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Módulo 4: Problemas en la mediación

IN TR ODUCCIÓN AL MÓDULO

Introducción

UN IDAD 7: PR OB LEMAS ÉTICOS EN LA MEDIACIÓN

Introducción a la unidad

Ética del mediador

Cierre de la unidad

CIER R E DEL MÓDULO

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Introducción

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En este módulo estudiaremos los problemas éticos en la mediación. Para ello,


conoceremos la formación y entrenamiento de los mediadores así como sus
exigencias legales y posibilidades reales. 

Por otro lado, conoceremos la responsabilidad del mediador, conciliador y


árbitro frente a las partes, frente a la sociedad y frente a sus pares. 

Finalmente, estudiaremos la deontología profesional: obligaciones éticas.


Elaboración propia (2018)

Objetivos del módulo

Conocer e incorporar los conceptos de valores y ética. 

Comprender la importancia de vivir dentro de los principios de la ética en todo ámbito de la vida
profesional y personal. 

Contenidos del módulo

Unidad 7- Problemas éticos en la mediación


7.1 Ética del mediador

Mapa conceptual del módulo

Elaboración propia (2018)


Lesson 2 of 5

Introducción a la unidad

¿Podemos hacer de la ética el eje de nuestra conducta?

Es central que en el desarrollo de la lectura - Tener en cuenta que muchas veces en las conversaciones
particularmente es esta unidad- agudicen su y actitudes diarias no percibimos a la otra parte como un
sentido de prudencia y sentido crítico para ser con cultura diferente y también diferentes
con uno mismo sobre todo en lo que pudiese percepciones de la realidad que nosotros mismos.
afectar, herir, sensibilizar a los participantes. Estamos acostumbrados a vernos como centro y “el resto”
gira alrededor.
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Lesson 3 of 5

Ética del mediador

Deontología

La deontología, conforme al Diccionario de la Lengua Española (Real Academia


Española, Madrid, 1970), es la ciencia o tratado de los deberes. En el plano
profesional se traduce en la llamada “ética profesional”, que cubre el conjunto de
reglas del comportamiento que debe presidirla. Así, podrá referirse a los médicos,
abogados, etcétera (Recalde, 2018).

Tales reglas se fueron formando con la costumbre y muchas de ellas han tenido recepción legal. Se trata
aquí de las reglas de comportamiento profesional que tienen sustento en la ética y la moral que debe
presidirlo (Recalde, 2018).

Como se advierte, se está en presencia de un conjunto de reglas, algunas de las cuales fueron receptadas
por el legislador y constituyen derecho positivo vigente, aunque otras, si bien exigibles, no han alcanzado esa
categoría, al menos en su concreción normativa (Recalde, 2018).

Tales reglas también son exigibles al mediador, por lo que habremos de analizar la “ética del mediador”.

Ética del mediador

El mediador es un tercero neutral cuya función es ayudar a las partes para que ellas mismas puedan llegar a
un acuerdo mutuamente satisfactorio en relación al conflicto. Ya hemos visto que él debe observar una
conducta imparcial durante todo el desarrollo de la mediación, no favoreciendo a ninguna de ellas, ni
induciendo los términos de un acuerdo que puede ser perjudicial para la otra (Recalde, 2018).

También se señaló el deber de confidencialidad que debe rodear toda la actuación del neutral.

Más allá de los deberes éticos que imponen determinadas profesiones —como ser la de abogado— la
condición de mediador, por sí misma, también comporta una serie de responsabilidades y deberes éticos,
que debe abrazar todo aquel que la ejerce. Ello, con independencia de los que puedan surgir de la ley, por
ejemplo, en el caso de la mediación prejudicial, reglada por la ley 26589 (Recalde, 2018).

Es que el campo de la mediación excede el ámbito jurídico y puede darse tanto en el ámbito público como en
el privado, e incluye supuestos de mediación escolar, profesional, empresarial, etcétera. Donde hay
conflicto, allí puede estar presente la mediación, como una alternativa más que permite superarlo. Por tanto,
ningún obstáculo hay, que en los casos no vinculados a procesos judiciales pueda haber mediación. Y
tampoco lo hay, que, en tales supuestos, si media acuerdo de partes, el mediador sea un arquitecto, un
ingeniero, un psicólogo o cualquier persona en cuya imparcialidad las partes confían (Recalde, 2018).

