se sintieron aún mejor que sus manos e hicieron a Missy temblar. Sonriendo, se
inclinó y puso su boca contra el pulso caliente y constante en la base de la garganta. Su lengua
salió para probar el sabor salado y almizclado de su piel, lamiendo el pequeño hueco antes de
comenzar un lento descenso, burlándose. Trabajó su camino por su cuerpo con una falta terrible
de prisa, haciendo una larga pausa en cada uno de sus pezones, trazando los contornos de sus
músculos, el rizado bello y la suave seda de su piel. Pasó unos tensos minutos investigando su
ombligo solo para poder disfrutar del ronroneo áspero de sus gemidos, pero cuando rodó sus
caderas contra ella, se apiadó de él y retomó su viaje hacia el sur.
Su polla se levantó para saludarla, ya dura, gruesa y pidiendo atención. ¿Cómo podía una chica
resistirse a eso? Missy ni siquiera plantó batalla. Se inclinó hacia abajo, frotando su mejilla contra
la carne sorprendentemente suave como un gatito pidiendo a gritos ser acariciado. Sintió sus
manos enterrándose en su pelo y sus dedos masajeándole el cuero cabelludo, cuando abrió los
labios y se lo tragó.
Se deslizó con facilidad más allá de sus labios, una bienvenida y cálida presencia que le llenó la
boca y le hizo tararear de placer. Remolineó la lengua alrededor de su cabeza y le oyó gemir. El
sonido fue tan bueno para ella como una caricia en el mejor lugar, que envió una ráfaga de calor a
recorrer su cuerpo y que se formara una piscina de humedad entre sus piernas. Amarlo era casi
tan bueno como ser amada por él. Le hizo sentir un poder y un control que le encantaba.
Especialmente después de la última noche.
Sus manos siguieron curvadas en la parte posterior de su cabeza, meciéndose suavemente
cuando estableció un ritmo perezoso a sus lamidas, mordiscos y suaves tirones que le hicieron
endurecer aún más dentro de su caliente boca. Sus dedos frotaban la piel sensible en el pliegue de
su cadera mientras lo chupaba, perdiéndose más y más hacia el interior de sus muslos con cada
caricia. Cuando finalmente llegó a su destino, trazó cada curva de su piel con ligeras caricias antes
de tomar su peso en la palma. Suavemente, amasó los sensibles globos, apretando y soltando
coincidiendo con cada succión. En cuestión de minutos sus caderas empezaron a mecerse más
bruscamente, enviando a su polla a deslizarse entre sus labios con movimientos azorados.
Missy se echó hacia atrás, colocando un suave beso en la punta antes de arrastrarse hasta
arrodillarse, a caballo sobre sus caderas, con las palmas de sus manos apuntaladas sobre su pecho.
Sintió como su abultada longitud presionaba contra la cara interna de su muslo y le sonrió.
—Te amo también —murmuró, para luego comenzar a hundirse lentamente en su dura polla.
Graham gruñó, el sonido familiar y emocionante, más suave que los gruñidos de la noche
anterior, pero no menos excitados por venir de una garganta humana. Aún haciéndola temblar,
haciendo que apretara los músculos internos alrededor de su polla, lo que le hizo gruñir de nuevo.
La vida no podría ser mejor.
Dejó que la gravedad tirara de ella lentamente hasta que su trasero se apoyó en sus caderas y
su polla se instaló hasta la empuñadura en su interior. La sensación de él le dio ganas de gritar,
pero se contuvo. No por vergüenza, sino porque quería conservar el aliento para cosas mejores.
Como un paseo rápido y duro hacia el borde.
Moviéndose muy despacio, quedó casi completamente libre de él antes de caer de nuevo,
saboreando la sensación de tenerlo excavando un túnel a través de su coño, extendiéndola,

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llenándola y haciéndola arder. Estableció un ritmo rápido de elevación y caída y él se le unió con
potentes golpes hacia arriba. En cuestión de minutos, Missy estaba jadeando, con los pulmones
esforzándose por tomar suficiente oxígeno, mientras su coño se esforzaba por mantener la
increíble polla de Graham incrustada profundamente dentro de ella. Se sentía desgarrada, con
ganas de seguir haciendo el amor con él para siempre, pero necesitando el intenso orgasmo que
podía sentir construyéndose en su interior. Redujo sus movimientos, incapaz de elegir, hasta que
Graham tomó la decisión de sus manos.
Fuertes dedos se cerraron alrededor de sus caderas, anclándola en su lugar mientras giraba sus
cuerpos, colocándola boca arriba y a sí mismo firmemente entre sus muslos.
—Pon tus piernas alrededor de mí —gruñó, y ella obedeció, levantándolas bien alto para
enroscarlas alrededor de su cintura y bloqueando los tobillos en la parte baja de su espalda.
El movimiento le hizo sentirlo más profundo, y exclamó,
—Ahora. Más.
Él le dio más. Apoyando las manos contra el colchón, se inclinó de nuevo presionándose más
profundo dentro de ella, haciendo una pausa como si estuviera saboreando la plenitud de su
conexión. Luego se echó hacia atrás y comenzó a follarla con un ritmo duro que la hizo agarrarse a
sus hombros y clavar sus talones en su columna vertebral para tratar de arrastrarlo más profundo.
La llenó hasta que no estaba segura de poder aguantar más, pero quería más y lo exigió. Sus
embestidas se hicieron más cortas, más duras, empujando en su interior con una fuerza frenética.
Dio la bienvenida a cada segundo de ello, dejando que la condujera más y más alto hasta el punto
que la envió a toda velocidad hacia un orgasmo que le hizo enroscar los dedos de los pies y apretar
las paredes de su coño a su alrededor con la fuerza suficiente para arrastrarlo con ella. Se vació a sí
mismo con un rugido, antes de caer en un caliente y deshuesado montón sobre ella.
Debió sacar un poco de energía de algún lado, porque tuvo la suficiente para acariciarle el
cuello y plantarle un suave beso en aquella húmeda piel. Missy no pudo ofrecer a cambio nada
más que un suspiro sin aliento, pero sintió que sus labios se curvaban en lo que estaba segura era
una sonrisa satisfecha de sí mismo, si tuviera la energía suficiente para girar la cabeza y mirar. Que
no la tenía.
—He cambiado de opinión acerca de usar sexo demoledor para convencerte de que vivas
conmigo —murmuró después de una pausa, presumiblemente para lograr la energía suficiente
para hablar.
—¿Hmm? —Missy no había acumulado aún suficientes reservas para algo tan complejo.
—No voy a hacerlo. Tengo otro plan.
Sus párpados se sentían tan pesados como el plomo en su estado de total satisfacción, pero se
las arregló para lograr una ráfaga de energía para comunicarse.
—¿Huh?
—Todavía implica un montón de sexo —le aseguró, y ella sonrió a través de una nube—. Pero
esta vez lo voy a utilizar para convencerte de que te cases conmigo. ¿Qué te parece?
La sonrisa que iluminó el rostro de Missy no requirió de ninguna energía. Era del tipo que viene
del alma, y no la habría parado aunque lo hubiera intentado. De modo que sacó un último hilo de
energía, que utilizó para dar la única respuesta que importaba.
—Sí.

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