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XII Jesús muere en la Cruz.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al
mundo”.

Si el grano de trigo que cae en la tierra no muriere, él solo queda (Mt 12, 24).

Fue conveniente que Cristo muriese.

1º) Para complemento de nuestra redención; porque aun cuando la Pasión de Cristo tuvo
virtud infinita por la unión de la divinidad, sin embargo, no por cualquier sufrimiento se
hubiera completado la redención del género humano, sino por la muerte. Por eso dice el
Espíritu Santo por boca de Caifás: Os conviene que muera un hombre por el pueblo (Jn
11, 50). Por lo cual dice San Agustín: «Admirémonos, congratulémonos, alegrémonos,
amemos, alabemos, adoremos, porque por la muerte de nuestro Redentor hemos sido
llamados de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, del destierro a la patria, del
llanto al gozo.»

2º) Para acrecentamiento de la fe, la esperanza y la caridad. Del aumento de la fe se dice


en el Salmo (140, 10): Solo estoy yo hasta que yo, pase adelante, del mundo al Padre.

3º) Para el misterio de nuestra salvación, para que muriésemos a este mundo a
semejanza de su muerte: Escogió mi alma la horca, y mis huesos la muerte (Job 7, 15)
Y San Gregorio comenta esto diciendo: «El alma es la intención del espíritu, los huesos
la fortaleza de la carne. Lo que se suspende, es elevado de abajo. El alma, pues, se
suspende hacia lo eterno, para que mueran los huesos, porque por amor de la vida eterna
destruye en nosotros toda fortaleza de la vida exterior.» Señal de esta muerte es ser
despreciados por el mundo. Por eso añade San Gregorio: «El mar retiene en sí los
cuerpos vivos; y a los muertos los arroja luego de sí.»

Sobre la Humanidad de Cristo, cap. 47

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