Aun en la hipótesis de que no estuviera reglada la actividad —como sucede en las provincias—, resulta
evidente que la ética debe presidir el accionar de todo mediador.
Cuando el servicio de mediación es prestado a través de
instituciones dedicadas a ello o por fundaciones, es frecuente, que
se incorporen “Códigos de Ética” que deben cumplir los mediadores.
Ello es frecuente en los Estados Unidos, lugar donde la mediación se
encuentra desde hace varios años arraigada (Recalde, 2018).

En tal sentido, tres agrupaciones profesionales de relevancia elaboraron, luego de un prolijo análisis
efectuado por un comité conjunto, estándares modelo de conducta para mediadores. Ellas son la American
Arbitration Association (A.A.A.), la American Bar Association (A.B.A.) y la Society of Professionals in Dispute
Resolution (SPIDR) (Recalde, 2018).

Estos códigos fueron concebidos para aplicarse a todo tipo de mediación y están dirigidos a los mediadores,
a las partes que van a la mediación, como así también tienen por destino promover la confianza pública en
este procedimiento.

En nuestro medio, en que recién se está instalando este procedimiento alternativo, mediante resolución
535/94 del Ministerio de Justicia de la Nación se aprobó el “Reglamento para los mediadores habilitados por
el Ministerio de Justicia y el funcionamiento del Centro de Mediación”, que dedica el Capítulo VI (arts. 24 a
27), a “Las normas éticas de los mediadores”, cuyo texto se transcribe más adelante (Recalde, 2018).
Asimismo, entidades como la “Fundación Libra”, pionera de la mediación en nuestro medio, también tiene
elaborado un “Código de Ética”, al cual habrán de someterse los mediadores que trabajan en el Centro de
Resolución de Disputas, el que se hace extensivo a los observadores o a toda otra persona que por cualquier
circunstancia presencie las mediaciones o tenga acceso al material de trabajo de los mediadores (Recalde,
2018).

Por último, la ley 26589 —de carácter local— incluye varios de los principios que hacen a la ética del
mediador.

Deberes del mediador


Hemos dicho que el carácter de mediador impone deberes, que es preciso tener en cuenta. Esos deberes se
relacionan:

Con las partes que requieren los servicios o a quienes se les presta.

Con el respeto de las reglas de procedimiento, en particular la imparcialidad y la


confidencialidad.

Con los demás mediadores.

Con los organismos vinculados a la mediación y, en particular con aquellos a quienes los
mediadores están prestando servicios.

Responsabilidad frente a las partes

Obligaciones del mediador

El mediador es un tercero neutral que debe tener en claro que la resolución del conflicto debe provenir de las
partes mismas. Su función es de ayuda activo. Jamás debe imponer sus pautas personales, sus propios
criterios y reglas de conducta. Y mucho menos un acuerdo. Ello no impide que, a pedido de las dos partes,
pueda efectuar una evaluación sobre las pautas de un posible acuerdo, pero siempre que utilice criterios
objetivos de valoración (Recalde, 2018).

Él debe informarles las reglas de juego, en particular su rol, y asegurarse de que las partes comprendan el
alcance del procedimiento por el que van a transitar.

Una de las principales obligaciones del mediador es comportarse en forma honesta y de buena fe. Él debe
actuar en forma clara y transparente con las partes. Jamás habrá de defraudar la confianza que ellas
depositaron en él (Recalde, 2018).
Constituye una violación a este principio —a modo de ejemplo— los siguientes supuestos:

Buscar el propio interés antes que el de las partes.

Tener intereses concretos en la solución del caso y no ponerlo de manifiesto a las partes,
excusándose en su caso, de seguir interviniendo.

Carecer de las habilidades necesarias frente a una situación y continuar en el caso, pese a
tener conciencia de ello.

Tener conciencia de que el método elegido no habrá de llevar a una solución al problema, sin
ponerlo de sobre aviso a las partes.

Tener conciencia de que una de las partes posee deficiencias mentales que le impiden
comprender y evaluar el método elegido y la justicia de las propuestas y pese a ello avalar el
posible acuerdo.

No excusarse de seguir interviniendo cuando median algunas de las causales a que alude el
artículo 17 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, o cuando existan otras causas
fundadas en motivos graves de decoro o delicadeza.

