Está en la página 1de 1

XI Jesús es clavado en la Cruz.

“Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al
mundo”.

El que aun a su propio Hijo no perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo
no nos donó también con él todas las cosas? (Rom 8, 32).

No se puede negar que es menos dar todas las cosas que entregarlo a la muerte por
nosotros. A este respecto dice San Bernardo: ¿Quién no se dejará arrebatar a la
esperanza de lograr perdón, si atiende a la posición del cuerpo crucificado, a saber, la
cabeza inclinada para besar, los brazos extendidos para abrazar, las manos perforadas
para colmar de bienes, el costado abierto para amar, los pies clavados para permanecer
con nosotros? Levántate, amiga mía… y ven, paloma mía, en los agujeros de la
peña. (Cant 2, 13-14). En las llagas de Cristo vive y anida la Iglesia, cuando pone la
esperanza de su salvación en la Pasión del Señor, y por eso confía que ha de ser
protegida de las asechanzas del gavilán, es decir, del diablo.

Sobre la Humanidad de Cristo, cap. 47

También podría gustarte