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UNIDAD I

El pensamiento problematizador

FERNANDO SAVATER. Las preguntas de la vida. Barcelona: Ariel, 1999; pp. 3-7.
EL POR QUÉ DE LA FILOSOFÍA

¿Tiene sentido empeñarse hoy, a finales del siglo XX o comienzos del XXI, en mantener la filosofía como una asignatura
más del bachillerato? [...] ¿por qué imponérsela a todos en la educación secundaria? ¿No es una pérdida de tiempo
caprichosa, dado lo sobrecargado de los programas actuales de bachillerato?

[…] Si se quieren resumir todos los reproches contra la filosofía en cuatro palabras, bastan éstas: no sirve para nada.
Los filósofos se empeñan en saber más que nadie de todo lo imaginable, aunque en realidad no son más que
charlatanes amigos de la vacua palabrería. Y entonces, ¿quién sabe de verdad lo que hay que saber sobre el mundo y
la sociedad? Pues los científicos, los técnicos, los especialistas, los que son capaces de dar informaciones válidas sobre
la realidad. En el fondo los filósofos se empeñan en hablar de lo que no saben: el propio Sócrates lo reconocía así,
cuando dijo «sólo sé que no sé nada». Si no sabe nada, ¿para qué vamos a escucharle, seamos jóvenes o maduros? Lo
que tenemos que hacer es aprender de los que saben, no de los que no saben. Sobre todo hoy en día, cuando las
ciencias han adelantado tanto y ya sabemos cómo funcionan la mayoría de las cosas... y cómo hacer funcionar otras,
inventadas por científicos aplicados.

Así pues, en la época actual, la de los grandes descubrimientos técnicos, en el mundo del microchip y del acelerador
de partículas, en el reino de Internet y la televisión digital... ¿qué información podemos recibir de la filosofía? La única
respuesta que nos resignaremos a dar es la que hubiera probablemente ofrecido el propio Sócrates: ninguna. Nos
informan las ciencias de la naturaleza, los técnicos, los periódicos, algunos programas de televisión... pero no hay
información «filosófica». […] La filosofía es incompatible con las noticias y la información está hecha de noticias. Muy
bien, pero ¿es información lo único que buscamos para entendernos mejor a nosotros mismos
y lo que nos rodea? Supongamos que recibimos una noticia cualquiera, esta, por ejemplo: un número x de
personas muere diariamente de hambre en todo el mundo. Y nosotros, recibida la información, preguntamos (o nos
preguntamos) qué debemos pensar de tal suceso. Recabaremos opiniones, algunas de las cuales nos dirán que tales
muertes se deben a desajustes en el ciclo macro-económico global, otras hablarán de la superpoblación del planeta,
algunos clamarán contra el injusto reparto de los bienes entre posesores y desposeídos, o invocarán la voluntad de
Dios, o la fatalidad del destino... Y no faltará alguna persona sencilla y cándida, nuestro portero o el quiosquero que
nos vende la prensa, para comentar: «¡En qué mundo vivimos!». Entonces nosotros, como un eco pero cambiando la
exclamación por la interrogación, nos preguntaremos: «Eso: ¿en qué mundo vivimos?».
No hay respuesta científica para esta última pregunta, porque evidentemente no nos conformaremos con respuestas
como «vivimos en el planeta Tierra», «vivimos precisamente en un mundo en el que x personas mueren diariamente
de hambre», ni siquiera con que se nos diga que «vivimos en un mundo muy injusto» o «un mundo maldito por Dios
a causa de los pecados de los humanos» […]. En una palabra, no
queremos más información sobre lo que
pasa sino saber qué significa la información que tenemos, cómo debemos interpretarla y
relacionarla con otras informaciones anteriores o simultáneas, qué supone todo ello en la
consideración general de la realidad en que vivimos, cómo podemos o debemos
comportarnos en la situación así establecida. Éstas son precisamente las preguntas a las que
atiende lo que vamos a llamar filosofía. Digamos que se dan tres niveles distintos de entendimiento:

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a) la información, que nos presenta los hechos y los mecanismos primarios de lo que sucede;

b) el conocimiento, que reflexiona sobre la información recibida, jerarquiza su importancia significativa y busca
principios generales para ordenarla;

c) la sabiduría, que vincula el conocimiento con las opciones vitales o valores que podemos elegir, intentando
establecer cómo vivir mejor de acuerdo con lo que sabemos.