No poner en conocimiento de las partes circunstancias que, si bien no configuran una causal
de excusación, pueden influir en su actuación. En tal caso serán las partes quienes en
conocimiento de ellas decidirán si siguen o no el procedimiento con el mismo mediador
(Recalde, 2018).

Honorarios

En particular, a salvo que la cuestión esté regulada legal o convencionalmente, lo atinente a sus honorarios,
deberá ponerlo en conocimiento de las partes en forma clara e indudable, lo que deberá hacer antes de
comenzada la mediación. Porque si lo que se pretende es que las partes lleguen a un acuerdo sobre el fondo
del problema, con mayor razón que voluntariamente asuman los costos que les habrá de ocasionar (Recalde,
2018).
No hay inconveniente en que el mediador convenga, de acuerdo, puesto que esa circunstancia quitará
común acuerdo con las partes, la forma de retribución, objetividad al mediador, quien estará interesado
época del pago, a cargo de quién estarán, etcétera. Pero en su resultado, lo que podría incidir en su
de no hacerlo, él deberá dejar en claro este aspecto actuación. Ello a diferencia del conciliador
antes de comenzada la mediación, a salvo el supuesto laboral, quien buscará una solución de equilibrio,
de mediación legal, donde el punto está expresamente sin abdicar de los justos derechos del trabajador
regulado, tema al que nos remitimos (Recalde, 2018). (Recalde, 2018).

Es una buena práctica, para evitar problemas, que las Por último, contraría las reglas de la ética que un
partes convengan por escrito —previo a la mediación— mediador pida un porcentaje del honorario a
todo lo atinente a los honorarios. otro, por el hecho de haberle derivado un cliente.
El honorario siempre es la justa retribución por el
esfuerzo personal, por el trabajo propio y no por
No es recomendable que el mismo se base en el
el ajeno. De otro modo el mediador a quien se le
resultado de la mediación, o monto del eventual
derivó el trabajo verá mermado su ingreso.
Responsabilidad durante el procedimiento

Imparcialidad

Cuando se habló de los caracteres de la mediación, se citó entre ellos a la imparcialidad. Ahora la veremos
desde la óptica de la ética del mediador. Ya se dijo que el de la imparcialidad, es un requisito que debe
distinguir al mediador. No es posible ejercer una mediación en forma correcta cuando se viola este deber
(Recalde, 2018).

La imparcialidad debe estar presente en todo el accionar del mediador. Y si éste se da cuenta de que
no es posible que mantenga esa línea de conducta, debe apartarse de la mediación, puesto que de lo
contrario violaría uno de los deberes éticos sobre el que se apoya el sistema.

Imparcialidad importa un actuar sin prevención para una y otra parte. El poder actuar o proceder con
rectitud, sin favoritismos o inclinaciones. Todo mediador, al aceptar ese ministerio, también asume el
compromiso de servicio pleno a las dos partes y en la misma medida (Recalde, 2018).

El mediador no podrá dejar que influya en él la afinidad de espíritu con alguno de los contendientes, su
belleza física o moral y mucho menos motivos vinculados a raza, religión, ideología política, clase
social, conocimientos personales, etcétera. Su persona debe despojarse de todo prejuicio y al
momento de mediar, las dos partes recibirán idéntico tratamiento (Recalde, 2018).

Tampoco dejará que influya en él la versión de una de las partes. Y si ella le causa un fuerte impacto
emocional, sufrirá por dentro, pero tratará de que, a la hora de actuar, la mayor o menor justicia de una
postura, no lo desvíe de su función.

No es fácil su labor. Y de ello tenemos buena experiencia los jueces, quienes detrás del escritorio o en
una audiencia, muchas veces, frente a la angustia, la emoción, e incluso la soberbia o arrogancia de
algún litigante, debemos tratar de mantenernos imperturbables por fuera, para mostrar la imagen de
serenidad e imparcialidad que los justiciables esperan (Recalde, 2018).

En el caso del juez, la hora de decidir será la de la sentencia, una vez que se escucharon las dos
campanas. Pero el mediador tendrá en claro que él no es juez, que él nada decidirá. El tratará de ayudar
a los litigantes a llegar a un acuerdo voluntariamente aceptado.

