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La inmovilización es una limitación del movimiento de uno o más miembros del cuerpo y/o la
restricción del cuerpo para realizar giros, sedestar y deambular. El síndrome de inmovilización, en
cambio, es un conjunto de signos y síntomas derivados de las complicaciones producidas por la
ausencia de las fuerzas que habitualmente se aplican sobre el organismo, fenómeno que ocurre
secundario a la inmovilización. Su instalación suele ser lenta, con alteraciones leves en un principio,
pero a medidas que se mantiene el reposo, aparecen consecuencias graves que pueden y deben
prevenirse.
En la práctica clínica actual se han ido orientando esfuerzos hacia la movilización y entrenamiento
funcional precoz, resultando una diminución en los tiempos y costos de hospitalización, disminución
en la dependencia funcional en sus actividades de la vida diaria (AVD) básicas al alta y en la incidencia
de morbilidades asociadas. A continuación se resumen los principales sistemas afectados.
Las estructuras que permiten el movimiento incluyen los músculos, nervios, huesos y articulaciones. Estos elementos
tienen gran plasticidad y adaptación a las demandas externas. El desuso provoca:
- ATROFIA MUSCULAR: Se caracteriza por una pérdida de fibras musculares y masa muscular total. Se
observa que al décimo día hay una reducción del peso muscular de hasta un 50%, y que hay cambios
severos partir de la 4ta- 6ta semana de inmovilización. En enfermedades de motoneurona superior, el
volumen muscular disminuye en menor cantidad (0 - 35%), ya que el aumento de tono previene la atrofia.
En el caso de enfermedad de motoneurona inferior, con parálisis fláccida irreversible, el volumen muscular
se reduce hasta en un 90-95%. En estos casos se comprometen mayormente grupos musculares
regionales, mientras que en la atrofia por desuso (reposo en cama) se afectan más los músculos
proximales.
Fisiopatológicamente ocurren los siguientes fenómenos:
1. Disminución de la síntesis proteica, asociado a un aumento en el catabolismo proteico con pérdidas
nitrogenadas aumentadas.
2. Disminución del número de sarcómeros, con una consecuente reducción en la fuerza isométrica.
3. Mayor disminución de fibras tipo I y IIa que las de tipo IIb.
4. Alteraciones en la síntesis de colágeno, con repercusiones en la capacidad elástica del tejido.
- DEBILIDAD MUSCULAR: Con el reposo en cama prolongado un músculo perderá 10 a 15% de la fuerza en la primera
semana y entre 35-50% después de la 4ta semana. Estos cambios son más notorios en las extremidades inferiores,
en grupos musculares de mayor tamaño y en los músculos antigravitatorios. Secundariamente también disminuye
la potencia y fuerza explosiva (útiles para lograr transferencias).
A raíz de estos fenómenos que ocurren en el músculo, se altera la movilización y capacidad de realizar las AVD. Dentro
de las alteraciones más frecuentes destaca el trastorno de la marcha secundario a una debilidad y atrofia en: cuádriceps,
extensores de cadera y columna, abductores de cadera, dorsi y plantiflexores del pie. El aumento en la fatigabilidad
también afecta negativamente la capacidad de realizar actividades de manera independiente.
Es importante considerar que en caso de requerir recuperar fuerza, trofismo y acondicionamiento, el período de
rehabilitación será de mayor duración que el período de inmovilización. Es así como una fractura de tobillo inmovilizada
por 8 semanas va a requerir al menos 10 semanas de rehabilitación posterior para recuperar función.
- DOLOR MUSCULAR: Los pacientes en reposo absoluto en decúbito supino presentan frecuentemente lumbago, el
cual es fácilmente prevenible con ejercicios de elongación, cambios de posición y/o sedestación activa o asistida.
o Contracturas articulares:
Suelen ser resultado de inflamación, infección, artropatía degenerativa o traumatismo repetido. Factores como el
dolor producido por la inflamación, la pérdida de cartílago en artropatías degenerativas, y el aumento de volumen
intraarticular, generan inmovilidad y reducen el rango de movimiento articular en todos los planos.
La prevención y manejo se realiza con la suplementación de calcio y vitamina D, actividad física regular que privilegie la
carga de peso (deambulación) y el fortalecimiento muscular.
SISTEMA CARDIOVASCULAR
• Alteraciones hemodinámicas: es común encontrar taquicardia y aumento de la presión arterial (PA), cuando se
verticaliza a un paciente que ha estado en reposo prolongado en cama. La frecuencia cardíaca (FC) aumenta 1
latido por cada 2 días de reposo, sin aumentar el gasto cardíaco (GC), provocando taquicardia de reposo.
• Disminución del volumen plasmático: tras el decúbito prolongado disminuye la presión hidrostática y la
secreción de ADH, llegando al mínimo volumen plasmático al día 14 (caída del 20%).