Creo que la ciencia se mueve entre el nivel a) y el b) de conocimiento, mientras que la filosofía opera entre el b) y el
c). De modo que. no hay información propiamente filosófica, pero sí puede haber conocimiento filosófico y nos
gustaría llegar a que hubiese también sabiduría filosófica. ¿Es posible lograr tal cosa? […]

Volvamos otra vez a intentar precisar la diferencia esencial entre ciencia y filosofía. Lo primero que salta a la vista no
es lo que las distingue sino lo que las asemeja: tanto la ciencia como la filosofía intentan contestar
preguntas suscitadas por la realidad. De hecho, en sus orígenes, ciencia y filosofía estuvieron unidas y sólo
a lo largo de los siglos la física, la química, la astronomía o la psicología se fueron independizando de su común matriz
filosófica. En la actualidad, las ciencias pretenden explicar cómo están hechas las cosas y cómo funcionan, mientras
que la filosofía se centra más bien en lo que significan para nosotros; la ciencia debe adoptar el punto de vista
impersonal para hablar sobre todos los temas (¡incluso cuando estudia a las personas mismas!), mientras que la
filosofía siempre permanece consciente de que el conocimiento tiene necesariamente un sujeto, un protagonista
humano. La ciencia aspira a conocer lo que hay y lo que sucede; la filosofía se pone a reflexionar sobre cómo cuenta
para nosotros lo que sabemos que sucede y lo que hay. […] La ciencia busca saberes y no meras suposiciones; la
filosofía quiere saber lo que supone para nosotros el conjunto de nuestros saberes... ¡y hasta si son verdaderos saberes
o ignorancias disfrazadas! Porque
la filosofía suele preguntarse principalmente sobre cuestiones
que los científicos (y por supuesto la gente corriente) dan ya por supuestas o evidentes.
En cualquier caso, tanto las ciencias como las filosofías contestan a preguntas suscitadas por lo real. Pero a tales
preguntas las ciencias brindan soluciones, es decir, contestaciones que satisfacen de tal modo la cuestión planteada
que la anulan y disuelven. Cuando una contestación científica funciona como tal ya no tiene sentido insistir en la
pregunta, que deja de ser interesante (una vez establecido que la composición del agua es H2O deja de interesarnos
seguir preguntando por la composición del agua y este conocimiento deroga automáticamente las otras soluciones
propuestas por científicos anteriores, aunque abre la posibilidad de nuevos interrogantes). En cambio, la filosofía no
brinda soluciones sino respuestas las cuales no anulan las preguntas pero nos permiten convivir racionalmente con
ellas aunque sigamos planteándonoslas una y otra vez: por muchas respuestas filosóficas que conozcamos a la
pregunta que inquiere sobre qué es la justicia o qué es el tiempo, nunca dejaremos de preguntarnos por el tiempo o
la justicia ni descartaremos como ociosas o «superadas» las respuestas dadas a esas cuestiones por filósofos
anteriores. Las respuestas filosóficas no solucionan las preguntas de lo real (aunque a veces algunos filósofos lo hayan
creído así...) sino que más bien cultivan la pregunta, resaltan lo esencial de ese preguntar y nos ayudan a seguir
preguntándonos, a preguntar cada vez mejor, a humanizarnos en la convivencia perpetua con la interrogación. Porque,
¿qué es el hombre sino el animal que pregunta y que seguirá preguntando más allá de
cualquier respuesta imaginable?

Filosofía y ciencia
Shujman, G. Filosofía. Buenos Aires: Aique grupo editor, 2004. Pp. 20-21

El comienzo de la explicación racional, el cambio de actitud para mirar los hechos que nos rodean y para
mirarnos a nosotros mismos, indica el comienzo tanto de la filosofía como de la ciencia. En sus inicios,
ciencia y filosofía no se hallaban separadas como lo están en nuestros tiempos. Los primeros filósofos se
ocuparon de todos los temas del conocimiento Encontramos a filósofos como Aristóteles, que escribían
sobre cuestiones relativas a la biología, la física, la astronomía, la filosofía. Es que en esas épocas el saber
estaba unificado y no existían las diferentes disciplinas científicas y menos aún, las especialidades. El

