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PREDICA Cómo Acercarme A Dios
PREDICA Cómo Acercarme A Dios
PRÁCTICA
Como cristianos, oramos al Señor todos los días, pero la mayoría de nuestras
oraciones siguen el siguiente esquema: No acallamos verdaderamente nuestro
corazón delante del Señor ni somos directos y sinceros para hablarle desde
nuestro corazón, ni traemos cualquier problema o dificultad que no
entendamos ante el Señor para pedirle Su iluminación y obtener así una nueva
y mejor comprensión de Su palabra. En cambio, siempre nos arrodillamos
simplemente para murmurar cosas que realmente no queremos decir, usando
frases hechas o repetidas. A veces, cuando tenemos prisa para ir a trabajar o
salir a hacer algo y terminar nuestra oración lo más pronto posible, solo
decimos algunas palabras simplemente, por pura fórmula; incluso a veces,
cuando estamos arrodillados en oración, nuestro corazón está pensando en
otras cosas, y así sucesivamente. Todos estos comportamientos muestran que
no estamos realmente calmando nuestro corazón ante Dios para tener
verdadera comunión con Él, sino que estamos evadiéndonos y engañando al
Señor. Cuando oramos de esta manera, no solo no podemos obtener la acción
o la iluminación del Espíritu Santo, sino que hacemos que Dios sienta
repugnancia y rechazo. El Señor Jesús dijo: “[…] cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a
los tales el Padre busca que le adoren” (Juan 4:23). De estas palabras podemos
ver que lo que el Señor nos pide es que adoremos a Dios con un corazón
honesto y centrado. Por lo tanto, mientras oramos, debemos hablar a Dios
acerca de nuestros verdaderos estados y dificultades. No importa qué ideas y
planes tengamos en mente, deberíamos abrirnos completamente a Dios. Solo
entonces Dios estará interesado en nuestras oraciones, nos permitirá ser más
conmovidos por el Espíritu Santo, ser iluminados en varias cosas que no
entendemos, y gradualmente llegaremos a entender la voluntad de Dios.
Por ejemplo, frente a las dificultades, nuestro corazón está siempre ocupado
con asuntos de bienes materiales o de la carne, por lo que no podemos
disponernos sinceramente a trabajar o gastar para el Señor. En estos
momentos podemos decirle la verdad al Señor: “Oh, Señor, veo que mi
estatura es muy pequeña. Siempre estoy enredado con la carne, siempre
considerando y planificando mi futuro, y así no puedo servirte de todo corazón.
Cuando veo a esos hermanos y hermanas que gastan para ti, dejan de lado su
carne y son considerados con Tu voluntad, me siento muy avergonzado. Yo
también quiero elevarme para tener en cuenta Tu voluntad, gastar y trabajar
para ti, pero mi fe es tan débil, que no puedo lograrlo. Solo deseo dejar esta
dificultad en Tus manos. Que Tú me guíes y me concedas confianza y
fortaleza...” Si compartimos siempre lo que está en nuestro corazón y nos
comunicamos con Dios de esta manera, Dios verá que nuestra oración es
sincera en lugar de seguir el esquema. Entonces el Espíritu Santo trabajará
dentro de nosotros, nos llevará a liberarnos gradualmente del enredo de la
carne y a elevarnos para dedicarnos al Señor. Al mismo tiempo, cuando oramos
a Dios, debemos evitar todos los asuntos, personas y cosas que pueden
perturbar nuestra mente y encontrar un ambiente tranquilo. Tal como dijo el
Señor Jesús: “Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas
cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo
secreto, te recompensará” (Mateo 6: 6).
Aunque a menudo leemos la Biblia regularmente, rara vez nos esforzamos por
meditar en la palabra de Dios. La mayoría de las veces solo leemos sin
devoción, superficialmente y contentándonos con entender el significado
literal de la verdad. A veces, aunque estamos mirando la palabra de Dios y
leyéndola, nuestro corazón está vagando por el gran mundo, y como resultado,
después de haberla leído, nos quedamos sin saber qué significa realmente la
palabra de Dios. A veces también reflexionamos sobre la palabra de Dios por un
tiempo, pero si no obtenemos iluminación en el acto, dejamos de considerarla.
En realidad, no calmamos para nada nuestro corazón ante Dios para descubrir
por qué nos dice estas palabras, qué resultados quiere alcanzar con ellas, y
cómo practicar y aprender a cumplir con los requisitos de Dios. Es por eso que,
aunque hemos creído en el Señor y leímos Su palabra por muchos años, todavía
no tenemos mucho entendimiento de la voluntad de Dios, ni hemos
encontrado la manera de practicar las muchas verdades que debemos practicar
e incorporar. Vemos claramente que, por lo general, no meditamos lo
suficiente en la palabra de Dios, de modo que, aunque hemos leído muchas de
las palabras de Dios, aún somos incapaces de comprender su significado
interno, y nuestra vida espiritual aún no puede crecer. Entonces, en cuanto a
este aspecto de la verdad, ¿cómo deberíamos hacer para entrar en ella? Aquí
hay un ejemplo. El Señor Jesús dijo: “Y otra vez os digo que es más fácil que un
camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de
Dios” (Mateo 19:24). Entonces deberíamos considerar: ¿Qué quiso decir el
Señor al decir eso? ¿Qué aspectos de la voluntad y disposición de Dios se
revelan? ¿Qué resultado quiere Dios lograr con nosotros? Al considerarlo vemos
que las personas que persiguen el dinero pero no la verdad no pueden entrar
en el reino de Dios. Pensemos en la Era de la Gracia: Algunos terratenientes
también querían seguir al Señor, pero no estaban dispuestos a renunciar a su
riqueza y condiciones de vida superiores porque eran codiciosos de las
comodidades y placeres de la carne, y no podían tolerar llevar una vida sencilla
y pobre. Por lo tanto, aunque sabían que quienes creyeran en el Señor tendrían
la vida eterna y podrían entrar en el reino de los cielos, aún así perdieron las
oportunidades de obtener la salvación de Dios. Esto muestra que es casi
imposible para un propietario entrar en el reino de Dios. A través de esta
historia, la voluntad de Dios es que no debemos buscar dinero, sino la vida. Si
prestamos atención al dinero, y cuando lo obtenemos perdemos nuestra vida,
¿qué beneficio nos aporta esto? Al meditar en la palabra de Dios de esta
manera entenderemos cada vez mejor la voluntad de Dios, y luego también
podemos actuar de acuerdo con Su voluntad, sin importar lo que encontremos.