Nunca debe inclinarse por alguna versión, ni avalarla, aunque más no sea implícitamente. Y mucho
menos, dar la razón a ninguna de las partes, puesto que aun cuando en verdad la tenga, la otra se
sentirá desprotegida al presenciar a un mediador que inclina la balanza a favor de aquélla (Recalde,
2018). Por lo demás, esa conducta resulta de suma peligrosidad, puesto que la experiencia indica que
hay mucha gente que es experta en el arte de la simulación. Y en ocasiones se presentan como las
víctimas del conflicto, cuando en realidad —posteriormente se demuestra— son los victimarios
(Recalde, 2018).

De allí que el mediador dará por cierto únicamente los hechos aceptados por ambas partes. Los
demás, los tomará como versión unilateral, que podrán servir exclusivamente como hipótesis de
trabajo, en la búsqueda del acuerdo.

Él, como el juez, debe brindar una imagen de equidistancia y de equidad, pues ello también le permitirá
comprender mejor los intereses y las necesidades de las partes.

Ello no quiere decir que actúe como una “momia”. Por el contrario, deberá mostrarse afable,
comprensivo, atento a los relatos de los comparecientes, e incluso simpático. Pero toda demostración
de simpatía, amabilidad, etcétera, deberá ser pareja para todos (Recalde, 2018).

Pero la imparcialidad también le impone determinadas obligaciones, que en el plano de la mediación


regulada por la ley 26589, lo obligan a tomar distancia del problema, precisamente, para evitar perderla.

Así, el mediador deberá excusarse de actuar, cuando medie alguna de las causales previstas por la ley,
aspecto este que se analiza en otro lugar, por lo que allí nos remitimos. A modo de ejemplo, deberá
excusarse cuando es abogado o prestó consejo a alguna de las partes, cuando hay un conflicto de
intereses entre él mismo y alguna de ellas o cuando tenga de algún modo interés en el resultado de la
mediación.

Un aspecto de la imparcialidad es la obligación del mediador de no ejercer presiones indebidas sobre


las partes o sobre alguna de ellas para lograr un determinado acuerdo, aun cuando al mediador le
parezca razonable. Es que en la mediación son las partes quienes voluntariamente deben llegar a un
acuerdo, aunque con la ayuda activa del mediador. El mediador no debe imponer soluciones. Y
tampoco puede aplicar sus propios criterios de conducta y puntos de vista a un problema en el que
intervienen terceros, cuyos criterios y puntos de vista, probablemente difieran (Recalde, 2018).

Ello no impide, que, si las partes le piden información adicional, acercamiento de criterios objetivos
sobre puntos controvertidos, deba hacerlo. Pero todo lo que implique asesoramiento profesional a una
de ellas, aun cuando sea abogado, no podrá hacerlo. Él cumple el rol de mediador y no de abogado. Por
tanto, deberá remitir a la parte al consejo de su dirección letrada que, en el caso de la mediación
regulada por la ley 26589, es obligatoria (Recalde, 2018).

Confidencialidad

Como en el caso anterior, veremos esta característica de la mediación desde la óptica de la ética. Es
precisamente en la mediación donde las partes desnudan el alma.
El mediador, tanto en las sesiones conjuntas como en las privadas escucha a las partes, indaga sobre las
razones profundas del conflicto para llegar a los intereses y las necesidades. Y es allí donde éstas
exteriorizan sus angustias, sufrimientos, sinsabores y también, por qué no, sus debilidades y falencias
(Recalde, 2018).

Y si bien en ocasiones el relato se efectúa en presencia de la otra parte, en otras, las partes confían al
mediador hechos, circunstancias e incluso vivencias que no desean que su contrincante los conozca. Y
mucho menos que salgan del recinto donde tuvieron lugar.