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conocimiento disponible era muy limitado y podía ser abarcado por una misma persona. A partir de los
tiempos modernos se da un progresivo proceso de separación entre ciencia y filosofía. El aumento del
conocimiento sobre el universo hizo necesario este divorcio. Para poder profundizar el saber había que
restringirlo, había que recortar un sector de la realidad para poder estudiarlo con la mayor profundidad y
precisión posibles. En el siglo XVII, con los estudios de Galileo, la física se separa de la filosofía. En el siglo
XVI los trabajos de Lavoisier permiten la constitución de la química como ciencia autónoma. Luego se
independizarán la zoología y la botánica (que darán origen a la biología) y, tiempo después, las llamadas
ciencias sociales.
En la actualidad asistimos a un crecimiento del conocimiento científico que no tiene precedentes. Esto ha
dado lugar al nacimiento de nuevas ciencias y de numerosas especialidades. Se admite la necesidad de
dividir el trabajo científico para lograr avanzar en el conocimiento de la realidad. Cada ciencia in vestiga un
aspecto de la realidad, define una perspectiva desde la cual encarar sus investigaciones, formula teorías
que intentan explicar el comportamiento de los fenómenos que investiga y pone a prueba esas teorías a
través de la observación o la experimentación.
Ahora que la ciencia y la filosofía se han separado, surgen numerosas preguntas: ¿Cuáles son las similitudes
entre ciencia y filosofía? ¿Hay un ámbito específico para la filosofía? ¿Qué puede decir un filósofo acerca
del universo que no pueda ser dicho con más precisión por un físico? ¿Qué puede enseñarnos un filósofo
acerca de la vida que no pueda ser enseñado mejor por un biólogo? ¿Tiene la filosofía alguna función que
cumplir en la actualidad?

Similitudes y diferencias entre filosofía y ciencia


La similitud fundamental entre filosofía y ciencia ya ha sido señalada: ambas pretenden dar explicaciones
racionales. Se oponen, por lo tanto, a las explicaciones míticas y a las opiniones infundadas. Tanto la filosofía
como la ciencia exigen justificar lo opinado. Se oponen también a los dogmas los prejuicios y las
supersticiones. No tienen miedo a lo desconocido. Por eso, buscan conocer en lugar de cubrir la propia
ignorancia con falsas creencias.
A pesar de esta importante similitud, filosofía y ciencia difieren en varios aspectos. A continuación,
enumeramos algunos de ellos:
La filosofía carece de resultados universalmente válidos. Es una actividad racional pero subjetiva. Es por
eso que cada filósofo elabora su filosofía. Y las respuestas que dan los filósofos a las mismas preguntas
pueden ser contradictorias entre sí. Por ejemplo, en relación con la pregunta: "¿Qué podemos conocer?"
han surgido distintas respuestas. Para algunos filósofos, la capacidad de la razón humana no tiene límites:
a través de ella podemos conocer tanto el funcionamiento del universo como la necesidad de la existencia
de Dios. Para otros filósofos, sólo podemos conocer lo que se nos muestra en la experiencia: podemos
conocer los fenómenos naturales pero no podemos saber nada acerca de la existencia o la inexistencia de
Dios.
La ciencia, en cambio, logra dar respuestas que pueden ser corroboradas y aceptadas por todos los
científicos. La teoría de la evolución de las especies, por ejemplo, es aceptada por todos los científicos, aun
cuando puedan existir algunos desacuerdos sobre cómo ha sido esa evolución.
La filosofía no progresa. Como las respuestas dadas por los filósofos nunca son definitivas, no puede
afirmarse que un filósofo actual esté más cerca de la verdad que un filósofo de otras épocas. Por eso,
estudiar filosofía implica estudiar a los grandes pensadores de la historia. Si la filosofía progresara, lo dicho
por filósofos de siglos anteriores no tendría vigencia en la actualidad. La historia de la ciencia es progresiva.
Los científicos antiguos han sido superados. Por eso, un científico actual sabe mucho más acerca de la
realidad que un científico de otras épocas. Ningún médico estudia a Hipócrates (médico griego que vivió
entre los años. 460 y 377 antes de Cristo, considerado el padre de la medicina) para extraer de ese estudio
un saber que le permita curar a sus pacientes.
La filosofía busca un saber universal. La filosofía no tiene deseos particulares. No desea conocer un ámbito
específico de la realidad ni se caracteriza por ocuparse de un tema determinado. Se interesa por todo, se
aplica a todos los ámbitos de la experiencia humana. Por eso, sus preguntas tienen carácter general. Las
distintas ciencias, como ya vimos, fragmentan la realidad para conocerla. Sus preguntas son acotadas, se
limitan a ese sector que se quiere investigar.

Marina Garcés: "Filosofar siempre ha sido un


acto subversivo"
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Irene Hernández Velasco. Especial para BBC Mundo,
23 enero 2018

Filosofía es una palabra de origen griego que, literalmente, significa "amor por la sabiduría". Desde
hace al menos 2.600 años, los seres humanos se interrogan sobre sí mismos y sobre el universo, reflexionan
sobre las cuestiones existenciales, sobre los problemas que nos atañen.

Sin embargo, en los últimos tiempos la filosofía está de capa caída, tachada injustamente de inservible e
improductiva.

Marina Garcés (Barcelona, 1973) es filósofa y, entre otras cosas, defiende que pensar siempre ha sido un
acto subversivo, que la filosofía cambia el mundo y que no sólo no es inútil sino algo vital y necesario. Esas
son algunas de las cosas que les dice a sus alumnos en la Universidad de Zaragoza, donde imparte clases
de Filosofía.