Tercero: Cuando algo sucede, debemos buscar y practicar la verdad, y vivir
ante Dios
Todos sabemos que las devociones espirituales ocupan solo una pequeña
porción de tiempo en nuestra vida diaria; la mayor parte del tiempo estamos
trabajando o lidiando con varios asuntos en nuestra vida. Entonces, si
queremos practicar calmar nuestro corazón delante de Dios, no podemos
limitarnos a solo practicar la lectura de la Biblia y orar. También debemos
practicar acercarnos a Dios, meditar y contemplar el amor de Dios con nuestro
corazón, y enfocarnos en buscar la verdad y la voluntad de Dios, y en actuar de
acuerdo con la verdad en cualquier momento en todas las personas, eventos, y
cosas que encontramos en nuestra vida diaria. Vi este párrafo en un libro:
“Debes comprender en tu vida diaria qué palabras dices y qué cosas que haces
podrían provocar que tu relación con Dios sea anormal y luego corregirte para
entrar de la manera correcta. En todo momento, examina tus palabras, tus
acciones, todos y cada uno de tus movimientos y todos tus pensamientos e
ideas. Obtén un entendimiento apropiado de tu verdadero estado y entra en
la manera de la obra del Espíritu Santo. Esta es la única forma de tener una
relación normal con Dios. Al evaluar si tu relación con Dios es normal, podrás
corregir tus intenciones, comprender la esencia-naturaleza del hombre y
entenderte a ti mismo verdaderamente y, al hacerlo, podrás entrar en
experiencias reales, renunciar a ti mismo de una manera real y someterte de
manera intencional”.
Cuarto: Prestar atención todos los días para reflexionar sobre nuestros
problemas y deficiencias
Todos los días nos enfrentaremos con varias cosas. Entonces debemos ir ante
Dios para reflexionar sobre todo lo que hemos hecho en el día: sobre en qué
asuntos hemos puesto en práctica la palabra del Señor y si nuestras acciones
fueron conformes con la verdad; sobre qué asuntos hemos seguido nuestra
propia voluntad y hemos ido en contra de la voluntad del Señor. Podemos
recordarlos y hacer nuestro mejor esfuerzo para escribirlos en nuestro
cuaderno cuando las condiciones y el tiempo lo permitan. Podemos seguir
haciendo las cosas en que hemos actuado de acuerdo con la palabra de Dios;
en cuanto a nuestros actos que no estaban en línea con la voluntad de Dios,
debemos aplicarles la palabra de Dios para inspeccionarnos a nosotros mismos
respecto a los problemas y las desviaciones en ellos, y buscar la verdad para
resolverlos oportunamente. Por ejemplo, creemos que podemos tratar a los
hermanos y hermanas con sinceridad cuando estamos asociados con ellos en
momentos normales. Pero a la noche, cuando reflexionamos sobre nosotros
mismos, somos conscientes de que, durante el día, para proteger nuestros
propios intereses en algo, no hemos hablado abierta y honestamente con los
demás. Vemos que por favorecer nuestros intereses personales, mentimos y
cometimos fraude contra los hermanos y hermanas, y revelamos una
disposición corrupta y engañosa en este asunto. Sabemos que Dios está
disgustado con personas engañosas; Él ama a las personas que son honestas,
inocentes y abiertas. Por lo tanto, debemos abrirnos a los hermanos y
hermanas activamente, confesar haber mentido y engañado, pedirles que nos
perdonen y decidir no seguir haciendo esto. De esta manera,
inconscientemente, tendremos alguna entrada en la verdad de ser una persona
honesta. Si no reflexionamos sobre nosotros mismos al presentarnos ante
Dios, no prestaremos atención a nuestras expresiones cotidianas de
corrupción, pensando que todas son insignificancias, y entonces no podemos
lograr el efecto de mejorar nuestra vida espiritual. Entonces, solo
centrándonos en aquietar nuestro corazón delante de Dios, reflexionando
siempre sobre nosotros mismos y meditando en nosotros mismos, nuestra vida
espiritual crecerá cada vez más, nuestra relación con Dios se hará cada vez más
cercana y gradualmente nos convertiremos en personas compatibles con las
intenciones de Dios.
Cuarto: Prestar atención todos los días para reflexionar sobre nuestros
problemas y deficiencias