Por ello, la confidencialidad tiene diversos aspectos, que el mediador debe tener en cuenta:

FRE N T E A LA O T RA PA RT E FRE N T E A L J U E Z

Cada vez que una de las partes efectúa un relato en sesión privada, el mediador debe indagarle si es posible
llevar a la sesión conjunta esa confidencia. Si la respuesta es negativa o no medió autorización el mediador
deberá evitar referirse al punto, puesto que de lo contrario está violando el deber de confidencialidad. Claro
está que, si el hecho comentado puede resultar clave para la solución del problema, podrá motivar a quien lo
puso de manifiesto, para que si lo desea lo saque a luz. También podrá advertirle de su importancia, a fin de
que el confidente evalúe la conveniencia de llevarlo a la mesa de las negociaciones y él mismo decida
(Recalde, 2018).
FRE N T E A LA O T RA PA RT E FRE N T E A L J U E Z

En caso de no llegarse a un acuerdo, el mediador no podrá declarar en juicio sobre lo dicho o conversado. 
A ese fin, en el caso de la ley 26589, el mediador estará protegido por el secreto profesional (arts. 11 de la
ley 26589 y 17 del D/R.). 
A su vez, el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, en su artículo 444 inciso 2º faculta al testigo a
negarse a responder “si no pudiere responder sin revelar un secreto profesional, militar, científico, artístico o
industrial”.
Violación al deber de confidencialidad. Sanciones

La violación del deber de confidencialidad acarrea sanciones de distintos tipos:

a) Penales

El artículo 156 del Código Penal establece que será reprimido con multa de mil quinientos a noventa mil
pesos e inhabilitación especial, en su caso, por seis meses a tres años, el que, teniendo noticia, por razón
de su estado, oficio, empleo, profesión o arte, de un secreto cuya divulgación pueda causar daño, lo revelare
sin justa causa.
b) Civiles

Se considere el incumplimiento de la obligación de guardar el deber de confidencialidad de naturaleza
contractual o extracontractual, lo cierto es que, si como consecuencia de su violación se causa daño a
alguna de las partes, el mediador que en tal conducta incurre, habrá de responder por los perjuicios
pertinentes, incluido el daño moral.
Así, por ejemplo, si un mediador, a raíz de su actuación tiene ocasión de conocer algún secreto industrial,
fórmula o procedimiento, que por dinero pone en conocimiento de un tercero, deberá abonar los daños y
perjuicios ocasionados, sin perjuicio de otras acciones que contra él pudiera intentar el perjudicado.  

c) Profesionales

Cuando se trata de una actividad reglada, como lo es en el ámbito de la Capital Federal, existen sanciones
para la violación de este deber, que incluyen —de acuerdo a su gravedad— no sólo la suspensión, sino la
separación misma del Registro. 
Así, el artículo 24 del decreto 1021/95 en su inciso 4º incluye como causal de separación o suspensión del
Registro de Mediadores “la violación a los principios de confidencialidad e imparcialidad”.

Excepciones al deber de confidencialidad

El deber de confidencialidad debe presidir toda la actuación del mediador y, como se vio, cubre no sólo lo
manifestado por las partes y sus letrados, sino también toda la documentación, e incluso confidencias
efectuadas por terceros con motivo y en ocasión de la mediación.

El interrogante que cabe plantearse es si en algún caso dicho deber —que en nuestro derecho positivo tiene
recepción legal— puede quebrarse frente a alguna situación extrema. Se han señalado algunos supuestos
de excepción, en que tal conducta es admisible:
Uno de ellos es el supuesto en que las partes autoricen esa conducta. Pero aun en este caso,
el mediador habrá de actuar con prudencia y no pondrá en conocimiento de terceros lo
sucedido durante la mediación sin razón que lo justifique.

Se ha dicho que un supuesto de excepción se da cuando se trate de la propia defensa del


mediador frente a la injusta persecución de los mediados o de uno de ellos o se le infieren
serios perjuicios. La situación se asimilaría a la de legítima defensa.

Otra hipótesis sería aquella en que una de las partes pone en conocimiento del mediador su
intención de cometer un delito, en cuyo caso queda librado a la conciencia del mediador la
reserva de confidencia, la que podrá romper una vez agotados otros medios, con el fin de
proteger a personas en peligro. En este caso se trata de evitar la comisión de un ilícito o, si
éste se está cometiendo, evitar esa acción continuada. Así, en el caso de violencia o abuso
que se está cometiendo contra menores o cuando al mediador se le confía que se cometerá
un delito, éste deberá poner en conocimiento de quien corresponda esa circunstancia
(Recalde, 2018).