Garcés habló con BBC Mundo en el marco del Hay Festival Cartagena, que se celebra en Colombia esta
semana.

¿Es la filosofía necesaria? ¿Ahora más que nunca?


La filosofía siempre ha sido igualmente necesaria, pero cada contexto histórico y
social percibe esta necesidad de formas distintas. Estamos en un momento de crisis, no sólo
económica sino política y civilizatoria, y frente a los abismos que se abren, reaparecen las preguntas
radicales.

¿Filosofar, pensar, es hoy en día un acto subversivo? ¿Puede ese ser el motivo por el que esa disciplina se
vea cada vez más arrinconada, más relegada?
Siempre lo ha sido. En occidente partimos de la figura de Sócrates, que murió condenado por las leyes de
la ciudad. Y en oriente hay otras figuras, como la de los sabios taoístas, que siempre estuvieron en conflicto
Pensar por uno mismo es poder preguntar acerca de lo que la
con las figuras del poder.
realidad establecida da por obvio. Tan sencillo y tan peligroso como esto.
La filosofía es concebida por muchos como algo inútil, como un puro ejercicio mental sin capacidad de
tener efectos en la realidad o en la propia existencia. ¿Es así?
El utilitarismo ha colonizado la idea de lo útil. La filosofía no sólo es útil, sino que es vital y necesaria, si
entendemos que la vida en común tiene como condición poder ser transformada colectivamente.
Obviamente, no me estoy refiriendo a determinadas maneras de enseñar filosofía, convertida en una
colección de obras y autores muertos. Me refiero a la capacidad de problematizar, argumentar y
conceptualizar de forma autónoma.

La filosofía se hace preguntas, pero con frecuencia no ofrece respuestas…


Hacer buenas preguntas es más importante que tener respuestas para todo .
Actualmente, la esfera pública está dominada por la opinión rápida (tertulias, columnistas, redes sociales,
etc.) y por el solucionismo, esa ideología según la cual sólo se valoran las soluciones rápidas a problemas
muy concretos. Si se pierde la capacidad de elaborar los problemas verdaderos, caemos en manos de los
falsos problemas y de los vendedores de recetas.

Usted afirma que la filosofía nace en la calle. ¿Significa eso que todos somos —o podemos ser— filósofos?
Todos podemos tener relación con la filosofía, lo que no significa que todos deseemos ser filósofos. Igual
que todos podemos tener relación con la música y eso no quiere decir que todos nos dediquemos
profesionalmente o de manera muy central a ella.

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Cuando digo que la filosofía nace en la calle, lo que quiero decir es que las academias y las instituciones del
saber, que son imprescindibles, lo son en la medida que recogen el impulso de lo que en la vida que
compartimos necesitamos pensar y conocer. No es al revés.

Hace unos años usted hizo un llamamiento a sus estudiantes a rebelarse, a no asistir a sus propias clases.
¿Contra qué nos deberíamos de rebelar en estos momentos? ¿Y por qué no lo hacemos?
(Se ríe). No les invitaba a no venir a mis clases, sino a venir solo si verdaderamente lo necesitaban o
deseaban. Era una carta en la que les pedía que pensaran qué hacíamos allí, por qué nos convocábamos
cada semana para aprender filosofía y si eso se podía convertir en una rutina o en un trámite. Incluso peor:
en una obligación.

Rebelarse no es romper con todo porque sí: es interrogarnos acerca del sentido de lo que hacemos y asumir
las consecuencias de esa reflexión.

Extraído de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-42735951

PLATÓN, República, Libro VII, Ed. Gredos, Madrid 1992 (Traducción de C. Eggers Lan).
LIBRO VII

ALEGORÍA DE LA CAVERNA

(514a) – Después de eso –proseguí– compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación
con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la
entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de
modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la
cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros
hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros
levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.

– Me lo imagino.

– Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de utensilios y figurillas de
hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros
callan.

– Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.

– Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que
las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?

– Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.

– ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?

– Indudablemente.

– Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que
ellos ven?

– Necesariamente.

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– Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del
tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos?

– ¡Por Zeus que sí!

– ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados?

– Es de toda necesidad.

– Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si
naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y
marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas
cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran
fruslerías y que ahora, en cambio está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente?
Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas
sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más
verdaderas que las que se le muestran ahora?

– Mucho más verdaderas.

– Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas
cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran?

– Así es.

– Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol,
¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le
impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos?

– Por cierto, al menos inmediatamente.

– Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar, miraría con mayor facilidad
las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los
objetos mismos. A continuación, contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los
astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.

– Sin duda.

– Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino
contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito.

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