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VII Jesús cae por segunda vez.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al
mundo”.

Atended, y mirad si hay dolor como mi dolor (Lam 1, 12).

En Cristo paciente hubo el dolor verdadero sensible, que es causado por algún daño
corporal; y también el dolor interior, producido por la percepción de algún daño, que se
llama tristeza. Ambos dolores fueron en Cristo los mayores que pueden sufrirse en la
vida presente. 

La causa del dolor sensible fue la lesión corporal, la cual resultó acerba, ya por la
generalidad de los padecimientos, ya también por el género de ellos, pues la muerte de
los crucificados es acerbísima, al ser clavados en las partes nerviosas y más sensibles,
esto es, en las manos y los pies, y además que el peso mismo del cuerpo pendiente
acrecienta continuamente el dolor; también se prolonga el sufrimiento, puesto que no
mueren inmediatamente como los que son pasados a cuchillo.

La causa del dolor interior fue: 1º, todos los pecados del género humano por los que
satisfacía padeciendo, y que casi se los atribuye cuando dice: Las voces de mis
delitos (Sal 21, 2); 2º, especialmente la caída de los judíos y de los demás que pecaban
en su muerte, y principalmente de sus discípulos, que se escandalizaron en la Pasión de
Cristo; 3º, la pérdida de la vida corporal, que naturalmente es horrible a la naturaleza
humana.

Suma Teológica III, q. XLVI, a. 6

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