Distinto es el supuesto de delito cometido con anterioridad y ya consumado, puesto que su


delación no podrá remediar el mal ocasionado. Pero si las partes, al suscribir el convenio de
confidencialidad dejan al mediador en libertad de efectuar la denuncia pertinente, éste habrá
de hacerla, puesto que se lo relevó de la confidencialidad, ya que medió conocimiento previo
de la posibilidad que tenía el mediador de efectuar la denuncia. Tal es la fórmula que propone
el Ministerio de Justicia, cuando en la cláusula 3º se incorpora el siguiente texto: “En los casos
en que el mediador tomará conocimiento de la violencia contra un menor o de un delito grave,
quedará relevado del deber de confidencialidad” (Recalde, 2018).

El caso de delito cometido con anterioridad, pero que a consecuencia del cual habrá de
condenarse a un inocente también exime al mediador de su deber de confidencialidad, puesto
que al igual que en el supuesto analizado en el apartado c), de no hacerlo, se convertiría en
cooperador de una injusticia, permitiendo la condena de un inocente.

Confidencialidad frente a terceros


El mediador no puede comentar frente a terceros lo sucedido durante la mediación, salvo —claro está—
autorización expresa. Únicamente le es permitido comentar determinadas situaciones, por razones
académicas, pero cuidando de evitar que del relato se pueda deducir la persona de los involucrados
(Recalde, 2018).

Hay una razón de confianza pública en su comportamiento, que podría poner en dudas la credibilidad del
sistema, que se apoya, precisamente, en la confidencialidad.

A quien escucha a un mediador, que reiteradamente comenta, ante quien lo oiga, los casos sometidos a su
conocimiento, si en alguna ocasión tiene un conflicto, seguramente lo pensará varias veces antes de
exteriorizar sus vivencias íntimas al mediador designado. Estimará que la conducta de su conocido es la
habitual entre los profesionales de la mediación, pese a la pregonada “confidencialidad” que declaman.

Por tanto, deberá abstenerse de poner en conocimiento de terceros lo sucedido en la mediación si esa
actitud produce daños a terceros o es susceptible de causar escándalo.
Celeridad

Es obligación del mediador imprimir al trámite de la mediación la mayor


celeridad posible. Y si las partes pactaron su honorario en relación al tiempo de
duración de su intervención, jamás intentará extender innecesariamente las
sesiones, y mucho menos dificultar la pronta solución de un acuerdo. Tal actitud
es una falta grave contra la ética, que debe presidir su intervención. El mediador
no extenderá el cumplimiento del proceso y procurará interiorizarse del
problema, a fin de proceder a incorporar a un tercero —de ser necesario— lo más
prontamente posible, para evitar innecesarias dilaciones (Recalde, 2018).

Acuerdo

El fin de la mediación es procurar que las partes encuentren Ello no impide la posibilidad de un acuerdo
un acuerdo equitativo para ambas. En caso de llegar a él, el parcial, el que es preferible a la falta de
mediador tratará de que el texto del acuerdo sea el fiel reflejo aquél. Lo importante es que el mediador
de lo que quisieron las partes. Por tanto, intervendrá en su ponga la alerta frente a circunstancias que,
redacción, procurando que se resuelvan todos los aspectos en ocasiones, les pueden pasar
del conflicto, a fin de evitar ulteriores problemas. desapercibidas a las partes (Recalde,
2018).

Empero, frente a un acuerdo que contraríe a la ley, que sea francamente contrario a la equidad, que se
asiente sobre bases falsas, sea de mala fe, de imposible cumplimiento o de dudosa perdurabilidad, según
expresa Moore, el mediador puede atenerse a las siguientes alternativas o a alguna de ellas:

1 Informar a las partes de las dificultades que percibe en el acuerdo.


2 Informar a las partes de las dificultades y formular sugerencias que pueden corregir los
problemas.

3 Retirarse de la mediación, sin informar de las razones del retiro.

4 Revelar por escrito las razones de su actitud.

5 Retirarse y revelar públicamente las razones generales que lo mueven a adoptar esa actitud
(negociación de mala fe, arreglo irrazonable, ilegal, etc.).

Dar por finalizada la mediación

Si el mediador percibe que las partes no están en condiciones de llegar a un acuerdo, aun con su
intervención, debe expresarles su opinión y las razones que la fundamentan. Asimismo, habrá de sugerirles
la suspensión de las negociaciones. Y de advertir que otra es la vía alternativa para un mejor tratamiento del
conflicto, también se los dirá. Él no puede contribuir a que se prolonguen negociaciones que sabe que no
llegarán a un final feliz. Ello implica un desgaste emocional y económico que no debe contribuir a acrecentar
(Recalde, 2018).

