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En 1888 el nicaragüense Rubén Darío usó la palabra modernismo para referir las nuevas tendencias literarias. Esa
búsqueda dio lugar a un tipo de literatura muy particular, signada por algunas de las siguientes características.
Cosmopolitismo
Uno de los aspectos que caracterizó al modernismo fue su vocación cosmopolita, es decir, su apertura al mundo.
La inspiración estética y argumento contra la modernidad y el progreso, dado el contexto de la admiración y temor
que despertaba EE.UU. En esa misma línea se inscribió el redescubrimiento del pasado español como afrenta contra
la avanzada norteamericana.
Carácter aristocrático
El modernismo no abrazaba las causas populares, ya como temas, ya como estilos. Por el contrario, se remontaba a
la búsqueda de una estética refinada con un cierto sentido aristocrático.
El modernismo, más que tener una creencia, andaba en búsqueda de una creencia.
Individualismo
Enmarcados en las capas medias de la sociedad hispanoamericana, sin pasado cultural o político propio y con escasas
expectativas de futuro. Encuentra la respuesta en la necesidad de mostrar la individualidad exquisita y herida.
Sensorialidad y sensualismo
El modernismo busca construir una estética a partir de la evocación de imágenes sensoriales, lo que de alguna
manera lo vincula al diálogo interdisciplinario con las demás artes.
Búsqueda de la musicalidad
La musicalidad de la palabra es un valor dentro del modernismo. Forma parte, de algún modo, de la búsqueda de una
sensorialidad.
Es notorio también el gusto por el cuidado de la forma en todos sus detalles, lo que le da un carácter preciosista.
Desde el punto de vista formal literario, el modernismo reúne un conjunto de características como:
Aliteración frecuente,
Exacerbación del ritmo
Uso de la sinestesia
Uso de las formas antiguas de la poesía así como variaciones sobre las mismas
Versos alejandrino, dodecasílabos y eneasílabos; con aportes de nuevas variantes al soneto.
Mitología
Los modernistas sentían fascinación por la peculiaridad del lenguaje, expresada en el uso de helenismos, cultismos y
galicismos.
Esto es, ante la toma de conciencia del estado de devastación nacional y la falta de emprendimientos de todo tipo,
los intelectuales y artistas del movimiento ponen sus ojos en Europa.
En esa reivindicación de la esencia y del sentir de lo propio (aunque el modelo a futuro fuera extranjero), nos
encontramos un gusto por la historia. Es en este época cuando se estudian a conciencia las grandes obras de la
literatura medieval desde el Cantar del Mío Cid hasta Gonzalo de Berceo.
No hay tono épico ni relato de grandes batallas ni mención a gloriosas hazañas. La grandeza se encuentra en lo
humilde, en lo sencillo. Por tanto, todo ello está alejado de cualquier tratamiento extravagante o rimbombante.