• Ortostatismo: lo anterior provoca imposibilidad del sujeto de elevar la PA al incorporarse. Es por esto que una
persona desacondicionada, al ponerse de pie, eleva la FC en exceso y presenta síntomas de ortostatismo
(vértigo, sudoración, palidez, caída de la PAS); respuesta evidenciada tras 4 a 7 días de reposo y más
precozmente en adultos mayores.
La prevención más común es la administración diaria de heparina en dosis profilática, y en dosis terapeutica si se
confirma el diagnóstico. Otras medidas de prevención incluyen las medias elásticas, sistemas de compresión
neumática intermitente, ejercicios activos y movilización precoz.
SISTEMA RESPIRATORIO
Las complicaciones respiratorias pueden poner en riesgo vital al paciente. El reposo en cama provoca restricción de
volúmenes pulmonares, por disminución de la excursión diafragmática. Esta secundaria a la debilidad muscular
abdominal e intercostal y dificultad en la movilidad de las articulaciones costocondrales y costovertebrales.
La respiración se torna superficial, aumentando la frecuencia respiratoria. La relación V/Q cambia en las zonas
dependientes, se produce disfunción mucociliar y alteración del mecanismo de la tos. Las secreciones se acumulan en
las zonas de mayor gravedad y aumentan el riesgo de atelectasias y neumonias.
La prevención consiste en la movilización precoz del paciente, limpieza bronquial frecuente (KTR), cambios de posición
y entrenamiento de la tos. Los ejercicios respiratorios (TriFlow), percusión torácica y drenaje postural de secreciones
con aspiración orotraqueal, disminuyen el riesgo de atelectasias y aspiración. Serán necesarios broncodilatadores si
existe enfermedad pulmonar previa.
Según la complejidad de la lesión, se escogerá al personal idóneo que realizará las curaciones o manejo avanzado
(TENS/enfermer@/cirujan@). Para ello debemos conocer su clasificación:
En personas de raza negra puede llegar a ser más complejo la identificación en los cambios de coloración, por lo que
nos podemos guiar por el calor localizado, la humedad subepidérmica, el cambio en la consistencia del tejido en relación
con el tejido circundante (induración) y la presencia de dolor localizado.
Para las lesiones en mucosas existe una clasificación bajo la escala de Reaper (ROMPIS).
Cuidador: Persona que proporcionan los servicios necesarios para el cuidado de otros en sus
actividades cotidianas. Se puede distinguir entre:
La mayoría de las veces el cuidador principal es un familiar directo, en Chile 90% son mujeres;
esposas, madres o hijas, que aparte de asumir los cuidados del paciente, deben continuar con sus
responsabilidad previas. En estos pacientes, el apoyo y características de sus familiares-cuidadores
son los principales predictores pronósticos en cuanto a severidad sintomática y repercusiones
sociales de sus cuadros.
Una mayor sobrecarga deteriora la salud mental, social y física del cuidador, presentando con mayor
frecuencia trastornos ansioso-depresivos, mayor aislamiento social, empeoramiento de la situación
económica familiar, mayor morbilidad general e incluso mayor mortalidad, que en población
comparable no sobrecargada. Además, el cuidador tiende a no buscar ayuda médica,
postergándose y priorizando los problemas de su familiar dependiente, manteniendo la mayoría de
sus propias patologías sin diagnosticar, tornándose casi "invisible" para el sistema de salud.
Numerosos instrumentos intentan objetivar la sobrecarga del cuidador: "índice global de carga";
"entrevista de sobrecarga del cuidador"; "cuestionario de sentido de competencia". Sin embargo,
estas herramientas evalúan sólo algunas dimensiones de este fenómeno, que incluye calidad de
vida, capacidad de autocuidado, red de apoyo social y competencias para afrontar problemas
conductuales y clínicos del paciente cuidado.
La "Escala de sobrecarga del cuidador de Zarit" logra aunar consistentemente todas estas
dimensiones. Siendo la más utilizada a nivel internacional, ha sido validada en diversos idiomas
incluyendo español.
Consta de 22 preguntas con 5 opciones (1-5 puntos), cuyos resultados se suman en un puntaje total
(22-110 puntos). Este resultado clasifica al cuidador en: "ausencia de sobrecarga" (<46), "sobrecarga
ligera" (47-55) o "sobrecarga intensa" (>56). "Sobrecarga ligera" representa un factor de riesgo para
generar "sobrecarga intensa". Esta última se asocia a mayor morbimortalidad médica, psiquiátrica
y social del cuidador.
Por lo tanto, resulta fundamental ocuparnos de los cuidadores, pues son el pilar que permiten el
bienestar de nuestros pacientes. Es importante generar medidas preventivas de la sobrecarga y
buscar activamente la necesidad de atención profesional en esta población.
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Anexo 7. Pág. 51.