Responsabilidad frente a sus colegas

Hace a la ética del mediador el no aceptar un caso, mientras el mismo se encuentra bajo la dirección de
otro mediador. Él debe poner en conocimiento de este último esa circunstancia, lo que hace a un actuar
leal. Mucho menos, habrá de utilizar procedimientos de mala fe para atraer clientes, poniendo en duda la
capacidad profesional de quien se encuentra interviniendo como mediador. No tomará el caso hasta tanto
las partes no se desvinculen de la anterior mediación (Recalde, 2018).

Caso en que hay comediadores

Cuando intervine más de un mediador, ambos deben actuar cooperativamente, sin pretender alguno asumir
un rol preponderante, de modo de que el otro no quede relegado a un papel secundario, salvo que hubieran
acordado esa metodología de trabajo.
La cortesía es una regla fundamental en la comediación. Se debe evitar demostraciones de desacuerdo,
críticas al procedimiento, discusiones. Los comediadores deben evaluar sus diferencias en privado y no
dejar que trasciendan a las partes. De lo contrario no habrán creado el ambiente propicio para que las partes
salven sus diferencias. Y es obvio que, si ellos no logran ponerse de acuerdo en lo que hace a la conducción
del procedimiento, mucho menos se habrá de pretender que las partes lo hagan en lo que hace al problema
de fondo.

Por ello es bueno que cuando actúa más de un mediador, tengan conocimiento previo entre ellos, en alguna
medida planifiquen la intervención que les corresponderá, como así también —en algún momento—
intercambien ideas dirigidas a la obtención de un resultado exitoso.

Responsabilidad frente a quien lo emplea

Si bien los mediadores pueden ejercer su ministerio por cuenta propia, ningún obstáculo hay en que lo hagan
a través de organizaciones dedicadas a prestar ese tipo de servicios, e incluso fundaciones, que también los
ofrecen. 
En este último caso las partes toman los servicios del principal, quien los presta a través del mediador.
Frente a ellas hay una responsabilidad de la organización, además de la personal que le corresponde al
mediador. 

De allí que la inconducta de este último habrá de reflejarse en un incumplimiento del servicio ofrecido por la
organización en la que se desempeña el mediador, sea bajo relación de dependencia o bajo otro tipo de
relación contractual. 

Por tanto, el mediador no sólo tiene responsabilidades frente a las partes, sino que, en este caso, también la
tendrá frente al principal.

A éste le debe lealtad. Lealtad significa cumplir con el deber de fidelidad, honor y hombría de bien. Es un
concepto que abarca múltiples situaciones.

Esa lealtad normalmente se refleja mediante actitudes positivas. Pero también


absteniéndose de efectuar actos que puedan perjudicar, sea económica o
moralmente a aquél para quien el mediador está prestando sus servicios.
Normalmente lo que es sancionable son las deslealtades (Recalde, 2018).

Desde ya que la lealtad debe ser recíproca. Y hace al deber de lealtad del principal el trato decoroso al
mediador, el pago de un honorario o salario digno y que tenga relación con los ingresos que por su labor se
obtienen.

Pero el quebrantamiento por una de las partes del señalado deber, no justifica igual actitud por la otra. Es que
un actuar ilícito de ningún modo sirve de excusa para otro del mismo tenor. La lealtad exige claridad de trato,
por lo que en el supuesto de existir situaciones que puedan importar una deslealtad, la parte afectada
deberá enfrentar la situación, exponiéndola a la otra (Recalde, 2018).

Desde otro ángulo, la lealtad se apoya en la verdad y en la justicia. De allí que no se puede exigir lealtad para
ocultar actos contrarios a la ley, a la moral o a las buenas costumbres. 

Allí es donde se detiene este deber, puesto que de otro modo se estaría violentando la conciencia del
mediador, e incluso se podría convertir en cómplice silencioso y pasivo de un accionar contrario a derecho.

A modo de ejemplo, puede señalarse como violatorios del deber de lealtad a los siguientes:

El mediador no debe obtener beneficios personales mediante actividades incompatibles con


su vinculación al principal, de modo tal que lo perjudique deslealmente.

No podrá extraer clientela para su atención particular, de aquella que concurre a las oficinas
donde desarrolla sus labores.

No podrá, a ocultas de su principal, tener relaciones laborales o contractuales incompatibles


con su tarea.

Tampoco podrá obtener prestaciones dinerarias o regalos de los clientes de su principal, a él


ocasionalmente derivados. Su honorario es el pactado con la organización o empresa y a
través de ella las partes arreglarán los aspectos económicos, salvo autorización expresa.

No habrá de efectuar comentarios desfavorables, despectivos o críticos de su principal frente


a los clientes que le fueran derivados para su atención.

Responsabilidad profesional frente a la comunidad


El mediador...

El mediador deberá perfeccionarse continuamente, adquiriendo conocimientos teóricos y prácticos para el
mejor cumplimiento de su función. Él debe ser consciente que cumple una función social.

Por tanto, será preciso que amplíe constantemente sus bases teóricas y prácticas para su mejor
desempeño.

Deberá promover...

Deberá promover su profesión, estimulando la investigación, participando de encuentros, de ser posible,
efectuando publicaciones, etcétera.

No podrá...

No podrá ofrecer servicios para los cuales no esté calificado profesionalmente. Y si durante el curso de la
mediación advierte que el problema tiene una complejidad de tal magnitud que él no puede manejarlo,
deberá advertirlo a las partes.

También en el supuesto en análisis de que el caso lo supera, en el sentido de no encontrarse preparado o


adiestrado en forma suficiente para llevarlo adelante en forma eficaz, puede pedir la colaboración de un
colega más experimentado, o conocedor específico del tema sometido a mediación. En su caso, habrá de
derivarlo a quien está más entrenado o que posea cualidades específicas. 
Caso contrario, de haber contribuido a la producción de un daño patrimonial o extrapatrimonial, con su
inexperiencia o negligencia, habrá de responder. 

En ocasiones...

En ocasiones prestará servicios gratuitos a fin de ayudar a quienes necesitan imprescindiblemente de ellos
y no se encuentran en condiciones de abonarlo. Éste es un deber de solidaridad que tiene todo mediador,
como modo de contribución a la comunidad y al fomento de su especialidad. Es bueno que tanto los
mediadores como las organizaciones que tienen por objeto la mediación se fijen un porcentaje de clientela
gratuita, que cada uno evaluará (Recalde, 2018).

Publicidad y anuncios

El mediador, en caso de promocionar sus servicios, habrá de actuar con gran


mesura, tanto en la forma como en el contenido de lo que ofrece. No está
prohibido que haga propaganda de sus servicios profesionales, pero si la hace
debe cuidar de mantener inalterable el decoro que debe presidirla. Nunca
olvidará que él es un auxiliar de la justicia y que como tal deberá comportarse.

La publicidad habrá de limitarse estrictamente a lo que ofrece. Será veraz y sincera. No podrá ser engañosa
o susceptible de malos entendidos. En particular no podrá ser confusa en lo que hace a los honorarios o a
las cualidades mismas del mediador.
La ética exige que no se promocionen bondades exageradas, debiéndose limitar a referir que posee los
títulos requeridos para ejercer el servicio u otras especializaciones que hubiere hecho. El decoro y la
discreción habrán de presidir toda publicidad, puesto que el mediador debe percibir que no se está
promocionando un espectáculo teatral o un evento deportivo (Recalde, 2018).

Ética del mediador

Ahumada Recalde, L. E. (2018).


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Cierre de la unidad

¿Podemos hacer de la ética el eje de nuestra conducta?

Sin duda, debemos trabajar todos los días para vivir éticamente,
porque hay cientos de desvíos para hacer las cosas mal y sólo una
forma de hacer las cosas bien, por lo cual es importante ser
consiente de cada acto y plantearse cada conducta como un desafío
ético.
Al final de cada tarea, de cada objetivo logrado de cada día vivido
nos preguntemos si nuestra conducta fue ética, si la respuesta es SÍ,
podremos decir que realmente hemos cumplido.

Bibliografía

Ahumada Recalde, L. E. Conflicto y negociación. [online] Recuperado de:


https://es.scribd.com/document/324842759/conflicto-y-negociacion [el 14 Nov. 2018].

Ahumada Recalde, L. E. (2018). Problemas éticos en la mediación. [material de clase].


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